Fecha Detención : 17-09-1973
Comuna Detención : Santiago
Fecha Asesinato : 19-09-1973
Comuna Asesinato : Santiago
Partido Político : Partido Socialista (PS)
Oficio o Profesión : Obrero Municipal
Estado Civil e Hijos : Casado, 6 Hijos
Nacionalidad : Chilena
Relatos de Los Hechos
Fuente :(Corporacion)
Categoría : Antecedentes del Caso
BEIZA BEIZA, AMALINDO DEL CARMEN: 57 años, casado, obrero municipal, Presidente del Sindicato de Obreros Municipales, ejecutado el 19 de septiembre de 1973 en Santiago.
Amalindo del Carmen Beiza Beiza murió ese día, en la intersección de avenida Grecia con Américo Vespucio, por heridas de bala abdominales y torácicas, según consta en el Certificado de Defunción.
Según testigos presenciales, fue detenido el 17 de septiembre en su lugar de trabajo, la Municipalidad de Colina, por militares de la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales con asiento en Peldehue y conducido a esa unidad militar. El 19 de septiembre se le informó a su cónyuge que había sido trasladado al Estadio Nacional, en cuyas listas de detenidos figuró. Su familia lo encontró muerto en el Instituto Médico Legal el 26 de septiembre.
Considerando los antecedentes reunidos y la investigación realizada por esta Corporación, el Consejo Superior Regó a la convicción que Amalindo del Carmen Beiza Beiza fue ejecutado mientras se encontraba detenido al margen de proceso legal, por agentes del Estado que violaron sus derechos humanos.
Entrevista audio visual ( parcial)
Fuente :testimonios.museodelamemoria.cl/ 12/6/2013
Categoría : Prensa
María Eliana Montecinos es la viuda de Amalindo del Carmen Beiza Beiza, trabajador de la Municipalidad de Colina y Presidente del Sindicato de Obreros Municipales, quien fue ejecutado en la intersección de las Avenidas Grecia y Américo Vespucio, después de haber permanecido en Peldehue y el Estado Nacional. En su testimonio, la señora María Eliana se refiere al proceso de Reforma Agraria que vivió junto a don Amalindo (quien fue capataz del Fundo Santa Filomena antes de convertirse en funcionario municipal), de la familia que formaron juntos y como salió adelante junto a sus hijos, posterior al golpe y al asesinato de su marido.
María Eliana Montecinos
Mi marido fué a trabajar el día 11,, yo como le cuento, estaba planchando y escuchando las noticias, y después veo que llega mi marido y me dice "Ay Eliana no sé lo que paso " y se vino con unos compañeros para acá ,y estaban sentados conversando en el living , entonces aparecian bandos no más, y salió el día 17 a trabajar le dijieron eso ,y ahí se normalizaba todo y quedaba todo tranquilo.
Llega uno de estos paracaídas a la municipalidad y lo buscan , dicen! yo no lo vi,andaban con un libro, y dicen "Amalindo Beiza" ¡ARRIBA! y lo ehcaron al camión.
Y el día 19 fuímos al estadio ahí aparecía Amalindo del Carmen Beiza sin aficialiación ni cargo político , esta aquí.
Lo ibamos a ver todos los días , allá esperando porque en la tarde a veces le daban libertad a unos pocos, y los otros se quedaban, y él nunca salió.
Periodista; nunca pudieron verlo?
SRA Eliana, nunca ,nunca,nunca, yo fuí mire ,no sé , no sé de donde yo saque tanta fuerza y tanto valor para ir a preguntar por que? lo habián detenido, yo queria una explicación que había hecho él? para que lo detuvieran, me acuerdo que yo entre donde estan los carabineros ,la prefectura que es lo máximo que hay acá, yo llegue y baje pedi permiso a la guardia y me acerque y pregunte, me decián y me mostraban , " SRA si esta en el estadio, no está le decia yo, fuí hablar a la vicaría, pero no dijeron a donde no fuí, todos decian si esta en el estadio, pero a él lo habían sacado tal como le contaba yo , que lo sacaron en la noche del 19 de septiembre, lo sacaron el 17 de septiembre al estadio y lo sacaron los carabineros , yo creía que lo habían llevado a Peldehue pero no por eso yo lo supe por el Sr Maldonado que a él lo habían llevado al estadio el dia 19, fué verdad que lo habían llevado al estadio, pero en la noche lo sacaron los carabineros y se lo llevaron y lo ejecutaron allá.
Periodista; es decir que no alcanzo a estar ni un día en el estadio?
Sra Eliana ; No pues los carabineros en la noche lo sacaron.
Periodista; o sea que usted tampoco supo la versión verdadera, de lo que le había sucedido a su marido? hasta que conoció a el señor Antonio Maldonado?
Sra Eliana; exactamente
Periodista; si quiere puede contarme un poco de eso también de como fue su encuentro con él, y que cosas le dijo
Sra Eliana ; claro cuando a este señor ,lo llevaron dice en la noche , los van sacando y sacando y los ponen en filas y ahí justo le toca con "Melindo" , mi marido, porque había estado aquí, aquí, hicieron una fila y enseguida los echaron ahi arriba , pegandoles con culatas o con lo que caía ahí no masy amontonados uno arriba de otro y ellos no sabían a donde los llevaban ,entonces mi marido lloraba mucho, mucho, me cuenta este señor Maldonado, lloraba mucho , mucho y cuando él dijo "que si uno de ustedes se salva por favor les pido, diganle a mi familia, diganle a mi señora que la adoro, la quiero mucho,mucho, la sra María Eliana Montecinos , vive en tal parte y tengo tantos hijos , yo a mis hijos los quiero mucho, mucho, a mi me van a matar.
(Y justamente ) pero yo siempre los voy a llevar en el corazón dijo!, entonces se los pido , que por favor se lo digan, y ese era el mensaje.
Eliana y Amalindo: El último día de un amor aniquilado por la dictadura
Fuente :litoralexpress.cl 20/2/2022
Categoría : Prensa
Cuando el dirigente Amalindo Beiza salió de su casa la mañana del 19 de septiembre de 1973, nunca pensó que jamás volvería a ver a su esposa Eliana Montecinos y a sus seis hijos. Víctima de la dictadura de Pinochet junto a más de tres mil chilenos, esta crónica es la reconstrucción del último día de su vida. También es la reconstrucción del último día de vida de su viuda en 2021, quien luchó por más cuatro décadas contra el olvido que rodeó el asesinato político de su marido. Por: Miguel Fabia Eliana / 10:00 horas / 12 de mayo de 2021 / Colina Durante el último día de su vida, Eliana Montecinos no sabe dónde ni cuándo está. Tumbada en su cama, despierta rodeada de cinco personas que la escrutan entre sollozos y la consuelan diciéndole que esté tranquila, que ellos están ahí para cuidarla. En realidad, esas personas son sus hijos y nietos. Pero Eliana ya no los recuerda. Es como si su mirada cruzara a través de sus cuerpos hacia un vacío infinito más allá de los muros de adobe blancos que contienen esta escena. Tampoco recuerda que está recostada sobre el lado derecho de su cama, la misma sobre la cual ha dormido sola tras el eterno vacío que septiembre de 1973 dejó a su costado izquierdo. Tras varios exámenes, el médico aseguró que la memoria de Eliana está alterada porque su cerebro ya no recibe el oxígeno necesario. La conclusión ha sido lapidaria: su vida no se extendería más allá de una semana. Eliana tiene 88 años y hace 47 años murió por primera vez. Su cabello es corto, blanco, y sus dedos largos terminan bajo sus uñas granates. También, sus fosas nasales sujetan dos mangueras de silicona que llevan oxígeno y en la esquina de la cama hay una máquina que mide sus signos vitales. Sus seis hijos convirtieron su habitación en un hospital. Sólo cuenta con una ventana que permite contemplar las rosas rojas de su antejardín, y a cada paso, el piso de madera barnizada cruje como lo ha hecho el último medio siglo. Sin embargo, Eliana olvidó todo esto. ””Disculpen ””pregunta con tono cortés””, ¿cuándo podré irme a mi casa? El hijo que la acompaña tiene una idea. Pedro, sesenta y cinco años, delgado, siempre con mascarilla para evitar el contagio de covid-19, se dirige al living y desprende del muro una fotografía de 1951.
Ahí aparece una jovencita de 18 años envuelta en un vestido blanco y frondoso: es Eliana. Su cabello está cubierto por un velo que cae hasta su cintura, usa guantes, y con ambas manos sostiene un ramo de flores. A su lado se muestra un hombre quince años mayor, viste traje negro y camisa blanca, su brazo derecho rodea la cintura de la jovencita y en uno de sus dedos de la mano izquierda luce un anillo de oro. Ambos sonríen. Pedro vuelve al dormitorio, se acerca a la cama, eleva la fotografía a la altura de los ojos de Eliana e interroga: ””Mire, mamá, ¿quiénes aparecen acá?, ¿se acuerda? ””. Luego levanta las cejas como desafiando la curiosidad de su madre. Los párpados de Eliana se expanden de forma súbita. Intenta unir palabras, pero no lo logra porque sus labios están secos y además comienza a jadear. Luego empuña sus trémulas manos entre las sábanas, eleva el rostro en dirección al techo como dándose impulso y entonces al fin lo suelta: ””¡ Ay, Amalindo mío! ¡Por qué te fuiste! ””. Eliana estalla en llanto. Fotografía del matrimonio de Eliana Montecinos y Amalindo Beiza, 24 de febrero de 1951, Colina. Amalindo / 10:00 horas / 19 de septiembre de 1973 / Colina Durante el último día de su vida, Amalindo Beiza se retuerce adolorido mientras está amarrado a un palo. Su camisa está hecha girones y si pudiera verse en un espejo, miraría horrorizado su rostro tapizado de moretones y laceraciones. La noche anterior no fue fácil: fue torturado por militares del Ejército de Chile. Pero el que lo castigó más fuerte con una tabla fue un soldado importado, un fornido afroamericano de las fuerzas armadas estadounidenses. Tras la paliza, lo hicieron dormir en un Jeep del Ejército junto a otros tres prisioneros. Eran jóvenes, no tenían más de 22 años. Para soportar los dos grados de temperatura, pasaron la noche abrazados. Uno de ellos aprovechó para preguntarle a Amalindo por qué estaba ahí. ””Alguien me traicionó ””respondió. Amalindo es Presidente del Sindicato de Obreros Municipales de Colina. A sus 56 años, está casado con Eliana Montecinos con quien tiene seis hijos. Y en este momento, es un preso político en la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales de Peldehue, al mando del mayor Carlos Perera Silva, Comandante de la Compañía de Comandos. El regimiento está ubicado en una zona campestre de la precordillera de Colina, al borde del río que desciende hasta el pueblo. Amalindo no lo sabe aún, pero aquí serán asesinadas 33 personas a manos de la dictadura militar de Augusto Pinochet. Frontis de la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales de Peldehue, Colina.
Durante este 19 de septiembre, Día de las Glorias del Ejército, los militares han sacado del Jeep a Amalindo, luego le han lanzado una hallulla mientras le han apodado “el viejo” y lo han trasladado cerca del río, a un sitio pedregoso donde el viento sopla fuerte, atándolo sin piedad a un palo. Cabizbajo y jadeante, Amalindo nota cerca del alambrado que un anciano se le aproxima debajo de una chupalla. Se trata de Don Verdejo, vecino y un “compadre del campo”. Este huaso iba al cerro a buscar sus caballos cuando se percató que uno de ellos cruzó el río y se coló en el recinto militar. El soldado que custodiaba la zona le permitió el acceso para encontrarlo y entonces divisó al malogrado “compadre” Amalindo. El campesino se arrodilla e intenta ayudarlo, pero Amalindo le dice que se detenga porque los pueden matar, y le ruega entre susurros un enorme favor: que le informe a su esposa Eliana que al día siguiente, el 20 de septiembre, sería trasladado al Estadio Nacional. O eso al menos le había escuchado a unos militares. Hace once años, el recinto deportivo de Ñuñoa había sido feliz testigo de goles y abrazos durante el Mundial de Fútbol de 1962. Ahora, es el escenario de violaciones a los derechos humanos perpetradas por el Ejército de Chile. Durante el último día de su vida, Amalindo Beiza se retuerce adolorido mientras está amarrado a un palo. La noche anterior no fue fácil: fue torturado por militares del Ejército de Chile”. Eliana / 12:00 horas / 12 de mayo de 2021 / Colina Una fotografía de su boda le permitió a Eliana iluminar el pasado. Su memoria ha logrado recordar las caras de los tres nietos que a esta hora la acarician. De pronto, entra a la habitación su hijo mayor, de 71 años. Es conocido entre sus cercanos como el Melo, pero su verdadero nombre es igual que el de su padre: Amalindo Beiza. ””Hola, mamá ””le dice a Eliana tomándole la mano””. Tranquilita no más. Todos estamos aquí, junto a usted. ””Hola, pues, Amalindo ””responde Eliana sin titubear. Luego de un mes padeciendo desorientaciones mentales a causa de una trombosis abdominal, ella nunca ha olvidado el rostro pálido del Melo. Menos aún su nombre. Junto a él, vivió los momentos más duros de su vida. La mañana del 19 de septiembre de 1973, Eliana salió disparada desde su casa hacia el regimiento Peldehue. Detrás de ella corrieron el Melo y el Pedro, que por entonces eran dos jóvenes de 20 y 16 años, respectivamente. Minutos antes, Don Verdejo, el campesino, les había entregado el recado de Amalindo. Así, atravesaron las calles polvorientas de Esmeralda, un pueblo al norte de Colina donde las familias son numerosas y todas las personas se conocen entre sí. Luego viraron en dirección a la cordillera. Tardaron treinta minutos. Dos militares estaban de guardia en la portería. Sostenían sus fusiles con ambas manos. Eliana se acercó y les preguntó por su esposo. Ellos le negaron que estuviera ahí. ””Váyase mejor, señora ””le ordenaron. Eliana obedeció. Mientras tanto, Amalindo estaba ahí adentro, herido, amarrado a un palo. Eliana no se conformó con esa respuesta. Esa misma tarde, volvió al regimiento junto a sus hijos. Estaban los mismos militares. ””¡ Díganme la verdad, por favor! ””les suplicó Eliana””. Esta vez, le reconocieron que Amalindo sí estuvo ahí. Estuvo. Porque luego le informaron que esa misma jornada al mediodía lo habían llevado al Estadio Nacional. El Melo abrazó a su madre. Aunque no hubo tiempo para lamentos, porque faltaban 20 minutos para el toque de queda de las 17:00 horas. Meses después de la tragedia, el hijo mayor de Amalindo, el Melo, se verá obligado a ser el nuevo sustento económico de la familia. Y una tranquila tarde de 1974, trabajando como garzón en la banquetería de Mónica Izquierdo de Munita, en Lo Barnechea, le servirá filete a Augusto Pinochet. Será en el concierto de un evento en honor a la Junta Militar, la misma que en 1973 bombardeó La Moneda, la misma que provocó la muerte y desaparición de 3.227 chilenos y extranjeros, la misma que dañó a más de 40.000 víctimas, y la misma que terminó con la vida de su padre, Amalindo. ””Tenga la bondad, mi excelencia ””le dirá el Melo, mordiéndose la lengua y con la bandeja en la mano””. Pinochet girará la cabeza, se limitará a mirar los trozos de filete y secamente responderá: ””Sírveme tú no más, hijo. Amalindo / 12:00 horas / 19 de septiembre de 1973 / Colina Amalindo y otros cuatro prisioneros jóvenes son subidos a punta de insultos a un camión del Ejército. Un militar les avisa que hoy mismo serán trasladados al Estadio Nacional. Amalindo ya intuía desde los días previos que podía volverse realidad el calvario que ahora está padeciendo. El 16 de septiembre, un carro del Ejército con cinco militares boinas negras se detuvo afuera de su casa, golpearon su puerta y pronunciaron su nombre y apellido: Amalindo Beiza. Pero en ese momento estaba en su trabajo, en la Municipalidad de Colina, donde se encarga de tomar el estado de la luz de Esmeralda, el pueblo donde reside junto a su familia. El que sí estaba era su hijo mayor, Amalindo Beiza, el Melo, de 20 años, quien fue detenido por los uniformados. ¿Cuál fue su crimen? Llamarse Amalindo Beiza. El hijo de Amalindo fue trasladado al regimiento Peldehue, donde atestiguó el asesinato a sangre fría de dos hermanos que habían sido sus compañeros de colegio. Minutos antes, a los jóvenes se les había ofrecido la libertad. El único requisito para salir con vida era obedecer las reglas de un sádico juego militar: debían alejarse del regimiento a paso lento, sin correr, de lo contrario, les llovería plomo. Los jóvenes emprendieron la caminata siguiendo las órdenes. De repente, en la mitad de aquel terreno eriazo, los hermanos se entregaron a sus instintos y se lanzaron a correr.
Entonces los militares apuntaron a sus espaldas y los jóvenes se desplomaron como fichas de un tablero tras el estruendo de los disparos. Melo fue liberado bajo las mismas condiciones. Por suerte, sus piernas no se sometieron al terror. Caminó siempre lentamente, solo así pudo superar el desafío. Cuando llegó a su hogar, estaba llorando desconsolado. Al verlo con vida, Amalindo su padre también lloró. Esa tarde, la cuñada de Eliana estaba acompañando a la familia. Era una mujer de 60 años. Pertenecía al Partido Radical. Cuando Amalindo se tranquilizó, ella le hizo una seña para conversar en el patio trasero. Le dijo que no perdiera más tiempo, que debía irse ya mismo a la Embajada de México a buscar refugio. Amalindo respondió que no tenía por qué hacerlo. Argumentó que él no era un criminal. La mañana del 17 de septiembre, Amalindo fue a la habitación de Manuel Antonio, su cuarto hijo de 14 años, y le entregó un tarro de café. Pero el interior no contenía café, sino $100 mil pesos; eran sus ahorros monetarios. ””En caso de que algo malo me pase, debes entregarle esta platita a tu mamá ””le dijo tomándole el hombro. El chico no entendió qué pasaba. De todos modos, asintió con la cabeza, salió de la casa, corrió hasta el fondo del terreno esquivando lechugas y enterró el dinero. Amalindo tomó su maletín, se puso el sombrero y se despidió de Eliana. ””Chao, mijita. Sería la última vez que la besaría. Amalindo cerró la puerta y se fue al trabajo. De camino a tomar locomoción, se encontró con su segunda hija, Flor María, de 19 años. A esa hora iba a comprar el pan. La jovencita se había casado hacía un año, tenía un hijo y esperaba un nuevo retoño. ””Apenas termine de trabajar, me voy al tiro para la casa ””le dijo Amalindo. A Flor siempre le había gustado ver a su padre con esa chaqueta gris y líneas blancas. De todos modos, él no pudo cumplir su promesa. A las 11:00 horas de esa mañana, un grupo de boinas negras de la Escuela de Paracaidismo y Fuerzas Especiales de Peldehue cercaron el perímetro del municipio de la comuna. Luego ingresaron hasta las oficinas, uno de ellos sacó un documento y anunció: ””Se busca a Amalindo del Carmen Beiza Beiza. ””Aquí estoy ””respondió Amalindo sobre la misma y alzando la mano. Los militares lo apresaron y lo subieron a un camión verde Todas las tardes, la hija menor de Amalindo, Patricia, una pequeña de dos años, se aferraba a las protecciones de la ventana que ofrecía la vista a la calle de tierra por donde siempre aparecía su padre cuando volvía de la pega. Pero aquel 17 de septiembre, eso no ocurrió. Nunca más ocurriría. Amalindo Beiza, 1964. Eliana / 15:00 horas / 12 de mayo de 2021 / Colina Eliana desliza su lengua por sus labios resecos. La hija, Flor María, está sentada en un sillón, a un costado de la cama, sobre el cual Eliana acostumbraba a tomar la siesta. A esta hora de la tarde, Flor cuida a su madre. ””Mami, ¿le traigo un tecito? ””le consulta. De forma pausada, Eliana asiente con la cabeza. El té es sagrado para ella. Más allá está un nieto, sentado al borde de la cama. Es el tercer hijo de Flor. ””Abuelita ””le dice””, ¿y si nos tomamos un vinito mejor? ””. Luego de unos segundos, Eliana levanta el pulgar y sonríe. Durante la semana del 20 de septiembre de 1973, el té fue el único alimento de Eliana. También, un par de bebidas y algunos yogurt. En compañía de sus hijos Melo y Pedro, caminó por seis días alrededor del Estadio Nacional esperando la liberación de su esposo; el nombre de él figuraba en la lista de detenidos. ””Oiga, escúcheme ””le decía al militar de la escotilla 2 del recinto deportivo””. Por favor, ¡prométame que mi esposo está aquí adentro! ””Pero si ya le dijimos pues señora ””sentenció el uniformado””. Ahí dice, clarito: “Amalindo Beiza Beiza”. ¿Está ciega, acaso? ””increpó apuntando a un cuaderno. Todos los días, Eliana le hacía ingresar camisas, pantalones, chalecos. También, le envió cartas que nunca tuvieron respuesta. La helada mañana del 26 de septiembre, Melo recibió una noticia de un compañero de trabajo. Un nombre similar al de su padre aparecía en otra lista, esta vez, en la del Servicio Médico Legal, la institución que recibía a los cadáveres que eran encontrados en la vía pública. Se trataba de un tal “Armarindo Baeza Baeza”. Eliana abrazó a sus hijos y les dijo que estuviesen tranquilos, porque ese nombre no correspondía al de su padre. Además, apuntando hacia el Estadio, les recordó que él estaba ahí; así al menos lo aseguraban los libros del Ejército. Eliana caminó por seis días alrededor del Estadio Nacional esperando la liberación de su esposo; el nombre de él figuraba en la lista de detenidos”. Por su parte, Melo necesitaba afrontar la incertidumbre. En compañía del tío Fernando, cuñado de Amalindo, tomó un taxi hacia el Servicio Médico Legal de Teatinos 240, en el centro de Santiago. En la entrada del recinto, un listado escrito con lápiz azul confirmaba la muerte del tal “Armarindo Baeza Baeza”. El joven no tuvo el coraje para entrar a reconocer el cuerpo. El tío se vio obligado a conocer la verdad. ””Tranquilo, mijito ””le dijo al Melo””. Yo estoy seguro de que ese no es su taita. Escúcheme bien: si salgo con la cabeza en alto de esa sala, quiere decir que tuve razón. Minutos más tarde, el tío Fernando salió con los ojos arrojados sobre la punta de sus zapatos. Melo y su tío volvieron al estadio. El chiquillo lloraba. Ahí los esperaba Eliana. ””Comadre ””se apresuró el tío””, el compadre Amalindo no está na aquí… Está en la morgue. Estos desgraciados lo mataron. Eliana se llevó las manos a la cara. Su gemido fue sordo, ahogado, íntimo. Pedro abrazó la cintura de su madre y enterró su cabeza en su abrigo burdeo. Melo también. Los tres lloraron. En el hogar ya se habían enterado de la tragedia. Flor se agarró el pelo y se aferró a sus tres hermanos: Manuel Antonio, de 14 años; Juan Luis, de 10; y Patricia, de 2. ””Les juro que vamos a ir todos los domingos al cementerio a ver al papito ””les dijo desconsolada, jadeando. Un cañonazo interrumpió el momento. Venía del regimiento Peldehue. Un vecino reaccionó y gritó: ””¡ Uno más! ¡Otro peliento más que mataron! 4 meses después, en enero de 1974, Flor perdió el segundo bebé que esperaba en su vientre. 48 años después, en mayo de 2021, Flor entra a la habitación de su madre con una taza de té, se sienta en la orilla de la cama y con una cucharita moja los labios resecos de Eliana. Amalindo / 15:00 horas / 19 de septiembre de 1973 / Estadio Nacional Los prisioneros de Peldehue, Amalindo y los otros cuatro jóvenes, deben cruzar un “callejón oscuro” para entrar al coliseo deportivo: culatazos van, patadas vienen, escupitajos vuelan. Una vez adentro, los dejan en un pasillo y los hacen ponerse de frente a un muro con los brazos en alto y las piernas separadas. Tras varios minutos, los brazos de los detenidos se fatigan y entonces los dejan caer. Los efectivos que los vigilan reaccionan al instante y lanzan patadas directo a los testículos. Luego de un rato, los puntapiés se vuelven gratuitos. De pronto, la puerta de un camarín queda entreabierta; Amalindo y los chiquillos son testigos de cómo agentes del Estado golpean y violan a mujeres detenidas mientras se escuchan una serie de llantos desgarradores. Más tarde, los prisioneros de Peldehue son obligados a tumbarse de estómago en el piso, con la mandíbula pegada al cemento y les gritan: -Ahi tení, comunista conchetumare. Pero Amalindo no es comunista, solo es simpatizante del derrocado gobierno democrático de la Unidad Popular (U.P. ). Aunque su tendencia política no siempre estuvo a la izquierda. Para las elecciones presidenciales de 1958, Amalindo votó por el candidato de centro-derecha Jorge Alessandri Rodríguez. Seis años más tarde, se inclinó por el Demócrata Cristiano Eduardo Frei Montalva. Por aquellos años, Amalindo vivía junto a Eliana y sus hijos en el fundo Santa Filomena, en Colina. Sus patrones les aseguraban que si el candidato socialista, Salvador Allende, lograba probarse la banda presidencial, se llevaría a todos los niños a Cuba. Pero en 1969, Amalindo fue invitado a una congregación de la U.P. en el Teatro Caupolicán. Llevó a su hijo Pedro, de 13 años. En aquella ocasión, Allende dio un discurso ante la masa y Amalindo se vio reflejado en esas palabras.
De ahí en más, leyó todas las semanas el periódico nacional El Siglo para unirse a la “vía chilena al socialismo”. Ese mismo año, Amalindo se convirtió en Presidente del Sindicato de Obreros Municipales de Colina. Después de terminar la jornada laboral, pasaba a su casa a buscar a Pedro y salían a las calles del Pueblo Esmeralda a pintar el nombre de Salvador Allende. Amalindo Beiza participando en el 14º Congreso Provincial de Obreros Municipales, marzo de 1969, San Antonio. En 1972, el clima político del país estaba sumido en una polarización. Amalindo no se mantuvo al margen. ””-Lo que pasa ””sentenciaba golpeando la mesa””, es que la clase alta tiene miedo de perder todas sus riquezas. ¿Sabe por qué? Porque la clase obrera ha demostrado una notable organización en los puestos de trabajo. Ya no necesitamos a los patrones. El 11 de septiembre de 1973, tras el bombardeo a La Moneda, Amalindo le pasó a Pedro una pala y le pidió ayuda para cavar un hoyo al fondo del terreno. Ahí enterró fotos, gorros, lápices, calendarios, banderas, y todo lo que estuviese vinculado a Allende y la U.P. Cuatro meses más tarde, el 30 de enero de 1974, Pedro se tendría que vestir con el mismo uniforme de la institución que había secuestrado y asesinado a su padre. El joven de 17 años sería obligado a hacer el servicio militar en el regimiento de Río Chico en la isla Dawson, en Tierra del Fuego, a 2.290 kilómetros de Eliana y sus hermanos. Su misión sería vigilar a presos políticos. Todos los días, analizaría el rostro de cada uno de esos hombres porque pensaría que su padre podía estar ahí, como ellos, amarrado a un poste y sin ropa, sufriendo temperaturas bajo cero, contemplando en el horizonte las gélidas aguas del estrecho de Magallanes. Eliana / 18:00 horas / 12 de mayo de 2021 / Colina Aun cuando morirá en las próximas horas, Eliana mantiene intacta su pretensión de lucir elegante. El esmalte granate de sus uñas brilla del mismo modo que las lágrimas de los seres queridos que la contemplan. Pero no es lo único que destella en sus dedos. El índice de su mano derecha está rodeado por una sortija de oro. Al reverso, aparece la inscripción “Amalindo Beiza 24-2-1951”. Es el anillo de boda de su esposo. La historia de cómo lo recuperó también está cruzada por el llanto. Amalindo se queja y ruega que no le hagan daño porque una familia lo espera en casa. Pero el interrogatorio no da tregua El siguiente castigo es el denominado ‘submarino seco’”. Días después del funeral, Eliana volvió al Estadio Nacional porque se enteró de que el nombre de Amalindo seguía figurando en la lista de detenidos de la escotilla dos. Se aferró a la vaga ilusión de que el cuerpo que había enterrado no era el de su esposo. ””Sáquese ese abrigo negro, señora ””la regañó un soldado””. No tiene por qué estar de luto, si su marido está aquí adentro. ””¡ Pero cómo! ””se exaltó Eliana””, ¡si nosotros ya lo enterramos! ””. El soldado se echó a reír. Luego, indicando un libro, aseguró: ””Se equivocaron no más poh, porque esta lista de presos está recién actualizada. Eliana cayó en desesperación. Necesitaba certezas. Entonces pensó que lo mejor era ir directamente al Ministerio de Defensa, en el centro de Santiago. Pero los militares que la atendieron le dijeron que no podían darle información. Eliana comenzó a llorar. Luego levantó la vista y entre sollozos gritó: ””¡ Hasta el día que me muera! ¡Nunca dejaré de contarle a la gente que el Ejército de Chile mató a mi marido! ””. Los soldados se limitaron a estudiarla de pie a cabeza. En ese momento, una auxiliar de la Cruz Roja Internacional la agarró del codo y la llevó a la calle. ””Entiendo su dolor, pero es muy peligroso que ande por aquí ””le dijo. Eliana no hizo caso. Se fue directo al Servicio Médico Legal a exigir detalles de las condiciones en las que llegó el cadáver de Amalindo. Pero sólo le entregaron un sobre. Dentro venía el anillo de matrimonio de su esposo. Para Eliana,esa fue la prueba fehaciente de que Amalindo ya no vivía más. Durante 34 años, Eliana investigó y concluyó que la lista de detenidos del regimiento Peldehue sí llegó al Estadio Nacional, no así Amalindo, quien no habría tenido la misma suerte. Esa teoría, al menos, pareció explicar por qué su nombre siguió figurando en los libros del recinto deportivo. De hecho, así lo declaró Eliana en 1992 cuando interpuso una denuncia ante la Corporación Nacional de Verdad y Reconciliación, fundada ese mismo año, tras el retorno de Chile a la democracia y bajo el gobierno de Patricio Alwyn. La misión de esta entidad fue esclarecer los casos de violaciones de derechos humanos cometidos por la Dictadura Militar durante 17 años y que no habían alcanzado a ser incluidos en el “Informe Rettig” en 1991. Así pues, en 1996, el órgano finalizó la investigación, la que fue plasmada en el denominado “Informe sobre Calificación de Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos y de la Violencia Política”. La corporación recibió 2.188 denuncias, pero sólo fueron aprobadas 889. Una de ellas fue la de Eliana. Un extracto del apartado dedicado a su esposo reza así: “Considerando los antecedentes reunidos y la investigación realizada por esta Corporación, el Consejo Superior llegó a la convicción que Amalindo del Carmen Beiza Beiza fue ejecutado mientras se encontraba detenido al margen de proceso legal, por agentes del Estado que violaron sus derechos humanos”. De vez en cuando, Eliana se sentaba en su comedor a repasar estas líneas e invitaba a sus nietos a que la escucharan recitarlas. Fragmento del Informe sobre Calificación de Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos y de la Violencia Política elaborado por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, pág. 100,1996. Sin embargo, por mucho tiempo Eliana ignoró el martirio que atravesó su esposo hasta llegar a la muerte. Pero una mañana de 2007, un hombre moreno de pelo largo y canoso golpeó la puerta de su casa, en el pueblo Esmeralda. Su nombre era Antonio Maldonado. Pero más que su nombre, lo que siempre recordó Eliana de este desconocido es la manera en la que se presentó ante ella: ””Soy la última persona que vio con vida a Amalindo. Amalindo / 18:00 horas / 19 de septiembre de 1973 / Estadio Nacional Amalindo es llevado a una sala del estadio para ser interrogado. Antes de entrar, le cubren la cabeza con una capucha negra. Entonces el militar que lo custodia le aconseja que camine recto y con mucho cuidado, porque supuestamente a ambos lados del pasillo hay un precipicio. Dentro de la sala, los soldados lo obligan a confesar sobre la posesión y ubicación de unas armas de fuego. También le preguntan por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Pero Amalindo jura que no tiene esa información. Esto desata la furia de los torturadores que le vuelven a mandar zapatazos en los testículos y rodillazos en la cabeza. Amalindo se queja y ruega que no le hagan daño porque una familia lo espera en casa. Pero el interrogatorio no da tregua. El siguiente castigo es el denominado “submarino seco”: los militares envuelven su cabeza en una bolsa plástica, sobre la capucha negra, y luego la aprietan alrededor del cuello. Luego de unos minutos de violenta presión, dentro de la bolsa ya no queda oxígeno y Amalindo comienza a asfixiarse. Los militares repitieron este sufrimiento por más de una hora.
Uno de los jóvenes del grupo de Peldehue, que sería torturado después de Amalindo, alcanzaría a divisar en la sala del interrogatorio un público compuesto por militares y carabineros que contemplaban las torturas como si se tratase de un espectáculo. Estadio Nacional, 1973. Pero, ¿por qué Amalindo estaba detenido? ¿ Por pintar el nombre de Allende en las calles de su pueblo? ¿ Por ser el presidente de un sindicato? ¿ Cuál fue entonces la razón del Ejército? Preguntas como estas atormentaban a su mujer y a su familia y a él mismo. Hasta 1964, Amalindo vivió junto a su familia en el fundo Santa Filomena, donde trabajaba como capataz encargado de los animales del patrón. Pero luego decidió junto a Eliana emigrar del campo hacia el pueblo Esmeralda, pues deseaban que sus hijos tuvieran nuevas oportunidades. Lo que Amalindo y Eliana no sabían es que en 1967 se produciría una reorganización radical del sector rural del país. Durante el gobierno del Presidente de la Democracia Cristiana, Eduardo Frei Montalva, se promulgó la Ley de Reforma Agraria Nº 16.640 bajo el lema “la tierra para el que trabaja”. Este proyecto permitió expropiar cerca de 1.400 terrenos para ser redistribuidos entre los campesinos que trabajaban en los latifundios. Y el fundo Santa Filomena no fue la excepción, pero Amalindo y su familia ya no vivían ahí. Por tanto, no recibieron ninguna de esas tierras. El nombre de Amalindo fue asociado a la figura de un revolucionario que pretendía tomarse los campos mediante la fuerza”. Tres años más tarde, la Unidad Popular llegó al poder y prometió continuar el proceso reformista en el campo nacional. Esta fue la oportunidad para Amalindo de fundar una cooperativa agrícola compuesta por campesinos rezagados de la Reforma Agraria anterior. El objetivo era luchar por el traspaso estatal de terrenos campestres de Colina hacia agricultores locales. Así, entre 1972 y 1973, Amalindo lideró reuniones de forma constante en su casa junto al resto de campesinos para gestionar las demandas. Sin embargo, la cooperativa nunca logró materializarlas. Más bien, el proyecto sólo derivó en injurias: entre los habitantes del fundo Santa Filomena, el nombre de Amalindo fue asociado a la figura de un revolucionario que pretendía tomarse los campos mediante la fuerza. De hecho, cuando Amalindo falleció, sus propias hermanas reaccionaron diciendo “Pero bueno, para qué se metió en leseras”. Años más tarde, Eliana y sus hijos llegaron a la conclusión de que uno de los hombres que participaba con más entusiasmo en las reuniones de la organización, sería un presunto delator que habría entregado el nombre de Amalindo al Ejército. Hasta 1970, este traidor había sido boina negra en la Escuela de Paracaidismo y Fuerzas Especiales de Peldehue. Lo realmente llamativo es que el 24 de septiembre de 1973, Amalindo Beiza hijo, Melo, fue testigo de cómo ese hombre ingresaba sin mayores restricciones a bordo de un vehículo al regimiento Peldehue. Pasaron los años, aquel sospechoso falleció, y la hipótesis sólo quedó en eso: en una hipótesis.Eliana / 20:00 horas / 12 de mayo de 2021 / Colina Eliana está tendida en su sillón reclinable mientras su hijo Juan Luis, de 57 años, se echa crema en las manos y luego las desliza a lo largo de las piernas hinchadas de su madre. ””¿ Está bueno el masaje, cierto? ””le consulta en tono de broma””. Mire estas piernas, mami, están gorditas. ””Tú, tú”¦ también”¦ tú también estás gordito ””responde Eliana en un balbuceo mientras se estira con dificultad hasta los oídos de su hijo. Él se entrega a la carcajada que ahora está surcando su cara. Sin embargo, pronto su expresión se deshace en una gris preocupación. El hijo no lo sabe aún, pero estas son las últimas palabras que dirá Eliana. De ahí en más, sus pupilas comienzan a flotar lentamente en el vacío de la perdida de conciencia y su cuerpo estalla en temblores súbitos e incontrolables. En 2007, Eliana también se quedó sin palabras cuando Antonio Maldonado le confesó que fue prisionero político junto a su esposo; primero en Peldehue, y luego trasladado junto a él al Estadio Nacional. Cuando el grupo de Colina iba a ser ejecutado, Maldonado lanzó unos combos a los Carabineros y logró escapar mientras las balas corrían a su lado. Ninguna lo alcanzó. Posteriormente, se fue exiliado a Bélgica, donde estuvo refugiado por más de 30 años. Pero sabía que tarde o temprano debía retornar. Aún tenía una promesa que cumplir. A eso fue a la casa de Eliana. Y ella, al oír esto, quedó paralizada. Cuando al fin despertó del trance, sólo le pidió un requisito antes de hablar: que no omitiera ningún detalle, por doloroso y cruel que pudiese sonar. Los detalles que Maldonado reveló a Eliana fueron fundamentales para que la familia de Amalindo interpusiera una demanda civil de indemnización por daño moral en contra del Fisco de Chile. En 2015, Eliana se contactó con el abogado de derechos humanos, Adil Brkovic Almonte. Cuatro años más tarde, el 13 de mayo de 2019, el jurista presentó la causa civil Nº 15929- 2019 ante el 25º Juzgado Civil de Santiago. Uno de los argumentos expuestos señalaba: “Así los demandantes no solo debieron soportar la perdida violenta e injustificada del ser querido, sino que además fueron objeto de malos tratos, abusos, amenazas y hostigamientos directos, incluida la detención de la cónyuge y del hijo mayor, por parte de funcionarios del ejército de la Escuela de Paracaidista y fuerzas Especiales de Peldehue, quienes desarrollaban las labores represivas en la zona; denegación de auxilio por parte de los órganos del Estado destinados a prestar protección a las víctimas de los delitos; manipulación de los familiares mediante la construcción de noticias o antecedentes falsas respecto del destino de la víctima; Amenazas directas a la familia para que abandonen la búsqueda; difamación de la víctima sobre su moral y afecto a su propia familia”. Desde esa fecha, Eliana marcó casi todos los días al teléfono del abogado para conocer el desarrollo del juicio. En una ocasión, él le rogó que estuviese tranquila, porque el caso de su esposo reunía los antecedentes necesarios como para predecir una sentencia favorable. ””Perfecto, muchas gracias ””respondió Eliana sentada en el living con la pierna cruzada””. Pero no me pida que esté tranquila, por favor. He esperado justicia por 46 años, y ya tengo 87”¦ el tiempo pasa, y bueno… usted sabe a lo que me refiero. El 6 de diciembre de 2019, el Juzgado Civil falló a favor de Eliana y su familia. La resolución fue antes de lo pronosticado por el abogado. ””Ese fue su padre que intercedió desde el cielo ””explicaba Eliana a sus hijos. Pero el 20 de diciembre, el Fisco de Chile, representado judicialmente por la Presidenta del Consejo de Defensa del Estado, María Eugenia Manaud, presentó una apelación en contra de la sentencia. Siete días más tarde, el Juzgado Civil acogió el reclamo, debiendo así “elevarse a la Ilustrísima Corte de Apelaciones los antecedentes de la causa”. Para dificultar más las cosas, el 2020 trajo consigo la pandemia del Covid-19 a Chile y el proceso judicial inevitablemente cayó en un terreno pantanoso. ””Y para más remate, llegó esta cosa de la “palmenia” pues ””alegaba Eliana en julio del año pasado, mientras se llevaba a la boca una cucharada de estofado. ””Pandemia, abuelita, pandemia ””le corregía una nieta entre risas. ””Bueno”¦ esa cuestión, cómo se llame. Eliana Montecinos, 2021. Amalindo / 23:50 horas / 19 de septiembre de 1973 / Estadio Nacional ””De pie todo lo huevones ””ordena un militar a Amalindo y a los cuatro jóvenes detenidos de Peldehue. Ya casi es medianoche y son sacados desde el interior del estadio hasta los estacionamientos donde los espera una ambulancia. Un soldado intenta encenderla, pero el motor no parte. Se les ordena a los prisioneros empujarla, pero no hay caso. Entonces el soldado realiza unas señas a lo lejos en busca de una nueva alternativa. Minutos más tarde, aparece un furgón de Carabineros con cerca de 20 uniformados a bordo, todos con fusil en mano. Amalindo y los jóvenes son obligados a subir y a tenderse de estómago al piso sobre el cual hay manchas de sangre. Antes de emprender la ruta, un carabinero desciende del vehículo. ””Yo no me presto para estas cosas ””le dice disgustado al comandante del grupo. Luego, cuando van saliendo del estadio, el policía que conduce el furgón saca la cabeza y le grita al militar que vigila la portería: ””¡ Mi sargento, déjenos pasar rápido porque vamos en misión especial! ””. Estas palabras le permitieron a Amalindo y al resto adivinar el motivo del paseo nocturno. En el trayecto, uno de los prisioneros, un joven de 21 años llamado Antonio Maldonado, incita al grupo a no rendirse y a buscar una forma de escapar, o de lo contrario, morirán fusilados. Pero el resto, recostado sobre el piso del furgón, sólo derrama lágrimas en silencio. Amalindo no es la excepción, pero finalmente gira la cabeza hacia sus jóvenes compañeros y dice sollozando: ””Yo no tengo fuerza, me han pegado tanto que me duele todo, no puedo ni siquiera moverme””. Y luego de unos segundos agrega: ””Pero si alguno de ustedes logra salir vivo de esto, que le avise a mi familia de todo lo sucedido, por favor. Y que le diga a mi esposa y a mis chiquillos que los amo. Y a mi niñita, mi niñita de dos años”¦ díganle que la adoro. Los cuatro detenidos se miran entre sí y asienten con la cabeza: el pacto está hecho. Eliana / 21:36 horas / 12 de mayo de 2021 / Colina Los seis hijos han reunido a toda la familia para dedicarle el último adiós a Eliana. Cada miembro se turna para entrar a la habitación que está iluminada por una tenue ampolleta amarilla. Hace unos minutos llegó a la casa una enfermera. Dijo que la frecuencia cardiaca de Eliana disminuye a cada segundo y que la opción de brindarle más oxígeno sólo conlleva prolongar su agonía. Un nieto de 22 años se acerca a la cama y toma la mano de Eliana para intentar apaciguar los temblores que sacuden su cuerpo. Ella mantiene su boca abierta para capturar un poco más de aire, mientras su abdomen apenas se eleva produciendo un ruido áspero en su garganta. ””No hay por qué seguir peleando, abuela ””le susurra el joven al oído, acariciando su frente sudada””. Vaya no más, es hora de reencontrarse con el hombre de su vida. Aproveche de bailar junto a él todos los tangos pendientes, tómense sus buenas copitas de vino y entréguele todos los besos que no alcanzó. Buen viaje, abuelita. Amalindo Beiza y Eliana Montecinos, 1964. Cinco meses atrás, el pasado 8 de enero, el abogado había llamado por teléfono a Eliana para comunicarle que la Séptima Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, integrada por la Ministra Gloria Maria Solis y los Ministros (as) Suplentes Carlos J. Iturra y Rossana Alejandra Costa, había emitido el fallo final sobre el caso de Amalindo. La sentencia era a favor de Eliana y su familia.
Parte del documento de solo dos hojas enfatizaba lo siguiente: “Que en cuanto a la cónyuge de la víctima, la demandante María Elena Montecinos Henríquez, conforme a lo establecido precedentemente, llevaba 22 años de matrimonio con aquel a la época de su detención y fallecimiento, sumado al hecho de quedar viuda y con 6 hijos, siendo su marido el único sostén económico de la familia, y conforme a la prueba testimonial rendida, queda acreditado el profundo sufrimiento vivido, con consecuencias que se mantienen hasta el día de hoy, como se acreditó con el Informe Psicológico emitido por la profesional Alejandra Repetto Seeger, quien compareció a estrados como testigo. Por estas razones, se mantiene la suma indemnizatoria (…)”. Cuando Eliana se enteró, reunió a todos sus hijos en aquella casa de paredes blancas de adobe. Disfrutaron de una once en aquel comedor donde antaño habían reído junto a Amalindo. Tras finalizar el té, Eliana pidió la palabra y comenzó con la serenidad que la caracterizaba: ””Ninguna sentencia, ninguna indemnización podrá jamás reparar la pena de haber perdido a Amalindo. Pero al menos, esto ayudará a limpiar su nombre. Y esta plata que vamos a recibir, deben apreciarla mucho porque no es un premio de una lotería, sino que se los manda su padre desde arriba para que sean felices””. Eliana se emocionaba cuando decía estas palabras. Su llanto era sordo, ahogado, íntimo. Luego pasaron los meses y al interior de Eliana se alojó una silenciosa trombosis abdominal. Esto deterioró su memoria hasta el punto que ya no reconocía a su familia. Una noche, un nieto de 22 años se quedó a dormir junto a Eliana. Pero ella estuvo delirando hasta que salió el sol. Aseguraba que esa no era su cama ni su casa. Sin embargo, el joven nunca olvidó lo que sucedió a las 4:10 de la madrugada, cuando su abuela expresó el único mensaje coherente de aquella difícil noche de abril: ””Oiga hijo, ¿usted supo que aprobaron la demanda de su abuelito? A él lo mataron pues, ¿sabía usted? Pobrecito, Amalindo. Él nunca le hizo daño a nadie. Esa noche, aquel nieto dimensionó la satisfacción de su abuela por haber alcanzado, aunque sea en el ocaso de su vida, a hacer algo de justicia por el asesinato de su abuelo. Aquel nieto es el mismo que ahora está junto a Eliana, tomando su mano, acariciando su frente sudada y deseándole un buen viaje. Aquel nieto soy yo. A las 21:36 horas de este 12 de mayo de 2021, los temblores que sacudían a Eliana han cedido, sus párpados se juntan, sus manos se hielan para siempre y su cabeza cae sobre el lado derecho de la almohada. La familia llora alrededor del lecho. Mi abuela ha muerto por segunda vez, pero en esta ocasión, ha sido en paz. Eliana Montecinos, 1975. Amalindo / 00:10 horas / 20 de septiembre de 1973 / Avenida Grecia con Américo Vespucio Tras diez minutos de recorrido, el furgón de Carabineros se detiene en una desolada cancha de fútbol de Avenida Grecia con Américo Vespucio. ””Este es un buen lugar porque no hay muchas casas y está oscuro ””comentan los uniformados que van en la cabina””. Así, los cerca de 20 carabineros ponen en marcha la misión: la mitad de ellos se dirige al centro de la cancha alistando sus fusiles; el resto, arriba del furgón, organiza a los cinco prisioneros en una hilera para que comiencen a descender. El primero en pisar el polvo de la cancha es Amalindo, mientras los cuatro jóvenes lo siguen. Sin embargo, el último de ellos, al momento de poner el pie derecho sobre la tierra, se lanza a correr con los ojos cerrados en cualquier dirección, cediendo el control al pánico y la adrenalina para que lo lleven lejos de ahí. Los carabineros que están en el centro de la cancha se exaltan y para evitar que el resto de prisioneros se contagie también del espíritu de sublevación, les apuntan e inician una ráfaga de disparos sobre ellos. Las balas impactan de lleno contra el abdomen y el tórax de Amalindo. Un gemido, un breve gemido, y su cuerpo se desploma sobre la tierra. Amalindo está muerto. Los otros tres jóvenes también se convierten en víctimas fatales del plomo de los carabineros: se trata de Víctor Joaquín Maldonado Gatica, de 21 años; y los hermanos Paulino y José Miguel Órdenes Simón, de 21 y 20 años. El prisionero que ha escapado, en tanto, es Antonio Maldonado Gatica, de 21 años, hermano de Víctor. Eliana y Amalindo / 16:00 horas / 14 de mayo de 2021 / Colina Eliana yace en un ataúd de roble en el patio de su casa, bajo el sol de mayo. Ojos cerrados, tez pálida, labios pintados, chaqueta de tela negra, pantalón de seda, zapatos de cuero, un collar de perlas. Un sacerdote oficia una misa en su honor. Los hijos están sentados alrededor de Eliana, las dos mujeres lucen un vestido negro; los cuatro hombres, terno y corbata del mismo color. Detrás de ellos, cientos de personas, todas con mascarilla, han asistido para despedir a Eliana por última vez. Amalindo no tuvo misa. El Ejército tampoco le permitió a su familia velarlo en el hogar. El 27 de septiembre de 1973, su cuerpo fue trasladado directamente desde el Servicio Médico Legal hasta el cementerio de Colina. Ahora el féretro de Eliana es cargado por sus hijos y nietos que la llevan a dar el último recorrido por su casa antes de partir. Eliana sale por la puerta principal entre aplausos. Los hijos y los nietos asientan el féretro sobre la carroza fúnebre y Eliana inicia el recorrido hacia el cementerio de Colina, seguida por vehículos haciendo sonar la bocina. En cambio, la carroza fúnebre de Amalindo sólo fue custodiada por dos vehículos del Ejército. Ya en el cementerio, el hijo mayor de Eliana, también llamado Amalindo, toma un micrófono que tiembla en su mano; es hora de las últimas palabras a su madre. ””Hoy es un día muy triste, pero también, de mucha satisfacción, porque a mi madre la hemos podido despedir como ella se merece. En algún lugar, mi padre estará feliz de ver todo esto, porque a él… a él ni siquiera le alcanzamos a decir adiós. Luego, el ataúd de Eliana sigue su camino hasta el sepulcro donde los funcionarios del cementerio ya han retirado la lápida sobre la cual están talladas las siguientes letras: Amalindo del Carmen Beiza Beiza. Al funeral de Amalindo asistieron no más de 15 personas: Eliana, sus seis hijos y amigos íntimos de la familia. Pero además, el entierro estuvo rodeado por siete militares con armas en mano. Cuando Eliana se aprestaba para dedicarle el rezo católico del Rosario a su esposo, un militar la interrumpió: ””Ya, ya, ya. Rapidito no más. Nada de rezos. ””No seas así poh, hombre ””reclamó un amigo de la familia””, respeten esto por lo menos. ””Tienen cinco minutos ””concedió el soldado. Finalmente, un militar abrió el ataúd de Amalindo. Eliana se abalanzó llorando sobre el cajón. Los hijos contemplaban la escena en silencio. Tras unos breves segundos, el militar apartó a Eliana y cerró la tapa. Así, Amalindo fue sepultado. Y ahora, 48 años más tarde, Eliana está tendida bajo la tierra del mismo sepulcro: Eliana y Amalindo, uno al lado del otro, vuelven a estar juntos. De esta manera, la familia Beiza Montecinos enfila al hogar, atraviesa las paredes blancas de adobe mientras sus pasos hacen rechinar el piso de madera barnizada, y se emocionan cuando miran la imagen de los dueños de casa que los están esperando con una sonrisa desde aquel cuadro anclado a la pared: es Eliana, vestida de novia y acompañada de Amalindo, atiborrado en un traje negro mientras rodea con su mano la cintura de su joven esposa. Ilustración del matrimonio de Eliana Montecinos y Amalindo Beiza. Autor: Iván Villalobos. COMPARTIR Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en Whatsapp Etiquetas de esta nota Dictadura Militar violaciones a los derechos humanos