Lira Massi Eugenio Pascual


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Fecha Detención :
Lugar Detención :

Fecha Asesinato : 09-06-1975
Lugar Asesinato : Francia


Fecha Nacimiento : 30-09-1934 Edad : 41


Lugar Nacimiento : Santiago

Actividad Política : Allendista
Actividad : Periodista

Estado Civil e Hijos : Casado 3 hijas
Nacionalidad : chilena


Relatos de Los Hechos

Fuente :(Corporacion)

Categoría : Antecedentes del Caso

Eugenio Pascual LIRA MASSI, periodista. Vivía en París, Francia en calidad de exiliado, habiéndose asilado en la embajada de ese país luego de haber sido llamado a presentarse ante las autoridades por la junta militar.

El 9 de junio de 1975 es encontrado sin vida en su pieza en París, muerto al parecer de causas naturales. Por ello en París no se instruyó investigación judicial ni se le practicó al cadáver la autopsia correspondiente.

Se han recibido en esta Comisión antecedentes según los cuales habría sido eliminado por medio de un gas especial que habría utilizado la DINA. Asimismo, en la fecha de la Muerte de Lira estaba en París un destacado efectivo de ese organismo.

Sin embargo esta Comisión no obtuvo los antecedentes suficientes que le permitieran formarse convicción sobre las causas de la muerte de Eugenio Lira.

 


40 años de su muerte, conozca los entrañables relatos del talentoso periodista Eugenio Lira Massi

Fuente :edicioncero.cl, 13 de Junio 2015

Categoría : Prensa

En estos días se cumplen 40 años de la muerte del talentoso periodista. Sus crónicas de infancia y adolescencia, que escribió durante 1971 y 1972 en el diario Puro Chile, fueron rescatadas años después en un libro (“Érase una vez”) del que ofrecemos unos pasajes.

Eugenio Lira Massi fue uno de los periodistas más incisivos y talentosos de las décadas del 60 y el 70, y el golpe militar de 1973 truncó esa carrera. Partió al exilio y se radicó en Francia, en un suburbio de París. Sus conocidos lo vieron por última vez el 10 de junio de 1975. Cuatro días después fue encontrado sin vida. La causa oficial de muerte fue un derrame cerebral y las sospechas de un homicidio no han podido ser comprobadas. Aún no cumplía los 41 años.

Su carrera periodística comenzó en el diario Clarín. Destacó como reportero político y esa experiencia lo llevó a publicar sus dos primeros libros, que fueron éxito de ventas, en donde trazó con pluma humorística los perfiles de los senadores, primero, y de los diputados, en seguida. El éxito de esas publicaciones y el estilo personal de sus columnas de prensa («La columna impertinente») lo llevaron a tener un espacio en la TV («La entrevista impertinente»).

En 1970, en vísperas de la elección presidencial, junto a su amigo y colega José Gómez López fundó el diario Puro Chile. En sus páginas del suplemento dominical, y entre abril de 1971 y enero de 1972, escribió una serie de artículos con el título de «Érase una vez», en que revivió el mundo de su infancia y adolescencia en el barrio de la Plaza Chacabuco, sumando a su humor habitual un tono más emotivo, cruzado por una aguda observación de su realidad social. Eugenio Lira, el «Paco» para sus amigos, pensaba convertir esas crónicas en su cuarto libro (el tercero fue un reportaje extenso sobre el intento golpista del general Roberto Viaux en 1969), pero la asonada militar del 11 de septiembre de 1973, y luego su muerte, abortaron ese proyecto.

En 1989, el periodista José Gai recopiló esos artículos, que fueron publicados en el libro «Érase una vez», de Editorial Nueva Voz. Aquí presentamos la primera de esas crónicas, junto con el prólogo, escrito por José Gómez López, y -de las notas finales en que destacados periodistas entregaban sus semblanzas de Eugenio Lira- la de Alberto Gato Gamboa, quien recordó allí la llegada del Paco al periodismo.

Un club infantil con camisetas de luto, Por Eugenio Lira Massi

Allá por 1943 éramos casi tantos chiquillos como perros. Por lo menos la mayoría de nosotros tenía el suyo. El mío se llamaba Pirincho, un quiltro con gustos de príncipe y facha de atorrante con la cola en ángulo recto porque se le quebró al ser alcanzado por un portazo que nos dolió a todos en la casa. El del Tuco se llamaba Pitoniso; era grande, blanco, con una mancha negra en un ojo. Murió envenenado y lloramos todos. El Lalo era el hermano menor del Tuco, y su perro, el Palomo, era papá del Pitoniso. El Palomo murió de viejo, y cuando estaba en las últimas tenía todos los dientes sueltos y nosotros le hacíamos puré. Otros perros llegaron al grupo y se fueron sin dejar ni un recuerdo.

Ese año fue campeón de fútbol profesional el equipo de Unión Española y por consiguiente todos nos sentimos campeones, ya que nuestro sector jurisdiccional estaba comprendido entre Guanaco y la Plaza Chacabuco, Hipódromo Chile y Santa Laura, incluidos el estadio y la Quinta Comisaría, de manera que las pichangas callejeras no cundían mucho, porque ligerito aparecía un paco y nos llevaba la pelota o, lo que era peor, alguien levantaba mucho un centro y se nos caía dentro del cuartel, y nadie se atrevía a ir a pedirla.

Cansados de perder pelotas y de pasar sustos, resolvimos fundar un club en serio; total, ya éramos grandecitos. El mayor tenía trece años y el menor ocho. Lo primero fue buscar una sede social. Elegimos un sitio eriazo en la calle Severino Cazorzo, frente a Agustín Meza. Estaba cerrado con pandera y la puerta de acceso era firme, pequeña y tenía un pestillo por dentro que ofrecía toda clase de garantías. Además, el cuidador, muy curado pero comprensivo, nos tomó cariño y puso a nuestro servicio su experiencia. Era muy deportista, tenía zapatos de fútbol que se ponía los domingos para ir al centro, un hijo al que llamaba «Castaña», seguramente porque era chiquito, negrito y guatón, y una fijación casi enfermiza por los «tatutos» del club. «Un club sin tatutos, nos dijo, no es un club». A la próxima sesión tienen que traer un proyecto de tatutos para discutirlos y aprobarlos». Nunca lo hicimos y mucho tiempo después, cuando empezaron a edificar y tuvo que marcharse con su mujer y su «Castaña», nos dijo que la única pena que se llevaba era que aún no teníamos «tatutos» y que así no íbamos a llegar a ninguna parte.

La verdad es que no sólo nos faltaban los estatutos. Tampoco teníamos camisetas ni pelota, porque Osvaldito, sobrino del Tuco y del Lalo, que era el dueño, se enojó en un entrenamiento porque no lo pusimos al arco, renunció al club y se la llevó. Para colmo ya no teníamos sede y debíamos sesionar en la cuneta bajo un farol para que el secretario, el Miguel, pudiera escribir las actas. Después descubrimos que el farol estaba de más porque nunca anotó nada y se entretenía haciendo monitos mientras nosotros discutíamos el nombre del club y el color que debían tener las camisetas. Primero le pusimos «Guanaco FC», pero no le gustaba a nadie y antes de jugar nuestro primer partido se lo cambiamos por «Juventud Deportiva FC», que nos parecía mucho más adecuado. Las camisetas serían a franjas verticales anchas en colores verde oscuro y verde claro, pantalones negros y medias blancas, según un diseño que presenté y fue aprobado por aclamación, así como su inmediata adquisición. Desgraciadamente, a esa altura el Pito, que era el tesorero, preguntó con qué plata y debimos levantar la sesión.

A la sesión siguiente, el Pito, demostrando gran preocupación por su cargo, informó que en la Casa Olímpica el juego de camisetas costaba 190 pesos, y ahí mismo acordamos una campaña de finanzas consistente en recortarnos toda la plata que pudiéramos hasta llegar a esa suma.

Casi un mes fuimos el asombro de nuestras casas. Nos andábamos ofreciendo para ir a hacer las compras, y en 30 días don Rodolfo, el dueño del almacén, se hizo una fama de pulpo que no se la ha sacado hasta el día de hoy. Cuando el arqueo había arrojado 120 pesos en caja, se enfermó el Coto, un chiquillo de doce años, el más callado y el más estudioso de nosotros. Era meningitis, y en una semana murió.

Esa vez no se cumplió ninguna formalidad, no se abrió la sesión ni se dio por aprobada el acta de la sesión anterior. Simplemente partimos a la Pérgola de las Flores y compramos la corona más cara. Nos costó 110 pesos. Era blanca y linda. El padre del Coto lloró mucho cuando nos vio marchar muy peinados y serios detrás de la urna portando la corona. De regreso nos reunimos y acordamos que cuando tuviéramos camisetas llevarían luto.

Niños corriendo en sandías, por José Gómez López

Eugenio Lira nunca dejó de ser un niño -un muchacho, para decirlo con más propiedad-. Vivía alegre y a sus anchas en la sección de la memoria de las aventuras de su sonriente, original y atrevida niñez, que discurriera por algunos de los más distinguidos y caracterizados barrios populares de Santiago.

Era un oriundo y un habitante de esta jungla. Conocedor de ese paisaje, de sus trampas y sorpresas, de sus pobladores diurnos y nocturnos. Transitaba ese universo con el aire triste y nostálgico -cansancio desganado y sabihondo de trasnoche- propio de los que allí viven y a los que, además, les alcanzan las fuerzas para observar las vidas de la gente.
«¿Vamos a conversar, Viejo?» Ese era el convite de Eugenio Lira para disfrutar de la amistad (…)

«-Cuánto durabas tú corriendo en sandía.

«-¿Corriendo en qué?

«-En sandía. En la mitad de la cáscara de una sandía. Nosotros lo hacíamos sentados en la línea del carro 36, agarrados de la cola del último vagón. Cuando se gastaba la cáscara y sentías que el riel te llegaba a los calzoncillos era el fin de la carrera».

Yo nunca había corrido en sandía. Tampoco hice un paseo por las calles del centro de Santiago acompañado por el gigante de mimbre que le hacía publicidad al laxante Cretol, pero con el «Paco» pasaban esas cosas. Íbamos por Moneda hacia el centro cuando el gigante de Cretol habló: «Apuesto, Flaco, que ya ni te acordaipa’ná de los pobres», dijo el monstruo tejido de mimbre. «¿No me vai a decir que soi el Mañungo de la Plaza Chacabuco?». El gigante se detuvo, se quitó la escafandra de mimbre y dijo: «El mismito, pus Flaco».

Se abrazaron y se manotearon los dos. El gigante volvió a vestirse con su indumentaria de mimbre y nos echamos a andar por Moneda con el gigante al medio. Conversaron e intercambiaron noticias sobre el destino de algunos amigos, y todo el mundo viandante se detenía para observar la naturalidad del diálogo del gigante de mimbre con sus acompañantes.

Materiales como éstos eran aportes de Eugenio Lira en los intercambios de ideas con respecto a los temas factibles de utilizar en el bagaje periodístico del diario Puro Chile, donde, finalmente -en la volante dominical-, empezaron a aflorar detalles similares acerca de la vida del Paco Lira y sus amigos y vecinos de la zona popular en el norte de Santiago.

No he vuelto a leer esas crónicas que aparecieron bajo el título «Érase una vez», pero todavía las recuerdo por su humor, por su ternura, por el mérito cultural que ostenta ese empeño en rescatar los valores espirituales y morales de todos aquellos niños de Guanaco y los sectores aledaños de la Plaza Chacabuco, el Hipódromo Chile, el estadio Santa Laura.

«Érase una vez» estaba proyectado como un libro, pero luego ocurrieron tantas cosas. Desapareció el diario, Eugenio debió acogerse a asilo diplomático y salir al exilio, y por último la muerte lo alcanzó en París, mientras otros pasábamos largas temporadas en las prisiones y debíamos, a nuestro turno, salir también al exilio.

De dibujante a reportero, por Alberto «Gato» Gamboa

Éramos amigos de verdad. De infancia, para ser más exactos. Del barrio Independencia, para precisar. Estuvimos muchos años sin vernos porque yo, a diferencia de Zalo Reyes, me cambié de barrio. Y lo encontré un día cuando, caminando hacia Clarín (estaba ubicado en Gálvez esquina de Alonso Ovalle), él salía de la Dirección de Carabineros. Era escribiente civil. Nos fuimos conversando acerca de sus habilidades. Era dibujante y lo llevé al diario para que hiciera una caricatura política. Salió mejor redactor que dibujante. Y allí se quedó. Se transformó en un reportero político de lujo. Incisivo, audaz, impertinente. Años después se fue a Puro Chile. Pero nuestra limpia amistad, gestada en la infancia, quedó igual. Murió en junio del 75. Como en el tango, fue «El que murió en París». Yo estaba preso en Chacabuco. Allí me enteré de la muerte de mi amigo, colega y casi hermano. Aún me estremezco cuando lo recuerdo.


Eugenio Lira Massi, el cronista que retrató a los políticos

Fuente :museodelaprensa.udp.cl

Categoría : Prensa

Periodista de oficio, Lira Massi pasó por medios de izquierda y fue autor de libros que perfilaron sin pelos en la lengua a los congresistas de su época. Perseguido por la dictatura, se exilió en Francia, donde murió de causas nunca aclaradas a los 40 años.

Eugenio Lira Massi nació el 30 de septiembre de 1934 en Santiago de Chile. Durante su infancia vivió en Quitratué, una localidad ubicada en la Región de la Araucanía, y también pasó un par de años en la pampa, en el poblado salitrero de María Elena, pero siempre recordó su infancia en la comuna de Independencia, en Santiago.

Era un barrio de canchas de tierra, pobreza y perros, como su leal Pirincho, que nunca dejó de ir a esperarlo cuando volvía del Instituto Nacional. Su padre falleció cuando Eugenio tenía 16 años.

Pasó por cuanto trabajo hubo antes de llegar al periodismo, incluyendo la labor de escribiente de Carabineros, en la Decimosexta Comisaría del barrio Vivaceta. Cuando por fin se interesó en los medios, en 1959, fue como dibujante del Clarín. Ahí conoció a su gran amigo José Gómez López, con quien unos años más tarde, fundaría Puro Chile.

Se hizo un nombre por sus ácidas columnas y crónicas de política. Hizo radioteatro en Radio AgriculturaMinería y Portales. Incursionó en la televisión, con La entrevista impertinente en Canal 13. Su rotundo éxito tan joven, terminó por aumentar su ego y formar, según sus propias palabras, “un tonto grave que le hacía juego a los demás”.

La cueva del Senado

Las crónica de Lira Massi se caracterizaban por sus descripciones de escena y personalidad cuando hablaba de alguien. Un estilo que él mismo describió como “un lenguaje claro, directo y gráfico”, que no se iba con rodeos y hablaba las cosas tal como son.

Era también un deslenguado periodista que no tenía miedo de expresar su opinión, “una escritura popular única”, como indica su amigo Nibaldo Mosciatti.

Fue junto a José Gómez López que hizo uno de sus más grandes proyectos: la fundación del Puro Chile. Un medio que sería uno de los más polémicos de la época. Según contó en una columna que escribió en marzo de 1971, el “Pepe” y él pasaban de juzgado en juzgado declarando por la forma en que escribían, con garabatos y siendo directos.

Sus libros La cueva del senado y los 45 senadores y La cámara y los 147 a dieta, fueron los que lo llevaron a la fama en todo el país. Se dice que se demoró cuatro días en escribir cada libro, que perfilaban sin pelos en la lengua a cada uno de los congresistas de su época. Fueron éxito de venta y lo hicieron pasar a la historia. 

Esa fama y reconocimiento lo hicieron ser uno de los periodistas más populares del periodo previo al golpe de Estado de 1973. La gente seguía sus columnas por la manera en que desmarañaba a los políticos y las decisiones del país. Siempre al hueso.

Un éxito que él creía podría haber llegado antes si su padre no hubiese fallecido: “Él me habría guiado, no habría perdido el tiempo. En vez de haber sido yo un periodista conocido a los 29 años, lo habría sido a los 17”, señaló en una entrevista.

Tras el Golpe Militar de 1973, Lira fue considerado dentro de los 95 hombres más buscados por la dictadura. Se asiló en Francia, donde trabajó en el diario L’Humanité.

En 1975, a los 40 años, falleció por causas que aún no se esclarecen, pero hay quienes creen que fue asesinado por orden de la DINA con gas sarín. Fue encontrado así en una pieza en París. Dejó a su mujer y a sus tres hijas: Eugenia, Regina y Ángela. En su máquina de escribir, sus últimas palabras: “Y tú que te creías el rey de todo el mundo, y tú que nunca fuiste capaz de perdonar, y cruel y despiadado de todos te reías…”.

 


Una muerte rodeada de misterios: ¿Quién mató al legendario periodista Eugenio Lira Massi en Paris?

Fuente :chileinforma.com 25/10/2015

Categoría : Prensa

Por Mario López Moya

A casi 40 años de la muerte del periodista y escritor Eugenio Lira Massi en misteriosas circunstancias en París, donde vivía exiliado, cada día adquiere mayor convicción la tesis de que fue asesinado. Así lo cree su familia y así parece desprenderse de múltiples hechos que se han ido conociendo recientemente y a los cuales tuvo acceso Cambio21. La DINA, el gas sarín, el ocultamiento del descubrimiento de su cadáver y la Operación Colombo se entremezclan en una sórdida historia de mentiras y silencio.

El "Flaco" o el "Paco" como le decían a Eugenio Lira Massi, fue sin dudas uno de los grandes periodistas chilenos del siglo recién pasado. El "Paco" lo llamaban, porque había sido escribiente en oficinas de Carabineros. ¡Es que no hubo oficio que no desempeñara en su juventud! Esa que no terminó nunca, a pesar de morir a los 41 años. Empeñoso, dedicado, bohemio, delgado, bien parecido y buen hombre. Era imposible no leer sus columnas o escuchar o ver sus entrevistas, y leer sus libros en los 70. Impertinente, punzante y claro al momento de defender sus ideas.

Nunca militó en un partido político, pero era de izquierda, qué duda cabe. Allendista hasta los huesos, pero honesto en la crítica a aquellos que osaran olvidar al pueblo, aunque fueran parte del gobierno de la UP. También fue respetuoso (aunque no le era fácil) con sus contrincantes, pero solo de quienes consideraba dignos y honestos (aunque eran pocos. eso sí). Pero ay del que cayera bajo su mira (o su pluma, para ser exactos).El golpe lo pilló durmiendo

"Era chica, pero la tensión se sentía en el ambiente. Todo era un torbellino, levantadas apuradas, vestirse a la rápida… hay muchas sensaciones marcadas, pero algo tengo claro, recuerdo claramente el día en que ya no vi más a mi papá en la casa"… nos señala Eugenia Lira Molina, la menor de las tres hijas de Eugenio Lira Massi.

Hay recuerdos que pueden ser difusos, dada la corta edad, pero algunos de ellos que se van quedando marcados, como aquella mañana del Golpe para Eugenia. "No era necesario saber qué acontecía en la política para darse cuenta que algo malo pasaba. Esa mañana nos levantamos y todo fue muy raro. Llamaron a mi casa para avisar que se estaba desarrollando el Golpe. Todos dormíamos y los hechos comenzaron a desarrollarse con mucha celeridad".

El asilo y la soledad

Sus recuerdos saltan a la estadía de su padre en la embajada de Francia en Santiago, donde debió asilarse. Lira Massi fue el único independiente y que no era autoridad de gobierno, que fue citado por la Junta Militar para presentarse y ser detenido.

Solo un par de veces Eugenia lo pudo ver en la embajada. Eso sí recuerda el orgullo paterno cuando pasó de la "litera" en que dormía a una cama más grande. "La primera vez en la sede diplomática había mucha gente, mi padre dormía en un catre de campaña, pues el hacinamiento no era menor, luego, a la siguiente visita, recuerdo que había mucha menos gente y su paso a una cama más grande lo hacían creerse la muerte"…

Mientras Eugenio Lira Massi estuvo asilado, su familia vivió una pesadilla. No fue fácil superar la situación para cuatro mujeres solas. Ello acompañado de mucho temor. "Yo sabía que algo estaba pasando y que no era bueno, como el habernos tenido que esconder un par de veces por allanamientos a lugar donde se encontraban", relata su hija. Su casa también fue allanada.

"Creía que la muerte no era definitiva"

"El papá nos escribía semanalmente, lo hacía a cada una de nosotras por separado. Era importante para mí cuando llegaba el cartero con su silbido característico", recuerda Eugenia. "Yo era la encargada de recibir la correspondencia… de un día para otro ya no volvió a pasar por la casa"…

"La muerte de mi padre la viví en varias etapas. Se demoraron varios días en decirme, fueron de a poco preparando el ambiente… primero era que estaba muy enfermo, luego que su salud empeoraba, hasta que me dijeron que había muerto, que no volvería a estar con nosotras. En mi inocencia, como en las películas, la muerte no era definitiva, pues morían los actores en una y a la siguiente película estaban vivos… con mi padre pasaría lo mismo, imaginé… sentí angustia, pero no entendía la muerte como un adiós definitivo", confiesa su hija.

"Mons. Alvear trajo las cenizas"

En 1979 vino otro remezón a la familia. "Se nos informó que debíamos trasladar los restos del papá a un nicho definitivo, sino sería llevado a una fosa común, en Francia. La situación económica era muy precaria, por lo que nos vimos forzados a pedir ayuda. La única sincera y sin condiciones provino de la Iglesia Católica, en particular de monseñor Enrique Alvear, quien fue el que termino trayendo las cenizas de mi padre ocultas".

"Alguna vez mi mamá le preguntó si había sentido temor al hacerlo, reconoció que en un momento, le dio ‘julepe', cuando le preguntaron en Policía Internacional qué traía en el recipiente que portaba, cenizas, solo cenizas, señaló y lo dejaron pasar. Era mi padre el que venía en sus brazos… fue un gesto que no olvidaré jamás. Mi papá ya estaba más cerca, por lo menos estaba en Chile", señala emocionada, como si fuera hoy, su hija.

"Siempre tuvimos sospechas"

"Mi madre siempre sospechó que la muerte de mi papá no había sido accidental o natural. Faltaban elementos para entender que había fallecido producto de una enfermedad. Intentamos como familia realizar distintas gestiones, pero no sobraban los medios y nadie cooperaba en nada para esclarecer los hechos que rodearon sus últimos momentos", se lamenta la hija.

La autopsia efectuada en Francia de manera protocolar da cuenta de una amplía introducción , dado que la investigación podía revestir características de un crimen político; por ello, se recurrió a diversos especialistas, más que los que existen para una autopsia regular. Ella determinó como causa de muerte, un derrame cerebral. Sin embargo es necesario tener en cuenta algunos hechos antes de concluir acerca de la rigurosidad definitiva de sus conclusiones.

"Se llega a esa conclusión sin antes dejar de manifiesto, que el estado de descomposición del cuerpo impedía la realización de algunos peritajes". "Es tremendo vivir con la incertidumbre del cómo murió tu padre, por lo que me propuse investigar sobre ello. Los aportes de Mario Gómez López y Nibaldo Mosciatti entre otros, fueron fundamentales. Pero no todo fueron aportes", dice Eugenia.

La inexcusable omisión

La investigación la llevó a descubrir muchas cosas que se habían ocultado, que de haberse revelado antes habrían llevado más tranquilidad a la familia y habrían logrado desentrañar las verdaderas causas de la muerte de su padre. "Pero callaron muchos, sea por protegerse u otra razón que ignoro… pero cuál sea ella, es inhumana", señala Eugenia.

La sorpresiva aparición de unas primas en Francia que la contactaron y sobre las cuales ignoraba su existencia, abrió la puerta a conocer nuevos y recientes antecedentes. Aunque en sentido diverso, la participación de un "amigo" de la familia también permitió acceder a nuevos hechos. Se trata del periodista Víctor Osorio (actual ministro de Bienes Nacionales), quien, indica la hija de Lira Massi, le ofreció ayuda para investigar la muerte de su padre.

"Se nos ocultó la verdad"

"Mi mamá confió y le entregó los antecedentes de que disponía sobre el tema. La familia estaba esperanzada que el ‘interés personal' de Osorio nos ayudara a resolver tanto misterio. Sin embargo, por una mera coincidencia, llegamos a enterarnos que un estudiante de Periodismo, en aquel entonces asesor de la campaña de Piñera, estaba haciendo su tesis en la Universidad Diego Portales, acerca de la muerte de mi padre", señala Eugenia Lira.

Al tener acceso accidental al borrador de la tesis, se percataron que "los antecedentes que la familia había entregado con otro fin, estaban en ese texto y, lo peor, que en esa tesis existían otros datos que Osorio no nos había dado a conocer, a pesar de haber ofrecido informarnos de cualquier novedad que descubriese", denuncia la hija. "Estos antecedentes más los aportados por la familia en Francia, llegaron a conclusiones, pero también a otras interrogantes".Reconstruyen últimos momentos

Los hechos que han podido resolverse como efectivos, son que el día viernes 6 de junio de 1975, previo a la muerte de Lira Massi, éste compartió con una familia amiga en casa de ellos. Le llevaron esa noche al departamento con el acuerdo de juntarse el domingo e ir a una campiña cercana. Todo era normal en ese momento, incluida la salud de Lira. Fue la última vez que alguien reconoce haberlo visto con vida.

También está establecido que el domingo 8, a las 12 del día, avisó a sus amigos por teléfono que no podría acompañarlos pues "estaba embalado escribiendo" una nota. El otro hecho cierto es que días más tarde, su cuerpo fue encontrado por personas que percibieron un extraño olor que provenía del departamento. Pero ¿qué pasó entre aquel domingo 6 y el día del descubrimiento "oficial" de su cadáver el 12? Los desfases, mentiras y contradicciones se multiplican. La verdad siempre se impone

El texto secreto conocido por Osorio e ignorado por la familia y los tribunales, daba cuenta que dos personas habían descubierto el cuerpo el lunes 9 de junio, días antes del hallazgo oficial. Se trataba de María Eugenia Horvitz y Claudio Iturra. ¿Quiénes eran estos nuevos personajes? ¿Por qué nunca habían entregado estos antecedentes a la familia o a los tribunales? ¿Por qué no avisaron de inmediato a la Policía, apenas descubierto el cadáver?

Uno era el entonces jefe del Partido Comunista chileno en Francia y también periodista y la otra una exiliada y ex compañera de Enrique París (DD.DD). "Cuando me enteré de esto, me dio mucha molestia, llamé de inmediato a Osorio y le pedí que nos juntáramos, necesitaba saber el por qué no habían dicho ni hecho nada. Osorio no apareció a la cita. Pasó el tiempo sin saber nada y luego él se puso en contacto conmigo".

"Me dio toda clase de explicaciones, pero su interés era que la familia autorizara la publicación del trabajo. Le manifesté que lo pensaría y que sus explicaciones no le convencieron".

Detalles del hallazgo

La señalada tesis que Cambio21 tuvo a la vista, da cuenta de las declaraciones de ambos personajes. Los dos reconocen haber visto el lunes 9 el cadáver de Eugenio Lira en su departamento.

Claudio Iturra: "El lunes (…) le dije a Quena Horvitz: ‘Acompáñame a ver al Flaco, pues no vino y no sabemos de él desde el viernes (…) Cuando llegamos a su casa, (…) subimos una empinada escalera semicaracol. En ella nos cruzó un tipo que bajaba. El único lugar del que podía venir era el departamento del Flaco Lira", indica Iturra.

Y continúa: "La puerta estaba sin llave y tras cruzar el hall -donde tenía fotos autografiadas del ‘Tata' Frei y del ‘Chicho' Allende – me asomé en el dormitorio y lo vi tendido de costado, con pantalones de traje (siempre iba de traje), camisa blanca y corbata. Como durmiendo una siesta. "Flaco, dale, no huevís, te vinimos a buscar", le dije.Iturra reconoce que se acercó al cuerpo… ""Flaco, dale, qué te pasa". Lo toqué y estaba frío y esa aparente máscara era un derrame que le abarcaba la mitad del rostro. Salí y se lo comuniqué a la Quena. Acordamos no hacer nada, salvo ir a la sede del PC francés para que nos ayudaran con el tema de trámites. (…) Concluimos que lo mejor era que lo encontrara una pareja de chilenos bien constituida, esto es, con papeles, domicilio y trabajo en regla".

Los dichos de María Eugenia Horvitz, no coinciden totalmente con Iturra: "Tocamos el timbre y nadie respondió. Claudio se apoyó en la puerta y descubrimos que estaba sin llave, que podíamos entrar. Lo primero que hicimos fue llamarlo: ‘Flaco, ¿dónde estás?'. Tenía un escritorio, cocina, una mesa, y al lado estaba su dormitorio. No había huellas de violencia. Primero entró Claudio al dormitorio. Estaba completamente vestido, como preparado para salir, en posición de estar sentado y reclinado", aseguró.

"Nos fuimos a Saint Vernam y nos sentamos en unos bancos, a conversar qué hacer. Era difícil hacer la denuncia, sobre todo porque Claudio estaba indocumentado en París". Así de simple. Habían descubierto que alguien salía del departamento de Lira Massi, lo encontraron muerto y no dijeron nada, sólo porque uno de ellos era indocumentado.

Silencio cómplice

"Y ¿acaso no existían los teléfonos para hacer la denuncia anónima? Debieron haberse asegurado que se informara de inmediato el hallazgo, lo que no se hizo, pues el cuerpo fue descubierto accidentalmente tres días después", señala la hija de Lira.

"Si estaba vivo el domingo 8 y Claudio Iturra y María Eugenia Horvitz aseguran que el lunes 9 descubrieron su cuerpo sin vida, ¿por qué el descubrimiento por las autoridades fue el jueves 12? Eso hasta hoy no tiene explicación. He hablado con ellos (Horvitz e Iturra) y jamás han podido explicar las contradicciones. Es más, puedo asegurar que se pusieron de acuerdo entre ellos para declarar", denuncia Eugenia Lira.

"Exigí entonces a Osorio que, si deseaban sacar el libro a la venta, debía ser con toda la verdad y entre ellas, las explicaciones de estos personajes que justificaran por qué no dieron aviso a la Policía, aunque fuera de manera anónima, de la muerte de mi padre".Y ello es sustancial, pues las pruebas toxicológicas no pudieron efectuarse por el transcurso del tiempo entre la muerte y el descubrimiento accidental de los vecinos. "Tienen una tremenda responsabilidad", asegura. El libro nunca se publicó.

¿Y el de la escalera?

Iturra, en sus declaraciones para la tesis de la UDP, señaló que en las escaleras para acceder al departamento se les cruzó un tipo que bajaba. Y reconoció textualmente que "el único lugar del que podía venir era el departamento del Flaco Lira". Era 1975, se trataba de conocedores del poder de la DINA en el exterior… "¿Por qué no informaron ni permitieron investigar la presencia del sujeto que ellos mismos reconocen que descendió desde el departamento de mi padre en el mismo momento en que ellos llegaban a él?", se pregunta Eugenia.

Por esos días se encontraba en París un agente de los servicios de seguridad chilenos. Se trataba de Michael Townley, según dan cuenta diversas fuentes. Entre el 1 de junio y el 14 del mismo mes, este oscuro personaje visitó Estados Unidos y Europa.

Años más tarde, el periodista Edwin Harrington en la revista "Nueva Voz", aseguró que Lira Massi "habría sido asesinado por medio de un plan denominado ´Operación Francia' (de la DINA)…". Afirmó asimismo que la muerte se produjo después del arribo a la capital francesa de un sujeto "llamado Bernardo Conrads Salazar, cédula de identidad Nº4.152.556-6, funcionario del servicio de seguridad de la dictadura". Ése habría sido Townley.

La muerte en perfume Chanel

Harrington afirmó que el crimen pudo provocarse por gas Sarín, que Townley solía llevar en un frasco de perfume "Chanel". Ese gas que fue de recurrente uso por la DINA, provoca entre otros efectos el fallecimiento por trastornos neurológicos. Pero la prontitud de los exámenes resulta vital.

El policía del FBI que investigó el crimen de Orlando Letelier, Robert Scherrer, señaló en un libro de su autoría que "probablemente con el gas (sarín) los militares mataron al periodista Eugenio Lira Massi en París". El FBI mismo sólo se ha referido a la materia asegurando que, aparte de recibir solicitudes de información, no tiene otro antecedente que entregar.
Si fue asesinado, quienes ocultaron información vital para descubrir los restos del gas, tendrán algo que decir. "Por ello son relevantes estos personajes. Saber qué aconteció habría traído además paz a mi familia y no tener que vivir en la incertidumbre que seguimos viviendo", señala Eugenia.

"No lo entiendo desde ningún punto de vista, ni hasta el día de hoy, ¿por qué no hubo ni la más mínima humanidad, dónde están los valores que esas personas dicen sustentar? Era su amigo, su compañero de trabajo, así se los hice presente por escrito, ¿cómo pudieron dejar a mi padre pudrirse por tres días, e irse, sin hacer nada?, explíquenme, cómo se puede vivir sabiendo que fueron parte de una cosa tan sórdida", se pregunta la hija menor de Lira.

"Lo único que tengo claro es que mi papá no se suicidó. Yo creo que a mi padre lo mataron", concluye. Y a esa misma conclusión parece arribarse día a día, cada vez que se conocen más antecedentes. No son coincidencias la publicación del Semanario LEA de Argentina, la presencia del personaje de la escalera, las declaraciones del funcionario del FBI, y las extrañas circunstancias que rodearon su muerte.

Lira Massi, el Semanario LEA y la Operación Colombo

No pasa en alto que la información de la muerte de Lira Massi, aparezca consignada el 15 de julio de 1975 en el truculento semanario "LEA" de Argentina. El mismo que la DINA usó para dar cuenta de presuntos "enfrentamientos" que terminaron con la vida de 119 compatriotas en el caso "Colombo". Como se sabe, la información fue una puesta en escena para justificar los horrorosos crímenes. Pero casi inadvertido, en la página frente a la lista de los asesinados, aparece otra información de la muerte en Francia.

Aquel instrumento de la DINA señalaba que la muerte de Lira Massi se trató de una de las acciones de "silencio y limpieza" que se había dado entre "fanáticos juramentados", que buscaba matar miristas y socialistas extremos. Las mismas justificaciones burdas para intentar explicar los crímenes de la Operación Colombo. Pero ¿por qué se nombra a Lira Massi? ¿Era al igual que en aquel caso de los 119, un reconocimiento de la acción asesina de la DINA? Como sea, no deja de resultar sintomático aquel hecho en aquel medio financiado por la dictadura.
Disparaba de "chincol a jote"

Ministros, senadores, diputados, nadie quedaba con cabeza. Y lo singular del caso es que no se enojaban con Lira Massi, porque aunque les daba duro, lo hacía con simpatía, con ingenio, lo hacía con el estilo tan propio del "Flaco". Claro, salvo el odio que la extrema derecha y los golpistas tenían hacia él. O más que odio, miedo a que fueran motejados y el hazmerreír de todos, pues sabían que Lira Massi los podía hacer "zumbar" con solo unas cuantas palabras.

Brillantes fueron sus libros como "La cueva del Senado y los 45 senadores" o "La Cámara y los 147 a dieta". Allí los parlamentarios fueron analizados uno a uno, en su estilo sarcástico, incisivo y claro. Cada columna en el diario "Puro Chile", un medio de izquierda del cual fue subdirector, era la primera nota que un político que se vanagloriara de tal buscaba para saber si lo había mencionado y si así era, si se levantaba o no.

"La Entrevista impertinente" se llamó el programa de Lira Massi en Canal13. Allí también dejó varios políticos "heridos". Cómo no recordar la experiencia vivida por uno de ellos, famoso por su locuacidad. El "Paco" le pidió que fuera al programa. "No, me vayas a poner en apuros", le rogó el político. "Te prometo que no", le contestó, y le lanza de sopetón la primera pregunta: "Usted es muy bueno para hablar. Lo desafío a que se quede callado un minuto". El entrevistado se puso rojo, no hallaba las horas de pararse y salir de ahí. Terminado el programa le señaló: "Conchetumadre, me dijiste que no me ibas a poner en apuros". El "Flaco", muerto de la risa, lo despidió con un abrazo. Así era Lira Massi, incorregible.

Los descargos del Ministro

Cambio21 contactó al ministro Víctor Osorio, mencionado en la nota, quien efectuó las siguientes aclaraciones y descargos:

"La figura y la obra de ELM pertenecen al patrimonio histórico de Chile y al periodismo nacional, no solo de la familia. Mi intención era hacer más visible la obra y la historia en su calidad de periodista de ELM, con el propósito de recuperar su trabajo y rendirle el debido homenaje a uno de los más grandes periodistas que ha producido el periodismo chileno, en ningún caso el objetivo fue económico". "Es efectivo que en 1996 conversé con la viuda de ELM para un reportaje que fue publicado en el Diario La Nación, teniendo como fuentes no solo a la viuda sino que a los hermanos Gómez López y otros. Luego, mi relación con la familia, estuvo circunscrita a éste reportaje. Luego es falso, que bajo la justificación de ofrecer ayuda para esclarecer los hechos, haya buscado un fin privado y menos pecuniario", acalara.

"En la investigación de ese reportaje constaté que había hechos en la muerte que no estaban esclarecidos, como la causa de la misma y por lo demás. Luego del reportaje, estimé que la obra y vida de ELM era importante darla a conocer e inicié un acabado estudio acerca de la misma, en que se consultaron fuentes abiertas y a quienes lo conocieron".

"El grueso de la información contenido en la tesis de grado, proviene de distintas fuentes que la propia familia. Parece obvio que un trabajo que se va a publicar tiene, en una economía de mercado, un resultado económico, pero mi fin no era lucrar e incluso pensé ceder los derechos de autor a la familia o al Colegio de Periodistas. Mi fin era recuperar la imagen de Lira Massi para la memoria de éste país".

"También es efectivo que parte de esa información se utilizó en mi tesis de grado, pero nunca ha tenido otro uso que el académico. Solo una vez que estuviera más elaborado pensé conversar con la familia. Ellos al enterarse que yo había presentado esta tesis se comunicaron conmigo y me reuní con ellos manifestándoles que el sentido era rendir homenaje a Lira Massi", insiste.

"Jamás oculté información alguna, pues se trataba de una investigación en desarrollo y que tenía por fin que, una vez concluido el trabajo, poner a disposición a la familia el trabajo, soy periodista no policía ni tribunal para evaluar si los entrevistados (Horvitz e Iturra), actuaron debidamente frente al descubrimiento del cadáver y no haber dado cuenta oportuna. Siempre estuve dispuesto a recoger todos los puntos de vista sobre esta materia y desde luego el de la familia".

"La conclusión de la reunión obtenida con la familia, es que colocaba el libro a disposición de ellos para efectuar todas las correcciones que fueran pertinentes y por otro lado, que éste trabajo debía ser publicado de todas maneras, pues es patrimonio histórico de todo el país. Así que no se trataba de pedir autorización, sino que más bien les invité a incorporarse al trabajo para que fueran parte de su rigurosidad y que los puntos de vista de la familia estuvieran allí incorporados.
Desde luego podría volver a preguntarles a estas personas el porqué de su conducta", concluyó el ministro, lamentandio la controversia.                                                                             María Eugenia Horvitz no respondió las llamadas y mensajes dejadas con su secretaria en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile. Claudio Iturra se encuentra fuera del país y no ha vuelto a ser contactado, después de sus declaraciones.

 


A 40 años de su muerte, conozca los entrañables relatos del talentoso periodista Eugenio Lira Massi

Fuente :edicioncero.cl 13/6/2015

Categoría : Prensa

Eugenio Lira Massi fue uno de los periodistas más incisivos y talentosos de las décadas del 60 y el 70, y el golpe militar de 1973 truncó esa carrera. Partió al exilio y se radicó en Francia, en un suburbio de París. Sus conocidos lo vieron por última vez el 10 de junio de 1975. Cuatro días después fue encontrado sin vida. La causa oficial de muerte fue un derrame cerebral y las sospechas de un homicidio no han podido ser comprobadas. Aún no cumplía los 41 años.

Su carrera periodística comenzó en el diario Clarín. Destacó como reportero político y esa experiencia lo llevó a publicar sus dos primeros libros, que fueron éxito de ventas, en donde trazó con pluma humorística los perfiles de los senadores, primero, y de los diputados, en seguida. El éxito de esas publicaciones y el estilo personal de sus columnas de prensa («La columna impertinente») lo llevaron a tener un espacio en la TV («La entrevista impertinente»).

En 1970, en vísperas de la elección presidencial, junto a su amigo y colega José Gómez López fundó el diario Puro Chile. En sus páginas del suplemento dominical, y entre abril de 1971 y enero de 1972, escribió una serie de artículos con el título de «Érase una vez», en que revivió el mundo de su infancia y adolescencia en el barrio de la Plaza Chacabuco, sumando a su humor habitual un tono más emotivo, cruzado por una aguda observación de su realidad social. Eugenio Lira, el «Paco» para sus amigos, pensaba convertir esas crónicas en su cuarto libro (el tercero fue un reportaje extenso sobre el intento golpista del general Roberto Viaux en 1969), pero la asonada militar del 11 de septiembre de 1973, y luego su muerte, abortaron ese proyecto.

En 1989, el periodista José Gai recopiló esos artículos, que fueron publicados en el libro «Érase una vez», de Editorial Nueva Voz. Aquí presentamos la primera de esas crónicas, junto con el prólogo, escrito por José Gómez López, y -de las notas finales en que destacados periodistas entregaban sus semblanzas de Eugenio Lira- la de Alberto Gato Gamboa, quien recordó allí la llegada del Paco al periodismo.

Un club infantil con camisetas de luto, Por Eugenio Lira Massi

Allá por 1943 éramos casi tantos chiquillos como perros. Por lo menos la mayoría de nosotros tenía el suyo. El mío se llamaba Pirincho, un quiltro con gustos de príncipe y facha de atorrante con la cola en ángulo recto porque se le quebró al ser alcanzado por un portazo que nos dolió a todos en la casa. El del Tuco se llamaba Pitoniso; era grande, blanco, con una mancha negra en un ojo. Murió envenenado y lloramos todos. El Lalo era el hermano menor del Tuco, y su perro, el Palomo, era papá del Pitoniso. El Palomo murió de viejo, y cuando estaba en las últimas tenía todos los dientes sueltos y nosotros le hacíamos puré. Otros perros llegaron al grupo y se fueron sin dejar ni un recuerdo.

Ese año fue campeón de fútbol profesional el equipo de Unión Española y por consiguiente todos nos sentimos campeones, ya que nuestro sector jurisdiccional estaba comprendido entre Guanaco y la Plaza Chacabuco, Hipódromo Chile y Santa Laura, incluidos el estadio y la Quinta Comisaría, de manera que las pichangas callejeras no cundían mucho, porque ligerito aparecía un paco y nos llevaba la pelota o, lo que era peor, alguien levantaba mucho un centro y se nos caía dentro del cuartel, y nadie se atrevía a ir a pedirla.

Cansados de perder pelotas y de pasar sustos, resolvimos fundar un club en serio; total, ya éramos grandecitos. El mayor tenía trece años y el menor ocho. Lo primero fue buscar una sede social. Elegimos un sitio eriazo en la calle Severino Cazorzo, frente a Agustín Meza. Estaba cerrado con pandera y la puerta de acceso era firme, pequeña y tenía un pestillo por dentro que ofrecía toda clase de garantías. Además, el cuidador, muy curado pero comprensivo, nos tomó cariño y puso a nuestro servicio su experiencia. Era muy deportista, tenía zapatos de fútbol que se ponía los domingos para ir al centro, un hijo al que llamaba «Castaña», seguramente porque era chiquito, negrito y guatón, y una fijación casi enfermiza por los «tatutos» del club. «Un club sin tatutos, nos dijo, no es un club». A la próxima sesión tienen que traer un proyecto de tatutos para discutirlos y aprobarlos». Nunca lo hicimos y mucho tiempo después, cuando empezaron a edificar y tuvo que marcharse con su mujer y su «Castaña», nos dijo que la única pena que se llevaba era que aún no teníamos «tatutos» y que así no íbamos a llegar a ninguna parte.

La verdad es que no sólo nos faltaban los estatutos. Tampoco teníamos camisetas ni pelota, porque Osvaldito, sobrino del Tuco y del Lalo, que era el dueño, se enojó en un entrenamiento porque no lo pusimos al arco, renunció al club y se la llevó. Para colmo ya no teníamos sede y debíamos sesionar en la cuneta bajo un farol para que el secretario, el Miguel, pudiera escribir las actas. Después descubrimos que el farol estaba de más porque nunca anotó nada y se entretenía haciendo monitos mientras nosotros discutíamos el nombre del club y el color que debían tener las camisetas. Primero le pusimos «Guanaco FC», pero no le gustaba a nadie y antes de jugar nuestro primer partido se lo cambiamos por «Juventud Deportiva FC», que nos parecía mucho más adecuado. Las camisetas serían a franjas verticales anchas en colores verde oscuro y verde claro, pantalones negros y medias blancas, según un diseño que presenté y fue aprobado por aclamación, así como su inmediata adquisición. Desgraciadamente, a esa altura el Pito, que era el tesorero, preguntó con qué plata y debimos levantar la sesión.

A la sesión siguiente, el Pito, demostrando gran preocupación por su cargo, informó que en la Casa Olímpica el juego de camisetas costaba 190 pesos, y ahí mismo acordamos una campaña de finanzas consistente en recortarnos toda la plata que pudiéramos hasta llegar a esa suma.

Casi un mes fuimos el asombro de nuestras casas. Nos andábamos ofreciendo para ir a hacer las compras, y en 30 días don Rodolfo, el dueño del almacén, se hizo una fama de pulpo que no se la ha sacado hasta el día de hoy. Cuando el arqueo había arrojado 120 pesos en caja, se enfermó el Coto, un chiquillo de doce años, el más callado y el más estudioso de nosotros. Era meningitis, y en una semana murió.

Esa vez no se cumplió ninguna formalidad, no se abrió la sesión ni se dio por aprobada el acta de la sesión anterior. Simplemente partimos a la Pérgola de las Flores y compramos la corona más cara. Nos costó 110 pesos. Era blanca y linda. El padre del Coto lloró mucho cuando nos vio marchar muy peinados y serios detrás de la urna portando la corona. De regreso nos reunimos y acordamos que cuando tuviéramos camisetas llevarían luto. extracto


Eugenio Lira : ¿Murió de pena o fue asesinado?

Fuente :Libro: "Morir es la Noticia", 1997

Categoría : Otra Información

Todas las manifestaciones de la oposición al gobierno de Salva dor Allende incluían en el programa una pasada por la casa del diario Puro Chile, en Manuel Rodríguez con Alameda.

Les tiraban piedras, balines de acero disparados con honda. "E-na-no-ma-ri-cón, asómate al balcón", gritaban. La empresa Ericksson, que ocupaba los primeros pisos del edificio, era la víctima inocente. En el invierno de 1975, el diario no tenía ni un solo vidrio.

En la mañana del martes 11 de septiembre de 1973 las tropas militares instalaron ametralladoras punto 50 en Dieciocho con Alameda, a 150 metros de la redacción del diario fundado y dirigido por el periodista José Gómez López y su amigo entrañable, Eugenio Lira Massi. Desde allí les disparaban. En el suelo y desde abajo de los escritorios se atendían los teléfonos.

Ese mismo día la Junta Militar hizo público su Bando Nº 10 llamando a presentarse al Ministerio de Defensa a 95 personas, las supuestamente más peligrosas para el nuevo orden. Entre ellos estaba Eugenio Lira, hasta no mucho antes "el hombre que más da que hablar dentro del ambiente periodístico nacional", decía Hernán Puelma en su libro "Alí-Babá y sus 40 Periodistas".

Viaje a Francia

El 15 de septiembre Lira se asiló en la embajada de Francia, mientras su casa en San Miguel era allanada una y otra vez.

Desde el interior de la embajada, Lira escribía a su esposa en noviembre de 1973:
"Los milicos son dueños y señores del país y dan o niegan los salvoconductos a su regalado gusto o los difieren para cuando se les antoje. Parece que están muy picados con quienes no pudieron tomar presos, patearlos, fusilarlos o tirarlos a Dawson o a Chacabuco para que se pudran.

"No sabes cuanto me has hecho ganar en tranquilidad con tu presencia de ánimo, valentía y decisión para salir adelante. Incluso la letra me sale menos tiritona "…

En junio de 1974 salió a París. La familia fue al aeropuerto, a verlo subir al avión, en silencio y desde lejos.

Ya en Francia comenzó a trabajar en la sección cables del diario comunista L 'Humanité, mientras vivía en una pequeña pieza. Durante esos días se mantenía en contacto permanente con su esposa y tres hijas, enviándoles cartas periódicas y pequeños regalos. Su esperanza era trasladarse a un país latinoamericano, a cualquiera de habla "cristiana" (castellana) según decía en sus mensajes a la familia.

Una carta dirigida a su hija Regina, fechada el 22 de febrero de 1975, decía: "Negrita mía: ¿sabís cuanto frío hace aquí? ¡Dos grados bajo cero ¡Brrrrr! Pero dos grados bajo cero todo el día, no un ratito. ¡Con razón estos atorrantes no se bañan!… ¿Y los amores cómo van? Cuidadito ah, porque estás muy linda, pero te queda mucho que estudiar todavía, y el amor produce 'hemorragia' en las libretas de notas".

Muerte en París

A mediados de junio de 1975 los conserjes del edificio donde vivía llamaron a la policía. Hacía días que no veían al inquilino. Lo encontraron muerto.

En Chile, la familia quedó totalmente desamparada. Sólo un chofer del diario Puro Chile, Julio Garrido, las visitó por años. Vivieron en condiciones muy modestas en una casa de la zona sur de Santiago. La esposa y tres hijas tuvieron que enfrentar solas la vida, conviviendo con el miedo y la lucha por la sobrevivencia.

Hoy José Gómez López tiene 75 años y está enfermo, aquejado del mal de parkinson. Se le hace dificultoso comunicarse. La enfermedad comenzó a declarársele cuando estuvo prisionero de los militares durante tres años.

Gómez señala que Lira Massi, uno de los principales amigos de su vida, "me falló una vez…".

–¿Cuando y cómo le falló?–, preguntamos.

–Habíamos acordado reunimos en París, y me falló… porque se murió… o lo mataron.

Antecedentes confusos

En efecto, la muerte de Eugenio Lira Massi no ha sido explicada con claridad suficiente. Su esposa, Estela Molina, señala que no tiene plena convicción respecto a si su muerte fue el resultado de la acción de terceros, o si respondió a causas naturales.

"Nunca hemos visto el protocolo de la autopsia realizada en París, o el informe de la Prefectura policial que encontró su cuerpo el lunes 14 de Junio de 1975. En realidad, nadie los ha visto, a pesar de lo que se diga, porque sólo pueden entregarlo a familiares directos", señala.

El libro "Chile: La Memoria Prohibida", una exhaustiva investigación sobre violación a los derechos humanos, señala que"murió de bronconeumonía" (Ediciones Pehuén, Santiago, 1989. Tomo II, pág. 157, Nota 13).

El Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), que preside la abogada Fabiola Letelier, en el estudio informe "La Gran Mentira: El Caso de las Listas de los 119" (Aproximaciones a la Guerra Psicológica de la Dictadura. 1973-1990") indica que " su muerte se debió a una hemorragia cerebral" (Santiago, 1994, Pág.51).

En Chile, su fallecimiento fue inscrito como provocado por "un ataque cardíaco", por la necesidad de cumplir con el trámite, y frente a la ausencia de antecedentes.

Luego de años paralizados por el temor, la familia presentó su muerte como posible violación a los derechos humanos ante la Comisión Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig). Lo incluyeron en la lista de "casos sin convicción". Estela Molina señala que "el organismo no investigó más allá de los datos que nosotros teníamos". Agrega: " sería necesario que el Estado chileno solicitara al gobierno francés la entrega oficial de los antecedentes".

Pocos después de la muerte, Carlos Solano escribió a la familia de Lira. Fue uno de los últimos que lo vio con vida, el 6 de junio de 1975. Recuerda que lo encontró muy delgado. En su carta, cuenta que le informaron verbalmente, no en forma oficial, que la causa fue derrame cerebral. Lo concreto es que fue encontrado sobre la cama, sin huellas de violencia.

No existe una fecha clara de su deceso.

Quien se encargó de todos los trámites legales en París fue Juan Díaz Gómez, un anónimo médico veterinario que conoció a Lira mientras permanecían asilados. En 1986 trajo a Chile todos los objetos personales del periodista.

Operación Colombo

El 15 de julio de 1975 –un mes después de la muerte de Lira– apareció en Buenos Aires, por única vez, la revista LEA, ideada por la DINA como parte de un plan para encubrir la detención y desaparición de 119 personas, maniobra conocida como " Operación Colombo". La revista dijo que la izquierda realizaba acciones de "limpieza y silencio" (asesinatos), contra sus propios "compañeros de lucha".

Y agregaba:

"El factor que determinó la denuncia de estos hechos fue la extraña muerte del periodista Eugenio Lira…

"(Mientras el periodista estaba asilado), trató de negociar con las nuevas autoridades chilenas… ofreció, a cambio de su libertad y salida del país, escribir un libro denunciando todas las corrupciones y luchas intestinas que socavaron al gobierno marxista. La proposición no fue aceptada (por el régimen militar)…

"(Ya en Francia) mantenía la, idea del libro y éste ya estaba en confección…"

Los otros 60 muertos que aludía la falsa publicación se comprobó que fueron detenidos, asesinados y hechos desaparecer por la DINA.

¿Por qué Lira Massi fue incluido en esta maniobra de «inteligencia periodística»?

La falacia de la revista "LEA", complementada con los 59 muertos anunciados por el apócrifo diario "Novo O' Día" en Curitiba, Brasil, se inscribe en la denominada "Operación Cóndor": un plan de acciones represivas fuera de las fronteras chilenas y continentales.

¿Gas sarín?

El espacio de Europa fue campo privilegiado de la DINA. "Chile: La Memoria Prohibida" describe las andanzas de Townley por el viejo continente en ese año 1975:

"El 1º de Junio, Townley volvió a partir desde Santiago. Su. intención era dirigirse a Miami, para recoger a Virgilio Paz (cubano implicado en el asesinato de Orlando Letelier) y continuar hacia Europa nuevamente. Townley y Paz viajaron a Frankfurt. Sin embargo, Townley regresó a Santiago el 14 de junio (el mismo día que se encontró el cadáver de Lira Massi) mientras Paz permanecía solo en Europa por cuenta de la DINA".

Las operaciones de la DINA fueron particularmente importantes en Francia, país que concentró el mayor número de exiliados chilenos. En 1975 hubo reiterados intentos de asesinar a Carlos Altamirano, en diversos lugares del viejo continente. Por fin, en octubre se atentó contra Bernardo Leighton en Roma. La revista española Cambio 16 aludió, el 10 de octubre de 1977, a una "sede europea" de la DINA, la que habría sido instalada ese año 1975, "encubierta bajo el nombre de una empresa de importación-exportación y con 48 agentes".

En 1990, el periodista Edwin Harrington publicó en la revista Nueva Voz que Lira "habría sido asesinado por medio de un plan denominado "Operación Francia " (de la DINA)…".

Agrega que la muerte se produjo después del arribo a la capital francesa de un sujeto llamado Bernardo Conrads Salazar, cédula de identidad Nº 4.152.556-6, funcionario del servicio de seguridad de la dictadura.

Sostiene que el deceso de Lira pudo provocarse por gas Sarín, que Townley llevaba en sus viajes en un frasco de perfume Chanel. Como se sabe, el gas sarín, preparado por el químico de la DINA Eugenio Berríos, provoca el fallecimiento por trastornos neurológicos (respecto al particular, ver Samuel Blixen: "El Vientre del Cóndor", Editorial Brecha, Montevideo, 1996).

Harrington citaba como una de sus fuentes principales un informe del FBI. Luego, la familia consultó a la embajada norteamericana. David Greenlee, encargado de negocios, contestó el 25 de octubre de 1990 indicando que efectivamente se había efectuado una solicitud de información, pero que no fue respondida. Agregó que desconocía la existencia de documentación del FBI sobre la materia.

El periodista Mario Gómez López, hermano de José y otro de los amigos de Lira, recuerda:
"Lira estaba entonces dedicado a realizar una recopilación de lo que se había publicado en el exterior sobre la situación chilena. Por eso, luego de su muerte se especuló equívocamente con que la DINA lo había asesinado con el propósito de robarle los originales de un supuesto libro que estaba preparando, con una acusación amplía y fundada contra la dictadura.

"Pienso que el Flaco más bien murió de pena y soledad…"

Sus últimas palabras

Cuando se encontró su cadáver, en su máquina de escribir estaba escrito un papel, probablemente lo último que escribió:

"Claro, la cosa es como para tomársela a la tragedia. Yo estoy aquí y todo el mundo está allá. Nada que hacer. Ellas están allá porque ese es su lugar, yo estoy aquí porque no me dejaron alternativa ni nadie me lo preguntó. Pero así es, y no hay vuelta que darle (…) No hay donde elegir, y es así y que le vamos a hacer.

"Y en estas condiciones, y en estas circunstancias, uno recibe cartas que están llenas de amor, que están llenas de nostalgia y que piden cosas que uno no puede dar.

"Y uno cree, porque nunca ha querido dejar de ser cabro chico, que la única solución, ya que no hay ninguna, es ponerse a llorar, porque ese llanto por lo menos permitirá desahogarse, echar todo afuera y quedar seco y dormir tranquilo.

"Y tampoco puedo, porque si aflojo ahora me voy a la mierda, y llorar ni hueviando, y sí así estoy aquí es porque me lo busqué, y si me lo busqué de qué me quejo. Y no puedo llorar y nunca falta un espejo donde mirarse directamente a la cara, reírse un poco de uno mismo, pensar que era y ver lo que ahora se es, hacerse un guiño y salir del apuro recordando alguna canción melodramática y ridícula, pero no tanto:

"Y tu que te creías
el rey de todo el mundo…
y tu que nunca fuiste
capaz de perdonar…
Y cruel y despiadado
de todos te reías…

"Así es la vida, compañero. Algunos pueden, tú no. Algunos pueden quejarse y reclamar injusticias, tú no. Lo que estás pasando te lo buscaste. Lo que le pasa a tu familia es culpa tuya y no lo puedes remediar, simplemente porque no puedes. Y entonces ¿que vas a pegarte un tiro como los maricones? ¿Vas a bajarlos brazos?(…)

"Y mañana será otro día, habrás dormido y estarás listo para empezar de nuevo esta pelea, que probablemente no lleva a ninguna parte, pero es tu pelea, es la única y no la puedes abandonar, porque sería abandonarte a ti mismo. BUENAS NOCHES".

El 15 de octubre de 1979 Monseñor Enrique Alvear, Vicario de la Zona Oeste del Arzobispado de Santiago, trajo a Chile sus cenizas.

En el funeral, realizado en el Cementerio General bajo la atenta vigilancia de decenas de carabineros y agentes de la CNI, se reunieron espontáneamente centenares de personas.

Estela Molina recuerda que Lira decía, desde que estaban de novios, que moriría a los cuarenta años. "A esa edad mueren los grandes hombres", comentaba. Su padre también murió a esa edad.

Víctor Osorio, periodista formado en la Universidad ARCIS, es co-autor de Los hijos de Pinochet (Planeta). Se dedica a la docencia y a la investigación histórico periodística. Trabaja también en la Revista Semanal de La Nación.