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Enríquez Espinosa Edgardo – Memoria Viva

Enríquez Espinosa Edgardo


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Rut : 4.674.185-4

Fecha Detención : 10-04-1976
Lugar Detención : Argentina


Fecha Nacimiento : 12-05-1941 Edad : 36

Lugar Nacimiento : Concepción

Actividad Política : Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
Actividad : Ingeniero civil

Estado Civil e Hijos : Casado, 2 hijos
Nacionalidad : chilena


Relatos de Los Hechos

Fuente :(Informe Rettig)

Categoría : Antecedentes del Caso

El 10 de abril de 1976 al atardecer Edgardo ENRIQUEZ ESPINOZA, tercer hombre del MIR en importancia y hermano del fallecido Secretario General, fue detenido al salir de una reunión de la Junta Coordinadora Revolucionaria, en Buenos Aires. Conjuntamente fueron detenidos por la Policía Federal argentina, en colaboración directa con agentes del Departamento Exterior de la DINA, la joven brasileña Regina Marcondes, también desaparecida y varios otros chilenos del MIR. Edgardo Enríquez fue trasladado a los campos de concentración argentinos «El Olimpo», «Campo de Mayo» y a la «Escuela Mecánica de la Armada» (ESMA) ubicados en las cercanías de Buenos Aires.

Aunque las autoridades chilenas han negado terminantemente la detención de Edgardo ENRIQUEZ, la Comisión ha llegado a la convicción, basada en testimonios fidedignos y serios, de que el dirigente, que gozaba de la protección del ACNUR fue trasladado desde los recintos de detención argentinos a Villa Grimaldi en Santiago. Para corroborar esta convicción, cabe destacar uno de los informes confidenciales de la DINA a su servicio exterior con sede en Buenos Aires , que la Comisión pudo examinar ,el que señala que en fecha 23 de diciembre de 1975, o sea cuatro meses antes de su captura, la DINA ya tiene tendido el cerco alrededor del alto dirigente del MIR y de varios de sus colaboradores y ordena a sus agentes en el extranjero «su traslado a Chile, después de capturarlos». Otro testimonio dio fe ante esta Comisión de que efectivamente existió un télex que daba la misión por cumplida.

La Comisión está convencida de que su desaparición fue obra de agentes del Estado, quienes violaron así sus derechos humanos.

 


Edgardo Enríquez fue asesinado en Buenos Aires

Fuente :La Nación Domingo Por Nancy Guzmán / Javier Rebolledo

Categoría : Prensa

El Informe Rettig consigna brevemente la desaparición de Edgardo Enríquez Espinoza, detenido en abril de 1976 en Buenos Aires, donde vivía en forma clandestina. El documento señala que, tras ser capturado en la capital trasandina por funcionarios del Departamento Exterior de la DINA y el Ejército local, el hermano mayor de Miguel Enríquez habría pasado por varios centros de tortura antes de ser traído a Chile por el organismo liderado por Manuel Contreras. Habría permanecido cautivo en Villa Grimaldi y Colonia Dignidad. En el enclave alemán se habría perdido su pista. Nada más aparece en las escuetas líneas del escrito de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

Tres décadas más tarde, sus hijos, José Miguel y Ernesto, se han acercado a la verdad. Su padre, tercer hombre del MIR, nunca retornó a nuestro país. El atardecer del 10 de abril de 1976, su cuerpo ingresó al Hospital Pirovano de Buenos Aires y sus huellas quedaron estampadas en un legajo judicial como prueba de su muerte.

El Grupo de Antropología Forense de Argentina despejó casualmente las dudas. Hurgueteando en los archivos policiales catalogados como NN, sus encargados encontraron carpetas que esclarecen el destino de varios chilenos muertos en la última dictadura militar trasandina.

Según José Miguel, la ficha tanatológica “contiene varios elementos verídicos y comprobables. Otros no. Las huellas dactilares del expediente corresponden a las de mi padre, al igual que las pertenencias y la foto. Científicamente, los únicos elementos que permiten una identificación son las huellas dactilares o de ADN. En este caso, lo único que se puede afirmar es que las huellas pertenecen a las de mi papá. Mi madre reconoce la foto como la de mi papá y no hay duda de que es él. En cuanto a las circunstancias que rodearon su muerte, no puedo dar fe al expediente”.

El documento judicial dice que la noche del sábado 10 de abril, a las 21:15 horas, desde un vehículo que corría a toda velocidad, se habría disparado a un hombre que se encontraba parado frente al Nº 683 de la calle Conesa al llegar a la avenida Federico Lacroze. El ciudadano paraguayo Ganciano Zaracho Benítez también resultó herido producto del enfrentamiento. Los vecinos del sector alertaron sobre el incidente y una ambulancia trasladó a las dos personas hasta el Hospital Pirovano, donde el NN falleció a las 22:10 horas por heridas causadas por dos disparos. Se adjuntan huellas y fotografías. Para constatar esta abreviada historia policial, LND recorrió la calle Conesa y preguntó a los vecinos por un tiroteo ocurrido en el lugar semanas después del golpe de Estado. No hubo respuestas que confirmaran el enfrentamiento. Los vecinos que vivían en esa calle en 1976 nos aseguraron que jamás había existido un enfrentamiento en su barrio y que de haber sido así, lo recordarían.

Si bien la carpeta acredita la muerte de Enríquez, su familia duda de la veracidad de las circunstancias narradas en el documento.

El clandestino
Edgardo Enríquez tenía 32 años cuando ocurrió el golpe militar. Su nombre y el de su hermano Miguel aparecieron en las listas nacionales de los personajes más buscados por la nuevas autoridades militares y se ofrecía recompensa a quienes dieran información sobre su paradero. El mismo 11 de septiembre, su padre, Edgardo Enríquez Frödden, ministro de Educación del gobierno de Salvador Allende, fue detenido en su oficina y trasladado a isla Dawson junto a los principales personeros de la Unidad Popular. Su hermano mayor, Marco Antonio, profesor de historia en la Escuela de Sociología de la Universidad de Concepción, pasó por el Estadio Regional, la Cárcel Pública, la isla Quiriquina y Chacabuco. En este último lugar se le informó que la causa de su detención era “por razones obvias”.

Los meses que vinieron no fueron mejores. Con el fin de evitar riesgos, la esposa de Edgardo, Grete Weinmann, se presentó como madre soltera en el hospital que dio luz a Ernesto Simón y lo inscribió como hijo natural de un amigo de la familia. En febrero de 1974, una nueva desgracia golpeó al matrimonio. Edgardo Manuel, el otro hijo que antecedía a Ernesto, falleció producto de una repentina meningitis.

Afectado por la muerte de su hijo, Edgardo Enríquez es obligado por la dirección del MIR a salir de Chile en marzo de 1974. Cruzó clandestinamente el paso Los Libertadores con dirección a Buenos Aires. Su tarea era organizar el comité exterior del MIR para buscar recursos económicos que permitieran financiar la clandestinidad y la resistencia a la dictadura.

En Europa se enteró de la muerte de su hermano Miguel, ocurrida el 5 de octubre de 1974. Ese golpe fue clave en su decisión de volver definitivamente a Argentina y hacerse cargo de la Dirección de la Junta Coordinadora Revolucionaria, siempre con la idea de ingresar clandestino a Chile y así integrarse a la resistencia.

“La función de Edgardo era organizar las relaciones políticas internacionales con movimientos y países, y los grupos de apoyo de chilenos y extranjeros creados en el exterior. Y, desde luego, tratar de conseguir recursos no sólo de los camaradas del Partido Revolucionario de Trabajadores (PRT) en Argentina, sino de países y organizaciones”, señala René Valenzuela, entonces encargado de la infraestructura del MIR en el exterior, labor que realizaba desde París.

Edgardo Enríquez hizo una escala en Cuba antes de retornar a Argentina. Con Jorge Fuentes, conocido como “El Trozko”, organizó una escuela de entrenamiento en la isla. “Además, su función en Cuba, como en otros países, era coordinar las relaciones internacionales del MIR. Cada país tenía su especificidad. Su paso por la isla no sólo fue para arreglar los últimos preparativos de su vuelta a Argentina. Allá estaban sus hijos y su esposa, Grete, a quienes no había visto con frecuencia y quería dedicarles unos días para conversar y despedirse, por si algo irremediable sucedía”, recuerda Valenzuela. La primera quincena de mayo de 1975, Enríquez dejó Cuba con destino a Buenos Aires para hacerse cargo de la Junta Coordinadora Revolucionaria.

La ciudad de la furia

La situación política había cambiado en Argentina desde su salida a Europa. La Triple A asesinaba a diario a tantos argentinos como lo harían los militares más tarde. La mayoría de los chilenos asilados en Argentina comenzaba a buscar un nuevo destino. Sin embargo, Edgardo se sentía seguro. Su primera complicación fue el exceso de rigor revolucionario del PRT, que lo destinó a vivir en una casa prefabricada sin agua caliente en pleno invierno, lo que aceptó sin mayores problemas hasta que convenció a sus huéspedes que era inconveniente y riesgoso estar en una zona donde no pasaba inadvertido.

La DINA lo buscaba afanosamente desde la detención de Jorge Fuentes en Paraguay. Varios memorándum enviados por el agente Enrique Arancibia Clavel demuestran el seguimiento y la coordinación con los servicios de inteligencia argentinos para dar con el paradero de Enríquez. En uno de ellos se señala que “en último procedimiento cayó un correo de la JCR (Junta Coordinadora Revolucionaria), francés, aparentemente de apellido Claudet. Dentro de sus pertenencias se encontraron 97 microfilms, con las últimas instrucciones desde París. Después del interrogatorio del mencionado Claudet, se logró determinar sólo que era correo de la JCR. Se le tomaron solamente fotografías. Claudet ya no existe”.

La desaparición en noviembre de Jean Ives Claudet Fernández, enlace de “El Pollo” -apodo por el que era conocido Enríquez en el MIR-, fue un llamado de atención. Un cable de Arancibia a la DINA del 17 de noviembre de 1975 indica que habían obtenido información sobre su llegada a Buenos Aires: “Pollo Enríquez ubicado en Baires. Se esperan novedades luego”.

Los agentes chilenos se movían en la capital argentina como en su casa. En una declaración por exhorto al juez Giovanni Salvi, el agente Michael Townley graficó estas andanzas de los sabuesos de Manuel Contreras recordando las acciones del brigadier Pedro Espinoza, su lugarteniente en la DINA.

“Uno ve gente robando. Espinoza, lo sé, creo que fueron $35.000 a $40.000 que robó a un delincuente común que pensábamos estaba dando dinero a la extrema izquierda y al cual persuadí, a través de su novia, que regresara a Chile para enfrentar un juicio. Y le robaron dinero a él en Argentina, y Espinoza le robó a él cuando regresó a Chile. Yo lo acepté porque pensé que el hombre era muy afortunado de que no lo hubieran matado”, dijo Townley.

Pese a este siniestro escenario, Enríquez no tuvo problema durante casi un año en su vida clandestina. El 28 de marzo de 1976, a pocos días del golpe de Estado de Jorge Rafael Videla en Argentina, mientras participaba en una reunión de la comisión política del Partido Revolucionario de Trabajadores en la localidad de Moreno de la provincia de Buenos Aires, una patrulla policial llegó hasta la quinta donde se encontraban reunidos los hombres más buscados de Argentina.

“Eso fue paradójicamente un 26 de marzo, digo paradójicamente porque fue días después del golpe y era una provocación a los represores. Fue en la localidad de Moreno, en el poniente de Buenos Aires. La reunión fue sorprendida por fuerzas policiales y salimos a los tiros. Yo salía en el primer grupo donde iba Edgardo y Santucho, en la calle nos subdividimos y yo salgo con Santucho y Edgardo toma hacia el campo con otros miembros de la Dirección. Ellos estuvieron dos días bastante complicados. Se metieron en un maizal con el Ejército peinando la zona. En cambio, nosotros en dos horas estuvimos en el sitio de reencuentro”, rememora Luis Mattini, sucesor de Mario Santucho en la conducción del PRT.

Al cabo de dos días, Enríquez rompió el cerco y llegó al punto de encuentro. “Llegó a mi casa agitado, lastimado pero contento, muy contento porque decía que era su ‘Ñancahuazú’ (guerrilla de Ernesto Guevara en Bolivia), era como si hubiese sido su bautizo de fuego. Estaba contento porque había salvado con vida y lo había pasado muy feo. Nosotros tuvimos unas bajas ahí, pero el grueso salvó”, dice Mattini con nostalgia.

Por esos días, el padre de Enríquez estaba en Oxford. Allá se enteró que su hijo estaba desaparecido en Buenos Aires. El dolor otra vez se apoderaba de la familia. Sólo se alivió cuando le avisaron que había sido una falsa alarma. La tranquilidad duraría apenas unas semanas. Como la supuesta detención fue noticia en la prensa francesa y venezolana, inmediatamente se activó la cacería de los servicios de inteligencia.

La verdadera detención ocurrió la segunda semana de abril. Sus cercanos asumieron que su ausencia en una reunión política, junto a la de la brasileña Regina Marcondes, no era una buena señal. Edgardo era riguroso y cumplidor de sus citas. No hay testimonios respecto de lo que sucedió ese 10 de abril. Nadie ha aclarado si la muerte lo sorprendió de inmediato o pasó por varios centros de detenidos y luego fue asesinado. Sólo se sabe que su cuerpo fue llevado al Hospital Pirovano. Sus restos se perdieron en el tiempo.

“Se supone que fue enterrado en un nicho, que luego fue sacado de él y llevado a una fosa común donde hay miles de restos de muchas épocas. Ahora el Programa de Derechos Humanos está trabajando para que el Registro Civil emita el certificado de defunción de mi padre, lo último que nos falta, porque encontrar el cuerpo es muy difícil y tampoco nos quita el sueño”, dice José Miguel. //LND


Sobre la madre de Miguel y Edgardo Enriquez

Fuente :Artículo de Lucia Sepúlveda – Abril 2003

Categoría : Prensa

La noticia de la muerte de la madre de Miguel Enríquez removió los
sentimientos de chilenos a lo largo del país y del mundo, porque la señora
Raquel tuvo mucho que ver con las luchas y las esperanzas de más de una
generación de compatriotas que -como ocurrió con su propia familia- hoy
viven dentro y fuera de Chile.

Doña Raquel Espinosa Townsend, casi nonagenaria, falleció en Santiago el
viernes 3 de abril, en la casa de reposo "El Amor de Dios", a treinta años
del golpe militar que marcó la vida de la familia Enríquez Espinosa con la
impronta del dolor. Sus hijos Miguel y Edgardo, fundadores y dirigentes del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, cayeron tempranamente en la
lucha contra la dictadura. Raquel fue la esposa del destacado académico don
Edgardo Enríquez, Ministro de Educación del gobierno de Salvador Allende,
ex Rector de la Universidad de Concepción, radical y masón. Coronas
rojinegras de Familiares, Amigos y Compañeros de Miristas Caídos, y un
lienzo de la organización HIJOS, flanquearon la tumba de la madre de los
Enríquez en el Cementerio General.

Uno de los últimos gestos públicos de esa mujer digna que nunca dejó de
luchar, fue concurrir a los Tribunales el 29 de marzo de 2001, a ratificar
su firma en la querella por genocidio contra el MIR interpuesta por
Familiares, Amigos y Compañeros de Miristas Caídos. El movimiento de
Derechos Humanos siempre contó con su valerosa participación en los actos
en demanda de verdad y justicia, en especial aquellos realizados en el
Parque por la Paz, ex Villa Grimaldi. Rendía también tributo a la amistad,
y el día de su partida sus amigas iban a ir a buscarla para llevársela a
tomar té.

Los desgarros
La vida de Raquel Espinosa Townsed estuvo marcada por grandes dolores, que
comenzaron luego del golpe, con el encarcelamiento de su marido en Isla
Dawson. Ella logró a través de múltiples gestiones realizadas a nivel
internacional, la liberación de su marido. Sufrirá luego la desaparición
de su ex yerno Bautista von Schowen, a quien consideraba como un hijo más.
En su propio departamento, junto a don Edgardo que permanecía en arresto
domiciliario, y acompañada solo de Laurita Allende, debió velar a su hijo
Miguel el 5 de octubre de 1975. Al sepultarlo, ella tuvo el coraje de
hablar y denunciar a los asesinos: "Hijo, tú no has muerto, vives en el
corazón del pueblo, en nosotros".

Poco después vino la desaparición en Argentina de su hijo Edgardo, miembro
de la Comisión Política de esa organización. A esos desgarros hay que sumar
el fallecimiento por meningitis de Edgardito, su segundo nieto, hijo de
Edgardo, y del hijo de Miguel y Carmen Castillo, a poco de nacer, en
París, producto de secuelas del combate en que cayó Miguel Enríquez.

En 1976, la señora Raquel y don Edgardo debieron exiliarse, permaneciendo
primero en Inglaterra y luego en México por casi catorce años. En México,
don Edgardo fue profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad
Autónoma de México y su sabiduría y bondad lo convirtieron en uno de los
profesores de tesis con más alumnos en la historia de esa Facultad.

Homenaje en Cuba
El y "Raquelita" -como la llamaba don Edgardo – fueron invitados por el
gobierno cubano a la inauguración del Hospital Miguel Enríquez Espinoza,
de La Habana, y allí doña Raquel escuchó a su marido explicar como nació
el compromiso de Miguel con los pobres y cómo se transmitían los valores de
la familia. Don Edgardo contó que en Concepción ellos vivían al lado de una
toma de terrenos, y Miguel (niño) muchas veces no lograba conciliar el
sueño pensando en el frío que estarían pasando en ese crudo invierno los
niños del campamento. Las respuestas de doña Raquel ante ese pequeño
desvelado, tuvieron sin duda mucho que ver con la opción revolucionaria de
sus hijos.

El matrimonio Enríquez Espinosa retornó a Chile el 7 de enero de 1989, pero
 sus hijos, nueras y nietos permanecieron repartidos por el mundo. El 5 de
octubre de 1991, Doña Raquel y Don Edgardo estuvieron por primera vez
frente a la casa de calle Santa Fe, en la comuna de San Miguel, cuando
Javiera y Marcos impulsaron un homenaje recordatorio en el lugar donde cayó
combatiendo su padre, Miguel Enríquez.

En Concepción
Raquel conoció a don Edgardo en 1932, mientras ella estudiaba Derecho en la
Universidad de Concepción. En sus memorias, él la describe como era el día
en que se conocieron: "de grandes y expresivos ojos de color café claro,
hermoso cabello castaño y ondulado, cutis fresco de lindos colores, bella,
agradable y de natural sonrisa, buenamoza y con linda figura…"Se casaron
en 1939 y tuvieron 4 hijos: Marcos, Miguel, Edgardo, e Inés que crecieron
en Concepción, en un hogar abierto a la discusión y a la amistad. En el
Cementerio General, Andrés Pascal Allende, ex Secretario General del MIR,
recordó la acogida que brindaba Raquel a los amigos de sus hijos, y trazó
un retrato en que la describe como una gran señora, una mujer elegante, con
mucho sentido del humor, un estilo incisivo y una personalidad en que las
palabras no sobraban, eran pocas y precisas. Sostuvo Pascal que si bien los
grandes hombres surgen al calor de una época y condiciones políticas
determinadas, también es central la formación recibida del hogar. Destacó
que siempre se habla del padre, pero aquí sin duda, la madre fue decisiva
en cuanto a la formación de un carácter con la consecuencia, generosidad y
entrega que mostraron Miguel y Edgardo Enríquez como dirigentes políticos.

Los nietos y la gran familia
Fue su nieto Marcos, el hijo de Miguel y Manuela, quien llamó a despedir a
la abuela sin tristeza, porque ella misma le comentó muchas veces que ya
quería irse ….Recordó que ella se deleitaba nombrando a cada uno de sus
nietos, y así se fue deteniendo en Javiera, la hija de Miguel y Alejandra;
en José Miguel y Ernesto (ambos médicos, en Chile y Cuba) hijos de Edgardo
y Grete; en Pablo y Valentina, hijas de Inés (en México), y en Germaine,
que vivió junto a su abuela dos años, mientras estudiaba canto lírico, y
Paulina (hijas de Marcos, en Francia). Pero además de su propia familia,
don Edgardo y doña Raquel tuvieron otra familia verdaderamente extendida,
que estuvo en Recoleta ese día, y cuya generación más joven estuvo
representada por Anselmo Cancino, de la Organización "HIJOS", que nuclea a
los hijos de los caídos. El afirmó que ese colectivo tiene mucho cariño y
respeto por la historia de los padres, y por eso estaban allí.

Gracias, Raquel
El libro de condolencias refleja el impacto de la vida altamente
significativa de esta madre. Por correo electrónico, a través de la red
"Charquicán" que vincula a miristas de todo el mundo, llegaron mensajes a
la familia desde regiones y también desde Costa Rica, Nicaragua, Canadá,
Perú (en la cárcel), Estados Unidos, Suecia, Portugal, Alemania, Gran
Bretaña, Australia y Gran Bretaña.

Al final de una de esas páginas puede leerse lo que todos ellos quisieron
expresar ese día rompiendo la barrera de la distancia:

"Gracias Raquel por los hijos que nos diste, por tu fuerza y tu alegría,
por mantenerte siempre al lado de nuestro pueblo venciendo el dolor y el
miedo que a otros paraliza. Eras quizás la parte más invisible de una
familia que dio frutos generosos que seguirán germinando en nuestro
recuerdo, el de nuestros hijos y las nuevas generaciones."


"Mi hermano, Edgardo Enríquez Espinoza"

Fuente :martazabaleta.blogstpot.com 8 Septiembre 2015

Categoría : Prensa

Mi hermano Edgardo Enríquez Espinosa, el segundo de los cuatro hijos de Raquel y Edgardo, me lleva a momentos inolvidables de mi vida en Chile. Me vienen imágenes de él a la memoria, numerosas y alegres en su mayoría. Él aparece como lo que fue: un niño feliz, sonriente, a ratos riendo a carcajadas, regalón de mi madre que lo llamaba "mi negrito". Desde muy niño reveló su inclinación por la ingeniería, la mecánica de las cosas, de qué estaban hechas y cómo funcionaban. Edgardo era de los que recibía un juguete y como muchos niños, lo desarmaba, pero no se quedaba en eso, sino que luego empezaba su tarea de rearmar el juguete y en eso se podía pasar horas. Era estudioso, pero no dedicaba horas de horas a hacer tareas o al estudio; aprendía rápido y buscaba lecturas que no eran las señaladas por su escuela. En casa teníamos una amplia biblioteca armada por mis padres, con libros de autores diversos, donde podíamos escoger tanto literatura universal, como ensayos sobre diversos temas, artículos científicos, colecciones de cuentos para niños, poesía, novelas de autores chilenos, libros de arte, etcétera. Realmente nada nos faltaba, tuvimos la suerte de contar con padres dedicados a sus hijos, de facilitarnos todo lo que estuviera al alcance de ellos, de aprender de ellos a ser humildes sin ser sumisos, a dar con generosidad a los más necesitados, a actuar en consecuencia con nuestros principios y valores. Y Edgardo era parte fundamental de este grupo familiar, con su buen humor y también mal genio; con sus historias que nos compartía en las horas de almuerzo o cena sobre cosas que le sucedían en el colegio en sus años de primaria , o en el liceo más tarde. Un cambio importante que tuvimos en esos años fue la partida de Edgardo a Santiago a sus 17 años. Había elegido la carrera de ingeniería civil la cual no la impartía la Universidad de Concepción, entonces mis padres organizaron todo para que se fuera a Santiago a estudiar a la Universidad de Chile. La que más sufrió con su ida a Santiago fue mi madre, lloró amargamente, como si fuera un preanuncio, una señal anticipada de lo que sufriría con su desaparición años más tarde. En vacaciones, Edgardo iba a Concepción, nuestra ciudad natal, a visitarnos y era toda una fiesta en casa. Era nuestro hermano que llegaba de la gran ciudad a nuestra pequeña urbe. Todos nos poníamos muy felices con su llegada. En uno de sus viajes anunció que vendría acompañado de su novia o polola, y que por favor fuéramos amables y cariñosos con ella. Llegó con Grete Weinmann, una hermosa y encantadora mujer que nos conquistó a todos desde el primer momento. Nunca había visto a mi hermano tan feliz con alguien. Se casaron tiempo después y le dieron el primer nieto a mis padres, José Miguel.
Edgardo terminó su carrera de ingeniero y se dedicó por entero a la actividad política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), del cual había sido uno de sus fundadores, junto con nuestro hermano Miguel y otros en su mayoría jóvenes también. En su militancia dentro del MIR se comportaba como un verdadero guerrero, mostrando disciplina, austeridad, sometimiento a las reglas, sin resquemores, envidias, vacilaciones ni prejuicios; si no estaba de acuerdo con alguna propuesta lo decía y discrepaba abiertamente. Tuvo tres hijos con Grete: José Miguel, Edgardo y Ernesto. El segundo de sus hijos, Edgardito, tuvo una meningitis neumocócica de la cual no logró salvarse y falleció a los cuatro años. Cuando Edgardo se enteró de la muerte de su hijo, sufrió horriblemente. Leí cartas de él a mis padres donde les hablaba del intenso dolor que estaba sufriendo por la pérdida de su hijo.
Después del Golpe de septiembre de 1973 el MIR pasó a sumergirse bajo estrictas medidas de seguridad y a buscar contacto con otras fuerzas de la izquierda para organizar un frente de resistencia y combate contra la dictadura. Edgardo fue enviado a Europa y a Cuba a cumplir determinadas tareas políticas. Estando fuera de Chile, supo de la muerte de Miguel, hecho que lo golpeó profundamente e indujo a buscar el regreso a Chile vía Argentina para sumarse a una fuerza de lucha contra el régimen militar.
A mí me tocó recibir la llamada en Oxford, en abril de 1976, de compañeros de Edgardo en Chile donde me informaban de su detención y desaparición en Argentina. Era tarde en la noche cuando llamaron, y tuve que darles la triste noticia a mis padres. Durante años se dijo que había desaparecido en Argentina. Había un testimonio de un detenido en Chile que decía que lo había escuchado gritar su nombre en una casa de detención y tortura de la DINA en Santiago. Pero que yo sepa, nadie lo vio en Chile. Años después el Grupo de Antropología Forense de Argentina hizo una investigación sobre su caso (y de muchos otros) y encontró un registro de sus huellas dactilares y su foto en los archivos del Hospital Pirovano en Buenos Aires. De sus restos no se supo nunca nada.
No quisiera ser abrupta para terminar este texto, pero los hechos son poderosos y hablan por sí solos. Saber de su desaparición y en años recientes de su muerte fue una lápida que se nos vino encima y paralizó por un tiempo, pero, en gran medida, gracias a ustedes y al trabajo de recolección de información, fotos, testimonios que realizan hemos recuperado la memoria de nuestros seres queridos – en nuestro caso de Edgardo – y dado a conocer su historia y ejemplo a las nuevas generaciones. Gracias eternas por lo que hacen.
Inés Enríquez Espinosa
Ciudad de México


Plan Cóndor: se reactivó el juicio con la declaración de dos testigos chilenos

Fuente :archivoinfojus.gob.ar 11/02/2014

Categoría : Prensa

El debate oral abarca 106 víctimas argentinas, uruguayas, paraguayas y chilenas Esta mañana testificó el chileno Sergio Muñoz Martínez, que habló del asesinato del líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Edgardo Enríquez Espinoza. Después habló por videoteleconferencia Alex Mauricio Muñoz Velázquez, hermano de una víctima.

Después de la feria judicial, se reactivó el segundo año del juicio por el Plan Cóndor con el aporte de dos testigos. El Tribunal Oral Federal Nº1 que juzga la coordinación de las dictaduras de la región para perseguir, detener y asesinar personas con ideologías contrarias, escuchó esta mañana al chileno Sergio Muñoz Martínez, que habló del asesinato del líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria Chileno (MIR), Edgardo Enríquez Espinoza.

Entre los 25 represores acusados están los ex multicondenados Santiago Omar Riveros y Reynaldo Bignone. Hasta su muerte, en mayo del año pasado, también lo estuvo el dictador Jorge Rafael Videla. Días antes el represor había declarado ante los jueces: “Asumo en plenitud mis responsabilidades castrenses por lo actuado en la guerra contra terroristas con total prescindencia de mis subordinados. Los acompañaré, como preso político, hasta que el último de ellos recobre su ansiada libertad. Entiendo, es mi opinión personal, que no tiene sentido esto en el marco de una justicia viciada de derecho".

Además de Bignone y Riveros, son juzgados: Carlos Caggiano Tedesco, Antonio Vañek, Carlos Horacio Tragant, Luciano Benjamín Menéndez, Bernardo Menéndez, Jorge Olivera Rovere, Eugenio Guañabens Perelló, Carlos Miguel Landoni, Humberto Lobaiza y Felipe Alespeiti.

También están procesados Manuel Cordero Piacentini, Néstor Horacio Falcón, Federico Minicucci, José Julio Mazzeo, Horacio de Verda, Rodolfo Emilio Feroglio, Luis Sadi Pepa, Eduardo de Lío, Enrique Braulio Olea, Mario Alberto Gómez Arenas, Juan Avelino Rodríguez y Miguel Ángel Furci.

El testigo Muñoz Martínez viajó especialmente a la Argentina para declarar sobre la vida y la muerte de su amigo militante del MIR. Los jueces Adrián Grunberg, Oscar Amirante y Pablo Laufer escucharon de boca de Muñoz sobre otros procedimeintos del que fue testigo en la década del ‘70.

El testigo contó que el dirigente del MIR fue secuestrado en Buenos Aires el 10 de abril de 1976, tres semanas después del golpe cívico militar.

La comisión que investigó las desapariciones en Chile escribió el Informe Rettig, el cual señaló que ENRIQUEZ ESPINOSA fue detenido por miembros de la Policía Federal argentina en colaboración directa con agentes del Departamento Exterior de la DINA, la policía secreta pinochetista. Un cable de la embajada de EE.UU. de 1976 confirmó el destino de ENRIQUEZ ESPINOSA , secuestrado en Buenos Aires y entregado a Villa Grimaldi, en Santiago de Chile. El cable que confirmó la muerte de Enríquez salió el 7 de mayo de 1976 de la embajada de Estados unidos en Santiago de Chile. Este informe, junto con el cable, serán tenidos en cuenta para la investigación judicial.

El juez español Baltasar Garzón trató su caso en el procesamiento contra el dictador chileno Augusto Pinochet.

Desde marzo de 2013, el TOF lleva adelante el debate oral que abarca 106 víctimas de nacionalidad argentina, uruguaya, paraguaya y chilena, y muchos testigos declararán vía teleconferencia desde sus países de origen. El período que se juzga es desde marzo de 1976 hasta la entrada de la democracia.

Cerca del mediodía y por videoteleconferencia, brindó su testimonio Alex Mauricio Muñoz Velázquez, hermano de una víctima del Plan Cóndor.

A fines de enero, en el marco de la cumbre de la CELAC, Argentina y Brasil firmaron un acuerdo de cooperación para desclasificar e intercambiar archivos vinculados a víctimas de las dictaduras de ambos países.


Dos chilenas viajan a Buenos Aires para declarar en juicio por la Operación Cóndor.

Fuente :24/03/2014

Categoría : Prensa

"Nuestra presencia en el juicio tiene el propósito de reclamar más a nuestros caídos, de validar sus vidas y convicciones. Fueron hombres y mujeres de ideales profundos y loables y no terroristas como los retrataron los dictadores", dijo Odette Magnet antes de viajar a la capital trasandina.

En "busca de Justicia" viajaron a Buenos Aires este lunes dos chilenas, para declarar ante el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de la capital argentina, en el juicio por familiares desaparecidos en el marco de la Operación Cóndor.

Se trata de Odette Magnet Ferrero y Laura Elgueta Díaz, hermanas de María Cecilia Magnet Ferrero y Luis Elgueta Díaz, secuestrados en julio de 1976 Buenos Aires, donde vivían, por militares argentinos y desaparecidos desde entonces.

María Cecilia Magnet y Luis Elgueta integran una lista de 23 chilenos desaparecidos en Argentina, opositores a la dictadura de Augusto Pinochet que buscaron refugio en el país vecino antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976, que derrocó al gobierno de la presidenta María Estela Martínez de Perón.

María Cecilia Magnet fue secuestrada junto a su marido argentino, Guillermo Tamburini, desde el domicilio de ambos, el 16 de julio de 1976, en tanto Luis Elgueta fue detenido el día 27 del mismo mes junto a su pareja argentina, Clara Haydée Fernández y la hermana de ésta, Cecilia Fernández.

La Operación Cóndor, según se ha establecido, fue una coordinación entre las policías secretas de las dictaduras militares sudamericanas para exterminar opositores.

En el juicio abierto en Buenos Aires, a cargo del fiscal Pablo Ouviña, están representados familiares de 106 desaparecidos de diferentes nacionalidades, 23 de ellos chilenos, con un total de 450 testigos, según organismos chilenos de derechos humanos.

"Nuestra presencia en el juicio tiene el propósito de reclamar más a nuestros caídos, de validar sus vidas y convicciones. Fueron hombres y mujeres de ideales profundos y loables y no terroristas como los retrataron los dictadores", dijo a Efe Odette Magnet antes de viajar a Buenos Aires.

"Se trata de insistir en el deber de abrazar la memoria, rescatarlos del olvido y sumergirse en el dolor, si es necesario", añadió.

"Pese al tiempo transcurrido no descansaremos en nuestro esfuerzo de llegar a la verdad y a la justicia (…). Cuando esto se entienda como una obligación ética de un país entero, sólo entonces podremos aspirar a una sociedad reconciliada con su historia y su pasado", concluyó.

A su vez, Laura Elgueta dijo que su presencia en el juicio "expresa la voluntad de honrar la memoria, el nombre, las convicciones y las vidas de nuestros desaparecidos".

"Son tiempos dolorosos y difíciles, nadie está listo para declarar sobre la muerte de nuestros hermanos y hermanas, pero este tipo de gestos contribuyen a avanzar en la búsqueda de la justicia y la verdad", agregó.

"Nadie nos garantiza el triunfo, pero esta ha sido nuestra lucha durante todos estos años y no descansaremos en nuestro esfuerzo", acotó.

El Tribunal está integrado por los jueces Adrián Grunberg, Oscar Amirante y Pablo Laufer y los chilenos representados en el juicio son EDGARDO ENRIQUEZ ESPINOSA , Luis Elgueta Díaz, Manuel Tamayo Martínez, Luis Muñoz Velásquez, Juan Hernández Zaspe, Alexei Jaccard Siegler, José de la Maza Asquet.

También Miguel Orellana Castro, Cristina Carreño Araya, Ángel Athanasiu Jara, Pablo Athanasiu Laschan, Frida Laschan Mellado, Carlos Rojas Campos, Carmen Delard Cabezas, Gloria Delard Cabezas, José Appel de la Cruz, Luis Zaragoza Olivares, Luis Espinoza González, Oscar Urra Ferrarese, Susana Ossola, Rafael Ferrada, Oscar Oyarzún Manso y Cecilia Magnet Ferrero.

Dieciocho son los militares y exagentes imputados: Eduardo Samuel de Lío, Eugenio Guañabens Perello, Bernardo José Menéndez, Jorge Olivera Rovere, Santiago Omar Riveros, Carlos Horacio Tragant, Antonio Vañek, Carlos Humberto Caggiano, Humberto José Román, Felipe Jorge Alespeiti, Manuel Juan Cordero, Federico Antonio Minicucci, Néstor Horacio Falcón, José Julio Mazzeo, Horacio de Verda, Rodolfo Emilio Feroglio, Luis Sadi Pepa, Reynaldo Benito Bignone, Enrique Braulio Olea, Juan Avelino Rodríguez y Mario Alberto Gómez.

La Operación o Plan Cóndor, según se ha logrado establecer, surgió de una reunión celebrada en Santiago entre el 25 y 28 de noviembre de 1975, convocada por el entonces coronel Manuel Contreras, jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta de Augusto Pinochet.

En la secreta "Acta de Clausura" de la reunión, se establece "el contacto muy rápido o inmediato cuando se expulse del país un individuo (s), o viaje un sospechoso, para alertar a los Servicios de Inteligencia".

También señala que "el presente organismo se denominará 'CÓNDOR', aprobado por unanimidad, conforme a la moción presentada por la Delegación de Uruguay en homenaje al país sede".

Firmaron el "Acta", por Argentina el capitán de navío Jorge Casas; por Bolivia el mayor del Ejército Carlos Mena; por Uruguay el coronel del Ejército José A. Pons; por Paraguay el coronel del Ejército Benito Guanes Serrano y por Chile el coronel Manuel Contreras.

Este último está actualmente en prisión, condenado a más de 300 años de cárcel en decenas de juicios por violaciones a los derechos humanos.