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Acosta Velasco Maria Elena – Memoria Viva

Acosta Velasco Maria Elena


Rut : 4.775.868-8

Fecha Detención : 28-08-1976
Comuna Detención : Argentina


Fecha Nacimiento : 11-02-1942 Edad : 34

Comuna Nacimiento : Santiago
Partido Político : Partido Socialista (PS)
Oficio o Profesión : Obrera maderero

Estado Civil e Hijos : Casada
Nacionalidad : chilena


Relato de los hechos

Fuente :Corporación

Categoría : Antecedentes del Caso

34 años, casada, dueña de casa, detenida el 28 de septiembre de 1976 y desaparecida en enero de 1977 en Argentina. María Eliana Acosta Velasco desapareció después de haber sido detenida en la ciudad de La Plata, en la madrugada del 28 de septiembre de 1976, por un grupo de civiles armados. Testigos la vieron con vida por última vez durante enero de 1977, en los centros de detención clandestinos argentinos conocidos como "BIM3" y "ARANA". Según testigos, María Velasco, radicada en Argentina, era una activa militante del Partido Socialista chileno que ayudaba en ese país a compatriotas exilados, proporcionando información acerca de allanamientos que practicaba o iba a practicar la Policía argentina y mantenia vinculaciones de carácter informativo entre su Partido y el movimiento argentino Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). De acuerdo con declaraciones de una testigo presencial, durante su última visita a Chile en junio de 1976, la casa de sus padres fue allanada por militares, por lo que debió presentarse a declarar en el Ministerio de Defensa Nacional. Allí fue interrogada por sus actividades en Argentina y las vinculaciones que mantenía en ese país con chilenos y argentinos. Con ella también fue detenido su cónyuge, Esteban Benito Badell, a la sazón miembro de la Policía de Buenos Aires, de quien posteriormente se informó que se había suicidado. Los dos hijos del matrimonio, que se encontraban junto a sus padres ese día, permanecieron por 10 años a cargo de un policía, pariente de Esteban Benito Badell. En 1985, la Justicia argentina ordenó la entrega de los menores a su abuelo materno, radicado en Chile. En la investigación realizada por la Corporación no se pudo establecer que en la detención y posterior desaparición de María Eliana Acosta tuvieron responsabilidad directa agentes del Estado chileno, pero las características de su caso y los antecedentes obtenidos en esta investigación condujeron al examen de otros similares, en los que se comprobó que personas que habían desaparecido después de ser detenidas en ese país, en parecidas circunstancias, sus casos fueron consignados en el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación como víctimas de violación de derechos humanos. En esas investigaciones, la Comisión pudo comprobar que durante esa época un importante número de chilenos exiliados por razones políticas del régimen militar, desparecieron después de ser detenidos por agentes de la Policía y de organismos de seguridad argentinos, en operativos dirigidos en su contra; y que la información para esos operativos la obtenían desde la oficina que con ese objetivo mantenía la Nacional de Inteligencia chilena (DINA) en Buenos Aires. En virtud de estas consideraciones, el Consejo Superior llegó a la convicción de que Maria Eliana Acosta Velasco se encuentra en calidad de detenida desaparecida, a consecuencia de la acreditada colaboración entre agentes de ambos países con ese fin, declarándola por tal razón, víctima de violación de derechos humanos. (Informe de la Corporación)


La historia del niño huérfano que Cheyre entregó a las monjas

Fuente : La Nación – 20 de Diciembre 2007

Categoría : Prensa

Corte de Santiago sentenció a diez años a los autores materiales de los asesinatos en 1973 en la IV Región. El entonces teniente Juan Emilio Cheyre entregó a las monjas al hijo de dos años que sobrevivió, con la versión falsa del suicidio de sus padres. Ernesto quedó sólo en la mina abandonada en la Quebrada de Gualliguaica, en el valle del Elqui, cerca de la frontera con Argentina. Tenía dos años de edad, y vio morir a sus padres acribillados por los militares del regimiento Arica, de La Serena, el 8 de diciembre de 1973. No sabe cómo, pero horas después fue entregado al convento de las religiosas de La Providencia, en La Serena, para que se encargaran del huérfano. Llegó en los brazos del teniente Juan Emilio Cheyre. El destino sentenció que 30 años después, el portador del infante fuera ungido comandante en jefe del Ejército. La falsa versión oficial que también se entregó a las religiosas, fue que los padres de Ernesto "se suicidaron dinamitándose". Pero el niño del convento creció y hoy, a los 37 años, Ernesto Ledjerman Ávalos, ciudadano argentino residente en Buenos Aires, e incansable buscador de justicia para el crimen de sus padres, se convirtió en el querellante que a partir de ayer dormirá más tranquilo, acompañado por la sensación de que se reparó en parte el daño causado. Ayer, la Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago condenó a la pena de diez años y un día a los autores materiales de los homicidios calificados del ciudadano argentino Bernardo Ledjerman Konujowska, y la mexicana María Ávalos Castañeda, los padres de Ernesto. Estos son el brigadier (R) que no llegó de ascender a general, Fernando Polanco Gallardo, y los suboficiales (R) Luis Fernández Monje y Héctor Vallejos Birtiola. El ex jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre y el entonces comandante del regimiento Arica, de La Serena, coronel Ariosto Lapostol, del cual Cheyre era su ayudante, no resultaron condenados pues el tribunal consideró que no tuvieron participación en el delito. Sin embargo, ninguno de ellos reveló nunca a la justicia la verdad de cómo murieron los padres de Ernesto, alegando desconocerla. En calificación de la parte querellante, con su dictamen la sala reparó así "la tremenda injusticia" cometida por el juez Joaquín Billard redactor de la sentencia de primera instancia y último instructor de la causa, que absolvió a los autores del crimen considerando que el delito se encontraba prescrito por el transcurso del tiempo. Desde hace tiempo Billard es criticado por abogados querellantes y organismos de derechos humanos porque -a su juicio- "no investiga y exculpa a los autores de crímenes de lesa humanidad". "Estamos muy contentos por esta sentencia", declaró Ernesto Ledjerman a La Nación desde la capital argentina, representado en Santiago por el abogado Héctor Salazar. Recordó con emoción que, además de la pérdida de sus padres cuando recién se asomaba al borde de la vida, luego de abandonar el convento entregado a las autoridades argentinas, "debí trabajar duro desde los once años porque mis abuelos con los que viví en Argentina recibían una pensión muy baja, Pero luché y me hice técnico electrónico, a pesar de todas las privaciones que enfrenté". La Novena Sala condenó además al fisco a pagar 300 millones de pesos a Ernesto Ledjerman, como acción reparatoria material por el daño moral y síquico ocasionado. En opinión de Ernesto, la sala dictó también justicia "porque de manera incomprensible, el Consejo de Defensa del Estado chileno se opuso a esta reparación, aduciendo algo increíble: que la acción civil reparatoria prescribe a los cuatro años, lo que quiere decir que yo, el único hijo, debí interponer esa demanda cuando tenía seis años, y cuando en Chile se vivía el tiempo más duro de la represión". Ahora las condenas pasarán el filtro de la Sala Penal de la Corte Suprema, que sistemáticamente viene rebajando las penas a los violadores de derechos humanos. 20 de Diciembre 2007 La Nacion


Esteban Benito Badell

Fuente :huellasdelamemoria.com.ar

Categoría : Prensa

Su nombre era Esteban Benito Badell. Había nacido en San Nicolás, Provincia de Buenos Aires, el 26 de noviembre de 1943. Trabajaba en el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo, militancia que compartía con la “Chilena” María Eliana Acosta, su compañera con quien tenían dos hijos: Esteban Javier, nacido el 2 de septiembre de 1967, y Paula Eliana, el 19 de junio de 1969.

En la madrugada del 28 de septiembre de 1976 el matrimonio  fue secuestrado de su domicilio en Camino Gral. Belgrano y Calle 15 junto con el hermano de Esteban, Julio Badell.

32 años

Empleado del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Militante del PRT-ERP

Asesinado el 1/10/1976

Los tres fueron vistos en el Centro Clandestino de Detención conocido como el “Pozo de Arana”, como lo constataron en los Juicios por la Verdad de La Plata los testimonios de Atilio Gustavo Calotti y Walter Docters. Tanto él como su hermano perdieron la vida en aquel centro, mientras que María Eliana fue trasladada al Batallón de Infantería de Marina N.°3 (BIM 3). En aquel momento se emitió una nota oficial que decía que Esteban y su hermano habían cometido suicidio, aunque se sabe por diversos testimonios  que no fue así. Esteban tenía 32 años.

A los días de su desaparición, el cuerpo de Julio Badell fue entregado a su familia y el de Esteban dos días después. Los hijos de la pareja fueron a vivir con su tía paterna y el marido de ella, Evaristo Tadeo Rojas, quien era efectivo de la policía bonaerense y participaba del accionar represivo desempeñado por esa fuerza. Según el testimonio de Esteban Javier, el hijo del matrimonio, Rojas estuvo implicado en la desaparición de sus propios cuñados, aunque le habían prometido que se los devolverían con vida. Rojas falleció impune.

El cuerpo de María Eliana nunca fue encontrado. El caso de Esteban espera justicia.


El testimonio del nieto hijo de chilena recuperado por Abuelas en el juicio por los crímenes en las Brigadas

Fuente :imagenesparamemoriar.com 14/8/2024

Categoría : Prensa

Esteban Javier Badell Acosta: “Todavía me despierto tres o cuatro veces en la noche»

Esteban Javier Badell Acosta tiene 53 años, muchas canas en su pelo corto y problemas para dormir. “Todavía me despierto tres o cuatro veces en la noche, a veces tengo que levantarme para chequear que esté todo bien”, dijo ayer en el cierre de su testimonio ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata en el juicio por los crímenes de las Brigadas. Sumó “desilusión general” y “desconfianza total” como respuesta a la consulta de la querella del colectivo Justicia Ya, sobre las consecuencias que la última dictadura cívico militar dejó en su vida. Esteban y su hermana presenciaron el secuestro de sus padres y vivieron casi una década bajo la violencia física y simbólica de uno de sus tíos y, también, el represor que los entregó.

 

La vida de Esteban y de su hermana cambió rotundamente el 28 de septiembre de 1976, cuando un grupo de personas de civil rodearon la casa donde vivían junto a sus padres y una señora, en City Bell. Estaban durmiendo ya, cuando comenzó a escuchar ruidos. “Abrí, Badell”, escucha al otro lado de la puerta. De un momento para otro, ya están adentro. Prenden la luz y ve “a un tipo de civil con una ametralladora apuntándonos, diciéndonos que nos quedáramos callados. A la señora le decía que se quedara boca abajo, silencio que te mato, le decía”. Al padre, Esteban Benito Badell, le pidieron que diga “dónde están las armas”; a la madre, María Eliana Acosta, que se cambie. Revolvieron y rompieron todo. Se llevaron al matrimonio y ellos, la señora y los niñes, se quedaron.

“Esta señora no sabía qué hacer. Mi hermana lloraba y yo con una impotencia terrible. Aterrado. Nos quedamos dormidos”, contó. María Eliana era chilena, “desde siempre militante socialista”, definió su hijo.* En Argentina se unió al PRT-ERP, donde también militaba Esteban Badell, con quien se casó. Tuvieron a sus hijos en 1967 y 1969. Meses antes de “caer” en La Plata, sufrió un allanamiento en Santiago de Chile, última vez que viajó a ver a su familia. De su casa de City Bell se los llevaron al centro clandestino de detención conocido como Pozo de Arana. Esa noche también secuestraron a Julio Badell, hermano de Esteban y también militante del PRT-ERP. Ambos trabajaban en la Policía de Buenos Aires. Sus cuerpos sin vida fueron entregados a la familia entre una y dos semanas después de la noche del 28 de septiembre. Por testimonios de sobrevivientes, se sabe que fue la Brigada de Investigaciones de Quilmes (conocida como el Pozo de Quilmes) el último destino en donde vieron a María Eliana con vida.

La complicidad

Al día siguiente del secuestro, la señora que estaba con ellos llevó a los hermanos Badell a la casa de una tía paterna, casada con Evaristo Tadeo Rojas, efectivo de la Policía bonaerense. “Llegamos abrumados y empezamos a contar lo que había pasado. Él se estaba afeitando. El tipo ni se inmuta, es como si le hubiéramos dicho ‘salió el sol’”, recordó Esteban. La familia Badell recibió a los dos días el cuerpo de Julio Badell. Esteban aseguró que “lo entregaron muerto, pero por el testimonio de un policía arrepentido supimos luego que lo habían tirado del tercer piso de la Jefatura de Policía de La Plata, aunque en las noticias salió que había sido suicidio”. La ventana de donde lo tiraron correspondía al despacho del genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz.

Al velorio de Julio no dejaron que fueran “los chicos”, sostuvo el hombre en su testimonio. Pero sí al de su papá, cuyos restos entregaron a la familia dos días después. En esa despedida vio a Tadeo Rojas “quebrarse ante el cajón y decir ‘estos hijos de puta me cagaron, me prometieron que me lo iban a entregar con vida’”. Por testimonios, Esteban pudo saber que su papá murió mientras lo torturaban, en Arana.

Años después, se animó a preguntarle a Rojas directamente si había sido cómplice de los hechos. Resumió el diálogo: “Le dije que algo sabía sobre lo que pasó. El tipo me mira y me dice que sí, que tengo razón, que era policía y solo cumplía órdenes. Me aseguró que mi mamá estaba muerta, pero que no sabía dónde. Y que me iba a averiguar”.

Años de abuso

Semanas después del velorio de su padre, Esteban y su hermana volvieron a la casa donde había ocurrido todo. Es que Rojas, su esposa –hermana de los Badell asesinados– y sus hijos la convirtieron en techo propio, luego de que “la familia entera” se repartiera los muebles y quemaran los libros que habían pertenecido al matrimonio de militantes del PRT-ERP. Esteban solo pudo rescatar El Principito.

Desde entonces, sus días y los de su hermana se convirtieron en un calvario. “Nos pegaban con palos y con correas, nos insultaban. Éramos discriminados, nos dejaron dos años durmiendo debajo de la mesa del comedor con frazadas. Mi tía nos decía ‘esa comunista subversiva, esa puta de mierda’ en relación a mi mamá, como si le echaran la culpa de lo que había ocurrido con mi papá y mi tío Julio”, indicó Esteban. Confirmó algo de eso leyendo la correspondencia entre Rojas y su abuelo materno –de la que supo años después–: “En una carta, Tadeo Rojas le dice a mi abuelo que ellos se harían cargo de nuestra educación cristiana ya que las ideas de mi mamá comunistas habían hecho que mataran a sus hermanos”, reprodujo.

“Nosotros queríamos irnos a Chile, la pasamos muy mal, mi hermana peor”, destacó Esteban. Paula, su hermana, declaró largamente antes que él, pero solicitó que su testimonio sea reservado, sin difusión. Rojas y su esposa consiguieron la tutela de los entonces niñes en 1978. Para eso, primero, tuvieron que presentar un certificado de defunción de María Eliana. Esteban dijo durante su testimonio que vio dos: “El primero decía ‘muerta en enfrentamiento’, pero en el Registro Civil figura otro, que dice ‘muerta por ahorcamiento’, está firmado por Bergés y tiene como domicilio el de la Brigada de Investigaciones de Quilmes”. El represor José Antonio Bergés fue médico policial y tuvo injerencia en el Pozo de Quilmes.

El cuerpo de María Eliana Acosta, no obstante, jamás apareció. La familia chilena intentó, por lo menos dos veces, ir a buscar a los hermanos Badell a la casa de la familia Rojas. Primero fue una amiga de su madre y luego su abuelo. “Nosotros recibíamos esas visitas, nos ilusionábamos, pero después de un día para el otro se cortaban. Nos sentíamos totalmente abandonados”, contó Esteban. Lo que ellos no sabían era que, en ambas oportunidades, la mujer y el abuelo fueron amenazados por Rojas y patotas de civil para que dejaran de insistir. Vivieron allí hasta 1985, cuando por pedido de la familia materna, Abuelas de Plaza de Mayo posibilitó su localización. Desde entonces viven en el país trasandino.

En esos años, además de los abusos sufridos, también vieron cosas que confirman la participación de Rojas en el terrorismo de Estado. Como aquel día en que “este señor llegó con un bebé envuelto en una manta” a la casa, donde su esposa le “hizo un escándalo, que lo quería para ella, que se lo dejara, que era suyo”. “El tipo se enojó mucho, le sacó el bebé de los brazos y le dijo: ‘Éste no. Si quieres uno, vamos a buscar otro, pero este no’”, relató Esteban, entre algunos episodios que le parecieron “raros”. Otra cosa que le extrañó fue la visita que no pudieron concretar, él y otros “primos” a “una de las comisarías donde trabajaba Rojas”. Solía llevarlos “de paseo” a sus “lugares de trabajo”, pero a ésta –no recordó cuál– no pudieron ingresar. “Nos mandó de vuelta al auto, pero yo me escabullí por aquí, por allá hasta que por una ventana vi que tenían adentro a una persona atada a una mesa, que luego encendieron la radio y un motor”. Rojas falleció impune 

Esteban Benito Badell era oficial de la policía bonaerense y trabajaba en la jefatura de la calle 2 entre 51 y 53 de La Plata. Tenía 33 años de edad. Su esposa, de origen chileno, Eliana Acosta Velasco, tenía 34 años y estudiaba Medicina en la Universidad Nacional de La Plata. Ambos fueron secuestrados la noche del 28 de septiembre de 1976 en su casa de City Bell.

«¡Abrí, Badell!», fue el primer grito que escuchó aquella noche Esteban Badell Acosta, el hijo mayor de la pareja, antes de ver en su dormitorio a un hombre vestido de civil con una ametralladora en la mano. Él tenía nueve años, su hermana Paula seis o siete.

«Empecé a escuchar que a mi papá le decían ‘Badell, ¿dónde están las armas?’. Supongo que le debe haber pasado el arma de servicio que estaba en la casa… Pero insistían… Empiezo a escuchar que se caen cosas, que botan cosas. Le dicen a mi mamá que se cambie de ropa. Se los llevan, empezamos a escuchar los portazos de los autos y quedamos con esta señora que no sabía qué hacer», recordó Esteban hijo en la segunda parte de la audiencia número 33 que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata.

Al día siguiente, esa señora, de nombre Angélica, los lleva a la casa de un tío que vivía a cinco cuadras. «Al llegar, él ya estaba en pie y le contamos desesperadamente. El tipo ni se inmuta, no dice nada. Al rato se viste y se va… La familia empieza a llegar, nerviosos, con miedo», relató Esteban, antes de explicar que ese tío se llamaba Tadeo Rojas y que también pertenecía a la Policía Bonaerense.

«A los dos, tres días, llega la noticia de que a Julio Badell, el otro hermano de mi papá, que también había sido secuestrado, también policía igual que mi papá, lo entregan muerto. Por testimonios sé que lo tiraron del tercer piso de la jefatura de policía en La Plata. Pero en las noticias salía como que había sido abatido», afirmó Esteban Badell hijo, antes de agregar que «un policía arrepentido atestiguó que lo habían arrojado» por la ventana.

A los dos días recibieron el cuerpo de su padre. «Por testimonios supimos que mi papa murió por la tortura en Arana», sostuvo, y aseguró que en el velatorio la familia vio cómo su «tío apropiador», tal como él lo calificó, «se quiebra frente al cajón y dice ‘estos hijos de puta me cagaron, me prometieron que me lo iban a entregar vivo a Esteban’». «Ahí la familia tuvo la primera duda sobre la implicancia de este señor» en el secuestro de su padre y su tío Julio.

Sin embargo, a partir de ese momento la familia empezó a repartirse los muebles de la casa de Esteban Badell. Recordó claramente haber vuelto a esa casa días después y encontrar a su tío y a un primo que también era policía «quemando los libros de la casa».

«El único que pude rescatar fue ‘El Principito’. Estaban a punto de quemarlo», explicó. «Eso me impactó y ya ahí me di cuenta de que no los iba a volver a ver más», confió Esteban Badell sin poder evitar las lágrimas.

El maltrato cotidiano y la humillación

Con un suave acento chileno, Esteban comenzó a relatar la terrible cotidianeidad que lo esperaban a él y a su hermana viviendo con ese tío policía que también se apoderó de la casa de sus padres. «Al mes nos fuimos a vivir a la casa donde ocurrió el secuestro», relató.

Empezó a tener pesadillas. «Me despertaba rodeado de sombras que se me caían encima. Me despertaba y empezaba a gritar. La primera vez me retaron, pero la segunda o la tercera empezaron los golpes», afirmó, y siguió relatando la pesadilla en que se convirtió literalmente la vida con esa familia para él y su hermana.

«Como la casa era pequeña, en la habitación dormían sus hijos y a nosotros nos dejaron durmiendo debajo de la mesa con unas frazadas. Ahí empezó más sistemático el maltrato, con golpes y humillaciones por parte de esta tía que era hermana de mi papá», contó. «La familia culpó a mi mamá por lo ocurrido a los ‘Hermanos Badell’», sostuvo el testigo, asegurando que tuvo prueba de ello cuando fue a Chile y pudo leer unas cartas que se habían enviado su abuelo materno y su «tío apropiador».

«Lo único que queríamos era irnos a Chile», aseguró. Pero al parecer, el temor y las amenazas de su tío policía amedrentaban a quien se acercara desde Chile con intenciones de llevarse a los niños. Así ocurrió con Alicia, una amiga de su mamá, y con su propio abuelo materno.

«De un día para el otro, mi abuelo no apareció más y también lo habían amenazado con desaparecerlo si no se iba de Argentina», sostuvo. Mientras Tadeo Rojas iba logrando ascensos en la policía y pasando de dirigir una y otra comisaría con destinos en Ringuelet, Ranelagh, Berazategui, Quilmes, Avellaneda y La Matanza, Esteban y su hermana seguían recibiendo golpes con «correas, zapatos, con la mano», y además eran obligados a cumplir tareas en la casa como si fueran esclavos.

«Dentro de la familia tenía tareas más varoniles. Mantener el jardín, arreglar cosas. Era una obligación. Mi hermana era peor, porque era mujer», se limitó a afirmar sin entrar en detalles.

La dinámica seguía siendo «hacernos sentir poca cosa. Todos los integrantes de la familia sentían el derecho de humillarnos. Los niños también. Era una dinámica bastante cruel», aseguró, poniendo como ejemplo el hecho de que él y su hermana no «podíamos comer lo mismo que comían ellos. Comíamos comida añeja. O comíamos antes o después de la familia».

Solo una tía se atrevió a hacerle frente a Tadeo Rojas, pero este también la amenazó.

Sus primos también ejercían violencia sobre él y su hermana. «Hasta que un día de tanta rabia fui a la cocina y lo corrí con una cuchilla. Yo tendría once años», precisó.

Entre las imágenes que se le grabaron de esos años imborrables fue el día en que el policía Tadeo Rojas llegó a la casa con un bebé. La mujer empezó a gritar que dejara al bebé: «Yo lo quiero para mí, no te lo lleves», recordó Esteban que gritaba la señora. Pero su tío «se enojó mucho y le respondió: «este bebé no, si querés otro, sí».

Esteban Badell nunca supo más detalles al respecto, aunque jamás dejó de resultarle un episodio «extraño», que podría estar vinculado con el robo de bebés nacidos en cautiverio de sus madres.

Cuando ya tenía catorce años, Esteban se animó a enfrentar a su tío y a preguntarle por su mamá. «Yo tenía la fantasía de que mi mamá estaba viva», confesó. Su primo le dijo que su mamá «había muerto en Arana y que la habían quemado entre neumáticos. Mi tío me dijo que murió en Quilmes y que la habían tirado en una fosa común en Quilmes».

Según los testimonios que fue recabando, su mamá estuvo secuestrada en el Pozo de Arana y en el Pozo de Quilmes.

Esteban recordó que para poder tener la tutela de los niños, su tío necesitaba un certificado de defunción de sus padres. Fue así que Esteban supo que en un primer certificado sobre la causa de fallecimiento de su madre al que tuvo acceso decía «muerte en enfrentamiento», y el último certificado oficial, que él mismo solicitó, dice «muerte por ahorcamiento» con intervención de la Brigada de Quilmes, firmada por el señor Bergés. «Creo que esta última información es la más cercana», explicó.

El médico de la bonaerense, Jorge Antonio Bergés, es uno de los dieciocho imputados en este juicio, y cumple detención domiciliaria.

Cuando en 1985 su abuelo materno los reclamó con el apoyo de Abuelas de Plaza de Mayo, sus tíos «no pusieron muchos obstáculos para entregarnos».

Esteban Badell hijo intentó vivir en Argentina, pero no pudo. Aún hoy cuando viaja a la Argentina «viajo con mucho temor», confesó.

«Hasta el día de hoy, no duermo bien. Me despierto tres o cuatro veces a la noche… Escucho los autos cuando se acercan», declaró. «Hoy día no tengo muchos amigos, me cuesta […] No me sé vincular con otras personas», aseguró.

«Vivíamos pensando que llegar a Chile era nuestra meta. Creo que eso nos sostuvo para soportar tanta humillación y maltrato», afirmó.

Testigos que declararon en este juicio en audiencias anteriores, como los sobrevivientes Walter Docters y Nora Ungaro, mencionaron que vieron a Eliana Acosta y a Esteban Badell en el Pozo de Arana, en lamentables condiciones debido a la tortura, y en el Pozo de Quilmes. Antes que Esteban Badell prestó declaración su hermana, quien solicitó que su declaración no fuera pública. Según un periodista de La Retaguardia, el relato de la mujer, que se extendió por más de dos horas, fue «durísimo». La hija de Esteban Badell y de Eliana Acosta, también vive en Chile desde 1986.

Otro secuestro casi un año antes del golpe

Miguel Hernández tenía veintidós años y estaba casado con Mirta Salamanca, de veinticuatro. Tenía dos hijos, Gustavo y Gabriela, de cuatro y tres años respectivamente. Miguel tenía una fábrica de soda y gaseosas y también hacía fletes para diferentes mueblerías. Corría el año 1975.

El 12 de mayo de 1975 fue secuestrado en su casa en Florencio Varela por una decena de hombres armados que irrumpieron de madrugada. Allí estaban junto a otra pareja. «Nos esposaron, nos vendaron y en el camino nos encapucharon», explicó el martes al Tribunal.

«Días después me enteré de que estaba en la Brigada de Banfield. Querían saber qué relación tenía con un partido que estaba proscripto en ese momento», aseguró Miguel Hernández, antes de referir al Tribunal que para sacarle información lo torturaron con picana eléctrica durante varios días.

Estando en Banfield se entera de que su mujer también había sido secuestrada. Su mujer, que también fue torturada y estuvo varios años en la cárcel, prefirió no brindar testimonio.

Miguel permaneció casi treinta días en Banfield, donde por esos días estuvo con «Luis Ruiz, Raúl Yarul, Germán Gargano Caporale, María José Sánchez, Silvia Sánchez, Ariel Rivadeneiro, Daniel Argurúa, Eduardo Piva, Norma Castillo, Mirta Salamanca, Graciela Santucho, Jorge Nadal, Viviana Aguel, los hermanos Berazi, Isabel y Eleonor Ibarra y Rafael Runco».

De allí lo trasladaron junto a los otros hombres a la cárcel de Sierra Chica, y en septiembre de 1977 los llevaron a la Unidad 9 de La Plata, de donde fue liberado en julio de 1980.

Su mujer recuperó la libertad en noviembre de 1981, luego de pasar por la cárcel de Olmos y de Villa Devoto.

Dirigiéndose al Tribunal, Miguel Hernández agradeció «por su esfuerzo para que se haga justicia, por todo el dolor que causó esta gente».

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la policía bonaerense de Banfield, de Quilmes y de Lanús es resultado de tres causas unificadas en la causa 737. Tiene solo dieciocho imputados y apenas dos de ellos están en la cárcel, Miguel Osvaldo Etchecolatz y Jorge Di Pasquale. El resto está cómodamente en sus casas.

El juicio oral y público comenzó el 27 de octubre de 2020 de forma virtual debido a la pandemia por covid-19. Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes y de Banfield antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio.

El tribunal está presidido por el juez Ricardo Basílico, acompañado por los magistrados Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero, todos ellos subrogantes.

En el marco de este juicio se realizarán visitas oculares a los tres centros clandestinos de secuestro, tortura y exterminio conocidos como el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y El Infierno de Lanús con asiento en Avellaneda.

*Se llamaba María Eliana Acosta. Le decían “Julia” y también “Chilena”. Había nacido el 10 de febrero de 1942 en Santiago de Chile y venido a la ciudad de La Plata, donde se inscribió en la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de La Plata  y militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo. En Chile, había militado en el Partido Socialista. Estaba casada con Esteban Benito Badell, quien también militaba en el PRT-ERP y trabajaba en el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Con él tuvo dos hijos, Esteban Javier, nacido el 2 de septiembre de 1967, y Paula Eliana, el 19 de junio de 1969. En junio 1976, durante su último viaje a Chile, María Eliana fue interrogada en el Ministerio de Defensa Nacional por fuerzas militares luego de que allanaran la casa de sus padres, a fin de constatar su actividad y sus vínculos en Argentina. Ya de regreso en La Plata, la madrugada del 28 de Septiembre de 1976, fue secuestrada de su domicilio en la intersección del Camino Gral. Belgrano y la Calle 15, en City Bell, junto a su marido y el hermano de éste, Julio Badell, quien era oficial inspector de la Policía Bonaerense. No se conocen detalles de su detención, pero sí de su cautiverio. Primero fueron llevados al Pozo de Arana, un centro clandestino de detención donde fueron vistos por Atilio Gustavo Calotti y Walter Docters. Allí fueron asesinados su esposo y su cuñado, si bien oficialmente se los publicó como suicidios. Hacia octubre, según relata Juan Carlos Fueyo, la “Chilena” se encontraba en el Batallón de Infantería de Marina N.°3 (BIM 3), al mando del vicealmirante Eduardo René Fracassi. Luego fue trasladada al Pozo de Quilmes donde, según documentación obrante en los legajos de la CONADEP, habría sido  ejecutada el 15 de noviembre del mismo año. Los hijos de la pareja fueron a vivir con su tía paterna y el marido de ella, Evaristo Tadeo Rojas, quien era efectivo de la policía bonaerense y participaba del accionar represivo desempeñado por esa fuerza. Según el testimonio de Esteban Javier, el hijo del matrimonio, Rojas estuvo implicado en la desaparición de sus propios cuñados, aunque le habían prometido que se los devolverían con vida. Rojas falleció impune. María Eliana tenía 34 años en el momento de su desaparición.  Por su caso fueron condenados numerosos represores en el juicio denominado “Circuito Camps”. Actualmente está en juzgamiento en el juicio denominado «Brigadas». Su legajo como estudiante de Psicología fue reparado mediante la resolución N°273/18 en el año 2018.