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Bordas Paz José Francisco – Memoria Viva

Bordas Paz José Francisco

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villagrimaldi.cl Homenaje al MIR
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Cementerio General Santiago
Cementerio General Santiago

archivochile.com
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Fecha Detención :
Comuna Detención :

Fecha Asesinato : 07-12-1974
Comuna Asesinato : Santiago


Fecha Nacimiento : 27-07-1943 Edad : 31

Partido Político : Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
Oficio o Profesión : Ingeniero civil

Estado Civil e Hijos : Casado 2 hijos
Nacionalidad : Chilena


Relatos de Los Hechos

Fuente :(Corporacion)

Categoría : Antecedentes del Caso

José Bordas, de 31 años de edad, era casado y tenía dos hijos. Era miembro del Comité Central del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El día 5 de diciembre de 1974 fue detectado por efectivos del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea  (SIFA), produciéndose un enfrentamiento armado en el que Bordas cayó herido; fue llevado al Hospital de la Fuerza Aérea , lugar donde falleció el 7 de diciembre del mismo año.

El 5 de diciembre de 1975 murió José Francisco BORDAS PAZ, ingeniero civil, dirigente del MIR, quien luego de haber salvado con vida del operativo que terminó en la muerte de Miguel Enríquez, falleció en un enfrentamiento con agentes del SIFA en el sector alto de Santiago luego de una larga persecución en automóvil, el 5 de diciembre de 1974.  La Comisión considera que José Bordas cayó como consecuencia de la violencia política.


Corte de Apelaciones de Santiago condena a cuatro efectivos (r) de la FACH por homicidio de ingeniero

Fuente :pjud.cl, 3 de Enero 2022

Categoría : Prensa

En fallo unánime, la Tercera Sala del tribunal de alzada condena a cuatro efectivos en retiro de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) por su responsabilidad en el delito de homicidio calificado del ingeniero y dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) José Francisco Bordas Paz. Ilícito perpetrado en diciembre de 1974, en la comuna de Las Condes.

La Corte de Apelaciones de Santiago mantuvo la condena que deberá cumplir oficial en retiro de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y la rebajó respecto a otros tres efectivos, por su responsabilidad en el delito de homicidio calificado del ingeniero y dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) José Francisco Bordas Paz. Ilícito perpetrado en diciembre de 1974, en la comuna de Las Condes.

En fallo unánime (causa rol 1.257-2021), la Tercera Sala del tribunal de alzada –integrada por las ministras Verónica Sabaj, Lidia Poza y el ministro Rodrigo Carvajal– confirmó la resolución que condenó a Luis Enrique Campos Poblete a la pena de 17 años de presidio, en calidad de autor del delito.

En cambio, respecto de Sergio Fernando Contreras Mejías y Juan Luis López López la rebajó, fijándola en 15 años y un día de presidio; en tanto, Braulio Javier Wilckens Recart deberá cumplir 10 años y un día de presidio, como autores del homicidio calificado. Rebaja de penas que aplicó la Corte de Santiago, al acoger la minorante de irreprochable conducta anterior de los sentenciados y su grado de participación en los hechos.

“Estando facultado el sentenciador para recorrer toda la extensión de la pena referida, se comparte la imposición del presidio mayor en su grado medio solo respecto de Campos Poblete, atendida su contribución cualitativamente superior en el marco de la coautoría del artículo 15 N° 3 del citado Código, desde que esta fue concurrir a trazar el plan, recabar los medios para implementarlo, coordinar la disponibilidad y concurrencia de los aportes, valiéndose del ascendiente en que lo situaba la jerarquía de que gozaba, llegando a dar inicio a las labores de detención de Castedo Mira, de alerta y enlace para la ejecución del ataque a José Bordas Paz, mediante comunicados radiales”, sostiene el fallo.

La resolución agrega que: “En relación con Contreras Mejías y López López, se disiente de la determinación exacta de la pena a que arribó el sentenciador de primer grado, equiparándolos a Campos Poblete, en circunstancias que les correspondió una contribución a través de actos preparatorios y ejecutivos, en el marco de una división de labores, de orden estrictamente material, sin que su categoría de oficiales o experiencia previa incida en el desvalor del acto por el que ahora son juzgados en términos tales de equipararlos, sin más, al reproche vertido respecto de Campos Poblete”.

“Luego –prosigue–, según lo razonado por esta Corte, la pena aplicada a Contreras Mejías y López López será la de presidio mayor en su grado medio. Tratándose de Wilckens Recart, concurriendo a su respecto el último criterio referido, además de aquel expresado por la sentencia en alzada para la determinación de la sanción privativa de libertad aplicable, atinente a su calidad de soldado segundo conscripto a la poca de los hechos, le será impuesta la pena de presidio mayor en su grado mínimo, en el mínimo”.

“Que en lo concerniente a la invocación de las defensas en cuanto a la configuración de la circunstancia atenuante de la irreprochable conducta anterior prevista en el artículo 11 N° 6 del Código Penal, el fallo en alzada sustenta su improcedencia respecto de todos los sentenciados. En lo pertinente a López López y Wilckens Recart, por la insuficiencia de la mera falta de anotaciones penales anteriores a los hechos investigados en la presente causa para establecer una conducta notable, impecable, intachable, e íntegra, sin que este déficit sea superado por antecedentes meritorios suficientes en ámbitos profesionales, sociales, laborales o familiares. En relación con Contreras Mejías y Campos Poblete, la desestimación de la minorante en referencia se funda, además de la falta de elementos sobre comportamiento meritorio previo, en haber sido condenados por hechos perpetrados con anterioridad a los de la presente causa, en el proceso rol 12.806 del año 2002, establecidos por sentencia de 29 de agosto de 2014, firme y ejecutoriada”, añade.

“Sin embargo –según la Corte de Santiago–, en torno a las exigencias de la atenuante en cuestión, se ha sustentado que: ‘La Ley exige una conducta anterior irreprochable, esto es, exenta de tacha. El requisito es puramente negativo y, por lo tanto, no es preciso acreditar que el sujeto ha llevado una vida ‘virtuosa’, pues esto último implica una actividad positiva en el sentido del bien. Basta con establecer que el autor se abstuvo siempre de obrar mal (…). La jurisprudencia entiende, por lo general, que no existe conducta anterior irreprochable si el autor ha sido condenado antes por un delito cualquiera (…). Como la ley no establece un límite temporal, se exige que toda la vida anterior del delincuente haya sido intachable’ (Cury Urzúa, Enrique. Derecho Penal, Parte General, Octava edición ampliada, 2005, páginas 489 a 491)”.

Para la Tercera Sala: “Conforme este predicamento doctrinario, la circunstancia atenuante de responsabilidad criminal contemplada en el N° 6 del artículo 11 del Código Penal, se estima acreditada suficientemente respecto de todos los condenados con el mérito de sus respectivos extractos de filiación y antecedentes agregados al proceso, que no registran condenas por crimen, simple delito o falta por fallo firme, anteriores al hecho que motiva la presente sentencia. La disposición citada solo exige una conducta anterior irreprochable, es decir, exenta de reproche, de tal suerte que el requisito es puramente negativo, en términos que para gozar de la atenuación no es necesario que se demuestre que el sentenciado respectivo ha llevado una vida ejemplar o particularmente virtuosa, pues esto último implica una actividad positiva”.

“La jurisprudencia uniformemente ha reconocido la minorante en referencia a quien carece de condenas por sentencia ejecutoriada por hechos ocurridos con anterioridad al actual juzgamiento y dictadas también con anterioridad al inicio de este, presupuesto que se satisface respecto de todos a cuyo favor fue alegada, por lo que será considerada a su favor”, concluye.

Por tanto, se resuelve que:
"I.- Que se rechazan los recursos de casación en la forma deducidos por las defensas de Braulio Wilckens Recart y Sergio Contreras Mejías en las presentaciones de fojas 2.814 y 2.859.
II.- Que se confirma la sentencia de doce de febrero de dos mil veintiuno, que rola a fojas dos mil seiscientos cinco y siguientes, escrita de fojas 2.605 a fojas 2.711, con las siguientes declaraciones:
A.- Que se rebaja la pena privativa de libertad que se impone a cada uno de los condenados Sergio Fernando Contreras Mejías y Juan Luis Fernando López López, a la de quince años y un día de presidio mayor en su grado máximo.
B.- Que se rebaja la pena privativa de libertad que se impone al condenado Braulio Javier Wilckens Recart, a la de diez años y un día de presidio mayor en su grado medio”.

En el aspecto civil, se confirmó el fallo que acogió la demanda de indemnización de perjuicios y que condenó al Estado de Chile a pagar la suma total de $450.000.000 (cuatrocientos cincuenta millones de pesos) por concepto de daño moral, a familiares de la víctima.

SIFA
En primera instancia, el ministro en visita extraordinaria Miguel Vázquez Plaza dio por acreditado los siguientes hechos: 
“a) Que, un grupo de agentes del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, SIFA, que se desempeñaban en la Fiscalía de Aviación que operaba en la Academia de Guerra Aérea, tomaron conocimiento por un informante que había pertenecido al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que José Bordas Paz, apodado ‘Coño Molina’, dirigente de dicho movimiento, concurriría a un punto para reunirse con otro militante, lo que estaba previamente acordado con los agentes antes referidos;
b) Que, el día 5 de diciembre de 1974, los agentes de la Fuerza Aérea, bajo las indicaciones del mencionado informante, formando dos equipos y movilizándose en dos vehículos, interceptaron el automóvil en que se movilizaba José Bordas Paz, rodeándolo, para luego a disparar, sin mediar provocación alguna y con gran poder de fuego, producto de lo cual resultó herido por diversos impactos de bala, siendo trasladado por los agentes al Hospital de la Fuerza Aérea, donde recibió atención médica, falleciendo luego el día 7 de diciembre de 1974 a las 03:00 horas;
c) Que, de acuerdo a la conclusión de la autopsia, la muerte de Bordas Paz se produjo como consecuencia de las heridas de bala abdominales”.


Chile: Infarto cerebral mató al “Barba”, ex-MIR colaborador de la dictadura

Fuente :ArgenPress 4 de Octubre 2012

Categoría : Prensa

Leonardo Alberto Schneider Jordán, 61 años, ex agente del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) que sirvió a la dictadura de Pinochet infiltrándo en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la década de los '70, murió el martes de un infarto cerebral, según la autopsia realizada ayer miércoles por el Servicio Médico Legal (SML), indican hoy medios informativos chilenos.

El cadáver de Schneider, alias “El Barba”, fue encontrado el martes en su casa del acomodado municipio santiaguino Vitacura “con el cráneo destrozado”, dijeron inicialmente los medios del miércoles, sugiriendo subrepticiamente una “venganza”, pero el SML descartó la participación de terceros y precisó como causa de muerte un infarto cerebral con abundante hemorragia, indicó la información de prensa conocida este jueves. Según las fuentes del SML citadas por los medios, los restos del colaborador de la dictadura todavía el miércoles no habían sido reclamados.

 

¿Quién fue “El Barba”?

Conocido en el MIR como “El Barba” y en el SIFA como “Teniente Juan Pablo Velasco”, Schneider escaló hasta la “Fuerza Central” del MIR, integrada por cuadros que en su mayoría pertenecieron a la custodia del Presidente Salvador Allende. “El Barba” trabajó en el SIFA a las órdenes del coronel de aviación Edgard Ceballos Jones, hoy procesado como torturador y co-autor de la muerte del general de aviación Alberto Bachelet, colaborador de Allende y padre de Michelle Bachelet.

“Los militantes que yo entregué fueron "El Coño Molina", una militante de nombre Liliana (Liliana Mason Padilla), estudiante de teatro, que sufría de epilepsia, y uno de los encargados de las llamadas "clínicas clandestinas", cuya identidad no recuerdo", afirmó Schneider en una declaración judicial de octubre 2002, cuando la justicia investigó los crímenes de Ceballos.

 

El Coño Molina” era el ingeniero José Bordaz Paz, 31 años, responsable de la llamada Fuerza Central y un hombre muy querido por sus camaradas del MIR, a quien El Barba le tendió una trampa y participó en la emboscada que lo capturó y asesinó el 5 de diciembre de 1974, dos meses después de morir –resistiendo su captura– Miguel Enríquez, el jefe del MIR. (Precisamente mañana, 5 de octubre, conmemoran el 38° aniversario de su desaparición con la exhibición del documental “Miguel Enríquez en el Caupolicán, Proclamación del FTR a la CUT”, a las 18:30 horas, en el salón del piso 8 del Círculo de Periodistas de Santiago, Amunátegui 31, Santiago. Entrada libre).

Testimonio sobre el asesinato del Bordaz-Molina

Una compañera de Bordaz, que firmó como Rucia (María Emilia Marchi), en noviembre de 2001 escribió sobre Ceballos, el jefe SIFA: “Ayer, cuando me enteré de que me carearía con Ceballos, y sería además la primera, me puse nerviosa. Pasar, además, de nuevo por tribunales y jueces (aunque esta vez no sean brasileños y mi rol no era en el banquillo), igual me intranquilizaba. Pero hoy llegó el día y, al verle la misma cara de siempre, sólo un poco más viejo, los recuerdos y la rabia afloraron en mí.

“Les puedo decir que sentí una especie de satisfacción de enfrentarlo por fin, a pesar de la náusea que también me provocaba su repugnante presencia. Como todos los cobardes, como los otros de su casta que antes pasaron por lo mismo, como una rata, no me dio la cara, nada reconoce, nada recuerda, dice que está enfermo. No recuerda que me tomó presa en la calle, que me torturó, que me mantuvo vendada.

“Ante tanta amnesia, pedí permiso a la magistrada para refrescarle la memoria y le dije: ¿Tampoco recuerdas cuando baleaste al Coño Molina, y me llevaste de noche al hospital para torturarnos sicológicamente…? Me diste pocos minutos, dos tres, lo suficiente para comprobar que el Coño había resistido la operación y estaba bien; lo que corroboró el médico cuando lo interpelé en la puerta. Pero el Coño estaba resuelto a no ceder. Esa misma noche, 5 de diciembre, lo mataron y trataron de cubrir el crimen diciendo que no resistió la operación. Yo sé, y se lo dije, Ceballos es responsable. Yo no lo olvido, ninguno de nosotros lo olvida”.

Schneider: “Soy un traidor”, ¿y qué?

Carmen Gloria Díaz Rodríguez, detenida el 14 de diciembre de 1974, declaró: "El (Schneider) me conocía porque yo pertenecía al MIR de la enseñanza media. Yo lo reconocí por su voz. En la oficina de Otaíza (Horacio, oficial y jefe del SIFA junto con Ceballos), Leonardo Schneider abusó deshonestamente de mí. Luego fui violada por tres agentes del SIFA en la sala de tortura, previo a aplicación de electricidad. Me vendaron, me desnudaron, después me tendieron en el suelo y me violaron".

En una entrevista que le hizo para un libro en 2002, la periodista María Eugenia Camus le preguntó:

– ¿Tiene alguna reflexión respecto a su propia historia?

– Trato de emplear las categorías correctas y no me asustan las palabras de traidor o criminal. Hay hechos que cometí y siempre he estado claro en lo que hice. Es mi historia y me tomo como lo que soy–, respondió Schneider.

– ¿Qué sintió en el momento en que conversó por última vez con Molina sabiendo que lo estaba engañando para entregarlo?

– Me sentí un traidor. Es lo que soy, ¿no?

El Barba fue reconocido por numerosos presos del MIR que estuvieron en los calabozos de la SIFA, improvisados por la Fuerza Aérea en la Academia de Guerra Aérea (AGA), cuyo jefe era el general del aire Fernando Matthei, padre de la actual mninistro del Trabajo de Piñera, la ex senadora Evelyn Matthei. Entre aquellos que lo vieron se encuentra Sergio Santos Señoret, quien relató que El Barba jugaba fútbol con los esbirros en el patio de la AGA mientras su ex compañeros permanecían con los ojos permanentemente vendados y eran sometidos a torturas.

Probablemente como parte de su formación como colaborador, en octubre de 1973 “El Barba” fue detenido y conducido al Estadio Nacional, convertido por los miliares en la prisión de miles de presos políticos. El 13 de octubre fue trasladado a la Cárcel Pública y, posteriormente, sometido a un proceso por infringir la Ley de Control de Armas, pero quedó en libertad el 18 de enero de 1974. Enseguida se reincorporó al MIR. Al morir tenía procesos por torturas y secuestro permanente (desaparición forzada) por lo menos en diferentes juzgados de Santiago.

A fines de 1975, Schneider salió de Chile y residió entre Israel y EEUU por 20 años. Al morir poseía una empresa contratista especializada en proyectos de la estatal Corporación del Cobre (Codelco).


Un lápiz pasta marca "BIC"

Fuente :archivochile.com sin fecha

Categoría : Prensa

Dedicado a José Bordás «Coño Molina»

El irregular evita el enfrentamiento para golpear en la hondonada más conocida, en el monte más perfecto. Lo propio hace el urbano en la esquina precisa, en el callejón más seguro. «Guerra irregular y prolongada» Yo no tuve como otros la oportunidad de escribir con lapiceros de los buenos. Durante los primeros años de colegio usé los típicos lápices negros «B2» de reglamento, pero cuando se nos autorizó a usar tinta y yo soñaba con una Parker o una Sheaffer, mi madre apareció con un tipo de pluma hasta entonces desconocida que no usaba tinta sino pasta y cuando su pasta se agotaba había que comprar una nueva. No era el lapicero esperado pero era el que podían comprarme, así me lo dijo mi madre en su mirada y así lo entendí yo también, por eso nada mencioné al respecto. No me quedó sino trabajar con ellos y aprender a quererlos. Fue con esos lápices que cultivé el gusto por echar al papel acciones e imágenes, un vicio que cuando se adquiere no hay manera de abandonarlo.

Muchos años después, poco antes del golpe, mi compañera me regaló un lapicero Parker como el que yo quería por los once o por los doce, e hizo que me lo entregara nuestro hijo mayor, el único que teníamos entonces. Fue verdaderamente lindo, era mi cumpleaños. Cambié así mis lápices BIC por el Parker y escribí páginas y páginas, acrecentándoseme esta necesidad de crear historias, donde mi lapicero pasó a ser cómplice, acompañándome además a las reuniones, a los contactos; ésa fue una de las cosas que me perdió. Es que a mí me pudieron cambiar el cabello liso por crespo, el rostro con barba por otro lampiño, me pusieron terno y corbata; sin embargo el vicio de escribir no pudieron quitármelo. Para entonces escribía en el momento que fuera, en los parques, en las micros; escribía incluso caminando. No es broma, mucha gente lo hace. En mi caso había ingeniado un tablero donde me apoyaba y mantenía firmes las hojas con un sujetador de resortes para así caminar mientras le sacaba trote al lapicero. Quizá los únicos momentos en que no escribía era mientras jugaba al pool, mi otro vicio adquirido por los quince cuando tuve necesidad de sentirme importante. Sin embargo, aún entonces, pensaba en historias mientras intentaba echar bolas o sacarme pillos. Eran ésas oportunidades en que escribía pensando, pero así no se notaba, de hecho hacía muchas cosas mientras pensaba en cuentos y en poemas, y nadie se percataba tampoco; no obstante cuando escribía caminando me hacía evidente. Y caminando iba, sumido entre líneas de ficciones, por eso no alcancé a darme cuenta de que cuando alguien gritó «¡es el escribiente!», ese alguien lo decía por mí.

Se me ocurre que los que ya no pudieron aguantar más los golpes y no les quedó sino entregarme, lo hicieron con esta característica mía, la única que no era posible cambiar. Pero son cuentas que sólo ahora viéndolas de lejos logro sacarlas. Para entonces alcancé apenas a sujetar firme la pluma mientras un trueno me quemaba bajo el brazo. No sentí nada más, desperté sin mi legajo de cuentos y sin mi lapicero.

Alguno de esos perros que me atraparon debió quedarse con él. En cuanto a mis hojas se esparcieron por el viento mientras yo mismo me perdía una y otra vez entre las propias líneas de mis ficciones. Iba a ser todo para este escritor caído y jugador de billares, porque a los que hacían el trabajo que nosotros hacíamos no se les perdonaba: iban a obligarme a entregar la red y después me asesinarían, y si no lograban quebrarme, me asesinarían aunque fuera por gusto. Ese era el derrotero lógico y esperable para mí, considerando también que el intento por quebrarme pasaría por la detención de mi compañera que estaba embarazada y de nuestro hijo, si podían encontrarlos. Intentarían hacerme revelar sus casas de seguridad, por allí empezarían, y querrían detener también a mi madre y a mis hermanos; aunque ellos nada supieran y nada pudieran decirles. Lo de mi mujer sí que era complicado porque muchas veces había trabajado como mi enlace, además una mujer embarazada me parecía más vulnerable. Eran en todo caso elucubraciones vacías porque hablara yo, o no hablara, o hablara ella, o no hablara, en definitiva me asesinarían. Hasta allí llegaban mis sueños, además ya ni siquiera tenía mi lapicero Parker para gozar escribiendo. Puede sonar raro que lo diga pero en las circunstancias en que estaba, con los ojos vendados y con unos tipos que ya me habían quebrado las costillas, aunque no sea fácil creerlo, se vienen a la cabeza cosas estúpidas como un lapicero Parker robado. Pero no sólo cosas estúpidas; en mi caso me daban vueltas también, confusas y lejanas, instrucciones del Coño Molina, entre otras la de llevar al enemigo a lugares conocidos donde se pudiera combatir con ventaja. Recordé aquella remota clase suya –todo me parecía remoto- después de la cual todo el MIR realizó situaciones operativas sobre zonas y lugares conocidos donde cada uno pudiera obtener esas anheladas ventajas. Bonito en teoría, pero en la práctica, cómo.Un pasado remoto y un futuro en tinieblas. Mi situación operativa ideal la había realizado en el propio barrio de mi niñez, la Villa Olímpica, y volvía a verla en la mente en mis planos hechos como un informe de laboratorio para mi escuela. Aparecían así la textura del papel diamante con sus bordes que cortaban, el olor a tinta china, los diferentes tipos de letras del alfabeto DIN, la línea de cota, la delinatoria de veredas y esquinas; también el tiralíneas de acero y la pluma «R» filosa ocupada para trazar esa tinta china que ahora se me presentaba nebulosa con su olor. Una pluma filosa como ésa era quizá lo que ahora me hacía falta, una pluma “R” filosa o el tiralíneas de punta doble; sin embargo mi lapicero perdido era el que me surgía junto al preguntarme una y otra vez si mi compañera y mi hijo y mi futuro hijo estarían de verdad a resguardo. Eran reiterados también los cuatrocientos golpes que a cada cierto tiempo recibía entre nubes de patadas. Pero ya estaba decidido. Si mis conclusiones eran correctas y si yo era de verdad un hombre muerto, qué más daba jugármela; es más: tenía que jugármela. Me declaré entonces quebrado y les pedí suplicando que ya no se ensañaran. Les inventé a modo de confesión que a la mañana siguiente tendría un punto con mi contacto del comité. «¿Quién es?» me preguntaron media docena de voces, y mientras algunas de esas voces gritaban hacia afuera que «el escribiente iba a hablar», otra voz me sacó la venda de un tirón para que lo indicara en un pizarra donde tenían un organigrama de nosotros mismos. Indiqué donde había un hueco sin foto, eso los forzaría a llevarme para que se los indicara al llegar. Cosas como ésas es capaz de maquinar uno a pesar del dolor y del espanto, y cuando quisieron saber el lugar donde nos encontraríamos con ese supuesto contacto, entre lamentos mencioné la Villa Olímpica cerca de la Piscina Mund. Cambió el trato para mí. Un médico se preocupó de tratarme y me vendó la herida bajo el brazo, además me dieron de comer y, aunque permanecí con los ojos cubiertos, las cosas mejoraron bastante. Mejoraron, cierto, aunque uno de los perros muy borracho que llamaban «el troglo», molesto por perder la oportunidad de continuar pateándome, me lanzó un último golpe mascullando «creí que valías un poco más, cobarde…» No puedo decir que dormí bien esa noche. Según el Coño, parte de la preparación para un combate pasaba por dormir bien y descansar. Por mi parte dormí lo que pude y lo mejor que se puede dormir encogido en una perrera húmeda y mal oliente. A la mañana temprano me sacaron a puntapiés e hicieron que me pusiera ropa mejor para que el compañero del contacto no sospechara al verme, me pusieron inclusive una chaqueta; por la misma razón, imagino, hicieron que el médico del día anterior me sacara casi todas las vendas y disimulara mis heridas. Acto seguido me subieron a la parte de atrás de un FIAT 125, lo sé porque aunque no podía ver, reconocía las formas del asiento como reconocía también los ruidos del motor y el del paso de los cambios. Es que eran los mismos que hacían los autos que manejábamos para Allende. Era un «FIAT 125 Special» entonces, si eso era cierto yo sabía abrir desde adentro las puertas de ese auto a pesar de que llevaran seguro. Un punto a mi favor, aunque por decirlo en coa de billares, «tenía unos cincuenta pillos en contra»; entre otras cosas, porque no sabía cuántos vehículos, además del que nos llevaba, participarían en la acción, ni tampoco cuántos hombres llevaría cada uno.Surgió un segundo punto a mi favor cuando el oficial al volante me cortó las amarras de las manos y me arrancó la venda para que pudiera ver a mi compañero cuando apareciera. Supe entonces que sí iba en un FIAT 125, quizá en uno de los mismos que habían sido nuestros. Además, pude constatar que en el auto ibamos sólo tres personas: el oficial al volante, y en el asiento trasero el mismo troglo, mi torturador principal, y yo mismo, el prisionero. Cabe señalar que el troglo, nada menos, además de llevarme firmemente tomado del brazo, llevaba mi propio tablero con hojas sujetas al borde, posiblemente para tomar notas de lo que le pidiera su oficial. «Si sabría escribir» me preguntaba, mientras entendía que el botín menor había sido para el de menor poder. Si eso era así, quizá el oficial era ahora el dueño de mi lapicero. Pero qué importaba eso ya, lo que necesitaba saber era cuánta gente vendría en los vehículos de acompañamiento que no sabía tampoco cuáles eran, aunque una camioneta roja con tres personajes se me empezó a repetir. Más puntos a mi favor entonces, demasiados. De todas maneras las apuestas seguían por mucho en mi contra, ya que estaba tan golpeado que me iba a costar siquiera desplazarme hasta "mi contacto» cuando ello fuera requerido, por eso me daban así graciosamente ventajas que no podría aprovechar, no después de la tortura, no después de las patadas. Todas sus providencias se orientaban a atrapar a mi contacto. Su idea era que yo acudiera libremente al encuentro de él, el oficial tocaría entonces la bocina como señal para que la gente de los otros vehículos lo atrapara. Se habían puesto de acuerdo en esto incluso delante mio sin importarles que yo pudiera escucharlos. Pero yo los iba a sorprender, ya verían; aunque la ocasión para intentarlo llegó más bien por un error que ellos mismos cometieron: la esquina de Avenida Grecia con Salvador estaba demasiado cerca de la casa de José Domingo Cañas, el lugar donde me tenían prisionero, y llegaron por eso a mi supuesto punto de contacto con unos diez minutos de adelanto, cuestión que pude constatar en el reloj del FIAT. El llegar adelantados los obligó a permanecer bastante tiempo detenidos frente a la panadería de la esquina de Grecia y eso los hizo relajarse, tanto que el troglo se atrevió a pedirle permiso al oficial para comprar un kilo de pan cuyo olor castigaba los sentidos, y el oficial lo autorizó, por lo tanto cuando descendió del auto quedamos uno contra uno. Uno desarmado y mal herido, el otro fuerte y armado, cierto, pero de igual manera éramos uno contra uno, además estábamos en mi territorio, en el barrio de mi niñez, en el lugar donde los muchachos conocíamos todos los recovecos. Pero si quería ganarle tendría que realizar una jugada rápida y maestra. Ocurrió todo en un segundo: el troglo al bajar dejó sobre su asiento vacío mi tablita de apuntes con un lápiz BIC tomado de un elástico, y yo no lo pensé dos veces; en realidad no alcancé siquiera a darme cuenta de qué verdaderamente estaba pensando. Vi la jugada desde afuera como asistente a una proyección de mí mismo: inclinado sobre una mesa de pool. Pero mi taco de maple sería ese lápiz BIC similar al que me regalara mi madre, me apoderé de él y antes de que el oficial pudiera darse cuenta lo tenía clavado en el ojo derecho. El pobre tipo no atinó más que a tratar de sacárselo y a emitir el rugido de sufrimiento de los tigres de Kuala-Lumpur, yo mientras tanto le daba a la puerta el golpe seco con la parte de afuera de la rodilla con que abríamos los autos de Allende. Y salí, pero a medias, porque el oficial en un acto insensato, en vez de preocuparse por perder el ojo que se sujetaba con una mano, con la otra alcanzó a sujetarme de la chaqueta, y forcejeó para que no me escapara. Se produjo entonces una situación confusa que veo también desde el aire en tercera persona, y así, en tercera persona asisto nítido a cómo lo ataco con todo, inclusive a mordiscos, y él continúa, a pesar de todo, sin soltar la chaqueta que me sacó y se queda en su mano. Se quedó con la chaqueta y su dolor mientras yo me iba de bruces al pavimento, pero conseguía erguirme para escapar. Pasé por detrás de la camioneta roja con sus ocupantes distraídos, crucé Avenida Grecia, nadie me perseguía. Salté la muralla baja de la Piscina Mund que daba hacia la vereda sur como lo hacíamos de muchachos para bañarnos sin pagarles, casi caigo a la pileta de saltos ornamentales. Escuché a lo lejos los bocinazos del FIAT, pero a mí ya no me paraba nadie. Llegué hasta el fondo de las instalaciones de la piscina y seguí la situación operativa que había realizado pedida por el Coño: me devolví escondiéndome sin carreras locas, atravesé el salón de pool donde jugábamos en los veranos. Disimulé ante los empleados con que alcancé a toparme. La idea era que los perseguidores supusieran que seguiría escapando hacia atrás de la piscina por la Villa Olímpica, pero no, yo me devolvería sin estruendos y subiría por la escala normal hasta la azotea del edificio de departamentos rojo de la vereda norte de Salvador con Grecia, ahí mismo desde donde cinco minutos antes me había escapado. Y eso hice, me devolví y tenía razón: cuando salté de vuelta el muro de la piscina a la vereda sur de Grecia nadie había, ninguna camioneta, ningún bestia, la jauría fracasada me estaría persiguiendo acaso hacia al sur, hacia Guillermo Mann o hacia las bodegas de la Estación San Eugenio. Pero yo, en vez de esa ruta de escape lógica, crucé de vuelta Avenida Grecia hasta el edificio rojo de mi niñez, pasé frente a la panadería de nuevo. Ahí sí había gente: un par de muchachas en la puerta que se quedaron mirándome y tal vez pensando en si no sería yo el que había provocado tamaño alboroto. Quise pedirles ayuda porque me caía a pedazos, quise pedirles ayuda o pedirles al menos que no me denunciaran, pero no me salieron palabras; sólo pasé junto a ellas y seguí para subir lastimosamente hasta la azotea y después por la escalera de fierro de la segunda copa de agua, aquella que por problemas de estructura jamás funcionó como tal. Ahí estaba otra vez, vacía aún, igual como lo había estado desde hacía doce o más años, tal como yo lo había considerado en mi situación operativa aprobada por el propio Coño Molina y realizada en papel diamante y tinta china trazada con pluma “R” filosa, aunque con el filo del lápiz BIC del troglodita había sido más que suficiente. Me deslicé al interior de la copa como cuando subíamos y nos escondíamos ahí con otros muchachos y después con muchachas. Me ayudó para conseguirlo mi baja estatura y mi absoluto conocimiento del terreno; el Coño tenía toda la razón, podía reconocer su genialidad. Apenas entré a la mole de cemento caí en un sopor que se transformó rápidamente en un manto negro que me obligó a soñar una y otra vez que todo empezaba de nuevo y que ahí iba yo otra vez, lapicero en ristre, revisando cuentos que no podía terminar porque me destrozaban los brazos. Eran sueños de espanto que no obstante me permitieron permanecer silencioso y a resguardo e inclusive descansar ahí en esa copa seca que nosotros solamente, los que vivíamos en esos edificios, sabíamos que lo estaba y que siempre lo había estado. Bueno, nosotros y los del agua potable seguramente, pero ellos no, las bestias no; razón para que la operación rastrillo que montaron no se preocupara de la primera copa con agua ni tampoco de la segunda, «de haberse escondido ahí, el fugitivo se habría ahogado», supusieron. No sé cuánto tiempo permanecí ahí dormido en la copa número dos sin agua, pero después, despierto, seguí escondido hasta la noche del día siguiente en que salí muerto de sed y volándome de fiebre; aún así logré llegar a la casa de seguridad donde mi compañera todavía me estaba esperando. Supe entonces que mi madre y mis hermanos permanecían ocultos todavía, habría que pensar en sacarlos del país. En cuanto a mí, no me quedaba sino abrazarme de mi compañera y abrazarme también de mi hijo y del otro, el que aún no nacía pero que sin duda se daba muy bien cuenta de lo felices que estábamos.

Hoy que después de tantos años recorro con mi nieto la esquina de Grecia con Salvador, me encuentro con que en el terreno inmenso donde estaba la piscina Mund, construyeron edificios, y que además Grecia es una avenida que difícilmente podría cruzarse sin esperar a que el semáforo lo permita. Está, eso sí todavía, el edificio rojo, hogar de mi niñez, y se alcanzan a ver las dos copas de agua en su azotea. La número dos aún debe estar vacía. Reconozco también el aroma a pan fresco en el ambiente y no puedo evitar ir hacia él e ingresamos por eso a la panadería. Pido un kilo que una muchacha me pasa humeante. Pago y saco uno de la bolsa para dárselo al niño que lo toma con sus manitos cubiertas con las mangas alargadas para evitar quemarse. Es cuando veo junto a la caja un frasco con lápices BIC cuya venta anuncian a ciento veinte pesos. Me quedo observando por unos instantes esos instrumentos de escritura que sirven también para otras cosas, mientras la muchacha me devuelve al planeta Tierra y a la esquina de mi escapada preguntándome qué más deseo. Le respondo sin intención real de responderle, más bien, al contestarle que alguna vez dejé por aquí un lápiz de pasta como éstos, lo hago como pensando en voz alta y dejándola así entrar en mis pensamientos. No ayuda sin embargo, porque la muchacha empieza a decir como una letanía, quizá para escucharla sólo ella misma, que ninguno de estos lápices puede ser el que yo olvidé, porque éstos acaban de llegarle, y agrega también otras razones y disculpas que en realidad no me tiene por qué dar y que de todos modos, devuelto otra vez al pasado, no le escucho ni le entiendo. En mis pensamientos surge entonces la incredulidad de verme otra vez por acá en el rincón donde me escapara, al cual no pensé jamás que volvería, mucho menos de la mano de mi nieto; y deseo contarle al niño la historia de mi escapada a partir de aquello de los lápices «B2» de reglamento, aunque acepto que él con sus poco más de tres años no podría entenderlo. Salimos de vuelta a la vereda y un sol que nos atrapa deslumbrante me obliga a entre cerrar los ojos y a volver por un momento más a ese día y a esa hora, y a dudar otra vez de que pueda estar vivo aún, y de vuelta. La muchacha de la panadería se acerca sin embargo y, como prueba palpable de que sí estoy aquí, y de he venido de la mano de mi nieto, pone un lápiz BIC en la mano del chiquillo y nos dice «tomen, les regalo éste para ustedes».

Este testimonio fue escrito tras ser recordado en un activo de memoria histórica organizado en Santiago, en diciembre de 2001. Su protagonista, uno de los pocos militantes que logró escapar de las garras de la DINA, y que vive todavía fuera de Chile, tuvo un feliz encuentro con «Las historias que podemos contar» pocos días antes de que este libro fuera impreso y lanzado. José Francisco Bordás Paz, nacido en julio de 1943, era Ingeniero y miembro del Comité Central del MIR, organización revolucionaria del cual era además su jefe militar. José Bordaz, de nombre supuesto «Coño Molina», fue ejecutado en el AGA, después de prolongadas sesiones de tortura y tras haber sido atrapado gracias a la delación del traidor que llamaban «el Barba».

Martín Faunes Amigo


Ayer cuando me enteré

Fuente :archivochile.com sin fecha

Categoría : Prensa

Para José Francisco Bordás Paz, "el Coño Molina" Ayer, cuando me enteré de que me carearía con Cevallos, y sería además la primera, me puse nerviosa. Pasar, además, de nuevo por tribunales y jueces (aunque esta vez no sean brasileños y mi rol no era en el banquillo), igual me intranquilizaba. Pero hoy llegó el día y, al verle la misma cara de siempre, sólo un poco más viejo, los recuerdos y la rabia afloraron en mí. Les puedo decir que sentí una especie de satisfacción de enfrentarlo por fin, a pesar de la nausea que tambien me provocaba su repugnante presencia. Como todos los cobardes, como los otros de su casta que antes pasaron por lo mismo, como una rata, no me dió la cara, nada reconoce, nada recuerda, dice que está enfermo. No recuerda que me tomó presa en la calle, que me torturó, que me mantuvo vendada. Ante tanta amnesia, pedí permiso a la magistrada para refrescarle la memoria y le dije: ¿Tampoco recuerdas cuando baleaste al Coño Molina, y me llevaste de noche al hospital para torturarnos sicológicamente…? Me diste pocos minutos, dos tres, lo suficiente para comprobar que el Coño había resistido la operación y estaba bien; lo que corroboró el médico cuando lo interpelé en la puerta. Pero el Coño estaba resuelto a no ceder. Esa misma noche, 5 de diciembre, lo mataron y trataron de cubrir el crimen diciendo que no resistió la operación. Yo sé, y se lo dije, Cevallos es responsable. Yo no lo olvido, ninguno de nosotros lo olvida. RUCIA Noviembre 2001


Saramago y Manu Chau dicen no a la impunidad en caso José Bordaz La Nación, Jueves 3 de Noviembre de 2005

Fuente :archivochile.com sin fecha

Categoría : Prensa

La hija del historiador Leopoldo Castedo afrimó que los militares responsables de la muerte del dirigente del MIR José Bordas mienten. Además trae una misiva firmada por el Premio Nobel portugués, el autor de “Clandestino”, Armando Uribe, Faride Zerán y Jaime Collyer, entre otras personalidades que piden justicia en las querellas por torturas a más de 40 chilenos durante la dictadura que hoy podrían no llegar a buen puerto. Javier Rebolledo Beatriz Castedo, hija del historiador Leopoldo Castedo, llegó a Chile hace unos días y se transformó en la testigo clave del caso del asesinato del dirigente del MIR, José Bordas. La mujer porta consigo una carta dirigida a la Corte Suprema firmada por personalidades mundiales como el premio Nobel de Literatura José Saramago, el Nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel, el músico Manu Chau y el obispo de Chiapas Samuel Ruiz, entre otros. La misiva, que se entregará hoy jueves en las dependencias del mayor tribunal del país, pide justicia por el caso de Bordas y por las torturas que recibieron a manos de los integrantes de la SIFA (Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea) en la AGA (Academia de Guerra) cerca de 40 chilenos, entre ellos 20 aviadores de la FACH. Dentro de este último grupo se encuentra el general Bachelet, detenido en ese centro de tortura y las estimaciones señalan que durante el período en que funcionó el AGA pasaron más de 700 personas. Tanto la querell a de los civiles como la de los integrantes de la aviación son del 2001 y fueron adjuntadas en la misma causa. Sin embargo, hace un mes, el juez Fuentes Belmar envió la última a la Fiscalía de Aviación. La polémica se desató debido a que la FACH se negó a recibirla debido a que como institución no se hacen cargo de los crímenes ocurridos durante la dictadura y ahora la Corte Suprema tiene que decidir sobre la competencia de los tribunales: “No ignorará VSE los fuertes cuestionamientos a la Justicia Militar, los que incluso implicaron un pronunciamiento de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA señalando que la justicia castrense no ofrecía garantía de imparcialidad y debido proceso”, señala un párrafo de la carta. Lo que molesta a Castedo es que las querellas aún no se resuelvan y que los responsables, como Cevallos y los integrantes de su equipo de tortura, aún anden libres por las calles. “Ya se han entregado todas las pruebas para acusar a Cevallos y ser condenados por torturas y asesinato.”, señala la mujer. La carta además fue firmada por personalidades chilenas como el poeta Armando Uribe, el senador Carlos Ominami, la escritora Isabel Allende, Faride Zerán, Jaime Collyer y José Balmes por mencionar a algunos.

TESTIGO CLAVE Beatriz Castedo declaró el miércoles de la semana pasada por el caso del asesinato del dirigente del MIR José Bordas. Es la testigo clave, ya que presenció el atentado ocurrido en la intersección de las calles avenida Kennedy y Alonso de Córdova en 1974. Debido de los siete impactos de bala que recibió en todo el cuerpo, el dirigente del MIR murió posteriormente en el hospital de la FACH. Lo grave es que los presuntos responsables del crimen y cabecillas del centro de torturas de la AGA, Edgar Cevallos Jones, Sergio Contreras Mejías y Braulio Wilkins, estarían mintiendo sobre el asesinato de Bordas. O, más bien, le están echando la culpa al muerto. Los ex integrantes del SIFA declararon al juez Fuentes Belmar quien sustancia la causa, que el ejecutor de Bordas fue Roberto Fuentes Morrison, “El Waly”. Sin embargo, Castedo acaba de declarar que además del “Wally, también descargó su arma sobre Bordas, el coronel Cevallos Jones. Es grave pues de comprobarse se trataría de una conspiración elaborada meticulosamente entre los presentes en el asesinato. Este miércoles, Castedo se careó con Cevallos y hoy jueves lo hará con los otros dos que conformaban el equipo encargado de eliminar a Bordas.


Justicia tarda pero llega: La increíble vida del "Coño Molina"

Fuente :cambio21.cl 16/2/2021

Categoría : Prensa

Quedó a cargo del MIR luego de la muerte de Miguel Enríquez en balacera con la DINA donde logró huir. Fue asesinado en una calle de Las Condes y sus asesinos eran cuatro oficiales FACH hoy condenados.

El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones a los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Eduardo Vásquez Plaza, condenó a cuatro miembros de la Fuerza Aérea en retiro, en calidad de autores del delito consumado de homicidio calificado de José Francisco Bordas Paz, en la foto. Ilícito perpetrado en diciembre de 1974, en las inmediaciones de la ex rotonda Pérez Zujovic en la avenida Kennedy, comuna de Las Condes. No pudo ser condenado, el coronel  de aviación Edgard Ceballos Jones que murió hace un año y que era el jefe de la SIFA de la Fach.

Bordas Paz era un ingeniero de 31 años a su muerte en diciembre de 1974. Era casado con dos hijos y era conocido en el MIR como el "Coño Molina" por sus ancestros españoles.

Era el jefe del MIR en la denominada Fuerza Central, luego que la DINA abatiera en un enfrentamiento en la comuna de San Miguel en octubre de 1974, a su líder máximo, Miguel Enríquez, padre del político Marco Enríquez Ominami. Es más, el "Coño Molina" se enfrentó a tiros junto a Miguel Enríquez a un verdadero ejército que rodeó con helicópteros y tanquetas la casa de seguridad donde estaban. Enríquez le ordenó en un momento que huyera por el patio de la casa y el "Coño" saltó varias murallas y logró salvar con vida.

Dos meses después, el "Coño Molina" hace contacto con Leonardo Schneider Jordán, "El Barba", antiguo militante del MIR, que incluso había sido parte de los guardaespaldas del presidente Salvador Allende, el GAP. Era de plena confianza.

El "Coño" y "El Barba" determinan reunirse en un punto de la comuna de Las Condes, la avenida Alonso de Cordova, el 5 de diciembre de 1974 alrededor del mediodía.

Lo que no sabía el "Coño", es que Schneider se había entregado en cuerpo, alma y dinero para trabajar para los agentes y asesinos de la dictadura y lo "entrega" a la FACH que lo seguía. El "Coño" con su espíritu de sobrevivencia, alcanza a detectar extraños en algunos vehículos al llegar en su auto al punto de encuentro. Logra huir y es perseguido por varios vehículos.

Uno de ellos lo choca cerca de la antigua Rotonda Pérez Zujovic en Las Condes. El "Coño" saca un arma y dispara y los alrededor de diez agentes de la FACH, que lo acribillan. Sobrevive, pero muere en las torturas recibidas en el Hospital de la Fuerza Aérea ubicado también en Las Condes. 

Un dato importante que no se ha conocido en este enfrentamiento armado, es que en el lugar fue muerto también por razones accidentales un oficial del Ejército. El teniente Hugo Cerda Espinoza, hijo del jefe de Odontología del Hospital militar, Hugo Cerda Pino. El teniente Cerda no hizo caso a la orden de alto de los agentes FACH y fue muerto a balazos. 

El fallo: Criminales de la FACH, pasarán 17 y 15 años presos
 

En el fallo (causa rol 1.058-2001 Bis), el ministro Vásquez Plaza condenó a Sergio Fernando Contreras Mejías, Luis Enrique Campos Poblete y Juan Luis Fernando López López a 17 años de presidio. En tanto, Braulio Javier Wilckens Recart deberá purgar 15 años y un día de presidio.

Una vez que el fallo quede ejecutoriado, el tribunal ordenó que se proceda a la toma de muestras biológicas de los sentenciados para determinar sus respectivas huellas genéticas e incorporación en el registro nacional de ADN de condenados.Los antecedentes recopilados en la etapa de investigación de la causa, permitieron al ministro en visita, dar por acreditado los siguientes hechos: 
"a) Que un grupo de agentes del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, SIFA, que se desempeñaban en la Fiscalía de Aviación que operaba en la Academia de Guerra Aérea, tomaron conocimiento por un informante que había pertenecido al Movimiento de Izquierda Revolucionario MIR que José Bordas Paz apodado ‘Coño Molina' dirigente de dicho movimiento, concurriría a un punto para reunirse con otro militante, lo que estaba previamente acordado con los agentes antes referidos.
b) Que, el día 05 de diciembre de 1974, los agentes de la Fuerza Aérea, bajo las indicaciones del mencionado informante, formando dos equipos y movilizándose en dos vehículos, interceptaron el automóvil en que se movilizaba José Bordas Paz, rodeándolo, para luego disparar, sin mediar provocación alguna y con gran poder de fuego, producto de lo cual resultó herido por diversos impactos de bala, siendo trasladado por los agentes al Hospital de la Fuerza Aérea, donde recibió atención médica, falleciendo luego el día 07 de diciembre de 1974 a las 03:00 horas. 
c) Que de acuerdo a la conclusión de la autopsia, la muerte de Bordas Paz se produjo como consecuencia de las heridas de bala abdominales". 

"(…) los hechos que se han tenido por establecidos en el motivo anterior son constitutivos del delito de Homicidio Calificado en la persona de José Francisco Bordas Paz, perpetrado en esta ciudad el día 7 de diciembre de 1974, tipificado y sancionado en el artículo 391 N° 1 del Código Penal, en su redacción de la época que estableció: ‘El que mate a otro y no esté comprendido en el artículo anterior, será penado', añadiendo en el Nº 1: ‘Con presidio mayor en su grado medio a presidio perpetuo, si ejecutare el homicidio con algunas de las circunstancias siguientes', mencionando en la circunstancia primera ‘Con alevosía'", consigna el fallo.

En el aspecto civil, el ministro acogió la demanda de indemnización de perjuicios deducida y condenó al fisco a pagar una indemnización total de $450.000.000 (cuatrocientos cincuenta millones de pesos) por concepto de daño moral, a la viuda y dos hijos de la víctima.

El informante que entregó al "Coño" Molina y a varios miristas

En octubre de 2012, muere Leonardo Alberto Schneider Jordán, 61 años, ex agente del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) que sirvió a la dictadura de Pinochet infiltrando en el  Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la década de los ’70. "El Barba" muere de un infarto cerebral, según la autopsia realizada por el Servicio Médico Legal (SML).

Schneider, al finalizar la dictadura salió rumbo a Israel y EEUU. Luego volvió a Chile y tuvo que ir a declarar a los tribunales.

El cadáver de Schneider, alias “El Barba”, fue encontrado en su casa en Vitacura “con el cráneo destrozado”, dijeron inicialmente los medios, sugiriendo subrepticiamente una “venganza”, pero el SML descartó la participación de terceros y precisó como causa de muerte un infarto cerebral con abundante hemorragia, indicó la información. 

Conocido en el MIR como “El Barba” y en el SIFA como “Teniente Juan Pablo Velasco”, Schneider  escaló hasta la “Fuerza Central” del MIR, integrada por cuadros que en su mayoría pertenecieron a la custodia del Presidente Salvador Allende. “El Barba” trabajó en el SIFA a las órdenes del coronel  de aviación Edgard Ceballos Jones, que murió hace un año exacto y que fue procesado como torturador y co-autor de la muerte del general de aviación Alberto Bachelet, colaborador de Allende y padre de la expresidenta Michelle Bachelet.

“Los militantes que yo entregué fueron «El Coño Molina», una militante de nombre Liliana (Liliana Mason Padilla), estudiante de teatro, que sufría de epilepsia, y uno de los encargados de las llamadas «clínicas clandestinas», cuya identidad no recuerdo», afirmó Schneider en una declaración judicial de octubre 2002, cuando la justicia investigó los crímenes de Ceballos.


Un tercer reo de cárcel de Punta Peuco se encuentra grave a causa del Covid-19

Fuente :redmaule.com 6/9/2021

Categoría : Prensa

El individuo de 82 años sufre de enfermedades de base.

Un tercer interno de la cárcel de Punta Peuco se encuentra grave a causa del Covid-19. Se trata del comandante en retiro de la Fuerza Aérea de Chile (FACh), Luis Enrique Campos Poblete, de 82 años.

El hombre que además sufre enfermedades de base, fue condenado tras ser declarado culpable del asesinato de José Francisco Bordas Paz, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en diciembre de 1974. Además, de acuerdo a archivos de prensa, el comandante pertenecía al Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA).

Recordar que en las últimas 24 horas han fallecido dos internos a causa de la enfermedad: el coronel retirado del Ejército Jaime García Zamorano (85), quien cumplía una pena por exhumación e inhumación ilegal durante la dictadura. Y Miguel “Fanta” Estay (68), quien fue condenado por su participación en el Caso Degollados en 1985, en donde se asesinaron brutalmente a tres militantes comunistas: Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino.