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LA BUSQUEDAEl manto de silencio de la dictadura sobre la detención de dos importantes militantes del MIR no era casual correspondía a una nueva forma de operar de la represión, a una política dirigida desde el Puesto de Mando del General Pinochet, el piso 22 del edificio Diego Portales, era el ocultamiento de las detenciones que daría paso a la desaparición de Van Schouwen. A fines de diciembre la dirección del MIR buscaba desesperadamente tener noticias sobre lo ocurrido en la parroquia de Los Capuchinos. Miguel Enríquez le encomienda la misión a un ex seminarista de la Congregación Sagrada Familia y militante de su partido, Germán Cortez[1], que se comunique con el Obispo Fernando Ariztía[2] para que indague sobre lo sucedido en la parroquia de Los Capuchinos. El Obispo Ariztía atendiendo a la petición que le hace Germán Cortez se dirigió a conversar con los sacerdotes que se encontraban en el convento esperando de ellos la cooperación dada la situación que vivía el país. Los superiores de la congregación Capuchina había tomado una decisión, olvidar lo sucedido, y de nada serviría la visita de el Obispo. La única información que recibió el Obispo Ariztía fue que efectivamente había dos personas alojando en la parroquia transitoriamente y que habían sido detenidas por policías y militares junto al padre Enrique White, quién en ese momento se encontraba fuera del país. La congregación Capuchina había construido una historia oficial, negando incluso a otro sacerdote la información que poseía en ese momento: que Van Schouwen y Munita habían sido asesinados ante los ojos del padre White. El Gato Valenzuela, conocido por su habilidad para moverse en el mundo de la clandestinidad, también recorría Santiago en busca de información sobre el destino de los dos militantes desaparecidos sin tener mayor suerte, sólo se sabía que habían sido detenidos y que posiblemente estarían en algún lugar clandestino de detención, pero tampoco conocía cuales eran los nuevos lugares destinados al cautiverio de prisioneros. La pregunta para los dirigentes del MIR era ¿qué hacer para que la dictadura reconociera la detención de Van Schouwen y Munita? o por lo menos que hiciera alguna declaración que pusiera de manifiesto que estaban detenidos en algunos de los sitios hasta ese momento conocidos como Centros de Detenidos por Estado de Sitio. Miguel recurrió a los escasos contactos que quedaban en las Fuerzas Armadas sin tener respuestas. La discusión al interior del MIR era de cómo traspasar esa información a las bases que se encontraban en la clandestinidad viviendo en condiciones difíciles, sin desmoralizarlas. La comisión exterior del MIR que estaba a cargo de Edgardo Enríquez había tramado una estrategia que podría entregar algunas luces sobre el destino de su amigo y dirigente Bautista Van Schouwen, o por lo menos pensaba que una campaña fuerte en el exterior le salvaría la vida, sin saber que nada de lo que hiciera tendría el resultado que esperaba, ya estaba sin vida y ni la dictadura ni sus verdugos jamás reconocería su asesinato. La búsqueda de Patricio Munita Castillo. Lucía Castillo y su familia el día 11 de Septiembre habían celebrado el fin del gobierno de Salvador Allende. Apenas supieron del bombardeo del Palacio Presidencial de La Moneda destaparon unas botellas de champaña y brindaron por el nuevo gobierno que los había salvado del caos y del yugo marxista. En Octubre, cuando la vida les sonreía, los Munita Castillo decidieron que era tiempo de viajar a los Estados Unidos y lo hicieron en un avión militar directo a Washington. Agradecidos del nuevo gobierno y de sus amistades que les habían facilitado el traslado, llevaron un cargamento del “Libro Blanco”[3] a la embajada de Chile en la capital norteamericana para que lo difundieran entre los republicanos y amigos de la dictadura en los Estados Unidos. Sentían que era la mejor forma de cooperar porque a través de esa publicación se conocería la verdad sobre este nuevo Chile que nacía y así se podría mejorar la imagen de la Junta y bajar la presión de las demandas internacionales por las acusaciones de violaciones a los derechos humanos que se les hacia. Nunca se imaginó que dos meses y medio después su hijo sería una víctima más de la dictadura militar. El 24 de diciembre Lucía Castillo bajaba del avión alegre de encontrarse nuevamente en casa, venía cargada de regalos que había comprado en Panamá para sus hijos. Lo primero que notó al salir de aduana fue la ausencia de Patricio quién le había pedido expresamente, en su última carta, que no dejara de llegar para la fecha porque quería celebrar en familia su última navidad soltero. La ilusión de tener a sus hijos en la cena no la dejó ver la desesperación que su hijo mayor tenía en el rostro. Esa noche fue tensa para los hermanos de Patricio, porque Lucía no dejaba de preguntar la razón de la ausencia de su hijo Patricio y ellos no se atrevían a contarle la verdad. "—El nos había llamado por teléfono, junto con mis otros hijos, para nuestro aniversario de matrimonio el día 8 de diciembre. Nos dijo que lo único que quería era que le avisáramos cuando llegábamos para ir a buscarnos al aeropuerto". “Nosotros llegamos el 24 de diciembre en la mañana, ahí noté que no estaba el niño, estaban todos mis otros hijos y él no. “Pregunto a mis hijos ¿Donde está el Pato? Ellos me dicen, para no impactarme ellos habían quedado de acuerdo en decirme, que estaba en el fundo de los padres de su novia en el sur. Y la novia estaba desaparecida. “Mi hijo mayor mientras tanto lo buscaba por todos lados, en la morgue...El director de Investigaciones, que era tío mío, también hacía gestiones y ayudaba como podía. “A mi me ocultaron que Pato estaba desaparecido y yo llegué apurada a arreglar el pesebre; además veníamos con todos los regalos porque habíamos pasado por Panamá y compramos muchísimas cosas. Yo con todo eso, tan tonta, no me di cuenta. Yo estaba ignorante de todo, por eso pensé que el Pato que era tan amistoso se iba a venir del fundo directo para la fiesta. Tenía una pequeña inquietud, pensaba que era raro que no me hubiera llamado cuando él quería que llegáramos a pasar la Pascua juntos. “Yo le tenía su regalito, él me había pedido un gorro de piel para el invierno porque tenía sinusitis. “Después de Navidad, en la noche de Navidad, recuerdo recuerdo que cada vez que sonaba la puerta yo me imaginaba que era Pato, pensaba que iba a llegar el niño...Para mí será siempre niño.”[4] Cuatro días después, el día 28 de diciembre mientras la familia se preparaba para celebrar el nuevo año, Lucía Castillo se enteraba del desaparecimiento de su hijo y comenzaba su tragedia. Era el día de los inocentes del año 1973 y en la casa de Brown Norte Nº 875 cerca de las cuatro de la tarde suena el teléfono, era la esposa del embajador del Brasil que interrumpía la siesta familiar. Lucía contestó el teléfono y "Kika” le dice que llamaba para invitarlos a celebrar el nuevo año con la familia en la embajada. Entusiasmada con la idea de estar rodeada de amigos en esa fecha precipitó la respuesta de Lucía, le dijo que sí pero decidió consultar con su marido que se encontraba a su lado escuchando la conversación. Jamás olvidara la voz angustiada de su marido, ni su respuesta desesperada. “¡Acaso no sabes que está desaparecido el niño!”, refiriéndose a Patricio. Lucía Castillo se desplomó sobre la cama, por el otro lado del teléfono se escuchaba la voz de su amiga que preguntaba que había pasado. Casi no pudo darle una respuesta, sólo atinó a decir después te llamo “el pato mi niño ha desaparecido”. Mientras estaba en los Estado Unidos había leído cientos de veces que en Santiago aparecían muertos en la rivera del río Mapocho, también había escuchado de los desaparecidos pero ¿cómo creerle a los marxistas y a su propaganda? “—En octubre partimos a Estados Unidos -mi marido y yo-. Entonces comenzamos a leer en los diarios que habían detenidos desaparecidos en Chile, pero era cosa ajena a nuestras vidas, así lo veíamos nosotros. Pensábamos que eran revolucionarios que atentaban contra los militares, o cosas así, que merecían que les sucediera eso, que probablemente habían caído en un enfrentamiento. “Yo había visto tantas cosas de desaparecidos, murió en enfrentamiento, tantas cosas en el diario y yo sin poder creerlo, yo no lo podía creer. “Nosotros estábamos con los ojos totalmente vendados.”[5] Sin embargo esa realidad estaba instalada en su propia familia, en su casa y el dolor por la muerte de su joven hijo no desaparecería nunca. Cuando Lucía cortó el teléfono sintió que su cuerpo le pesaba y que sus piernas no lo resistirían, desesperada comenzó a llorar, no quería saber de nadie, no podía entender que había sucedido a su alrededor que todo se le desmoronaba. A ratos pensaba que Patricio estaba donde los padres de su novia en el sur, puesto que Gabriela tampoco aparecía y nadie sabía de ella. Su hijo era parte de una familia respetable con padres adinerados y con relaciones en los más altos círculos sociales y castrenses, su hijo era bueno había estudiado en colegios católicos, no podía desaparecer de la noche a la mañana, debía haber algún error. A los pocos minutos de cortar el teléfono llegó Kika para ofrecerle su ayuda personal y la de su embajada que tenía fuertes vínculos con la dictadura chilena. Así comenzó la cadena de relaciones para que su familia lograra encontrar el cuerpo de Patricio Munita. Lucía Castillo no dejó ni una puerta sin golpear, fue a todos los lugares donde le decían que había detenidos, a las postas, hospitales, comisarías. Lo que no sabía era que nada de lo que hiciera iba a hacer aparecer con vida a su hijo y que el gorro de piel comprado con tanto cariño quedaría sin uso para siempre. Los días que siguieron fueron intensos y dolorosos para la familia Munita Castillo y comenzó el peregrinaje. “—Recorrimos todo, Fuimos a Tejas Verdes, al Psiquiátrico, porque nos decían que habían adormecido a los locos con inyecciones y que había un patio de detenidos. Fuimos a todos los centros de detenciones, comisarías, carabineros. ¡Uf! fuimos a todas partes. “También fuimos a Barrancas, a la Cruz Roja. Al Estadio Chile fui con delantal de la Cruz Roja que me prestaron, Después una miembro de la Cruz Roja me acompañó a Tejas Verdes para dejar la fotografía de mi hijo. Incluso esta persona fue delatada por la jefa de la Cruz Roja de Tejas Verde, a quién mi amiga le pasó la foto de Pato para que preguntara entre los presos si lo habían visto o no. Ella fue llamada por el Ministerio de Defensa para que explicara por qué preguntaba por mi hijo.”[6] Mientras tanto el Servicio de Registro Civil e Identificaciones ya conocía a quiénes pertenecían las huellas de los protocolos de autopsia 3950 y 3951 y el día 3 de Enero de 1974, fue informado por teléfono al Cementerio general que las huellas del muerto NN registrado en la autopsia 3951 pertenecían a Bautista Van Schouwen, luego serían informadas por el oficio escrito Nª 62577[7]. Sin embargo ni el Director del Cementerio hizo la corrección de mandarle a poner nombre a la sepultura, ni el Servicio de Identificación jamás informó a los familiares de Bautista Van Schouwen que los restos de su hijo se encontraban enterrados en el Patio 29; es más, en la tumba rotulada con el Nº2335 jamás fue escrito el nombre del cuerpo que yació en ella, en tanto la familia Munita Castillo tardaría un mes y medio más para encontrar los restos de Patricio Munita. Se conjuraba así la complicidad de los servicios del estado para desaparecer a personas. La investigación secreta del general Baeza El General de Ejercito Baeza, un conocido oficial de ejército avezado en las tareas de inteligencia, había sido escogido por el propio General Pinochet para asumir el día 12 de Septiembre como Director Interino de la Policía de Investigaciones, su nombramiento figura en el oficio Reservado Nº1 de la Junta de Gobierno. “—En la noche del día 11 de septiembre yo quedé con la segunda antigüedad del Ejército en Santiago, porque yo era la cuarta antigüedad en todo el ejército. “Primero estaba el General Pinochet, después venía el General Urbina, después el General Torres de la Cruz y después venía yo. “Pero al General Urbina lo mandaron a una inspección en el sur, en esos días, y el General Manuel Torres era el comandante de la División de Punta Arenas. Osea que después del General Pinochet, el día 11 de septiembre, venía yo. “Yo me quedé en el Ministerio tomando contacto y coordinando muchas cosas con el General Pinochet. Entonces el General Bonilla, que se había trasladado con otra gente y el General Pinochet para otro lugar, me llama por la noche después que había pasado todo, incluso el suicidio del Presidente Allende. Me dice Bonilla esa noche por teléfono “Se organizó un gabinete, tú estas nombrado Ministro”. Yo acepté, pero al día siguiente la cosa cambió. “Al día siguiente Pinochet me pidió que me hiciera cargo de Investigaciones. “Bueno, con el General Pinochet nos conocíamos mucho porque nos había tocado ser tenientes juntos, yo era teniente instructor en la Escuela Militar y él también estaba de teniente en la Escuela Militar. Después hicimos el curso en el grado de Coronel, él había entrado dos años antes que yo a la escuela . El era promoción del año 36 y yo del 38, pero al final se juntan y se van eliminando muchos oficiales y pocos llegan a Coronel, así que se juntan de distintos cursos. “El General Pinochet llegó la mañana del día 12, al Ministerio de Defensa Nacional, donde yo estaba conversando con el Almirante Carvajal del Estado Mayor de la Defensa Nacional. Estaba también con otro General de Artillería , el General Nuño, estaba también el Subdirector de la Defensa Nacional, el General de Aviación, General Nicanor Díaz. “Estabamos todos reunidos conversando todos los problemas que se estaban produciendo o se habían producido el día anterior, y llegó el General Pinochet -como acabo de decir- y dijo “Hay un grave problema: Investigaciones, y hay que designar a una persona que se haga responsable” “El General Nuño dijo: Aquí está Baeza.” [8] La misión encomendada a Baeza, por la Junta de Gobierno golpista consistía en purgar la institución que había sido creada el año 1933 durante el gobierno de Arturo Alessandri como policía política para entregar informaciones a los gobiernos, ante posibles situaciones que desestabilizaran la institucionalidad. Los oficiales golpistas y Pinochet no veían con buenos ojos al único servicio armado que había mantenido la lealtad con el Presidente Allende hasta el último momento. Pinochet tenía información que desde los techos del Cuartel de Investigaciones habían disparado contra los aviones y helicópteros durante los ataques a los Ministerios y La Moneda, que además, en el Palacio de la Moneda los detectives habían acompañado al presidente Allende mientras era cercado y que habían resistido hasta el final, además investigaciones tenía suficiente información sobre las actividades sediciosas de la derecha y pruebas de su participación en los asesinatos de el General Schneider y el Capitán Araya. Pero no era lo único que le importaba a Pinochet, la institución, también, tenía información sobre los grupos políticos de izquierda que había acumulado a través del departamento conocido como “los guatones de la PP”, (Policía Política) y entre esos grupos estaba el MIR, por lo tanto en su interior había un capital que los militares no tenían: información para desarticular a los sectores que trabajaban en la clandestinidad. No hubo Ministerio para Baeza, el General Pinochet había cambiado de opinión y aceptaba la sugerencia del general Nuño. De esa manera se sacaba de encima al general más apreciado por el Departamento de Estado Norteamericano que había estado involucrado desde sus inicios en la conspiración golpista y que tenía lazos afectivos con la Democracia Cristiana y la derecha política[9]. En pocas palabras podía ser una sombra para sus aspiraciones de “gran dictador”. La primera tarea de Baeza fue la de sofocar la resistencia de los detectives a la intervención militar representada por él. No era tarea fácil asumir la dirección de una institución armada que se sentía intervenida por el enemigo que había detenido y torturado a queridos miembros de sus filas. Es por eso que más que purgar, lo que hizo Baeza fue bajar el perfil de la institución en materia de represión política, hacer una represión sutil sin grandes despliegues de fuerzas. Luego buscó la forma de sofisticar los métodos usados en los interrogatorios, para disminuir los riesgos de muerte de los detenidos, mandando a algunos detectives a especializarse en técnicas de torturas a Francia, España, Inglaterra, Suiza y los Estados Unidos[10]. Los primeros días de diciembre Baeza advirtió que algo raro estaba pasando en las altas esferas de la junta, su olfato de hombre de Inteligencia no lo engañaba. Por esos días recibió una petición escrita desde la Presidencia de la Junta de Gobierno, osea de Pinochet, donde le exigían que destinara en comisión de servicios a un grupo de hombres de su institución para la DINA[11]. Así se confirmaba su sospecha y se entera por primera vez de la existencia de este cuerpo operativo que está comandado por el propio Presidente de la Junta de Gobierno. Sin más envió a 23 hombres de su institución que pasaron a depender del, entonces, Coronel Manuel Contreras. En diciembre, también, lo visitó un sobrino lejano, Jorge Munita, acompañado de una amiga, para pedirle ayuda porque su hermano menor, Patricio, se encontraba desaparecido desde mediados de Diciembre. El general le dijo que no podía investigar porque no tenía una orden de los tribunales, pero que haría todo lo posible por saber que había pasado con él. Entre los relatos de su sobrino le dijo que por los días en que Patricio había desaparecido andaba en compañía de Van Schouwen, dirigente del MIR. A la mañana siguiente Baeza, muy complicado por la petición familiar, decidió destinar a un detective para investigar el destino de Patricio Munita. Segismundo Pavez Toledo era un antiguo detective de la Policía Política, su especialidad eran los partidos de izquierda revolucionaria a los que conocía perfectamente desde mediados de los sesenta esa fue la razón que indujo a Baeza para destinarlo a un caso especial. Era el hombre ideal, sabía como se movían estos grupos de izquierda y debía tener la agudeza para no comprometer a la institución y a su director en la investigación. Segismundo Pavez entró a la oficina del general Baeza sin saber cual era su cometido. Se saludaron y el Director le pidió que se sentara y comenzó a darle lo que llamaría “una tarea confidencial” que debía de realizarla en secreto sin vincular a la institución y los informes debería entregárselos a nadie más que a él. [12] Le dijo: se trata de algo familiar, así que espero informes diarios. No quiero que me los entregue escritos, los quiero verbales, en caso que el volumen de información sea muy alto me lo entrega por medio de minutas y sin copias. ¿Le quedó claro inspector? Como era habitual en la época, Segismundo Pavez, no preguntó nada más; sólo se remitió a la primera fuente de información que le dio Baeza, los padres de Patricio Munita. Lucía Castillo y Jorge Munita. Se encaminó hasta la residencia familiar en Bronw Norte cerca de Irarrázabal. Allí se presentó como detective enviado por el General Beza. Los desesperados padres lo hicieron pasar a la casa y le dieron la escasa información que tenían, le mostraron una fotografía familiar donde aparecía Patricio, su talla y señas físicas. También le dieron las señas de su novia y la información de una vieja Citroneta que era de su propiedad. La primera referencia clara por donde podía seguir una pista era la vieja Citroneta. Dedujo que la Citroneta ya debía estar en los archivos de Carabineros donde, efectivamente, se registraba una infracción a la ley de transito. La pista lo llevó hasta el Arrayán alto a una parcela donde se ocultaba de la barbarie una comunidad hippie en la que vivía Brons. Antes que el inspector Pavez llegara a Brons, la DINA lo había detenido. La segunda pista fue buscar a Gabriela Rozas, quien a esa altura se encontraba en la cárcel de mujeres del Buen Pastor. El encuentro fue breve y traumático. Cuando el detective se presentó y mostró la placa de Investigaciones a la joven, esta comenzó a gritar desesperadamente, el detective se sorprendió sin saber qué hacer, rápidamente fue llamada la madre superiora del Buen Pastor para que calmara a Gabriela. Gabriela había vivido los peores momentos de su vida se encontraba muy delgada producto de las intensas torturas que había vivido. No aportó mucho a la investigación sólo relató su trasladado a un lugar en el centro de Santiago Londres 38 y los interrogatorios, torturas y vejaciones. También habló de su traslado en un camión tipo frigorífico cerrado hasta un lugar en la costa cercano a un río -Tejas Verdes-. Las secuelas de lo vivido la habían destrozado y aunque se encontraba en tratamiento psiquiátrico, no podía hacer un relato coherente de cual podía ser la suerte de su novio. Esa escasa información lo llevó a otra detenida en el mismo lugar, Ana María Moreira, ella tampoco le pudo aportar mucho porque no entendía la razón de su detención, intuía que se trataba algo relacionado con el padre White. Pero no pudo dar información por temor. Mientras tanto la madre de Patricio Munita, Lucía Castillo, continuaba su peregrinaje de una oficina a otra del edificio Diego Portales donde un grupo de sus amigas pertenecientes al cuerpo diplomático acreditado en Santiago había pasado una fotografía a un coronel de apellido Moreno. Recuerda que un día entre tanto subir y bajar del Edificio Diego portales se encontró con su viejo amigo, Pedro Ewing que a la fecha era Ministro Secretario de Gobierno, a quién había hecho el favor de llevarle los bultos con el Libro Blanco a Washington. En el pasillo conversó con él y le contó la razón de la visita. No hubo respuesta ni siquiera una mueca en la cara del General que revelara la posibilidad de una ayuda. Ewing provenía de una vieja familia de militares golpistas. Su padre, el alto oficial Alfredo Ewing, había pasado tristemente a la historia un día 11 de septiembre de 1924 tras pertenecer al grupo de oficiales que derrocó a Arturo Alessandri Rodriguez por la vía de un golpe de estado. Lucía comenzaba a ver que su mundo se le achicaba y se trataba de conformar pensando que a su hijo nada grave podía haberle pasado porque no había ni una orden de detención en su contra y tampoco habían aparecido noticias en los diarios que hablaran de su captura. El mes de enero de 1974 pasó lentamente para la Familia Munita Castillo, las investigaciones a cargo del detective Pavez no arrojaban nuevos indicios sobre la suerte corrida por su hijo y a pesar que la familia había ofrecido dinero por cualquier dato que aportara un rastro sobre lo ocurrido con Patricio, no habían tenido el éxito esperado. El General Baeza, ya supone cual puede ser la suerte corrida por su sobrino, la intuye desde el principio por la información que habría desaparecido con un alto dirigente de izquierda, además se suma a esa información el conocimiento del surgimiento de la DINA y los poderes que maneja este nuevo aparato represivo, pero prefiere esperar el resultado final del detective encargado de la investigación. El detective Pavez sigilosamente sigue los últimos pasos de Patricio Munita y se dirige hasta la congregación Capuchina. Allí se entera que a mediados de diciembre fue allanada y sacados de su interior un sacerdote, que por esos días se encontraba fuera de Santiago, acompañado de dos hombres jóvenes que corresponden a las descripciones de Patricio Munita y Bautista Van Schouwen. No le dan ni una otra información que lo conduzca hasta el organismo que hace las detenciones para seguir investigando. Sin embargo sospecha que por el tiempo transcurrido y el silencio sobre las detenciones la posibilidad de encontrar a los detenidos con vida es escasa. “—Era terrible. Recuerdo una vez que vinieron a mi casa los padres de este joven -Patricio Munita- y estuvieron casi cuatro horas rogándome que les dijera lo que había pasado con su hijo, si es que lo habían lanzado al mar, o si lo habían quemado. La señora me suplicaba que le hiciera una seña con la mano para saber si su hijo estaba muerto o no y yo no podía decirle nada porque el General Baeza me había encargado no decirle a nadie sobre la investigación que yo hacía. Esa vez fue tan terrible que mi mujer, que en paz descanse, se encerró a llorar, ella sentía el dolor de madre y no aguantaba; después se enojó conmigo porque no le di ni una información a los padres de este chiquillo. Pero no podía, tenía que cuidar mi trabajo.”[13] El último trámite de la investigación del detective Pavez fue ir al Servicio Médico Legal. Allí llegó una calurosa mañana de comienzos de febrero, sabía que lo primero que debía hacer era buscar en el libro de ingreso. Sin identificarse pidió que le mostraran el libro que correspondía a la fecha en que supuestamente había desaparecido Patricio Munita, Se sorprendió al ver la enorme lista de muertos que habían llegado por esos días, buscó por los datos que tenía de estatura, un metro ochenta hacia arriba. y ahí encontró sólo tres cuerpos, dos de ellos de sexo masculino que habían aparecido muertos cerca de Macul. Como los dos cuerpos aparecían como NN pidió que le facilitaran las autopsia para ver si alguno de los dos cuadraba con las descripciones físicas del cuerpo que él buscaba. Le fue imposible obtenerlas la DINA las había hecho desaparecer, así se lo informó personalmente el Director del Servicio Médico Legal Dr. Alfredo Vargas. Pavez le comunicó al General Baeza que debía hablar con el director del Servicio Médico Legal porque él tenía mas información. Así lo hizo el General Baeza y en pocos días confirmaba la suposición, que su sobrino estaba muerto. También se entera que la DINA ha hecho enterrar su cuerpo junto con el de Van Shouwen y que se ha llevado las autopsias para hacerlas desaparecer. A Baeza le queda claro el peligro de este nuevo servicio de inteligencia que opera sin ninguna norma y que está dirigido por un Coronel que pasa por sobre la jerarquía castrense respondiéndole a un solo hombre, que era su antiguo compañero de la Escuela Militar, Augusto Pinochet. Por eso decide mantener su información en secreto y no comunicársela a su prima Lucía. “—Yo siempre pensé que debía haber un organismo que trabajara la información, para que informara al gobierno por si había huelgas, que afectaran al país, o subversión. Pero el problema de la DINA fue que no sólo podía hacer eso, sino que cumplía funciones operativas sin tener preparación para eso...eso fue grave. Usted conocía al entonces Coronel Contreras ¿Qué le parecía él? “—Si yo lo conocía antes del día 11 y me parecía un soldado más. Pero después se transformó en un Dios, el dependía sólo del Presidente y sólo a él tenía que rendirle cuentas. “Varios generales tuvieron problemas con él. Yo me encerré en Investigaciones. “Yo no tengo nada que ver con la DINA. Ni me mezclé con la DINA, no cooperé con la DINA, no tuve nada que ver con la DINA.” ¿Cómo veía usted la actuación de la DINA? “—No me gustaban los procedimientos. Varias veces llegué amarrado por el señor Contreras donde el General Pinochet a reclamarle por estos procedimientos donde se involucraba a Investigaciones. “Eh, como no estaba de acuerdo en muchas cosas...ni sabía lo que hacían, no quise jamás mezclarme con la DINA o actuar en cooperación con la DINA. Que hagan ellos lo que les ordena la Ley o la autorización que tengan. en fin no sé. “Lo que pasa es que este organismo era de carácter ejecutivo a la vez, para mi fue el error.” ¿Por qué? “—Este organismo debía de haber sido de carácter informativo y no ejecutivo. “Vale decir, que si ellos habían descubierto a alguna persona que había cometido algún delito, tenían que haberlo entregado a la justicia, sea militar o civil, o entregar la información al gobierno. Si era represivo, represivo hasta que extremo, ellos debían entregar a los que hubieran cometido los delitos a los tribunales. Pero no tomarse la justicia por sus propias manos.” [14] Febrero llega rápido y no hay reconocimiento aún de la detención en la Parroquia de Los Capuchinos. La familia de Bautista también está en conocimiento que su hijo ha sido detenido y en los últimos días de diciembre habían decidido recurrir al General de Aviación Gabriel Van Schouwen, tío directo de Bautista, para que intercediera en los altos círculos castrense por que se informe sobre cual es el lugar donde se encuentra detenido su sobrino o que se reconozca oficialmente su detención. La respuesta del General Van Shouwen fue siempre evasiva. Su primera respuesta al padre de Bautista y hermano de este fue “que estaban en una fecha muy cerca de la Navidad para hacer ese tipo de preguntas porque la gente estaba preocupada de otros asuntos y no de eso”. Un año más tarde en 1974 ante la misma petición el General Van Schouwen respondía a su hermano “que no había orden de detención por parte de ninguna rama de las fuerzas armadas contra su sobrino Bautista Van Schuwen”. En pocas palabras el alto oficial de las Fuerzas Armadas, General Gabriel Van Schouwen, jamás tuvo la voluntad de hacer algo que le permitiera encontrar respuestas sobre lo ocurrido con su sobrino; a diferencia del General Baeza, que logró saber que había pasado exactamente con Patricio Munita, su sobrino -a pesar que no le informó a la familia el resultado de su investigación- violando, incluso, las atribuciones de su servicio que le impedían investigar sin orden judicial. Carlota Vassey, madre de Bautista Van Schouwen ha pasado años buscando verdad y justicia para su hijo. Durante años recorrió el mundo buscando ayuda en gobiernos y organizaciones que presionaran a la dictadura para que dijera donde estaba su hijo. Y aún le cuesta aceptar la desaparición de su hijo: “—No puedo decir que es lo que significó para mi la desaparición de mi hijo. El fue muy buen hijo, yo sé que todas las madres dicen lo mismo, pero yo tengo tres hijos y los tres son buenos, pero Bautista era completo. Era caballeroso, atento, estudioso, buen mozo. Mi hijo era muy lindo. “Aun recuerdo que el día 21 de diciembre supimos que Bautista había sido detenido. Estabamos en la parcela en Monteaguila con mi esposo, recuerdo que era a fines de diciembre. Mi hijo Jorge llegó en la mañana y salió a pasear con mi esposo por el campo. Yo creía que solo quería conversar y a mi esposo, Bautista, le gustaba pasear por nuestro campo. Pero no, Jorge, estaba muy angustiado porque no sabía nada de su hermano y ahí le contó lo de nuestro hijo. No querían que yo supiera porque todavía no se sabía nada. Después me contaron. “Jorge mi hijo también había sido detenido y se encontraba con detención domiciliaria, osea no podía salir de Santiago pero estaba tan preocupado por su hermano que violó la prohibición de salir y viajó para que comenzáramos a hacer algo. Ese mismo día mi marido Carlos y yo viajamos a Santiago y comenzamos este vía crucis de buscarlo donde nos decían. Si nos decían que había detenidos en tal lugar, ahí íbamos. Pasábamos días enteros esperando noticias o recorriendo oficinas. “Nosotros comenzamos recién en febrero los trámites de recurso de amparo ante la justicia, porque antes pensábamos que iba a ser peor y a lo mejor aparecía en alguna cárcel en algún momento. Incluso en la 3ª de la Hora del 12 de enero de 1974 aparecía una declaración del Subsecretario de Relaciones Exteriores refiriéndose a los cables de noticias que llegaban desde afuera, sobre que mi hijo estaría detenido y sometido a torturas, donde contestaba que “los cargos de torturas son infundios del cable” lo que daba por hecho que si estaba preso en algún lugar. “Cuando apareció en el Mercurio (21 de agosto de 1974) que había sido detenido Bauchi, pusimos la parcela en venta, pensando que lo ibamos a rescatar muy mal de salud y para eso ibamos a necesitar plata para que se repusiera. Pero jamás lo encontramos”. Las dudas al interior del MIR sobre la detención del Bauchi ya se han esfumado a comienzos de febrero, saben que cayó en manos de algún organismo represivo pero esa es toda la información que poseen. Saben también que no ha entregado ni una información a sus captores por que aún no ha caído ninguna estructura ligada a él. Miguel Enríquez, intentando[15] no desmoralizar a la militancia comienza a planear una estrategia: emitir información al exterior para que rebote a través de las agencias de prensa sobre que Bautista estaría vivo en una cárcel militar y que resistiría a las feroces torturas de manera heroica. Así mataría dos pájaros de un tiro, por un lado obligaría a la dictadura a reconocer su detención, quién intentaría a través de desmentidos descalificar las informaciones y comenzaría a dar pistas sobre los posibles lugares donde podría estar detenido el Bauchi, una vez conocido el lugar de su cautiverio intentarían un rescate con los cuadros especializados, pero, además le serviría para subir la moral a los militantes del MIR que ven en Van Schouwen, un líder muy querido cuyo ejemplo es digno de imitar. Es así que en recién en Junio de 1974 en el Documento ¡¡A Fortalecer Nuestro Partido!!, “Los Golpes Recientes, Algunas Lecciones y la Organización de las Direcciones”, de la Comisión Política al Comité Central se informa a la militancia del MIR en la clandestinidad que Bautista Van Schouwen ha sido detenido. “Nuestro partido ha enriquecido la historia del movimiento obrero y revolucionario chileno entregando a numerosos mártires que heroicamente, bajo salvajes torturas, se dejaron despedazar y mutilar antes de hablar nada. En primer lugar, nuestro compañero Bautista Van Schouwen que fuera torturado sanguinariamente durante semanas y meses sin hablar nada, respondiendo a las torturas, como atestiguan compañeros que estaban siendo torturados en salas contiguas, con insulto a los torturadores y con gritos de certeza en la victoria de la revolución obrera y campesina, y aún no sabemos con seguridad si está vivo o está muerto. Ante su heroísmo se inclinan hoy, no sólo públicamente revolucionarios, trabajadores y pueblos del mundo, la izquierda y los revolucionarios chilenos, sino incluso sus torturadores y líderes del gorilaje.”[16] Es indudable que estas palabras escritas por Miguel Enríquez a su militancia, que se encuentra seriamente cercada y viviendo en difíciles condiciones en la clandestinidad, tiene el sentido de fortalecer la moral y revertir el duro golpe que ha recibido de manos, Tanto de la SIFA que ha detenido a gran parte del Comité Central y los dirigentes Regionales que se encontraban recomponiendo el MIR que había se había diluido en las regiones producto de la fuerte represión en los primeros días del golpe de estado, como de la DINA que comienza a golpear fuertemente en Santiago a las esctructuras que quedan reorganizando la resistencia a la dictadura. Aparece el cadáver de James Es febrero y la familia Munita Castillo se encuentra reunida en la casa de Brown Norte. Son cerca de las diez de la noche cuando el teléfono suena. Lucía se sobresalta piensa en su hijo Patricio y no se equivoca. Una voz masculina le dice: ¿Señora Lucía?[17] Si -contesta nerviosa-. LLamo por lo de su hijo Patricio Munita. Vaya usted mañana a la morgue y busquen el número 3950. Desesperada le pregunta ¿con quién hablo? un silencio profundo y la llamada se cortó. Lucía Castillo jamás se imaginó que la búsqueda de su hijo daría la pista que más tarde permitiría saber que en el Patio 29 se enterraron cuerpos de personas asesinadas por la dictadura y que gracias a ella se podrían rescatar a algunos cuerpos y saber que pasó con Bautista Van Schouwen. Al día siguiente la familia Munita Castillo se levantó temprano para ir a pedir información a la morgue del muerto cuyo protocolo de autopsia era el 3950. Fue la primera desilusión, el lugar de archivo de la autopsia 3950 estaba desocupado, y la 3951 que estaba junto a ella tampoco estaba. El resto del fichero se veía casi completo. Desesperados fueron a pedir una entrevista con el director del Instituto Médico Legal. Durante varios días esperaron que los atendiera y la respuesta siempre era la misma, vuelvan mañana. Molestos y cada vez más angustiados por saber de que se trataba la autopsia 3950 se fueron hasta el edificio Diego Portales a conversar con un Fiscal del Ejército en tiempo de guerra de apellido Saavedra. Esperaron nerviosos un rato para que los atendiera, luego la secretaria amablemente los hizo entrar hasta el despacho del fiscal. se saludaron y comenzaron el relato de la razón que los llevaba hasta él. Sorprendido el Fiscal, les dice que no se preocupen que su problema será resuelto. Toma el teléfono y marca el número del Instituto Médico Legal, pide hablar con el director, le responden que no se encuentra en el momento. Saavedra molesto replica: Dígale a su jefe que quiero para mañana a las 11 AM la autopsia Nº 3950, o si no al mediodía le enviaré un Jeep militar armado y ahí verán. Tras esa llamada les asegura que al día siguiente vayan a buscar la autopsia para saber de quién se trata. Esa misma noche el fiscal Militar Saavedra llama a la familia Munita Castillo y les dice que lamenta no poder ayudarlos, que por favor no concurran a la mañana siguiente a su despacho porque la promesa que les había hecho no la puede cumplir. Sin más rodeo les dice que ha sido informado por el director del Instituto Médico Legal, que esas autopsias fueron retiradas por la DINA. —Yo no puedo hacer nada, ellos tienen mucho poder. La voz del oficial se escucha temerosa y apenada La familia Munita sin querer se entera de que existe un organismo llamado DINA y del enorme poder que tiene. Que incluso un oficial de tan alto rango como el Fiscal Saavedra queda sin autoridad ante su accionar, menos aún podrán hacer algo sus amistades. La angustia en la casa de Brown Norte aumenta. Ya de nada les sirven las amistades al interior de la dictadura ni las relaciones con miembros de las embajadas de Brasil y Paraguay, amigas de la Junta de Gobierno. La carta enviada a Lucía Hiriart de Pinochet no ha sido respondida, y no se atreven a molestar nuevamente a su pariente el General Baeza. En medio de la desesperación una amistad les recomienda que vayan directamente al Cementerio para averiguar si pueden encontrar alguna pista con el número de la autopsia o por lo menos si pueden orientarlos donde buscar la información. Decidieron seguir el consejo, ya no había nada que perder así que por la mañana temprano partieron con rumbo al Cementerio General. “—Recuerdo que fue un día domingo, fuimos al Cementerio a preguntar. En ese entonces no era igual que ahora, había un gran mesón con unos libros grandotes donde se consultaba. “Recuerdo que el libro lo estaba viendo un señor. Empieza a ver el número en el libro y no, no lo encuentra. Nosotros le decimos que acaso no hay otro libro donde pueda ver si está ¡Ah, voy a ver! dijo y sacó de un estantito que tenía ahí un cuaderno. Lo buscó y lo encontró, y dice este muerto búsquenlo en el Patio 29 con el número 2336, ahí lo tengo yo. “Aún sin saber de que se trataba, porque en el cuaderno donde habían visto el número de protocolo de autopsia no aparecía el nombre del muerto, a pesar que seguramente ya había sido informado por el Servicio de Identificación que el NN con protocolo de autopsia 3950 pertenecía a Patricio Munita; entraron al Cementerio en busca de lo que se llamaba Patio 29. “Recuerdo que caminamos y caminamos. Era una desolación única, había varias personas deambulando. El patio 29 era de una soledad única, había un silencio tétrico y puras cruces negras. “Buscamos el número 2336 hasta que encontramos la de mi hijo. Entonces cuando la encontramos yo me intento acercar a la cruz y se cimbra el suelo, las tablas del cajón. Fue tanta la desesperación que yo hago el ademán de rasguñar el suelo para mover la tierra y ver el cajón. “Entonces una señora que estaba desmalezando me dice: Señora, no vaya a hacer eso, mire que allí está el camión de a DINA. Como ya nos habían hablado de la DINA, como era un organismo así nos asustamos. Esta persona me dijo: No haga eso porque se la llevan, vuelva otro día. Empezamos a tener más susto de la DINA.”[18] Aurelio Fernández que se encontraba en el lugar y que había visto al matrimonio Munita Castillo pasar varias veces buscando algo, no aguantó más y le preguntó ¿qué buscaban?. Abiertos a recibir cualquier ayuda le dijeron que andaban tras una tumba donde supuestamente habían enterrado a su hijo y le dieron las señas de Patricio. Aurelio reconoció claramente al muerto buscado en uno de los dos muertos llegado la tarde del 14 de diciembre en horas que el cementerio se encontraba cerrado y les indicó donde estaba. Pero también les dijo que la única manera de sacarlo de ahí era consiguiéndose un permiso de Exhumación y Traslado de Cadáver que lo podía conseguir sólo si tenía cuña en el Servicio de Salud, con ese permiso en regla presentarlo a la Dirección del Cementerio y ahí rápidamente le autorizaban sacarlo desde el Cementerio[19]. “—Sus padres andaban de tumba en tumba buscándolo, los vi varias veces, no quise decir nada porque yo sabía, con las indicaciones que daban, cuál era el cadáver que buscaban, pero nosotros teníamos miedo de dar alguna información. No aguanté más, no andaba nadie por ahí, le dije más o menos donde estaba sepultado. La verdad es que yo le di después todas las indicaciones de como tenía que hacerlo para poder recuperarlo.”[20] Angustiados buscaron ayuda entre las amistades más cercanas, evaluaron la situación y decidieron nuevamente recurrir al general Baeza. Al día siguiente Lucía fue a la oficina de su tío político para contarle que había finalmente encontrado a su hijo, pero que no podía sacarlo del lugar donde lo habían enterrado para trasladarlo al mausoleo familiar del Cementerio Católico porque necesitaba un permiso del Servicio de Salud. Baeza no pudo quedar indiferente ante las lagrimas de desesperación de su sobrina, se conmovió con las suplicas y luego de pensarlo unos minutos, que fueron eternos para Lucía, prometió ayudarla, pero le dijo que esperara en su casa la llamada para cuando podrían desenterrar el cuerpo de su hijo. Apenas salió Lucía, el General Baeza tomó el teléfono y llamó a su viejo amigo, el doctor Carlos Aguirre, que en esos momentos era Director del Area Hospitalaria Norte del Ministerio de Salud. Sin contarle nada por teléfono, le dijo que quería conversar con él un asunto reservado. Su amigo aceptó encantado y se juntaron donde solían hacerlo, en el Club de La Unión. Allí Baeza le contó lo sucedido a su pariente y que necesitaba un certificado del Servicio Nacional de Salud para poder llevar a cabo la exhumación y traslado del cadáver de Patricio Munita.[21] El médico sin saber que esa tumba era celosamente custodiada por la DINA, aceptó hacer el certificado, total nada tan grave podía ser el dar un certificado a una madre para que exhumara y trasladara el cadáver de su hijo al mausoleo familiar, además era un muchacho de buena familia que seguramente por alguna locura lo habían matado y sin identidad lo habían trasladado hasta ese patio común. Esa misma tarde Baeza llamó a Lucía para comunicarle que debía ir hasta las oficinas del Doctor Carlos Aguirre Nehuaus y decir que iba de parte de él, allí le solucionarían el problema. Lucía no podía esperar hasta el día siguiente así que rápidamente tomó su vehículo y se dirigió hasta el Hospital San José a buscar el papel que liberaría finalmente a su hijo de las manos de la DINA. El día 15 de febrero de 1974, justo cuando se cumplían dos meses y dos días de la detención del Bauchi y James, fue extendido el certificado de Exhumación y Traslado de Cadáver NN autopsia 3950 foja 176 fallecido a causas de heridas múltiples a balas de Patricio Munita.[22] Lucía con el certificado en la mano se negaba a creer que Patricio era el que estaba bajo tierra en la tumba 2336, si tan sólo unos meses atrás ella lo había visto feliz entrando y saliendo de su casa haciendo bromas a sus hermanas. Tímidamente sacó de la cartera la foto de su hijo sonriendo con cara de niño, recordó sus vivaces ojos verdes y su pelo castaño claro que le caía a veces sobre la frente. En silencio enjugó sus lagrimas, no dejaba de pensar también en ese solitario cementerio de cruces negras que le había impactado tanto. Sin más demora, los padres de Patricio, reunieron a toda la familia para partir a desenterrar el cadáver de la cruz negra con números pequeños 2336. A la llegada al Cementerio se dirigieron a las oficinas para entregar el permiso de exhumación y proseguir con el trámite. Lucía se negó a que su marido comprara un ataúd. Era posible, pensaba, que hubiese una equivocación y Patricio estuviera vivo. Su mente se debatía entre la realidad de la documentación que tenía en sus manos y la ilusión de volver a ver a su hijo vivo. Cuando terminaron los dolorosos trámites legales se dirigieron apresuradamente hasta el Patio 29[23]. Se pararon frente a la cruz negra con el número indicado y llamaron al amable sepulturero, que les había ayudado días antes a ubicar la tumba, para que les ayudara a desenterrar el cajón. El hombre estaba preocupado por los hombres de civil que merodeaban el lugar, se acercó a la familia tratando de no despertar sospechas y les advirtió que sólo lo haría cuando el camión de la DINA se retirara y eso era a la una de la tarde, hora de almuerzo.[24] La familia decidió esperar afuera del cementerio y aprovecharon de llamar a algunas amistades para que los acompañaran en los difíciles momentos que estaban viviendo. Pasado de la una de la tarde nuevamente estaban frente a la cruz negra Nº 2336 del Patio 29. El sepulturero, Aurelio Fernández, esperaba a pocos metros, cuando los vio aparecer se acercó y les dijo que debían traer rápidamente el ataúd porque tenían sólo una hora para hacer todo. Con una rudimentaria pala comenzó a abrir la fosa. A medida que la tierra suelta iba dejando ver el ataúd, Lucía se acercaba para ver si era o no su hijo, la última palada de tierra dejó ver con claridad el humilde cajón de tablas y en su interior la chaqueta café de gamuza de James, ya no había dudas era Patricio Munita el que estaba ahí. La familia y amigos trataban de detener a Lucía para que no acercara al cajón y viera el dantesco cuadro de los restos de su hijo. El padre más sereno, su hermano y un amigo hicieron el penoso reconocimiento. Patricio tenía las mandíbulas desencajadas y la boca abierta dejaba ver sus tapaduras de oro, también se reconocía claramente su pelo castaño y su figura alta y delgada, junto a sus restos estaba su inseparable chaqueta de gamuza.[25] Con el cuerpo fuera de la tumba decidieron manguerearlo para sacarle la tierra que se había colado por los huecos del cajón y se había incrustado en los restos de piel. Luego lo metieron rápidamente al ataúd, lo sellaron y se fueron apresuradamente al cementerio Católico. Cuando Llegaron al Cementerio Católico, los padres se fueron a hablar con el sacerdote de la Capilla para pedirle que dejaran el ataúd por ese día en el velatorio, para darle tiempo a la familia a que hiciera la publicación de un aviso de su defunción en el periódico de la tarde, de ese modo, al día siguiente, los restos de Patricio pudieran estar acompañado de sus amigos en la pequeña misa que se llevaría a cabo en la Capilla del Cementerio Católico. Cuando el sacerdote comenzó a hacer preguntas sobre que le había sucedido y porque llegaban tan apurados hasta ese lugar, los padres le contaron la trágica historia que estaban viviendo, el sacerdote se negó a aceptar tenerlo en el velatorio hasta el día siguiente. “—No lo haga señora, entiérrelo inmediatamente. Mire que pueden venir a sacarlo. Y pónganle a la tumba una marquita para que no se lo saquen -le dijo el sacerdote-. “A ese extremo habían llegado -la DINA-. Ahí me contaron que de ese cementerio habían sacado algunos cajones... Habían sacado algunos cadáveres. Y para que no nos sucediera lo mismo nos dijeron que le pusiéramos unas marcas a la tumba.”[26] Así lo hicieron, en silencio y acompañados de 16 personas, familiares y amigos, fue enterrado Patricio Munita en el mausoleo familiar. Ninguno de sus amigos y compañeros de Partido con quienes había compartido los sueños de los últimos años supo que había sido rescatado demasiado tarde de las manos de sus verdugos. Hay que hacer desaparecer un cadáver El 16 de Febrero era un día soleado como suelen ser los días veraniegos en Santiago. En el Cementerio General se comenzaba una nueva jornada. Aurelio Fernández se levantó temprano como era su costumbre. Ese día se sentía aliviado por haber colaborado, en algo, a calmar tanto dolor escondido bajo la tierra del Patio 29. Su mujer, que también trabajaba de sol a sol en el Cementerio, se sentía orgullosa que “el Lelo” fuera tan valiente y generoso en momentos que se vivía el terror y la desconfianza entre la gente que deambulaba por los Patios del lugar. Aurelio desayunó con apetito y no pensó que la ayuda que había prestado a la familia Munita Castillo, dándole el lugar donde había sido enterrado secretamente su hijo y después ayudándolos a rescatar el cuerpo mientras los agentes que custodiaban el Patio 29 almorzaban, lo expondría a él a la ira de la DINA. La inocencia de este trabajador le había impedido sospechar que entre los empleados del Cementerio existía gente que colaboraba con la DINA y que ya había sido informada de la ubicación del cuerpo y exhumación de Patricio Munita. Cerca del medio día los sepultureros del Patio 29 trabajaban arduamente en su tarea de enterrar cuerpos desconocidos. De pronto vieron que dos hombres morenos, altos y barbones se acercaban decididamente hasta donde se encontraban trabajando, un sudor frío corrió por la espalda de Aurelio, pero siguió con la cabeza clavada en la tierra. Los hombres comenzaron a gritar en forma amenazante y preguntaron “quién era el que había informado a la familia Munita que su hijo estaba enterrado en ese lugar”. Los trabajadores que en innumerables ocasiones habían comentado la posibilidad de sufrir la misma suerte de las personas que a diario encajonaban y enterraban, por tener demasiada información sobre lo que pasaba, se asustaron y callaron. Sin embargo Aurelio decidió enfrentar su suerte y les dijo que él había ayudado a sacar el cuerpo que estaba enterrado en la tumba 2336 para que sus familiares lo trasladaran hasta la tumba familiar, luego les dijo que esa familia traía todos los papeles en regla y por eso lo había hecho. Los dos hombres lo miraron fijamente y lo empujaron, luego le dieron la primera orden, que les señalara el lugar donde había estado enterrado Patricio Munita. En el lugar los hombres miraron una y otra vez el hueco en la tierra y los obligaron a que comenzaran a cavar las tumbas que estaban cercanas. Uno de los hombres llevaba una foto en la mano la que miraba y cada vez que se abría una tumba hacían que les rociaran agua y comparaban al muerto con la foto. Fueron cerca de ocho tumbas las que removieron Aurelio Fernández y Holguín, su compañero de tarea. Todas las tumbas que cavaron estaban a los lados de la que había contenido a Patricio Munita. Finalmente se detuvieron en la que estaba a la derecha de la tumba cavada el día anterior, era la número 2335. Los hombres hicieron que le lanzaran agua a la cara, se quedaron mirándola mientras la contrastaban con la foto que portaban, los hombres se miraron entre si e hicieron sacar el cuerpo. Era finalmente el que buscaba, el mismo que llegó la tarde nublada del 14 de diciembre en un camión de pollos en horas no hábiles, el mismo hombre alto, blanco, de pelo oscuro y ondulado. Era indudablemente Bautista Van Schouwen.[27] Así lo reconocería Aurelio Fernández una tarde calurosa de noviembre de 1995 cuando vio por primera vez una foto de Bautista Van Schouwen. No quería mirar la foto, luego la tomo y se sentó a la sombra de un árbol. La miró en su conjunto y luego fue cubriendo partes del rostro en la foto, se detuvo un instante en la frente y subió la mirada. Los ojos se le llenaron de lagrimas y se disculpó diciendo que estaba resfriado luego dijo "si este era el otro, el que llegó junto al joven Munita. Yo no podía decir que era Van Schouwen porque yo a él no lo conocía y cuando me preguntaban por él yo no sabía a quién había enterrado. Pero sí al que enterraron y después sacaron para cremar es el señor de esta foto.Ese cadáver que andaban buscando es el que llegó con Munita en el camión de pollos, ese es el cadáver que se llevaron”. "... Eran unos señores barbones, grandes. Lo hicieron sacar, hicieron abrir un montón digo yo, unas siete u ocho sepulturas, porque no estaban seguros de lo que andaban buscando...y abrían, había que con un tarro con agua echarles agua a los cadáveres en la cara, lo miraban, miraban una foto que andaban trayendo, y a la final se llevaron a uno y lo hicieron incinerar." [28] Por unos segundos Aurelio Fernández había vuelto al pasado, a esos recuerdos que quisiera borrar de su memoria y que sin embargo lo recuerda a diario porque en el cementerio siguen mandando quienes hicieron sacar cientos de restos humanos el Patio 9 el año 1982. Una vez que los agentes de la DINA se apropiaron del cajón, les dieron la orden a los dos trabajadores que los transportaran hasta donde el edificio donde está el horno crematorio. Allí se introdujeron violentamente y se enfrentaron a la oposición de el encargado del crematorio, Rodriguez, quién intenta hacer valer las reglas existentes en el lugar, les dice que el ingreso de extraños al lugar está prohibido. Los hombres de la DINA lo toman y lo llevan a un lugar donde le muestran unas identificaciones pero para que no olvide quienes mandan comienzan a golpearlo hasta dejarlo en el suelo. Aurelio Fernández y Holguín son obligados a llevar el cajón hasta el horno y les dan la orden que se retiren del lugar, asustados se van rápidamente del lugar. Los hombres de la DINA tienen la orden de quedarse esperando que el cuerpo termine de cremarse, no pueden confiarse de las personas que trabajan en el Cementerio, si ya se supo donde estaba Munita, se podría llegar a saber donde había quedado Van Schouwen y eso no era posible. La orden es hacerlo desaparecer hasta que no quede ni una huella de su cuerpo.[29] Ese día 17 de febrero es aún desconocida públicamente la detención de Bautista Van Schouwen por muchos de sus compañeros de partido, sin embargo en el piso 22 del edificio Diego Portales se ha tomado la decisión de que su desaparición no demore un día más. No hubo homenaje para el hombre que había sido líder de miles de jóvenes que habían compartido con él los ideales de una revolución socialista y la construcción de un país donde el progreso significara poner fin a la miseria y la humillación de quienes no hacen parte de los beneficios de la riqueza que producen. Las cenizas de Bautista Van Schouwen Vasey quedaron para siempre esparcidas en la tierra. En otra parte de la ciudad el General Baeza esa mañana estaba dando una entrevista a una radio, de pronto llega a su manos un sobre que dice “URGENTE” lo abre y dice en su interior “presentarse urgente al despacho del general Pinochet”[30]. El general apresura el término de su entrevista y parte hasta el piso 22 del Edificio Diego Portales. Se hace avisar y entra a la oficina. Pinochet tenía el semblante encolerizado. Lo saludo y lo hizo sentarse. Luego de unas miradas le dijo “Así que andai buscando muertos ah”. Baeza se sobresaltó, sabía que era Manuel Contreras quién le había informado a Pinochet sobre el descubrimiento en el Patio 29 de su sobrino nieto Patricio Munita. Indignado le respondió “Mira dile al que te informó -por Contreras- que venga y que te lo diga delante de mí, yo no ando buscando ningún muerto”. Pinochet con más ira le respondió “ándate con cuidaito y déjate de seguir revolviendo la tierra para sacar muertos” Era una advertencia doble que Pinochet hacía a un General. Por un lado le hacía saber que estaba enterado de todo lo que pasara en el país y de paso le hacía saber que los muertos de la DINA nadie debía encontrarlos. ¿Pero por qué Pinochet se molesta tanto con un General por haber sacado el cuerpo de un pariente del Patio 29? ¿Era tan importante Patricio Munita que Contreras se tomó la molestia de avisarle? o acaso lo que Contreras le informó a Pinochet era que Baeza había encontrado a su pariente que era guardaespalda de Bautista Van Schouwen y ya se sabía que Van Schouwen estaba en el Patio 29 y que había que tomar medidas para que ese otro cuerpo no apareciera nunca. Lo que si queda claro en las declaraciones el General Baeza, es que el General Pinochet sabía lo que ocurría a diario con los detenidos o por lo menos con los detenidos importantes y que estaba al tanto de las medidas que se adoptaban con esos detenidos. Las versiones dadas por el General Pinochet sobre que Contreras le informaba en términos generales sobre sus actividades como jefe de la DINA, quedan desmentidas porque no resulta creíble que fuera informado por Contreras sólo en el caso de la exhumación de un militante del MIR que era públicamente desconocido. El 19 de febrero de 1974 tres días después de que los restos de Bautista Van Schouwen fueran cremados, su familia por intermedio de don Bautista Van Schouwen Figueroa, padre del Bauchi, presentó el primer recurso de amparo por su hijo, Rol Nº 147-74. Indudablemente aún creía que su hijo estaba vivo y detenido en algún lugar del país. Doña Carlota Vasey recuerda lo difícil que fue para la ellos -sus padres- no creer en la rectitud de las fuerzas militares o presumir tanta maldad entre quienes ostentaban el poder. Y claro era una familia católica acomodada con relaciones familiares directas en las Fuerzas Armadas. Como solía ocurrir en tiempos de la dictadura el primer recurso no prosperó ante la justicia. El 9 de marzo de 1974 la Corte de Apelaciones recién solicita al Ministro de Defensa Nacional y al Comandante de la Guarnición de Santiago que le informen si el amparado se encuentra privado de libertad por orden de alguna autoridad militar y que informen el lugar y fecha de la detención. También solicita al Ministro del Interior que informe si el amparado se encuentra privado de libertad en virtud de las facultades derivadas del estado de sitio. Le solicita a la Prefectura de Investigaciones (cuyo director sabía de su detención y muerte) que efectúe las diligencias correspondientes para verificar el paradero de Van Schouwen y, finalmente, pide al director del Hospital Militar que informe si se encuentra o si se ha encontrado detenido en ese recinto. El General de Brigada Sergio Arellano Stark en su calidad de Comandante en Jefe de la II División de Ejército, responde a la corte que “el recurrente no ha sido puesto a disposición de los Tribunales Militares”[31]. El General de División Oscar Bonilla Bradanovic en su calidad de Ministro del Interior responde “Juan Bautista Van Schouwen Vasey no se encuentra detenido o arrestado por orden de alguna autoridad administrativa”[32]. Prefecto Julio Rada Jiménez Jefe de la Prefectura de Santiago y mano derecha del General Ernesto Baeza informa que “funcionarios de esta prefectura, luego de las consultas pertinentes, establecieron que esta persona no ha sido detenida ni se encuentra en tal calidad, ya sea en este Cuartel Central o alguna Unidad dependiente de esta Jefatura”[33]. El Director del Hospital Militar Juan Herrera Díaz no da respuesta sobre si Bautista van Schouwen se encuentra o ha estado detenido en ese lugar aludiendo que esa información debe ser pedida a la Jefatura de Zona de Estado de Sitio de la Provincia de Santiago[34]. Ante estas respuestas por escrito, el 4 de junio de 1974 fue rechazado el primer recurso de amparo en la Corte de Apelaciones. Las causas que esgrimió la corte para rechazar el amparo fueron que los informes emanados de la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos, del Prefecto de Investigaciones de Santiago, del Ministro del Interior, y del Comandante de la Segunda División del Ejército,” no daban luces acerca de la efectividad de la detención de Van Schouwen Vasey”.[35] El 20 de junio fue pedido por el abogado Hector Valenzuela que se reconsidere el recurso y que se solicite al Ministerio de Defensa información, porque la Corte reunida en un nuevo pleno había considerado necesario requerir informaciones a este ministerio para dictar sentencia[36]. El 12 de Julio se interpone un segundo Recurso de Amparo en la Corte de Apelaciones de Santiago y el 18 de agosto de ese mismo año se declara sin lugar por la Corte de Apelaciones.[37] El 30 de Julio de 1975 el 2º Juzgado del Crimen de Santiago, cierra el sumario y sobresee temporalmente la causa Rol Nº 82.252-5. El 20 de agosto de ese año la Corte de Apelaciones aprueba el sobreseimiento de la causa. El 30 de marzo de 1978 se presenta un tercer recurso de amparo, el cual es rechazado. Nunca se logró que el recurso de amparo prosperara en la justicia. El 15 de julio de 1991 se interpone ante el Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago una querella por secuestro agravado, Rol de la causa Nº 143656. El día 2 de septiembre de 1991 comienza la inhumación de los restos del Patio 29 del Cementerio General. En esa ocasión el gobierno informó a los dirigentes del MIR la posibilidad que aparecieran, finalmente, los restos de Bautista Van Schouwen. La inhumación terminó el día 14 de septiembre lográndo recuperar el Instituto Mádico Legal 125 cuerpos entre los cuales no estaba Bautista Van Schouwen, como lo esperaban sus familiares, amigos y compañeros de partido. De nada sirvieron los datos antropomórficos que fueron anexados a la causa 4449-F del Veintidos Juzgado del Crimen de Santiago por el delito de inhumación ilegal en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago. Como hemos visto la historia del caso de Bautista Van Schouwen en la justicia chilena ha sido largo y penoso. Hoy el caso se encuentra en la Fiscalía Militar donde seguramente se amnistiará, después que la Jueza Olga Quijada del Cuarto Juzgado del Crimen se declara incompetente por encontrarse personal militar involucrado, decición que tomó tras las declaraciones hechas por el General ernesto Baeza donde involucra al General Pinochet. El curso de la vida de Ana María Moreira, fue incierto después de su liberación de la cárcel de mujeres. Recién en Marzo de 1974 a un mes del hallazgo de Patricio Munita y de la determinación de desaparecer a Bauchi, el Padre White se comunicó con ella. Su encuentro fue sorpresivo y breve en una plaza de Santiago. Esa fue la ultima vez que vio al sacerdote. Ana María a pesar de la dura experiencia vivida durante su detención decidió quedarse en Chile. Un año más tarde es nuevamente detenida por la DINA[38] donde se encuentra nuevamente con sus dos anteriores torturadores: Marcelo Morén Brito y un oficial alto delgado, tez blanca, pelo castaño, ojos claros de quién desconoce su nombre. La descripción entregada a la justicia por Ana María, del oficial que la reconoció y torturó ambas veces, corresponde al Teniente de Carabineros Ricardo Victor Lawrence Mires, agente de la DINA que se destacó en los centros de torturas por su sadismo. El Sacerdote Enríque White tras su liberación fue sacado de la parroquia y enviado, por su comunidad religiosa, a la zona sur de Chile, con el pretexto de hacerlo que se repusiera de las crueles vivencias. El 1º de Mayo de 1974 viaja en la motonave Verdi trasladado por la Congregación Capuchina a Lima, Perú, allí permanece hasta mediados del año 1975, en esa fecha viene de vista a Chile y lee por primera vez la columna que doña Lucía Castillo escribía en El Mercurio por la muerte de su hijo. A principio de 1977 vuelve definitivamente a Chile y trabaja en las comunidades de Concepción y Viña del Mar. Años después establece contacto con Lucía Castillo y le cuenta la verdad de lo sucedido en la Parroquia de Los Capuchinos. Muere el 9 de Septiembre del año 1983 sin haberse presentado jamás a la justicia a declarar sobre lo ocurrido en su detención, a pesar que pesaba sobre él una orden de presentarse a declarar a la justicia bajo apercibimiento de arresto desde el 8 de julio de 1974. Con la única persona que el sacerdote se atrevió a liberar su conciencia fue con la Sra. Lucía Castillo. Gabriela Rozas, novia de Patricio Munita, logró ser liberada días antes de la trágica exhumación de Patricio Munita y acompañó a la familia a reconocer el cuerpo de su compañero. Esos momentos vividos en el Cementerio General jamás los podrá olvidar, como tampoco podrá olvidar los casi dos meses que pasó en manos de la DINA. Ella decidió irse de Chile. Ya nada le quedaba en este país, sólo el temor y tristes recuerdos de una ilusión inconclusa. La madre de Patricio Munita, que nunca se conformó con encontrar a su hijo muerto, intentó conseguir información sobre los detalles que lo habían llevado a su destino fatal escribiendo columnas en los diarios que circulaban en la época donde contaba, cada 13 de diciembre, la terrible muerte de su hijo. Para que lograran pasar la censura impuesta por la dictadura recurrió nuevamente a sus amistades, entre ellas a la embajadora del Paraguay quién le presentó, especialmente, al General Arellano, fue él quién se encargó de visarlos en los primeros años para que el diario El Mercurio aceptara publicarlos. Fue también, gracias al mismo General Arellano que consiguió por oficio Nº 258 de fecha 19 de Agosto de 1974 de la Segunda Fiscalía Militar se ordenara a doña Eufemia Leyton D., Oficial Jefe de la Circunscripción de Independencia del servicio de Registro Civil e Identificación, dejar constancia que el Certificado de Defunción correspondiente a la inscripción E3488 del 19 de diciembre de 1973 del “Desconocido de sexo masculino que falleció el 14 de diciembre de 1973 y fue encontrado en Americo Vespucio altura 3.600 de 22 años de edad mas o menos; muerto a causa de heridas de balas múltiples “ correspondía a: Patricio Munita Castillo[39]. Este certificado le fue entregado a la familia por el ayudante del General Arellano, el Coronel Ibañez quién les dijo al momento que retiraron el documento “ que era como gran cosa que le entregaban el Certificado de Defunción de su hijo”. Resulta ignominioso que la entrega de un documento al que tenían todo el derecho a acceder los familiares directos haya sido un beneficio especial del que debían agradecer a las autoridades. A pesar de la posición privilegiada de la familia Castillo Munita, en la época, jamás logró que hubiera una aclaración por parte de la dictadura sobre cuales habían sido las causas que habían llevado a la muerte a su hijo, tampoco obtuvo información de la identidad de los culpables, lo único que consiguió fue que periodistas extranjeros le publicaran reportajes en los que narraba su largo peregrinaje hasta encontrar finalmente sin vida a su hijo Patricio. Lucía Castillo, no ha querido reconocer que su hijo fue un activo militante del MIR y que su consecuencia lo llevó a entregar su vida. Ella aún espera que la justicia castigue a los culpables del asesinato de “su niño”, cuya sonrisa quedó congelada a los 23 años en una foto blanco y negro. La vida le jugó un destino distinto al General Beza quién se mantuvo en el poder hasta el año 1980. Ese año, más precisamente, el 23 de julio de 1980, fueron secuestrados los estudiantes de periodismo de la Universidad Católica, Cecilia Alzamora y José Eduardo Jara. Eran los primeros secuestrados de una seguidilla que terminó, el día 30 de julio, con los secuestros en pleno centro de Santiago de dos conocidos periodistas de radios pertenecientes a la Iglesia católica, Guillermo Hormazábal director de prensa de radio Chilena y Mario Romero, jefe de prensa de Radio Presidente Ibáñez de Punta Arenas. La intensa campaña radial que pedía que se encontrara con vida a los dos periodistas tuvo sus efectos. A primeras horas del día 31 de julio fue liberado Guillermo Hormazábal, a las tres horas Romero junto a su hermano que también estaba desaparecido, aparecieron. Desafortunadamente Eduardo Jara no tuvo la misma suerte de el resto de los detenidos y fue liberado a las 4:30 de la mañana del día 2 de agosto junto a Cecilia Alzamora, pero Jara estaba en estado casi agónico y a las 8:05 de ese día murió de un paro cardiaco. En la investigación de este caso apareció culpable la Brigada de Homicidios de Investigaciones, a pesar que nunca se logró esclarecer en la justicia si este departamento de Investigaciones había actuado junto con gente de la CNI o si por el contrario había sido una orden emanada desde la Dirección de Investigaciones de Chile. Este episodio de violaciones a los derechos humanos en que se vio envuelta la Policía de Investigaciones de Chile significó la renuncia del General Baeza. De esa manera el hombre que había estado cercano, desde 1969, a la CIA en el complot del golpe de estado, pasaba a la vida civil oscuramente.[40] Aurelio Fernández Palma, fue detenido junto a otros sepultureros por la DINA tras la exhumación y cremación del cuerpo de Bautista Van Schouwen, perdió parte de su dentadura producto de los golpes y quedó con serios problemas psiquicos y de salud física, sin embargo mantuvo en secreto este episodio de su vida por temor a ser despedido de su empleo. Después siguió trabajando como sepulturero en el Patio 29 hasta el año 1991. Hoy trabaja haciendo pequeños trabajitos particulares en el Cementerio General. El detective Segismundo Pavez vive tranquilamente en una vieja casa cercana a avenida Matta. Piensa que todo lo que pasó en el país fue necesario para que regresara el orden y la prosperidad. Dice no tener nada de que arrepentirse. En cambio la historia de lo que sucedió con Bautista Van Schouwen fue bastante más triste. El MIR había decidido no cejar en la búsqueda de su líder, para ellos encargó al ex seminarista Germán Cortéz que acudiera a la oficina de Monseñor Fernando Ariztía, Obispo Auxiliar de Santiago, para que le pidiera ayuda que pudiera conducir a dilucidar que era lo que había sucedido en la Parroquia de Los Capuchinos. Monseñor Ariztía escuchó atentamente la petición que le hacía Germán Cortez y aceptó hacer las averiguaciones. Al día siguiente fue hasta el Convento, allí logró conversar con un sacerdote que le informó que efectivamente había habido un allanamiento en diciembre, donde dos jóvenes que se encontraban alojados en la parroquia habían sido detenidos junto al párroco. Esa constatación de las detenciones de Van Schouwen y Munita, Monseñor Ariztía, se la hizo saber a Germán Cortez quién luego la hizo llegar hasta la dirección del MIR. A falta de noticias sobre el real paradero de Van Schouwen, el MIR, fue construyendo una historia oficial que servía para mantener la moral de los militantes. Para eso se tomó la decisión de hacer un montaje de una fotografía que mostraba a Bautista en estado casi vegetal, supuestamente en el hospital naval de Valparaíso. Esta información fue entregada, con detalles clínicos, por el periodista Manuel Cavieses Donoso, en un encuentro de una Comisión Internacional Contra el Genocidio en la Ciudad de México. El texto escrito en el Diario “El Día” del jueves 20 de Febrero de 1975 dice así:[41] “Bien conocido es el caso de nuestro camarada Bautista Van Schouwen, médico de 31 años, dirigente revolucionario de conocida y brillante trayectoria. “Hoy podemos informar a esta comisión investigadora y a través de ella al mundo, que gracias a la valerosa actividad de un marino, patriota revolucionario, ligado a nuestro trabajo político en el seno de las fuerzas armadas, disponemos de un testimonio irrefutable del paradero y de la situación en que se encuentra Bautista Van Schouwen. “La presencia del compañero Van Schouwen en el hospital naval de Valparaíso es un hermético secreto militar y se rodea de máximas medidas de seguridad. A este hospital son llevados, en parecidas condiciones de sigilo, los compañeros torturados en el fuerte Silva Palma, sede de la infantería de marina en Valparaíso, el principal puerto chileno. “La fotografía que hoy entregamos al conocimiento de ustedes nos permite afirmar que Bautista Van Schouwen está vivo y que la presión internacional podría obtener que la junta militar permita verlo a testigos calificados. Nuestro camarada marino que logró romper mediante esta fotografía el secreto que rodea la presencia de Van Schouwen en el Hospital Naval de Valparaíso pudo copiar, además, la hoja de evolución diaria del paciente, este documento interno de ese hospital que corresponde al día 5 de febrero de 1975. “La hoja clínica del hospital naval a que me estoy refiriendo dice textualmente: “Enfermo somnoliento, no coopera, responde con monosílabos. Las contusiones, hematomas y escoriaciones en las extremidades están mejor, lo mismo el antebrazo izquierdo. Se reabsorben los hematomas en el abdomen y espalda. La contusión del hombro derecho continúa dolorosa, lo mismo el acentuado edema y enrojecimiento del glande”. “Reacciona escasamente a la estimulación dolorosa en los miembros inferiores. La movilización pasiva demuestra hipotoma. Reflejos disminuidos. Se solicitan radiografías de tórax y de columna vertebral y lumbar, AP y LA”.” Este informe, por cierto falso, hasta hoy no se sabe de donde salió y quienes pudieron haber entregado una información tan detallada de su estado de salud, más aún cuando estaba muerto y cremado. Quienes pueden dar esa información, hoy figuran en las listas de muertos o desaparecidos, como Edgardo Enríquez, Germán Cortéz y otros. Lo que si es cierto es que esta información sirvió a la Dina para mantener la angustia en la familia, entre sus compañeros y amigos. En Julio de 1974 Lucía Gevert cónsul chilena en Alemania, informa a la comunidad chilena exiliada que “Bautista Van Schouwen estaba preso y que tendría que someterse a una operación quirúrgica en algún hospital de Santiago”. No cabe duda que esta respuesta de una personera de la delegación chilena en Alemania correspondía a una versión oficial entregada por el gobierno a través de la Cancillería chilena, Ministerio que fue puesto al servicio de la DINA.[42] El 21 de Agosto de 1974 El Mercurio titulaba “Denegada Libertad de Ex Alto Jefe del MIR” en la bajada de título decía “Corte de Apelaciones no dio lugar a recurso de amparo” líneas más abajo decía “Por graves delitos, que están suficientemente configurados en el proceso que se le sigue a Bautista Van Schouwen en la Primera Fiscalía Militar de Santiago, este elemento extremista fue detenido el 13 de diciembre de 1973, poco después del pronunciamiento militar del 11 de septiembre pasado.” La pregunta que surge ¿Fue un error involuntario de El Mercurio que confundió la detención de su hermano, Roberto Fernando Van Schouwen Vasey con la de Bautista? o ¿El Mercurio se prestó ganoso al montaje de inteligencia de la DINA?. Hasta ahora “El Decano de la Prensa Nacional” como pomposamente se le llama en Chile, jamás ha dado las excusas a los familiares de Bautista Van Schouwen por el daño causado. El año 1975 la DINA obligó, a miembros conocidos del MIR que se encontraban detenidos en el centro de torturas de Villa Grimaldi, a dar una conferencia de prensa por televisión a todo el país llamando a deponer su resistencia de los militantes que aún se encontraban en la clandestinidad. Este plan tenía el sentido de quebrar la unidad y la moral de los militantes del MIR -tanto los que se encontraban en libertad como los presos-. Para eso Pedro Espinoza seleccionó a un grupo de detenidos para que hicieran un documento crítico sobre el MIR a cambio de su libertad. “Un[43] día en la noche me sacaron de la pieza grande, vendado y encadenado, llevándome hasta la casa principal, donde me hicieron entrar en una sala. Ahí pude ver al Comandante “Rodrigo”, Pedro Espinoza, sentado detrás de una mesa y en un sofá, frente a él, mi esposa, a quién no veía desde que caímos detenidos. Ella puso una cara de susto muy grande al verme. En verdad yo debía estar horrible, ya que, además de sucio, tenía la nariz muy hinchada, pues me la habían fracturado a golpes y mi ropa y la venda de los ojos estaban manchadas de sangre. Yo me emocioné mucho al ver a Ofelia sentada ahí, con esa mirada llena de tristeza y miedo. Me mandaron a sentarme a su lado y el comandante “Rodrigo” me hizo el siguiente discurso: que yo era el detenido mirista con más jerarquía de los que ahí estaban, que ya había podido darme cuenta de que nuestra situación como partido era catastrófica y que me pedía hacer un llamado público a mis compañeros para abandonar la resistencia al régimen militar. “Cuando conté a mis compañeros sobre la propuesta de “Rodrigo Terranova”, ellos me informaron que, mientras yo estaba fuera, el CAPITAN MIGUEL -Krassnof Marchenko- había ido a conversar sobre la misma idea con “Gustavo”, “Marco Antonio”, “Lucas” y otros, de una manera al parecer bastante más inteligente, argumentando sobre los costos de la política del MIR y su ineficacia. Entonces comenzamos a manejar la absurda idea de que la declaración pública que nos pedían nos permitiría mandar un mensaje al partido sobre como estaban realmente las cosas, muy distante de la autoimagen triunfalista reflejada por nuestros propios comunicados internos, elaborados en libertad. En estas conversaciones participaron los detenidos que ya mencioné que se encontraban en la pieza grande y el único que se opuso fue el “guatón Billy”, alegando que esto no sería entendido y no tendría la utilidad que esperábamos. “Decidimos hacer la declaración, suponiendo que podría tener un costo inmediato alto, pero un efecto positivo a largo plazo. Se decidió también que el texto lo trabajara una comisión, integrada por “Lucas”, “Marco Antonio”, “Condoro”, ”Gustavo”, “Miguel”, “Iván” y yo mismo. Informamos esto al CAPITAN MIGUEL, quien ordenó nuestro traslado a otra pieza, más chica, que quedaba casi enfrente de la sala de la “parrilla”, camino al baño. Nos facilitaron una máquina de escribir y papel. Hicimos un primer documento que entregamos al CAPITAN MIGUEL, quien estuvo a cargo de esta maniobra todo el tiempo. El texto contenía una crítica a la línea política del MIR hasta ese momento y una lista de militantes presos y muertos. La DINA lo estudió y exigió una serie de modificaciones. se nos obligó a poner como exiliados algunos militantes que nosotros habíamos puesto como presos, bajo el argumento que habían sido dejados en libertad o lo serían en los próximos días. En especial me recuerdo los casos de MARTIN ELGUETA, que se nos dijo que había sido expulsado del país y de BAUTISTA VAN SCHOUWEN, el cual, según el CAPITAN MIGUEL, también sería liberado o expulsado en breve para demostrar que estaba vivo y terminar con la campaña por su liberación...” Esta declaración hecha años más tarde por uno de los integrantes del grupo que dio la conferencia de prensa, Hernán González, confirma que si la DINA no fue quien creó las variadas versiones que hablaban de un Van Schouwen detenido y enfermo en distintos hospitales de las fuerzas armadas, si hizo uso de ellas para manipular perversamente estas versiones y crear espectativas a quienes esperaban volverlo a ver con vida. Finalmente la DINA inventó otra mentira más para ocultar su crimen. En febrero de 1978 la Junta Militar, informó ante una solicitud de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Américanos (OEA) que Bautista Van Schouwen “...viajó a Cuba el 2 de febrero de 1973 con pasaporte chileno Nº 2743 sin que exista constancia que haya reingresado al territorio nacional”[44] Los hombres de la DINA que posiblemente participan en las detenciones y asesinatos de Patricio Munita y Bautista Van Schouwen V. Marcelo Morén Brito, Mayor de Ejército, quién de acuerdo a lo anteriormente expuesto en estos relatos aparece mencionado en todas las declaraciones que son atingente a este caso, además es uno de los primeros hombres de la DINA, está acreditado en su participación en la “Caravana de la Muerte”. Ricardo Lawrence Mires, Teniente de Carabineros, él es descrito por Ana María Moreira como el oficial que la interroga en su segunda detención y que le dice “Volvemos a encontrarnos”, por lo tanto había estado en su primera detención y era del grupo que trata de reparar ante el “Jefe Contreras” el error cometido con la muerte de Van Schouwen y Munita. Manuel Leyton Robles, quién comenta en marzo de 1974, ante un grupo de agentes que se encuentran limpiando la casa de Villa Grimaldi, que allí habrían llevado a dos detenidos importantes que habían muerto en las torturas. No hay registros de otros dos detenidos importantes que hayan muerto en la tortura antes de esa fecha. José Yévenes alias “el Kiko”, suboficial de carabineros que se integra a la DINA en noviembre del año 1973 y lo menciona la Señora Carlota Vassey como uno de los hombres que participan en la detención de su hijo. ¿Qué ha pasado con cada uno de estos nombres que se mencionan?. Marcelo Morén Brito vive tranquilo y cómodamente en un lujoso departamento en Américo Vespucio Sur Nº 101, Torre A, Dpto 36. A pesar que está reconocido como un hombre brutal en la DINA y que participó en la tortura y muerte de varios detenidos, no ha sido castigado por la justicia porque todos sus crímenes se encuentran amnistiados por la Ley de amnistía de 1978. Ricardo Lawrence Mires vive actualmente en San Felipe y a pesar que hubo un tiempo que estuvo abandonado por sus pares y transitaba como chofer de un taxi Lada por Santiago, logró reponerse económicamente, cuando comenzaron los juicios por derechos humanos en los primeros años de la transición, al amparo de sus camaradas de la DINA. Manuel Robles Leyton, no tuvo tanta suerte y fue asesinado por sus propios camaradas de la DINA. En este asesinato participó Michael Tonwley y en él se probó el efecto del gas Zarín. José Yevenes vive cómodamente en una agradable casita el barrio San Luis de Macul en la comuna de Peñalolén de Santiago, recibe su jubilación de suboficial en retiro y trabaja en el hospital de los Carabineros, DIPRECA, como asesor de seguridad y tiene un programa de radio donde rinde permanentes homenajes a su personaje preferido, Violeta Parra. Pero quienes pueden dar todos los detalles de estas detenciones y posteriores asesinatos son el General Pinochet, hoy Senador Vitalicio, quién conocía perfectamente lo que había pasado en la parroquia de los Capuchinos lugar de detención, posteriormente en la morgue y en el Cementerio General. Por lo menos así se lo hizo saber al General Baeza a quién amenazó en su despacho por haber participado en la búsqueda del cadáver de su sobrino, Patricio Munita. El otro hombre que sabe quienes fueron los hombres que participaron en las detenciones y asesinatos es el General Manuel Contreras S. que fue quién acudió a su jefe para lamentarse por la intervención de un general en su trabajo. Han pasado casi veinticinco años desde que tres personas fueran sacado de la Parroquia de los Capuchinos, a plena luz del día y con destino desconocido. A partir de ese momento muchas personas aquí nombradas y otras que no aparecen por ser desconocidas, comenzaron a investigar lo que había sucedido con dos de ellos que nunca volvieron, Bautista y Patricio. Hoy a la luz de los antecedentes reunidos se puede decir que por lo menos hay tres culpables de las muertes y desaparición del cuerpo de Bautista Van Schouwen. Comenzando por Augusto Pinochet Ugarte quién supo por Manuel Contreras Sepúlveda de la exhumación de Patricio Munita, cuyo cuerpo se encontraba enterrado junto a Van Schouwen con quién habían sido detenido, asesinado y enterrado el mismo día. La pregunta que cabe ¿Era Patricio Munita tan importante para la DINA que moviliza a Contreras a acusar al General Baeza, de quién supone fue el que investigó y dio la información sobre su paradero en el patio 29, con Pinochet? o fue la rabia de Contreras al saber que este descubrimiento dejaría la evidencia que el cuerpo de Van Schouwen, quién era buscado por la dictadura desde el mismo día del golpe de estado con ofrecimiento de recompensa, se encontraba también en el Patio 29. Otro de los nombres implicados en este caso es el de Marcelo Morén Brito, quién se encarga de detener y torturar a las tres personas que caen detenidas por su relación directa o indirecta con las detenciones de Munita y Van Schouwen, también es el único nombre que el padre White hace mención después de quedar libre. Otro nombre clave es el del General Arellano Stark quién era para la fecha el Comandante en Jefe de la Guarnición de Santiago y de la II División del Ejército y por lo tanto debía estar en conocimiento de todos aquellos procesos que movilizaban a un gran contingente de las Fuerzas Armadas y por lo tanto debió estar informado del gran operativo que se iba a hacer la mañana del 13 de diciembre en la Parroquia de Los Capuchinos. Hay otros muchos cómplices que por decisión u omisión han cooperado con los delitos que van desde el secuestro, torturas, asesinato, inhumación ilegal, exhumación ilegal, ocultamiento de documentos que confirmaban la identidad de los muertos y la cremación ilegal de Van Schouwen. [1] Germán Cortez fue miembro de la Comisión Política del MIR, es uno de los últimos detenidos que pasó por Villa Grimaldi. El 18 de Enero de 1976 fue asesinado por la DINA. Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación Febrero de 1991 [2] Monseñor Fernando Ariztía, entrevista telefónica con la autora del libro, 15 de agosto de 1998. Esta misma información la entrega por oficio (Nº1682) al Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago el 31 de julio de 19991. [3] República de Chile Secretaría General de Gobierno, Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile, 2ª edición, Editorial Lord Cochrane S.A. Santiago de Chile, año 1973. Este libro es un intento burdo de justificar el golpe de estado. En él se exponen los supuestos planes del “Plan Z”. [4] Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995. [5] Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995. [6] Id. [7] Con fecha 23 de agosto de 1991 fue entregada a un organísmo del gobierno democrático de Patricio Aylwin una fotocopia que contiene la ficha dactiloscopica del Servicio de Identificación, hecha a Bautista Van Schouwen Vasey en Concepción el 23 de diciembre de 1959. Por el anverso de la fotocopia figura una “ficha de la Comisaría” de fecha 14-XII-73 con el Nº 3951 referida a un NN másculino y figura como observación “Tcia Villa Macul”. En la parte inferior del reverso con la ficha de las huellas que según el timbre fechador fue revisada el “17-dic-1973” y entre otras anotaciones a mano se puede leer con claridad: Informado por oficio Nº 62577 Informado por teléfono 3-1-74 [8] General en retiro Ernesto Baeza, entrevista con la autora del libro 16 de diciembre de 1995 [9] V Zubenko K. Tarásov, La CIA contra América Latina, editorial progreso, Moscú, 1984, pag 127 [10] Ernesto Baeza, entrevista con la autora del libro, 16 de diciembre de 1995 [11] Id. [12] Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996 [13] Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996 [14] General en retiro Ernesto Beza, entrevista con la autora del libro, 16 de diciembre de 1995 [15] Nelson Gutiérrez ex dirigente del MIR, conversación con la autora del libro, 12 de enero 1996 [16] Ver Miguel Enríquez 1944-1974, Recopilación de Escritos, ediciones Resistencia Popular, La Habana Cuba, tomo IV, año 1985, pág 11. [17] Sra. Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995 [18] Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995 [19] Id. [20] Aurelio Fernández, entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995 [21] General en retiro Ernesto Baeza, entrevista con la autora del libro, 16 de diciembre de 1995 [22] Dr. Carlos Aguirre Nehuaus, Médico Director Area Hospitalaria Norte. Resolución: 1º AUTORIZASE la exhumación y traslados de los restos de D.I. N.N. (AUTOPSIA 3950 Foja 176 fallecido a causa de HERIDA MULTIPLES A BALA sepultado en el Cementerio GENERAL de la localidad de SANTIAGO para sepultarlo en el Cementerio CATOLICO de la localidad de SANTIAGO siempre que se encuentren encerrados en ataud que no ofrezca peligro alguno para la salud pública. [22] Comprobante de Recaudación Nº 2713 de fecha 15. FEB. 974 del Cementerio General, correspondiente a los restos de N.N. (Autopsia 3950, fojas 176, Patio 29, Sep. 2336), a Cementerio Católico de Santiago. Del Cementerio Católico Parroquial, ubicado en Avenida Valdivieso Nº 550, Santiago, se constató en el Libro de Ingreso de Sepultaciones, a Fojas 239 del 15. FEB. 974, la sepultación de N.N. exhumado del Cementerio General que fue reconocido como Patricio MUNITA CASTILLO. [24] Lucía Castillo y Aurelio Fernández, entrevista con la autora del libro, año 1995 [25] Marcelo Germán Vergara, testimonio a la investigación aportados al Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago, 24 de diciembre de 1993 [26] Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro,15 de septiembre de 1995 [27] Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995. [28] Aurelio Fernández P., encuentro en el Cementerio General, donde por primera vez vio una foto original de Bautista Von Schouwen, noviembre de 1995 [29] Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995 [30] General en retiro Ernesto Baeza, entrevista con la autora de este libro, 16 de diciembre de 1995. Estas palabras fueron ratificadas en el careo entre la periodista y el General en el Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago. [31] Sergio Arellano S, Oficio Nº 151, 25 de Marzo de 1974 [32] Oscar Bonilla B. Ministerio del Interior Asesoría Jurídica Oficio Nº 708, 19 de marzo de 1974 [33] Julio Rada, Prefectura de Santiago Oficio 267, 13 de marzo de 1974. [34] Juan Herrera D., Director del Hospital Militar, Oficio reservado 637, 25 de marzo de 1974 [35] Sentencia pronunciada por los Ministros Rubén Galecio, Dn. Arnaldo Toro y Dn. Abraham Meersohn. [36] Hector Valenzuela V, escrito presentado a la Sexta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, causa 174-74, 20 de junio de 1974. [37] Corte de Apelaciones de santiago, causa rol 731-74. [38] Ana María Moreira fue detenida el día 28 de enero de 1975, es llevada a Villa Grimaldi donde permanece 15 días. En ese período cae gran parte de las estructuras clandestinas del MIR: aparato Internacional, un grupo importante de las Fuerzas Centrales y el Regional Valparaíso. Información de la investigación de Pedro Matta extraída de los datos del Archivo de la Vicaría de la Solidaridad. [39] Información obtenida del Certificado de Defunción de Patricio Munita C. [40] V. Zubenko K. Tarásov, La CIA Contra América Latina, Editorial Progreso, 1984, pag.127 [41] Archivos de la Vicaría de la Solidaridad. Recorte de prensa Diario el Día de México, 20 de febrero de 1975 [42] Archivos de la Vicaría de la solidaridad. [43] Hector Hernán González Osorio, declaración jurada, 20 de septiembre de 1990 [44] Ver Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Volumen 1, Santiago de Chile, Febrero de 1991, pág 217. |
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