Estadio Regional de Concepción


Ubicación:Collao 481, Concepción Concepción VIII Región

Rama:Ejército

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

En la provincia de Concepción se pudo dar por acreditado el uso frecuente de la tortura por parte de efectivos de la Armada, especialmente de la Infantería de Marina, y de efectivos de Carabineros.

Según un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja, en octubre de 1973 había 589 detenidos en el antiguo Estadio Regional de Concepción (remodelado en 2012 y 2015) de los cuales 44 eran mujeres. Estaban alojados en siete de los camarines del estadio, unos de 12 x 18 metros y otros de 12 x 6 metros, con piso de baldosa cubierto por una capa de aserrín o paja. Testimonios de presos políticos indican el uso indiscriminado de tortura, violaciones y vejaciones por parte de los miembros de las fuerzas Armadas.

Los antecedentes presentados coinciden en señalar que este recinto estuvo a cargo del Ejército y de Gendarmería. Funcionó entre septiembre de 1973 y 1974. Según los testimonios, el mayor número de prisioneros se registró en el año 1973. Junto con la iIsla Quiriquina, fue el campo de reclusión que mayor cantidad de prisioneros concentró en la región. Según los testimonios ante la Comisión Valech, los prisioneros provenían de distintas ciudades de la región. La mayoría ya habían estado previamente detenidos en comisarías, retenes, recintos de Investigaciones y cárceles. Denunciaron que en la mayoría de estos lugares habían sido sometidos a malos tratos y torturas, por lo que llegaban en precarias condiciones físicas y anímicas.

Desde el Estadio Regional, eran llevados a otros recintos como la Base Naval de Talcahuano, isla Quiriquina, Regimiento de Los Ángeles, cárceles.
Según las denuncias, los prisioneros eran mantenidos en los camarines del Estadio, los que tenían distintas dimensiones y características. Allí permanecían hacinados sobre un piso de baldosa, cubierto con una capa de aserrín o paja.

Durante el día estaban en las tribunas del estadio, al aire libre, con prohibición de quedarse en los camarines. Los declarantes plantearon que algunos de estos camarines, con puertas de hierro y sin ventilación alguna, eran utilizados como lugares de incomunicación y torturas. El único medio de ventilación era el resquicio que dejaba la puerta en su parte inferior. De ese modo los incomunicados podían saber si era día o noche. Después de muchos días de incomunicación, sin agua ni alimento alguno, los detenidos salían con problemas de visión debido al encierro. Durante los interrogatorios permanecían encapuchados. Los ex prisioneros políticos denunciaron que por varios meses permanecieron incomunicados, sin contacto con sus familias.

Señalaron haber sido sometidos a torturas. Relataron haber sufrido golpes, simulacros de fusilamiento, el submarino seco y el mojado, amenazas, vejaciones, aplicación de electricidad, golpes reiterados en las plantas de los pies, el teléfono, posiciones forzadas y la violencia de presenciar torturas a otros detenidos. Asimismo, las víctimas coinciden en señalar que fueron obligadas a permanecer durante horas y de pie al sol, sin agua ni alimento.

En el libro: “Prisión en Chile" Alejandro Witker, detenido el 11 de septiembre, en su domicilio en presencia de su mujer y sus dos hijos, y que luego de estar detenido en la Cuarta Comisaría y  en la Isla Quiriquina, fue trasladado en el mes de diciembre al Estadio Regional de Concepción se lee “Hacia la media noche partimos en dos autobuses rumbo al Estadio Regional de Concepción. Un oficial fanfarrón cubierto de pistolas, puñales y granadas, además de su ametralladora de mano, nos advirtió cortante: “a la primera situación sospechosa se procederá a disparar…. Al día siguiente nos encontramos en las galerías del estadio con unos 500 presos políticos”.

A estos datos se agregan esos entregado por dos ex presos políticos: R. B. I. y L. H. C. V. quienes relatan que  permanecieron “por meses en ese lugar junto a niños, mujeres y personas de avanzada edad, familias completas”. 

Según los testimonios ante la Comisión Valech, los prisioneros provenían de distintas ciudades de la región. La mayoría ya habían estado previamente detenidos en comisarías, retenes, recintos de Investigaciones y cárceles. Denunciaron que en la mayoría de estos lugares habían sido sometidos a malos tratos y torturas, por lo que llegaban en precarias condiciones físicas y anímicas. Desde el Estadio Regional, los presos políticos llevados a otros recintos como la Base Naval de TalcahuanoIsla QuiriquinaRegimiento de Los ÁngelesCárceles.

Un grupo importante de prisioneros señaló haber sido conducidos desde este lugar al Campamento de Prisioneros de Chacabuco, en la Segunda Región del país, y desde allí posteriormente al Campamento de Prisioneros de Puchuncaví, en la Quinta Región. El traslado hacia el Campamento de Prisioneros de Chacabuco se realizó en avión, donde eran amenazados constantemente de ser arrojados al mar durante el vuelo.

Los declarantes plantearon que algunos de estos camarines, con puertas de hierro y sin ventilación alguna, eran utilizados como lugares de incomunicación y torturas. El único medio de ventilación era el resquicio que dejaba la puerta en su parte inferior. De ese modo los incomunicados podían saber si era día o noche. Después de muchos días de incomunicación, sin agua ni alimento alguno, los detenidos salían con problemas de visión debido al encierro.

Los ex prisioneros políticos denunciaron que por varios meses permanecieron incomunicados, sin contacto con sus familias y sometidos a torturas. Relataron haber sufrido golpes, simulacros de fusilamiento, el submarino seco y el mojado, amenazas, vejaciones, aplicación de electricidad, golpes reiterados en las plantas de los pies, el teléfono, posiciones forzadas y la violencia de presenciar torturas a otros detenidos. Asimismo, las víctimas coinciden en señalar que fueron obligadas a permanecer durante horas y de pie al sol, sin agua ni alimento.

Criminales y Cómplices:

Capitán Miguel Sánchez (Ejército); Teniente Toledo (Ejército);

 

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; Cruz Roja Internacional; Libro “Prisión en Chile"; CODEPU; Informe Valech;  Memoriaviva;


Testimonio

Categoría : Testimonio

[Preso Político detenido en noviembre de 1973] “…siendo luego incomunicado por cinco días en el Estadio Regional, me pusieron una manguera de 3/4 por la boca y daban [el] agua…”.


Gritos que pasaron de alegría a sufrimiento: 11 recintos deportivos usados como centros de detención

Fuente :radiobiobio.cl, 11 de Septiembre 2013

Categoría : Prensa

Se suele decir que política y deporte no es una buena mezcla y que lo ideal es evitarlo. Sin embargo, a lo largo de la historia, innumerables ejemplos demuestran que, guste o no, ambas historias de han entrelazado.

En nuestro país puede llevarse al plano dirigencial, donde reconocidos personajes políticos han incursionado en el mundo deportivo, o cómo algunos otrora emblemas del deporte nacional se han adentrado a las arenas de la política.

Sin embargo, desde el 11 de septiembre de 1973, hubo una forma en que estuvieron ligados que no es necesariamente la mejor para reconocer.

Luego que ese martes el golpe de estado de las fuerzas militares del país quebrara el gobierno democrático del Presidente Salvador Allende Gossens, distintos recintos deportivos se convirtieron en centros de detención, donde de paso, se llevaron a cabo actos de tortura y violación de los derechos humanos de miles chilenos.

Para un amante y simpatizante del deporte, el estadio o gimnasio de su equipo favorito, de la disciplina que sea, es un lugar ‘sagrado’ donde se disfruta (o pasan rabias) junto a los colores de los cuales es hincha.

Sin embargo, no solo el Estadio Nacional, reducto reconocido nacional e internacionalmente por su utilización en dictadura, fue ocupado como centro de detención para dichos fines. A continuación repasamos los coliseos que por un periodo de tiempo cambiaron los vítores y gritos de fanáticos, por otros de dolor y sufrimiento.

Estadio Nacional de Santiago.-

A partir de 12 y 13 de septiembre se transformó en el centro de detención más grande del país. A cargo del Ejército de Chile, por sus camarines y gradas pasaron miles de detenidos por ser contrarios al golpe militar.

De acuerdo a cifras de la Cruz Roja se llegó a tener a cerca de 7 mil personas en el recinto de Ñuñoa, de los cuales, 300 fueron extranjeros.

 

Estadio Chile (Hoy Víctor Jara)

Recinto cerrado utilizado para la detención de personas por las fuerzas militares. En sus dependencias fue torturado y posteriormente acribillado el cantautor chileno Víctor Jara, quien posteriormente fue encontrado con 44 impactos de bala en su cuerpo

Otro recinto deportivo utilizado en la región Metropolitana para detener a personas fue el estadio Maestranza San Eugenio, utilizado en 1984.

Estadio Playa Ancha (Hoy Elías Figueroa)

Fue uno de los más de 100 centros de detención que se utilizaron en la región de Valparaíso. La cancha donde hace de local Santiago Wanderers estuvo a cargo de la Armada y funcionó hasta noviembre de 1973.

De acuerdo al relato de detenidos, los prisioneros estuvieron en camarines y en la misma cancha del estadio.

Estadio Regional de Concepción (Hoy Ester Roa Rebolledo)

Centro de detención de la capital de la región del Bío Bío. Por siete de los camarines con los que cuenta el recinto pasaron centenas de prisioneros.

De acuerdo a cifras de la Cruz Roja, en octubre de 1973, en el principal reducto penquista habían 589 detenidos, de las cuales 44 correspondían a mujeres.

Cabe señalar que a la cancha ubicada en la avenida Collao en Concepción, se sumaron otros dos recintos deportivos en la región del Bío Bío. El estadio regional de Coronel y el estadio El Morro de Talcahuano, de acuerdo a los registros de MemoriaViva.

Estadio Fiscal de Punta Arenas

Luego del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, en todo el país se comenzó una persecución a los opositores del régimen militar y Punta Arenas no fue la excepción.

En la capital de la región de Magallanes, el estadio Fiscal estuvo a cargo de la Fuerza Aérea de Chile. De acuerdo a cifras y registro. En diciembre de 1973 un total de 38 personas estaban detenidas en el lugar, donde además de vejaciones, tuvieron que trabajar en la construcción del mismo recinto.

El estadio fue utilizado como centro de detención hasta 1974.

Antofagasta, Talca y Osorno.

A los anteriores, se deben sumar los recintos techados del Estadio Español de Osorno, que cuenta con una cancha de básquetbol, y el cual estuvo a cargo del Ejército.

Además, en el norte del país se ocupó para los mismo fines el Gimnasio Sokol de Antofagasta y el Cendyr de Talca.


La fuerte historia del estadio de Concepción, donde el Tomba buscará un triunfo clave

Fuente :losandes.com.ar, 2 de Abril 2019

Categoría : Prensa

Fue inaugurado en 1962 y remodelado en 2012 y 2015. Funcionó como centro de detención durante la Dictadura Militar chilena de 1973.

El Estadio Municipal Alcaldesa Ester Roa de Rebolledo, donde Godoy Cruz enfrentará mañana a la 'U' de Concepción, es el tercero más grande de Chile y tiene una historia muy fuerte detrás.

Al salir de la Terminal de Collao, Concepción, uno se topa con esa mole de cemento que se ubica a menos de quince pasos, cruzando la avenida Tegualda. Es el Estadio Municipal Alcaldesa Ester Roa Rebolledo, donde Godoy Cruz se jugará mañana a las 19.15 gran parte de sus aspiraciones deportivas en esta Copa Libertadores de América.

Antiguamente denominado Estadio Municipal de Concepción, Estadio Regional o Estadio Collao, fue inaugurado el 16 de setiembre de 1962 y remodelado en el período 2012-2015, bajo el gobierno de Sebastián Piñera y la gestión de la alcaldesa María Riquelme. Con una capacidad para 33 mil espectadores, es el tercer estadio más grande de Chile. Las medidas del campo de juego son 105 x 68 metros, muy similares a las de nuestro Malvinas Argentinas, que tiene 105 metros de largo por 70 de ancho.

 

Además de ser la casa de Universidad de Concepción, también alberga los encuentros de local de Fernández Vial y del clásico rival de la 'U' penquista: Deportes Concepción.

El escenario donde mañana se esperan más de cinco mil hinchas tombinos, también ha sido sede de múltiples acontecimientos deportivos de importancia internacional, como las Copas América en 1991 y 2015, el Mundial Juvenil Sub 20, en 1987, la Copa Mundial juvenil Sub 17, en 2015 y el Preolímpico Sudamericano, en 2004.

Hace casi cuatro años, el 30 de junio de 2015, por las semifinales de la Copa América de ese año, la selección argentina goleó 6 a 1 Paraguay, en una de sus mejores producciones en la era Tata Martino.

Del terremoto al genocidio

La construcción del estadio tenía como objetivo su inclusión en el Mundial de Fútbol de 1962. Sin embargo, estuvo truncada por el terremoto de Concepción en 1960 (que como réplica al día siguiente desembocó en el terremoto más devastador de la historia que fue el terremoto de 9.5 de Valdivia) que destruyó las infraestructuras de la ciudad y provocó que el comité organizador eligiera a Rancagua como subsede definitiva. 

El recinto fue centro de detención durante la Dictadura Militar de 1973, donde ciudadanos chilenos estuvieron apresados en el centro deportivo para luego ser trasladados a la Isla Quiriquinao a 1500 kilómetros de distancia, donde se instaló un campo de concentración. Otros dos estadios, como el Estadio Nacional de Santiago y el Playa Ancha de Valparaíso, sufrieron el mismo destino.

Los detenidos llegaban en camiones hasta los estadios, donde permanecían semanas encarcelados, durmiendo en los lúgubres y grises pasillos de ingreso a las tribunas. Muchos fueron sacados violentamente de sus casas o trabajos y terminaron ejecutados.

Por eso, en 2004 fue instalada una placa en la que se podía leer "Homenaje a todos lo(a)s preso(a)s políticos que un día estuvieron en el estadio Regional de Concepción". Por motivos de la remodelación entre los años 2013-2015 la placa fue quitada. En febrero de 2016 la placa fue reinstalada y puede leerse en uno de los pilares principales de la entrada, en el acceso por avenida Collao.


Estadios usados como campos de detención

Fuente :futbol-nostalgia.blogspot.com, 25 de Septiembre 2021

Categoría : Otra Información

Se suele decir que política y deporte no es una buena mezcla y que lo ideal es evitarlo. Sin embargo, a lo largo de la historia, innumerables ejemplos demuestran que, guste o no, ambas historias se han entrelazado.

A partir de ese martes 11 de septiembre de 1973, con el golpe de estado de las fuerzas militares del país quebrara el gobierno democrático del Presidente Salvador Allende Gossens, distintos recintos deportivos se convirtieron en centros de detención, donde de paso, se llevaron a cabo actos de tortura y violación de los derechos humanos de miles chilenos.

De acuerdo a los registros de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, fueron muchos los recintos deportivos que se utilizaron como centros de detención y tortura. A continuación se describen algunos de ellos.

Estadio Nacional

Desde el 11 de septiembre hasta el 9 de noviembre de 1973, el Estadio Nacional fue utilizado como campo de concentración, tortura y muerte. Más de doce mil prisioneros políticos fueron detenidos allí sin cargos ni procesos luego del violento golpe de estado.

Durante octubre de 1973 los ex futbolistas y seleccionados nacionales para el mundial de 1962, Hugo Lepe y Mario Moreno, estuvieron detenidos en el campo de concentración del Estadio Nacional. Liberados gracias a gestiones de amigos futbolistas, entre ellos Francisco Chamaco Valdés. Menos de un mes después de liberado, Hugo Lepe volvió a los túneles y tribunas de su ex centro de tortura, a ver el partido entre la Selección de Chile y el Santos de Brasil, organizado para celebrar la clasificación de la "roja" al Mundial de Alemania 1974.

El 11 de octubre de 1973, un periodista deportivo oriundo de Punta Arenas fue detenido por las fuerzas militares, acusado de activismo peligroso y trasladado a un centro de detención y tortura situado en las dependencias de un estadio. Su nombre era Vladimiro Mimica. Su paradero, el Estadio Nacional de Santiago.

En septiembre 2018, los futbolistas Isaac Díaz y David Pizarro, ambos jugadores de la Universidad de Chile, se acercaron hasta el memorial al interior del recinto de Ñuñoa para depositar un ramo de flores, en recuerdo a las víctimas de la dictadura. Ese gesto fue visto como excepcional en el mundo del deporte.

Estadio Chile.

El Estadio Chile fue el primer recinto deportivo techado del país, convirtiéndose en un escenario privilegiado para el desarrollo de eventos deportivos y culturales. Fue inaugurado en el año 1969. Tras el Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973, el recinto fue utilizado como centro de detención y tortura. En pocos días transitaron aquí cientos de prisioneros.

El 15 de septiembre se produce un desalojo masivo de detenidos, trasladándolos al Estadio Nacional. La mayoría de los obligados a permanecer en el Estadio Chile fueron asesinados, entre ellos el cantautor Víctor Jara. Entre el 15 de noviembre y julio de 1974, se convirtió en el principal centro de detención y tortura de la capital.

Tras el retorno a la democracia, el estadio fue utilizado como espacio para el desarrollo de conciertos masivos, y en menor medida como centro deportivo. En el año 2003 se cambia el nombre original del recinto por el de Estadio Víctor Jara, en homenaje al cantautor, reconocido nacional e internacionalmente, quien fue detenido, torturado y asesinado en este lugar.

Estadio Maestranza San Eugenio.

Los testimonios recibidos por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura establecieron que la totalidad de las detenciones en este recinto ocurrieron en 1984. Según las declaraciones, se mantuvo recluidos aquí a los hombres detenidos en los allanamientos masivos a las poblaciones de la zona sur, como La Victoria y otras. Los prisioneros fueron mantenidos a la intemperie en las canchas de este recinto, donde recibían amenazas y golpes. Algunos declarantes coinciden en haber sido trasladados a otros recintos para ser interrogados. Otros denunciaron que desde este estadio fueron trasladados por la CNI al cuartel Borgoño, donde fueron interrogados y torturados y luego, algunos, relegados.

La presencia en el barrio de los estadios San Eugenio (demolido en 2012) y Juan Yarur (demolido en 1965) permite comprender la relevancia que las estrategias de carácter deportivo tuvieron para los trabajadores fabriles y ferroviarios y también para todo el barrio en su conjunto. No es de extrañar que los principales equipamientos y espacios públicos del barrio estuvieran asociados a las fábricas y a la Maestranza San Eugenio, particularmente el estadio San Eugenio y el estadio Juan Yarur.

Los sonidos, imágenes y actividades que eran reconocidos por todos sus habitantes, como las sirenas de Yarur y de la Maestranza, las chimeneas de Yarur, el paso del ferrocarril por el centro del barrio, los partidos de futbol en el estadio San Eugenio, etc., todo eso fue desapareciendo con el tiempo para sólo quedar en la memoria del barrio.

Estadio Playa Ancha.

El actual Estadio Bicentenario Elías Figueroa fue un centro de detención de la dictadura de Augusto Pinochet, entre septiembre y noviembre de 1973. Este recinto estuvo a cargo de la Armada. Fue parte de los 100 recintos de la Región de Valparaíso donde se practicaron torturas y cometieron crímenes de lesa humanidad.

El lugar, donde es local Santiago Wanderers, el equipo de fútbol más antiguo del país, fue utilizado para mantener a personas detenidas bajo amenaza, retenidas a la intemperie, privadas de alimentación y abrigo. Allí la Armada de Chile mantenía a los prisioneros políticos en camarines inundados con agua, en graderías o en la misma cancha.

Las instituciones del Consejo de Monumentos Nacionales, la Dibam y el Ministerio del Deporte han instalado en el Estadio de Playa Ancha, actual Estadio Elías Figueroa Brander, una placa que lo identifica como Sitio de Memoria, para reconocer que en el lugar se cometieron graves violaciones a los Derehos Humanos.

Estadio Regional de Concepción.

El 16 de septiembre de 1962, con un partido entre River Plate y Universidad Católica, fue inaugurado el Estadio Municipal de Concepción. Once años después, el 19 de septiembre de 1973, ese mismo recinto se convertía en centro de detención y tortura de víctimas de la dictadura militar.

Esa temporada, Deportes Concepción tenía un gran equipo, arrancó el campeonato de manera memorable y muchos dicen que estaba para pelear el título.

Rolando García fue parte de ese equipo y recuerda que “teníamos goleadores como el ‘Matute’ Fabres y Víctor Estay, Cantatore, Urrizola…" Era un gran equipo, dirigido por el mítico Jaime Ramírez, figura del Mundial del ’62. Los lilas tuvieron un inicio de ensueño, con 14 partidos invictos. Pero algo descolocó a ese equipo y tardó 8 partidos en volver a ganar. Les tocaba hacer de local en los estadios El Morro, Las Higueras o donde fuera.

En enero 1974, cuando faltaban 4 fechas, se abrió el estadio Municipal de Collao. Deportes Concepción todavía tenía remotas posibilidades de entrar a la Copa Libertadores. “Sabíamos que ahí había gente presa y las cosas terribles que pasaban adentro. Ese día los sacaron, los enviaron a otro lado, pero no era algo normal, aunque estábamos en nuestra casa. No quisimos ducharnos en esos camarines, así que dimos la vuelta y nos fuimos para Nonguén”, rememora García.

Este es el Estadio Municipal de Collao – que se construyó en la administración de la alcaldesa Ester Roa, para convertirse en una de las sedes del Mundial de Fútbol de 1962, algo que no consiguió – y se convirtió en centro de detención y tortura.

Estadio El Morro de Talcahuano.

El Estadio El Morro es un recinto deportivo con capacidad para 7142 espectadores, ubicado en la comuna de Talcahuano. Toma el nombre de el Morro por ser una cancha de fútbol en que los espectadores aprovechan la pendiente del cerro para observar los partidos de fútbol.

El Estadio El Morro de Talcahuano, según el informe Rettig se utilizó como recinto de detención y exterminio por parte de la DINA.

El 28 de septiembre de 1975 fue muerto Oscar Segundo Arros Yáñez, tornero, militante del MIR. El había sido detenido el día 26 de ese mes en Lota, siendo conducido por miembros de la DINA al Estadio El Morro de Talcahuano. Al día siguiente el detenido fue llevado por sus captores a su domicilio para que se cambiara de ropa. Su cónyuge pudo apreciar que se encontraba en mal estado, lleno de hematomas. El día 28 se le informó que el cuerpo se encontraba en la morgue del Hospital de Lota Bajo, donde había sido llevado ya muerto por cinco funcionarios de la DINA. Un médico le comunicó a la familia que había sido flagelado y que registraba dos impactos de bala. En atención a ella esta Comisión lo considera como ejecutado por funcionarios de la DINA, quienes violaron así sus derechos humanos.

Gimnasio Sokol de Antofagasta

El Estadio Sokol Dinko Franulic Harasic, también conocido como Estadio Sokol o simplemente como Gimnasio Sokol, es un estadio cubierto y centro multideportivo ubicado en la ciudad de Antofagasta, ubicado a pocos minutos del centro de la ciudad. En él hace de local el equipo de básquetbol Antofagasta Sokol.

Fue construido por la comunidad croata instalada en Antofagasta, tras la fundación del Club Deportivo Antofagasta Sokol, inicialmente llamado Club Deportivo Jugoslavenski Športski Klub Sokol. Cuenta con una multicancha techada con una capacidad para 6500 personas, canchas de baby fútbol, piscina, instalaciones radiales y un patio de esparcimiento.

Según el informe oficial de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, más conocida como Comisión Valech, emitido el año 2004, el Estadio Sokol fue señalado, por un número significativo de testimonios, como un centro de detencion y tortura en la ciudad de Antofagasta que operó durante el año 1973.

Estadio Español de Osorno

El Estadio Español, ubicado en calle Santa Elisa, y de dependencia directa de la colonia Española residente en Osorno fue el centro de detención y tortura más grande de la Provincia de Osorno, el cual estuvo a cargo del Ejército.

La mayoría de detenidos corresponden al año 1973. Era un local techado con una cancha de básquetbol y graderías para tres mil personas. Los detenidos fueron instalados en la cancha, mientras las graderías estaban ocupadas por militares, cuyas armas apuntaban hacia los prisioneros. No tenían ninguna privacidad para lavarse y hacer sus necesidades básicas. La alimentación era restringida: tenían un horario determinado para recibir comida de sus familiares y solo tres minutos para acudir a recibirlos a la puerta. Los presos que venían de fuera de Osorno no recibían comida ni vestimentas ni frazadas.

A este recinto llegaban detenidos procedentes de comisarías, retenes y cuarteles de Investigaciones de la provincia. Su arribo era casi siempre en muy malas condiciones físicas, a consecuencia de las torturas que sufrieran en esos lugares. En un momento habían 182 personas adentro, durmiendo en el piso, en la cancha. Desde el estadio se les trasladaba con frecuencia, sin aviso y durante la noche, a la Fiscalía Militar, ubicada en el hospital base de Osorno o al Cuartel de Investigaciones, para someterlos a interrogatorios y torturas.

Estadio Fiscal de Punta Arenas

En la ciudad de Punta Arenas, el estadio Fiscal estuvo a cargo de la Fuerza Aérea de Chile. De acuerdo a cifras y registro. En diciembre de 1973 un total de 38 personas estaban detenidas en el lugar, donde además de vejaciones, tuvieron que trabajar en la construcción del mismo recinto.

Según consta de los antecedentes, este lugar fue utilizado desde septiembre del año 1973 hasta el año 1974. Este recinto se habilitó como lugar de reclusión, interrogación y tortura de prisioneros, hombres y mujeres, provenientes desde regimientos, centros de torturas y la isla Dawson. Hubo un flujo constante de prisioneros que ingresaban, eran trasladados o liberados. Mientras permanecían en el recinto eran ubicados en un pabellón situado cerca de la entrada trasera del estadio, donde estuvieron incomunicados en los camarines, divididos en dos grupos. Durante el día debían trabajar en obras de término del estadio, aunque gran parte del tiempo permanecían encerrados.

Los ex detenidos en este lugar denunciaron haber sufrido golpes, trabajos forzados, simulacros de fusilamiento, fueron obligados a escuchar y presenciar las torturas a otros prisioneros, a ejecutar ejercicios forzados y a golpear a sus compañeros.

A lo largo del país muchos otros campos deportivos han sido identificados como centros de detención y tortura por la dictadura militar. Entre ellos también se encuentran el Estadio Regional de Coronel y el Estadio Cendyr de Talca.


Reinstalan placa que recuerda que estadio regional de concepción fue centro de detención en dictadura

Fuente :cronicadigital.cl 18 de Febrero 2016

Categoría : Prensa

Cerca de un centenar de ex prisioneros/as políticos que permanecieron recluidos en el Estadio Regional de Concepción tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, se espera que participen en la ceremonia de reinstalación de la Placa de Homenaje a su paso por ese lugar, que se realizará este sábado 20 de febrero, a partir de las 11:00 horas, en el acceso principal del recinto deportivo.

El estadio fue utilizado como centro de detención y tortura desde el 11 de septiembre de 1973 hasta enero de 1974, fecha en que 59 prisioneros fueron desterrados al Campo de Prisioneros de Chacabuco en el Desierto de Atacama, mientras varios cientos de ellos fueron enviados a la Cárcel de Concepción, ubicada en ese tiempo en la calle Chacabuco 70 de Concepción. El estadio sirvió como campo de detenidos para hombres y mujeres de la Región del Bío Bío.

Según recordaron ex prisioneros políticos de Chacabuco, organizadores del acto, la placa fue instalada en enero del 2004 con motivo de los actos conmemorativos de los 30 años del Golpe Militar.

Con motivo de su remodelación la referida placa fue retirada transitoriamente con el compromiso del Alcalde Álvaro Ortíz Vera, de reponerla cuando finalizaran las obras del Estadio.

La ceremonia contará con una presentación artístico-cultural y las intervenciones del Alcalde de  Concepción, la profesora y ex prisionera política del Estadio Lily Rivas Labbé y Gabriel Reyes Arriagada por los Ex Prisioneros de Chacabuco.

Esta actividad de rescate de la memoria regional será complementada con una Placa de carácter institucional que ha colocada la I. Municipalidad de Concepción reconociendo que el actual y remozado estadio fue un Centro de Detención.


El Estadio Municipal penquista como centro de detención en el relato de la prensa local de la época

Fuente :Tribuna del Bío Bío, 17 de Febrero 2016

Categoría : Prensa

El 16 de septiembre de 1962, con un partido entre River Plate y Universidad Católica, fue inaugurado el Estadio Municipal de Concepción. Once años después, el 19 de septiembre de 1973, ese mismo recinto se convertía en centro de detención y tortura de víctimas de la dictadura militar. Este sábado, en un acto a realizarse en el acceso principal se reinstalará una placa que recuerda ese trágico episodio.

Por lo menos hasta enero de 1974, el Estadio Municipal fue el lugar donde cientos de personas, principalmente de Concepción, Talcahuano, Chiguayante, Lota y Coronel, debieron permanecer privadas de libertad sin saber cuál sería su destino. Cifras de la Cruz Roja hablaban de 589 detenidos, incluyendo 40 mujeres.

Saber lo que ocurría en el interior del recinto, no era fácil. Desde temprano, familiares de los prisioneros llegaban hasta el acceso del Estadio para tratar de tener alguna noticia. Lo que lograban saber, no era por información que les entregaran los uniformados a cargo, sino por el sacerdote Camilo Vial, quien por instrucciones del entonces Arzobispo de Concepción, Manuel Sánchez, visitaba casi a diario a los detenidos.

Recién a comienzos de octubre, la prensa escrita local pudo ingresar al Estadio y difundir lo que se pudo ver y constatar. Por cierto, se trato de visitas bastante controladas y donde los presos poco o nada pudieron decir, por temor y también por desconfianza.

Uno de esos relatos fue firmado por Manuel Parra Trujillo y aparece en Diario El Sur con ocasión de la visita que dos representantes de la Cruz Roja Internacional realizaran al centro de detención a comienzos de octubre de 1973.

Recordando los tiempos en que el Estadio se utilizaba para los fines que correspondía, Parra señala:  “En las aposentadurías, las 43.340 personas que llegaron a presenciar el choque entre Colo Colo y Huachipato  en el año 1970, son reemplazadas por 589 detenidos, que durante la visita de El Sur se protegían del frío y la lluvia bajo la marquesina. La cancha, de una superficie de 120 metros por 80, está desierta pues el agua no permite que quienes permanecen en el recinto puedan llegar a ella…”

Más adelante, indica que  “Al subir los periodistas a la parte alta de las graderías y hacerse visibles a los detenidos, se escucha una silbatina de repudio y automáticamente la gente se comienza a mover hacia otro costado, al mismo tiempo que tratan de ocultar sus rostros con las frazadas o chaquetones que llevan sobre ellos. Quienes están más cerca son mujeres que corren a esconderse…  En total hay alrededor de 40 y se encuentran ubicadas en el sector norte. No se ven caras conocidas… En la parte sur se hallan los hombres, que lucen un poco desgreñados, la mayoría de ellos con una barba un tanto abundante…“

En otro párrafo de su crónica, el periodista menciona a quienes ha podido identificar entre lo detenidos: “Entre quienes permanecen en el lugar se pueden identificar algunas caras conocidas, como Jorge Antonio Bravo que trabajaba en la radio Simón Bolívar; Emilio Cisternas, dirigente de la ex Central Única de Trabajadores y un muchacho alto de tez morena que estudiaba en la Universidad de Concepción. Pueden haber muchas más pero en esa oportunidad no dieron la casa. Se escuchó por ejemplo, que en ese momento se encontraba en el lugar, Isidoro Carrillo, lo que no se pudo confirmar”.

Cuenta también que los detenidos están distribuidos en siete camarines habilitados como dormitorios colectivos donde hay entre 50 a 70 personas. Las mujeres, dice, ocupan un solo camarín.

“En la oficina de recepción, el control es meticuloso . Hasta allí llegan lo nuevos detenidos, al mismo tiempo que salen quienes ya han sido interrogados y se determina su libertad.  También se reciben los paquetes que los familiares mandan a las personas que se encuentran retenidas”, indica en otro párrafo.

También estuvo Crónica

El 3 de octubre de 1973, diario Crónica publicó en sus dos página centrales un reportaje de la periodistas Mónica Verde, que pudo ingresar al Estadio Municipal para constatar la situación que se allí se vivía.

En parte de su nota, consigna:  “No pude conversar con ninguno de los detenidos, porque así lo estipulaba la orden. Obediente a las normas, seguí al capitán que me guió hasta las graderías.  Desde allí observé a una gran cantidad de detenidos, que no sobrepasaban los 400 incluyendo a 32 mujeres. Todos sin excepción se mostraron sorprendidos. Estaban ubicados en el centro de la cancha. Unos de pie, otros sentados o simplemente tendidos haciendo cualquier cosa… Posteriormente bajamos al campo. Lo primero que vi fue a las 32 mujeres que allí se encuentran. Están separados de los varones. En las graderías de tribuna, lo único que hacían era fumar o conversar entre ellas… Personas conocidas hay muchas, pero desde lejos no las pude reconocer. Más que nada porque no se dejaban ver.  Como dije antes no conversé con nadie, pero tampoco ellos me dirigieron la palabra”.

Pocos días después, el vespertino nuevamente visitó el principal centro de detención de Concepción. Esta vez la nota tenía firma.

“ …a la inversa de lo que aconteció en la Isla Quiriquina, no se pudo dialogar con ninguno de los ahí recluidos, recibiéndose solo algunas declaraciones de viva voz gritadas por los detenidos desde el sector de la tribuna numerada hasta  las populares…
Desde la altura tratábamos de ubicar rostros conocidos. Y los vimos. Isidoro Carrillo , el ex gerente de la Enacar, Jorge Antonio Bravo, periodista autorizado por el Colegio para ejercer la profesión… también vimos a Emilio Cisternas que de locutor de radio Talcahuano, pasó a ejercer un cargo directivo en la Central Única de Trabajadores.
Se divisan otros rostros conocidos , pero cuesta identificarlos al cubrirse la cabeza con frazadas. Lo mismo pasa con las damas”,
 se lee en Crónica.

Se agrega que en general todos se ven en buenas condiciones, aunque con el nerviosismo propio de la situación que están viviendo.

“Al margen de todo esto, tuvimos amplias facilidades para recorrer las celdas donde viven los 370 varones y las 40 damas que había ayer. Las mujeres están en un solo camarín, el número 8…”

La nómina de quienes pudieron recibir visitas

A media que pasaba el tiempo, se diluía un poco el interés por tener acceso directo a la información de lo que ocurría con los prisioneros del Estadio y otros lugares de detención.

Eso, hasta que el 21 de diciembre de 1973, diarios El Sur y Color publicaron una lista de “procesados” que podrían recibir visitas en vísperas de Navidad.

Lo de "procesados" no deja de llamar la atención pues hasta ese momento gran parte de los prisioneros no tenía claridad acerca del motivo de su detención y tampoco qué pasaría con ellos.

Las instrucciones, que también se difundieron por estos medios, apuntaban a que los “procesados” sólo podrían recibir la visita de un familiar y en uno de los tres turnos que se establecieron, por un máximo de dos horas. Cada visitante no podría llevar paquetes ni objeto.

Fueron noventa y siete los detenidos que pudieron hablar y permanecer con uno de sus familiares. Así lo informó diario El Sur:

“Noventa y siete procesados por infracción al Código Militar en Tiempo de Guerra recibieron ayer, por gracia del comandante en jefe de la III División de Ejército, general Agustín Toro Dávila, intendente de Concepción , la visita de uno de sus familiares.
Cada uno de los favorecidos gozó la inesperada franquicia, por espacio de dos horas,  viviendo en 120 minutos una felicidad sorpresiva de fin de año…"

Ya terminando el año 73, el 27 de diciembre, una nueva información aparecía en los medios impresos relativa a la situación de los prisioneros políticos. Esta vez se indicaba que: “ 114 personas que estaban detenidas en el estadio habían recobrado su libertad. Ellas conforman el primer grupo que quedaba libre, luego de comprobarse que no "tenían participación directa en acciones de violencia". Los restantes forman dos grupos:  Uno, los sospechosos  sobre los que hay que investigar y comprobar si existen cargos en su contra y el otro, integrado por  aquellos que próximamente serán sometidos a proceso en  los tribunales militares”. La información fue entregaba por el intendente de Concepción,  general Agustín Toro Dávila a directores de los diarios de Concepción.

Y en esa misma ocasión, se informa que se está buscando una solución  "al problema del estadio" pues  la dificultad estribaba en encontrar "un recinto adecuado para prestar atención humanitaria a los detenidos. Tenemos la mejor disposición para entregar a la ciudadanía ese recinto deportivo", declaraba Toro.

Ya a mediados de enero de 1974, gran parte de los presos del Estadio dejó el recinto. Un grupo de 59 penquistas fue trasladado hasta el Campamento de Prisioneros de Chacabuco, en la región de Antofagasta. Otro número, fue llevado también a Chacabuco, pero a la cárcel de Concepción ubicada en Chacabuco 70. Otra parte quedó el libertad.

Esa historia reciente de cuando el Estadio Municipal- que se construyó en la administración de la alcaldesa Ester Roa, para convertirse en una de las sedes del Mundial de Fútbol de 1962, algo que no consiguió- se convirtió en centro de detención y tortura, es la que se quiere recordar a través de una placa que mantenga viva esa memoria dolorosa, pero que es necesario preservar.


Concepción: circuito de la memoria de ex «prisioneras de guerra» en el Estadio Regional

Fuente :revistapudu.cl, 3 de Septiembre 2019

Categoría : Prensa

A 46 años del golpe cívico-militar de 1973, el Centro Cultural por la Memoria «La Monche» propone un ejercicio de visibilización y legitimación de la historia y la dignidad de las mujeres confinadas en Estadio Regional de Concepción, trístemente célebre por su utilización como centro de detención y tortura de paso, tras el que los prisioneros y prisioneras fueron liberados, destinados al Campo Chacabuco en el Desierto de Atacama o a la Cárcel de Concepción.

Se trata del “Circuito de la Memoria de ex ‘prisioneras de guerra’ en el Estadio Regional de Concepción”, recorridos guiados que tendrán lugar entre las 11:00 y las 17:00 horas del sábado 7 de septiembre, recuperando in situ las vivencias de quienes hasta enero de 1974 debieron enfrentar en este recinto deportivo muchas de las mujeres que formaron parte activa en el movimiento político-popular representado por el presidente Allende y que en tal calidad fueron consideradas prisioneras de guerra por la dictadura, sumando sus nombres a la larga lista de víctimas apremiadas en otros múltiples puntos de la región y del país.

Testimonios de presos políticos indican el uso indiscriminado de tortura, violaciones y vejaciones por parte de los miembros de las fuerzas Armadas a cargo del centro que, de acuerdo a un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja, tras el primer mes de intervención militar del país, mantenían a 589 detenidos, contando entre ellos 44 mujeres.

“Todas las ex ‘prisioneras de guerra’ del Estadio tuvieron protagonismo en la vida política y social durante fines de los 60 y comienzos de los 70, apoyando proyectos de trasformación social en forma colectiva. Razón por la que hemos querido relevar su experiencia particular en este recinto de detención y tortura”, explican desde la organización, haciendo extensiva la invitación a toda la comunidad, mediando inscripciones a través del correo electrónico <memorialamonche73@gmail.com>.


Desde mi escuela de campo al campo de prisioneros de la escuela de grumetes

Fuente :Trilce, N° 36, Septiembre de 2013

Categoría : Testimonio

El Día del Maestro me echaron de la escuela
En la mañana de ese 11 de Septiembre de 1973 -Día del Maestro- un alumno de mi escuela rural corrió a campo traviesa porque en la radio estaban llamando a su profesor. Esa era la noticia para él, aunque la radio dijera también otras cosas: bombardeaban la Moneda, hablaba Allende, bramaba Pinochet, pero mi alumno no lo supo por correr a avisarme, ni yo lo supe porque se habían agotado las pilas de la pequeña radio Sanyo a transistores, que en ese momento era mi única comunicación con el mundo.

En la provincia de Bío Bío habría medio centenar de izquierdistas importantes: el intendente y alcalde de Los Angeles, gobernadores de Mulchén y Nacimiento, tres diputados de la Unidad Popular, dirigentes políticos y sindicales, funcionarios de INDAP y la Corporación de la Reforma Agraria, etc. ¿Debería considerar un honor que en uno de los primeros bandos del Jefe de Plaza me llamara entre 14 de ellos a entregarse a las Fuerzas Armadas, so pena de aplicárseles "la Ley de fuga?

Septiembre 12

Antes de "entregarme" paso al Correo y abro por última vez mi casilla 439: hay un sobre de carta con un pequeño libro. Don Carlos Rojas, un periodista de experiencia llegado al diario La Tribuna, donde yo mantenía por años una página literaria semanal, creyó conveniente llegar a la Prefectura con alguien -un testigo, dice- y se ofrece, más bien me impone su compañía.

Saluda amablemente, pero en la guardia está un cabo con el que en cada huelga del magisterio nos venimos topando en nuestras respectivas líneas de choque. Por todo saludo le dice: "¿Y usté qué tiene que andar con güeoneh…?" A mí no me dice nada, le basta el gesto de felicidad con que me empuja a una celda oscura y maloliente, donde toda la tarde siguen metiendo detenidos. Ya entrada la noche se abre la puerta y nos ordenan tirarnos en el pasillo: "-¡Boca abajo mierda y manos en la nuca!"

¿Un carabinero, un cabo, un sargento? muchos se pasean entre las filas y a veces sobre ellas. Un oficial avisa: -¡si alguien tiene algo que retirar desde la guardia, pase al frente! Y empiezan a salir …por una manta café, por un sombrero alón, por un poncho listado… Yo había dejado en la percha mi chaquetón de tweed nuevito, pero estaba calculando el costo de recuperar cada prenda: una bota en las costillas al pararte, un culatazo de ida y tal vez uno de vuelta, otra bota en el trasero al tenderte de nuevo. Mis huesos estimaron mucho precio, aún con el valor agregado de haberlo comprado en la Casa García para nuestro primer viaje juntos con Natacha. Lo miré de reojo y salí como avergonzado por esa deslealtad de abandonarlo. Pero él no me abandonó y hasta hoy sigue abrazando al abrigo negro de ella, en la fotografía de contratapa de Cartas de prisionero en su edición mexicana de 1984 y la de LAR de 1990, desde donde saltó a la portada en LOM desde el año 2002.

Septiembre 14

Esa noche del 12 en la Prefectura nos metieron como sardinas en una camioneta enlatada de la Fábrica de Conservas Perelló y nos vaciaron en el Gimnasio IANSA. En sus gradas dormimos, o al menos alojamos y permanecimos todo el día siguiente.

El viernes 14 temprano anunciaron que podríamos ver a sólo una persona, sólo por un par de minutos para recibir ropa personal, frazadas, algún remedios, "cosas prácticas". Por los parlantes no se nombraba al prisionero, sino al visitante: -¡Natacha Aguilera…! Apenas me ve suelta mi bolso ecuatoriano comprado en la gira de Arúspice en 1969, y corre a mis brazos.

-¡Feliz cumpleaños, amor…! le digo al abrazarnos. El carabinero que vigila los encuentros se acerca, como sospechando alguna burla, pero al verla llorando me pregunta, cauteloso: ¿Es verdad…?

Sí. Era verdad. Ese día cumplía 25 años, acontecimiento largamente esperado, para el que solo había pedido "algún regalo sorpresa" mientras imaginábamos los más variados festejos. Ahora estábamos celebrándolo bajo las gradas de una cancha de basquetbol frente a un sargento del Retén de El Álamo, el único policía con anteojos que vi en Los Ángeles. Y no sé por qué siempre he pensado que ese rasgo influyó en que nos "invitara" a permanecer unos minutos extras en su improvisada sala de guardia, entregándole mi único regalo posible, sorpresa que encontré ese sobre corriente, la última vez que abrí mi casilla de correo angelino: Poesía Joven de Chile Selección y prólogo de Jaime Quezada, Siglo XXI Editores, México 1972. Antología que perdura en una tabla de mi biblioteca y en una línea de mi poesía:

La victoria

Me pusieron contra la pared, manos arriba
Me registraron meticulosamente.

Solo hallaron retratos con tus ojo
s una antología con mis versos.

Noches sobre la piedra.
Días tras la alambrada.

No saben -nos decían- qué les espera.
Pero yo lo sabía:

tras días piedra meses muro
tú me esperabas a la puerta del cuartel
y esa fue mi victoria.

Del Liceo de Los Ángeles a un regimiento de los demonios

Pasadas las Fiestas Patrias y al filo de la medianoche, tal como nos habían traído, los militares nos sacaron del Liceo. El tronar de las botas fue suficiente alerta para que al llegar la orden estuviéramos listos para descender las altísimas escalas del internado, en las cuales los soldados se habían dispuesto estratégicamente para tenernos siempre al alcance de sus botas o la culata del fusil. Ya en la salida, apostados entre la puerta y la vereda como cargadores de sandías, iban arrumando prisioneros en los camiones que habían suspendido su huelga gremial para abastecer los campos de prisioneros:

-"¡Al piso, mierda! ¡Tenderse! ¡Obedece, maricón!" Era la primera orden y la peor opción, porque los diestros culatazos de los conscriptos trepados a las altas barandas desalentaban la idea de guarecerse apegándose a ellas y correr hacia adelante. Sin embargo, fue mi elección; de un brinco estuve arriba y repté hasta una esquina de la carrocería: -¡más agachado, más-!" como en gimnasia recreativa mis pequeños simulaban huir del Lobo Feroz. Así crucé la ciudad, oyendo los ahogados lamentos de quienes respiraban penosamente bajo un montón de cuerpos.

Cuando por fin llegué al Regimiento -pobre puercoespín sin caparazón ni espinas ovillado en un rincón- vi a muchos hombres tratando de pararse, tambaleantes y desorientados, mientras otros eran levantados y reanimados por sus vecinos. Recuerdo que al bajar vi a tres o cuatro todavía tendidos, pero cuántos fueron o qué fue de ellos es algo que se discutió por años.

Sólo puedo dar fe de uno que, llevado en vilo por dos hombres, parecía caminar, pero al soltarlo en la celda se desplomó como un muñeco de trapo. Tras largos y vanos intentos por reanimarlo, alguien grito, o más bien gimió:

-"¡Aquí hay un compañero muerto, mi Mayor…!"

-¡Un conche'su madre muerto habrá, puh güeón! vociferó el aludido, en cuyo pecho terciaba la metralleta con la misma naturalidad con que antes del 11 lucía el estetoscopio. A una orden suya, un soldado tomó el cuerpo por los hombros y otro por los pies.

-Tírenlo ahí -fue lo último que oí- junto con el estruendo de la puerta metálica de la celda Na 3, que me tocó. Como proveníamos de diversos lugares, nadie lo identificó en ese momento. Sólo mucho después, cuando se publicaron los documentos de la Comisión Rettig, confirmé que era un campesino de Mulchén, quien tras ser denunciado y llamado a entregarse cumplió con presentarse en la comisaría más cercana. Tenía mi mismo apellido, las mismas iniciales y un nombre parecido y tan pasado de moda como el mío: se llamaba Felicindo Pérez, por casualidad el mismo nombre al que por años el Servicio de Impuestos Internos se le ocurrió extenderme el cheque de mi devolución por boletas. Siento que todo eso me autoriza a considerarlo casi un amigo postumo, pero con afecto vivo.

In memoriam
. . . . . . . . . . . . . . . . A un campesino de Mulchén

Todavía me pregunto por qué tú
-por qué tú y no yo-
por qué tú que alzabas gordos sacos
y cargabas camiones
eras fuerte, degollabas carneros
¿por qué no te aguantaste ese viaje
en un camión cargados como sacos
y te tiraron muerto junto a mí
con tu pocho de pobre,
como un carnero blanco degollado
-por qué tú, por la cresta, y no yo­
que ni me puedo el Diccionario
de la Real Academia en una mano?

De un Regimiento Andino a una Escuela de grumetes

Entre las tres y cuatro de la mañana el camión remolachero asignado había completado su carga de prisioneros sentados en el piso, amarrados de dos en dos con alambre por las muñecas y aún quedaban otros en tierra. Los oficiales se rascaban la cabeza, pero el chofer les dio la solución.

-¡Esto se arregla muy fácil!- retrocedió unos diez metros, aceleró a fondo y frenó en seco: los ubicados en la última fila machucaron la cabina con sus cráneos, pero los oficiales celebraron la maniobra que despejó espacio para una hilera más de apretujados prisioneros. Siempre me sentiré culpable por no recordar el nombre, oficio ni procedencia de ese compañero con quién, en tales condiciones, recorrimos los más de cien kilómetros que separan el regimiento de Los Ángeles del Estadio Regional de Concepción.
Allí nos vaciaron de madrugada, con la eterna consigna:

-¡Tenderse, mierda…! ¡Manos a la nuca…!

Y en esa posición debimos permanecer hasta que a las cuatro de la tarde nos condujeron a los camarines para los consabidos interrogatorios y el milésimo registro de nuestras escasas pertenencias. Anocheciendo nos subieron a un bus del ejército; en algún punto del camino a Talcahuano nos hicieron bajar y -tras una aparatosa sonajera de fusiles que supuestamente pasaban bala- nos despidieron con una entusiasta pateadura tras la cual, con la satisfacción del deber cumplido, nos entregaron a la guardia del Apostadero Naval. Otra noche en las gradas de una cancha de basquetbol y al amanecer navegábamos rumbo a la isla Quinquina.

La Escuela de Grumetes fue, fundamentalmente, campo para los prisioneros de la Armada, que pertenecieron a ella y fueron "capturados" por ella, y a esos consagraban principalmente su labor: tiempo de "interrogatorios" y lugares de reclusión, como el llamado "Rondizoni", vieja cárcel del siglo XIX "remodelada" con aporte de "Trabajo voluntario de los prisioneros del 73". Pero a ellos se agregaron muchos otros presos de los pacos de Yungay, de los milicos de Los Ángeles, etc. una especie de "allegados", que por la rivalidad entre los uniformados nos hacían -afortunadamente- "poco caso". Así se explica que dispusieran algún dormitorio de alumnos para las mujeres y a los hombres nos entregaron el Gimnasio en dos semanas. Pero al menos no era cemento bruto como las pesebreras del regimiento angelino, aquí nos pasaron una de esas colchonetas de lona que usan los gimnasios.

A la entrada había un espacio reservado a cocina y comedor -unas tarimas de madera con sus correspondientes bancas- donde comíamos juntos mujeres y hombres, y los que no tenían turnos de "trabajo voluntario" podían hacer sobremesa leyendo, juegos de mesa o simplemente escuchando la radio que los infantes de marina encargados de la cocina mantenían habitualmente encendida. Muy recién llegados fue que escuché una noticia inolvidable:

Isla Quinquina, septiembre 23 / 73

Un receptor dispara a quemarropa:
"…ha muerto ISLA QUIRIQUINA Neruda…"

El locutor menciona el Poema 15
y lee el Bando 20.

El cabo de guardia busca algo bailable
Y sigue el ritmo con la metralleta.

Aquí en la isla el mar,
y cuánto mar…

Pienso pedir un minuto de silencio,
pero tardo horas y horas en sacar la voz.

El señorío de un alcalde del pueblo

No recuerdo haber averiguado allá y entonces la profesión, oficio o actividad de Danilo González; ser Alcalde de Lota me parecía título suficiente, y después evité cualquier investigación documental que pudiera alterar la imagen para mí más venerable: la de un maestro, un profesor normalista de férrea vocación, que a las seis de la mañana, mucho antes de la diana, paseaba erguido y silencioso entre las hileras de colchonetas -brillantes los zapatos bien lustrados, la corbata al centro de la chaqueta bien abotonada, peinado impecablemente- irradiando una serenidad que debía venir de muy adentro a ese rostro perfectamente afeitado.

Lo traté poquísimo, intuyendo que me costaría encontrar algo de su interés entre las mil cosas sin asunto que suelo hablar al día. Nuestra relación se dio más bien por recaderos: después de jugar una partida de ajedrez con alguien, el perdedor -en una actitud tan primitiva como habitual en este llamado juego ciencia- solía decirle:

-Sí, me ganó, pero ya va a jugar con el poeta… o con el profesor de Los Ángeles… o con el flaco aquel… ¿lo ve? Y algo parecido me decían a mí. Ninguno de los dos buscó la ocasión, pero el azar lo hizo por nosotros, un día en la piscina. ¡Qué escandalosamente turístico sonó esto! Pero en realidad me refiero a la piscina vacía que nos daban por patio de recreo. Estábamos de pie, casualmente tan cerca, que un profesor boliviano de la Universidad de Concepción puso entre ambos un tablero de Ajedrez magnético, con las piezas dispuestas. A él le tocaron las blancas y abrió el juego al estilo clásico de mi padre, lo que me produjo la sensación de estar retornando a mi infancia, es decir, a la libertad.

La partida inconclusa

Isla Quiriquina, octubre 1973.
Blancas: Danilo González, Alcalde de Lota.
Negras: Floridor Pérez, Profesor de la Escuela rural de Mortandad

1. P4R ……. P3AD
2. P4D ……. P4D
3. CD3A… . PXP
4. CXP …… A4A
5. C3C . …. A3C
6. C3A … .. C2C
7. ….

Mientras reflexionaba su séptima jugada
Un cabo gritó su nombre desde la guardia.
-¡Voy! -dijo
pasándome el pequeño ajedrez magnético.
Como no regresara en un plazo prudente
anoté, en broma: Abandona.
Sólo cuando el Diario El Sur
la semana siguiente publicó en grandes letras
la noticia de su fusilamiento
en el Estadio Regional de Concepción
comprendí toda la magnitud de su abandono.
Se había formado en las minas del carbón
pero no fue el peón oscuro que parecía
condenado a ser y habrá muerto
con señoríos de rey en su enroque.

Años después le cuento esto a un poeta.

Sólo dice:
¿y si te hubieran tocado las blancas?

Una velada de despedida

Una tarde nos avisaron que al día siguiente los angelinos navegaríamos a Talcahuano, donde nos vendrían a buscar del regimiento Andino. Sabíamos que eso no era más que salir de las llamas para caer a las brasas, pero se acercaba el fin de año con su esperanza de feliz pascua, próspero año nuevo, y siempre sería mejor estar cerca de casa. No podíamos darnos el lujo de ser pesimistas.

El hecho de partir -aunque sólo Dios supiera adonde- nos daba cierto protagonismo que, sumado a eso de "último día nadie se enoja", ayudó a permitir esa noche un acto de despedida. Las tarimas del comedor hicieron un aceptable escenario, donde el instrumento más tocado fue la emoción. Voces que no oí hablar en todo ese tiempo, ahora cantaban con afectividad maternal o viril ternura. Una guitarra subió en brazos de alguien con aire más serio que el promedio de hombre nacional en cualquier circunstancia. Miró la guitarra, la acarició y dijo que esa hora debía estar, hubiera querido estar con su hijita menor, pero ya que no podía, al menos deseaba regalarle una canción. Era un canto de tristeza contenida, hasta que al final explotó cuando, en trío perfecto, guitarra, canto y cantor gimieron el último verso: "…cumpleaños… feliz…" La voz del cantor se quebró, pero centenares de gargantas corearon: "¡…te deseamos… a ti…"

Yo llevaba marcado en mi cuaderno el poema que había elegido leer, aun temiendo que bordeara la censura, pero ya arriba de las tarimas lo cambié por mi propia ausente:

Sueño

Sueño que estoy en mi biblioteca
frente al retrato de Natacha.
Al tomarlo, la puerta se abre y despierto.

Todo es tan rápido
que no alcanzo a devolver el retrato
a su sueño, cuando ella aparece.

¡El abrazo!
El retrato cae de mis manos y despierto:
está amaneciendo en el presidio.

Soñar soñando y soñar
que en sueños se despierta
¡pura literatura, cuento viejo!

Pero ¿cuándo mierda
acabará este mal sueño
y despertaré en tus brazos!

Cuando eso ocurrió por fin, el 12 de febrero de 1974, yo que jamás tomaré una guitarra, solo oí en mi interior esta

Copla del regreso

Te miro y miro
y ya no te veré
como te vi
aquellos largos meses
en que no pude verte.

por Floridor Pérez


El golpe de Estado en la Región del Biobío

Fuente :resumen.cl, 11 de Septiembre 2018

Categoría : Prensa

El rol significativo que tuvo la región en los procesos sociopolíticos nacionales durante el transcurso de la historia chilena, ponen de manifiesto algunos aspectos fundamentales para lograr entender el apresurado actuar de las fuerzas militares la mañana del 11 de septiembre de 1973, convirtiendo a la región del Biobío, así como el Gran Concepción, y la ciudad propiamente tal, en la segunda localidad en ser intervenida, con un alto nivel de represión y violencia. De esta manera, el rápido control y habilitación de recintos de detención dieron cuenta de la planificación anticipada del golpe cívico-militar, en los cuales fueron constantes las humillaciones, vejámenes y torturas.

La mañana del 11 de septiembre

El periodista James Whelan señaló en la misma mañana del martes 11 de septiembre de 1973, el rápido control que se llevó a efecto en la ciudad de Concepción, neutralizando a los altos dirigentes de la Unidad Popular, los cordones industriales y la Universidad de Concepción, sin disparar un solo tiro. Ante esto, cabe interrogarse ¿Por qué era tan necesario para la Junta Militar este raudo y efectivo control de la ciudad? La respuesta radica en que el Gran Concepción y la Provincia de Arauco, se habían transformado durante el transcurso del siglo XX en una importante zona de orientación política de izquierda representada por obreros y estudiantes. La izquierdización se profundizó con la llegada de la Unidad Popular al gobierno, de manera que fue primordial para la dictadura socavar toda señal de levantamiento en su contra.

Aquella mañana del 11 de septiembre se comenzaron a divisar las tanquetas, patrullas militares y muchos efectivos de Carabineros. El temor se apoderó de quienes habían participado de algún modo u otro en el gobierno de Salvador Allende. Algunos testigos relatan haber visto pasar a los camiones militares con muchos civiles en dirección al Estadio Regional.

Sin embargo, tras ocurrido el golpe existió una minoría que pensó en resistir a la acción militar. Testigos indican que hubo un tiroteo en el centro de la ciudad detrás de la tienda Falabella, generándose enfrentamientos entre los pocos que quedaron de la UP y militares, contradiciendo de esta manera lo expuesto por el periodista Whelan quien, como ya habíamos mencionado, argumentaba que el control rápido de Concepción se había efectuado sin disparar un tiro. No obstante, otros testigos plantearon que todo eran rumores debido a que los medios estaban intervenidos, haciendo creer que la izquierda poseía armas para efectuar enfrentamientos y resistir a la insurrección militar.

A continuación, la Universidad de Concepción, pasada las 8 de la mañana fue rodeada por efectivos del Ejército, quienes automáticamente instalaron ametralladoras en algunos de los cerros aledaños. Se ocuparon las escuelas de Periodismo, Sociología, los hogares universitarios y Radio Universidad de Concepción, posteriormente utilizada como radio de las Fuerzas Armadas hasta diciembre de 1974. Por otra parte, no se encontraron armas. Tampoco hubo resistencia armada de parte de estudiantes y funcionarios. Las delaciones fueron recurrentes. En el recinto universitario, personal de la institución participó en la construcción y confección de las listas de empleados que debían ser arrestados. Existieron denuncias de funcionarios en contra de otros. Todo académico y funcionario que tuvo militancia en la Unidad Popular o en el MIR fue separado/desvinculado de la institución.

Control represivo

En consecuencia, con el objetivo de eliminar toda expresión marxista y sus diversas manifestaciones y expresiones, cientos de detenidos de la ciudad y alrededores, fueron trasladados a distintos centros de detención. Algunos de estos lugares y cifras de detenidos fueron anunciados por la cruz roja, quienes indicaron que en: El Estadio Regional, en el mes de octubre de 1973 poseía una cantidad de 589 detenidos; isla Quiriquina, en la misma fecha reunía a 552 personas entre las cuales se cuentan mujeres y extranjeros; Cárcel Publica de Concepción, con 73 detenidos, divididos en 43 a disposición del Ejercito, 17 de la Armada y 13 condenados por Consejos de Guerra; y Base Naval de Talcahuano en noviembre del mismo año, mantenía recluido a 158 detenidos. Otros recintos fueron: Cárcel de Bulnes; Cárcel de Chillán; Comisaría de Carabineros de Arauco; Liceo Alemán del Verbo Divino, de Los Ángeles; Liceo de Hombres de Los Ángeles; entre otros.

En estos recintos mencionados eran constantes las humillaciones y vejámenes hacia los detenidos. Muchos de los cuales fueron obligados a ingerir desechos orgánicos -excrementos, orina y vómitos, de humanos o animales-, además de líquidos pestilentes; a arrastrarse por el suelo en medio de burlas y golpes; obligados a entonar himnos o consignas políticas en medio de burlas; a correr con la vista vendada en rutas con obstáculos, tropezando y cayendo al suelo; entre otras cosas.

Un detenido en Estadio Regional dio cuentas de la violencia ejercida. Les tapaban la vista, golpeaban con manos y pies, a él lo sentaron en una silla como de circo con los ojos vendados, para posteriormente quitarle el objeto de un puntapié dejándolo caer, le pedían que se volviese a sentar, pero con la vista vendada no lograba encontrar la silla, por tal motivo era golpeado. Manifiesta que prácticamente habían jugado un partido con él en el suelo. En Quiriquina el trato fue similar, los detenidos tuvieron que construir el Fuerte Rondizzoni, utilizado como centro de detención. Los reclusos al momento de llegar no tenían donde dormir, por lo que tuvieron que hacerlo en el suelo y amontonados. Después de dos semanas recibieron una colchoneta. Después de un mes les pasaron un poco de tapas. Los interrogatorios efectuados en el Fuerte Borgoño ubicado en Talcahuano, se llevaban a efecto con mecanismos de tortura. En este último punto, se puede dar cuenta de algunos mecanismos como: El Submarino en agua y excremento; La Campana, donde un tarro cubre la cabeza del detenido, el que luego es golpeado produciendo un intenso ruido; colgarlos desnudo desde un árbol con las manos amarradas durante varias horas, mientras se les golpeaba con una varilla; aplicación de corriente; abusos sexuales a mujeres; entre otras.

Los organismos encargados de efectuar las detenciones y posterior traslado fueron: la Coordinadora de Inteligencia Regional (CIRE), el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el Servicio de Inteligencia de Concepción (SIRE) aludido como el principal organismo de represión, Carabineros, Policía de Investigaciones, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y posteriormente la Central Nacional de Inteligencia (CNI) que mantuvo cuarteles donde torturó y flageló a muchas personas, uno de ellos fue el Cuartel Bahamondes, también conocido como el cuarto de la música o el cuarto de la risa, ubicado en Pedro de Valdivia N° 710 camino a Chiguayante.

Algunos casos de la región

El día 11 de septiembre de 1973 en la ciudad de Lota se habían acelerado una serie de investigaciones que estaban basadas en antecedentes que tenía alusión a la existencia de cuadros de entrenamiento en fábrica de explosivos, efectuados con el fin de ejecutar el denominado "Plan Zeta". A través de estas investigaciones las autoridades de la época anunciaban que habían dado con el paradero de algunos cajones de madera que contenían gran cantidad de granadas, todas ellas retiradas del patio de la Municipalidad de Lota donde habrían sido enterradas. Así, y mediante un consejo de guerra, fueron asesinados la mañana del 22 de octubre de 1973 en la autopista que une Concepción con Talcahuano, el Alcalde de Lota, Danilo González (39 años); el Gerente General de ENACAR, Isidoro Carrillo (46 años); el Presidente del Sindicato celulosa de Concepción, Bernabé Cabrera (39 años); y el dirigente gremial del Magisterio, Vladimir Araneda (33 años), todos militantes del Partido Comunista. Exhumadas las tumbas 17 años después del fusilamiento, sus familiares dieron con sus cuerpos y pudieron sepultarlos dignamente.

Por otra parte, el mismo mes de septiembre de 1973 ocurrió un hecho similar en las localidades de Laja y San Rosendo. Entre el 13 y el 16 de septiembre, 19 personas habían sido detenidas por personal de carabineros de dichos lugares y trasladadas a la Tenencia de Laja donde estuvieron retenidos hasta el día 17. A partir del día 18 sus rastros habían desaparecido. La gran mayoría era obrero de la papelera, otros comerciantes, estudiantes, profesores, militantes socialistas, entre otros.

A mediados de 1977, la asistente social Nelly Henríquez y la abogada Martita Worner iniciaron una investigación debido a que algunos testimonios indicaban que esas personas habían sido ejecutadas. Con el avanzar de la investigación se hacía más evidente que los detenidos habían sido ejecutados y hechos enterrar clandestinamente en algún lugar cercano a la ciudad de Laja. Las voces de muchas personas indicaban que las sepulturas clandestinas estaban en el cementerio de Yumbel. Efectivamente era cierto, y los cuerpos fueron exhumados en octubre de 1979, seis años después de sus detenciones y asesinatos.

Por último, relato brevemente el Caso Quebrada Honda, donde 4 personas tras ocurrido el golpe cívico-militar decidieron refugiarse en los cerros de Tomé. No teniendo con que sobrevivir deciden bajar a la casa de uno de ellos, siendo detenidos por la policía. En la Comisaría de Tomé fueron torturados, quedando uno de ellos gravemente herido y falleciendo días después. A los tres restantes se les acusó de delitos de porte de armas de fuego en tiempos de guerra, porte y ocultamiento de explosivos, y concentración para milicias paramilitares. Se les condenó a más de 20 años de cárcel, teniendo que cumplirlas en la ciudad de Tomé. No obstante, el 9 de octubre fueron retirados por oficiales y entregados moribundos al alcaide, este último se negó a recibirlos por el estado en el cual se encontraban. El oficial ordenó llevarlos hacia Talcahuano, pero en el camino fueron asesinados en Quebrada Honda. La versión de la Armada indicaba que habían sido emboscados y que los presos habían aprovechado para intentar escapar lo que obligó a tener que dispararles y asesinarlos. Años más tarde, la comisión Rettig concluyó que esta declaración no podía ser posible.

Consideraciones finales

De esta manera, una de las principales marcas de la dictadura chilena fue el empleo constante y sistemático de la violencia. Ya desde el mismo martes 11 de septiembre de 1973, las medidas de fuerzas se hicieron sentir en todo el país. Desde el ataque al palacio de la Moneda, las persecuciones, detenciones, asesinatos, allanamientos, exilios y relegaciones. El intento de eliminar todo rastro marxista y opositor, persiguió con sigilo al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, al Partido Comunista y al Partido Socialista. Se habilitaron recintos para tales objetivos. En ese contexto, varios fueron los dispositivos institucionales de represión y violencia que se hicieron presentes.


Mujeres en la Dictadura: Los tristes recuerdos de torturas y agresiones sexuales

Fuente :biobiochile.cl, 15 de Marzo 2015

Categoría : Prensa

En el marco de la reciente conmemoración del Día Internacional de la Mujer y a 42 años del secuestro colectivo de miles de compatriotas en Dictadura, un grupo reducido de ellos, pero no menos relevante, comienza a redactar parte de la historia de Chile. Mujeres que fueron sometidas a torturas y agresiones sexuales rememoran sus vivencias en la obra “Voces Transgresoras, memorias de mujeres a cuarenta años del golpe en Chile”.

En septiembre de 2013 el Centro Cultural por la memoria “la Monche”, convocó a presas políticas de Concepción y alrededores para compilar sus testimonios con el fin de visibilizar los crueles abusos sexuales cometidos en los centros de detención y tortura.

A un año y medio del encuentro, luego del trabajo de edición de varias integrantes del centro cultural, la obra fue presentado en el auditorio de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción. El eventó congregó a familiares de víctimas desaparecidas, mujeres protagonistas de la obra y agrupaciones feministas.

Lily Rivas Labbé era profesora de historia y geografía del Liceo Experimental de Niñas de Concepción y tenía 38 años para el 11 de septiembre de 1973. Era militante activa del MIR, Movimiento de Izquiera Revolucionaria y residía en el centro de Concepción donde le encantaba caminar todas las mañanas para llegar a clases.

“Toda la gente de izquierda sabíamos que se preparaba un golpe, yo incluso lo supe el día antes por razones familiares. Fueron muchas emociones cuando escuchaba los vuelos rasantes, porque aquí del aeródromo de Concepción despegaron los Hawter Hunter a bombardear La Moneda. Todo estaba controlado por Carabineros, pasaban patrullas llenas de jóvenes desgarbados, se notaba que los habían sacado de sus camas. Eso fue muy impactante. Al llegar al liceo nos reunimos a escuchar la radio entre las pocas profesoras y alumnas que llegaron ese día, constatamos el hecho y determinamos que lo único que había que hacer era irse a la casa”, detalla Lily en conversación con BioBioChile.

Para ese entonces, Ester Hernández Cid era estudiante de Servicio Social en la sede de Talca de la Universidad de Chile, era integrante del FER, Frente de Estudiantes Revolucionarios. Cuando supo del “Golpe” ella y sus amigas se organizaron para trabajar con el MIR, pero fueron detenidas antes de emprender cualquier acción.

Con ojos cristalinos y acento extranjero, Lyli recuerda su aprehensión. “Llegué a mi casa y a los pocos minutos llegaron militares a detenerme cerca del medio día. De ahí hice un itinerario en centros de detención. Primero me llevaron a la Isla Quiriquina, luego al Estadio Regional, Cárcel del Buen Pastor y después de un año me llevaron a Santiago a Tres Álamos. Eso fue un campo de concentración, donde estábamos detenidos hombres y mujeres. No tenían ninguna intención de dejarnos libres, hasta ese punto todos los que estábamos ahí ya habíamos sobrevivido a las etapas anteriores. Allí me tocó ver a mis compañeras que llegaban muy destruidas, maltratadas por la tortura”.

Resistencia

“Compañero”, “lucha” y “resistencia” son términos que generan cuadros de urticaria en determinados sectores político-sociales. Pero cuando una mujer de avanzada edad y con la emoción atragantada da testimonio de su resistencia tras la tortura, traspasa todo lo imaginado.

Se trata de mujeres que sintieron el peso de la violencia desde dos frentes: víctimas de agresiones físicas y sexuales; y por otra parte, féminas que sufrieron la separación familiar, quienes por décadas vivieron la angustiosa búsqueda y reconocimiento de cuerpos de parejas o hijos desaparecidos.

“Fuimos víctimas de momento, pero después no. Resistimos a través de distintas organizaciones que nosotras mismas íbamos creando como las Comadres Populares, bolsas de trabajo, el teatro, entre otras”, comenta Ester sobre el trabajo en equipo para ayudar a sus compañeras a “parar la olla”.

Incluso en labores de búsqueda “nos preguntábamos entre los detenidos por las compañeras que quedaron atrás en los lugares de tortura. Qué pasó con fulano y sutano. Recordar quiénes estuvieron conmigo y si salimos juntas o no de la tortura”, recuerda Lily el método para seguir el rastro de desaparecidos.

Tras la Dictadura, Ester formó familia y Lily retornó al país luego de catorce años de exilio en Suecia e Ingaterra. Ester es secretaria del Centro Cultural por la memoria “la Monche” y Lily es integrante de la misma agrupación, además de movimientos feministas.

Ambas continúan generando instancias de rememoración para hacer de conocimiento público el abuso sexual a través de las obras: Los Muros del Silencio, Relatos de Mujeres,Violencias, Identidad y Memoria lanzado en 2012 y con el reciente lanzamiento Voces transgresoras, memorias de mujeres a 40 años del golpe en Chile.

“Esperamos que se conozcan los relatos de nosotras para que el resto se atreva a hablar porque como todavía hay miedo y mucho dolor no hay denuncias por violencia sexual. Esto recién se está armando en Santiago y nosotras pretendemos hacer lo mismo acá en Concepción”, adelanta Ester a BioBioChile.


Manuel Pereira y sus vivencias de cuando estuvo detenido en el Estadio Regional de Concepción

Fuente :tribunadelbiobio.cl,15 de Febrero 2016

Categoría : Prensa

Manuel Pereira Opazo tenía sólo 21 años cuando fue detenido y llevado al Estadio Regional, el 22 de septiembre de 1973. Fue uno de los numerosos presos políticos que allí permanecieron tras el golpe militar del 11 de septiembre. Estas son parte de sus vivencias en los cinco meses que estuvo en ese recinto,  a pocos días de la reinstalación de una placa que recuerda que dicho centro deportivo también fue un lugar de reclusión durante la dictadura.

Eran alrededor de las 6 de la tarde del 31 de diciembre de 1973. Manuel Pereira estaba en la cancha del Estadio Regional junto a otros presos, cuando lo fueron a buscar y lo llevaron a la guardia. Lo esposaron y engrillaron sus piernas y lo encerraron en una pieza oscura, con una puerta metálica. Lo dejaron allí sin decirle nada.

“Me puse a esperar que me sacaran de allí, pero las horas pasaban sin saber lo que me iba a pasar. En el silencio de la noche, sentí las campanas de una iglesia cercana y pensé que eran las 12 de la noche. Me puse triste porque no sabía lo que me iba a pasar…”

A medida que va relatando esta historia, que recuerda como el momento más crítico que vivió durante su detención en el Estadio, Manuel Pereira se emociona. Se pasa las manos por la cara y trata de controlarse, pero en su rostro se adivina el dolor que le produce rememorar ese episodio, que va evocando con gran detalle.

“En el silencio del Estadio, siento pasos que llegan al lugar donde estaba; escucho el ruido del manojo de llaves y que alguien dice: “Aquí está este conche…” Escucho eso y me hago el dormido y me acurruco en un rincón de la pieza; se abre la puerta y con una linterna me empiezan a buscar, me ubican y me dicen que me levante. Me levanto medio asustado con la luz tan fuerte y digo: “Aquí estoy. ¿Qué van a hacer conmigo?” Me dicen: “Levántate, vos eras el que te querías escapar… ahora te toca a ti“. Me iban a fusilar, eso es lo que me dijo el sargento que andaba a cargo. Me engrillan y me esposan y me llevan a la guardia donde había un teniente que estaba  con botas negras y con los pies encima del escritorio. Me ponen frente a él y le dicen: “ Aquí está, mi teniente, el mozo que se quería escapar“. Yo lo miro fijamente y me dice: “Ya, a ti te va a tocar ahora, huevón. Antes de morir, me tenís que decir los nombres con los que trabajabas en tu partido“. Le respondí que no iba a decir nombres. “Soy socialista hasta morir y no voy a denunciar a mis compañeros porque nada han hecho“. Entonces, el teniente dice: “Llévenselo a la cancha“. Me sacan las esposas y las cadenas… “

La noche previa al año nuevo, Manuel junto a sus compañeros de celda, en el camarín 2, habían pensado celebrar compartiendo lo que sus familiares les habían hecho llegar.  “Íbamos a estar juntos esperando el año nuevo encerrados”.

Lo llevaron nuevamente a la cancha y le mostraron el paredón. Lo trasladaron a ese lugar, pero luego decidieron llevarlo de vuelta a su celda.

“Fue una cosa impresionante porque mis compañeros me abrazaban, me tocaban, estaban todos en silencio esperando las ráfagas de bala porque pensaban que en la madrugada me iban a fusilar.  Ese es el momento más triste de mi vida que nunca me puedo olvidar porque ha sido un calvario para mí…”, reconoce Manuel con voz entrecortada.

Las primeras horas de su detención

Como a las 11 de la mañana del 22 de septiembre de 1973, un grupo de militares llegó hasta el hogar de Manuel Pereira en el barrio Pedro de Valdivia de Concepción. Irrumpieron con gran violencia, agrediendo a su madre que se encontraba en la casa. Manuel intentó escaparse hacia la vivienda de un vecino, pero lo persiguen y lo detienen. Lo llevaron a su casa nuevamente donde le exigieron que entregara armas que supuestamente tenía en su poder.

“Me llevaron esposado con las manos atrás. En el trayecto me decían que si no decía la verdad, me iban a colocar una piedra y me iban a tirar al mar; con un corvo me pegaban en las costillas. Recuerdo bien la cara del hombre que me iba interrogando. Me llevaron  a la Primera Comisaría y me entregaron a carabineros  Estuve toda la tarde mirando hacia la pared. Primero entramos a un calabozo, estábamos todos apilados, hediondos, cochinos, como venían llegando más detenidos nos dejaron mirando hacia la pared hasta las 11 de la noche, calculo. Como a las 12 de la noche nos llevaron al estadio, en una micro con un militar en cada puerta. Llegamos y nos colocaron a todos de guata y con la manos en la nuca; estuvimos horas. Recuerdo que estaba así y nos amenazaban con que si levantábamos las manos, nos baleaban. Después nos llevaron a lo que eran las celdas; a mí me meten al camarín 2 y ahí estuvimos presos. De ahí empezamos a ubicar un lugar donde poder dormir, como era uno de los más jóvenes tuve que ceder el lugar a los más de edad para que durmieran en el suelo y yo me acomodé en un sitio donde guardaban los equipos de un club deportivo”.

El día para los detenidos se iniciaba a las 8 de la mañana, cuando salían de sus celdas para tomar un café y un pan y de ahí los enviaban a la cancha. Al almuerzo, comían porotos con un pan.  En víspera de Navidad y en Año Nuevo, el menú cambió a garbanzos. Gran parte del día lo pasaban en la cancha. Algunos caminaban de un lado para otro; otros, preferían sentarse en las tribunas y esperar.

“Nos exigían que diéramos nombres de nuestros compañeros”

Manuel dice que en el Estadio la situación se tornó crítica con lo interrogatorios.
“Cuando empezaban a llamar a los compañeros, era traumático, tiritaban, porque cuando volvían llegaban mal. Nos llevaban a una pieza oscura, nos vendaban los ojos y empezaban a decirnos que dijéramos donde teníamos las armas guardadas. Lo más crítico era que teníamos que denunciar a los compañeros de la UP. En mi calidad de detenido nunca di ningún nombre, sabiendo de muchos compañeros socialistas que eran de mi barrio Pedro de Valdivia, donde era dirigente de la JAP . Nunca di nombres y pienso que por eso nunca me dieron  la libertad. Me aplicaron muchas veces electricidad; cada cierto tiempo nos llamaban a interrogatorios“.

Con el tiempo, él y otro detenido, Sergio Pino, fueron nombrados mozos por  el capitán Sánchez, a cargo en ese tiempo.  “Teníamos que entregar las cosas que los familiares enviaban de afuera ya sea ropa o comida, teníamos que bajar los fondos con comida siempre llegaban de a dos en los camiones del Ejército, nosotros teníamos que bajarlos”.

Desde que el Estadio se convirtiera en centro de detención de la dictadura, el apoyo de la Iglesia Católica fue fundamental. El propio arzobispo de entonces, Manuel Sánchez concurrió varias veces al Estadio, y le encomendó la tarea al obispo Camilo Vial , quien frecuentemente visitaba a los presos y escuchaba a sus familiares que aguardaban en las afueras del recinto por alguna noticia.

“Mucha gente conversó con él y ya conocía quiénes éramos y nuestros padres, mi madre por ejemplo vivió todos los días el calvario de estar fuera del Estadio esperando noticias. El padre Camilo me decía: tu madre es una persona que vive en el Estadio, yo le digo que se quede en su casa, pero no es posible. Y me pedía que estuviera tranquilo, que rezara y que le pidiera al Señor que me ayudara a tener paciencia. El empezó a llevarnos películas sobre el nacimiento de Cristo y nos instalábamos en las tribunas mirando hacia la cancha donde se proyectaban en un telón y eso nos ayudaba a sentir que alguien se preocupaba por nosotros. La iglesia católica siempre estuvo y también estaba el pastor Sandoval, que  nos visitaba, porque había muchos evangélicos, recuerdo un grupo de llegó de Los Ángeles”, relata Manuel Pereira.

A medida que transcurría el tiempo y no había indicios de que los fueran a liberar pronto, les instalaron unos lavamanos de pizarreño debajo del tablero marcador para que pudiesen lavar su ropa, que después colgaban en las rejas del Estadio.

La visita de su padre y el recuerdo de Isidoro Carrillo

Recuerda claramente el día que su padre pudo visitarlo, en vísperas de Navidad. “Dejaron entrar un familiar por cada detenido y fue mi padre el que decidió ingresar. Apenas nos dieron media hora y como estábamos muy vigilados, había que hablar de cosas específicas no más.  Mi papá me preguntaba cómo me sentía, cómo me habían  tratado. Yo le decía que estábamos tranquilos y que nos daban comida. No podía decirle que  nos torturaban. Yo estuve vendado como cinco días, comía a tentones la comida, acompañado de otra persona que me guiaba. Sufrí mucha tortura… Me pedían que denunciara a mis compañeros. Una vez que me torturaron colgándome de los pies y metiendo mi cabeza en un balde con agua, di un nombre para que no me siguieran torturando de esa forma, era un personaje de derecha que conocí en el liceo. Con eso me dejaron de torturar”, relata.

De quien también tiene recuerdos bastante claros, es de Isidoro Carrillo, ex gerente de Enacar, quien permaneció detenido en el Estadio también antes de su fusilamiento.

“Lo conocí personalmente, llegó a nuestra celda y para mí fue como un padre en esos días, me quiso harto, quedó frente a mí. Estuvo como una semana el señor Carrillo. Le llegó una nota que iba a ser fusilado y se le puso el pelo blanco, la preocupación que él tenía, era impresionante y siempre estuvo acostado y meditando y cuando se paraba era para ir al baño, no lo dejaban salir a la cancha, cuando llegábamos en la tarde, ahí conversábamos y él contaba que lo iban a matar y me dio muchos consejos que siempre fuera noble, un buen joven, que siguiera mis principio hasta morir…”

Un gesto osado

Fueron cinco meses los que Manuel permaneció en el Estadio. En enero de 1974, cuando empieza la evacuación del recinto, los presos fueron divididos en grupos. No sabían cuál sería su destino. “Había mucho movimiento, filas de detenidos y harta incertidumbre. Nadie sabía nada”.

Hubo un grupo que fue trasladado al aeropuerto con destino desconocido. Después se sabría que los habían llevado hasta la ex oficina salitrera de Chacabuco, en la región del Antofagasta. Otro grupo, donde estaba Manuel, fue llevado a la Cárcel de Concepción, que entonces estaba ubicada en Chacabuco 70.

De ese momento, Gabriel Reyes, amigo de Manuel relata un episodio que a ambos se les quedó en la retina.

“Cuando nos separaron, nos pusieron una fila aparte y el Kike atravesó de donde estaba y llegó hasta la fila en que me encontraba y me regaló un Nuevo Testamento que tuve por muchos años, y que estaba dedicado. Quedamos todos paralizados cuando salió de la fila y atravesó la cancha, porque fue muy osado”, reconoce Gabriel. Y Manuel agrega: “Ya estábamos formados y no sabíamos a dónde  nos llevaban,  yo quería entregarle ese regalo porque era mi amigo. Lo pensé bastante y lo compartí con mi compañeros,  que me dijeron que no lo hiciera, lo hice igual y felizmente no me pasó nada…”

  Por M.Eliana Vega


PEDRO ENRÍQUEZ BARRA,Una vida de Consecuencia y Compromiso Politico

Fuente :agenciadenoticias.org, 13 de Abril 2021

Categoría : Otra Información

A la edad de 85 años, en su hogar, en la Villa San Pedro, falleció este lunes el abogado Pedro Enríquez Barra, primer secretario general del MIR en Concepción. Hombre consecuente, comprometido, integrante de la Corporación de Socorros Mutuos Bautista van Schouwen, era habitual verlo participar en distintas acciones y actividades impulsadas por la organización o que tuvieran relación con los derechos humanos.
La última donde fue posible verlo lo llevó a Lota, el 27 de diciembre de 2020 para participar en la inauguración del memorial del militante del MIR, Oscar Arros Yáñez, asesinado durante la dictadura.

Había nacido el 11 de enero de 1936 en Angol y estudió en el Liceo Enrique Molina. Estudió Derecho en la Universidad de Concepción en 1953. Fue abogado asesor de numerosos sindicatos y de la Federación de Estudiantes en la década de los ’60. Antes del golpe militar defendió a los marinos constitucionalistas que se negaron a participar en los llamados golpistas de entonces.

De andar cansino, acompañado con un bastón en los últimos tiempos, impecable vestir; reflexivo y estudioso, agudo y de gran sentido del humor, vivió momentos duros durante la dictadura. Detenido, torturado, prisionero en el Estadio Regional y en el campo concentración de Chacabuco, exiliado en Francia y retornado a Chile en 1990. No era mucho lo que contaba de su vida, algunos detalles entregó para el libro “Nuestros días en el Estadio”. Al finalizar su relato, emergió una frase que lo retrata: “no queda nada después de esto, es lo que el viento se llevó”, aunque lo cierto es que Pedro Enríquez deja mucho. No solo un gran recuerdo, sino una vida de consecuencia y compromiso, sin estridencias ni grandes cargos; una vida de lucha por la justicia, una vida de revolucionario.

En su homenaje, reproducimos una parte de su historia publicada en el libro “Nuestros días en el Estadio. Septiembre de 1973-Enero de 1974”.

Las mediáticas acusaciones en contra del abogado Pedro Enríquez

Con especial habilidad y maña se zafaría de un Consejo de Guerra, el ex secretario general del extremismo de izquierda, Pedro Enríquez Barra. Actualmente se encuentra detenido en una unidad cuya ubicación no se conoce… fue detenido el sábado último en la localidad de Chiguayante por efectivos del Ejército, luego que su paradero fuera denunciado a las autoridades por ciudadanos que están deseosos de librarse de uno de los mayores males que se abatieron sobre el país: el extremismo criminal de la izquierda.

Bajo el título de “Pedro Enríquez: Un escurridizo…” esta publicación de Diario El Sur, del martes 9 de octubre de 1973, pintaba al abogado Pedro Enríquez como un personaje nefasto en el acontecer local. A 44 años de ocurridos los hechos, su reacción al recordar estos pasajes de su vida se limita a una sonrisa y a una mirada aguda, en la que no se advierte rencor

Para el 11 de septiembre de 1973, Pedro Enríquez ejercía su profesión, estaba casado y tenía dos hijos de 11 y 12 años de edad.

Al momento de producirse en el golpe militar, se encontraba aún en su domicilio, en el centro de Concepción y mientras se aseaba en el baño escuchó en la radio lo que había ocurrido.

Se preparó para salir de su hogar “porque presentía que nada bueno podría salir para mí”. En eso estaba cuando llegó un amigo, propietario de un aserradero en Chiguayante.

-Pedro ¿qué está pasando? –le preguntó inquieto-. He visto las calles llenas de carabineros.
-Se ha producido un golpe de Estado, las radios lo acaban de decir- le contestó y de inmediato le pidió: ¡Por favor!, llévame a Chiguayante porque no puedo quedarme aquí.

Aunque desde 1969 no ocupaba el cargo de secretario regional del MIR, integraba el Comité Regional y era una figura pública, por lo que era un hecho que lo buscarían.

Partió a Chiguayante donde se mantuvo escondido en distintas casas de personas amigas, hasta que un día alguien lo delató. Permaneció oculto 24 días. El sábado 6 de octubre fue detenido.

Un grupo de militares encabezado por un abogado que había sido llamado a la filas porque había estado en la Escuela Militar, y a quien conocía, llegó al domicilio donde estaba. Apenas vio a Pedro Enríquez, lo reconoció.

-¿Usted? –preguntó con un tono de extrañeza.
-Sí –le contestó simplemente.
-Colega, me basta su palabra –le dijo-. ¿Usted tiene armas?
-No – le dijo Enríquez- ninguna arma.
-Me basta su palabra- le reiteró. Y se volvió a los militares y les dijo: El es un detenido, pero es un caballero, así que trátenlo como tal.

Lo condujeron al Regimiento Chacabuco, donde al amable abogado se fue con la excusa que iba a buscar una taza de café. “Seguramente él no tenía claro lo que podía pasar conmigo, pero yo sí lo sabía bien”.

De pronto apareció un capitán de Ejército, con una pistola en la mano y con tono amenazante le dijo:
-Si dependiera de mí, te mataba de inmediato como un perro, desgraciadamente no puedo- le dijo con rabia. Y llamó a otro uniformado.
-Apúntale –le ordenó-, y al menor movimiento, lo matas.
Lo dejó vigilado y se retiró. Pero Pedro Enríquez permaneció poco tiempo en el Regimiento Chacabuco.

Horas después lo condujeron a la Cuarta Comisaría, donde comenzaron los interrogatorios.
Mientras tanto el colega que participó en su detención había avisado a su casa y su esposa le envió algunas cosas al recinto militar, entre ellas una chomba que los represores usaron para taparle la cabeza.

Durante el trayecto, trataron de despistarlo dando varias vueltas en el vehículo donde lo llevaban. Pero el abogado Enríquez conocía perfectamente la Cuarta Comisaría, por su labor profesional, así que supo de inmediato dónde se encontraba.

En el recinto lo mantuvieron con la vista tapada y aislado. Llegó un equipo integrado por personal de Investigaciones, Carabineros y Ejército, para interrogarlo. El paradero de las armas, era la pregunta principal.

“La cosa era complicada porque no eran tonos muy suaves precisamente, así que para no continuar las flagelaciones, les dije que efectivamente había oído hablar de las armas y que sabía que había algunas ocultas en el cementerio, en la torre de la Estación y en un fundo intervenido en la provincia de Malleco donde se fabricaban conservas. Con eso me dejaron tranquilo por un rato”.

Sobre la detención de Pedro Enríquez, se publicaron algunas informaciones. Una de ellas, particularmente virulenta en su contra, apareció en Diario Crónica del 19 de octubre de 1973.

“Pedro Enríquez Barra, abogado, secretaria regional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y uno de los ideólogos del MIR, fue uno de los instructores en la escuela d guerrilleros que estuvo funcionando por temporadas en las cercanías de Curanilahue”.

“Instructores de guerrillas dictan cátedra ante el SIM”, se lee en el titular, aludiendo a que tanto Enríquez como otros dos detenidos, estaban entregando mucha información en estos interrogatorios.

En el párrafo referido a Pedro Enríquez se lee:

“Crónica logró importantes antecedentes sobre el individuo conocido como “Pedro”, que estuvo concurriendo a la escuela de guerrilleros de Tres Pinos para impartir instrucciones teóricas a los “aventajados alumnos” que concurrían a las mismas… Entre los instructores más aventajados se encontraba el tal “Pedro” que, posteriormente, en confesiones entregadas por algunos de los “alumnos” implicados y detenidos por Carabineros, habían identificado a Pedro Enríquez Barra, el abogado, ideólogo y secretario regional del MIR en Concepción. “Pedro” fue el instructor teórico. Enseñó la forma cómo debía de actuarse en los ataques contra los cuarteles policiales y militares, como se tenía proyectado y la manera de atacar por sorpresa.

De dichas publicaciones, por cierto, el abogado Enríquez no supo nada en ese momento.
Sólo más adelante se enteró de lo que se decía en su contra.

“No supe nada de eso. Me identificaban con el seudónimo de Pedro, lo cual era muy loco, hay que estar demente para hacer eso”.

También en Diario Color se informaba de la detención y de los interrogatorios a que era sometido Enríquez, señalándose que habría sido un poblador el que lo había delatado.

“A intensos interrogatorios ha sido sometido en los últimos días el secretario regional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, abogado Pedro Enríquez Barra, quien aparece hasta ahora como el gestor de una serie de acciones violentistas que tenían planeado efectuar en a zona peligrosos elementos de extrema izquierda.

“Pedro Enríquez Barra que había logrado eludir la acción de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, escondiéndose en diversos lugares de la región, fue detenido en horas de la tarde del sábado último, en una casa ubicada en el sector de Manquimávida, en el camino a Chiguayante, a escasos metros del río Bío Bío.

“La aprehensión del profesional, que además de secretario regional del MIR las oficiaba de abogado oficial de este movimiento extremista, fue posible gracias a la denuncia de un vecino del sector en que permanecía oculto. Este advirtió la presencia de uno de los personajes más buscados en la zona y de inmediato puso sobre aviso a los efectivos militares y de Carabineros, los que se movilizaron rápidamente logrando su detención”.

Pero la publicación de diario El Sur, del 12 octubre de ese año, fue más allá y lo situó en el plano de delator, al involucrarlo en la caída de un supuesto “Comando Suicida”.

“Pedro Enríquez Barra, autor de numerosos folletos de instrucción paramilitar, especialmente en lo relativo a materias de orden legal que pudieran favorecer a los extremistas en caso de caer en manos de la policía, y en cuanto fueran puestos a disposición de la justicia, se olvidó de todas aquellas instrucciones.

“Lejos de mantener sus labios herméticamente cerrados, optó por dar a conocer lugares de escondites del extremismo, traicionando los principios que tantas veces dijo defender. Así fue como la policía logró la detención en la localidad de San Pedro, de seis extremistas involucrados en planes que contemplaban la voladura de puentes y el asesinato de vecinos de la localidad vastamente conocidos por su oposición al régimen marxista.

“Además, dio a conocer la existencia de un comando “suicida” que había organizado con el ex diputado Tomás Solís, reclutando para ese cometido a elementos juveniles del ex Partido Comunista”.

Las denuncias e historias que aparecieron en la prensa por esos días, hoy solo le provocan una sonrisa o le hacen mover la cabeza.

Durante su reclusión en la Cuarta Comisaría estuvo en condiciones degradantes e indignas de las cuales prefiere no hablar. Una semana lo tuvieron encerrado e incomunicado, sometido a vejámenes y torturas. Esposado con las manos a la espalda, lo cual derivó en cicatrices en sus muñecas que le dejaron marcas de por vida.

Desde el 6 hasta el 13 de octubre estuvo en el recinto policial. Luego lo llevaron a Investigaciones, donde siguió aislado.

Allí ocurrió algo que él mismo califica como “extraordinario”. Había un agente de la policía civil que era cliente suyo y que cuando supo que estaba detenido en el lugar, lo fue a ver. Se llamaba Enrique Catalán y era propietario de un restaurante frente al Mercado.

“Un mes antes, él había ido a mi oficina para hablar conmigo por un asunto personal, quería un abogado que no tuviera compromiso con nadie, así que cuando supo que yo estaba ahí, asumió mi representación a las mil maravillas, me llevó ropa, de todo. Así me pude asear porque toda la semana que estuve en la Cuarta Comisaría no pude bañarme ni nada, tenía un aspecto desagradable cuando llegué a Investigaciones”.

Y sin duda que para Pedro Enríquez ese era un aspecto sensible, acostumbrado –hasta hoy- a vestirse de terno y corbata, siempre pulcro.

Su permanencia en Investigaciones fue larga. Recién en noviembre lo trasladaron al Estadio Regional, donde había muchos prisioneros, entre ellos su hermano Fernando, también abogado.

En el recinto deportivo convertido en campo de detención, también lo mantuvieron aislado.

Un día de esos, el capitán Sánchez, que acostumbraba a relacionarse con los profesionales detenidos –abogados, médicos-, habló con su hermano y le pregunto si quería que Pedro bajara a donde él estaba. A Pedro Enríquez lo tenían encerrado en una de las piezas situadas cerca de la caseta de transmisiones, y de vez en cuando lo sacaban a tomar sol, lo mismo que al resto de los incomunicados, pero sin poder relacionarse con nadie.

Fernando respondió positivamente a la propuesta de Sánchez y fue así como los hermanos pudieron reunirse después de ese largo tiempo de encierro y tortura.

“Fue un alivio estar allí. Con mi hermano nos queríamos mucho. Cuando me sacaron del Estadio, él quedó deshecho. Lo pusieron en libertad para la Pascua”.

No duró mucho ese alivio, apenas cuatro o cinco días, tiempo en el cual alcanzó encontrarse con antiguos conocidos por Jorge Peña, Emilio Cisternas, Julio Sau.

“Nunca supe de qué me acusaban”

Un día lo tomaron y lo trasladaron al Fuerte Borgoño, en Talcahuano, experiencia que no duda en calificar como “muy dura”.

“Me tuvieron tres o cuatro días en la Base Naval, en la casa del deportista y de ahí en la noche al Borgoño con un interrogatorio a cargo de un subteniente que ahora es capitán de navío jubilado que dirigía todas las operaciones. Yo sabía muy bien lo que iba a pasar. Eso no tranquilizaba en absoluto los espíritus. Me tuvieron una semana y después me bajaron a la isla Quiriquina, ahí estuve hasta el 16 de enero, también incomunicado, cuando hicieron un gripo del Estadio para enviarlos a Chacabuco y ahí me incluyeron. Fui el único de los detenidos de la isla”.

Una nueva etapa de su detención vivió en el campo de prisioneros de Chacabuco. Allá, en la lejanía y la soledad del desierto nortino, la situación fue distinta. Por la mañana los contaban y luego tenían todo el día para ellos. Sólo que seguían detenidos. Por algo era un campo de concentración.

En Chacabuco, Pedro Enríquez se dedicó a estudiar francés. Se formó un grupo de estudiantes y como sus hijos estudiaban en el Charles de Gaulle, en Concepción, la dirección acordó una beca para ellos y además le hicieron llegar paquetes de material para que estudiara francés.

“Había un muchacho de 23 años hijo de franceses que había sido detenido en Santiago, él no hacía las clases y después cuando salió en libertad llegó Marco Antonio Enríquez que había hecho un doctorado en Francia, dominaba el francés y él nos hizo clases después y con los materiales nos batimos”.

Hubo una buena convivencia en ese tiempo, aunque la incertidumbre se mantenía. Enríquez tenía la seguridad de que Pinochet no lo iba a dejar en Chile y él tampoco quería quedarse. Desde Chacabuco, lo llevaron a Puchuncaví y Tres Álamos, hasta que el 4 de enero de 1975 salió con rumbo a Francia. Volvió a Chile en mayo de 1990.

“Si hay que quedarse me quedo, pero si puedo volver, vuelvo”, esa fue su filosofía.
En todo el tiempo que permaneció detenido, nunca le dijeron las razones. Tampoco lo carearon con nadie.

“Nunca fui objeto ni siquiera de un parte de Policía Local, las cosas tan graves de las que ellos me acusaban daban para un Consejo de Guerra. Tengo una teoría personal, ellos lo estaban preparando. Mi hermano me comentó, cuando logramos hablar en Investigaciones, que en los diarios decían que me iban a hacer Consejo de Guerra. ¿Con qué?, me preguntaba yo. Tenían preparado el asunto, pero no pudieron ubicar a Tomás Solís que se fondeó, tampoco a Rafael Moreno, entonces se quedaron sin candidatos porque ellos querían hacer un paquete. Después mi situación se clarificó un poco más cuando mataron a Fernando Álvarez porque eso provocó mucho impacto, las cosas se fueron decantando y yo me convertí en un preso político más”.

Al final, lo que le dejó toda su historia, de la cual no entrega muchos detalles, Pedro Enríquez contesta con gran simpleza:

“Nada, no queda nada después de esto, es lo que el viento se llevó…”

 por María Eliana Vega


Suprema acredita torturas sufridas por ex juez durante la dictadura en Concepción

Fuente :biobiochile.cl, 18 de Agosto 2021

Categoría : Prensa

Una indemnización de 15 millones de pesos deberá pagar el Estado a un ex magistrado detenido en Concepción en los días posteriores al golpe militar de 1973, cuando era menor de edad, siendo torturado en distintas unidades militares y comisarías de Carabineros.

El caso es del ex juez de Cabrero, Leonel Castro, cuya demanda había sido rechazada por la Corte de Apelaciones penquista, revocando la Corte Suprema esa resolución y acreditando las torturas y los daños físicos y psicológicos causados.

Castro, si bien destacó que el Poder Judicial reconociera las torturas sufridas, lamentó la discriminación que hacen los tribunales dijo al determinar montos de indemnización dependiendo de quiénes son las víctimas, en alusión al fallo en favor de los hijos del asesinado matrimonio Luchsinger Mackay.

La detención de Castro, acusado de pertenecer al Partido Socialista, se produjo el 21 de septiembre de 1973, siendo llevado primero al Regimiento Guías de Concepción, después a la Primera Comisaría de Carabineros, donde fue torturado, para permanecer en el Estadio Regional hasta el 2 de noviembre, cuando fue liberado.


Suprema acredita torturas sufridas por ex juez durante la dictadura en Concepción

Fuente :biobiochile.cl, 18 de Agosto 2002

Categoría : Prensa

Una indemnización de 15 millones de pesos deberá pagar el Estado a un ex magistrado detenido en Concepción en los días posteriores al golpe militar de 1973, cuando era menor de edad, siendo torturado en distintas unidades militares y comisarías de Carabineros.

El caso es del ex juez de Cabrero, Leonel Castro, cuya demanda había sido rechazada por la Corte de Apelaciones penquista, revocando la Corte Suprema esa resolución y acreditando las torturas y los daños físicos y psicológicos causados.

Castro, si bien destacó que el Poder Judicial reconociera las torturas sufridas, lamentó la discriminación que hacen los tribunales dijo al determinar montos de indemnización dependiendo de quiénes son las víctimas, en alusión al fallo en favor de los hijos del asesinado matrimonio Luchsinger Mackay.

La detención de Castro, acusado de pertenecer al Partido Socialista, se produjo el 21 de septiembre de 1973, siendo llevado primero al Regimiento Guías de Concepción, después a la Primera Comisaría de Carabineros, donde fue torturado, para permanecer en el Estadio Regional hasta el 2 de noviembre, cuando fue liberado.