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Testimonio de Adolfo Silva GonzálezJefe del Depto. De Cine y T.V. de la Oficina de Informaciones y Radiodefusión de la Presidencia de la República-Chile Detenido el día 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de La Moneda. Testimonio escrito enviado a la Tercera Sesión de la Comisión Internacional, de la Junta Investigadora de los Crimenes de la Junta Militar en Chile - Ciudad de Mexico 1975: A las 18,30 hrs. fuimos trasladados a la Escuela Militar y encerrados en habitaciones con guardia a la vista. Continuaban llegando más detenidos de diferentes partes de Santiago a la Escuela; estos eran Ministros, Jefes de Partidos de la UP, Subsecretarios, Senadores, etc. El sábado 15 de septiembre fuimos trasladados a la Base Aérea El Bosque. En la Base El Bosque fuimos nuevamnete registrados, y nos robaron los relojes y encendedores. A los que reclamaban se les golpeaba brutalmente. Depués nos embarcaron en un avión y nos llevaron a Punta Arenas. Un oficial del avión era brasileño. Llegamos a Punta Arenas como a las 20 hrs. Se nos amarron las manos y se nos puso una capucha en la cabeza, fuertamente apretada en el lugar de los ojos, todo este entre golpes e insultos. Al final nos metieron de 6 a 8 en tanquetas de carabineros con un guardia adentro y con la amenaza permanente de que al menor movimiento sospechoso dispararían a matar. Nosotros estábamos demasiado agotados. Ya iban a ser dos días que no comíamos ni tomábamos agua, pero conservabamos una calma y dignidad que exasperaba a los oficiales. En ese recorrido fue donde se le escapó un tiro al soldado que estaba de guardia en el interior de la tanqueta. La bala después de haber rebotado no sé cuantas veces en el interior de tanqueta fue a herir en un brazo al compañero Daniel Vergara. Al desembarcarnos de la tanqueta ya e el interior del Puerto Militar, le hicieron una pequeña curación al compañero Vergara. Para llegar a la barcaza que nos trasladaría a la isla Dawson nos hicieron pasar por más de 8 subiendo y bajando escaleras en un estúpido alarde de crueldad, mientras nos fotografiaban de todos los ángulos. En la barcaza navegamos toda la noche y llegamos a la isla más o menos a las 5,30 de la madrugada. Había nevado, era de noche. Bajamos en plena oscuridad iluminando nuestro desembarco por los potentes reflectores de los camiones del Ejército y en medio de los gritos, voces de mando y amenazas de disparar al menor intento de fuga. Fuga para dónde, en un terreno inhóspito, muertos de hambre, de cansancio y de frío. Todos llevabamos ropa liviana, delgada, y en ese momento la temperatura sería de unos 4 ó 5 grados bajo cero. Del lugar de desembarco hasta la base y primer campo de concentración había una distancia de más o menos 4 kilometros que lo hicimos caminando sobre la nieve, el barro y bajo temporales chubascos de lluvia. Este era otro estúpido y cruel desgaste físico a que nos sometían de acuerdo a un plan premeditado y frío de destrucción física y psíquica del individuo. El lugar de desembarco para llegar al campo de concentración estaba a una cuadra de distancia, como supimos posteriormente. Ya en el interior del Campo fuimos llevados a presencia del Comandante, quien nos dijo que eramos prisioneros de guerra (?) y cualesquier insubordinación, intento de fuga, no cumplimiento de un aorden que nos diera “un soldado del gllorioso Ejército de Chile” sería castigado con el fusilamiento inmediato. Depués fuimos llevados a la barraca construída de madera y planchas de zinc. Había una pequeña estufa de 40 cmts. De alto po 30 de ancho. La barraca tenía una capacidad para 8 personas; en ese lugar fuimos amontonados y obligados a vivir 36 personas en la promiscuidad más humillante y en las peores condiciones físicas que puede soportar un hombre. Todos los días nos levantábamos a las 6,30 de la mañana. El desayuno: un pocillo de café con un pan. El almuerzo el mismo pocillo con lentejas y un pan. La comida a las 19,30 otro pocillo de lentejas con otro pan. Así estuvimos viviendo 8 meses. El agua con que hacíamos nuestro aseo, lavábamos la ropa, la loza y bebíamos era de un riachuelo que en la parte anterior a nuestra barraca servía de letrina a los soldados. Era común ver pasar los excrementos mientras hacíamos nuestro aseo o lavábamos la vajilla. Todo esto era hecho exprfeso para humillarnos y también con la criminal intención de provocar enfermedades entre los detenidos. Constantemente eramos registrados para ver si teníamos armas (?). En estos registros eramos vapuleados brutalmente, vejados e insultados. En muchos oportunidades eramos castigados sin motivo ninguno y especialmente por cabos y sargentos jóvenes que con eso manifestaban su celo profesional ante los oficiales para que los tuvieran en cuenta para el ascenso. Los castigos comunes eran 20 ó 30 flexiones con los manos apoyados en el suelo; dos o tres horas parado en puntillas y las puntas de los dedos de las manos apoyadas en la pared; hacernos trotar una milla con un saco de arena; pasar una noche en el calabozo durmiendo en el suelo y con una frazada de abrigo. Todo esto con la amenaza constante de la soldadesca de dejarnos como harnero a balazos. Los trabajos forzados a que eramos sometidos eran arreglo de caminos, tala de bosques, tendido de una línea telefónica haciendo los hoyos en el rocoso suelo de la isla y transportando al hombro los pesadísimos postes. Todos estos trabajos se efectuaban bajo la lluvia o la nieve. También, y para satisfacción y alivio de las señoras de los oficiales y suboficiales, destinaban todas las semanas un equipo de 8 detenidos para ir a limpiar los depósitos de letrinas y basuras de la base. Todos los compañeros que nos tocaba hacer este humillante trabajo no podíamos comer nada ese día porque vomitábamos todo. En general todos los detenidos de la isla perdimos arriba de 20kilos de peso cada uno. En mi caso yo perdí 24 kilos en 8 meses. En la isla había uncampamento con cinco barracas en las que estaban los detenidos de Punta Arenas y de la Tercera Zona Naval que creo abarca hasta Puerto Montt. Ellos eran más o menos 130. Una de estas barracas era de los condenados. Estos compañeros habían sido condenados por los Tribunales Militares. En la isla, el total de ellos ascendía a 52. Los demás presos estaban sujetos a sumario o prisión preventiva, de acuerdo a las leyes implantadas por la dictadura. El total de prisioneros en la isla ascendíamlos más o menos a 160 hombres, incluyéndonos a nosotros que eramos 36. Sería conveniente solicitar en los organismos internacionales que se verifique visualmente si la isla fue totalmente evacuada. Nuestro grupo fue el primero en salir de ella el 8 de mayo de1974. Los demás detenidos quedaron en la isla. Todas las semanas la barcaza se llevaba a 6 u 8 detenidos a Punta Arenas para someterlos a interrrogotorio. Estos se llevaban a efecto, al menos en lo que a mi me concierne, en el Regimiento Pudeto en unos sótanos habilitados especialmente. Algunos prisioneros quedaban en libertad, muy pocos. En los 8 meses que estuve en la isla su número no pasó de 10. La mayoría volvía en pésimas condiciones físicas, totalmente destrozados física y anímicamente: costillas rotas, heridas en diferentes partes del cuerpo, dientes y muelas rotas o sacadas fríamente. De otros no supimos nunca más. El número de desaparecidos es superior a 20. El modo de operar en los interrogatorios era el siguiente: se encerraba a los detenidos en un calabozo inmundo, sin servicios higiénicos, con lo que nuetras necesdidades físicas teníamos que hacerlas en el mismo calabozo. Muchos compañeros padecían de diarreas crónicas provocadas por la mala alimentación y las pésimas condiciones sanitarias de ese calabozo. Eramos sacados de uno por uno. A mí me desnudaron completamente, me amarraron fuertemente las manos y los pies y me vendaron los ojos. Todo esto lo hacía un cabo o sargento acompañados por dos o tres soldados, entre bromas soeces, insultos y los primeros golpes. En el ejército existen muchos individuos que componen estos grupos de interrogatorios que sufren desviaciones sexuales o son homosexuales, porque no se explica de otra manera el placer de tirarle los testículos y el miembro a los prisioneros, gozando estos degenerados con las exclamaciones de dolor de los atormentados. Una vez efectuando estos preámbulos, entraban al lugar dos o tres individuos que se indentificaban diciendo que eran Fiscaldes de la Marina, Aviación, Ejército o Carabineros y que el prisionero debía decir la verdad y confesar todo lo que supiera, si no ellos se la sacarían de otra manera. En mi caso ellos querían saber que estaba haciendo en La Moneda el día 11 y que cargo secreto tenía en la Presidencia y mi relación con el supuesto plan Z. Cuando yo les expliqué que era un profesional y que como tal me desempeñaba en el cargo de Jefe del Depto. de Cine y T.V. de la Presidencia, principaron los golpes, culatazos, puntapies, amenazas de fusilamiento, etc. Yo sufrí cuatro interrogatorios de esta especie. En uno de ellos me aplicaron corriente en los órganos genitales, en el ano y en la columna vertebral. En otro interrogatorio me dieron un culatazoferoz en la cara, botándome dos muelas y rompiéndome premolares y mandíbulas. Con ese sistema es sencillo hacer firmar cualquier confesión a un detenido. En mi caso, como yo no había hecho nada de las cosas que me imputaban, me mantuve en la negativa. Una vez perdí el conocimiento. De todas maneras el procedimiento que usan es tan cruel, inhumano y salvaje que es casi imposible resistirlo, porque si pasan al cuarto grado como ellos dicen y que consiste en golpear y atormentar al prisionero hasta que pierde el sentido, enseguida lo reaniman, le preguntan y vuelven a atormentarlo para que confiese. Es así como han muerto as manos de estos salvajes muchos compañeros nuestros; otros han confesado cosas que no existen o que no han hecho. Para vergüenza de Chile, de la Humanidad, es así como aplica la justicia el ejército chileno. En la isla, fuera de las privaciones, torturas y vejaciones, existía el robo sistemático de los objetos de valor que pudieran tener los detenidos: relojes, encendedores, libros que nos llegaban, todo era robado por estos hombreshampones. Pero donde llega al colmo la impudicia y sinverguenzura de estos individuos, fue en el despojo total de las encomiendas que nos enviaban nuestros familiares desde Santiago, fue tanto el robo y el despojo que entre los mismos militares se pelearon entre ellos por el reparto del botín y delataron a una verdadera mafia que operaba en Punta Arenas a cargo de un Mayor y un Capitán del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y cuyo objetivo oficial era revisar las encomiendas para que no nos enviaran armas (?) o literatura subversiva. Esta mafia montó en Punta Arenas un almacén usando a otro individuo de su misma calaña como dueño, y en ese lugar vendían todas las cosas que nos enviaban nuestros familiares. Para que formen una idea del monto robado voy a exponerles solamente mi caso. Mi compañera y familiares me enviaban una encomienda semanal. El total de encomiendas fue de 32 y yo recibí cuatro solamente durante mi cautiverio en la isla. Fuera de eso me robaron una maleta grande llena de ropa gruesa enviada especialmente para paliar en parte el extremo rigor de la temperatura de la isla que siempre era de cero grado. Mi caso se repite a lo largo del país en decenas de miles de hombres que todavía están presos, y que día a día siguen cayendo más detenidos y la gente es torturada y asesinada en un clima de barbarie incalificable. |
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