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PARROQUIA DE LOS CAPUCHINOS ] [ TRECE DE DICIEMBRE ] LA BUSQUEDA ]

TRECE DE DICIEMBRE

Era un día caluroso el jueves 13 de diciembre de 1973, como suelen ser los días de fines de primavera en Santiago. Las predicciones del tiempo anunciaban 28 grados de temperatura máxima. Curiosamente, la prensa de esa fecha está preocupada de las declaraciones de la Iglesia y la posición del Cardenal Raúl Silva Enríquez con respecto a la situación política del país, también la prensa destacaba la áspera polémica que se ha producido entre el Obispo Auxiliar Fernando Ariztía y el sacerdote Raúl Hasbún defensor de la dictadura[1].

La represión cada día se hacía más brutal y miles de chilenos y extranjeros buscaban asilo en las embajadas que abrían sus puertas a las horas más inverosímiles para dejar entrar los perseguidos. Según informes de prensa de la época las embajadas que más asilados tenían eran las de Argentina, Colombia, Honduras, México, Panamá, Suecia, y Venezuela. Los partidos políticos de izquierda y algunos sectores de la Democracia Cristiana, sacerdotes y monjas de la Iglesia Católica y grupos humanitarios organizan verdaderos comandos especializados en ingresar militantes a los patios de algunas embajadas que colaboran en la tarea.

Esta situación pone furioso al régimen, el que comienza una siniestra campaña contra el embajador de Suecia, Harold Edelstam[2], quién ha desafiado al terror impuesto y tiene entre sus protegidos a una nutrida comunidad uruguaya -54 ex refugiados políticos que habían llegado a Chile escapando del autogolpe de José María Bordaberri- que había salido del Estadio Nacional el día 12 de diciembre de 1973 amparados por el Mayor de Ejército, Mario Luis Iván Lavanderos Lataste[3], un militar que cumplía labores en la Sección Extranjera del centro de detenidos. El oficial sabía que el destino de los extranjeros era la muerte y buscó la manera de salvarlos estableciendo contacto con el embajador Edelstam para que se hiciera cargo de recibir a los detenidos. Una vez que estuvieron de acuerdo del traslado se encargó personalmente de entregarlos a la Embajada de Suecia. Cinco días después de esto fue fusilado por traición a la patria en el Casino de Oficiales de la Academia de Guerra, sin embargo su muerte fue presentada como un suicidio.

Lo que termina por sacar de las casillas a la dictadura es la valiente defensa por parte del embajador Edelstam de la ciudadana Uruguaya, Mirtha Fernández[4], quién habiendo recibido la protección del gobierno sueco, un grupo de agentes de civil intentan detenerla cuando era trasladada desde la embajada al hospital para ser atendida médicamente por encontrarse afectada de los riñones. Los diarios y revistas de la época se hunden en la inmoralidad inventando toda clase de rumores sobre las razones que llevaron al embajador a enfrentarse con los agentes armados para defender la vida de Mirtha Fernández, quién se encontraba afectada de un cáncer avanzado.

Con la complicidad de los medios de comunicación, Arellano Stark, Jefe de la Guarnición de Santiago y de la II División del Ejército, esa semana amenaza con un endurecimiento de la represión. Se comienza a esparcir la campaña de un "Fin de Año Negro", incluso (bando 31 de la Guarnición de Santiago del 3 de diciembre de 1973) se dice que se prohibirá todo tipo de reuniones, entre ellas las privadas. Porque "Bajo el antifaz del baile o la comida los extremistas aprovechan la ocasión para complotar"[5].

En la parroquia de Los Capuchinos la actividad había comenzado normalmente. Patricio Munita al parecer se había quedado a dormir en la casita del patio. Ambos amigos desayunan y comienzan a planificar las tareas del día, que no son pocas porque tienen que concretar el traslado de Bauchi y su esposa a una vivienda más definitiva. Como era la costumbre, aprovechan de comentar las noticias de la prensa. Luego se distribuyen el trabajo en la librería, esa fachada les ha posibilitado estar en el lugar y permitido distraerse de las diarias tensiones y preocupaciones de la vida clandestina.

El Padre Enrique está más nervioso que otros días. Unos días antes le había confiado a la señora Isabel sus angustias al enterarse del peligro que significaba para su congregación el que los militares encontraran a Van Schouwen allí.

“—Estaba muy angustiado y muy asustado -el padre White[6]-.”

—¿Por su suerte o por la suerte de los jóvenes?

“—Por su suerte y también por la suerte de estas dos personas.

“Me dijo que tenía susto que estaba preocupado y que esta gente que no conocía había llegado a...porque tenga en cuenta que a él le había pedido una persona amiga que los refugiara. Cuando llegan estas dos personas le dicen al padre quienes eran. Y cuando el curita se empieza a empapar de quienes eran, sobre todo de Van Schouwen, por quién pagaban plata por su cabeza a través de los diarios.

“Yo con este niño Munita tuve mayor relación porque lo veía un poco como hijo, yo sentía la necesidad de poderlo amparar, protegerlo o socorrer.

“En alguna oportunidad le dije si acaso no quería enviarle un mensaje a su madre, me dijo “no yo estoy bien yo no necesito nada”. Con Van Shouwen nunca hablé nada. Era una persona un poco, yo no sé, seria. Es posible que tuviera miedo que alguien lo delatara, era muy serio, no era una persona que se explayara.”

La detención

Era temprano, cerca de las nueve de la mañana del día 13 de diciembre cuando llegaron unos furgones de carabineros y otros vehículos militares, aún no precisados, a la parroquia de Los Capuchinos. Los uniformados que rodearon el exterior de la parroquia vestían ropas de combate estilo militar y los que ingresaron a la parroquia usaban buzos oscuros sin distintivos.

Entraron violentamente, tenían claro a quienes iban a buscar. No hubo preguntas, sólo golpes y malos tratos. Allanaron el lugar durante horas en busca de algún botín de guerra. No hubo respeto con los sacerdotes que vivían en el convento. El trato fue brutal a pesar que la Junta de Gobierno y sus miembros se habían declarado defensores del occidentalismo cristiano y enemigos del ateísmo marxista.

El ex detective, Segismundo Pavez[7], quién fue encomendado por el General Baeza para investigar secretamente la desaparición de su sobrino-nieto Patricio Munita a fines de diciembre de 1973, recuerda así lo que conversó con un sacerdote Capuchino sobre la detención de Van Schouwen y Munita.

“—No me acuerdo porque ya son más de veinte años -responde a la pregunta de ¿Cómo llegó a la Parroquia de Los Capuchinos?-. Pero si recuerdo que ahí hablé con quién hacía de director; tampoco recuerdo su Nombre. Este cura me hizo pasar a un cuartito muy chico donde había una cama y un estante de libros, después de mucho rogarle que me diera información. No ve que él no tenía ni una obligación de dármela porque yo no llevaba orden escrita.

“Después de mucho rato me hizo pasar a la piececita y me dijo que el sacerdote que había llevado a los dos jóvenes a la parroquia se encontraba enfermo en algún lugar en el sur. Que lo habían sacado de los militares, con incluso una carta que el propio Papa había enviado a las autoridades.

“También me contó que el día del operativo habían allanado todo el lugar, al parecer con bastante violencia.”

—¿Le dijo qué uniformes vestían los uniformados que allanaron?

“—Yo le pregunté mucho sobre eso y el sólo recordaba que tenían buzos oscuros, no llevaban pasamontañas. No eran civiles, eran fuerzas militares pero con buzos oscuros y sin ni un distintivo.

“Yo le insistía en preguntar sobre algún detalle en la ropa que revelara quienes habían sido, para saber donde ir a buscar más informaciones sobre el joven Munita. Pero el sacerdote no pudo darme más datos sobre los bototos, si eran largos o cortos, sobre si tenían alguna insignia o alguna franja de color en alguna parte.”

Cerca de las dos de la tarde, la señora Isabel Ossa, se bajaba del bus en Cumming con Bulnes para dirigirse a su casa que quedaba en Arzobispo González, justo frente a la puerta de la parroquia de Los Capuchinos. Con asombro vio que un grupo de uniformados rodeaban a un furgón de carabineros y desde la parroquia salían tres personas con las manos en alto y cabizbajos. Miró un momento y vio que eran introducidos con violencia al furgón policial.

Los detenidos eran Patricio Munita Castillo, Bautista Van Schouwen Vasey y el sacerdote Enrique White Marcelain.

La señora Isabel sorprendida por lo que estaba sucediendo, corrió a preguntar por qué se los llevaban.[8]

“—Yo me estaba bajando del bus entre Cumming y Bulnes para llegar a mi casa que quedaba en Arzobispo González entre Cumming y Bulnes, o sea casi en la parroquia, y vi que estaba la Cuca y se los estaba llevando. le grité a este niño (Munita) "para donde se los están llevando y por qué los llevan".”

No hubo respuesta, un Carabinero la amenazó con la metralleta.

“—Fue a plena luz del día. Cómo a la hora de almuerzo; claro que después del golpe de estado uno veía ese tipo de cosas a pleno día, y quién diga que no, está mintiendo.”

—¿Que tipo de prendas llevaban los que los detuvieron?

“—No estaban pintados ni nada de eso que se dice. Eran hombres con uniforme y metralletas. Lo que no me queda claro es qué tipo de uniformados eran porque llevaban ropa de campaña; pero a ellos se los llevaron en un furgón de carabineros.”

Esa fue la última vez que se vio con vida a Bautista Van Schouwen y Patricio Munita. Subiendo a un furgón de Carabineros y rodeados de militares. A pesar que de este hecho fueron testigos presenciales doce sacerdotes, un barrio completo que fue rodeado por militares e impedidos de transitar por la vía pública durante horas y una veintena de efectivos militares y carabineros, en la prensa del día 14 de diciembre no hay ni una mención a tal despliegue de fuerza a plena luz del día en un recinto de la iglesia católica del centro de la capital.

El viaje de los tres detenidos fue largo, presumiblemente el lugar de destino fue algún centro militar en los faldeos cordilleranos cerca de la Rotonda de Quilín[9]. Aunque ha sido imposible verificar la fecha en que Manuel Contreras les robó bajo siniestras presiones a la familia Vasallo la Villa Grimaldi, es muy posible que los tres detenidos hayan tenido como destino ese lugar. Según versiones del agente de la DINA Fuenzalida[10], en marzo de 1974 mientras él se encontraba en faenas de limpieza de la casa de Villa Grimaldi, el agente de la DINA Leyton Robles, quién es posteriormente asesinado con gas zarín por Michael Tonwley, le habría confidenciado jactándose que dos o mas meses antes Marcelo Morén había llevado a unos detenidos que habrían sido brutalmente torturados y después asesinados para luego lanzar sus cuerpos en algún lugar cercano.

A pesar que Fuenzalida no recuerda si le dijeron los nombres de los detenidos, cabe la posibilidad de que hayan sido Van Schouwen y Munita los dos primeros detenidos asesinados en la Villa Grimaldi. El hecho que sus cuerpos hayan aparecido en la Rotonda de Quilín le da mas sentido a esa versión. En cualquier otro lugar de reclusión o centro de torturas que operaban en la época, habría habido por lo menos uno o más testigos de la llegada de tres detenidos tan importantes para las fuerzas represivas. En este caso no existe ni un detenido de la época que tenga información o haya sabido que al recinto donde se encontraba llegó Bautista Van Schouwen[11].

Durante el trayecto hasta el centro de torturas,el sacerdote aterrado vio cómo, en el vehículo donde era transportado, a Patricio Munita y Bautista Van Schouwen se les torturaba quemándoles el pecho con cigarros encendidos[12]. A la llegada al centro de torturas, los bajaron a golpes que se sucedían uno tras otro mientras eran amenazados de ser sometidos a crueldades que jamás imaginó que fuera posible cometer contra seres humanos. Luego aumentaron las torturas James fue el primero en sufrir el paso de un vehículo por sus piernas y la fractura de sus dos brazos, hecho que es constatado por los huesos rotos que presentaba el cadáver cuando fue exhumado. Mientras tanto Bauchi también era torturado y sentía los alaridos de dolor que emitía su amigo, se sostenía en lo único que le quedaba, sus ideales, y entre golpes de corrientes y desmayos seguía la tortura.

El Bauchi sabía que no tenía oportunidad de salir con vida y resistió la tortura de eso dependía la vida de sus compañeros y amigos de toda la vida y lo que amaba por lo cual estaba dispuesto a morir, sus ideas políticas.

Patricio Munita sólo tenía 23 años, sus sueños de casarse y construir una vida de familia como a él le gustaba eran muchos. Solo unas semanas antes les había anunciado a sus padres, por medio de una carta, que se casaría con Gabriela. Pero mayor era la responsabilidad que tenía con sus principios. Es por eso que en los momentos de mayor angustia gritó "No sacan nada, no hablen, no delaten, no hablen”. Estas últimas palabras de Patricio se las relató el mismo padre White a la Sra. Lucía Castillo, casi diez años después de los sucesos del 13 de diciembre de 1973.

“— A los años después el padre White volvió a Chile. Estando en Viña, porque estaba enfermo del corazón, leyó un articulo mío en el diario. Yo no sabía que había vuelto, ya habían pasado los años, y él leía cada año el artículo que yo publicaba del trágico desaparecimiento de mi hijo. Eso en ese tiempo impactaba, incluso me llamaron periodistas norteamericanos.

“Entonces el segundo año que leyó esto, se dijo: “esto no puede ser yo voy a hablar con esa señora”.

“El me ubicó y me citó. ¿Creerá usted que no se atrevió a citarme en el convento?. Me citó en la plaza Brasil frente a la bomba. Yo le acepté y le dije “ya padre yo tengo un autito rojo, ahí conversamos”.

“El padre no se atrevía a encontrarse conmigo en un lugar donde pudieran saber que estaba conmigo, como sería lo aterrorizado que estaba, habiendo pasado más de diez años desde que los llevaron de la iglesia.

“En la conversación me contó que habían recorrido un largo trayecto. El padre creía que el centro de detención quedaba en los faldeos de la cordillera porque traficaron mucho y no se sentía ruido. Después que los detuvieron, como iban esposados; y que los habían detenido porque en su parroquia se encontraba Van Schouwen, oculto porque una feligresa suya le había pedido que lo escondiera.

“El también me contó que los militares lo supieron por una traición que le hizo un militar a quién él había bautizado, había casado y era pariente, por lo tanto, era de toda la confianza del padre. El padre White había llamado un día a este militar porque estaba desesperado con esto de tener a Van Schouwen bajo su responsabilidad.

“El padre se sentía culpable. Se sentía culpable de haberlos entregado a Van Schouwen y a mi hijo.

“A mi hijo lo mataron diciendo algo así: “no sacan nada, no hablen, no delaten, no hablen”. El sabía que igual los iban a matar hablaran o no. A ellos los torturaron. A mi hijo le quebraron las piernecitas y las mandíbulas; y para no seguir sufriendo, porque estaba sufriendo mucho con las torturas, mi hijo le pegó un codazo al oficial que lo torturaba y él en venganza le dio un disparo en la frente. El padre me contó que él vio todo esto, porque a él lo tenían mirando lo que hacían. El padre casi se volvió loco con lo que vio.”

La preocupación que el Bauchi le había expresado a su pareja Astrid Heitmann[13] sobre la escasa preparación que tenía el MIR para resistir y combatir el golpe de estado quedaba cruelmente claro en esos instantes. El odio y la brutalidad demostraban que quienes habían preparado el golpe de estado tenían montada desde antes del 11 de septiembre una eficaz máquina de exterminio dispuesta a todo para desarticular cualquier oposición. La vieja teoría del apego a la Constitución de las Fuerzas Armadas chilenas que parte de la izquierda chilena había defendido con soberbia durante los tres difíciles años de gobierno de Salvador Allende, quedaba destrozada. La política de exterminio contra la izquierda chilena, que tenía un fuerte arraigo en los sectores populares y la clase media, no era una improvisación hecha a la rápida después de la asonada militar por individuos que se apartaban de la disciplina militar, tenía una acabada preparación de antemano, una de ella era la justificación de la matanza con la supuesta anticipación a un plan de exterminio que el gobierno de Salvador Allende estaba preparando conocido como “Plan Z”; las listas, que estaban preparadas el día 11 de septiembre, de personas que debían ser detenidas para desarticular la organización popular, la formación de grupos especializados en interrogatorios y tortura que comenzaron a operar el mismo día del golpe; y finalmente la terrible política del desaparecimiento de cuerpos que comenzó a los pocos meses del golpe de estado pero que fue perfeccionándose a medida que los efectos causados en la población tenían el resultado esperado de paralización y destrucción del movimiento popular.

El Padre Enrique White estaba aterrado no podía aceptar lo que estaba viendo, dos hombres amarrados con la vista tabicada que eran objeto de toda clase de vejámenes y torturas cometidas por uniformados que parecían fieras depredadoras sobre sus víctimas. Era testigo de la barbarie de los uniformados en los cuales había creído, admirado su supuesta valentía y hasta más de alguna vez se había sentido orgulloso de tener un familiar en la institución. Al mismo tiempo veía con angustia el heroísmo de los jóvenes que entregaban su vida por lo que pensaban. En cada dolor y grito sentía que había fallado como sacerdote y como hombre al someterse a la presión de su congregación para que denunciara a los perseguidos. Se sentía traicionado por quién había sido su confidente y que seguramente había logrado una nota de mérito en su hoja militar por traicionarlo y la recompensa económica que no era nada despreciable, era el honor militar del que los chilenos se habían sentido orgullosos, el mismo honor y valentía que Pinochet demostró el día del golpe de estado cuando no fue capaz de enfrentar su traición y a través de un subordinado, intentó doblegar el honor del Presidente de la República exigiéndole que renunciara.

La última noche del Bauchi y James fue larga. Cerca de la madrugada ya estaba todo decidido, las sesiones de tortura no tenían el efecto esperado, obtener información. James ya casi no resiste la tortura, tiene sus dos brazos quebrados y también las piernas. En un último intento de librarse de sus verdugos se suelta de un brazo y golpea con fuerza la cara del militar torturador. El oficial se encoleriza y golpea a James con fuerza hasta romper su mandíbula, luego pone la pistola en la frente y gatilla.

En un camastro yace inerte el cuerpo desnudo de James.

Bautista sigue vivo. Ya no había nada que hacer solo seguir defendiendo a quienes podían continuar la resistencia a la dictadura, y para eso su silencio era fundamental. Sus sueños de un mundo mejor quedaban en esa sala de torturas. Cerca de las cinco de la mañana del día 14 de diciembre de 1973, después de ser destrozado físicamente por las torturas es asesinado de un balazo en la cabeza en un centro clandestino de torturas de la dictadura.

Durante toda la sesión de torturas hasta las muertes de Bauchi y James, el sacerdote Enrique White fue testigo, a modo de escarmiento por haber colaborado ocultando a personas por las que se ofrecía dinero por su cabeza. Luego y durante unos días él también fue víctima de la tortura por parte de sus captores que buscaban desesperadamente saber quién lo había contactado con Van Schouwen y así poder llegar a los altos dirigentes del MIR. Su libertad la obtuvo gracias a la intervención de la alta jerarquía eclesiástico.

La Señora Carlota Vasey, madre de Bautista Van Schouwen, a modo de consuelo, dice frente a la verdad de la desaparición de su hijo.

“— Lo único que me ha consolado todos estos años, es pensar que mi hijo no debe haber sufrido tanto antes de morir, porque él tenía un problema de muy baja tolerancia al dolor físico. Desde pequeñito se desmayaba cuando le aplicaban una inyección o en el dentista y había que reanimarlo. Por eso yo creo que el debe haberse desmayado rápidamente cuando lo estaban torturando esos salvajes.”[14]

Uno de los pocos comentarios que se conocen del padre White sobre sus captores es lo que cuenta su hermano, Jorge Tadeo White Marcelain[15], a quién el sacerdote le confidenció que recordaba un sólo nombre el de un tal "Marcelo" quién le había dado relativo buen trato durante su detención. No es la única vez que aparecerá el nombre Marcelo en el caso de detención y desaparecimiento de Bautista Van Schouwen Vasey y detención con asesinato de Patricio Munita Castillo.

Ana María Moreira[16] recuerda que su captor y torturador en Londres 38 y Tejas Verdes, fue el Mayor Marcelo Morén Brito, alias "el Ronco". Gabriela Rozas[17], novia de Patricio Munita que estuvo detenida junto a Ana María también recuerda que su detención y torturas fueron hechas por Marcelo Morén. Osvaldo Romo, alias "el Guatón Romo", dice en sus declaraciones hechas ante la justicia que Marcelo Morén Brito “dejó la escoba en los Capuchinos” que él se vanagloriaba de ser quien detiene y asesina a Bautista Van Schouwen y Patricio Munita[18].

El doctor, Enrique Peebles, ex militante del MIR que fue detenido por la DINA el año 1975 y llevado desde Villa Grimaldi hasta Talcahuano para interrogatorios y careos, antes de ser llevado a Colonia Dignidad, estando en el Hospital Naval tuvo una conversación sobre el tema con un detective, también en Colonia Dignidad conversó con el entonces Capitán Espinoza sobre Bautista Van Schouwen y Patricio Munita, esto es lo que recuerda veinte años después[19].

“—Recuerdo que estando en Villa Baviera, Colonia Dignidad, un día el entonces Coronel Espinoza se puso a conversar conmigo, esa vez fue sin torturas. Estando en esas condiciones él trataba de convencerme que cooperara.

“En esa conversación, que fue larga, yo le comencé a preguntar por personas que en ese momento desconocíamos su situación. Le pregunté por el Coño Vilavella[20], el me respondió que lo tenía la FACH (Fuerza Aérea de Chile) y me contó que sabía que estaba bien, incluso me comentó que era quién había comenzado a negociar con Ceballos, me dijo que también pronto saldría del país porque eso era parte de la negociación.

“Le seguí preguntando por varias personas más y él me respondió y me dio datos por todas las personas que le consulté, estuvieran vivos o muertos. Sobre los vivos me dijo en que condiciones se encontraban en ese momento.

“Esa información la verifiqué conversando con algunas personas estando fuera del país.

“Lo que si recuerdo que me pareció raro fue cuando le pregunté por Bautista Van Schouwen. Le hice varias preguntas en varias oportunidades de la conversación. Las respuestas fueron evasivas y contradictorias.

“Sobre quién lo había detenido, negó siempre su detención, es más dijo que ningún organismo lo había detenido.

“Sobre su destino, dijo que él sabía que había salido fuera del país que había un reporte del Departamento de Aduanas sobre su salida del país. Otra vez respondió que no tenía información.

“Parecía querer evadir esa respuesta daba la sensación que sabía perfectamente que era lo ocurrido a Bauchi.

“Otra situación que recuerdo es que estando detenido en Talcahuano, en el hospital Naval, un detective que me custodiaba y que tenía un comportamiento muy humano, considerando el momento, me contó que él había escuchado que al Bauchi y al James lo habían detenido en un operativo realizado por la FACH, la DINA, Carabineros e Investigaciones. Que en el operativo habían participado personalmente Espinoza, Contreras y el “Ronco Morén”.

“También recuerdo que él me contó, que tras un interrogatorio breve y violento habían sido eliminados el Bauchi y Patricio. El me recalcó que su muerte había sido “MUY RAPIDA” eso es algo que hasta hoy no me puedo explicar ¿Por qué los mataron tan rápido?”

Otro antecedente digno de tomar en cuenta es la relación entre Marcelo Morén Brito con el Teniente Coronel Rubén Castillo White[21], comandante del Regimiento Andalien e intendente de Cauquenes a la fecha -30 de septiembre- de la llegada a esa ciudad de la "Caravana de la Muerte" dirigida por Arellano Stark. Allí se produce el primer exterminio de opositores que estaban detenidos y a disposición de la justicia. El Coronel Castillo White participa a cargo del grupo de exterminio de prisioneros, lo curioso de esta relación es que el Teniente Coronel tiene como segundo apellido White y al igual que el pariente del sacerdote participó en matanzas, y que para esa época conocía tanto a Marcelo Morén como a otros hombres de la DINA que acompañaron al viaje de la muerte, incluso conocía al propio General Arellano Stark. A partir del 2 de diciembre de 1973 el general Arellano Stark había reemplazado a Herman Brady en la Comandancia en Jefe de la Guarnición de Santiago y en la II División de Ejército[22]; por lo tanto tenía el mando total de la Zona de Estado de Sitio de la Provincia de Santiago para el día del allanamiento y secuestro en la parroquia de los Capuchinos. Osea todas y cada una de las acciones combinadas entre fuerzas armadas que se hacían en Santiago eran conocidas por el General Arellano Starck. Quizás esta sea una de las tantas respuestas que tenga que dar el General Arellano ¿Quiénes detienen torturan y asesinan a Bautista Van Schouwen y a Patricio Munita?

El eucalipto

Cerca de las seis de la mañana del día 14 de diciembre de 1973 una patrulla de militares se desplazaba a toda velocidad por Américo Vespucio Sur, como única carga lleva dos cuerpos inertes, el de Bautista Van Schouwen y el de Patricio Munita. ¿La razón de la prisa? tenían que llegar rápidamente al lugar escogido para lanzar los dos cuerpos simulando que habían sido muertos producto de una desobediencia a la voz de alto en horas de toque de queda. Era la forma que había elegido la dictadura para ocultar los cientos de asesinatos que se cometían en la impunidad que el toque de queda nocturno les daba. Los cuerpos debían quedar colocados en el escenario antes que se levantara el toque de queda y la población saliera a sus faenas diarias; no debía tener testigos el operativo por si alguien reconocía los cuerpos.

No eran aún las seis de la mañana del día 14 de diciembre cuando los cuerpos inertes del dirigente del MIR, Bautista Van Schouwen y de su ayudante, Patricio Munita, eran lanzados a una zanja bajo un gran eucalipto que hay en el costado sur oriente de la Rotonda de Quilín. Luego el oficial dio la orden a su subalterno de darles a cada cuerpo una ráfaga de ametralladora por la espalda, volvieron al vehículo y se fueron rápidamente del lugar.

A las seis de la mañana el reten de Carabineros de Villa Macul recibió una llamada urgente de una patrulla militar. Se les ordenaba que enviaran una guardia a la rotonda de Quilín para que custodiaran dos cuerpos mientras llegaba el equipo del Servicio Médico Legal. No hubo preguntas, el oficial a cargo del retén sabía el significado y procedió a enviar un par de carabineros al lugar señalado.

Los dos carabineros miraron los dos cuerpos de lejos y se dieron cuenta inmediatamente de que se trataba, aún el olor a pólvora se olía espeso en el aire frío de la madrugada, pero al acercarse a los cuerpos observaron que tenían muestras de torturas y que de los impactos de balas en la espalda no salía sangre. Los dos carabineros se miraron y no dijeron nada, era claro que los dos cuerpos llegaron al lugar muertos, lanzados a la zanja y luego ametrallados por la espalda por eso no había brotado sangre de los cuerpos e impregnado las ropas.

Lucía Castillo de Munita, madre de Patricio Munita en su incansable búsqueda de la verdad llegó hasta la Tenencia Villa Macul una tarde calurosa del verano de 1974[23], tras rogar y asegurar que jamás diría con quién había hablado logró que uno de los carabineros que fue enviado a custodiar los dos cuerpos acribillados le contara como habían llegado hasta el lugar.

“—Por medio de cuñas logré averiguarme quienes habían sido los carabineros, entonces hablé con los carabineros que le habían hecho la guardia, eran dos.

“Era verano cuando yo fui y uno de los dos carabineros estaba regando el jardín en el retén, él era muy humano. Yo le dije que venía por lo del cuerpo en la rotonda Quilín, el me respondió "si todavía me acuerdo era tan joven y buen mozo” -refiriéndose a Patricio Munita-.

“Entonces apelé a su condición de padre y le pedí que me acompañara donde lo había encontrado.

“El me acompañó hasta el eucalipto y me mostró una especie de zanja donde los habían tirado. Me contó que cuando ellos habían llegado todavía se sentía el olor a pólvora, o sea era como si recién hubiesen disparado. El me dijo que eso pasaba cuando se fugaban, les disparaban por la espalda. Pero el carabinero me dijo "señora ellos venían muertos".

“Uno de los carabineros que estaba custodiando los cuerpos le comentó a su compañero sobre la apariencia de James: "este joven jamas debió haber pensado lo que le iba a pasar" refiriéndose a su ropa tan nueva y a la suela de sus zapatos que estaban recién comprados.”

La señora Lucía Munita con los ojos húmedos dice. “Justamente, unos pocos días antes de esto, mis hijas, se habían encontrado con Patricio y la novia, en Providencia y les contaron que el Pato se andaba comprando zapatos”.

La morgue

Los cuerpos fueron rápidamente levantados por un juez y trasladados a la morgue. A las 07: 40 AM ingresan al Servicio Médico Legal[24] en calidad de NN encontrados en la Rotonda de Quilín de la comuna de Macul. El cadáver de Patricio Munita fue rotulado con el Nº de Protocolo de Autopsia 3950 y Bautista Van Shouwen con el Nº 3951.

Eran tiempos difíciles al interior de esa repartición del Estado dependiente del Ministerio de Justicia. Su director el médico Alfredo Vargas Baeza estaba agotado y ya casi no podía controlar los procedimientos que se hacían con los cuerpos rotulados como NN que ingresaban a diario y que ese catorce de diciembre se encontraban apilados en los pasillos de la institución. Prueba de ello es el caso de Charles Horman quién fue asesinado el día 17 de septiembre de 1973 y el día 4 de octubre de ese año aún permanecía en la morgue como así mismo el cadáver de Frank Terruggi asesinado el 22 de septiembre y fue reconocido en la morgue por su amigo Steve Volk el día 2 de Octubre[25].

A pesar de las circunstancias del momento la burocracia seguía funcionando en las reparticiones públicas, por eso, los dos NN siguieron el procedimiento normal al ingreso al servicio. A la llegada de los dos cuerpos lo primero que hicieron fue anotar en el Libro de Ingresos sus características físicas, edad posible del muerto, talla, sexo y el lugar donde fueron encontrados, luego siguió la toma de huellas dactilares para su posterior envío al Registro Civil donde serian sometidas a reconocimiento, trámite que se hace para encontrar a quiénes habían pertenecido en vida las huellas y dar la orden de sepultura al cementerio General para que se entierren identificados los muertos NN. Los cuerpos de Bautista Van Schouwen y Patricio Munita siguieron hasta la sala de autopsia, aunque por la cantidad de cuerpos la autopsia era un mero trámite hecho de manera ocular puesto que las evidencias sobraban para dar el parte de muerte por múltiples heridas a balas y finalmente ponerlos en alguno de los lugares dispuestos para su envío al cementerio.

A mediodía del 14 de diciembre, mientras los dos paquetes de huellas y de los Certificados Médicos de Defunción junto a muchos más van rumbo al Registro Civil para su identificación, Manuel Contreras, jefe de la DINA, recién se entera que Van Schouwen y su ayudante han sido detenidos y asesinados sin entregar información y que sus cuerpos se encuentra en la morgue.

Podemos suponer que Contreras se encuentra molesto, era un grave error haber detenido a un dirigente de la talla de Van Schouwen y a su ayudante Patricio Munita, de quién no tenía idea de su existencia, y haberles dado muerte sin obtener ni una sola información que les permitiera llegar a algunos militantes destacados ni menos la Comisión Política del MIR. Contreras no debe haber entendido cómo sus hombres no habían considerado que el MIR era su objetivo principal y debían aniquilarlo como organización política, pero para eso necesitaba llegar hasta su dirigencia, exterminarla, para luego hacer lo mismo con su militancia, y Van Schouwen habría sido fundamental en la tarea porque tarde o temprano habría entregado alguna información que hubiese permitido llegar a otros miristas.

Las órdenes de Contreras tienen que haber sido precisas: No quiero rastros de los dos cuerpos y las únicas alternativas que quedan son, primero, seguir torturando al sacerdote White para que diga quién le pidió que refugiara a Van Schouwen en la parroquia y de ahí seguir la pista hasta Miguel Enríquez y la dirección del MIR, y segundo ir inmediatamente a revisar las ropas de los dos muertos para buscar algún indicio que pueda llevar a otros militantes aunque sean de base.

Pasado el medio día del mismo día 14 de diciembre, una patrulla de militares y civiles se dirigen hasta el Servicio Médico Legal[26], ingresan violentamente y exigen que se les muestre los dos muertos que fueron encontrados en Macul. Tras esa orden los hombres de civil siguen hasta el despacho del director, Alfredo Vargas Baeza, y le piden todos los papeles, incluyendo los protocolos de autopsia, de los dos NN de Macul llegados esa mañana, enseguida le exigen que se les entregue las ropas que traían. El doctor Vargas confundido y asustado hace traer todo lo que traían puesto los cuerpos llegados esa mañana desde la Rotonda de Quilín. Con las vestimentas en la mano, los agentes de la DINA, salen del despacho del director para revisarlas minuciosamente. La desesperación de no encontrar nada que les dé alguna pista a seguir, violenta aún más a los hombres de la DINA. Van Schouwen y Munita se han ido sin entregar nada.

Con ira los agentes de la DINA abren la puerta del despacho del director de la Morgue, e ingresan para advertirle que entierre a los dos cuerpos inmediatamente. El doctor Vargas Baeza intenta hacerles ver que tiene serios problemas con la cantidad de muertos que hay en esos momentos y que intentará hacer lo que le piden. Molestos los hombres de Contreras, le exigen que obedezca y lo amenazan diciéndole que guarde silencio sobre lo ocurrido porque de otra manera él correría los mismos riesgos.

¿Cuál era la prisa de la DINA por enterrar los dos muertos de Macul? Contreras debe haber sacado sus cuentas rápidamente: en esta fría guerra sucia quién golpea primero golpea dos veces. Para él, Bautista, era un hombre importante tanto en las filas del MIR como por la larga relación de amistad que existía entre él y el secretario general del MIR, Miguel Enríquez. Por tanto, sus compañeros no dejarían desaparecer así nomás a uno de sus hombres más queridos y no escatimarían esfuerzos para buscarlo y planear un rescate de sus captores con sus Fuerzas Centrales -a la fecha Contreras no tenía idea de cuantos militantes tenía el MIR y tampoco sabía de su capacidad militar- Contreras tiene que haber considerado que la búsqueda de Van Schouwen pondría a muchos miristas en las calles tratando de conseguir un contacto que los condujera hasta su dirigente y sería la posibilidad para los hombres de la DINA de comenzar la tarea de contrainteligencia e infiltración. Así de esa manera el descuido de sus agentes que terminaron con la muerte de Van Schouwen y Munita podría revertir la situación en que se encontraban, sin pistas, sin detenidos y con un MIR casi intacto. Esta tarea podría transformarse en el primer trabajo importante de infiltración. Por el contrario si el MIR confirmaba la muerte de Van Schouwen, sus dirigentes a actuarían con normas de seguridad más rígidas y el hecho les entregaría argumentos para que aumentaran la campaña internacional contra la Junta Militar, situación que pondría a la DINA en entredicho porque sectores de las Fuerzas Armadas presionaban para que la represión se llevara a cabo con más discreción.

Era la primera vez que se tomaba en un escritorio la decisión de hacer desaparecer cuerpos de opositores políticos; a contar de ese momento ningún organismo del estado haría aparecer los nombres de los dos muertos como detenidos en el país, así de esa forma el hombre que fue en vida Van Schouwen quedaría suspendido en una nebulosa aterradora y para sus familiares, amigos y compañeros de partidos la duda paralizante de no saber jamás sobre su paradero y el destino después de su detención quedaría como una huella indeleble.

Con lo que no contaban la DINA ni Contreras y ni siquiera Pinochet, era con que la burocracia del aparato estatal seguía funcionando de la misma manera que lo hacía en democracia, y sin percatarse de los esfuerzos de la DINA por hacer desaparecer los dos cuerpos encontrados en Macul ya había dado curso al proceso de identificación de las huellas de los NN, gracias a ello fue posible encontrar a quienes tanto intentara ocultar la DINA.[27]

El director del Instituto Médico Legal de la época Alfredo Vargas Baeza relataría, después, en privado al detective Pavez de Investigaciones que había sucedido ese 14 de diciembre en su despacho. Así lo recuerda 21 años después el detective.

“—Mi último trámite fue ir a la morgue. Lo primero que hice fue buscar en el libro de ingresos los NN que llegaron en los días que había desaparecido el joven Munita. Después de verificar que era una cantidad enorme busqué por la estatura de un metro ochenta hacia arriba y ahí encontré sólo a tres; y de esos tres había dos que eran sobre esa altura de sexo masculino y que aparecieron muertos juntos cerca de Macul.

“Como en el libro aparecían como NN, me fui a hablar con el Director para pedirle las autopsia; para saber si era el cuerpo que yo buscaba.

“El doctor me hizo pasar luego de saber que investigaba por orden del General Baeza. Entré y me senté. El se paró y fue hasta una caja fuerte donde sacó una carpeta con papeles. Los miró y me dijo que cuando llegaron esos dos cadáveres la Morgue estaba llena de cuerpos apilados en los pasillos, ya no tenían donde tener más muertos; sin embargo, por la tarde llegaron unos civiles acompañados de uniformados, preguntando por los cuerpos encontrados en Macul esa mañana. Después le exigieron que les pasara toda la ropa y la documentación; después le advirtieron que si no enterraban esa misma tarde esos cuerpos o hacía algún comentario sobre eso lo vendrían a buscar a él también.

“Esas personas lo amenazaron al propio director de la Morgue y ese doctor estaba muy molesto. Además cuando yo fui la morgue estaba llena de cuerpos hasta en los pasillos imagínese lo que era cuando llegaron esos cuerpos.

“El Director de la Morgue me pidió que le dijera al General Baeza que quería hablar con él. Yo no sé si lo que quería hablar tenía que ver con su sobrino o con la cantidad de muertos que tenía.”

El Doctor Alfredo Vargas, obedeció el silencio impuesto por los hombres de la DINA y se llevó a la tumba los nombres de los militares que llegaron el día 14 de diciembre de 1973 a buscar los dos muertos encontrados en la rotonda de Quilín, convirtiéndose por miedo, o comodidad en cómplice de la DINA. La duda que queda es si el doctor Vargas logró hablar con el General Baeza y le contó quienes habían llegado a su despacho a amenazarlo por lo de los dos cuerpos de Macul, lo cierto es que el General Baeza en la entrevista hecha para la investigación de este caso, negó haberse reunido con el doctor, pero esa respuesta no es concluyente porque el General Baeza, también niega haber destinado a un detective para que investigara qué había pasado con su sobrino, Patricio Munita.

¿Qué había pasado en los interiores de los aparatos represivos?

Todo indica que la detención y asesinato de Bautista Van Schouwen y Patricio Munita fue hecha por miembros de la DINA y fuerzas militares que llegaron a la parroquia de Los Capuchinos conociendo exactamente quienes se encontraban allí hospedados y que procedieron a aplicar la táctica que era usual en la época, exterminio rápido. No utilizaron los procedimientos adecuados para llegar a obtener información, posiblemente, porque el oficial a cargo de la detención, en un afán de sobresalir ante sus superiores, aplicó la violencia sin sistematización y no logró el objetivo de obtener información para llegar a otros cuadros destacados de la resistencia chilena, cosa que la DINA fue aprendiendo con los detenidos que morían producto de la tortura antes de entregar la información buscada. Es tal vez por eso que mas adelante comienzan a utilizar equipos médicos e incluso instalan una clínica.

Hay que recordar que la DINA en ese período se encontraba en plena formación y que operaba subterráneamente porque aún no existía legalmente y en los interiores del régimen no se zanjaba la disputa por el poder entre los diversos sectores golpistas. También había disputas entre los servicios de inteligencia de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas por saber quién finalmente haría el trabajo de inteligencia interior, es por esa razón que la DINA actuaba sin licencia oficial y sus recinto eran casi desconocidos para el resto de los servicios de seguridad.

Es seguro que Contreras se había enterado tarde de la detención y muerte de Van Schouwen y Patricio Munita. De haber estado en conocimiento Contreras, no cabe duda que personalmente se habría encargado de las sesiones de torturas, tal como testifican dirigentes políticos importantes que sobrevivieron y que tuvieron entre sus torturadores al propio Mamo[28] quien ejecutaba las labores de aplicación de electricidad y dirigía los interrogatorios. También el procedimiento habría sido distinto; seguramente se los habría llevado a algún recinto habilitado en esos momentos para ser interrogado sistemáticamente con diversas clases de torturas, aislamiento y degradación física y moral para que finalmente entregaran alguna información que les sirviera antes de decidir que hacer con ellos. Y entre detención y muerte habría transcurrido un lapso más largo y probablemente habrían estado con otros detenidos en algún lugar que los habrían visto. Por el contrario, no existe ni una información de detenidos que los hayan visto llegar o supieran que se encontraban detenidos en algunos de los recintos ocupados para detención y tortura.

En este caso, queda claro que, aunque los torturadores y asesinos fueron miembros de la DINA, la DINA, como organización comenzó a operar después de las muertes; fue ella la que se encargó de hacer desaparecer los cuerpos y en esa época el lugar designado para ello era el Patio 29 del Cementerio General.

El día 14 de diciembre en el Cementerio General se enterraban apresuradamente decenas de cadáveres que se trasladaban desde la morgue en el viejo camión Ford de color gris. El chofer, de apellido Tapia, debía trasladar dos y hasta tres veces al día una treintena de cajones, que eran hechos por los mismos sepultureros, al Patio 29 bajo la estricta mirada de militares que custodiaban las faenas desde el muro donde se encuentran los nichos. Hombres vestidos de civil que se paseaban por los patios y que no eran del cementerio intimidaban a los trabajadores con su presencia, transformando el campo santo en un recinto militar.

BAUTISTA VAN SCHOUWEN

Bautista Van Shouwen, era el primogénito de una familia de clase media profesional formada por Carlota María Valentina Vasey, Bautista Van Shouwen Figueroa y sus tres hijos Bautista, Carlos y Jorge. Había nacido el 3 de abril de 1943 en el pequeño pueblo minero de Peña Chica, en la primera región, donde su padre trabajaba como ingeniero químico en la mina salitrera del mismo nombre. Su inscripción de nacimiento fue hecha en la circunscripción de Pozo Al Monte del departamento de Iquique el día 10 de abril de 1943.

Su niñez fue agradable, creció corriendo libremente por las polvorientas calles de los pueblos salitreros de Bellavista y Victoria, escuchando las historias de los mineros contadas por su padre en las frías noches del desierto de Atacama y viendo, sobre todo, el esfuerzo cotidiano de los obreros de la pampa. Esa realidad social de Chile compuesta por hombres jóvenes con rostros de viejos y piel curtida por el viento frío del desierto, viejos enfermos de silicosis por el polvo de las minas, mujeres que morían después de un parto por la falta de médicos, niños enfermos por la mala alimentación y salarios pagados con fichas, le impregnaron de sensibilidad desde la niñez.

La Sra. Carlota Vassey[29], madre cariñosa e incansable en la búsqueda de Bautista, recuerda los primeros años en las lejanas oficinas del norte.

“—Cuando mis niños eran chicos y vivíamos en las salitreras a mi y a mi esposo, que en paz descanse, nos encantaba salir, éramos jóvenes y buenos para hacer vida social que era una de las entretenciones que había en esos pueblos del desierto, también había un teatro y asistíamos a ver las películas cuando llegaban; así que dejábamos a nuestros hijos a cargo de la niña que me ayudaba y le decíamos a todos donde íbamos a estar.

“Era una vida agradable y tranquila a pesar que había una enorme pobreza en los obreros que trabajaban ahí casi como esclavos. Ahí todos conocían a mis hijos porque, sobre todo Bautista que era el más serio de los tres, se levantaban por la mañana y salían a caminar por las calles de la oficina, yo no sé que hacían supongo que iban a jugar. Pero Bautista era muy curioso, el se levantaba se vestía y se ponía una corbata de su papá que le llegaba más abajo de las rodillas, nunca supe porque se ponía la corbata creo que era por imitar a su papá, y salía con sus hermanos a caminar. Se conocían toda la salitrera y conversaban con todas las personas que iban encontrando en su camino. Todos decían que Bautista era muy educadito.

“Mis hijos eran tan callejeros, pero buenos niños, que les decían los “holandeses errantes” porque siempre andaban mirando por todos los lugares de la oficina salitrera. Una vez un señor que trabajaba en una sección me fue a buscar, estaba muy preocupado porque habían encontrado a los niños donde había una enorme máquina, eso quedaba lejos de la casa. Este caballero que me fue a buscar se había sorprendido de ver tres puntitos a los pies de la máquina, la máquina era gigante y los niños se veían como puntitos y afortunadamente los habían visto. Le pregunté a Bautista, como era el mayor, qué andaba haciendo por ese lugar que era peligroso y el me respondió que quería saber como trabajaba la máquina. El siempre fue inquieto por aprender. Andaba buscando siempre algo nuevo para aprender.

“También era bueno para el baile. Le gustaba mucho bailar desde chiquito y cuando ya era mayorcito todas las visitas lo aplaudían por lo bien que lo hacía.”

Tenía nueve años cuando sus padres se trasladaron a la sureña ciudad de Concepción. Los verdes cerros que se alzan tras el ancho río Bio-Bio fueron el escenario para sus sueños juveniles en las lluviosas tardes de invierno cuando el viento silbaba desde la desembocadura del Río hacia la cordillera. Allí realiza sus estudios en el Liceo público Nº1, donde se destaca por su excelente rendimiento académico. Junto con la llegada de la década de los 60, ingresa a estudiar medicina en la Universidad de Concepción, desde el primer año, su figura entra a ser conocida por el resto de los alumnos y profesores por su destacado rendimiento académico. El año 1967 es elegido Presidente del Centro de Alumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción.

Su mejor amigo desde que llegó a Concepción fue “El Miguel” Enríquez, con él compartió desde sus juegos infantiles, fiestas de adolescente, carrera profesional, el gusto por la música clásica, lecturas de todo tipo y hasta la militancia política.

En enero de 1968 Bautista decide dejar la soltería y se casa con Inés Enríquez, pasando a pertenecer a la familia de su mejor amigo. De esa unión nace el único hijo de Bautista, Pablo Van Shouwen.

El fallecido ex-rector de la Universidad de Concepción, Ministro de Educación para el golpe de estado, connotado médico y catedrático, Edgardo Enríquez[30] recordaba a Bautista como a un hijo más.

"Era un muchacho inteligente, de un carácter firme, honesto, consecuente y un gran idealista que fue un buen amigo de mis hijos y en nuestra casa era como un hijo más, para mí siempre fue eso un hijo más. El estuvo casado con mi hija Inés y es el padre de mi nieto Pablo que vive en México.

“Yo siempre he dicho que a mi me quitaron tres hijos hermosos, inteligentes y generosos: a Miguel, Edgardo y Bautista. A Miguel lo acribillaron lo rodearon con tanques y helicópteros la DINA y los valientes soldados del ejército de Chile; a Edgardo me lo desaparecieron en Argentina en un operativo coordinado entre los militares golpistas argentinos que lo detienen y la DINA que da la orden para que lo desaparezcan y a Bautista, que fue el primero, lo detuvieron y lo desaparecieron en Santiago sin que jamás haya tenido la valentía de admitir su detención la dictadura.

“Algunas personas me han dicho que lo que les sucedió a mis hijos es culpa de la educación que yo les di. Yo siempre he respondido que a pesar de todo el dolor de perder a un hijo, que es más cuando uno pierde a tres, para mí habría sido más doloroso haber tenido hijos vivos que fueran hombres conformistas, pusilánimes y acomodaticios. Siempre enseñé a mis hijos a pensar como ellos escogieran y actuar en consecuencia, es la única forma de vivir con honor. Si por esa razón los mataron me siento orgulloso de la forma que eligieron sus vidas, entregándolas generosamente por una sociedad más justa.”

El 8 de mayo de 1968, Bautista Van Schouwen, se colegió como médico con el carnet registro Nº 6812 mientras trabajaba en el servicio de Neurología del Hospital Regional de Concepción, además, como médico general en los hospitales de Santa Juana y Arauco, donde se atendían los trabajadores de las minas del carbón y los campesinos pobres de la zona. Los escasos recursos de los servicios de salud para una comunidad carenciada que sufría de altos grados de enfermedades producto de las duras condiciones de trabajo en las minas del carbón y los dramas sociales que a diario le toca ver desde su profesión lo hace renunciar a una cómoda y segura vida de médico. A fines de 1968 renuncia a su trabajo y a su profesión para dedicarse por completo a la actividad política en el MIR.

El año 1972 Bautista decide contraer matrimonio por segunda vez con una joven enfermera, Astrid Haitmann. Esta unión queda truncada el 13 de diciembre de 1974.

El MIR - Movimiento de Izquierda Revolucionaria- nace el 15 de Agosto de 1965 en una reunión que se hizo en una vieja casona ubicada en la segunda cuadra de la calle San Francisco de Santiago perteneciente, en la época, al Sindicato de Zapateros. A esa reunión llegaron varios grupos de entusiastas estudiantes de la Universidad de Concepción que habían viajado toda la noche en dos micros y en tren. Entre los participantes de esta reunión fundacional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria se encontraban Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen, Martín Hernández, Edgardo Enríquez, Juan Saavedra, Marcelo Ferrada, Jorge Gutiérrez, Dantón Chelén y otros, todos provenientes de las juventudes de los partidos de izquierda, principalmente de las Juventudes Socialistas. Junto a ellos compartían sectores Troskistas de mayor tradición organizativa entre los que cabe destacar a: Enrique Sepúlveda, Oscar Waiss, Luis Vitale, Humberto Valenzuela, Victor Toro; así como sectores cristianos entre los cuales figura Clotario Blest.

Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen, Edgardo Enríquez, Andrés Pascal y Martín Hernández habían sido militantes de la Juventud del Partido Socialista hasta el año 1964, época en que fueron expulsados por criticar los métodos de conducción caudillista que tenía el Partido Socialista dirigido por Raúl Ampuero y proponer una línea revolucionaria que terminara con las direcciones impuestas a la Juventud Socialista, las que eran un verdadero instrumento de Ampuero.

La discusión, entre la Juventud Socialista con la dirección del Partido Socialista, había comenzado el año 1962 cuando el trabajo político de reclutamiento y organización hecho por los jóvenes hace crecer la militancia al interior de la Juventud, a tal punto, que en Concepción supera por primera vez a la militancia del Partido adulto. Este nuevo escenario, que tiene en los jóvenes un nuevo aire, comienza a transformar las conservadoras posiciones políticas de los viejos militantes. El recambio generacional que tanto temía la dirección del partido queda claro para el Congreso Regional de Concepción del año 1964, allí la Juventud logra, por primera vez, obtener la mayoría de los delegados al Congreso y a la Dirección Regional. Para la anquilosada Dirección del Partido Socialista esa situación era inaceptable, así que reorganizó rápidamente su vieja maquinaria y desarticuló el triunfo de los jóvenes incorporando delegados “brujos” de lugares donde el Partido no tenía existencia. El resultado fue el abandono del Congreso por parte de los jóvenes y la posterior expulsión de las filas de la Juventud Socialista de los insurrectos.

Mientras Bautista Van Schouwen y Miguel Enríquez, Edgardo Enríquez junto a otros jóvenes militantes del Partido Socialista emigran a la Vanguardia Revolucionaria Marxista, una organización que se funda el año 1962 producto de la fusión de sectores troskistas y grupos stalinistas escindidos del Partido Comunista, referente político que termina desintegrándose producto de las discusiones sobre el carácter que debía tener la revolución chilena, distintos sectores del país comenzaban a buscar nuevos referentes políticos. La inquietud por participar en la vida política llegaba a las universidades con fuerza y hasta la iglesia comenzaba a sentir la comezón del influjo de las ideas marxistas y los nuevos aires que traía el triunfo de la revolución en Cuba y la guerrilla del Che en Bolivia.

Es así que el día 15 de agosto los jóvenes llegan con las esperanzas puestas en el nuevo referente de izquierda que surgiría de esa reunión donde participaban connotados sindicalistas, entre ellos el legendario Clotario Blest que representaba a los sectores cristianos, viejos militantes de organizaciones troskistas, sectores escindidos del Partido Comunista, anarquistas y simples trabajadores. A la reunión fundacional del MIR asistieron 70 personas y duró tres días donde se discutió desde el carácter que debía tener la revolución proletaria chilena y su absoluta prescindencia del bloque socialista, la compleja situación internacional de la época donde los conflictos por la descolonización de Africa, Indonesia y Puerto Rico llenaban las páginas de periódicos y revistas nacionales, hasta su declaración de partido revolucionario internacional, donde cabían todos los revolucionarios del mundo.

A pesar de las diferencias que tenían los asistentes al congreso había un elemento en común, las experiencias políticas anteriores fallidas y la conclusión generalizada de la imposibilidad transformar el sistema capitalista por la vía demoliberal de reformas parciales, que otros sectores de izquierda propugnaban. Frente a esa conclusión, el MIR propone su tesis política de la única alternativa de alcanzar una sociedad socialista era la construcción de una izquierda revolucionaria, a eso se sumaba la convicción que la historia de la humanidad caminaba hacia el inevitable desplome del capitalismo y por lo tanto había que estar a la vanguardia de los cambios que se iban a producir en la sociedad y eso sería el MIR en la sociedad chilena.

La agitada vida política de fines de 60 está marcada por las luchas políticas. En la derecha, por la búsqueda de un candidato presidencial que logre detener las luchas populares que desde la década del 50 vienen en ascenso, cuando el FRAP lleva de candidato a Salvador Allende y logra un alto porcentaje electoral. En la izquierda, que busca presentar un candidato de consenso entre los diferentes sectores que confluyen finalmente en la Unidad Popular: Partido Socialista, Partido Comunista, MAPU, Partido Radical, Independientes de Izquierda. También la Democracia Cristiana tendrá sus últimos quiebres en este período. Chile se prepara para las elecciones presidenciales de 1970 y todo se transforma en discusiones ideológicas, bien se podría decir que es una de las elecciones más politizadas que la historia de Chile recuerde.

El MIR que había decidido ingresar en la historia política tampoco se queda atrás y comienzan a hacer sus primeras acciones de propaganda armada y a plantear como método de alcanzar el poder la lucha armada. El paso de la discusión a las primeras acciones armadas transforma la vida cotidiana de los militantes y muchos deben pasar a la clandestinidad, Bautista, es uno de ellos. Esta nueva vida, donde debe permanecer por largos períodos separado de su familia viajando entre Santiago y Concepción, acaba con su matrimonio el año 1968. Son años de intensa actividad política y así lo demuestra en la editorial del primer número del periódico, El Rebelde, fechado en septiembre de 1968, del cual es su director y editorialista.[31]

"EL REBELDE no es un periódico imparcial. Estamos ubicados decididamente en la trinchera de los obreros y campesinos revolucionarios, de los pobres del campo y la ciudad.

“Este es un periódico de combate. No trae un mensaje de resignación ni pacifismo, sino el de la rebeldía obrera ante la miseria y humillación a que los condena el capitalismo.

“Los combates callejeros, las huelgas con ocupaciones de fábricas y la extraordinaria decisión combativa de los trabajadores en el último período, están demostrando que los obreros y campesinos se han puesto altivamente de pie, que no tolerarán que el Estado y las clases dominantes dejen caer el peso de la crisis económica sobre las espaldas de los más pobres, que ya son muchos los explotados que están endureciendo sus métodos de lucha, pasando rápidamente de los conflictos legalistas -que sólo favorecen a los patrones- a los enfrentamientos con métodos revolucionarios...”

La editorial que resume el pensamiento indivisible del MIR y de Bautista Van Schouwen termina con una arenga dirigida a los trabajadores “POR LA RAZON Y LA FUERZA LOS TRABAJADORES AL PODER”

Eran los tiempos de las interminables discusiones internas sobre la línea que debía tener un partido de izquierda que nacía de los sectores escindido de los partidos de la izquierda tradicional a los que se sumaban sectores sindicales, campesinos, indígenas, estudiantes, profesionales, e independientes que venían de las vertientes cristianas. Eran los tiempos donde los sucesos mundiales hacían parte de las discusiones ciudadanas que trascendían a las partidarias, es por eso que la invasión Soviética a Checoslovaquia en la primavera del 68 no fueron esquivados en el primer número de El Rebelde. Allí Bautista escribe un largo análisis donde condena la invasión y hace énfasis en la línea del MIR y sus diferencias con los partidos de la izquierda tradicional que veían en el socialismo de la URSS y a su política de dominación expansionista, un modelo ideal de sociedad.

“A nuestro entender, los recientes sucesos checoslovacos deben ser analizados a partir de los orígenes históricos del problema. En el origen del socialismo checo gravitaron dos factores: a) Este no fue un proceso revolucionario cabal, sino que pesó en gran medida la presencia del ejército soviético, lo que no permitió que se creara una movilización de masas, una conciencia y una moral socialista etc. b) Nació en pleno período estalinista, cuando las libertades se hacían aparecer como antagónicas con el socialismo, cuando se reducía el socialismo a la planificación económica y al aumento de la producción en toneladas de acero, cuando ejercía el poder una capa de funcionarios y militares, la burocracia y no la clase obrera y el campesinado.

“La antigua dirección checa (Novotny) mantuvo todo aquello, y además permitió el traspaso a la URSS. de parte del excedente económico checo, toleró la prostitución, estimuló el mercado negro de dólares, corrompió a sectores del pueblo checo en la búsqueda de confort en la no solidaridad revolucionaria internacional, ect.”

(sic)

El artículo continúa con un extenso análisis de las razones del fracasado socialismo checo

"Repudiamos enérgicamente la intervención militar Soviética en Checoslovaquia. Esta intervención no fue a la defensa del socialismo, que habría estado bien salvaguardado por los obreros y campesinos checos, sino en defensa de los intereses de la burocracia de la URSS., y con claros contenidos contrarios a los procesos de democratización socialista. La repudiamos no en base al trasnochado principio de no intervención sino a su contenido." (sic)

El artículo del Rebelde titulado "El MIR y los Sucesos de Checoslovaquia" termina diciendo

"Es tarea de las izquierdas revolucionarias del mundo demostrar que ese no es el socialismo por el que combatimos, sino que esa es una desfiguración heredadas de los períodos más negros de las primeras repúblicas socialistas del mundo." (sic)

Contraria a la imagen del militante de carácter grave y siempre pensando en los grandes temas de la política es la imagen que tienen quienes conocieron de cerca a Bautista, quién se daba tiempo para asistir a fiestas y demostrar todos sus dotes de buen bailarín, además era un hombre muy preocupado de estar siempre bien vestido, casual siempre como era la moda entre los chicos del MIR, su afición principal era coleccionar camisas de color azul y tenerlas en cantidad. Su apodo de “vieja” se debía a que era detallista y un poco escrupuloso, las espartanas costumbres de los miristas de tomar o comer en utensilio usado o mal lavado en las reuniones, donde escaseaban estos implementos, le molestaban.

Era también crítico de las actitudes demasiado rígidas de algunos sectores del MIR que pensaban que los militantes debían limitar sus actuaciones en la vida cotidiana a la militancia rígida, sin considerar que la mayoría de la militancia tenía entre los 15 y 30 años y que las formas de socialización a esa edad se daban al calor del baile e incluso, en los sectores más jóvenes, compartiendo algún cigarrillo de marihuana. Para muchos miristas estos eran tabúes y a quienes fumaban se les tildaba de tener desviaciones pequeño burguesas.

Sus compañeros de partido lo recuerdan como uno de los dirigentes del MIR más sensibles y cálidos. No era un hombre de muchas amistades entre la militancia pero se preocupaba por los problemas de cada una de las personas que tenía cerca y podía dedicar una gran parte de su tiempo a escuchar las dudas de sus compañeros y discutir con ellos sin imponer sus puntos de vista.

Marcia Merino “La flaca Alejandra”, una combativa estudiante de la Universidad de Concepción, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria que tras ser detenida por la Dina se transformó primero en colaboradora y luego en funcionaria a sueldo del aparato represivo, recuerda que el día 11 de septiembre le tocó estar en la casa de la Comisión Política que quedaba ubicada en José Domingo Cañas de la comuna de Ñuñoa.[32]

“Ese día estabamos de guardia y en estado de alerta cuatro militantes en Domingo Cañas, que era la casa de la Comisión Política. Como las 11 de la mañana, ya estaba claro que no había mucho que hacer porque el golpe había sido fulminante y estabamos esperando ordenes de la Comisión Política para saber qué hacer, a dónde dirigirnos o qué tareas nos correspondía realizar.

“Las comunicaciones estaban muy malas y no sabíamos nada sobre lo que le había pasado a la gente y a la Comisión Política, porque nadie nos llamaba como debía haber sido de acuerdo a lo planificado. De rrepente a esa hora suena el teléfono y era el Bauchi que llamaba -él pertenecía al GPM 10 de Estructura de Sectores Medios y Propaganda tenía a cargo El Rebelde y la Radio Nacional-. Llamaba para saber cómo estábamos y se preocupó por cada uno de los que estabamos ahí, luego nos dio libertad para que nos retiráramos del lugar porque por ese momento no había nada más que hacer que buscar donde quedarnos.

“El, muy preocupado, nos pidió que nos cuidáramos. Se notaba que estaba muy preocupado por nuestra seguridad, esa era una de sus cualidades más destacadas que lo hacía sobresalir del resto de los dirigentes del MIR, que no expresaban afecto. El Bauchi nunca tuvo grandes amigos entre la militancia pero era muy accesible para todos, era muy humano y le daba a la relación una calidez un poco ajena a los miristas, se preocupaba de aspectos que a otros dirigentes les parecía que no tenían que ver con las relaciones partidarias. En general en el MIR, y me imagino que en otros partidos era igual, el trato entre militantes era esencialmente político. También hay que decir que era muy arriesgado porque cuando era secretario regional en Concepción y fue Frei -Eduardo Frei Montalva- se hizo una contramanifestación donde se le acorraló, pero el logró salir.

“Pero bueno, esa mañana de septiembre fue la última vez que hablé con él. Nunca más supe nada de él. Sólo recuerdo que el Reta Grande me comunicó la detención del Bauchi, no se cuando, no recuerdo. Nunca me preguntaron por él en la DINA, tampoco pregunté nada sobre el Bauchi en la DINA, jamás vi algún papel que tuviera su nombre o algo parecido, era como si se lo hubiera tragado la tierra.”

Luisa Saavedra, estudiante de Medicina de la Universidad de Concepción y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria para el golpe de estado, concuerda con la apreciación de Marcia Merino sobre Bautista Van Schouwen respecto a la calidad humana del dirigente[33].

“Recuerdo que en una ocasión que se realizó un acto en el Foro de la Universidad -de Concepción- donde participó el Bauchi. Cuando terminó el acto un alumno de primer año se acercó al Bauchi para decirle que no estaba de acuerdo con su posición. El lo escucho y luego se sentó junto al compañero en la escalinata y comenzó a explicarle cada uno de los planteamientos de su discurso. La conversación duró hasta altas horas de la madrugada sin que nadie se retirara del lugar a pesar del frío. El alumno no se convenció pero quedó admirado de la capacidad política y la sencillez del alto dirigente que se había tomado todo el tiempo del mundo para discutir con él que era un cabro chico.

“También recuerdo la admiración que había por el Bauchi entre los profesores de Medicina y lo expresaban en conversaciones. El era considerado por muchos profesores como el alumno más brillante que había pasado por la carrera de medicina, cosa que a nosotros, que éramos estudiantes de los primeros años, nos llamaba la atención. sobre todo porque muchos de los profesores que lo encontraban como alumno destacado tenían ideas políticas totalmente contrarias al MIR.”

El día del golpe de estado Bautista se encontraba en una casa en el Llano de Subercaseaux, junto con él estaban Nelson Gutiérrez y otro militante[34]. Cada cierto tiempo se comunicaban con Rigo en la base de comunicaciones que quedaba ubicada en una de las Torres del San Borja, en pleno centro de Santiago. Rigo les mantenía informado y transmitía los informes que desde otros lugares, especialmente de provincia, le llegaban. Fue un día largo donde el estupor por lo que estaba sucediendo se manifestaba en las discusiones sobre el desenlace final que les parecía incierto.

El golpe de estado había sorprendido al MIR, los análisis políticos que hacía a partir del Tancazo había dado por descartado la posibilidad de que ocurriese un golpe de estado. Al interior de la Comisión Política estaban enterados que Salvador Allende estaba haciendo esfuerzos por lograr un acuerdo con la Democracia Cristiana como forma de sacarla del núcleo golpista dejando sola a la derecha y que finalmente terminaría con un llamado a un plebiscito para acortar el período de gobierno. Es por esa razón que el 11 de septiembre no tienen capacidad para resistir, los dirigentes y militantes del MIR son sorprendidos al igual que el resto de la población.

Se pueden encontrar muchas anécdotas que hablen del hombre, el brillante estudiante de medicina de la Universidad de Concepción, del militante, del dirigente. Sin embargo en el Chile de hoy no queda ni indicio de su paso por la vida social y política del país. Tal como la “flaca Alejandra” dice “parece que se lo hubiera tragado la tierra”, su existencia y su memoria fue borrada del mismo modo que su cuerpo.

PATIO 29

El Cementerio General de Santiago de Chile es uno de los lugares más interesantes del país, en él se resume parte de la historia de Chile.

En las pomposos mausoleos, construidos con el sudor de los hombres sin historia, sin pasado y sin rostro, reposan los restos de los miembros de las familias más conspicuas de la vida social y política de Chile; es la zona de los magnates de las salitreras y de las colonias extranjeras, sus calles están hermosamente decoradas por arboledas que florecen en primavera y elegantes jardines que le restan la imagen luctuosa del lugar.

En otro sector, menos beneficiado por las arboledas de rojizos ciruelos, se encuentra una especie de edificios de colores amarillos blanquecinos con pequeños nichos sobreadornados de flores y toldillos para protegerlas de los días calurosos, en ellos se hacinan los muertos que pertenecen a las esforzadas familias de clase media, allí cada muerto tiene su tumba hasta la eternidad. Y en el extremo norponiente del cementerio se encuentran los Patios, estos son sitios abiertos y cubiertos en muchos casos por malezas que cubren las pobres cruces que llevan los nombres de sus moradores, ahí reposan sus restos sobre la fértil tierra húmeda los menos afortunados de la sociedad; estos sitios no tienen propiedad y se asignan por un tiempo definido.

De alguna manera podría decirse que el Cementerio General es una buena radiografía de la sociedad chilena, ahí están todos, pero claramente segmentado por clases sociales

El Patio 29, uno de los tantos patios que existían para el año 1973 había sido hasta el 11 de Septiembre de ese año un lugar de sepultación para personas indigentes. Allí se sepultaba por seis años a quienes figuraban cómo NN o personas cuya familia no podían comprar un nicho para dar sepultura al ser querido. Cuando se vencía el tiempo, los restos era sacados y trasladados a una fosa común y se enterraba un nuevo cuerpo en el lugar, pero como la solidaridad es abundante entre quienes poco tienen, normalmente los mismos sepultureros sacaban los huesos de la urna, esa urna se pasaba a la morgue para ser usada nuevamente y los huesos se instalaban en el mismo nicho bajo el muerto nuevo. Eso se hacía para que los familiares del muerto antiguo pudieran seguir llevándole flores en su aniversario. Era un acto de solidaridad de quienes poco tienen para dar, pero saben mucho del dolor.

Ese día cambiaría también el uso del Patio 29 del Cementerio General. Pasaría a convertirse por decisión de la Junta de Gobierno golpista, en un recinto ocupado militarmente destinado a ocultar el genocidio contra chilenos y extranjeros que se inició ese mismo día.

A contar de ese día 11 allí se pondría en práctica la primera etapa de la guerra psicológica. Todo cuerpo que llegara hasta el Patio 29 sería un desaparecido: alguien sin nombre, por lo tanto sin pasado, sin familia que lo recordara años más tarde llevándole una flor, sin derecho a que su memoria y las razones que lo movieron a definir su historia en su paso por la vida fuera reivindicada. De hecho miles de cuerpos que pasaron por allí jamás serán encontrados, no porque nadie se atrevió a reclamarlos sino porque todos los muertos fueron enterrados sin que previamente se identificaran y se les asignara una orden de sepultura, además se enterraban de a dos cadáveres por urna y muchos cuerpos iban hechos pedazos sin que pudiera identificarse la totalidad del cuerpo, tanto es así que en los relatos de los sepultureros que trabajaban en el Patio 29 dicen que pedazos de cuerpos se enterraban en un cajón y otras partes en otro cajón, a esto se suma lo que en la jerga de los sepultureros se llamó la “resaca” y fue el año 1982 cuando se sacaron cientos de osamentas de cadáveres NN de 1973 para su cremación.[35]

También ese septiembre el Patio 29 dejó de ser el lugar exclusivo de descanso final de los pobres, a él llegaron personas de todas las clase sociales y en cantidades y condiciones que jamás los sepultureros habían visto.

Aurelio Fernández Palma, era un sepulturero que estaba asignado al Patio 29 la mañana del golpe de estado. El es un hombre cálido en su trato, de mirada humilde, huidiza que contrasta con su aspecto físico fuerte desarrollado tras años de trabajo duro cavando la tierra a pala bajo el inclemente sol de verano o en la lluvia fría del invierno. Su historia personal está ligada al Cementerio General, comenzó a trabajar el año 1957 cuando parte del Patio 29 era una generosa parcela de hortalizas y árboles frutales. Tenía menos de 18 años cuando llegó al cementerio y soñaba con ser contratado para trabajar como sepulturero, en esos momentos creía que no había nada mejor que trabajar en ese lugar tranquilo lleno de flores y de estudiantes universitarios que paseaban leyendo en las vísperas de exámenes. Hoy acercándose a los 60 años ya tiene el cuerpo cansado de tanto sol y humedad, las manos agrietadas y callosas por la tierra y la pala ya casi no pueden seguir los ritmos que su trabajo exige, pero sobre todo lleva el cansancio y el dolor de los años que él denomina “terribles”. Con dolor recuerda cómo fueron llegando los muertos a contar del día 14 de septiembre de 1973[36].

“—El día 11 de septiembre estábamos abriendo ese patio, (señala el Patio 29) es la pega que aquí se hace. Es la pega que están haciendo los compañeros ahí (señala un sector donde están cavando tumbas). Uno se viene temprano para preparar las sepulturas para los finados que llegan en el día. En eso estabamos cuando comienzan a pasar aviones y empiezan a sentirse las descargas de la artillería ¡eso se sentía!. De ahí nos mandaron a llamar para afuera y llegó un delegado del gobierno , era un señor ... no recuerdo como se llamaba. El dijo en cinco minutos que había golpe de estado y que había que someterse a las reglas del juego y cumplir. Eso era como a las nueve y media a diez de la mañana...era Avendaño[37] -dice recordando el nombre del delegado de la junta militar-.

“Para nosotros este era un patio común y corriente que estaba para sepultar, donde se sepulta todos los días: Pero a contar del golpe ya fue algo especial porque ahí teníamos que ir nosotros a la morgue, encajonar, cargar el camión, llegar al cementerio, sepultar, volver a la morgue y así todos los días, una rutina que empezó ese día.

“Eran muchísimos (cuerpos), había que ir a cargar el camión Ford plomo que había aquí en el cementerio, el chofer era Tapia. Había que ir a encajonar cargar el camión y descargarlo y sepultar acá. Se hacían dos o tres viajes en el día.

“No puedo precisar las cantidades pero...traíamos camiones. Venían de, por lo general de dos muertos en cajón. de primera era de a uno en un cajón, pero después ya fueron faltando ataúdes y había que poner uno para los pies y el otro la cabeza a la inversa. A veces iban cadáveres que iban desechos o sea masas no mas. O sea, yo me refiero que había cadáveres desechos, que llegaban con las piernas, brazos, venían desintegrados, muestras que habían estado muchos días a la intemperie comidos por roedores, del río y cosas así, y otros desintegrados también, que estaban cortados, cortados, tipo metralleta, así, con...con ráfaga.

“Es posible que fueran entre 35 a 40 cuerpos que se traían dos o tres veces al día. Nosotros vivíamos en una población que estaba donde ahora hay unos nichos y nos sacaban por las noches para ir a recoger muertos de las calles, del río. Muertos había por todos lados, desparramados. Nosotros por lo general en donde más sacábamos era en el río Mapocho, Canal San Carlos, Canal La Punta, ahí era donde más se sacaban, pero en las calles por todos lados estaban desparramados los cadáveres. Pero parece que el fuerte eran los ríos, las aguas, donde corrieran los cuerpos.”

No en vano el 11 de Septiembre el director designado por las autoridades golpistas había llamado a todo el personal para decirles que desde ese momento en adelante todo el personal debía acatar ordenes y sobre todo "callar" de lo contrario las nuevas autoridades tomarían medidas.[38]

Todos entendieron las palabras. Sin embargo las familias que trabajaban allí jamás imaginaron la pesadilla que vivirían y los costos personales que su trabajo les traería. Muchos fueron detenidos y torturados para amedrentarlos, otros enloquecieron por las extensas jornadas donde tenían que recoger restos humanos descuartizados en diversas partes de la ciudad para trasladarlos a la morgue, luego encajonarlos y sepultarlos, la gran mayoría se aficionó al alcohol para poder resistir las imágenes diarias y los olores de cuerpos descompuestos y cubiertos de gusanos.[39]

Un funeral fuera de horario

El día 14 de diciembre, cerca de las seis de la tarde, cuando el Cementerio estaba cerrado y los trabajadores se preparaban para retirarse la directora subrrogante de entonces, Julia Adelaida Padilla Pérez, llamó a tres sepultureros del Patio 29. Eran Aurelio Fernández, Vicente Rodríguez y Ricardo Ubilla[40]. Les hizo esperar un momento, mientras otros trabajadores marcaban las tarjetas de salida. Los hombres esperaron silenciosos sin saber que era lo que sucedía, pensaron que tal vez tenían que salir por la noche a buscar cuerpos al río como era habitual. Cuando quedaron solos, Julia Padilla, se acercó y les ordenó que debían quedarse a esperar unos cadáveres que llegarían directamente al cementerio. Seguido a eso les ordenó dirigirse nuevamente al Patio 29 y esperar en el lugar.

Silenciosos los tres sepultureros recorrieron nuevamente el trayecto hasta el final del Patio 29. Estaban nerviosos y casi no conversaron durante el trayecto, temían a la posibilidad de verse envueltos en algo que los hiciera peligrosos para los hombres de civil que recorrían a diario el Patio y a correr la misma suerte de otros chilenos que llegaban al las fosas sin nombre del cementerio.

La hora de llegada de los cadáveres de Bautista Van Schouwen y Patricio Munita al cementerio no es precisa, sólo queda el vago recuerdo de que era una tarde de verano sin sol y que fue entre las seis y media y las ocho de la tarde, aún con luz de día, cuando llegó la camioneta de color blanco con el distintivo de CODIPRA conducida y escoltado por personas vestidas con ropas militares.

A la llegada del camión, Julia Padilla, se acercó al militar que hacía de jefe del grupo y converso amablemente en forma privada con él, la directora subrrogante se mostró solicita y complacida por ayudar a los militares a cometer un acto ilegal, inhumar clandestinamente dos cuerpos[41]. Los otros dos militares del grupo se separaron, miraron en silencio el sector y se dirigieron tranquilamente hasta las tumbas cavadas para escoger las que recibirían secretamente los cuerpos.

Fernández, Rodríguez y Ubilla observaban tratando de no demostrar mucha curiosidad por lo que estaba sucediendo. Después en privado comentarían lo importante que debieron ser los dos muertos para que llegaran encajonados desde la morgue y se preocuparan tanto de que no hubiera más testigos, enterrándolos a horas que el cementerio se encontraba cerrado y el Patio 29 desierto.

Unos minutos más tarde los militares se volvieron hasta el camión rápidamente, habían escogido las dos tumbas, quedaban en la séptima corrida y eran las asignadas con los Nº 2335 y 2336.

Las dos urnas eran hechizas, tenían la forma de un cajón rectangular por cuyos huecos, entre tabla y tabla, dejaban ver parte de los cuerpos en su interior. No iban selladas, sólo tenían una cubierta sobrepuesta. Esos cajones se hacían a prisa en la morgue todos los días debido al volumen de cadáveres que a diario llegaban. La situación era tan grave que la cantidad de cadáveres habían superado al número de urnas que poseía el Servicio Médico Legal, es así que a los mismos sepultureros se les había sumado a su tarea la de carpinteros y debían encargarse de armar los cajones.

Fernández, Ubilla y Rodriguez estaban con la vista congelada en el suelo y un frío sudor les mojaba las manos callosas, casi no se miraban para que los militares no les interpretaran sus angustias. Uno de los hombres que iban en el camión de pollos los llamó para que descargaran la camioneta. En silencio los tres trabajadores se dirigieron a la camioneta, bajaron los cajones, los pusieron en el suelo y esperaron la orden para enterrarlos. En ese momento las tapas se corrieron dejando ver los cuerpos. Fernández y Rodríguez alcanzaron a ver a los dos hombres jóvenes, uno era Patricio Munita al que poco después el mismo Fernández ayudaría a desenterrar para que su familia lo trasladara al Cementerio Católico. El otro cuerpo era un hombre alto, de facciones finas, como de treinta años, muy blanco, con la frente amplia y con el pelo negro ondulado, "era joven, tez blanca con una barba de una semana, era mas o menos macizo, era un hombre pintoso, pelo oscuro semi-ondeado” diría en sus declaraciones a la justicia Fernández Palma.[42]

Caía tibiamente la noche en Santiago del día catorce de diciembre de 1973 y Bautista Van Schouwen junto a su amigo y compañero de partido Patricio Munita eran enterrados el primero en la fosa Nº2335 y Munita en la Nº 2336. Sobre ambas cruces negras figuraría la fecha de entierro y como nombres NN. Ninguno de los que habían sido sus compañeros y amigos podían, siquiera suponer, que en esos momentos sus cuerpos no guardaban el calor de la vida y yacían inertes en un humilde cajón hechizo.

LA DINA TRATA DE RECUPERAR INFORMACION

El sacerdote Enrique White testigo de los asesinatos fue liberado de su cautiverio a los ocho días, seriamente afectado de los nervios y del corazón. Según quienes lo vieron o hablaron con él a los días de ser liberado concuerdan que su estado mental era deplorable[43]. El terror producto de lo que había visto y de las torturas a las que fue sometido, había dejado su huella, pero lo que definitivamente lo destruiría sería la culpa que cargaría por la muerte atroz de dos personas que habían confiado en su discreción.

“El padre White me llamó por teléfono y nos encontramos en una plaza. El se sentía muy culpable conmigo porque le había dado mi nombre a la DINA. Estaba muy mal, estaba muy asustado, muy arrepentido de haberse visto involucrado en esto. El lo único que quería era salir del país y olvidarse de lo vivido. El me pide lo mismo a mí, que me vaya del país, que me olvide y no me quiere dar detalles de lo que a él le pasó, dónde estuvo. No quería hablar de nada. Nuestra reunión fue breve, cortísima.” Ese es el recuerdo de Ana María Moreira sobre el único encuentro con el padre White después de su detención[44].

El día viernes 14 de diciembre Gabriela Rozas, recibió la visita de Andrés Pascal[45], no era una visita de cortesía, el motivo era preocupante, quería enterarse qué pasaba con James quién el día anterior había faltado a un punto. Además ese mismo día 14 de diciembre James debía trasladar a el Bauchi a otro lugar desde los Capuchinos y no lo había hecho. Le pidió comunicarse con el contacto que le había conseguido albergue a Van Schouwen para que ubicara al sacerdote y obtuviera información sobre el paradero de James. Era la primera voz de alerta sobre la detención de Bautista Van Shouwen y Patricio Munita. También era la primera vez que Gabriela se enteraba que la persona para la cual Patricio había pedido albergue era nada menos que Bautista Van Schouwen.

El día 15 de Diciembre Ana María Moreira, llegó a su departamento después de una semana de descanso en la playa. A poco de entrar e instalar su equipaje recibió una angustiosa llamada de Gabriela, quién con voz nerviosa le decía que se encontraba preocupada porque no tenía noticias de Patricio y sabía que no había llegado a los lugares donde tenía que haber estado. Finalmente le pedía que la acompañara a la parroquia para conversar con el sacerdote y saber que había pasado con Patricio.

Ana María trató de calmar a Gabriela, pensaba que no podía suceder nada tan grave si James estaba con alguien investido de sotana, quedaron de juntarse al día siguiente para ir a buscar al padre White y era seguro que él les daría la explicación de la repentina desaparición de James. Al día siguiente cuando llegaron a la Parroquia se sorprendieron al ver que estaba cerrada y no se veía a nadie que pudiera dar alguna información. Golpearon una y otra vez la puerta pero nadie salió, nerviosas las dos jóvenes trataron de mirar hacia el interior por las rendijas del portón, pero, les fue imposible saber si había alguien en su interior. Se miraron y ambas concluyeron que la única manera de comunicarse con el interior de la Parroquia era llamando por teléfono para indagar por el padre White. Rápidamente se retiraron del lugar para buscaron un teléfono. No recorrieron mucho trecho para encontrar una cafetería donde les facilitaron el uso de un teléfono. Ana María, marcó el número de la parroquia. Después de algunos timbrazos, una parca voz masculina contestó en el otro extremo de la línea. Inocente de la situación que se vivía en la parroquia, pidió hablar con el padre White. La respuesta fue “aquí no hay nadie para dar información”[46] y a la vez preguntó quién llamaba. Ana María dio su nombre y pidió que le dijeran al sacerdote que lo buscaba.

Sin tener información sobre lo que estaba ocurriendo volvieron las dos jóvenes al domicilio de Ana María para esperar noticias del padre White. No era normal que tanto Patricio como Bautista fallaran a un punto. Era una mala señal, algo había sucedido y el único que podía tener alguna información que diera pistas, era el sacerdote y no lo habían encontrado. No se atrevían a pensar que los militares detuvieran a los sacerdotes, pero sentían que algo raro había en el convento, algo que no podían identificar.

Pasada la media noche y al amparo del toque de queda que impedía a los ciudadanos a salir de su casa, la cuadra de calle Rancagua con Salvador fue rodeada por militares fuertemente armados vestidos con tenidas de combate y boina de color granate, y fuerzas especiales al mando de civiles de la DINA. Las dos mujeres inocentes de lo que ocurría a escasos metros de ellas conversaban tranquilamente, junto a sus hijos pequeños, sobre lo sucedido en la Parroquia y esperaban tener alguna noticia para planear lo que harían el día siguiente. Un violento golpe a la puerta las sobresaltó, y en un par de minutos el pequeño departamento estaba invadido de soldados portando metralletas que las apuntaban; cuando las dos moradoras sorprendidas estaban con las manos en alto ingresaron al departamento los hombres de la DINA.

Primero fueron los gritos paralizantes y las preguntas que se atropellaban una sobre otra para que Ana María explicara su relación con el padre White, luego las amenazas y los golpes, finalmente Ana María fue conducida al Austin mini de color beige, de su propiedad, donde le pusieron su propio chaleco a modo de capucha y se la llevaron a toda velocidad a un lugar desconocido. Entre el desconcierto y el temor que invadía a Ana María quien no entendía lo que estaba sucediendo, un oficial de alta graduación que iba en el auto con ella, le aconsejaba amablemente que hiciera todo lo que le pidieran porque sino lo iba a pasar muy mal, que contara todo lo que sabía porque de todas formas le iban a sacar la información usando métodos terribles. Ella le respondía que no sabía nada, que ni siquiera sabía porque se la llevaban detenida de esa manera.

Dos horas más tarde los agentes de la DINA volvieron al departamento por Gabriela, quién se había quedo sola al cuidado de su hijo de tan sólo 2 años y de la hija de Ana María de 3 años de edad. Eso no fue impedimento para que Marcelo Morén Brito se lanzara con violencia sobre la frágil figura de Gabriela para maltratarla y aterrorizarla con su cara desencajada y sus gritos destemplados, mientras los niños observaban sin entender el infierno que les había tocado vivir. Cerca de la madrugada, Gabriela, fue sacada a empellones del departamento de calle Rancagua dejando a los dos niños en manos de los militares. Los niños fueron sacados del departamento y abandonados esa madrugada en una solitaria calle de Santiago en horas de toque de queda. Dos días más tarde los abuelos del hijo de Gabriela lograron recuperar el niño de tan sólo 2 años de vida.

En la declaración que Gabriela Leonie Rosas Irazábal rindió a la justicia en enero de 1993[47] por la detención y asesinato de Patricio Munita y el desaparecimiento de Bautista Van Shouwen, relata el trato que recibió su pequeño hijo por parte de las fuerzas militares que participaron de escoltas de la DINA en la detención de las dos mujeres acompañadas por sus dos pequeños.

“...al llevarme, esos niños quedaron solos con los militares y posteriormente supe que el lunes siguiente a mi detención, mis suegros recibieron llamadas telefónicas en las cuales le decían que el nieto se encontraba detenido. Dada la edad de mi hijo, ellos no creyeron, hasta que en una de las llamadas le dieron las características físicas de mi hijo a la vez le informaban que había sido encontrado vagando solo y se encontraba en la 13ª Comisaría, lugar desde donde mis suegros rescatan a mi hijo.”

Los vehículos cruzaron la ciudad a toda velocidad en horas de toque de queda, Gabriela iba con los ojos vendados en su interior, ¿Qué había pasado? hace menos de una semana era una estudiante despreocupada que vivía un romance con el hombre de su vida con el que habían construido un entramado de planes para el futuro donde todo sería mejor, pero todo se desmoronaba rápidamente hasta transportarla a las profundidades de un mundo desconocido y terrible.

Eran pocos días ante de la Navidad de 1973 y las tiendas del centro de Santiago mostraban orgullosas sus vitrinas decoradas al estilo europeo con pinos nevados y Santa Claus tirados por rígidos renos árticos que contrastaban con las novedades de la moda estival que lucían los inmóviles maniquíes. A solo pocas cuadras de la algarabía de unos pocos que se emocionaban con el falso ambiente navideño que los comerciantes intentaban explotar se encontraba la casa de torturas “Londres 38”.

Los chilenos aun no conocían su existencia y que su interior comenzaba a ser la parodia del circo romano privado de Contreras donde se decidía sobre la vida o la muerte de conciudadanos. Tres meses más tarde era usada cómo centro masivo de torturas de opositores detenidos por la DINA que funcionaba en las sombras con la complicidad, autorización y dependencia exclusiva del Comandante en Jefe del Ejercito Chileno y Presidente de la Junta Militar golpista, Augusto Pinochet.

Londres 38 era la dirección de una hermosa casa de estilo inglés ubicada en una zigzagueante callecita estilo europeo en pleno centro de la ciudad de Santiago y había pertenecido a la Seccional Octava Comuna del Partido Socialista de Chile hasta el día 11 de septiembre de 1973. Paradojalmente por esa casa había circulado gran parte de la militancia del Partido político que lideraba el Presidente Salvador Allende y tenía tres características que los militantes podían reconocer con los ojos cerrados: el sonido de las campanas de la Iglesia de San Francisco, las baldosas blanco y negro de la entrada y un chirrido especial del portón de entrada exterior[48], estas peculiaridades les permitirían, décadas más tarde, a quienes estuvieron detenidos en ese lugar, reconocer ante la justicia a Londres 38 como centro de torturas.

La madrugada del día 16 de diciembre sorprendió a las dos amigas acurrucadas en una silla del salón principal de Londres 38. Los gritos destemplados del, hasta entonces, desconocido oficial de ejército, Marcelo Morén Brito, conocido en los pervertidos ambientes de los servicios de seguridad de la dictadura por su alias "El Ronco" o “el Coronta”, les indicaba que habían llegado al lugar otros detenidos. Morén había sido el encargado de darles la recepción a Londres 38, compuesta de gritos, empujones, golpes, manoseos humillantes, burlas y amenazas de muerte. Al terror inicial de no saber donde se encontraban y por qué habían sido llevadas hasta ese lugar, se sumaban el olor enrarecido a encierro, desaseo y el terrible desamparo que produce el estar con la vista vendada, manos y pies amarrados.

Durante dos días vivieron interminables sesiones de torturas en la parrilla eléctrica donde se les preguntaba una y otra vez por Miguel Enríquez y la Dirección del MIR. Las respuestas, que negaban toda relación con la comisión política del MIR, repetidas una y otra vez, entre lagrimas de dolor e impotencia, no eran creídas por sus verdugos. Para la DINA era imposible creer que Ana María no supiera como llegar hasta Miguel Enríquez u otro dirigente importante del MIR, ni que no conociera a Van Schouwen y se hubiera prestado para conseguirle un lugar para vivir transitoriamente, tampoco le creían que no tuviera ninguna relación con otra gente del MIR. Menos aún creían que Gabriela siendo novia de Patricio Munita, guardaespalda de Bautista Van Schouwen, no conociera las relaciones políticas de su novio y los lugares por donde se movía.

El primer indicio que hace presumir a Ana María y Gabriela que se encuentran en el centro de Santiago son los ruidos propios de la ciudad y los sonidos alegres del parque de entretenciones Diana que se encontraba cerca, a eso se sumaba el tañir de campanas de una iglesia. Durante tres días fueron torturadas en ese lugar. Desde allí se les trasladó en un camión frigorífico al campo de concentración en Tejas Verdes donde continuaron siendo torturadas hasta mediados de enero de 1974 cuando fueron trasladadas como detenidas a la cárcel de mujeres del Buen Pastor. Durante 40 días permanecieron estas dos jóvenes desaparecidas en manos de una repartición del Estado que las flageló física y mentalmente mientras el poder judicial que tenía, supuestamente, independencia para aplicar la Ley lo permitió.

A la orilla de la desembocadura del río Maipo, entre el puente viejo que cruza del puerto de San Antonio hasta el lujoso balneario de Rocas de Santo Domingo y un cerro con una cruz, rodeado de un bosque de eucaliptos y sauces, estaba el campamento de prisioneros de Tejas Verdes. Se dice que éste fue el campo de concentración de detenidos más aterrador que la DINA[49] tuvo, que se ensayaron en los detenidos las torturas más atroces que se aplicaron en Chile como la de quemar vivos a pausas con lanzallamas a los prisioneros durante los interrogatorios, introducir ratas vivas en la vagina a las mujeres para que desesperados los roedores les destruyeran las paredes de los órganos reproductivos o introducirles en la vagina fierros calientes, también fue aquí donde expertos en contrainsurgencia norteamericanos, brasileños y argentinos preparaban a los miembros operativos de la DINA[50] en las atrocidades de la guerra sucia.

Hasta ese lugar también había llegado, amarrado de pies y manos con la vista vendada, el ciudadano de nacionalidad alemana Tomas Brons. Este hombre delgado, que hablaba con notorio acento extranjero, había sido profesor de idiomas en el Pedagógico de la Universidad de Chile. Ahí había conocido a Patricio Munita y habían empatizado en algunas ideas sobre los cambios políticos y sociales que vivía Chile y América Latina. Esta amistad más allá de las ideas políticas que cada uno tuviera sobre el proceso político chileno los había acercado más después del golpe de estado cuando Patricio comparte con él la Citroneta para hacer algunas labores más que políticas, humanitarias.

Tomas Brons[51] nunca preguntó a Patricio sobre su actividad ni los riesgos que significaba utilizar la Citroneta, tampoco imaginó que viviría momentos que le recordarían los traumas heredados de la Alemania Nazi. Brons sin saber lo que había pasado en la Parroquia de los Capuchinos el día 13 de diciembre, seguía circulando por Santiago en la vieja Citroneta. Su ruta habitual era cercana al Arrayán donde vivía en una comunidad Hippie; para llegar hasta la comunidad había un retén de carabineros donde se controlaba a todo vehículo que circulara por esos lados. Un día de diciembre, que Brons no recuerda, de esos días posteriores al 13 de diciembre, conducía la Citroneta por el camino al Arrayán cuando fue interceptado por la policía, acompañada de civiles armados, detenido, vendado y llevado a Londres 38. Allí fue interrogado sobre Patricio Munita y cuál era el uso que tenía esa Citroneta. Asustado y sin saber lo que le preguntaban, respondió una y otra vez que era para trasladarse hasta su residencia que quedaba en los faldeos cordilleranos donde era muy difícil llegar de otra manera.

No conformes con las respuestas, la DINA decidió que el alemán debía saber más o por lo menos debía tener otros contactos con miristas que los pudieran conducir hasta la buscada Comisión Política y principalmente hasta los hermanos Enríquez, es así que deciden trasladarlo al campo de concentración de Tejas Verdes. La DINA que seguía el dicho de su jefe Augusto Pinochet quién en uno de sus arrebatos de odio, tan frecuentes, le dijo por radio al Almirante Carvajal el día 11 de septiembre, “Más vale matar a la perra se acaba la leva” [52]refiriéndose al bombardeo de La Casa La Moneda, donde el Presidente Salvador Allende y un puñado de hombres resistía al ataque de las fuerzas armadas, pensaba que terminando con Miguel Enríquez terminaría rápidamente con el MIR, y de paso con el sector del Partido Socialista que se encontraba en la clandestinidad y sectores del MAPU que se habían unificado en algunas tareas a partir del día del golpe de estado, poniendo así fin a los focos de resistencia.

Tres días después de su llegada hasta Londres 38 Brons fue nuevamente encapuchado, atado de manos y sacado del lugar; un guardia lo subió a golpes a una camioneta con la parte trasera cubierta con una estructura de metal que parecía ser un vehículo adaptado para trasladar productos congelados, y trasladado hasta un lugar que no conocía. Lo único que le indicaba que el lugar estaba cerca de algún lugar ribereño era la brisa fresca que se colaba por las rendijas de las cabañas donde dormía. Unas semanas más tarde cuando era sacado vendado hasta el lugar donde podían lavarse un poco las huellas de las torturas pudo correrse la venda y mirar que por el camino a Lo Gallardo, que quedaba cercano a las letrinas de los hombres, pasaba un bus con letreros del litoral central de Chile. Así pudo cerciorarse que se encontraba cerca del mar. Otra de las señas que también se le fijaron en la memoria fue una cruz en un cerro, eso fue lo último que alcanzó a ver antes que fuera descubierto por el guardia y golpeado brutalmente en la cabeza lo que lo dejó una semana sin conocimiento y en estado grave.[53]

El detective Pavez intentando encontrar alguna pista de Patricio Munita llegó hasta allí una mañana de enero, después que el ciudadano alemán Tomas Brons le contará de su detención y el lugar donde lo habían tenido cautivo. Así describe como vio a Tejas Verdes.

“Era un campamento de prisioneros igual como en las películas de guerra. Era cercado con alambradas de púas y tenía torres de vigilancia en las que había guardias observando hacia el interior y el exterior. Era igual a los que se ven en las películas.

“Tenía además unas casetitas de madera, chiquititas, que seguramente debían ser donde estaban los presos y un lugar donde se lavaban y baños. Si uno se acercaba al lugar le salían desde los matorrales militares camuflados y armados que uno no los veía hasta que los tenía cerquita.

“Si uno va desde San Antonio a Las Rocas de Santo Domingo por el puente viejo se puede ver a la orilla del río, ahí hay un bosquecito. Ahora por un obrero que me está haciendo unos arreglos me enteré el otro día que las están desarmando y van a hacer algo ahí.”[54]

A pesar que en el campo de concentración de detenidos de Tejas Verdes había lugares especiales para la aplicación de torturas de los presos que eran interrogados, algunos detenidos que eran considerados por la DINA como casos especiales eran trasladados al Regimiento de Tejas Verdes[55], allí eran interrogados bajo torturas en los subterráneos del casino de oficiales, donde los detenidos escuchaban nítidamente el tintinear de los utensilios, los murmullo de las conversaciones y las risas de los oficiales que alegremente compartían sus horas de comida sin molestarse con los chillidos de dolor que emitían los torturados.

Hasta esos subterráneos fueron conducidas para los interrogatorios Ana María y Gabriela. Atadas de manos y pies eran bajadas en brazos las escalinatas como en un rito de sacrificio y conducidas hasta donde esperaba Marcelo Morén Brito, quién se hacía cargo personalmente de las sesiones de torturas. Las únicas preguntas que pueden enlazar su detención con las detenciones y desapariciones de Bautista Van Schouwen y por Patricio Munita, fueron las relativas a que explicaran cual era la relación que tenían con la Comisión Política del MIR, a quienes ninguna de las dos detenidas tenían acceso y que entregaran información sobre cuál era el paradero de los principales dirigentes del MIR. Ello indica que Morén sabía perfectamente lo que había pasado con Van Schouwen y Munita y que la DINA había decidido esconder la información de su detención y muerte. Ya habían decidido desaparecerlos.

De nada le sirvieron a la DINA las dos detenidas. Ellas sólo conocían a Bautista como dirigente del MIR, grupo político que tenía un frente de estudiantes, FER, al cual pertenecían ambas Jóvenes. Y sus conexiones eran con James producto de las relaciones afectivas y de amistad, y jamás sospecharon que él era ayudante del segundo hombre más buscado de Chile. El hilo entre Van Schouwen y la dirección de MIR se había cortado con su muerte. Tampoco le sirvió la detención de Tomas Brons que era amigo personal de James y tal vez simpatizante de sus ideas pero que no tenía ni una conexión con los miristas en la clandestinidad.



[1]           Ercilla, Nº2002, año 1973

[2]           Id.

[3]           Ver Informe Sobre Calificación de Víctimas de Violaciones a Derechos Humanos y de la Violencia Política, edición Nº 1. Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, Santiago, 1996. pág. 170

[4]           Ercilla, Nº 2001, año 1973, pág 19 y 20

[5]           Ver Ercilla, Nº 2.002, año 1973, pág.28.

[6]           Sra. Isabel Ossa, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995.

[7]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[8]           Sra. Isabel Ossa, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[9]           La información detallada respecto a la tortura y asesinatos de Van Schouwen y Munita fue proporcionada por el padre Enrique White a la madre de Patricio Munita, Sra. Lucía Castillo, entrevistada por la autora del libro, el 15 de septiembre de 1995.

[10]             Información entregada por Pedro Matta, investigador del período de la guerra sucia.

[11]         Según la información de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, los lugares que se han establecido fehacientemente como centros de detención en Santiago a la fecha de diciembre de 1973 son: El Estadio Nacional;Estadio Chile; Londres 38; Regimiento Tacna; Regimiento Buin; Escuela de Suboficiales; Comando de Institutos Militares; Quinta Normal (estacionamiento del Regimiento Yungay de Los Andes); La escuela de Agronomía de la Universidad de Chile en la Rinconada de Maipu; Colina; Peldehue; La Casa de la Cultura de Barrancas (estacionamiento de un destacamento del Regimiento Yungay de Los Andes); AGA, Academia de Guerra de la Aviación; Cerrillos; El Bosque (Grupo 7 de la Fach); Internado Barros Arana; Escuela de Infantería de San Bernardo; Regimiento de Ferrocarrileros; Subterráneos de la Plaza de la Constitución; Comisarías: Nº18 de Los Guindos (Ñuñoa), Nº17 Las tranqueras (Las Condes); Subterráneos de Investigaciones de Chile.

[12]         Sra. Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[13]         Astrid Haitmann, entrevista con la autora del libro, 22 de septiembre de 1995

[14]         Carlota Vasey, entrevista con la autora del libro, 6 de febrero de 1997.

[15]         Tadeo White, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 7 de Mayo de 1992.

[16]         Ana María Moreira, entrevista con la autora del libro, 10 de septiembre de 1995.

[17]            Gabriela Rozas, declaración Judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 26 de enero de 1993.

[18]             Osvaldo Enrique Romo Mena, declaración judicial al Septimo Juzgado del Crimen de Santiago, 16 de diciembre 1992.

[19]             Enrique Peebles, entrevista con la autora del libro, 31 de septiembre de 1995.

[20]         Arturo Vilavella Araujo, 38 años,ingeniero, casado, un hijo. Fue condenado a prisión por tribunales militares, luego salió al extranjero y retornó clandestinamente a Chile a fines de 1981. Fue asesinado por la CNI el 7 de septiembre de 1983.

[21]            Patricia Verdugo,Los Zarpazos del Puma, edición Nº1, editorial ChileAmérica CESOC, Santiago, 1989, pag.78

[22]         Ercilla, Nº 2002, 1973, pag 28.

[23]         Sra. Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995.

[24]         En 1991, el Director del Servicio Médico Legal, en respuesta a la Jueza del Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago que lleva la causa rol 143.686-8, explica que “revisados el registro de ingreso de fallecidos, existe la constancia del ingreso de 2 fallecidos N.N. a este Servicio, el día 14 de diciembre de 1973 a las 07:40 horas, asignándose los Nºs 3950 y 3951, remitidos por la Tenencia V. Macul, con parte Nº 389/255, que indica como lugar de accidente A. Vespucio frente al Nº 3600. Además registra como número de pase los Nºs 3488 y 3487 respectivamente; y, como lugar de sepultación el Cementerio General.”  Servicio Médico Legal, Oficio Nº 8171, Santiago 12 de agosto de 1991, firmado por el Dr. José Luis Vasquez Fernández, Director Nacional (S)

[25]         Ver Thomas Hauser, Desaparecido, ediciones Martinez Roca S.A., Barcelona, 1982, pág. 210.

[26]         El ex detective Segismundo Pavez, conversó con el Dr.Vargas y recibió detallada información acerca del comportamiento e instrucciones de los agentes de la DINA. Entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[27]         El 17 de diciembre de 1973 fueron recibidas las huellas del cadáver de Bautista Van Schouwen, rotuladas como NN, en el Servicio de Registro Civil e Identificación, así consta en el documento que acompañaba a las huellas, el certificado de defunción 3951.

[28]         Según Pedro Matta Manuel Contreras Sepúlveda aplicaba y dirigía personalmente las torturas en Tejas Verdes. El investigador se basa en testimonios de personas que lograron salir vivas de ese recinto.

[29]         Sra. Carlota Vasey, entrevista con la autora del libro, 6 de febrero de 1997

[30]         Dr. Edgardo Enríquez F., entrevista con la autora de este libro, 15 de noviembre de 1995

[31]         El Rebelde, Nº 1, pág 2. Septiembre de 1968. Director Bautista Van Schouwen.

[32]         Marcia Merino, entrevista de la autora del libro, 16 de diciembre de 1995.

[33]         Luisa Saavedra ex militante del MIR, entrevista de la autora del libro, 20 de enero de 1996

[34]         Nelson Gutierrez ex dirigente del MIR, conversación con la autora del libro, 12 de enero de 1996

[35]         Aurelio Fernñandez P., declaración Judicial hecha en Buin, 10 de enero de 1991. Las palabras de Aurelio Fernández en esta declaración judicial fueron ratificadas en la entrevista que la autora del libro le hizo el 8 de septiembre de 1995. Otros sepultureros del Cementerio General que trabajaban en esa época también entregaron el mismo relato anónimamente, por temor al actual director del Cementerio quién fue el que hizo cremar las osamentas.

[36]         Aurelio Fernández, entrevista con la autora del libro, 8 septiembre de 1995

[37]         El nombre del interventor era Miguel Avendaño Rios. Información entregada en el proceso por Julia Adelaida Padilla Pérez, directora subrrogante que colabora con los agentes de la DINA a inhumar clandestinamente los cuerpos de Patricio Munita y Bautista Van Schouwen en el Patio 29 del Cementerio General de santiago el día 14 de diciembre de 1973.

[38]         Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995

[39]         Doña Margarita, trabajadora del Patio 29, conversación con la autora deI libro, octubre de 1995.

[40]         Id., Aurelio Fernández P.

[41]         Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995

[42]         Aurelio Fernández P., Declaración Judicial hecha en Buin, 10 de enero de 1991

[43]         Sra. Isabel Ossa, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[44]         Ana María Moreira, entrevista con la autora del libro, 10 de septiembre de 1995

[45]            Gabriela Rozas, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 26 de enero de 1993

[46]         Ana María Moreira, entrevista con la autora del libro, 10 de septiembre de 1995

[47]             Gabriela Rozas, declaración judicial 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 26 de enero de 1993

[48]         Ver Luz Arce, El Infierno, Primera edición, Editorial Planeta, año 1993.

[49]            Información proporcionada por Pedro Matta.

[50]            Archivos de la Vicaría de la Solidaridad. Declaración de Amador Aguila.

[51]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[52]             Patricia Verdugo, Interferencia Secreta, 11 de Septiembre de 1973, edición Nº 1, Editorial Sudamericana, Santiago de Chile, 1998, pág 79.

[53]         Ex detective Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[54]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero 1996

[55]            Información entregada por Pedro Matta.

 
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