Fecha Detención :
Comuna Detención :
Fecha Asesinato : 09-05-1984
Comuna Asesinato : Santiago
Partido Político : Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
Oficio o Profesión : Dueña de casa
Estado Civil e Hijos :
Nacionalidad : Chilena
Relatos de Los Hechos
Fuente :(Informe Rettig)
Categoría : Antecedentes del Caso
María Loreto CASTILLO MUÑOZ, militante del MIR. El día 19 de mayo de 1984, horas después del enfrentamiento que según comunicado de la CNI le costó la vida a Jorge Eduardo Muñoz Navarro. María Loreto murió explosionada a los pies de una torre de alta tensión en la Comuna de Pudahuel, a consecuencia de los efectos de un artefacto explosivo, que, como oficialmente se señaló, ella trataba de activar. Sin embargo, ante esta Comisión se recibió un testimonio según el cual ambos habrían sido detenidos durante la noche, permaneciendo en un mismo recinto, siendo luego ultimados en sectores diferentes, por agentes de la CNI.
Los antecedentes reunidos fueron insuficientes para que la Comisión se formara convicción de cómo ocurrieron los hechos.
Procesan a 6 agentes CNI por homicidio frustrado mediante explosivos en mayo de 1984
Fuente :resumen.cl, 20 de Enero 2016
Categoría : Prensa
Este lunes 18 de enero, el ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones a los Derechos Humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza, dictó auto de procesamiento en contra de seis ex agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI), por su responsabilidad en el delito de homicidio calificado en calidad de frustrado de Héctor Enrique Muñoz Morales, perpetrado en mayo de 1984, en el Cerro San Cristóbal, en la Región Metropolitana.
En la resolución (causa rol 238-2010), el ministro en visita encausó en calidad de coautores del delito al ex teniente coronel de ejército Álvaro Julio Federico Corbalán Castilla, alias "Faraón", al también ex teniente coronel de ejército Fernando Rafael Mauricio Rojas Tapia, alias "El Piscola", al ex capitán de ejército Luis Arturo Sanhueza Ros, alias "El Huiro", y a los ex agentes civiles del ejército Patricio Leonidas González Cortez, alias "El Gigio", Luis René Torres Méndez, alias "Negro Mario", y Rafael de Jesús Riveros Frost, alias "El Suave". Todos los procesados eran agentes de la Brigada Azul de la CNI.
En la etapa de investigación, el ministro Carroza logró determinar los siguientes hechos:
«El 17 de mayo de 1984, entre las 22:00 y 23:00 horas, en circunstancias que Héctor Muñoz Morales, militante del MIR, y su conviviente María Loreto Castillo regresaban a su hogar ubicado en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, población Dávila, luego de haber ido a comprar alimento, fueron interceptados en la vía pública por agentes operativos de la Brigada Azul de la Central Nacional de Informaciones (CNI) que se movilizaban en al menos dos vehículos, quienes luego de reducirlos mediante el empleo de armas de fuego, los suben a un furgón, les vendan y los trasladan al Cuartel Borgoño de la institución, donde fueron golpeados e interrogados por varias horas, hasta un instante en el que se les traslada a otro punto de Santiago, siempre con la vista vendada, cercano al sector de La Pirámide del cerro San Cristóbal, donde se les separa. En esa ocasión Héctor Muñoz Morales fue golpeado por agentes de la CNI, con fuerza reiteradamente en la cabeza perdiendo el conocimiento, despertando instantes después, cercado con explosivos que no pudieron detonar, logrando huir del lugar, hasta un centro asistencial donde pudo recuperarse y dar cuenta de lo sucedido. Necesario es indicar -señala la resolución- que Héctor Muñoz Morales, estaba siendo objeto de seguimientos y vigilancia ese día y otros anteriores, por agentes de la Brigada Azul de la CNI, quienes conocían su rutina y sus desplazamientos". El hecho es constitutivo del delito de homicidio calificado en grado de frustrado, concluye el dictamen.
Días después, Héctor Muñoz Morales, acompañado de abogados de la Vicaría de la Solidaridad hizo la denuncia pública del hecho, así como del asesinato de su pareja. María Loreto Castillo Muñoz también había logrado zafarse y huir del lugar donde se le trató de explosionar junto a Héctor, pero fue casi inmediatamente recapturada por los esbirros quienes la trasladan a otro lugar y esta vez logran ejecutar el alevoso crimen. María Loreto es encontrada al día siguiente en la comuna de Pudahuel, junto a unas torres de alta tensión, donde fue asesinada mediante otro artefacto explosivo por los agentes CNI.
Al mismo tiempo, Jorge Eduardo Muñoz Navarro, otro mirista detenido en la misma fecha, que también permaneció en el Cuartel Borgoño junto con la pareja, fue llevado hasta otro lugar en la comuna de Renca donde también fue asesinado, junto a un tendido de alta tensión, montando un falso enfrentamiento para encubrir el crimen.
En junio pasado, el Ministro Carroza, procesó a estos mismos sujetos como autores del homicidio calificado de María Loreto Castillo Muñoz, y a Álvaro Julio Corbalán Castilla, Fernando Rafael Rojas Tapia, Luis Arturo Sanhueza Ros y Rafael Primitivo Salas Cataldo, como autores del homicidio calificado de Jorge Muñoz Navarro.
Las farsas de los falsos enfrentamientos y los alevosos crímenes por bombas cometidos por los agentes represivos de la dictadura poco a poco van siendo develados por la justicia y, a pesar de los encubrimientos, presiones y maniobras de impunidad, la verdad termina por imponerse.
María Loreto Castillo Muñoz. Testimonio de su cónyuge.
Fuente :derechos.org sin fecha
Categoría : Prensa
Días después de contradictorias versiones oficiales acerca de las circunstancias de la muerte de María Loreto Castillo, su cónyuge, Héctor Muñoz Morales, entregó directamente un relato de los hechos en conferencia de prensa efectuada el día 4 de junio.
Como se recordará, primero se dijo que la víctima era una extremista muerta al intentar colocar un artefacto explosivo. También se dijo que podría ser la víctima inocente de una explosión causada por extremistas.
Héctor Muñoz desmiente esas especulaciones: «El miércoles día 16 de mayo me encontré con Jorge Muñoz en una plaza. Él andaba con un amigo. Conversamos un rato y pasamos a comer a un restaurante. En eso entran tres tipos. Jorge me dice que los encuentra raros. Bromeamos. Después me voy a la casa, donde llegué como a las 10,30 de la noche. Converso con mi señora, le damos comida a los niños, los acostamos. Como se había acabado el pan decidimos ir a comprar al Callejón Lo Ovalle con Valparaíso. De vuelta veníamos por Abranquil con Callejón Lo Ovalle cuando se bajan unos tipos desde un auto pequeño que estaba estacionado. Llevaban brazaletes amarillos y armas en la mano * Un tipo flaco, con bigotes, cara huesuda, pelo crespo negro, me pone una metralleta en el cuello y me tira contra la muralla. Otros cuatro tipos corren desde Callejón Lo Ovalle con Abranquil. Una "Subarú" rápidamente se atraviesa con una puerta abierta. Me tiran adentro, y siento que cae mi señora al lado. Me di vuelta para protestar, pero uno de los tipos me pone una rodilla en la espalda y me amenaza. Me ponen una cinta adhesiva en los ojos y esposas en las manos. El furgón empieza a andar. No sé cuánto tiempo después, quizá media hora, llegamos a una parte que tenía un portón. Entramos. Subimos unos cinco escalones, bajamos varios más. Llegamos a una sala grande. Se escucha a mucha gente, tenían puesta la radio cooperativa. Me toman los tipos, me sacan el carnet, las esposas, la plata, todo. Me llevan por una escalera de peldaños altos. Llegamos a una pieza chica, que tenía una especie de camilla de madera con una colchoneta arriba. Me sientan arriba y empiezan a preguntarme nombres que no conozco. Me acusan de poner bombas en el Metro y otras partes, lo cual yo negaba. Me dieron golpes en la cabeza con la mano, en los oídos. De pronto entra un tipo que andaba con unos papeles en la mano. Habla despacio. Uno me coge, me saca para abajo, de nuevo me ponen el reloj, el carnet' las llaves, la plata. Me suben a la "Subarú". Siento que a mi lado está mi señora de nuevo. Toco su rebeca. No hablamos nada. Me dicen que vamos a ver una casa que les deberé decir quién es su dueño. Pero de pronto paran el vehículo, me bajan, me tiran al suelo. Empezamos a subir por un cerro. Yo sentía maleza rozar mis piernas. Cuando me doy cuenta que no habla ninguna casa y que me iban a matar, empiezo a forcejear y a gritar que no me maten a mí ni a mi señora. Me ponen un hierro en la cabeza, siento una especie de disparo y pierdo el conocimiento. Cuando lo recupero no tenía las esposas ni la venda. Hacia abajo veo que está mi señora de espaldas y un tipo le tiene una rodilla en el pecho y le está pegando con un hierro en la cabeza y en la cara. Me desmayo de nuevo. Luego siento que me están arrastrando hacia arriba, hasta los pies de una torre de alta tensión. Veo que están arrastrando a mi señora para abajo. Me pegan en la cabeza y de nuevo pierdo el sentido. Cuando recupero el conocimiento siento un fuerte olor a quemado. Veo que ya no hay nadie, pero como a cinco centímetros de mi cuerpo hay una caja con explosivos que tiene la mecha prendida. Me asusto, tomo la mecha y tiro la caja cerro arriba. Trato de arrancar hacia abajo, pero no fue mucho lo que corrí. Estaba muy mareado. Cruzo un canal. Salgo del lugar y trato de pedir ayuda. Nadie me abre la puerta. Cuando llego a una plaza me caigo. Sigo andando, hago parar un taxi en una esquina. No para. Llega una "juanita" de carabineros. Por miedo no les dije lo que me pasó, sino que me habían asaltado. Los carabineros me dejan en un poste, y pierdo de nuevo el conocimiento. Despierto en el hospital. Estuve -allí cuatro días. Salgo del hospital el 21 de mayo. Estuve en casa de un familiar, y cuando me siento bien voy a la Vicaría a pedir protección. La última vez que vi a mi señora, María Loreto Castillo, unos tipos la estaban pegando en el cerro. Después supe que la habían encontrado muerta por una bomba en Quinta Normal. También supe que había muerto ese mismo día (madrugada del 17 de mayo) Jorge Muñoz en un supuesto enfrentamiento.
(Fuente: «Por una cultura de vida, basta de muerte», informe del Vicario de la Solidaridad a los Agentes Pastorales de la Iglesia de Santiago, Santiago de Chile, julio 1984, Arzobispado de Santiago.)
Testimonio de su compañero Héctor Muñoz
Fuente :cerronavia.cl sin fecha
Categoría : Prensa
A la Lore la conocí en una peña en el tiempo que recién se estaban haciendo peñas en contra de la dictadura, y se llamaba Tilusa, el payaso del humor triste, que quedaba ahí en Arturo Prat con avenida Matta. En ese tiempo ella participaba de las ollas comunes, pero no era militante. Y empezamos una relación, ella tenía tres hijos y al tiempo nos fuimos a vivir juntos, desde el 78 hasta el 84, cuando la mataron. Yo tenía veintisiete años, ella tenía veintinueve, cabros jóvenes todavía. La Chica Lore, como le decía yo, estudió hasta cuarto medio en un liceo de Macul. Después de eso trabajó en los Helados Nieve, en Irarrázaval con Macul, o en Pedro de Valdivia, no me acuerdo bien, y después trabajó en unos talleres de costura y de empleada doméstica. También estudió costura un tiempo, ocho meses más o menos, iba a talleres de costura en Recoleta. Vendió en la feria también. Vendía unos monitos de género, chiquititos, de Los Pitufos. Se llevaba bien con su familia dentro de todo, aunque ella era la única comprometida, con conciencia de clase digamos, porque sus hermanos, el papá, tenían sus vicios. Y la mamá era evangélica, entonces andaba cada uno por su lado.
Pero los hijos de la Lore no tenían muy buena relación con la familia, por eso después yo, sin ser el padre biológico, me hice cargo de ellos y se vinieron conmigo a Suecia. Acá ellos estudiaron, tienen su vida, su familia, su trabajo, y yo estoy orgulloso de haber logrado eso, porque era un tema que hablábamos con la Loreto. Ella era muy preocupada de los chiquillos y nosotros sabíamos en lo que estábamos metidos y lo que podía pasar. Pensábamos que nos podían llevar presos, que nos podían torturar, aunque no pensábamos que nos iban a matar. Pero si hablábamos de qué iba a pasar con los chiquillos si a nosotros nos tomaban.
Era muy preocupada de su hermana menor también, porque sufría de violencia intrafamiliar, así que la Lore siempre estaba ahí, pendiente de ella. A la Lore le gustaba leer, ver películas, la música, onda disco y todo eso, porque en ese tiempo no se podía escuchar música con contenido. Pero íbamos a las peñas, tocatas, etc. Vimos a Margot Loyola en la Tilusa una vez. Las comedias [teleseries] no le gustaban. Decía “qué voy a estar viendo leseras de gente rica, y una cagada de hambre” [ríe]. Siempre criticaba a las señoras que veían comedias y lloraban. Ella era muy sociable y tenía una amiga, la Angélica, que tenía un quiosco de diarios cerca de donde vivíamos nosotros, era muy buena onda. Habían estudiado juntas en un liceo en Macul. Pero después se fue a Valdivia y perdimos el contacto.
A nosotros, cuando ya estábamos juntos, nos gustaba ir los fines de semana a San José de Maipo con los chiquillos [sus hijos]. Eran los veraneos que nos pegábamos, en carpa para arriba, para El Manzano. Aunque ahora está muy cambiado, antes no había nada, vendían pan amasado y sopaipillas, ahora hay hasta restaurantes, supercaros eso si. Y después de que nos conocimos y empezamos a salir, con el tiempo la Lore se fue involucrando en el trabajo político de nosotros, aunque ella ya participaba de las ollas comunes allá donde vivía, pero sin militancia. Y en el 79 o 80 más o menos pasamos a la clandestinidad, hasta el 84 cuando nos detuvieron. El día de la detención teníamos una reunión del comité local [del mir] en Renca, y cuando salimos de la reunión [Héctor y un compañero] detectamos que nos estaban siguiendo. Así que pasamos a un restaurante a comer completos y entraron dos tipos que nos quedaron mirando, entonces era obvio que nos estaban siguiendo.
Entonces yo tenía que romper, como le llamábamos nosotros, en La Victoria. Porque todos teníamos un sector al que teníamos que ir si nos seguían, y así perdernos de la cni. Entonces me encontré con otro compadre ahí en La Victoria y me acompañó, yo andaba armado, y este compadre también. Y pasaban autos como a una cuadra, se notaba que nos andaban encuadrando. Y nosotros rompimos, supuestamente, nos separamos cerca de la casa con este compadre, y ahí yo me fui a la casa donde estaba la Loreto. Los chiquillos se estaban acostando y fuimos al callejón Lo Ovalle [en Pedro Aguirre Cerda] a comprar una sopaipilla. Y nos extrañó que ahí, en la esquina de la casa, había un lote de volaos que se ponían a tomar siempre, típico de la población. Pero esa vez no estaban. Y nos extrañó, entonces dijimos “no están los volaos, algo pasó”. Así que compramos y veníamos de vuelta cuando vimos unos autos que nos estaban cercando. Y yo había salido desarmado, así que le dije a la Lore “mira, si nos devolvemos va a ser más sospechoso”, así que seguimos nomás y a la mitad de la cuadra se metió un furgón Subaru a la vereda, con dos autos más, encerrándonos. Y se bajaron unos seis tipos que nos encañonaron, nos tiraron al suelo, nos esposaron y nos tiraron arriba de la Subaru, al suelo.Y ahí altiro empezaron las patadas, nos pegaban con las pistolas en la cabeza y apenas intentábamos hablar nos gritaban que nos quedáramos callados. Nos pusieron tape [cinta aislante] en los ojos, después una cinta y una capucha. Ahí no veíamos nada. Y al primer movimiento nos pegaban patadas y con palos. Anduvimos un rato y nos llevaron al cuartel Borgoño. Sé que era el Borgoño porque tengo varios compañeros que cayeron ahí y les pasaba lomismo, porque cuando uno tiene los ojos vendados agudiza los oídos. Se escuchaba un portón de metal abrirse y después cuando entraba el auto se escuchaba la gravilla. Después nos hacían subir y bajar escaleras. Y ahí vino todo el procedimiento: lo primero que nos hicieron fue sacarnos la ropa y ahí empieza todo. Lo que me extrañaba a mí era que no me preguntaban nada, sino que era puro golpe y después nos separaron. Yo caí con mi compañera y el Jorge Muñoz había caído como una hora antes. A él lo mataron ese mismo día o el día siguiente. Después llegó el Corvalán, el jefe de la cni en ese tiempo, y sabía mi chapa. Yo estaba amarrado a una silla y me pegó una patada, salí volando al suelo. Y yo sentía a mi compañera, los gritos y todo eso. Fue terrible lo que nos hicieron. Y después nos sacaron, no sé cuánto rato pasó, no me di cuenta de la hora, y me dijeron que íbamos a ir a una casa de seguridad La cosa es que empezamos a subir al cerro y llegando más o menos arriba yo sabía que nos iban a matar, y ahí le pegué un empujón a uno de los de la cni, que se cayó, todo esto lo hice esposado y vendado, y empecé a gritar “si me van a matar suéltame las manos”. Boté toda la rabia acumulada. Y sentía a mi compañera ahí como quietita. Sentí que la arrastron y ahí me pegaron un fierrazo en la oreja, me rompieron la oreja, para que perdiera la estabilidad. Y ahí perdí el conocimiento varias veces. La última vez que vi a la Loreto la tenían abajo en la calle, Santa María parece que era esa calle. Y había un tipo que le tenía la rodilla en el pecho y le estaba pegando. Esa fue la última vez que la vi. Y después desperté con un paquete con dinamita en el pecho. Yo sabía lo que era la dinamita, así que la saqué y traté de arrancarme. Primero pensé subir al cerro y bajar para el otro lado, pero me caí,si no tenía ninguna estabilidad, me salía sangre, estaba empapado de sangre. Y no tenía idea de dónde estaba porque estaba muy desorientado. Así que atravesé el río Mapocho, me mojé la cara y aparecí por Vitacura con Vespucio más o menos. Hice parar un taxi y me dijo “no, estás muy mal, no te puedo llevar”. Después apareció una patrulla de carabineros y les dije que me habían asaltado, me preguntaron mi nombre, les di otro nombre por supuesto y me llevaron al hospital Salvador. Yo sabía todo lo que había pasado, pero no me acordaba de dónde vivía, mi número de teléfono, nada. Después logré acordarme y ahí avisé a mi familia. Y lo único que le decía a mi papá era que buscaran a la Loreto y que a mí me sacaran de ahí. Y después, eso fue el 17 [de mayo de 1984] en la noche y el 18 en la noche asesinaron a la Lore con un paquete con dinamita. Ahí en Cerro Navia. Y ahí viene todo el proceso digamos… yo no tomé contacto con la Vicaría porque en ese tiempo… si bien es cierto que la Vicaría se portó muy bien, ellos decían que en los delitos relacionados con sangre o asaltos ellos no prestaban la ayuda, porque para eso estaba el codepu [Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo], porque ellos eran los que veían los casos de la gente más radical, como le llamaban ellos.Pero mi mamá tenía amigos en la Vicaría, y ahí tomamos contacto con ellos. Y en ese momento a mí me andaban buscando [la cni] por todos lados, allanaron todas las casas de mi familia, amigos. Y ahí me llevaron para el lado de Concón, a una iglesia, y antes de trasladarme a Valparaíso, en la radio dijeron “ha muerto una persona, una mujer que había intentado poner una dinamita en una torre de alta tensión y le explotó en la mano”. Y después en la noche, en la misma radio dicen que identificaron a la mujer, que era María Loreto Castillo.
Y ahí se me vino el mundo encima, no sabía qué hacer. Tomé contacto con la Vicaría y me plantearon tres opciones: primero, sacarme del país y aquí no pasó nada. Segundo, hacer una declaración jurada ante notario contando lo que pasó y me sacaban para Argentina. Y lo último, que era mucho más riesgoso, era quedarme, llamar a una conferencia de prensa y denunciar los hechos, pero eso significaba que me podían llevar detenido, que me podían matar y todo lo demás. A todo esto, yo pensé “por algo quedé vivo”. Mataron al Jorge, mataron a la Loreto y yo tengo que hacer algo. No en vano quedé vivo, tengo una tarea que cumplir, digamos, denunciar esto. Así que ahí me quedé en Chile, dimos una conferencia de prensa, fuimos a tribunales, fuimos a la fiscalía, y todos los días. Salí varias veces en los diarios, en las noticias, y ahí salía con mi nombre real. Para su funeral le hicieron una ceremonia en la escuela. La llevaron a la iglesia y el pastor no quería hacer la ceremonia porque decía que era terrorista… La mamá de la Loreto tuvo hasta problemas con el pastor por lo mismo. Y ahí [en su funeral] estuvieron los familiares de ella nomás porque obvio que si cualquiera [del mir] se acercaba, lo iban a tomar detenido.
Después aparecieron los familiares de ejecutados políticos y me preguntaron si yo quería trasladar a mi compañera al memorial del Cementerio General. Yo accedí obviamente y ahí hicieron la ceremonia, y coincidió en que yo fui a Chile un 11 de septiembre y esa vez hicimos el acto. Y ahí está, en el memorial.
A la Lore me gustaría que la recordaran como una compañera, una pobladora, una persona normal que asumió un compromiso, que puso a disposición su vida por querer cambiar la sociedad. Yo siempre he dicho, nosotros [quienes se opusieron a la dictadura] no somos ningunos héroes, nosotros éramos parte de la gente, del pueblo sufrido, y asumimos un compromiso más militante, podríamos decir. Pero era lo que teníamos que hacer porque si no, imagínense, la dictadura hubiese seguido por muchos años más. A pesar que no ha habido muchos cambios después que cayó el dictador. No está la dictadura, no está esa represión firme que había antes, pero está solapada. A pesar de todo lo que pasó.