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Testimonio de Juan Hilario Bassay Alvear

 

 

Fecha:  8.08.03

 AL SR. MINISTRO DE LA CORTE DE APELACIONES;

DON ALEJANDRO SOLIS.

SANTIAGO. CHILE.

TESTIMONIO  de MI DETENCION Y DE LAS AMENAZAS del Tte. José Hernán Godoy Barrientos, de matar personalmente a mis sobrinos Héctor Alejandro y Guido Ricardo Barría Bassay

Y  LAS TORTURAS INFRIGIDAS EN MI PERSONA, por Hans Schernberger Valdivia, Capitán y Comisario DEL CUARTEL DE CARABINEROS DE  RIÓ NEGRO.

1.- Jueves 13 de septiembre de 1973. Día mi primera detención.

Fui detenido en el camino de Rió Negro a Riachuelo, a las tres y media de la tarde, mientras conducía mi camión con destino a mi casa habitación. Me acompañaban, mi hermano menor Manuel Bassay Silva y mi sobrino Oscar Barría Bassay, hermano menor de los nombrados arriba.

Llevaba recorrido más o menos la mitad del camino, cuando vi por el espejo retrovisor el furgón de Carabineros y el Furgón de la Gobernación que ya había sido requisado por los Carabineros..

Los vehículos se acercaban a gran velocidad. El vehículo policial traía encendida la luz intermitente del techo y al alcanzarme, los carabineros hicieron sonar la sirena de alarma.  

Disminuí la marcha, y manejé cuidadosamente por el costado del camino para ceder el paso a los vehículos mencionados, porque supuse que viajaban en alguna misión especial.

El furgón sobrepasó a mi camión y luego, en una arriesgada e inútil maniobra, se cruzó por delante y se detuvo bruscamente. Para evitar el choque, frené en seco.

Ví a varios carabineros que se acercaban amenazantes, apuntándome con sus fusiles automáticos. Del furgón requisado bajó el Capitán Hans Schernberger, quien ordenó enérgicamente que se bajaran todos los pasajeros del camión.

Todos obedecimos en silencio. Los Carabineros nos hicieron poner de cara a la carrocería del vehículo, con las manos en alto y las piernas separadas. Nos obligaron a desnudarnos totalmente para allanarnos.

Dos carabineros hurgaron en la guantera del camión, levantaron los asientos y miraron debajo del tablero de los instrumentos. No encontraron nada comprometedor o sospechoso.  

Otros carabineros hacían rebotar la rueda de repuesto arriba de la plataforma del camión. Los que habían hurgado en la cabina, abrieron la tapa del motor y miraron en su interior.

Luego de dejar en paz la rueda de repuesto, los carabineros de la plataforma bajaron a golpear los neumáticos, con sus palos de reglamento. Después se metieron debajo del vehículo golpeando la carrocería.

Cuando ya no encontraron nada, el Capitán Schernberger ordenó a su tropa, retornar con nosotros como detenidos, a Rio-Negro, advirtiéndole a sus subalternos, que subieron al camión junto a nosotros que, ante cualquier movimiento sospechoso por parte nuestra, dispararan a matar.

Al llegar a la Comisaría, en la sala de guardia fuimos allanados nuevamente y despojados de nuestros documentos y objetos de valor. Luego nos ordenaron pararnos mirando hacia la pared, con las manos en alto y las piernas separadas.

Media hora después entró el Capitán Schernberger y le entregó un papel al Sargento de guardia.

Para que todos escucháramos, dijo en voz alta:

"Aquí le dejo una orden por escrito que acaba de llegar! Debe ser entregada al Teniente Godoy en el caso de que yo no regrese. En una de sus partes dice que Juan Bassay y los dos hermanos Barría deben ser fusilados en el acto, en el lugar donde se les encuentre.

 ¡Por lo demás, el Teniente ya lo sabe"!

Una hora más tarde, el Teniente José Hernán Godoy Barrientos entró apresuradamente a la Sala de Guardia.

Y en su carrera pasó pisoteando a dos jóvenes de Rió Negro, que estaban tendidos boca abajo en el piso, a quienes yo no había podido identificar. Como los detenidos se quejaron, el Teniente se volvió y comenzó a darles de puntapiés. Los jóvenes se retorcían en el suelo, gritando de dolor.

Al término de aquel castigo, el Teniente se acercó a Oscar Barría Bassay, de diecisiete años de edad al que, al tiempo de darle una fuerte bofetada en la cara, le gritó:

"!Tú sabes lo que te espera!"

Luego, sin decir palabra, tomó del pelo a mi hermano MANUEL BASSAY SILVA, que andaba de vacaciones en el sur, porque vivía y trabajaba en Santiago, y le estrelló violentamente la cabeza contra la muralla. En seguida se acercó a mí y me dijo, aparentando extrañeza:

"¿Y usted también está aquí, señor Bassay?

El Teniente salió de la Sala de Guardia moviendo la cabeza, como si no comprendiese lo que pasaba conmigo. Cerca de las siete de la tarde, regresó y le ordenó al cabo de guardia que llevara mis acompañantes a los calabozos.

Los Carabineros tomaron a mi sobrino y a mi hermano, y a golpes y empujones, lo llevaron al sótano de la Comisaría, donde estaban los calabozos. Asomándose por el hueco de la escalera por donde habían desaparecido los uniformados con el detenido, el Teniente gritó:

"!Mañana a las seis, serán fusilados"!

Yo quedé de pie, mientras en el piso de la Sala de Guardia continuaban tirados boca abajo quejándose de dolor los dos jóvenes que habían sido pateados por el Tte. Godoy Barrientos. De vez en cuando, tal vez para que no se quedaran dormidos, los carabineros se acercaban a ellos y les daban de puntapiés.

Alrededor de las 23:00 hrs., el carabinero que estaba a cargo de la puerta de la Comisaría la abrió para dejar entrar al Comandante del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Río Negro. Lo conocía perfectamente, pues yo también era bombero voluntario en Riachuelo. El recién llegado era dueño de un restaurante y llevaba una bandeja con pollos asados, papas fritas, ensaladas y en una malla llevaba varias botellas de vino y algunas de pisco, como regalo para los "libertadores de Chile".

Poco antes de la medianoche regresó el Capitán Schernberger. Desde su oficina llamó a su ordenanza y éste me fue a buscar.

Dos carabineros me condujeron a la oficina del Comisario y luego salieron, dejándonos a solas.

El Capitán se me acercó y me dijo:

"Tome asiento, señor Bassay, vamos a conversar como caballeros, que creo somos"--.

Me senté frente al único escritorio.

El Capitán regresó al sillón de madera detrás del escritorio y se sentó. Ceremoniosamente puso los codos sobre la mesa, cruzó los dedos de sus manos y descansó la barbilla sobre sus pulgares. Durante unos momentos, permaneció en silencio.

Después me dijo lo siguiente:

"Nosotros sabemos que usted es el hombre clave del Partido Socialista aquí en Río Negro, y parece que también lo es en toda la Provincia.

Nosotros -continuó echándose atrás en su sillón y dándose importancia-, tenemos antecedentes de que usted tiene contactos con los guerrilleros que operan desde Bahía Mansa hasta bahía San Pedro y también con los que están por pasar desde Argentina. Además, sabemos que usted fue el encargado del transporte y reparto de las armas del Partido Socialista, aquí en la Provincia".

 Todo lo que usted ha dicho, no corresponde a la verdad, Capitán, le contesté. Pero él insistió:

"Mire, señor Bassay, tengo muy buenos informes de personas allegadas a usted Por algo le digo que sé que usted es el hombre clave aquí. No puede negarlo. Además, usted es experto en caminatas por la cordillera."

Yo le dije que sólo conocía una parte de la cordillera, el sector transitable con vehículo donde yo me ganaba la vida con el transporte de maderas, con mi único instrumento de trabajo, mi camión.

De repente el Capitán se puso bruscamente de pié y furiosamente me dijo:

"Señor Bassay: ¡Usted está mintiendo! .Señor Bassay, yo no voy a seguir perdiendo el tiempo! ¡Y tenga usted bien claro que hay orden de fusilamiento para usted."

Después cambió el tono y como suplicándome me dijo:

"Mire, señor Bassay: deje las armas botadas en el camino y después me llama por teléfono. Yo daré cuenta que fueron encontradas en la vía pública. Así usted se salva de responsabilidades y quedará en libertad sin problemas".

Le respondí que no tenía nada que entregar, porque nunca había transportado armas desde Santiago, como él afirmaba. Le agregué que no tenía armas personales, ni armas del partido.

Después de eso me dijo que tenía plazo hasta el dia siguiente a la amanecida para pensarlo, pues a la seis íbamos a conversar por última vez, en la que yo mismo escogería si iba a salir libre o iba a ser fusilado.

Dando por terminada la conversación, el Capitán tocó un timbre y le ordenó a un carabinero que me llevara al calabozo.

Sin miramientos, los Carabineros me condujeron al sótano y a empujones me metieron dentro de una celda. Cuando me hube acostumbrado a la oscuridad, ví que allí estaba mi hermano Manuel Bassay.

 

2.- VIERNES 14 de septiembre 1973.

Día de las amenazas de muerte a mis sobrinos, los hermanos Guido y Héctor Barría Bassay.

En la mañana dos carabineros entraron al calabozo y me condujeron a la Sala de Guardia.

El Capitán Schernberger abrió la puerta de su oficina y asomando la cabeza, ordenó que me presentara ante él. Esta vez el Capitán permaneció de pie delante de su escritorio. No me ofreció asiento y me comunicó que había llegado una contraorden, y que se me daba una oportunidad para que colaborara con el nuevo gobierno. Si colaboraba, podría seguir trabajando y no iba a tener problemas. Pero me advirtió que la próxima semana iban a ir los militares a Riachuelo y ellos sí -dijo- tenían mejores informaciones sobre mis actividades y mi destino.

Me abrió la puerta de su oficina y me dejó salir. En la Sala de Guardia, me devolvieron los efectos personales que me habían requisado a mi llegada. Dieron también libertad a mi sobrino y a mi hermano.

El Teniente José Hernán Godoy Barrientos estaba en el umbral de la puerta principal de la Comisaría y enseguida me dijo:

"¿No ve? Usted no va a tener ningún problema, señor Bassay, pero dígale al huevón del Guido, y también al Tito, (se refería a mis sobrinos que aún no habían sido detenidos y estaban en Riachuelo, en casa de su madre) que se vayan a donde yo nunca los vea".

Y dándose unos golpecitos en la cartuchera de su arma, en tono amenazante agregó:

¡"Porque aquí tengo un tiro para cada uno de ellos! ¡Y esta tarde me voy a ir a dar una vuelta por Riachuelo"!

Una vez en casa comuniqué mis sobrinos, lo que me había dicho el Tte. GODOY. Les recomendé que se fueran a Santiago. Mi hermano MANUEL también les aconsejó lo mismo y les ofrecí que yo podía llevarlos con mi camión a una estación rural de los Ferrocarriles, anterior a Osorno para que se subieran al tren, sin ser descubiertos. Ellos rechazaron el ofrecimiento, porque dijeron que tenían un compromiso con Carlos Bongcam, al que le habían prometido acompañar a costa de cualquier sacrificio.

Tiempo atrás, esto es, antes del Golpe, más o menos en Abril de 1973, yo le había recomendado a mis sobrinos que se fueran a Santiago, porque nadie ignoraba de que iban a ser perseguidos, sobre todo por Carlos Berendt, (R.I.P.) empresario agrícola de Riachuelo, miembro del grupo nazi "Cien Aguilas" dependiente de la Fuerza Aérea de Chile, y Oficial de Reserva de la FACH, amigo personal de los actuales reos, acusados de secuestro y homicidio, José Hernán Godoy y Hans Schernberger.

 3.- Los torturadores: Capitán de Carabineros Hans Schernberger Valdivia; Capitán Wenderoth; cabo Colipán; Detective Carlos Villalobos, del Cuartel de Investigaciones de la Policía Civil, Osorno, domiciliado en la actualidad en Puerto Montt.

Sábado 15 de septiembre de 1973

 En la mañana, alrededor de las ocho, se estacionaron frente a mi casa el Furgón de la Gobernación de Río Negro y un furgón policial. Los dos vehículos transportaban carabineros. Detrás pasó una camioneta de "SAESA", con equipo de radio. La seguían un jeep, una camioneta y un camión del Regimiento transportando militares. La caravana se detuvo frente al Retén de Carabineros de Riachuelo.

Salí a informarme de la situación y cuando volvía a mi casa, un oficial, al mando de una escuadra ordenó que me detuvieran. Mi casa estaba siendo allanada. Entre los Oficiales que estaban presentes, se encontraba el Fiscal Militar, Mayor Ramírez y el Capitán de Ejército Arno Wenderoth

Después del allanamiento, fui llevado al Retén de Carabineros, y me condujeron a la caballeriza, para ser torturado e interrogado por el Cabo Colipán de acuerdo a las técnicas aprendidas en Panamá. De entrada me dijo:

"Vamos a conversar como rotos, ya que no has querido responder como caballero"

Salió de la caballeriza, dejándome a cargo de unos conscriptos. Un rato después entró una pareja de soldados, portando un balde de latón lleno hasta los bordes de excrementos humanos que habían sacado del pozo negro del Retén. Detrás de ellos venía otro par de soldados con un balde similar al anterior, rebalsando orines de caballo, podridos. Cerraba la marcha triunfal, un conscripto con un balde con agua.

Un insoportable hedor saturó rápidamente el aire de la caballeriza.

Colipán regresó sonriendo (la hediondez parecía ser su elemento) y le ordenó a los soldados que me amarraran las manos a la espalda.

A culatazos, me obligaron a arrodillarme y Colipán llamó a un conscripto, el que tomándome violentamente de los cabellos intentó introducir mi cara en el balde. Colipán se dio cuenta de que mi rostro apenas había tocado los excrementos. Venciendo su asco se quitó una toalla de la boca que le ayudaba a soportar el hedor y gritó:

"!Mételo hasta abajo"!

El conscripto repitió la operación sin lograr que mi cabeza entrara completamente en el balde.

A pesar de toda la resistencia que hice, después de herirme un pómulo al contacto violento con el balde, lograron introducirme la cabeza dos veces en los excrementos . Allí Colipán me gritó:

"¡Tómate un trago!"

(La grosería que agregó, no quiero repetirla en este testimonio).

A continuación me arrastraron hasta un balde con agua nauseabunda, y allí me hicieron el "submarino" durante un buen un buen rato. Mientras Colipán seguía su "interrogatorio", los soldados me daban de culatazos y puntapiés, en el estómago y en los testículos. Por último, una patada en la cabeza, me hizo perder el conocimiento.

Cuando recobré la conciencia, ví que entraba un grupo de soldados con otro detenido. El recién llegado era Renato Invernizzi, miembro de la Juventud Socialista, al que Colipán comenzó a maltratar de inmediato.

Lo derribaron a culatazos y luego le sumergieron la cabeza en el balde con agua nauseabunda.

 Repitieron la operación varias veces, dándole puntapiés y culatazos. Después lo comenzaron a interrogar.

Después de fracasada la tarea de Colipán, el Mayor Ramirez, Fiscal Militar, ordenó que me llevaran ante a su presencia.

Cuando me iba acercando al grupo de Oficiales, Colipán me dio una bofetada a mansalva, lanzándome de bruces a los pies de aquellos.

El Capitán Wenderoth, Jefe del "SIM" (Servicio de Inteligencia Militar), me tomó del pelo para castigarme, pero me soltó de inmediato, cuando se dió cuenta que sus manos se untaban de excrementos, al contacto con mi pelo. Se alejó a limpiarse en el pasto y regresó a darme puntapiés mientras aún me encontraba en el suelo derribado por los golpes que me estaban propinando los otros oficiales. Aquello duró varios minutos sin que nadie pronunciara una palabra. (Así trataban los Oficiales del Ejército Chileno a un detenido al que ellos mismos habían calificado como " prisionero de guerra").

Una vez que los Oficiales terminaron su "gloriosa batalla" (patear en el suelo a un hombre indefenso), Colipán quiso congraciarse con el Jefe del "SIM", que aún maldecía con las manos llenas de mierda, mostrándole a los Oficiales una tortura aprendida en Panamá:

Mientras los soldados me amarraban las manos a la espalda, Colipán lanzó una cuerda sobre una viga del techo. En el otro extremo de la soga hizo un nudo marinero y me lo colocó en el cuello. Después, con la ayuda de dos soldados tensó la cuerda, tirando del extremo libre de ella, de modo que cuando los soldados que me sujetaban me soltaron, quedé de pie sostenido sólo por el lazo. Entonces, Colipán ordenó que tiraran otro poco.

La soga se tensó al máximo, dejándome afirmado sólo en la punta de mis pies, semicolgado del cuello. En aquella posición, los Oficiales comenzaron a darme de puñetazos en la espalda, mientras Colipán me golpeaba en el estómago.

Sin dejar de flagelarme, fui levantado medio metro del suelo y quedé colgado de la soga que tenía incrustada dolorosamente en el cuello. En ese momento Colipán gritó:

"¡Así vamos a matar a todos estos perros!

Cerca de las seis de la tarde, fui conducido a la caballeriza. Desde el pasillo, divisé la camioneta de Raúl Guzmán que salía del Retén llevando una patrulla de militares. Una vez dentro del galpón, me obligaron a sacarme toda la ropa y cuando estuve desnudo, me amarraron las manos a la espalda con una larga cuerda.

Colipán volvió a ordenar que me colgaran de la viga. A medida que me levantaban, el dolor en los hombros se me fue haciendo insoportable, hasta que no pude resistir más y grité de dolor. Luego, con una voz que a a mí mismo me sonó extraña, exclamé:

"¡Sé que tienen orden de matarme! ¡Háganlo! No es necesario que me torturen.

 

Entonces Colipán ordenó que me descolgaran

Caí de bruces al suelo, donde quedé sin sin moverme. Dos conscriptos me desataron y como apenas podía mover los brazos, me ayudaron a vestirme. Me puso la ropa con lentitud, porque los hombros me dolían horriblemente. Cuando me estaba colocando los zapatos se me acercó un Teniente que me dijo:.

"¡Usted, señor Bassay, es prisionero de guerra"!

  

EL SIMULACRO DE FUSILAMIENTO:

Entra en escena el "caballeroso" Capitán Hans Schernberger

El Capitán de Carabineros Hans Schernberger, entró portando un fusil automático y sin dirigirse a nadie en especial, anunció:

"¡Ahora voy a practicar la puntería"!

Un grupo de soldados llegó ante Schernberger con el miembro de la Juventud Socialista, Egon Kemp, a quien en Riachuelo, amistosamente, llamábamos el "Súper" (el "súper ratón"), porque tenía una estatura que no pasaba de un metro cuarenta y cinco.

El Capitán lo empujó fuera de la caballeriza, lo puso de pié frente al portón y se retiró a cierta distancia. Al tiempo que preparaba su arma, le grito:

"¿Qué vas a hablar antes de morir?

El "Súper" alzó sus hombros sin emitir palabra. Entonces el Capitán le dijo:

 -¡Morirás por estar tapando a tus jefes!

 En ese momento los soldados que me estaban custodiando después de la tortura me condujeron al otro extremo de la caballeriza.

Inmediatamente sonó un disparo de fusil. Y luego, otro. Después, escuché que el el Capitán decía:

"¡Tápenlo y déjenlo en esa orilla!

Y después de un momento de silencio, ordenó:

-"¡Traigan a Bassay! Por no cooperar con nosotros, ahora le toca a él..."

Y agregó con todo orgullo y con un fuerte vozarrón:

¡Acaba de salirme el nazi, mierda"!

Los soldados me llevaron ante el Capitán y me pusieron de espaldas hacia él. Inmediatamente Schernbeerger, me dijo:

-¡Pide una última gracia y encomiéndate en lo que crees o a la Virgen!

Yo me dí vuelta media vuelta sorpresivamente y le grité:

¡Dispáreme de frente!

Inmediatamente el Capitán disparó y luego de un intervalo, el desconcertado Capitán, gritó:

¡Agradece, infeliz, que estaba mal regulada la mira y que no tengo más balas! (Este es un Oficial que va a la guerra y se le olvida llevar munición!)

Colipán volvió para golpearme, y cuando lo estaba haciendo, le pude gritar:

-¡"A los prisioneros de guerra se les debe tratar como a tales"!

 Colipán perplejo, dió la siguiente orden:

"Lleven p'al calabozo a este huevón!

Conclusiones:

Este testimonio, se limita a los detalles que interesan en el proceso que instruye el Juez, Ministro en visita , Sr. Solís, reproduciendo lo más fielmente posible las palabras y las acciones de los torturadores, entre ellos, el Tte. José Hernán Godoy, (Actual General Retirado y reo de la Justicia Ordinaria) y del detenido en su domicilio, Capitán Hans Schernberger, con respecto a mi detención, las amenazas de muerte hechas en contra de mis sobrinos Guido y Héctor Barría Bassay, el maltrato que me dieron los oficiales y suboficiales del ejército chileno, y el simulacro de fusilamiento al fui sometido por el autodenominado "nazi", Capitán Hans Schernberger.

El resto de los maltratos, torturas  y vejaciones que sufrí, el asesinato de otros militantes de la Unidad Popular, es cuestión conocida por la opinión pública a través del libro de Carlos Bongcam, por informes de organizaciones nacionales (Obispado de Osorno, Comité de Paz) e internacionales (Amnistía Internacional, OEA) y por los Tribunales chilenos.

También es suficientemente conocido (y jamás juzgado), el trato salvaje que me dieron los Carabineros de Riachuelo de esa época, los militares de Osorno (especialmente el Cabo de ejército, torturador de apellido Colipán, que vive jubilado actualmente en Osorno y en los últimos dias ha aparecido en el Diario Austral bendiciendo y alabando el ingreso de uno de sus hijos al Ejército de Chile) y el detective Carlos Villalobos que era uno de los torturados más perversos de esa época en Osorno,  y que también me torturó personalmente ( junto con el cabo de Ejército, de apellido Miranda)- , que en la actualidad (Villalobos) vive en Puerto Montt y es Presidente de la asociacion de Oficiales Retirados de la Policía de Investigaciones y con toda desfachatez publica cartas en el diario El Llanquihue, en apoyo a otro torturador de la época: el controvertido Nelson Mery.

POR TANTO, SOLICITO AL SR: MINISTRO, ser careado ante USTED,  con el General ®  José Hernán Godoy y con el ex-Capitán de Carabineros Hans Schernberger quienes  -(fuera de que tuvieron la desfachatez de condenarme a muerte)-  hasta la fecha niegan con todo cinismo su participación en el asesinato de mis sobrinos, y para también desmentir las declaraciones públicas de apoyo a estos asesinos y torturadores,  que actualmente está publicando el General en Retiro, Senador Stange, (encargado por Interpol) en el diario El Llanquihue, intentanto de esta manera obstruir con el prestigio que de por sí significa ser Senador elegido, la acción iniciada por los Tribunales de Justicia.

Para ello, estoy dispuesto a viajar a Chile, desde Holanda, país en el que resido y soy ciudadano.

Fdo. Juan Hilario Bassay Alvear


NOTA DE MEMORIA VIVA: ESTE TESTIMONIO FUE RECIBIDO DE JUAN HILARIO BASSAY ALVEAR.

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