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TODAS  IBAMOS A SER REINAS - Extracto

Estudio sobre nueve mujeres embarazadas que fueron detenidas y desaparecidas en Chile  - Serie Verdad y Justicia - Volumen 1 - CODEPU  - 1990


CECILIA LABRIN SAZO

 

Tenía 25 años el 12 de Agosto de 1974, fecha de su detención y desaparecimiento; se encontraba embarazada de tres meses. Cecilia era la mayor de tres hermanos y tenía 12 años cuando sus padres se separan, quedando la familia en pésimas condiciones econó­micas.

 

La recuerdan bajita, de grandes ojos sonrientes. Alegre, vivaz, Co­queta. Llena de amigos, conversadora y extraordinariamente generosa. Quiso estudiar Servicio Social por su vocación de ayudar a los más po­bres, pobreza que ella había conocido muy duramente en la niñez.

 

Madura y serena para enfrentar los problemas, al quedar sola su madre, ella se transforma en su apoyo, su confidente, su guía: cumple el papel de pilar de la familia al separarse sus padres y más tarde, cuando hay que internar a un hermano que desarrolla un cuadro de esquizofrenia.

 

Muy buena alumna en la secundaria y en la Universidad. Su gran compromiso social y político la lleva a participar activamente en la re­forma universitaria. Más tarde ingresaría al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, militancia que su familia ignoraba hasta después de su detención.

 

Una compañera de estudios que la recuerda años más tarde, cuando Cecilia ya estaba desaparecida, se expresa así: “Tenía una clara inteligencia Nunca la vi restarse a vivir plenamente. Nunca la vi vacilar en la defensa de sus ideales. Todo en ella tenía una gran armonía”.

 

Era responsable y trabajadora, al momento de ser detenida Ce­cilia tenía una ayudantía en su escuela y trabajaba en la fábrica Hucke. El golpe de estado la habla afectado profundamente. No tomó sin em­bargo ninguna precaución, a pesar de que día a día comentaba a su ma­dre y hermana, lo que estaba sucediendo con amigos de ella.

 

El día 12 de Agosto de 1974 fue detenida y sacada de su hogar an­te la presencia de su madre y hermana: “se veía tranquila. Dijo: No  te deprimas mama, yo no voy sola; llevo a mi hijo y él me dará  fuerzas y muchos deseos de seguir luchandot1.

 

En el Recurso de Amparo la madre de Cecilia describe el secues­tro de su hija:” el día 12 de Agosto a las 10 de la noche, llegaron hasta nuestra casa tres personas que no se identificaron. Pidieron ingresar al in­terior de la casa, por cuanto querían hablar con mi hija, doña María Ce­cilia Labrín Sao, quién en ese momento se encontraba en cama, y ante el requerimiento de estas personas se levantó a conversar con ellas; estas per­sonas ya habían venido hasta nuestra casa 10 días antes y también habían solicitado hablar con mi hija, que se encontraba en ese momento en cama debido a dificultades que tenía a raíz de un embarazo: en esa ocasión es­tas personas le pidieron que los acompañara; pero en vista de que mi hija no estaba bien de salud expresaron que volverían. Esta segunda vez estos individuos le pidieron que se vistiera para que los acompañara a hacer una consulta, según dijeron, ‘cuestión de media hora y que ellos mismos la traerían de vuelta; una vez que mi hija se vistió salieron de la casa y la su­bieron a una camioneta Chevrolet de color rojo; yo les solicité que me permitieran acompañada; sin embargo me dijeron que no podía; por cuanto en la cabina no cabina más de cuatro personas”.

 

“Como estos individuos me dijeron que la llevaban a la Comisaría 23 de Carabineros, esa misma noche me dirigía ese lugar, sin embargo allí Carabineros me informó que ellos no la habían detenido ni se encontraba en ese lugar”.

 

La madre de Cecilia nos describe así a los tres hombres que lle­garon a su casa el día 12 de Agosto de 1974: “Eran hombres jóvenes, bien vestidos, estaban de civil Uno era bajo de unos 25 años, algo gordo, ojos claros. Estaba algo bebido. Otro, era flaco, enjuto, también bajo y moreno, tendría unos 35 a 40 años. El que hacía de jefe era alto, moreno, delgado, pelo crespo... los reconocería inmediatamente si los volviera a ver.., todos muy gentiles, Cecilia los hizo pasar, no estaba asustada”. Frente a una pre­gunta dirigida de sí estaría Osvaldo Romo en el grupo, la señora Olivia responde categóricamente que no.

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Erika Hening de Chanfreau C.I.No: 6495142-4, nos describe así su encuentro en casa Londres No 38, con CECILIA LABRIN SAZO: ‘yo estaba detenida desde el 31 de julio de 1974 en ese lugar. El día anterior habían detenido a mi esposo Alfonso Chanfreau”.

 

“El día 30 de julio como a las 11 de la noche llegan a nuestra casa unos 10 hombres vestidos de civil todos fuertemente armados. Dirigía el grupo un capitán al que llamaban Manuel. Este era de regular estatura, tal vez 1 metro 75, delgado, pelo oscuro, peinado para el lado, con bigotes, ojos oscuros, de rasgos más bien finos. De unos 30035 años, cuidado en su as­pecto y en sus modales. Hablaba fuerte dando ordenes pero con un lengua­je adecuado... a mime trataba de señora”.

 

“En el grupo iba Osvaldo Romo a quién los demás le decían Jefe Gordo. Fue Romo el que allanó en forma violenta la casa, se dirigía a mí de modo vulgar y grosero. Me tuteaba y me decía ‘tu marido es un carajo”.

 

“Luego que identifican a Alfonso lo toman entre varios para llevár­selo, igual cosa hicieron conmigo, pero ante las súplicas de Alfonso acep­taron trasladarme con mi hija  a casa de mi familia. Al día siguiente tem­prano en la mañana me fueron a buscar. No iba el capitán Manuel ni Os­valdo Romo sino un hombre de unos 40 años, de baja estatura y muy del­gado, los demás lo llamaban Jefe Flaco; era de cara hundida, de pelo ne­gro y liso, muy moreno, con piel aceituna. Iba acompañado de un hombre joven, pelo castaño, de tez blanca, bastante alto, tal vez 1 metro 80. Era el que manejaba la camioneta en que me llevan con los ojos pegados con scotch y vendados a la casa Londres, según supe por los demás prisioneros que allí se encontraban”.

 Erika Hening asegura que reconocería inmedia­tamente a cualquiera de sus aprehensores si pudiera verlos nuevamen­te. El relato continúa así: “a principios de agosto a cada prisionero nos pusieron un número y de allí en adelante no nos llamaron más por nues­tros nombres, sólo por el número. Además, siempre nos mantuvieron a to­dos con los ojos vendados”.

 

El día 13 de agosto de 1974, me acuerdo que fue día martes en la mañana, temprano sacan a Alfonso con otros 6 prisioneros y me permiten despedirme de él Luego me volvieron a la sala, allí me sientan al lado de una mujer que acababa de llegar y que al igual que yo estaba con los ojos vendados. En voz baja me contó que había sido detenida la noche anterior en su propia casa, me dijo que se llamaba Cecilia Labrín, que era Asisten­te Social y que trabajaba en la fábrica Hucke; recuerdo que sacó un cho­colate de su bolsillo y me dio la mitad. Hablaba con voz suave y tranquila. Le conté quien era y lo que habla sucedido con nosotros; me dijo que co­nocía a Alfonso. Me contó también que estaba embarazada. A Cecilia al igual que al resto le pusieron un número”.

 

“Un día llegó a la casa de la calle Londres un jefe que probable­mente era Marcelo Moren Britto. Su llegada fue precedida por revuelo e in­tentos de orden por parte del personal. El vino a interrogarnos y a ficharnos a todos, nos subían a una oficina al segundo piso. La voz de Moren Brito no la olvidaré jamás; ronca, fuerte, dura, autoritaria, cortante. Pre­guntaba sin detenerse como un cuchillo...nombre del padre de la madre edad estudios... y así todo. Fue un fichaje completo con todos los detalles de nuestras vidas y de nuestras familias. Cuando me interrogaron a mi; en la misma sala y simultáneamente, interrogaron a María Angélica Andreoli, quién se encuentra entre las 57 mujeres desaparecidas. A Cecilia Labrín también la interrogaron”.

 

El día 16 de agosto Erika fue trasladada a Cuatro Álamos, Ceci­lia quedó en la casa de calle Londres No 38.

“A Cuatro Álamos no llegó nunca Cecilia Labrin mientras yo es­tuve allí’.

 

No hemos encontrado ningún otro testigo que nos informe del destino de Cecilia Labrín.

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CECILIA LABRIN, fue llevada a la casa de calle Londres No 38. No tenemos ningún testigo que nos pueda confirmar que luego fue tras­ladada a Cuatro o Tres Álamos, solamente su madre doña Olivia Delfi­na Sazo Gamboa en declaración pública afirma “Me he impuesto de la circunstancia de encontrarse mi hija en el campamento de Tres Álamos. Esta información no tiene carácter oficial, pero fue obtenida en condicio­nes tales que no cabe duda de su veracidad.  En tal virtud, teniendo SS, las mas amplias atribuciones en orden a dirigir la investigación hacia su tér­mino, sería procedente oficiar al Ministerio del Interior y a la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos -SENDET-, afín de que informen de la situación de mi hija haciéndoles presente la circunstancia de existir ante­cedentes acerca de la permanencia de ella en el campamento de Tres Álamos”.

“Esta información deberá ser requerida con la mayor urgencia, pues temo fundadamente por la salud de mi hija, consta en el expediente que al momento de ser privada de libertad tenía ya 3 meses de embarazo, actual­mente debe encontrarse próxima a ser madre”.

 

El hijo de Cecilia Labrín debía haber nacido el mes de febrero de 1975.

 

En entrevista tenida con la madre de Cecilia, doña Olivia Sazo Gamboa, durante el curso de esta investigación, recibimos de ella la si­guiente información sobre el posible destino de Cecilia y de su hijo: “Por una hermana mía, quién vive en Valparaíso, doña Berta Sazo Gamboa ca­sada con Juan Pastene sargento de la Marina, actualmente jubilado, pu­de saber algo de mi hija y de mi nieta”. En octubre de 1975, doña Olivia viajó a Valparaíso a visitar a su madre doña Angela Gamboa que se encontraba enferma. En esa oportunidad Olivia habla con su hermana, quién le informa que su marido Juan Pastene, que pertenecía al Servi­cio de Seguridad de la Marina, había leído una lista de personas deteni­das en la cual figuraba Cecilia con todos sus antecedentes y se anotaba igualmente que esta prisionera política había dado a luz una niña el día 5 de marzo de 1975 con un peso de 3.850 Kg.

 

Un tiempo después Olivia entrega estos antecedentes a la Vica­ría de la Solidaridad. Los abogados convocan a Juan Pastene el cual acepta testimoniar para luego arrepentirse a último momento.

 

“Durante todos estos años he vivido en la incertidumbre día tras día. ¿Está viva, esta muerta?... y si la mataron, ¿cómo lo hicieron?... de a poco... a pausas... o la mataron de un balazo”.

 

“Siempre pienso que la niña nació y si fue así ¿cómo fue el parto de mi hija?... tuvo a su hija en sus brazos, la pudo acariciar como yo lo hi­ce con ella?... En verdad quisiera que estuviera viva, pero si estuviera muer­ta que me lo digan de una vez. Hasta unos meses atrás pensé que estaba viva, fuera del país, pero con esto de las osamentas, ya no sé... no sé”.

 

“Con la desaparición de Cecilia mi familia quedó destruida, su her­mana menor que tenía 12 años cuando se llevaron a Cecilia, nunca más volvió a ser la misma y ahora sufre de graves trastornos psicológicos. A su hermano lo tengo hace años internado en un Hospital Siquiatrico con el diagnóstico de esquizofrenia, ese niño que era brillante, que ese año prepa­raba su prueba de aptitud académica es ahora una sombra de un ser hu­mano.

“Si no hubiera justicia, si no se conociera la verdad, este país seda aberrante, extraño; además ¿a quién quieren que perdone?, sino sé qué fue de ella y quiénes fueron los que la tuvieron delante de ellos por última vez”.

 

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