Van Schouwen Vasey Bautista


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Rut : 4.824.875-6

Fecha Detención : 13-09-1973
Lugar Detención : Santiago


Fecha Nacimiento : 03-04-1943 Edad : 30

Actividad Política : Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
Actividad : Médico

Estado Civil e Hijos : Casado, 1 hijo
Nacionalidad : chilena


Relatos de Los Hechos

Fuente :Vicarìa de la Solidaridad

Categoría : Antecedentes del Caso

Rut                   :            263.726 de Concepción

F.Nacim.            :            03-04-43, 30 años a la fecha de la detención

Domicilio            :            Bombero Salas 1445, Depto. 1007, Santiago

E.Civil              :            Casado, 1 hijo

Actividad            :            Médico Cirujano

C.Repres. : Miembro del Comité Central del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)

F.Detenc.            :            13 de diciembre de 1973

SITUACION REPRESIVA

Bautista Van Schouwen Vasey, casado, un hijo médico cirujano, miembro del Comité Central del MIR, fue detenido el día 13 de diciembre de 1973 en la Parroquia Los Capuchinos ubicada en Catedral 2345, Santiago. La detención la realizaron agentes de civil armados, apoyados por Carabineros que se movilizaban en un bus y en el cual trasladaron posteriormente a los detenidos.

Junto a Van Schouwen fueron detenidos el estudiante de Derecho Patricio Munita Castillo, que fue ejecutado posteriormente, y el sacerdote Enrique White, quien fue dejado en libertad ocho días después.

 Bautista Van Schouwen estaba siendo buscado por los Servicios de Seguridad y el Gobierno Militar había ofrecido una recompensa por su captura. El diario El Mercurio del 28 de septiembre publicó la información de que la recompensa ascendía a 500.000 escudos a quien aportara datos que contribuyeran a su arresto.

 La detención de estas tres personas fue observada por sacerdotes de la Congregación de los Capuchinos y por Isabel Ossa, feligresa del padre White.

Van Schouwen, junto con dos de sus compañeros, estaban refugiados en la mencionada Parroquia, en virtud del asilo que les había brindado el sacerdote mencionado.

 La detención se produjo al día siguiente que el sacerdote Enrique White recibiera a un primo militar, de quien era padrino de confirmación y matrimonio.

 El sacerdote Enrique White fue torturado durante su detención y después de denunciar la detención de Van Schouwen y Munita debió salir del país.

 El diario El Mercurio en su edición del 21 de agosto de 1974 informó que el "…extremista Bautista Van Schouwen ex alto dirigente del proscrito Movimiento de Izquierda Revolucionario…" está detenido "…Por graves delitos, que están suficientemente configurados en el proceso que se le sigue a Bautista Van Schouwen en la Primera Fiscalía Militar de Santiago, este elemento extremista fue detenido el 13 de diciembre de 1973, poco después del pronunciamiento militar del 11 de septiembre pasado". Y agrega El Mercurio: "Actualmente Van Schouwen se encuentra recluido en un recinto carcelario del país".

 Ante organismos internacionales, en el extranjero, fue presentada la fotografía de Van Schouwen postrado en cama, así como su ficha médica del Hospital Naval Almirante Nef de Valparaíso. Según los denunciantes, esta información fue proporcionada por un marino, quien la registró clandestinamente. La ficha médica contiene información que señala: "Enfermo somnoliento no coopera, contesta con monosílabos. Las contusiones, hematomas y escoriaciones en las extremidades están mejor, lo mismo el antebrazo izquierdo. Se reabsorben los hematomas en el abdomen y espalda. La contusión del hombro derecho continúa dolorosa, lo mismo el acentuado edema y enrojecimiento del glande. Reacciona escasamente a la estimulación dolorosa en los miembros inferiores…". Jamás se ha podido verificar la veracidad de esta información.

(ver extracto del libro, Un grito en el silencio)

 Por otra parte, un grupo de dirigentes del MIR, que estaban detenidos en el Centro de Torturas de Villa Grimaldi, que fueron obligados a presentarse en televisión y a tener entrevistas de prensa, informaron -entre otras materias- que Bautista Van Schouwen se encontraba en el exilio. Esta noticia fue reproducida en el diario La Tercera del 20 de febrero de 1975.

 Al respecto, y según declaración jurada posterior de dos de los sobrevivientes que participaron en estas entrevistas, la información de que el afectado se encontraba en el exilio fue impuesta por sus torturadores.

 Gladys Díaz Armijo, dirigente del MIR, quien estuviera detenida en el centro de torturas de Villa Grimaldi, declara que el agente Osvaldo Romo le dijo que habían llegado a la Iglesia Capuchinos "dateados", pero que no sabían a quien iban a encontrar. Este mismo testigo tuvo la oportunidad de ver que otro agente, Krassnoff Martchenko, tenía el reloj que ella había regalado a Van Schouwen y que era de características muy especiales.

 Se investigó los protocolos de autopsia 3950 y 3951, ambos del 19 de diciembre de 1973, correspondían a dos personas no identificadas. Estos protocolos desaparecieron del Instituto Médico Legal. Según los Certificados de Defunción corresponden a personas del sexo masculino que fallecieron por heridas múltiples de bala. La tumba 2336 del Patio 29 del Cementerio General de Santiago, que corresponde al protocolo 3950, fue exhumada en febrero de 1974, correspondiendo el cadáver allí encontrado a Patricio Munita, quien fuera detenido junto con Van Schouwen. Según testimonio notarial del sepulturero: un hombre joven, de alta estatura fue enterrado en la tumba contigua, en la sepultura 2335.

En 1991 se hicieron exhumaciones en el citado patio 29, incluyendo la sepultura 2335, que pudiese corresponder a la de Bautista Van Schouwen, pero a la fecha (febrero de 1992) no se han identificado los restos encontrados; los que se encuentran en los peritajes correspondientes, informes preliminares dicen que no serían de Bautista Van Schouwen.

 El mismo sepulturero ha declarado, sin embargo, que muchos de los ejecutados en 1973 fueron cremados y que hubo casos de exhumaciones posteriores, cuyos restos se llevaron igualmente al crematorio.

 Los padres de Van Schouwen que salieron del país para denunciar la desaparición de su hijo, fueron sancionados y se les prohibió el retorno a Chile.

 Su hermano menor, Carlos, estuvo detenido dos meses y después quedó sujeto a detención domiciliaria por otros diez meses.

 La cónyuge del afectado, Astrid Heitman, fue detenida en enero de 1974 y debió permanecer en los centros de tortura de Londres 38 y de Tejas Verdes. Fue dejada en libertad posteriormente y salió del país.

Desde su detención en la Parroquia Los Capuchinos, Bautista Van Schouwen está desaparecido.

 GESTIONES JUDICIALES Y/O ADMINISTRATIVAS

  El 19 de febrero de 1974, el padre del afectado presentó un recurso de amparo ante la Corte de Apelaciones de Santiago, informando de la detención de Bautista Van Schouwen ocurrida el 13 de diciembre de 1973, y de los reiterados requerimientos que ha hecho a la autoridad militar sobre la ubicación de su hijo. Este recurso ingresó como causa rol 147-74.

  En el escrito se agrega que la detención "se encuentra absolutamente comprobada ya que la detención se hizo extensiva a un sacerdote, el que posteriormente fue puesto en libertad… y quien al tenor de los interrogatorios a que fue sometido concluyó, en forma inequívoca, que el detenido en su Parroquia era mi hijo Bautista Van Schouwen". Agrega que fundado en la legislación vigente y en el Derecho Internacional existe la obligación de que el afectado debe "ser informado sin demora de la naturaleza de las acusaciones" y que debe ser "juzgado sin dilaciones indebidas".

 En el recurso se solicita el traslado de un Ministro de la Corte al Hospital Militar del General Luis Felipe Brieba Arán, en donde estaría su hijo y que se cite a declarar al sacerdote Enrique White y al Exmo. Obispo Sr. Fernando Ariztía Ruiz.

 El 20 de febrero de 1974 se envió consulta a la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos. Quince días después SENDET informó que el afectado no figuraba en sus listas de detenidos.

  El 11 de marzo de 1974 se envió Oficio sobre esta detención al Ministro del Interior, al Ministro de Defensa, a la Dirección General de Investigaciones, a la Jefatura de la Zona en Estado de Sitio de la Provincia de Santiago, a la Dirección de General de Investigaciones y a la Dirección del Hospital Militar.

Dos días después respondió Investigaciones, ocho días más tarde lo hizo el Ministro del Interior, al cabo de 14 días lo hizo el Jefe de la Zona en Estado de Sitio. Debió reiterarse el Oficio a la Jefatura y al Hospital mencionados para obtener la información requerida.

Todas las respuestas recibidas eran elusivas o negaron la detención. El Ministro del Interior, General Oscar Bonilla, en su respuesta mediante oficio 708 del 19 de marzo de 1974, solicita: "En el caso de que US. tuviera mayores antecedentes respecto de la indicada persona, agradeceré proporcionarlos al Ministro infrascrito con el objeto de continuar las averiguaciones respecto de su actual paradero."

  Se reiteró el Oficio al Ministerio de Defensa el 22 de marzo y debió volverse a reiterar el 23 de abril, esta vez se envió por mano. El 3 de mayo se envió un nuevo Oficio a este Ministerio y el abogado de la parte recurrente reclamaba que transcurridos 87 días aún no había respuesta.

   El 4 de junio de 1974 fue rechazado el recurso de amparo, sin esperar la respuesta del Ministerio de Defensa Nacional, ordenándose remitir los antecedentes al Juzgado del Crimen correspondiente.

   De esta manera, ante el Segundo Juzgado del Crimen de Mayor Cuantía de Santiago, se inicia la causa Rol 82.252-5 por presunta desgracia del afectado, en la que se citó al sacerdote Enrique White y se dio orden de investigar a la Segunda Comisaría Judicial de la Policía de Investigaciones.

 El 12 de agosto de 1974, el detective Sergio Herreros Barrientos presentó al Tribunal el Parte 2939, en el cual informa que interrogó a los padres de Bautista Van Schouwen, citó al padre White (quien se había ido del país) e Investigaciones le informó que Van Schouwen era mirista.

  El detective mencionado informa, además, que hizo consultas a SENDE (se refiere a SENDET, Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos), quien le informó que el afectado no estaba registrado y "según dicha oficina esta persona habría sido muerta. Ignoran más antecedentes."

 También se solicitó la designación de un Ministro en Visita. Con fecha 12 de julio de 1974, Bautista Van Schouwen Figueroa, padre del afectado, interpuso un nuevo Recurso de Amparo ante la Corte de Apelaciones de Santiago, Rol 731-74, en favor de su hijo. Dentro de los fundamentos de esta presentación se señalan las circunstancias de haberse fallado el anterior recurso, dejándose para ello sin efecto las diligencias  dispuestas en relación al Ministerio de Defensa Nacional. Como asimismo el hecho de que el  día 4 de junio de 1974, y pocas horas después de haberse rechazado el amparo en favor del afectado, la Corte en Pleno acordó modificar el criterio adoptado hasta entonces, disponiendo que en lo sucesivo dichos recursos se fallarán luego de recibir la información previamente requerida a los Ministerios del Interior y de Defensa Nacional, sin perjuicio de las restantes medidas para el mejor conocimiento y resolución de la causa. El recurrente dejó constancia de que no obstante la importantísima alteración del criterio aludido, no fue elemento suficiente para anular un fallo dictado en términos distintos, y sólo pocas horas antes de modificado el acuerdo plenario.

  Este recurso se declaró sin lugar nuevamente el 18 de agosto de 1974, con el sólo mérito de la respuesta del Ministro del Interior. Es así como, tanto en este recurso de amparo, como en el anterior -y no obstante el "cambio de criterio" supuestamente asumido por los Ministros de Corte- el Ministro de Defensa Nacional no dio cumplimiento a lo ordenado por el Tribunal en orden a informar sobre la situación del afectado.

 El Ministro Sr. Paillás, integrante del Tribunal, previene que tiene únicamente presente, para desechar el recurso que "este Tribunal carece de jurisdicción para conocer, atendido lo que se ha informado". El 5 de septiembre de 1974, el Ministro del Interior envía un nuevo Oficio reservado al Presidente de la Corte de Apelaciones, el 288/25-f-36, en el que declara: "…el Ministro infrascrito dio respuesta a la consulta de US. informándole que el expresado Bautista Van Schouwen se encontraba arrestado en la Cárcel Pública de esta ciudad, a disposición de la Primera Fiscalía Militar de Santiago".

  Luego el Ministro del Interior envió un nuevo Oficio rectificando el anterior:

  "2.-Una revisión de los antecedentes tenidos a la vista ha permitido establecer que, al proporcionar la información antes señalada, se incurrió en un 'involuntario error de hecho', toda vez que quien efectivamente se encontraba arrestado en la Cárcel Pública de Santiago a disposición del Tribunal indicado era Fernando Van Schouwen Vasey y no su hermano Bautista, razón por la cual me apresuro a dar a US. las explicaciones del caso."

 "3.- Consecuente con lo anterior e informando directamente sobre Bautista Van Schouwen Vasey, puedo informar que éste no se encuentra arrestado por orden de alguna autoridad administrativa y que este Ministerio ignora su actual paradero."

Ante esta nueva información, la Corte de Apelaciones de Santiago, resolvió que: "…el recurso de amparo deducido a fs.1 en favor de Bautista Van Schouwen Vasey debe entenderse rechazado por no encontrarse privado de libertad esa persona", ordenándose remitir los antecedentes al Juzgado del Crimen respectivo para que se investigue el paradero del afectado. Esta última decisión fue acordada contra el voto del Ministro Zúñiga, quien estuvo, además, por no decretar el envío de los antecedentes al Juzgado del Crimen.

 Estos nuevos antecedentes fueron enviados en definitiva al Segundo Juzgado del Crimen, el cual resolvió interrogar al padre del afectado y citar al sacerdote Enrique White. La policía de Investigaciones reiteró que el sacerdote White había salido del país.

 El 9 de junio de 1975 SENDET informó al Juzgado que el afectado no registraba antecedentes.

 Según Oficio 11355/5 sin fecha ni membrete, el Juzgado fue informado que "el Sr. Bautista Van Schouwen Vasey no registra hospitalización ni antecedentes clínicos en este Hospital Naval (V)". La nota tiene una firma ilegible y bajo ella dice: "p. Armando Caras Espejo, Capitán de Navío de Sanidad, Director". Se consultó a ese centro asistencial, porque había aparecido una fotografía de una persona hospitalizada que se decía era Bautista Van Schouwen junto con una ficha médica del Hospital Naval.

El 30 de julio de 1975 se cerró el sumario y se sobreseyó temporalmente la causa en atención a "que no se ha establecido la existencia de un delito en los hechos denunciados…".

 El 20 de agosto de 1975, la Corte de Apelaciones aprobó el sobreseimiento.

El 26 de marzo de 1978 se presenta un tercer recurso de amparo, interpuesto por Geoffrey Bindman, abogado de nacionalidad británica. Este recurso se refiere a varias personas, entre las cuales estaba Van Schouwen; lo hizo por encargo de familiares y en representación de su país, ya que todos son ciudadanos ingleses o descendientes de británicos.

 Este recurso es rechazado teniendo en cuenta lo visto en otros procesos y se envían los antecedentes al Ministro en Visita sobre causas de detenidos desaparecidos, Servando Jordán López. Este resolvió no incorporarlo a su investigación porque no se ajusta a los términos acordados por la Corte Suprema con fecha 21 de marzo de 1978, ya que se encuentra sobreseído.

 Además de las gestiones judiciales contenidas en tres recursos de amparos y dos investigaciones en los Juzgados del Crimen, la familia hizo peticiones al General Pinochet, al Presidente de la Corte de Apelaciones de Santiago y a otras autoridades militares. El caso fue presentado ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ante el Comité Interamericano de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos, OEA.

Con fecha 15 de julio de 1991 ante el 4to. Juzgado del Crimen de Santiago se interpuso querella por secuestro agravado. Este ingresó a tramitación con el rol N°143656. Una de las diligencias mencionadas fue la exhumación de una tumba NN del Patio 29 del Cementerio General, donde según antecedentes reunidos por la familia, se habría encontrado inhumada la víctima. Tal diligencia se realizó en septiembre de 1991 sin resultados positivos. Las osamentas encontradas, según informaciones preliminares, no corresponderían a Bautista Van Schouwen.

 Por otra parte los antecedentes antropomórficos de Bautista Van Schouwen Vasey fueron anexados a la causa 4449-AF del 22 Juzgado del Crimen de Santiago, por el delito de inhumación ilegal en el Patio 29 del Cementerio General, de personas no identificadas muertas entre septiembre y diciembre de 1973. El Juez Instructor de la causa ordenó la excavación de 108 tumbas en septiembre de 1991. De allí se exhumaron 125 cuerpos, los que fueron remitidos al Instituto Médico Legal. En la actualidad (fines de 1992) se está a la espera de los informes periciales de identificación.

           


Suprema ordena reabrir investigación por desaparición de Bautista Van Schowen 

Fuente :El Mercurio 29 de Diciembre 2005

Categoría : Prensa

La Segunda Sala de la Corte Suprema resolvió reabrir la investigación por el secuestro y desaparición del ex dirigente del MIR Bautista Van Shouwen, quien fue aprehendido el 13 de diciembre de 1973 y cuyo destino aún se desconoce.

El proceso había sido sobreseído definitivamente por la justicia militar, razón por la cual los abogados de su familia recurrieron de casación al máximo tribunal, el que acogió los recursos y procedió a ordenar que la causa vuelva a sumario.

Van Shouwen, miembro del comité central del MIR, fue detenido en la parroquia de los Padres Capuchinos en el centro de Santiago junto a Patricio Munita y un tercero no identificado. Desde ese lugar fueron sacados por funcionarios de Carabineros y militares que lo llevaron con destino desconocido en tres furgones.

El cadáver de Munita fue encontrado en el patio 29 del cementerio general, pero el de Van Shouwen nunca apareció.

A juicio de la Corte Suprema, los hechos dicen relación con los delitos de homicidio, arresto ilegal y secuestro calificado, y “debe ser objeto de una acuciosa y celosa investigación de parte del fiscal militar que corresponda, debiendo decretarse todas las diligencias que sean menester para determinar la forma y circunstancia en que ocurrieron los hechos”.

Tras revisar el expediente, los ministros de la Segunda Sala consideraron que existen diligencias importantes que no se realizaron en la indagatoria, por lo que ordena que se realicen algunas específicas.

Entre ellas, el máximo tribunal dictaminó que se debe investigar a fin de establecer la existencia y paradero de un oficial de Ejército llamado Rubén Castillo White, con el fin de que sea citado a prestar declaración.

Asimismo, ordena que se cite nuevamente al sacerdote capuchino Sergio Uribe Gutiérrez quien deberá ser interrogado pormenorizadamente sobre los hechos que describió ante la justicia militar en septiembre de 1996.

También ordena que se cite a los sacerdotes de la misma congregación Orlando Córdova y Rafael del Piano, con el fin de que describan los hechos ocurridos en la parroquia desde la llegada de Munita y Van Shouwen hasta la detención de

que fueron objeto.

La resolución fue dictada por los ministros Alberto Chaigneau, Enrique Curi, Nibaldo Segura, Jaime Rodríguez Espoz, Rubén Ballesteros y el auditor general del Ejército Juan Romero, quien estuvo por confirmar el sobreseimiento del caso.

Van Shouwen era casado y padre de un hijo al momento de su captura. Estaba siendo buscado por los servicios de seguridad que habían ofrecido una recompensa por su detención, que ascendía a 500 mil escudos.


Corte de Apelaciones procesó a ex DINA en causas de DDHH

Fuente :La Nación -25 de Junio 2007

Categoría : Prensa

La Segunda Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, en votación unánime, procesó al ex agente de la DINA, brigadier (r) Marcelo Moren Brito como autor de los homicidios calificados de los dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Bautista Van Schowen y Patricio Munita Castillo, ocurridos en diciembre de 1973.

En el fallo en el que se pronunciaron los ministros Haroldo Brito, Carlos Gajardo y el abogado integrante Nelson Pozo Silva, se estimó que existen presunciones fundadas, para estimar que el jubilado oficial tuvo una participación directa en los ilícitos "toda vez que existen antecedentes que le imputan haber integrado el grupo de agentes del Estado que detuvieron a las víctimas en el lugar en que se habían refugiado".

Van Schouwen, de profesión médico y cuñado del líder fundador del MIR, Miguel Enríquez, fue requerido el mismo día del golpe militar para presentarse ante las autoridades de facto. La junta de gobierno en ese entonces ofreció una recompensa de 500.000 escudos a la persona que ayudara a encontrarlo.

Según los antecedentes del proceso, ambos miristas ingresaron a las dependencias de la Congregación de los Capuchinos, ubicada en calle Catedral

2345 de la capital, en busca de refugio, donde fueron arrestados por efectivos del organismo de inteligencia, desconociéndose el lugar preciso al cual fueron conducidos. Sin embargo, sostiene el dictamen “los antecedentes reunidos hasta ahora permiten establecer que al día siguiente (14 de diciembre) sus cuerpos, que presentaban múltiples heridas a bala causadas por terceros, fueron abandonados en la vía pública, siendo llevados al Servicio Médico Legal, donde se les practicó la autopsia, cuyos protocolos se registraron con los números 3950 y 3951, y fueron luego inhumados en el Patio 29 del Cementerio General en las tumbas Nos. 2335 y 2336".

El dictamen del tribunal de alzada capitalino consigna que "igualmente, en el estado actual de la investigación, es posible establecer que posteriormente sus cuerpos fueron exhumados y que Patricio Munita Castillo fue sepultado en el Cementerio Católico de esta ciudad por gestiones realizadas por sus familiares, en tanto que los restos de Bautista van Schoewen Vasey, habrían sido incinerados en el Cementerio General por agentes de seguridad".

Señala el fallo que al encontrarse incompleta la investigación, se repone la causa al estado de sumario para que se practiquen las diligencias pertinentes para deducir otras responsabilidades y decretar pericias para establecer la efectividad que los restos de Munita Castillo se encuentra sepultado en el Cementerio Católico de Santiago.

El caso

La Corte Marcial dispuso el sobreseimiento del caso, sin determinarse responsabilidades, en agosto de 2003, al invocar la ley de Amnistía y la prescripción.

La sentencia fue dos años después revocada por la Sala Penal de la Corte Suprema, al considerar que tal cierre infringió disposiciones del Código de Procedimiento Penal, y por tanto no pueden ser demandadas mientras no se investiguen a fondo los hechos, por lo que ordenó la reapertura del caso.

La investigación quedó así en manos del ministro Joaquín Billard, quien nuevamente decretó el sobreseimiento, por lo que la parte querellante, a cargo del abogado Nelson Caucoto, impugnó la decisión ante la Corte de Apelaciones.

El brigadier (r) Moren Brito se encuentra recluido en el Penal Cordillera de Peñalolén por su implicancia en otros casos de violaciones a los Derechos Humanos. Dentro de la otrora DINA, fue jefe de la denomina Brigada Caupolicán, dedicaba a neutralizar a los

militantes del MIR.


Un grito en el silencio (Investigacion de la desaparicion de Bautista Van Schowen y Patricio Munita)

Fuente :Nancy Guzmán

Categoría : Otra Información

PARROQUIA DE LOS CAPUCHINOS

Un refugio para el Bauchi

Eran los primeros días de diciembre de 1973 en Santiago; la ciudad parecía más gris que de costumbre. Los clásicos edificios que dominan el barrio cívico, interrumpidos por la Alameda de las Delicias, ancha avenida que divide la ciudad en norte y sur, aún tenían las señas vivas de los enfrentamientos ocurridos el día 11 de septiembre y de los posteriores baleos que los militares hacían durante las noches para mantener la sensación de incertidumbre en la población. En la casa de La Moneda aún humeaban los olores malsanos de la tragedia que se había esparcido la mañana húmeda del golpe de estado.

James circulaba en su Citroneta por la Gran Avenida con destino al sur y llevaba sus sentidos puestos en todo lo que se movía a su alrededor. Era curioso aprender a vivir de esa manera, casi como un animal acorralado, pero nada era normal en el país ocupado por las fuerzas militares, todo había cambiado. Sus propios padres se habían convertido en fuente de desconfianzas; ellos participaban de la algarabía de los ganadores y se regocijaban de la presencia de militares en las calles, que cada cierto número de cuadras se parapetaban tras trincheras hechas con sacos de arena donde instalaban sendas ametralladoras punto 30 para hacer controles rigurosos a todos los civiles.

Era tiempo de deshacerse del viejo vehículo al que le había tomado aprecio, pensaba, sin desviar su atención en lo que sucedía en torno suyo; el viejo vehículo se había hecho parte de él, estaba a su nombre y lo había sacado de apuros en momentos difíciles. Desde el Golpe de Estado no había parado de recorrer las calles de Santiago en ella, pero ya tenía conciencia que la Citroneta estaba "quemada" y tenía que buscar otro vehículo para cumplir la tarea de trasladar al Bauchi a su nuevo lugar de residencia.

James miró una vez más por el retrovisor para asegurarse que no era seguido. Luego comenzó a frenar y se detuvo cerca de una placita; dio una mirada rápida a su alrededor. Todo estaba bien. Bajó, cerró la Citroneta y se encaminó hacia el lugar del "punto" con la enlace de un miembro de la Comisión Política del MIR[1].

Ambos habían llegado al lugar a la misma hora. Parecía un encuentro casual entre amigos.

Después de la entrega de los informes y mensajes, James, miró la hora y preguntó al mismo tiempo:

—¿Andas en auto?.

—Si, respondió la enlace y rápidamente le preguntó:

—¿Por qué, lo necesitas?.

Ambos sabían que no debían transgredir las normas de compartimentación y que el conocer el vehículo en que otro militante con responsabilidades se transportaba, podía ser una pista para los aparatos de seguridad de la dictadura en caso de ser detenido, poniendo en riesgo a otros militantes o dirigentes y con ello la organización del partido. Pero los recursos eran escasos para los altos costos que significaba vivir clandestinamente y la solidaridad en momentos difíciles era la única forma de salvar el trabajo político. Eso pesó en la decisión que tomaron los dos militantes en ese momento.

— Estamos en problemas amiga, respondió James. El Bauchi está en un lugar muy malo. La casa está muy quemada porque quienes viven ahí son ex militantes de izquierda y en cualquier momento pueden llegar a allanarla, además, todos los de la casa están muy nerviosos y eso puede aumentar los riesgos. Tampoco tiene condiciones de seguridad la ubicación y todavía no tenemos lista la nueva fachada. Mira tengo que cambiar temporalmente al Bauchi, pero mi auto está quemado y no resiste una escapada en caso de ser necesario, tu sabes, ando en la misma “Citro vieja”.

La enlace se sobresaltó, ¿cómo era posible que no tuvieran un auto mejor, si esa citroneta apenas caminaba? No lo pensó dos veces, el Bauchi era un hombre importante en la dirección del MIR y en la reconstrucción de la resistencia a la dictadura, pero por sobre eso era un amigo.

—Y ¿cuándo lo tienes que trasladar?

—Al tiro

— Toma mis llaves y los papeles, mi auto está completamente limpio, le respondió.

Luego le indicó donde se encontraba estacionada, el modelo y color del auto, y de paso, les ofreció su casa por unos días hasta que superaran la situación, si es que era necesario.

—No es necesario, dijo James, ya encontré un lugar transitorio, pero, seguro para el Bauchi mientras le consigo una casa para que se instale de manera definitiva y ya estamos en eso, es cosa de días.

Cogió las llaves del Fíat 125 y se fue al encuentro del Bauchi a pocas cuadras del lugar del “punto”, donde temporalmente lo había escondido un periodista amigo. Previamente los dos militantes habían fijado el lugar para un nuevo “punto” donde James le entregaría el auto.

Sentada en un banco en la placita donde James había dejado su citroneta, antes de comenzar a caminar hacia el nuevo punto de encuentro para recoger su auto, se quedó la enlace. Pensaba que afortunadamente tenían un lugar seguro y James no había aceptado su ofrecimiento, que era otra transgresión a las estrictas normas de seguridad, por el altísimo riesgo que significaba para la organización del partido que dos dirigentes vivieran en una misma casa. Mientras miraba como las hojas de los árboles dejaban pasar los cálidos rayos del sol primaveral, trató de remontarse a otras épocas, pero inevitablemente se le vinieron las imágenes más actuales.

Por algunos minutos recordó la última vez que vio al Bauchi. Ella manejaba el auto donde iban los hombres más buscados por la dictadura: Bautista Van Schouwen, Miguel Enríquez y Nelson Gutiérrez. Circularon por Santiago durante horas, se trataba de una reunión de la Comisión Política del MIR para discutir el documento oficial de ese partido sobre el golpe de estado y su nuevo accionar para el período que vivía el país. El documento que habían discutido arduamente en las largas horas de circulación por diferentes partes de Santiago, eludiendo los controles militares que se extendían por toda la ciudad, se llamó “La táctica del MIR en el actual período”[2]. En el se analizaban los tres años del gobierno de la Unidad Popular y los errores cometidos -a juicio del MIR- en el período que había terminado el 11 de septiembre con el golpe de estado y la muerte de Salvador Allende. En el documento también se entregaba una síntesis sobre la táctica de masas del MIR para el nuevo período, que comenzaba con el golpe de estado, y sobre la búsqueda de alianzas con otros sectores políticos democráticos para superar, lo que a juicio de Miguel Enríquez, era “la dictadura gorila” haciendo semejanza con otras dictaduras de América Latina que se alternaban el poder con gobiernos democráticos.

Recordaba las largas discusiones de Miguel con el Bauchi, sobre los aspectos de la derrota del gobierno popular de Salvador Allende. Ambos tenían una relación de afecto y admiración reciproca a pesar de las diferencias de carácter entre ambos dirigentes. Mientras Miguel era apasionado hasta la exaltación en las discusiones, Bauchi era sereno calmado, no por eso era débil en los planteamientos, tenía enorme paciencia cuando se discutían temas complicados y buscaba los puntos en común para llegar a acuerdos.

Refugio en la parroquia

El Fíat 125 circulaba rápido hacia el norte por las calles cercanas a la Gran Avenida con destino al centro. Los ocupantes eran dos jóvenes con buena apariencia y semblante despreocupado. James manejaba atento y daba la información que había recibido de su enlace. Bautista escuchaba y controlaba los autos que pasaban por su lado. Era la rutina de chequeo. Esta consistía en observar detenidamente a los otros automovilistas, que iban en su mismo sentido o en sentido contrario, para constatar que no eran seguidos por agentes de civil del nuevo régimen. En caso que vieran un auto sospechoso, con cabeza fría se memorizaban los números de las patentes de los vehículos y se buscaba alguna calle lateral segura con menos tráfico a modo de verificar si el vehículo sospechoso alteraba su ruta.

James había comenzado a trabajar de ayudante de Bauchi un poco antes del 29 de junio, fecha del levantamiento del Regimiento blindado Nº2 conocido como “El Tancazo”. En esa época la dirección del MIR había tomado la decisión de que cada miembro de la Comisión Política tuviera un secretario. Estos secretarios fueron elegidos entre militantes altamente confiables por su experiencia y solidez política pero además debían tener un buen nivel de instrucción de defensa personal. Las funciones que debían realizar estos secretarios eran variadas: de enlace con las bases y con otros dirigentes, ayudante, chofer y eventualmente guardaespaldas. A partir de entonces Bauchi había compartido las tareas partidarias con James. [3]

Eran cerca de las 6 de la tarde cuando los dos hombres jóvenes ingresaron a la Parroquia de los Capuchinos, ubicada en Catedral Nº 2345 junto al convento de la misma Congregación. Parecían ser de buena familia por su ropa y su estatura, advertiría después la Señora Isabel Ossa, testigo de la llegada de Bautista Van Shouwen y Patricio Munita.

James se adelantó a preguntar a una mujer que estaba en una oficina por el sacerdote Enrique White. Bautista se quedó en la semipenumbra de la entrada mirando su entorno y tratando de adivinar como sería vivir temporalmente en ese lugar. Deseaba estar pronto en un lugar propio, seguro, donde pudiera vivir con su esposa, Astrid, a quién amaba y admiraba profundamente por su actitud valiente al asumir los rigores de la clandestinidad sin una queja. Ambos habían conversado sobre los nuevos roles que les tocaba vivir y como la armoniosa cotidianeidad de su vida en pareja se había destruido desde el golpe de estado. Sólo habían tenido encuentros furtivos en distintos lugares de la ciudad, que cada vez que concluían quedaba la incertidumbre si habría otro encuentro.

El Sacerdote Enrique White Marcelain pertenecía a la Congregación Capuchina y en ese momento ejercía el cargo de Párroco de la iglesia de Los Capuchinos. Desde el mismo día del golpe de estado se había dedicado a dar protección a los perseguidos por la dictadura militar. Ese día, mientras escuchaba los bandos militares que salían al aire por las radios comprometidas con los golpistas y La Moneda era cercada para luego ser bombardeada, escuchó unos golpes en la puerta. Era un grupo de profesores de provincias que se encontraban en un congreso en la Casa del Maestro, que queda a escasas cuadras del lugar. Al enterarse de lo que estaba pasando habían corrido hasta la parroquia en busca de protección mientras se calmara la situación y pudieran viajar hasta sus lugares de residencia. El padre White, a pesar de que no eran tiempos fáciles y la parroquia carecía de recursos, les dio refugio y los ayudó a comunicarse con sus familiares.

Veinte años después la, Sra. Isabel Ossa[4], quién era una feligresa amiga y colaboradora del Padre White y de su obra, vuelve al pasado y escarba entre sus recuerdos los momentos vividos después del 11 de septiembre en la parroquia de Los capuchinos:

“—Yo siempre trabajé en la parroquia y esto -refiriéndose a la detención del padre White- no fue causa para que yo me alejara de la parroquia o cosa por el estilo, Incluso la parroquia prestó ayuda a mucha gente para el golpe de estado. El día del golpe de estado estaban en un seminario en la casa del profesor ellos salieron arrancando, porque eso era como la moneda chica, y llegaron a pedir ayuda a la parroquia. Mucha gente se asiló en la parroquia.

“A partir de ese momento comenzamos, algunas personas, a colaborar llevando cosas para comer, porque una cosa era que tuvieran cosas para comer los de la parroquia y otra era que tuvieran para darle a la gente que llegó. Nosotros llevamos frazadas, café azúcar. Esos primeros días no había ni siquiera teléfonos y la mayoría venía de afuera de Santiago, era de provincia y no tenía como comunicarse con su familia.

“Me acuerdo que en un bando de la junta decía “que la gente que tenía armas y que no las tenía inscritas se podían dejar en las iglesias”. Incluso el padre Enrique llegó a la casa con un paquete. Yo le pregunté que era eso y el nos comentó, a mi marido y a mi: que era algo que le habían dejado en la puerta. Le dijimos “padre no lo abra, hay que llamar a alguien para que vea lo que es”.

“Efectivamente se trataba de una bomba.

“Bueno eso se lo criticaba la gente -al padre White-. Qué cómo era posible que se amparara a los comunistas que nos querían degollar a todos…y todo lo que se dijo en el país en ese momento y que algunos siguen sosteniendo, porque aún en Chile hay gente que sostiene que debió ser así.”

Por eso cuando el párroco recibió la llamada de su antigua alumna de Los Angeles, Ana María Moreira, solicitándole ayuda para unos amigos que tenían problemas, aceptó protegerlos sin preguntar quienes eran. Quizás jamás se imaginó que entre sus dos nuevos huéspedes estaba uno de los personajes más buscados del país y que ese hecho haría que su vida y la de muchos cambiara para siempre.

Ana María Moreira, es una mujer de mediana edad, facciones finas y unos bellos ojos celestes. Su timbre de voz es suave y relata sin aparente trauma lo que le tocó vivir el año 1973 cuando fue detenida por la DINA junto a su amiga Gabriela Rozas y conducida hasta la casa de torturas de Londres 38, luego a Tejas Verdes y finalmente a la cárcel de mujeres “El Buen Pastor”: Esa sería su primera experiencia con la DINA; luego en enero de 1975 volvería a ser detenida y llevada a Villa Grimaldi, Cuatro Alamos, Tres Alamos y el campo de concentración de detenidas de Pirque recuperando su libertad en noviembre de 1976.

Al mirar el rostro sereno de Ana María, bien se podría decir que las heridas de lo vivido y sufrido están cerradas, pero a medida que corre el relato de sus recuerdos la fuerza de la voz va decayendo, delatando así el intenso quiebre que ha marcado su vida en un antes y un después, dejando al descubierto que sus dolores no los ha borrado el tiempo. Resulta irónico constatar que quienes se apropiaron de la historia han logrado cambiar la imagen de los colaboradores con la represión y la dictadura haciéndolos aparecer socialmente como personajes respetables en un proceso de amnesia colectiva apoyada por diversos sectores políticos que hoy comparten la mesa del poder. Sin embargo muchos chilenos, como Ana María, que entregaron lo mejor de sí en aras de un proyecto de sociedad más justa, deben esconder muchas veces su pasado.

Es la tragedia de una generación que resistió a la ignominia de una dictadura que se inició violando los derechos fundamentales del hombre, asesinando al Presidente Salvador Allende, quien había sido elegido por la mayoría de los chilenos y ratificado por el Parlamento elegido democráticamente. En esa época, Ana María era militante del FER -Frente de Estudiantes Revolucionarios- en el Pedagógico, amiga y compañera de facultad de Gabriela Rozas, novia de Patricio Munita. Así recuerda su relación de amistad con Patricio Munita y las razones que la llevaron a solicitar ayuda al padre Enrique White.

“—Yo conocía a James porque era novio de Gabriela, una compañera y amiga de Facultad, además yo era militante del MIR.

“Después del golpe de estado iba frecuentemente a mi departamento, a veces se quedaba allí con mi amiga, otras veces se quedaba en su casa, me refiero a su casa paterna. James no tenía un lugar especial para resguardar su seguridad, me refiero a casa de seguridad. Es más, él muchas veces se quedaba en su casa, que después me enteré que era muy cerca de mi departamento; es por eso que muchas veces se iba cerca de la hora del toque de queda.

“La verdad es que yo tengo la sensación que no teníamos muy claro lo que era una dictadura militar. No sabíamos qué era un régimen represivo de esa envergadura.

“Cuando Patricio me pidió que si podía ubicar un lugar para esconder a una persona, jamás me imaginé que fuera Bauchi, él no me lo dijo y yo tampoco pregunté. Era la forma de protegernos en ese momento. Saber lo mínimo posible.

“Fue así que yo me recordé del padre White. El había sido profesor mío en Los Angeles. Lo contacté para pedir su ayuda. Le dije que si podía tener en su parroquia a una persona que estaba siendo perseguida, que necesitaba un asilo transitorio, que era sólo por unos días.

“Jamás hablamos de quién se trataba, yo no sabía. Así fue que el padre White dio albergue a Patricio y Bautista.” [5]

La mujer que hacia de secretaria miró atentamente a James y le preguntó para qué necesitaba al padre White. La respuesta fue escueta: es un asunto personal. Salió de su oficina y se dirigió hasta donde se encontraban reunidos el padre White y la Sra. Isabel Ossa. Interrumpió la reunión y dijo: Padre Enrique lo buscan unas personas.

Ambos estaban concentrados revisando las cuentas de la parroquia, al escuchar la voz de la secretaria el sacerdote giró la vista hasta la tenerla frente a sus ojos y serenamente preguntó: ¿Quienes son?. La secretaria no supo darle respuesta. No se extrañó el sacerdote que lo buscaran dos desconocidos, al parecer lo esperaba, y había visto a través de los vidrios de la puerta la entrada de los dos jóvenes. El padre White, entonces, le preguntó a doña Isabel Ossa si eran personas conocidas. Ella observó y vio que se trataba de dos hombres bien vestidos uno mayor y otro muy joven. Respondió que no los conocía. Era la confirmación del sacerdote que efectivamente eran las personas que esperaba.

El padre White se levanto de la silla, se encaminó hasta la puerta y los hizo pasar a un pequeño salón desde donde la señora Isabel Ossa pudo verlos conversar.

Los jóvenes entraron, saludaron al sacerdote y se presentaron con sus verdaderos nombres. Conversaron con el padre Enrique durante quince minutos aproximadamente.

Así recuerda Isabel Ossa[6]:

“—Estaba un día en la parroquia. Yo trabajaba con el padre Enrique White quién era párroco en ese entonces, y veo entrar a dos personas; una más madura y un muchacho muy joven. No teníamos idea quienes eran, porque nosotros estábamos en una reunión especifica de la parroquia, viendo cómo estaban las platas que llegaban a la parroquia, los aportes que hacían las distintas personas.

“En esa situación estábamos cuando dijeron que al padre White lo buscaban. Esto fue cuando llegaron estas personas que le mencioné -Bautista Van Schouwen y Patricio Munita-. Nosotros no sabíamos quienes eran, después el padre Enrique me contó a mí quienes eran.”

Bautista Van Schouwen Vasey, el Bauchi para sus amigos de Concepción, tenía 31 años, era Médico Cirujano, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y miembro de su Comisión Política. En el Bando militar Nº 10[7] firmado por la Junta de Gobierno de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile el mismo día 11 de septiembre, su nombre aparecía publicado en la lista de 95 chilenos que eran buscados por las nuevas autoridades y a quienes se les conminaba a presentarse voluntariamente a las 16:30 de ese día. El Bando advertía que de no cumplirse con la presentación significaba -a quienes aparecían llamados en el Bando- que se ponían “al margen de lo dispuesto por la Junta de Comandantes en Jefe con las consecuencias fáciles de prever”[8]. A partir de ese día, su foto y datos personales estaban en todas las comisarías y puestos militares del país. El día 28 de septiembre de ese mismo año el diario El Mercurio publicó su nombre en una lista de personas buscadas, por las que se ofrecía una recompensa de Eº 500.000 a quién diera alguna información de utilidad para su captura.

Patricio Munita Castillo, tenía 23 años, era conocido por sus amigos cómo “James” por su parecido con el artista de cine de los años cincuenta James Dean. Estudiaba Derecho en la Universidad de Chile, militaba en el MIR y su nombre no aparecía en ninguna lista de personas requeridas por los militares. Patricio Munita había llegado a militar al MIR a través de Andrés Pascal a quién conocía por su vinculación a comunidades de base de la iglesia Católica y a amistades comunes.

Después de las presentaciones y de saber quién era realmente uno de sus protegidos, el padre White, exigió a Van Shouwen y a Munita no portar armas en la iglesia y ceñirse a las rígidas reglas de convivencia de la parroquia y del convento que quedaba en las mismas instalaciones, sólo de esa manera podía recibirlos.

Para el Bauchi no había más alternativa por lo que aceptó las condiciones del sacerdote, además era por unos pocos días, y pensó que era una norma básica de la clandestinidad no portar armas por los constantes registros que se hacían a diario en todo Santiago.[9]

En esas condiciones llegó Bautista Van Schouwen a la parroquia de Los Capuchinos a principios de diciembre de 1973: Indefenso, sin armas y dispuesto a someterse a las reglas que le impusiera su protector. Consultada la Sra. Isabel Ossa si a esas dos personas las habría relacionado con terroristas o delincuentes, como solía calificárseles a los opositores a la dictadura, responde:

“—No para nada. Ellos se veían dos personas buenas. No conversaban mucho, pero a pesar de saber que eran buscados, yo los veía como dos personas mas bien preocupadas por su situación que gente con deseos de matar o algo así. Yo creo que ellos estaban mas acorralados que en posición de atentar contra la dictadura.”[10]

Problemas en la parroquia de los capuchinos

El golpe de Estado no sólo había terminado con la democracia política chilena, también había desatado las peores pasiones entre opositores en la sociedad. Las enormes diferencias políticas que tenían un cause de expresión en democracia se habían transformado en odios irreconciliables y los ganadores sentían que había llegado la hora de la revancha, que en esos momentos se pagaba con detenciones, torturas y fusilamientos sumarios; sin derecho alguno a la defensa. La dictadura exaltaba a través de sus Bandos Militares los contravalores como la xenofobia, el odio a ciertas ideas y la delación. Las comunidades religiosas no quedaron al margen de estos nueva forma de sobrevivir.

Así describe monseñor Ariztía[11] lo que sucedió en la Iglesia Católica chilena después del golpe de estado.

“—La Iglesia Católica está compuesta por hombres y muchas veces los hombres son débiles a las pasiones, muchas veces, y eso pasó después del golpe de estado donde la iglesia también se dividió como la sociedad chilena. Algunos tomamos la tarea de ayudar a los que se encontraban indefensos, pero también hubo sectores de la iglesia que miraron para otro lado y otros que apoyaron abiertamente lo que sucedía. Hay que recordar que para muchos chilenos la muerte de los opositores al régimen militar les parecía que era merecida y la frase “algo habrá hecho” define muy bien el beneplácito que sentían sectores de la población por las muertes y hechos terribles que ocurrían”[12]

El Padre Enrique White tenía claro el cambio violento que había producido el golpe de estado en las personas y sabía los problemas que podía traerle la estadía de un militante de izquierda que era buscado por las nuevas autoridades en su parroquia. Por esa razón había elaborado una excusa para que los doce religiosos que se encontraban en el convento, que quedaba junto a la parroquia, no hicieran preguntas incomodas sobre las visitas, no cuestionaran su decisión y no fueran implicados en los riesgos que él asumía. Sabía que debía evitar la resistencia que naturalmente podía producirse al interior de su comunidad. La escusa para darle la estadía a los jóvenes en la parroquia era que venían de provincia y que su trasladado a Santiago se debía a razones económicas y mientras no encontraran trabajo construirían una casita para vender libros baratos que les permitiera solventar su estadía y ganar unos pesos.

Pero el nombre de Van Schouwen creó en el Padre Enrique White una enorme inquietud, se dio cuenta inmediatamente de la enorme responsabilidad que significaba tenerlo en el interior de su parroquia. Era uno de los personajes más buscados por los aparatos represivos de la dictadura y nadie estaba al margen de lo que estaba sucediendo con los opositores políticos en Chile, que a contar del 11 de septiembre habían pasado a ser considerado “enemigos” de la junta militar.

El sacerdote tampoco había considerado la posibilidad que alguno de los doce sacerdotes que vivían en la parroquia conociera al personaje que tenía asilado en la parroquia y así había sucedido. El padre Orlando Liza Rodó, de origen español, rápidamente reconoció a Bautista, lo había visto de cerca en el año 1972 cuando “había estado en la iglesia en un debate – información sobre política junto a Jaime Guzmán, Luis Maira entre otros”[13]. La imagen del dirigente del MIR se le había quedado grabada. Cuando lo vio circulando por el patio de la parroquia entendió rápidamente de que se trataba y lo comentó con algunos sacerdotes.

El padre White era un hombre de ideas progresistas, sensible al sufrimiento de los más débiles a los que se había consagrado desde su envestidura de sacerdote. Por esa razón, y a pesar de no querer involucrar a su comunidad por los temores propios de esos días, no consideró la posibilidad de que algunos sacerdotes antepusieran sus intereses a los de la Iglesia Católica que se había comprometido con los débiles y perseguidos. Pero en su comunidad esta falta de caridad cristiana tenía gran fuerza y la decisión del padre White fue cuestionada y los propios sacerdotes llegaron al extremo de exigirle una solución. Veintitrés años después, en forma evasiva, negándose a ser entrevistado formalmente, el sacerdote Juan González[14]lo reafirmó :

“—El padre Enrique era muy autoritario. El hacía lo que quería; claro que en esa época no se usaba trabajar en equipo. Así que fue sólo él quién recibió a las dos personas, el resto de los doce sacerdotes que habíamos ahí no tuvimos nada que ver.

“—Esa situación (se refiere a la estadía de Van Schouwen) causó muchos problemas a la congregación.”

Consultado sobre si él vio alguna vez a Van Shouwen o a Munita en la Parroquia de los Capuchinos, durante su estadía respondió a modo de rezongo.

“—Nosotros los veíamos a diario, tal como puedo ver -muestra a unos trabajadores que hay en la Parroquia Capuchina de Concepción trabajando en el patio- a esas personas que están ahí. Nosotros los veíamos a diario, ellos estaban ahí.”

Al preguntársele su opinión por el silencio cómplice de la comunidad frente a la detención y la suerte corrida por Patricio Munita y Bautista Van Schouwen, la respuesta del sacerdote más parecía la de un militar interesado en el olvido que la de un hombre cristiano consagrado al ser humano y a la verdad.

“—La congregación tomó la determinación de olvidar lo sucedido. Hay que olvidar el pasado ellos ya están bajo tierra y hay muchos vivos que sufren, esos son los que importan. Para que hurgar en el pasado que nos duele a todos. Olvídese.” Tras esas palabras no quiso seguir conversando y se despidió un tanto molesto.

Ante la tensa situación que se estaba produciendo al interior de la comunidad capuchina, el padre White se vio obligado a comunicar a su Superior Provincial, el sacerdote Juan de Salinas, que tenía en calidad de protegido a Bautista Van Schouwen. El sacerdote Juan de Salinas era un español severo que no aceptaba faltas a la disciplina en la orden; cuando recibió la información, le manifestó su malestar y le exigió que hiciera las gestiones para sacar a las dos personas de la parroquia, no quería conflicto con las nuevas autoridades, era mejor ser amigo de las nuevas autoridades que enemigo.

Distinta es la versión que da en su declaración a la justicia diecinueve años después de los hechos el sacerdote Juan de Salinas, quién comienza diciendo[15]:

“En el año 1973, me desempeñaba como superior provincial y superior de la Casa en la Iglesia Capuchinos, situada en Catedral 2345 y conocí mucho al padre Enrique White.

En el mes de noviembre de 1973, un grupo de aproximadamente 5 jóvenes se presentó en la Iglesia y habló con el padre Enrique para que les permitiera tener una pequeña librería y además, les autorizáramos para recibir correspondencia del extranjero. La comunidad religiosa se reunió, trato el asunto de la librería y de las cartas. A ambas cosas no accedimos y en ese momento no sospechábamos nada de que hubiera algo de política en esto. Sólo nos pareció un poco raro lo de las cartas del extranjero. El -refiriéndose al padre White- le transmitió a los jóvenes la negativa”

Su declaración abunda en falsedades. Nunca se presentaron 5 jóvenes a hablar con el padre White para pedirle permiso para usar la parroquia como lugar de acogida. No existe ni un testigo que haya avalado esa declaración por el contrario, quién reconoce haber sido el contacto es la única persona que le pidió ayuda al padre Enrique White fue Ana María Moreira, y no sabía para quién era la ayuda. La otra testigo de la llegada de los extraños a la parroquia, es la Sra. Isabel Ossa, quién dice que llegaron sólo dos jóvenes y el tercer testigo de la presencia de Van Schouwen y Munita, el padre Juan González, no se refiere en ningún momento a otras personas ajenas a la iglesia, sino a los dos detenidos junto al padre White. Tampoco el padre White comunicó a sus superiores o a otras personas la petición de ayuda; tal como lo asegura el padre González “él solo tomó la decisión”. Lo mismo se repite en la declaración jurada hecha en 1991 por el Superior Provincial Miguel Angel Ariz.

En la respuesta del Superior Provincial de la orden Capuchina, Miguel Angel Ariz[16], hecha por oficio al Cuarto Juzgado del crimen con fecha 7 de agosto de 1991, dice:

“Se me ha solicitado que remita a ese Tribunal la totalidad de antecedentes que obren en mi poder relacionados con la detención de BAUTISTA VON SCHOUWEN VASEY, PATRICIO CASTILLO y EL SACERDOTE ENRIQUE WHITE.

“Lamento no tener información acuciosa y directa sobre el caso, debido a

“- que el sacerdote ENRIQUE WHITE falleció el 9 de septiembre de 1983 en Viña del Mar

“- que no vive aquí ningún religioso de los que en aquel tiempo vivía en el convento

“- que no he encontrado en el Archivo ningún dato al respecto”

Resulta poco creíble que el Superior Provincial de la Orden Capuchina no tenga acceso a información acuciosa y directa de ninguno de los doce sacerdotes que se encontraban el día 13 de diciembre de 1973 en el convento; cuando fue allanado y resultan detenidas tres personas, entre ellas un sacerdote de la comunidad.

También es dudosa la disposición a colaborar del superior provincial, Miguel Angel Ariz, cuando dice que no viven actualmente en su jurisdicción religiosos que se encontraban ese diciembre de 1973. Por lo menos uno de los sacerdotes que se encontraban en esa época en el lugar y pueden dar todo tipo de información fue contactado en la investigación de este libro sin ningún problema. Menos aún podría tenerlo una persona de tan alta investidura en la orden religiosa.

Prosigue el Superior Provincial Ariz:[17]

“De modo que lo que pongo a continuación son informaciones de segunda mano, pero que estoy convencido de que se ajustan a la verdad.

“1.- El sacerdote capuchino, Enrique White, era por esos años párroco de esta iglesia. Alojaba en unas piezas ubicadas al lado de la oficina parroquial, aparte del convento, aunque participaba en las comidas y la oración de la comunidad.

“2.- El padre Enrique acogió en esas piezas junto a la oficina parroquial a unos jóvenes de izquierda. No consultó para ello con la comunidad, de modo que los demás hermanos no estaban interiorizados del asunto. Se decía que iban a establecer una librería.

“3.- Un día, parece que el 13 de diciembre, vinieron diversos efectivos de seguridad y llevaron detenidos a los jóvenes y al P. Enrique. Todo ello en medio de una gran conmoción, sin saber bien los demás hermanos de que se trataba.”

La declaración del actual superior provincial de los Capuchino concuerda con las anteriores, el padre White no consultó con la comunidad para dar acogida a Bautista Van Schouwen y Patricio Munita. En cambio, la declaración del superior de la Casa Capuchina para el año 1973, Juan de Salinas, continua con otra serie de argumentaciones creadas para eludir su responsabilidad y la de los doce sacerdotes que habitaban el convento ese diciembre de 1973 en el acoso que le hicieron al padre Enrique White para que entregara a sus dos protegidos en la parroquia.

“Después de esto salí a ver otras casas, fui al sur, no recuerdo bien, pero tardé en volver más de 10 días. Cuando regresé al Convento se me presentó un padre Rafael del Piano, que era Ecónomo Provincial y estaba construyendo el nuevo convento, él se me acercó nervioso y me dijo que si no habíamos acordado que no se les iba a dar a los jóvenes el salón. Le respondí que si, que no se había autorizado a los jóvenes. Y él me informó que el padre Enrique estaba construyendo un salón para ellos y que además de desobedecer las órdenes, estaba utilizando material de las obras. de inmediato llamé al Padre Enrique y le pedí cuenta de lo que estaba sucediendo. El me respondió que esos jóvenes le habían contado que se estaba preparando un gran levantamiento a nivel de todo Chile y que con la ayuda del extranjero, iban a derribar a los militares. Este levantamiento lo tenían planeado para aproximadamente dos meses más y que iba a comenzar con la muerte de uno de los cuatro de la Junta Militar”[18].

Resulta inverosímil que dos personas que se encuentran sin ningún tipo de infraestructura para sobrevivir la clandestinidad tengan como planes preparar un levantamiento popular a nivel de todo Chile. Pero lo más inverosímil es que estos dos militantes, Van Schouwen dirigente, Munita simple militante, le comenten a un párroco que les ha exigido no portar armas para darles su ayuda, que están preparando un plan de guerra que incluye fecha “dos meses más”.

La verdad es que las presiones de los sacerdotes instando al padre White a negar la ayuda a los perseguidos se hacían insostenibles. Se encontraba sin salida, él se declaraba antimilitarista y se había comprometido a proteger a dos personas sin importar su posición ideológica, y cada día esto complicaba más su situación en la Congregación Capuchina que había decidido optar por lo más fácil, mantenerse al margen de la ayuda a los necesitados y cerrar los ojos a lo que estaba sucediendo en el país. Al fin y al cabo, para muchos sacerdotes, los militantes de izquierda se merecían lo que les pasaba.

Una nueva rutina

Los días pasaban en la parroquia y una rara tranquilidad dominaba el ambiente humano, todos aparentaban naturalidad ante el inusitado movimiento que habían traído los huéspedes. La casetita prefabricada que simulaba ser una librería estaba llena de cajas de libros baratos para estudiantes pobres de secundaria que solían acudir a la parroquia[19].

Bautista ajeno a la situación interna de la comunidad se acomodaba a la nueva rutina y al nuevo personaje. Se levantaba temprano y se retiraba a su cuarto a la misma hora que los sacerdotes. Durante el día salía a sus tareas políticas, a contactos con sus camaradas y a organizar lo que sería su fachada para los meses siguientes, y trabajaba algunas horas arreglando la caseta que simulaba ser una librería y transportando cajas con libros.

James, por su parte, no era huésped de tiempo completo, sólo algunas noches se quedaba con el Bauchi. En tanto presumía que su militancia no era conocida por los aparatos de seguridad, él seguía viviendo con su novia Gabriela Rozas y un pequeño hijo de ella en un departamento de calle Simón Bolivar, en la comuna de Ñuñoa. Todas las mañanas llegaba temprano para acompañar al Bauchi, en sus tareas. Es posible que más de una vez haya ido acompañado de algún militante para reunirse con el Bauchi, lo que creó la leyenda de los tres militantes del MIR detenidos en la Parroquia de Los Capuchinos.

Las salidas a diario del Bauchi y James, que recuerda doña Isabel Ossa, tenían que ver con sus tareas clandestinas.

“—Ellos trabajaban en la librería que tenían allí – en la parroquia- y vendían libros y salían, salían. Yo no tengo conocimiento y no les hacía seguimiento.”[20]

Bauchi, en esa época era miembro de la Comisión Política encargado de El Rebelde -periódico oficial del MIR- de medios de comunicación y publicaciones en general. Su tarea le exigía movilizarce a reuniones casi todos los días para coordinar trabajos con periodistas e intelectuales; también tenía que asistir a las reuniones con otros miembros de la Comisión Política que generalmente se hacían en alguna casa de fachada o circulando en un vehículo. En esos días el MIR elaboraba su primer documento de análisis y evaluación del golpe de estado y la política a seguir por lo tanto las tareas del Bauchi no eran pocas.

Luis Erasmo Retamal Jara, militante del MIR para el golpe de estado, miembro volante del Comité Central del MIR, recuerda cuál era el área de trabajo del Bauchi en diciembre de 1973[21]:

“— Al momento del golpe -el Bauchi- era responsable de propaganda en el MIR, además de ser encargado de El Rebelde, el periódico oficial del MIR.

“La Comisión Política para el golpe de estado estaba compuesta por ocho miembros. Allí estaba el Bauchi, que le decían La Vieja a pesar que su nombre político era “Jorge” y en círculos de estudiantes de Conce le decían el Bauchi. Cada miembro tenía un área de actividad específica.

“James, era su amigo, y sus tareas políticas en el MIR eran de ayudante y enlace entre la militancia y Bautista. Para eso debía desplazarse por la ciudad a los distintos puntos (lugares de encuentro previamente convenidos entre militantes) con dirigentes medios y militantes para asignar tareas, recibir y transmitir información, también tenía a su cargo la seguridad de Van Schouwen. Otra parte importante de su trabajo era ayudar a conseguir infraestructura, o sea vivienda, vehículo y documentos.”

La militancia de James en el MIR había comenzado a fines de la década de los años sesenta cuando recién terminaba la secundaria. Eran años donde los sueños por construir una sociedad más justa parecía alcanzable. Su temperamento alegre y sus firmes convicciones cristianas lo habían acercado a Andrés Pascal a quién conocía por ser de una misma comunidad católica y participar juntos en los trabajos sociales. Esa amistad y su deseo de participar en las transformaciones sociales lo llevaron a militar en el MIR, cosa que su familia parecía ignorar.

Patricio Jorquera, exmilitante del MIR y amigo de Patricio Munita, en respuesta a la pregunta sobre la militancia de Munita, responde.

“— James llegó al MIR por Andrés Pascal. Ellos habían sido del mismo colegio o asistían a la misma iglesia, no recuerdo bien. Lo cierto es que al parecer habían crecido juntos o muy cercanos y por eso llega al MIR el James.”[22]

Una de las funciones principales de James como ayudante del Buchi era conseguirle una casa para vivir, que estuviera en una zona donde su presencia cotidiana no fuera motivo de sospechas. Era una tarea difícil porque no sólo se necesitaba dinero, que era escaso en esos días, para arrendar o comprar, había que tener un conocido que no estuviera involucrado en militancia política de izquierda y que se prestara para arrendarla o comprarla a su nombre para después cederla. Esas personas, que se denominaban ayudistas, por lo general eran personas que tenían una fuerte convicción democrática y consideraban legítimo involucrarse en cualquier proyecto político que se opusiera a la dictadura, en todo caso tenían claro que si los habitantes de la casa eran descubiertos por los militares corrían la misma suerte de los ocupantes.

Nelson Gutiérrez, sociólogo, dirigente del MIR, miembro de su Comisión Política para el golpe de estado, explica las condiciones que debían tener las casas:

“—Las casa debía quedar en lugares accesibles con buenas vías importantes y secundarias que permitieran rápido desplazamiento y poder hacer rutinas de chequeo y contrachequeo para ver si tenía algún tipo de seguimiento.

“Debían tener estacionamientos, ser amplias y de paredes gruesas para poder ocultar los barretines con documentación y dinero. Los barrios preferidos de la izquierda durante la dictadura fueron San Miguel, Macul y Ñuñoa. Tanto así que se llegó a llamar La República Independiente de San Miguel.

“Para eso se necesitaba conocer personas que no estuvieran en los círculos naturales de los miristas y eso le costaba mucho a Bauchi quién tenía muy pocas relaciones extrapartidarias en Santiago, donde siempre se había considerado un extranjero, a pesar que llevaba tres años viviendo permanentemente en la capital.”[23]

Astrid Haitmann, esposa de Bautista Van Schouwen, era para el golpe de estado una joven enfermera del hospital J.J. Rios que intentaba pasar inadvertida para las nuevas autoridades, sobre todo por su relación familiar con Van Schouwen. Ser esposa de un perseguido no era fácil, la primera medida que tuvieron que tomar fue comenzar a vivir separados hasta que ambos pudieran construirse una nueva identidad que les permitiera pasar a la clandestinidad, esa era la única manera de sobrevivir a la represión desatada contra el MIR y todos los opositores a la dictadura.

Astrid, a pesar de los años, no puede dejar de recordar a Bauchi sin que los ojos se le llenen de ternura y así se explica la llegada de Van Schouwen y Munita a la parroquia de Los capuchinos.

“—La última vez que supe de Bauchi fue a comienzo de Diciembre (1973). Si exactamente me acuerdo que fue el día 10 de diciembre por la mañana cuando recibí su última llamada.

“Las razones de por qué se encontraba asilado en un lugar público, como lo es una iglesia, no las sé exactamente. Creo que fue porque no tenía una infraestructura para pasarse a la clandestinidad. Desde septiembre había quedado sin tener donde vivir, es por eso que a pesar que había una recompensa por su cabeza, que aparecía en todos los periódicos de la época, en radio y televisión, Bauchi no contaba con medios para su seguridad.

“A tal punto había llegado su situación que un día me contó que le había tocado pasar un cólico renal, con todos los dolores que significa, en el entretecho de una casa donde lo habían acogido por unos días."

“Bauchi a veces me llamaba para pedirme si podía buscar un lugar, una casa donde esconderse y yo estaba en las mismas condiciones que él, porque mi familia se portó muy mal después del golpe, no tenía a quién recurrir para solucionar su problema.

“Yo supe de su detención o supuse que lo habían detenido cuando no me llamó más y dejé de recibir sus cartas. El Bauchi me llamaba cada dos o tres días porque estábamos preparando el ir a vivir juntos cambiando nuestras identidades, esa era la única forma de sobrevivir a la represión que se había desatado contra el MIR.

“La clandestinidad consistía en organizarse como una pareja tradicional en un barrio común y corriente con una identidad nueva para la pareja. Para eso teníamos que tener nuevas cédulas con nombres nuevos y libreta de matrimonio, vestirnos a la manera tradicional y crearnos una profesión o trabajo que justificara nuestras relaciones y movimientos para que no hubiera sospechas. Esta nueva identidad no era fácil, el partido jamás se imaginó que un golpe de estado en Chile tuviera esas características represivas tan terribles, por lo que no había tanta infraestructura para hacer rápido el proceso de ingresar a la clandestinidad.

“Bauchi muchas veces me comentó su evaluación sobre el golpe y la falta de preparación que teníamos para resistirlo, que los análisis hechos antes del 11 y después del mismo 11 de septiembre, habían quedado cortos. El estaba muy preocupado.”[24]

Lo que Bautista no imaginaba eran los conflictos que había causado su llegada a la Parroquia, también ignoraba las relaciones familiares que el sacerdote tenía entre los militares, por eso los días que estuvo en la parroquia fueron los más tranquilos en mucho tiempo para el Bauchi. Tenía un lugar donde leer y escribir, comidas a las horas y se sentía seguro, además el día 14 de diciembre debía trasladarse a una residencia donde comenzaría a vivir nuevamente junto a Astrid, eso lo tenía contento.

Continúa la declaración del sacerdote Juan de Salinas.

“Al saber esto, se preguntó ¿qué hacer?, el padre Enrique era antimilitar y reflexionó. Esta reflexión consistió en que se dio cuenta de que a pesar de que todo lo que le dijeron y considerando el estado en que se hallaban los militares, ya aferrados al poder, y lo que estaban preparando los civiles; llegó a la convicción de que ese levantamiento iba a fracasar, no iban a conseguir lo que pretendían y que iba a causar una hecatombe de muertes en Chile, ante esto, palabras de él, se vio obligado a delatar todo lo que había oído a los militares, informando a los militares.

“Los militares le dijeron que construyera a cuenta de ellos la librería que querían los jóvenes, y es por ello que él estaba construyendo la librería sin la autorización de nosotros. Así las cosas pasaron. Pasaron unos días y en esos días se le acercaron dos de esos jóvenes y le pidieron un favor, que recibiera a un joven que venía de paso y que iba a pasar por Santiago. El accedió a su petición. Yo tuve que salir unos días y cuando volví me informaron que se habían llevado al padre Enrique los militares y lo tuvieron detenido por varios días.

“Cuando regresó, me contó que -hay una parte ilegible en la copia- el sucesor del director del MIR, no recuerdo que me dijera el nombre de este joven. El me contó que estaba conversando con este joven, el que era sucesor del director del MIR, y los militares se los llevaron, no se llevaron a otro joven, no se nada de un joven de apellido Munita. No recuerdo si él dijo que el joven que se llevaron de apellido Van Schouwen, sólo se, por lo que el padre me contó, que unos militares que vigilaban se los llevaron detenidos al padre y al joven. No se que militares fueron, el padre Enrique era quien sabía que militares eran, ya que el padre los había delatado a los jóvenes.

Enrique no lo hizo por hacer una delación, sino que según sus palabras “en conciencia, después de meditar y orar, tomó la determinación, ya que ese levantamiento iba a fracasar e iba a morir mucha gente” y es por ello que comunicó lo que sucedía a los militares.”[25]

Otro argumento insostenible del sacerdote, de Salinas. Si el sacerdote Enrique White hubiese entrado en complicidad con los militares aceptando dinero para construir un albergue con fachada de librería para los jóvenes que iban a desatar una guerra civil, por qué él es detenido y torturado por los mismos militares y los otros doce sacerdotes, incluyendo al sacerdote de Salinas, de la comunidad no fueron tocados.

La declaración del hermano del padre Enrique White, Tadeo White Marcelain, hecha a la justicia el 7 de mayo de 1992 dice lo siguiente:

“Con respecto a los hechos que se me pregunta -refiriéndose a la detención de su hermano- por intermedio de él nada supe, si recuerdo que el año 1973, en circunstancias que yo me desempeñaba en el Hogar de Cristo, Departamento de Vivienda, él me solicitó le ubicara un presupuesto por una pieza, pues había en la iglesia unos jóvenes que querían habilitar una librería, recuerdo que me solicitó que la pieza tuviera una especie de privado, algo que no era común y que en ese momento me llamó la atención, se la hicimos. Después de entregársela me retiré del Hogar de Cristo e hice un viaje al norte”.[26]

El hermano del sacerdote no capta ningún dramatismo o nerviosismo en el padre White que lo haga sospechar de alguna irregularidad, sólo le parece raro un aspecto técnico del pedido.

El padre White solicita ayuda

El 12 de diciembre, el Padre White, se encuentra vencido por el temor y las presiones de su comunidad. Necesita tomar una decisión sobre que hacer con los dos huéspedes que sea lo menos costosa para él y el resto de los sacerdotes y que dañe lo menos posible a Van Schouwen y a Munita. Lo ha reflexionado y decide llamar a un pariente militar al cual él le ha dado los sacramentos Católicos por lo tanto lo considera de toda su confianza para pedirle ayuda.

El militar -del cual no se ha podido establecer fehacientemente su identidad-, con rango de oficial, invita a comer al sacerdote, este acepta complacido porque de esa manera le facilita el encuentro en un lugar distinto a la parroquia, donde pueden encontrarse sus dos protegidos y el militar desatando una situación difícil. Además en un lugar más distendido podrá medir si es, efectivamente, la persona que lo puede ayudar a solucionar la crisis que su decisión había provocado en su comunidad. Durante la comida conversaron alegremente, hicieron recuerdos y después de varios tragos bajo el efecto del alcohol el militar comienza a contar cómo han sido sus últimos meses en el ejército. Le habla de las matanzas en las que ha estado involucrado y le confía que siente remordimientos por lo que ha hecho. Esto convence al sacerdote que es la persona adecuada para ayudarlo y le cuenta su aflicción.[27]

Voy a confiar en ti por que necesito ayuda -le dice el padre al militar en voz baja-. Luego prosigue contando que está muy preocupado por que tiene oculto al dirigente del MIR Bautista Van Schouwen en la parroquia y tiene problemas con los sacerdotes del convento y sus superiores los que le han exigido solucionar la situación lo antes posible. El militar lo escucha atentamente sin hacer ni una mueca que exprese sorpresa u otra sensación. Finalmente el sacerdote le pide que lo ayude a sacar del país a Van Schouwen y Munita.

El militar que ha escuchado atentamente el relato, le responde: no puedo contestarle padre en este momento. Voy a pensarlo usted sabe que esto que me pide no es fácil de solucionar en estos días, la situación nacional es muy complicada. Pero no se preocupes algo haré. Espere un tiempo y le contesto.

La cena termina en un fuerte abrazo de gratitud por parte del sacerdote que se va a la parroquia un poco más tranquilo.

La complicidad civil

Para quien no vivió el momento histórico que relatamos, tal vez más difícil que imaginarse la violencia y la muerte es imaginar la amplia colaboración, proveniente de sectores de arraigada tradición democrática, que tuvo la dictadura y que precisamente ayudó a justificar los crímenes.

El país ese diciembre había recuperado una aparente normalidad institucional. La dictadura aún no se personalizaba en el general Pinochet y la junta daba la apariencia de ser un equipo homogéneo sin contradicciones.

Sin embargo un caldero hervía en lo profundo de la Junta de Gobierno, y la razón era la definición de cuales serían los caminos políticos a seguir. El debate entre los dos sectores ideológicos involucrados en el golpe de estado -la derecha y la Democracia Cristiana- se daba solapadamente entre los pasillos de ministerios, en los salones de los altos mandos de las fuerzas Armadas y, en forma más abierta, en las editoriales de revistas y periódicos de la época, todos cómplices del golpe de estado por cierto.

Luis Hernández Parker, hasta entonces un reconocido periodista democrático que había militado en las filas de la Democracia Cristiana, hacía un críptico análisis en la revista Ercilla[28] sobre los caminos que el nuevo gobierno debía tomar, y si la democracia era obstáculo para la necesidad de tecnocratizar la política para llevar al país a una modernización acorde con las necesidades de desarrollo del país. En la parte medular de su análisis que refleja el pensamiento de los sectores golpistas de la Democracia Cristiana que están intentando desplazar a la derecha económica de la conducción política de la Junta de gobierno, hay un fuerte ataque a este sector donde la define “Como hija del oportunismo, no tiene patria. Le da lo mismo que sus capitales “rindan” en Chile, en Perú, Ecuador, Venezuela Brasil o México. Lo importante es que rindan. Le da lo mismo que el poder sea ejercido por un gobierno fuerte o por una democracia participativa. Lo importante es que este poder -abstracto o concreto- no se meta en sus negocios”.

Eran los inicios de una discusión en la que desplegarían toda la artillería los grupos en juego y que se zanjaría años más tarde con la muerte del General Oscar Bonilla (el 3 de Marzo de 1974 cuando cae el helicóptero militar que lo transportaba), cercano a la Democracia Cristiana, y la destitución del General de la Fuerza Aérea Gustavo Leigh el 24 de julio de 1978. Ambos generales habían sido del grupo de militares gestores del violento golpe de estado, pero por razones distintas creían que una vez que la represión a los sectores marxistas terminara con los focos de resistencia y el país estuviera en calma producto del terror, el poder debía entregarse a los políticos que los habían acompañado en la sedición contra el gobierno de la Unidad Popular, en particular a la Democracia Cristiana que tenía un carácter más populista y cercano a las tendencias de la oficialidad del Ejército y la Fuerza Aérea compuestas por sectores de la clase media chilena. Lo cierto es que ninguno de los dos generales se habían percatado que la creación de la DINA iba a formar parte importante en la resolución de los caminos a seguir por la dictadura con Pinochet.

La DINA ese aparato con suprapoderes también controlaba al interior de la Junta de Gobierno y estaba informado de los movimientos de todos los sectores que gravitaban en torno a ella e influían en la toma de decisiones, dándole a Pinochet una ventaja por sobre el resto de los jefes de las Fuerzas Armadas a la hora de tomar decisiones.

La DINA también sería quién destruiría a través del terror paralizante toda la organización política y social existente para el golpe de estado y todo atisbo de nuevas organizaciones políticas, incluyendo a la Democracia Cristiana. Esta situación privilegiada permitiría a Pinochet gobernar sin ningún contrapeso al exterior de su gobierno y al interior del mismo, permitiéndose así llevar a quiebra al país dos veces y experimentar transformaciones hasta lograr un país a la medida de la derecha capitalista mas reaccionaria, que es el sector que finalmente termina siendo triunfador.

En uno de los apartes del artículo periodístico Hernández Parker señalaba: "La Junta Militar rechazó en forma definitiva lo que el General Pinochet llamó "poder absoluto y permanente". Ella se mantendrá el tiempo que sea necesario. Sin plazos, ni cortos ni largos” y agrega adoptando partido a favor de esta decisión:

“Es el tiempo necesario indispensable para que la democracia corrija sus defectos, sus cegueras, sus abusos y sus egoísmos. Que los sectores republicanos encuentren el nexo de una reconciliación creadora. Que colabore entre sí como lo están haciendo los distintos sectores civiles en la búsqueda de una economía que empiece a mejorar…"[29]

En las reflexiones del periodista no se ve por ningún lado un cuestionamiento a los asesinatos que ocurrían a plena luz del día en ciudades y zonas rurales del territorio Chileno. Al contrario, escribía con vigorosa animosidad contra la democracia y sus defectos y aún más define a la lucha por la búsqueda de la libertad como “una obsesión de los chilenos que no calza con la realidad del mundo contemporáneo” y sin ningún pudor se pregunta “si no es mejor que los campesinos se metan en la tierra hasta sus rodillas sin pensar en sindicatos y que los estudiantes peinados -lleguen puntualmente a clases- y ya no traten de tú al profesor”[30]

¿Qué había pasado en Chile que uno de los pilares básicos de su desarrollo como República, la lucha por la libertad de prensa desaparecía? Esa misma libertad que le habían cuestionado la oposición derechista al gobierno de la Unidad Popular cuando algún Ministro del Interior de la época censuró temporalmente, por sedición, algunos medios de comunicación

El día once de septiembre junto con el bombardeo de la Moneda, las muertes y el terror desatado, el primer desaparecido era uno de los valores máximos de la democracia en Chile, la libertad de prensa. Basta recordar los bombardeos a las antenas de las radioemisoras que eran de izquierda para que dejaran de transmitir, las purgas a opositores al golpe de estado al interior de las empresas periodísticas y la circulación de listas negras donde se impedía trabajar a periodistas, artistas y trabajadores de la cultura que habían sido simpatizantes o militantes de partidos políticos que apoyaban al gobierno de Salvador Allende. A contar de ese momento sólo circularían los medios de comunicación proclives a la junta militar golpista y su incondicionalidad la convertiría en cómplice de las violaciones a los derechos humanos, las que voluntariamente callaron, y en ocasiones fueron los mismos medios los que ocultaron asesinatos montando campañas de encubrimiento. Así lo hizo El Mercurio sistemáticamente, La Ercilla, La Nación, La Tercera, Las Ultimas Noticias, La Segunda. Que Pasa, todas las cadenas de televisión que existían en la época y las radioemisoras quienes inmediatamente ocurrido el golpe de estado publicaron las listas con personas que eran buscadas ofreciendo a quién entregaran datos sobre su paradero una recompensa de Eº500.000 que equivalían a $589 dólares de la época.

Igual que en la Alemania Nazi, los diarios y revistas mostraban a los chilenos los beneficios de las restricciones a las libertades individuales impuestas por las leyes marciales como: el toque de queda, las detenciones sin ordenes judiciales, los fusilamientos sumarios, consejos de guerra sin derecho a defensa y los allanamientos, que según se decía habían traído la paz ciudadana. En las páginas de diarios y revistas se inventan mentiras que engrosaban las listas de cargos contra los detenidos que se encontraban en “consejos de guerra” por haber cumplido funciones de gobierno durante el gobierno democrático de Salvador Allende, o sea se acusa retroactivamente a los detenidos para justificar sus asesinatos y se describe morbosamente los últimos momentos de los condenados a fusilamiento.

Intentando mostrar los beneficios de la represión los medios desarrollan la teoría de la protección a la familia diciendo que las madres eran las mas beneficiadas con el toque de queda porque ellas ya no sufrían esperando a los hijos hasta altas horas de la madrugada. De lo que no se hablaba era de las miles de madres que buscaba a sus hijos y esposos por todos los centros de detenciones del país y de los sufrimientos de las madres de quienes habían sido fusilados, o de las madres que eran detenidas, violadas, torturadas y fusiladas.

Según cifras oficiales de la época entre el 11 de septiembre y el 2 de octubre, en sólo 22 días, habían fallecido por herida a bala en Santiago 476 personas. Las bajas correspondían a 462 civiles y 14 militares[31]. En posteriores declaraciones, el canciller Ismael Huerta, formuladas al New York Times mientras viajaba a la reunión de las Naciones Unidas, dice que las bajas militares y civiles superan los 100. La revista Ercilla[32] del 17 al 23 de Octubre, señala que al 7 de ese mes habían sido fusilados 38 "extremistas", seis meses más tarde Augusto Pinochet [33]en entrevista concedida a la misma revista decía “El combate -del 11 de septiembre- duró prácticamente cuatro horas”…seis meses después el saldo de muertos llegó alrededor de 1.600 víctimas “cerca de 200 de cuales son de nosotros”. Ni un periodista que trabaja en esos medios se percata de las informaciones contradictorias, tampoco se interesan por precisar la cantidad de muertos que se encuentran por todos lados en Santiago. Que les importaba si las páginas de diarios y revistas estaban plagadas de calificativos para los opositores, a quienes se les tilda de “extremistas”, “delincuentes”, “bandoleros” “secuaces”, desalmados; de esa manera se deshumaniza a los opositores, dejan de tener nombres, familias, historia, sentimientos e ideales.

Impactante resulta leer hoy un reportaje hecho por la periodista Patricia Verdugo en febrero del año 1974 en Revista Ercilla[34] -meses más tarde del viaje de la “Caravana de la Muerte”-, donde hace mención al libro propagandístico de la dictadura “Cien Combates de una Batalla” que había sido recién publicado y que narra con apasionamiento episodios que supuestamente ocurrieron en los enfrentamientos del día 11 de septiembre. En esta burda descripción de “la gesta heroica de las Fuerzas Armadas chilenas” contra la población civil llamada “La Batalla Impresa”, la periodista no escatima en adjetivos contra los civiles que defendieron al gobierno democráticamente electo y que intentaron oponerse al avasallamiento inmisericorde de la población. Resulta hoy curioso y casi delirante la fotografía que muestra un helicóptero “Puma” y en su pie de foto dice, “Milagro: el Puma volvió”. En parte del texto se lee “Sobre la industria Sumar, un helicóptero Puma del ejército disparó sobre los extremistas, fáciles de identificar por sus cascos amarillos. De pronto la nave perdió estabilidad y salió un fuerte olor a quemado. Un proyectil había perforado el plexi superior, a pocos centímetros de la frente del copiloto. El piloto estaba herido en un pie. A duras penas llegaron aterrizar en el Grupo Nº 10 de la Fuerza Aérea. Fue un milagro 18 proyectiles habían atravesado diversas partes vitales del aparato”. En ese relato de heroísmo lo que olvida la periodista es que “los extremistas” eran simples obreros que defendían con lo poco que tenían a un gobierno que les había ampliado las garantías democráticas y cuya conquista era producto de las luchas históricas de los trabajadores. Esos trabajadores disponían escasamente de un casco amarillo de trabajo para defenderse de un ataque aéreo y algunas armas que malamente sabían disparar. A diferencia de los “héroes” que habían roto la institucionalidad utilizando el poder de las armas, que les había sido entregado para defender al territorio nacional, para atacar a sus compatriotas.

Los rumores sobre lo que ocurre en los campos de prisioneros son angustiantes pero nada se escribe sobre ellos. Todo lo contrario se intenta mostrar que la vida en esos lugares es similar a una colonia de veraneo y para eso no faltan periodistas que colaboran con las nuevas autoridades entregando esa imagen. Tal es el caso del periodista Abel Esquivel[35] que viaja invitado por las autoridades al campamento de prisioneros de Isla Dawson y publica un reportaje titulado "Un trato deferente". En un aparte del reportaje escribe ”El aspecto físico de los confinados muestra una lozanía que no les era característica en su vida anterior. Sus rostros están tostados, producto del sol y el viento magallánico. Todos realizan trabajos al aire libre, de acuerdo a sus posibilidades. Unos plantan postes, destinados a mejorar las comunicaciones al interior de la isla. Otros cortan leña en el bosque. Un tercer grupo, formado por ex jefes de servicios y extremistas de Magallanes, por iniciativa propia, están dedicados a labores hortícolas.

“La vida ordenada y al aire libre que llevan les ha cambiado sus caracteres. El Comandante de la base Naval Dawson contó que muchos de los detenidos llegaron con serias alteraciones nerviosas, las cuales fueron desapareciendo con el paso de los días.”

Este reportaje que más parece una humorada negra considerando que Isla Dawson queda al sur del último territorio del mundo habitado, que sus temperaturas no sobrepasan los 12º en verano y que los vientos son muchas veces ráfagas que pueden derribar a un hombre y que entre los detenidos se encontraban personas de edades avanzadas con serios problemas de salud que habían sido sacados de sus lugares de trabajos o sus casas con ropas adecuadas para un clima templado. El reportaje prosigue con una serie de detalles que muestran como es la vida en un campo de concentración modelo, el periodista llega incluso a aceptar como “lógica censura” la violación de la correspondencia que se hacía a todas las cartas y paquetes con ropas y alimentos, que les enviaban los familiares a los detenidos.

Esta colaboración no inocente por parte de algunos periodistas contribuyó a crear un gran colchón social acrítico en la sociedad chilena, que prefirió dar vuelta la cara frente a los sucesos que se vivían cotidianamente en las zonas rurales y en las calles de las ciudades del país. También contribuyó a exaltar los resentimientos de sectores que sintieron que tenían la oportunidad para vengarse de algún enemigo personal, o que colaborando con las nuevas autoridades y la represión podrían obtener beneficios personales y a quienes ideológicamente estaban involucrados en el golpe de estado y en la eliminación de todo vestigio de opositores políticos.

Pero no sólo la prensa fue colaboracionista con la dictadura, también lo fue el poder judicial que por defender sus granjerías prefirió dar vuelta la cara a lo que era su función, aplicar las leyes para hacer justicia, transformándose así en los cómplices civiles de los aparatos represivos de la dictadura. Esta situación de indefención de la población civil ante el poder absoluto de las fuerzas militares de ocupación y la impunidad de sus crímenes, hicieron que muchos prefirieran cerrar sus puertas y ventanas a la espesa realidad y no pensar en lo que estaba sucediendo en Chile.

En este contexto, resulta algo más fácil imaginar la presión que los piadosos sacerdotes de la orden capuchina ejercieron sobre el padre White, presión que lo dejó tan aislado que creyó posible confiar en un militar porque este era familiar suyo.

El MIR y la DINA

En la primera semana de diciembre aparecía en una revista de circulación nacional una foto de la primera página de Liberation[36] -importante diario de izquierda francés- donde se anunciaba una importante entrevista a Miguel Enríquez realizada en la clandestinidad por la periodista María Leone. Esta publicación no pasa inadvertida para los servicios de inteligencia, todo lo contrario, constata la evidencia que el MIR sigue vivo e intacto, y sobre todo ha salido victorioso con su proclama "El MIR no se asila". Esa controvertida proclama le había dado al MIR un reconocimiento internacional y convocaba las simpatías de las organizaciones políticas de izquierda de todo el mundo.

Para esa fecha los golpes dados al MIR afectaban por lo general militantes de base o dirigentes medios cuyas detenciones y muertes no afectaban a las estructuras nacionales. Las únicas caídas importantes fueron en el Regional Cautín, donde son detenidos y fusilados junto a los militantes de base la Dirección Regional: Fernando Krauss Iturra, Secretario Regional; José Gregorio Liendo, Dirigente MCR en Panguipulli; René José Barrientos Warner, miembro de la Dirección Regional Cautín.[37]

La proclama que hace el MIR apenas ocurrido el golpe de estado “El MIR no se asila” tenía un profundo sentido ético y político. Miguel Enríquez había llamado a Salvador Allende en los momentos que la Moneda era sitiada para ofrecerle un grupo de fuerzas especiales para sacarlo de ahí y llevarlo a alguna fabrica en la zona sur de Santiago para poder organizar una resistencia con el apoyo de los trabajadores. Por las difíciles circunstancia que se vivían al interior del palacio presidencial Miguel Enríquez solo logró hablar con Tati Allende a través de quién hizo llegar su mensaje al Presidente. La respuesta de Salvador Allende fue escueta pero evidenciaba la visión que tenía el mandatario sobre lo que vendría después del golpe “Dile a Miguel que ahora es su turno”[38]. Este mensaje sumado a las palabras que el presidente había dirigido al país en su último discurso “el pueblo debe defenderse pero no dejarse avasallar” habían calado hondo en la dirigencia del MIR, que para esa fecha contaba con cinco mil militantes en el país. De allí surge la necesidad de que cada uno de los hombres y mujeres que habían comprometido sus mejores esfuerzos en el período de tres años de gobierno de la Unidad Popular en construir un referente revolucionario, se quedaran para construir la unidad de los perseguidos y organizar la resistencia.

Estas razones no pasan inadvertidas para los aparatos de inteligencia de la dictadura. La proclama es peligrosa y deben acabar con ella, porque rompe la campaña de desprestigio contra los dirigentes de los partidos de izquierda dirigida desde la dictadura y acogida con servilismo en los medios de comunicación nacional que publican de manera destacada, acusaciones contra los partidos de izquierda y sus dirigentes, además se les acusa de abandonar cobardemente a los militantes a su suerte, mientras, los llamados “jerarcas” gozan de la protección de las embajadas, con el fin de quebrar la confianza entre los perseguidos y desmoralizar al conjunto de la sociedad democrática que se ve afectada por los allanamientos masivos y huérfana de conducción para poder enfrentar la represión.

Todas las informaciones que se publicaban eran minuciosamente estudiadas en los interiores de edificio de la Academia de Guerra del Ejército que funcionaba en Alameda con Riquelme. Allí funcionaba desde octubre la Comisión DINA, a cargo del Coronel Manuel Contreras, que sería el embrión de la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA.

El hecho de que Miguel Enríquez esté dando entrevistas a periodistas extranjeros logrando evadir la fuerte represión, es razón suficiente para que la DINA centralice todo su esfuerzo represivo contra el MIR como medida prioritaria. La orden es de acabar con el MIR, antes que los militantes de partidos de izquierda que han quedado desvinculados de sus organizaciones se les sumen a su política de resistencia.

Mientras tanto en la costa del litoral central, más precisamente en el regimiento de Tejas Verdes, se entrenaba a toda máquina en materias muy específicas de contrainteligencia a un centenar de reclutas y suboficiales de todas las ramas de la defensa que eran traídos de diversos puntos del país.

En el exclusivo balneario de Rocas de Santo Domingo la oficial de Carabineros, Ingrid Olderock, dirigía la Escuela Femenina de la DINA donde se entrenaba a mujeres jóvenes, casi recién egresadas de la secundaria, en tareas represivas. El reclutamiento de las mujeres se había hecho a partir de las postulantes rechazadas a la Escuela de Carabineros de Chile ese año 1973. Y la Mayor Olderock era la encargada de dar cumplimiento a la enseñanza en las diferentes artes de la represión: para los entrenamientos de tiros que se hacían en la playa, se colgaban las fotos de los principales dirigentes de izquierda como blanco. Así se azuzaba el odio de quienes harían el trabajo sucio de la dictadura, deshumanizando al enemigo para convertirlo en un objeto desechable [39]. Este período se conocería como la "Guerra Sucia" y quién lo va a dirigir supervisando personalmente parte de las torturas y participando en los operativos más importantes será el General Manuel Contreras, pero su jefe único y directo era el general Augusto Pinochet, Presidente de la Junta de gobierno.

[1]           La “enlace” que proporcionó la información, a la autora de este libro, sobre esta reunión desea permanecer anónima. La conversación de la “enlace” con la autora del libro ocurrió en enero de 1996.

[2]             Diversas ediciones. Hemos utilizado la que aparece en la recopilación “Chile: Mivimiento de Izquierda Revolucionaria. Textos escogidos 1970-1975”. XI Festival Mundial de la Juventud. La Habana. Sin fecha de edición.

[3]             Información proporcionada por Luis Erasmo Retamal J., en entrevista con la autora del libro el día 30 de enero de 1996. Luis Erasmo Retamal era miembro del Comité Central del Mir para el año 1973; en Marzo de 1974 es detenido por la SIFA junto al miembro de la Comisión Política del MIR Roberto Moreno .

[4]           Sra Isabel Ossa. Entrevista con la autora del libro, 15-septiembre 1995

[5]           Ana María Moreira. Entrevista hecha por la autora del libro, 10-septiembre-1995

[6]           Sra. Isabel Ossa. Entrevista con la autora del libro, 15 septiembre 1995

[7]           Manuel Antonio, Roberto y Carmen Garretón Merino, Por la Fuerza sin la Razón, edición Nº 1, editorial LOM, Santiago de Chile, 1998, pág. 64

[8]           Id.

[9]           Ver Miguel Enríquez 1944-1974, Recopilación de Escritos, ediciones Resistencia Popular, La Habana  Cuba, 1985, tomo IV, pág 18.

[10]         Sra. Isabel Ossa. Entrevista con la autora del libro el 15 -septiembre 1995

[11]            Monseñor Fernando Ariztía, entrevista telefónica con la autora del libro, 15 de agosto de 1998

[13]            Revista Análisis del 22 al 28 de julio 1991

[14]         Juan González sacerdote Capuchino. Conversación sostenida con la autora del libro en la Parroquia Capuchina de Concepción, enero de 1996

[15]         Juan de Salinas sacerdote Capuchino, Declaración Judicial al Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago, el 6 de julio de 1992.

[16]         Miguel Ariz Superior Provincial de Los Capuchinos. Respuesta por oficio Nº 1861: Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago, 7 de agosto de 1991

[17]         Miguel Angel ArizSuperior Provincial de Los Capuchinos. Respuesta por oficio Nº 1861: Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago, 7 de agosto de 1991.

[18]         Juan de Salinas sacerdote Capuchino, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 6 de julio de 1992

[19]         Sra. Isabel Ossa, entrevista hecha por la autora del libro, 15 septiembre de 1995

[20]         Id.

[21]         Luis Erasmo Retamal J., entrevista con la autora del libro, 30 de enero de 1996.

[22]             Patricio Jorquera, entrevista con la autora del libro, 7 de diciembre de 1995.

[23]         Nelson Gutierrez ex dirigente del MIR, conversación con la autora del libro, 12 de enero 1996

[24]         Astrid Haitmann, entrevista con la autora del libro, 22 de septiembre de 1995

[25]         Juan de Salinas, sacerdote Capuchino, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 6 de julio de 1992.

[26]         Jorge Tadeo White Marcelain, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 7 de mayo de 1992

[27]         Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[28]         Ercilla, Nº 2001, del 5 al 11 de diciembre 1973

[29]         Ercilla, Nº 2001, 1973

[30]         Id.

[31]         Ercilla, Nº 1993, del 10 al 16 de octubre de 1973, pág 13

[32]         Ercilla, Nº 1994, del 17 al 22 de octubre de 1973.

[33]         Ercilla, Nº 2015, 1974. El reportaje ”El Hombre del Día D”, entrega información que coincide con la que se ha desclasificado de los archivos de la CIA, donde estima que el total de muertos en los días siguientes al golpe en Chile fue de 1500 persona. La Tercera 13 de septiembre de 1998

[34]         Ercilla, Nº 2010, 1974

[35]         Ercilla, Nº 1994, 1973

[36]             Revista Ercilla, Nº 2001, del 5 al 11 de diciembre de 1973

[37]         Ver, Equipo DIT-T Valdivia, Chile: Recuerdos de la Guerra. Valdivia, Neltume, Chihuio, Liquiñe, coedición CODEPU, Editora Periodística EMISION S.A., Santiago de Chile

[38]         Diego García y Alejandra Rojas, Salvador Allende: Una Epoca en Blanco y Negro, edición Nº1, editorial El País Aguilar, 1998, página 201

[39]         Ingrid Olderock, Conversación con la autora del libro, 7 de agosto 1996


Un grito en el silencio (Investigacion de la desaparicion de Bautista Van Schowen y Patricio Munita)

Fuente :Nancy Guzmán

Categoría : Otra Información

TRECE DE DICIEMBRE

Era un día caluroso el jueves 13 de diciembre de 1973, como suelen ser los días de fines de primavera en Santiago. Las predicciones del tiempo anunciaban 28 grados de temperatura máxima. Curiosamente, la prensa de esa fecha está preocupada de las declaraciones de la Iglesia y la posición del Cardenal Raúl Silva Enríquez con respecto a la situación política del país, también la prensa destacaba la áspera polémica que se ha producido entre el Obispo Auxiliar Fernando Ariztía y el sacerdote Raúl Hasbún defensor de la dictadura[1].

La represión cada día se hacía más brutal y miles de chilenos y extranjeros buscaban asilo en las embajadas que abrían sus puertas a las horas más inverosímiles para dejar entrar los perseguidos. Según informes de prensa de la época las embajadas que más asilados tenían eran las de Argentina, Colombia, Honduras, México, Panamá, Suecia, y Venezuela. Los partidos políticos de izquierda y algunos sectores de la Democracia Cristiana, sacerdotes y monjas de la Iglesia Católica y grupos humanitarios organizan verdaderos comandos especializados en ingresar militantes a los patios de algunas embajadas que colaboran en la tarea.

Esta situación pone furioso al régimen, el que comienza una siniestra campaña contra el embajador de Suecia, Harold Edelstam[2], quién ha desafiado al terror impuesto y tiene entre sus protegidos a una nutrida comunidad uruguaya -54 ex refugiados políticos que habían llegado a Chile escapando del autogolpe de José María Bordaberri- que había salido del Estadio Nacional el día 12 de diciembre de 1973 amparados por el Mayor de Ejército, Mario Luis Iván Lavanderos Lataste[3], un militar que cumplía labores en la Sección Extranjera del centro de detenidos. El oficial sabía que el destino de los extranjeros era la muerte y buscó la manera de salvarlos estableciendo contacto con el embajador Edelstam para que se hiciera cargo de recibir a los detenidos. Una vez que estuvieron de acuerdo del traslado se encargó personalmente de entregarlos a la Embajada de Suecia. Cinco días después de esto fue fusilado por traición a la patria en el Casino de Oficiales de la Academia de Guerra, sin embargo su muerte fue presentada como un suicidio.

Lo que termina por sacar de las casillas a la dictadura es la valiente defensa por parte del embajador Edelstam de la ciudadana Uruguaya, Mirtha Fernández[4], quién habiendo recibido la protección del gobierno sueco, un grupo de agentes de civil intentan detenerla cuando era trasladada desde la embajada al hospital para ser atendida médicamente por encontrarse afectada de los riñones. Los diarios y revistas de la época se hunden en la inmoralidad inventando toda clase de rumores sobre las razones que llevaron al embajador a enfrentarse con los agentes armados para defender la vida de Mirtha Fernández, quién se encontraba afectada de un cáncer avanzado.

Con la complicidad de los medios de comunicación, Arellano Stark, Jefe de la Guarnición de Santiago y de la II División del Ejército, esa semana amenaza con un endurecimiento de la represión. Se comienza a esparcir la campaña de un "Fin de Año Negro", incluso (bando 31 de la Guarnición de Santiago del 3 de diciembre de 1973) se dice que se prohibirá todo tipo de reuniones, entre ellas las privadas. Porque "Bajo el antifaz del baile o la comida los extremistas aprovechan la ocasión para complotar"[5].

En la parroquia de Los Capuchinos la actividad había comenzado normalmente. Patricio Munita al parecer se había quedado a dormir en la casita del patio. Ambos amigos desayunan y comienzan a planificar las tareas del día, que no son pocas porque tienen que concretar el traslado de Bauchi y su esposa a una vivienda más definitiva. Como era la costumbre, aprovechan de comentar las noticias de la prensa. Luego se distribuyen el trabajo en la librería, esa fachada les ha posibilitado estar en el lugar y permitido distraerse de las diarias tensiones y preocupaciones de la vida clandestina.

El Padre Enrique está más nervioso que otros días. Unos días antes le había confiado a la señora Isabel sus angustias al enterarse del peligro que significaba para su congregación el que los militares encontraran a Van Schouwen allí.

“—Estaba muy angustiado y muy asustado -el padre White[6]-.”

—¿Por su suerte o por la suerte de los jóvenes?

“—Por su suerte y también por la suerte de estas dos personas.

“Me dijo que tenía susto que estaba preocupado y que esta gente que no conocía había llegado a…porque tenga en cuenta que a él le había pedido una persona amiga que los refugiara. Cuando llegan estas dos personas le dicen al padre quienes eran. Y cuando el curita se empieza a empapar de quienes eran, sobre todo de Van Schouwen, por quién pagaban plata por su cabeza a través de los diarios.

“Yo con este niño Munita tuve mayor relación porque lo veía un poco como hijo, yo sentía la necesidad de poderlo amparar, protegerlo o socorrer.

“En alguna oportunidad le dije si acaso no quería enviarle un mensaje a su madre, me dijo “no yo estoy bien yo no necesito nada”. Con Van Shouwen nunca hablé nada. Era una persona un poco, yo no sé, seria. Es posible que tuviera miedo que alguien lo delatara, era muy serio, no era una persona que se explayara.”

La detención

Era temprano, cerca de las nueve de la mañana del día 13 de diciembre cuando llegaron unos furgones de carabineros y otros vehículos militares, aún no precisados, a la parroquia de Los Capuchinos. Los uniformados que rodearon el exterior de la parroquia vestían ropas de combate estilo militar y los que ingresaron a la parroquia usaban buzos oscuros sin distintivos.

Entraron violentamente, tenían claro a quienes iban a buscar. No hubo preguntas, sólo golpes y malos tratos. Allanaron el lugar durante horas en busca de algún botín de guerra. No hubo respeto con los sacerdotes que vivían en el convento. El trato fue brutal a pesar que la Junta de Gobierno y sus miembros se habían declarado defensores del occidentalismo cristiano y enemigos del ateísmo marxista.

El ex detective, Segismundo Pavez[7], quién fue encomendado por el General Baeza para investigar secretamente la desaparición de su sobrino-nieto Patricio Munita a fines de diciembre de 1973, recuerda así lo que conversó con un sacerdote Capuchino sobre la detención de Van Schouwen y Munita.

“—No me acuerdo porque ya son más de veinte años -responde a la pregunta de ¿Cómo llegó a la Parroquia de Los Capuchinos?-. Pero si recuerdo que ahí hablé con quién hacía de director; tampoco recuerdo su Nombre. Este cura me hizo pasar a un cuartito muy chico donde había una cama y un estante de libros, después de mucho rogarle que me diera información. No ve que él no tenía ni una obligación de dármela porque yo no llevaba orden escrita.

“Después de mucho rato me hizo pasar a la piececita y me dijo que el sacerdote que había llevado a los dos jóvenes a la parroquia se encontraba enfermo en algún lugar en el sur. Que lo habían sacado de los militares, con incluso una carta que el propio Papa había enviado a las autoridades.

“También me contó que el día del operativo habían allanado todo el lugar, al parecer con bastante violencia.”

—¿Le dijo qué uniformes vestían los uniformados que allanaron?

“—Yo le pregunté mucho sobre eso y el sólo recordaba que tenían buzos oscuros, no llevaban pasamontañas. No eran civiles, eran fuerzas militares pero con buzos oscuros y sin ni un distintivo.

“Yo le insistía en preguntar sobre algún detalle en la ropa que revelara quienes habían sido, para saber donde ir a buscar más informaciones sobre el joven Munita. Pero el sacerdote no pudo darme más datos sobre los bototos, si eran largos o cortos, sobre si tenían alguna insignia o alguna franja de color en alguna parte.”

Cerca de las dos de la tarde, la señora Isabel Ossa, se bajaba del bus en Cumming con Bulnes para dirigirse a su casa que quedaba en Arzobispo González, justo frente a la puerta de la parroquia de Los Capuchinos. Con asombro vio que un grupo de uniformados rodeaban a un furgón de carabineros y desde la parroquia salían tres personas con las manos en alto y cabizbajos. Miró un momento y vio que eran introducidos con violencia al furgón policial.

Los detenidos eran Patricio Munita Castillo, Bautista Van Schouwen Vasey y el sacerdote Enrique White Marcelain.

La señora Isabel sorprendida por lo que estaba sucediendo, corrió a preguntar por qué se los llevaban.[8]

“—Yo me estaba bajando del bus entre Cumming y Bulnes para llegar a mi casa que quedaba en Arzobispo González entre Cumming y Bulnes, o sea casi en la parroquia, y vi que estaba la Cuca y se los estaba llevando. le grité a este niño (Munita) "para donde se los están llevando y por qué los llevan".”

No hubo respuesta, un Carabinero la amenazó con la metralleta.

“—Fue a plena luz del día. Cómo a la hora de almuerzo; claro que después del golpe de estado uno veía ese tipo de cosas a pleno día, y quién diga que no, está mintiendo.”

—¿Que tipo de prendas llevaban los que los detuvieron?

“—No estaban pintados ni nada de eso que se dice. Eran hombres con uniforme y metralletas. Lo que no me queda claro es qué tipo de uniformados eran porque llevaban ropa de campaña; pero a ellos se los llevaron en un furgón de carabineros.”

Esa fue la última vez que se vio con vida a Bautista Van Schouwen y Patricio Munita. Subiendo a un furgón de Carabineros y rodeados de militares. A pesar que de este hecho fueron testigos presenciales doce sacerdotes, un barrio completo que fue rodeado por militares e impedidos de transitar por la vía pública durante horas y una veintena de efectivos militares y carabineros, en la prensa del día 14 de diciembre no hay ni una mención a tal despliegue de fuerza a plena luz del día en un recinto de la iglesia católica del centro de la capital.

El viaje de los tres detenidos fue largo, presumiblemente el lugar de destino fue algún centro militar en los faldeos cordilleranos cerca de la Rotonda de Quilín[9]. Aunque ha sido imposible verificar la fecha en que Manuel Contreras les robó bajo siniestras presiones a la familia Vasallo la Villa Grimaldi, es muy posible que los tres detenidos hayan tenido como destino ese lugar. Según versiones del agente de la DINA Fuenzalida[10], en marzo de 1974 mientras él se encontraba en faenas de limpieza de la casa de Villa Grimaldi, el agente de la DINA Leyton Robles, quién es posteriormente asesinado con gas zarín por Michael Tonwley, le habría confidenciado jactándose que dos o mas meses antes Marcelo Morén había llevado a unos detenidos que habrían sido brutalmente torturados y después asesinados para luego lanzar sus cuerpos en algún lugar cercano.

A pesar que Fuenzalida no recuerda si le dijeron los nombres de los detenidos, cabe la posibilidad de que hayan sido Van Schouwen y Munita los dos primeros detenidos asesinados en la Villa Grimaldi. El hecho que sus cuerpos hayan aparecido en la Rotonda de Quilín le da mas sentido a esa versión. En cualquier otro lugar de reclusión o centro de torturas que operaban en la época, habría habido por lo menos uno o más testigos de la llegada de tres detenidos tan importantes para las fuerzas represivas. En este caso no existe ni un detenido de la época que tenga información o haya sabido que al recinto donde se encontraba llegó Bautista Van Schouwen[11].

Durante el trayecto hasta el centro de torturas,el sacerdote aterrado vio cómo, en el vehículo donde era transportado, a Patricio Munita y Bautista Van Schouwen se les torturaba quemándoles el pecho con cigarros encendidos[12]. A la llegada al centro de torturas, los bajaron a golpes que se sucedían uno tras otro mientras eran amenazados de ser sometidos a crueldades que jamás imaginó que fuera posible cometer contra seres humanos. Luego aumentaron las torturas James fue el primero en sufrir el paso de un vehículo por sus piernas y la fractura de sus dos brazos, hecho que es constatado por los huesos rotos que presentaba el cadáver cuando fue exhumado. Mientras tanto Bauchi también era torturado y sentía los alaridos de dolor que emitía su amigo, se sostenía en lo único que le quedaba, sus ideales, y entre golpes de corrientes y desmayos seguía la tortura.

El Bauchi sabía que no tenía oportunidad de salir con vida y resistió la tortura de eso dependía la vida de sus compañeros y amigos de toda la vida y lo que amaba por lo cual estaba dispuesto a morir, sus ideas políticas.

Patricio Munita sólo tenía 23 años, sus sueños de casarse y construir una vida de familia como a él le gustaba eran muchos. Solo unas semanas antes les había anunciado a sus padres, por medio de una carta, que se casaría con Gabriela. Pero mayor era la responsabilidad que tenía con sus principios. Es por eso que en los momentos de mayor angustia gritó "No sacan nada, no hablen, no delaten, no hablen”. Estas últimas palabras de Patricio se las relató el mismo padre White a la Sra. Lucía Castillo, casi diez años después de los sucesos del 13 de diciembre de 1973.

“— A los años después el padre White volvió a Chile. Estando en Viña, porque estaba enfermo del corazón, leyó un articulo mío en el diario. Yo no sabía que había vuelto, ya habían pasado los años, y él leía cada año el artículo que yo publicaba del trágico desaparecimiento de mi hijo. Eso en ese tiempo impactaba, incluso me llamaron periodistas norteamericanos.

“Entonces el segundo año que leyó esto, se dijo: “esto no puede ser yo voy a hablar con esa señora”.

“El me ubicó y me citó. ¿Creerá usted que no se atrevió a citarme en el convento?. Me citó en la plaza Brasil frente a la bomba. Yo le acepté y le dije “ya padre yo tengo un autito rojo, ahí conversamos”.

“El padre no se atrevía a encontrarse conmigo en un lugar donde pudieran saber que estaba conmigo, como sería lo aterrorizado que estaba, habiendo pasado más de diez años desde que los llevaron de la iglesia.

“En la conversación me contó que habían recorrido un largo trayecto. El padre creía que el centro de detención quedaba en los faldeos de la cordillera porque traficaron mucho y no se sentía ruido. Después que los detuvieron, como iban esposados; y que los habían detenido porque en su parroquia se encontraba Van Schouwen, oculto porque una feligresa suya le había pedido que lo escondiera.

“El también me contó que los militares lo supieron por una traición que le hizo un militar a quién él había bautizado, había casado y era pariente, por lo tanto, era de toda la confianza del padre. El padre White había llamado un día a este militar porque estaba desesperado con esto de tener a Van Schouwen bajo su responsabilidad.

“El padre se sentía culpable. Se sentía culpable de haberlos entregado a Van Schouwen y a mi hijo.

“A mi hijo lo mataron diciendo algo así: “no sacan nada, no hablen, no delaten, no hablen”. El sabía que igual los iban a matar hablaran o no. A ellos los torturaron. A mi hijo le quebraron las piernecitas y las mandíbulas; y para no seguir sufriendo, porque estaba sufriendo mucho con las torturas, mi hijo le pegó un codazo al oficial que lo torturaba y él en venganza le dio un disparo en la frente. El padre me contó que él vio todo esto, porque a él lo tenían mirando lo que hacían. El padre casi se volvió loco con lo que vio.”

La preocupación que el Bauchi le había expresado a su pareja Astrid Heitmann[13] sobre la escasa preparación que tenía el MIR para resistir y combatir el golpe de estado quedaba cruelmente claro en esos instantes. El odio y la brutalidad demostraban que quienes habían preparado el golpe de estado tenían montada desde antes del 11 de septiembre una eficaz máquina de exterminio dispuesta a todo para desarticular cualquier oposición. La vieja teoría del apego a la Constitución de las Fuerzas Armadas chilenas que parte de la izquierda chilena había defendido con soberbia durante los tres difíciles años de gobierno de Salvador Allende, quedaba destrozada. La política de exterminio contra la izquierda chilena, que tenía un fuerte arraigo en los sectores populares y la clase media, no era una improvisación hecha a la rápida después de la asonada militar por individuos que se apartaban de la disciplina militar, tenía una acabada preparación de antemano, una de ella era la justificación de la matanza con la supuesta anticipación a un plan de exterminio que el gobierno de Salvador Allende estaba preparando conocido como “Plan Z”; las listas, que estaban preparadas el día 11 de septiembre, de personas que debían ser detenidas para desarticular la organización popular, la formación de grupos especializados en interrogatorios y tortura que comenzaron a operar el mismo día del golpe; y finalmente la terrible política del desaparecimiento de cuerpos que comenzó a los pocos meses del golpe de estado pero que fue perfeccionándose a medida que los efectos causados en la población tenían el resultado esperado de paralización y destrucción del movimiento popular.

El Padre Enrique White estaba aterrado no podía aceptar lo que estaba viendo, dos hombres amarrados con la vista tabicada que eran objeto de toda clase de vejámenes y torturas cometidas por uniformados que parecían fieras depredadoras sobre sus víctimas. Era testigo de la barbarie de los uniformados en los cuales había creído, admirado su supuesta valentía y hasta más de alguna vez se había sentido orgulloso de tener un familiar en la institución. Al mismo tiempo veía con angustia el heroísmo de los jóvenes que entregaban su vida por lo que pensaban. En cada dolor y grito sentía que había fallado como sacerdote y como hombre al someterse a la presión de su congregación para que denunciara a los perseguidos. Se sentía traicionado por quién había sido su confidente y que seguramente había logrado una nota de mérito en su hoja militar por traicionarlo y la recompensa económica que no era nada despreciable, era el honor militar del que los chilenos se habían sentido orgullosos, el mismo honor y valentía que Pinochet demostró el día del golpe de estado cuando no fue capaz de enfrentar su traición y a través de un subordinado, intentó doblegar el honor del Presidente de la República exigiéndole que renunciara.

La última noche del Bauchi y James fue larga. Cerca de la madrugada ya estaba todo decidido, las sesiones de tortura no tenían el efecto esperado, obtener información. James ya casi no resiste la tortura, tiene sus dos brazos quebrados y también las piernas. En un último intento de librarse de sus verdugos se suelta de un brazo y golpea con fuerza la cara del militar torturador. El oficial se encoleriza y golpea a James con fuerza hasta romper su mandíbula, luego pone la pistola en la frente y gatilla.

En un camastro yace inerte el cuerpo desnudo de James.

Bautista sigue vivo. Ya no había nada que hacer solo seguir defendiendo a quienes podían continuar la resistencia a la dictadura, y para eso su silencio era fundamental. Sus sueños de un mundo mejor quedaban en esa sala de torturas. Cerca de las cinco de la mañana del día 14 de diciembre de 1973, después de ser destrozado físicamente por las torturas es asesinado de un balazo en la cabeza en un centro clandestino de torturas de la dictadura.

Durante toda la sesión de torturas hasta las muertes de Bauchi y James, el sacerdote Enrique White fue testigo, a modo de escarmiento por haber colaborado ocultando a personas por las que se ofrecía dinero por su cabeza. Luego y durante unos días él también fue víctima de la tortura por parte de sus captores que buscaban desesperadamente saber quién lo había contactado con Van Schouwen y así poder llegar a los altos dirigentes del MIR. Su libertad la obtuvo gracias a la intervención de la alta jerarquía eclesiástico.

La Señora Carlota Vasey, madre de Bautista Van Schouwen, a modo de consuelo, dice frente a la verdad de la desaparición de su hijo.

“— Lo único que me ha consolado todos estos años, es pensar que mi hijo no debe haber sufrido tanto antes de morir, porque él tenía un problema de muy baja tolerancia al dolor físico. Desde pequeñito se desmayaba cuando le aplicaban una inyección o en el dentista y había que reanimarlo. Por eso yo creo que el debe haberse desmayado rápidamente cuando lo estaban torturando esos salvajes.”[14]

Uno de los pocos comentarios que se conocen del padre White sobre sus captores es lo que cuenta su hermano, Jorge Tadeo White Marcelain[15], a quién el sacerdote le confidenció que recordaba un sólo nombre el de un tal "Marcelo" quién le había dado relativo buen trato durante su detención. No es la única vez que aparecerá el nombre Marcelo en el caso de detención y desaparecimiento de Bautista Van Schouwen Vasey y detención con asesinato de Patricio Munita Castillo.

Ana María Moreira[16] recuerda que su captor y torturador en Londres 38 y Tejas Verdes, fue el Mayor Marcelo Morén Brito, alias "el Ronco". Gabriela Rozas[17], novia de Patricio Munita que estuvo detenida junto a Ana María también recuerda que su detención y torturas fueron hechas por Marcelo Morén. Osvaldo Romo, alias "el Guatón Romo", dice en sus declaraciones hechas ante la justicia que Marcelo Morén Brito “dejó la escoba en los Capuchinos” que él se vanagloriaba de ser quien detiene y asesina a Bautista Van Schouwen y Patricio Munita[18].

El doctor, Enrique Peebles, ex militante del MIR que fue detenido por la DINA el año 1975 y llevado desde Villa Grimaldi hasta Talcahuano para interrogatorios y careos, antes de ser llevado a Colonia Dignidad, estando en el Hospital Naval tuvo una conversación sobre el tema con un detective, también en Colonia Dignidad conversó con el entonces Capitán Espinoza sobre Bautista Van Schouwen y Patricio Munita, esto es lo que recuerda veinte años después[19].

“—Recuerdo que estando en Villa Baviera, Colonia Dignidad, un día el entonces Coronel Espinoza se puso a conversar conmigo, esa vez fue sin torturas. Estando en esas condiciones él trataba de convencerme que cooperara.

“En esa conversación, que fue larga, yo le comencé a preguntar por personas que en ese momento desconocíamos su situación. Le pregunté por el Coño Vilavella[20], el me respondió que lo tenía la FACH (Fuerza Aérea de Chile) y me contó que sabía que estaba bien, incluso me comentó que era quién había comenzado a negociar con Ceballos, me dijo que también pronto saldría del país porque eso era parte de la negociación.

“Le seguí preguntando por varias personas más y él me respondió y me dio datos por todas las personas que le consulté, estuvieran vivos o muertos. Sobre los vivos me dijo en que condiciones se encontraban en ese momento.

“Esa información la verifiqué conversando con algunas personas estando fuera del país.

“Lo que si recuerdo que me pareció raro fue cuando le pregunté por Bautista Van Schouwen. Le hice varias preguntas en varias oportunidades de la conversación. Las respuestas fueron evasivas y contradictorias.

“Sobre quién lo había detenido, negó siempre su detención, es más dijo que ningún organismo lo había detenido.

“Sobre su destino, dijo que él sabía que había salido fuera del país que había un reporte del Departamento de Aduanas sobre su salida del país. Otra vez respondió que no tenía información.

“Parecía querer evadir esa respuesta daba la sensación que sabía perfectamente que era lo ocurrido a Bauchi.

“Otra situación que recuerdo es que estando detenido en Talcahuano, en el hospital Naval, un detective que me custodiaba y que tenía un comportamiento muy humano, considerando el momento, me contó que él había escuchado que al Bauchi y al James lo habían detenido en un operativo realizado por la FACH, la DINA, Carabineros e Investigaciones. Que en el operativo habían participado personalmente Espinoza, Contreras y el “Ronco Morén”.

“También recuerdo que él me contó, que tras un interrogatorio breve y violento habían sido eliminados el Bauchi y Patricio. El me recalcó que su muerte había sido “MUY RAPIDA” eso es algo que hasta hoy no me puedo explicar ¿Por qué los mataron tan rápido?”

Otro antecedente digno de tomar en cuenta es la relación entre Marcelo Morén Brito con el Teniente Coronel Rubén Castillo White[21], comandante del Regimiento Andalien e intendente de Cauquenes a la fecha -30 de septiembre- de la llegada a esa ciudad de la "Caravana de la Muerte" dirigida por Arellano Stark. Allí se produce el primer exterminio de opositores que estaban detenidos y a disposición de la justicia. El Coronel Castillo White participa a cargo del grupo de exterminio de prisioneros, lo curioso de esta relación es que el Teniente Coronel tiene como segundo apellido White y al igual que el pariente del sacerdote participó en matanzas, y que para esa época conocía tanto a Marcelo Morén como a otros hombres de la DINA que acompañaron al viaje de la muerte, incluso conocía al propio General Arellano Stark. A partir del 2 de diciembre de 1973 el general Arellano Stark había reemplazado a Herman Brady en la Comandancia en Jefe de la Guarnición de Santiago y en la II División de Ejército[22]; por lo tanto tenía el mando total de la Zona de Estado de Sitio de la Provincia de Santiago para el día del allanamiento y secuestro en la parroquia de los Capuchinos. Osea todas y cada una de las acciones combinadas entre fuerzas armadas que se hacían en Santiago eran conocidas por el General Arellano Starck. Quizás esta sea una de las tantas respuestas que tenga que dar el General Arellano ¿Quiénes detienen torturan y asesinan a Bautista Van Schouwen y a Patricio Munita?

El eucalipto

Cerca de las seis de la mañana del día 14 de diciembre de 1973 una patrulla de militares se desplazaba a toda velocidad por Américo Vespucio Sur, como única carga lleva dos cuerpos inertes, el de Bautista Van Schouwen y el de Patricio Munita. ¿La razón de la prisa? tenían que llegar rápidamente al lugar escogido para lanzar los dos cuerpos simulando que habían sido muertos producto de una desobediencia a la voz de alto en horas de toque de queda. Era la forma que había elegido la dictadura para ocultar los cientos de asesinatos que se cometían en la impunidad que el toque de queda nocturno les daba. Los cuerpos debían quedar colocados en el escenario antes que se levantara el toque de queda y la población saliera a sus faenas diarias; no debía tener testigos el operativo por si alguien reconocía los cuerpos.

No eran aún las seis de la mañana del día 14 de diciembre cuando los cuerpos inertes del dirigente del MIR, Bautista Van Schouwen y de su ayudante, Patricio Munita, eran lanzados a una zanja bajo un gran eucalipto que hay en el costado sur oriente de la Rotonda de Quilín. Luego el oficial dio la orden a su subalterno de darles a cada cuerpo una ráfaga de ametralladora por la espalda, volvieron al vehículo y se fueron rápidamente del lugar.

A las seis de la mañana el reten de Carabineros de Villa Macul recibió una llamada urgente de una patrulla militar. Se les ordenaba que enviaran una guardia a la rotonda de Quilín para que custodiaran dos cuerpos mientras llegaba el equipo del Servicio Médico Legal. No hubo preguntas, el oficial a cargo del retén sabía el significado y procedió a enviar un par de carabineros al lugar señalado.

Los dos carabineros miraron los dos cuerpos de lejos y se dieron cuenta inmediatamente de que se trataba, aún el olor a pólvora se olía espeso en el aire frío de la madrugada, pero al acercarse a los cuerpos observaron que tenían muestras de torturas y que de los impactos de balas en la espalda no salía sangre. Los dos carabineros se miraron y no dijeron nada, era claro que los dos cuerpos llegaron al lugar muertos, lanzados a la zanja y luego ametrallados por la espalda por eso no había brotado sangre de los cuerpos e impregnado las ropas.

Lucía Castillo de Munita, madre de Patricio Munita en su incansable búsqueda de la verdad llegó hasta la Tenencia Villa Macul una tarde calurosa del verano de 1974[23], tras rogar y asegurar que jamás diría con quién había hablado logró que uno de los carabineros que fue enviado a custodiar los dos cuerpos acribillados le contara como habían llegado hasta el lugar.

“—Por medio de cuñas logré averiguarme quienes habían sido los carabineros, entonces hablé con los carabineros que le habían hecho la guardia, eran dos.

“Era verano cuando yo fui y uno de los dos carabineros estaba regando el jardín en el retén, él era muy humano. Yo le dije que venía por lo del cuerpo en la rotonda Quilín, el me respondió "si todavía me acuerdo era tan joven y buen mozo” -refiriéndose a Patricio Munita-.

“Entonces apelé a su condición de padre y le pedí que me acompañara donde lo había encontrado.

“El me acompañó hasta el eucalipto y me mostró una especie de zanja donde los habían tirado. Me contó que cuando ellos habían llegado todavía se sentía el olor a pólvora, o sea era como si recién hubiesen disparado. El me dijo que eso pasaba cuando se fugaban, les disparaban por la espalda. Pero el carabinero me dijo "señora ellos venían muertos".

“Uno de los carabineros que estaba custodiando los cuerpos le comentó a su compañero sobre la apariencia de James: "este joven jamas debió haber pensado lo que le iba a pasar" refiriéndose a su ropa tan nueva y a la suela de sus zapatos que estaban recién comprados.”

La señora Lucía Munita con los ojos húmedos dice. “Justamente, unos pocos días antes de esto, mis hijas, se habían encontrado con Patricio y la novia, en Providencia y les contaron que el Pato se andaba comprando zapatos”.

La morgue

Los cuerpos fueron rápidamente levantados por un juez y trasladados a la morgue. A las 07: 40 AM ingresan al Servicio Médico Legal[24] en calidad de NN encontrados en la Rotonda de Quilín de la comuna de Macul. El cadáver de Patricio Munita fue rotulado con el Nº de Protocolo de Autopsia 3950 y Bautista Van Shouwen con el Nº 3951.

Eran tiempos difíciles al interior de esa repartición del Estado dependiente del Ministerio de Justicia. Su director el médico Alfredo Vargas Baeza estaba agotado y ya casi no podía controlar los procedimientos que se hacían con los cuerpos rotulados como NN que ingresaban a diario y que ese catorce de diciembre se encontraban apilados en los pasillos de la institución. Prueba de ello es el caso de Charles Horman quién fue asesinado el día 17 de septiembre de 1973 y el día 4 de octubre de ese año aún permanecía en la morgue como así mismo el cadáver de Frank Terruggi asesinado el 22 de septiembre y fue reconocido en la morgue por su amigo Steve Volk el día 2 de Octubre[25].

A pesar de las circunstancias del momento la burocracia seguía funcionando en las reparticiones públicas, por eso, los dos NN siguieron el procedimiento normal al ingreso al servicio. A la llegada de los dos cuerpos lo primero que hicieron fue anotar en el Libro de Ingresos sus características físicas, edad posible del muerto, talla, sexo y el lugar donde fueron encontrados, luego siguió la toma de huellas dactilares para su posterior envío al Registro Civil donde serian sometidas a reconocimiento, trámite que se hace para encontrar a quiénes habían pertenecido en vida las huellas y dar la orden de sepultura al cementerio General para que se entierren identificados los muertos NN. Los cuerpos de Bautista Van Schouwen y Patricio Munita siguieron hasta la sala de autopsia, aunque por la cantidad de cuerpos la autopsia era un mero trámite hecho de manera ocular puesto que las evidencias sobraban para dar el parte de muerte por múltiples heridas a balas y finalmente ponerlos en alguno de los lugares dispuestos para su envío al cementerio.

A mediodía del 14 de diciembre, mientras los dos paquetes de huellas y de los Certificados Médicos de Defunción junto a muchos más van rumbo al Registro Civil para su identificación, Manuel Contreras, jefe de la DINA, recién se entera que Van Schouwen y su ayudante han sido detenidos y asesinados sin entregar información y que sus cuerpos se encuentra en la morgue.

Podemos suponer que Contreras se encuentra molesto, era un grave error haber detenido a un dirigente de la talla de Van Schouwen y a su ayudante Patricio Munita, de quién no tenía idea de su existencia, y haberles dado muerte sin obtener ni una sola información que les permitiera llegar a algunos militantes destacados ni menos la Comisión Política del MIR. Contreras no debe haber entendido cómo sus hombres no habían considerado que el MIR era su objetivo principal y debían aniquilarlo como organización política, pero para eso necesitaba llegar hasta su dirigencia, exterminarla, para luego hacer lo mismo con su militancia, y Van Schouwen habría sido fundamental en la tarea porque tarde o temprano habría entregado alguna información que hubiese permitido llegar a otros miristas.

Las órdenes de Contreras tienen que haber sido precisas: No quiero rastros de los dos cuerpos y las únicas alternativas que quedan son, primero, seguir torturando al sacerdote White para que diga quién le pidió que refugiara a Van Schouwen en la parroquia y de ahí seguir la pista hasta Miguel Enríquez y la dirección del MIR, y segundo ir inmediatamente a revisar las ropas de los dos muertos para buscar algún indicio que pueda llevar a otros militantes aunque sean de base.

Pasado el medio día del mismo día 14 de diciembre, una patrulla de militares y civiles se dirigen hasta el Servicio Médico Legal[26], ingresan violentamente y exigen que se les muestre los dos muertos que fueron encontrados en Macul. Tras esa orden los hombres de civil siguen hasta el despacho del director, Alfredo Vargas Baeza, y le piden todos los papeles, incluyendo los protocolos de autopsia, de los dos NN de Macul llegados esa mañana, enseguida le exigen que se les entregue las ropas que traían. El doctor Vargas confundido y asustado hace traer todo lo que traían puesto los cuerpos llegados esa mañana desde la Rotonda de Quilín. Con las vestimentas en la mano, los agentes de la DINA, salen del despacho del director para revisarlas minuciosamente. La desesperación de no encontrar nada que les dé alguna pista a seguir, violenta aún más a los hombres de la DINA. Van Schouwen y Munita se han ido sin entregar nada.

Con ira los agentes de la DINA abren la puerta del despacho del director de la Morgue, e ingresan para advertirle que entierre a los dos cuerpos inmediatamente. El doctor Vargas Baeza intenta hacerles ver que tiene serios problemas con la cantidad de muertos que hay en esos momentos y que intentará hacer lo que le piden. Molestos los hombres de Contreras, le exigen que obedezca y lo amenazan diciéndole que guarde silencio sobre lo ocurrido porque de otra manera él correría los mismos riesgos.

¿Cuál era la prisa de la DINA por enterrar los dos muertos de Macul? Contreras debe haber sacado sus cuentas rápidamente: en esta fría guerra sucia quién golpea primero golpea dos veces. Para él, Bautista, era un hombre importante tanto en las filas del MIR como por la larga relación de amistad que existía entre él y el secretario general del MIR, Miguel Enríquez. Por tanto, sus compañeros no dejarían desaparecer así nomás a uno de sus hombres más queridos y no escatimarían esfuerzos para buscarlo y planear un rescate de sus captores con sus Fuerzas Centrales -a la fecha Contreras no tenía idea de cuantos militantes tenía el MIR y tampoco sabía de su capacidad militar- Contreras tiene que haber considerado que la búsqueda de Van Schouwen pondría a muchos miristas en las calles tratando de conseguir un contacto que los condujera hasta su dirigente y sería la posibilidad para los hombres de la DINA de comenzar la tarea de contrainteligencia e infiltración. Así de esa manera el descuido de sus agentes que terminaron con la muerte de Van Schouwen y Munita podría revertir la situación en que se encontraban, sin pistas, sin detenidos y con un MIR casi intacto. Esta tarea podría transformarse en el primer trabajo importante de infiltración. Por el contrario si el MIR confirmaba la muerte de Van Schouwen, sus dirigentes a actuarían con normas de seguridad más rígidas y el hecho les entregaría argumentos para que aumentaran la campaña internacional contra la Junta Militar, situación que pondría a la DINA en entredicho porque sectores de las Fuerzas Armadas presionaban para que la represión se llevara a cabo con más discreción.

Era la primera vez que se tomaba en un escritorio la decisión de hacer desaparecer cuerpos de opositores políticos; a contar de ese momento ningún organismo del estado haría aparecer los nombres de los dos muertos como detenidos en el país, así de esa forma el hombre que fue en vida Van Schouwen quedaría suspendido en una nebulosa aterradora y para sus familiares, amigos y compañeros de partidos la duda paralizante de no saber jamás sobre su paradero y el destino después de su detención quedaría como una huella indeleble.

Con lo que no contaban la DINA ni Contreras y ni siquiera Pinochet, era con que la burocracia del aparato estatal seguía funcionando de la misma manera que lo hacía en democracia, y sin percatarse de los esfuerzos de la DINA por hacer desaparecer los dos cuerpos encontrados en Macul ya había dado curso al proceso de identificación de las huellas de los NN, gracias a ello fue posible encontrar a quienes tanto intentara ocultar la DINA.[27]

El director del Instituto Médico Legal de la época Alfredo Vargas Baeza relataría, después, en privado al detective Pavez de Investigaciones que había sucedido ese 14 de diciembre en su despacho. Así lo recuerda 21 años después el detective.

“—Mi último trámite fue ir a la morgue. Lo primero que hice fue buscar en el libro de ingresos los NN que llegaron en los días que había desaparecido el joven Munita. Después de verificar que era una cantidad enorme busqué por la estatura de un metro ochenta hacia arriba y ahí encontré sólo a tres; y de esos tres había dos que eran sobre esa altura de sexo masculino y que aparecieron muertos juntos cerca de Macul.

“Como en el libro aparecían como NN, me fui a hablar con el Director para pedirle las autopsia; para saber si era el cuerpo que yo buscaba.

“El doctor me hizo pasar luego de saber que investigaba por orden del General Baeza. Entré y me senté. El se paró y fue hasta una caja fuerte donde sacó una carpeta con papeles. Los miró y me dijo que cuando llegaron esos dos cadáveres la Morgue estaba llena de cuerpos apilados en los pasillos, ya no tenían donde tener más muertos; sin embargo, por la tarde llegaron unos civiles acompañados de uniformados, preguntando por los cuerpos encontrados en Macul esa mañana. Después le exigieron que les pasara toda la ropa y la documentación; después le advirtieron que si no enterraban esa misma tarde esos cuerpos o hacía algún comentario sobre eso lo vendrían a buscar a él también.

“Esas personas lo amenazaron al propio director de la Morgue y ese doctor estaba muy molesto. Además cuando yo fui la morgue estaba llena de cuerpos hasta en los pasillos imagínese lo que era cuando llegaron esos cuerpos.

“El Director de la Morgue me pidió que le dijera al General Baeza que quería hablar con él. Yo no sé si lo que quería hablar tenía que ver con su sobrino o con la cantidad de muertos que tenía.”

El Doctor Alfredo Vargas, obedeció el silencio impuesto por los hombres de la DINA y se llevó a la tumba los nombres de los militares que llegaron el día 14 de diciembre de 1973 a buscar los dos muertos encontrados en la rotonda de Quilín, convirtiéndose por miedo, o comodidad en cómplice de la DINA. La duda que queda es si el doctor Vargas logró hablar con el General Baeza y le contó quienes habían llegado a su despacho a amenazarlo por lo de los dos cuerpos de Macul, lo cierto es que el General Baeza en la entrevista hecha para la investigación de este caso, negó haberse reunido con el doctor, pero esa respuesta no es concluyente porque el General Baeza, también niega haber destinado a un detective para que investigara qué había pasado con su sobrino, Patricio Munita.

¿Qué había pasado en los interiores de los aparatos represivos?

Todo indica que la detención y asesinato de Bautista Van Schouwen y Patricio Munita fue hecha por miembros de la DINA y fuerzas militares que llegaron a la parroquia de Los Capuchinos conociendo exactamente quienes se encontraban allí hospedados y que procedieron a aplicar la táctica que era usual en la época, exterminio rápido. No utilizaron los procedimientos adecuados para llegar a obtener información, posiblemente, porque el oficial a cargo de la detención, en un afán de sobresalir ante sus superiores, aplicó la violencia sin sistematización y no logró el objetivo de obtener información para llegar a otros cuadros destacados de la resistencia chilena, cosa que la DINA fue aprendiendo con los detenidos que morían producto de la tortura antes de entregar la información buscada. Es tal vez por eso que mas adelante comienzan a utilizar equipos médicos e incluso instalan una clínica.

Hay que recordar que la DINA en ese período se encontraba en plena formación y que operaba subterráneamente porque aún no existía legalmente y en los interiores del régimen no se zanjaba la disputa por el poder entre los diversos sectores golpistas. También había disputas entre los servicios de inteligencia de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas por saber quién finalmente haría el trabajo de inteligencia interior, es por esa razón que la DINA actuaba sin licencia oficial y sus recinto eran casi desconocidos para el resto de los servicios de seguridad.

Es seguro que Contreras se había enterado tarde de la detención y muerte de Van Schouwen y Patricio Munita. De haber estado en conocimiento Contreras, no cabe duda que personalmente se habría encargado de las sesiones de torturas, tal como testifican dirigentes políticos importantes que sobrevivieron y que tuvieron entre sus torturadores al propio Mamo[28] quien ejecutaba las labores de aplicación de electricidad y dirigía los interrogatorios. También el procedimiento habría sido distinto; seguramente se los habría llevado a algún recinto habilitado en esos momentos para ser interrogado sistemáticamente con diversas clases de torturas, aislamiento y degradación física y moral para que finalmente entregaran alguna información que les sirviera antes de decidir que hacer con ellos. Y entre detención y muerte habría transcurrido un lapso más largo y probablemente habrían estado con otros detenidos en algún lugar que los habrían visto. Por el contrario, no existe ni una información de detenidos que los hayan visto llegar o supieran que se encontraban detenidos en algunos de los recintos ocupados para detención y tortura.

En este caso, queda claro que, aunque los torturadores y asesinos fueron miembros de la DINA, la DINA, como organización comenzó a operar después de las muertes; fue ella la que se encargó de hacer desaparecer los cuerpos y en esa época el lugar designado para ello era el Patio 29 del Cementerio General.

El día 14 de diciembre en el Cementerio General se enterraban apresuradamente decenas de cadáveres que se trasladaban desde la morgue en el viejo camión Ford de color gris. El chofer, de apellido Tapia, debía trasladar dos y hasta tres veces al día una treintena de cajones, que eran hechos por los mismos sepultureros, al Patio 29 bajo la estricta mirada de militares que custodiaban las faenas desde el muro donde se encuentran los nichos. Hombres vestidos de civil que se paseaban por los patios y que no eran del cementerio intimidaban a los trabajadores con su presencia, transformando el campo santo en un recinto militar.

BAUTISTA VAN SCHOUWEN

Bautista Van Shouwen, era el primogénito de una familia de clase media profesional formada por Carlota María Valentina Vasey, Bautista Van Shouwen Figueroa y sus tres hijos Bautista, Carlos y Jorge. Había nacido el 3 de abril de 1943 en el pequeño pueblo minero de Peña Chica, en la primera región, donde su padre trabajaba como ingeniero químico en la mina salitrera del mismo nombre. Su inscripción de nacimiento fue hecha en la circunscripción de Pozo Al Monte del departamento de Iquique el día 10 de abril de 1943.

Su niñez fue agradable, creció corriendo libremente por las polvorientas calles de los pueblos salitreros de Bellavista y Victoria, escuchando las historias de los mineros contadas por su padre en las frías noches del desierto de Atacama y viendo, sobre todo, el esfuerzo cotidiano de los obreros de la pampa. Esa realidad social de Chile compuesta por hombres jóvenes con rostros de viejos y piel curtida por el viento frío del desierto, viejos enfermos de silicosis por el polvo de las minas, mujeres que morían después de un parto por la falta de médicos, niños enfermos por la mala alimentación y salarios pagados con fichas, le impregnaron de sensibilidad desde la niñez.

La Sra. Carlota Vassey[29], madre cariñosa e incansable en la búsqueda de Bautista, recuerda los primeros años en las lejanas oficinas del norte.

“—Cuando mis niños eran chicos y vivíamos en las salitreras a mi y a mi esposo, que en paz descanse, nos encantaba salir, éramos jóvenes y buenos para hacer vida social que era una de las entretenciones que había en esos pueblos del desierto, también había un teatro y asistíamos a ver las películas cuando llegaban; así que dejábamos a nuestros hijos a cargo de la niña que me ayudaba y le decíamos a todos donde íbamos a estar.

“Era una vida agradable y tranquila a pesar que había una enorme pobreza en los obreros que trabajaban ahí casi como esclavos. Ahí todos conocían a mis hijos porque, sobre todo Bautista que era el más serio de los tres, se levantaban por la mañana y salían a caminar por las calles de la oficina, yo no sé que hacían supongo que iban a jugar. Pero Bautista era muy curioso, el se levantaba se vestía y se ponía una corbata de su papá que le llegaba más abajo de las rodillas, nunca supe porque se ponía la corbata creo que era por imitar a su papá, y salía con sus hermanos a caminar. Se conocían toda la salitrera y conversaban con todas las personas que iban encontrando en su camino. Todos decían que Bautista era muy educadito.

“Mis hijos eran tan callejeros, pero buenos niños, que les decían los “holandeses errantes” porque siempre andaban mirando por todos los lugares de la oficina salitrera. Una vez un señor que trabajaba en una sección me fue a buscar, estaba muy preocupado porque habían encontrado a los niños donde había una enorme máquina, eso quedaba lejos de la casa. Este caballero que me fue a buscar se había sorprendido de ver tres puntitos a los pies de la máquina, la máquina era gigante y los niños se veían como puntitos y afortunadamente los habían visto. Le pregunté a Bautista, como era el mayor, qué andaba haciendo por ese lugar que era peligroso y el me respondió que quería saber como trabajaba la máquina. El siempre fue inquieto por aprender. Andaba buscando siempre algo nuevo para aprender.

“También era bueno para el baile. Le gustaba mucho bailar desde chiquito y cuando ya era mayorcito todas las visitas lo aplaudían por lo bien que lo hacía.”

Tenía nueve años cuando sus padres se trasladaron a la sureña ciudad de Concepción. Los verdes cerros que se alzan tras el ancho río Bio-Bio fueron el escenario para sus sueños juveniles en las lluviosas tardes de invierno cuando el viento silbaba desde la desembocadura del Río hacia la cordillera. Allí realiza sus estudios en el Liceo público Nº1, donde se destaca por su excelente rendimiento académico. Junto con la llegada de la década de los 60, ingresa a estudiar medicina en la Universidad de Concepción, desde el primer año, su figura entra a ser conocida por el resto de los alumnos y profesores por su destacado rendimiento académico. El año 1967 es elegido Presidente del Centro de Alumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción.

Su mejor amigo desde que llegó a Concepción fue “El Miguel” Enríquez, con él compartió desde sus juegos infantiles, fiestas de adolescente, carrera profesional, el gusto por la música clásica, lecturas de todo tipo y hasta la militancia política.

En enero de 1968 Bautista decide dejar la soltería y se casa con Inés Enríquez, pasando a pertenecer a la familia de su mejor amigo. De esa unión nace el único hijo de Bautista, Pablo Van Shouwen.

El fallecido ex-rector de la Universidad de Concepción, Ministro de Educación para el golpe de estado, connotado médico y catedrático, Edgardo Enríquez[30] recordaba a Bautista como a un hijo más.

"Era un muchacho inteligente, de un carácter firme, honesto, consecuente y un gran idealista que fue un buen amigo de mis hijos y en nuestra casa era como un hijo más, para mí siempre fue eso un hijo más. El estuvo casado con mi hija Inés y es el padre de mi nieto Pablo que vive en México.

“Yo siempre he dicho que a mi me quitaron tres hijos hermosos, inteligentes y generosos: a Miguel, Edgardo y Bautista. A Miguel lo acribillaron lo rodearon con tanques y helicópteros la DINA y los valientes soldados del ejército de Chile; a Edgardo me lo desaparecieron en Argentina en un operativo coordinado entre los militares golpistas argentinos que lo detienen y la DINA que da la orden para que lo desaparezcan y a Bautista, que fue el primero, lo detuvieron y lo desaparecieron en Santiago sin que jamás haya tenido la valentía de admitir su detención la dictadura.

“Algunas personas me han dicho que lo que les sucedió a mis hijos es culpa de la educación que yo les di. Yo siempre he respondido que a pesar de todo el dolor de perder a un hijo, que es más cuando uno pierde a tres, para mí habría sido más doloroso haber tenido hijos vivos que fueran hombres conformistas, pusilánimes y acomodaticios. Siempre enseñé a mis hijos a pensar como ellos escogieran y actuar en consecuencia, es la única forma de vivir con honor. Si por esa razón los mataron me siento orgulloso de la forma que eligieron sus vidas, entregándolas generosamente por una sociedad más justa.”

El 8 de mayo de 1968, Bautista Van Schouwen, se colegió como médico con el carnet registro Nº 6812 mientras trabajaba en el servicio de Neurología del Hospital Regional de Concepción, además, como médico general en los hospitales de Santa Juana y Arauco, donde se atendían los trabajadores de las minas del carbón y los campesinos pobres de la zona. Los escasos recursos de los servicios de salud para una comunidad carenciada que sufría de altos grados de enfermedades producto de las duras condiciones de trabajo en las minas del carbón y los dramas sociales que a diario le toca ver desde su profesión lo hace renunciar a una cómoda y segura vida de médico. A fines de 1968 renuncia a su trabajo y a su profesión para dedicarse por completo a la actividad política en el MIR.

El año 1972 Bautista decide contraer matrimonio por segunda vez con una joven enfermera, Astrid Haitmann. Esta unión queda truncada el 13 de diciembre de 1974.

El MIR – Movimiento de Izquierda Revolucionaria- nace el 15 de Agosto de 1965 en una reunión que se hizo en una vieja casona ubicada en la segunda cuadra de la calle San Francisco de Santiago perteneciente, en la época, al Sindicato de Zapateros. A esa reunión llegaron varios grupos de entusiastas estudiantes de la Universidad de Concepción que habían viajado toda la noche en dos micros y en tren. Entre los participantes de esta reunión fundacional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria se encontraban Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen, Martín Hernández, Edgardo Enríquez, Juan Saavedra, Marcelo Ferrada, Jorge Gutiérrez, Dantón Chelén y otros, todos provenientes de las juventudes de los partidos de izquierda, principalmente de las Juventudes Socialistas. Junto a ellos compartían sectores Troskistas de mayor tradición organizativa entre los que cabe destacar a: Enrique Sepúlveda, Oscar Waiss, Luis Vitale, Humberto Valenzuela, Victor Toro; así como sectores cristianos entre los cuales figura Clotario Blest.

Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen, Edgardo Enríquez, Andrés Pascal y Martín Hernández habían sido militantes de la Juventud del Partido Socialista hasta el año 1964, época en que fueron expulsados por criticar los métodos de conducción caudillista que tenía el Partido Socialista dirigido por Raúl Ampuero y proponer una línea revolucionaria que terminara con las direcciones impuestas a la Juventud Socialista, las que eran un verdadero instrumento de Ampuero.

La discusión, entre la Juventud Socialista con la dirección del Partido Socialista, había comenzado el año 1962 cuando el trabajo político de reclutamiento y organización hecho por los jóvenes hace crecer la militancia al interior de la Juventud, a tal punto, que en Concepción supera por primera vez a la militancia del Partido adulto. Este nuevo escenario, que tiene en los jóvenes un nuevo aire, comienza a transformar las conservadoras posiciones políticas de los viejos militantes. El recambio generacional que tanto temía la dirección del partido queda claro para el Congreso Regional de Concepción del año 1964, allí la Juventud logra, por primera vez, obtener la mayoría de los delegados al Congreso y a la Dirección Regional. Para la anquilosada Dirección del Partido Socialista esa situación era inaceptable, así que reorganizó rápidamente su vieja maquinaria y desarticuló el triunfo de los jóvenes incorporando delegados “brujos” de lugares donde el Partido no tenía existencia. El resultado fue el abandono del Congreso por parte de los jóvenes y la posterior expulsión de las filas de la Juventud Socialista de los insurrectos.

Mientras Bautista Van Schouwen y Miguel Enríquez, Edgardo Enríquez junto a otros jóvenes militantes del Partido Socialista emigran a la Vanguardia Revolucionaria Marxista, una organización que se funda el año 1962 producto de la fusión de sectores troskistas y grupos stalinistas escindidos del Partido Comunista, referente político que termina desintegrándose producto de las discusiones sobre el carácter que debía tener la revolución chilena, distintos sectores del país comenzaban a buscar nuevos referentes políticos. La inquietud por participar en la vida política llegaba a las universidades con fuerza y hasta la iglesia comenzaba a sentir la comezón del influjo de las ideas marxistas y los nuevos aires que traía el triunfo de la revolución en Cuba y la guerrilla del Che en Bolivia.

Es así que el día 15 de agosto los jóvenes llegan con las esperanzas puestas en el nuevo referente de izquierda que surgiría de esa reunión donde participaban connotados sindicalistas, entre ellos el legendario Clotario Blest que representaba a los sectores cristianos, viejos militantes de organizaciones troskistas, sectores escindidos del Partido Comunista, anarquistas y simples trabajadores. A la reunión fundacional del MIR asistieron 70 personas y duró tres días donde se discutió desde el carácter que debía tener la revolución proletaria chilena y su absoluta prescindencia del bloque socialista, la compleja situación internacional de la época donde los conflictos por la descolonización de Africa, Indonesia y Puerto Rico llenaban las páginas de periódicos y revistas nacionales, hasta su declaración de partido revolucionario internacional, donde cabían todos los revolucionarios del mundo.

A pesar de las diferencias que tenían los asistentes al congreso había un elemento en común, las experiencias políticas anteriores fallidas y la conclusión generalizada de la imposibilidad transformar el sistema capitalista por la vía demoliberal de reformas parciales, que otros sectores de izquierda propugnaban. Frente a esa conclusión, el MIR propone su tesis política de la única alternativa de alcanzar una sociedad socialista era la construcción de una izquierda revolucionaria, a eso se sumaba la convicción que la historia de la humanidad caminaba hacia el inevitable desplome del capitalismo y por lo tanto había que estar a la vanguardia de los cambios que se iban a producir en la sociedad y eso sería el MIR en la sociedad chilena.

La agitada vida política de fines de 60 está marcada por las luchas políticas. En la derecha, por la búsqueda de un candidato presidencial que logre detener las luchas populares que desde la década del 50 vienen en ascenso, cuando el FRAP lleva de candidato a Salvador Allende y logra un alto porcentaje electoral. En la izquierda, que busca presentar un candidato de consenso entre los diferentes sectores que confluyen finalmente en la Unidad Popular: Partido Socialista, Partido Comunista, MAPU, Partido Radical, Independientes de Izquierda. También la Democracia Cristiana tendrá sus últimos quiebres en este período. Chile se prepara para las elecciones presidenciales de 1970 y todo se transforma en discusiones ideológicas, bien se podría decir que es una de las elecciones más politizadas que la historia de Chile recuerde.

El MIR que había decidido ingresar en la historia política tampoco se queda atrás y comienzan a hacer sus primeras acciones de propaganda armada y a plantear como método de alcanzar el poder la lucha armada. El paso de la discusión a las primeras acciones armadas transforma la vida cotidiana de los militantes y muchos deben pasar a la clandestinidad, Bautista, es uno de ellos. Esta nueva vida, donde debe permanecer por largos períodos separado de su familia viajando entre Santiago y Concepción, acaba con su matrimonio el año 1968. Son años de intensa actividad política y así lo demuestra en la editorial del primer número del periódico, El Rebelde, fechado en septiembre de 1968, del cual es su director y editorialista.[31]

"EL REBELDE no es un periódico imparcial. Estamos ubicados decididamente en la trinchera de los obreros y campesinos revolucionarios, de los pobres del campo y la ciudad.

“Este es un periódico de combate. No trae un mensaje de resignación ni pacifismo, sino el de la rebeldía obrera ante la miseria y humillación a que los condena el capitalismo.

“Los combates callejeros, las huelgas con ocupaciones de fábricas y la extraordinaria decisión combativa de los trabajadores en el último período, están demostrando que los obreros y campesinos se han puesto altivamente de pie, que no tolerarán que el Estado y las clases dominantes dejen caer el peso de la crisis económica sobre las espaldas de los más pobres, que ya son muchos los explotados que están endureciendo sus métodos de lucha, pasando rápidamente de los conflictos legalistas -que sólo favorecen a los patrones- a los enfrentamientos con métodos revolucionarios…”

La editorial que resume el pensamiento indivisible del MIR y de Bautista Van Schouwen termina con una arenga dirigida a los trabajadores “POR LA RAZON Y LA FUERZA LOS TRABAJADORES AL PODER”

Eran los tiempos de las interminables discusiones internas sobre la línea que debía tener un partido de izquierda que nacía de los sectores escindido de los partidos de la izquierda tradicional a los que se sumaban sectores sindicales, campesinos, indígenas, estudiantes, profesionales, e independientes que venían de las vertientes cristianas. Eran los tiempos donde los sucesos mundiales hacían parte de las discusiones ciudadanas que trascendían a las partidarias, es por eso que la invasión Soviética a Checoslovaquia en la primavera del 68 no fueron esquivados en el primer número de El Rebelde. Allí Bautista escribe un largo análisis donde condena la invasión y hace énfasis en la línea del MIR y sus diferencias con los partidos de la izquierda tradicional que veían en el socialismo de la URSS y a su política de dominación expansionista, un modelo ideal de sociedad.

“A nuestro entender, los recientes sucesos checoslovacos deben ser analizados a partir de los orígenes históricos del problema. En el origen del socialismo checo gravitaron dos factores: a) Este no fue un proceso revolucionario cabal, sino que pesó en gran medida la presencia del ejército soviético, lo que no permitió que se creara una movilización de masas, una conciencia y una moral socialista etc. b) Nació en pleno período estalinista, cuando las libertades se hacían aparecer como antagónicas con el socialismo, cuando se reducía el socialismo a la planificación económica y al aumento de la producción en toneladas de acero, cuando ejercía el poder una capa de funcionarios y militares, la burocracia y no la clase obrera y el campesinado.

“La antigua dirección checa (Novotny) mantuvo todo aquello, y además permitió el traspaso a la URSS. de parte del excedente económico checo, toleró la prostitución, estimuló el mercado negro de dólares, corrompió a sectores del pueblo checo en la búsqueda de confort en la no solidaridad revolucionaria internacional, ect.”

(sic)

El artículo continúa con un extenso análisis de las razones del fracasado socialismo checo

"Repudiamos enérgicamente la intervención militar Soviética en Checoslovaquia. Esta intervención no fue a la defensa del socialismo, que habría estado bien salvaguardado por los obreros y campesinos checos, sino en defensa de los intereses de la burocracia de la URSS., y con claros contenidos contrarios a los procesos de democratización socialista. La repudiamos no en base al trasnochado principio de no intervención sino a su contenido." (sic)

El artículo del Rebelde titulado "El MIR y los Sucesos de Checoslovaquia" termina diciendo

"Es tarea de las izquierdas revolucionarias del mundo demostrar que ese no es el socialismo por el que combatimos, sino que esa es una desfiguración heredadas de los períodos más negros de las primeras repúblicas socialistas del mundo." (sic)

Contraria a la imagen del militante de carácter grave y siempre pensando en los grandes temas de la política es la imagen que tienen quienes conocieron de cerca a Bautista, quién se daba tiempo para asistir a fiestas y demostrar todos sus dotes de buen bailarín, además era un hombre muy preocupado de estar siempre bien vestido, casual siempre como era la moda entre los chicos del MIR, su afición principal era coleccionar camisas de color azul y tenerlas en cantidad. Su apodo de “vieja” se debía a que era detallista y un poco escrupuloso, las espartanas costumbres de los miristas de tomar o comer en utensilio usado o mal lavado en las reuniones, donde escaseaban estos implementos, le molestaban.

Era también crítico de las actitudes demasiado rígidas de algunos sectores del MIR que pensaban que los militantes debían limitar sus actuaciones en la vida cotidiana a la militancia rígida, sin considerar que la mayoría de la militancia tenía entre los 15 y 30 años y que las formas de socialización a esa edad se daban al calor del baile e incluso, en los sectores más jóvenes, compartiendo algún cigarrillo de marihuana. Para muchos miristas estos eran tabúes y a quienes fumaban se les tildaba de tener desviaciones pequeño burguesas.

Sus compañeros de partido lo recuerdan como uno de los dirigentes del MIR más sensibles y cálidos. No era un hombre de muchas amistades entre la militancia pero se preocupaba por los problemas de cada una de las personas que tenía cerca y podía dedicar una gran parte de su tiempo a escuchar las dudas de sus compañeros y discutir con ellos sin imponer sus puntos de vista.

Marcia Merino “La flaca Alejandra”, una combativa estudiante de la Universidad de Concepción, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria que tras ser detenida por la Dina se transformó primero en colaboradora y luego en funcionaria a sueldo del aparato represivo, recuerda que el día 11 de septiembre le tocó estar en la casa de la Comisión Política que quedaba ubicada en José Domingo Cañas de la comuna de Ñuñoa.[32]

“Ese día estabamos de guardia y en estado de alerta cuatro militantes en Domingo Cañas, que era la casa de la Comisión Política. Como las 11 de la mañana, ya estaba claro que no había mucho que hacer porque el golpe había sido fulminante y estabamos esperando ordenes de la Comisión Política para saber qué hacer, a dónde dirigirnos o qué tareas nos correspondía realizar.

“Las comunicaciones estaban muy malas y no sabíamos nada sobre lo que le había pasado a la gente y a la Comisión Política, porque nadie nos llamaba como debía haber sido de acuerdo a lo planificado. De rrepente a esa hora suena el teléfono y era el Bauchi que llamaba -él pertenecía al GPM 10 de Estructura de Sectores Medios y Propaganda tenía a cargo El Rebelde y la Radio Nacional-. Llamaba para saber cómo estábamos y se preocupó por cada uno de los que estabamos ahí, luego nos dio libertad para que nos retiráramos del lugar porque por ese momento no había nada más que hacer que buscar donde quedarnos.

“El, muy preocupado, nos pidió que nos cuidáramos. Se notaba que estaba muy preocupado por nuestra seguridad, esa era una de sus cualidades más destacadas que lo hacía sobresalir del resto de los dirigentes del MIR, que no expresaban afecto. El Bauchi nunca tuvo grandes amigos entre la militancia pero era muy accesible para todos, era muy humano y le daba a la relación una calidez un poco ajena a los miristas, se preocupaba de aspectos que a otros dirigentes les parecía que no tenían que ver con las relaciones partidarias. En general en el MIR, y me imagino que en otros partidos era igual, el trato entre militantes era esencialmente político. También hay que decir que era muy arriesgado porque cuando era secretario regional en Concepción y fue Frei -Eduardo Frei Montalva- se hizo una contramanifestación donde se le acorraló, pero el logró salir.

“Pero bueno, esa mañana de septiembre fue la última vez que hablé con él. Nunca más supe nada de él. Sólo recuerdo que el Reta Grande me comunicó la detención del Bauchi, no se cuando, no recuerdo. Nunca me preguntaron por él en la DINA, tampoco pregunté nada sobre el Bauchi en la DINA, jamás vi algún papel que tuviera su nombre o algo parecido, era como si se lo hubiera tragado la tierra.”

Luisa Saavedra, estudiante de Medicina de la Universidad de Concepción y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria para el golpe de estado, concuerda con la apreciación de Marcia Merino sobre Bautista Van Schouwen respecto a la calidad humana del dirigente[33].

“Recuerdo que en una ocasión que se realizó un acto en el Foro de la Universidad -de Concepción- donde participó el Bauchi. Cuando terminó el acto un alumno de primer año se acercó al Bauchi para decirle que no estaba de acuerdo con su posición. El lo escucho y luego se sentó junto al compañero en la escalinata y comenzó a explicarle cada uno de los planteamientos de su discurso. La conversación duró hasta altas horas de la madrugada sin que nadie se retirara del lugar a pesar del frío. El alumno no se convenció pero quedó admirado de la capacidad política y la sencillez del alto dirigente que se había tomado todo el tiempo del mundo para discutir con él que era un cabro chico.

“También recuerdo la admiración que había por el Bauchi entre los profesores de Medicina y lo expresaban en conversaciones. El era considerado por muchos profesores como el alumno más brillante que había pasado por la carrera de medicina, cosa que a nosotros, que éramos estudiantes de los primeros años, nos llamaba la atención. sobre todo porque muchos de los profesores que lo encontraban como alumno destacado tenían ideas políticas totalmente contrarias al MIR.”

El día del golpe de estado Bautista se encontraba en una casa en el Llano de Subercaseaux, junto con él estaban Nelson Gutiérrez y otro militante[34]. Cada cierto tiempo se comunicaban con Rigo en la base de comunicaciones que quedaba ubicada en una de las Torres del San Borja, en pleno centro de Santiago. Rigo les mantenía informado y transmitía los informes que desde otros lugares, especialmente de provincia, le llegaban. Fue un día largo donde el estupor por lo que estaba sucediendo se manifestaba en las discusiones sobre el desenlace final que les parecía incierto.

El golpe de estado había sorprendido al MIR, los análisis políticos que hacía a partir del Tancazo había dado por descartado la posibilidad de que ocurriese un golpe de estado. Al interior de la Comisión Política estaban enterados que Salvador Allende estaba haciendo esfuerzos por lograr un acuerdo con la Democracia Cristiana como forma de sacarla del núcleo golpista dejando sola a la derecha y que finalmente terminaría con un llamado a un plebiscito para acortar el período de gobierno. Es por esa razón que el 11 de septiembre no tienen capacidad para resistir, los dirigentes y militantes del MIR son sorprendidos al igual que el resto de la población.

Se pueden encontrar muchas anécdotas que hablen del hombre, el brillante estudiante de medicina de la Universidad de Concepción, del militante, del dirigente. Sin embargo en el Chile de hoy no queda ni indicio de su paso por la vida social y política del país. Tal como la “flaca Alejandra” dice “parece que se lo hubiera tragado la tierra”, su existencia y su memoria fue borrada del mismo modo que su cuerpo.

PATIO 29

El Cementerio General de Santiago de Chile es uno de los lugares más interesantes del país, en él se resume parte de la historia de Chile.

En las pomposos mausoleos, construidos con el sudor de los hombres sin historia, sin pasado y sin rostro, reposan los restos de los miembros de las familias más conspicuas de la vida social y política de Chile; es la zona de los magnates de las salitreras y de las colonias extranjeras, sus calles están hermosamente decoradas por arboledas que florecen en primavera y elegantes jardines que le restan la imagen luctuosa del lugar.

En otro sector, menos beneficiado por las arboledas de rojizos ciruelos, se encuentra una especie de edificios de colores amarillos blanquecinos con pequeños nichos sobreadornados de flores y toldillos para protegerlas de los días calurosos, en ellos se hacinan los muertos que pertenecen a las esforzadas familias de clase media, allí cada muerto tiene su tumba hasta la eternidad. Y en el extremo norponiente del cementerio se encuentran los Patios, estos son sitios abiertos y cubiertos en muchos casos por malezas que cubren las pobres cruces que llevan los nombres de sus moradores, ahí reposan sus restos sobre la fértil tierra húmeda los menos afortunados de la sociedad; estos sitios no tienen propiedad y se asignan por un tiempo definido.

De alguna manera podría decirse que el Cementerio General es una buena radiografía de la sociedad chilena, ahí están todos, pero claramente segmentado por clases sociales

El Patio 29, uno de los tantos patios que existían para el año 1973 había sido hasta el 11 de Septiembre de ese año un lugar de sepultación para personas indigentes. Allí se sepultaba por seis años a quienes figuraban cómo NN o personas cuya familia no podían comprar un nicho para dar sepultura al ser querido. Cuando se vencía el tiempo, los restos era sacados y trasladados a una fosa común y se enterraba un nuevo cuerpo en el lugar, pero como la solidaridad es abundante entre quienes poco tienen, normalmente los mismos sepultureros sacaban los huesos de la urna, esa urna se pasaba a la morgue para ser usada nuevamente y los huesos se instalaban en el mismo nicho bajo el muerto nuevo. Eso se hacía para que los familiares del muerto antiguo pudieran seguir llevándole flores en su aniversario. Era un acto de solidaridad de quienes poco tienen para dar, pero saben mucho del dolor.

Ese día cambiaría también el uso del Patio 29 del Cementerio General. Pasaría a convertirse por decisión de la Junta de Gobierno golpista, en un recinto ocupado militarmente destinado a ocultar el genocidio contra chilenos y extranjeros que se inició ese mismo día.

A contar de ese día 11 allí se pondría en práctica la primera etapa de la guerra psicológica. Todo cuerpo que llegara hasta el Patio 29 sería un desaparecido: alguien sin nombre, por lo tanto sin pasado, sin familia que lo recordara años más tarde llevándole una flor, sin derecho a que su memoria y las razones que lo movieron a definir su historia en su paso por la vida fuera reivindicada. De hecho miles de cuerpos que pasaron por allí jamás serán encontrados, no porque nadie se atrevió a reclamarlos sino porque todos los muertos fueron enterrados sin que previamente se identificaran y se les asignara una orden de sepultura, además se enterraban de a dos cadáveres por urna y muchos cuerpos iban hechos pedazos sin que pudiera identificarse la totalidad del cuerpo, tanto es así que en los relatos de los sepultureros que trabajaban en el Patio 29 dicen que pedazos de cuerpos se enterraban en un cajón y otras partes en otro cajón, a esto se suma lo que en la jerga de los sepultureros se llamó la “resaca” y fue el año 1982 cuando se sacaron cientos de osamentas de cadáveres NN de 1973 para su cremación.[35]

También ese septiembre el Patio 29 dejó de ser el lugar exclusivo de descanso final de los pobres, a él llegaron personas de todas las clase sociales y en cantidades y condiciones que jamás los sepultureros habían visto.

Aurelio Fernández Palma, era un sepulturero que estaba asignado al Patio 29 la mañana del golpe de estado. El es un hombre cálido en su trato, de mirada humilde, huidiza que contrasta con su aspecto físico fuerte desarrollado tras años de trabajo duro cavando la tierra a pala bajo el inclemente sol de verano o en la lluvia fría del invierno. Su historia personal está ligada al Cementerio General, comenzó a trabajar el año 1957 cuando parte del Patio 29 era una generosa parcela de hortalizas y árboles frutales. Tenía menos de 18 años cuando llegó al cementerio y soñaba con ser contratado para trabajar como sepulturero, en esos momentos creía que no había nada mejor que trabajar en ese lugar tranquilo lleno de flores y de estudiantes universitarios que paseaban leyendo en las vísperas de exámenes. Hoy acercándose a los 60 años ya tiene el cuerpo cansado de tanto sol y humedad, las manos agrietadas y callosas por la tierra y la pala ya casi no pueden seguir los ritmos que su trabajo exige, pero sobre todo lleva el cansancio y el dolor de los años que él denomina “terribles”. Con dolor recuerda cómo fueron llegando los muertos a contar del día 14 de septiembre de 1973[36].

“—El día 11 de septiembre estábamos abriendo ese patio, (señala el Patio 29) es la pega que aquí se hace. Es la pega que están haciendo los compañeros ahí (señala un sector donde están cavando tumbas). Uno se viene temprano para preparar las sepulturas para los finados que llegan en el día. En eso estabamos cuando comienzan a pasar aviones y empiezan a sentirse las descargas de la artillería ¡eso se sentía!. De ahí nos mandaron a llamar para afuera y llegó un delegado del gobierno , era un señor … no recuerdo como se llamaba. El dijo en cinco minutos que había golpe de estado y que había que someterse a las reglas del juego y cumplir. Eso era como a las nueve y media a diez de la mañana…era Avendaño[37] -dice recordando el nombre del delegado de la junta militar-.

“Para nosotros este era un patio común y corriente que estaba para sepultar, donde se sepulta todos los días: Pero a contar del golpe ya fue algo especial porque ahí teníamos que ir nosotros a la morgue, encajonar, cargar el camión, llegar al cementerio, sepultar, volver a la morgue y así todos los días, una rutina que empezó ese día.

“Eran muchísimos (cuerpos), había que ir a cargar el camión Ford plomo que había aquí en el cementerio, el chofer era Tapia. Había que ir a encajonar cargar el camión y descargarlo y sepultar acá. Se hacían dos o tres viajes en el día.

“No puedo precisar las cantidades pero…traíamos camiones. Venían de, por lo general de dos muertos en cajón. de primera era de a uno en un cajón, pero después ya fueron faltando ataúdes y había que poner uno para los pies y el otro la cabeza a la inversa. A veces iban cadáveres que iban desechos o sea masas no mas. O sea, yo me refiero que había cadáveres desechos, que llegaban con las piernas, brazos, venían desintegrados, muestras que habían estado muchos días a la intemperie comidos por roedores, del río y cosas así, y otros desintegrados también, que estaban cortados, cortados, tipo metralleta, así, con…con ráfaga.

“Es posible que fueran entre 35 a 40 cuerpos que se traían dos o tres veces al día. Nosotros vivíamos en una población que estaba donde ahora hay unos nichos y nos sacaban por las noches para ir a recoger muertos de las calles, del río. Muertos había por todos lados, desparramados. Nosotros por lo general en donde más sacábamos era en el río Mapocho, Canal San Carlos, Canal La Punta, ahí era donde más se sacaban, pero en las calles por todos lados estaban desparramados los cadáveres. Pero parece que el fuerte eran los ríos, las aguas, donde corrieran los cuerpos.”

No en vano el 11 de Septiembre el director designado por las autoridades golpistas había llamado a todo el personal para decirles que desde ese momento en adelante todo el personal debía acatar ordenes y sobre todo "callar" de lo contrario las nuevas autoridades tomarían medidas.[38]

Todos entendieron las palabras. Sin embargo las familias que trabajaban allí jamás imaginaron la pesadilla que vivirían y los costos personales que su trabajo les traería. Muchos fueron detenidos y torturados para amedrentarlos, otros enloquecieron por las extensas jornadas donde tenían que recoger restos humanos descuartizados en diversas partes de la ciudad para trasladarlos a la morgue, luego encajonarlos y sepultarlos, la gran mayoría se aficionó al alcohol para poder resistir las imágenes diarias y los olores de cuerpos descompuestos y cubiertos de gusanos.[39]

Un funeral fuera de horario

El día 14 de diciembre, cerca de las seis de la tarde, cuando el Cementerio estaba cerrado y los trabajadores se preparaban para retirarse la directora subrrogante de entonces, Julia Adelaida Padilla Pérez, llamó a tres sepultureros del Patio 29. Eran Aurelio Fernández, Vicente Rodríguez y Ricardo Ubilla[40]. Les hizo esperar un momento, mientras otros trabajadores marcaban las tarjetas de salida. Los hombres esperaron silenciosos sin saber que era lo que sucedía, pensaron que tal vez tenían que salir por la noche a buscar cuerpos al río como era habitual. Cuando quedaron solos, Julia Padilla, se acercó y les ordenó que debían quedarse a esperar unos cadáveres que llegarían directamente al cementerio. Seguido a eso les ordenó dirigirse nuevamente al Patio 29 y esperar en el lugar.

Silenciosos los tres sepultureros recorrieron nuevamente el trayecto hasta el final del Patio 29. Estaban nerviosos y casi no conversaron durante el trayecto, temían a la posibilidad de verse envueltos en algo que los hiciera peligrosos para los hombres de civil que recorrían a diario el Patio y a correr la misma suerte de otros chilenos que llegaban al las fosas sin nombre del cementerio.

La hora de llegada de los cadáveres de Bautista Van Schouwen y Patricio Munita al cementerio no es precisa, sólo queda el vago recuerdo de que era una tarde de verano sin sol y que fue entre las seis y media y las ocho de la tarde, aún con luz de día, cuando llegó la camioneta de color blanco con el distintivo de CODIPRA conducida y escoltado por personas vestidas con ropas militares.

A la llegada del camión, Julia Padilla, se acercó al militar que hacía de jefe del grupo y converso amablemente en forma privada con él, la directora subrrogante se mostró solicita y complacida por ayudar a los militares a cometer un acto ilegal, inhumar clandestinamente dos cuerpos[41]. Los otros dos militares del grupo se separaron, miraron en silencio el sector y se dirigieron tranquilamente hasta las tumbas cavadas para escoger las que recibirían secretamente los cuerpos.

Fernández, Rodríguez y Ubilla observaban tratando de no demostrar mucha curiosidad por lo que estaba sucediendo. Después en privado comentarían lo importante que debieron ser los dos muertos para que llegaran encajonados desde la morgue y se preocuparan tanto de que no hubiera más testigos, enterrándolos a horas que el cementerio se encontraba cerrado y el Patio 29 desierto.

Unos minutos más tarde los militares se volvieron hasta el camión rápidamente, habían escogido las dos tumbas, quedaban en la séptima corrida y eran las asignadas con los Nº 2335 y 2336.

Las dos urnas eran hechizas, tenían la forma de un cajón rectangular por cuyos huecos, entre tabla y tabla, dejaban ver parte de los cuerpos en su interior. No iban selladas, sólo tenían una cubierta sobrepuesta. Esos cajones se hacían a prisa en la morgue todos los días debido al volumen de cadáveres que a diario llegaban. La situación era tan grave que la cantidad de cadáveres habían superado al número de urnas que poseía el Servicio Médico Legal, es así que a los mismos sepultureros se les había sumado a su tarea la de carpinteros y debían encargarse de armar los cajones.

Fernández, Ubilla y Rodriguez estaban con la vista congelada en el suelo y un frío sudor les mojaba las manos callosas, casi no se miraban para que los militares no les interpretaran sus angustias. Uno de los hombres que iban en el camión de pollos los llamó para que descargaran la camioneta. En silencio los tres trabajadores se dirigieron a la camioneta, bajaron los cajones, los pusieron en el suelo y esperaron la orden para enterrarlos. En ese momento las tapas se corrieron dejando ver los cuerpos. Fernández y Rodríguez alcanzaron a ver a los dos hombres jóvenes, uno era Patricio Munita al que poco después el mismo Fernández ayudaría a desenterrar para que su familia lo trasladara al Cementerio Católico. El otro cuerpo era un hombre alto, de facciones finas, como de treinta años, muy blanco, con la frente amplia y con el pelo negro ondulado, "era joven, tez blanca con una barba de una semana, era mas o menos macizo, era un hombre pintoso, pelo oscuro semi-ondeado” diría en sus declaraciones a la justicia Fernández Palma.[42]

Caía tibiamente la noche en Santiago del día catorce de diciembre de 1973 y Bautista Van Schouwen junto a su amigo y compañero de partido Patricio Munita eran enterrados el primero en la fosa Nº2335 y Munita en la Nº 2336. Sobre ambas cruces negras figuraría la fecha de entierro y como nombres NN. Ninguno de los que habían sido sus compañeros y amigos podían, siquiera suponer, que en esos momentos sus cuerpos no guardaban el calor de la vida y yacían inertes en un humilde cajón hechizo.

LA DINA TRATA DE RECUPERAR INFORMACION

El sacerdote Enrique White testigo de los asesinatos fue liberado de su cautiverio a los ocho días, seriamente afectado de los nervios y del corazón. Según quienes lo vieron o hablaron con él a los días de ser liberado concuerdan que su estado mental era deplorable[43]. El terror producto de lo que había visto y de las torturas a las que fue sometido, había dejado su huella, pero lo que definitivamente lo destruiría sería la culpa que cargaría por la muerte atroz de dos personas que habían confiado en su discreción.

“El padre White me llamó por teléfono y nos encontramos en una plaza. El se sentía muy culpable conmigo porque le había dado mi nombre a la DINA. Estaba muy mal, estaba muy asustado, muy arrepentido de haberse visto involucrado en esto. El lo único que quería era salir del país y olvidarse de lo vivido. El me pide lo mismo a mí, que me vaya del país, que me olvide y no me quiere dar detalles de lo que a él le pasó, dónde estuvo. No quería hablar de nada. Nuestra reunión fue breve, cortísima.” Ese es el recuerdo de Ana María Moreira sobre el único encuentro con el padre White después de su detención[44].

El día viernes 14 de diciembre Gabriela Rozas, recibió la visita de Andrés Pascal[45], no era una visita de cortesía, el motivo era preocupante, quería enterarse qué pasaba con James quién el día anterior había faltado a un punto. Además ese mismo día 14 de diciembre James debía trasladar a el Bauchi a otro lugar desde los Capuchinos y no lo había hecho. Le pidió comunicarse con el contacto que le había conseguido albergue a Van Schouwen para que ubicara al sacerdote y obtuviera información sobre el paradero de James. Era la primera voz de alerta sobre la detención de Bautista Van Shouwen y Patricio Munita. También era la primera vez que Gabriela se enteraba que la persona para la cual Patricio había pedido albergue era nada menos que Bautista Van Schouwen.

El día 15 de Diciembre Ana María Moreira, llegó a su departamento después de una semana de descanso en la playa. A poco de entrar e instalar su equipaje recibió una angustiosa llamada de Gabriela, quién con voz nerviosa le decía que se encontraba preocupada porque no tenía noticias de Patricio y sabía que no había llegado a los lugares donde tenía que haber estado. Finalmente le pedía que la acompañara a la parroquia para conversar con el sacerdote y saber que había pasado con Patricio.

Ana María trató de calmar a Gabriela, pensaba que no podía suceder nada tan grave si James estaba con alguien investido de sotana, quedaron de juntarse al día siguiente para ir a buscar al padre White y era seguro que él les daría la explicación de la repentina desaparición de James. Al día siguiente cuando llegaron a la Parroquia se sorprendieron al ver que estaba cerrada y no se veía a nadie que pudiera dar alguna información. Golpearon una y otra vez la puerta pero nadie salió, nerviosas las dos jóvenes trataron de mirar hacia el interior por las rendijas del portón, pero, les fue imposible saber si había alguien en su interior. Se miraron y ambas concluyeron que la única manera de comunicarse con el interior de la Parroquia era llamando por teléfono para indagar por el padre White. Rápidamente se retiraron del lugar para buscaron un teléfono. No recorrieron mucho trecho para encontrar una cafetería donde les facilitaron el uso de un teléfono. Ana María, marcó el número de la parroquia. Después de algunos timbrazos, una parca voz masculina contestó en el otro extremo de la línea. Inocente de la situación que se vivía en la parroquia, pidió hablar con el padre White. La respuesta fue “aquí no hay nadie para dar información”[46] y a la vez preguntó quién llamaba. Ana María dio su nombre y pidió que le dijeran al sacerdote que lo buscaba.

Sin tener información sobre lo que estaba ocurriendo volvieron las dos jóvenes al domicilio de Ana María para esperar noticias del padre White. No era normal que tanto Patricio como Bautista fallaran a un punto. Era una mala señal, algo había sucedido y el único que podía tener alguna información que diera pistas, era el sacerdote y no lo habían encontrado. No se atrevían a pensar que los militares detuvieran a los sacerdotes, pero sentían que algo raro había en el convento, algo que no podían identificar.

Pasada la media noche y al amparo del toque de queda que impedía a los ciudadanos a salir de su casa, la cuadra de calle Rancagua con Salvador fue rodeada por militares fuertemente armados vestidos con tenidas de combate y boina de color granate, y fuerzas especiales al mando de civiles de la DINA. Las dos mujeres inocentes de lo que ocurría a escasos metros de ellas conversaban tranquilamente, junto a sus hijos pequeños, sobre lo sucedido en la Parroquia y esperaban tener alguna noticia para planear lo que harían el día siguiente. Un violento golpe a la puerta las sobresaltó, y en un par de minutos el pequeño departamento estaba invadido de soldados portando metralletas que las apuntaban; cuando las dos moradoras sorprendidas estaban con las manos en alto ingresaron al departamento los hombres de la DINA.

Primero fueron los gritos paralizantes y las preguntas que se atropellaban una sobre otra para que Ana María explicara su relación con el padre White, luego las amenazas y los golpes, finalmente Ana María fue conducida al Austin mini de color beige, de su propiedad, donde le pusieron su propio chaleco a modo de capucha y se la llevaron a toda velocidad a un lugar desconocido. Entre el desconcierto y el temor que invadía a Ana María quien no entendía lo que estaba sucediendo, un oficial de alta graduación que iba en el auto con ella, le aconsejaba amablemente que hiciera todo lo que le pidieran porque sino lo iba a pasar muy mal, que contara todo lo que sabía porque de todas formas le iban a sacar la información usando métodos terribles. Ella le respondía que no sabía nada, que ni siquiera sabía porque se la llevaban detenida de esa manera.

Dos horas más tarde los agentes de la DINA volvieron al departamento por Gabriela, quién se había quedo sola al cuidado de su hijo de tan sólo 2 años y de la hija de Ana María de 3 años de edad. Eso no fue impedimento para que Marcelo Morén Brito se lanzara con violencia sobre la frágil figura de Gabriela para maltratarla y aterrorizarla con su cara desencajada y sus gritos destemplados, mientras los niños observaban sin entender el infierno que les había tocado vivir. Cerca de la madrugada, Gabriela, fue sacada a empellones del departamento de calle Rancagua dejando a los dos niños en manos de los militares. Los niños fueron sacados del departamento y abandonados esa madrugada en una solitaria calle de Santiago en horas de toque de queda. Dos días más tarde los abuelos del hijo de Gabriela lograron recuperar el niño de tan sólo 2 años de vida.

En la declaración que Gabriela Leonie Rosas Irazábal rindió a la justicia en enero de 1993[47] por la detención y asesinato de Patricio Munita y el desaparecimiento de Bautista Van Shouwen, relata el trato que recibió su pequeño hijo por parte de las fuerzas militares que participaron de escoltas de la DINA en la detención de las dos mujeres acompañadas por sus dos pequeños.

“…al llevarme, esos niños quedaron solos con los militares y posteriormente supe que el lunes siguiente a mi detención, mis suegros recibieron llamadas telefónicas en las cuales le decían que el nieto se encontraba detenido. Dada la edad de mi hijo, ellos no creyeron, hasta que en una de las llamadas le dieron las características físicas de mi hijo a la vez le informaban que había sido encontrado vagando solo y se encontraba en la 13ª Comisaría, lugar desde donde mis suegros rescatan a mi hijo.”

Los vehículos cruzaron la ciudad a toda velocidad en horas de toque de queda, Gabriela iba con los ojos vendados en su interior, ¿Qué había pasado? hace menos de una semana era una estudiante despreocupada que vivía un romance con el hombre de su vida con el que habían construido un entramado de planes para el futuro donde todo sería mejor, pero todo se desmoronaba rápidamente hasta transportarla a las profundidades de un mundo desconocido y terrible.

Eran pocos días ante de la Navidad de 1973 y las tiendas del centro de Santiago mostraban orgullosas sus vitrinas decoradas al estilo europeo con pinos nevados y Santa Claus tirados por rígidos renos árticos que contrastaban con las novedades de la moda estival que lucían los inmóviles maniquíes. A solo pocas cuadras de la algarabía de unos pocos que se emocionaban con el falso ambiente navideño que los comerciantes intentaban explotar se encontraba la casa de torturas “Londres 38”.

Los chilenos aun no conocían su existencia y que su interior comenzaba a ser la parodia del circo romano privado de Contreras donde se decidía sobre la vida o la muerte de conciudadanos. Tres meses más tarde era usada cómo centro masivo de torturas de opositores detenidos por la DINA que funcionaba en las sombras con la complicidad, autorización y dependencia exclusiva del Comandante en Jefe del Ejercito Chileno y Presidente de la Junta Militar golpista, Augusto Pinochet.

Londres 38 era la dirección de una hermosa casa de estilo inglés ubicada en una zigzagueante callecita estilo europeo en pleno centro de la ciudad de Santiago y había pertenecido a la Seccional Octava Comuna del Partido Socialista de Chile hasta el día 11 de septiembre de 1973. Paradojalmente por esa casa había circulado gran parte de la militancia del Partido político que lideraba el Presidente Salvador Allende y tenía tres características que los militantes podían reconocer con los ojos cerrados: el sonido de las campanas de la Iglesia de San Francisco, las baldosas blanco y negro de la entrada y un chirrido especial del portón de entrada exterior[48], estas peculiaridades les permitirían, décadas más tarde, a quienes estuvieron detenidos en ese lugar, reconocer ante la justicia a Londres 38 como centro de torturas.

La madrugada del día 16 de diciembre sorprendió a las dos amigas acurrucadas en una silla del salón principal de Londres 38. Los gritos destemplados del, hasta entonces, desconocido oficial de ejército, Marcelo Morén Brito, conocido en los pervertidos ambientes de los servicios de seguridad de la dictadura por su alias "El Ronco" o “el Coronta”, les indicaba que habían llegado al lugar otros detenidos. Morén había sido el encargado de darles la recepción a Londres 38, compuesta de gritos, empujones, golpes, manoseos humillantes, burlas y amenazas de muerte. Al terror inicial de no saber donde se encontraban y por qué habían sido llevadas hasta ese lugar, se sumaban el olor enrarecido a encierro, desaseo y el terrible desamparo que produce el estar con la vista vendada, manos y pies amarrados.

Durante dos días vivieron interminables sesiones de torturas en la parrilla eléctrica donde se les preguntaba una y otra vez por Miguel Enríquez y la Dirección del MIR. Las respuestas, que negaban toda relación con la comisión política del MIR, repetidas una y otra vez, entre lagrimas de dolor e impotencia, no eran creídas por sus verdugos. Para la DINA era imposible creer que Ana María no supiera como llegar hasta Miguel Enríquez u otro dirigente importante del MIR, ni que no conociera a Van Schouwen y se hubiera prestado para conseguirle un lugar para vivir transitoriamente, tampoco le creían que no tuviera ninguna relación con otra gente del MIR. Menos aún creían que Gabriela siendo novia de Patricio Munita, guardaespalda de Bautista Van Schouwen, no conociera las relaciones políticas de su novio y los lugares por donde se movía.

El primer indicio que hace presumir a Ana María y Gabriela que se encuentran en el centro de Santiago son los ruidos propios de la ciudad y los sonidos alegres del parque de entretenciones Diana que se encontraba cerca, a eso se sumaba el tañir de campanas de una iglesia. Durante tres días fueron torturadas en ese lugar. Desde allí se les trasladó en un camión frigorífico al campo de concentración en Tejas Verdes donde continuaron siendo torturadas hasta mediados de enero de 1974 cuando fueron trasladadas como detenidas a la cárcel de mujeres del Buen Pastor. Durante 40 días permanecieron estas dos jóvenes desaparecidas en manos de una repartición del Estado que las flageló física y mentalmente mientras el poder judicial que tenía, supuestamente, independencia para aplicar la Ley lo permitió.

A la orilla de la desembocadura del río Maipo, entre el puente viejo que cruza del puerto de San Antonio hasta el lujoso balneario de Rocas de Santo Domingo y un cerro con una cruz, rodeado de un bosque de eucaliptos y sauces, estaba el campamento de prisioneros de Tejas Verdes. Se dice que éste fue el campo de concentración de detenidos más aterrador que la DINA[49] tuvo, que se ensayaron en los detenidos las torturas más atroces que se aplicaron en Chile como la de quemar vivos a pausas con lanzallamas a los prisioneros durante los interrogatorios, introducir ratas vivas en la vagina a las mujeres para que desesperados los roedores les destruyeran las paredes de los órganos reproductivos o introducirles en la vagina fierros calientes, también fue aquí donde expertos en contrainsurgencia norteamericanos, brasileños y argentinos preparaban a los miembros operativos de la DINA[50] en las atrocidades de la guerra sucia.

Hasta ese lugar también había llegado, amarrado de pies y manos con la vista vendada, el ciudadano de nacionalidad alemana Tomas Brons. Este hombre delgado, que hablaba con notorio acento extranjero, había sido profesor de idiomas en el Pedagógico de la Universidad de Chile. Ahí había conocido a Patricio Munita y habían empatizado en algunas ideas sobre los cambios políticos y sociales que vivía Chile y América Latina. Esta amistad más allá de las ideas políticas que cada uno tuviera sobre el proceso político chileno los había acercado más después del golpe de estado cuando Patricio comparte con él la Citroneta para hacer algunas labores más que políticas, humanitarias.

Tomas Brons[51] nunca preguntó a Patricio sobre su actividad ni los riesgos que significaba utilizar la Citroneta, tampoco imaginó que viviría momentos que le recordarían los traumas heredados de la Alemania Nazi. Brons sin saber lo que había pasado en la Parroquia de los Capuchinos el día 13 de diciembre, seguía circulando por Santiago en la vieja Citroneta. Su ruta habitual era cercana al Arrayán donde vivía en una comunidad Hippie; para llegar hasta la comunidad había un retén de carabineros donde se controlaba a todo vehículo que circulara por esos lados. Un día de diciembre, que Brons no recuerda, de esos días posteriores al 13 de diciembre, conducía la Citroneta por el camino al Arrayán cuando fue interceptado por la policía, acompañada de civiles armados, detenido, vendado y llevado a Londres 38. Allí fue interrogado sobre Patricio Munita y cuál era el uso que tenía esa Citroneta. Asustado y sin saber lo que le preguntaban, respondió una y otra vez que era para trasladarse hasta su residencia que quedaba en los faldeos cordilleranos donde era muy difícil llegar de otra manera.

No conformes con las respuestas, la DINA decidió que el alemán debía saber más o por lo menos debía tener otros contactos con miristas que los pudieran conducir hasta la buscada Comisión Política y principalmente hasta los hermanos Enríquez, es así que deciden trasladarlo al campo de concentración de Tejas Verdes. La DINA que seguía el dicho de su jefe Augusto Pinochet quién en uno de sus arrebatos de odio, tan frecuentes, le dijo por radio al Almirante Carvajal el día 11 de septiembre, “Más vale matar a la perra se acaba la leva” [52]refiriéndose al bombardeo de La Casa La Moneda, donde el Presidente Salvador Allende y un puñado de hombres resistía al ataque de las fuerzas armadas, pensaba que terminando con Miguel Enríquez terminaría rápidamente con el MIR, y de paso con el sector del Partido Socialista que se encontraba en la clandestinidad y sectores del MAPU que se habían unificado en algunas tareas a partir del día del golpe de estado, poniendo así fin a los focos de resistencia.

Tres días después de su llegada hasta Londres 38 Brons fue nuevamente encapuchado, atado de manos y sacado del lugar; un guardia lo subió a golpes a una camioneta con la parte trasera cubierta con una estructura de metal que parecía ser un vehículo adaptado para trasladar productos congelados, y trasladado hasta un lugar que no conocía. Lo único que le indicaba que el lugar estaba cerca de algún lugar ribereño era la brisa fresca que se colaba por las rendijas de las cabañas donde dormía. Unas semanas más tarde cuando era sacado vendado hasta el lugar donde podían lavarse un poco las huellas de las torturas pudo correrse la venda y mirar que por el camino a Lo Gallardo, que quedaba cercano a las letrinas de los hombres, pasaba un bus con letreros del litoral central de Chile. Así pudo cerciorarse que se encontraba cerca del mar. Otra de las señas que también se le fijaron en la memoria fue una cruz en un cerro, eso fue lo último que alcanzó a ver antes que fuera descubierto por el guardia y golpeado brutalmente en la cabeza lo que lo dejó una semana sin conocimiento y en estado grave.[53]

El detective Pavez intentando encontrar alguna pista de Patricio Munita llegó hasta allí una mañana de enero, después que el ciudadano alemán Tomas Brons le contará de su detención y el lugar donde lo habían tenido cautivo. Así describe como vio a Tejas Verdes.

“Era un campamento de prisioneros igual como en las películas de guerra. Era cercado con alambradas de púas y tenía torres de vigilancia en las que había guardias observando hacia el interior y el exterior. Era igual a los que se ven en las películas.

“Tenía además unas casetitas de madera, chiquititas, que seguramente debían ser donde estaban los presos y un lugar donde se lavaban y baños. Si uno se acercaba al lugar le salían desde los matorrales militares camuflados y armados que uno no los veía hasta que los tenía cerquita.

“Si uno va desde San Antonio a Las Rocas de Santo Domingo por el puente viejo se puede ver a la orilla del río, ahí hay un bosquecito. Ahora por un obrero que me está haciendo unos arreglos me enteré el otro día que las están desarmando y van a hacer algo ahí.”[54]

A pesar que en el campo de concentración de detenidos de Tejas Verdes había lugares especiales para la aplicación de torturas de los presos que eran interrogados, algunos detenidos que eran considerados por la DINA como casos especiales eran trasladados al Regimiento de Tejas Verdes[55], allí eran interrogados bajo torturas en los subterráneos del casino de oficiales, donde los detenidos escuchaban nítidamente el tintinear de los utensilios, los murmullo de las conversaciones y las risas de los oficiales que alegremente compartían sus horas de comida sin molestarse con los chillidos de dolor que emitían los torturados.

Hasta esos subterráneos fueron conducidas para los interrogatorios Ana María y Gabriela. Atadas de manos y pies eran bajadas en brazos las escalinatas como en un rito de sacrificio y conducidas hasta donde esperaba Marcelo Morén Brito, quién se hacía cargo personalmente de las sesiones de torturas. Las únicas preguntas que pueden enlazar su detención con las detenciones y desapariciones de Bautista Van Schouwen y por Patricio Munita, fueron las relativas a que explicaran cual era la relación que tenían con la Comisión Política del MIR, a quienes ninguna de las dos detenidas tenían acceso y que entregaran información sobre cuál era el paradero de los principales dirigentes del MIR. Ello indica que Morén sabía perfectamente lo que había pasado con Van Schouwen y Munita y que la DINA había decidido esconder la información de su detención y muerte. Ya habían decidido desaparecerlos.

De nada le sirvieron a la DINA las dos detenidas. Ellas sólo conocían a Bautista como dirigente del MIR, grupo político que tenía un frente de estudiantes, FER, al cual pertenecían ambas Jóvenes. Y sus conexiones eran con James producto de las relaciones afectivas y de amistad, y jamás sospecharon que él era ayudante del segundo hombre más buscado de Chile. El hilo entre Van Schouwen y la dirección de MIR se había cortado con su muerte. Tampoco le sirvió la detención de Tomas Brons que era amigo personal de James y tal vez simpatizante de sus ideas pero que no tenía ni una conexión con los miristas en la clandestinidad.

 

[1]           Ercilla, Nº2002, año 1973

[2]           Id.

[3]           Ver Informe Sobre Calificación de Víctimas de Violaciones a Derechos Humanos y de la Violencia Política, edición Nº 1. Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, Santiago, 1996. pág. 170

[4]           Ercilla, Nº 2001, año 1973, pág 19 y 20

[5]           Ver Ercilla, Nº 2.002, año 1973, pág.28.

[6]           Sra. Isabel Ossa, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995.

[7]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[8]           Sra. Isabel Ossa, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[9]           La información detallada respecto a la tortura y asesinatos de Van Schouwen y Munita fue proporcionada por el padre Enrique White a la madre de Patricio Munita, Sra. Lucía Castillo, entrevistada por la autora del libro, el 15 de septiembre de 1995.

[10]             Información entregada por Pedro Matta, investigador del período de la guerra sucia.

[11]         Según la información de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, los lugares que se han establecido fehacientemente como centros de detención en Santiago a la fecha de diciembre de 1973 son: El Estadio Nacional;Estadio Chile; Londres 38; Regimiento Tacna; Regimiento Buin; Escuela de Suboficiales; Comando de Institutos Militares; Quinta Normal (estacionamiento del Regimiento Yungay de Los Andes); La escuela de Agronomía de la Universidad de Chile en la Rinconada de Maipu; Colina; Peldehue; La Casa de la Cultura de Barrancas (estacionamiento de un destacamento del Regimiento Yungay de Los Andes); AGA, Academia de Guerra de la Aviación; Cerrillos; El Bosque (Grupo 7 de la Fach); Internado Barros Arana; Escuela de Infantería de San Bernardo; Regimiento de Ferrocarrileros; Subterráneos de la Plaza de la Constitución; Comisarías: Nº18 de Los Guindos (Ñuñoa), Nº17 Las tranqueras (Las Condes); Subterráneos de Investigaciones de Chile.

[12]         Sra. Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[13]         Astrid Haitmann, entrevista con la autora del libro, 22 de septiembre de 1995

[14]         Carlota Vasey, entrevista con la autora del libro, 6 de febrero de 1997.

[15]         Tadeo White, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 7 de Mayo de 1992.

[16]         Ana María Moreira, entrevista con la autora del libro, 10 de septiembre de 1995.

[17]            Gabriela Rozas, declaración Judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 26 de enero de 1993.

[18]             Osvaldo Enrique Romo Mena, declaración judicial al Septimo Juzgado del Crimen de Santiago, 16 de diciembre 1992.

[19]             Enrique Peebles, entrevista con la autora del libro, 31 de septiembre de 1995.

[20]         Arturo Vilavella Araujo, 38 años,ingeniero, casado, un hijo. Fue condenado a prisión por tribunales militares, luego salió al extranjero y retornó clandestinamente a Chile a fines de 1981. Fue asesinado por la CNI el 7 de septiembre de 1983.

[21]            Patricia Verdugo,Los Zarpazos del Puma, edición Nº1, editorial ChileAmérica CESOC, Santiago, 1989, pag.78

[22]         Ercilla, Nº 2002, 1973, pag 28.

[23]         Sra. Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995.

[24]         En 1991, el Director del Servicio Médico Legal, en respuesta a la Jueza del Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago que lleva la causa rol 143.686-8, explica que “revisados el registro de ingreso de fallecidos, existe la constancia del ingreso de 2 fallecidos N.N. a este Servicio, el día 14 de diciembre de 1973 a las 07:40 horas, asignándose los Nºs 3950 y 3951, remitidos por la Tenencia V. Macul, con parte Nº 389/255, que indica como lugar de accidente A. Vespucio frente al Nº 3600. Además registra como número de pase los Nºs 3488 y 3487 respectivamente; y, como lugar de sepultación el Cementerio General.”  Servicio Médico Legal, Oficio Nº 8171, Santiago 12 de agosto de 1991, firmado por el Dr. José Luis Vasquez Fernández, Director Nacional (S)

[25]         Ver Thomas Hauser, Desaparecido, ediciones Martinez Roca S.A., Barcelona, 1982, pág. 210.

[26]         El ex detective Segismundo Pavez, conversó con el Dr.Vargas y recibió detallada información acerca del comportamiento e instrucciones de los agentes de la DINA. Entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[27]         El 17 de diciembre de 1973 fueron recibidas las huellas del cadáver de Bautista Van Schouwen, rotuladas como NN, en el Servicio de Registro Civil e Identificación, así consta en el documento que acompañaba a las huellas, el certificado de defunción 3951.

[28]         Según Pedro Matta Manuel Contreras Sepúlveda aplicaba y dirigía personalmente las torturas en Tejas Verdes. El investigador se basa en testimonios de personas que lograron salir vivas de ese recinto.

[29]         Sra. Carlota Vasey, entrevista con la autora del libro, 6 de febrero de 1997

[30]         Dr. Edgardo Enríquez F., entrevista con la autora de este libro, 15 de noviembre de 1995

[31]         El Rebelde, Nº 1, pág 2. Septiembre de 1968. Director Bautista Van Schouwen.

[32]         Marcia Merino, entrevista de la autora del libro, 16 de diciembre de 1995.

[33]         Luisa Saavedra ex militante del MIR, entrevista de la autora del libro, 20 de enero de 1996

[34]         Nelson Gutierrez ex dirigente del MIR, conversación con la autora del libro, 12 de enero de 1996

[35]         Aurelio Fernñandez P., declaración Judicial hecha en Buin, 10 de enero de 1991. Las palabras de Aurelio Fernández en esta declaración judicial fueron ratificadas en la entrevista que la autora del libro le hizo el 8 de septiembre de 1995. Otros sepultureros del Cementerio General que trabajaban en esa época también entregaron el mismo relato anónimamente, por temor al actual director del Cementerio quién fue el que hizo cremar las osamentas.

[36]         Aurelio Fernández, entrevista con la autora del libro, 8 septiembre de 1995

[37]         El nombre del interventor era Miguel Avendaño Rios. Información entregada en el proceso por Julia Adelaida Padilla Pérez, directora subrrogante que colabora con los agentes de la DINA a inhumar clandestinamente los cuerpos de Patricio Munita y Bautista Van Schouwen en el Patio 29 del Cementerio General de santiago el día 14 de diciembre de 1973.

[38]         Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995

[39]         Doña Margarita, trabajadora del Patio 29, conversación con la autora deI libro, octubre de 1995.

[40]         Id., Aurelio Fernández P.

[41]         Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995

[42]         Aurelio Fernández P., Declaración Judicial hecha en Buin, 10 de enero de 1991

[43]         Sra. Isabel Ossa, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[44]         Ana María Moreira, entrevista con la autora del libro, 10 de septiembre de 1995

[45]            Gabriela Rozas, declaración judicial al 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 26 de enero de 1993

[46]         Ana María Moreira, entrevista con la autora del libro, 10 de septiembre de 1995

[47]             Gabriela Rozas, declaración judicial 4º Juzgado del Crimen de Santiago, 26 de enero de 1993

[48]         Ver Luz Arce, El Infierno, Primera edición, Editorial Planeta, año 1993.

[49]            Información proporcionada por Pedro Matta.

[50]            Archivos de la Vicaría de la Solidaridad. Declaración de Amador Aguila.

[51]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[52]             Patricia Verdugo, Interferencia Secreta, 11 de Septiembre de 1973, edición Nº 1, Editorial Sudamericana, Santiago de Chile, 1998, pág 79.

[53]         Ex detective Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[54]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero 1996

[55]            Información entregada por Pedro Matta.

 


Un grito en el silencio (Investigacion de la desaparicion de Bautista Van Schowen y Patricio Munita)

Fuente :Nancy Guzmán

Categoría : Otra Información

LA BUSQUEDA

El manto de silencio de la dictadura sobre la detención de dos importantes militantes del MIR no era casual correspondía a una nueva forma de operar de la represión, a una política dirigida desde el Puesto de Mando del General Pinochet, el piso 22 del edificio Diego Portales, era el ocultamiento de las detenciones que daría paso a la desaparición de Van Schouwen.

A fines de diciembre la dirección del MIR buscaba desesperadamente tener noticias sobre lo ocurrido en la parroquia de Los Capuchinos. Miguel Enríquez le encomienda la misión a un ex seminarista de la Congregación Sagrada Familia y militante de su partido, Germán Cortez[1], que se comunique con el Obispo Fernando Ariztía[2] para que indague sobre lo sucedido en la parroquia de Los Capuchinos.

El Obispo Ariztía atendiendo a la petición que le hace Germán Cortez se dirigió a conversar con los sacerdotes que se encontraban en el convento esperando de ellos la cooperación dada la situación que vivía el país. Los superiores de la congregación Capuchina había tomado una decisión, olvidar lo sucedido, y de nada serviría la visita de el Obispo. La única información que recibió el Obispo Ariztía fue que efectivamente había dos personas alojando en la parroquia transitoriamente y que habían sido detenidas por policías y militares junto al padre Enrique White, quién en ese momento se encontraba fuera del país. La congregación Capuchina había construido una historia oficial, negando incluso a otro sacerdote la información que poseía en ese momento: que Van Schouwen y Munita habían sido asesinados ante los ojos del padre White.

El Gato Valenzuela, conocido por su habilidad para moverse en el mundo de la clandestinidad, también recorría Santiago en busca de información sobre el destino de los dos militantes desaparecidos sin tener mayor suerte, sólo se sabía que habían sido detenidos y que posiblemente estarían en algún lugar clandestino de detención, pero tampoco conocía cuales eran los nuevos lugares destinados al cautiverio de prisioneros.

La pregunta para los dirigentes del MIR era ¿qué hacer para que la dictadura reconociera la detención de Van Schouwen y Munita? o por lo menos que hiciera alguna declaración que pusiera de manifiesto que estaban detenidos en algunos de los sitios hasta ese momento conocidos como Centros de Detenidos por Estado de Sitio. Miguel recurrió a los escasos contactos que quedaban en las Fuerzas Armadas sin tener respuestas. La discusión al interior del MIR era de cómo traspasar esa información a las bases que se encontraban en la clandestinidad viviendo en condiciones difíciles, sin desmoralizarlas.

La comisión exterior del MIR que estaba a cargo de Edgardo Enríquez había tramado una estrategia que podría entregar algunas luces sobre el destino de su amigo y dirigente Bautista Van Schouwen, o por lo menos pensaba que una campaña fuerte en el exterior le salvaría la vida, sin saber que nada de lo que hiciera tendría el resultado que esperaba, ya estaba sin vida y ni la dictadura ni sus verdugos jamás reconocería su asesinato.

La búsqueda de Patricio Munita Castillo.

Lucía Castillo y su familia el día 11 de Septiembre habían celebrado el fin del gobierno de Salvador Allende. Apenas supieron del bombardeo del Palacio Presidencial de La Moneda destaparon unas botellas de champaña y brindaron por el nuevo gobierno que los había salvado del caos y del yugo marxista.

En Octubre, cuando la vida les sonreía, los Munita Castillo decidieron que era tiempo de viajar a los Estados Unidos y lo hicieron en un avión militar directo a Washington. Agradecidos del nuevo gobierno y de sus amistades que les habían facilitado el traslado, llevaron un cargamento del “Libro Blanco”[3] a la embajada de Chile en la capital norteamericana para que lo difundieran entre los republicanos y amigos de la dictadura en los Estados Unidos. Sentían que era la mejor forma de cooperar porque a través de esa publicación se conocería la verdad sobre este nuevo Chile que nacía y así se podría mejorar la imagen de la Junta y bajar la presión de las demandas internacionales por las acusaciones de violaciones a los derechos humanos que se les hacia. Nunca se imaginó que dos meses y medio después su hijo sería una víctima más de la dictadura militar.

El 24 de diciembre Lucía Castillo bajaba del avión alegre de encontrarse nuevamente en casa, venía cargada de regalos que había comprado en Panamá para sus hijos. Lo primero que notó al salir de aduana fue la ausencia de Patricio quién le había pedido expresamente, en su última carta, que no dejara de llegar para la fecha porque quería celebrar en familia su última navidad soltero. La ilusión de tener a sus hijos en la cena no la dejó ver la desesperación que su hijo mayor tenía en el rostro.

Esa noche fue tensa para los hermanos de Patricio, porque Lucía no dejaba de preguntar la razón de la ausencia de su hijo Patricio y ellos no se atrevían a contarle la verdad.

"—El nos había llamado por teléfono, junto con mis otros hijos, para nuestro aniversario de matrimonio el día 8 de diciembre. Nos dijo que lo único que quería era que le avisáramos cuando llegábamos para ir a buscarnos al aeropuerto".

“Nosotros llegamos el 24 de diciembre en la mañana, ahí noté que no estaba el niño, estaban todos mis otros hijos y él no.

“Pregunto a mis hijos ¿Donde está el Pato? Ellos me dicen, para no impactarme ellos habían quedado de acuerdo en decirme, que estaba en el fundo de los padres de su novia en el sur. Y la novia estaba desaparecida.

“Mi hijo mayor mientras tanto lo buscaba por todos lados, en la morgue…El director de Investigaciones, que era tío mío, también hacía gestiones y ayudaba como podía.

“A mi me ocultaron que Pato estaba desaparecido y yo llegué apurada a arreglar el pesebre; además veníamos con todos los regalos porque habíamos pasado por Panamá y compramos muchísimas cosas. Yo con todo eso, tan tonta, no me di cuenta. Yo estaba ignorante de todo, por eso pensé que el Pato que era tan amistoso se iba a venir del fundo directo para la fiesta. Tenía una pequeña inquietud, pensaba que era raro que no me hubiera llamado cuando él quería que llegáramos a pasar la Pascua juntos.

“Yo le tenía su regalito, él me había pedido un gorro de piel para el invierno porque tenía sinusitis.

“Después de Navidad, en la noche de Navidad, recuerdo recuerdo que cada vez que sonaba la puerta yo me imaginaba que era Pato, pensaba que iba a llegar el niño…Para mí será siempre niño.”[4]

Cuatro días después, el día 28 de diciembre mientras la familia se preparaba para celebrar el nuevo año, Lucía Castillo se enteraba del desaparecimiento de su hijo y comenzaba su tragedia.

Era el día de los inocentes del año 1973 y en la casa de Brown Norte Nº 875 cerca de las cuatro de la tarde suena el teléfono, era la esposa del embajador del Brasil que interrumpía la siesta familiar. Lucía contestó el teléfono y "Kika” le dice que llamaba para invitarlos a celebrar el nuevo año con la familia en la embajada. Entusiasmada con la idea de estar rodeada de amigos en esa fecha precipitó la respuesta de Lucía, le dijo que sí pero decidió consultar con su marido que se encontraba a su lado escuchando la conversación.

Jamás olvidara la voz angustiada de su marido, ni su respuesta desesperada.

“¡Acaso no sabes que está desaparecido el niño!”, refiriéndose a Patricio.

Lucía Castillo se desplomó sobre la cama, por el otro lado del teléfono se escuchaba la voz de su amiga que preguntaba que había pasado. Casi no pudo darle una respuesta, sólo atinó a decir después te llamo “el pato mi niño ha desaparecido”. Mientras estaba en los Estado Unidos había leído cientos de veces que en Santiago aparecían muertos en la rivera del río Mapocho, también había escuchado de los desaparecidos pero ¿cómo creerle a los marxistas y a su propaganda?

“—En octubre partimos a Estados Unidos -mi marido y yo-. Entonces comenzamos a leer en los diarios que habían detenidos desaparecidos en Chile, pero era cosa ajena a nuestras vidas, así lo veíamos nosotros. Pensábamos que eran revolucionarios que atentaban contra los militares, o cosas así, que merecían que les sucediera eso, que probablemente habían caído en un enfrentamiento.

“Yo había visto tantas cosas de desaparecidos, murió en enfrentamiento, tantas cosas en el diario y yo sin poder creerlo, yo no lo podía creer.

“Nosotros estábamos con los ojos totalmente vendados.”[5]

Sin embargo esa realidad estaba instalada en su propia familia, en su casa y el dolor por la muerte de su joven hijo no desaparecería nunca.

Cuando Lucía cortó el teléfono sintió que su cuerpo le pesaba y que sus piernas no lo resistirían, desesperada comenzó a llorar, no quería saber de nadie, no podía entender que había sucedido a su alrededor que todo se le desmoronaba. A ratos pensaba que Patricio estaba donde los padres de su novia en el sur, puesto que Gabriela tampoco aparecía y nadie sabía de ella. Su hijo era parte de una familia respetable con padres adinerados y con relaciones en los más altos círculos sociales y castrenses, su hijo era bueno había estudiado en colegios católicos, no podía desaparecer de la noche a la mañana, debía haber algún error.

A los pocos minutos de cortar el teléfono llegó Kika para ofrecerle su ayuda personal y la de su embajada que tenía fuertes vínculos con la dictadura chilena. Así comenzó la cadena de relaciones para que su familia lograra encontrar el cuerpo de Patricio Munita. Lucía Castillo no dejó ni una puerta sin golpear, fue a todos los lugares donde le decían que había detenidos, a las postas, hospitales, comisarías. Lo que no sabía era que nada de lo que hiciera iba a hacer aparecer con vida a su hijo y que el gorro de piel comprado con tanto cariño quedaría sin uso para siempre.

Los días que siguieron fueron intensos y dolorosos para la familia Munita Castillo y comenzó el peregrinaje.

“—Recorrimos todo, Fuimos a Tejas Verdes, al Psiquiátrico, porque nos decían que habían adormecido a los locos con inyecciones y que había un patio de detenidos. Fuimos a todos los centros de detenciones, comisarías, carabineros. ¡Uf! fuimos a todas partes.

“También fuimos a Barrancas, a la Cruz Roja. Al Estadio Chile fui con delantal de la Cruz Roja que me prestaron, Después una miembro de la Cruz Roja me acompañó a Tejas Verdes para dejar la fotografía de mi hijo. Incluso esta persona fue delatada por la jefa de la Cruz Roja de Tejas Verde, a quién mi amiga le pasó la foto de Pato para que preguntara entre los presos si lo habían visto o no. Ella fue llamada por el Ministerio de Defensa para que explicara por qué preguntaba por mi hijo.”[6]

Mientras tanto el Servicio de Registro Civil e Identificaciones ya conocía a quiénes pertenecían las huellas de los protocolos de autopsia 3950 y 3951 y el día 3 de Enero de 1974, fue informado por teléfono al Cementerio general que las huellas del muerto NN registrado en la autopsia 3951 pertenecían a Bautista Van Schouwen, luego serían informadas por el oficio escrito Nª 62577[7]. Sin embargo ni el Director del Cementerio hizo la corrección de mandarle a poner nombre a la sepultura, ni el Servicio de Identificación jamás informó a los familiares de Bautista Van Schouwen que los restos de su hijo se encontraban enterrados en el Patio 29; es más, en la tumba rotulada con el Nº2335 jamás fue escrito el nombre del cuerpo que yació en ella, en tanto la familia Munita Castillo tardaría un mes y medio más para encontrar los restos de Patricio Munita. Se conjuraba así la complicidad de los servicios del estado para desaparecer a personas.

La investigación secreta del general Baeza

El General de Ejercito Baeza, un conocido oficial de ejército avezado en las tareas de inteligencia, había sido escogido por el propio General Pinochet para asumir el día 12 de Septiembre como Director Interino de la Policía de Investigaciones, su nombramiento figura en el oficio Reservado Nº1 de la Junta de Gobierno.

“—En la noche del día 11 de septiembre yo quedé con la segunda antigüedad del Ejército en Santiago, porque yo era la cuarta antigüedad en todo el ejército.

“Primero estaba el General Pinochet, después venía el General Urbina, después el General Torres de la Cruz y después venía yo.

“Pero al General Urbina lo mandaron a una inspección en el sur, en esos días, y el General Manuel Torres era el comandante de la División de Punta Arenas. Osea que después del General Pinochet, el día 11 de septiembre, venía yo.

“Yo me quedé en el Ministerio tomando contacto y coordinando muchas cosas con el General Pinochet. Entonces el General Bonilla, que se había trasladado con otra gente y el General Pinochet para otro lugar, me llama por la noche después que había pasado todo, incluso el suicidio del Presidente Allende. Me dice Bonilla esa noche por teléfono “Se organizó un gabinete, tú estas nombrado Ministro”. Yo acepté, pero al día siguiente la cosa cambió.

“Al día siguiente Pinochet me pidió que me hiciera cargo de Investigaciones.

“Bueno, con el General Pinochet nos conocíamos mucho porque nos había tocado ser tenientes juntos, yo era teniente instructor en la Escuela Militar y él también estaba de teniente en la Escuela Militar. Después hicimos el curso en el grado de Coronel, él había entrado dos años antes que yo a la escuela . El era promoción del año 36 y yo del 38, pero al final se juntan y se van eliminando muchos oficiales y pocos llegan a Coronel, así que se juntan de distintos cursos.

“El General Pinochet llegó la mañana del día 12, al Ministerio de Defensa Nacional, donde yo estaba conversando con el Almirante Carvajal del Estado Mayor de la Defensa Nacional. Estaba también con otro General de Artillería , el General Nuño, estaba también el Subdirector de la Defensa Nacional, el General de Aviación, General Nicanor Díaz.

“Estabamos todos reunidos conversando todos los problemas que se estaban produciendo o se habían producido el día anterior, y llegó el General Pinochet -como acabo de decir- y dijo “Hay un grave problema: Investigaciones, y hay que designar a una persona que se haga responsable”

“El General Nuño dijo: Aquí está Baeza.” [8]

La misión encomendada a Baeza, por la Junta de Gobierno golpista consistía en purgar la institución que había sido creada el año 1933 durante el gobierno de Arturo Alessandri como policía política para entregar informaciones a los gobiernos, ante posibles situaciones que desestabilizaran la institucionalidad.

Los oficiales golpistas y Pinochet no veían con buenos ojos al único servicio armado que había mantenido la lealtad con el Presidente Allende hasta el último momento. Pinochet tenía información que desde los techos del Cuartel de Investigaciones habían disparado contra los aviones y helicópteros durante los ataques a los Ministerios y La Moneda, que además, en el Palacio de la Moneda los detectives habían acompañado al presidente Allende mientras era cercado y que habían resistido hasta el final, además investigaciones tenía suficiente información sobre las actividades sediciosas de la derecha y pruebas de su participación en los asesinatos de el General Schneider y el Capitán Araya. Pero no era lo único que le importaba a Pinochet, la institución, también, tenía información sobre los grupos políticos de izquierda que había acumulado a través del departamento conocido como “los guatones de la PP”, (Policía Política) y entre esos grupos estaba el MIR, por lo tanto en su interior había un capital que los militares no tenían: información para desarticular a los sectores que trabajaban en la clandestinidad.

No hubo Ministerio para Baeza, el General Pinochet había cambiado de opinión y aceptaba la sugerencia del general Nuño. De esa manera se sacaba de encima al general más apreciado por el Departamento de Estado Norteamericano que había estado involucrado desde sus inicios en la conspiración golpista y que tenía lazos afectivos con la Democracia Cristiana y la derecha política[9]. En pocas palabras podía ser una sombra para sus aspiraciones de “gran dictador”.

La primera tarea de Baeza fue la de sofocar la resistencia de los detectives a la intervención militar representada por él. No era tarea fácil asumir la dirección de una institución armada que se sentía intervenida por el enemigo que había detenido y torturado a queridos miembros de sus filas. Es por eso que más que purgar, lo que hizo Baeza fue bajar el perfil de la institución en materia de represión política, hacer una represión sutil sin grandes despliegues de fuerzas. Luego buscó la forma de sofisticar los métodos usados en los interrogatorios, para disminuir los riesgos de muerte de los detenidos, mandando a algunos detectives a especializarse en técnicas de torturas a Francia, España, Inglaterra, Suiza y los Estados Unidos[10].

Los primeros días de diciembre Baeza advirtió que algo raro estaba pasando en las altas esferas de la junta, su olfato de hombre de Inteligencia no lo engañaba. Por esos días recibió una petición escrita desde la Presidencia de la Junta de Gobierno, osea de Pinochet, donde le exigían que destinara en comisión de servicios a un grupo de hombres de su institución para la DINA[11]. Así se confirmaba su sospecha y se entera por primera vez de la existencia de este cuerpo operativo que está comandado por el propio Presidente de la Junta de Gobierno. Sin más envió a 23 hombres de su institución que pasaron a depender del, entonces, Coronel Manuel Contreras.

En diciembre, también, lo visitó un sobrino lejano, Jorge Munita, acompañado de una amiga, para pedirle ayuda porque su hermano menor, Patricio, se encontraba desaparecido desde mediados de Diciembre. El general le dijo que no podía investigar porque no tenía una orden de los tribunales, pero que haría todo lo posible por saber que había pasado con él. Entre los relatos de su sobrino le dijo que por los días en que Patricio había desaparecido andaba en compañía de Van Schouwen, dirigente del MIR.

A la mañana siguiente Baeza, muy complicado por la petición familiar, decidió destinar a un detective para investigar el destino de Patricio Munita. Segismundo Pavez Toledo era un antiguo detective de la Policía Política, su especialidad eran los partidos de izquierda revolucionaria a los que conocía perfectamente desde mediados de los sesenta esa fue la razón que indujo a Baeza para destinarlo a un caso especial. Era el hombre ideal, sabía como se movían estos grupos de izquierda y debía tener la agudeza para no comprometer a la institución y a su director en la investigación.

Segismundo Pavez entró a la oficina del general Baeza sin saber cual era su cometido. Se saludaron y el Director le pidió que se sentara y comenzó a darle lo que llamaría “una tarea confidencial” que debía de realizarla en secreto sin vincular a la institución y los informes debería entregárselos a nadie más que a él. [12]

Le dijo: se trata de algo familiar, así que espero informes diarios. No quiero que me los entregue escritos, los quiero verbales, en caso que el volumen de información sea muy alto me lo entrega por medio de minutas y sin copias. ¿Le quedó claro inspector?

Como era habitual en la época, Segismundo Pavez, no preguntó nada más; sólo se remitió a la primera fuente de información que le dio Baeza, los padres de Patricio Munita. Lucía Castillo y Jorge Munita.

Se encaminó hasta la residencia familiar en Bronw Norte cerca de Irarrázabal. Allí se presentó como detective enviado por el General Beza. Los desesperados padres lo hicieron pasar a la casa y le dieron la escasa información que tenían, le mostraron una fotografía familiar donde aparecía Patricio, su talla y señas físicas. También le dieron las señas de su novia y la información de una vieja Citroneta que era de su propiedad.

La primera referencia clara por donde podía seguir una pista era la vieja Citroneta. Dedujo que la Citroneta ya debía estar en los archivos de Carabineros donde, efectivamente, se registraba una infracción a la ley de transito. La pista lo llevó hasta el Arrayán alto a una parcela donde se ocultaba de la barbarie una comunidad hippie en la que vivía Brons.

Antes que el inspector Pavez llegara a Brons, la DINA lo había detenido. La segunda pista fue buscar a Gabriela Rozas, quien a esa altura se encontraba en la cárcel de mujeres del Buen Pastor. El encuentro fue breve y traumático. Cuando el detective se presentó y mostró la placa de Investigaciones a la joven, esta comenzó a gritar desesperadamente, el detective se sorprendió sin saber qué hacer, rápidamente fue llamada la madre superiora del Buen Pastor para que calmara a Gabriela. Gabriela había vivido los peores momentos de su vida se encontraba muy delgada producto de las intensas torturas que había vivido.

No aportó mucho a la investigación sólo relató su trasladado a un lugar en el centro de Santiago Londres 38 y los interrogatorios, torturas y vejaciones. También habló de su traslado en un camión tipo frigorífico cerrado hasta un lugar en la costa cercano a un río -Tejas Verdes-. Las secuelas de lo vivido la habían destrozado y aunque se encontraba en tratamiento psiquiátrico, no podía hacer un relato coherente de cual podía ser la suerte de su novio.

Esa escasa información lo llevó a otra detenida en el mismo lugar, Ana María Moreira, ella tampoco le pudo aportar mucho porque no entendía la razón de su detención, intuía que se trataba algo relacionado con el padre White. Pero no pudo dar información por temor.

Mientras tanto la madre de Patricio Munita, Lucía Castillo, continuaba su peregrinaje de una oficina a otra del edificio Diego Portales donde un grupo de sus amigas pertenecientes al cuerpo diplomático acreditado en Santiago había pasado una fotografía a un coronel de apellido Moreno.

Recuerda que un día entre tanto subir y bajar del Edificio Diego portales se encontró con su viejo amigo, Pedro Ewing que a la fecha era Ministro Secretario de Gobierno, a quién había hecho el favor de llevarle los bultos con el Libro Blanco a Washington. En el pasillo conversó con él y le contó la razón de la visita. No hubo respuesta ni siquiera una mueca en la cara del General que revelara la posibilidad de una ayuda. Ewing provenía de una vieja familia de militares golpistas. Su padre, el alto oficial Alfredo Ewing, había pasado tristemente a la historia un día 11 de septiembre de 1924 tras pertenecer al grupo de oficiales que derrocó a Arturo Alessandri Rodriguez por la vía de un golpe de estado.

Lucía comenzaba a ver que su mundo se le achicaba y se trataba de conformar pensando que a su hijo nada grave podía haberle pasado porque no había ni una orden de detención en su contra y tampoco habían aparecido noticias en los diarios que hablaran de su captura. El mes de enero de 1974 pasó lentamente para la Familia Munita Castillo, las investigaciones a cargo del detective Pavez no arrojaban nuevos indicios sobre la suerte corrida por su hijo y a pesar que la familia había ofrecido dinero por cualquier dato que aportara un rastro sobre lo ocurrido con Patricio, no habían tenido el éxito esperado.

El General Baeza, ya supone cual puede ser la suerte corrida por su sobrino, la intuye desde el principio por la información que habría desaparecido con un alto dirigente de izquierda, además se suma a esa información el conocimiento del surgimiento de la DINA y los poderes que maneja este nuevo aparato represivo, pero prefiere esperar el resultado final del detective encargado de la investigación.

El detective Pavez sigilosamente sigue los últimos pasos de Patricio Munita y se dirige hasta la congregación Capuchina. Allí se entera que a mediados de diciembre fue allanada y sacados de su interior un sacerdote, que por esos días se encontraba fuera de Santiago, acompañado de dos hombres jóvenes que corresponden a las descripciones de Patricio Munita y Bautista Van Schouwen. No le dan ni una otra información que lo conduzca hasta el organismo que hace las detenciones para seguir investigando. Sin embargo sospecha que por el tiempo transcurrido y el silencio sobre las detenciones la posibilidad de encontrar a los detenidos con vida es escasa.

“—Era terrible. Recuerdo una vez que vinieron a mi casa los padres de este joven -Patricio Munita- y estuvieron casi cuatro horas rogándome que les dijera lo que había pasado con su hijo, si es que lo habían lanzado al mar, o si lo habían quemado. La señora me suplicaba que le hiciera una seña con la mano para saber si su hijo estaba muerto o no y yo no podía decirle nada porque el General Baeza me había encargado no decirle a nadie sobre la investigación que yo hacía. Esa vez fue tan terrible que mi mujer, que en paz descanse, se encerró a llorar, ella sentía el dolor de madre y no aguantaba; después se enojó conmigo porque no le di ni una información a los padres de este chiquillo. Pero no podía, tenía que cuidar mi trabajo.”[13]

El último trámite de la investigación del detective Pavez fue ir al Servicio Médico Legal. Allí llegó una calurosa mañana de comienzos de febrero, sabía que lo primero que debía hacer era buscar en el libro de ingreso. Sin identificarse pidió que le mostraran el libro que correspondía a la fecha en que supuestamente había desaparecido Patricio Munita, Se sorprendió al ver la enorme lista de muertos que habían llegado por esos días, buscó por los datos que tenía de estatura, un metro ochenta hacia arriba. y ahí encontró sólo tres cuerpos, dos de ellos de sexo masculino que habían aparecido muertos cerca de Macul. Como los dos cuerpos aparecían como NN pidió que le facilitaran las autopsia para ver si alguno de los dos cuadraba con las descripciones físicas del cuerpo que él buscaba. Le fue imposible obtenerlas la DINA las había hecho desaparecer, así se lo informó personalmente el Director del Servicio Médico Legal Dr. Alfredo Vargas. Pavez le comunicó al General Baeza que debía hablar con el director del Servicio Médico Legal porque él tenía mas información. Así lo hizo el General Baeza y en pocos días confirmaba la suposición, que su sobrino estaba muerto. También se entera que la DINA ha hecho enterrar su cuerpo junto con el de Van Shouwen y que se ha llevado las autopsias para hacerlas desaparecer.

A Baeza le queda claro el peligro de este nuevo servicio de inteligencia que opera sin ninguna norma y que está dirigido por un Coronel que pasa por sobre la jerarquía castrense respondiéndole a un solo hombre, que era su antiguo compañero de la Escuela Militar, Augusto Pinochet. Por eso decide mantener su información en secreto y no comunicársela a su prima Lucía.

“—Yo siempre pensé que debía haber un organismo que trabajara la información, para que informara al gobierno por si había huelgas, que afectaran al país, o subversión. Pero el problema de la DINA fue que no sólo podía hacer eso, sino que cumplía funciones operativas sin tener preparación para eso…eso fue grave.

Usted conocía al entonces Coronel Contreras ¿Qué le parecía él?

“—Si yo lo conocía antes del día 11 y me parecía un soldado más. Pero después se transformó en un Dios, el dependía sólo del Presidente y sólo a él tenía que rendirle cuentas.

“Varios generales tuvieron problemas con él. Yo me encerré en Investigaciones.

“Yo no tengo nada que ver con la DINA. Ni me mezclé con la DINA, no cooperé con la DINA, no tuve nada que ver con la DINA.”

¿Cómo veía usted la actuación de la DINA?

“—No me gustaban los procedimientos. Varias veces llegué amarrado por el señor Contreras donde el General Pinochet a reclamarle por estos procedimientos donde se involucraba a Investigaciones.

“Eh, como no estaba de acuerdo en muchas cosas…ni sabía lo que hacían, no quise jamás mezclarme con la DINA o actuar en cooperación con la DINA. Que hagan ellos lo que les ordena la Ley o la autorización que tengan. en fin no sé.

“Lo que pasa es que este organismo era de carácter ejecutivo a la vez, para mi fue el error.”

¿Por qué?

“—Este organismo debía de haber sido de carácter informativo y no ejecutivo.

“Vale decir, que si ellos habían descubierto a alguna persona que había cometido algún delito, tenían que haberlo entregado a la justicia, sea militar o civil, o entregar la información al gobierno. Si era represivo, represivo hasta que extremo, ellos debían entregar a los que hubieran cometido los delitos a los tribunales. Pero no tomarse la justicia por sus propias manos.” [14]

 

Febrero llega rápido y no hay reconocimiento aún de la detención en la Parroquia de Los Capuchinos. La familia de Bautista también está en conocimiento que su hijo ha sido detenido y en los últimos días de diciembre habían decidido recurrir al General de Aviación Gabriel Van Schouwen, tío directo de Bautista, para que intercediera en los altos círculos castrense por que se informe sobre cual es el lugar donde se encuentra detenido su sobrino o que se reconozca oficialmente su detención. La respuesta del General Van Shouwen fue siempre evasiva. Su primera respuesta al padre de Bautista y hermano de este fue “que estaban en una fecha muy cerca de la Navidad para hacer ese tipo de preguntas porque la gente estaba preocupada de otros asuntos y no de eso”. Un año más tarde en 1974 ante la misma petición el General Van Schouwen respondía a su hermano “que no había orden de detención por parte de ninguna rama de las fuerzas armadas contra su sobrino Bautista Van Schuwen”.

En pocas palabras el alto oficial de las Fuerzas Armadas, General Gabriel Van Schouwen, jamás tuvo la voluntad de hacer algo que le permitiera encontrar respuestas sobre lo ocurrido con su sobrino; a diferencia del General Baeza, que logró saber que había pasado exactamente con Patricio Munita, su sobrino -a pesar que no le informó a la familia el resultado de su investigación- violando, incluso, las atribuciones de su servicio que le impedían investigar sin orden judicial.

Carlota Vassey, madre de Bautista Van Schouwen ha pasado años buscando verdad y justicia para su hijo. Durante años recorrió el mundo buscando ayuda en gobiernos y organizaciones que presionaran a la dictadura para que dijera donde estaba su hijo. Y aún le cuesta aceptar la desaparición de su hijo:

“—No puedo decir que es lo que significó para mi la desaparición de mi hijo. El fue muy buen hijo, yo sé que todas las madres dicen lo mismo, pero yo tengo tres hijos y los tres son buenos, pero Bautista era completo. Era caballeroso, atento, estudioso, buen mozo. Mi hijo era muy lindo.

“Aun recuerdo que el día 21 de diciembre supimos que Bautista había sido detenido. Estabamos en la parcela en Monteaguila con mi esposo, recuerdo que era a fines de diciembre. Mi hijo Jorge llegó en la mañana y salió a pasear con mi esposo por el campo. Yo creía que solo quería conversar y a mi esposo, Bautista, le gustaba pasear por nuestro campo. Pero no, Jorge, estaba muy angustiado porque no sabía nada de su hermano y ahí le contó lo de nuestro hijo. No querían que yo supiera porque todavía no se sabía nada. Después me contaron.

“Jorge mi hijo también había sido detenido y se encontraba con detención domiciliaria, osea no podía salir de Santiago pero estaba tan preocupado por su hermano que violó la prohibición de salir y viajó para que comenzáramos a hacer algo. Ese mismo día mi marido Carlos y yo viajamos a Santiago y comenzamos este vía crucis de buscarlo donde nos decían. Si nos decían que había detenidos en tal lugar, ahí íbamos. Pasábamos días enteros esperando noticias o recorriendo oficinas.

“Nosotros comenzamos recién en febrero los trámites de recurso de amparo ante la justicia, porque antes pensábamos que iba a ser peor y a lo mejor aparecía en alguna cárcel en algún momento. Incluso en la 3ª de la Hora del 12 de enero de 1974 aparecía una declaración del Subsecretario de Relaciones Exteriores refiriéndose a los cables de noticias que llegaban desde afuera, sobre que mi hijo estaría detenido y sometido a torturas, donde contestaba que “los cargos de torturas son infundios del cable” lo que daba por hecho que si estaba preso en algún lugar.

“Cuando apareció en el Mercurio (21 de agosto de 1974) que había sido detenido Bauchi, pusimos la parcela en venta, pensando que lo ibamos a rescatar muy mal de salud y para eso ibamos a necesitar plata para que se repusiera. Pero jamás lo encontramos”.

Las dudas al interior del MIR sobre la detención del Bauchi ya se han esfumado a comienzos de febrero, saben que cayó en manos de algún organismo represivo pero esa es toda la información que poseen. Saben también que no ha entregado ni una información a sus captores por que aún no ha caído ninguna estructura ligada a él. Miguel Enríquez, intentando[15] no desmoralizar a la militancia comienza a planear una estrategia: emitir información al exterior para que rebote a través de las agencias de prensa sobre que Bautista estaría vivo en una cárcel militar y que resistiría a las feroces torturas de manera heroica. Así mataría dos pájaros de un tiro, por un lado obligaría a la dictadura a reconocer su detención, quién intentaría a través de desmentidos descalificar las informaciones y comenzaría a dar pistas sobre los posibles lugares donde podría estar detenido el Bauchi, una vez conocido el lugar de su cautiverio intentarían un rescate con los cuadros especializados, pero, además le serviría para subir la moral a los militantes del MIR que ven en Van Schouwen, un líder muy querido cuyo ejemplo es digno de imitar.

Es así que en recién en Junio de 1974 en el Documento ¡¡A Fortalecer Nuestro Partido!!, “Los Golpes Recientes, Algunas Lecciones y la Organización de las Direcciones”, de la Comisión Política al Comité Central se informa a la militancia del MIR en la clandestinidad que Bautista Van Schouwen ha sido detenido.

“Nuestro partido ha enriquecido la historia del movimiento obrero y revolucionario chileno entregando a numerosos mártires que heroicamente, bajo salvajes torturas, se dejaron despedazar y mutilar antes de hablar nada. En primer lugar, nuestro compañero Bautista Van Schouwen que fuera torturado sanguinariamente durante semanas y meses sin hablar nada, respondiendo a las torturas, como atestiguan compañeros que estaban siendo torturados en salas contiguas, con insulto a los torturadores y con gritos de certeza en la victoria de la revolución obrera y campesina, y aún no sabemos con seguridad si está vivo o está muerto. Ante su heroísmo se inclinan hoy, no sólo públicamente revolucionarios, trabajadores y pueblos del mundo, la izquierda y los revolucionarios chilenos, sino incluso sus torturadores y líderes del gorilaje.”[16]

Es indudable que estas palabras escritas por Miguel Enríquez a su militancia, que se encuentra seriamente cercada y viviendo en difíciles condiciones en la clandestinidad, tiene el sentido de fortalecer la moral y revertir el duro golpe que ha recibido de manos, Tanto de la SIFA que ha detenido a gran parte del Comité Central y los dirigentes Regionales que se encontraban recomponiendo el MIR que había se había diluido en las regiones producto de la fuerte represión en los primeros días del golpe de estado, como de la DINA que comienza a golpear fuertemente en Santiago a las esctructuras que quedan reorganizando la resistencia a la dictadura.

Aparece el cadáver de James

Es febrero y la familia Munita Castillo se encuentra reunida en la casa de Brown Norte. Son cerca de las diez de la noche cuando el teléfono suena. Lucía se sobresalta piensa en su hijo Patricio y no se equivoca. Una voz masculina le dice: ¿Señora Lucía?[17]

Si -contesta nerviosa-.

LLamo por lo de su hijo Patricio Munita. Vaya usted mañana a la morgue y busquen el número 3950.

Desesperada le pregunta ¿con quién hablo? un silencio profundo y la llamada se cortó.

Lucía Castillo jamás se imaginó que la búsqueda de su hijo daría la pista que más tarde permitiría saber que en el Patio 29 se enterraron cuerpos de personas asesinadas por la dictadura y que gracias a ella se podrían rescatar a algunos cuerpos y saber que pasó con Bautista Van Schouwen.

Al día siguiente la familia Munita Castillo se levantó temprano para ir a pedir información a la morgue del muerto cuyo protocolo de autopsia era el 3950. Fue la primera desilusión, el lugar de archivo de la autopsia 3950 estaba desocupado, y la 3951 que estaba junto a ella tampoco estaba. El resto del fichero se veía casi completo.

Desesperados fueron a pedir una entrevista con el director del Instituto Médico Legal. Durante varios días esperaron que los atendiera y la respuesta siempre era la misma, vuelvan mañana.

Molestos y cada vez más angustiados por saber de que se trataba la autopsia 3950 se fueron hasta el edificio Diego Portales a conversar con un Fiscal del Ejército en tiempo de guerra de apellido Saavedra. Esperaron nerviosos un rato para que los atendiera, luego la secretaria amablemente los hizo entrar hasta el despacho del fiscal. se saludaron y comenzaron el relato de la razón que los llevaba hasta él. Sorprendido el Fiscal, les dice que no se preocupen que su problema será resuelto. Toma el teléfono y marca el número del Instituto Médico Legal, pide hablar con el director, le responden que no se encuentra en el momento. Saavedra molesto replica: Dígale a su jefe que quiero para mañana a las 11 AM la autopsia Nº 3950, o si no al mediodía le enviaré un Jeep militar armado y ahí verán.

Tras esa llamada les asegura que al día siguiente vayan a buscar la autopsia para saber de quién se trata.

Esa misma noche el fiscal Militar Saavedra llama a la familia Munita Castillo y les dice que lamenta no poder ayudarlos, que por favor no concurran a la mañana siguiente a su despacho porque la promesa que les había hecho no la puede cumplir. Sin más rodeo les dice que ha sido informado por el director del Instituto Médico Legal, que esas autopsias fueron retiradas por la DINA.

—Yo no puedo hacer nada, ellos tienen mucho poder. La voz del oficial se escucha temerosa y apenada

La familia Munita sin querer se entera de que existe un organismo llamado DINA y del enorme poder que tiene. Que incluso un oficial de tan alto rango como el Fiscal Saavedra queda sin autoridad ante su accionar, menos aún podrán hacer algo sus amistades.

La angustia en la casa de Brown Norte aumenta. Ya de nada les sirven las amistades al interior de la dictadura ni las relaciones con miembros de las embajadas de Brasil y Paraguay, amigas de la Junta de Gobierno. La carta enviada a Lucía Hiriart de Pinochet no ha sido respondida, y no se atreven a molestar nuevamente a su pariente el General Baeza.

En medio de la desesperación una amistad les recomienda que vayan directamente al Cementerio para averiguar si pueden encontrar alguna pista con el número de la autopsia o por lo menos si pueden orientarlos donde buscar la información. Decidieron seguir el consejo, ya no había nada que perder así que por la mañana temprano partieron con rumbo al Cementerio General.

“—Recuerdo que fue un día domingo, fuimos al Cementerio a preguntar. En ese entonces no era igual que ahora, había un gran mesón con unos libros grandotes donde se consultaba.

“Recuerdo que el libro lo estaba viendo un señor. Empieza a ver el número en el libro y no, no lo encuentra. Nosotros le decimos que acaso no hay otro libro donde pueda ver si está ¡Ah, voy a ver! dijo y sacó de un estantito que tenía ahí un cuaderno. Lo buscó y lo encontró, y dice este muerto búsquenlo en el Patio 29 con el número 2336, ahí lo tengo yo.

“Aún sin saber de que se trataba, porque en el cuaderno donde habían visto el número de protocolo de autopsia no aparecía el nombre del muerto, a pesar que seguramente ya había sido informado por el Servicio de Identificación que el NN con protocolo de autopsia 3950 pertenecía a Patricio Munita; entraron al Cementerio en busca de lo que se llamaba Patio 29.

“Recuerdo que caminamos y caminamos. Era una desolación única, había varias personas deambulando. El patio 29 era de una soledad única, había un silencio tétrico y puras cruces negras.

“Buscamos el número 2336 hasta que encontramos la de mi hijo. Entonces cuando la encontramos yo me intento acercar a la cruz y se cimbra el suelo, las tablas del cajón. Fue tanta la desesperación que yo hago el ademán de rasguñar el suelo para mover la tierra y ver el cajón.

“Entonces una señora que estaba desmalezando me dice: Señora, no vaya a hacer eso, mire que allí está el camión de a DINA. Como ya nos habían hablado de la DINA, como era un organismo así nos asustamos. Esta persona me dijo: No haga eso porque se la llevan, vuelva otro día. Empezamos a tener más susto de la DINA.”[18]

Aurelio Fernández que se encontraba en el lugar y que había visto al matrimonio Munita Castillo pasar varias veces buscando algo, no aguantó más y le preguntó ¿qué buscaban?. Abiertos a recibir cualquier ayuda le dijeron que andaban tras una tumba donde supuestamente habían enterrado a su hijo y le dieron las señas de Patricio. Aurelio reconoció claramente al muerto buscado en uno de los dos muertos llegado la tarde del 14 de diciembre en horas que el cementerio se encontraba cerrado y les indicó donde estaba. Pero también les dijo que la única manera de sacarlo de ahí era consiguiéndose un permiso de Exhumación y Traslado de Cadáver que lo podía conseguir sólo si tenía cuña en el Servicio de Salud, con ese permiso en regla presentarlo a la Dirección del Cementerio y ahí rápidamente le autorizaban sacarlo desde el Cementerio[19].

“—Sus padres andaban de tumba en tumba buscándolo, los vi varias veces, no quise decir nada porque yo sabía, con las indicaciones que daban, cuál era el cadáver que buscaban, pero nosotros teníamos miedo de dar alguna información. No aguanté más, no andaba nadie por ahí, le dije más o menos donde estaba sepultado. La verdad es que yo le di después todas las indicaciones de como tenía que hacerlo para poder recuperarlo.”[20]

Angustiados buscaron ayuda entre las amistades más cercanas, evaluaron la situación y decidieron nuevamente recurrir al general Baeza. Al día siguiente Lucía fue a la oficina de su tío político para contarle que había finalmente encontrado a su hijo, pero que no podía sacarlo del lugar donde lo habían enterrado para trasladarlo al mausoleo familiar del Cementerio Católico porque necesitaba un permiso del Servicio de Salud.

Baeza no pudo quedar indiferente ante las lagrimas de desesperación de su sobrina, se conmovió con las suplicas y luego de pensarlo unos minutos, que fueron eternos para Lucía, prometió ayudarla, pero le dijo que esperara en su casa la llamada para cuando podrían desenterrar el cuerpo de su hijo.

Apenas salió Lucía, el General Baeza tomó el teléfono y llamó a su viejo amigo, el doctor Carlos Aguirre, que en esos momentos era Director del Area Hospitalaria Norte del Ministerio de Salud. Sin contarle nada por teléfono, le dijo que quería conversar con él un asunto reservado. Su amigo aceptó encantado y se juntaron donde solían hacerlo, en el Club de La Unión. Allí Baeza le contó lo sucedido a su pariente y que necesitaba un certificado del Servicio Nacional de Salud para poder llevar a cabo la exhumación y traslado del cadáver de Patricio Munita.[21]

El médico sin saber que esa tumba era celosamente custodiada por la DINA, aceptó hacer el certificado, total nada tan grave podía ser el dar un certificado a una madre para que exhumara y trasladara el cadáver de su hijo al mausoleo familiar, además era un muchacho de buena familia que seguramente por alguna locura lo habían matado y sin identidad lo habían trasladado hasta ese patio común.

Esa misma tarde Baeza llamó a Lucía para comunicarle que debía ir hasta las oficinas del Doctor Carlos Aguirre Nehuaus y decir que iba de parte de él, allí le solucionarían el problema. Lucía no podía esperar hasta el día siguiente así que rápidamente tomó su vehículo y se dirigió hasta el Hospital San José a buscar el papel que liberaría finalmente a su hijo de las manos de la DINA.

El día 15 de febrero de 1974, justo cuando se cumplían dos meses y dos días de la detención del Bauchi y James, fue extendido el certificado de Exhumación y Traslado de Cadáver NN autopsia 3950 foja 176 fallecido a causas de heridas múltiples a balas de Patricio Munita.[22]

Lucía con el certificado en la mano se negaba a creer que Patricio era el que estaba bajo tierra en la tumba 2336, si tan sólo unos meses atrás ella lo había visto feliz entrando y saliendo de su casa haciendo bromas a sus hermanas. Tímidamente sacó de la cartera la foto de su hijo sonriendo con cara de niño, recordó sus vivaces ojos verdes y su pelo castaño claro que le caía a veces sobre la frente. En silencio enjugó sus lagrimas, no dejaba de pensar también en ese solitario cementerio de cruces negras que le había impactado tanto.

Sin más demora, los padres de Patricio, reunieron a toda la familia para partir a desenterrar el cadáver de la cruz negra con números pequeños 2336. A la llegada al Cementerio se dirigieron a las oficinas para entregar el permiso de exhumación y proseguir con el trámite. Lucía se negó a que su marido comprara un ataúd. Era posible, pensaba, que hubiese una equivocación y Patricio estuviera vivo. Su mente se debatía entre la realidad de la documentación que tenía en sus manos y la ilusión de volver a ver a su hijo vivo.

Cuando terminaron los dolorosos trámites legales se dirigieron apresuradamente hasta el Patio 29[23]. Se pararon frente a la cruz negra con el número indicado y llamaron al amable sepulturero, que les había ayudado días antes a ubicar la tumba, para que les ayudara a desenterrar el cajón. El hombre estaba preocupado por los hombres de civil que merodeaban el lugar, se acercó a la familia tratando de no despertar sospechas y les advirtió que sólo lo haría cuando el camión de la DINA se retirara y eso era a la una de la tarde, hora de almuerzo.[24]

La familia decidió esperar afuera del cementerio y aprovecharon de llamar a algunas amistades para que los acompañaran en los difíciles momentos que estaban viviendo. Pasado de la una de la tarde nuevamente estaban frente a la cruz negra Nº 2336 del Patio 29. El sepulturero, Aurelio Fernández, esperaba a pocos metros, cuando los vio aparecer se acercó y les dijo que debían traer rápidamente el ataúd porque tenían sólo una hora para hacer todo.

Con una rudimentaria pala comenzó a abrir la fosa. A medida que la tierra suelta iba dejando ver el ataúd, Lucía se acercaba para ver si era o no su hijo, la última palada de tierra dejó ver con claridad el humilde cajón de tablas y en su interior la chaqueta café de gamuza de James, ya no había dudas era Patricio Munita el que estaba ahí.

La familia y amigos trataban de detener a Lucía para que no acercara al cajón y viera el dantesco cuadro de los restos de su hijo. El padre más sereno, su hermano y un amigo hicieron el penoso reconocimiento. Patricio tenía las mandíbulas desencajadas y la boca abierta dejaba ver sus tapaduras de oro, también se reconocía claramente su pelo castaño y su figura alta y delgada, junto a sus restos estaba su inseparable chaqueta de gamuza.[25]

Con el cuerpo fuera de la tumba decidieron manguerearlo para sacarle la tierra que se había colado por los huecos del cajón y se había incrustado en los restos de piel. Luego lo metieron rápidamente al ataúd, lo sellaron y se fueron apresuradamente al cementerio Católico.

Cuando Llegaron al Cementerio Católico, los padres se fueron a hablar con el sacerdote de la Capilla para pedirle que dejaran el ataúd por ese día en el velatorio, para darle tiempo a la familia a que hiciera la publicación de un aviso de su defunción en el periódico de la tarde, de ese modo, al día siguiente, los restos de Patricio pudieran estar acompañado de sus amigos en la pequeña misa que se llevaría a cabo en la Capilla del Cementerio Católico. Cuando el sacerdote comenzó a hacer preguntas sobre que le había sucedido y porque llegaban tan apurados hasta ese lugar, los padres le contaron la trágica historia que estaban viviendo, el sacerdote se negó a aceptar tenerlo en el velatorio hasta el día siguiente.

“—No lo haga señora, entiérrelo inmediatamente. Mire que pueden venir a sacarlo. Y pónganle a la tumba una marquita para que no se lo saquen -le dijo el sacerdote-.

“A ese extremo habían llegado -la DINA-. Ahí me contaron que de ese cementerio habían sacado algunos cajones… Habían sacado algunos cadáveres. Y para que no nos sucediera lo mismo nos dijeron que le pusiéramos unas marcas a la tumba.”[26]

Así lo hicieron, en silencio y acompañados de 16 personas, familiares y amigos, fue enterrado Patricio Munita en el mausoleo familiar. Ninguno de sus amigos y compañeros de Partido con quienes había compartido los sueños de los últimos años supo que había sido rescatado demasiado tarde de las manos de sus verdugos.

 

Hay que hacer desaparecer un cadáver

 

El 16 de Febrero era un día soleado como suelen ser los días veraniegos en Santiago. En el Cementerio General se comenzaba una nueva jornada. Aurelio Fernández se levantó temprano como era su costumbre. Ese día se sentía aliviado por haber colaborado, en algo, a calmar tanto dolor escondido bajo la tierra del Patio 29. Su mujer, que también trabajaba de sol a sol en el Cementerio, se sentía orgullosa que “el Lelo” fuera tan valiente y generoso en momentos que se vivía el terror y la desconfianza entre la gente que deambulaba por los Patios del lugar.

Aurelio desayunó con apetito y no pensó que la ayuda que había prestado a la familia Munita Castillo, dándole el lugar donde había sido enterrado secretamente su hijo y después ayudándolos a rescatar el cuerpo mientras los agentes que custodiaban el Patio 29 almorzaban, lo expondría a él a la ira de la DINA. La inocencia de este trabajador le había impedido sospechar que entre los empleados del Cementerio existía gente que colaboraba con la DINA y que ya había sido informada de la ubicación del cuerpo y exhumación de Patricio Munita.

Cerca del medio día los sepultureros del Patio 29 trabajaban arduamente en su tarea de enterrar cuerpos desconocidos. De pronto vieron que dos hombres morenos, altos y barbones se acercaban decididamente hasta donde se encontraban trabajando, un sudor frío corrió por la espalda de Aurelio, pero siguió con la cabeza clavada en la tierra. Los hombres comenzaron a gritar en forma amenazante y preguntaron “quién era el que había informado a la familia Munita que su hijo estaba enterrado en ese lugar”.

Los trabajadores que en innumerables ocasiones habían comentado la posibilidad de sufrir la misma suerte de las personas que a diario encajonaban y enterraban, por tener demasiada información sobre lo que pasaba, se asustaron y callaron. Sin embargo Aurelio decidió enfrentar su suerte y les dijo que él había ayudado a sacar el cuerpo que estaba enterrado en la tumba 2336 para que sus familiares lo trasladaran hasta la tumba familiar, luego les dijo que esa familia traía todos los papeles en regla y por eso lo había hecho.

Los dos hombres lo miraron fijamente y lo empujaron, luego le dieron la primera orden, que les señalara el lugar donde había estado enterrado Patricio Munita. En el lugar los hombres miraron una y otra vez el hueco en la tierra y los obligaron a que comenzaran a cavar las tumbas que estaban cercanas. Uno de los hombres llevaba una foto en la mano la que miraba y cada vez que se abría una tumba hacían que les rociaran agua y comparaban al muerto con la foto.

Fueron cerca de ocho tumbas las que removieron Aurelio Fernández y Holguín, su compañero de tarea. Todas las tumbas que cavaron estaban a los lados de la que había contenido a Patricio Munita.

Finalmente se detuvieron en la que estaba a la derecha de la tumba cavada el día anterior, era la número 2335. Los hombres hicieron que le lanzaran agua a la cara, se quedaron mirándola mientras la contrastaban con la foto que portaban, los hombres se miraron entre si e hicieron sacar el cuerpo. Era finalmente el que buscaba, el mismo que llegó la tarde nublada del 14 de diciembre en un camión de pollos en horas no hábiles, el mismo hombre alto, blanco, de pelo oscuro y ondulado. Era indudablemente Bautista Van Schouwen.[27]

Así lo reconocería Aurelio Fernández una tarde calurosa de noviembre de 1995 cuando vio por primera vez una foto de Bautista Van Schouwen. No quería mirar la foto, luego la tomo y se sentó a la sombra de un árbol. La miró en su conjunto y luego fue cubriendo partes del rostro en la foto, se detuvo un instante en la frente y subió la mirada. Los ojos se le llenaron de lagrimas y se disculpó diciendo que estaba resfriado luego dijo "si este era el otro, el que llegó junto al joven Munita. Yo no podía decir que era Van Schouwen porque yo a él no lo conocía y cuando me preguntaban por él yo no sabía a quién había enterrado. Pero sí al que enterraron y después sacaron para cremar es el señor de esta foto.Ese cadáver que andaban buscando es el que llegó con Munita en el camión de pollos, ese es el cadáver que se llevaron”.

"… Eran unos señores barbones, grandes. Lo hicieron sacar, hicieron abrir un montón digo yo, unas siete u ocho sepulturas, porque no estaban seguros de lo que andaban buscando…y abrían, había que con un tarro con agua echarles agua a los cadáveres en la cara, lo miraban, miraban una foto que andaban trayendo, y a la final se llevaron a uno y lo hicieron incinerar." [28]

Por unos segundos Aurelio Fernández había vuelto al pasado, a esos recuerdos que quisiera borrar de su memoria y que sin embargo lo recuerda a diario porque en el cementerio siguen mandando quienes hicieron sacar cientos de restos humanos el Patio 9 el año 1982.

Una vez que los agentes de la DINA se apropiaron del cajón, les dieron la orden a los dos trabajadores que los transportaran hasta donde el edificio donde está el horno crematorio. Allí se introdujeron violentamente y se enfrentaron a la oposición de el encargado del crematorio, Rodriguez, quién intenta hacer valer las reglas existentes en el lugar, les dice que el ingreso de extraños al lugar está prohibido.

Los hombres de la DINA lo toman y lo llevan a un lugar donde le muestran unas identificaciones pero para que no olvide quienes mandan comienzan a golpearlo hasta dejarlo en el suelo.

Aurelio Fernández y Holguín son obligados a llevar el cajón hasta el horno y les dan la orden que se retiren del lugar, asustados se van rápidamente del lugar. Los hombres de la DINA tienen la orden de quedarse esperando que el cuerpo termine de cremarse, no pueden confiarse de las personas que trabajan en el Cementerio, si ya se supo donde estaba Munita, se podría llegar a saber donde había quedado Van Schouwen y eso no era posible. La orden es hacerlo desaparecer hasta que no quede ni una huella de su cuerpo.[29]

Ese día 17 de febrero es aún desconocida públicamente la detención de Bautista Van Schouwen por muchos de sus compañeros de partido, sin embargo en el piso 22 del edificio Diego Portales se ha tomado la decisión de que su desaparición no demore un día más.

No hubo homenaje para el hombre que había sido líder de miles de jóvenes que habían compartido con él los ideales de una revolución socialista y la construcción de un país donde el progreso significara poner fin a la miseria y la humillación de quienes no hacen parte de los beneficios de la riqueza que producen. Las cenizas de Bautista Van Schouwen Vasey quedaron para siempre esparcidas en la tierra.

En otra parte de la ciudad el General Baeza esa mañana estaba dando una entrevista a una radio, de pronto llega a su manos un sobre que dice “URGENTE” lo abre y dice en su interior “presentarse urgente al despacho del general Pinochet”[30]. El general apresura el término de su entrevista y parte hasta el piso 22 del Edificio Diego Portales. Se hace avisar y entra a la oficina.

Pinochet tenía el semblante encolerizado. Lo saludo y lo hizo sentarse. Luego de unas miradas le dijo “Así que andai buscando muertos ah”. Baeza se sobresaltó, sabía que era Manuel Contreras quién le había informado a Pinochet sobre el descubrimiento en el Patio 29 de su sobrino nieto Patricio Munita. Indignado le respondió “Mira dile al que te informó -por Contreras- que venga y que te lo diga delante de mí, yo no ando buscando ningún muerto”.

Pinochet con más ira le respondió “ándate con cuidaito y déjate de seguir revolviendo la tierra para sacar muertos”

Era una advertencia doble que Pinochet hacía a un General. Por un lado le hacía saber que estaba enterado de todo lo que pasara en el país y de paso le hacía saber que los muertos de la DINA nadie debía encontrarlos.

¿Pero por qué Pinochet se molesta tanto con un General por haber sacado el cuerpo de un pariente del Patio 29? ¿Era tan importante Patricio Munita que Contreras se tomó la molestia de avisarle? o acaso lo que Contreras le informó a Pinochet era que Baeza había encontrado a su pariente que era guardaespalda de Bautista Van Schouwen y ya se sabía que Van Schouwen estaba en el Patio 29 y que había que tomar medidas para que ese otro cuerpo no apareciera nunca.

Lo que si queda claro en las declaraciones el General Baeza, es que el General Pinochet sabía lo que ocurría a diario con los detenidos o por lo menos con los detenidos importantes y que estaba al tanto de las medidas que se adoptaban con esos detenidos. Las versiones dadas por el General Pinochet sobre que Contreras le informaba en términos generales sobre sus actividades como jefe de la DINA, quedan desmentidas porque no resulta creíble que fuera informado por Contreras sólo en el caso de la exhumación de un militante del MIR que era públicamente desconocido.

EPILOGO

El 19 de febrero de 1974 tres días después de que los restos de Bautista Van Schouwen fueran cremados, su familia por intermedio de don Bautista Van Schouwen Figueroa, padre del Bauchi, presentó el primer recurso de amparo por su hijo, Rol Nº 147-74. Indudablemente aún creía que su hijo estaba vivo y detenido en algún lugar del país.

Doña Carlota Vasey recuerda lo difícil que fue para la ellos -sus padres- no creer en la rectitud de las fuerzas militares o presumir tanta maldad entre quienes ostentaban el poder. Y claro era una familia católica acomodada con relaciones familiares directas en las Fuerzas Armadas.

Como solía ocurrir en tiempos de la dictadura el primer recurso no prosperó ante la justicia. El 9 de marzo de 1974 la Corte de Apelaciones recién solicita al Ministro de Defensa Nacional y al Comandante de la Guarnición de Santiago que le informen si el amparado se encuentra privado de libertad por orden de alguna autoridad militar y que informen el lugar y fecha de la detención. También solicita al Ministro del Interior que informe si el amparado se encuentra privado de libertad en virtud de las facultades derivadas del estado de sitio. Le solicita a la Prefectura de Investigaciones (cuyo director sabía de su detención y muerte) que efectúe las diligencias correspondientes para verificar el paradero de Van Schouwen y, finalmente, pide al director del Hospital Militar que informe si se encuentra o si se ha encontrado detenido en ese recinto.

El General de Brigada Sergio Arellano Stark en su calidad de Comandante en Jefe de la II División de Ejército, responde a la corte que “el recurrente no ha sido puesto a disposición de los Tribunales Militares”[31]. El General de División Oscar Bonilla Bradanovic en su calidad de Ministro del Interior responde “Juan Bautista Van Schouwen Vasey no se encuentra detenido o arrestado por orden de alguna autoridad administrativa”[32]. Prefecto Julio Rada Jiménez Jefe de la Prefectura de Santiago y mano derecha del General Ernesto Baeza informa que “funcionarios de esta prefectura, luego de las consultas pertinentes, establecieron que esta persona no ha sido detenida ni se encuentra en tal calidad, ya sea en este Cuartel Central o alguna Unidad dependiente de esta Jefatura”[33]. El Director del Hospital Militar Juan Herrera Díaz no da respuesta sobre si Bautista van Schouwen se encuentra o ha estado detenido en ese lugar aludiendo que esa información debe ser pedida a la Jefatura de Zona de Estado de Sitio de la Provincia de Santiago[34].

Ante estas respuestas por escrito, el 4 de junio de 1974 fue rechazado el primer recurso de amparo en la Corte de Apelaciones. Las causas que esgrimió la corte para rechazar el amparo fueron que los informes emanados de la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos, del Prefecto de Investigaciones de Santiago, del Ministro del Interior, y del Comandante de la Segunda División del Ejército,” no daban luces acerca de la efectividad de la detención de Van Schouwen Vasey”.[35]

El 20 de junio fue pedido por el abogado Hector Valenzuela que se reconsidere el recurso y que se solicite al Ministerio de Defensa información, porque la Corte reunida en un nuevo pleno había considerado necesario requerir informaciones a este ministerio para dictar sentencia[36]. El 12 de Julio se interpone un segundo Recurso de Amparo en la Corte de Apelaciones de Santiago y el 18 de agosto de ese mismo año se declara sin lugar por la Corte de Apelaciones.[37]

El 30 de Julio de 1975 el 2º Juzgado del Crimen de Santiago, cierra el sumario y sobresee temporalmente la causa Rol Nº 82.252-5. El 20 de agosto de ese año la Corte de Apelaciones aprueba el sobreseimiento de la causa.

El 30 de marzo de 1978 se presenta un tercer recurso de amparo, el cual es rechazado. Nunca se logró que el recurso de amparo prosperara en la justicia.

El 15 de julio de 1991 se interpone ante el Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago una querella por secuestro agravado, Rol de la causa Nº 143656.

El día 2 de septiembre de 1991 comienza la inhumación de los restos del Patio 29 del Cementerio General. En esa ocasión el gobierno informó a los dirigentes del MIR la posibilidad que aparecieran, finalmente, los restos de Bautista Van Schouwen. La inhumación terminó el día 14 de septiembre lográndo recuperar el Instituto Mádico Legal 125 cuerpos entre los cuales no estaba Bautista Van Schouwen, como lo esperaban sus familiares, amigos y compañeros de partido. De nada sirvieron los datos antropomórficos que fueron anexados a la causa 4449-F del Veintidos Juzgado del Crimen de Santiago por el delito de inhumación ilegal en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago.

Como hemos visto la historia del caso de Bautista Van Schouwen en la justicia chilena ha sido largo y penoso. Hoy el caso se encuentra en la Fiscalía Militar donde seguramente se amnistiará, después que la Jueza Olga Quijada del Cuarto Juzgado del Crimen se declara incompetente por encontrarse personal militar involucrado, decición que tomó tras las declaraciones hechas por el General ernesto Baeza donde involucra al General Pinochet.

El curso de la vida de Ana María Moreira, fue incierto después de su liberación de la cárcel de mujeres. Recién en Marzo de 1974 a un mes del hallazgo de Patricio Munita y de la determinación de desaparecer a Bauchi, el Padre White se comunicó con ella. Su encuentro fue sorpresivo y breve en una plaza de Santiago. Esa fue la ultima vez que vio al sacerdote.

Ana María a pesar de la dura experiencia vivida durante su detención decidió quedarse en Chile. Un año más tarde es nuevamente detenida por la DINA[38] donde se encuentra nuevamente con sus dos anteriores torturadores: Marcelo Morén Brito y un oficial alto delgado, tez blanca, pelo castaño, ojos claros de quién desconoce su nombre. La descripción entregada a la justicia por Ana María, del oficial que la reconoció y torturó ambas veces, corresponde al Teniente de Carabineros Ricardo Victor Lawrence Mires, agente de la DINA que se destacó en los centros de torturas por su sadismo.

El Sacerdote Enríque White tras su liberación fue sacado de la parroquia y enviado, por su comunidad religiosa, a la zona sur de Chile, con el pretexto de hacerlo que se repusiera de las crueles vivencias. El 1º de Mayo de 1974 viaja en la motonave Verdi trasladado por la Congregación Capuchina a Lima, Perú, allí permanece hasta mediados del año 1975, en esa fecha viene de vista a Chile y lee por primera vez la columna que doña Lucía Castillo escribía en El Mercurio por la muerte de su hijo. A principio de 1977 vuelve definitivamente a Chile y trabaja en las comunidades de Concepción y Viña del Mar. Años después establece contacto con Lucía Castillo y le cuenta la verdad de lo sucedido en la Parroquia de Los Capuchinos. Muere el 9 de Septiembre del año 1983 sin haberse presentado jamás a la justicia a declarar sobre lo ocurrido en su detención, a pesar que pesaba sobre él una orden de presentarse a declarar a la justicia bajo apercibimiento de arresto desde el 8 de julio de 1974. Con la única persona que el sacerdote se atrevió a liberar su conciencia fue con la Sra. Lucía Castillo.

Gabriela Rozas, novia de Patricio Munita, logró ser liberada días antes de la trágica exhumación de Patricio Munita y acompañó a la familia a reconocer el cuerpo de su compañero. Esos momentos vividos en el Cementerio General jamás los podrá olvidar, como tampoco podrá olvidar los casi dos meses que pasó en manos de la DINA. Ella decidió irse de Chile. Ya nada le quedaba en este país, sólo el temor y tristes recuerdos de una ilusión inconclusa.

La madre de Patricio Munita, que nunca se conformó con encontrar a su hijo muerto, intentó conseguir información sobre los detalles que lo habían llevado a su destino fatal escribiendo columnas en los diarios que circulaban en la época donde contaba, cada 13 de diciembre, la terrible muerte de su hijo. Para que lograran pasar la censura impuesta por la dictadura recurrió nuevamente a sus amistades, entre ellas a la embajadora del Paraguay quién le presentó, especialmente, al General Arellano, fue él quién se encargó de visarlos en los primeros años para que el diario El Mercurio aceptara publicarlos.

Fue también, gracias al mismo General Arellano que consiguió por oficio Nº 258 de fecha 19 de Agosto de 1974 de la Segunda Fiscalía Militar se ordenara a doña Eufemia Leyton D., Oficial Jefe de la Circunscripción de Independencia del servicio de Registro Civil e Identificación, dejar constancia que el Certificado de Defunción correspondiente a la inscripción E3488 del 19 de diciembre de 1973 del “Desconocido de sexo masculino que falleció el 14 de diciembre de 1973 y fue encontrado en Americo Vespucio altura 3.600 de 22 años de edad mas o menos; muerto a causa de heridas de balas múltiples “ correspondía a: Patricio Munita Castillo[39]. Este certificado le fue entregado a la familia por el ayudante del General Arellano, el Coronel Ibañez quién les dijo al momento que retiraron el documento “ que era como gran cosa que le entregaban el Certificado de Defunción de su hijo”.

Resulta ignominioso que la entrega de un documento al que tenían todo el derecho a acceder los familiares directos haya sido un beneficio especial del que debían agradecer a las autoridades.

A pesar de la posición privilegiada de la familia Castillo Munita, en la época, jamás logró que hubiera una aclaración por parte de la dictadura sobre cuales habían sido las causas que habían llevado a la muerte a su hijo, tampoco obtuvo información de la identidad de los culpables, lo único que consiguió fue que periodistas extranjeros le publicaran reportajes en los que narraba su largo peregrinaje hasta encontrar finalmente sin vida a su hijo Patricio.

Lucía Castillo, no ha querido reconocer que su hijo fue un activo militante del MIR y que su consecuencia lo llevó a entregar su vida. Ella aún espera que la justicia castigue a los culpables del asesinato de “su niño”, cuya sonrisa quedó congelada a los 23 años en una foto blanco y negro.

La vida le jugó un destino distinto al General Beza quién se mantuvo en el poder hasta el año 1980. Ese año, más precisamente, el 23 de julio de 1980, fueron secuestrados los estudiantes de periodismo de la Universidad Católica, Cecilia Alzamora y José Eduardo Jara. Eran los primeros secuestrados de una seguidilla que terminó, el día 30 de julio, con los secuestros en pleno centro de Santiago de dos conocidos periodistas de radios pertenecientes a la Iglesia católica, Guillermo Hormazábal director de prensa de radio Chilena y Mario Romero, jefe de prensa de Radio Presidente Ibáñez de Punta Arenas.

La intensa campaña radial que pedía que se encontrara con vida a los dos periodistas tuvo sus efectos. A primeras horas del día 31 de julio fue liberado Guillermo Hormazábal, a las tres horas Romero junto a su hermano que también estaba desaparecido, aparecieron. Desafortunadamente Eduardo Jara no tuvo la misma suerte de el resto de los detenidos y fue liberado a las 4:30 de la mañana del día 2 de agosto junto a Cecilia Alzamora, pero Jara estaba en estado casi agónico y a las 8:05 de ese día murió de un paro cardiaco.

En la investigación de este caso apareció culpable la Brigada de Homicidios de Investigaciones, a pesar que nunca se logró esclarecer en la justicia si este departamento de Investigaciones había actuado junto con gente de la CNI o si por el contrario había sido una orden emanada desde la Dirección de Investigaciones de Chile. Este episodio de violaciones a los derechos humanos en que se vio envuelta la Policía de Investigaciones de Chile significó la renuncia del General Baeza. De esa manera el hombre que había estado cercano, desde 1969, a la CIA  en el complot del golpe de estado, pasaba a la vida civil oscuramente.[40]

Aurelio Fernández Palma, fue detenido junto a otros sepultureros por la DINA tras la exhumación y cremación del cuerpo de Bautista Van Schouwen, perdió parte de su dentadura producto de los golpes y quedó con serios problemas psiquicos y de salud física, sin embargo mantuvo en secreto este episodio de su vida por temor a ser despedido de su empleo. Después siguió trabajando como sepulturero en el Patio 29 hasta el año 1991. Hoy trabaja haciendo pequeños trabajitos particulares en el Cementerio General.

El detective Segismundo Pavez vive tranquilamente en una vieja casa cercana a avenida Matta. Piensa que todo lo que pasó en el país fue necesario para que regresara el orden y la prosperidad. Dice no tener nada de que arrepentirse.

En cambio la historia de lo que sucedió con Bautista Van Schouwen fue bastante más triste. El MIR había decidido no cejar en la búsqueda de su líder, para ellos encargó al ex seminarista Germán Cortéz que acudiera a la oficina de Monseñor Fernando Ariztía, Obispo Auxiliar de Santiago, para que le pidiera ayuda que pudiera conducir a dilucidar que era lo que había sucedido en la Parroquia de Los Capuchinos. Monseñor Ariztía escuchó atentamente la petición que le hacía Germán Cortez y aceptó hacer las averiguaciones. Al día siguiente fue hasta el Convento, allí logró conversar con un sacerdote que le informó que efectivamente había habido un allanamiento en diciembre, donde dos jóvenes que se encontraban alojados en la parroquia habían sido detenidos junto al párroco. Esa constatación de las detenciones de Van Schouwen y Munita, Monseñor Ariztía, se la hizo saber a Germán Cortez quién luego la hizo llegar hasta la dirección del MIR.

A falta de noticias sobre el real paradero de Van Schouwen, el MIR, fue construyendo una historia oficial que servía para mantener la moral de los militantes. Para eso se tomó la decisión de hacer un montaje de una fotografía que mostraba a Bautista en estado casi vegetal, supuestamente en el hospital naval de Valparaíso. Esta información fue entregada, con detalles clínicos, por el periodista Manuel Cavieses Donoso, en un encuentro de una Comisión Internacional Contra el Genocidio en la Ciudad de México. El texto escrito en el Diario “El Día” del jueves 20 de Febrero de 1975 dice así:[41]

“Bien conocido es el caso de nuestro camarada Bautista Van Schouwen, médico de 31 años, dirigente revolucionario de conocida y brillante trayectoria.

“Hoy podemos informar a esta comisión investigadora y a través de ella al mundo, que gracias a la valerosa actividad de un marino, patriota revolucionario, ligado a nuestro trabajo político en el seno de las fuerzas armadas, disponemos de un testimonio irrefutable del paradero y de la situación en que se encuentra Bautista Van Schouwen.

“La presencia del compañero Van Schouwen en el hospital naval de Valparaíso es un hermético secreto militar y se rodea de máximas medidas de seguridad. A este hospital son llevados, en parecidas condiciones de sigilo, los compañeros torturados en el fuerte Silva Palma, sede de la infantería de marina en Valparaíso, el principal puerto chileno.

“La fotografía que hoy entregamos al conocimiento de ustedes nos permite afirmar que Bautista Van Schouwen está vivo y que la presión internacional podría obtener que la junta militar permita verlo a testigos calificados. Nuestro camarada marino que logró romper mediante esta fotografía el secreto que rodea la presencia de Van Schouwen en el Hospital Naval de Valparaíso pudo copiar, además, la hoja de evolución diaria del paciente, este documento interno de ese hospital que corresponde al día 5 de febrero de 1975.

“La hoja clínica del hospital naval a que me estoy refiriendo dice textualmente: “Enfermo somnoliento, no coopera, responde con monosílabos. Las contusiones, hematomas y escoriaciones en las extremidades están mejor, lo mismo el antebrazo izquierdo. Se reabsorben los hematomas en el abdomen y espalda. La contusión del hombro derecho continúa dolorosa, lo mismo el acentuado edema y enrojecimiento del glande”.

“Reacciona escasamente a la estimulación dolorosa en los miembros inferiores. La movilización pasiva demuestra hipotoma. Reflejos disminuidos. Se solicitan radiografías de tórax y de columna vertebral y lumbar, AP y LA”.”

Este informe, por cierto falso, hasta hoy no se sabe de donde salió y quienes pudieron haber entregado una información tan detallada de su estado de salud, más aún cuando estaba muerto y cremado. Quienes pueden dar esa información, hoy figuran en las listas de muertos o desaparecidos, como Edgardo Enríquez, Germán Cortéz y otros. Lo que si es cierto es que esta información sirvió a la Dina para mantener la angustia en la familia, entre sus compañeros y amigos.

En Julio de 1974 Lucía Gevert cónsul chilena en Alemania, informa a la comunidad chilena exiliada que “Bautista Van Schouwen estaba preso y que tendría que someterse a una operación quirúrgica en algún hospital de Santiago”. No cabe duda que esta respuesta de una personera de la delegación chilena en Alemania correspondía a una versión oficial entregada por el gobierno a través de la Cancillería chilena, Ministerio que fue puesto al servicio de la DINA.[42]

El 21 de Agosto de 1974 El Mercurio titulaba “Denegada Libertad de Ex Alto Jefe del MIR” en la bajada de título decía “Corte de Apelaciones no dio lugar a recurso de amparo” líneas más abajo decía “Por graves delitos, que están suficientemente configurados en el proceso que se le sigue a Bautista Van Schouwen en la Primera Fiscalía Militar de Santiago, este elemento extremista fue detenido el 13 de diciembre de 1973, poco después del pronunciamiento militar del 11 de septiembre pasado.” La pregunta que surge ¿Fue un error involuntario de El Mercurio que confundió la detención de su hermano, Roberto Fernando Van Schouwen Vasey con la de Bautista? o ¿El Mercurio se prestó ganoso al montaje de inteligencia de la DINA?. Hasta ahora “El Decano de la Prensa Nacional” como pomposamente se le llama en Chile, jamás ha dado las excusas a los familiares de Bautista Van Schouwen por el daño causado.

El año 1975 la DINA obligó, a miembros conocidos del MIR que se encontraban detenidos en el centro de torturas de Villa Grimaldi, a dar una conferencia de prensa por televisión a todo el país llamando a deponer su resistencia de los militantes que aún se encontraban en la clandestinidad. Este plan tenía el sentido de quebrar la unidad y la moral de los militantes del MIR -tanto los que se encontraban en libertad como los presos-. Para eso Pedro Espinoza seleccionó a un grupo de detenidos para que hicieran un documento crítico sobre el MIR a cambio de su libertad.

“Un[43] día en la noche me sacaron de la pieza grande, vendado y encadenado, llevándome hasta la casa principal, donde me hicieron entrar en una sala. Ahí pude ver al Comandante “Rodrigo”, Pedro Espinoza, sentado detrás de una mesa y en un sofá, frente a él, mi esposa, a quién no veía desde que caímos detenidos. Ella puso una cara de susto muy grande al verme. En verdad yo debía estar horrible, ya que, además de sucio, tenía la nariz muy hinchada, pues me la habían fracturado a golpes y mi ropa y la venda de los ojos estaban manchadas de sangre. Yo me emocioné mucho al ver a Ofelia sentada ahí, con esa mirada llena de tristeza y miedo. Me mandaron a sentarme a su lado y el comandante “Rodrigo” me hizo el siguiente discurso: que yo era el detenido mirista con más jerarquía de los que ahí estaban, que ya había podido darme cuenta de que nuestra situación como partido era catastrófica y que me pedía hacer un llamado público a mis compañeros para abandonar la resistencia al régimen militar.

“Cuando conté a mis compañeros sobre la propuesta de “Rodrigo Terranova”, ellos me informaron que, mientras yo estaba fuera, el CAPITAN MIGUEL -Krassnof Marchenko- había ido a conversar sobre la misma idea con “Gustavo”, “Marco Antonio”, “Lucas” y otros, de una manera al parecer bastante más inteligente, argumentando sobre los costos de la política del MIR y su ineficacia. Entonces comenzamos a manejar la absurda idea de que la declaración pública que nos pedían nos permitiría mandar un mensaje al partido sobre como estaban realmente las cosas, muy distante de la autoimagen triunfalista reflejada por nuestros propios comunicados internos, elaborados en libertad. En estas conversaciones participaron los detenidos que ya mencioné que se encontraban en la pieza grande y el único             que se opuso fue el “guatón Billy”, alegando que esto no sería entendido y no tendría la utilidad que esperábamos.

“Decidimos hacer la declaración, suponiendo que podría tener un costo inmediato alto, pero un efecto positivo a largo plazo. Se decidió también que el texto lo trabajara una comisión, integrada por “Lucas”, “Marco Antonio”, “Condoro”, ”Gustavo”, “Miguel”, “Iván” y yo mismo. Informamos esto al CAPITAN MIGUEL, quien ordenó nuestro traslado a otra pieza, más chica, que quedaba casi enfrente de la sala de la “parrilla”, camino al baño. Nos facilitaron una máquina de escribir y papel. Hicimos un primer documento que entregamos al CAPITAN MIGUEL, quien estuvo a cargo de esta maniobra todo el tiempo. El texto contenía una crítica a la línea política del MIR hasta ese momento y una lista de militantes presos y muertos. La DINA lo estudió y exigió una serie de modificaciones. se nos obligó a poner como exiliados algunos militantes que nosotros habíamos puesto como presos, bajo el argumento que habían sido dejados en libertad o lo serían en los próximos días. En especial me recuerdo los casos de MARTIN ELGUETA, que se nos dijo que había sido expulsado del país y de BAUTISTA VAN SCHOUWEN, el cual, según el CAPITAN MIGUEL, también sería liberado o expulsado en breve para demostrar que estaba vivo y terminar con la campaña por su liberación…”

Esta declaración hecha años más tarde por uno de los integrantes del grupo que dio la conferencia de prensa, Hernán González, confirma que si la DINA no fue quien creó las variadas versiones que hablaban de un Van Schouwen detenido y enfermo en distintos hospitales de las fuerzas armadas, si hizo uso de ellas para manipular perversamente estas versiones y crear espectativas a quienes esperaban volverlo a ver con vida.

Finalmente la DINA inventó otra mentira más para ocultar su crimen. En febrero de 1978 la Junta Militar, informó ante una solicitud de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Américanos (OEA) que Bautista Van Schouwen “…viajó a Cuba el 2 de febrero de 1973 con pasaporte chileno Nº 2743 sin que exista constancia que haya reingresado al territorio nacional”[44]

Los hombres de la DINA que posiblemente participan en las detenciones y asesinatos de Patricio Munita y Bautista Van Schouwen V.

Marcelo Morén Brito, Mayor de Ejército, quién de acuerdo a lo anteriormente expuesto en estos relatos aparece mencionado en todas las declaraciones que son atingente a este caso, además es uno de los primeros hombres de la DINA, está acreditado en su participación en la “Caravana de la Muerte”.

Ricardo Lawrence Mires, Teniente de Carabineros, él es descrito por Ana María Moreira como el oficial que la interroga en su segunda detención y que le dice “Volvemos a encontrarnos”, por lo tanto había estado en su primera detención y era del grupo que trata de reparar ante el “Jefe Contreras” el error cometido con la muerte de Van Schouwen y Munita.

Manuel Leyton Robles, quién comenta en marzo de 1974, ante un grupo de agentes que se encuentran limpiando la casa de Villa Grimaldi, que allí habrían llevado a dos detenidos importantes que habían muerto en las torturas. No hay registros de otros dos detenidos importantes que hayan muerto en la tortura antes de esa fecha.

José Yévenes alias “el Kiko”, suboficial de carabineros que se integra a la DINA en noviembre del año 1973 y lo menciona la Señora Carlota Vassey como uno de los hombres que participan en la detención de su hijo.

¿Qué ha pasado con cada uno de estos nombres que se mencionan?.

Marcelo Morén Brito vive tranquilo y cómodamente en un lujoso departamento en Américo Vespucio Sur Nº 101, Torre A, Dpto 36. A pesar que está reconocido como un hombre brutal en la DINA y que participó en la tortura y muerte de varios detenidos, no ha sido castigado por la justicia porque todos sus crímenes se encuentran amnistiados por la Ley de amnistía de 1978.

Ricardo Lawrence Mires vive actualmente en San Felipe y a pesar que hubo un tiempo que estuvo abandonado por sus pares y transitaba como chofer de un taxi Lada por Santiago, logró reponerse económicamente, cuando comenzaron los juicios por derechos humanos en los primeros años de la transición, al amparo de sus camaradas de la DINA.

Manuel Robles Leyton, no tuvo tanta suerte y fue asesinado por sus propios camaradas de la DINA. En este asesinato participó Michael Tonwley y en él se probó el efecto del gas Zarín.

José Yevenes vive cómodamente en una agradable casita el barrio San Luis de Macul en la comuna de Peñalolén de Santiago, recibe su jubilación de suboficial en retiro y trabaja en el hospital de los Carabineros, DIPRECA, como asesor de seguridad y tiene un programa de radio donde rinde permanentes homenajes a su personaje preferido, Violeta Parra.

Pero quienes pueden dar todos los detalles de estas detenciones y posteriores asesinatos son el General Pinochet, hoy Senador Vitalicio, quién conocía perfectamente lo que había pasado en la parroquia de los Capuchinos lugar de detención, posteriormente en la morgue y en el Cementerio General. Por lo menos así se lo hizo saber al General Baeza a quién amenazó en su despacho por haber participado en la búsqueda del cadáver de su sobrino, Patricio Munita. El otro hombre que sabe quienes fueron los hombres que participaron en las detenciones y asesinatos es el General Manuel Contreras S. que fue quién acudió a su jefe para lamentarse por la intervención de un general en su trabajo.

 

Han pasado casi veinticinco años desde que tres personas fueran sacado de la Parroquia de los Capuchinos, a plena luz del día y con destino desconocido. A partir de ese momento muchas personas aquí nombradas y otras que no aparecen por ser desconocidas, comenzaron a investigar lo que había sucedido con dos de ellos que nunca volvieron, Bautista y Patricio.

Hoy a la luz de los antecedentes reunidos se puede decir que por lo menos hay tres culpables de las muertes y desaparición del cuerpo de Bautista Van Schouwen. Comenzando por Augusto Pinochet Ugarte quién supo por Manuel Contreras Sepúlveda de la exhumación de Patricio Munita, cuyo cuerpo se encontraba enterrado junto a Van Schouwen con quién habían sido detenido, asesinado y enterrado el mismo día. La pregunta que cabe ¿Era Patricio Munita tan importante para la DINA que moviliza a Contreras a acusar al General Baeza, de quién supone fue el que investigó y dio la información sobre su paradero en el patio 29, con Pinochet? o fue la rabia de Contreras al saber que este descubrimiento dejaría la evidencia que el cuerpo de Van Schouwen, quién era buscado por la dictadura desde el mismo día del golpe de estado con ofrecimiento de recompensa, se encontraba también en el Patio 29. Otro de los nombres implicados en este caso es el de Marcelo Morén Brito, quién se encarga de detener y torturar a las tres personas que caen detenidas por su relación directa o indirecta con las detenciones de Munita y Van Schouwen, también es el único nombre que el padre White hace mención después de quedar libre.

Otro nombre clave es el del General Arellano Stark quién era para la fecha el Comandante en Jefe de la Guarnición de Santiago y de la II División del Ejército y por lo tanto debía estar en conocimiento de todos aquellos procesos que movilizaban a un gran contingente de las Fuerzas Armadas y por lo tanto debió estar informado del gran operativo que se iba a hacer la mañana del 13 de diciembre en la Parroquia de Los Capuchinos.

Hay otros muchos cómplices que por decisión u omisión han cooperado con los delitos que van desde el secuestro, torturas, asesinato, inhumación ilegal, exhumación ilegal, ocultamiento de documentos que confirmaban la identidad de los muertos y la cremación ilegal de Van Schouwen.

 

[1]            Germán Cortez fue miembro de la Comisión Política del MIR, es uno de los últimos detenidos que pasó por Villa Grimaldi. El 18 de Enero de 1976 fue asesinado por la DINA. Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación Febrero de 1991

[2]            Monseñor Fernando Ariztía, entrevista telefónica con la autora del libro, 15 de agosto de 1998. Esta misma información la entrega por oficio (Nº1682) al Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago el 31 de julio de 19991.

[3]            República de Chile Secretaría General de Gobierno, Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile, 2ª edición, Editorial Lord Cochrane S.A. Santiago de Chile, año 1973. Este libro es un intento burdo de justificar el golpe de estado. En él se exponen los supuestos planes del “Plan Z”.

[4]           Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995.

[5]           Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995.

[6]           Id.

[7]           Con fecha 23 de agosto de 1991 fue entregada a un organísmo del gobierno democrático de Patricio Aylwin una fotocopia que contiene la ficha dactiloscopica del Servicio de Identificación, hecha a Bautista Van Schouwen Vasey en Concepción el 23 de diciembre de 1959. Por el anverso de la fotocopia figura una “ficha de la Comisaría” de fecha 14-XII-73 con el Nº 3951 referida a un NN másculino y figura como observación “Tcia Villa Macul”. En la parte inferior del reverso con la ficha de las huellas que según el timbre fechador fue revisada el “17-dic-1973” y entre otras anotaciones a mano se puede leer con claridad: Informado por oficio Nº 62577 Informado por teléfono 3-1-74 

[8]             General en retiro Ernesto Baeza, entrevista con la autora del libro 16 de diciembre de 1995

[9]           V Zubenko K. Tarásov, La CIA contra América Latina, editorial progreso, Moscú, 1984, pag 127

[10]             Ernesto Baeza, entrevista con la autora del libro, 16 de diciembre de 1995

[11]         Id.

[12]            Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[13]             Segismundo Pavez, entrevista con la autora del libro, 26 de febrero de 1996

[14]            General en retiro Ernesto Beza, entrevista con la autora del libro, 16 de diciembre de 1995

[15]         Nelson Gutiérrez ex dirigente del MIR, conversación con la autora del libro, 12 de enero 1996

[16]         Ver Miguel Enríquez 1944-1974, Recopilación de Escritos, ediciones Resistencia Popular, La Habana Cuba, tomo IV, año 1985, pág 11.

[17]         Sra. Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[18]         Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro, 15 de septiembre de 1995

[19]         Id.

[20]         Aurelio Fernández, entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995

[21]             General en retiro Ernesto Baeza, entrevista con la autora del libro, 16 de diciembre de 1995

[22]         Dr. Carlos Aguirre Nehuaus, Médico Director Area Hospitalaria Norte. Resolución: 1º AUTORIZASE la exhumación y traslados de los restos de D.I. N.N. (AUTOPSIA 3950 Foja 176 fallecido a causa de HERIDA MULTIPLES A BALA sepultado en el Cementerio GENERAL de la localidad de SANTIAGO para sepultarlo en el Cementerio CATOLICO de la localidad de SANTIAGO siempre que se encuentren encerrados en ataud que no ofrezca peligro alguno para la salud pública.

[22]            Comprobante de Recaudación Nº 2713 de fecha 15. FEB. 974 del Cementerio General, correspondiente a los restos de N.N. (Autopsia 3950, fojas 176, Patio 29, Sep. 2336), a Cementerio Católico de Santiago.

            Del Cementerio Católico Parroquial, ubicado en Avenida Valdivieso Nº 550, Santiago, se constató en el Libro de Ingreso de Sepultaciones, a Fojas 239 del 15. FEB. 974, la sepultación de N.N. exhumado del Cementerio General que fue reconocido como Patricio MUNITA CASTILLO.

 

[24]         Lucía Castillo y Aurelio Fernández, entrevista con la autora del libro, año 1995

[25]             Marcelo Germán Vergara, testimonio a la investigación aportados al Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago, 24 de diciembre de 1993

[26]         Lucía Castillo, entrevista con la autora del libro,15 de septiembre de 1995

[27]         Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995.

[28]         Aurelio Fernández P., encuentro en el Cementerio General, donde por primera vez vio una foto original de Bautista Von Schouwen, noviembre de 1995

[29]         Aurelio Fernández P., entrevista con la autora del libro, 8 de septiembre de 1995

[30]            General en retiro Ernesto Baeza, entrevista con la autora de este libro, 16 de diciembre de 1995. Estas palabras fueron ratificadas en el careo entre la periodista y el General en el Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago.

[31]         Sergio Arellano S, Oficio Nº 151, 25 de Marzo de 1974

[32]         Oscar Bonilla B. Ministerio del Interior Asesoría Jurídica Oficio Nº 708, 19 de marzo de 1974

[33]         Julio Rada, Prefectura de Santiago Oficio 267, 13 de marzo de 1974.

[34] Juan Herrera D., Director del Hospital Militar, Oficio reservado 637, 25 de marzo de 1974

[35]             Sentencia pronunciada por los Ministros Rubén Galecio, Dn. Arnaldo Toro y Dn. Abraham Meersohn.

[36]         Hector Valenzuela V, escrito presentado a la Sexta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, causa 174-74, 20 de junio de 1974.

[37]         Corte de Apelaciones de santiago, causa rol 731-74.

[38]         Ana María Moreira fue detenida el día 28 de enero de 1975, es llevada a Villa Grimaldi donde permanece 15 días. En ese período cae gran parte de las estructuras clandestinas del MIR: aparato Internacional, un grupo importante de las Fuerzas Centrales y el Regional Valparaíso. Información de la investigación de Pedro Matta extraída de los datos del Archivo de la Vicaría de la Solidaridad.

[39]             Información obtenida del Certificado de Defunción de Patricio Munita C.

[40]         V. Zubenko K. Tarásov, La CIA Contra América Latina, Editorial Progreso, 1984, pag.127

[41]             Archivos de la Vicaría de la Solidaridad. Recorte de prensa Diario el Día de México, 20 de febrero de 1975

[42]             Archivos de la Vicaría de la solidaridad.

[43]         Hector Hernán González Osorio, declaración jurada, 20 de septiembre de 1990

[44]         Ver Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Volumen 1, Santiago de Chile, Febrero de 1991, pág 217.


Corte de Santiago confirma condena para exoficial que asesinó al dirigente mirista Bautista Van Schouwen Vasey

Fuente : resumen.cl 10 oct 2019

Categoría : Prensa

En fallo dado a conocer hoy, la Séptima Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago confirmó la sentencia que condenó al ex oficial de ejército Orlando Oscar Carter Cuadra a 10 años y un día de presidio por su responsabilidad en los homicidios calificados de los dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Bautista Van Schouwen Vasey y Patricio Munita Castillo, delitos cometidos el 13 o 14 de diciembre de 1973 en la capital.

El 13 de diciembre de 1973 BAUTISTA VAN SCHOUWEN VASEY  y Patricio Munita fueron detenidos por efectivos uniformados y civiles al interior de la Iglesia de los Capuchinos, ubicada en calle Catedral 2345 en Santiago. Ambos prisioneros fueron trasladados con destino desconocido; al amanecer del día siguiente fueron ejecutados e inhumados ilegalmente en el Patio 29 del Cementerio General; unos días más tarde fueron exhumados por los victimarios e incinerados en el crematorio del propio cementerio.

El ex general de ejército Orlando Carter Cuadra era en aquella época teniente, formaba parte del contingente del Regimiento Tejas Verdes que fue el recinto donde Manuel Contreras dio inicio a sus prácticas criminales y desde donde maquinó la creación de la DINA. El referido Carter Cuadra era, por añadidura, yerno del Mamo Contreras.

En esta misma causa habían sido también procesados y acusados, por su participación directa en estos hechos, el propio Manuel Contreras y Marcelo Morén Brito quienes fallecieron antes de ser condenados.

En fallo unánime (rol 903-2017) la Séptima Sala del tribunal de alzada -integrada por los ministros Jorge Zepeda, Alejandro Rivera y el abogado (i) Jaime Guerrero- confirmó la sentencia del ministro en visita Mario Carroza que estableció la responsabilidad de Carter Cuadra en ambos homicidios. La sentencia de primera instancia fue fallada en diciembre de 2017 por el ministro Carroza.

Al respecto el fallo señala:

«Que, esta Corte, desechará la solicitud de nulidad de la sentencia, teniendo en consideración que de un detenido estudio de los antecedentes agregados al proceso, se constata que ellos han sido analizados de conformidad a lo que establece la ley y él contiene las consideraciones en cuya virtud se dan por probados los hechos delictivos atribuidos al condenado dando las razones legales que sirven para calificar el delito y sus circunstancias. Asimismo, debe desestimarse la causal que se hace consistir en haber sido dictada la sentencia contra otra pasada en autoridad de cosa juzgada, haciendo referencia a los hechos en que se fundara la acusación formulada en la causa contra Marcelo Moren Brito y Juan Manuel Contreras Sepúlveda, por cuanto a dicha relación no cabe darle tal condición».

Agrega que: «en este proceso, la investigación estuvo dirigida a determinar los homicidios calificados de Bautista Van Schouwen Vasey y Patricio Munita Castillo, hechos ocurridos el 13 o 14 de diciembre de 1973, luego de haber sido detenidos en el Convento de los Padres Capuchinos, ubicado en calle Catedral 2345 de esta ciudad, donde habían buscado refugio en los meses posteriores al golpe militar de septiembre de 2013 (SIC) y en el fallo apelado, luego de la abundante prueba agregada, analizada en el Considerando Segundo, entre otra, la consistente en documental, entre ellos el Bando Militar N° 10 inserto en el diario El Mercurio de 26 de septiembre de 1973, en el que se incluía a Bautista Van Schouwen, como una de las que debía presentarse voluntariamente en el Ministerio de Defensa Nacional y de no hacerlo sufrirían las consecuencias al colocarse al margen de lo resuelto por la Junta de Comandantes, pericias, testimoniales, Informes de la Policía de Investigaciones, Servicio Médico Legal, protocolos de autopsia de las víctimas, Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Informe del Sub departamento de dactiloscopia del Registro Civil para determinar la identificación de ambas, Ordenes de exhumación de restos del Cementerio General, se da por establecido en el Considerando Tercero, que los cuerpos de las víctimas fueron encontrados por Carabineros, frente al N° 600 de Avenida Américo Vespucio, sin identificación, muertos a consecuencias de múltiples heridas a bala recibidos por la espalda, propinados por una patrulla militar comandada por Carter Cuadra que en la época era Teniente de Ejército e integrada por un Suboficial y dos conscriptos.

Las víctimas, luego de habérseles efectuado la autopsia, fueron sepultados en el Patio 29 del Cementerio General y en el Considerando Quinto del fallo, el Ministro en Visita da por establecido que las víctimas encontradas por Carabineros, eran las dos personas a quienes Carter Cuadra, dio la orden de dispararles al cuerpo y darles de baja, lo que fue corroborado por los integrantes de la patrulla César Góngora y Jaime Campos Encina».


YERNO DEL “MAMO” CONTRERAS FUE CONDENADO A CÁRCEL POR EL HOMICIDIO DE DIRIGENTES DEL MIR

Fuente :12/04/2017 lanacion.cl

Categoría : Prensa

El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones a los derechos humanos, Mario Carroza, condenó al exoficial del Ejército Orlando Carter Cuadra como autor de los delitos de homicidio calificado de los dirigentes del MIR Bautista van Schouwen Vasey y Patricio Munita Castillo, ilícitos perpetrados entre el 13 y el 14 de diciembre de 1973, en la Región Metropolitana.

En el fallo, el ministro de fuero de la Corte de Apelaciones de Santiago sentenció a Carter Cuadra, yerno del fallecido exdirector de la DINA Manuel “Mamo” Contreras, a la pena de 10 años y un día de presidio.

En la etapa de investigación, el ministro Carroza logró establecer que, a partir del 11 de septiembre de 1973, las víctimas eran intensamente buscadas por las autoridades de la época, las que lograron ubicarlas, a mediados de diciembre, en una parroquia de la congregación de los Padres Capuchinos, ubicada en calle Catedral N° 2345, comuna de Santiago.

“Encontrándose en dicho lugar el día 13 de diciembre de 1973, en horas de la tarde, fueron detenidos por personal de Ejército vestidos de civil, quienes eran apoyados por un contingente de Carabineros y un bus institucional, los que ingresaron a la parroquia y les detuvieron ilegalmente, conjuntamente con un párroco de la congregación, el padre White, que al parecer es quien informa a los militares sobre su paradero”, relata el fallo.

La resolución agrega que “efectuada la detención por los agentes del Estado que comandaba Marcelo Moren Brito, les suben al vehículo y les habrían llevado a un sitio, que por los antecedentes reunidos no fue posible establecer, pero sí se puede afirmar que correspondería a un lugar clandestino de detención”.

“Al día siguiente -14 de diciembre de 1973- los cuerpos de ambos detenidos, Munita y Van Schouwen, son descubiertos por efectivos de Carabineros de la tenencia Villa Macul sin vida frente al N° 600 de la Avenida Américo Vespucio, sin identificación y muertos a consecuencia de múltiples heridas a bala recibidas por la espalda, que les ocasionaron efectivos militares comandados por el teniente Orlando Carter Cuadra. Los cuerpos posteriormente fueron levantados del lugar y llevados al Servicio Médico Legal, donde se les practica la autopsia y efectuada, se les sepulta en el Cementerio General, Patio 29, como NN”, añade el fallo.

Finalmente, se explica que “a raíz de diligencias posteriores de familiares de Patricio Munita Castillo se tuvo la oportunidad de exhumar su cuerpo e identificarlo, como también la revisión de los antecedentes de la autopsia practicada al otro cuerpo inhumado no identificado, pudo establecerse según informe de dactiloscopia efectuado en el mes de diciembre de 1973, que este correspondía a Bautista van Schouwen Vasey, cuyos restos después fueron exhumados por agentes de la DINA y cremados en el mismo cementerio”.

En el aspecto civil, el fallo condenó al Fisco a pagar una indemnización de 220 millones de pesos a familiares de las víctimas.