Alias : Ana Luisa Pizarro;
Rut: 2.267.857-4
Cargos:
Grado : Empleada Civil
Rama : Ejército
Organismos : Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)
Año Fallecimiento : 2016
Cuartel Quetropillan
Caso Prats
Caso Letelier
Segundo Juzgado Militar: causa 192-78 Caso Orlando Letelier
Fuente :Poder Judicila, 12 de Abril 1978
Categoría : Prensa
En Santiago a cuatro días del mes de abril de 1978 comparece la 3ra. MARIANA INES CALLEJAS HONORES, chilena, casada con MICHAEL VERNON TOWNLEY WELCH, natural de Rapel, Ovalle, edad 36 años, Carnet de Identidad 2267857—4 de Santiago, domiciliada para estos efectos en Via Naranja 4925 Lo Curro, comuna de Las Condes, quien interrogada bajo promesa de decir verdad expone :
A mi regreso de USA exactamente el 21.SET.973. arrendé una casa en calle Pío X mientras averiguaba la situación legal de '-u esposo con el objeto de que este regresara posteriormente. Conversando con la dueña de la casa que arrendaba respecto a las actividades que realizaba corí 'mi espoáo en "los hechos de Concepción (Radio Clandestina) esta señora me señaló que ella conocía a un Oficial de Ejército a quién le gusta ría conversar respecto a este asunto. Yo le manifesté que no tenía ningún inconveniente pero que conversaríamos con dicho Oficial una vez que mi marido llegase al país. Este Oficial resultó ser el entonces TCL. PEDRO ESPINOZA,
Tiempo después conversamos con el Coronel ESPINOZA fundamentalmente sobre radio Liberación, de los conocimientos que anbos teníamos fundamentalmente de electrónica y sé llegó a la conclusión de que ambos podíamos ser útiles a la organización donde prestaba servicios el TCL. ESPINOZA* Me imagino, no recuerdo exactamente cuando, pudo ser el año 1974 o comienzos de 1975, fecha en que ambos empezamos a recibir cierta cantidad de fondos de DINA, con el objeto de apoyar nuestro trabajo*
Si conoce a algunos de los amigos de su esposo y que tienen la categoría de oficiales de alguna de las Instituciones de la Defensa Nacional*
Conozco al Coronel ESPINOZA, RAFAEL ORTIZ actual General de Ejército, a EDUARDO ITURRIAGA, funcionario del CNI. más bien a su esposa, Capitán SALINAS, también del CNI. Hago presente que a estas personas las conozco fundamentalmente en actividades sociales, en especial al matrimonio ESPINOZA e ITURRIAGA.
Recuerdos Explosivos. La Callejas Responde a Contreras
Fuente :El Mercurio, 2 de Enero 2000
Categoría : Prensa
El ex jefe de la Dina la acusó de apretar el botón de la bomba que mató al general Prats. La reactualización del caso sorprendió a Mariana Callejas como allegada en una pieza del patio trasero de la casa de sus hermanos mayores, criando, "como abuela chocha", al menor de sus siete nietos.
En su prisión de Punta de Peuco Manuel Contreras Sepúlveda no dudó en culpar a una mujer de uno de los crímenes más espeluznantes de la historia chilena.
"Mariana Callejas fue quien apretó el botón del control remoto que detonó la bomba o artefacto explosivo que destruyó el auto del general Carlos Prats", aseguró a otra mujer, la jueza argentina María Servini de Cubría, respondiendo a sus numerosas consultas sobre el atentado ocurrido hace 25 años en Buenos Aires.
El extenso tiempo transcurrido sin culpables quedó en evidencia cuando el fiscal que acompañaba a la jueza recordó que apenas tenía nueve años cuando se produjo la muerte del ex Comandante en Jefe del Ejército y de su esposa, Sofía Cuthbert, ese 30 de septiembre de 1974 en el elegante barrio Palermo.
La magistrada rechazó la prescripción del caso aduciendo crímenes de lesa humanidad. Y tras 10 años de pesquisas en América Latina, EE.UU. y Europa y enarbolando un permiso especial de la Corte Suprema chilena, les hizo a ambos ex uniformados – en forma separada y a través de un juez local- 68 preguntas en nueve horas, las que contestaron todas.
Pero aunque las pistas más serias habían conducido hasta sus celdas, el ex jefe de la Dina y su ex lugarteniente, el brigadier (r) Pedro Espinoza, aprovecharon la única ocasión judicial de que han dispuesto en este caso para culpar a una escritora menuda y misteriosa, que en la década del 60, a pesar de ser mucho mayor y encontrarse divorciada y con tres hijos, se casó con un casi adolescente Michael Townely, con quien tuvo otros dos niños.
A pesar de que las condenas por el caso Letelier aparecen como la mejor demostración de que la justicia chilena no creyó en la intervención criminal de la CIA, repitieron este antiguo argumento. Así, Contreras aseguró que el asesinato del general Prats fue planificado por ese organismo "y llevada a cabo por el agente de la CIA Michael Townley y su mujer, Mariana Callejas, en concomitancia con individuos de los grupos Milicias y Triple A de Argentina".
Por su parte, Espinoza explicó que quien podía tener conocimiento del caso era el general Odlanier Mena (sucesor de Contreras en la CNI, organismo que reemplazó a la Dina), porque éste le reveló que la Callejas entregó a la inteligencia argentina una carta con los antecedentes.
Incluso, la magistrada trasandina tiene acreditado que Townley entró a Buenos Aires en la fecha del atentado con el nombre de Kenneth Enyart y que su esposa lo acompañó con la chapa de Ana Luisa Pizarro.
Testamento de Townley
La reactualización del caso Prats sorprendió a Mariana Callejas como allegada en una pieza del patio trasero de la casa de sus hermanos mayores, criando "como abuela chocha" al menor de sus siete nietos.
Ya no la conocen en la calle. "Estoy tan vieja", se queja. Sus hijos mayores cumplieron 36 y 32 años, y seis el mayor de sus nietos.
Como "esto parece de nunca acabar", quiere terminar con el tema para evitar que éstos se enteren de las andanzas de sus abuelos. Por eso, éstos desistieron de la idea de la realización de una película sobre el caso Letelier propuesta por HBO, en que el fiscal Eugene Propper iba a ser el héroe. "Yo iba a actuar como… lo que fui".
Además, la Callejas no quiere contestar porque lo que diga Contreras "me tiene sin cuidado. Es su venganza por lo que declaré en el caso Letelier. Está buscando cómo sacarle el cuerpo al bulto. Me tiene cansada que cada cierto tiempo aparezca un tema como éste".
Espinoza podía haber salido en libertad al cumplir la mayor parte de su pena este mes de enero y Contreras un poco después. Están obligados a culpar a la Callejas y a Townley porque esta causa pendiente puede afectarles en sus esperanzas de abandonar pronto la cárcel, ya que una decidida jueza Servini (que ya encarceló al almirante Emilio Massera) podría dictarles un auto de procesamiento.
La Callejas recuerda la carta citada por Espinoza como una especie de testamento que dejó Townley. "Pero no decía nada explícito sobre Prats. Era un papel con el cual quería evitar su extradición el 78 y que yo repartí por todos lados. Decía algo así: 'Conozco quién ordenó el asesinato de Prats; sé del intento de asesinato de Leighton; sé de los 119 desaparecidos en Argentina', en fin. A veces fue un poco exagerado porque mencionaba cosas de las que no sabía tanto".
Por ahí andan todavía esos documentos, dice. Recuerda haber entregado uno al fiscal de EE.UU. Así cumplió lo que le dijo a Mena: que todo se revelaría si Townley fuese extraditado.
Su persona, que ahora evita mostrar, es como un recuerdo angustioso del pasado que intenta superar Chile.
"¡Qué mejor para mí que se diga que nunca estuvimos en la Dina! Estaría feliz, pero desgraciadamente está bien detallado en la investigación del caso Letelier cómo conocimos a Contreras y Espinoza; cómo se compró la casa de Lo Curro; cómo comenzamos a funcionar allí. Eso comprueba que pertenecimos a la Dina. ¿Por qué le iba a interesar a la CIA la muerte de Prats?".
Un análisis desapasionado del resentimiento de Contreras y Espinoza contra la ex agente debe considerar que como intelectual mayor que su marido y con gran ascendencia sobre él, lo instó a negociar su salvación confesando que por orden de ellos puso la bomba a Letelier.
Incluso recién, en noviembre de 1999, el agente que saltó a los medios de comunicación como "el ángel de la muerte", certificó en Washington a la jueza Servini de Cubría la participación de los mismos actores en el crimen de Prats. El Estado trasandino le garantizó que su testimonio no sería usado en su contra ni el de su ex esposa, pero no les concedió inmunidad.
"Yo no sé cuáles fueron sus declaraciones", se excusa Callejas, "pero parece que todo lo que sucede se basa en su declaración".
Sus recuerdos contradicen radicalmente la aseveración judicial de Contreras en el sentido de que "jamás" la conoció, ya que, según él, no fue informante ni agente y que sólo desde fines del 74 Towney fue proveedor de elementos electrónicos para la Dina.
La ex agente asegura que "encuentro esto divertido, un chiste, pero viniendo de él no me parece raro. ¡Fue un par de veces a almorzar con Michael a mi casa! La otra vez que lo vi fue cuando tratábamos de que no lo extraditaran".
La casa grande
A solicitud de Townley, se divorciaron cuando después de acogerse al programa de protección de testigos, éste rehizo su vida sentimental en EE.UU. y encontró un buen trabajo.
Fue el signo de que para ella se acababan los tiempos de bonanza en los que, con la ayuda de Contreras, compró en Lo Curro una casa que fue otro testimonio de que desde el año 74 (el del homicidio de Prats) su entonces esposo tuvo estrecho contacto con él.
De tres niveles, 580 metros construidos y otros cinco mil de frutales y piscina, en ese lugar la Callejas tuvo mozo, cocinera y jardinero pagados por la Dina.
Entre sus misiones criminales en el exterior, Townley realizó en ese sitio experimentos de espionaje electrónico, fabricó carnets de identidad falsos de los 119 desaparecidos, se dejó gente detenida, Eugenio Berríos (muerto en Uruguay) fabricó el gas sarín y Carmelo Soria fue torturado hasta morir.
Se alojaron allí los cabecillas cubanos que atentaron contra Letelier y en ese estrecho círculo ella dice haber conocido al general (r) Raúl Iturriaga y al civil Enrique Arancibia Clavel, el primero inculpado, y el segundo detenido en Argentina por el caso Prats.
En esa casa, en fin, cuando terminó la Dina se quemaron decenas de cajas con documentos, hecho que ha impedido establecer el destino de detenidos desaparecidos.
Y al mismo tiempo, en otro piso, en insólito contrasentido, la Callejas dejaba un rato a sus niños y daba rienda suelta a sus sensibilidades intelectuales desarrollando talleres literarios y ensayos de música, con invitados que para éstos es mejor no mencionar.
Habitó dos décadas esa casa hoy demolida. Se queja de pobreza porque vivía de ella, arrendando tres departamentos. Y aunque prosigue el juicio respectivo, la expulsaron judicialmente el 95. Asegura que fue una usurpación porque durante un viaje suyo a Nueva York el ex propietario que la vendió a Townley la volvió a vender a otra persona porque ella le confió ingenuamente a un arrendatario que no figuraba a su nombre.
Pero no le ha pasado nada en lo físico ni en lo judicial. Dice deber su vida al general (r) Mena, quien los hizo vigilar para evitar que sufrieran atentados.
Hace años que no habla con un juez, aunque en sus dos años y medio en la Dina acompañó a Townley en diversos viajes al exterior, testificó contra sus antiguos jefes ante el Gran Jurado de EE.UU. (donde declaró que la orden de matar a Letelier provino de Contreras, "o de su superior directo") y proporcionó abundantes documentos y testimonios a los tribunales.
Sólo está pendiente una solicitud de imputación penal tramitada por la Servini, pero ella y el mayor (r) Armando Fernández Larios (que actuó en el atentado a Letelier y está inculpado por el de Prats) son los únicos que no han solicitado la prescripción de la acción penal.
En Buenos Aires
En su pequeño libro de memorias "Siembra Vientos", publicado en 1995 por el Cesoc y que pasó prácticamente inadvertido (debido al "stock" su precio cayó a mil pesos), la ex agente se salta completamente el asesinato de Prats, a pesar de que ya en 1978 reconoció a un medio de prensa chileno que viajó con Townley a Buenos Aires en septiembre del 74.
Confiesa allí que hace 22 años mintió mucho por orden de la Dina y por recomendación de su abogado. Este último les dijo que mintieran públicamente porque, al hacerse conocidos, evitarían que los hicieran desaparecer.
Como Townley se ocultó, ella hizo el fuerte de las declaraciones.
Ahora asegura que dejó de mentir. Aunque lo demás queda a la imaginación sólo reconoce que "estuve un montón de veces en Argentina. Pero mientras Michael iba a sus tiendas electrónicas para hacer sus compras, yo me iba a ver libros… Me acuerdo vagamente… Me acuerdo haber despertado en Santiago, que me trajeran el diario y haber leído la noticia de la muerte de Prats en la cama. Eso me dice que ese día no estaba allá…"
Pero reconoce que estuvo en Buenos Aires "cerca" de la fecha del homicidio. Y, sin embargo, al preguntársele quiénes entonces apretaron el botón respondió: "Si aunque los argentinos no supieran qué clase de bomba era, apretar un botón es una cosa muy nimia. ¿Iba a faltar alguien que apretara un botón?".
Y sobre quién preparó la bomba, entonces:
– Supongo que la preparó Michael…, por lo que dice la jueza.
Ella no lo refuta: Townley dejó preparada la bomba y se fue del lugar del crimen, a Uruguay. Un método muy parecido al de la eliminación de Letelier.
"Pero la verdad es que no tengo idea de qué pasó", asegura Callejas, "ya que lo único que hice fue acompañar a Michael".
Dice no explicarse la presencia en el juicio argentino de Fernández Larios, "a quien no conocí en esa época, pero sí para fines del 74". Es el mismo mayor (r) de Ejército inculpado en el caso de la "Caravana de la Muerte" y que vive en Miami.
Los papeles desclasificados de la CIA señalan que el general (r) Sergio Arellano, también inculpado por la "Caravana" (como Espinoza) viajó en octubre del 73 a Argentina para solicitar información sobre las actividades de Prats. Debido a ello, la familia de éste pidió investigar este posible hecho.
Mariana Callejas insiste al respecto que "de esas fechas ya no me acuerdo. Por lo tanto, me atengo a lo que diga Policía Internacional. Pero no había militares chilenos en Argentina… en realidad, no vi chilenos en Argentina".
La hora del dolor
En "Siembra Vientos" (que terminó justo cuando la Corte Suprema condenó a Contreras y Espinoza) observaba sin sorpresas cómo cambiaba su país. Cómo sus amigos que en la década del 70 fueron firmes partidarios del gobierno militar, se convertían en socialistas o democratas- cristianos.
Pero también reconoce haber cambiado.
Asegura haber aprendido que la clase trabajadora no guarda rencores porque lo probó en reuniones con pobladores. Que junto a comunistas y socialistas participó en las protestas del "No". Reconoce que le gustaría un gobierno de Lagos.
En las líneas finales del libro hace una reflexión que parece actual: "Más allá de la condena de Contreras y Espinoza, el país sabe que son culpables y que para ellos no habrá paz, como no la ha habido para todos aquellos, sus discípulos y servidores, que han vivido escondidos, que callan, que no quieren ser reconocidos, que temen, que han sido condenados por sus propias conciencias".
Y agrega, ahora: "La verdad es que no les tengo mala. Me imagino que los compadres actuaron por órdenes superiores. Yo sé que el caballero que se encuentra en Londres estaba en todo. Pero es atroz que haya habido tantos que se escudaran tras otras personas para rehuir sus propias responsabilidades. Tiran al más chico. Fernández Larios en la época de la Caravana de la Muerte apenas tenía 23 años, por lo cual no podía haber rechazado órdenes superiores. Y tantos años después la gente cambia. Hay que darles el derecho de cambiar".
– ¿Y usted ha cambiado?
– No me gustaba la Unidad Popular y el golpe militar lo deseé tanto como cualquier persona que estuviera en el bando contrario. Pero nunca me imaginé lo que podía pasar. Y con el tiempo uno va dándose cuenta de los verdaderos valores de la vida. Lamento mucho no haber podido surgir como escritora. Porque creo en mí. Creo que los libros muestran más claramente al individuo que lo que éste puede decir por sí mismo. Si volvieran a suceder las cosas tal cual no sé si desearía un golpe militar. Sé que cometí errores, pero no soy la única. Hay gente que erró peor que yo, y todavía no ha recibido el castigo que sí yo he recibido.
Quizás lo que más le duele es que su vida haya sido un obstáculo para su carrera.
"Tengo libros en editoriales, que a pesar de los contratos firmados, no me los quieren publicar. Mi castigo ha sido el silencio en lo que me interesaba más. En la pérdida de todo. Porque yo a Michael lo quería. Y me duele haberlo perdido. La pérdida de mi familia. De mi casa y de todos los enseres domésticos que se fueron con ella, ya que me fueron robados cuando me sacaron con la fuerza pública y no tuve dónde llevarlos. Y de repente me encontré con las manos vacías. Perdí muchos de mis cuentos, mis escritos, mis cartas. Aparte de lo indigno del asunto, porque había mucha televisión y estaba lloviendo a cántaros y se me mojó absolutamente todo. Tuve que abandonar a mi perro, lo cual fue terriblemente doloroso. Me quedé sin casa, sin poder recibir a mis amigos y con eso se fueron retirando.
Sigue escribiendo, sin embargo. Y recordando. Porque la conciencia no se puede sepultar.
por Mauricio Carvallo
Townley y callejas con el detonador en las piernas
Fuente :La Nación, 19 de Febrero 2003
Categoría : Prensa
Faltaban veinte minutos para la una de la madrugada del lunes 30 de septiembre de 1974, cuando el general Carlos Prats asomó su auto lentamente para ingresar al garage de la calle Malabía 3359 en el barrio de Palermo en Buenos Aires. Se bajó, abrió la puerta y volvió al auto. Las luces de la calle estaban premeditadamente apagadas. A escasos cien metros, Mariana Callejas tenía dentro del auto el detonador sobre sus piernas. Michael Townley le dio la orden de activarlo, pero no funcionó. El gringo le quitó rápido el detonador y produjo la explosión. El “peligro” Prats estaba extinguido para el dictador
Augusto Pinochet. Este antecedente fundamental fue relatado por el mismo Townley a la jueza Servini en Estados Unidos, declaración que se guarda bajo secreto en el tribunal argentino. El ministro Alejandro Solís deberá requerirla de la jueza argentina, porque no forma parte del expediente enviado a Chile. Aunque imputado según las pruebas por la jueza Servini como coautor del homicidio y asociación ilícita, Pinochet no pudo ser procesado por la magistrada porque la Corte de Apelaciones de Santiago y la Corte Suprema rechazaron desaforarlo, por su estado de “demencia”. La jueza debía viajar a Chile a interrogarlo.
La misma madrugada del crimen el ministro consejero de la embajada de Chile en Buenos, Guillermo Osorio, llamó al subsecretario de Relaciones Exteriores en Chile, general Enrique Valdés Puga, para pedir un avión que repatriara los dos cuerpos. “Déjelos ahí no más, que se pudran en Buenos Aires” fue la respuesta de Valdés, según se acredita en el proceso.
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La hora de Mariana
Fuente : La Nación, 2 de Marzo 2003
Categoría : Prensa
Cual hermanos Vicario aguardando de madrugada a Santiago Nasar para matarlo, esperaron Michael Townley y Mariana Callejas ocultos en la noche al general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert.
Pero los Vicario, según cuenta García Márquez en Crónica de una Muerte Anunciada, se entregaron al cura y un tribunal los absolvió por actuar en legítima defensa del honor mancillado de su hermana Angela. Townley está confeso del doble crimen, pero no se entregó a ningún cura sino al papá grande por asesinar a Letelier: está bajo protección en Estados Unidos.
Mariana Callejas, en cambio, lleva 29 años eludiendo siquiera balbucear la palabra Prats, y apenas quiso pronunciar sílaba cuando la jueza argentina María Servini vino a Chile a interrogarla, autorizada por la Corte Suprema.
Sobre ella apuntarán los dardos ahora, luego de que el martes , por primera vez desde 1974 cuando ocurrió el atentado en Buenos Aires, fuera procesada la ex plana mayor de la DINA por el doble asesinato.
A casi tres décadas de cometido el delito, ella espera su turno.
Esa madrugada en Palermo fue la primera en activar fallidamente la bomba, mientras tenía el control electrónico encima de sus piernas, sentada en el auto. Luego el gringo
acertó. Con seguridad será la única de los dos autores materiales que podría ser procesada y condenada, porque Townley difícilmente será extraditado a Chile desde Estados Unidos. La petición en tal sentido del ministro en visita Alejandro Solís, el
juez de la causa en Chile, es sólo cuestión de tiempo. La negativa norteamericana también.
RELATO DEL GRINGO
No se sabe qué pasó por la mente del gringo cuando hace dos años dijo a la jueza Servini en EE.UU. que a Prats y su esposa los mató junto a Mariana, y que con ella preparó la bomba con los cartuchos de C-4 y los detonadores que en Santiago le
entregó el segundo de la DINA, Pedro Espinoza.
De ese relato, “secreto” según la jueza por el convenio con Estados Unidos para poder interrogar a Townley, más las múltiples “presunciones fundadas” acumuladas en la
investigación de la magistrada argentina y que Mariana todavía niega, depende su futuro.
Lo más probable es que primero sea procesada por la Servini en Buenos Aires, como lo fueron antes los cinco encausados el martes por Solís, Manuel Contreras, Pedro Espinoza, los hermanos Raúl y Jorge Iturriaga, y el hombre de los “corvos acerados”, José Zara. Para ello la jueza espera sólo que el expediente regrese a sus manos desde la Corte Suprema argentina, donde se tramitan un par de recursos por la condena a perpetua de Enrique Arancibia Clavel.
Mientras, Mariana vive tratando de pisar lo más despacio posible, escribiendo y repasando su memoria, como cuando escribió Siembra Vientos. Curiosamente, siendo el libro un relato detallado de su vida junto al gringo en los tiempos en que Manuel
Contreras los protegía y les encargaba misiones en el extranjero, el episodio Prats-Cuthbert está omitido.
“ANA PIZARRO”
“Salvoconducto Nº 17039: Ejército de Chile-Comandancia General-, Guarnición Ejército, Jefatura de Zona en Estado de Emergencia, Santiago. Válido hasta 1977, autoriza a Ana Pizarro Avilés, funcionaria DINA”. Es la prueba Nº100 del expediente de 40 tomos de la jueza argentina. “Salvoconducto Nº 12014.
Secretaría General de Gobierno, autoriza a Ana Luisa Pizarro Avilés, con el objeto de cumplir servicios especiales”. Es la prueba Nº 98. El nombre corresponde a una de las varias chapas que usó la Callejas para operar en la DINA, desde que Pedro Espinoza les habló junto al gringo a fines de 1973 de “la criatura” invencible que nacía en las Rocas de Santo Domingo, con el primer curso de entrenamiento para sus agentes, entre cuyos adiestradores estuvo el actual alcalde de Providencia, Cristián Labbé.
Para el juez Solís, obtener de la Servini el texto con las declaraciones de Townley será difícil, pues primero deberáaceptarlo el Departamento de Justicia norteamericano, órgano del mismo país que, hasta ahora, nunca ha aceptado extraditar a Argentina a Armando Fernández Larios, otro sobre quien apuntan las flechas en este doble crimen, igual que contra el coronel (R) Cristoph Willekie Flöl, también de la DINA.
Respecto de Willikie, fue notable el “desaire” que le hizo Contreras ante la jueza Servini, desnudándolo de punta a cabo como agente DINA que cumplía misión en Buenos Aires, cuando Willikie lo había negado rotundamente, según consigna el expediente argentino.
Pero fue también Contreras quien delató a la Callejas como quien hizo explotar la bomba junto a Townley, como lo estableció la jueza en su investigación. Claro que el “Mamo” lo hizo para fundamentar su irrisoria versión de que el doble crimen lo cometió la CIA, a través de la pareja.
Otro a quien también se le terminó el sigilo de los últimos 29 años, tiempo en el que también logró escabullir un dictamen judicial, fue al ex agente civil Jorge Iturriaga Neumann, hoy procesado y arrestado en la ex Penitenciaría.
El muerto Santiago Nasar y la viva Mariana Callejas se juntan en la desgracia.
Petición de extradición de Mariana Callejas llega a Chile
Fuente :La Tercera,10 de Julio 2003
Categoría : Prensa
A la secretaría de la Corte Suprema ingresó el expediente de extradición de Mariana Callejas, ex-esposa de Michael Townley, y del brigadier (r) Christopher Willike, solicitada por la jueza trasandina María Servini de Cubría, quien investiga el doble asesinato en Argentina del ex-comandante en jefe del Ejército general Carlos Prats y de su esposa Sofía Cuthbert el 30 de septiembre de 1974.
Esta solicitud deberá ser estudiada en calidad de sumario criminal por un integrante del máximo tribunal del país el que deberá citar a los dos inculpados para tomarle declaraciones indagatorias por estos hechos y determinar su prisión preventiva.
En diciembre del año pasado la sala penal de la Corte Suprema determinó no extraditar a los hoy cinco procesados en Chile por estos hechos en el marco de la investigación que lleva en Chile el juez Alejandro Solis por la muerte de general (r) Carlos Prats y su esposa.
Caso Prats: Magistrado ordena detención de Mariana Callejas
Fuente :El Mercurio, 18 de Julio 2003
Categoría : Prensa
El ministro Nibaldo Segura, quien está encargado de analizar la solicitud de extradición de los ex agentes de la Dina Cristoph Willike y Mariana Callejas, ordenó esta tarde el arresto preventivo domiciliario de esta última, luego de tomarle declaración por más de tres horas.
Callejas llegó hasta el despacho del magistrado cerca de las 12:30 horas, en donde se le notificó de la petición hecha por la magistrada María Servini de Cubría, quien investiga en su país el asesinato del general (r) Carlos Prats.
Tras la diligencia, la mujer fue trasladada hasta su domicilio en la Reina en donde será custodiada por funcionarios de la Décimo Sexta Comisaría de esa comuna.
El Pleno de la Corte Suprema resolvió el lunes pasado designar al ministro Segura para que evalúe en sumario criminal si procede o no acoger la petición de la magistrada argentina.
El expediente de extradición enviado por Servini ingresó a la Secretaría del Máximo Tribunal el jueves de la semana pasada.
Callejas estuvo casada con Michael Townley, a quien se le atribuye haber puesto un artefacto explosivo bajo el automóvil del general (r) Prats.
Según el ex director de la Dina, general Manuel Contreras, la escritora detonó el artefacto cuando el auto ingresaba al estacionamiento del edificio donde vivía Prats junto a su esposa, en el barrio de Palermo de Buenos Aires.
Willike, en tanto, fue Jefe de la red de la DINA en la capital argentina, y además fue contacto de ese organismo con el Servicio de Inteligencia Uruguayo.
En Buenos Aires, trabajó con Enrique Arancibia Clavel. Según sus propias declaraciones juradas, fue Jefe del Departamento Exterior de la CNI, continuadora de la Dina en 1978
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Caso Prats: Corte Suprema concede libertad a Mariana Callejas
Fuente :El Mercurio, 23 de Julio 2003
Categoría : Prensa
Por cuatro votos contra uno la Segunda Sala de la Corte Suprema decidió hoy conceder la libertad previo pago de una fianza de $100 mil pesos a la ex agente de la DINA Mariana Callejas, quien permanecía detenida desde el pasado jueves por orden del ministro Nibaldo Segura.
El magistrado, quien fue designado por el Pleno del Máximo Tribunal para analizar la solicitud de extradición de la escritora y el brigadier (r) Cristoph Willike que hizo la jueza argentina María Servini de Cubría, decretó la detención domiciliaria de Callejas luego de interrogarla el jueves pasado.
La mujer permanecía en su vivienda en La Reina custodiada por funcionarios de la Décimo Sexta Comisaría de esa comuna.
La abogada de la familia Prats, Pamela Pereira, sostuvo que la libertad no tiene incidencia en el proceso, "porque efectivamente los antecedentes son muy claros desde el punto de vista de la responsabilidad que Mariana Callejas tiene en el homicidio del general Carlos Prats y su esposa".
Callejas fue procesada en argentina por la magistrada Servini, quien investiga el doble asesinato del ex Comandante en Jefe del Ejército general Carlos Prats y de su esposa Sofía Cuthbert, ocurrido el 30 de septiembre de 1974 en el barrio Palermo de Buenos Aires.
La escritora estuvo casada con Michael Townley, a quien se le atribuye haber puesto un artefacto explosivo bajo el automóvil del general (r) Prats.
Según algunos testimonios, Callejas detonó el artefacto cuando el auto ingresaba al estacionamiento del edificio donde vivía Prats, en el barrio de Palermo de Buenos Aires.
Willike, en tanto, fue interrogado ayer por el ministro Segura. Tras la diligencia, quedó detenido en el Comando de Telecomunicaciones del Ejército.
Su defensa anunció que pedirá su libertad mañana.
El brigadier en retiro fue jefe de la red de la DINA en la capital argentina, y además fue contacto de ese organismo con el Servicio de Inteligencia Uruguayo.
En Buenos Aires, trabajó con Enrique Arancibia Clavel. Según sus propias declaraciones juradas, fue Jefe del Departamento Exterior de la CNI, continuadora de la Dina en 1978.
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Corte confirma procesamiento de Mariana Callejas
Fuente :El Mercurio, 10 de Septiembre 2003
Categoría : Prensa
La Tercera Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ratificó hoy, por unanimidad, la resolución del juez Alejandro Solís, de someter a proceso a la ex agente de la Dina Mariana Callejas, como autora del doble homicidio calificado del ex general Carlos Prats y su esposa, Sofía Cuthbert, ocurrido en 1974 en Buenos Aires, Argentina.
Callejas deberá permanecer detenida en el Centro de Orientación Femenina de la comuna de San Joaquín, lugar donde se encuentra recluida desde el lunes pasado.
Por el caso además fue sometido a proceso, también como autor de doble homicidio calificado, el brigadier (r) del Ejército Christoph Willike, quien permanece detenido en el Comando de Telecomunicaciones del Ejército, en Peñalolén.
Willike fue jefe de la red de la Dina en la capital argentina y el contacto del organismo con los servicios secretos de Uruguay.
Sobre ambos pesa una solicitud de extradición de la justicia trasandina, por la causa que en ese país investiga el mismo atentado, registrado el 30 de septiembre de 1974.
Por su parte, el abogado de las hijas del ex general Prats, Hernán Quezada, se mostró satisfecho con el dictamen e informó que mañana jueves 11 de septiembre se inaugurará una placa recordatoria del ex comandante en jefe del Ejército en la plaza Chile, en la capital de Argentina.
Mariana Callejas fue esposa de Michael Townley, también ex agente de la Dina, y quien es acusado de haber colocado el artefacto explosivo que destruyó el automóvil de Prats y su esposa.
En el expediente, testigos aseguran que Callejas detonó la bomba cuando las víctimas ingresaban al estacionamiento del edificio en que vivían.
Por el mismo caso, se encuentran procesados el ex jefe de la Dina general (r) Manuel Contreras, los brigadieres (r) Pedro Espinoza y José Zara, además del general (r) Raúl Iturriaga Neumann y su hermano, ex agente civil, Jorge Iturriaga Newmann.
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Primer paso en la justicia para el crimen Prats-Cuthbert
Fuente :lanacion.cl, 1 de Julio 2008
Categoría : Prensa
Cuando cerca de la una de la madrugada del lunes 30 de septiembre de 1974 el general Carlos Prats detuvo su auto junto a su esposa Sofía Cuthbert para entrarlo al garaje de la calle Malabía, en el barrio de Palermo en Buenos Aires, unos segundos pudieron salvar sus vidas.
Fue el breve lapso en que la agente de la DINA Mariana Callejas no logró activar el detonador electrónico cuando su marido, el gringo Michael Townley, a su lado al interior de un vehículo, le dio la orden de matar.
Townley era más diestro y le quitó el dispositivo provocando la explosión que remeció la calle oscura. El general y su mujer nunca supieron de aquellos segundos del destino.
Treinta y cuatro años después, ayer la espada de la justicia cayó finalmente sobre los autores intelectuales y materiales, seis altos oficiales y un suboficial de Ejército, todos en retiro, además de dos civiles.
Dos presidios perpetuos y penas de prisión entre 20 años y 541 días para todos ellos, dictados en la sentencia de primera instancia por el juez instructor de la causa, Alejandro Solís.
A las 10 de la mañana llegaron al despacho del ministro Solís las hijas del general, Cecilia y Angélica, junto a la abogada Pamela Pereira. La otra hija, Sofía, es actual embajadora en Atenas. El otro abogado querellante, Hernán Quezada, se encuentra en Nueva York por dos años.
Media hora después, al salir de la sencilla oficina en la terraza del Palacio de Tribunales, los ojos brillantes de las tres mujeres denotaban la emoción vivida junto al juez.
"Ahora el país ya sabe la verdad", dijo Angélica. Cecilia recordó los primeros tiempos en Buenos Aires cuando la jueza María Servini iniciaba las primeras indagatorias que concluyeron con un único condenado, el agente civil Enrique Arancibia Clavel.
Después, en 2002 el doble crimen se comenzó a investigar por primera vez en Chile.
La abogada Pereira tenía también motivos para emocionarse, pues recordó a su padre asesinado junto a los campesinos de Paine.
"Este acto de justicia con el general Prats, su esposa, y su familia simboliza la justicia que otros familiares todavía no han tenido en Chile, como es el caso de mi padre", señaló.
Pero como lo recordaron las hijas del matrimonio asesinado, faltó a la cita el dictador Augusto Pinochet. El fue el principal autor intelectual, a pesar de que, primero con su pretendida demencia con la que engañó a los jueces de las cortes, como algunos ministros en privado lo reconocen, y luego por una cuestión de forma procesal, se salvó dos veces de ser desaforado por este doble crimen.
Desde Nueva York el abogado Quezada manifestó que "la sentencia del ministro Solís debería convertirse en material de estudio en las escuelas institucionales de las Fuerzas Armadas, porque constituye un documento histórico para establecer la verdad acerca de los crímenes más atroces cometidos durante la dictadura de Pinochet".
Aquel domingo 29 de septiembre de 1974, extrañamente el general Prats se veía alegre y hasta rió a veces. En la casaquinta de los Stevenin-Muratorio en las afueras de Buenos Aires (BA) asistía a un asado junto al ex cónsul de Chile, Eduardo Ormeño.
Hablaron de pintura y otros temas que manejaba como un soldado culto, al igual que su esposa. Jugaron al bridge y el matrimonio propuso formar un grupo para reunirse todos los miércoles a jugar. Empezarían la próxima semana.
Cerca de las cuatro de la tarde los Prats-Cuthbert pidieron a Ormeño que los llevara de vuelta a Malabía para cambiarse ropa porque irían al cine con el ex embajador de Allende en Buenos Aires, Ramón Huidobro y su mujer. "Pan y chocolate" fue la película.
Después se fueron a cenar a casa de Huidobro. Allí Prats, en la sobremesa, volvió a entristecer y dijo una frase que marcó para siempre esa noche: "Cómo irá a ser esto Ramón, por dónde vendrá, pero yo ando armado así es que no les será tan fácil". En los días previos había recibido amenazas de muerte.
El viernes anterior, oculto en el garaje de Malabía, Townley instaló bajo el Fiat 125 del general la carga con dos cartuchos de C4 y tres detonadores.
El tío Kenny, como los hijos de Mariana Callejas llamaban al gringo, se había cruzado días antes con el general Prats en un parque mientras lo seguía. Pensó en dispararle ahí mismo, pero desistió porque "había mucha gente" como lo dijo después en Estados Unidos a la jueza Servini.
Mientras tanto, El "Yiyo" Raúl Iturriaga, entonces jefe del departamento exterior de la DINA, vigilaba, husmeaba, juntaba más datos de los pasos del matrimonio que agregaba a los recolectados por el mayor Juan Morales (que después sería el jefe de la temible Brigada Lautaro), enviado por Contreras a BA como el primer espía de avanzada.
A las 00:40 de la madrugada del día 30, Townley y Callejas esperaban a cien metros de distancia al interior de su auto en la penumbra de la calle Malabía, cuyas luces estaban debidamente apagadas coordinados con la inteligencia argentina.
Prats y su mujer no alcanzaron a sospechar nada. Menos que estaban a minutos de conocer la fatal respuesta al comentario que esa noche el general le había hecho en la sobremesa a su amigo Ramón Huidobro, ¡cómo irá a ser!
34 años después
Viajaban por el barrio Palermo, en Buenos Aires, la madrugada del 30 de septiembre cuando una bomba instalada por miembros de la DINA fue detonada. El general (R) Carlos Prats y su esposa, Sofía Cuthbert, habían sido asesinados.
Ayer, 34 años después, elmagistrado Alejandro Solís, finalmente dictó condenas contra los ex agentes de la DINA acusados por asociación ilícita y doble homicidio.
Para Manuel Contreras, el ex jefe operativo del grupo de inteligencia, ordenó cadena perpetua en cada una de las muertes. La sentencia también incluye penas para otras ocho personas.
Informadas del fallo en profundidad, las dos hijas del general Prats no pudieron contener su emoción. Para ambas las sentencias son justas y entregan verdad al país y al Ejercito.
Sin embargo, para ellas, también debió haber sido condenado Augusto Pinochet por cuanto, “él también fue parte de este grupo de personas que atentaron contra mi padre”, dijo Cecilia Prats.
Hecho público el fallo, el Gobierno valoró la investigación, un paso en la labor de “hacer verdad y justicia”, como dijo el ministro de Justicia, Carlos Maldonado. Los parlamentarios socialistas y PPD también se mostraron conformes con el dictamen y esperanzados en que otros casos que se investigan también tengan este impacto.
Pero todavía no está todo dicho en este caso. Al ser una sentencia de primera instancias los involucrados pueden apelar. Habrá que esperar.
Condenados
• General (R) Juan Manuel Contreras Sepúlveda: Dos condenas a presidio perpetuo por los homicidios calificados de Carlos Prats González y Sofía Cuthbert Charleoni. Veinte más como jefe en el delito de asociación ilícita en concurso real con el doble delito de homicidio calificado.
• Brigadier (R) Pedro Octavio Espinoza Bravo: Dos condenas a 20 años por los homicidios de Carlos Prats González y Sofía Cuthbert Charleoni y 20 años como jefe en el delito de asociación ilícita.
• General (R) Raúl Eduardo Iturriaga Neumann: Dos condenas a 15 años por los homicidios calificados y 541 días como miembro de asociación ilícita en concurso real con el doble delito de homicidio calificado.
• Brigadier (R) José Octavio Zara Holger: Dos condenas de 10 años y un día por el doble homicidio y 541 días por asociación ilícita en concurso real con el doble delito de homicidio calificado.
• Coronel (R) Cristoph Georg Paul Willeke Floel: Dos condenas a 10 años y un día por el doble homicidio y como miembro en el delito de asociación ilícita a 541 días.
• Coronel (R) Juan Hernán Morales Salgado: Dos condenas a 10 años y un día por el doble homicidio y 541 días por asociación ilícita.
• Mariana Inés Callejas Honores: Dos condenas a 10 años y un día por el doble homicidio calificado.
• Jorge Enrique Iturriaga Neumann: Dos condenas a 5 años y un día como cómplice de homicidios calificado.
• Suboficial Reginaldo de la Cruz Valdés Alarcón: Dos condenas de 541 días como cómplice de homicidio calificado.
Confirman duras condenas por crimen de Carlos Prats
Fuente :lanacion.cl, 29 de Enero 2009
Categoría : Prensa
La Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago confirmó en todos sus términos las condenas dictadas en primera instancia por el ministro Alejandro Solís el pasado 30 de junio de 2008, en contra de nueve ex agentes de la DINA, incluido su jefe Manuel Contreras, por el doble homicidio del general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert.
El doble crimen fue cometido en Buenos Aires en la madrugada del 30 de septiembre de 1974, mediante la instalación de una bomba en el auto del ex comandante en jefe del Ejército.
La hija del general, Angélica Prats, dijo en el palacio de tribunales que “estamos emocionados como familia porque la Corte ha confirmado todas las condenas aplicadas por el ministro Solís”.
Sin embargo, advirtió que “ahora esperamos que la Sala Penal de la Corte Suprema no rebaje las penas”. Con ello aludió a que, desde hace unos tres años, este tribunal viene beneficiando a todos los ex agentes con rebajas considerables de condena, lo que permite otorgarles el beneficio de cumplirlas bajo los cinco años y un día en el régimen de “libertad vigilada”.
Entre los organismos de derechos humanos existe la interrogante si esta vez los ministros de la Sala Penal “se atreverán” a beneficiar también a los asesinos del general y su esposa.
De los nueve sentenciados, sólo están en prisión cumpliendo otras condenas, Manuel Contreras, el ex segundo de la DINA, Pedro Espinoza, y el ex jefe exterior de esta asociación ilícita criminal, general (R) Eduardo Iturriaga Neumann.
Los otros castigados judicialmente son el brigadier (R) José Zara Holger, los coroneles (R) Christoph Willikie Flöel y José Morales Salgado, el suboficial (R) Reginaldo Valdés Alarcón, y los ex agentes civiles Mariana Callejas Honores (ex esposa de Michael Townley quien hizo estallar la bomba junto a Callejas) y Jorge Iturriaga Neumann.
La resolución fue adoptada por la unanimidad de la Novena Sala integrada por los ministros Jorge Dahm y Mario Rojas, y la magistrado Dobra Lusic.
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Caso Prats: Drástica rebaja de penas para autores del crimen y formación de asociación ilícita
Fuente :El Mostrador.cl, 8 de Julio 2010
Categoría : Prensa
La Segunda Sala de la Corte Suprema dio a conocer este jueves el fallo definitivo con las condenas dictadas contra los responsables de los homicidios del otrora comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats y su esposa, Sofía Cuthbert, perpetrados en septiembre de 1974, en el barrio bonaerense de Palermo.
El presidente de la sala penal, Rubén Ballesteros, comunicó las siguientes penas. Por asociación ilícita formada en 1974, el general (r) Manuel Contreras y el brigadier (R) Pedro Espinoza fueron condenados a tres años y un día, sin beneficios.
Por su parte, Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, Cristoph Willike Floel, José Zara, Juan Morales Salgado fueron condenados a 100 días de cárcel por este mismo ilícito.
Por el delito de homicidio calificado, los generales en retiro Manuel Contreras y Pedro Espinoza fueron condenados a 17 años de presidio mayor, sin medidas alternativas.
En tanto, Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, Willike Floel, José Zara, Juan Morales Salgado fueron condenados a 15 años y un día sin beneficios.
En calidad de cómplices, Mariana Callejas y Jorge Iturriaga Neumann fueron condenados a una pena de cinco años de presidio con beneficios.
El 29 de enero del año pasado, la Corte de Apelaciones de Santiago ratificó la sentencia dictada el 30 de junio de 2008 por el juez de primera instancia, Alejando Solís. El magistrado condenó a doble cadena perpetua al general Manuel Contreras y de forma adicional, fue sentenciado a otros 20 años de prisión como jefe de la asociación ilícita que organizó la disuelta DINA para cometer el doble crimen.
Las mismas penas recibió el ex brigadier Pedro Espinoza Bravo; mientras el general retirado Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, encargado de las operaciones en el exterior del organismo, recibió dos condenas de 15 años de prisión por los asesinatos y 541 días por asociación ilícita.
El ex brigadier José Zara fue sentenciado a dos penas de diez años de cárcel por los homicidios y a 541 días por la asociación ilícita, al igual que los ex coroneles Cristoph Willike Floel y Juan Morales Salgado.
Mientras Mariana Callejas fue condenada a dos penas de diez años. La mujer fue esposa del ex agente estadounidense Michael Townley, quien actualmente reside en Estados Unidos, acogido al programa de protección de testigos, fue el encargado de instalar y detonar la bomba colocada bajo el automóvil del general Prats.
Mariana Callejas, cómplice del crimen de Carlos Prats y su esposa (I): Vida literaria en el corazón de la DINA
Fuente :ciper.cl, 8 de Julio 2010
Categoría : Prensa
Mariana Callejas no irá a prisión. Después de ocho largos meses de espera, la Corte Suprema anuló la condena a 20 años dictada en primera y segunda instancia, beneficiando a la ex esposa de Michael Townley con una sentencia de sólo 5 años y sin cárcel como cómplice del crimen del general Carlos Prats y su esposa, ejecutado en 1974, en Buenos Aires. Aún así, ella dice que pagó un duro castigo al convertirse en paria de las letras chilenas. Comenzó a escribir seriamente casi a la par que se afilió a la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA. Dos ocupaciones muy distintas y en apariencia opuestas pero que inevitablemente terminaron mezclándose: uno de sus primeros cuentos trata sobre un sujeto a quien le encargan instalar una bomba bajo un auto. Su casa fue cuartel y a la vez sede de un taller literario por el que pasarían figuras relevantes de la Nueva Narrativa Chilena. En esas sesiones de lectura era quien llevaba la voz cantante. El mando. Escribía más que ninguno del grupo y era considerada una promesa de las letras nacionales. Todo eso mientras tomaba parte activa del organismo represivo de Pinochet.
El libro que Mariana Callejas tenía sobre la mesa de comedor trata de sicología. El drama del niño dotado, de Alice Miller, llegó ahí por intermedio de un amigo budista que cree en los libros de conocimiento personal y autoayuda: “No sé por qué se le ocurre que me voy a encontrar a mí misma; yo ya me encontré hace rato”, dijo ella y sonrió desde su departamento de dos ambientes en Providencia, donde a esas horas del atardecer sonaba el grupo gótico Dead Can Dance. Una música extraña y oscura, inquietantemente hipnótica, suave y a la vez intensa, como la misma Callejas. Una música que serviría para ambientar el tránsito de la vida a la muerte de un ser humano.
La serie de encuentros y entrevistas con Mariana Inés Callejas Honores sucedieron unas semanas antes de la resolución de la Corte Suprema que anuló la sentencia a veinte años de cárcel en su contra por el asesinato del ex comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats y su esposa, ocurrido en 1974 en Buenos Aires. En esos días, previos a la sentencia definitiva, ella decía estar tranquila y confiada de su absolución. Decía eso y además se veía sinceramente tranquila y confiada, no obstante que las pruebas en su contra parecían sólidas. El propio Michael Townley confesó que su ex esposa chilena participó directamente, al igual que él, del atentado a Prats.
La escritora y ex agente de la DINA, de 78 años, decía que en caso de confirmarse la sentencia de primera instancia del juez Alejandro Solís no se afligiría. Ya estuvo siete meses en prisión en 1993 y esa experiencia “no significó mucho, si se sabe vivir ahí”, afirmó. Recordó que escribía poesías de amor para que sus compañeras de prisión se comunicaran con sus parejas y que solía contar a viva voz cuentos propios y ajenos, algunos de terror que incluyó en dos de sus libros. Salvo por algunas comodidades que dijo la tenían sin cuidado, la vida en prisión no haría gran diferencia con la que había estado llevando en los últimos años.
Una vida austera, solitaria y quieta. Una vida de condena social y de un ir y venir entre tribunales. Destacó además que en prisión puede hacer dos de las cosas que más le gustan: leer y escribir. De hecho, en prisión leyó Nocturno de Chile, el libro de Roberto Bolaño que recrea en clave de ficción los talleres literarios que ella solía organizar en la casa de Lo Curro, que al tiempo que sede social y literaria fue cuartel de la DINA y escenario de crímenes y horrores.
Mariana Callejas no reconocía autoría en el asesinato de Prats. Ni siquiera haber protagonizado o visto algún ilícito en sus años de agente. De lo que sí se mostró arrepentida es de haber participado en la DINA. Pero no por un juicio político o moral a la policía secreta de Pinochet, sino por las vergüenzas y dolores que han tenido que padecer sus cinco hijos, ocho nietos y un bisnieto.
Por eso, y principalmente porque su pasado político truncó una carrera literaria que se preveía promisoria.
Editores de renombre que leyeron sus cuentos, pero que no la publicaron por motivos políticos o morales, la reconocen como una escritora de méritos. Mejor que la media en Chile, al menos. Por algo fue reconocida con premios literarios ganados en buena ley. Pero Mariana Callejas es Mariana Callejas, protagonista de los más renombrados crímenes de la dictadura. De ahí que haya debido autoeditarse, habituarse al rechazo y desaire de sus pares. Eso sí que la entristece.
A decir verdad, en uno de los encuentros dijo precisamente lo contrario: que no la entristecía en absoluto, sino únicamente que lo encontraba injusto, pero lo dijo con voz triste. Eso ha sido un verdadero castigo, admitió después, en una de las pocas ocasiones que mostró alguna fisura
NOVELAS DE ESPÍAS
El punto de partida se sitúa en el invierno de 1974, cuando ingresó al taller literario que el escritor Enrique Lafourcade ofrecía en el Instituto Cultural de Las Condes. Eran cerca de cincuenta alumnos y ella destacaba entre la media. Ella y un par de nombres: Carlos Franz y Erik Polhammer. Había comenzado a escribir a fines de los sesenta, mientras vivía en Miami junto a su tercer marido y padre de dos de sus cinco hijos, Michael Townley. Allá tomó un curso de escritura y ensayó sus primeros cuentos, varios de ellos inspirados en personajes que había conocido una década atrás en Nueva York.
Fue precisamente uno de esos cuentos, llamado ¿Conoce usted a Bobby Ackermann?, el que impresionó favorablemente al maestro del taller en Santiago. Ambientado en Brooklyn, este monólogo de un veterano sastre judío obtuvo en 1975 el primer lugar del concurso de cuentos Rafael Maluenda del diario El Mercurio. El relato fue incluido cinco años después en el primer libro de la autora y posteriormente, a instancias de Lafourcade, en una selección de cuentos chilenos de editorial Andrés Bello que contó con un tiraje de 45 mil ejemplares.
Lafourcade será el gran puntal literario de la Callejas. Estimuló su escritura y no pocas veces influyó para que la publicaran y ganara premios. Fue también gracias a él que la autora participó en el almuerzo que escritores chilenos compartieron con Jorge Luis Borges en 1976.
Dos años antes, al comienzo del taller, su esposo estadounidense solía recogerla en auto y muchas veces llevaban a Lafourcade a su casa. Así conocieron su intimidad y ganaron su confianza. Callejas era su alumna preferida y ejercía una atracción especial en él y otros alumnos del taller, que admiraban sus observaciones agudas y punzantes, a veces crueles, pronunciadas con voz sedosa y pausada. Le gustaban las novelas de espías, especialmente las de John Le Carré, y comentaba con propiedad obras de Hemingway y Camus. Pese a su baja estatura, era una mujer atractiva, además de cosmopolita y enigmática.
Había vivido en un kibutz en Israel y su tercer marido era un norteamericano diez años menor que ella. Uno de sus amores, el también agente DINA Antal Lipthay, la definirá en una declaración judicial del caso Letelier como una mujer “extraordinariamente inteligente y hábil (…) Gustaba relatar detalles íntimos de sus vivencias en el kibutz, las costumbres, las obligaciones, la igualdad entre los sexos, la liberalidad en las manifestaciones eróticas. Y en este último detalle, recuerdo que a Mariana le satisfacía abundar en imágenes e incluso evocar algunas de sus propias experiencias”.
En el mismo testimonio, Lipthay la definirá en un ámbito más oculto: “La permanente acción política le da la satisfacción espiritual que necesita”.
COMANDANTE PEPE
La acción política experimentó un cambio de eje radical. Si en su juventud simpatizó con la izquierda, desde fines de los sesenta transitó hacia la vereda opuesta. No es fácil explicar esto. Tampoco ella se lo explica.
En una de sus tantas declaraciones a la justicia dirá que así como en Estados Unidos marchó en contra de la guerra de Vietnam también lo hizo antes en favor del senador Joseph McCarthy. Y hoy asegura que así como sigue siendo anticomunista, también se declara anticlerical. El hecho es que su verdadera “satisfacción espiritual” comenzó durante la Unidad Popular, cuando adscribió junto a su marido al movimiento nacionalista de extrema derecha Patria y Libertad y participó de la emisora clandestina Radio Libertad. Más protagonismo tuvo Michael Townley, que se vio involucrado en la muerte de un obrero en Concepción y debió arrancar del país para eludir la cárcel junto a su familia.
Tenía historial político, pero de eso no se hablaba en el taller literario de 1974. Se discutía de literatura y punto. Nadie sospechaba de ella. Por eso, ese mismo año, cuando Lafourcade anunció el abrupto fin del taller ante la deserción de varios alumnos, los que persistían aceptaron la invitación de ella de seguir las sesiones en la mansarda de la casa que tenía con Townley en calle Pío X, en Providencia. Uno de esos alumnos fue el empresario catalán Cristián Aguadé.
Ex esposo de la pintora Roser Bru y refugiado de la Guerra Civil española, recientemente Aguadé publicó un libro de memorias en que dice que la dueña de casa “escribía bastante bien unos cuentos de fuerte carga psicológica”. En particular destaca uno que le llamó la atención, aunque no necesariamente por su prosa: inspirado en José Liendo, el comandante Pepe, el cuento describía pormenores de la captura y muerte del mítico dirigente sindical del MIR, asesinado un mes después del golpe de Estado.
“La descripción era tan realista y con lujo de detalles, que si bien no es extraño en un gran escritor, parecía cosa vivida. Pero además, era la única que se atrevía a tocar temas de actualidad, pues todos los demás los eludíamos para no caer en sospechas”, cuenta Aguadé, quien en su momento nunca percibió nada extraño. Tiempo después vino a entender el propósito del taller de electrónica que el marido de Callejas tenía en las afueras de esa casa y por el que se pasaba para ingresar a la mansarda. Un taller como cualquiera. Una casa de familia como cualquiera. De ella admiraba su agudeza y talento literario. A Townley lo recuerda como “un joven de aire pacífico y hacendoso que de vez en cuando nos visitaba donde nos reuníamos, pues también era aficionado a la literatura”.
POSTALES DE FAMILIA
En el departamento de Mariana Callejas hay una foto familiar a la vista. Es una imagen en blanco y negro y la muestra a ella junto a Michael Townley y sus cinco hijos. La escena, que transmite satisfacción, serenidad incluso, fue captada hacia mediados de los sesenta cuando la pareja vivía en Los Dominicos y disfrutaba de un periodo de estabilidad que se extenderá por el resto de la década. Se habían casado en 1961 en Santiago y Townley pasó a ser el padre adoptivo de los tres hijos del anterior matrimonio de ella.
En 1966, una vez que nació el segundo hijo en común de la pareja, se trasladaron a vivir a Miami.
Allá ella comenzó a escribir en un taller de la Universidad de Miami. También se sumó a marchas convocadas por el New Party of Florida, una agrupación de izquierda que entre otras cosas proponía la legalización del aborto y la marihuana. A su esposo, en cambio, no le interesaban mayormente la literatura ni menos política. Lo suyo eran las carreras de autos. Trabajaba en un taller mecánico y antes había vendido enciclopedias. Aparte de los hijos, la pareja tenía poco en común.
Así y todo ella sostiene que había armonía entre ellos y que esa armonía era sinónimo de felicidad:
-Nuestra casa en Miami no era un lujo, era relativamente modesta, pero teníamos un yatecito y un perro muy lindo. Llegaban muchos chilenos a visitarnos, bandadas de chilenos que no sé cómo se pasaban el dato y se acomodaban en colchones en el garaje. Salíamos a pasear en yate y lo pasábamos estupendo, pero todo eso se esfumó cuando pasaron las cosas feas.
Las “cosas feas” comenzaron en tiempos de la Unidad Popular, más particularmente cuando Townley salió arrancando de Chile al tomar parte del comando de Patria y Libertad que dio muerte al obrero que custodiaba una antena que impedía las transmisiones de Canal 5 de Concepción, dependiente de la Pontificia Universidad Católica, cuya postura era de decidida oposición al gobierno de Allende. La foto del estadounidense estuvo en las portadas de los diarios y lo obligó a arrancar. Después le siguió ella con los hijos. Había un prófugo y un muerto a cuestas. Pero para ella las cosas feas no comenzaron realmente ahí sino con la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA.
TIEMPO COMPARTIDO
Mariana Callejas ha dicho que su ex esposo ingresó a la policía secreta de Pinochet a instancias del entones coronel Pedro Espinoza, subdirector de la DINA, que conocía el trabajo de la pareja en Patria y Libertad. Que lo hizo por motivos económicos pues hace no mucho habían llegado de Estados Unidos y no tenían trabajo. Y que ella también aceptó participar sólo para aumentar el ingreso familiar, no obstante que le pagaban considerablemente menos que a él.
Ha dicho también que no tenía una función específica en la DINA, a diferencia de su esposo, que era experto en electrónica. Que no midió las consecuencias y las cosas se le escaparon de las manos, pues no tuvo voluntad de poner freno a lo que consideró fue un aprovechamiento de los mandos superiores. Ha dicho todo eso y vuelve a decirlo en su departamento, introduciendo algunos matices:
-Es para arrepentirse el resto de la vida. Para darse de patadas en el traste el resto de la vida. ¿Cómo pude aguantar esto yo? ¿Por qué dejé que Mike hiciera esto? Pero no se puede repetir la historia. Fue un mal momento, fue un mal momento cuando no encontró trabajo y estaba desesperado, estábamos desesperados. Había que pagar arriendo, había que pagar colegios, tú sabes cómo es. Sin trabajo, sin apoyo, y de repente aparece Espinoza (…) Yo me vi envuelta en este asunto, no es que yo haya dicha Ah, voy a pelear por esto, me voy a meter a la DINA y voy a hacer cosas, no. Yo por mí no hubiera hecho nada. Si Michael no hubiera insistido en que lo acompañara, yo no habría tenido por qué figurar en ninguna cosa. Pero, como era muy celoso, insistía en que lo acompaña en sus viajes…
El primer viaje en que acompañó a su marido -de acuerdo con el fallo en primera instancia del juez Solís, que fue ratificado por la Corte de Apelaciones- coincidió con el asesinato de Carlos Prats y su esposa. Entre los elementos de prueba esgrimidos por Solís para incriminarla se cuenta el testimonio de un ex militar que asegura que en los días previos al atentado la pareja estuvo probando explosivos en el Cajón del Maipo, lo que fue corroborado posteriormente por el propio Townley ante la justicia. De cualquier modo, había una distinción: mientras Townley dedicaba tiempo completo a su trabajo en la DINA, Callejas alternaba sus funciones de agente con las de escritora aficionada.
Sus cuentos trataban principalmente de veteranos, perdedores y gente sola y desencantada. También de terror y misterio. Varios de los relatos de esa época fueron compilados en Larga noche (1981), una autoedición de escasísima difusión que comienza con un relato homónimo que describe las torturas de un detenido. También incluye el cuento titulado Parque pequeño y alegre, que trata de un sujeto a quien le encargan poner una bomba bajo el auto de una víctima.
El libro llegó a manos del crítico literario Hernán Poblete Varas, quien publicó un comentario de ese libro en el que dijo que “se trata de cuentos breves, concretos, sin una palabra de más (…) en la mayoría prevalece cierto escepticismo en el cual no hay, sin embargo, derrota ni amargura, aunque haya desencanto y muerte”.
CRITICA IMPLACABLE
Mariana Callejas se tomó en serio su afición literaria. Tenía una producción importante y era quien movilizaba al grupo proveniente del taller de Enrique Lafourcade que siguió trabajando en la casa de Pío X, en Providencia. “Instalé asientos, alfombras, pisos, lámparas y avisé que el taller sería autónomo y que estaría abierto a quien quisiera asistir”, escribió en la introducción de su libro Nuevos cuentos (2007). También escribió que entre el “bello grupo de personas asistentes” a esas primeras sesiones, se encontraban Cristián Aguadé, Lucho Hermosilla, Verónica Pizarro, Cassandra Gianini, Verónica Pizarro, Iris Cornejo y Carlos Franz, a quien definió como “el niño bonito que hablaba como un caballero sesentón”.
Empujada por su maestro literario, que más de una vez llegó de visita a esa casa, Callejas ejercía un cierto liderazgo sobre el grupo. Conducía las sesiones y determinaba sus dinámicas. Según el relato testimonial que el escritor Carlos Iturra publicó con el título de Caída en desgracia, ella “no ponía restricciones a su hospitalidad y prodigaba a todos por igual su acogedora bienvenida, pero como tallerista era implacable, tal vez la que descargaba opiniones más despiadadas sobre los textos defectuosos”.
El escritor Gonzalo Contreras, quien a partir de 1976 –con 17 años- frecuentó los talleres de la ex agente, dice que “ella era una mujer muy fuerte, con temperamento”, y solía llevar la voz cantante en el taller y, probablemente, “por lo que pude observar, también en su casa”.
Atendiendo a la relación de los hechos, es muy probable que en los días en que tenían lugar los talleres literarios en la mansarda de la casa de Providencia, se organizaba el asesinato de Carlos Prats.
Aunque ella nunca ha reconocido participación alguna en este crimen, admitiendo únicamente que en esa época viajaba a Buenos Aires por motivos de turismo y comercio, fue su propio ex marido quien la delató en una declaración judicial de 1999 ante la jueza María Servini de Cubría:
“Yo estaba sentado al volante y mi esposa al otro lado y tenía la radio sobre las rodillas. La levantó y preguntó: ¿qué hago? Dámela, le dije… No, no sé si lo dije… simplemente la tomé. Ella estaba toqueteando, empujando. Ni siquiera estaba prendida. Estábamos sentados desde hace horas… Cuando ella levantó la radio, el botón estaba al lado derecho, lo tenía en la mano. Yo vi que cuando la levantó pensaba que se iba a producir la explosión, pero no sucedió…”
La Corte Suprema desestimó este testimonio, al igual que otras pruebas. Para la máxima instancia judicial del país, sólo a Townley le cabe responsabilidad como autor material del crimen. Como sea: se trató del primer crimen internacional de la DINA. Y a éste le seguirán los atentados a Bernardo Leighton (Roma, 1975) y Orlando Letelier (Washington, 1976), en los que estarán involucrados Townley y su esposa.
Fue el comienzo de una política de exterminio internacional y para ello la DINA dispuso la compra de la casa de Lo Curro, donde se mudó la pareja y quedó establecido el cuartel Quetropillán. Ahí también se siguieron celebrando veladas literarias y sociales con nuevos invitados.
Adelanto del nuevo libro del periodista Juan Cristóbal Peña: «Letras torcidas: un perfil de Mariana Callejas»
Fuente :ciper.cl, 3 de Octubre 2024
Categoría : Prensa
El periodista Juan Cristóbal Peña lanza su nuevo libro en el que explora las contradicciones, los pliegues y la oscuridad de Mariana Callejas, y de paso, del Chile de esos años. Callejas fue escritora, miembro de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), esposa del también agente Michael Townley, partícipe de los atentados que terminaron con la muerte del general Carlos Prats en Buenos Aires y del excanciller Orlando Letelier en Washington D. C., así como de otras operaciones internacionales de los aparatos de inteligencia de la dictadura. Fue alumna del taller literario de Enrique Lafourcade, finalista y ganadora de concursos de cuentos y novelas, y anfitriona de un taller al que asistieron autores de renombre en décadas posteriores. Residió con su familia en una casa-cuartel en Lo Curro, donde se realizaban oscuras actividades criminales durante el régimen militar, mientras se celebraban fiestas y tertulias literarias. Una figura que ha inspirado libros, obras de teatro y series de televisión. El siguiente es un extracto exclusivo para CIPER del libro que comienza a venderse este fin de semana.
PARTE III: ANA Y ANDRÉS
5
El trabajo estable surgió de manera fortuita e inverosímil, como tantas cosas en esta historia. En el relato oficial, y no hay un relato paralelo que explique mejor las cosas, resultó que a su regreso a Chile los Townley Callejas llegaron a vivir a una casa rentada en Providencia, y por esas casualidades la dueña de esa casa era amiga del coronel Pedro Espinoza.
Lo de amiga es un decir. Un decir que se replica en expedientes judiciales y relatos periodísticos, porque esa mujer era más bien amante del coronel, quien, por medio de ella, se enteró de que el arrendatario era el mismo hombre acusado de un crimen en Concepción, experto en electrónica y explosivos, que había dado de qué hablar en el Frente Nacionalista Patria y Libertad.
El coronel Espinoza era un hombre bajo y moreno, de bigotes espesos tipo virutilla. Era el hombre con mayor poder en la DINA después del Mamo Contreras y había escuchado hablar de Townley cuando, dirigiendo el Servicio de Inteligencia Militar durante el gobierno de Allende, recibió la orden de investigar el origen de la radio clandestina que operaba desde un auto en movimiento. Y si bien era una orden del gobierno, se jactaba de no haber hecho gran cosa para aclarar el caso. Dos años después, al enterarse de que Townley estaba de regreso en Chile, el coronel, por medio de su amante, acordó una cita con él en esa misma casa.
En esa primera reunión Townley habló de sus acciones en el Frente Nacionalista Patria y Libertad y de sus conocimientos en electrónica y explosivos. El coronel parecía saber muy bien quién era ese hombre, qué había hecho y qué era capaz de hacer. “Me dijo que, dado mis conocimientos autodidactas con gran sentido de creatividad sobre electrónica, sería de gran utilidad”, declaró Townley a la justicia chilena en 1978. También declaró que lo pusieron a cargo del mayor Vianel Valdivieso Cervantes, jefe del Departamento de Inteligencia en Telecomunicaciones de la DINA, y que en esos primeros meses como “informante y consultor técnico” recibía “una remuneración mensual y fija, suma de dinero que era bastante exigua, en términos de obligarme a tomar trabajos en forma esporádica de mecánica y reparación de equipos electrónica de forma particular”.
Quizás lo que impresionó al coronel Espinoza fue la amistad que Townley decía tener con uno de los secretarios de la embajada estadounidense y con algunos marines. Para los tiempos que se vivían, un ciudadano estadounidense con buenos contactos en su embajada resultaba de suma utilidad. Michael Vernon Townley Welch parecía el hombre indicado para proveer los equipos electrónicos de espionaje y contraespionaje de última generación que requería un servicio como el que dirigía el Mamo, equipos que compraba directamente a las sucursales en Miami y Nueva York de Audio Intelligence Devices I.M.C., empresa que solo vendía a representantes debidamente acreditados de gobiernos de países amigos de Estados Unidos, esos gobiernos que, como dijo por esa época Richard Nixon, podían ser una buena mierda pero eran sus gobiernos.
Gracias a sus contactos y conocimientos en electrónica, gracias a sus buenos oficios, a su voluntad e iniciativa, y al éxito de la misión encomendada en Buenos Aires para matar al general Prats, Michael Townley comenzó a hacerse imprescindible.
El técnico electrónico Rolf Esser Muller, contratado por el Servicio por media jornada, dijo a la justicia chilena que Townley compraba “equipos altamente sofisticados”, como “aparatos para barrer campos electromagnéticos en busca de micrófonos ocultos” y “elementos para detectar interferencias telefónicas y neutralizar su efecto”.
El mismo funcionario contó que fueron los equipos importados por Townley los que permitieron constatar que los teléfonos de la embajada de Chile en Lima estaban intervenidos. Y unos años después, cuando Pinochet viajó a Estados Unidos y se hospedó en la embajada chilena, descubrieron micrófonos ocultos en el mismo cuarto donde se alojaba, mediante un “sistema de sensor que consistía fundamentalmente en efectos de las vibraciones producidas por la voz que producirían modulaciones captadas en el exterior, a través de un rayo láser que se hallaba permanentemente dirigido hacia una de las ventanas de ese cuarto”.
Pero todo eso que cuenta Rolf Esser Muller ocurrió después. Porque al comienzo Townley era un funcionario a prueba al que se le encomendaban todo tipo de tareas. Desde atentados y compras de equipos electrónicos en el extranjero a la reparación de electrodomésticos para las esposas de los oficiales del Ejército. Secadoras de pelo, planchas, televisores.
Es probable que en principio no tomara verdadera dimensión de todo aquello en lo que se estaba involucrando. Y que al poco andar, como era estadounidense y conocía de explosivos, lo consideraran el mejor candidato para atentar contra el general Prats. Es probable también que, antes de ingresar formalmente al Servicio como funcionario de planta, lo haya consultado con su esposa. Y que fruto de esta conversación haya surgido la idea para que también la contrataran a ella. Mal que mal, como había quedado en evidencia poco tiempo atrás, eran un equipo.
El asunto es que para la segunda mitad de 1974 Michael Townley y Mariana Callejas eran Juan Andrés Wilson Silva y Ana Luisa Pizarro Avilés, agentes asociados a la planta civil de la Dirección de Inteligencia Nacional, la famosa DINA.
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En rigor, la DINA todavía no había hecho la fama que se le conocería después. Era un servicio secreto que operaba bajo una fachada de legalidad y una red de cuarteles clandestinos y funcionarios mal aspectados que actuaban en las sombras con nombres falsos. Estaba formado por civiles y uniformados de todas las ramas de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, que estuvieron obligadas a ceder personal a ese organismo de inteligencia dirigido por el más adelantado alumno de su generación en el Ejército de Chile. Manuel Contreras Sepúlveda, el Mamo, reportaba directamente a Pinochet y su poder y ambición despertaban recelos y temor entre sus pares y superiores. Tenía el grado de coronel y en la práctica tenía más poder que ministros y generales. En una de sus tantas declaraciones a la justicia, el Mamo dijo que cada mañana pasaba a buscar a Pinochet por su casa y luego desayunaban juntos en el edificio Diego Portales, sede de gobierno en los primeros años de la dictadura, para “dar cuenta de todo lo que hubiese reunido la Dirección de Inteligencia Nacional en cuanto a informaciones de interés en los cuatro campos de acción de la nación, como son interior, exterior, económico y defensa”.
Había elegido a los oficiales de su mayor confianza para conformar la dirección del Servicio, como llamaban a la DINA, hombres rudos y leales, expertos en inteligencia militar. En cambio los otros llegaron por descarte: suboficiales, clase y funcionarios de bajo rango que nadie quería en sus filas. Lo peor de lo peor, lo que sobraba –alcohólicos, brutos, pendencieros–, gente a la que la vida no le debía nada, más bien lo contrario, y a la que de pronto se le ofrecía una oportunidad de reconocimiento que nunca había tenido.
Eso era el Servicio, una policía sin dios ni ley que había convencido a sus hombres –y no pocas mujeres– de estar participando de una épica histórica. Su misión era exterminar opositores de izquierda pero también, mediante un complejo sistema de espionaje, alertar sobre cualquier signo de disidencia interna. Había que saberlo todo. Había que controlarlo todo. Había que anticiparse y actuar, hacerse imprescindible, temido, omnipresente. Si Pinochet llegó a decir que en el país no se movía una hoja sin que él lo supiera, fue porque tenía de su lado a un hombre como el Mamo, que desplegó una red de informantes en industrias, bancos y servicios públicos. También en las Fuerzas Armadas y al interior del mismo Servicio: cuando Townley comenzó a trabajar bajo las órdenes del coronel Espinoza, el coronel se encargó de que dos hombres del Servicio le siguieran los pasos, a los que de seguro le seguían los pasos otros dos.
El Servicio era así. El Servicio tenía cosas enrevesadas y curiosas que los agentes Townley y Callejas irán comprendiendo con el paso del tiempo.
La confesión clave de Michael Townley
Fuente :ciper.cl, 8 de Julio 2010
Categoría : Prensa
La confesión de Michael Townley sobre quién le ordenó, cómo lo hizo y con quiénes asesinó al general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en una calle de Palermo en Buenos Aires, en septiembre de 1974, tuvo lugar un día de noviembre de 1999. Veinticinco años después de la bomba que diseminó los restos del matrimonio Prats a varios metros a la redonda, la tenaz batalla que dieron sus tres hijas obtuvo con este frío y detallado relato un eslabón clave y estremecedor.
l interrogatorio lo hizo la jueza argentina María Servini de Cubría el martes 9 de noviembre de 1999. En ese momento, el ex agente de la DINA Michael Townley tenía 56 años (nació el 9 de diciembre de 1942), y por primera vez no sólo confesaba cómo asesinaron al general Carlos Prats y su esposa, sino también cómo huyó de Chile en 1973 para eludir la justicia luego del asesinato de un obrero en las instalaciones del Canal de TV de la Universidad Católica en Concepción durante el gobierno de Salvador Allende. Un antecedente que poco después le daría el pase inmediato para integrar los escuadrones secretos de la DINA:
“Huí de Chile a través de la frontera con Argentina. Caminé durante la noche y pasar la frontera me costó dos botellas de Pisco que le regalé a un gendarme. Tomé un avión en Buenos Aires cuatro o cinco días después y llegué a los Estados Unidos”.
Lo medular del interrogatorio fue su participación directa en el plan para asesinar a Carlos Prats, el que le fue informado a comienzos de agosto de 1974, casi un año después del golpe de Estado que derrocó el gobierno de la Unidad Popular:
“Fue en conversaciones con el coronel Pedro Espinoza. Al comienzo él decía que el general Carlos Prats podría causar problemas, que podría convertirse en una amenaza y peguntaba si yo podría ayudar, hacer algo… Se hablaba de la importancia del general Prats en la estructura política de Chile, de posibles actividades de la oposición y esta conversación que continuaba se convirtió a través de semanas en preguntas como ‘¿crees que podrías ayudarnos?’, ‘¿crees que podrías hacer tal cosa?’. Y finalmente dije: ‘bien, lo intentaré’. Yo llevé a cabo la operación a instancias del coronel Espinoza. Cuando se planificaba la operación yo traté exclusivamente con el coronel Espinoza y el mayor Iturriaga. La planificación y realización fueron exclusivamente mi obra. El coronel Espinoza me proporcionó el dinero para los materiales necesarios para construir la bomba y para los gastos del viaje.
-¿Puede contarle al tribunal cuál fue su plan y cómo planificó cada etapa?
“El artefacto que sería utilizado era un transmisor de radio electrónico. El mayor Iturriaga proporcionó los explosivos. Creo que tomamos dos panes de C-4, algunas cápsulas explosivas de Pentacord de 75 miligramos y tres detonadores. Probé varias configuraciones diferentes de radio. Finalmente Espinoza consiguió dos radios CB con un artefacto para hacer sonar un timbre. Cambié sus frecuencias y las frecuencias de tono. Realizamos pruebas. Ellos tenían una instalación en el campo y allí realizamos una última prueba solo con las cápsulas explosivas, solo para probar que funcionaban”.
Durante el interrogatorio, Townley le rebeló a la jueza Servini de Cubría que una vez que el explosivo estuvo probado, viajó a la Argentina. Pero algo ocurrió. Así lo relató Townley:
“No pude encontrar al general Prats, creo que la única dirección que nos dieron no era la correcta, pero estaba en la zona y no pude encontrarla. Así es que regresé y dije necesito mejor información, si no la hay no podré hacerlo. Creo que la primera vez que fuimos…, es posible que haya sido la primera semana de septiembre. Volví a viajar nuevamente y en el segundo viaje, Iturriaga vino a verme. Me dijo ‘sabemos donde está, vamos a pasar en auto por ahí: este es el edificio’. OK, muy bien…. A Iturriaga lo vi en Buenos Aires una sola vez, aproximadamente una semana antes de ver al general Prats. Vigilé su casa, pero no lo vi con mucha frecuencia”.
“Una tarde, Prats caminó delante de mí. Yo tenía una pistola en el bolsillo. Pero había gente en la calle, de ninguna manera iba a intentarlo en ese momento. El edificio en que vivía contaba con un equipo de seguridad bastante bueno. No era un lugar muy transitado, pero había niños jugando en la calle y gente caminando. Finalmente pude entrar en el estacionamiento una noche, sin que me vieran”.
“Eso fue el viernes en la noche (el atentado se hizo la noche del domingo) cuando encontré el estacionamiento abierto. Y suceden cosas tontas… Tenía mi pasaporte encima, todos mis documentos de identidad. Por fin encontré un lugar en el estacionamiento donde los oculté y donde no podrían encontrarlos si fuera atrapado”.
“Esa noche caminé frente al edificio. La puerta de la cochera estaba abierta. Miré alrededor. El portero que siempre rondaba estaba ausente. Entré a la cochera. Esperé unos momentos para ver si alguien me interpelaba. Nadie lo hizo. Caminé hacia el fondo de la cochera y me acosté en el suelo, en línea con la llanta de un automóvil. Poco tiempo después vino el portero y miró dentro de la cochera. Me quedé allí un rato más. La puerta de la cochera estaba cerrada. Yo tenía mi pasaporte y carné de identidad, no había pensado que esa oportunidad se presentara. En el fondo de la cochera había una barra de metal que iba de una punta a la otra, bien al fondo, y que tenía soportes huecos. Coloqué mis documentos en uno de esos soportes y los empujé hasta el fondo. Había también una puerta que llevaba a la sala de calderas en el sótano. Bajé a esa sala y me escondí detrás de la caldera, entre la caldera y la pared. En cierto momento el portero volvió, abrió la puerta del sótano, prendió la luz y echó un vistazo. Luego, cerró la puerta y se fue”.
En su declaración ante la jueza argentina, Michael Townley asumió haber volado hacia la Argentina con los explosivos y haber construido el artefacto cuando “finalmente encontré el amplificador LM-709-G, un producto nuevo en el mercado… Lo coloqué en una pequeña caja y lo até debajo de la parte central del medio del automóvil. La até a la cruceta de la barra, al lado de la transmisión”.
-¿Cómo supo que el sábado ellos usarían el automóvil?
“No lo sabía. Pasé todo el tiempo al lado del edificio. No los vi salir cuando partió al día siguiente. No lo vi en todo el sábado y no lo vi el domingo. Caminé frente a la cochera muchas veces, pero el automóvil no estaba. Finalmente, después de medianoche, lo vi llegar en la intersección, virar hacia la derecha y detenerse a la entrada de la cochera”.
-¿Durante todo ese tiempo no durmió?
“Sí que dormí y probablemente por eso no lo vimos cuando se iba”.
-Si pudo elegir el momento, ¿por qué lo hizo cuando la esposa de Prats estaba también en el automóvil?
“Porque fue la primera oportunidad que tuve. No me sentía muy satisfecho con la radio que utilicé para construir el artefacto. Fue un poco mejor que una BC muy barata, banda para ciudadanos. Me preocupaba la estabilidad del artefacto, si era capaz de detonarse sin mi intervención. No fue una decisión consciente de hacerlo porque ella estaba en el vehículo. Fue la primera oportunidad que tuve”.
-¿A quién le informó en Santiago después de la operación?
“A Pedro Espinoza y a Iturriaga. Creo que primero a Iturriaga, después nos reunimos los tres”.
-¿Le habían ordenado matar a la esposa?
“No creo que fuera mencionado en las instrucciones… En el caso de Prats fue muy claro que era necesario cumplir con una misión con la mayor celeridad. Don Jorge preguntó antes si las luces de la calle estaban prendidas (). La noche en que hice detonar la bomba, el automóvil que conducía el general llegó a la intersección bastante lejos a mi derecha. Pude ver al conductor del vehículo. Claro que supe inmediatamente después, o me enteré la mañana siguiente, que la esposa del general estaba en el automóvil. Realmente no me había dado cuenta de que ella estaba ahí… Era casi la medianoche. El automóvil dio una vuelta, bajo la velocidad en la intersección y aceleró para entrar en la cochera. Todo lo que pude ver era la parte trasera del vehículo. La calle estaba mal iluminada, pero lo que pensaba era que desde el viernes en la noche había un artefacto explosivo bajo este vehículo y que pudo haber explotado en cualquier momento, en cualquier lugar por un sin numero de motivos. Como una interferencia eléctrica, la radio de otra persona… El vehículo se acercó, me pasó, se detuvo a la entrada de la cochera y lo hice explotar…Yo estaba sentado al volante y mi esposa al otro lado y tenía la radio sobre las rodillas. La levantó y preguntó ‘¿qué hago’. ‘Dámela’, le dije… No, no sé si lo dije…. Simplemente la tomé. Ella estaba toqueteando, empujando. Ni siquiera estaba prendida. Estábamos sentados desde hace horas… Cuando ella levantó la radio, el botón estaba del lado derecho, lo tenía en la mano. Yo vi cuando la levantó, pensaba que se iba a producir la explosión, pero no sucedió. Era un interruptor que activaba el explosivo”.
-¿Quién le entregaba el dinero para sus operaciones fuera de Chile?
“Espinoza o Iturriaga. Me lo entregaban en Chile. Y una o dos veces estando en el extranjero recibí dinero”.
-¿Alguien más viajó con usted a la Argentina para el atentado contra Prats?
“Sí. Mi esposa (Mariana Callejas) me acompañó en los viajes una o dos veces… Iba de pantalla”.
-¿El día del asesinato, ¿viajó con su esposa?
“No, salí del país solo”.
-¿Ella estaba con usted en el país ese día?
“Sí”.
-¿En qué momento salió del país?
“Creo que se fue algunas horas antes que yo, después de la muerte… Al día siguiente yo tomé un avión hacia Uruguay, utilicé el aeropuerto que queda sobre el río para llegar a Montevideo, y desde allí regresé a casa”.
-¿Dónde se encontraba ella en el momento del asesinato?
“Estaba conmigo en el auto”.
-¿A qué distancia estaban del vehículo de Prats?
“A una cuadra y media”.
-¿Ella participó de alguna manera en la detonación de la bomba?
“Intentó hacerlo, pero no funcionó. Se lo quité, lo prendí y funcionó”.
-¿Dónde construyó la bomba?
“En el hotel”.
-¿Tenía el coronel Pedro Espinoza suficiente autoridad como para ordenar el asesinato de Prats?
“Definitivamente, no. Quien pudo haberle dado esa orden era el coronel Manuel Contreras”.
-¿Solo Contreras?
“Lo dudo. ¿Sería Contreras capaz de hacerlo?: definitivamente, sí. Pero tratándose del general Prats, no. No creo que la orden haya emanado de Contreras. Pero la orden me fue dada por Iturriaga y Espinoza y en cierto momento por Contreras… Con Manuel Contreras nos reunimos una o dos veces en su casa en la costa (Santo Domingo). Estoy seguro que nos reunimos allí y estoy seguro que nos reunimos por lo menos ocho o diez veces en la sede de la Dina en un periodo de tres o cuatro años. Yo tenía órdenes de no acercarme a la sede general de la Dina a menos que fuera absolutamente necesario o en caso que me lo solicitaran. ¿Si creía que sus órdenes emanaban de una autoridad superior?: Sí que lo creía”.
-¿Qué alias usaba Manuel Contreras?
“No sé si usaba alguno. Sé que viajaba fuera del país pero no sé si los usaba. No se le conocía alias y tampoco se hacían cometarios al respecto. Tenía un apodo, sí: era Rommel. Pero ese no fue un alias.
-¿Desde cuándo conoció al oficial Raúl Eduardo Iturriaga?
“Desde aproximadamente julio o agosto de 1974 en adelante. En Buenos Aires nos encontramos en un lugar acordado de antemano, en el parque frente a la calle donde vivía Prats”.
La confesión de Townley en 1999 marcó un hito en el difícil y largo proceso por identificar y juzgar a los culpables del asesinato del ex comandante en jefe del Ejército chileno y su esposa en Buenos Aires, el último día de septiembre de 1974. Y si bien Townley finalmente aceptó confesar su participación en el doble crimen, se negó a entregar cualquier información adicional sobre otras misiones que cumplió para la DINA en Buenos Aires y en territorio argentino. Aún se desconocen algunas de ellas.
Lo que sí reconoció fue la existencia de la Operación Cóndor, la colaboración entre los servicios secretos de las dictaduras del Cono Sur para eliminar disidentes. Pero afirmó que se la conoció como “Organización Cóndor” y fue “creada después de la muerte de Prats. Fue mencionada en el área de operaciones extranjeras de la Dina, y manejada por el mayor Raúl Eduardo Iturriaga. Fue algo que simplemente existía”