YO ACUSO A PINOCHET
Testimonio de
Rosa Gutiérrez Silva
Ver testimonio en Ingles y Frances mas abajo
Desde Argentina Remember-Chile ha recibido este testimonio, escrito por una mujer que sobrevivió a la tortura y la persecución. Era ella una estudiante de secundaria cuando se le detuvo y torturó en tres ocasiones en menos de un año. Aún hoy el Comandante en Jefe del Ejército de Chile, General Izurieta, justifica crímenes y asesinatos afirmando que en esos años Chile se encontraba en guerra. El presente testimonio lo desmiente: Rosa era una adolescente que ejercía su derecho democrático de tener ideas políticas, esperaba iniciar sus estudios de Medicina, no había cometido ningún delito y no estaba en guerra con nadie. Pero la dictadura estaba en guerra con ella y después de torturarla la empujó al destierro a los 17 años. En esta denuncia, escrita tras 25 años de silencio, Rosa se refiere a secuelas psicológicas que aún hoy la atormentan. Su testimonio se une al de miles que han hablado por ellos mismos o por sus familiares, pero aún quedan muchos otros que como Rosa han callado quizá por demasiado tiempo.
La que suscribe declara haber salido de Chile el 5 de septiembre de 1974 y no haber vuelto hasta 1986, pues el régimen militar me había prohibido el regreso al país. Presento hoy mi testimonio, fuera de Chile, ya que las condiciones políticas de ese país son inseguras. Lo hago porque deseo que no quede impune el atropello, el dolor y el desgarro que sufrí y que sé es el sufrimiento de muchos y de mi familia e hijas que se vieron privadas de disfrutar a sus tíos primos y abuelos, y esos sobrinos que yo ayudé a criar y con los cuáles tengo pocos años de diferencia y a los que según palabras textuales de ellos: "Pinochet les robó a su tía". Ellos preguntaban una y otra vez por ella hasta que una respuesta, después de muchos años, les desgarró el alma: "¡La tía Rosa no volverá más!"
Fui una militante de las Juventudes Comunistas de Chile, como adolescente y con los ideales de todo adolescente. Presidí el Centro de Estudiantes del Liceo[2] Nº 1 de Niñas de Valparaíso y apoyé activamente el gobierno de la Unidad Popular[3]. Cursaba cuarto año de Enseñanza Media y estaba apunto de dar la Prueba de Aptitud Académica (PAA)[4] para ingresar a la Universidad, cuando el 11 de Septiembre de 1973 me enteré del golpe con la incredulidad de una militante y con el dolor de un proceso de ideales rotos.
A los 24 días aproximadamente, al regresar del Liceo, encuentro que mi casa estaba siendo allanada. Uno de mis hermanos, que me esperaba a los pies del cerro, me dijo que no regresara porque habían preguntado por mí. Días después, estando yo en el Liceo, dos marinos me entraron a buscar a la sala de clases y me llevaron a una Escuela en la cual había varios dirigentes estudiantiles. Como una consigna no premeditada, nosotros no nos hablábamos.
Un Oficial de la Marina me interrogó acerca de cuántas células comunistas funcionaban en mi Liceo, como eso no se confiaba a nadie me negué y desconocí el hecho. Un par de cachetadas[5] fueron mi primer enfrentamiento con la realidad. Yo no sabía ante quienes me enfrentaba. Tenía 17 años. Me dejaron en libertad aconsejándome con rudeza que dejara mis estudios. Aquello lo conversé con el que después fue mi esposo y compañero durante 15 años. Creyendo que no era tan grave, pensando sólo que debíamos irnos a otra provincia, quedamos a la espera de los resultados de la PAA.
Dos meses después, una madrugada mi padre llamó a la puerta de mi dormitorio y me dijo: "Hija... la vienen a buscar..." Al despertar me di cuenta de que mi casa estaba siendo nuevamente allanada. Mi padre era peluquero y mi madre ama de casa, ambos lloraban y un primo hermano también. Quien comandaba la patrulla me ordenó: ¡Debe acompañarnos! Mis padres quisieron saber a dónde me iban a llevar, pero ellos no contestaron. Salí con lo que alcancé a tomar para medio vestirme: el camisón, un pantalón y un chaleco que mamá me alcanzó. Me subieron a un camión militar con infantes de marina armados a cada lado y subieron por el Cerro O'Higgins. Entraron por diferentes calles del cerro allanando las casas y abriendo las puertas a patadas. En total sacaron a unos quince compañeros y los subieron al vehículo, dejando gritos y violencia en cada lugar. En una casa se escuchó un disparo y allí no subieron a nadie. Íbamos encapuchados con nuestros pulóveres que más adelante fueron reemplazados por capuchas malolientes. Al llegar arriba del cerro, en un lugar llamado Miradero O'Higgins nos hicieron bajar y nos colocaron en fila tocándonos con los hombros. Yo era la única mujer del grupo. Alguien ordenó: ¡apunten! Y nos dispararon sobre nuestras cabezas, …yo me caí del miedo. A lo lejos se escuchaban ráfagas de ametralladoras.
Luego bajaron del cerro a toda velocidad. Nos llevaban acostados en el piso del camión, como éramos muchos. Cuando bajábamos por la calle Washington pude mirar hacia mi casa y ver a mis viejos llorando en la puerta, sentí terror que les dispararan. A la altura de la Avenida Argentina, al vehículo se asomó un señor alto con una voz especial, quien dice: "Estos son los enfermos de «Upitis»[7]. ¡Arriba, Arriba!" (Con el tiempo me di cuenta de que la orden que dio fue que nos llevaran a la Academia de Guerra Naval, que quedaba en Playa Ancha). Nosotros estábamos encapuchados y oíamos que nos alejábamos del Centro. Sólo transitaban vehículos militares ya que había toque de queda. En el recinto militar nos hicieron subir unas escaleras. Yo conté los peldaños, porque alguien me susurró que los contara. Fueron veinte escalones, un descanso y luego diez escalones. Así hasta el cuarto piso, en donde nos empujaron adentro de una habitación. Era un recinto de diez metros por veinte, con una pocas colchonetas en el piso.
Durante varios días esperé, mientras por la noche no dormía debido a los alaridos, gritos, golpes y gemidos y, más de una vez, disparos. Cuando entraba algún oficial, por lo general a eso de las seis de la tarde, nos encapuchaban y nos cuidaban unos marinos con un pañuelo en la cara y metralletas. Pero había un oficial que se paseaba entre nosotros a cara descubierta, era alto, tenía el rostro con rasgos caucásicos, pelo y ojos negros. Nos torturaba psicológicamente diciéndonos: "¿Quieren estar en sus casas?" Nadie contestaba y él decía: "Yo también. ¿Quieren comer pollo con papas[8] a la cacerola? Yo, lo mismo." Aquellas palabras dejaban mal, daban ganas de suplicar, pero nadie, por lo menos en el tiempo que estuve detenida allí, se quebró. Mis padres, mi compañero y mis hermanos recorrían los regimientos para saber mi paradero. Con un marino conocido me hacen llegar ropa y así confirmaron que yo estaba allí.
Durante mi permanencia allí reconocí a la esposa del Alcalde Barrientos de Viña del Mar y a unos dirigentes de la Universidad, quienes me dieron instrucciones: no hablar nada, que era peor, que no hablara de mi militancia sino del liceo y nada más. Me llevaron al primer interrogatorio, encapuchada hasta la cintura, me sentaron y me leyeron mi ficha. Después me preguntaron: "¿Militas en la Jota? (Juventudes Comunistas de Chile)" Yo lo negué y dije: "Sólo simpatizo con la Unidad Popular." No me creyeron y a continuación tuve un largo período de sesiones de tortura con electricidad a través de unos anillos que me ponían en los dedos de las manos, en las uñas y otros lugares. Siempre eran dos o tres los torturadores y cada cierto tiempo aparecía una voz que me decía: "Yo te quiero ayudar". Y yo lloraba. Más anillos eléctricos y bofetones. Me hicieron desnudarme. Yo no tenía fuerzas y como no me cubría, desnuda me tiraron al piso. Perdí el conocimiento varias veces. Luego sentí que me arrastraron hasta dejarme en el piso de la habitación común. Ahí la esposa del Alcalde Barrientos les gritó: "¡Qué le hicieron, no se dan cuenta que es una niña!"
A los pocos días me ordenaron preparar mis cosas para un "traslado". Yo me quedé helada, trataba de refrescar mi memoria con la imagen de mis viajes que no eran muchos. Sólo había ido a Santiago por asuntos del partido[9] y a hacer unos cuantos trabajos voluntarios en Quilpué. Yo nací y viví todo el tiempo en Valparaíso.
Los compañeros que había en ese lugar me hicieron repetir el número de mi documento de identidad y mi nombre completo, por si me pasaba algo. La señora de Barrientos me dio un papelito y me dijo que le avisara a su familia que se fuera del país, que ella está bien y dónde está. Ese papel me lo comí por miedo a que me lo encontraran. Nos registraban hasta la vagina. Me encapucharon y en un viaje en el que yo estaba aterrorizada, pues fue de noche, me trasladaron. Yo no sabía adónde porque después de unos momentos era imposible adivinar el rumbo que seguían. En el Regimiento de La Calera me bajaron y fui encerrada sola en un calabozo. Antes de entrar, un soldado me revisó de manera brutal, introduciéndome las manos en la vagina, por si llevaba armas. (Desde aquellas agresiones el pánico que me paraliza, aún perdura. Tras catorce años de psicoanálisis, todavía me paralizo ante una agresión y no soy capaz de huir ante un ataque). Mi terror aumentó cuando me di cuenta que no podía respirar y pedí que me subieran la capucha. Entonces observé, que los que estaban allí no eran marinos ni carabineros[10], sino hombres del Ejército.
Estuve en el calabozo hasta que me obligaron a ducharme. Me arreglaron un poco y me dijeron: "¡Ni una palabra de lo que has visto!" Después un soldado al que yo no conocía me trató con firmeza, pero casi paternalmente. Me dijo: "Soy el Teniente Coronel Becker Sepúlveda. Su familia habló con un tío de mi madre. Como verá, esto yo lo hago por mi tío y no por usted y como con esto yo me comprometo, para dejarla en libertad necesito que ponga su nombre, de su puño y letra, en esta libreta de unos comunistas. Su hermano la espera." Yo me acobardé y firmé. No tenía otra alternativa, y firmé. Pido perdón si a alguien perjudiqué. Este Teniente Coronel era sobrino de Manuel Contreras Sepúlveda y su impunidad estaba totalmente cubierta por lo que abusó del dolor de toda mi familia y además me utilizó para fines personales.
El 5 de diciembre de ese año 1973 me casé con la firme decisión de irme a otra provincia. Publicaron los resultados de la PAA. Yo quedé seleccionada en la carrera de Medicina en la Universidad de Concepción, y en todas las otras carreras en las que me había inscrito, pero ese intento se vio frustrado por una tercera detención que sin duda marcó mi situación para siempre. En febrero de 1974 me detuvieron por tercera vez. Yo estaba en casa de un hermano cuidando a cuatro de mis sobrinos, que eran diez. Según el relato posterior de mi padre, había llegado a la peluquería alguien disfrazado, que le dijo: "Señor Gutiérrez: tengo un mensaje de la Jota para su hija... Necesitamos saber donde está." Y mi papá le dijo donde yo estaba, ya que desde mi última detención no dormíamos en la casa de mis padres por el temor de ser detenida de nuevo. Cuando me fueron a buscar, yo le estaba dando el biberón al menor de mis sobrinos y con él en brazos salí a abrir. Eran de Investigaciones[11], me dijeron: "¡Queda usted detenida!" Yo sentí que el mundo se me derrumbada. Me introdujeron en un coche a plena luz del día, y sólo al llegar al centro de Valparaíso me encapucharon, colocándome en el piso el vehículo.
Al llegar al cuartel de Investigaciones, como en todas las veces anteriores, me fotografiaron de frente y de perfil. Durante las sesiones de tortura nos hacían rodar por el suelo y nos tiraban al cuerpo metralletas y armas, esto duraba. Todos los detenidos éramos estudiantes secundarios, nos golpearon a rabiar y realmente cuando te golpean, sólo deseas morir. En una oportunidad sentí que quedaba sola en la cabina de tortura y levanté la capucha y pude ver una máquina pequeña tipo sacapuntas[12] de oficina, conectada a la pared por un enchufe (luego supe que era la picana eléctrica ). Además había un cartel que decía: "No deben extralimitarse en el uso de maltratos ya que el que se interroga puede o no ser extremista, pero al salir será un extremista en potencia." Luego de unos días de torturas, careos, maltratos y vejámenes, con la amenaza de no ingresar a la universidad me soltaron en un ascensor de Playa Ancha, cerca de la Aduana. Bajé por el mismo ascensor y en la calle un feriante que vendía frutas me dio guindas y me dijo que era habitual que los dejaran ahí. Además me dio dinero para volver a casa. Yo tenía las manos hinchadas por los anillos de la picana y mi ropa la sentía sucia, al llegar casa sólo le expresé a mi compañero que me suicidaría si volvían a detenerme.
A fines del mes de agosto y estando yo en casa, con el objeto de entregarme unos libros llegó un hombre que me dijo: "Acá está funcionando una célula del MIR[14] en una peluquería y necesitamos que colabores." Me citó para una semana después con la amenaza de detenerme y no volver a contar el cuento. Yo ubiqué a mi compañero, ya que prefería cualquier cosa antes de ser colaboradora y ese mismo día salimos hacia Santiago donde sacamos pasaporte con un domicilio prestado a través del Comité para la Paz. Me entrevistó una Asistente Social quien me aconsejó que saliese del país, por la edad que tenía y lo peligroso de mi situación personal. El 2 de septiembre de 1974 firmé por última vez en una Comisaría en Valparaíso (lo hacía ya desde hacía mas de 6 meses y era como estar presa en la casa), no sabiendo que no volvería durante doce años a mi ciudad natal. El 5 de septiembre salimos de Chile en avión, junto a una decena de otras personas, que también habían sido detenidos, y las parejas de los mismos, con destino a Mendoza, Argentina, en donde tramitamos las visas a Canadá.
A través de este testimonio acuso al Gobierno del golpista Augusto Pinochet, por mis catorce años de exilio; a quienes dirigieron la Academia de Guerra Naval, por las torturas recibidas, y a quienes destruyeron a mi familia dejado cesantes[15] a mis tres hermanos. Pido disculpas por los errores de redacción, pero es difícil rememorar el dolor ya que se vuelve a sentir. Omito detalles en honor a mi familia e hijas y para ahorrar lágrimas que hasta hoy eran en vano, pero detallaré todo en una declaración verbal si me es solicitada.
[1] la autora desea agradecer al escritor Carlos Bôngman que le ayudó a corregir su manuscrito. Remember-Chile ha añadido notas para mejor comprensión de los lectores de todo el mundo. [2] Liceo: centro estatal de enseñanza secundaria que prepara a los estudiantes para su ingreso a las universidades. [3] Unidad Popular: coalición de partidos de izquierda y centroizquierda que triunfó con el Dr. Salvador Allende en las elecciones presidenciales de 1971. Dicha alianza política fue depuesta por el cruento golpe de estado encabezado por Augusto Pinochet en Septiembre de 1973. [4] PAA: La Prueba de Aptitud Académica es un examen anual de conocimientos y capacidades académicas que se lleva a cabo simultáneamente en todo el país con el objeto de seleccionar los postulantes a las universidades. [5] Cachetada: bofetada violenta sobre la cara. [6] Mis viejos: mis padres. [7]La Unidad Popular se abreviaba U.P. La pronunciación "upé" dio origen a varios nombres despectivos. Aquí origina una imaginaria enfermedad, quizá contagiosa. [8] Papas: patatas. [9] La autora se refiere a asuntos relacionados con su partido político. [10] Carabineros: la fuerza de policía militarizada de Chile. Su General en Jefe era el cuarto integrante de la Junta de Gobierno. [11] Servicio Nacional de Investigaciones, o policía civil para investigaciones criminales, que la dictadura empleó también en la represión política. [12] Sacapuntas: afilalápices. [13] picana: instrumento de tortura con el cual se aplican descargas eléctricas en distintas partes del cuerpo. [14] Sigla del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, un partido político a la izquierda de Allende, que no formaba parte de la Unidad Popular, y que también fue objeto de una guerra de exterminio por parte de la dictadura.
[15] desempleados.
La autora de este testimonio, ha suministrado este texto a Memoriaviva. Este texto ya fue publicado en Remember-Chile, al cual agradecemos la digitalizacion del mismo.
I ACCUSE PINOCHET
* traducer “Pato de Valpo” PattydeValpo@hotmail.com
Rosa Gutiérrez Silva wants to share with us the testimony of her own kidnapping, torture and abuse that Chilean Navy officers inflicted on her when she was 17 years old. Nowadays Rosa lives in France. I ACCUSE PINOCHET*
SOURCE: http://www.remember-chile.org.uk/espanol/testimonios/99-11-22rosa.htm
From Argentina Remember-Chile has just received this testimony written by a woman who survived torture and persecution. She was but a high-school student when she was arrested and tortured three times in less than a year. General Izurieta, present Commander in Chief of the Chilean Army, still finds ground to justify the abuse and murders stating that by then Chile was living a war. However this testimony can prove the contrary: Rosa was just a teenager exercising the democratic rights she was entitled to like her own political ideas; was preparing to enter a School of Medicine, she had committed no crime and was in peace with everybody. But the dictatorship was at war with her and after torturing her, the regime pushed her into exile at 17. In this testimony, written after 25 years of silence, Rosa refers to the psychological sequel still haunting her. This document adds up to those of a thousand victims who have attested by themselves or through their relatives. But many others like Rosa have kept silent maybe for too long.
The undersigned declares having left Chile on September 5, 1974 and not come back until 1986 following the mandate of the military regime who had banned me from returning to the country. Seeing that the political scenario is unsafe in Chile, I give my testimony away from my country. I do it because I do not want that the pain, the suffering and grief I went through is left unpunished which I am certain is the anguish that my family and my daughters –and a lot other people- suffered when they were denied the joy of living with their cousins, grandparents and nephews which I myself helped raise and are of very much the same age; according to their exact words Pinochet robbed them their aunt. They kept on asking about their aunt until many years later somebody flung an answer at them which broke their hearts: “Aunt Rosa will never come back!”. I was a member of Chilean Young Communists cherishing the same dreams as any other adolescent. I was head of the Student Council of Liceo Nª1 [1] de Niñas of Valparaíso and had an active role in supporting the Unidad Popular government [2]. I was doing my 4th secondary school year and Prueba de Aptitud Académica (PAA) [3] was closer every day and then I would start my University studies. On September 11, 1973 I was struck by the news of the military coup which I received with great incredulity and the pain of a shattered dream process.
Some 24 days later, while coming back from school I met one of my brothers; he had been waiting for me quite a distance from home to tell me that our house was being searched and warn me not to go any step further because they were looking for me. An I did so but a couple of days later two Navy people burst into my classroom, snatched me out and took me to another school facility where I could recognize some other student council leaders. As an implicit convention, we did not talk to each other.
A Navy officer interrogated me as to the number of communist cells operating at my Liceo; that being a confidential information I denied the answer and alleged ignorance. A couple of cachetadas [4] was my first encounter with reality. I did not know who I was dealing with. I was 17. They set me free but advised me harshly to quit school. I discussed the matter with whom was to be my future husband and partner for 15 years. In the belief this was not serious matter and we should only move to another province, we decided to wait for PAA results. Two months later, in the middle of the night, my father called at my bedroom door saying “Daughter … there is someone looking for you…” When I woke up I realized my house was under search again. Both my viejos [5], he a hairdresser and my mother a housewife, were crying, same as a first cousin. The officer in charge of the group ordered me: “You must go with us!”. My viejos inquired where I was being taken but they did not answer. I walked out of the house half-dressed just wearing what I could take: the night gown, a pair of pants and a sweater my mother could barely reach me. They pushed me into a military truck escorted by armed marines at each side and drove up Cerro O´Higgins. They went into different streets, searching different houses whose doors were kicked open. They snatched fifteen other comrades out of their houses and pushed them into the truck leaving crying and violence in their wake. While parked in front of a house, we heard a shot and nobody was pushed into the truck there. Our heads had been covered with our own pullovers but later they changed to fetid hoods. When the vehicle reached Miradero O`Higgins, a higher area of the neighborhood, they ordered us down and made us stand in line with our shoulders touching. I was the only woman in the group. Somebody ordered: “Aim!” and they fired over our heads. I fell to the ground out of utter terror. You could hear gun fire in the distance. Later on they sped down the hill. We were lying on the truck floor because we were too many. When they drove down Washington street and past our house I got a glimpse of it and saw my viejos; they were crying at the doorframe. I was terrified at the though they might be shot. When we reached Avenida Argentina, a man peeped into the van and exclaimed in a very peculiar voice “So these are the people suffering from ‘upitis’ [6]. Upward!. Upward!” (In time I understood he was ordering we should be taken to the Naval War Academy located in Playa Ancha). We were hooded but could hear the truck was getting away from the downtown area. Only military vehicles were moving around since it was curfew hours. Once at the military premises we were guided up a staircase whose steps I counted following somebody’s whispered advise. It was twenty of them, a landing and then ten others. This pattern repeated up to the fourth floor where we were pushed into a 10x20 room with a few mattresses on the floor. I waited for several days while I couldn’t sleep at night due to the yelling, crying, blowing, moaning and, more than once, a shooting. When an officer came in, we were hooded, watched by armed Navy men with their faces covered by handkerchiefs. Still there was an officer who walked among us with his face uncovered; he was tall, Caucasian, dark eyes and hair. He practiced psychological torture on us by asking: “You want to be home?”. As nobody answered he added: “Me too. You wan to eat chicken stew and potatos?. Me too”. Those words made you feel very bad, you felt like begging; but not anybody, not al least while we remained there, ever broke down. Meanwhile, my viejos, my partner and brothers walked in and out different regiments to know my whereabouts. They managed to get me some clothes with a Navy man they knew confirming thus where I was.
I recognized there Mayor Barrientos’s wife from Viña del Mar and some University student leaders who instructed me not to say a word, that it made things worse, not to talk about my militancy but about the Liceo and that should be all. They took me to my first interrogation, hooded down to the waist, they sat me down and read out my personal record and then asked me: Are you a “J” member? [7]. I answered I wasn’t and added “I am just a UP sympathizer”. They did not believe my words and then I was put to a long session of torture consisting on the application of electric rings they put on my fingers, fingernails and other places. It was always two or three torturers and every now and then a voice would say. “I want to help you”. I cried. More electric rings and cachetadas. They ordered me to get naked. I was very weak and they pushed me to the floor naked as I was. I lost consciousness a couple of times. Later I felt they dragged me to the floor of the common room. At that moment Mayor Barrientos’ wife yelled at them: “What have you done, can’t you see she is just a girl !”.
A few days later they ordered me to get my stuff ready because I would be “transferred”. I was frozen and tried to refresh my memory of the trips I had taken so far in my life which were just a few. I had been to Santiago for party reasons[8] and to Quilpué doing voluntary work. I had been born and lived in Valparaíso all my life.
My prison comrades asked me to repeat my card identification number and full name in case something happened to me. Mrs. Barrientos handed me a little piece of paper and asked me to warn her family to leave the country; that she was all right and the place where she was. I swallowed the paper for fear they could find it in me. They searched even inside our vaginas. I was hooded and in a night operation that kept me terrified, they transferred me. I couldn`t precisely tell our destination; a short while later it was impossible to determine the route they were taking. At La Calera Regiment I was locked in a cell but before stepping in a soldier brutally searched inside my vagina in case I should hide any weapon. From the times of those aggressions I still experience paralyzing terror as a sequel that fourteen years of psychotherapy have been unable to heal; I still get paralyzed at an aggression and cannot run away if I am attacked. My terror increased when I realized I couldn’t breathe and asked them to uncover my face. Then I discovered that my interrogators were not Carabineros [9] or Navy people but Army men.
I was imprisoned until they ordered me to take a shower. They tidied me up a bit and warned me: “Not a word of this”!. Then an officer whom I knew firmly but almost paternally told me: “I’m Lt. Cl. Becker Sepúlveda. Your family talked to one of my mother’s uncles so I am doing this for the sake of my uncle and not yours. And as this puts me in a very compromising situation, before we leave I need you to write, in your own hand, your name on this notebook that belonged to some communists. Your brother awaits for you”. I was coward and signed. I had no other alternative so I signed. I apologize if anybody was damaged. The fact that he was one of Manuel Contreras Sepúlveda’s nephews completely protected his impunity and in that position he abused of my family’s sorrow and used me for personal purposes.
On september 5, 1973 I got married with the strong determination to move to another province. The PAA results were published. I had been selected to study either Medicine at Universidad de Concepción or any of the other careers I had applied for. However, once again my wishes were thwarted by a new detention which took place on February 5, 1974 and would determine my life for ever. That day I was at one of my brothers house, babysitting four of my ten nephews. According to my father’s later account, an undercover agent had showed up at his workplace and told him: “Mr. Gutiérrez, I have a message for your daughter, it is from the “J”… we have to know where she is”. My father told them. Since the last detention we had not spent the nights at home again for fear I would be arrested once again. When they got there I was feeding the youngest of my nephews and I was holding him when they knocked at the door. It was Policía de Investigaciones [10] and told me “You are under arrest!”. I felt the world fall down under my feet. They pushed me inside the police car in broad light and waited until we reached the downtown area to hood me and forced me to lie on the floor. When we arrived at Investigaciones Headquarters they took my profile and front pictures as they had done before. They made us roll on the floor and flung weapons and machines guns at us during long torture sessions. All of us high-school students were so heavily beaten up that we just wanted to die. One day I was left alone in the torture chamber, I lifted my hood and could see a small device like an office pencil sharpener plugged in to an electric wall jack. Later I knew that was the electric picana [11]. There was also a sign advising: “Do not exceed in the application of mistreatment since the interrogatee might not be an extremist now but will be a potential one when he leaves the precinct”. After some days of torture, confrontation, mistreatment, vexations and of being duly warned not to enter the University they released me near a Playa Ancha “ascensor” [12] in the Aduana area. I used the same “ascensor” to reach the main street and a fruit seller gave me some cherries and told me they used to release prisoners in that place. He also gave me money to get home. My hands were swollen due to the electric rings and my clothes felt filthy. Once at home I told my partner I would kill myself if I was arrested again.
By the end of August, a man dropped by my house with the purpose of giving me some books and told me: “There is a MIR cell [13] operating under the cover of a hairdresser’s and we need your collaboration”. He said I should meet him a week later under threat of a new arrest and not to see the light again. I contacted my partner since I’d be anything but a collaborator. That same day we went to Santiago and got a passport with an address the Pro-Peace Committee provided us. I was interviewed by a Social Assistant who advised me the best thing was to leave the country considering my short age and my unsafe personal situation. On September 2, 1974 I signed for the last time at a Police Station in Valparaíso (I’d been doing it for more than six months and it was like being prisoner at home) not knowing I wouldn’t be back in twelve years. On September 5 we left Chile by plane together with a dozen other ex-detainees and their partners. Our destination was Mendoza, Argentina where we would get our visas to Canada.
Through this testimony I accuse Pinochet’s dictatorial regime for my 14 year exile; I accuse the authorities in charge of the Naval War Academy for the torture inflicted upon me, those who destroyed my family and deprived my three brothers from their jobs. I apologize for my writing mistakes but you cannot recall the pain and not feeling it once again. For the sake of my family and daughters, I have omitted details; I want to spare them the tears shed in vain till now. However I can reveal particulars in a verbal statement, if I am requested.
Rosa Gutiérrez Silva (Full identification documents provided).
The attestant wishes to thank the writer Carlos Bongkam for helping correct this manuscript. Remember-Chile has added a few notes to make this statement understandable for readers all over the world.
[1] Liceo: State secondary education institution that trains students to enter a University.
[2] Unidad Popular: left and center-left party coalition that achieved the nation’s government with Dr. Salvador Allende in 1971 Presidential Elections. This coalition was overthrown by the cruel military coup lead by Augusto Pinochet on September 1973
[3] PAA: Prueba de Aptitud Académica was an annual exam aimed at measuring academic knowledge and skills. It was simultaneously given across the country and was designed to select students to enter Chilean Universities
[4] Cachetada: violent slap on the face
[5] viejos: parents
[6]Unidad Popular is abbreviated U.P. The pronunciation "upé" gave birth to a number of derisive names. In this case, it is an imaginary disease, maybe contagious
[7] “J”: Juventudes Comunistas de Chile (Chilean Communist Youth) [8] The author refers to matters related with her political party
[9] Carabineros: Chilean militarized police force. Their General-in-Chief was the fourth Junta member
[10] Servicio Nacional de Investigaciones or Civilian Police dedicated to criminal investigation also involved in political suppression by the military regime
[11] picana: torture instrument devised to apply electric shocks to different parts of the body
[12] ascensor: elevators (kind of funicular); they have two counterbalanced cars that go up and down continuously; a common means of transportation in Valparaíso
[13] MIR: Acronym for Movimiento de Izquierda Revolucionaria, political party situated at Allende’s left wing and outside Unidad Popular. They also suffered political suppression from the military government
J'ACCUSE PINOCHET
Site Web : http://www.chile-esmeralda.com/contribuciones/rosagutierrez.htm Source : FUENTE: http://www.remember-chile.org.uk/espanol/testimonios/99-11-22rosa.htm et dans le journal El pais de Espagne.
Rosa Gutiérrez Silva a voulu partager avec nous son témoignage de la séquestration, de la torture et des violences qui lui ont été infligées par l’armée chilienne alors qu’elle avait 18 ans. A cette époque le 30 de Août jusqu`elle a fêtée, ses 18, mais la majorité d`âge a eu a les 21, dans les 70. Rosa réside actuellement en France.
J'ACCUSE PINOCHET [1]
« Remember Chile » a reçu d'Argentine ce témoignage écrit par une femme qui a survécu à la torture et à la persécution. Elle était une lycéenne quand elle a été arrêtée et torturée à trois occasions en moins d’un an. Encore aujourd'hui, le Commandant en chef de l'Armée chilienne, le général Izurieta justifie les crimes et assassinats en affirmant que dans ces années le Chili était en guerre. Le témoignage présent le dément. Rosa était une adolescente qui a exercé son droit démocratique d'avoir des idées politiques. Elle espérait commencer des études de médecine, elle n'avait commis aucune infraction et n'était en guerre avec personne. Mais la dictature était en guerre contre elle et, après l'avoir torturée, elle l'a poussée à l'exil à 17 ans. Dans ce témoignage, écrit après 25 ans de silence, Rosa fait référence aux conséquences psychologiques qui la tourmentent encore aujourd'hui. Son témoignage s’ajoute aux milliers d’autres victimes qui ont parlés pour elles-mêmes ou pour leurs proches. Mais ils il en reste beaucoup d’autres qui, comme Rosa, sont restées silencieuses peut-être trop longtemps.
Je déclare avoir quitté le Chili le 5 septembre 1974 et ne pas y être revenu jusqu'en 1986 car le régime militaire m'avait interdit le retour au pays. Je présente aujourd'hui mon témoignage, en dehors du Chili, parce que les conditions politiques de ce pays sont incertaines. Je le fais parce que je veux que ne restent pas impunis la violence, la douleur et la lacération dont j'ai souffert et qui furent aussi la souffrance de beaucoup, de ma famille, de mes filles qui étaient privées de leurs grands-parents, oncles et cousins et de mes neveux que j'ai aidés à élever et avec qui j'ai peu d'années de différence, eux qui disent: "Pinochet nous a volé notre tante". Ils m’ont longtemps réclamé les uns et les autres jusqu'à ce que la réponse après beaucoup d'années leur déchire l'âme: « La tante Rosa ne reviendra plus »
J'étais militante de la jeunesse communiste chilienne, adolescente avec les idéaux de tous les adolescents. J'ai présidé le conseil d'élèves du lycée Nº 1 de filles de Valparaíso et j'ai supporté activement le gouvernement de l'Unité Populaire [2]. J’étais en quatrième année d'étude secondaire et sur le point de passer l'épreuve d'aptitude académique [3] pour entrer à l'université, quand j’ai appris le 11 septembre 1973 le coup d’état avec l'incrédulité d'un militant et la douleur d'un processus d'idéaux détruits.
24 jours plus tard environ, en rentrant du lycée, j’ai trouvé ma maison occupée. Un de mes frères qui m’attendait au pied de la colline, m'a dit de ne pas rentrer à la maison parce qu'ils m'avaient demandé. Quelques jours plus tard, alors que j’étais au lycée, deux marins sont entrés pour chercher dans la salle de classe et ils m'ont emmené dans une école dans laquelle il y avait plusieurs responsables étudiants. Comme une consigne non préméditée, nous n'avons pas parlé entre nous.
Un officier de marine m'a interrogé au sujet du nombre de cellules communistes qui fonctionnaient dans mon lycée et, comme cela ne devait se dire à personne, j'ai refusé et j'ai nié les faits. Une paire de claques fut ma première confrontation avec la réalité. Je ne savais pas à quoi j’étais confronté. J’avais 17 ans. Ils m'ont libéré en me conseillant avec rudesse d’abandonner mes études. J’ai parlé de cela avec celui qui plus tard fut mon mari et compagnon durant 15 ans. Croyant que ce n'était pas si sérieux et pensant que nous devions seulement partir dans une autre province, nous attendions les résultats de l’épreuve académique avec impatience.
Deux mois plus tard, à l’aube, mon père m’a appelé à la porte de ma chambre et il m'a dit: "Ma fille... ils viennent te chercher..." En me réveillant, je me suis rendu compte que ma maison était encore envahie. Mon père était coiffeur et ma mère femme au foyer. Ils pleuraient tous les deux et un cousin aussi. Celui qui commandait la patrouille m'ordonna: Vous devez nous accompagner. Mes parents voulaient savoir où ils m’emmenaient, mais ils ne répondirent pas. Je suis sorti avec ce que j'ai pu attraper pour m’habiller à moitié: un pyjama, un pantalon et un gilet que maman m’a donné. Ils m’ont fait monter dans un camion militaire infants de marin armés de chaque coté et ils sont montés sur la colline O'Higgins. Ils sont passés par différentes rues de la colline envahissant les maisons et ouvrant les portes à coups de pied. En total ils ont emmené approximativement quinze camarades et ils les ont fait montés dans le véhicule, en laissant cris et violences à chaque endroit. Dans une maison nous avons entendu un coup de feu et là personne n’est monté. Nous avons été encapuchonnés avec nos pull-overs qui plus tard ont été remplacés par des capuches malodorantes. En arrivant en haut de la colline, dans un lieu appelé place Miradero O'Higgins, ils nous ont fait descendre et ils nous ont placés en file en nous prenant par les épaules. J'étais la seule femme du groupe. Quelqu'un a ordonné: pointez! Et ils ont tirés au dessus de nos têtes,… je suis tombé de peur. Au loin on entendait des rafales de mitrailleuses.
Ensuite ils ont descendu la colline à toute vitesse. Comme nous étions nombreux, ils nous ont couché sur le sol du camion. Quand nous avons atteint le bas de la rue Washington je pouvais voir ma maison et mes parents pleurer devant la porte, j'étais terrifiée à l’idée qu’ils leur tirent dessus. A la hauteur de l'Avenue Argentine, un grand monsieur s'est appuyé sur le véhicule et dit d’une une voix spéciale: "Ce sont des personnes malades de «l'upitis» [4]. En haut, En haut!” (Avec le temps je me suis rendu compte que l'ordre qu’il avait donné était qu'ils nous emmènent à l’Academia de Guerra Naval qui se situait à Playa Ancha). Nous étions sous des capuches et nous avions entendu que l’on nous déplaçait loin du centre. Seuls circulaient des Véhicules militaires car il y avait couvre feu. Dans l’enceinte militaire ils nous ont faits monter en haut d’escaliers. J'ai compté les marches car quelqu'un m'a chuchoté de les compter. Il y avait vingt marches, puis un étage et ensuite dix marches. Ainsi jusqu'au quatrième étage où ils nous ont poussés à l'intérieur d'une pièce. C'était une cellule de dix mètres sur vingt avec quelques matelas sur le sol.
Pendant plusieurs jours j'ai attendu, et pendant la nuit je n'ai pas dormi à cause des cris, des hurlements, des coups et des gémissements et, plus qu'une fois, des coups de feu. Quand entrait un officier, en général vers six heures de l'après-midi, ils nous encapuchonnaient et des marins prenaient soin de nous avec un foulard sur le visage et une mitraillette. Mais il y avait un officier qui a passait parmi nous à visage découvert. Il était grand et avait le visage avec des traits caucasiens, les cheveux et les yeux noirs. Il nous torturait psychologiquement en nous disant: "Vous voulez être chez vous? " Personne ne répondait et il a disait: "Moi aussi. Vous voulez manger du poulet avec des patates frites? Moi aussi". Ces mots nous faisaient mal, ils nous donnaient envie supplier, mais personne n’a craqué, tout du moins pendant que j'ai été détenu là. Mes parents, mon compagnon et mes frères ont visité les régiments pour connaître mon lieu de détention. Par l’intermédiaire d’un marin de leurs connaissances, ils me firent parvenir des vêtements et ils s’assurèrent ainsi du lieu où j’étais.
Pendant ma détention j’ai reconnu le femme de Mr Barrientos, le maire de Viña del Mar et quelques dirigeants de l'université qui m'ont donnés des instructions; ne rien dire était le pire, mais il ne fallait pas parler de mon militantisme mais du lycée et de rien d’autre. Ils m'ont emmenée au premier interrogatoire, encapuchonné jusqu'à la taille. Ils me firent asseoir et ils ont lu mon dossier. Alors ils m'ont demandé: "Est-ce que vous militez dans la JOTA [5]? J’ai nié et j'ai dit: "Je sympathise seulement avec l'Unité Populaire" Ils ne me croyaient pas et ensuite j’ais eu une longue sessions de torture avec de l’électricité à travers des bagues qu’ils m'ont mises autour des doigts des mains, dans les ongles et à d’autres endroits. Ils étaient toujours deux ou trois me torturant et de temps en temps une voix me disait: "Je veux vous aider". Et je pleurais. Encore des bagues électriques et des claques. Ils m'ont fait déshabillé. Je n'avais pas de forces et, déshabillée, ils m’ont jetée au sol. J'ai perdu connaissance plusieurs fois. Alors j'ai senti qu'ils m'ont traîné et m’ont laissée sur le sol de la cellule commune. Là, le femme de Mr Barrientos le maire leurs a crié: "Que vous lui avez vous fait? Vous ne vous rendez pas compte que c’est une enfant! "
Quelques jours plus tard, ils m'ont ordonné de préparer mes affaires pour un "transfère". J'étais gelée, j’ai essayé de rafraîchir ma mémoire avec les images de mes voyages qui n'étaient pas nombreux. J‘était seulement allé à Santiago pour le parti [6] et dans la région de Quilpué pour des travaux volontaires. J’étais née et j’avais toujours vécu à Valparaíso.
Les camarades qui étaient dans cet endroit me firent répéter le numéro de ma carte d'identité et mon nom complet dans le cas où il sa passerait quelque chose. La femme de Mr Barrientos me donna un petit papier et elle m’a dit d’informer sa famille qui était en dehors du pays qu'elle allait bien et de l’endroit où elle était. Ce papier, je l'ai mangé par crainte qu’ils ne le trouvent. Ils nous inspectaient jusqu'au vagin. Ils me mirent la capuche et m’ont transférer de nuit. J’étais terrorisée car c'était la nuit. Je ne savais pas où nous allions car après un moment il devenait impossible de deviner la direction que nous prenions. Au régiment de Le Calera ils m'ont fait descendre et j'ai été enfermée seul dans une cellule. Avant d'entrer, un soldat m'a inspectée d’une manière brutale, en introduisant ses mains dans mon vagin pour contrôler si j’avais des armes. (Depuis ces agressions la panique qui me paralyse dure encore. Après quatorze années de psychanalyse, je me paralyse encore devant une agression et je incapable de m'échapper devant une attaque). Ma terreur a augmentée quand je me suis rendu compte que je ne pouvais pas respirer et j'ai demandé qu'ils soulèvent ma capuche. Alors j'ai observé qu’il n'y avait ni marin ni carabiniers [7], mais des soldats de l'armée de terre.
Je suis restée dans la cellule jusqu'à ce qu'ils me forcent à prendre une douche. Ils m'ont arrangée un petit et ils m'ont dit: "Pas un mot de ce que tu as vu! " Alors un soldat que je ne connaissais pas m'a traitée avec fermeté, mais presque paternellement. Il m'a dit: "Je suis le Lieutenant Colonel Becker Sepúlveda. Ta famille a parlé avec un oncle de ma mère. Comme tu verras, je fais cela pour mon grand oncle et pas pour toi et je me compromets ainsi. Pour te libérer j'ai besoin que tu mettes ton nom et ta signature sur ce cahier de quelques communistes. Ton frère t’attend."J'ai perdu courage et j'ai signé. Je n’avais pas d’autre alternative et j'ai signé. Je demande pardon si j’ai fait du tord à quelqu'un. Ce Lieutenant Colonel était le neveu de Manuel Contreras Sepúlveda et son impunité était complètement assurée. Il a ainsi abusé de la douleur de toute ma famille et il m'a aussi utilisée pour des fins personnelles.
Le 5 décembre 1973 je me suis mariée et j’ai pris la ferme décision ferme de partir dans autre province. Les résultats du PAA [3] furent publiés et j’étais sélectionnée pour rentrer en médecine à l'université de Concepción mais aussi dans tous les autres cursus pour lesquels je m’étais inscrite. Mais tout cela fut remis en cause par une troisième détention qui a sans un doute marqué ma vie à jamais. En février 1974 ils m'ont arrêté une troisième fois. J'étais dans la maison d'un de mes frères et je prenais soin de quatre de mes dix neveux. D'après l'histoire que me compta plus tard mon père, quelqu’un déguisé était arrivé au magasin de coiffure et lui a dit: "Mr Gutiérrez: J'ai un message de la JOTA [5] pour votre fille... nous avons besoin de savoir où elle est." Et mon papa lui dit où j'étais. Depuis de ma dernière détention nous ne dormions plus dans la maison de mes parents par peur d'être encore arrêté. Quand ils sont arrivés pour me chercher, je donnais le biberon au plus jeune de mes neveux et avec c’est avec lui dans mes bras que je suis sortie pour ouvrir. Ils étaient de la sécurité intérieure, ils m'ont dit: "Vous êtes arrêtée! " J'ai senti que tout s’effondrait sur moi. Ils m'ont introduit en plein jour dans une voiture et c’est seulement en arrivant au centre de Valparaíso qu’ils me mirent la capuche me firent m’allonger sur le sol du véhicule.
En arrivant au poste de police, comme à chaque fois auparavant, ils m'ont photographiée de face et de profil. Pendant les sessions de torture ils nous ont faits ramper sur le sol et ils nous ont jetés des mitraillettes et des armes sur le corps, et cela durait. Tous les détenus étaient des élèves du secondaire, ils nous ont frappés avec rage et vraiment quand ils nous frappaient, nous voulions seulement mourir. Dans une occasion j'ai senti que j'était seule dans la salle de torture, j'ai soulevé le capuchon et j’ai pu voir une petite machine, comme un taille crayon de bureau, branchée au mur avec une prise (j’ai su ensuite que c'était l’aiguillon électrique [8]). Il y avait aussi un poster qui disait: "Vous ne devez vous trop vous limiter dans les mauvais traitements car celui qui est interrogé, qu’il soit ou non extrémiste, sera un extrémiste en puissance." Après quelques jours de tortures, confrontations, abus et railleries, avec la menace de ne pas entrer à l'université on m'a relâché dans un ascenseur de Playa Ancha, près de la douane. Je suis descendu par le même ascenseur et dans la rue un forain qui vendait des fruits m'a donné des cerises et m'a dit que c'était habituel qu'ils nous ont laissent ici. Il m'a aussi donné de l'argent pour me rendre à la maison. J'avais les mains gonflées par les bagues et je sentais mes vêtements sales. Arrivée à la maison j'ai dit seulement mon compagnon que je me suiciderais si j’étais encore arrêtée.
À la fin du mois d'août j'étais à la maison pour rendre des livres quand un homme est arrivé et m'a dit: "Il y a une cellule du MIR [9] qui fonctionne dans un magasin de coiffure et nous avons besoin de votre collaboration." Il m'a donné rendez-vous une semaine plus tard sous la menace de m’arrêter et ne pas compter encore l'histoire. J'ai contacté mon compagnon car je préférais tout plus tôt que de collaborer et le jour même nous partîmes vers Santiago où nous faisons faire un passeport avec une fausse adresse par l’entremise du Comité pour la Paix. J’ai eu une entrevue avec une assistante social qui m'a recommandée de quitter le pays compte tenu de mon age et du danger ma situation personnelle. Le 2 septembre 1974 je suis allé signer pour la dernière fois dans un commissariat de Valparaíso (Je faisais cela à l’époque depuis déjà 6 mois et c’était comme être détenu chez soi). Je ne savais pas alors que je ne reviendrais pas dans ma ville natale durant douze ans. Le 5 septembre nous quittâmes le Chili par avion avec une dizaine d'autres personnes qui avaient aussi été détenues et des couples comme nous, pour aller à Mendoza en Argentine pour obtenir des visas pour le Canada.
À travers ce témoignage j'accuse le Gouvernement du punchiste Augusto Pinochet pour mes quatorze années d'exil. J’accuse ceux qui ont dirigé l'Académia de Guerra Naval pour les tortures reçues. Et j’accuse tout ceux qui ont détruit à ma famille laissant mes trois frères sans emploi. Je m'excuse pour les erreurs de rédaction, mais c'est difficile de se souvenir de la douleur que l’on ressent de nouveau. J’ai omis des détails pour l’honneur de ma famille et de mes filles et économiser les larmes qui coulaient en vain jusqu'à aujourd'hui, mais je détaillerais tout dans une déclaration verbale si elle m’était demandée.
Rosa Gutiérrez Silva (Adresse et documents donnés d'identité)
[1] L'auteur veut remercier l'écrivain Carlos Bongcan-Wyss qui l'a aidé à corriger son manuscrit dans sa version originale en espagnol. La traduction française est d’Alain Lenud, le mari français de Rosa. Des notes ont été ajoutées pour une meilleure compréhension des lecteurs. [2] Unité Populaire: coalition de partis de gauches et centre-droit qui a triomphé aux élections présidentielles de 1971 avec le Dr Salvador Allende. Cette alliance politique a été déposée par le coup d'état sanglant conduit par Augusto Pinochet en septembre de 1973. [3] PAA ou Epreuve d'Aptitude Académique est un examen annuel de connaissance et capacités académiques qu'il est passé simultanément dans tout le pays pour sélectionner les postulants à l’universités et qui est l’équivalent du baccalauréat français. [4] L’Unité Populaire, UP en abrégé. Le son ‘upé’ a donné naissance à plusieurs noms péjoratifs. Ici, le suffixe ‘is’ évoque une maladie imaginaire, peut-être contagieuse. [5] JOTA : La jeunesse communiste du Chili. [6] Le parti communiste en l’occurrence. [7] Carabiniers: la force de police militarisée de Chili. Son général en chef était le quatrième membre de la junte militaire. [8] La ‘gégène’ bien connue en Algérie. [9] Initiales du Mouvement de Gauche Révolutionnaire (Movimiento de Izquierda Revolutionaria), un parti politique d’extrême gauche qui ne faisait pas partie de l'Unité Populaire, et qui était aussi l’objet d'une guerre d'extermination de la part de la dictature. |