Campamento de Prisioneros «Chacabuco»

Foto

Ubicación:Oficina Salitrera Chacabuco, al costado este de la Ruta 5 Antofagasta II Región

Rama:Ejército

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

Cerca de 110 kms de distancia de Antofagasta, en medio del desierto de Atacama  fue instalado el Campo de Prisioneros Chacabuco, ubicado en la Oficina Salitrera Chacabuco, al costado este de la Ruta CH-5. En la antigüedad era un pequeño pueblo minero donde funcionaba la compañía minera de nitrato, Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich). El pueblo se encontraba abandonado desde 1938 y se usaba para prácticas militares del ejército. El Campo de Prisioneros Chacabuco fue utilizado desde principios de noviembre de 1973, hasta abril de 1975, con  más de 1.000 presos políticos. Este Campamento era sólo de hombres. El sector de prisioneros fue delimitado con alambradas de púas, minas antipersonales y torres de vigilancia con personal armado de metralletas. El Campo de Prisioneros Chacabuco fue uno de los más grandes campamentos de prisioneros no sólo de la región, sino del país. Los presos políticos concentrados en este campo venían de diferentes recintos militares especialmente de la Primera y Segunda Región, así como de Santiago y Valparaíso. Los detenidos no sólo habían sido torturados en los diversos lugares donde anteriormente habían permanecido recluidos sino también durante el trayecto a Chacabuco. En especial todos aquellos que fueron trasladados en trenes de carga desde Iquique, en barcos desde Valparaíso (el Andalién), y en camiones militares desde Pisagua.

 El Campo de Prisioneros Chacabuco estaba a cargo de la Primera División del Ejército de Antofagasta, pero la guardia rotaba entre el ejército, la Fuerza Aérea y personal de Carabineros. Muchos presos fueron dejados en libertad a principios de 1974, período en el cual nuevos prisioneros fueron traídos a Chacabuco. El campo empezó a vaciarse gradualmente en julio de 1974, en la medida que los internos eran trasladados a diferentes campos de Santiago y Valparaíso (Tres Alamos, Ritoque y Melinka). De acuerdo a los testimonios recibidos, la guardia rotaba entre personal del Ejército, Fuerza Aérea y Carabineros. Vigilando el campo, había un tanque militar que transitaba continuamente alrededor de éste. Los testimonios señalan, además, que era frecuente que los sobrevolaran aviones en vuelos rasantes. El Comité para la Paz informó a fines de 1974: Los presos vivían en corredores de adobe que contenían diez casas pequeñas. Cada una era de dos o tres pisos y mantenía a seis presos. Había un comedor de uso común y no contaba con luz eléctrica hasta julio de 1974.

Hay testimonios que coinciden en señalar que, al ingresar al campamento, los prisioneros eran obligados a tenderse desnudos por horas sobre la cancha de fútbol; normalmente eran recibidos con maltratos, amenazas y golpizas de pies, puños, objetos contundentes, como las culatas de los fusiles.

Los detenidos vivían en corredores de adobe que estaban formados por diez casas pequeñas como pabellones. Cada una era de dos o tres pisos y mantenía a seis presos. Había un comedor de uso común y no contaba con luz eléctrica.

El maltrato fue constante. Las condiciones de vida, a juicio de los declarantes, eran amenazadoras e inciertas en alto grado. Según las denuncias presentadas ante la Comisión Valech, las malas condiciones de vida incluían una denigrante situación alimenticia y el hostigamiento permanente. Bajo cualquier pretexto, los detenidos eran sacados por las noches a la intemperie, dejándolos hasta la madrugada bajo el intenso frío del desierto; y en otros momentos, durante el día, eran forzados a permanecer bajo el sol.

Es importante notar que la arbitrariedad del castigo que denuncian los ex presos fue una fuente de constante amenaza y tortura psicológica. Los efectivos inventaban motivos para interrogarlos, supuestas planificaciones de fugas o sabotajes por parte de los presos. Consta por los testimonios que también se practicaron de manera permanente las amenazas de acciones contra las familias de los prisioneros.

Los ex prisioneros experimentaban una presión adicional al ser sometidos a intensas jornadas de ejercicio de tipo militar y tener un régimen de trabajos forzados, en especial, trabajos, sin utilidad ni sentido. Asimismo consta de algunas declaraciones que hubo prisioneros que eran mantenidos por algún tiempo separados del resto, en un régimen carcelario con maltratos más severos. Otros eran mantenidos en continuos interrogatorios, con aplicación de torturas. Los testimonios indican que muchos de los prisioneros recibieron golpizas de pies, puños y con objetos contundentes, como las culatas de los fusiles, además de simulacros de fusilamiento.

Algunos de los ex presos políticos denunciaron haber sido llevados desde este recinto hacia Antofagasta para ser interrogados, en medio de torturas y golpes, por el fiscal militar de la zona. Otros fueron interrogados en medio de golpes en el campamento, por agentes de civil y agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Testimonios:

“…el desierto, lo veíamos más grande y extenso, el calor seguía aumentando, la velocidad era lenta. No podíamos conversar. La caravana recorrió más de una hora cuando empezamos a ver una chimenea alta que indicaba la presencia de la antigua oficina salitrera Chacabuco de la Anglo Latauro (Compañia Inglesa). Llegamos a unos murallones y entramos por una abertura grande. Se pusieron al lado de los buses, unos tanques que nos apuntaban amenazadoramente con sus cañones. El nerviosismo aumentaba más y más, casi tiritábamos de miedo. Los buses pararon frente a unas rejas. Los carabineros nos entregaron contados al Ejército."  (Sadi Renato Joui Joui, en su libro "Chacabuco y Otros Centros de Detención", 1994)

 “..en el campo de concentración de Chacabuco a cargo del Ejército, fuimos nuevamente victimas de trato inhumano, degradante y humillante además de constantes amenazas y amedrentamiento psicológico y físico. Inmediatamente que nos recluyeron dentro del cercado de alambre-púa, electrificado y con altas torres de vigilancia, el comandante a cargo del campo, capitán Carlos Minoletti Arriagada, nos hizo formar en un lugar abierto, ordenó desnudarnos, esparcir las pertenencias personales en el suelo y esperar así inmóviles su inspección que iba a efectuar a cada uno. El capitán Minoletti demostrando su brutal prepotencia e impunidad por cualquier delito, realizó dicha inspección agrediendo a cada ciudadano detenido con insultos, trato ofensivo y afirmaciones calumniosas, agrediéndolo con golpes y comentarios humillantes. Terminada su inspección, que tomó horas bajo el ardiente sol y aire de la pampa, nos hizo agrupar para vejarnos otra vez con falsas acusaciones, calumnias y amenazas de todo tipo. Con ínfula de juez divino nos notificó que estábamos allí "por las huevadas que han hecho y las que pensaban hacer"(sic). Personal del Ejército y Fuerza Aérea se turnaban en la vigilancia del campo y en imponer el arbitrario régimen de cautiverio a los ciudadanos allí detenidos. Otros oficiales que cometieron trato inhumano fueron los capitanes Santander y Alexander o Alejandro Ananias. El capitán Santander, quien se vanagloriaba de ser campeón panamericano de tiro al blanco y amenazar a los prisioneros con eso de donde ponía el ojo ponía la bala, en más de una ocasión nos hizo comer bajo un enorme despliegue de soldados fuertemente armados y apuntando directamente a las cabezas de las personas. En otra, interrumpía abruptamente la hora de comida para hacernos formar sin razón específica. En otra oportunidad nos agrupó para reprendernos humillantemente y acusarnos falsamente de rayar las murallas con consignas políticas. Por otra parte, pilotos de la Fuerza Aérea, en aviones de combate, hacían vuelos rasantes sobre el campo de concentración cotidianamente, provocando inquietud y temor en la población reclusa.

 “..en Chacabuco fui obligado a recoger los excrementos con las manos […]. Además fui golpeado en las plantas de los pies descalzos con un palo solamente porque mi segundo nombre es Augusto” (Comisión Valech)

 “ […] de pie todo el día a pleno sol (40°C) y de noche los hacían correr para sentir el frío del desierto” (Comisión Valech)

Criminales y Cómplices

Capitán Alejandro Ananías (Ejercito); Capitán Carlos Minoletti Arriagada (Ejército); Capitán Victor Santander Veliz (Ejercito); Capellán Varela; Capellán Jorquera; Capellan Zenteno;

Capitán Zabala; Teniente Canals

Fuentes de Información Consultadas:Informe Rettigg; Informe Valech; Coordinadora de Ex-presos Políticos de Santiago: “Nosotros los Sobrevivientes acusamos”; Libro: “La Represión Política en Chile: Los Hechos”; Diarios: “Punto Final”; “Fortín Mapocho”; “La Nación”; “El Siglo”; Chipnews.com; Libros: "Chacabuco y Otros Centros de Detención", “La Represión Política en Chile”Archivo memoriaviva.com.


Testimonios

Categoría : Testimonio

“…el desierto, lo veíamos más grande y extenso, el calor seguía aumentando, la velocidad era lenta. No podíamos conversar. La caravana recorrió más de una hora cuando empezamos a ver una chimenea alta que indicaba la presencia de la antigua oficina salitrera Chacabuco de la Anglo Latauro (Compañia Inglesa). Llegamos a unos murallones y entramos por una abertura grande. Se pusieron al lado de los buses, unos tanques que nos apuntaban amenazadoramente con sus cañones. El nerviosismo aumentaba más y más, casi tiritábamos de miedo. Los buses pararon frente a unas rejas. Los carabineros nos entregaron contados al Ejército."  (Sadi Renato Joui Joui, en su libro "Chacabuco y Otros Centros de Detención", 1994)

 “..en el campo de concentración de Chacabuco a cargo del Ejército, fuimos nuevamente victimas de trato inhumano, degradante y humillante además de constantes amenazas y amedrentamiento psicológico y físico. Inmediatamente que nos recluyeron dentro del cercado de alambre-púa, electrificado y con altas torres de vigilancia, el comandante a cargo del campo, capitán Carlos Minoletti Arriagada, nos hizo formar en un lugar abierto, ordenó desnudarnos, esparcir las pertenencias personales en el suelo y esperar así inmóviles su inspección que iba a efectuar a cada uno. El capitán Minoletti demostrando su brutal prepotencia e impunidad por cualquier delito, realizó dicha inspección agrediendo a cada ciudadano detenido con insultos, trato ofensivo y afirmaciones calumniosas, agrediéndolo con golpes y comentarios humillantes. Terminada su inspección, que tomó horas bajo el ardiente sol y aire de la pampa, nos hizo agrupar para vejarnos otra vez con falsas acusaciones, calumnias y amenazas de todo tipo. Con ínfula de juez divino nos notificó que estábamos allí "por las huevadas que han hecho y las que pensaban hacer"(sic). Personal del Ejército y Fuerza Aérea se turnaban en la vigilancia del campo y en imponer el arbitrario régimen de cautiverio a los ciudadanos allí detenidos. Otros oficiales que cometieron trato inhumano fueron los capitanes Santander y Alexander o Alejandro Ananias. El capitán Santander, quien se vanagloriaba de ser campeón panamericano de tiro al blanco y amenazar a los prisioneros con eso de donde ponía el ojo ponía la bala, en más de una ocasión nos hizo comer bajo un enorme despliegue de soldados fuertemente armados y apuntando directamente a las cabezas de las personas. En otra, interrumpía abruptamente la hora de comida para hacernos formar sin razón específica. En otra oportunidad nos agrupó para reprendernos humillantemente y acusarnos falsamente de rayar las murallas con consignas políticas. Por otra parte, pilotos de la Fuerza Aérea, en aviones de combate, hacían vuelos rasantes sobre el campo de concentración cotidianamente, provocando inquietud y temor en la población reclusa.

 “..en Chacabuco fui obligado a recoger los excrementos con las manos […]. Además fui golpeado en las plantas de los pies descalzos con un palo solamente porque mi segundo nombre es Augusto” (Comisión Valech)

 “ […] de pie todo el día a pleno sol (40°C) y de noche los hacían correr para sentir el frío del desierto” (Comisión Valech)


Monumento nacional: ¿Cómo era Chacabuco?

Fuente :La Nación, 9 de Noviembre 2003

Categoría : Prensa

El sector alambrado, que fue donde vivimos y penamos, tenía más o menos seis cuadras de largo y tres de ancho. Había pabellones para obreros y para los empleados. Todas eran casas pareadas, de adobes y techos de calamina. Durante el día, cada casa era un horno y de noche, una nevera. Cuando llegamos ninguna casa tenía puertas ni ventanas. Les habían clavado arpilleras, que el viento las sacudía a su antojo. Se improvisaron dos grandes letrinas, con duchas y lavatorios. Los servicios higiénicos eran dos o tres grandes acequias con tablones encima para solo poner los pies.
Jorge Montealegre es poeta, escritor y sobre todo, un hombre hecho y derecho, yo diría intachable. Estuvo preso junto conmigo en Chacabuco, cuando la dictadura de Pinochet empezó a cargar su mano cruel y no paró más. Jorge tenía entonces 19 años.
Escribió poemas en su carácter de preso político y después, cuando recuperó la libertad y salió al exilio, siguió escribiendo como condenado. Recién publicó el libro “Frazadas del Estadio Nacional”.
Voy a reproducir algunas líneas donde describe lo ocurrido el 9 de noviembre de 1973, hoy hace 30 años, cuando se avisó a los presos del estadio que serian trasladados a la salitrera de Chacabuco:
“Nos metieron en buses, nos amenazaron por enésima vez y designaron a tres soldados, con fusiles ametralladoras para custodiarnos en el vehículo. También estaban los jardineros del estadio que miraban estupefactos, impotentes, con los ojos brillantes. Salimos en caravana hacia Valparaíso. Al cruzar la ciudad vimos cientos de pañuelos que apenas asomaban por las ventanas. Los carabineros cortaban los caminos. Muchos jeeps y camiones militares eran parte del convoy. Ya en la carretera, aparecieron los helicópteros.
Nos llevamos el Estadio en el recuerdo. Íbamos a Chacabuco. No es fácil deshacerse del Estadio. Sigue aquí adentro”.

HAZAÑAS DE FILISTOQUE:
Mario Benavente, profesor, filósofo, master en ciencias políticas, dictó clases durante 40 años en la Universidad de Concepción, también cayó preso. De notable educador, la dictadura lo convirtió en peligroso extremista.

Estuvo detenido en Investigaciones, en la cárcel pública y el estadio Regional en Concepción. Después pasó a Chacabuco, campo Melinka de Puchuncaví y campo de Tres Alamos. Más de 20 meses sin libertad y luego exiliado a Suecia.
Escribió un libro notable: “Contar para saber”. De Chacabuco, describe este simpático episodio en la página 53: ” Todas las actividades programadas por los detenidos, llevaban el sello de la rebeldía. El poema, el canto, el show semanal, la escuela, el deporte, el circo, eran algunas de sus manifestaciones. Filistoque fue un ser peculiar. Rubicundo, grandullón y fornido. Su sonrisa permanente lo acompañaba a todos los rincones. Cuando reía, mostraba sus cuatro poderosos dientes, dos arriba y dos abajo.

Todos los demás fueron volados a culatazos por los torturadores. Era generoso y siempre dispuesto a ayudar. Se ganó el aprecio de todos. Sabía de sus limitaciones. Hombre de pueblo, de población, le gustaba conversar con los más cultos. Nadie conocía su nombre real. Le hacia gracia que así fuera, le daba otra personalidad, se sentía importante.

Fue duramente torturado, porque había integrado el grupo de seguridad del PS y Altamirano. Por eso afirmaba que vivía de yapa. No sabemos cómo ni cuándo, fue nombrado jefe para formar con los presos una banda de guerra. Lo hizo tras largas sesiones y cumplió. Salió a desfilar un día con su banda fuera del campamento dejando la sensación de que era fuga. Un camión con soldados armados hasta los dientes, los fue a buscar a todos.
La banda fue disuelta y los castigaron en forma ignominiosa. Filistoque estuvo en tela de juicio hasta el final, salió de Chacabuco, fue trasladado a otros lugares de prisión y finalmente expulsado del país. Se radicó en Inglaterra”.
En 1984, cuando la dictadura estaba en su apogeo, nadie se atrevía a levantar la voz. Por eso resultó casi desafiante que la revista Hoy, dirigida por Emilio Filippi, se atreviera publicar un libro que abriera de par en par las puertas del oprobioso campo de prisioneros de Chacabuco.
En esa aventura, lo acompañé sin titubeos, arriesgando la libertad y ¿por qué no?, hasta la vida. Se editó el libro “Un viaje por el infierno” que relató descarnadamente como vivieron casi diez mil presos que pasaron por la salitrera.

¿Cómo era Chacabuco? El sector alambrado, que fue donde vivimos y penamos, tenía más o menos seis cuadras de largo y tres de ancho. Había pabellones para obreros y para los empleados. Todas eran casas pareadas, de adobes y techos de calamina.
Durante el día, cada casa era un horno y de noche, una nevera. Cuando llegamos ninguna casa tenía puertas ni ventanas. Les habían clavado arpilleras, que el viento las sacudía a su antojo. Se improvisaron hasta el final, dos grandes letrinas, con duchas y lavatorios. Los servicios higiénicos eran dos o tres grandes acequias con tablones encima para solo poner los pies.

Allí vivieron los presos chacabucanos, pero todo se hizo más llevadero porque el Consejo de Ancianos, nombrado por los propios detenidos, creó servicios médicos, asistencia judicial y social, bibliotecas, pulpería, salas para los conjuntos artísticos y un diario mural. Fuimos gente de buena ley”.
¿A qué vienen estos recuerdos que asaltan y enternecen? El viernes pasado, a las 19 horas, en el salón de honor del viejo Congreso Nacional, llegaron de todos los rincones de Chile los presos que pasaron por Chacabuco. Pronunciaron discursos, lloraron a mares, repartieron abrazos y pidieron que la vieja salitrera, el fatídico campo de concentración, sea por angas o por mangas, un Monumento Nacional.
 Creo que se lo merece…


Ex Presos Políticos de Concepción: “Derrotados … No vencidos”

Fuente :El Siglo

Categoría : Prensa

 

El Auditorio de la Universidad de Concepción repleto por un público conmovido, fue el escenario en que Mario Benavente Paulsen y su esposa Nimia Jaque Peña presentaron la semana pasada sus relatos testimoniales “Contar para saber” y “El árbol que florecía hijos”, de uno y otra, respectivamente, en sendas ediciones costeadas por ellos mimos como ejemplar contribución a la “memoria histórica” de la brutal represión fascista en Chile y la dignidad y fortaleza con que la afrontaron sus “prisioneros políticos”, entre ellos los narradores.
Son decenas de breves testimonios de sus propias vivencias y de las de otras y otros ex presos políticos de los “campos” de reclusión y torturas de Chacabuco, Puchuncaví, Los Alamos precedidos del paso inicial por cuarteles Isla Quiriquina y Estadio Regional de Concepción. Incluso, la narración de la niña, hija de una madre presa; la visión de Nimia desde el patio de la cárcel penquista de su hijo encaramado en un árbol del parque vecino para verla por sobre los muros. Ocho de las ex prisioneras “reportadas” por ella se hicieron presente en el acto.
El abogado de Derechos Humanos Nelson Caucoto, ex alumno de la U. de Concepción, inició el acto con una esperanzada exposición de avances en cuanto al aumento de los procesamiento de coautores, cómplices y encubridores de crímenes contra la humanidad en Chile.
En el acto, auspiciado por el Colegio de Profesores de Concepción, presentó a los autores la dirigenta nacional Olimpia Riveros, que compartió con ellos desde antes de los sucesos del 73 en la actividad y lucha gremial y política de izquierda. La acompañaron en la misión Patricia García y Alberto Carrasco, maestros colegiados.
Benavente y Nimia cerraron el acto. El señaló que los ex presos políticos “fuimos derrotados… pero no vencidos”, reafirmando sus decisiones pese a la exoneración de sus cátedras, los maltratos y torturas y el largo exilio. Destacó los cursos de variados estudios y certámenes literarios en el campo Chacabuco como expresión de la dignidad con que se afrontó la represión en ellos.


CHACABUCO, MEMORIA DEL SILENCIO

Fuente :Por Dr. Luis Cifuentes S.

Categoría : Otra Información

La película "Chacabuco, memoria del silencio", de Gastón Ancelovici, refleja una realidad distinta, y en consecuencia adopta un enfoque diferente, al film "Estadio Nacional" al punto que es difícil y acaso injusto intentar compararlas. Mientras el Estadio Nacional, junto al Estadio Chile, Villa Grimaldi, Tejas Verdes y varios otros lugares fueron centros de tortura y exterminio, Chacabuco fue, en sentido estricto, un campo de concentración. Fuimos enviados allí prisioneros políticos que ya habíamos sido interrogados en espera de que el aparato administrativo dictatorial decidiera qué hacer con cada uno de nosotros. La tortura y el asesinato, entonces, no fueron fenómenos de ocurrencia diaria ni frecuente en la antigua oficina salitrera. Este hecho, sin excluir la tragedia (hubo un suicidio en el tiempo que yo permanecí en el campo, al que me refiero más abajo), por si solo generó un distinto tipo de convivencia y de comunicación, con un fuerte contenido comunitario.

La película refleja esta situación: no se trata de testimonios en forma de monólogos, como en "Estadio Nacional", sino de conversaciones colectivas, filmadas tanto en Santiago como en el campo mismo. El poeta Jorge Montealegre, quien, siendo un adolescente escribiera su primer poema en Chacabuco, hace de ancla del documental y habría sido muy difícil, sino imposible, encontrar una persona con mejores aptitudes para la tarea. Su poema "Así es el choquero", recitado por el autor en su vivienda chacabucana, despertará viejas y nuevas emociones.

El film comienza con impresionantes vistas aéreas del desierto y de Chacabuco. La belleza de los cerros, cielos y crepúsculos constituyó el trasfondo majestuoso de todo lo sucedido. Las conversaciones entre Montealegre, el poeta Rafael Salas y Angel Parra abren los fuegos, en un primer reconocimiento del campo. Allí estaba la pulpería… ¿o era acá ? Allá la bella iglesia de madera, destruida por el fuego en 1982; acá el templo evangélico; más allá, el "barrio cívico", donde los abogados, médicos y artistas presos tenían sus locales de atención y creación. Yendo más al hueso, aquí fue donde nos recibieron con insultos, golpes y amenazas cuando "inauguramos" el campo, donde nos dijeron que "NO requisarían las hojas de afeitar, por si queríamos suicidarnos".

La película esta cargada de emotividad e ilustrada por trozos de una filmación realizada por un equipo de la RDA que llegó a Chacabuco engañando a los militares con el recurso de hacerse pasar por holandeses. De fondo, aparte de la música compuesta para el film por Angel Parra hijo, hay extractos del concierto de despedida de Angel Parra padre, grabado en cassette por Alberto Corvalán Castillo, hijo del entonces secretario general del Partido Comunista. Alberto murió en el exilio antes de cumplir los 30, producto de las torturas sufridas en el velódromo del estadio nacional. Es su voz la que se escucha narrando aquella grabación, que apareció en forma de disco en Italia en los 70. En una escena llena de ternura, Angel canta la canción que compuso en el campo a su pequeña hija Javiera, ahora en presencia de la adulta homenajeada.

Las muchas anécdotas de Chacabuco están bien representadas. En especial, la protagonizada por el popular Filistoque, un preso que, dada su experiencia, fue encargado por el comandante para entrenar a la banda de los militares. Filistoque aprovechó la ocasión de uno de sus tantos ensayos para dirigirse a la puerta del campo a la cabeza de sus hombres, dio orden de abrirla y luego salió marchando por la carretera en dirección a Calama seguido de los disciplinados militares. Por cierto, no llegó lejos, pero esta debe ser la anécdota más sabrosa en la historia de los campos de concentración, no sólo de Chile.

Me impactó ver el teatro restaurado, aunque eché de menos los maltrechos pero elegantes asientos de fierro y tapiz y las imponentes aunque añosas cortinas del escenario, que colgaban ahí desde los años 20. El teatro era el lugar donde en ocasiones se nos autorizó a recibir visitas.

Una serie de otros ex-prisioneros agregan sus recuerdos. De especial valor son los de Mariano Requena, primer presidente del Consejo de Ancianos, que cuenta de las difíciles, y a veces hilarantes, relaciones con los militares. Otros mencionan los cursos de nivel primario, secundario y universitario impartidos entonces por los mismos prisioneros en la "universidad del desierto". Yo dicté uno de Termodinámica Química, aprovechando como texto el libro de Fisicoquímica de Castellan, que en forma casi milagrosa alguien había llevado al campo. También contribuyen al testimonio colectivo un ex-oficial destacado en Chacabuco y un ex-capellán.

La película me dejó un buen sabor, de fraternidad y esperanza. A la salida, entre las pocas personas presentes en la sala, me encontré con un viejo amigo, ex-chacabucano. Nos fuimos a tomar una cerveza, tratando de hacer durar la fraternidad recién revivida.

¿Qué podría yo agregar a este sólido testimonio fílmico ? Tan sólo una anécdota: cuando llegó al campo el primer grupo de presos provenientes del estadio (luego llegarían de todo Chile) nos formaron en la calle principal y el capitán a cargo salió del perímetro enrejado hacia su oficina. A los pocos segundos se escuchó, de lo alto de una torre de vigilancia, el grito: "¡Alberto Corvalán Castillo !". El interpelado, que estaba en el grupo, en un acto de valor inolvidable, corrió hacia la torre sin saber si lo ametrallarían. Al llegar al pie, le dejaron caer un saco con pan, reunido por los conscriptos para los presos. "¡De la base de la Jota!", le gritaron.

Lo asombroso de esta historia, de la que fui testigo presencial, no consiste tanto en que hubiera una organización de izquierda entre los militares que nos custodiaban como en el hecho – que hasta hoy me cuesta explicarme – de que ellos actuaran a vista y paciencia del resto de los conscriptos sin ser denunciados; esto, sin que me quepa ni la más remota sombra de una duda, les habría valido la muerte por despedazamiento. Los panes fueron rápidamente distribuidos (ignoro si también fueron multiplicados) y el saco lanzado dentro de una casa; los oficiales nunca se enteraron. Esta anécdota refleja un aspecto de la realidad de aquellos días que es bueno no desechar.

Expreso mi gratitud a Gaston Angelovici y a todos los que contribuyeron a hacer realidad esta película. Junto a los films de Guzmán y Parot, ella contribuye a rescatar memoria en un país amnésico que mira para otro lado.

Vayan mis recuerdos hacia mi amigo Marcelo Concha, hacia el profesor Francisco Aedo y otros, que luego de salir de Chacabuco fueron nuevamente aprisionados y hasta la fecha están desaparecidos. Rindo homenaje al obrero Oscar Vega, que había vivido y trabajado en Chacabuco en su juventud. Anciano, solo y destruido, por haber sido asesinada toda su familia, buscó su vieja casa y se colgó de una viga. Los que no nos colgamos tenemos, en consecuencia, ciertos deberes de humanidad de los que, tarde o temprano, tendremos que rendir cuentas.


Mensaje de lucha desenterrado 39 años después en Chacabuco

Fuente :Piensa Chile, 29 de Noviembre 2013

Categoría : Prensa

En el encuentro de los ex prisioneros del Campo de Concentración de Chacabuco, la antigua oficina salitrera en la pampa de Antofagasta -el 23 y 24 de noviembre de 2013- un grupo de antiguos reclusos se dio a la tarea de encontrar una botella enterrada, con un mensaje escrito en octubre de 1974, cuando se cerró el campo.

Carta en botella 1974Tras un debate acerca de la locación exacta, y con gran emoción, excavaron en el pequeño patio de la vivienda y encontraron una botella intacta. En la parte exterior, uno de los presos -un químico- escribió “VENENO”, y una fórmula terrorífica, para espantar intrusos.

La carta aun legible en el papel amarillento, está firmada por cuatro partidos de izquierda, y es un testimonio de moral revolucionaria y compromiso de lucha que la asamblea de los ex prisioneros adoptó el mismo día como “Declaración de Chacabuco” en el teatro de la antigua oficina salitrera.

El mensaje conserva plena vigencia. A continuación el texto completo y el registro audiovisual de su lectura a viva voz, por uno de sus redactores, minutos después de la excavación, realizado por el equipo de HispanTV-Chile:

………………A la caída del Gobierno Popular encabezado por Salvador Allende, se instaura en Chile una feroz dictadura que estremeció al mundo por su crueldad y terror. Miles fueron los muertos a lo largo del país; otros tantos los desaparecidos.

Asimismo llenaron las cárceles y los campos de concentración más de diez mil presos políticos. Sólo por este campo pasaron 1.284 escogidos dirigentes de izquierda, incluyendo jóvenes menores de edad y ancianos en extremo. Vivieron y sufrieron aquí hombres de diferentes regiones del país. De Copiapó, Antofagasta, Valparaíso, Santiago, Colchagua, O’Higgins, Linares, Chillán, Biobío, Concepción, Arauco, Osorno llegaron a este desolado lugar, símbolo de la explotación de los obreros del salitre. Obreros, campesinos, empleados, intelectuales, profesionales y estudiantes que se distinguieron por su alta moral, y solidez en sus principios.

La soledad de la pampa cobró vida con la activa creatividad de los artesanos y artistas que nacían al amparo de la soledad de los días de cautiverio. Memorables fueron los shows que alegraron domingo a domingo los días de cautiverio. Nadie olvidará la chingana, la fogata, las obras teatrales, el circo, la fecunda actividad de los talleres artesanales, sus variadas exposiciones de cobre, madera, telar, onyx, como tampoco nadie olvidará las torres, con sus uniformados y fusiles apuntando a la alambrada, las odiosas formaciones a pleno sol o al frío de la noche, los allanamientos, el pillaje, la canción nacional y su agregado irónico, nuestros nobles… Como tampoco nadie podrá olvidar el escuálido rancho, las migajas de pan, la rosca y sus derivados, las úlceras y neurosis.

Pero todo se superaba con dignidad y moral. Se organizaron por casa, pabellón y campo, en todo unidos. El Consejo de Ancianos, que era la máxima organización, creó servicios públicos para los detenidos, tales como el bienestar, el policlínico, la escuela, la biblioteca, la asociación deportiva, departamento de aseo, administración, cooperativa artesanal, etcétera.

Son acontecimientos memorables para cada uno: en homenaje a la memoria de los compañeros mártires, el digno minuto de silencio el día 11 de septiembre de 1974; la lealtad y nobleza de los compañeros que viajaron miles de kilómetros; el fusilamiento de los perros llegados al campo; las misteriosas explosiones de las minas que rodeaban el campo; los días sin agua.

Aunque permanecieron sólo en este lugar más de un año, nadie se consideró más o menos libre que el resto de sus hermanos de la calle, pues era la patria una inmensa cárcel. El compromiso con la libertad tampoco fue un anhelo individual, sino un compromiso de combate junto al pueblo.

Hasta ellos llega el aliento constante, creciente, de la solidaridad de los trabajadores del mundo y sus vanguardias políticas, y de los países y pueblos democráticos y organizaciones internacionales, por medio de la voz amiga y hermana de Radio Moscú, Habana, Progreso, Berlín, etc.

Hoy, al ser …….(ilegible)…… y otros campos de concentración, se marchan con la convicción inevitable del triunfo de la revolución socialista para días no lejanos. Compañeros, en sus mentes está presente la necesidad de la victoria inevitable. Necesitamos sólo una victoria: la final.

Partido Comunista de Chile
Partido Socialista de Chile
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
Movimiento de Acción Popular Unitaria

Chacabuco, Octubre de 1974


Metodos de Tortura y Testimonio de lo Sucedido

Fuente :soycriminalista.blogspot.com, 15 de Marzo 2017

Categoría : Otra Información

Los métodos que se enuncian a continuación se ajustan a la definición operativa de la tortura adoptada por esta Comisión, tras considerar detenidamente los parámetros fijados por las convenciones internacionales sobre esta práctica: "Constituye tortura todo acto por el cual se haya infligido intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, intimidar o coaccionar a esa persona u otras, anular su personalidad o disminuir su capacidad física o mental, o por razones basadas en cualquier tipo de discriminación. Siempre y cuando dichos dolores o sufrimientos se hayan cometido por un agente del Estado u otra persona a su servicio, o que actúe bajo su instigación, o con su consentimiento o aquiescencia". Es importante advertir que la consideración por separado de los distintos métodos en aras de una mayor claridad, no debe ocultar el hecho de que las formas de tortura aquí definidas podían aplicarse de manera sucesiva o simultánea sobre la misma víctima. Asimismo, no todos los métodos fueron empleados con la misma frecuencia, y se incluyen sólo aquellas descripciones representativas de lo señalado por quienes entregaron sus testimonios. Invariablemente, las definiciones son ilustradas con testimonios de personas que acudieron a esta Comisión luego de sufrir tortura por parte de distintos organismos y en períodos diferentes. Para preservar la identidad de las víctimas, se han omitido los nombres y las ocupaciones, señalándose, eso sí, la fecha de detención, el sexo y el recinto en donde ocurrieron los hechos.

 

Golpizas reiteradas 
 

 

 

 

A juzgar por la enorme cantidad de testimonios de personas golpeadas, puede afirmarse que las golpizas reiteradas constituyeron el método de tortura más socorrido durante el régimen militar y, en general, el primero que se aplicó a las víctimas de la represión. Era habitual que al momento de efectuarse la detención, la persona afectada, pese a no ofrecer resistencia, y estando incluso maniatada o esposada, fuese golpeada de manera intencional e injustificada. Este tipo de golpes, comúnmente llamados "uso excesivo de la fuerza", constituyen tortura, pues no tienen otra finalidad que provocar un sufrimiento innecesario. Consta el caso de personas golpeadas en todo el cuerpo, de manera reiterada, por varios agentes, durante tiempo prolongado. También se dieron los golpes en partes específicas del cuerpo, no rara vez en las más sensibles, a veces hasta el sangramiento. Muchas de las personas golpeadas fueron previamente desnudadas y privadas del sentido de la vista mediante una venda en los ojos o la colocación de una capucha, que les impedía advertir los golpes y les generaba una mayor sensación de indefensión. Las golpizas ocurrieron antes, durante y después de los interrogatorios. La mayoría de las secuelas permanentes que pudo conocer esta Comisión corresponden a golpes infligidos a los detenidos; entre otras, pueden mencionarse la pérdida total y parcial de la visión, pérdida total o parcial de la audición, pérdida de piezas dentales, problemas renales, esterilidad y distintas lesiones en la columna. Finalmente, pese a que el tema escapa al mandato de esta Comisión, cabe mencionar que hubo personas muertas a golpes. 

 

 A continuación se enumeran los golpes más frecuentemente recibidos por los detenidos que acudieron a brindar su testimonio:

 

• Golpes de pies y puños. 

• Golpes con objetos contundentes: culata de las armas (culatazos), palos (palizas), laque (también llamado churro, luma o tonto de goma), apedreamientos, con otros objetos contundentes.

• Golpes con objetos flexibles o no contundentes (también llamados azotes o flagelamiento): látigos, fusta para caballos, baquetas (varillas de coligüe). 

• El teléfono, esto es, golpes con mano abierta en ambos oídos (puede provocar lesiones auditivas permanentes). 

• Golpes reiterados en los ojos, boca, nariz, testículos, pechos, cuello, rodillas y otras partes sensibles del cuerpo.

 

 Las denuncias incluyen otras prácticas que implican golpes, tales como: 

 

• Callejón oscuro: hacer pasar a los detenidos por entre dos hileras de efectivos que les propinan golpes de pies, puños y culatazos. 

• Pisar y saltar sobre los detenidos cuando están tendidos en el suelo, boca arriba o boca abajo. 

• Dejar caer el cuerpo del detenido al suelo escaleras abajo. 

• Arrastrar al detenido por el suelo o por las escaleras, tomado del pelo, amarrado del cuello o de otro miembro.

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Cárcel y en el Retén de Pisagua, I Región: […] Los días de octubre fueron de gran incertidumbre, nos cambiaban de celda permanentemente, nos sacaban a interrogatorios desde lacárcel en grupos de 20 hombres, con la vista vendada, en fila india, guiados por un uniformado y en esas condiciones salíamos por las desiertas calles de Pisagua en dirección al retén de Carabineros, donde nos estacionaban y procedían a una labor de "ablandamiento", que consistía en violentos golpes al estómago, donde nos doblábamos por el dolor, a continuación nos enderezaban con otro violento golpe, esta vez proporcionados con un tonto de goma en la espalda, lo que nos obligaba a recuperar la posición vertical. Esta ceremonia se repetía hasta que alguien nos hablaba con palabras dulces y acarameladas: ¿los golpearon mucho?, ¿han recibido maltratos?, pues bien, recuerden todo lo que saben y díganlo todo, y así podrán ser libres. […]. 

 

Hombre, detenido en mayo de 1975. Relato de su reclusión en el Regimiento Chorrillos de Talca, San Clemente, VII Región: […] me bajaron en un camino de tierra y me hicieron muchas preguntas, sobre todo lo que hacía yo en el colegio, qué hacía en mi casa, cómo se llamaban mis amigos, qué hacían mis hermanos, etc., yo contesté a sus preguntas, luego siento llegar otro auto que se estaciona al lado de nosotros, se baja un hombre y dice: éste es el huevón que andamos buscando, me tomó del pelo y me golpeó contra el auto, y me mencionó un nombre y si yo lo conocía, al responder que no, me dio varios golpes con un palo de coligüe en la cintura y en las piernas, caí al suelo, me pararon y me subieron al auto de nuevo, el mismo que me golpeó dijo: "Vamos no más, allá lo vamos hacer cantar a este huevón" […]. Llegamos a un lugar que no pude identificar, porque estaba vendado. Me metieron a un cuarto y cuando estaba adentro me hicieron sacarme el pañuelo, que estaba lleno de sangre […] veo frente a mí a un militar de alto rango, éste me mira de arriba abajo y mueve la cabeza como queriendo decir "puta la media pesquisa que hicieron mis agentes", ese militar era el comandante del Regimiento Talca […]. 

 

Hombre, detenido en noviembre de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: El día 19 de noviembre de 1975 a las 2:00 a.m. aproximadamente, ingresan a nuestro domicilio, rompiendo la puerta, unos 12 a 15 civiles armados con metralletas preguntando por [se omite el nombre]. Inmediatamente proceden a amarrar a mis hijos con un alambre en las muñecas y los obligan a permanecer de boca en el piso en el pasaje. A mí me golpean con los puños al intentar averiguar lo que estaba sucediendo. Revisan toda la casa causando enormes destrozos en muebles, colchones, etc. A mí también me atan las manos con alambre; todos vendados, somos subidos a diferentes vehículos particulares. Yo quedé en el mismo vehículo con mi hijo. Según relato posterior de mis vecinos, había gran cantidad de vehículos estacionados en un gran operativo. Fuimos trasladados a lo que resultó ser Villa Grimaldi. Allí permanecí alrededor de tres horas, en un lugar que parecía ser una especie de patio habilitado como galpón. Se escuchaban voces y gritos, como que hubiera un gran número de personas. Me interrogaban siempre y me golpeaban fuertemente con los puños y manos, especialmente en la cara; a veces caía al suelo y me costaba incorporarme, ya que aún estaba amarrado.

 

 

 

Lesiones corporales deliberadas 
 

 

 

 

Esta Comisión recibió numerosos testimonios de víctimas a quienes se les provocaron lesiones corporales de manera deliberada y no se desconoce que la aplicación de muchos de los métodos de tortura pueden producir distintos daños físicos. La lesión se define como el daño o detrimento corporal causado a una persona por una herida (corte o desgarro) o por un golpe. Si esta lesión es provocada intencionalmente por otro y cuando este otro un agente del Estado, o un particular con el consentimiento de aquel, quien realiza esta acción con la específica intención de provocar una lesión, esta acción es constitutiva de tortura. Lo anterior es válido, por ejemplo, para los golpes, los colgamientos y la aplicación de electricidad. Además, bajo la denominación genérica de lesiones corporales se ha querido reunir hechos perpetrados con la intención precisa de causar un daño puntual en el cuerpo del detenido, provocado cuando éste se encontraba inerme, usualmente maniatado y con la vista vendada o encapuchado. No se trata de lesiones colaterales, previstas como posibilidad, sino de daños en primer grado, medulares del tipo de agresión constitutiva de tortura. Las extracciones de partes menores del cuerpo como uñas de pies y manos, piezas dentales, pelo, cejas, etc. resultan ilustrativas de este método de tortura. Valgan como ejemplo las heridas producidas por contacto con el fuego, un objeto caliente, o una sustancia cáustica o corrosiva que descompone el tejido orgánico. En efecto, las quemaduras fueron la modalidad de lesión corporal deliberada más común durante el régimen militar. Se provocaron quemaduras en diversas partes del cuerpo de la persona detenida, inclusive en las partes más sensibles, como genitales masculinos y femeninos. Las quemaduras con cigarrillos fueron las más habituales. Pero también constan casos de quemaduras con fierros calientes u otros objetos que provocaron serios daños a quienes fueron las víctimas. Las lesiones corporales deliberadas, se pueden desglosar como sigue: 

 

• Extracciones de partes menores del cuerpo (uñas, dientes, etc.). 

• Cortes con arma blanca (en las manos, en las piernas, en los genitales, en la espalda, en otras partes del cuerpo). 

• Fracturas deliberadas (de brazos, pies, manos, dedos). 

• Heridas a bala. 

• Lesiones auditivas premeditadas, provocadas por disparo de fusil junto a los oídos o por la exposición a sonidos agudos durante tiempo prolongado, incluso hasta causar sangramiento de oídos, boca y nariz, con pérdida de conciencia en algunos casos. 

• Lesiones en las uñas u otras partes del cuerpo mediante clavadura de alfileres, yataganes u otros objetos punzantes. 

• Lesiones de diversa consideración resultantes de pasar un vehículo sobre los pies, las manos u otras partes del cuerpo del detenido.

 

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la 3a Comisaría de Rahue, Osorno, X Región: El día 19 de septiembre nos sacan del calabozo uno a uno para recibir golpes, un carabinero con un martillo de madera procede a darme un fuerte golpe en el dedo meñique de ambas manos, para luego con un alicate proceder a sacar las uñas, en ese momento ingresa el sargento [se omite el nombre], el cual quita al carabinero el alicate y procede a arrancarme con éste el bigote…, en un momento, producto del gran dolor y desesperación, logro morder la mano de este personaje, el que debe ser socorrido por un carabinero que me da un culatazo en mi cara […] pierdo el conocimiento y al despertar, me doy cuenta que sangro mucho de cabeza, nariz y boca… luego me doy cuenta que me faltan ocho dientes… había procedido a sacármelos con el alicate… o a golpes, no sé. 

 

Hombre, detenido en diciembre de 1973, mientras estuvo detenido en el Regimiento Chorrillos de Talca, VII Región, señaló: […] No contentos de mi aspecto desfigurado por los golpes, me arrancaron las uñas de ambos pies y a sangre viva me aplicaban corriente provocándome un gran dolor. 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Casa de la Cultura de Barrancas, a cargo de un batallón del Regimiento Yungay de San Felipe, Región Metropolitana: En un instante sentí que las yemas de mis dedos me ardían, me estaban clavando con agujas […] encendió un potente foco de mercurio a unos dos metros de mi cara. Los gritos del subteniente se empezaron a alejar, mi rostro ardía, en mi desesperación me pasé la mano por la frente y parte de la cara. El capitán golpeó la mesa que me separaba de él y me dijo que si me pasaba la mano por la cara me iba a quedar marcada para siempre. Había sido muy tardía la advertencia porque mi rostro quedó quemado y con marcas que llevo hasta hoy. 

 

 

Hombre, detenido en diciembre de 1983. Relato de su reclusión en el Cuartel General de Investigaciones (General Mackenna), Región Metropolitana: Me dicen: entonces arrodíllate y pone la planta de los pies hacia arriba. Entre tres me sujetan y el cuarto procedió a saltar sobre la planta de mis pies. Yo sentía como mis huesos crujían con un dolor inexplicable. En ese momento pedí a gritos que me mataran, que ya no quería seguir viviendo, me respondieron que pronto […].

 

Colgamientos 
 

 

 

 

Esta Comisión recibió abundantes testimonios de personas sometidas a este tipo de tortura, cuya aplicación se extendió por todo el período, especialmente por parte de los organismos de seguridad especializados en la represión. Junto con inmovilizar a la persona, este método mantiene a la víctima en posiciones forzadas que pueden tensionar las articulaciones hasta la dislocación, provocando dolores que se acrecientan conforme pasan los minutos y las horas. Permanecer colgado, en especial por períodos prolongados genera, además, sensaciones de indefensión, abandono y humillación, derivadas del trato atentatorio contra la dignidad humana. Durante el régimen militar, los colgamientos revistieron diversas formas. Las personas fueron colgadas de una o de ambas muñecas; de uno o de ambos pies en posición invertida; de pies y manos amarrados a un palo puesto en posición horizontal, quedando el resto del cuerpo curvado; o bien de los brazos atados detrás de la espalda método conocido como la paloma, que provoca dislocación de los hombros. El tiempo de colgamiento, librado al arbitrio del agente a cargo, podía ir desde unos minutos hasta varios días. Por añadidura, la persona colgada, con bastante frecuencia debía padecer amenazas, insultos, humillaciones, golpes, mientras se hallaba desnuda; en algunos casos, incluso se les aplicó electricidad o se les sometió a algún tipo de agresión sexual. Mención aparte merece un tipo de colgamiento especial, más sofisticado, llamado pihuelo o pau de arará ("palo volador", en portugués). Primero se amarraban las manos, luego éstas a los pies cruzando una barra o un palo en sentido horizontal por entremedio del espacio formado; a continuación, esa barra o palo se colgaba en forma horizontal, con lo cual la víctima quedaba en posición invertida, colgando de manos y pies, amarrados entre sí. En ocasiones la barra se hacía girar, y aumentaban así los dolores. El pau de arará fue utilizado principalmente, por los organismos de seguridad. A menudo, las personas que sufrieron cualquier modalidad de colgamiento, más tarde si no de inmediato, presentaron algún tipo de lesión en la columna.

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento de Copiapó, III Región: Fui llevado al cuartel del regimiento. En ese recinto me ataron los pies con las manos, por detrás. Luego me ataron un cordel desde los pies a la boca abierta y, mediante un lazo tiraban el cordel, haciéndome doblar la espalda y la cabeza hacia atrás, hasta extremos insoportables y muy dolorosos. A continuación, estando atado en la forma descrita, me colgaron de un árbol y fui pateado y golpeado con una metralleta, hasta aturdirme. 

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Carabineros de los Andes, V Región: […] pienso que era como un camarín, procediendo a amarrarme las manos y colgarme en una especie de espaldera, se me moja la espalda procediendo a darme golpes con elementos de goma, (lumas) interrogándome, dónde se encontraban las armas y por algunos compañeros de Partido […].

 

Mujer, detenida en enero de 1974. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de calle Londres 38, Región Metropolitana: Me trasladaron a otra pieza en donde me hicieron desnudarme completamente. Luego me amarraron las muñecas con los tobillos quedando totalmente encogida. Enseguida colocaron una barra entre mis muñecas y los tobillos quedando suspendida de un mueble. En esta posición me golpearon los oídos y me aplicaron electricidad en las sienes, en los ojos, en la vagina, en el recto y en los pechos. Me interrogaban por nombres de personas, […] Les dije que no conocía a nadie, entonces me volvieron a golpear y aplicar corriente. En la boca me colocaron un paño, el que me lo sacaban a ratos para que hablara.[…]. 

 

Hombre, detenido en enero de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: En una oportunidad me colgaron desnudo, amarrado con los brazos a la espalda y me aplicaron corriente en las partes más sensibles, especialmente genitales […] hasta la pérdida del aliento. 

 

Hombre, detenido en diciembre de 1983. Relato de su reclusión en el Cuartel General de Investigaciones (General Mackenna), Región Metropolitana: Al llegar al final de la escalera que bajamos era todo frío y húmedo, sin preguntar nada me hicieron sacarme la ropa, menos las vendas, me hicieron sentarme en el suelo, recoger las rodillas y con mis manos amarradas pasarlas sobre mis rodillas. En ese momento sentí que introdujeron un fierro entre las rodillas y antebrazos […] sentí correr dos objetos, posiblemente muebles. Tomaron el fierro entre cuatro personas (lo sé porque conversaban entre ellos) y fui colgado. Una vez colgado procedieron a poner objetos duros en mis ojos, posiblemente bolitas, luego objetos metálicos en mis muñecas, tobillos, sienes, ano y pene. Luego me amordazaron introduciendo estos objetos metálicos en mi boca, precisamente en mis molares. Cuando me encontraba en esta situación sentí ruido de papeles que ponían debajo de mí. En ese momento sentí lo aterrador, que fueron fuertes descargas eléctricas, en las cuales veía mi cuerpo totalmente iluminado con un resplandor intenso […] sentía morir de dolor y de asfixia. Perdí la noción del tiempo, sólo sé que de vez en cuando me sacaban la mordaza y vomitaba en abundancia, luego volvían a lo mismo […]. Desconozco la cantidad de sesiones que fueron. Al término de cada una me dejaban colgado y decían "dejemos descansar a este huevón". Yo sentía sus pasos alejarse y sentía un alivio, pero inmediatamente volvían, aparentemente no eran los mismos, y decían "ya descansó mucho este huevón" y continuaban con el flagelo primero […]

 

Posiciones forzadas 
 

 

 

 

Tal como sucedió con los otros métodos de tortura, esta Comisión recibió un elevado número de testimonios de personas sometidas a posiciones forzadas. En el tiempo inmediatamente posterior al golpe de Estado, las posiciones forzadas por lo general ocurrieron a continuación de la detención, en los momentos previos al traslado a otros recintos y como preámbulo del interrogatorio. Los organismos de seguridad extremaron la aplicación de este método de tortura, prolongando la inmovilidad por días, inclusive semanas. Tanto así que un recinto clandestino de la DINA llegó a ser conocido como la casa de la silla, en alusión al hecho de que allí los detenidos eran mantenidos día y noche, durante todo su período de reclusión, sentados en una silla, a la cual se les amarraba de pies y manos, con la vista vendada. Por posiciones forzadas, se entiende la coacción para que el detenido mantenga una determinada posición durante un largo tiempo hasta lograr un agotamiento físico extremo. La posición puede no ser incómoda en sí misma, pero se hace intolerable y desesperante cuando se la debe mantener desde algunas horas hasta días enteros. La manera de forzar al detenido a mantener estas posiciones se obtenía mediante golpes propinados al menor movimiento (por los distintos guardias que se alternaban en sus funciones de vigilancia ininterrumpida) y amenazas de diverso tipo, a lo que puede añadirse amarras en pies y manos (con cuerdas, alambres, esposas o grilletes) y la privación temporal de la visión mediante una venda en los ojos o una capucha en la cabeza. Las posiciones más usuales, de acuerdo con los registros de esta Comisión, fueron permanecer de pie; tendido en el piso boca abajo; sentado y amarrado a una silla; de pie y con el cuerpo vuelto a la pared; con las manos en alto; o bien de rodillas y con las manos detrás de la nuca, por tiempos que iban desde varias horas hasta varios días y en algunos casos semanas.

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Fiscalía Militar de Osorno, X Región: […] fui llevado a la Fiscalía Militar de Osorno, lo que es actualmente el Hospital Base de Osorno, donde nuevamente fui golpeado y amenazado de muerte. Me pusieron largas horas con las manos hacia arriba en la pared, con la amenaza si bajaba las manos me mataban […]. 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Escuela de Artillería de Linares, VII Región: El militar llamó a un conscripto y le ordenó que me custodiara y me condujera hasta una gran sala donde había no menos de treinta personas detenidas. Estaban todos sentados en sillas de madera, vueltos hacia la pared. Minutos después llegó un militar con grado, quien escribió mi nombre en un pizarrón y anotó que yo debía pasar de pie toda la noche. En cuanto hubo cambio de guardia y el soldado que llegó dio la orden a los prisioneros de acostarse en el suelo, que era de madera, pero yo debía seguir de pie, sin derecho ni siquiera a apoyarme […]. Cerca de las 9 de la mañana vino un soldado a buscarme para ser "interrogado" […]. Después de un rato de golpes e insultos me preguntaron mi nombre, mi profesión y mi partido político, sin parar de darme golpes en todo el cuerpo, de la cabeza a las piernas […] el otro detective se acordó que yo había pasado toda la noche de pie y empezó a golpearme por detrás de las piernas, mientras se burlaba preguntándome si me quería sentar. 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Curanilahue, VIII Región: En esta unidad policial me pusieron con las manos en la nuca afirmándome con la cabeza en la pared en posición oblicua y las piernas abiertas, permaneciendo en dicha posición aproximadamente dos horas, mientras se me golpeaba con las culatas de las metralletas y puntapiés en diversas partes del cuerpo, entre otras, los testículos […].

 

Aplicación de electricidad 
 

 

 

 

Las personas que concurrieron a esta Comisión relataron que desde el mismo día 11 de septiembre de 1973 fueron víctimas de aplicación de corriente eléctrica, en todas las regiones del país. Este método de tortura consiste en la aplicación de descargas eléctricas en la totalidad del cuerpo o bien en zonas específicas, según sean los instrumentos empleados al efecto. Invariablemente, provoca intensos dolores físicos y agudo sufrimiento psíquico. Esta tortura puede producir secuelas físicas permanentes. Más de un tercio de las personas que indicaron a esta Comisión haber sido torturadas recibieron, entre otras formas de torturas, aplicación de electricidad. Este método se utilizó durante todo los años del régimen militar: en sus inicios y durante la fase de instalación en el poder, su aplicación fue masiva y a escala nacional. En los principales recintos de detención, sea cual fuere su ubicación geográfica, se contó desde el primer momento con implementos apropiados para aplicar este tipo de tortura, que las víctimas describen como un magneto del cual salían los cables que se adherían a los puntos más sensibles del cuerpo del detenido. En muchos casos, los instrumentos disponibles permitían graduar las descargas eléctricas, aumentando o disminuyendo el voltaje a voluntad de los torturadores. En cualquier caso, en recintos de detención menores y peor equipados, también se aplicó electricidad a los interrogados aunque en forma más rudimentaria. Al momento de aplicar la electricidad, muchas personas declararon que los interrogadores los sentaban en una silla, de preferencia metálica, o bien los tendían sobre una cama o un catre metálico. Se procedía a maniatarlos, inmovilizándolos. Previamente se solía desnudar a las personas; la vista vendada o la cabeza encapuchada agravaba la sensación de indefensión. En varias ocasiones, los efectivos militares o policiales arrojaban agua al detenido para asegurarse de que la descarga eléctrica se sintiera en todo el cuerpo. Con la aparición de los organismos de seguridad especializados en la represión – fundamentalmente la DINA y la CNI-, la aplicación de electricidad se volvió rutinaria y el arsenal de métodos en uso se diversificó. Destaca el procedimiento conocido como la parrilla. Al detenido se le vendaban los ojos o se le encapuchaba. Luego se le desnudaba, acostándole sobre un catre metálico, al cual se le amarraba de pies y manos. Listos los preparativos, se procedía a aplicar descargas eléctricas mediante la colocación de electrodos en diferentes partes del cuerpo, eligiendo de preferencia las zonas más sensibles: axilas, plantas de los pies, sienes, ojos, oídos, boca, encías, lengua, senos o tetillas, pene o vagina, testículos, ano, hasta en heridas abiertas. El dolor provocado en las zonas con electrodos se irradiaba hacia el resto del cuerpo. Otra modalidad de tortura con electricidad que se informó a la Comisión era la llamada picana eléctrica, una suerte de bastón con el que se aplicaban descargas focalizadas en el cuerpo del detenido. Aunque de uso menos masivo que los métodos anteriores, también cabe referir la colocación del detenido en una bañera con agua fría, a la cual se le aplicaba electricidad. Debido a los riesgos inherentes a la aplicación de electricidad como método de tortura bajo cualquiera de sus formas, los agentes de seguridad se hicieron asesorar por médicos y otros profesionales de la salud, a fin de preservar con vida al detenido. Estos colaboradores realizaban evaluaciones de la resistencia física de la víctima, antes o durante la tortura, para ir graduando la intensidad de las descargas. Esto no sólo fue declarado directamente a esta Comisión; también consta en denuncias y querellas por torturas, presentadas ante los tribunales de justicia, por presos y presas por motivos políticos.

 

Hombre, detenido en abril de 1974. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de Londres 38, Región Metropolitana: […] me hacen meterme en la tina llena de agua, no muy fría, tendido boca arriba siento unos tiritones fuertes en el cuerpo, siento un dolor fuerte en el cuerpo y parte del corazón, quedo sin conocimiento sólo por unos segundos, vuelvo a mi conocimiento, me repiten esto dos veces más, seguramente eran golpes de corriente. Luego me ponen boca abajo con un elemento, seguramente como un horcajo y algún mango, me lo colocaban en el cuello y me hundían la cabeza en el agua, cuando ya estaba muy desesperado y había tomado un poco de agua me quitaban el elemento, repitiendo varias veces lo mismo; en ese tipo de tortura no me preguntaban nada, me sacan de la tina y me sientan en el water. Desnudo y manos esposadas me pregunta una voz si conozco a algunas personas y que dónde se encuentran […].

 

Hombre, detenido en agosto de 1984. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI en Valdivia, X Región: Uno de los agentes se ofusca y dice en tono amenazante por última vez que colabore, como sigo negando, otro agente ordena que se me quite la ropa y que él se va a encargar de "operarme"; deben haber sido dos personas las que violentamente me desvistieron, sólo me dejan puestos los calcetines y soy llevado a viva fuerza a una litera […] me amarran los pies separadamente a cada extremo de la litera, lo mismo ocurre con mis brazos y manos. Luego proceden a colocar en las partes más sensibles de mi cuerpo (genitales, tetillas, estómago, muslos y piernas), diversos aparatos que por tener los ojos tapados no pude ver ni saber de qué se trataban. Estos aparatos los fijan en mi cuerpo con scotch […] uno de ellos avisa que todo está listo, sorpresivamente siento un fuerte dolor en todo mi cuerpo que me hace ver un montón de estrellitas y a la vez siento que me orino y me cago, doy un fuerte grito; de inmediato corren dentro de la pieza algunos agentes, uno de ellos grita "¡Tápenle la boca a ese desgraciado!", rápidamente se acerca un agente con un trapo de lana que pone en mi boca y lo sujeta. Inician nuevas descargas eléctricas sobre mi cuerpo y me piden que entregue nombres y direcciones de personas que supuestamente yo debía conocer. Sigo negando, ahora me piden que entregue un solo nombre y así se terminaría […], dificultosamente les digo… que no tengo nada que ver con lo que se me acusa, por este motivo el agente que me interroga amenaza con aumentar las descargas eléctricas […] en algunos momentos creía que me moría, porque ya no era capaz de soportar tanto castigo físico y psicológico […].

 

Hombre, detenido en octubre de 1985. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI de calle Borgoño, en Santiago, Región Metropolitana: Llegué vendado. Me dieron golpes en costillas y estómago. Luego fui amarrado a una cama y me aplicaron corriente en varios sectores de mi cuerpo: pies, manos, pene y muslos. Después me examinó al parecer un médico, para certificar si tenía problemas con la electricidad. Al parecer no tuve problemas, pues me siguieron torturando. Además me informaron que habían matado a mi hermana, cosa que no era tal.

 

Amenazas 
 

 

 

 

De los testimonios de personas que sufrieron prisión política recogidos por esta Comisión, una proporción importante señaló haber sido víctimas de amenazas,las que eran recibidas cuando se encontraban en situaciones de radical vulnerabilidad. Por amenaza se entiende la intimidación mediante la advertencia respecto de los graves males o peligros que se ciernen sobre la persona afectada o sobre terceros relacionados con la misma, en caso de no satisfacer los deseos de sus captores. Reunidos ciertos requisitos, la amenaza constituye un delito en sí, sancionado por el Código Penal chileno. La amenaza grave es considerada un método de tortura causante de agudo sufrimiento psicológico en el detenido. Se considera como tortura, las amenazas de muerte, de desaparición forzada y de aplicación de algún otro tipo de tortura (por lo general física) en la persona del detenido o en familiares cercanos. La amenaza, como método de tortura, fue ampliamente utilizada durante todo el período que comprende el mandato de la Comisión. Se recurrió al amedrentamiento para mermar la fortaleza del interrogado, bien antes o durante el interrogatorio, llegando al extremo de detener al cónyuge y a los hijos, incluidos los menores de edad, para exhibirlos al detenido mientras se le advertía que serían torturados, muertos o desaparecidos. Asimismo, se tomó conocimiento de casos en que los organismos de seguridad allanaron el domicilio del detenido y obtuvieron grabaciones o fotografías de sus familiares, las que fueron utilizadas para exponérselas al detenido y forzar su declaración. También se recibieron testimonios de detenciones de parientes cercanos a personas buscadas por los organismos de seguridad, con el objeto de presionarlas para que se entregaran.

 

 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el Fuerte Müller de Infantería de Marina de Las Salinas, V Región: Desnudo: fui golpeado de pies y manos por comandos de infantería. Fui golpeado con un machete. Se me aplicó corriente en todo el cuerpo, especialmente en los genitales, ano, etc. Estos infantes me gritaban que eran comandos entrenados en Panamá. Me desmayé dos veces, recibí muchos golpes en los oídos, quemaduras profundas en el ano. Se me gritó que no saldría de ahí con vida […]. Ya de mañana fui trasladado (arrastrado por el pelo) a una sala de reuniones donde se me expuso (semi desnudo) al grupo, sentándome en frente y mirándolos; cosa que no podía hacer bien ya que tenía ambos ojos como muy hinchados y sangraba de la cabeza y todo el cuerpo estaba golpeado. Se les dijo: "Aquí está vuestro jefe, así tratamos a estos perros" […]. 

 

Hombre, detenido en agosto de 1974. Relato de su reclusión en la Primera Comisaría de Carabineros de Calama, II Región: …Posteriormente fuimos llevados a Calama, encadenados y martirizándonos, como a los extremistas más peligrosos. Aquí en Calama (Primera Comisaría) nos recluyeron por tres días donde nos pegaban y nos amenazaban, cada vez que lo hacían, con que nos quedaban pocos días de vida puesto que nos iban a matar. ¡Veíamos pasar la muerte por todos lados!

 

Mujer, detenida en enero de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: Escuché con horror cómo sabían cada uno de mis pasos, lo que los calificaba para tratarme de puta cuantas veces quisieron. Lloré bajo la venda de algodón, tuve mucho miedo; me decían a cada rato que había desaparecido sin dejar rastros y que no volvería a ver a mis dos hijos. Sabían sus nombres, los colegios donde iban, los horarios de entrada y salida. Yo no lo podía creer.

 

Simulacro de fusilamiento 
 

 

 

 

El simulacro de fusilamiento es el fingimiento o imitación de la ejecución de una persona mediante la descarga de fusiles de un pelotón comisionado para tal efecto. En este caso, sin embargo, se incluyen simulacros de ejecución perpetrados con otras armas también, como metralletas, pistolas o revólveres. Estos simulacros inducen a la víctima a experimentar la inminencia de su muerte como un hecho real. La Comisión recibió testimonios que refieren este método de tortura, utilizado desde el mismo 11 de septiembre de 1973 hasta el término del régimen militar, que fue de aplicación masiva y sistemática. Usualmente, el simulacro de fusilamiento iba acompañado de una puesta en escena que buscaba darle veracidad a la experiencia, impidiendo así que el detenido sospechara del carácter ficticio del procedimiento en curso. La víctima podía ser llevada desde su recinto de reclusión hasta un lugar apartado donde se le maniataba y vendaba o encapuchaba, para luego dar instrucciones al pelotón que en efecto disparaba. En algunos casos se utilizaron balas de salva, aunque en la mayoría de los casos, éstas eran reales. La diferencia consistía en que, en vez de apuntar al cuerpo, se disparaba al aire, a los costados o sobre cabeza de la víctima. Como daño colateral de este método de tortura cabe mencionar lo ocurrido con las personas retenidas en sus celdas, barracones y habitaciones. Dado que sólo escuchaban los disparos, pensaban que la persona había muerto a causa del fusilamiento, impresión prolongada por la costumbre de no reintegrar de inmediato al presunto fusilado al sitio de su detención. El tránsito de otros detenidos hacia el simulacro de fusilamiento inducía, a los prisioneros rezagados a pensar que su turno de morir se aproximaba inexorablemente. Se conserva registro de prisioneros sometidos a más de un simulacro; sus víctimas siempre creyeron que en esa ocasión particular no había fingimiento.

 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Puerto Aysén, XI Región: […] fui llevado al paredón con los ojos vendados, una vez allí me dijeron que mirara por última vez y vi a mis demás compañeros en muy malas condiciones, encorvados y abatidos. Nuevamente me vendaron los ojos y me dijeron si quería algo más, les dije que sí, entonces habla rápido que tenemos poco tiempo me contestaron. Les dije: "voy a morir por mis ideas y no me arrepiento, sáquenme la venda que quiero morir como hombre"; gritaron "no se puede". Pasaron varios minutos, horas, no sé el tiempo. Escuché la voz de orden al pelotón y los disparos. Silencio profundo, luego unos pasos, silencio otra vez, no sabía dónde estaba. Traté de oler, no me atrevía a hablar, menos a tocar, estaba en estas divagaciones que tienen que haber sido en fracción de segundos, cuando escucho la voz seca del militar que me grita "¡te salvaste huevón, a la otra no te escapas!".

 

Hombre, detenido en septiembre de 1974. Relato de su reclusión en el Estadio Fiscal de Punta Arenas, XII Región: Se cumplió con todo el rito de un fusilamiento. Levantada temprano, grillos en los pies y las manos, un sacerdote (creo que falso, por las averiguaciones que hice posteriormente), sus rezos y sus letanías, indicando los pocos minutos que me quedaban en este mundo terrenal y mi encuentro con Dios. Me insistía en que confesara mis pecados, siempre le manifesté lo mismo, no tengo nada de qué arrepentirme, a lo que me respondió en una oportunidad: "El Señor te quiere recibir con las puertas abiertas". Me senté en lo que seguramente era el tradicional banquillo. Vendado nada podía ver. Lo dramático lo pusieron con el silencio, allí sentí algunos tiritones. Se me pregunta por mi último deseo y le manifiesto primero que quiero ver a mis hijos y mi señora. Eso es imposible, te damos chance de otro. Bueno, le dije, que me fusilen sin vendas, a lo que respondió uno de ellos: " el perla nos quiere conocer". Allí sentí una corazonada que me decía que no sería el final. Silencio de nuevo, suena ese ruido típico de las pasadas de las balas de fusil y los disparos. Como nada siento en el cuerpo, nada me duele. Se acerca un militar y me pone la pistola en la sien, o puede ser también un dedo, y me dice, "te salvaste"…, en forma burlesca…"me toca a mi darte el tiro de gracia y debo decirte que te quedan menos de 30 segundos de vida". Un disparo en el oído me hace sentir de nuevo que estoy con vida. El militar dice finalmente: "se salvó este desgraciado , retórnenlo a su aislamiento".

 

Hombre, detenido en julio de 1980. Relato de su traslado desde el Cuartel Borgoño a un recinto desconocido, Región Metropolitana: El viaje duró aproximadamente una hora, quizás un poco más. Una persona les abrió una especie de portón, al final de un camino de tierra. Ahí me bajaron y me pusieron grilletes en los pies, me pasaron una picota y una pala, seguía vendado y me hicieron caminar un poco y me hicieron sacar la venda. Se pusieron todos detrás mío con linternas: era de noche; me hicieron bajar una pequeña ladera; se sentían graznidos de pájaros, no estoy seguro si eran gaviotas. El campo estaba muy embarrado. Me ofrecieron decir algo antes de que me mataran, contesté que no tenía nada más que decir. Entonces con la picota y la pala me hicieron cavar un hoyo de unos 50 centímetros de profundidad, un metro de ancho y dos metros de largo. Cada cierto tiempo me hacían parar y me ofrecían hablar para salvar mi vida; les contestaba siempre que no tenía nada que agregar. El terreno que picaba no era duro, era como pantanoso y estaba reblandecido por la lluvia. Al concluir el trabajo, me hicieron tenderme de lado en la fosa, sentí que alguien pasaba la bala de un fusil y lo puso en mi sien. "Corre el fusil para atrás mejor porque si no le van a saltar los sesos". Antes de meterme en la fosa, me habían sacado los grilletes de los tobillos, y me dijeron que me iban a amarrar con alambre […]. Después de un rato, me sacaron del hoyo, me pusieron esposas, grilletes y venda y a empujones me llevaron hasta el auto […].

 

 

Humillaciones y vejámenes 
 

 

 

 

Esta Comisión recibió abundantes testimonios de humillaciones y vejámenes. Éstos se aplicaron con mayor frecuencia durante los días inmediatamente posteriores al golpe de Estado. Bajo estas denominaciones se agrupan los tratos y las coacciones hacia el detenido cuya única finalidad es menoscabar su dignidad como ser humano, herir su honor, su honra y su orgullo personal. Están destinados a causar daño psíquico o mental grave. Prácticas como la ingestión forzada de desechos, no sólo provocaban un grave sufrimiento mental derivado del trato indigno de la condición de ser humano, sino que ocasionalmente, también generaban daños físicos originados en las infecciones y enfermedades contraídas a causa de la materia ingerida. Los métodos de tortura descritos en este capítulo, implican formas de humillar o vejar a una persona. Sin embargo, se han incluido en este punto, las humillaciones o vejamenes no directamente asociados a otros métodos de tortura. Las principales conductas que esta Comisión calificó como humillaciones y vejámenes, son las siguientes: 

 

• Obligar a ingerir desechos orgánicos (excrementos, orina y vómitos, de humanos o animales), además de líquidos pestilentes, etc., por vía oral o nasal. 

• Arrojar excrementos e inmundicias sobre el detenido. 

• Obligar al detenido a besar la bota de un agente militar o policial. 

• Obligar al detenido a arrastrarse por el suelo en medio de burlas y golpes. 

• Obligar al detenido a pedir perdón, a renegar de sus ideas políticas, a manifestar lealtad o reconocer la superioridad de los agentes militares o policiales. 

• Obligar al detenido a insultarse a sí mismo o a sus compañeros. 

• Hacer correr al detenido con la vista vendada en rutas con obstáculos, para que tropiece y caiga al suelo. 

• Obligar al detenido a entonar himnos o consignas políticas en medio de burlas. 

• Insultos, groserías y burlas graves, constitutivos del delito de injuria. 

• Cortar el pelo al rape del detenido y pasearlo por lugares públicos.

Hombre detenido en noviembre de 1973. Relato de su reclusión en el Campo de Prisioneros Chacabuco, II Región: En Chacabuco fui obligado a recoger los excrementos con las manos […]. Además fui golpeado en las plantas de los pies descalzos con un palo solamente porque mi segundo nombre es Augusto.

Mujer, detenida en febrero de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: Se me obligaba a hacer mis necesidades con la puerta abierta mientras los guardias me miraban y se mofaban de mí, se me obligaba a sentarme en la taza del baño con restos de excrementos y orina y sin que me permitieran limpiar un poco la taza antes de sentarme o limpiarme yo cuando ya había hecho mis necesidades. Exigencia de controlar el organismo de tal modo que la orina y los excrementos debían salir del cuerpo a horarios fijados por ellos. En caso contrario, se amenazaba con que si no se controlaba el organismo, te obligarían a comer tus excrementos o a beber tu orina. Este tipo de amenazas aprendí rápidamente a creerlas, cuando me tocó presenciar esta situación con un preso que no logró controlar su diarrea. De forma inexplicable mi organismo se adaptó a esta exigencia […].

Hombre, detenido en mayo de 1976. Relato de su reclusión en su domicilio, con mención a su posterior traslado al recinto de la ex iglesia La Providencia, Antofagasta, II Región: Y he de salir a la calle, fría, solitaria y callada. Me dirijo a la cabina, entre repentinas risotadas de mis acompañantes que me empujan sin suavidad y con manifiesto agrado a la parte trasera de la camioneta."¡Miren al perla! ¿Te creís en la Fiscalía, viejo cagón? ¡Atrás no más, tendido en el suelo, güeón! ¡Y en la orillita, pa’ que le hagai lugar a tus camarás¡ ¡y callaíto! ¡amárrenle bien las manos y tápenle la vista!… Estos jutres se creen la muerte… ¡La casita que tiene el upeliento! ¡Y la mujercita que tenís! ¿Dónde la conseguiste, siendo tan reviejo? … ya la visitaremos otra noche, queda sola la palomita"….[..].

Desnudamiento 
 

 

Quitarse la ropa y permanecer desnudo han sido conductas reservadas al ámbito privado, dentro de un contexto de intimidad. Por eso, coaccionar a alguién a desvestirse, o bien quitarle las ropas a la fuerza, obligándole a permanecer desnudo en presencia de desconocidos con intenciones manifiestamente hostiles, es un modo de tortura que sume a la persona en un estado de extrema vulnerabilidad e indefensión. Súmese a ello que la persona así intimidada está privada de libertad y desnuda contra su voluntad mientras es sometida a interrogatorios irregulares; que en esas condiciones se impone el temor a ser víctima de afrentas sexuales y que el cuerpo desnudo solía ser expuesto a otras formas de padecimiento, como golpes o aplicación de electricidad. La Comisión recibió numerosos testimonios de personas desnudadas violentamente, coaccionadas a desnudarse y obligadas a permanecer desnudas durante el interrogatorio. La práctica de forzar a los detenidos a desnudarse -a veces golpeando a personas ya maniatadas o rasgando con violencia las vestimentasfue habitual entre los efectivos militares y policiales, llegando a constituir un procedimiento casi rutinario para los organismos de seguridad.

Hombre, detenido en noviembre de 1974. Relato de su reclusión en la Comisaría de Collipulli, IX Región: En la Comisaría fui sometido a reiterados interrogatorios y maltratos a mi persona, inclusive me ordenaron desnudarme completamente como forma de humillarme y rebajarme, esa noche me dejaron en el calabozo.

Mujer, detenida en febrero de 1975. Relato de su reclusión en el Cuartel Silva Palma de la Armada, en Valparaíso: En los interrogatorios era desnudada y atada a una silla dándome golpes de puño en la cabeza, pecho y abdomen. Me aplicaron corriente en las sienes, pezones, lengua, genitales y tobillos. En una ocasión fui trasladada a un servicio de urgencia del Hospital Naval por fuertes dolores abdominales y estomacales, además de taquicardia. El ultimo día pude ducharme para poder ser revisada por la Cruz Roja Internacional.

Mujer, detenida en mayo de 1975. Relato de su reclusión en el Cuartel de la DINA en Villa Grimaldi, Región Metropolitana: Al llegar al recinto me tiraron de la camioneta al suelo y luego me sometieron a interrogatorios con [se omite el nombre] quien me descalificó verbalmente. Luego me llevaron a las "casas Corvi" (cajones donde sólo se podía permanecer de pie). Siempre me mantuvieron con la vista vendada, manos vendadas y desnuda. Me aplicaron la parrilla eléctrica, fui víctima de tocaciones y abusos deshonestos, muchas golpizas y simulacro de fusilamiento en la punta de la piscina.

Agresiones y violencia sexuales 
 

 

La agresión sexual consiste en forzar a una persona mediante coacción física o psicológica, a realizar o padecer actos de carácter sexual. Las agresiones de este tipo se encuentran legalmente prohibidas y, reunidos ciertos requisitos, se identifican con distintas figuras delictivas por constituir un serio atentado contra la libertad de las personas, lesivo del sano desarrollo de su sexualidad y de su personalidad. En suma, cuando un detenido es violentado sexualmente por un agente del Estado o por un particular a su servicio, estas agresiones constituyen una forma de tortura porque causan en las víctimas un grave sufrimiento psicológico, generalmente acompañado de un dolor físico capaz de provocar secuelas. Esta Comisión recibió numerosos testimonios de personas que, en su condición de prisioneros políticos, sufrieron agresiones sexuales. Muchas de las mujeres detenidas que padecieron tortura fueron víctimas de alguna modalidad de agresión sexual, en distintos grados. La Comisión también recibió testimonios de varones que fueron víctimas de algún tipo de agresión sexual. Consta también, la agresión sexual perpetrada contra menores de edad. Al final de este capítulo se incluye una descripción y análisis más profundo, sobre la violencia sexual contra las mujeres. 

A continuación se enuncian los principales tipos de agresión sexual registrados en los testimonios recibidos por esta Comisión:

• Miles de personas refirieron haber sido víctimas de agresión verbal con contenido sexual; de amenazas de violación de su persona o de familiares suyos; de coacción para desnudarse con fines de excitación sexual del agente; de simulacro de violación; de haber sido obligadas a oír o presenciar la tortura sexual de otros detenidos o de familiares; de haber sido fotografiados en posiciones obscenas, todo ello en un contexto de extrema vulnerabilidad. 
• Otro número importante de personas denunciaron tocamientos; introducción de objetos en ano o vagina; violación en todas sus variantes (penetración oral, vaginal, anal); violaciones reiteradas, colectivas o sodomíticas; haber sido forzados a desarrollar actividades sexuales con otro detenido o un familiar. Se registran también casos que refieren haber sufrido la introducción de ratas, arañas u otros insectos en boca, ano o vagina. Constan testimonios de personas forzadas a tener sexo con perros especialmente adiestrados para este cometido. Por otra parte, importa consignar que la mayoría de las víctimas de agresiones y violencias sexuales refirieron graves y variadas secuelas. Es de interés señalar que gran parte de las víctimas, careció de apoyo especializado para atender estas secuelas, sobre todo durante los primeros años de la represión. Muchas personas que acudieron ante esta Comisión señalaron que nunca antes se habían atrevido a relatar estas experiencias.

Mujer, menor de edad, detenida en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento de Ingenieros de Tejas Verdes, V Región: Me condujeron a una sala, al entrar sentí mucho olor a sangre […] escuchaba individuos que hablaban bajo, uno de ellos me desató las manos y me ordenó que me desnudara, les dije que por favor no lo hicieran, pero luego en forma violenta me desvistieron, dejándome sólo la capucha puesta, me pusieron en una especie de camilla amarrada de manos y pies con las piernas abiertas, sentí una luz muy potente que casi me quemaba la piel. Escuché que estos individuos se reían, luego un hombre comenzó a darme pequeños golpes con su pene sobre mi cuerpo, me preguntó de que porte me gustaba, otro hombre escribía cosas sobre mi cuerpo con un lápiz de pasta. Luego vino el interrogatorio […] en seguida ordenó que me pusieran corriente en los senos, vagina y rodillas […]. Luego de las descargas pararon un rato, mientras sentía que hablaban entre ellos. Nuevamente retomaron el interrogatorio, esta vez me dijeron que me habían conectado a la máquina de la verdad […] por cada respuesta que daba sonaba un pito de esta máquina, por cuanto me decían que yo estaba mintiendo […] el pito de ese aparato se transformó en un infierno […] vinieron nuevamente los golpes y las descargas eléctricas, cuando casi estaba inconsciente me levantaron la capucha hasta la nariz, me pusieron un vaso en la boca haciéndome ingerir un líquido, no supe qué pasó conmigo hasta el día siguiente que me devolvieron al campo de prisioneros. En el campo fui recibida por el suboficial […] el que al verme comentó que si se diera vuelta la tortilla no querría que esto le pasara a su hija, le pregunté qué me había pasado, pero enseguida llamó a las enfermeras militares […] sentía dolor en la vagina y en todo mi cuerpo […] estaba muy deteriorada sin poder defecar […].

Mujer, detenida en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Estadio Nacional, Región Metropolitana: Estando embarazada fui torturada, violada y manoseada por un grupo de efectivos militares.

Mujer, detenida en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Arica, La Serena, IV Región: […] embarazada de cinco meses, fui detenida y hecha prisionera. Estuve un mes y medio incomunicada en la Cárcel del Buen Pastor, y sometida en el Regimiento Arica a vejámenes y torturas, entre las cuales debo, como denuncia, mencionar: […] instada a tener relaciones sexuales con la promesa de una pronta liberación; obligada a desvestirme, acariciada en los pechos y amenazada de recibir las visitas nocturnas del interrogador; golpes de electricidad en la espalda, vagina y ano; uñas de las manos y pies fueron arrancadas; golpeada en varias ocasiones con bastones de plástico y con culatas de rifles en el cuello; simulacro de fusilamiento, no me mataron pero debí escuchar como las balas silbaban a mi alrededor; obligada a tomar e ingerir medicinas; inyectada en la vena con pentotal, bajo la severa advertencia que sería hipnotizada como único medio de declarar la verdad; colocada en el suelo con las piernas abiertas, ratones y arañas fueron instaladas y dispuestos en la vagina y ano, sentía que era mordida, despertaba en mi propia sangre; se obligó a dos médicos prisioneros a sostener relaciones sexuales conmigo, ambos se negaron, los tres fuimos golpeados simultáneamente en forma antinatura; conducida a lugares donde era violada incontables y repetidas veces, ocasiones en que debía tragarme el semen de los victimarios, o era rociada con sus eyaculaciones en la cara o resto del cuerpo; obligada a comer excrementos mientras era golpeada y pateada en el cuello, cabeza y cintura; recibí innumerables golpes de electricidad […].

Presenciar torturas de otros 
 

 

Esta Comisión conoció numerosos testimonios de personas que fueron forzadas a ver u oír las torturas infligidas a otras víctimas. Los organismos de seguridad adoptaron la práctica, agravante del método en sí, de forzar al detenido a presenciar la tortura de familiares directos como cónyuge, hijos, padres, etc., a fin de extraerles declaraciones o confesiones.
Este método permite que el detenido incorpore en su racionalidad elementos de proyección sobre lo que puede ocurrirle si no colabora, a modo de anticipación o reforzamiento de la conciencia de su condición de víctima, en estado de indefensión absoluta frente a la tortura. Los métodos de tortura más frecuentemente utilizados contra familiares fueron las agresiones sexuales, la aplicación de electricidad y los golpes. Constan además, casos de detenidos torturados simultáneamente junto a sus familiares.

Hombre, detenido en junio de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de la ex iglesia Divina Providencia, Antofagasta, II Región: Esa noche me llevaron a presenciar cómo interrogaban a otro compañero. Lo tenían tendido y amarrado a un somier de alambre y lo instaban a reconocerme, al no hacerlo éste, le aplicaban descargas eléctricas. Cansados de su negativa optaron por otra táctica que consistió en ponerme a mí en su lugar y al compañero de pie al lado del somier conectándonos a ambos con cables eléctricos. Fui devuelto a la celda, antes de lo cual me mojaron.

Hombre, detenido en diciembre de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de Villa Grimaldi, Región Metropolitana: […] tras incitarnos injuriosamente a colaborar y ante mi mutismo me golpeó brutalmente haciendo uso de puños, pies y un objeto contundente durante varios minutos delante de mi madre y de mi esposa . Mi madre fue llevada aparte (luego fue liberada) y la golpiza continuó sobre mi esposa. Ofuscado por nuestro silencio […] ordenó "¡a la parrilla!" […] me sacaron a un patio donde me dejaron tendido mientras me hacían escuchar los gritos de mi compañera que torturaban en una pieza aledaña. Tras una media hora de mantenerme escuchando los tormentos de mi esposa, durante los cuales me intimaban para evitarle sufrimientos […] me desnudaron a la fuerza, me introdujeron en una pieza con catres metálicos de dos pisos, me amarraron a uno de ellos, me conectaron cables y electrodos hechos con ganchos y llaves metálicas a los pies, las manos, narices, ojos, encías, ano, pene y testículos, y comenzaron a aplicar descargas eléctricas producidas por un dínamo a manivela. […]

Mujer, detenida en enero de 1979. Relato de su reclusión en la Comisaría de Vallenar, III Región: […] me llevaron a un patio, donde con golpes de pies y manos me amarraron a una silla, me pusieron frente de una sala de tortura donde me hicieron ver cómo torturaban de uno en uno a los cinco compañeros que detuvieron junto conmigo, mientras que ellos eran salvajemente torturados a mí me seguían golpeando brutalmente estando amarrada en la silla, me exigían que hablara porque si yo no hablaba íbamos a desaparecer de uno en uno, me insultaban de una manera que nadie se imagina, como yo no hablaba daban vuelta la silla donde yo estaba amarrada y aturdían al que estaban golpeando y disparaban un tiro al aire para que yo creyera que estaba muerto, y así sucesivamente ocurrió con todos los demás compañeros, mientras que yo seguía siendo golpeada brutalmente y amarrada a esa maldita silla.

Ruleta rusa 
 

 

La ruleta rusa es un temerario juego de azar que ritualiza la práctica del suicidio. Consiste en dispararse en la sien un revólver cargado (o que simula estarlo) con una sola bala, ignorando en qué lugar del tambor o nuez está alojada ésta. La eventualidad de morir en este juego, que el detenido practicaba contra su voluntad, constituye la esencia de este método de tortura. Pese a no haber sido empleado masivamente, la Comisión recibió testimonios sobre su aplicación.

Hombre, detenido en diciembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Rancagua, Arica, I Región: […] en reiterados interrogatorios, con los ojos vendados, fui sometido a ruleta rusa.

 

Hombre, detenido en agosto de 1974. Relato de su reclusión en la Fiscalía Militar de Calama, II Región: […] hasta que llegó el día del interrogatorio en la Fiscalía de Carabineros […] me golpearon hasta cansarse, para finalmente jugar con su revólver a la ruleta rusa gatillando en repetidas ocasiones en mi boca y mis sienes para terminar riéndose en forma desmesurada de su acción.

Hombre, detenido en mayo de 1980. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI de Talca, VII Región: […] jugaban con armas de fuego (ruleta rusa), esto lo hicieron durante los días que estuvimos en el cuartel.

Presenciar fusilamientos de otros detenidos 
 

 

La Comisión recibió testimonios de prisioneros forzados a presenciar el fusilamiento de sus compañeros de prisión, muchas veces personas conocidas, amigos o colaboradores. No hace falta insistir en el sufrimiento causado por tales prácticas, que permitían al detenido vivenciar la radical inseguridad respecto a su propia suerte. En algunos recintos se practicó la modalidad agravante de arrojar sobre los detenidos, inmovilizados y tendidos en el suelo, los cuerpos agonizantes de quienes acababan de ser ejecutados. Cabe señalar que decenas de personas que brindaron su testimonio a esta Comisión han sido testigos en procesos de ejecutados políticos. 

Mujer, detenida en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Estadio Nacional, Región Metropolitana: […] Nos sacaban a la cancha media hora diaria para que viéramos cómo mataban gente de verdad o simulacro, pero cada vez más cosas para que habláramos. ¿Qué tenía que decir? ¿Inventar? 

Hombre, detenido en octubre de 1973. Relato de su reclusión en el recinto militar de Cerro Chena, Región Metropolitana: Aparte de todo lo sufrido hacia mi persona, también vi cómo mataban hombres y mujeres frente mío y los enterraban en los mismos lugares donde nos tenían […].

Confinamiento en condiciones infrahumanas 
 

 

La prisión no es en sí misma un método de tortura. Condiciones carcelarias agravantes de la prisión como la incomunicación, tampoco pueden ser consideradas como un método de tortura per se, si bien implican una mayor vulneración de los derechos de la persona, aun en el caso de responder a un dictamen de la autoridad judicial competente en el marco de un debido proceso. Admitido lo anterior, debe precisarse que el confinamiento de una persona en una celda construida o ambientada con la expresa finalidad de provocar sufrimiento físico o psíquico, se considera como un método de tortura. Esta Comisión conoció numerosos testimonios referentes a confinamientos de esta índole. Las principales características de las celdas o lugares en los cuales las personas afectadas fueron confinadas son las siguientes: 

• Confinamiento en celdas en donde se privó al detenido de todo contacto con otra persona, por un período que podía prolongarse -en algunos casoshasta por meses, provocando afecciones psíquicas propias de la deprivación sensorial y social. Hay relatos de personas que fueron recluidas en celdas estrechas, sin iluminación, sin ventanas ni ningún otro sistema de ventilación y sin servicios higiénicos, forzadas por tanto a orinar y defecar en el mismo lugar, mientras se les privaba de agua y ocasionalmente, se les suministraban alimentos en estado de descomposición, si es que no se las mantenía lisa y llanamente en ayuno forzado. 
• Confinamiento solitario en celdas de tamaño en extremo reducido, verdaderas jaulas que no permitían permanecer de pie ni sentado, obligando a la persona afectada a soportar posiciones forzadas durante el día y la noche por períodos prolongados. 
• Confinamientos colectivos en celdas, en bodegas de barcos o en jaulas, debiendo permanecer las personas apiñadas unas sobre otras y sin lugar para hacer sus necesidades fisiológicas. 
• De los primeros meses de la represión política también existen testimonios referentes a situaciones de confinamiento solitario o colectivo en celdas donde había animales e insectos, tales como roedores, arañas, baratas y otros.
Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Isla Quiriquina, VIII Región: […] nos desnudaron y nos pusieron en una jaula, al mismo estilo como transportan los leones de un circo, pero la diferencia era que la de nosotros estaba rodeada de alambres de púas, estábamos a exhibición […].

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Base Aérea Cerro Moreno, II Región: […] Siguieron las golpizas por largo rato y después de algunas horas, finalmente, cesaron de maltratarnos. Nos encerraron en una especie de jaula de alambre de púa, tirados en el suelo, desnudos y al aire libre. Era de madrugada, hacía mucho frío. Tiritábamos bajo la brisa helada del desierto. Al interior de esa jaula nos encontrábamos amontonados unos sobre otros, por lo que a cualquier intento para acomodarnos provocábamos el dolor de algún compañero. A uno de ellos le habían quebrado la clavícula. Desgraciadamente quedé en una posición incómoda, lo que ocasionó nuevos dolores.

Privaciones deliberadas de medios de vida 
 

 

Esta Comisión recibió numerosos testimonios que señalan que las condiciones de vida en los recintos de detención eran muy precarias, situación que se veía empeorada al ser habilitados como centros de reclusión lugares no concebidos con tal propósito. También se privó deliberadamente al detenido de medios básicos de vida como el abrigo mínimo, el agua y los alimentos. La situación podía incluir ausencia de servicios higiénicos. Cuando las privaciones de medios básicos de vida son prolongadas y provocan sufrimiento innecesario, perjudicando la salud de la persona, constituyen un método de tortura destinado a provocar el debilitamiento físico y moral de los detenidos, con el fin de castigar o disminuir la capacidad de resistencia de los mismos.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Chol-Chol, IX Región: Dentro del calabozo estaba oscuro y había mal olor. La pieza era más o menos de dos por dos metros; estábamos unos sobre otros. También recuerdo que no dejaban por ningún motivo ir al baño, hacíamos nuestras necesidades allí mismo. Muchos vomitábamos del dolor y por el espantoso olor que había en ese lugar. 

Hombre, detenido en mayo de 1974. Relato de su reclusión en el Regimiento Arica, La Serena, IV Región: Durante todo ese tiempo de detención [15 días en el regimiento] no pude cambiarme de ropa, ni bañarme, ni hacerme ningún tipo de aseo.

Privación o interrupción del sueño 
 

 

Dormir es una necesidad fisiológica con efectos reparadores que al no ser satisfecha de manera sistemática, produce alteraciones en los estados de ánimo y aun en la percepción de la realidad, así como un generalizado debilitamiento corporal. Impedir a un detenido conciliar el sueño o interrumpirlo deliberadamente en reiteradas oportunidades, durante uno o varios días, constituye un método de tortura, debido al daño físico y las perturbaciones psicológicas que ocasiona. De acuerdo con los testimonios allegados a la Comisión, estas prácticas adquirieron diversas formas de aplicación, habiendo sido las más recurrentes: mantener iluminado el recinto de detención con potentes focos, provocar ruidos molestos, golpear cada cierto tiempo al detenido.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Destacamento de Infantería de Marina N° 4 Cochrane, XII Región: […] De vuelta en el Regimiento Cochrane estuve una semana sin que se me permitiera dormir, sin alimento y sin agua para beber, además, con un soldado de punto fijo con bayoneta calada, con instrucciones de no dejarme dormir, apoyarme, sentarme o tenderme al piso. […]. 

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en la Comisaría de Salamanca, IV Región: Luego de mi detención fui trasladado a la comisaría de la zona y sometido a innumerables interrogatorios por alrededor de cuatro o cinco días. Estos interrogatorios eran, tengo la impresión, realizados por carabineros y todos ellos acompañados de golpes de manos, pies y diversos objetos, permitiéndome dormir algunas horas en calabozos llenos de agua y tan solo en ropa interior. Además, por mi condición de minusválido era objeto de burlas y maltrato físico y psíquico extremo.

Asfixias 

 

Otro método de tortura a que fue sometido un número significativo de personas es el intento de asfixia, que consistía en impedirles o dificultarles la respiración. Por este medio se buscaba causar sufrimiento físico y psicológico mediante la confrontación con la eventualidad de morir ahogado. Las formas más recurrentes para provocar asfixia a los detenidos fueron: 

• Sumergir la cabeza del detenido en agua hasta provocar su inminente asfixia por falta de aire, acción repetida todas las veces que los agentes estimaban necesario. Este método ha sido llamado submarino o submarino húmedo. Su aplicación precedió, acompañó y sucedió a los interrogatorios, según fuera el parecer de los efectivos policiales o militares, y se recurría a él indistintamentecomo forma de ablandamiento preliminar o como técnica para extraer información. Una modalidad todavía más severa de asfixia consistió en colocar a la víctima en posición invertida dentro de un tambor con agua. Hay denuncias que indican que las inmersiones se efectuaban en agua mezclada con otro tipo de substancias que agravaban el sufrimiento. 
• Colocar la cabeza del detenido dentro de una bolsa plástica amarrada firmemente al cuello para impedir el ingreso de aire, provocando así la asfixia una vez que se agotaba el oxígeno. Denominado submarino seco, este método fue empleado, según los casos registrados por esta Comisión, fundamentalmente en el tiempo inmediatamente posterior al golpe de Estado
• Otras denuncias de tortura con efectos de asfixia refieren el suministro de grandes cantidades de agua por vía oral o nasal hasta llenar el estómago; la asfixia se producía durante el suministro continuo o prolongado de agua o bien al momento de llenarse el estómago.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Retén de Carabineros de Valdivia, X Región: Me tuvieron por una semana más o menos con todo tipo de torturas donde tenían un pozo bastante profundo con agua y excrementos de animal y ahí me sumían de cabeza para abajo […]. 

Hombre, detenido en noviembre de 1973. Relato de su reclusión en el Estadio Regional de Concepción, a cargo del Ejército, VIII Región: […] siendo luego incomunicado por cinco días en el Estadio Regional, me pusieron una manguera de 3/4 por la boca y daban [el] agua […].
Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Fuerte Borgoño, VIII Región: […] me pusieron algodón en ambos ojos, luego huincha adhesiva encima y un capuchón negro amarrado a la nuca, me ataron de pies y manos fuertemente y me hundían en un tambor de esos de aceite de 250 litros que contenía amonia, orina, excrementos y agua de mar, así me sumergían hasta que mi respiración no daba más, ni menos mis pulmones y la volvían a repetir una y otra vez, acompañados de golpes y preguntas, eso era lo que llamaban ellos en tortura el famoso submarino.

Exposición a temperaturas extremas 
 

 

Más allá de las incomodidades propias de hallarse privado de libertad, el hecho de exponer deliberadamente a una persona a temperaturas muy elevadas o muy bajas con la única finalidad de causar sufrimiento físico o mental, también es un método de tortura. Esta Comisión recogió varios testimonios de personas expuestas con premeditación a las inclemencias del tiempo por períodos prolongados o a temperaturas extremas, en el límite superior o inferior de lo tolerable por un ser humano saludable.

Hombre, detenido en septiembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento N° 14 de Aysén, XI Región: […] fui desnudado en la nieve, a un costado del recinto a la intemperie, con aplicación de corriente en varias partes del cuerpo, golpes de culata estando en el suelo. […].

Hombre, detenido en enero de 1974. Relato de su reclusión en el Campo de Prisioneros Chacabuco, II Región: […] de pie todo el día a pleno sol (40°C) y de noche los hacían correr para sentir el frío del desierto.

Hombre, detenido en junio de 1974. Relato de su reclusión en el recinto del Grupo de Instrucción de Carabineros, Antofagasta, II Región: Estuvimos días en el patio amarrados a un poste por la espalda con la vista vendada de noche y día, expuestos al sol de día y frío de la noche.

Autor: Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura


Música y tortura en centros de detención chilenos: Conversaciones con un ex agente de la policía secreta de Pinochet 

Fuente :Resonancias vol. 18, n°34, enero-junio 2014

Categoría : Otra Información

 

Resumen Al asumir el control del país en 1973, el General Augusto Pinochet estableció más de mil centros de detención política. Casi 40.000 personas estuvieron recluidas, sufriendo un régimen de terror, serias torturas físicas y sicológicas, y condiciones de vida precarias. Miles fueron ejecutados y desaparecidos. Este artículo investiga el paisaje musical de algunos de estos centros, del cual existen registros escasos y fragmentados, y ha sido poco estudiado por la crítica. Lo hace examinando el testimonio de un ex agente de la policía secreta (DINA) entrevistado por la autora, quien operó en Chacabuco, Tejas Verdes, Villa Grimaldi y Londres 38, entre otros centros. El artículo muestra cómo los agentes empleaban la música para dominar y adoctrinar a los presos, como forma y trasfondo de tortura, como medio para esconder los gritos de los reclusos y como pasatiempo, relacionando algunos de estos usos con la tortura sin contacto de la CIA. También examina los recuerdos del agente sobre las actividades de los prisioneros desarrolladas por su iniciativa, identificando discrepancias y ambigüedades. Concluye que el valor de yuxtaponer las perspectivas de las víctimas y perpetradores está en la posibilidad de reconstruir el paisaje musical en detención política de forma más completa.

Abstract On seizing power in 1973, General Augusto Pinochet established over a thousand centres for political detention. Nearly 40,000 people were held in these enclosures, and were subjected to a regime of terror, serious physical and psychological torture, and precarious living conditions. Many were killed and disappeared. This article investigates the musical landscape of some of these centers, evidence of which is fragmented and little known, and has been overlooked by critics. It does so by examining the testimony of an ex-agent of the secret police (DINA) interviewed by the author, who operated in Chacabuco, Tejas Verdes, Villa Grimaldi and Londres 38, among other centers. The article shows how agents employed music to dominate and indoctrinate prisoners, as a form of and background to torture, as a means to hide the screams of inmates and as a pastime, linking some of these uses to the CIA’s no touch torture. It also examines the agent’s memories of detainees’ musical activities developed on their initiative, identifying discrepancies and ambiguities. It concludes that the value of juxtaposing victims’ and perpetrators’ perspectives lays in the possibility of reconstructing the musical landscape in political detention in a more complete way.

Al asumir el control del país el 11 de septiembre de 1973, el General Augusto Pinochet estableció más de mil centros de detención política. Decenas de miles de personas estuvieron recluidas en esos recintos, sin derecho a juicios justos o garantías judiciales elementales. La gran mayoría sufrió serias formas de tortura física y sicológica por parte de las Fuerzas Armadas, Carabineros, Policía de Investigaciones, Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y Central Nacional de Informaciones (CNI). Miles fueron asesinados, sus cuerpos hechos desaparecer (2). A pesar del régimen de terror, precarias condiciones de vida y censura, los prisioneros desarrollaron diversas actividades musicales. Para muchos reclusos, escribir, interpretar, enseñar o escuchar música eran formas de registrar, procesar, recordar, olvidar o trascender experiencias difíciles. La música les ayudaba a mantener un sentido de normalidad, era un medio de distracción y comunicación entre ellos y con el mundo exterior. Estas actividades se insertan de forma central en lo que Jorge Montealegre denomina la resiliencia comunitaria, “para nombrar la oposición contra el aplastamiento de la persona y a ese proceso en que enfrentamos a nuestros propios enemigos internos para levantarnos, incorporarnos, con cierta dignidad” (Montealegre Iturra 2013, 98) (3).

Aparte de la trágica muerte del cantautor Víctor Jara en el Estadio Chile (Santiago), poco se sabe acerca de los usos de la música en recintos de detención y tortura por parte del régimen de Pinochet (4). El Informe de la Comisión Valech I menciona la música constante y estridente utilizada en recintos en Arica, San Fernando, Curicó, Concepción, Lautaro y la Región Metropolitana (2004a, 317, 390, 415, 444, 445, 453, 517, 529), sin embargo no detalla prácticas, repertorios o efectos. Por su parte, el Informe de la Comisión Rettig incluye una breve mención a la música empleada por los agentes de la casa de tortura ubicada en la calle Irán 3037 de Santiago (1991 [2], 737). El hecho de que la música no deje marcas físicas en los cuerpos de las víctimas de tortura es quizá la principal razón por la cual se le dé poca importancia a este tema. No obstante, el vínculo entre música y derechos humanos ha cobrado nuevo ímpetu recientemente en proyectos conmemorativos tales como “Música X Memoria” (2011) y “Mala Memoria” (2013-2014) del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, y “Cantos con Memoria” (2012) de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi (5).

En la última década, los debates acerca de la música como elemento de castigo, tortura y control en recintos de detención se han focalizado en las prácticas de los EEUU y países asociados en el contexto de la “Guerra Contra el Terror”. En 2008 hubo gran revuelo internacional a raíz de la investigación de la cadena televisiva Al Jazeera, que destapó el uso de la música a volúmenes extremadamente altos y por largos períodos en Guantánamo. Esta investigación produjo una significativa movilización de músicos de fama internacional, encabezados por Peter Gabriel, quienes emitieron una queja formal a la administración de Obama (Gabriel 2009; Reprieve 2010) (6).

El abogado Manfred Nowak, relator especial de la ONU sobre la tortura y otras formas de trato o castigo cruel, inhumano o degradante (CID) entre 2004 y 2010, declaró que en centros de detención clandestinos en sesenta y seis países examinados por su equipo, encontró una gran cantidad de casos de tortura sónica. Para Nowak, el peor caso es la llamada “prisión de la oscuridad” en Kabul, Afganistán, donde se mantiene a los detenidos esposados, en total oscuridad, escuchando música estadounidense las veinte y cuatro horas del día: “los que eran sometidos a esta música eran sospechosos de ser terroristas islámicos, vistos como personas que tenían cierto odio contra los occidentales y la cultura estadounidense. La idea era realmente bombardearlos con un símbolo de esta cultura” (7).

Este tipo de prácticas se inserta en la llamada no-touch torture, o tortura sin contacto, la cual ha sido desarrollada por Estados Unidos desde 1950, y descrita por Alfred McCoy como “la primera revolución real en la cruel ciencia del dolor desde el siglo dieciséis” [“the first real revolution in the cruel science of pain since the sixteenth century”] (2012, 22). Entre sus métodos se cuenta una mezcla de saturación y privación sensorial a través de la manipulación de factores simples tales como calor y frío, ruido y silencio, con el objeto de causar daño sicológico (McCoy 2012, 22) (8). Algunas de las técnicas de no-touch torture que utilizan sonido están descritas en el manual Kubark Counterintelligence Interrogation de la CIA (Central Intelligence Agency, 1963). Traducido al castellano en la década de 1980, este manual fue ampliamente diseminado en Latinoamérica por la CIA a través de la School of the Americas, creada en Panamá en 1946, y posteriormente rebautizada como Western Hemisphere Institute for Security Cooperation. Hasta el año 1975, nota Javier Rebolledo (2013, 96), 71.651 oficiales latinoamericanos –entre ellos, 6.322 chilenos– viajaron a los EEUU para recibir entrenamiento de la CIA (9).

Las principales fuentes primarias de mi investigación sobre música en detención política en el Chile de Pinochet son mis entrevistas con personas que estuvieron en dichos recintos. Este material es utilizado como base para construir información sobre el pasado (10). El tema de la música en conexión con castigo y tortura ha sido difícil de explorar con las víctimas que he entrevistado. Mi percepción es que los ex presos están mucho más abiertos a hablar de sus experiencias musicales en relación a actividades que ellos generaron por iniciativa propia: el discurso que predomina es uno que presenta la música como algo positivo y noble, que destaca su rol como herramienta de resistencia. En la mayoría de los casos, los propios sobrevivientes quitan importancia al hecho de haber sido obligados a escuchar música por largos períodos y a decibeles nocivos para la salud, o no reconocen que esto haya sido una forma de tortura en sí misma. Las víctimas también tienden a restar importancia al canto obligatorio (principalmente del Himno Nacional y marchas militares), utilizado como forma de dominación y adoctrinamiento. Algunos han recordado episodios en los que sus torturadores cantaban o ponían discos de canciones específicas antes o durante los interrogatorios. Otros se han referido a castigos sufridos a raíz de haber cantado canciones que estaban prohibidas. Ex presos también han mencionado el haber cantado o escuchado clandestinamente en radios de bolsillo canciones particulares para afrontar inminentes sesiones de tortura y calmarse después de estas (11).

El restarle relevancia a la música como forma o fondo de tortura y otras formas de trato o castigo CID no es exclusivo al caso chileno. Un fenómeno parecido se describe en el estudio de Anna Papaeti sobre relatos de ex presos de la dictadura griega (1967-1974):

En el contexto griego, se ha hecho hincapié en colocar a la música invariablemente en el lado de la resistencia […] La reconstrucción del empleo abusivo de la música que hizo el régimen implica ir en contra de la corriente de narraciones coherentemente construidas de los hechos, que se han transmitido durante 40 años Si bien [los ex prisioneros] admiten en sus descripciones el efecto perjudicial que les causó la música y el sonido [durante sus detenciones], cuando al comienzo se les preguntaba acerca de su uso, lo consideraban principalmente como un medio para enmascarar acústicamente la tortura. Sin embargo, durante el transcurso de las entrevistas recordaban otras instancias en que [los torturadores] usaban la música, ocasionando efectos perjudiciales (Papaeti 2013, 68-79). (12)

Es posible que el fenómeno anterior esté influido por la falta de tipificación de la tortura en Chile, que ha sido reclamada recientemente no sólo por organizaciones de ex presos políticos sino también por el Colegio Médico (13). A eso se añade el lapso sustancial de cuatro décadas entre la época de las detenciones y la invocación de recuerdos, y la disminución de la capacidad de recordar de los entrevistados debido al envejecimiento y a los efectos del trauma mismo. En relación a estos últimos factores, un estudio siquiátrico (Golier et al., 2003) con sobrevivientes del Holocausto que comparó la capacidad de recordar información traumática de personas con y sin trastorno por estrés postraumático concluyó que los individuos pertenecientes al primer grupo tienen una capacidad de recordar información explícita sobre el Holocausto significativamente menor que el segundo grupo.

Desde el campo de la sociología, Elizabeth Jelin señala:

Tradicionalmente, este proceso de recordar y la mediación de subjetividades humanas plantean algunas cuestiones técnicas y metodológicas, centradas en la fiabilidad o confianza que la información recogida de esa manera merece. El problema está en que se pueden cometer “errores” en el recuerdo y en la transmisión, sea voluntaria o involuntariamente –incluyendo los lapsus y “malas jugadas” del inconsciente (Jelin 2002, 64).

La historiadora Shirli Gilbert, en su estudio sobre canciones de campos de concentración nazis, nota otros factores que evidencian la complejidad del material testimonial:

Las víctimas sobrevivientes generalmente son incapaces de describir mucho más allá de sus experiencias inmediatas: la mayoría relata sus calvarios personales, destacando de manera selectiva algunos eventos pero tergiversando u omitiendo otros, consciente o inconscientemente. Pocos intentan proporcionar un análisis general de los acontecimientos. Además, debido a que las víctimas tenían una capacidad limitada para aprehender el contexto más amplio en el que se situaban sus experiencias, las discrepancias y contradicciones que a veces se manifiestan en sus relatos tampoco son de extrañar. Sus intentos de hablar acerca de eventos traumáticos mucho después de que éstos ocurrieran conlleva a que los problemas generalmente relacionados con la transmisión y trato de la memoria se magnifiquen (Gilbert 2005, 121) (14).

Considero que para investigar los usos de la música como parte y contexto de torturas y otros tipos de trato y castigo CID, es imprescindible examinar los relatos de los perpetradores ya que en ellos se encuentran importantes claves para comprender la violencia, y a partir de este conocimiento es posible construir un argumento más persuasivo en contra de las violaciones a los derechos humanos. Creo que actualmente un porcentaje significativo de la sociedad chilena concuerda que darle la voz a los que idearon, participaron en o facilitaron estos graves abusos no conlleva la justificación, relativización o validación de estos hechos, o mancha la memoria de las víctimas. Comparto la opinión de Michael Lazzara quien, en referencia al gran revuelo que causó la aparición de Osvaldo Romo en una entrevista televisiva (publicada bajo el título de Romo: Confesiones de un torturador [2000]), concluye que “no hay una sola forma de escribir la historia de las víctimas, aun por parte de aquellas voces del afuera que concuerdan que ésta debiera escribirse” (2007, 58) (15).

Con esta perspectiva, en diciembre de 2012 entrevisté a un ex suboficial del Ejército y agente de la DINA, a quien llamaré por el seudónimo de González (16). Como funcionario de baja jerarquía de la DINA, González operó en notorios centros de tortura: Tejas Verdes y Rocas de Santo Domingo (región de Valparaíso), Villa Grimaldi, Londres 38 y Rinconada de Maipú (Santiago). También tuvo contacto con personal de otros centros emblemáticos de la DINA, a saber, Irán 3037, José Domingo Cañas 1305, Cuatro Álamos y Marcoleta 90 (Santiago), y la secta alemana Colonia Dignidad (región del Maule), liderada por Paul Schäfer, ex coronel de la Armada de Hitler. González ha hecho declaraciones para las Comisiones Rettig y Valech, y para varios procesos criminales en Chile y en Europa. Actualmente se encuentra procesado en un caso de violaciones a los derechos humanos.

Siguiendo la sugerencia de González, nos encontramos en el área de las calles Teatinos y Huérfanos en el centro de Santiago. Esta área alberga los edificios políticos y financieros más importantes del país, así como una gran concentración de un tipo de cafeterías llamadas café con piernas, en donde el café es servido por atractivas mujeres que visten ropas muy ligeras y, en algunos casos, atienden a sus clientes desnudas. Fue en el sótano de un café con piernas donde tuvo lugar nuestra primera entrevista. Ciertamente, la elección del lugar hizo que yo me cuestionara hasta qué punto quería encontrarme con González. Me preocupaba que este no fuese el lugar apropiado para una entrevista, más aún sobre el tema de la tortura. Me sentí muy incómoda de estar en ese tipo de lugar, especialmente porque tuve que esperar sola por media hora ya que González estaba atrasado. Sin embargo, mi entrevistado parecía muy a gusto y relajado en este ambiente, y nuestra conversación resultó muy fluida. Su actitud fue distinta en la segunda entrevista dos días después, la cual tuvo lugar en el Parque por la Paz Villa Grimaldi. Todos los funcionarios del Parque con quien nos topamos lo saludaron por su nombre, lo cual sugiere que es un visitante regular. Parecía bastante tenso, abrumado e introspectivo, y sus respuestas fueron mucho más pensadas y sucintas que en el café con piernas. Durante nuestro segundo encuentro, González mencionó varias veces que él era y seguía siendo muy amigo de varios presos políticos que estuvieron recluidos en los recintos en que él operó. Hasta ahora, no he podido confirmar esta última aseveración.

En ambas entrevistas, usé algunas de las técnicas biográficas-interpretativas desarrolladas por Hollway y Jefferson (2000), abordando temas de forma amplia o lateral, y evitando preguntas cerradas o porqués. A propósito no cuestioné su responsabilidad personal en violaciones a los derechos humanos y no insistí en preguntas que respondió de forma ambigua o con un “no sé” (por ejemplo, “¿cuál era el impacto de la música tocada durante sesiones de tortura en los prisioneros?”, o “¿por cuáles motivos cree que fue elegido para formar parte de la DINA?”), u otras que ignoró (por ejemplo, “¿estuvo su decisión de desertar de la DINA relacionada con su experiencia en Villa Grimaldi?”). Las memorias de González que se presentan a continuación necesariamente incluyen dimensiones subjetivas y probablemente contengan –como los relatos de las víctimas– algunos “errores” en el recuerdo y transmisión, lapsus y “malas jugadas” del inconsciente, acrecentados por el período de cuatro décadas desde la época en que ocurrieron los sucesos. Además, estando González actualmente procesado en un caso judicial por violaciones a los derechos humanos, es muy posible que sus respuestas hayan sido fuertemente condicionadas por un proceso de auto censura.

El presente artículo documenta y contextualiza el testimonio de González. Con el objetivo de conservar el foco en la relación entre música, castigo y tortura, he resumido y omitido secciones substanciales de su relato, el cual tiene una duración de casi cuatro horas. Tengo intención de entrevistar nuevamente a González luego que finalice el caso judicial en el que está involucrado, con la esperanza de retomar puntos que no se pudieron explorar en profundidad en los encuentros pasados. Entre estos se incluyen los silencios, evasiones y contradicciones en su relato. Por otro lado, en un futuro cercano espero entrevistar a otros ex agentes de Pinochet, para recolectar información más amplia y ahondar mi análisis de los usos de la música desde el punto de vista de los represores, el significado los distintos géneros y estilos musicales utilizados, y las posiciones discursivas de los entrevistados, entre otros tópicos.

*****

González nació en la ciudad de La Serena en 1954. A la edad de seis años, se trasladó a Santiago con su familia. Según él, cuando estaba en la secundaria militaba en el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), asociado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), del cual un número muy sustancial de militantes fueron encarcelados, torturados, ejecutados y desaparecidos. “Todos los estudiantes estábamos revolucionados, andábamos metidos en eso. Pero en el Ejército me alejé, ya no estaba estudiando. En ese tiempo me gustaba la música de Inti-Illimani y Quilapayún”. No he podido confirmar con una fuente independiente si González era efectivamente militante del FER. Es posible que esto sea una idea fabricada para sugerir una cercanía con los presos. Su aserción acerca de Inti-Illimani y Quilapayún podría reforzar la presunción de que sus ideas políticas eran de izquierda, al haber tenido estos grupos un rol clave en la elección de la Unidad Popular, y en las campañas internacionales en pro de la democracia y el respeto a los derechos humanos durante la dictadura. También es posible que González haya disociado la música de las ideas políticas profesadas por los miembros de estos grupos (17).

A principios de 1973 González se enroló en el Servicio Militar. Fue destinado a Calama. Luego de hacer el Juramento a la Bandera en el mes de julio, viajó a Santiago y se quedó más días de lo permitido: “yo ya era desertor. Y en eso llegó el Tanquetazo, antes del golpe a Allende”. Cuando se presentó en el cuartel al día siguiente, fue arrestado:

Me quitan las cosas, me cortan el pelo, bien corto, y me mandan a las Canteras de Toconao [Desierto de Atacama], donde hacía mucho frío. Ahí me pilló el Golpe. Teníamos una radio militar. En esa radio escuchamos que están bombardeando La Moneda, bombardeando poblaciones. Como el Ejército vive en guerra con los peruanos y con los bolivianos, pensamos que era la guerra.

González describe los efectos del Golpe en términos económicos:

Era puro horror. No teníamos qué comer. No teníamos ni zapatos. Salíamos a robar. Los superiores sabían de esto y hacían la vista gorda. Solo nos daban un kilo de porotos, lentejas o garbanzos al mes. Robábamos el tren. Cuando pasaban camiones de Argentina los parábamos y sacábamos un poco de carne. Robábamos con uniforme y todo. Éramos indigentes, los castigados del Ejército.

 

Chacabuco y Tejas Verdes

Poco después del Golpe, González fue transferido a la antigua oficina salitrera de Chacabuco, en el Desierto de Atacama, la cual sería luego utilizada por los militares como campo de concentración. González recuerda haber visto a los reclusos llegar en un bache, todos cantando el Himno Nacional (18). Los presos se levantaban a las seis de la mañana con un toque de diana (corneta). Además de hacer el Juramento a la Bandera, debían cantar el Himno Nacional y marchas militares cada mañana y tarde: “los prisioneros no cantaban estas marchas porque les nacía: los obligaban. El objetivo era reventarlos. Sí [risas], ese era el objetivo. Pienso esto ahora, después que estuve en los campos de concentración en Alemania. Ahí los re-educaban”.

Algunas de las marchas más populares, como “Adiós al Séptimo de Línea” y “El Himno de Yungay”, datan de la Guerra del Pacífico, o fueron compuestas posteriormente en honor a los héroes de esa guerra como el caso de “Los Viejos Estandartes”. Otras marchas del repertorio obligatorio eran “Las Glorias del Ejército” y “Lili Marlene”, de origen germano (19). Los soldados también tenían que cantar: “con los presos cantábamos todos, para inculcar el patriotismo y el amor patrio.”

González escuchó cantar a los reclusos diversas canciones de Violeta Parra, especialmente “La Jardinera”, “El Casamiento de Negros”, “Run Run Se Fue Pal Norte” y “La Paloma Ausente”. No expandió en detalles o comentó acerca de la significación de la música de Parra en el campo de concentración (nótese que su hijo Ángel Parra era uno de los reclusos), sin embargo destacó que nunca escuchó a los prisioneros cantar “La Carta”, la cual versa explícitamente sobre presidio, injusticia social, y falta de libertad de expresión y opinión (20).

Poco tiempo después, González fue transferido nuevamente, esta vez a Tejas Verdes. Fue allí donde se convirtió en agente:

Cuando llegamos al regimiento, vimos a los soldados medios raros. Un silencio. No sabíamos qué pasaba. De ahí veo unos gringos. Pero ahora sé que eran alemanes, porque yo ahora sé el idioma. Para mí eran gringos, todos bonitos. Estaban vestidos de uniforme del Ejército Chileno. El Coronel nos dice que somos elegidos entre todo el Ejército para derrotar al marxismo, y nos pregunta si sabíamos lo que habíamos firmado, que era “PMNP” (Puras Mentiras No Pregunte). Nosotros le decimos que no. Él nos dice que ahora estamos en la DINA. Éramos 600, de todos lados del país. No sabíamos lo que hacía la DINA: no existía antes. Ahí partió nomás.

González mencionó haber seguido un curso de inteligencia de dos meses de duración en las Rocas de Santo Domingo, pero no proveyó ningún detalle acerca de sus contenidos y prácticas. Esto es relevante, al haber sido Tejas Verdes el primer centro de torturas y exterminio de la DINA, donde se experimentaron técnicas que se aplicarían ampliamente en otros centros a lo largo del país, como lo demuestra la investigación de Rebolledo (2013). En cuanto a la música en Tejas Verdes, la única evocación que hizo González fue con respecto al adoctrinamiento al que eran sometidos los prisioneros a través de canto obligatorio, el cual tenía una rutina y repertorio similares a los de Chacabuco. Además de los títulos anteriores, los prisioneros eran obligados a cantar el himno propio de Tejas Verdes y de otros regimientos, todos los cuales evocaban valores tradicionales y heroísmo.

 

Londres 38 y Villa Grimaldi

Desde enero de 1974, González operó en Londres 38, y desde abril de ese año en Villa Grimaldi. Según él, sus labores se restringían a la vigilancia y mantención de estos recintos, y al registro de los nuevos detenidos. González no recuerda haber escuchado ningún tipo de música en Londres 38, contradiciendo los relatos de detenidos resumidos en el Informe Valech I (2004a, 529), según el cual estos “estaban expuestos a ruidos molestos durante la noche para impedirles dormir, especialmente música a todo volumen".

Los colegas de González a menudo escuchaban la “lora” (“radio” en la jerga de la DINA) (21), especialmente el programa “El Hocicón” de la Radio Nacional, que transmitía gran cantidad de rancheras mexicanas, y la Radio Cooperativa (22). A uno de sus colegas le gustaba mucho la música y andaba siempre con una guitarra: “cantaba siempre la misma canción: la balada francesa ‘Aline’, que estaba de moda. Cantaba todo el tiempo, también delante de los presos”. Según González, las canciones que los agentes más tocaban en LP eran “La Vaca Blanca” y “La loca María”:

“La Loca María” se trata de una mujer pérfida que anda buscando un novio. Típico. Y “La Vaca Blanca” es una vaca que anda buscando un marido y va a una fiesta con un toro de sociedad. Canciones para llorar. Las tocaban todos los días, porque le gustaban a la gente, a todos. Hasta los guardias las cantaban. . El agente que estaba a cargo elegía el disco. Los oficiales tenían otro gusto: les gustaba la música clásica, eran más educados (23).

González asegura que los prisioneros en Villa Grimaldi no eran obligados a cantar, lo cual es debatible: se sabe de la existencia de al menos un episodio de canto forzado en este recinto (véase Chornik 2013b). Según el ex agente, los reclusos “no hacían nada por su propia iniciativa. Estaban encerrados todo el día y no tenían nada que hacer. ¿Que hicieran algo cultural? No, nada, nada. En Chacabuco sí, pero era porque tenían un guía del Ejército”. Esto también es disputable: dentro de las estrechas limitaciones impuestas por el sistema, los reclusos en diversos niveles de presidio se las arreglaban para llevar a cabo una amplia gama de actividades creativas, desarrolladas a partir de su iniciativa (véase Montealegre Iturra 2013). Luego, sin embargo, González admitió haber escuchado regularmente a los prisioneros cantar por su propia decisión:

Los sábados, domingos y feriados estábamos solos. Era muy tranquilo y nosotros éramos la máxima autoridad. Cantar durante la semana no estaba permitido porque había muchos oficiales y estaba el comandante. Cuando cantaban los presos, uno tenía que estar mirando. En el verano del ‘74 se le echó agua a la piscina. Nosotros nos bañábamos durante el día, y les abríamos la puerta a los presos para que se bañaran en la noche. Había un grupo de Valparaíso que se sentaban en un banco cerca de la piscina y cantaban canciones de la Revolución Mexicana, corridos, “El Negro José”, canciones de Víctor Jara como “Juan sin Tierra” y “Joaquín Murieta”. Me acuerdo de la canción “Un Millón de Amigos” de Roberto Carlos, una canción que tiene que ver con la bondad, con la humildad. La letra te dejaba un mensaje.

 

La Venda Sexy, José Domingo Cañas 1305 y los campos nazis

Entre los deberes de González estaba llevar comida a los “paquetes” (“prisioneros” en la jerga de la DINA) recluidos en La Venda Sexy (24). Debía recolectar la comida del edificio Diego Portales, sede del poder ejecutivo (1973-1981) y legislativo (1973-1990) de la Junta. A La Venda Sexy también se le conoce como La Discotéque, por la música grabada que se tocaba constantemente a un volumen exorbitante. González explica cómo obtuvieron el equipo y los discos:

Hoy yo allanaba tu casa y me llevaba todo lo que había, tocadiscos, LPs. Entonces se tocaba la música tuya, lo que tuvieras, ¿y qué figuraba? Lo que estaba de moda, lo que se tocaba en la radio. Eso sucedía también en Villa Grimaldi. En Londres 38 no. Al que le quitaron las cosas tenía un parlante bastante grande. Ese equipo sonaba tan fuerte. Por eso la llamaban La Discotéque, y los mismos agentes le pusieron ese nombre. En ese tiempo no se hubiera llamado tortura sónica, y no sé lo que pueden haber pensado los prisioneros. El equipo estaba instalado en el segundo piso, en la sala de torturas, y funcionaba todo el tiempo, al menos cuando yo fui. Ponían música para tapar los gritos, para que la gente que pasaba por la esquina no pensara que aquí estaban torturando. Se escuchaba mucho “La Vaca Blanca”, “La Loca María”, “La Gallina de los Huevos de Oro”, Sandro, Fabio y Ramón Aguilera (25).

González además repartía comida en la casa de tortura en la calle José Domingo Cañas 1305 (conocida como Ollahue entre los funcionarios de la DINA), donde “también se ponía música para que tapara los gritos. Ahí tocaban todos los días una cueca. No me acuerdo cuál pero era siempre la misma. La gente cantaba con el disco. También había una lora [radio], que siempre estaba encendida”.

González desertó de la DINA en 1975, “sin explicaciones, así nomás”. Partió de Chile para radicarse en Alemania. Vivir en ese país le permitió generar conexiones entre los campos nazis y su propio pasado como funcionario de la DINA:

A 60 kilómetros de Hamburgo hay un campo de concentración nazi pero yo no quería meterme, tenía miedo. Un día fui a Dahaus pero no para recordar el pasado: eso hubiera sido masoquismo. Luego fui a casi todos los otros campos nazis. Tú te quedai pa’ dentro. Los campos chilenos eran malos, malos, pero no eran tan malos como los nazis. Eran “a la chilena”.

Según el ex agente, la diferencia clave entre los recintos nazis y los chilenos era que en los últimos las órdenes no se llevaban a cabo:

Ni siquiera las órdenes del General Manuel Contreras [el fundador y Director General de la DINA]. Porque había mucha gente que yo ponía en las listas para matar pero después quedaban vivos. Porque estaban en La Torre de la Villa, que era la parte para matar a la gente. No, los recintos chilenos no eran como los nazis, no era como que teníamos a… ¿cómo se llamaba el músico que Hitler adoraba?

González no cuenta los miles que sí fueron ejecutados y desaparecidos por Pinochet, y para descartar conexiones con los campos de concentración nazis evoca a Wagner, aunque no puede recordar su nombre.

Conclusión

El testimonio de González constituye un aporte a la comprensión de los usos de la música por parte de los organismos armados durante la dictadura de Pinochet. Si bien no permite deducir la existencia de un sistema organizado o de prácticas homogéneas, el testimonio evidencia que en ciertos recintos, los agentes utilizaban la música como pasatiempo, forma de dominación y adoctrinamiento, en conexión con tortura y otros tipos de trato cruel, inhumano y degradante, y como medio para esconder los gritos de los prisioneros afectados. Es posible que algunos de estos usos provengan de técnicas de no touch torture originalmente desarrolladas por la CIA, dada la estrecha colaboración entre la agencia estadounidense y los servicios secretos latinoamericanos.

Con la excepción del Himno Nacional y “Un Millón de Amigos” de Roberto Carlos, ninguna de las canciones que según González los presos fueron forzados a cantar o escuchar fue reconocida por personas que estuvieron recluidas en los mismos recintos, a quienes contacté luego de haber entrevistado al ex funcionario de la DINA. Por otro lado, los ex presos mencionaron canciones que González no incluyó en su testimonio (26). Estas discrepancias no necesariamente implican que unos dicen la verdad y otros no, al menos en lo que respecta a la música. Tal vez estas se deban a que los prisioneros interactuaban con distintos funcionarios, en sectores y períodos diferentes, o que sean causadas por los aspectos subjetivos del acto de recordar. Tal como Caroline Bithell y Juniper Hill señalan en su libro The Oxford Handbook of Music Revival (en prensa, s/p), los relatos sobre el pasado

[…] están sujetos a una serie de refinamientos: se hacen correcciones e introducen nuevos errores, se olvidan hechos y agregan explicaciones, se borran detalles incómodos y suavizan asperezas. Los vacíos de la memoria y la documentación (que por naturaleza nunca pueden ser completas) se llenan con conjeturas, suposiciones, y saltos imaginativos (27).

A pesar de haber hecho este pequeño ejercicio de comparación al cotejar los títulos de las canciones recordadas, no considero que sea particularmente productivo estudiar las experiencias de víctimas, victimarios, cómplices, testigos y espectadores y sus diversas combinaciones con un enfoque comparativo, tradición arraigada en la academia y especialmente en el ámbito etnomusicológico. Si bien los diversos actores pueden haber compartido una misma situación musical dentro del espacio de la prisión política, en mi opinión sus posiciones fueron y continúan siendo demasiado diferentes como para ser comparadas. Pienso que el valor de yuxtaponer diversas perspectivas está en la posibilidad de comprender los roles de la música en presidio de forma más completa.

El recurrente uso de González del tiempo presente en su relato indica que su paso por la DINA permanece vívido en su memoria. Su confusión de discursos a través del uso simultáneo de la primera y tercera persona (por ejemplo en la descripción de los allanamientos en donde confiscaban discos) sugiere que su rol no fue solamente ser testigo de episodios de violaciones a los derechos humanos. Hay quien podría también considerar a González como una víctima de las circunstancias: era todavía un adolescente cuando se enroló en la DINA, aparentemente en contra de su voluntad. Sus afirmaciones sobre su militancia en el Frente de Estudiantes Revolucionarios, gusto por la música de la Nueva Canción, visitas al Parque por la Paz Villa Grimaldi y amistad con presos políticos sugieren una intención de situarse ideológicamente del lado de las víctimas. Sin embargo, cuando le pregunté si seguía en contacto con otros ex agentes, admitió que sí lo hace regularmente.

La música en el contexto de la prisión política navega en lo liminal y ahonda los problemas que la descontextualización de esta presenta. La música, ya sea cantada o escuchada forzosamente, adquiere una nueva significación como resultado del acto de tortura, al ser este un acto del Estado. Se podría sugerir que las canciones para tapar los gritos y sufrimiento de los prisioneros, los gritos que significaban tanto pero decían tan poco, encapsulan la imagen de angustia y alienación que “El Grito” de Edvard Munch transmite, y la paradoja de ser capaz de gritar sin poder escucharse.

 

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1. El presente artículo se inserta en mi proyecto “Sounds of Memory: Music and Political Captivity in Pinochet’s Chile” (Sonidos de la memoria: Música y cautiverio político en el Chile de Pinochet) en la Universidad de Mánchester, comenzado en septiembre 2013 y financiado por la Leverhulme Trust. Agradezco a los evaluadores anónimos por sus útiles comentarios, y a las editoras de The world of music por autorizarme a reproducir secciones de la publicación “Music and Torture in Chilean Detention Centers: Conversations with an Ex-Agent of Pinochet’s Secret Police” (Chornik 2013a).

2. Según la primera lista de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura [Comisión Valech] (2004b), 27.153 adultos y 102 menores sufrieron presidio político y tortura durante la dictadura de Pinochet. Una segunda lista (2011b) añadió 9.795 nombres, elevando la cifra total de víctimas reconocidas oficialmente por el Estado a casi 40.000 personas. Véanse también los Informes de la Comisión Valech (2004a y 2011a), y de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación [Comisión Rettig] (1991, especialmente el segundo volumen). Entre los métodos de tortura mencionados en el Informe Valech I se cuentan: golpizas reiteradas, lesiones corporales deliberadas, colgamientos, posiciones forzadas, aplicación de electricidad, amenazas, simulacro de fusilamiento, humillaciones y vejámenes, desnudamiento, presenciar torturas de otros, ruleta rusa, presenciar fusilamientos de otrosdetenidos, confinamiento en condiciones infrahumanas, privaciones deliberadas de medios de vida, privación o interrupción del sueño, asfixias, exposición a temperaturas extremas y violencia sexual (Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura 2004a, 255-297).

3. Montealegre atribuye el desarrollo de la resiliencia comunitaria a las siguientes condiciones: reconocimiento del acervo sociocultural compartido, desarrollo de expresiones lúdicas y humorísticas en contexto de duelo, valoración y manifestación de la creatividad (Montealegre Iturra 2013, 206-212). Véanse testimonios de ex presos chilenos sobre música relacionados con la resiliencia (Chornik 2005 y 2013b). Se espera que una cantidad significativa de nuevos testimonios se genere a través del proyecto web que estoy actualmente desarrollando junto al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (www.museodelamemoria.cl), el cual tiene como objetivo compilar y difundir información sobre las canciones que se escribieron, cantaron y escucharon en recintos de detención y tortura en el Chile de Pinochet, así como las vivencias personales asociadas a dichas obras. El lanzamiento del proyecto está planificado para principios de 2015.

4. Existe una arraigada creencia que los captores de Víctor Jara le ordenaron tocar guitarra luego de fracturarle las manos. Ambos incidentes parecen ser mitos: han sido refrendados por testigos que estuvieron detenidos con Jara y por exámenes forenses. Sin embargo, está comprobado que el músico fue torturado antes de ser fusilado. Agradezco a Aníbal Fuentealba por esta información. Otro conocido episodio es la transmisión televisiva de una filmación de un grupo de presos del Estadio Nacional (Santiago) cantando la canción “El Patito”, compuesta por Ariel Arancibia y popularizada por “Los Huasos Quincheros”, cuarteto vocal identificado con la dictadura militar. Véase García (2013, 235-236).

5. Otra iniciativa que merece mención es el restablecimiento de un coro de presas políticas (fundado originalmente en 1976 en el centro de detención Tres Álamos, Santiago), el cual se presentó en un acto conmemorativo de los cuarenta años del Golpe en el Parque por la Paz Villa Grimaldi (véase Chornik 2013b). El Parque, en las afueras de Santiago, se encuentra en el terreno del antiguo centro de detención y tortura Villa Grimaldi, uno de los principales de la dictadura, cuyas instalaciones fueron demolidas por los militares en 1989.

6. Véanse los estudios de Cusick (2006, 2008 y 2013) y Kennaway (2012, 131-158). Investigaciones recientes sobre música y tortura en otros contextos geográficos e históricos se encuentran en Grant y Papaeti (2013a y 2013b). Los derechos humanos fueron uno de los tópicos del congreso de la Society for Etnomusicology el año 2010, pero estos se discutieron en relación a los derechos de autor (véase http://www.ethnomusicology.org/?page=Conf_Past). Actualmente no existen publicaciones académicas de otros autores que vinculen música, violaciones a los derechos humanos, testimonio y memoria cultural con respecto al Chile de Pinochet. Escasa atención se le ha otorgado a la música en los campos interdisciplinarios de estudios culturales de la memoria y estudios del trauma, ambos surgidos a principios de los 1990s. Entre las publicaciones de la última década sobre testimonios sobre violaciones a los derechos humanos bajo Pinochet, desde la óptica de los estudios literarios y estudios culturales se destacan Peris (2005), sobre el uso político de narrativas testimoniales durante la post-dictadura; Lazzara (2007), sobre textos, memoriales y obras visuales que representan experiencias traumáticas; y Montealegre (2013), sobre la resistencia cultural en detención política en Chile y Uruguay.

7. “[…] the people who were subjected to it were suspected of being Islamic terrorist, who were seen as people who had a sort of hatred against western and American culture. The idea was to really bombard them with one symbol of American and western culture” (Grant 2013a). Todas las traducciones en este artículo son mías.

8. Actualmente no existen estudios clínicos que analicen los efectos físicos y sicológicos específicamente producidos por la música en contextos de castigo y tortura. En el caso de actividades musicales forzadas (incluidas audiciones), Grant (2013b, 6) sugiere que estas producen daño físico directo e indirecto debido al esfuerzo involucrado y a la privación de sueño. Respecto al daño sicológico, Grant reconoce que este depende de una serie de factores, por lo tanto es difícil de predecir. Sin embargo, nota que para algunos sobrevivientes, “formas de tortura que incluían música eran consideradas por ellos entre las peores a las que habían sido sujetos” [“forms of torture involving music were viewed by them as amongst the worst they had experienced”] (Grant 2013b, 6).

9. También es posible establecer vínculos con los métodos de represión en centros de detención, tortura y exterminio nazis (por ejemplo, a través de funcionarios del régimen de Hitler que después del fin de la Segunda Guerra se establecieron en Chile y colaboraron directamente con los servicios de inteligencia de Pinochet), los cuales hicieron amplio uso de la música en contra de los prisioneros.

10. Elizabeth Jelin, en su estudio sobre memorias en contextos de dictaduras latinoamericanas, identifica otras dos relaciones posibles: el papel de la investigación histórica para “corregir” memorias equivocadas o falsas, y la memoria como objeto de estudio o de investigación (Jelin 2002, 63).

11. Extractos de estas entrevistas se incluyen en Chornik (2014).

12. “[I]n the Greek context music has consistently and emphatically been placed on the side of resistance. […] Reconstructing the abuse of music by the regime requires brushing against the grain of coherently constructed narratives that have been relayed consistently for nearly 40 years. […] Although in their descriptions they acknowledged the damaging effect music and sound had on them, when first asked about its use, they viewed it mainly as a means to acoustically mask torture. However, as the interviews unfolded more instances of the use of music were recalled, including damaging effects”.

13. En 2009, el gobierno de Michelle Bachelet envió al congreso un proyecto de ley para tipificar la tortura, pero este no ha sido aprobado aún. Enrique Morales, miembro del Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico de Chile, afirmó en 2014 que “no sólo se debe tipificar el concepto, sino que ampliar incorporando estas nuevas formas de vejación” (Correa 2014). Es de esperar que usos de la música nocivos para la salud (por ejemplo su utilización a altos decibeles y por largos períodos de tiempo para privar de sueño) quepan dentro de una futura definición de tortura en Chile.

14. “[…] surviving victims are generally unable to describe much beyond their immediate experiences: most chronicle their personal ordeals, selectively emphasizing some events while consciously or unconsciously misrepresenting or omitting others. Few attempt to provide an overarching analysis of events. Further, since victims were limited in their ability to apprehend the larger context within which their experiences were situated, the discrepancies and inconsistencies sometimes manifest in their accounts are also not surprising. Their attempts to talk about traumatic events long after they have occurred mean that problems generally associated with conveying and dealing with memory are magnified”.

15. Debates éticos de similar envergadura se han producido luego de la publicación del libro-testimonio El Infierno (1993) de Luz Arce, y los testimonios de Jorgelino Vergara en el film El Mocito de Marcela Said y Jean de Certeau (2011), en el libro La danza de los cuervos de Javier Rebolledo (2012) y entrevista con Tomás Mosciatti en CNN (2012), así como la aparición del creador y director general de la DINA, Manuel Contreras, en una entrevista en CNN (2013). Véanse los estudios de Lazzara sobre las representaciones de Luz Arce y Jorgelino Vergara (2011, 2014).

16. La decisión de usar seudónimos fue tomada por las editoras de mi artículo publicado en The world of music (Chornik 2013a), de donde proviene el grueso del material primario utilizado en la presente publicación. El uso de seudónimos en relación a perpetradores fue ratificado por el Comité de Ética de la Universidad de Mánchester en julio de 2013, por razones de seguridad. Si bien no considero que esta medida sea necesaria, especialmente en el caso de personas que ya han dado declaraciones públicas y/o han sido procesadas, debo aclarar que mi investigación no tiene fines legales.

17. Esta disociación fue perfectamente posible para un grupo de agentes de Tejas Verdes, quienes durante una celebración en un restaurante cantaron canciones de Víctor Jara y Quilapayún, respectivamente ejecutado y exiliados por sus ideas políticas (Rebolledo 2013, 252-253). Uno de esos agentes custodiaba la habitación donde se guardaban objetos requisados durante los allanamientos, y relata que los oficiales le pedían discos de Los Jaivas, Inti-Illimani, Violeta Parra, Mercedes Sosa y Víctor Jara (Rebolledo 2013, 94).

18. En 1973, el gobierno de Pinochet reincorporó e hizo obligatoria una estrofa del Himno Nacional que glorifica a la Armada, la cual se encontraba en desuso. La nueva versión fue oficializada por medio del Decreto Supremo Nº 6.476 del 25 de julio de 1980. Cuando se reestableció la democracia en 1990, se removió la polémica estrofa. Sin embargo, sectores de la extrema derecha aún la cantan en ceremonias privadas. Véase los análisis de los cambios de la música y texto del himno de Vega Durán (2000) y Neustadt (2011).

19. “Lili Marlene”, con letra de Hans Leip y música de Norbert Schultze, fue ampliamente utilizada durante la Segunda Guerra Mundial por ambos bandos del conflicto (véase Bade 2012).

20. Véase el relato personal de Montealegre sobre la significación de cantar a Violeta Parra en Chacabuco (2012, 76-111).

21. “Lora” era también el término que usaban algunos detectives de Investigaciones para referirse a la máquina generadora de electricidad para las torturas, empleada para hacer “cantar” a los prisioneros “como loros” (o sea, confesar y delatar). Los agentes del Cuartel Simón Bolívar 8800 (Santiago), del cual no quedan sobrevivientes, empleaban el término “gigí” para nombrar a esta máquina (Rebolledo 2012, 129).

22. La Radio Nacional era la radio oficial del régimen, y transmitía los actos y discursos de la Junta. La Radio Cooperativa, por otro lado, era contraria a la dictadura y denunciaba las violaciones a los derechos humanos, por lo cual fue obligada a suspender transmisiones en varias ocasiones. González no hizo ningún comentario acerca de las tendencias ideológicas de estas radios.

23. Existen varias versiones de “La Vaca Blanca”, escrita originalmente, según tengo entendido, por el grupo peruano Los Girasoles. No he podido establecer cuál versión circulaba en los centros de la DINA. Una posible candidata es la versión del grupo chileno de música tropical Los Vikings 5. Otra posibilidad es la grabación de la banda Los de Colombia, especialmente al estar esta incluida en la compilación de cumbias del LP Cumbia Colombiana: Clásicos de los 60, el cual también contiene “La Loca María”, mencionada por González (http://www.youtube.com/watch?v=K1fY_esj0P4 y http://www.youtube.com/watch?v=r_fK48J8Iqk [acceso: 12 de enero de 2013]). No he podido establecer si la versión de “La Loca María” en dicho LP es la original.

24. Los términos “paquete” y “empaquetado” también se usaban para referirse a los cadáveres de los detenidos desaparecidos.

25. Alejandra Holzapfel menciona en una entrevista un ejemplo de sadismo musical, al haber tenido que escuchar la cumbia “Don Goyo” –que versa sobre el cadáver abandonado de un hombre que fue torturado y asesinado– durante su estadía en La Venda Sexy (Toro Agurto, 2013). “Don Goyo” fue grabada por varios grupos, entre ellos Los Vikings 5.

26. Títulos mencionados por ex prisioneros en relación a tortura incluyen “Venceremos” de Sergio Ortega y Claudio Iturra, “Libre” de Nino Bravo, “My Sweet Lord” de George Harrison, “Un Millón de Amigos” de Roberto Carlos, varias canciones de Julio Iglesias, el “Concierto de Aranjuez”, y la banda sonora de la película “La Naranja Mecánica” de Kubrik. Entre los títulos de canto obligatorio se cuentan las marchas “Orden y Patria Es Nuestro Lema”, “La Novia Va Prendida en el Avión” y el Himno Nacional. Esta lista es, por supuesto, muy limitada. Espero obtener un catastro más completo del repertorio musical utilizado por el sistema en estos y otros recintos a través del proyecto web que estoy desarrollando con el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Agradezco a Javier Rebolledo, que a mi solicitud contactó a Jorgelino Vergara (alias El Mocito), agente del cuartel Simón Bolívar 8800, para preguntarle acerca de los usos de la música por parte de los agentes. Según Vergara, a los detenidos se les obligaba a cantar “El Cautivo de Til Til” de Patricio Manns, y “Con Todos” de Armando Tejada Gómez y César Isella, grabado por Mercedes Sosa, el grupo chileno Huamarí y el argentino Los Calchakis, entre otros.

27. “[…] undergo a series of refinements: corrections are made and new errors introduced, facts are forgotten and elaborations added, inconvenient details are erased and rough edges smoothed off. The gaps left by memory and documentation (which by their nature can never be complete) are filled in by educated guesses, assumptions, and imaginative leaps.”

 

por Katia Chornik


Resistencia política en la oficina salitrera de Chacabuco (1973 – 1975), región de Antofagasta, Chile

Fuente :Historia y MEMORIA No.19 Tunja, July/Dec. 2019

Categoría : Otra Información

Resumen

Este artículo se ocupa de la resistencia política, a propósito de los campos de concentración implementados en la dictadura chilena cívico militar (1973 – 1990). Al respecto, las nociones de resistencia política y de campos de concentración, son precisadas desde una perspectiva interdisciplinaria atendiendo a las complejidades y debates que comprenden tanto el contexto histórico político como el marco espacial en que se producen y que corresponde, en este caso, a la oficina salitrera de Chacabuco (1924 – 1938) actual sitio patrimonial, cuyo funcionamiento operativo fue entre noviembre de 1973 y abril de 1975. Estos antecedentes, permiten formular como principal supuesto, que la resistencia política comprende estrategias de sobrevivencia que no solo mantienen la dignidad y los derechos humanos, sino también formas de reorganización social y ofensivas que contemplan acciones políticas, sociales y culturales. Como metodología, se consideran entrevistas semiestructuradas y revisión de material testimonial, ya publicados, de sobrevivientes. Las fuentes secundarias son de tipo académicas y de prensa. Son de especial interés, los relatos de quienes actualmente se autodenominan "Chacabucanos", detenidos oriundos de Concepción, trasladados desde el Estadio Regional a Chacabuco, que tenían una historia de vinculación política previa, que definió estrategias de resistencia aún vigentes.

1. Introducción

Este artículo tiene como principal objetivo describir y poner en valor la resistencia política en el contexto de los centros de detención implementados en la dictadura chilena cívico militar (1973-1990). Al respecto, se ha constatado en estudios previos, que las nociones de resistencia política y de centros de detención, deben ser precisadas desde una perspectiva interdisciplinaria que considera el derecho, las ciencias políticas, la filosofía y la historia, atendiendo a las diversas complejidades y debates que comprenden tanto el contexto histórico político como el marco espacial en que se producen. Estos asuntos son explorados en la primera sección del artículo, como una forma de establecer algunas delimitaciones conceptuales. La presentación de estas nociones se realiza en la segunda sección, donde se caracteriza el contexto histórico político de la dictadura cívico militar en Chile, en un espacio concreto, a saber, la oficina salitrera de Chacabuco (1924-1938).

Algunas precisiones sobre la dictadura y Chacabuco se detallan en: el informe Valech, en que se reconocen tres períodos de la represión política, que se diferencian en el número y perfil de las víctimas1, los organismos involucrados, los recintos de detención, las normas jurídicas e incluso los métodos de tortura. En el primer periodo, entre el 11 de septiembre de 1973, fecha del golpe cívico militar, y enero de 1974, las detenciones fueron masivas, afectando a todo aquél que hubiese colaborado en forma directa o indirecta con el gobierno de Salvador Allende (4 de noviembre de 1970 y 11 de septiembre de 1973) a quien se opusiera de forma manifiesta a los dictámenes del nuevo régimen o que fueran calificados como sospechosos2. En el segundo período de represión, entre enero de 1974 y agosto 1979, se crearon recintos secretos de detención, las detenciones fueron más selectivas, siendo el objetivo prioritario los cuadros directivos del Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR) y de los partidos Comunista y Socialista. Durante este período, la represión estuvo a cargo de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), organismo que el año 1974 tuvo reconocimiento legal con presupuesto asignado para la persecución política3. Finalmente, en el tercer periodo, entre agosto de 1977 y marzo de 1990, operó un nuevo dispositivo de represión, la Central Nacional de Investigaciones (CNI), cuyas funciones eran prácticamente las mismas que las de la DINA, aunque con mayor libertad de acciones, pues este período se caracterizó por un mayor refinamiento en el uso de instrumentos jurídicos que facilitaban la privación de libertad por motivos políticos e incluso la tortura4. Durante este tercer período se dictó un decreto ley de amnistía, que absolvía a todos los responsables de causas criminales generadas entre 1973 y 1978.

Para efectos de esta investigación, cabe precisar que en el primer período uno de los centros de reclusión masiva implementados en la región del Biobío, junto con la Isla Quiriquina y la Cárcel de Concepción, fue el Estadio Regional, ubicado en la ciudad de Concepción, que funcionó entre septiembre de 1973 y enero de 1974. Según la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, este fue uno de los 159 centros de la región destinado a estos efectos, donde hubo un promedio de 589 presos, de los cuales 44 fueron mujeres. El recinto estuvo a cargo de la Armada, Carabineros y Gendarmería, quienes tuvieron entre sus objetivos reclutar detenidos para derivarlos a campos de concentración, como el de Chacabuco, ubicado en la región de Antofagasta5, cuyo funcionamiento operó entre noviembre de 1973 y abril de 1975.

Tal como se consigna en el Informe Valech, este lugar que tenía una extensión de 36 hectáreas, fue destinado a labores de extracción del salitre hasta el año 1940. En 1968 fue adquirido por la Sociedad Química y Minera de Chile (SOQUIMICH) y en 1971 fue declarado monumento histórico. Desde 1972 estaba a cargo del Ejército, quienes desde 1973 lo utilizaron como campo de concentración. El sector donde se encontraban los prisioneros fue delimitado con alambradas de púas, minas antipersonales y torres de vigilancia con personal armado de metralletas, además de la vigilancia permanente de un tanque militar y aviones que efectuaban vuelos rasantes por todo el campo. La guardia era realizada por personal del Ejército, Fuerza Aérea y Carabineros. Chacabuco fue ocupado solo por prisioneros políticos hombres, en total 1.200, hasta que a mediados del año 1974, estos fueron trasladados a otros centros como Tres Álamos o Ritoque.

Los detenidos que llegaban a Chacabuco no solo habían sido torturados en los lugares donde anteriormente habían sido recluidos sino también durante el trayecto a Chacabuco, en especial quienes fueron trasladados en trenes de carga desde Iquique, en barcos desde Valparaíso y en camiones militares desde Pisagua. Los testimonios señalan que al ingresar, los prisioneros eran obligados a tenderse desnudos por horas sobre la cancha de fútbol y en general, eran recibidos con maltratos, amenazas y golpizas de pies, puños y objetos contundentes. Vivían en corredores de adobe que estaban formados por diez casas pequeñas como pabellones. Cada una tenía de dos o tres pisos y mantenía a seis presos. Había un comedor de uso común y no contaba con luz eléctrica. Los presos recibieron un maltrato permanente, sufrían de amenazas de fusilamiento, violencia psicológica, amenazas de acciones represivas contra las familias, intensas jornadas de ejercicio de tipo militar y un régimen de trabajos forzados, sin utilidad ni sentido. Otro tipo de apremio fue separar a algunos prisioneros para recibir maltratos más severos.

El principal supuesto es que en este lugar, uno de los más inhóspitos y aislados del país, la resistencia política no solo se configuró como una estrategia de sobrevivencia, sino también como una forma de reorganización social y de ofensiva ante la represión. Este supuesto, se analiza en la última sección, donde se visibilizan formas de resistencia que acontecieron en Chacabuco. Todas las secciones del artículo consideran en lo metodológico, entrevistas semiestructuradas y revisión de material testimonial ya publicados de sobrevivientes. Las fuentes de prensa utilizadas para los fines de este artículo son relatos de quienes se autodenominan «Chacabucanos», pues, algunos de estos detenidos que eran oriundos de la ciudad de Concepción, trasladados desde el Estadio Regional a Chacabuco, tenían una historia de vinculación política previa, que definió estrategias de resistencia que aún siguen vigentes. Los hallazgos consideran la posibilidad de resistencia política no violenta en las condiciones más extremas de represión.

2. Algunas precisiones conceptuales sobre la resistencia política y los campos de concentración

Desde una perspectiva historiográfica, el enfoque que facilita el período histórico estudiado y el análisis de algunas precisiones sobre la resistencia política y los campos de concentración, es el de la historia reciente6, perspectiva que posee la particularidad de ser parte del mismo fenómeno que estudia, poniendo en valor el pasado cercano, abierto e inconcluso, cuyos efectos se extienden hacia el presente. Por lo tanto, la historia reciente está definida por una temporalidad de cercanía con el presente y coetaneidad entre el sujeto que estudia y su objeto de conocimiento. De esta manera, los mecanismos que utiliza son la memoria y el testimonio. Por consiguiente, la supervivencia de actores y protagonistas se vuelve una regla fundamental. Por otra parte, también desde esta perspectiva, cabe precisar que el análisis considera un enfoque interdisciplinario, el que sin ser exhaustivo en este artículo, comprende la revisión desde los principales sentidos y estudios previos, sobre estas nociones, desde disciplinas como el derecho, las ciencias políticas y la historia, entre otras. Al respecto, esta reflexión no resulta sencilla, pues es evidente que la noción de resistencia admite complejidades relativas a significaciones que se desprenden incluso de su riqueza semántica. Como se presenta en lo que sigue, por una parte, la etimología enfatiza las dimensiones de retorno a un origen y a su vez, un desplazamiento relativo a la proyección o movilización en la acción. Desde esta polisemiosis, el retorno a los fundamentos se vincula con aspectos éticos y morales como los derechos humanos fundamentales; sin embargo, la otra significación contenida en la palabra, que enfatiza la resistencia como acción, permite problematizar el asunto de la violencia. Es decir, surgen interrogantes como: ¿es la violencia una forma de resistencia? o ¿la resistencia se aproxima a la no violencia?, ¿existe una identidad semántica entre violencia y otros términos, como el de oposición? Si bien, estas interrogantes no son respondidas de manera concluyente en este artículo, señalan desafíos aún pendientes en la investigación sobre la historia reciente en diversos contextos espaciales.

En atención a lo señalado y respecto al significado y en un sentido etimológico, la palabra resistencia, proveniente del latín, nombra una cualidad del verbo resistere que significa mantenerse firme, persistir, oponerse reiteradamente sin perder el puesto, y contiene tanto el prefijo «re» que alude a intensificación, reiteración o vuelta atrás, como el verbo sistere que comprende el establecer, tomar posiciones o asegurar en un sitio o lugar7. Estos sentidos anticipan un doble significado de la palabra resistencia. Por una parte, la resistencia comprende retomar en forma intensa las motivaciones originarias o los fundamentos de aquello que moviliza a la acción y por otra, comprende la orientación de esta movilización en una cierta dirección no arbitraria. Así, se comprende que la resistencia política durante la dictadura chilena, se orientó a retomar de manera activa un proyecto social y político, el de la Unidad Popular8 mediante acciones que se enmarcaron en perpetuar el afán de lucha democrática garantizada por un Estado de derecho.

Por otra parte, desde los estudios del derecho, Pérez9 realiza diversas aclaraciones que permiten precisar, desde las limitaciones de este artículo respecto a esta disciplina, un marco general de valoración de la noción en estudio. En primer lugar, este autor afirma que la resistencia política comprende un derecho «innato» que puede manifestarse ante distintos estados de opresión, tales como el social, económico o político, siendo la dictadura la manifestación más cruenta de este último. Además, señala que la resistencia política tiene por límites los aspectos éticos y morales de una comunidad, siendo transgredidos cuando esta rebasa lo justo y el bien común. La resistencia política es también, un derecho fundamental que debiera estar garantizado por el Estado moderno. En este sentido se trata del «reconocimiento del recurso de la resistencia en su formulación clásica en la Declaración Universal de los Derechos Humanos»10, que debiera ser manifiesto en la Constitución. Se comprende así, que la resistencia política alude a asuntos fundamentales del hombre que son también objeto de materias legales. Al respecto, un claro ejemplo de resistencia política es el plebiscito como ejercicio ciudadano durante la dictadura11. Otros estudios previos, desde la disciplina de las ciencias políticas, como los de Quiñones, señalan que la resistencia corresponde a acciones de civiles que desarrollan estrategias políticas no violentas, no obstante que se enmarcan conflictos políticos «en este caso, la resistencia civil hará referencia a la negativa de los ciudadanos a obedecer o cooperar con las fuerzas de invasión, ocupación, usurpación interna, golpismo de Estado o similares»12.

Desde la perspectiva de la historia, una primera característica relevante señalada por Salazar13 es que la resistencia en Chile ha provenido en general desde las organizaciones sociales que participan de la vida local y «desafía y pone en duda no solo la "eficacia" del poder institucional, sino también los "fundamentos" y la naturaleza de sus relaciones con las comunidades locales». En este sentido, la resistencia no solo se opone a los dispositivos del poder institucionalizados, sino que también interroga la relación entre institución y comunidad. También desde un enfoque histórico, y en segundo lugar, la resistencia ha sido conceptualizada desde la perspectiva de la confrontación directa mediante la acción violenta, tales como, manifestaciones, protestas, desórdenes callejeros y violencia urbana entre otros14. Lo anterior, permite interrogar por el significado de la resistencia desde la historia, pues según Peter, es necesaria su distinción con la noción de oposición, entendida como actos o efectos públicos que atentan contra el actor representante del Estado. En el caso de Chile, el actor principal es la dictadura cívico militar representada en Pinochet y las autoridades designadas. De esta manera, resistencia es «todo acto adverso a un régimen político llevado a cabo tanto en un ámbito privado como público»15. La resistencia comprende las figuras de disconformidad, disidencia ideológica, huida y deserción. Por otra parte, la oposición según Tuchel «requiere acciones concretas»16. Desde este enfoque, en Chile la resistencia ha sido conceptualizada en proximidad a la oposición. Al respecto, son diversas las formas de conceptualizar las nociones de resistencia y oposición en el contexto histórico. Por ejemplo, en el caso de Colombia, las estrategias de oposición durante la segunda mitad del siglo XX han comprendido la lucha armada u otras formas tendientes a la globalización de la violencia, situación que en la actualidad intenta ser revertida mediante mecanismos no violentos que promueven formas artísticas, estéticas y culturales de resistencia. Se trata de una nueva epistemología ante los conflictos que ha recibido denominaciones como estudios para la paz o resistencia no violenta17.

El debate entre resistencia y oposición ha sido desarrollado por los aportes de estos teóricos alemanes quienes desde la noción de Resistenz señalan que esta puede tener un carácter más pasivo y privado, a diferencia de la Widerstand cuya principal característica es la acción pública. En este sentido, la idea de resistencia reconoce variantes como el caso argentino18 o español19, es decir, tanto la acción que promueve derrocar un régimen mediante la oposición y también modalidades como la toma de distancia y/o diversas alternativas para sobrevivir frente a la dinámica criminal de los regímenes dictatoriales y/o totalitarios, como el silencio activo, la desdramatización, el humor y la ironía20.

En esta investigación se releva la noción de resistencia como forma de acto que se contrapone a un régimen político establecido llevado a cabo tanto en un ámbito privado como público y que comprende acciones políticas, sociales y culturales. Cuando se considera el contexto político, se alude a la noción de lo político propuesta por Lechner21 que está en diálogo con la propuesta de Arendt22 y que diferencia la noción de política, en tanto conflictiva construcción de un orden, de lo político, que es el modo en que esa conflictiva participa de la vida social. Como afirma González siguiendo a Marchart23, lo político trasciende las instituciones y las prácticas convencionales y tiene, más bien, un carácter transformador: «acontecimiento, dislocación y posibilidad de subversión de todo significado; como la dimensión del antagonismo en sí mismo, que impide la fijación y la clausura definitiva de todo significado, desde la cual es posible pensar la fundación y refundación de lo social, su continua institución y destitución»24. En Chile, la pérdida de las libertades políticas determinó que la resistencia se enmarcara en actividades relacionadas con lo cultural25, espacio que posibilitó la organización, el diálogo, el humor y especialmente la reproducción de la vida cultural.

Tal como afirma Valdés26, la resistencia armada fue prácticamente nula en Concepción, limitándose a acciones aisladas que no prosperaron27, como las del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que decayeron, según los entrevistados de Valdés, por la falta de apoyo del Partido Comunista y Socialista. No obstante, lo que limitó cualquier acción de resistencia por la vía armada fue el despliegue de terror generalizado que impuso la dictadura, fuertemente respaldada por civiles28, desde el mismo 11 de septiembre; sin embargo, atendiendo al asunto de este artículo, se considera que, a pesar que no hubo despliegue de violencia por parte de la oposición a la dictadura, sí se llevó a cabo un plan de reorganización social y de ofensiva política, incluso en los primeros centros de detención29.

Se considera que un aspecto central que influye de manera muy cierta en las posibilidades de gestación o consolidación de la resistencia política, son los lugares de reclusión y sus condiciones30. Al respecto, resulta necesario definir y diferenciar los dispositivos implementados en dictadura, tal como el campo de concentración o confinamiento y su distinción con el campo de prisioneros, entendido este último como centro de detención de militares enemigos en un conflicto bélico de gran extensión. Por su parte, el concepto de campo de concentración31 se refiere al sistema de represión política para opositores políticos, grupos étnicos o religiosos específicos, entre otros, en el que se detiene o confina a la gente, usualmente bajo condiciones extremas y sin respeto a las normas legales de arresto o encarcelación, propias de las democracias constitucionales. Los campos de concentración a diferencia de las prisiones o campos de prisioneros, eran independientes del sistema judicial y tuvieron tres objetivos con el aislamiento de los individuos. En primer lugar, buscaban encarcelar a las personas percibidas como amenaza a la seguridad instaurada por un régimen autoritario, permaneciendo encarceladas por un período indefinido. En segundo lugar, tenían el objetivo de eliminar a las personas y/o grupos pequeños por medio de homicidios, alejados del escrutinio público y judicial y finalmente, implementar trabajos forzados en la población32.

No obstante, la denominación de campo de concentración ha estado sujeta a debates académicos que aluden a que este término se utilizó para referirse exclusivamente a la situación del Holocausto Judío y no sería aplicable a la situación en Latinoamérica33, sin embargo, Kahan y Lvovich consideran que el término es válido de ser aplicable, pues representa en forma metafórica una experiencia previa a la qué aludir, independiente de la diferencia entre ambas34. Santos – Herceg (2016), coincide esta apreciación35 al sostener que ambas experiencias serían semejantes en tres aspectos. Primero, por las formas de represión políticas y violación de los derechos humanos; segundo, pues dado lo novedoso de la dictadura en Chile no había categorías para nombrar esta experiencia, y finalmente porque se intentó vincular el horror chileno y el 'nazismo' de manera de potenciar la solidaridad internacional36.

Ante la pregunta de ¿qué es un campo, cuál es su estructura jurídica-política para que eventos de tal naturaleza hayan podido suceder?, Agamben señala que los campos no nacen del derecho ordinario, y menos aún, como tal vez se habría podido creer, de una transformación y un desarrollo del derecho carcelario, sino del estado de excepción y de la ley marcial37. Además de ello, es necesario atender a que se trata de un territorio que está fuera del ordenamiento jurídico normal38. Por consiguiente, como afirma Agamben, quien retoma los aportes de Arendt, los campos de concentración evidencian el principio que rige el dominio totalitario pues al ingresar al campo, el sujeto participa de una zona de indistinción entre excepción y regla, lícito e ilícito, en la que toda protección jurídica se hallaba suspendida39.

Para Calveiro los campos de concentración posteriores al golpe de Estado de 1976 en Argentina, dejaron de ser una de las formas de represión, para convertirse en la modalidad represiva del poder, ejecutada de manera directa desde las instituciones militares, cuyos modos de operación se vincularon con la ideología de una nueva nación cuyos pilares eran, la limpieza, el orden, el control y disciplinamiento. De esta manera, los campos en tanto realidad «negada-sabida» o «secreto a voces», son eficientes en la diseminación del terror40. De esta forma, para Arendt, la reflexión sobre estos campos de concentración forma parte de un análisis más complejo que busca comprender el fenómeno político que instaló el totalitarismo41.

Otro aporte de Arendt, es dividir en tres los campos de concentración según los niveles de violencia que se ejercían en ellos42. Primero, se encuentra el hades como una forma relativamente poco represora para apartar del camino a los elementos indeseables. Este corresponde a los campos de concentración de los países no totalitarios, donde aquellos «elementos indeseables» eran los apátridas, refugiados, desempleados, entre otros. También, propone el purgatorio representado por los campos de trabajo de la Unión Soviética -trabajo forzado- donde la muerte convive con el trabajo debido a la absoluta desatención, y finalmente, el infierno, donde se ubican los campos en los que toda la vida se hallaba profunda y sistemáticamente organizada con objeto de proporcionar el mayor tormento posible43. Un ejemplo de ellos fueron los campos de concentración perfeccionados por los nazis; sin embargo, los tres mantienen algo en común, las masas humanas apartadas en esos campos son tratadas como si ya no existieran, como si ya estuvieran muertas. En definitiva, el objetivo de los campos de concentración no es necesariamente que los presos abandonen sus derechos políticos, sino destruir los derechos civiles de toda la población. Así mismo, la abolición de los derechos de los seres humanos, expresada en la muerte de la persona jurídica en el ser humano, es un prerrequisito para dominarle enteramente.

En conclusión, si bien, en muchos de los campos de concentración los detenidos fueron incapaces de resistir a los asesinatos, hubo quienes intentaron y lograron resistir de una forma u otra, pues «todo poder reconoce un límite y frente a todo poder hay alguna posibilidad de resistencia»44. Al comienzo, los prisioneros políticos pensaron en someterse a las leyes y ordenanzas que dictaban las autoridades, pensando en que así evitarían lo peor; sin embargo, estos tuvieron que luchar diariamente para sobrevivir45. De esta manera, es posible avalar la existencia de una moral de la resistencia contraria a los dictámenes o mecanismos de violencia que operaron al interior de los campos de tortura. Lo anterior, demuestra que la resistencia tiene varias formas de presentación. En primer lugar, la resistencia comprende la lucha por la sobrevivencia y la dignidad por mantener la condición humana «tratar de sobrevivir sin "entregarse", sin dejarse arrasar era un primer acto de resistencia que se oponía al mecanismo succionador y desaparecedor»46. En segundo lugar, la resistencia contempla actos cotidianos de riesgo a pequeña escala, en muchos casos anónimos. Finalmente, la resistencia también surge en la reasignación del poder en un grupo social, los detenidos, que posibilita el funcionamiento de un sistema político democrático al interior del campo de concentración. Así, no obstante el carácter deshumanizador que reconoce las arbitrariedades de todo régimen de encierro y privación de las libertades individuales, es posible admitir la presencia de la resistencia política, pues finalmente la libertad es la «ficción» característica de toda relación con un semejante, necesario para sostener un «nosotros» y alcanzar un espacio íntimo en comunidad. Esta ficción que reinaugura el yo y el otro en un «nosotros», adquiere una estructura democrática que además se replica posteriormente entre todos los presos de Chacabuco. Por lo tanto, se podría afirmar que la resistencia es desde un inicio, de tipo político47.

3. Oficina salitrera de Chacabuco en la dictadura militar (1973-1975)

Chacabuco fue uno de los campos de prisioneros políticos más grande de Chile, utilizado por la dictadura48. Era un pueblo minero abandonado, uno de los tantos pueblos fantasmas de la pampa salitrera del norte chileno49. Estaba ubicado a unos 100 km de la ciudad de Antofagasta en la segunda región, a más de mil metros de altura, y tenía una alta oscilación térmica (en las noches las temperaturas llegaban a los casi -5° y durante el día podían ser superiores a 37°). Posterior al golpe, Witker lo describe como un caserío rodeado por una reja electrificada junto a la cual se alzaban seis torres de control, con guardias permanentes, mientras que los contornos del campamento estaban minados50.

Como se ha señalado, durante la dictadura militar chilena, a Chacabuco fueron destinados hombres, incluyendo menores de edad, provenientes de diversas zonas de Chile quienes fueron trasladados en distintos medios de transporte. Los presos de Concepción, quienes se encontraban a una distancia de mil quinientos kilómetros de su lugar de origen51, llegaron en avión. Este grupo de detenidos, de la ciudad Concepción52, ya habían estado presos en el Estadio Regional, que utilizado como centro de detención, este había albergado cerca de unos 500 presos políticos provenientes de distintos puntos de la región53. La presión ejercida por el Club Deportes Concepción, quienes exigían la devolución de sus dependencias, obligó a tener que comenzar a trasladar a los prisioneros a otros recintos. De esta forma, el día 17 de enero de 1974 desde las casetas del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) del Estadio, se comenzó a leer una lista de nombres de 60 hombres y 4 mujeres, a quienes al llegar la tarde, se les informó que serían evacuados del recinto con rumbo desconocido54. Así, el 18 de enero de 1974, 59 presos políticos, que según las autoridades de la época representaban «un peligro para la sociedad», fueron trasladados al campo de concentración de Chacabuco, a más de 1200 km de la Región del Biobío. Uno de ellos, Gabriel Reyes -ex secretario regional de la Izquierda Cristiana- lo describe como una relegación masiva en la cual se envió al norte del país a los más altos dirigentes políticos y académicos de la Unidad Popular regional55. Entre estos encontramos al mismo Reyes, a Galo Gómez -ex vice rector de la Universidad de Concepción-, Alejandro Witker -historiador- y Pedro Enríquez -abogado-, entre otros56.

Durante el traslado en avión hasta Antofagasta, había mucho miedo, ya que era sabido entre los prisioneros que muchos de los detenidos habían sido arrojados desde el aire al mar. Cabe mencionar además, que en general, nunca eran informados sobre su futuro. De esta forma, los presos trasladados desde el Estadio, no sabían cuál sería su destino final. Desde allí en buses fueron llevados rumbo al desierto «seguíamos sin saber a dónde íbamos, hasta que de repente, apareció Chacabuco y el bus entró. Fue una experiencia muy rara, porque todo se veía desolado, había vida pero todos los presos que estaban en ese momento, permanecían en sus casas, sin tener contacto con nosotros»57.

Dagoberto Reyes, otro de los detenidos, recuerda la llegada de la siguiente manera:

Llegamos tipo 7 de la tarde. Y yo recuerdo clarito que cuando ingresamos y nos llevaron a la cancha, nos desnudaron […]. Un milico se paró frente a mí y me dijo: «José Dagoberto Reyes, militante del MIR» yo lo negué, pero insistió: «Le advierto, cualquier cosa que ocurra en el campo, ustedes van a pagar». También me impresionó cuando el gallo se paró delante de mí y me dijo el prontuario. Yo logré leer el cuaderno que tenía el milico, y vi que tenía con escrito rojo «extremista peligroso»58.

A la llegada les asignaron casas en los pabellones, siendo el pabellón 24 donde se alojaron los prisioneros de Concepción. Así lo destacó Gabriel Reyes:

[…] bueno, la población estaba dividida por pabellones. Había pabellones de diez casas, diez casas aquí, diez casas acá y diez casas acá. Cada diez casas se constituía un pabellón. Nosotros mantuvimos el número del pabellón que tenían los mineros. Los mineros tenían ahí el pabellón número 24. Entonces los de Concepción estábamos en el pabellón 2459.

Algunos testimonios dan cuenta que la estadía fue más tolerable que las otras prisiones donde habían estado recluidos, ya que en Chacabuco pudieron tener algo de libertad de movimiento dentro del mismo pueblo; sin embargo, existieron algunas normas y prohibiciones, como por ejemplo: debían levantarse todos los días a las siete de la mañana, hacer una fila para poder ser contados, posteriormente izar la bandera, cantar el himno nacional y luego ir a desayunar. Los prisioneros comían en los comedores oficiales, ya que estaba prohibido comer en las casas, hacer fuego en las casas y permanecer en el interior de estas durante el día60.

Por otra parte, el maltrato fue constante. Las condiciones de vida eran amenazadoras e inciertas, ya que incluían una degradante situación alimenticia y el permanente hostigamiento, como se refiere en el relato:

Bajo cualquier pretexto, los detenidos eran sacados por las noches a la intemperie, dejándolos hasta la madrugada bajo el intenso frío del desierto; y en otros momentos, durante el día, eran forzados a permanecer bajo el sol. Es importante notar que la arbitrariedad del castigo que denuncian los ex presos fue una fuente constante de amenaza y tortura psicológica. Los efectivos inventaban motivos para interrogarlos, supuestas planificaciones de fugas o sabotajes por parte de los presos61.

Sin embargo, los prisioneros se organizaron para poder sobrellevar la prisión. Se creó una completa organización de administración encargada de enfrentarse a una infinidad de problemas, como el encierro, la lejanía de sus familias, la precariedad de las casas, entre otras. Se distribuyeron los quehaceres del hogar, como el aseo, cocinar, etc. Además, cada pabellón designó a un «jefe» encargado de representarlos en una junta que fue llamada «Consejo de Ancianos»62, que estaba constituida por un presidente y un secretario, entre otros cargos63. Por lo tanto, «en cada casa había entre 6 u 8 personas. Entonces, ahí teníamos un encargado. Ese jefe de casa. Los jefes de casa se reunían y se elegía el jefe del pabellón, y como eran muchos pabellones se reunían todos los jefes de pabellón y los milicos autorizaron a que se llamara un Consejo de Ancianos»64. Con el paso del tiempo

[…] el Consejo también fue perfeccionando su funcionamiento. El presidente comenzó a ser elegido mes a mes, en elecciones amplias, entre los jefes de pabellones o consejeros que por derecho propio integraban el organismo. Cada pabellón elegía un consejero titular y uno suplente. Y cada jefe de pabellón era democráticamente elegido en votación que hacían los jefes de casa65.

El pueblo tenía dimensiones para albergar a unos tres mil ciudadanos. Poseía cancha de fútbol, teatro, calles diseñadas, iglesia y centro cívico. Los prisioneros instalaron un policlínico con asistencia médica, dentistas, enfermería, etc., atendido por los médicos detenidos, el cual brindó atención gracias a la responsabilidad de los «funcionarios» y a ciertos recursos que prestaron la Cruz Roja, la iglesia y los mismos prisioneros. En este lugar, cada preso que pasó por el policlínico fue registrado en una «ficha de salud», que contemplaba el registro de sus consultas y tratamientos. También, crearon un servicio de correo, que despachaba y recibía correspondencia, bajo supervisión del capellán que ejercía la censura de las cartas. Además, había una comisión de la cultura que fomentó el folklore musical y artesanal, la creación de una biblioteca, el teatro, el dibujo, la poesía, organización de concursos literarios, exposiciones de artesanía y presentaciones musicales, como las del «Conjunto Chacabuco», formado por Ángel Parra. Los show y actividades culturales se desarrollaban todos los fines de semanas, en el cual predominaba la música y el humor66. Con respecto a las obras de teatro, se destaca que los libretos eran construidos por los mismos detenidos y las funciones se realizaban cada 15 días, ya que había un trabajo previo, desde preparar la obra, el libreto y la instrucción de los actores67.

La solidaridad fue un «ingrediente» permanente en el campo de prisioneros, tal como lo evidencia Gabriel Reyes:

Con toda esta cantidad enorme de profesores universitarios de Concepción, de Santiago, de Valparaíso, que era otro sector. Había lo que nosotros llamamos la Universidad de Chacabuco, y en la Universidad de Chacabuco, me acuerdo que Galo Gómez hacía clases de estadística. Había otro profesor que hacía clases de historia. Luís Vítale que era también de acá de Concepción. Había clases de idiomas. Además la gente. Muchos de ellos sabían que iban a ser expulsados. Entonces se estudiaba alemán, se estudiaba inglés, se estudiaba francés68.

Como señala Witker, quien fue profesor de historia en la Universidad de Chacabuco, su relevancia no solo fue potenciar el conocimiento de obreros y campesinos, sino promover la «toma de conciencia» sobre la situación política social:

recuerdo una acalorada discusión sobre la importancia de conocimiento técnico en la construcción del socialismo y como un obrero dirigente nacional de los trabajadores de vidrio refuto a quien sostenía que «lo importante no es la tecnocracia sino el control obrero sobre las empresas»69.

Según el mismo autor, existía la convicción de que la revolución requiere producir conocimiento e información nueva y atacar la ignorancia, convicción fundamental para la mantención de esta universidad. De esta manera, todas estas prácticas tuvieron un objetivo político, a saber, conservar la moral de los detenidos con un fin trascendente, que es contribuir desde la educación a la formación política.

4. Resistencia política en Chacabuco

En esta sección, se analiza la experiencia de relegación70 en Chacabuco. Por una parte, este proceso tuvo expresiones de violencia sobre los prisioneros, cuyo fin era potenciar la existencia como mero afán de sobrevivencia centrada solo en satisfacer las necesidades básicas, siendo desbaratada cualquier intención de estar ligado con la cultura, lo social o lo político. Esto puede ser interpretado desde Agamben desde la noción de «nuda vida», en tanto condición artificial o experimental producida por regímenes como las dictaduras. No obstante, como afirma el mismo autor

Aquello que llamo nuda vida es una producción específica del poder y no un dato natural. En cuanto nos movamos en el espacio y retrocedamos en el tiempo, no encontraremos jamás -ni siquiera en las condiciones más primitivas- un hombre sin lenguaje y sin cultura. Ni siquiera el niño es nuda vida: al contrario, vive en una especie de corte bizantina en la cual cada acto está ya revestido de sus formas ceremoniales. Podemos, en cambio, producir artificialmente condiciones en las cuales algo así como una nuda vida se separa de su contexto: el «musulmán» en Auschwitz, el comatoso, etcétera71.

Esto indica que la intención de dominación, centrada en reducir a los prisioneros a un estado más próximo a lo animal que a lo humano, se sostenía en el relegamiento como un ejercicio de poder cuya motivación era imposible, a saber, el aislamiento total de los contextos culturales, sociales o políticos. Por otra parte, este intento de reducción de lo humano a una condición viviente, supone desproveer a los prisioneros de sus identidades, entendidas como formas de ser y actuar respecto a los otros, acordes con un proyecto vital. No obstante, esto también puede ser cuestionado, debido a que en Chacabuco los prisioneros mantuvieron identidades ligadas a su lugar de origen, ocupaciones, etc., que fomentaron prácticas sociales, de salud, culturales, educacionales, entre otras. De esta forma, se puede afirmar que si bien hubo relegación, esto no supuso la aniquilación de la resistencia política, por el contrario, incluso la promovió.

Se entiende la resistencia política en este contexto, tal como lo señala Montealegre72 y cuyos aportes rescatamos en lo que sigue, como una forma de organización social que cumple con las siguientes características. En primer lugar, la resistencia consiste en mantener un espacio propio que promueve un «nosotros» y que se diferencia de los «otros», al operar como un límite imaginario que separa a quienes están «dentro» o en prisión, de quienes pueden traspasar las rejas y por lo tanto ubicarse en el «afuera». Lo propio, en este caso, es un espacio de libertad delimitado por el mismo hecho de convivir, de cruzar miradas en complicidad, o gestos que solo puede entender quien está privado de libertad, entre otros. En el «nosotros», el que sufre es objeto de atención, el que «toma caldo de cabeza» es animado y quien ha sido dañado, es asistido por los demás. En este sentido cobra relevancia la afirmación de Bourdieu «lo político es aquello mediante lo cual un grupo existe y se desarrolla como unidad colectiva»73, promoviendo las fuerzas de la sociedad en una dirección determinada. En segundo lugar, la resistencia adquiere la forma de una organización social con funcionamiento político y fines democráticos. En Chacabuco, todas las acciones que fomentaban el soporte social y comunitario se potenciaron al comienzo mediante una incipiente organización que establecía la delimitación de funciones específicas asignadas por y para los detenidos dependiendo de sus profesiones, ocupaciones e intereses; sin embrago, con el paso del tiempo, esta forma de organización derivó en una verdadera estructura social democrática denominada «Consejo de Ancianos»74, cuyas acciones pueden calificarse de resistencia política a lo menos en dos sentidos. Por una parte, establece entre los detenidos una estrategia democrática de gobierno y por otra, es la concreción en la experiencia del sentido etimológico de la palabra resistencia, es decir, como forma de retomar el proyecto político de la unidad del pueblo y proyectarlo en acciones de servicio y lucha desde y para la comunidad. Tal como afirma Ochoa respecto a quienes estuvieron presos en Chacabuco

[…] La base y la referencia de esa historia se encuentran en la Unidad Popular, en su potencial organizador, colectivo y transformador, así como en los valores de justicia social y comunidad. Para quienes adhirieron al proyecto, esta experiencia otorgó sentido a sus vidas e influyó en su vivencia y en la forma de afrontar la prisión política75.

En palabras de Luis Vítale, quien fue entrevistado por Sergio Mandiola, la formación del Consejo de Ancianos

[…] fue un modelo de democracia proletaria. Podemos decir que en pleno campo de concentración, los presos supimos darnos una forma de generación del poder tan democrática, de elección directa, de periodicidad y revocabilidad de los cargos, que servirá de escuela a la nueva vanguardia que se está gestando en Chile76.

Por otra parte, este Consejo de Ancianos, generalmente a través de sus presidentes, permitía reorganizar la militancia en forma clandestina y mantener activas las reuniones que promovieran las discusiones y análisis partidistas sobre la situación del país o la condición de presidio. Así, se llegó a promover otras formas de resistencia más activas como la educación política y las huelgas de hambre o el ayuno. Otras acciones que promovían la resistencia colectiva eran el entusiasmo y alegría en el trabajo colectivo. Tal como afirma Montealegre, la alegría se trataba de una «extraña felicidad compartida» que permitía, restaurar el «derecho a fuga» mediante la imaginación, la anécdota o el chiste77. El asunto del humor, es como señala Quintanas, y retomando los aportes de Agamben, un gran desafío al que debe orientarse la política, entendida como una posibilidad entre otras en el modo de vivir, de representar y comprender el mundo, en el diario acontecer78. De esta forma, la resistencia política en Chacabuco puede ser entendida como una manera de experimentar la política en una situación extrema teniendo el fin superior de ser feliz.

Para Montealegre, la resistencia política era una forma de crear nuevas identidades colectivas, especialmente teniendo el antecedente que la dictadura promovió el imaginario que los simpatizantes de la Unidad Popular o los militantes de un partido de izquierda, eran personas ociosas, vagas, peligrosas o peor aún, «traidores a la patria»79. No obstante, se puede afirmar que más allá de ser una nueva forma de identidad, la resistencia política retoma la potencia de la ideología humanista centrada en el hombre cuyos principios éticos y morales conducen a la vida política y social orientada hacia lo colectivo. Como afirma Ochoa «Este es un mecanismo de resistencia, que reivindica su memoria y les da un particular sentido de identidad-memoria a los Chacabucanos hasta hoy»80. Así, en el año 2013, los ex detenidos, reunidos en la Corporación Memoria Ex Presos Políticos de Chacabuco81, acordaron plegarse a las actividades de conmemoración de los 40 años del golpe cívico militar, regresando al lugar. Alrededor de 200 personas provenientes de Santiago, Concepción, Coronel, Lota, Chillán, Valparaíso, y de distintas partes del mundo -Canadá, Francia, Inglaterra, México, Australia, entre otras-, se congregaron los días 23 y 24 de noviembre en Chacabuco reafirmando su compromiso con los derechos humanos. El año 2016, después de prolongadas gestiones de la Corporación, Chacabuco fue nombrado «sitio de memoria», siendo llamada oficialmente desde el día 26 de noviembre, «Oficina Salitrera y Campo de Prisioneros Políticos Chacabuco». Ese mismo año, el documentalista Roberto Riveros y la historiadora Francisca Durán, con ayuda de la Corporación, realizaron el documental «La resistencia de los metales», que muestra cómo los presos usaron la poesía, la música, el teatro y el dibujo para resistir a la dictadura. En Concepción, los Ex Presos Políticos de Chacabuco han colaborado desde el año 2018, con la realización de Rutas de la Memoria, en las que relatan sus testimonios de detención en el Estadio Regional de Concepción y en campo de concentración de Chacabuco. Estas y otras actividades realizadas por la Corporación Ex Presos Políticos de Chacabuco expresan que es posible proyectar la resistencia política, como organización de lucha por el respeto a los derechos humanos iniciada en los campos de concentración, hasta nuestros días.

5. Conclusiones

Si bien, la definición de resistencia política admite una importante complejidad que implica un enfoque interdisciplinario, debates y diferenciación de nociones como la de oposición, entre otros, se considera explicativo un abordaje que problematice la resistencia política en atención al contexto histórico y espacial. En relación al contexto histórico, considerando la violencia y la represión característica de la dictadura en Chile, la resistencia política se configura, en un sentido general, como cualquier acto adverso que desafíe el régimen desde variadas figuras como, por ejemplo, la disconformidad, la disidencia, la huida y la deserción. Respecto al espacio, en este artículo se aborda la resistencia política en un campo de concentración, noción que más allá de los debates, remarca una condición geográfica en extremo inhóspita y aislada a la que debieron estar sometidos los detenidos.

Los antecedentes explorados permiten confirmar el principal supuesto del artículo, a saber, que la resistencia política comprende estrategias de sobrevivencia que permiten mantener la dignidad y los derechos humanos, así como también formas de reorganización social que contemplan acciones políticas, sociales y culturales. La sobrevivencia emerge en este contexto adverso como una fuerza social que potencia la vida y desafía la violencia, la represión y la tortura, como una expresión concreta de lucha ante los mecanismos que la dictadura dispone para el sometimiento, como el incomunicar a los detenidos, aislarlos de su lugar de origen e interrumpir sus proyectos biográficos y secundariamente, políticos.

Por otra parte, la reorganización social como forma de resistencia política, permite tanto promover un sentido de comunidad que también restaure la condición humana como la reconfiguración y reasignación del poder entre los detenidos, entendido como grupo social que mantiene un sistema político democrático al interior del campo de concentración. Respecto al sentido de comunidad, se trata de un incipiente movimiento social que surge desde la convicción y acción de mantener un espacio de libertad que configura un «nosotros» como unidad colectiva que moviliza hacia la participación política. Este sentido de comunidad, comprende recuperar el programa ideológico de la Unidad Popular y proyectarlo como forma de funcionamiento social democrático en el campo de concentración de Chacabuco. Un claro ejemplo de ello, fue el «Consejo de ancianos», como forma de gobierno cuyos principios democráticos promueven la plena participación de los detenidos como «pueblo» que realiza acciones como la votación y elección directa, la periodicidad y la revocabilidad de los cargos asignados a sus representantes.

Otro ejemplo, de naturaleza democrática y social, comprende la creación de la «Universidad de Chacabuco», cuyo objetivo trasciende la mera capacitación sino que contempla la democratización del saber para todos los detenidos, independiente de nivel educacional o clase social. Las acciones culturales, son también ejemplo de resistencia política en el entendido que promueven el lazo social y configuran nuevas formas de relación con el mundo vivido, que enfatizan la representación de un espacio hostil y violento. Al respecto, cabe destacar el humor, la alegría y el entusiasmo asociado a estas actividades culturales como forma de potenciar las fuerzas sociales. De esta forma, la resistencia política en Chacabuco también puede ser entendida como una manera de experimentar la política en una situación extrema teniendo como fines superiores, la democracia, el saber y la cultura en general.