Olderock Benhard Ingrid Felicitas

Rut:

Cargos:

Grado : Mayor

Rama : Carabineros

Organismos : Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)

Año Fallecimiento : 2001


El "escalafón femenino" de la tortura

Fuente :El Siglo, edición 1221, 2005

Categoría : Prensa

Junto a los torturadores consumados, entre los agentes más crueles en la sala de torturas aparecen las mujeres que se pusieron al servicio del terror. Un número muy importante estuvo en labores administrativas que permitieron el funcionamiento de los aparatos represivos, pero también en Chile las hubo en funciones operativas directas, en secuestros, torturas, ejecuciones y desaparición de prisioneros. Ésta es una muestra.

Ingrid Felicitas Olderock Benhard. Tuvo a cargo el entrenamiento del perro pastor alemán Volodia que se usó para violar a varias prisioneras en la Venda Sexy.

Simultáneamente a poner en operación el Cuartel Ollagüe, la DINA también puso en operación este centro de torturas conocido entre los detenidos como la Venda Sexy , aludiendo al hecho que una parte importante de las torturas que aquí se llevaron a cabo tuvieron relación con violaciones y aberraciones sexuales, entre las cuales estuvo el adiestrar a un perro ovejero alemán –al cual los agentes pusieron el nombre de Volodia, en referencia a un escritor entonces alto dirigente del Partido Comunista– para que éste violara a las detenidas que eran forzadas a asumir una posición que facilitara la penetración por parte del animal.

La Venda Sexy, al igual que el Cuartel Ollagüe, fue anteriormente una residencia particular en un sector de clase media. Este centro de torturas funcionó continua y sistemáticamente entre los meses de agosto a diciembre de 1974, aunque siguió siendo utilizada ocasionalmente en fechas posteriores. Durante el período en referencia una treintena de personas fueron muertas como producto de las torturas que les fueron aplicadas, o simplemente, fueron asesinadas.

Rosa Humilde Ramos. El importante caso del secuestro de Miguel Angel Sandoval se une al conocido como "de los 119", por el número de quienes se intentó hacer aparecer como muertos en riñas internas en Argentina en la denominada "Operación Colombo".

Testigos del secuestro de Sandoval relatan haberlo visto en Villa Grimaldi hasta el 10 de febrero de 1975, día en que es sacado junto a María Isabel Joui Petersen, María Teresa Eltit Contreras, Renato Sepúlveda Guajardo, Jorge Herrera Jofré y Claudio Silva Peralta, todos desaparecidos.

El testimonio de María Isabel Matamala entrega otro dato: fue detenida por Osvaldo Romo y llevada a Villa Grimaldi, torturada durante 15 días por el mismo Romo y Basclay Zapata, e interrogada por Moren, Krassnoff, Laureani, Ricardo Lawrence, Ferrer y una mujer apodada "la comandante", cuyo nombre era Rosa Humilde Ramos.

La sobreviviente María Salinas Farfán señala que vio a muchos detenidos que hoy están desaparecidos y que, entre los agentes, puede reconocer a Romo, Laureani, Krassnoff, Moren Brito, Luz Arce, Marcia Merino y Alicia Gómez (María Alicia Uribe Gómez), (a) La Carola (izq.).

Osvaldo Romo reconoce que entre los torturadores de Villa Grimaldi estaban César Manríquez, Wenderot y Palmira Almuna. Basclay Zapata, alias "el Troglo", declara que "en 1975 se casó con Teresa Osorio Navarro, también funcionaria del organismo" y que salía junto a Luz Arce a "porotear" en un vehículo por las calles de Santiago.

Teresa Osorio dice haber "ingresado como empleada civil de la Armada en 1974, siendo destinada a trabajar en la DINA, en el cuartel de Villa Grimaldi, como secretaria de Krassnoff. Supo que los agentes de la DINA estaban divididos en grupos, denominados ‘Halcón’, ‘Purén’, ‘Aguila’ y otros, llamándose ‘Caupolicán’ el conjunto de éstos. Reitera sus dichos en careo con Eugenio Fieldhouse (también agente), insistiendo que ella no salía a detener".

Fieldhouse, proveniente de Investigaciones, admite que entre los agentes de Villa Grimaldi se encontraban Teresa Osorio, Rosa Humilde Ramos y Palmira Almuna. Mientras que el sobreviviente Raúl Flores Castillo relata que fue detenido "por sujetos armados, uno de los cuales se identificó como Osvaldo Romo, lo subieron a un vehículo en el que había más personas, una mujer a la que le decían ‘la negra’ (Teresa Osorio) y un sujeto al que llamaban ‘el Troglo’".

Si bien muchas de las mujeres que pertenecieron a la DINA realizaron labores administrativas, existe un equipo que ha sido catalogado por los sobrevivientes como "las más sádicas y crueles". Entre ellas destacó la subteniente de Carabineros Ingrid Felicitas Olderock Oelckers, quien fuera instructora de torturadores ya en la escuela inicial de Tejas Verdes. Como integrante de la Brigada Purén fue adiestradora de los perros usados en las vejaciones sexuales cometidas contra hombres y mujeres en el cuartel secreto "Venda Sexy".

Palmira Isabel Almuna Guzmán, alias La Pepa, también subteniente de Carabineros, fue integrante de la Brigada Purén y torturadora en José Domingo Cañas bajo las órdenes de Ciro Torré Sáez, posteriormente trabajó bajo las órdenes de Pedro Espinoza Bravo.

Era la encargada de seleccionar e instruir a futuras agentes, que eran infiltradas como mujeres frívolas y bonitas en diversos ámbitos de relevancia política nacional. Pasó a la CNI y en 1985 retornó a Carabineros, desempeñándose en un centro correccional de menores en Iquique con el grado de comandante del escalafón femenino. Fue denunciada en su casa de Luis Beltrán 1000, en Pudahuel, el 31 de mayo de 2003, luego de lo cual no se le ha vuelto a ver por el barrio, probablemente viviría en Iquique.

Nélida Gutiérrez Rivera fue secretaria privada y amante de Manuel Contreras. Luego de la detención de su jefe, continuó como su secretaria a media jornada en las oficinas que éste tenía en la calle Ricardo Lyon, el resto del tiempo lo dedicaba a su Boutique "Mané" (Manuel y Nélida) en el caracol de Lyon y Providencia.

Si bien no se conoce con certeza el rol que cumplió Viviana Pincetti Barra, que aparece recibiendo sueldos de la DINA y es hija de Osvaldo Pincetti Gac, alias "charla", su padre la llevaba de "visita" a Villa Grimaldi y otros cuarteles del organismo represivo.

Variados testimonios hablan del terrible rol que cumplió Marcia Alejandra Evelyn Merino Vega, alias "la flaca Alejandra", como agente tras ser militante del MIR. Por estos días vive en una zona insular de Chile, desde la que viaja a Santiago para prestar declaraciones en los diversos juicios contra la DINA.

Luz Arce Sandoval, Convertida en agente pasó de militante del PS a la DINA. Sobrevivientes la recuerdan presente en las sesiones de tortura en Villa Grimaldi, Londres 38 y Cuatro Alamos. Continuó su trabajo en la CNI y en 1990 se puso a disposición de los tribunales para declarar en casos de desaparecidos. Hoy vive fuera de Chile y retorna circunstancialmente para aportar datos en procesos judiciales.

María Alicia Uribe Gómez, alias "Carola", de militante del MIR pasó a ser agente de la DINA, luego de la CNI y después de 1990 fue integrada al DINE. Junto a otras colaboradoras efectuaban verdaderos "desfiles de moda" con la ropa de prisioneras asesinadas en los cuarteles de la DINA. Fue vista en Villa Grimaldi, Cuatro Alamos y José Domingo Cañas.

Como "la comandante" era conocida Rosa Humilde Ramos Hernández, torturadora en José Domingo Cañas y Villa Grimaldi e integrante de la Agrupación Aguila de la Brigada Caupolicán. Su recuerdo es imborrable entre los sobrevivientes por su apariencia masculina y el sadismo que aplicaba en las torturas. Cruel es también María Teresa Osorio, alias "Soledad" o "la negra", esposa de Basclay Zapata.

En la Brigada Purén, dedicada a la represión del PS, el PC y la DC, aparecen con funciones la detective Ximena San Juan, Elsa del Tránsito Lagos Salazar, Francisca del Carmen Cerda Galleguillos y Nancy Edulia Vásquez Torrejón, alias "Pelusa".

En la Agrupación Halcón II de la Brigada Caupolicán, grupo que participó en el enfrentamiento con Miguel Enríquez, estaba María Gabriela Ordenes, alias "Marisol", a quien se vio presente en sesiones de tortura.

Agentes en funciones administrativas eran:

– Mirtha Espinoza Caamaño, secretaria de la DINA, que trabajó bajo el mando de Augusto Deitchler en la Subdirección de Inteligencia Interior.
– María Gabriela Coll Webar, secretaria del staff del Cuartel General.
– Marta Smock Teixido, secretaria del staff del Cuartel General en la Subdirección de Inteligencia Económica. – Sandra Montecinos Sepúlveda, secretaria del staff del Cuartel General.
– Eliana Quilodrán, alias "Ely", agente de la Dirección de Operaciones que actuaba bajo el mando de Pedro Espinoza Bravo en la sección de Educación e Informática.
– Teresa Aburto, secretaria de la Sección C-2, que continuó trabajando en la CNI y luego en el DINE.
– Enriqueta Salazar Contreras, secretaria de la Subdirección de Inteligencia Interior con labores directas con Rolf Wenderoth y que luego sería integrada a Carabineros.
– Maribel Maringue Moya, secretaria del Subdirector tras la salida de Wenderoth, y que posteriormente continúa cumpliendo funciones en la dirección de la CNI.

También aparecen:

– Ana María Rubio de la Cruz, alias "Carmen Gutiérrez", suboficial del Ejército y secretaria de la Subdirección de Inteligencia Exterior, implicada en el asesinato del general Carlos Prats y su esposa.
– María Eliana Moncada Prieto, secretaria de la Subdirección de Inteligencia Exterior, que luego se integra al Departamento de Contrainteligencia.
– Sara Aguila Márquez, asistente social de la Subdirección de Personal.
– Carmen Avila Ferrada, secretaria de Arturo Ureta Siré en la Subdirección de Inteligencia Exterior, posteriormente pasa a cumplir el mismo cargo en la CNI, bajo el mando del Coronel Suau.
– Alejandra Damián Serrano, que utilizaba el alias "Roxana", era secretaria de Michel Townley.

La enfermera María Eliana Bolumburú Taboada (Bolumburó según la lista de "Elissalde y Poblete") integró la Brigada de Salubridad de la DINA, trabajando en las clínicas clandestinas junto a varios médicos que asesoraban las torturas. El último dato de su paradero la ubicaba trabajando en una empresa farmoquímica de la calle Ejército y viviendo en una villa de Maipú.

La chica del Comando Conjunto

Parece que la única mujer del Comando Conjunto es la famosa Pochi, a quien se le vio vestida de uniforme escolar preguntando por personas que luego serían secuestradas. También estuvo activa en las torturas que se le infligieron a decenas de prisioneros en los centros clandestinos de tortura conocidos como Nido 20 y Nido 18.

Viviana Lucinda Ugarte Sandoval, fue soldado (r) de la FACH, con destinación a la DIFA y al Comando Conjunto. Cónyuge del general Patricio Campos Montecinos, director general de Aeronáutica Civil hasta la denuncia realizada por el diario La Nación. Procesada en dictadura por el ministro Cerda como autora de asociación ilícita criminal y cómplice de la desaparición de Reinalda Pereira y Edrás Pinto, amnistiada por el juez Manuel Silva Ibáñez. Por estos días sigue siendo involucrada en los procesos que se llevan contra el Comando Conjunto.


Mujeres que torturan 

Fuente :PuntoFinal 31de Agosto 2012

Categoría : Prensa

Frente a nuestra celda en el subterráneo tenebroso de la CNI de la calle Borgoño, estaba encerrada una mujer. Sus gritos se confundieron con los nuestros cuando nos dieron la primera brutal andanada de golpes, tras bajar los trece peldaños hacia el subterráneo. 

Las instalaciones estaban llenas. Pocos días antes, un grupo de patriotas intentó el tiranicidio y las detenciones y razias arreciaban. En venganza habían sido asesinados cuatro personas. Una estela de terror cruzaba el territorio.

Las celdas del cuartel de Borgoño eran amarillas y medían cinco pasos cortos de largo y de ancho, a lo más un metro veinte. Una puerta de fierro, una ventanilla y un camastro de concreto.

A la mujer de la celda de enfrente la torturaban mucho. Le preguntaban por el desembarco de armas de Carrizal y sus gritos aumentaban nuestro miedo en esos pasadizos monstruosos. La televisión era subida de volumen y se oía la voz inconfundible de Enrique Maluenda. Por los gritos que llegaban a pesar de la televisión, era posible saber que el trato dado a la mujer era mucho más terrible que el reservado a los hombres. Al que estaba a cargo de la tortura lo reconocíamos por el ruido que hacía con una cadena y por su silbido, cuando iba por alguien a las celdas. Entonces, comenzábamos a tiritar.

A la prisionera de la celda de enfrente era una mujer la que la llevaba a la sala de tortura. La sacaba en medio de amenazas, golpes, ofensas, humillaciones, sin importarle su llanto aterrado ni sus súplicas. Y luego, desde nuestras celdas, podíamos escuchar, a pesar del Show de la una, cómo la torturaban. Al rato, era devuelta a su celda, llorando de una forma desgarradora, mientras la mujer a cargo de su vigilancia le propinaba un trato brutal de golpes, insultos y amenazas. 

La voz de esa mujer torturadora causaba un miedo adicional en esos pasillos del terror, pero era la de una mujer común. No tenía una carraspera adjudicable a una loca, ni la ronquera de una poseída, ni el balbuceo de una alcohólica. Parecía ser la de una oficinista, una dueña de casa, una vendedora. No tenía voz de torturadora. Pero lo era.

De vez en cuando, en la noche, la mujer de la celda de enfrente se ponía a gritar. Serían sus pesadillas, sus dolores, su terror. Entonces aparecía la mujer que la custodiaba, abría la celda y la golpeaba e insultaba de una manera mucho más brutal, cruel y agresiva a como lo hacían los hombres, sus colegas y jefes de la CNI. 

Una mujer aterrorizaba a otra mujer indefensa, rendida, torturada, en el límite de sus fuerzas, presa de la desesperación y del miedo más profundo.

Estos recuerdos aparecen en el momento en que se ve al contingente de carabineras que fue encargado de sacar a las muchachas del Liceo Carmela Carvajal, quienes mantenían tomado su colegio en una muestra soberbia de dignidad y solidaridad. Fueron detenidas y golpeadas de una manera insana.

No hay entre las muchachas dos opiniones respecto de esas mujeres policías en su rol indigno de carceleras. Maltrataron, humillaron, golpearon con ferocidad, con un lenguaje grosero y una brutalidad que el sentido común cree propio de los hombres y no de las mujeres. Las niñas coinciden que esas mujeres vestidas de verde fueron mucho más agresivas y malas que sus colegas hombres: “Son más perras”, dijeron a coro.

Varias preguntas quedan en el aire: ¿Cómo una mujer, madre, hija, puede llegar a ser la castigadora cruel e insensible de una niña de quince años? ¿Qué proceso traumático debe sufrir una mujer para llegar a ese límite grotesco y horrible, qué agresión temprana, qué zurra paterna habrá dejado esa huella cobarde que se demuestra en toda su magnitud trágica en esas mujeres policías? ¿Qué formación reciben en sus escuelas matrices que las hace actuar como poseídas del odio más feroz contra muchachas de primero medio?

Nada bueno se puede estar incubando en esa tropa de mujeres policías, que decidieron seguir una carrera atraídas por un futuro estable, al servicio de la gente. De una manera lastimosa terminaron en conductas que no aparecen en los folletos promocionales de la institución. 

Conocido fue el caso de la mujer policía que durante la dictadura fue capaz de adiestrar perros para violar a detenidas. Y otras, a las que se les probó su paso por las brigadas de la Dina, que secuestraron, torturaron, asesinaron e hicieron desaparecer a personas.

La policía es necesaria en toda sociedad. El pueblo les encarga el uso de la fuerza para mantener el orden y la seguridad de las personas. Pero no para que se ganen la vida aterrorizando a niñas y niños. Jamás una persona normal podría justificar como propio de un trabajo sano el castigo, el golpe aleve, la burla, la humillación.

Estas mujeres, a cambio de un sueldo y las posibilidades de una carrera, se someten en conciencia a la vileza de castigar sin asomo de sentimientos a una niña de escasos catorce o quince años, como parte de su currículum, de su formación integral de policía, como condición de valer militar para el ascenso. Son utilizadas por los mandos para inocular una dosis extra de miedo en las estudiantes. Son lanzadas al ataque no para hacer más blando el castigo, considerando la rudeza extrema de los subordinados varones, sino para hacerlo más perverso.
Las imágenes muestran a mujeres policías enfundadas en uniformes verdes, peinadas correctamente, usando aritos de perlas y arrastrando sin misericordia a niñas que podrían ser sus hijas. Pero que no lo serán jamás.


Alejandra Holzapfel: Yo sobreviví a Venda Sexy

Fuente :The Clinic 11 de  Septiembre 2013

Categoría : Prensa

Alejandra tenía 19 años cuando fue tomada prisionera por la DINA. Desde 1974 a 1975 estuvo detenida en Villa Grimaldi, Venda Sexy, Tres Álamos y Cuatro Álamos. Fue violada por el guatón Romo y violentada sexualmente con un perro pastor alemán al que los agentes de la dictadura llamaban Volodia. Pese a todo, no lograron doblegarla: “Pasamos atrocidades, pero somos capaces de ser felices porque somos personas dignas. Nuestros torturadores, no”, declara.

Primavera de 1976: Alejandra Holzapfel Picarte (21) entra corriendo -los puños apretados, la respiración entrecortada, los ojos enrojecidos- a su departamento en el block Karl Marx 34 en Potsdam, Alemania, donde vive su exilio desde 1975. Casi rompe su polera y pantalón mientras, llorando, se desnuda. Tropieza al empujar la puerta del baño y, aún sin recuperar el equilibrio, entra a la ducha y abre la llave del agua. Toma una esponja y comienza a refregarse el cuerpo con tanta vehemencia que se le irrita la piel, pero sigue tratando de quitarse la suciedad imaginaria. De golpe, llegan los recuerdos: ella vendada, sin ropa, sobre un camastro, violada por Osvaldo Romo; ella en el suelo, sujetada por agentes de la DINA, mientras una mayor de carabineros dirige a un perro amaestrado para ultrajarla. Sale a su dormitorio, aún estilando, cubierta sólo por una toalla. Se sienta en la cama frente a un espejo y se observa.

Ese día, por vez primera desde su paso por los centros de tortura pinochetista, Alejandra tuvo un contacto romántico con un hombre y fue un desastre. Su amigo Pepe Fuica -un militante socialista a quien conoce hace un par de meses, cuando la convenció de entregar su testimonio como torturada política a Naciones Unidas-, la besó de improviso mientras caminaban por su barrio en Am Stern. Para él, se trató de un arrebato amoroso. Para ella, el que la tomara por sorpresa fue arrastrarla, otra vez, a los días en que fue violentada sexualmente: cayó al suelo, lo golpeó una y otra vez, y luego huyó.

Encerrada en su habitación, Alejandra ya ni siquiera llora. Sólo mira, en silencio, su reflejo. Afuera de su edificio, Fuica termina de fumar un cigarrillo y enciende de inmediato otro con las manos temblorosas. Está descolocado y se cree responsable de la reacción de Holzapfel, por lo que decide quedarse un par de horas ahí, a la espera de que ella salga de su guarida. Como ello no ocurre, se marcha a Berlín y un mes después le envía una carta, disculpándose. Ella le contesta y le sugiere encontrarse y conversar: He decidido, le dice, vivir la vida que soñaba antes del Golpe de Estado.

“Recuperar la alegría era también una decisión política, una forma de ganarle a la dictadura”, explica hoy, a sus 60 años, Alejandra.

Esta convicción la lleva a casarse con Fuica, a ser madre con él y a volver a sonreír pese a haber sido brutalmente torturada por más de tres meses desde que fue tomada prisionera a fines de 1974.

LA CAÍDA

El 11 de diciembre de 1974, en las horas previas al inicio de su calvario por los centros de tortura, Alejandra, estudiante de Veterinaria, recibió en su departamento en Santiago Centro a una de sus amigas más cercanas, Beatriz Bataszew, quien, como ella, militaba el en MIR.

Bataszew estaba siendo buscada por los organismos represivos. La información que se manejaba entre los miristas es que todas las casas de seguridad de la organización habían sido allanadas o estaban bajo vigilancia y que algunos de sus compañeros estaban presos. De otros, nada se sabía. Necesitaba esconderse por unos días.

En silencio, ambas cenaron esa noche y luego durmieron a sobresaltos. A las cinco de la madrugada, un fuerte ruido las despertó. Aún no amanecía. La oscuridad era casi absoluta y en la puerta un hombre exigía que le abriera. Las dos sabían lo que eso significaba. O creían saberlo. La magnitud de la crueldad de los organismos de represión no era conocida hasta eses entonces.

Mientras la mamá de Alejandra se levantaba a atender, Beatriz advirtió que portaba un documento estratégico que no podía caer en manos del Régimen. Entre las dos, rompieron los papeles y los masticaron mientras tomaban agua para no atorarse. Una tía abuela de Holzapfel, que también vivía con ellas, estaba inquieta con el inusual movimiento. Tan tarde o tan temprano no es hora de llegar a los hogares decentes, decía.

En la puerta de entrada, la mamá de Alejandra intentaba convencer al joven oficial Fernando Lauriani Maturana, a cargo del operativo, de que esa noche sólo ella estaba en casa. La misión no le era difícil. Aunque se haría conocido como uno de los criminales más crueles del Régimen, Lauriani no era precisamente una lumbrera. El militar estaba decidido a retirarse, pero Alejandra no lo sabía y, temiendo que pudieran arrestar a su madre, se asomó al living justo cuando Lauriani se estaba yendo. La alcanzó a ver.

– ¡Esta es la señorita que buscamos!, exclamó el agente.

Entonces allanó la casa y encontró a Beatriz.

– ¿Y esta rucia suelta quién es?

– Es compañera de Universidad, estábamos estudiando.

Lauriani se esforzó en corroborar que le estaban diciendo la verdad, exigiéndole a Beatriz que le diera un número de teléfono para verificar la información. La joven alumna de Agronomía le dio el de sus padres. Al otro lado de la línea, ellos le dijeron al agente que la niña se encontraba preparando un examen donde una amiga. Esa noche, Bataszew se salvó.

Holzapfel, en cambio, quedó detenida por la delación de Humberto Menantaux, uno de los integrante del Comité Central del MIR que había caído en las garras de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) en noviembre de ese año y que fue asesinado en 1975 después de haber sido obligado a entregar toda la información que poseía y a dar, junto a otros tres integrantes de la organización, una conferencia de prensa en que llamó a sus compañeros a deponer las armas tras leer la nómina de muertos del MIR. Hoy figura en la lista de desaparecidos.

ESE MUERTO NO LO CARGO YO

– “Le traigo a la niña a las 8.30. Le vamos a hacer un par de preguntitas nomás. Téngale desayuno”, vociferó Lauriani antes de partir.

La mamá de Alejandra no volvió a dormir. Preparó la mesa confiada en la palabra del militar.

Afuera de su hogar en Valentín Letelier, a pasos de La Moneda, Holzapfel fue subida, con los ojos vendados, a un vehículo conducido por Basclay Zapata. Cerca de las seis de la madrugada, sus captores la ingresaron a Villa Grimaldi, en medio de murmullos, y llamaron a dos mujeres de la DINA, que precedieron a escudriñarla en búsqueda de algún texto secreto o microfilme. Tras tocarle hasta la vagina, la dejaron sentada con los ojos aún cubiertos.

Entonces oyó una voz.

– ¿Quién eres?

Sin saber quién preguntaba, decidió responder:

– Soy Alejandra Holzapfel.

– ¡Coneja, estás acá!

En ese minuto, reconoció la voz de Laura Ramsay y luego, cuando se deslizó la venda, pudo ver a Carmen Bueno.

A las ocho de la mañana Lauriani le hizo una breve visita.

– Que se levante inmediatamente la que está sin la venda.

– Soy yo-, respondió Alejandra.

Lauriani había hecho uso varias veces de la misma táctica para burlarse de las recién detenidas. Se acercó a Alejandra y la abofeteó tan fuerte que ella cayó al suelo.

– ¡Te dije que no te sacaras la venda! ¡Aprende a obedecer, huevona!

Alejandra recuerda que aún no se le había quitado el ardor en la cara cuando comenzó a sonar una cumbia: “A ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue el que lo mató”.

En ese minuto, la llevaron a otro cuarto, la desnudaron, la mojaron y le aplicaron electricidad sobre un catre metálico. Le pidieron nombres de otros dirigentes del MIR. “Tarde o temprano todos hablan”, le aseguraron. Ella calló. Luego, Osvaldo Romo, viéndola débil por la tortura, se bajó el pantalón y la violó por primera vez. Ella siguió en silencio.

– ¿Tu chapa es Mauro?

– No.

– ¿Quién es Mauro?

– No sé.

– ¿Qué sabes?

– Nada.

Los torturadores se pusieron a hacer comentarios sobre el calor de diciembre y lo lindas que eran las comunistas recién llegadas. La volvieron a poner sobre la parrilla y el Guatón Romo la violó otra vez.

– ¿Tu chapa es Mauro?

– No.

El mismo ritual se repitió por cinco días.

“Sentí que mi dignidad dependía de no hablar, por lo mismo me costó mucho perdonar a quienes se quebraron. Con los años, he aprendido que existen distintos tipos de delación, que es diferente quien se vuelve colaborador a quien, ante una situación que no puede soportar, delata. Hoy si ponen frente a mí a uno de mis nietos, tal vez entrego todo lo que sé. Uno de verdad no sabe qué puede o no aguantar. A mí me hicieron cosas terribles, y callé, pero he conocido a gente maravillosa que entregó a un compañero que es detenido desaparecido y sufre hasta hoy por eso”.

LA BESTIALIDAD DE VENDA SEXY

El 16 de diciembre de 1974, luego de cinco días en Villa Grimaldi, Holzapfel fue trasladada a un casa de dos pisos en calle Irán 3037, en Macul. Allí se reencontró con Beatriz, maltrecha y herida. Bataszew había caído el 12 de diciembre, un día después que Alejandra, interceptada en un fallido encuentro con otro militante, Mario Peña, y fue llevada de inmediato a Venda Sexy. La fantasía de burlar a la DINA sólo fue eso: una ilusión. Su novio, Dagoberto San Martín, también perseguido, fue cazado por la represión el 17 de diciembre. Hasta hoy se desconoce su paradero.

Alejandra intuyó, al ver a Beatriz, que le esperaban otros espantos. La residencia estaba llena de miristas, algunos con heridas visibles y la mayoría en extremo delgados.

“Estaba también Laura Ramsay, que había sido sacada hace unos días de Villa Grimaldi. Me extrañó no ver a Carmen Bueno, porque no había vuelto a saber de ella. Después me enteré que ella, que era cineasta, fue asesinada bajo el cargo de haberle regalado una mascota a Miguel Enríquez”.

La cumbia que atormentaba a Alejandra en Villa Grimaldi, fue reemplazada en la Discoteque por música anglo que sonaba durante todo el día para esconder los gritos de quienes eran torturados en el subterráneo. Quienes llegaron ahí fueron vulnerados sexualmente de forma continúa. La brutalidad llegó al extremo de que la mayor de Carabineros Ingrid Olderockentrenó a un pastor alemán ovejero, a quien llamó “Volodia”, para violar a los prisioneros.

– Contra todo lo que se pueda creer ella le había enseñado a violar. Estaba completamente amaestrado por ella, que le daba las órdenes.

¿Es cierta la historia del “perro Volodia”?

-Es cierta, a mí me tocó ser violada así, con ese animal, por eso te lo puedo decir. Es una de las historias más terribles y dolorosas que yo sólo he podido enfrentar hace muy pocos años. Por mucho tiempo no pude sacarlo, me daba una vergüenza terrible.

Ingrid dirigía al animal, mientras los otros torturadores obligaban a los detenidos a adoptar posiciones que facilitaran el abuso. Hombres y mujeres que pasaron por Venda Sexy fueron víctimas de esta atrocidad. Nadie hablaba del tema en la casona, pero tras las sesiones de tortura, las compañeras recibían a sus amigas con más ternura que de costumbre y las acurrucaban para que durmieran un rato. Con los días, se dieron cuenta de que quienes estaban a cargo del centro de detención disminuían las violaciones cuando las prisioneras estaban menstruando, así es que idearon un plan: Las que estaban con el periodo o con una herida sangrante dejaban un paño manchado en el baño, así la que ingresaba se lo ponía. La estrategia irritó a los agentes:

– ¡Otra vez están todas estas huevonas con la regla, hasta cuándo!, se quejaba el general en retiro, Raúl Iturriaga Neumann, que actualmente cumple condena en Punta Peuco.

La resistencia consistía en eso: en no rendirse en medio de la miseria.

“Uno pierde noción del tiempo con la tortura, del día de la noche, de si comíamos o no. Recuerdo que una vez comí una sopa de huesos de pollo y que otra vez nos dieron lentejas con caca y una compañera dijo fuerte: ‘Nos están dando lentejas con caca. Nos las vamos a comer igual, pero ni crean que no lo sabemos’. Era una forma de hacerles saber que no nos estaban engañando. El Venda Sexy fue terrible. Varios compañeros desaparecieron desde ahí también”.

De la Discoteque, Alejandra pasó a Cuatro Álamos, recinto que los militares usaban para que a los detenidos se les borraran las huellas visibles de la tortura. “Desde ahí también desaparecieron gente, pero las condiciones eran menos duras: tuvimos acceso a duchas, por ejemplo”.

Luego de unas semanas, fue llevada a Tres Álamos, donde Nieves Ayrees, quien también había sufrido todos los horrores del aparato represivo pinochetista, le dio un sentido al dolor.

– Había un grupo de detenidas que daba como la bienvenida. Me encuentro con Nieves Ayrees, que es hermana de la Rosita, mi actual socia en la productora, y dice “Oh, la Holzapfel, ¡chiquillas, llegó otra del Liceo 1” y empiezan a cantar, “Eleceí, ceí, ceí”. Y yo pienso “qué está pasando aquí, están todas las locas”. Después entendí la importancia del temple de esas mujeres. Nieves vive ahora en Nueva York, y estoy demasiado agradecida de ella, porque con ella al lado uno no puede caerse. En Cuatro Álamos me llevó a su celda. La llamó “la cueva mágica”, hacía dibujos, siempre nos dibujaba sonriendo. Nos obligaba a conversar sobre lo que nos había pasado. “Ah, a ti también te violaron”. Al final, era raro porque ella lo entendía todo. Y nos hacía hacer obras de teatro, sociabilizar el dolor. Yo, que me sentía sucia, logré ver que a todas nos pasaba eso. Estoy convencida de que ella me enseñó a sobrevivir.

Estando en Tres Álamos, Holzapfel pudo recibir visitas. Su primer encuentro fue con su madre, a quien no había visto en tres meses.

– Mamá, necesito que me traigas antibióticos. Es muy importante.

– ¿Estás enferma?

– Es que…me violaron.

Al escuchar por vez primera esta confesión, su madre se puso pálida, pero entre gemidos, le aseguró a su pequeña de 19 años que todo estaría bien porque que estaban vivas y eso era lo único importante. También le comunicó que pronto podría partir al exilio en Alemania y terminar sus estudios de veterinaria, profesión que, tras las aberraciones sexuales que le infringió Olderock con el perro Volodia, Alejandra nunca más quiso ejercer:

– Debes seguir tus estudios de veterinaria.

– No quiero.

– Ale, debes hacerlo. Es lo que amas y te faltan dos años nomás.

Alejandra la miró sin sacar la voz. Ahora odiaba el contacto con los animales, pero no se atrevió a decírselo. ¿Qué podría haberle dicho sobre lo que vivió en Venda Sexy si no quería ni siquiera recordarlo?

El EXILIO

A mediados de 1975, Alejandra fue enviada a la RDA. El arribo fue difícil. Eran tiempos de sospechas. No hablaba el idioma y Berlín estaba lleno de militantes del PC y el PS. Ella era del MIR y el rumor era que los militantes del MIR eran agentes de la CIA que habían propiciado el Golpe.

“Fue súper doloroso. Llegó un momento en que le dije al alemán a cargo que me mandara de vuelta a Tres Álamos. El tipo se espantó y al día siguiente aclaró la situación con todos los chilenos y les dijo ‘Alejandra es una persona de confianza, entonces ella puede hacer lo que quiera’. Ese fue el espaldarazo que necesitaba. Ahí me enviaron a vivir a Potsdam”.

En Potsdam, Holzapfel llegó al edificio en el residían Ángela Jeria -viuda del general Alberto Bachelet– y su hija Michelle. Por más de un año fue vecina de piso de ambas. Ángela la acogió y la acompañó. Fue la dulzura que Alejandra requería para recuperarse y una de las personas que la instó a aceptar los cortejos de Pepe Fuica, con quien se casó y a quien abandonó en 1979 luego de que él frustrara su plan de regresar a combatir al país.

– Me metí en la política de retorno del MIR y él consideraba que era un suicidio. Quise volver el ’79, me estaba preparando para eso, y él fue al consulado de Chile a entregar esta información para impedir que yo retornara.

Alejandra no pudo soportar la traición. Falsificó los pasaportes de sus hijos, con ayuda de una amiga alemana, y huyó con ellos desde Leipzig, donde estaba residiendo desde que había contraído matrimonio. Tomó el tren y llegó hasta la casa de Carlos Liberona en Frankfurt, quien la derivó con Cristián Schmidt, quien sólo le pidió, a cambio de estar en su hogar seis meses con los niños, que le enseñara a manejar.

Recién en 1987, pudo volver con sus hijos al país. Fuica, en tanto, murió en un accidente de tránsito en Alemania sin haber logrado el perdón de Alejandra.

Cuando Holzapfel llegó a Chile comenzó a colaborar con la justicia en los procesos contra quienes la violentaron estando en prisión. Se ha careado con Basclay Zapata, Miguel Krassnoff Martchenko, Lauriani Maturana y Osvaldo Romo.

Ninguno, nunca, le ha pedido perdón.

– Lauriani quiso darme lástima. ‘Tengo familia’, me dijo. Krassnoff fue más prepotente. El guatón Romo se hizo pipí, literalmente. Olderock no pasó un día en la cárcel. Murió en libertad, pero por azar un día, creo que el 88 o el 89, entró a comprar a un minimarket que yo tenía en Valentín Letelier. Afortunadamente no estaba sola y pude echarla y decirle lo que pensaba. Es sanador decirle a alguien ‘aquí estoy, aunque me hiciste esto o lo otro’. Aún así, tengo una gran frustración de saber que los torturadores no reciben el castigo merecido por cada persona a la que hicieron sufrir, que hay que acumular condenas para que pasen tiempo en la cárcel y sobre todo me duele no saber qué pasó con los compañeros que están detenidos desaparecidos. Que aún hoy, a cuarenta años, nos nieguen la verdad es una nueva forma de torturarnos.

Pese a todo, Alejandra sabe que le dobló la mano a la dictadura. Hoy tiene un par de nietos “maravillosos, preciosos y todos los adjetivos lindos que se te puedan ocurrir” y la dignidad, que la DINA trató de quebrantar, intacta.

– Aquí instalaron una política de destrucción de nosotros como seres humanos, y aún así no pudieron conseguirlo. Entonces, cuando somos capaces de reír, de disfrutar la vida, demostramos que no pudieron destruirnos. Pasamos atrocidades, pero somos capaces de ser felices porque somos personas dignas. Nuestros torturadores, no. 


"La mujer de los perros": La historia de impunidad y barbarie de Ingrid Olderock en la DINA

Fuente :eldinamo.cl, 18 de Noviembre 2014

Categoría : Prensa

Ingrid Olderock se transforma en el agente represor más cruel, creando el centro de tortura Venda Sexy, tristemente conocido por el uso de violencia sexual contra las víctimas detenidas y donde desaparecieron al menos 27 personas.

Ingrid Olderock, la integrante más cruel de la DINA, el órgano represor utilizado en la dictadura de Pinochet, murió en la impunidad junto a sus perros en 2001, aunque ahora el libro “La mujer de los perros”, de Nancy Guzmán saca a la luz toda su barbarie.

“Ella era una mujer brillante, manipuladora, amenazante en sus formas, fría en la ejecución, soberbia y sin ningún rastro de arrepentimiento por sus espantosos actos”, con esas palabras describe la escritora del libro el perfil de Olderock, con quien compartió largas horas de conversación.

Para entender la magnitud de ciertos personajes, inusualmente dantescos y crueles, es necesario remontarse a su infancia, ya que en el caso de la ex integrante de la temible Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), sus primeros años son un reflejo diáfano de la imagen que posteriormente se formaría de ella.

“Su familia, de origen alemán y cercana a la ideología nazi, la crió en un ambiente rígido y militarizado, con muchos episodios de violencia familiar”, explicó Guzmán.

Esta educación, además de formar su carácter, la llevó a protagonizar años después episodios sádicos con su propia familia, como en el caso de su hermana, Carla Olderock, a la que mandó detener y torturar para que ésta no cobrase su parte de la herencia familiar.

Su primer paso fue ingresar en la escuela de Carabineros, algo poco común para la época ya que las mujeres no ocupaban cargos de importancia en las fuerzas armadas, donde se especializó en paracaidismo y artes marciales.

“Gracias a su perfil destacado, Manuel Contreras la llamó en octubre de 1973 para que formase una brigada femenina de la DINA, con 70 integrantes, donde empieza a cometer sus actos más horrorosos”, afirmó la autora del libro.

Ingrid se transforma en el agente represor más cruel, creando el centro de tortura Venda Sexy, tristemente conocido por el uso de violencia sexual contra las víctimas detenidas y donde desaparecieron al menos 27 personas.

“En ese centro clandestino pone en práctica la tortura a través de perros que ella misma entrenaba para que violasen a hombres y mujeres”, señaló Guzmán.

Una realidad oculta muchos años, por el miedo y la vergüenza de las víctimas a ‘verbalizar’ lo ocurrido y la incredulidad de los que escucharon los retazos de esta “historia de terror”.

Motivo por el que la autora de “La mujer de los perros”, ha tardado largo tiempo en hacer su publicación ya que una de las víctimas entrevistadas le solicitó no usar su testimonio hasta que su madre muriese, cosa que ocurrió el año pasado.

Tras su paso por la DINA, dos balas fueron el detonante de un cambio radical en Ingrid Olderock, dos disparos, uno en el cerebro y otro cerca del corazón, que sufrió durante un atentado perpetrado contra ella, aparentemente, por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en 1981.

“Tras investigar, ella culpó a Carabineros de querer eliminarla en aquel atentado, lo que hizo que comenzase a denunciar a sus compañeros represores y hablase mal de la institución”, agregó.

Así, con una bala alojada en el cerebro, manía persecutoria hacia sus antiguas instituciones y la arrogancia que proporciona la impunidad criminal, Olderock comenzó a convencer a la justicia que tenía problemas mentales.

Sin embargo, Guzmán, que acudió a casa de la agente represora en varias ocasiones, por un documental que producía para la BBC, narra una impresión diferente, la visión de una mujer lúcida, inteligente y manipuladora.

“Ella me hablaba de crímenes atroces que otros cometieron, nunca admitió haber participado pero me decía que sabía muy bien las cosas que me contaba, siendo capaz de trastocar la realidad a su beneficio”, confesó la escritora.


Entrenó perros para violar y mandó a torturar a su hermana: quién era Íngrid Olderöck

Fuente :elclarin.cl, 8 de Febrero 2022

Categoría : Prensa

Los Oscar 2022 cuentan con buena presencia de representantes hispanohablantes. Chile, por ejemplo, irá con Bestia, un cortometraje animado basado en una terrorífica historia real que logró convencer a los miembros de la Academia de Hollywood.

El trabajo del realizador Hugo Covarrubias, hecho con stop-motion y sin diálogo alguno, peleará en la categoría Mejor cortometraje de animación contra Affairs of the art, Robin Robin, Boxballet y The Windshield Wiper.

La historia es relativamente atípica, ya que la protagonista es una villana y se trata de un corto animado para adultos. Covarrubias planteó su trabajo como una “reflexión sobre la maldad” y lo produjo y dirigió a pesar de que le suponía un riesgo llevar al cine una historia así.

La protagonista de "Bestia".

¿De qué trata? Está inspirado en la torturadora Íngrid Olderöck, ex mayor de carabineros y ex “agente” de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) en la dictadura chilena. A pesar de abordar ciertos aspectos de la vida de la mujer, el director suele insistir en que no se trata de una película estrictamente biográfica.

Ahora bien, ¿quién era esta mujer? ¿por qué su nombre y apellido hasta el día de hoy asustan?

La mujer de los perros

Olderöck era hija de alemanes nazis. Previamente a ser una de las caras más monstruosas del régimen de Pinochet, la mujer siempre dio señales de que la maldad convivió con ella desde que era pequeña.

Un acto que la define es el de haber enviado a torturar y violar a su hermana para quedarse con la herencia de sus padres, según cuenta la escritora Nancy Guzmán, quien la entrevistó tres veces para un libro sobre su vida.

Olderock era famosa por entrenar perros para torturas.

La autora de “Íngrid Olderöck: La mujer de los perros” asegura que la crianza de la torturadora junto a sus padres violentos y su educación podrían explicar cómo su personaje llegó a tales extremos.

“La formación militarizada de la Escuela de Carabineros acentúa ciertos rasgos autoritarios…”, cuenta Guzmán a El Mostrador, y completa: “En todo eso está una ideología que rechaza la diversidad y la diferencia entre seres humanos”.

Olderöck formó parte de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) creada por Pinochet y ejerció como oficial de Carabineros. En la DINA, de la cual formó parte desde 1973, logró ser la persona más importante. Allí se “destacó” entre los suyos en el interior de la brigada Purén, encargada de los asesinatos y desapariciones.

También ejerció como instructora de decenas de funcionarias -alrededor de 70- que participaron activamente en la represión chilena.

Pero su infamia no tiene que ver sólo con estos cargos en la dictadura, también está muy relacionada con sus brutales torturas.

Le decían “la mujer de los perros” porque había creado un siniestro método de tortura: la vejación y violación sexual con perros. Se decía que la mujer usaba a su mascota “Volodia” para que cometiera los aberrantes actos.

Olderöck fue acusada de entrenar perros doberman para que violaran y humillaran sexualmente a los detenidos en La Venda Sexy, uno de los centros de tortura más tristemente famosos en Chile.

Cuando en una entrevista con la revista Ecfrasis le preguntaron si había entrenados dobermans para torturar, Íngrid lo negó todo. "Nada que ver. Yo nunca en mi vida he tenido un perro doberman. Y los perros que yo he tenido eran bonachones y eran hembras ovejeras entonces yo sé que cosas así las hicieron pero, ¿con que perro y de quién? No tengo idea", contestó.

"La mujer de los perros" secuestró, torturó, espió y hasta se relacionó con Colonia Dignidad y conoció secretos relacionados al “proyecto Andrea” para fabricar el gas sarín.

A pesar de todo ésto, Olderöck nunca fue interrogada.

El libro sobre su vida.

“Ella, al igual que (Miguel) Krassnoff, (Marcelo) Moren y otros escondía su verdadero rol de agente represivo en una supuesta actividad de analista”, asegura la autora del libro sobre su vida. “Por lo tanto costó obtener muchas respuestas increíbles y luego investigar lo que negaba”, agrega.

Atentado y muerte

La torturadora sobrevivió insólitamente a un atentado en 1981 por parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Un comando se acercó a su casa y le disparó en la cabeza, pero la bala se le quedó alojada y no le pasó nada.

Cuando se recuperó de la lesión y le preguntaron si creía que había sido el MIR quien atentó contra ella, Íngrid dijo que no.

La entrevistadora que habló con "la mujer de los perros" contó que una de las cosas que más le llamó la atención de la mujer es que no dejaba de centrarse en el atentado que sufrió y en que ella se desempeñaba como “agente”, cargo que utilizaba para tapar los aberrantes crímenes que cometía.

Olderöck argumentaba ante la Justicia que estaba loca por la bala que tenía en su cabeza. Por eso, entiende Nancy, logró morir sin condena de una hemorragia digestiva aguda casi dos décadas después del atentado, el 17 de marzo de 2001.

Extrañamente, quienes supuestamente atentaron contra ella fueron detenidos y nunca les preguntaron sobre lo que le habrían hecho a la torturadora.