Rut:
Cargos:
Grado : Brigadier
Rama : Ejército
Organismos : Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)
Año Fallecimiento : 2012
Cuatro altos oficiales (R) procesados por matanzas de Chihuío y Liquiñe
Fuente :La Nacion, 19 de Marzo 2003
Categoría : Prensa
En dos resoluciones en las que procesó a cuatro altos oficiales retirados del Ejército y a un civil, el ministro en visita con dedicación exclusiva para causas de derechos humanos Alejandro Solís dio cuenta de los episodios de Chihuío y Liquiñe en la precordillera de la Décima Región, dos de los más masivos en cuanto a número de víctimas de la represión durante la dictadura.
En Chihuío, unos 190 kilómetros al sureste de Valdivia, cerca de la frontera con Argentina, el 9 de octubre de 1973 fueron asesinados 17 campesinos por personal de los regimientos Cazadores y Maturana de Valdivia, cuyos comandantes eran los coroneles Santiago Sinclair (ex vicecomandante en jefe del Ejército y ex senador designado) y Jerónimo Pantoja Hernández (ex segundo hombre de la DINA), respectivamente. Por este caso, el juez Solís sometió a proceso por secuestro a Pantoja, hoy en retiro; al general (R) Héctor Bravo Muñoz, a septiembre de 1973 jefe de la IV División del Ejército con asiento en Valdivia y jefe de zona en estado de sitio; al entonces capitán Luis Osorio Garardazanic y a un civil.
Los cuerpos de los 17 campesinos fueron desenterrados por personal de Ejército a fines de 1978 y permanecen desaparecidos. El 17 de junio de 1990 se descubrieron las tres fosas en las que habían estado enterrados los campesinos, y sólo se encontraron pequeñas piezas óseas, lo que permitió confirmar las identidades de los campesinos.
Un día después, el 10 de octubre de 1973, un operativo de Ejército y Carabineros secuestró y dio muerte a 15 campesinos en la aldea de Liquiñe, a pocos kilómetros de la localidad de Neltume también en la precordillera. Por once de estas víctimas, Solís procesó en calidad de autor de secuestro al teniente coronel (R) de Ejército Hugo Guerra Jorquera. Según testigos de la época, estos campesinos fueron ejecutados sobre el puente del río Toltén y sus cuerpos lanzados al río. Por este caso, el juez Juan Guzmán procesó previamente al civil Luis García, dueño de las Termas de Liquiñe, que colaboró en los secuestros. Si bien el general (R) Sinclair no ha sido hasta ahora procesado por Chihuío, fuentes vinculadas a la investigación afirman que sí llegar a estarlo.
Juez Solís condena a dos militares por desapariciones
Fuente :La NAcion, 25 de Junio 2005
Categoría : Prensa
El capitán Luis Osorio y el sargento Luis Chavarría, ambos en retiro, fueron condenados por el ministro Alejandro Solís en el marco de la investigación de la desaparición de 17 personas en el sur de Chile el 9 de octubre de 1973.
Osorio fue condenado a 15 años de presidio como autor del delito de secuestro calificado cometido en contra de 16 personas y a otros tres años de reclusión por el delito de sustracción de menores perpetrado en la persona de Fernando Mora.
El otro condenado es el sargento en retiro Luis Chavarría, quien fue sentenciado a 10 años de cárcel como autor de los delitos de secuestro calificado en contra de cuatro personas.
Sentencia en caso de DD.HH. fue anulada por falta de resultados de peritajes del SML
Fuente :cooperativa.cl, 23 de Junio 2006
Categoría : Prensa
La demora en la entrega del informe del órgano legista de estudios a restos hallados en 1990 motivó al tribunal de alzada capitalino revocar el fallo contra dos acusados de desapariciones en Valdivia.
La Corte de Apelaciones de Santiago anuló una condena contra dos uniformados porque el ministro Alejandro Solís no esperó los resultados de un peritaje que el Servicio Médico y Legal (SML) demoró demasiado en entregar.
El caso dice relación con la desaparición de 16 campesinos ocurrida en octubre de 1973 en la zona de Chihuio, en la Décima Región.
El juez Solís condenó en 2005 a 15 años de cárcel al capitán (r) Luis Osorio Garardazanic, por secuestro permanente, y tres años por sustracción de menores.
En tanto, el teniente (r) de Carabineros Luis Osses Chavarría recibió una pena de 10 años por cuatro desapariciones.
La segunda sala de la Corte de Apelaciones determinó revocar las sentencias pues Solís condenó a los uniformados sin esperar el informe del estudio sobre los cuerpos encontrados en 1990 en el cementerio de Valdivia.
El organismo -fuertemente cuestionado por los errores de identificación de los restos hallados en el Patio 29 del Cementerio General- señaló que recién en julio entregaría un informe preliminar.
El abogado Eduardo Contreras criticó que el accionar tardío de una repartición pública haya finalizado con la anulación de una condena por violación a los derechos humanos.
"Se ha anulado una buena sentencia del ministro sumariante, lo que devuelve todo a fojas cero, con grave daño para los familiares, con grave daño para la imagen de la Justicia, que tendrá que recorrer de nuevo un largo camino, y todo esto es imputable a un servicio del Estado", dijo Contreras.
El jurista llamó a las autoridades de Gobierno a asumir su responsabilidad en este tipo de hechos y a tomar las medidas que correspondan.
"Entonces queda claro una vez más que las responsabilidades no pueden ser solamente imputables a falta de estructuras y medios, sino que aquí hay una responsabilidad política muy grave, porque se trata de muchos años, más de 10 años, lo que ha estado pendiente este peritaje. Creo que es hora de que el Gobierno asuma sus responsabilidades, que adopte las medidas necesarias porque aquí en el fondo se ha denegado justicia por la desidia de un servicio público que mantenemos todos los chilenos".
Además, la resolución del tribunal de alzada capitalino impugna al juez Solís por haber condenado a mandos medios del Regimiento Maturana y no a los generales a cargo de la represión en la precordillera, Héctor Bravo Muñoz y Gerónimo Pantoja, ambos ya fallecidos.
La corte ordenó finalmente que otro juez dicte sentencia una vez que el SML entregue los resultados de las pericias solicitadas.
La masacre de campesinos en Chihuio
Fuente :elciudadano.cl, 4 de Febrero 2010
Categoría : Prensa
El día 15 de septiembre de1973 las Fuerzas Armadas, autoproclamadas en Junta Militar dieron a conocer la siguiente proclama, aquí una parte de aquella carta abierta: “Por ello, nada tienen que temer aquellos que tengan las manos limpias y la conciencia tranquila, porque es para ellos y para todos el fruto de este renacer esperanzado; […]
El día 15 de septiembre de1973 las Fuerzas Armadas, autoproclamadas en Junta Militar dieron a conocer la siguiente proclama, aquí una parte de aquella carta abierta:
“Por ello, nada tienen que temer aquellos que tengan las manos limpias y la conciencia tranquila, porque es para ellos y para todos el fruto de este renacer esperanzado; unidos fraternalmente, iniciamos por el rumbo luminoso de nuestra estrella el camino de la reconstrucción nacional. Se acabaron los temores, los sectarismos, las prédicas del odio y los atentados contra la dignidad del chileno”
Chilenos:
La luz de septiembre nos inunda de nueva esperanza. Campesino: ahí está tu tierra liberada para que la fecundes con tu esfuerzo…”
No habían pasado dos semanas de aquellas palabras de mal aliento militar, cuando se va a producir una masacre que forma parte de la memoria del pueblo chileno, una más de una larga lista donde son los uniformados, los responsables directos.
Valdivia domingo 7 de octubre
Desde el Regimiento Cazadores de la ciudad de Valdivia, que por esos tiempos era responsabilidad del Coronel Santiago Sinclair. Salieron camiones militares con soldados, varios oficiales y tomaron rumbo a Futrono, zona campesina, pobre, bajo pretexto de aniquilar la posible resistencia campesina del sector. Los dueños de los fundos habían confeccionado una lista con nombres de campesinos, que según ellos constituían un peligro en la zona, eran rebeldes, se habían alzado, no acataban las órdenes y no querían escucha a nadie…eran indios.
La lista de los supuestos campesinos alzados e insurrectos, fue confeccionada por el latifundista Américo González Torres, en cuya propiedad se alojaron los oficiales a cargo de esta caravana militar.
En el reten de carabineros de Futrono, había seis campesinos detenidos que fueron subidos a los camiones y con ellos la caravana militar siguió rumbo a Curriñe y Chabranco, en total fueron diecisiete detenidos. El trato al que fueron sometidos empezó con violentos apaleos hasta sangrar, en algunos casos estando presentes sus propios familiares. En su mayoría eran de religión evangélica.
Lo accidentado del terreno, la lluvia, hizo que los camiones quedaran metidos en el barro, es por eso que la caravana tuvo que continuar su ruta a pie. Esos campesinos prisioneros amarrados unos con otros, insultados siempre mientras la lluvia cae inclemente, comienzan a cantar obligados por los oficiales, Capitán Luís Osorio Garardazanic, tenientes Lautaro Ortega, Luís Rodríguez Rigo-Righy, Patricio Keller Oyarzún, Marcos Rodríguez Olivares. Los prisioneros solo conocían sus cantos evangélicos, esos donde se pide ayuda y fuerza mirando hacia los cielos.*
Los oficiales ordenan que los campesinos sean amarrados de manos, para lo cual utilizan los alambres de colgar la ropa de la casa patronal de los González.
Los obligaron a correr, los oficiales dieron la orden, así descalzos, mojados y ya heridos, se caían y se volvían a levantar. Es entonces cuando el ruido de las balas va dejando su reguero de muertos. Pero no todo terminó allí.
Un grupo de esos militares se lanzó contra los cuerpos semihundidos en el barro, algunos aun vivos y pidiendo clemencia, sangrantes aún, y comenzaron a cortarlos en trozos, desgarrándoles, cortándoles los dedos, golpeándolos con las culatas de sus fusiles, quebrándoles las extremidades, dejándolos con sus huesos al aire. La sangre se confundía con la lluvia que caí intensa.
Algunos familiares de esos campesinos asesinados, tuvo la valentía de ir a buscarlos a la mañana siguiente. Allí estaban convertidos en un cuadro de horror que representa de manera exacta, la mentalidad militar, el valor patrio, cometidos por los que se dicen guardianes del alma de la civilidad.
En 1978 llegaron al mismo lugar de nuevo los militares, esta vez con palas y picotas, encontraron el lugar con la ayuda del terrateniente Américo González Torres, y los desenterraron. Los testigos confirman que las osamentas fueron metidas en sacos y desaparecieron…
“Desconozco totalmente lo que usted me pregunta (..) Carezco de antecedentes (..) Jamás tuve conocimiento de los hechos que se han denunciado, en consecuencia tampoco me cabe responsabilidad alguna en ellos”… (General Santiago Sinclair. Vice Comandante en Jefe del Ejército de Chile. 1990).
DDHH: Dictan condena por matanza de campesinos en Chihuío
Fuente :La Nacion 28 de Enero 2011
Categoría : Prensa
Corte Suprema dictó la sentencia definitiva por las ejecuciones de 17 trabajadores del Sindicato Campesino La Esperanza del Obrero del Complejo Agrícola y Forestal Panguipulli.
En fallo dividido, la Corte Suprema dictó sentencia en la investigación en el proceso conocido como caso Chihuío, correspondiente a los crímenes de 17 personas durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Los trabajadores asesinados el 9 de octubre de 1973 pertenecían al Sindicato Campesino La Esperanza del Obrero del Complejo Agrícola y Forestal Panguipulli.
En esta causa fue condenado el oficial de Ejército en retiro Luis Alberto Osorio Gardasanich, quien recibió una pena de 10 años y un día de presidio por su responsabilidad como autor de los 17 homicidios calificados. En tanto, el oficial de Carabineros en retiro Luis Eduardo Osses Chavarría, fue sentenciado a 3 años y un día de presidio por su responsabilidad como cómplice de 4 de los 17 secuestros calificado. Por su parte, el civil Bruno Esteban Obando Cárdenas resultó absuelto por falta de participación.
La resolución fue adoptada con el voto favorable de los ministros de la Segunda sala del máximo tribunal Jaime Rodríguez y Hugo Dolmestch, más el abogado integrante Alberto Chaigneau, en tanto los magistrados Nibaldo Segura y Rubén Ballesteros estuvieron por la figura de la prescripción.
La misma sala, con el voto en contra del ministro Dolmestch y el abogado integrante Chaigneau, resolvió además desestimar el pago de una indemnización para los familiares de las víctimas por incompetencia del tribunal.
LAS VÍCTIMAS
La siguiente es la nómina de víctimas en el caso Chihuío: Carlos Maximiliano Acuña Inostroza, José Orlando Barriga Soto, José Rosamel Cortés Díaz, Rubén Neftalí Durán Zúñiga, Luis Arnaldo Ferrada Sandoval, Eliecer Sigisfredo Freire Caamaño, Narciso Segundo García Cancino, Juan Walter González Delgado, Daniel Méndez Méndez, Sebastián Mora Osses, Pedro Segundo Pedreros Ferreira, Rosendo Rebolledo Méndez, Ricardo Segundo Ruiz Rodríguez, Carlos Vicente Salinas Flores, Manuel Jesús Sepúlveda Sánchez, Rubén Vargas Quezada y Fernando Adrián Mora Gutiérrez.
Recuerdos de la ‘Guerra’ Ejecución de los 17 campesinos
Fuente :unidadmpt.wordpress.com, 30 de Abril 2017
Categoría : Prensa
El miércoles 9 de octubre de 1973 no será olvidado jamás por los campesinos de los caseríos de Arquilhue, Curriñe y Chabranco. Fue un día lluvioso en esas zonas cordilleranas de nieves abundantes.
El clima no favoreció el traslado de los prisioneros hasta su destino final. Camiones y jeeps quedaron atascados en el fango. Por esa causa militares y prisioneros tuvieron que continuar el viaje a pie. El puente Pillanleufú estaba cortado y no pudieron seguir. Esto fue contado mucho tiempo después por el campesino Benjamín Vidal, cuya casa está entre los bosques a la orilla del camino.
«Frente a mi casa pasaron cargados como mulas con todas las carpas y cosas de los militares, iban bien ‘enmochilados’, los obligaban a cantar y los llevaban apuntados con metralletas».
Heriberto Omar Villegas Villanueva, Carné de identidad 7.551.661-4, ex-soldado, relata lo siguiente:
«Fui conscripto desde el 15 de enero de 1973 al 31 de diciembre de 1974, en el Regimiento de Caballería No 2 Cazadores de Valdivia, y en tal carácter me correspondió participar en el operativo a Chihuío. Recuerdo que después de detener a las personas en Chabranco y continuar viaje, el convoy no pudo seguir a causa de la lluvia y el barro. Los camiones quedaron atascados. Entonces los jefes hicieron bajar a los detenidos y los obligaron a continuar el viaje a pie. Además les ordenaron cantar y algunos de ellos -que eran evangélicos- entonar alabanzas».
Hernán Tejeda, otro conscripto que participó en el operativo recuerda así ese momento:
«Cuando los camiones ya no pudieron seguir, nos fuimos de ahí a patita, soldados y prisioneros. En algún momento alguien dijo: ‘¿quién de los prisioneros sabe cantar?…) Me acuerdo de uno que cantaba tan lindo, como Aceves Mejías. Cantaban como despidiéndose, parece que sabían que los iban a matar y también había evangélicos que cantaban alabanzas». ‘? «Cuando se oscureció, el capitán Luis Osorio Garardazanic mandó que no cantaran más. Nos dijo que andaban guerrilleros y ordenó silencio. Esto era para que no supieran la ubicación que teníamos.
Cuando llegamos a ese lugar, había una casa tipo hotel de dos pisos, como abandonada. Eran como a las doce o una de la mañana. Estábamos todos mojados. Allá ya había militares. A los campesinos los dejamos en una pieza del primer piso, o más bien, un corredor. Después no supe más porque a mí me mandaron a patrullar».
La familia de apellido Arango que vivía cerca de ahí se encerró en su casa y por entre las maderas miró lo que ocurría:
«Cortaron los alambres para colgar ropa y con ellos amarraron a los detenidos. Durante toda la noche los campesinos clamaban a Dios, mientras tanto los militares junto con Américo González preparaban un asado. Don Américo puso el vino, oíamos sus risas y sus tallas junto al lamento de los campesinos».
Heriberto Omar Villegas, conscripto, no alcanzó a llegar a la casa de Chihuío. Lo dejaron al cuidado de un camión atascado. En declaración jurada dice:
«Según el relato de los conscriptos me enteré que, en la madrugada de ese día, un oficial pidió voluntarios, pero sólo tres o cuatro conscriptos dieron un paso adelante. El pelotón se completó con personal de planta, cabos y sargentos. Entonces dieron la orden de fusilar».
Relata Hernán Tejeda:
«El fusilamiento yo no lo vi. Me habían mandado a patrullar. Yo iba con el cabo González a caballo y con un lugareño llamado Orlando que nos servía de guía (6). Esa noche llegamos casi al límite con Argentina. No encontramos a nadie. Al volver, cuando fallaban unos dos kilómetros para llegar, sentimos unos balazos. Con el cabo González hicimos bromas y dijimos: ‘andarán cazando cabritos’ y en broma también el cabo me contestó: ‘no, deben haber matado a los prisioneros (…) Pero cuando llegamos vimos a los militares todos ensangrentados. No lo podíamos creer. Entre los militares andaba uno que llegó en helicóptero, grandote, medio pelado. Era un comandante de la aviación posiblemente. Supe que ese fue el que dio la orden de fusilar».
«En el terreno frente a la casa se encontraban los cuerpos de los trabajadores muertos, los habían dejado botados allí».
Bernando Alarcón, otro conscripto que presenció el fusilamiento, cuenta:
«a los campesinos se les dijo que arrancaran (…) cuando ellos empezaron a moverse les dispararon ráfagas de fusil. Los trabajadores cayeron (…) A algunos los remataron en el suelo (…)».
La familia Corona, que por esa época vivía cerca de la casa patronal y que actualmente vive en Bariloche, informó: «muy de amanecida, don ítalo González vino a pedimos una carreta tirada por bueyes». Norberto, hijo del matrimonio, arregló la carreta y la llevó frente a la casa. Los militares echaron los cuerpos de los asesinados a la carreta, uno encima de otro. Los trasladaron como a ochocientos metros de la casa patronal. Allí los dejaron botados y tapados con ramas y troncos. La carreta quedó toda ensangrentada.
Orlando Garnica Hurtado, carné de identidad 8.739.322-4, quien en esa época tenía catorce años. nos cuenta:
«al día siguiente, el 10 de octubre, los militares iniciaron su descenso hacia Valdivia. Yo empecé a buscar el lugar donde habían dejado los cuerpos y los encontré. Había 18 cuerpos sin vida, estaban a ras del suelo, totalmente desnudos. Sus ropas estaban amontonadas a un lado de los cadáveres. Los cuerpos tenían heridas de armas cortantes. Algunas de sus extremidades estaban cortadizas, dedos y manos estaban separados cerca de los cuerpos. Durante varios días no subí al lugar. Estaba horrorizado. A nadie le conté nada. Al cabo de unos días fui nuevamente. En el lugar encontré tres tumbas. La remoción de la tierra era visible y por la dimensión era evidente que allí había cuerpos humanos».
«Cuando llegamos al Regimiento (…) –relata el conscripto Hernán Tejeda-, (…) el Teniente Luis Rodriguez Rigo-Righy informó a Sinclair lo que había pasado. Él le preguntó dónde los habían dejado y si los habían sepultado. Cuando le respondió que los habían dejado así no mas, Sinclair se enojó y ordenó que la patrulla volviera de inmediato a darles sepultura (Ver nota 1)».
«Esa noche alojamos en Valdivia y al día siguiente pidieron voluntarios. Yo me ofrecí junto con otros. En una camioneta Toyota fuimos diez o doce -creo-. Llevábamos palas y picotas. Al llegar arriba yo me quedé de guardia, así es que no participó de la excavación. Ese día no llovía y estaban los alrededores muy bonitos. En una bolsa quintalera metieron los carné y relojes. En una fosa grande colocaron a nueve y en la otra, a los demás. Las fosas no fueron muy profundas, como de un metro veinte no más».
«Cuando terminaron de enterrar a los campesinos, volvimos; íbamos muertos de miedo pues decían que andaban guerrilleros (…) Pero no nos pasó nada».
- LOS DÍAS POSTERIORES
Lo que sucedió en esa región precordillerana, luego de la ejecución de los dieciocho campesinos, lo hemos reconstituido trabajando con sus familiares; entrevistando a campesinos de la zona que fueron testigos y que aún viven en ese lugar y buscando el testimonio de conscriptos de esa época que participaron directa o indirectamente en los hechos.
Luego del amanecer del l0 de octubre, los militares permanecieron en la zona. Al día siguiente subieron nuevos contingentes. El cuartel general fue instalado en Arquilhue.
La cancha de fútbol, donde habían compartido tanta alegría, y que previamente servía a los campesinos para sus juegos dominicales, fue transformada en pista de aterrizaje. El galpón, que estaba en la parle de atrás y que antes era utilizado como camarín, fue reacondicionado para lugar de interrogatorio y tortura.
Teniendo su base en Arquilhue los militares salían a patrullar todo el sector. Se internaban en la cordillera hasta Chihuío, y más arriba aún, hasta el límite con Argentina o recorrían los caminos cordilleranos hasta Neltume. A su paso iban deteniendo personas ya individualizadas. Dejaban conscriptos apostados en algunas de las casas de campesinas.
Según el testimonio de dos conscriptos y lugareños todos estos operativos contaban el apoyo de funcionarios del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), los que eran fácilmente identificables. Iban vestidos de civil, manejaban la información y llevaban las listas de sospechosos en sus manos.
Los comandos especiales, llegados a Neltume desde Santiago el día 12 de septiembre, también llegaron a la zona sur del Complejo Maderero. Ocupaban sus propios medios movilización: camiones, helicópteros y utilizaron además una avioneta de uno de dueños de fundo. Este la facilitó gentilmente para instalar un fusil ametralladora con el cual se bombardeó algunos sectores cordilleranos.
Un conscripto de esa época, Pedro Mella Contreras, carné de identidad 5.989.795-0 nos contó:
«Luego de ser arrestado -el día 27 de septiembre, para ser investigado por mis simpatías acerca del gobierno de la Unidad Popular- e interrogado por un Coronel del SIM de apellido Pantoja, fui liberado y el 10 de octubre enviado a la base de Arquilhue.»
«Al llegar allá lo primero que escucho son comentarios en voz baja, de militares y lugareños. Hablaban de detenciones y muerte de campesinos del lugar, en una casa patronal más arriba en Chihuío, y cuyos nombres habían sido entregados a los militares por un tal González, ayudándolos él mismo a identificarlos y detenerlos. El militar a cargo había ordenado las ejecuciones al amanecer del 10 de octubre».
«La patrulla que participó en todo este accionar había vuelto a Valdivia. En esa época yo, que había ingresado a hacer el Servicio Militar en enero de 1973, pertenecía a la compañía de fuerzas especiales y comandos de la IV División de Caballería del Ejército. El jefe de esa compañía era un suboficial llamado Luis Campos. Veintiocho conscriptos pertenecíamos a esa Unidad. Todos fuimos trasladados a Arquilhue».
«Allí, en un pequeño galpón, al costado de la cancha de aterrizaje, que antes al parecer era una cancha de fútbol, interrogaban y torturaban a los campesinos del sector. A mí me tocó ver y custodiar a uno de unos 65 años que fue terriblemente golpeado por el militar Luis Campos, quién no consiguió saber dónde estaban las armas (…) El campesino decía que no las había visto nunca. Quedó tendido en el suelo, sangrando y casi desvanecido. En murmullos le di palabras de aliento».
«Las unidades traídas desde Santiago a la zona norte del Complejo se movilizaban al comienzo en helicópteros, eran paracaidistas, boinas verdes, que venían armados para la guerra. Estas fuerzas especiales estaban a cargo del Coronel Medina Lois. El había llegado a Neltume el 12 de septiembre».
«El rastreo y persecución a posibles extranjeros, habitantes del sector y campesinos que arrancaban armados, se inició el mismo 10 de octubre, aunque creo que el día 9 también había subido un grupo a la cordillera. Me tocó varias veces salir a caballo, teníamos órdenes de disparar ante cualquier cosa que se moviera. Recuerdo que matamos chanchos, perros, gallinas pero a ningún hombre».
«En todas las casas de campesinos había guardia militar. Vigilaban por si hasta ellas llegaran a solicitar ayuda los campesinos que huían. Por comentarios supe que serían como seis los que arrancaban despavoridos. Alcancé a divisar a uno, flaco, barbón, asustado. Guardé silencio».
«Rastreábamos todos los caminos y senderos. Mirábamos hasta las pisadas la presencia de una de ellas, grande y de suela de goma, les reafirmó la hipótesis de que andaban extranjeros, aunque nunca nadie vio ni detuvo a ninguno de ellos».
Un matrimonio sueco que había estado detenido en la cárcel de Valdivia -según un preso político de esa época-, fue liberado rápidamente ante gestiones de su embajada y porque no eran culpables de nada.
Pedro Mella concluye:
«Los miles de hombres armados no fueron encontrados en el Complejo Maderero ni en ninguna otra parte».
«Mientras estuvimos allí nos hicieron agrandar el camino de tierra que une Arquilhue con Nellume, para que pudieran circular los camiones militares toparnos los que veníamos avanzando desde el sur, con los que venían del ixxi fue como el encuentro de dos regimientos armados (…) en guerra».
«Luego de un mes nos volvimos a Valdivia. Allí supe que a los campesinos asesinados los habían enterrado en una fosa cavada por los propios militares».