Poblete Roa José Liberio


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Rut : 6.227.737-8

Fecha Detención : 19-05-1977
Lugar Detención : Argentina


Fecha Nacimiento : 06-01-1955 Edad : 23

Lugar Nacimiento : Santiago

Actividad Política : Cristianos por el Socialismo (CPS)
Actividad : Técnico tornero

Estado Civil e Hijos : Casado, 1 hija
Nacionalidad : chilena

Gertrudis Hlaczik


Relatos de Los Hechos

Fuente :Informe Rettig

Categoría : Antecedentes del Caso

José Liberio Poblete Roa y su esposa Marta Hlaczik, argentina

Acciones contra matrimonios mixtos argentino-chilenos

El 19 de mayo de 1977 fue detenido José Liberio POBLETE ROA, miembro de la comunidad "Cristianos por el Socialismo", junto a su cónyuge de nacionalidad argentina y su hija de ocho meses Claudia POBLETE HLACZIK. El matrimonio y su hija desaparecieron, existiendo testimonios que indican su estadía en los centro de detención de "El Banco" y "El Olympo" en Buenos Aires, perdiéndose allá su rastro a mediados de 1979.

La Comisión se formó convicción de que fueron víctima de violación a sus derechos humanos por parte de sus captores, sin que existan elementos que indiquen la participación de agentes chilenos en los hechos.

 


Argentinos que robaron hija a chilenos se niegan a declarar

Fuente :EL MERCURIO – 15 de junio 2001

Categoría : Prensa

La primera audiencia del juicio oral por el robo durante el gobierno militar argentió (1976/1983) de la bebé de 8 meses Claudia Victoria Poblete, hija de padre chileno, pasó este jueves a cuarto intermedio luego de que el matrimonio acusado de la apropiación se negara a declarar ante el Tribunal, en uso de facultades constitucionales, comprobó un periodista de la AFP en Tribunales.
El militar Ceferino Landa y su esposa Mercedes Beatriz Moreira, ambos detenidos en el marco de esta causa, son sometidos desde hoy a juicio por su responsabilidad en la sustracción y retención de la ahora joven, quien vivió con ellos por más de 20 años ignorando su verdadero origen e identidad.
Landa, teniente coronel retirado que cumple prisión en la guarnición militar de Campo de Mayo luego de que el juez federal Gabriel Cavallo lo procesó con prisión preventiva, optó por su derecho constitucional y se negó a declarar. Sólo se leyó el testimonio que prestó ante el juez de instrucción.
Su esposa, quien por tener 71 años de edad cumple arresto domiciliario, se mantuvo durante todo el debate con anteojos negros oscuros. También se negó a responder a las preguntas de los jueces.
Con anterioridad el Tribunal leyó el requerimiento de elevación a juicio que realizó el fiscal Luis Comparatore, donde se detallan los hechos por los que el matrimonio será juzgado en un debate que se estima durará más de un mes.
El padre de la muchacha, José Liborio Poblete Roa, nació el 6 de enero de 1955 en Santiago de Chile y sufrió en 1971 amputación de las dos piernas, víctima de un accidente de tren. Un año después vino a Argentina para rehabilitación e integró el Frente de Lisiados Peronistas, de acuerdo con un comunicado distribuido hoy por Abuelas de Plaza de Mayo.
De acuerdo con la misma fuente, Claudia Victoria nació el 25 de marzo de 1978 en el capitalino Hospital de Clínicas.
Según el representante del ministerio público ''resulta poco creíble que Landa ignorara los mecanismos de la dictadura militar'', como él mismo declaró, ''cuando aparece mencionado en el archivo de represores de la CONADEP'' (Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, creada por el gobierno de Raúl Alfonsín que emitió el libro ''Nunca más'', utilizado en la década de los 80 por los jueces para condenar a los comandantes del régimen de facto).
Su esposa, también desaparecida, era Marta Gertrudis Hlaczik. Ambos fueron secuestrados y desaparecidos el 28 de noviembre de 1978 en el barrio porteño de Once.
A los padres apropiadores, la Justicia les imputa ''la retención, ocultamiento y supresión de identidad'' de la joven y el uso de tres ''instrumentos públicos ideológicamente falsos'', como ''el certificado de nacimiento de la niña, su partida de nacimiento, y su DNI'' (Documento Nacional de Identidad).
El comunicado de las Abuelas aseguró que madre e hija fueron vistas por sobrevivientes en el centro clandestino de detención de El Olimpo, en el barrio de Floresta. A Marta, se destacó, ''la pasearon desnuda arrastrándola de los pelos mientras la castigaban''.
Añade que los ''torturadores'' sacaron a Poblete de su silla de ruedas y se burlaban llamándolo ''Cortito''.
Landa explicó en la etapa de la instrucción que Claudia Victoria llegó a sus brazos con la intervención del médico militar -actualmente fallecido- Julio Cesar Cáceres Monié, quien firmó una partida de nacimiento falsa, argumentando que la niña había sido abandonada.
La causa se inició por una denuncia de Abuelas que comprobaron mediante un estudio de ''histocompatibilidad'' que la joven que había sido anotada como Mercedes Beatriz Landa, era en realidad Claudia Victoria Poblete.
También se adoptó como prueba ''categórica'' que la madre apropiadora era infértil y que tenía 49 años cuando supuestamente dio a luz a su hija.
Para el próximo viernes 22 fue convocada a declarar Claudia Victoria, quien a pesar de que se ha integrado a su familia biológica y ha adoptado un nuevo documento de identidad con el apellido de sus padres desaparecidos, aún vive con su madre apropiadora.


El caso de Claudia Victoria Poblete: Criada por los represores de sus padres

Fuente :EL SIGLO – Nº 974 – del 10 al 16 de marzo 2000

Categoría : Prensa

Por Victoria Ginzberg, Página 12, Argentina.

Secuestrada con sus padres en 1978, fue criada por un teniente coronel y agente de inteligencia. Los apropiadores están detenidos y procesados. Y ella, sólo a los 22 años, conociendo a su real familia.

El juez federal Gabriel Cavallo y el secretario Hernán Folgueiro trataban de no perder la compostura frente al imputado. "El médico militar Julio César Cáceres Monié me ofreció entregarme una beba que había sido abandonada", afirmó el teniente coronel. Y agregó:
"En esa época aparecían muchos bebés abandonados". El acusado, un ex agente de inteligencia del Batallón 601, de apellido Landa, acababa de reconocer que la hija que había criado fue falsamente anotada como propia. Los análisis genéticos demostraron que, en realidad, se trataba de Claudia Victoria Poblete, que tenía 8 meses cuando fue secuestrada junto a su madre y llevada al centro clandestino El Olimpo.
El 28 de noviembre de 1978, un grupo de hombres con uniformes de la policía de la provincia de Buenos Aires secuestró en su domicilio de la localidad de Guernica a Gertrudis María Hlaczik y a su pequeña Claudia Victoria Poblete. El padre de la niña, el chileno José Liborio Poblete, desapareció el mismo día. Al mes siguiente del secuestro, Gertrudis se comunicó telefónicamente con su madre y le preguntó si le habían entregado a Claudia Victoria. La señora le preguntó si estaba bien y si la obligaban a decir algo. "Modere sus palabras, su hija está mejor que el resto de sus compañeras. Acá no estamos en Rusia", le contestó una voz masculina antes de interrumpir la comunicación. Los testimonios de sobrevivientes de El Olimpo permitieron establecer que José, Gertrudis y Claudia Victoria fueron llevados a ese centro clandestino de detención.
A la beba la vieron sólo dos días, luego fue retirada con destino hasta hace poco incierto. El caso Poblete vuelve a poner en escena una de las terribles facetas del terrorismo de Estado. José, un técnico tornero chileno, había perdido sus piernas en un accidente automovilístico siete años antes de su desaparición. Conoció a Gertrudis en el Instituto de Rehabilitación ubicado en el barrio de Belgrano. En 1971 José había formado, junto con otros compañeros del centro médico, el Frente de Lisiados Peronistas (FLP), que llegó a estar constituido por más de doscientas personas que concurrían a las marchas con sus muletas, sillas de ruedas y lazarillos. El grupo de disolvió a mediados de 1974. José y Gertrudis formaron parte luego de la Unión Nacional Socio Económica del Lisiado (Unsel) y de Cristianos para la Liberación. Ambos grupos luchaban por los derechos de los discapacitados. La división Automotores de la Policía Federal ubicada en el amplio lote de la esquina de Ramón Falcón y Olivera, en Floresta, se convirtió en El Olimpo el 16 de agosto de 1978, fecha en que muchos prisioneros fueron derivados allí desde El Banco, otro campo de prisioneros.
El juez Cavallo comenzó a investigar el caso Poblete hace algo más de un año, a partir de una denuncia hecha por la representante de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, Alcira Ríos. La abogada informó que el militar retirado Ceferino Landa y su esposa -quien por razones de salud no podía tener hijos-, tenían en su poder a una joven anotada fraudulentamente como su hija, que podía ser Claudia Victoria Poblete. También consignó que el médico militar Julio César Cáceres Monié -ya fallecido- aparecía firmando el falso certificado de nacimiento. La pesquisa estableció que la niña, además, había sido anotada seis meses después del día en que supuestamente había nacido. En la denuncia, las Abuelas señalaron que Landa estaba sindicado como comandante de operativos militares durante la dictadura militar. Cuando el militar -quien se desempeñó como agente de inteligencia- fue llamado a declarar, reconoció que la joven de 22 años que había anotado como propia no era suya. Dijo que hacia fines de noviembre o principios de diciembre de 1978, el médico militar Cáceres Monié le ofreció entregarle una beba que había sido abandonada.
Landa manifestó que desconocía el origen de la menor y que nunca le dijo la verdad a la joven, por "egoísmo". El teniente coronel aseguró que no estaba enterado oficialmente de los crímenes que cometían los militares durante la última dictadura. Su mujer se negó a declarar. Hace quince días, y después de que el Banco Nacional de Datos Genéticos corroborara científicamente el vínculo entre la joven y las familias Poblete y Hlaczik, el magistrado y su secretario -asesorados por un psicoanalista- le explicaron a Claudia Victoria Poblete parte de su historia y le devolvieron su verdadera identidad. También le informaron que, en ese momento, sus apropiadores estaban siendo detenidos. En el testimonio de dos ex detenidos de El Olimpo consta que en uno de los "traslados" del año 1979, José Poblete fue sacado del lugar en su silla de ruedas. Dos días después la silla estaba tirada en un rincón de la playa de estacionamiento del campo. Gertrudis Hlaczik fue vista por última vez el 28 de enero de 1979. Ambos están desaparecidos, como lo estaba su hija. "La sustracción de la menor -y de sus padres- surge del contexto histórico aquí investigado, de los que no resultaban para nada ajenos los imputados, sobre todo en el caso de Landa, que se desempeñaba como militar en actividad en el cargo de teniente del Ejército en el año 1978, profesión desde la cual no podía desconocer los métodos ilícitos empleados para combatir a la subversión y a toda forma de oposición al gobierno ilegítimo que entre los años 1976 y 1983 usurpó el poder", aseguró el juez en su fallo.

FUNDAMENTOS DEL PROCESO

El juez Gabriel Cavallo fundamentó el procesamiento del matrimonio Landa citando la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, la Convención sobre los Derechos del Niño y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Con esa base, calificó tanto a la apropiación de menores y la supresión de identidad, como a la desaparición de personas, de "delito permanente" y "de lesa humanidad".
"Todos los Estados respetuosos del derecho internacional sobre los derechos humanos deben comprometerse a prevenir y perseguir a sus autores, con el objeto de cumplir con sus compromisos internacionales en pos de los objetivos generales de la comunidad internacional. Es por ello que en virtud del imperio del derecho de gentes receptado por nuestra constitución el derecho internacional de los derechos humanos encuentra acogida en nuestro derecho, de modo tal que toda decisión judicial debe necesariamente ajustarse a las pautas fijadas por las normas, jurisprudencia y doctrina internacional", afirmó el magistrado.

LOS REPRESORES DE EL OLIMPO

El caso Poblete podría ser el primer paso para realizar una investigación sobre lo ocurrido en El Olimpo, un campo que dependía del primer cuerpo del Ejército a cargo de Carlos Guillermo Suárez Mason. Varios personajes conocidos, como El Turco Julián, Colores y hasta el comisario Roberto Antonio Rosa -vinculado con el escándalo del juez federal Norberto Oyarbide- podrían verse comprometidos. Estos son algunos de los miembros de los grupos de tareas:
Juan Antonio del Cerro, alias "Colores": integraba los grupos de El Olimpo, Club Atlético y El Banco. Su nombre se hizo conocido en 1996 cuando reivindicó la tortura en un programa de televisión. Allí dijo sobre los niños: "no los podíamos tener en el regimiento y los dábamos a familias de militares por un tiempo. Después, como cuando a usted le regalan un perro, las familias se encariñaban". Según los archivos del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), participó personalmente del secuestro de Gertrudis Hlaczik y Claudia Victoria Poblete. Fue beneficiado por la ley de Obediencia Debida.
Julio Simón, alias "Turco Julián": suboficial de la Policía Federal. También represor del Club Atlético, El Banco y El Olimpo. Como Colores, relató su experiencia frente a las cámaras de televisión. Los ex detenidos lo describieron como profundamente antisemita. Está libre por la Ley de Obediencia Debida.
Ricardo Scifo Módica, alias "Alacrán": principal de la Policía Federal. Operaba en los mismos campos que los anteriores. También fue noticia durante la democracia. En su caso, se debió a que ex detenidos lo reconocieron en 1996 cuando estaba al frente del Centro de Atención de la Víctima de la Policía Federal, puesto que había ocupado desde 1991.
Enrique Carlos Ferro, alias "El Francés": coronel del Ejército. Fue jefe de El Banco, El Olimpo y Club Atlético. Como tal es responsable de todos los crímenes que se cometían en esos centros clandestinos, y del destino de los detenidos. Estaba procesado por 111 delitos cuando lo alcanzó la Obediencia Debida.
Juan Carlos Avena, alias "Capitán Centeno" y "Caballo": miembro del Servicio Penitenciario Federal. Actuó en El Olimpo, El Vesubio, El Banco y Club Atlético. Señalado como partícipe del secuestro de Lucila Rébora, quien estaba embarazada cuando fue secuestrada. Se benefició con la ley de Punto Final. En 1988 era director de la cárcel de Esquel.
Roberto Antonio Rosa, alias "Clavel": comisario de la Policía Federal. Fue reconocido como secuestrador de El Club Atlético, El Banco, El Olimpo y Brigada Güemes cuando el escándalo del juez federal Norberto Oyarbide lo puso en las tapas de los diarios. Rosa fue señalado como socio del juez y de los prostíbulos que protegía.


Enjuician a represor argentino por caso de desaparecido chileno

Fuente :EL MOSTRADOR – 28 de junio 2006

Categoría : Prensa

Simón, alias "el turco Julián", es enjuiciado por el secuestro en 1978 del minusválido chileno José Poblete, la argentina Gertrudis Hlaczik y la hija de ocho meses del matrimonio, en un caso considerado un ejemplo de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen militar que gobernó este país entre 1976 y 1983.

El represor de la última dictadura militar argentina Julio Simón se negó hoy a declarar en un juicio oral y público por la desaparición de un matrimonio formado por un chileno y una argentina y la sustracción de la hija de ambos.

Simón, alias "el turco Julián", es enjuiciado por el secuestro en 1978 del minusválido chileno José Poblete, la argentina Gertrudis Hlaczik y la hija de ocho meses del matrimonio, en un caso considerado un ejemplo de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen militar que gobernó este país entre 1976 y 1983.

Este el segundo proceso que llega a juicio después de que el Parlamento anulase en el 2003 las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que habían librado de responsabilidades a más de un millar de represores de la dictadura.

En la primera jornada del proceso se proyectó un vídeo de un programa de televisión argentina en el que el ex policía confesó que personalmente aplicó torturas mediante "shock eléctrico" y aseguró que el "criterio general" de la dictadura era "matar a todo el mundo".

En esa filmación, Simón también admitió haber actuado en tres centros clandestinos de detención, aunque aseguró que en ninguno de ellos hizo "traslados", como los represores denominaban al asesinato de personas que estaban privadas de su libertad.

El juicio es llevado a cabo por el Tribunal Oral Federal 5 y en las audiencias deberán comparecer más de 30 testigos.

El del matrimonio Poblete-Hlaczik es uno de los casos que se consideran paradigma de los crímenes de la dictadura y dio origen en el 2001 al primer fallo judicial que declaró inconstitucionales a las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida.

Ambas normas, que fueron denominadas "leyes del perdón", fueron derogadas en el 2003 por el Parlamento y el año pasado la Corte Suprema de Justicia ratificó su nulidad.

José Poblete, un chileno de 23 años que había perdido sus piernas después de ser atropellado por un tren en Santiago a comienzos de los años 70, llegó a Buenos Aires en busca de su rehabilitación y contribuyó en la creación del Frente de Lisiados Peronistas.

Como miembro de esa agrupación conoció a su mujer, otra militante peronista y estudiante de Psicología, dos años menor que él.

La pareja fue secuestrada el 28 de noviembre de 1978 y la misma suerte corrió su hija de ocho meses.

Todos fueron llevados a "El Olimpo", una de las 200 cárceles clandestinas que montó la dictadura en el país, donde fueron torturados.

Su hija fue entregada a un matrimonio afín a la dictadura, pero la joven, que tiene 28 años, fue hallada en marzo del 2000 por la asociación humanitaria Abuelas de Plaza de Mayo y pudo así reencontrarse con su familia biológica.

Poblete y Hlaczik forman parte de la lista de desaparecidos en la dictadura argentina, integrada por 18.000 personas, según datos oficiales, aunque los organismos de derechos humanos elevan la cifra a 30.000.

La semana pasada comenzó a las afueras de Buenos Aires el primer juicio contra un represor tras la anulación de las llamadas "leyes del perdón".

Se trata del ex policía Miguel Etchecolatz, ex director de Investigaciones de la policía bonaerense durante el régimen militar, quien es enjuiciado por el supuesto secuestro, aplicación de torturas y asesinato de seis desaparecidos.


Argentina: Condenan a ex represor por emblemático caso de chileno desaparecido

Fuente :LA NACIÓN – 4 de agosto 2006

Categoría : Prensa

Un tribunal de Argentina condenó hoy a 25 años de cárcel al ex policía Julio Simón por la desaparición en 1978 de un matrimonio chileno-argentino, compuesto por José Poblete y Gertrudis Hlaczik, y la sustracción de su hija, en un caso paradigmático de la última dictadura militar (1976- 1983).

Se trata de la primera sentencia de la justicia argentina contra un represor, después de que el Parlamento derogara en el año 2003 las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

Ambas leyes libraron de responsabilidad a más de un millar de agentes de la dictadura y en el 2005 también fueron declaradas nulas por la Corte Suprema.

El caso del matrimonio de Poblete y Hlaczik dio origen en el 2001 al primer fallo judicial que declaró inconstitucionales estas normas sancionadas en 1986 y 1987, conocidas como "leyes del perdón".
 


Frente por la Dignidad – Jose Poblete

Fuente :@LaPobleteFPD 11/7/2020

Categoría : Prensa

José Liborio Poblete Roa (1955-1978), fue un compañero Chileno que siendo muy joven, perdió sus piernas en un accidente ferroviario y decide venir a la Argentina para comenzar su tratamiento de rehabilitación.

Una vez aquí, comienza a compartir con otros compañeros con discapacidad sus injusticias y resurge una vez más su espíritu militante, nacido de las luchas populares Chilenas en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), bajo el gobierno de Salvador Allende.

Se enamora de la conciencia de lucha Peronista burbujeante en esa época y funda en 1971, junto a otros compañeros, el Frente de Lisiados Peronistas (FLP), recuperando así la dignidad de este sector marginado.

En 1974, mediante la Unión Nacional Socio-Económica del Lisiado (UNSEL), impulsan la normativa más importante de América Latina en materia de derechos laborales para las Personas con Discapacidad: la ley 20.923. La norma proponía que las personas con discapacidad sean concebidas como trabajadores y que todas las empresas privadas, estatales o mixtas, debían tener empleada como mano de obra el 4% de personas con discapacidad.

Pepe Poblete jamás deja sus convicciones y resiste junto a otros compañeros la feroz dictadura cívico militar, hasta que el 28 de Noviembre de 1978 es secuestrado junto a su mujer Gertrudis Hlaczik y su hija de 8 meses.

Tanto él como su compañera integran la larga lista de desaparecidos.

El esfuerzo de su familia junto con las Abuelas de Plaza de Mayo logró la restitución de su hija Claudia y su caso sirvió para que en el 2005, la Corte Suprema declarara inconstitucionales las leyes de obediencia de vida y punto final, y comenzaran así los juicios de la memoria. Esas son las razones por que adoptamos tu nombre como bandera, para llevarlo definitivamente a la victoria.

TU NOMBRE COMO BANDERA:

ABRIGARA LOS SUEÑOS,

DE NUESTROS OLVIDADOS,

DE LOS SIN VOZ,

DE LOS QUE DICEN BASTA,

DE LOS QUE INVITAN A CAMBIAR LA HISTORIA,

PARA QUE LA PATRIA DEJE DE SER UNA TIERRA ARRASADA.


Las banderas de José Liborio Poblete Venta ambulante para la revolución

Fuente :papelitos.com.ar sin fecha

Categoría : Prensa

Un grupo de militantes discapacitados generó recursos para sobrevivir durante el Mundial 78 con la venta callejera de banderas argentinas.

La mañana del viernes 2 de junio Fernando Navarro llegó al local que el Turco Ibrahim tenía sobre la calle Pasteur, en el barrio porteño de Once, con una idea clara de lo que necesitaban: banderas de Argentina. Esa tarde la selección debutaría en el Mundial de Fútbol que recién había comenzado a disputarse en el país, contra Hungría.  “Banderitas, Turco, ¿no tenés alguna por ahí? Tiene que haber”, le pidió Fernando. Ni él ni el vendedor, ni su hermano Pepe, ni el resto de los lisiados que integraban con ellos la agrupación revolucionaria Cristianos para la Liberación imaginaron esa mañana que la idea sería un “negoción”.

Fernando es hermano de José Liborio Poblete Roa. “Pepe”, “Cortito”, “Martín”, como le decían a José según el escenario en donde interactuara, llegó a la Argentina en la primera mitad de la década del ‘70. Venía de Santiago de Chile, adonde había sufrido un accidente de tren que lo había dejado sin piernas. Algunos registros históricos cuentan que viajó a Buenos Aires para rehabilitarse de su discapacidad. Pero su mamá, la Abuela de Plaza de Mayo Buscarita Roa, asegura que José, que en su tierra natal integraba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), se fue cuando la militancia política comenzó a ser perseguida en Chile, tras la dictadura de Augusto Pinochet.

Enseguida José hizo migas argentinas. Con varios jóvenes discapacitados que conoció en el Instituto de Rehabilitación de Bajo Belgrano (Claudia Grumberg, Hugo Avendaño, Alejandro Alonso, Norberto Scarpa, Mónica Brull, Gertrudis Hlaczik) fundó el Frente de Lisiados Peronistas, una organización que llegó a concentrar a más de 200 militantes políticos durante la década del ‘70 con y sin discapacidad. La persecución desplegada por la Triple A los obligó a desintegrar el frente, pero el grupo originario de compañeros y compañeras continuó unido, trabajando y militando. Poco después, confluyeron en la agrupación Cristianos para la Liberación. A ellos se unió Fernando, luego de cruzar la Cordillera de los Andes con el resto de los hermanos de José, Buscarita y su marido.  

La última dictadura cívico militar los encontró combinando militancia con estrategias para la supervivencia diaria. “La situación era difícil desde lo personal y desde lo político”, relata Fernando. El secuestro de Claudia Grumberg, el 12 de octubre de 1976, obligó a los integrantes del grupo a mudarse y a autoimponerse medidas de seguridad estrictas para no caer en las garras de los represores. Fernando se fue a vivir a Florencio Varela con Hugo Avendaño. José y Gertrudis, que ya eran pareja, se fueron a la casa de Buscarita, en Guernica. “Los compañeros caían todos los días, se hacía muy difícil el tema económico”, completa Fernando.

La venta ambulante fue una salida que los ayudó a mantenerse. Cuenta Fernando: “Con José comenzamos a armar una especie de cooperativa con los compañeros para poder subsistir. La venta se hacía bastante fácil porque la gente a los compañeros discapacitados les compraban. Teníamos compañeros ciegos, en sillas de ruedas, pero con un espíritu enorme de lucha.” Para 1978, la faena ya estaba organizada. Solían comprar mercadería al Turco que luego revendían en colectivos y trenes o en la calle.

Junio era todo Mundial. “No se hablaba de otra cosa”. Fernando fue a ver a su revendedor con una idea:

—Turco, ¿tenés banderitas de Argentina?

—Chileno, ¿para qué las querés si no van a pasar de la primera ronda?— bromeó, pero enfiló para el fondo del local y empezó a hurgar entre bolsas de peines y jarras de plástico, kits escolares y de costura, hasta que encontró una bolsa a punto de romperse con un puñado de banderas.

Fernando y su hermano Víctor “Lolo” Navarro las agarraron y las empezaron a ofrecer a apenas unas cuadras del local del Turco, al grito de “¡Argentina, vamos Argentina!”. Las vendieron todas a la media hora. Contentos, se fueron a ver el partido que la selección local ganó 2 a 0.

A la mañana siguiente se encontraron con Pepe en la estación de trenes Constitución para pensar cómo explotar ese pan caliente que habían descubierto el día anterior. “Pepe todo lo hacía organización social”, define el hermano. Buscarita lo recuerda diciéndoles a sus compañeros que aunque les faltaran las piernas o fueran ciegos debían trabajar, que no se podían quedar en la limosna. Ese mismo día los hermanos lo fueron a ver al Turco, quien se comprometió a conseguir más banderas. Poblete, por su parte, organizó todo para que compañeras y compañeros de Cristianos para la Liberación también fabricaran las telas albicelestes.

Repitieron el éxito en cada partido de Argentina. Las manos vendedoras crecieron con la organización. Había grupos de Cristianos para la Liberación vendiendo en cada punto importante de la ciudad. Fernando y Lolo, Hugo, Pepe y “Trudi” las ofrecían en las cinco esquinas —de las calles Honorio Pueyrredón, San Martín, Angel Gallardo, Díaz Vélez y Gaona— que confluyen donde está el monumento al Cid Campeador, en el barrio porteño de Caballito.  

A veces, la pareja llevaba consigo a su pequeña beba Claudia Victoria, a quien los compañeros y compañeras de militancia de sus padres llamaban “Mundialito”. El apodo se lo había puesto el padrastro de Pepe por haber nacido en marzo, muy cerca del Mundial. El resto de los días, la nena quedaba a cargo de la abuela Buscarita, quien luego la buscó intensamente. Es que Claudia Victoria Poblete Hlaczik fue secuestrada con sus padres en noviembre del ‘78 y llevada con ellos al excentro clandestino conocido como El Olimpo. Al cabo de unos días se convirtió en uno de los 400 bebés apropiados durante la dictadura. Fue criada como hija propia por el integrante de la estructura de Inteligencia del Ejército Ceferino Landa y su esposa, Mercedes Beatriz Moreira. Gracias a la lucha de Buscarita y las Abuelas de Plaza de Mayo recuperó su identidad en el año 2000.

La gente estaba alegre con el desempeño de la Argentina en el campeonato y los Cristianos para la Liberación también. A pesar de que la dictadura les “soplaba en la cabeza todo el tiempo”, de las noticias de un compañero secuestrado allí y otro caído allá, cómo se vivió el Mundial de 1978 les sirvió para sentir “eso que se siente cuando el pueblo está en la calle, esa alegría… fue una distensión, había mucha alegría”, reconoce Fernando.  

La venta de banderas les permitió no solo generar recursos para la subsistencia de los compañeros, sino también para financiar actividades de militancia. Pudieron imprimir volantes con consignas revolucionarias, compraron un auto y ayudaron con el alquiler de casas a quienes lo necesitaban en la organización. “El dinero no era una preocupación para nosotros, sino que estaba al servicio de la lucha”, apunta Fernando. El grupo se financió con los recursos generados por las ventas de las banderas del Mundial hasta noviembre de 1978, cuando secuestraron a Pepe, Trudi y Claudia Victoria.  


El caso Poblete llegó a Tribunales

Fuente :lanacion.com.ar 15/6/2001

Categoría : Prensa

Un oficial retirado del Ejército y su esposa se negaron ayer a declarar ante un tribunal, en la primera jornada del juicio al que son sometidos por la apropiación de Claudia Victoria Poblete, hija de un matrimonio desaparecido durante la última dictadura militar.

En el primer proceso oral y público a un ex oficial del Ejército por la sustracción de bebes de desaparecidos, el teniente coronel (R) Ceferino Landa y su mujer, Mercedes Beatriz Moreira, ocuparon el banquillo de los acusados ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 5, pero hicieron uso del derecho que les asiste para no declarar.

Ambos son acusados de retención, ocultamiento y falsificación de los documentos de la niña Poblete (que hoy tiene 23 años).

Quien sí brindó su testimonio ante los jueces Guillermo Madueño, Luis De Renzi y Guillermo Gordo fue la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, Ana María Di Lonardo.

La científica aseguró que los exámenes de ADN establecieron "una identidad total en el linaje, un resultado extraordinario de establecimiento del vínculo" entre la joven Poblete y sus padres secuestrados y desaparecidos, José Liborio Poblete Roa y Marta Gertrudis Hlaczik.

Sigue el juicio

El juicio continuará hoy, a las 9, en los tribunales de Retiro, donde declarará la abuela paterna de la chica, Buscarita Roa.

El matrimonio está acusado de criar ilegalmente a Claudia Victoria Poblete Hlaczik, con el nombre falso de Mercedes Beatriz Landa. En 1978, la niña -de sólo ocho meses- estuvo secuestrada en el centro clandestino de detención El Olimpo junto con sus padres, José Poblete -lisiado de ambas piernas- y Gertrudis Hlaczik, que fueron secuestrados el 28 de noviembre de 1978 y hoy siguen desaparecidos.


Abuelas de Plaza de Mayo, sucursal Santiago de Chile La larga saga de José y Buscarita Roa

Fuente :socompa.info 10/12/2022

Categoría : Prensa

Hace pocas semanas Buscarita Roa, Madre y Abuela de Plaza de Mayo, chilena como su hijo desaparecido, fue homenajeada por la embajada de su país. Esta es su historia, contada por ella misma al filo del año 2000*, altri tempi, y la de José Poblete, militante incansable a ambos lados de la cordillera y creador del Frente de Lisiados Peronistas.

Esta historia debería comenzar el día de Reyes del año 1955 en Chile, cuando nació José Poblete. Sería bueno comenzarla así para no tropezar de movida con el temor que aflora en Buscarita apenas se enciende la señal del grabador. Buscarita, la madre de José, se ataja de esta manera:

-Es un poco problemático todo esto para mí; porque cuando hablo de mi hijo me emociono mucho.

Es como ella lo anticipa: se quiebra en la décima línea de la desgrabación. De modo que, por ahora, mejor comenzar esta historia en una barriada obrera al sur de Santiago de Chile, con José y sus numerosos hermanos. A los cinco años Buscarita anotó a José en un jardín de infantes y la maestra le avisó: ojo con este chico que es muy avispado. En el inicio de su vida no defraudó: de un salto pasó a segundo grado de primaria. A los doce se metía en el secundario con ganas de estar en todas partes, en el colegio, en las escuelas, en el barrio con los chicos.

-Él siempre estaba presente en el barrio para hacer algo por la gente. Me llevaba todos los niños a mi casa. Yo a veces me enojaba porque decía que la casa era chica y me la llenaba de niños. Él me decía: mamá, los chicos no pueden ir al colegio. Porque los padres a veces eran tomadores y ellos salían a la calle a vender diarios o caramelos, no iban al colegio. Entonces los llevaba a casa y con otros amigos les enseñaban a leer y a escribir. Siempre me decía que tuviera una toalla para los niños. Les hacía lavarse la cara, las manitos, porque en los barrios humildes, en esa época, en las familias que trabajaban, los niños estaban muy abandonados.

Los sustos de Buscarita por las correrías del hijo fueron precoces. No a los 16 o a los 18 o a los 20, sino a los 13 años de José. Cuenta que decía “Voy y vuelvo” y desaparecía a la medianoche llevándose una frazada. En qué se habrá metido, dónde se habrá metido, se preguntaba Buscarita. A la mañana siguiente se aparecía por casa y sin frazada. ¿Qué has hecho con la frazada?, preguntaba Buscarita. Se la dejé a unos viejitos, respondía José. O bien, se la dejé a una señora que tiene muchos niños.

-Yo le decía, “¡Negro!, somos muchos. Vos te llevás las cosas y acá las necesitamos. Qué sé yo si esa gente necesita eso”. Él me decía “Si querés te llevo”. Y se quedaba en esos lugares para que la policía no se llevara a la gente. Yo vivía aterrada, a veces le prohibía salir y se me escapaba por la ventana, cuando ya estábamos durmiendo. Así empezó su militancia, haciendo ese tipo de cosas.

Después de controlar su amago de quiebre en el comienzo, Buscarita apura el relato arrancando y cruzando mil anécdotas distintas sobre la infancia y adolescencia de José en Chile. Cuenta la toma de la primaria del barrio en la que estudiaban sus hijos. Un día una madre descubrió que el depósito donde guardaban los alimentos que recibían los chicos estaba “sucio y lleno de ratas”. Los padres pidieron una desinfección y la directora contestó que qué atrevimiento, que los padres no debían meterse en asuntos sobre los que no estaban en condiciones de opinar. Buscarita tuvo la mala idea de comentarlo a sus hijos y les dijo que a partir de ese momento volverían a comer en casa.

-Él escuchó y entonces se fue a hablar con la señora que había visto eso. Hizo toda una revolución, habló con todos los padres, tomaron el colegio, se sacó la mercadería. Era cierto estaba toda comida de ratas, estaba sucio. La directora no se preocupaba demasiado, los bancos estaban rotos, las sillas quebradas, un desastre. Tomaron el colegio, echaron a la directora, organizó a los padres para que arreglaran los pupitres, para que pintaran el colegio. Así que terminé yo participando de la pintura del colegio, en la toma del colegio, toda la familia terminó haciendo un montón de cosas. Eso fue lo primero que hizo y la directora dijo que él era comunista, que seguramente los padres eran comunistas. Yo en esa época vivía con mi marido, a él nunca le gustó la política ni se metió en eso, ni le gustaba la religión, era una persona muy así.

Ya con su pequeño Vietnam a cuestas, José siguió buscando nuevos escenarios en los que aplicar sus dotes leninistas de organización. Cuando cumplió 15 años se formó una junta vecinal en el barrio, algo que, como apunta Buscarita, era común en el Chile de entonces y aquí también. “Organizó la junta de vecinos, llamó a todos los padres del colegio, a todas las madres y se formó una capillita. Vino un cura y la capillita era de madera, muy pobre. Mi hijo se hizo amigo del sacerdote que habían mandado al barrio, era muy joven, y él le dijo que por qué no hacíamos colectas entre todos para hacer la capillita de ladrillo. Se organizó todo eso y de nuevo terminé también trabajando en la capillita. Hasta mi ex marido terminó haciendo de todo, en la kermese, juntando dinero porque no había nada”.

-El sacerdote era divino también. Se hizo la capillita con mucho sacrificio; salíamos con las bolsitas a recolectar plata de todas partes. Todo el mundo ponía o un paquete de fideos o uno de arroz, se hacía una canasta o una rifa.

El día en que se apareció el intendente

Fue tanto el revuelo en el barrio que hasta el intendente se apareció a la hora de elegir presidente de la junta. Era la época de la presidencia de Salvador Allende y cuenta Buscarita que muchos barrios humildes se estaban poniendo coquetos, “todo asfaltado, con agua, con electricidad, alcantarillas”. Casitas que tenían su living comedor, dos dormitorios, un baño, patio, un antejardín, “piso de flexi” y la posibilidad de que los vecinos terminaran de ponerlas según su gusto y posibilidad. En la barriada de José terminaron por ser 360 casas más el local para la junta. Cuando llegó el momento de dialogar con el intendente, los vecinos levantaron la fórmula José Presidente. El intendente miró hacia abajo, en dirección a José 

-¿Qué edad tiene este niño?

-Quince años, contestó él. E inmediatamente adelantó la diestra, se la estrechó al intendente y le dijo mucho gusto.

El hombre lo miró un poco azorado y de la misma manera miró a la gente a su alrededor. Pero los vecinos comenzaron a reivindicar acalorados el currículum de José y sus dotes, remarcando punto por punto todas las iniciativas de ese líder enano, incluyendo a los arbolitos que entonces eran tan enanos como él y que hoy son gente grande. Tras la discusión, pueblo y gobierno llegaron a un acuerdo. Designaron como presidente formal a un vecino llamado Hugo, pero quedó en claro que Pepito se quedaría a su lado para seguir tirando ideas. Una inmediata fue la creación de una sala de lectura en la que José y sus compañeros se dedicaron a alfabetizar a medio mundo.

-Así organizó y les enseñó a leer y escribir a muchos chicos del barrio, personas que ahora son grandes. Y ahora, muchas veces, cuando voy a Chile, me dicen: “Pepito me enseñó a leer”.

A los 17 José ya había terminado el secundario y salió a hacer un viaje por el sur del país. Fue entonces cuando sufrió el accidente que lo hizo venir a la Argentina: cayó del tren en que viajaba a las vías.

-Quedó con las piernas rotas. Lo operaron, pero no le pudieron salvar nada. Yo creí que en ese momento se le iba a venir todo encima. Pero terminó el colegio, le faltaba muy poquitito, siguió adelante. Yo creo que siguió porque tenía tanto espíritu revolucionario que eso le afianzó un montón de cosas.

El alma del fin de milenio viene lo suficientemente apagada y triste como para que cualquier traductor-mediador de entrevistas intente manejar ciertas distancias cuando aparecen expresiones tales como “espíritu revolucionario”. Se sabe: hay un pudor incorporado según el cual hay que esquivar esas cosas por temor a que nadie se las crea. Ocurre que el traductor tampoco puede traicionar el material con el que trabaja. Los recuerdos de Buscarita Roa sobre su hijo son así, impresionantes. Y resulta embarazoso dejar que languidezcan como meros apuntes marginales.

Durante un tiempo, de regreso del hospital, José estuvo en su casa rodeado de amigos del barrio y el colegio, en un clima de acá no pasó nada. Uno de los visitantes más asiduos era un profesor amigo y compañero de militancia. Fue el encargado de bajar a tierra a José, de decirle que a partir de la pérdida de sus piernas la vida iba a continuar pero que iba a ser de otra manera. Le dijo también que él tenía que enfrentar solo su nueva vida y que las cosas ya no iban a ser iguales. Fueron pasando las primeras semanas y un día, cuando todavía la familia no le había comprado la silla de ruedas, se desató un incendio en el barrio.

-El comenzó a desesperarse. Me decía: “Mamá, yo tengo que hacer algo”. Porque se quemaron como cuatro casitas y él estaba acostumbrado a salir corriendo cada vez que pasaba algo. Me dijo: “Acá cerca vive alguien que usa silla de ruedas, ¿por qué no le decís a los chicos que la vayan a pedir prestada? Que se siente en una silla y me la preste por un rato, nada más”.

La silla llegó y José inició una nueva colecta, pero esta vez sobre ruedas. Consiguió colchones, frazadas, comida y no paró hasta la noche. A la mañana siguiente, desacelerado, cuenta Buscarita que llegó su reacción. Habló con la madre y le anunció que iba a tener que irse hacia cualquier país en el que le pusieran algo en lugar de las piernas. Le recordó a Buscarita la indemnización que había recibido de la empresa de ferrocarriles y le dijo: “Comprame la silla de ruedas y comprame un pasaje”.

-Él pensaba ir a Francia, pero no alcanzaba el dinero para ir a Francia. Entonces dijo que se iba a la Argentina.

¿Esto cuándo fue?

-Más o menos en el ‘73, antes de la dictadura en Chile.

José llegó justo a tiempo para vivir el prólogo de la nuestra.

Santiago de Chile-La Plata-Barrancas de Belgrano

“Una romería de gente”, según expresión textual de Buscarita, fue a despedir a José cuando salió rumbo a la Argentina. Nadie tenía plata para acompañarlo más allá de los límites del propio barrio y Buscarita tampoco la tenía como para andar con una máquina de fotos para registrar la escena, cosa que todavía lamenta. Así que Pepito rumbeó solo con su valija, le cargaron la silla de ruedas, lo auparon a bordo del micro. Y adiós. Traía una única dirección de gente conocida en La Plata con la que estuvo un tiempo y de allí salió rodando hasta internarse en un instituto para rehabilitación de lisiados en Barrancas de Belgrano.

Como siempre -miles de pequeños Vietnam- José hizo las cosas con prisa y sin pausa. Cuando comprobó que las subvenciones estatales no alcanzaban para hacer del instituto un lugar mejor, comenzó a pelear y terminó fundando el Frente de Lisiados Peronistas. Puede que como figura política la denominación sorprenda, pero en esa época las cosas eran así: Movimiento de Villeros Peronistas, Movimiento de Inquilinos, agrupaciones y sub-agrupaciones en todos los barrios, en todos los gremios. Lo curioso es que las reivindicaciones del Frente -un cuarto de siglo después- hablaban de los mismos problemas de hoy: lisiados condenados al encierro, discriminados en la calle y en el trabajo. José comenzó a organizar paseos en micro por Mar del Plata, por San Andrés de Giles, por donde fuera. Al mismo tiempo que comenzaba a meter jaleo, encargó, gracias a la mediación de la embajada chilena, unas prótesis que vinieron de Alemania y terminaron de ajustar en el instituto. Al poco tiempo, como decía el viejo chiste, anduvo boludo, pero anduvo. Tan es así que a los seis meses se presentó en Santiago estrenando piernas.

-Nadie lo podía creer. Se bajó de un taxi en la puerta de mi casa y dijo “Acá vengo, caminando y parado”.

En 1974 Buscarita vendió en Santiago todo lo que pudo y se trajo al país a sus otros seis hijos. Se instaló en San Martín, cerca de la ruta 8, en una piecita prestada por compatriotas. José seguía peleando: consiguió que el Estado comenzara a pagar pensiones y batalló públicamente por la apertura de fuentes de trabajo. Por esos días el frente de la casa de Buscarita era un estacionamiento perpetuo de hasta diez sillas de ruedas simultáneas. José, que tenía un título de tornero, comenzó a trabajar como administrativo en Alpargatas y se puso a estudiar Psicología en La Plata. Conoció a una mujer, Gertrudis Marta Hlaczik, se casó con ella y ambos se fueron a vivir a Guernica. Militaban en el grupo Cristianos por la Liberación. Tuvieron una hija: Claudia Victoria.

Ojos por las rendijas. El Olimpo

Claudia tenía ocho meses de edad cuando secuestraron a su padre, el 28 de noviembre de 1978, en Plaza Once. “Casi simultáneamente”, según informa el Nunca Más, su mujer Gertrudis fue raptada con Claudia en brazos por un grupo de policías de la Brigada de Lanus. A la nena la llevaron envuelta en una sábana, llorando. “Eso fue lo que vio la gente -cuenta Buscarita- por entremedio de las rendijas”. Llevaron a los tres al campo de concentración El Olimpo. Pero Claudia sólo estuvo allí un par de días.

Por una vez, una madre de desaparecidos tuvo noticias relativamente rápidas y certeras acerca del destino de sus familiares.

-Un día una chica ciega que también había sido secuestrada, porque era amiga de ellos, del instituto, apareció tirada en la General Paz. Sus padres eran de mucha plata, él era gerente de la fábrica de Mantecol. La hicieron aparecer porque ahí debe haber habido alguna presión. Había otras dos personas también. Yo me junté con ellos que estaban muy asustados y me comentaron que mi hijo y mi nuera estaban vivos y estaban en un lugar que lo llamaban El Olimpo.

En el informe Nunca Más también se cita el llamado que recibió Buscarita, en diciembre. Era Marta, su nuera, que apenas alcanzó a explicarle que ya no tenía a la beba porque se la había pedido “un tipo al que le dicen Colores”. Se sabe, el tal Colores era compañero de “Paco” y el “Turco Julián” en el gremio de los torturadores del Olimpo. En el Nunca Más se puede leer este párrafo:

“Tanto Gertrudis como José Liborio Poblete -a quien los represores apodaban ‘Cortito’, burlándose de la falta de sus piernas- fueron brutalmente torturados. A ella ‘la pasearon desnuda, arrastrándola de los pelos mientras la castigaban’; a su marido lo recuerdan ‘cuando lo veían pasar por el baño todos los días arrastrándose sobre sus manos, ya que no tenía piernas y le habían sacado la silla de ruedas’”.

Buscarita supo algo de todo esto mucho antes de la aparición del informe de la CONADEP.

-Chiche, uno de los lisiados -porque se llevaban a los lisiados también- que era el marido de Mónica, esta chica ciega, los vio, habló con ellos. Me dijo que los había visto en los baños, porque tenían duchas separadas por un tabique. Me dijo que como Pepito no tenía piernas se estaba bañando en el piso. Pepito vio las piernas con fierros de este chico que tenía polio. Entonces le preguntó: “Chiche, ¿sos vos?”. Él le dijo que sí y le avisó: “Mirá que yo me voy, a mí me largan”. Pepito le pidió que me dijeran que ellos estaban bien, que a lo mejor salían de ahí.

A José se lo llevaron para siempre en uno de los traslados del año 1979. Sus compañeros del Olimpo lo supieron dos días después, cuando vieron su silla de ruedas tirada en el estacionamiento del campo.

En la Presidencia de la Nación

-Al poquito tiempo que desapareció estuve con Madres. Cuando vi que había gente

relacionada con los desaparecidos que se juntaban en Plaza de Mayo, me fui ahí y me enteré. Después ya supe de Abuelas. En ese tiempo no estaba esta presidenta que hay ahora, era maravillosa también, y me fui ahí y empecé a participar.

De nuevo aparece algo increíble en el relato de Buscarita Roa. Algo que esta vez se refiere al lugar desde el cual ella salía, varias veces por semana, hasta la sede de Abuelas. No lo hacía desde su casa en Guernica -comprada con ayuda de los cientos de banderas del Mundial ’78 que vendieron sus hijos- sino desde su lugar de trabajo, ubicado en un lugar muy particular.

-Yo en esa época trabajaba en Presidencia de la Nación, era supervisora de limpieza. Entonces, cuando salía del trabajo, me iba y hacía las cositas, colaboraba con lo que yo podía. Yo estaba en Presidencia y me hacían el Side (sic) cada tres meses para saber qué pasaba con mi familia. El Side es para ver si vos participás en algo, si participás en política. Ahora, cómo me tomaron, cómo pude entrar ahí, no sé. Llegué porque una vez me encontré con una chica en el colectivo. Yo estaba sin trabajo y me dijo: ¿no querés trabajar para una empresa de limpieza? Me tomaron y empecé.

A los seis meses Buscarita Roa, chilena, madre y abuela de desaparecidos, fue ascendida en la Presidencia de la Nación al puesto de encargada de limpieza. “Yo trabajaba muchas horas. Me decían si me podía quedar hasta las 6 y me quedaba, hasta las 8 y me quedaba. Y si me podía quedar a la noche, me quedaba”. Durante años nadie nunca supo nada. Buscarita salía con su guardapolvo celeste y con el guardapolvo se iba a la Plaza, daba la ronda y se volvía a trabajar “porque estaba muy cerquita”. Así fue hasta bien entrada la democracia.

-Cuando fue el juicio de los militares, tuve que ir a declarar. Seguía trabajando ahí hacía ya 14 años. Entré al final del gobierno de Isabelita y salí en los primeros meses del de este hombre, Alfonsín. Viene el juicio y yo ahí adentro no me podía borrar, no me podía poner nada en la cara. Entonces salí en la tele. Mis compañeras, amigas mías y toda la gente del trabajo me decían “Cómo pudiste con tanto sufrimiento, cómo no me contaste, que nadie se enterara, cómo hiciste”. Me dieron mucho apoyo. Yo había pensado: “Acá me echan”. Y no me llamó nadie.

Pepito no se fugó

-Yo ahora me aseguré de que los mataron y todo por los años que han pasado, porque yo hasta hace poco todavía tenía la esperanza de que Pepito se hubiera fugado, que hubiera ido a dar a otro país. Esta es la película que uno se hacía, que a lo mejor él no se podía comunicar con nosotros pero que en algún momento lo iba a hacer, siempre las esperanzas estaban. Durante muchos años tuve esa esperanza. Inclusive yo fui después al manicomio, fui a todos esos lugares porque pensaba que a lo mejor había perdido la memoria o lo tenían por loco. Pedí las listas de los enfermos, pero nunca más. De mi nuera también, porque yo pensaba que como ella no tenía participaciones políticas muy grandes, a lo mejor la iban a largar y le iban a decir que se fuera a otro país. Pero tampoco. Y como a los dos años que había desaparecido mi nuera, mi consuegra se mató, se suicidó, así que yo también ahí ya perdí la compañía de ella. Con ella andábamos por todos lados.

¿Recordás cuándo pensaste que Pepito ya no iba a volver?

-Pasaron como quince años y un día me fui a la iglesia. Yo siempre tengo la costumbre de entrar a la iglesia cuando está sola, cuando no hay misa. Ese día yo entré a la iglesia y es como que alguien me dijo que no estaba más. Fue como una cosa que yo sentí, que no lo buscara por vivo, incluso con mi nuera. Todavía pienso que puede estar viva porque a veces veo chicas en la calle parecidas. Incluso las he seguido y hasta que no les he visto la cara no me he quedado tranquila. Pero mi hijo era muy notorio porque era el único lisiado que se llevaron sin piernas, porque las piernas ortopédicas de él las tengo yo, me las tiene una amiga porque yo no las pude tener en mi casa. Yo ahí ya les dije a mis hijos: Pepito no está más. Ya empecé a prenderle velitas, los lunes.

La vuelta ahogada a la Plaza

“Ahora hace mucho que no voy a Abuelas porque me hace muy mal, entro a Abuelas y entro a llorar, no puedo parar. Lo mismo me pasa en Plaza de Mayo. Cuando voy a la plaza doy toda la vuelta y toda la vuelta estoy ahogada, nunca más me pude recuperar. Tengo ahí alguna ropa de mi hijo, la conservo, la tengo ahí muy escondida porque cada vez que la veo es un sufrimiento… No puedo, tengo seis hijos y para mí es como que falta ése y no hay caso, ningún hijo llena el vacío de otro hijo, es imposible. La desaparición de un hijo es terrible porque si a uno se le muere un hijo uno sabe que se murió, lo entierra, hay un lugarcito donde uno puede ir a dejar una florcita. Hubo un tiempo en que yo iba al cementerio y dejaba una flor en cualquier tumba, cosas así, uno hace cosas muy extrañas cuando tiene este problema. Yo creo que a todas las Madres les debe pasar lo mismo.

Hace poquito fui otra vez a sacarme sangre al Hospital Durand, me lo pidieron las Abuelas. Pero un poco he abandonado toda la lucha. No es que esté rendida, si yo tuviera alguna punta del ovillito seguiría haciendo. La nena me preocupa un poco porque digo yo: si llega a aparecer, pobrecita. La historia que deben vivir los chicos como ella debe ser terrible también. Algunos por ahí no lo pueden asumir.

   –¿Ese es el mayor miedo?

-Sí, ése es el mayor miedo. Tengo mucho miedo de que la niña, al aparecer, diga no. No, yo no soy nada de ustedes.

¿Cómo te imaginás que puede ser un encuentro con tu nieta?

-No sé, me la imagino de tantas maneras. Me imagino que si ella tiene algo de ellos se va a poner contenta de encontrar a su familia, su identidad, y también me imagino que a lo mejor lo rechace. También a veces pienso que va a rechazar todo, que va a culparlos, que por culpa de que ellos eran revolucionarios ella se crio en otro lado. Hay muchas formas de pensar. Uno dice cómo será, será alta, bajita, rubia como la madre, morocha como el padre, tendrá los sentimientos de ellos, tendrá buenos sentimientos, no tendrá.

Sigue hablando Buscarita, sin mediaciones.

“Antes de morir quiero encontrar a la nena, no sé cómo, pero la voy a encontrar. Es muy importante que los chicos se hagan el ADN, porque yo pienso que uno tiene que saber su identidad. Mira lo que me sucedió a mí: yo me crie con una abuela, mis padres murieron cuando yo tenía tres años y resulta que me crió mi abuela paterna. La mamá de mi mamá crió a dos hermanos míos que eran hijos de mi mamá solamente. Mi hermana tenía seis y mi hermano nueve. Y resulta que, por esas contrariedades de las familias, que antiguamente pasaba mucho, que no se quería una familia con la otra, nos separaron y yo me crie con una abuela.

“Yo, como me crie sin padres, llevaba un dolor adentro de saber que no conocía a mis padres y tampoco conocía a mis hermanos. Mi abuela nunca me dijo que yo tenía hermanos y pasaron los años y mis hermanos me buscaban, me buscaban por todos lados y yo me vine a vivir a la Argentina y por supuesto no me encontraron. Y una vez ellos fueron a la televisión en Chile y una amiga de mi hijo, del que tengo, le contó, le dijo a Fernando que andaba una familia buscándome a mí y mi hijo Fernando dijo: “¿Unos hermanos? Si mi mamá no tiene hermanos”.

“Le dijeron que buscaban a una Buscarita Roa y tenía que ser yo. Llaman al canal y les dicen que sí, que efectivamente había una señora y un señor que andaban buscando a una señora Buscarita Roa. Ahí le dan el teléfono de mi hermano que vive en el sur de Chile y mi hijo llama y se presenta como mi hijo y le dicen que es el sobrino. Le dicen que buscan a su hermana y mi hijo viajaba al día siguiente a Chile y queda en encontrarse con él. Mi hermano se fue para Santiago donde estaba mi hijo. Ahí se encontraron por primera vez, yo me enteré y nos encontramos por primera vez hace cinco años. Mira lo que hace la familia a veces. Esa alegría tuve, de haber encontrado a mis hermanos.

“Tengo 56 años y a Pepe lo tuve cuando tenía 15. Por eso. Si yo encontré a mis hermanos después de tanto tiempo, cómo no voy a encontrar a mi nieta”.

Cuando me voy para Chile

Buscarita se sigue levantando todas las mañanas para ir a trabajar, visita a sus hijos, sale de vez en cuando al cine con una amiga, hizo gimnasia mientras pudo pagar las clases. Le gusta tejer, hacer manualidades y leer. Dice que leer la distrae mucho, que se compra un libro cada vez que puede y que también está “escribiendo algo, aunque tengo poco estudio, así que me cuesta un poco”.

-Yo lo que quiero hacer cuando tenga un poco más de tiempo es ir a Chile, llevar un grabador e ir a hablar con gente que conoció a mi hijo. Y que me cuenten qué es lo que ellos vieron de él cuando era chico y cuando él hizo cosas. Me gustaría mucho grabar todo y después hacer un libro, ir a hablar con algún escritor y que lo haga.

Llora una vez más cuando lo dice. Se repone y continúa.

-Si algún día aparece la nena para que lo tenga, ése es mi sueño. Yo, para morirme en paz, quiero encontrar a mi nieta y escribir el libro. Que alguien me escriba el libro con todo lo que hizo mi hijo en la corta vida que tuvo. Porque él desapareció con 22 años y en esa corta vida hizo tantas cosas.

Vuelve a parar, retoma. Lo cuenta una vez más.

-En estos momentos en Chile hay un lugar donde lo recuerdan a él. No en la escuelita, sino que hicieron como un club social donde le pusieron el nombre de él. Ahora, cuando yo voy a Chile, hay muchos jóvenes grandes que se acuerdan de él y me dicen:

-Josecito me enseñó a leer.

*Este texto, escrito en base a una entrevista de Paula Romero-Levit, fue redactado para un libro sobre las Abuelas y los nietos que nunca se publicó, a la vez un complemento del documental Botín de guerra, de David Blaustein. Las entrevistas se hicieron en 1999. Buscarita, su familia y las Abuelas encontraron a la nieta, Claudia Poblete Hlaczik. Había sido apropiada por un ex-agente del Batallón de Inteligencia 601. El encuentro se produjo el 10 de febrero del 2000 en el juzgado de Gabriel Cavallo, 22 años después.


El atroz secuestro de los Poblete, base del fallo que anula las «leyes del perdón»

Fuente :abc.es 10/6/2005

Categoría : Prensa

Una silla de ruedas vacía, una madre desaparecida, un bebé secuestrado, una hija que descubre su identidad tras 22 años… son los ingredientes de este drama

BUENOS AIRES. Ellos no lo saben. No lo pueden saber. Están desaparecidos. Pero, por ellos, la Corte Suprema de Justicia argentina arrojó al cesto de la basura las dos leyes que dejaron a cientos de torturadores y asesinos en libertad: la de Punto Final y la de Obediencia Debida. Son, o eran, los Poblete: José, Gertrudis y su hija Claudia, la única sobreviviente.

La historia trágica de José comienza a escribirse en 1971. A los 16 años, en la Estación Central de Santiago, en su Chile natal, un tren le arrolló como a una hoja. Sus piernas, separadas del tronco, quedaron esparcidas sobre los raíles. Al año siguiente viajó a Buenos Aires para rehabilitar un cuerpo amputado que debía aprender a moverse.

En el Instituto del Lisiado fundó, con otros pacientes, el Frente de Lisiados Peronistas y poco tiempo después, a través de una compañera de filas, conoció a Gertrudis, «Trudy».

El 25 de marzo de 1978, en pleno apogeo de la dictadura, nació Claudia. Apenas disfrutaron del bebé ocho meses, el tiempo que necesitaron los militares para echarles el guante. El terror se había apoderado de Argentina y la familia entera fue llevada a uno de los centros emblemáticos de tortura con el sarcástico nombre de El Olimpo. En este «paraíso» de los suplicios a José le llamaban, por su físico, «el cortito». Lo hacían, «antes, durante y después de meterle picana» (descargas eléctricas) o someterle a cualquier martirio, según relatan los que pudieron contarlo. Un día, su silla de ruedas, vacía, apareció en la puerta de la calle, junto a la reja. José no volvió nunca más. Tampoco se volvió a ver a Gertrudis.

La niña estuvo poco tiempo con ellos. El teniente coronel Ceferino Landa y su mujer, Mercedes Moreira, tenían prisa por ser padres. Con ellos estaba hace cinco años, cuando su tío Fernando, con la ayuda de las Abuelas de Plaza de Mayo, descubrió su rastro después de más de dos décadas. Hoy tiene 27 años, es ingeniero de sistemas, rubia y mide 1,70. Sin querer entrar en detalles sobre la gente que la «adoptó» y con su verdadero nombre, Claudia Victoria Poblete, le dijo al diario Página 12: «Cada uno es responsable de sus actos, me siento más completa, más tranquila, ahora no soy parte de una mentira».

Los que más se ensañaban en El Olimpo eran dos policías, «El Turco» Julián y Juan Antonio del Cerro, alias «Colores». Impunes, el primero presumió en televisión de su pericia en la tortura con puños, cables y bolsas, entre otras herramientas. A los dos se les aplicará la ley a la que venían dando la espalda, como declaró su tío Fernando: «No es revancha, es justicia».