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Ossa Galdames Jaime Ignacio – Memoria Viva

Ossa Galdames Jaime Ignacio

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Museo de la Memoria
Museo de la Memoria


Fecha Detención : 20-10-1975
Comuna Detención : Santiago

Fecha Asesinato : 25-10-1975
Comuna Asesinato : Santiago


Edad : 32

Partido Político : Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
Oficio o Profesión : Profesor

Estado Civil e Hijos :
Nacionalidad : chileno


Fuente :Informe Rettig

Categoría : Antecedentes del Caso

El 25 de octubre de 1975 fue muerto Jaime Ignacio OSSA GALDAMES, profesor y militante del MIR. Había sido detenido en Santiago el día 20 del mismo mes por agentes de la DINA, en casa de sus padres.

El detenido fue llevado a Villa Grimaldi donde fue visto por testigos. En ese lugar, según relatos recogidos, fue torturado y se le escuchó decir a los agentes, presas de nerviosismo, que el detenido se había muerto de un infarto luego de habérsele suministrado agua.

A los padres de la víctima se les había informado en el SENDET que éste se encontraba detenido en Cuatro Alamos, pero ahí lo negaron, y al insistir en el SENDET negaron esta vez también la detención.

El 10 de diciembre fue encontrado el cuerpo en el Instituto Médico Legal por funcionarios del Comité Pro-Paz que realizaban gestiones referidas a otra víctima. En esa institución existe constancia de que el cuerpo fue ingresado el 25 de octubre por «el Servicio de Seguridad del Gobierno». La causa de la muerte fue un traumatismo abdómino vertebral.
En el proceso seguido por el arresto ilegal, el Subsecretario del Interior de la época respondió, señalando que el detenido había sido sacado de su lugar de reclusión y que en un acto suicida se había lanzado a las ruedas de un vehículo, a consecuencia de lo cual se habría producido su deceso. La respuesta acompañó un documento firmado por el Jefe de la DINA donde se autoriza la salida del centro de detención de la víctima.

La versión oficial se contradice absolutamente con los antecedentes reunidos por esta Comisión que indican que su fallecimiento se produjo dentro del cuartel de la DINA y a consecuencia de los malos tratos que sufriera en el la víctima.

La Comisión está convencida de que Jaime Ignacio Ossa fue murió como consecuencia de torturas de manos de agentes del Estado, quienes violaron así sus derechos humanos. 
 

 


Relatos de Los Hechos

Fuente :Revista Punto Final, Mayo 2001

Categoría : Antecedentes del Caso

JAIME OSSA EN LA MEMORIA 

Las falsedades e inexactitudes de la información entregada por las Fuerzas Armadas sobre el destino de 180 desaparecidos hacen volver atrás. Aunque han pasado más de 20 años, los institutos armados siguen jugando con la verdad de lo ocurrido a las víctimas del régimen militar, consecuentes con un largo historial de crímenes y mentiras sin el menor respeto a los familiares. 
“Un caso emblemático, en este sentido, es el de Jaime Ignacio Ossa Galdames, profesor de castellano de la Universidad Católica y militante del MIR, detenido el 20 de octubre de 1975, cuando tenía 32 años. El 27 del mismo mes el gobierno reconoció su arresto. Pero su cadáver había ingresado al Instituto Médico Legal el día 25 como fallecido en un accidente de tránsito. Mediante un oficio, Manuel Contreras, director de la Dina, informó después que el detenido se había suicidado lanzándose contra una camioneta de la Dina en Avenida España, mientras era trasladado de un lugar a otro. Sin embargo, Carabineros no registró ningún accidente ese día en ese sector. Es más, varios testigos vieron a Jaime Ossa en Villa Grimaldi y uno de ellos consigna el momento de su muerte bajo torturas en un testimonio en poder de la justicia. 
El asesinato del profesor Ossa originó una de las más de 200 querellas criminales presentadas contra Augusto Pinochet y Manuel Contreras- por “crímenes de guerra, lesiones, secuestro agravado con homicidio, tortura y asociación ilícita genocida”. La querella, firmada por Rosa Reyes Ossa, prima hermana de la víctima, y patrocinada por el abogado Nelson Caucoto, fue presentada el 20 de junio del año 2000 y se extiende a todos los que resulten responsables en calidad de autores, cómplices o encubridores de la detención, torturas y muerte de Jaime Ossa. Se argumenta que en estos delitos es inaplicable cualquiera amnistía. 
El profesor de la Universidad Católica era un intelectual reconocido. Quienes lo conocieron lo describen como un hombre alto, corpulento, moreno y buen mozo, extrovertido y vital. Tenía una promisoria carrera. Sus textos y poemas habían sido incluidos en publicaciones universitarias y literarias. Tanto el escritor Carlos Droguet, Premio Nacional de Literatura, como el historiador Gabriel Salazar, entre otros, le dedicaron posterioridad algunas de sus obras. 

COMIENZA EL CALVARIO 

Alrededor de las once horas del 20 de octubre de 1975, seis agentes de la DINA –cinco hombres y una mujer- entraron violentamente a la casa de Jaime Ossa, en calle Argentina 9157, comuna de La Cisterna. Sólo se encontraban sus padres y José Moya Raurich, también militante del MIR, quien fue atado e interrogado. Jaime Ossa llegó cerca de las doce e inmediatamente fue golpeado, mientras trasladaban a sus padres a otra pieza. Aproximadamente a las quince horas se llevaron a ambos jóvenes envueltos en frazadas y los subieron a una camioneta.”Desde ese día no volvimos a ver a Jaime”, declara su prima Rosa Reyes. Sus tíos permanecieron cinco días retenidos e incomunicados en su propio hogar, convertido en una ratonera por agentes de la DINA. 
El 21 de octubre se presentó un recurso de amparo en la Corte de Apelaciones. El día 27, el ministerio del Interior informó que Jaime estaba detenido e incomunicado en Cuatro Alamos. La familia interpuso una querella en el Cuarto Juzgado del Crimen. Pero la información fue relativizada a fines de noviembre cuando la Secretaría Nacional de Detenidos (Sendet) señaló que no existía seguridad acerca del lugar en que se encontraba Jaime Ossa. Luego, el 1 de diciembre avisaron a los familiares que la información sobre la detención en Cuatro Alamos quedaba nula. El 11 de diciembre, un abogado que estaba viendo su situación se enteró por casualidad en una oficina del Registro Civil que su defendido había sido sepultado en una fosa común del Cementerio General. La familia recibió el 12 de diciembre el certificado de defunción y obtuvo la autorización para retirar el cuerpo. En el Instituto Médico Legal figuraba como fallecido el 25 de octubre de 1975 en la vía pública. Más tarde, luego de un segundo recurso de amparo y de la petición de un ministro en visita-que fue denegada-, el Ministerio del Interior y la DINA entregaron la versión del acto suicida. En un informe suscrito por Manuel Contreras y dirigido al ministro del Interior, Raúl Benavides Escobar, se afirma que durante el interrogatorio a Jaime Ossa en Cuatro Alamos, éste “indicó la existencia de un depósito de documentación y propaganda armada de la comisión política del MIR en avenida España, no recordándose del número, pero sí sabiendo llegar”. Supuestamente, dos camionetas de la DINA lo condujeron al lugar, pero cuando lo bajaban de una de ellas “dio un salto hacia el otro vehículo en marcha siendo arrollado por éste con sus ruedas delanteras. El individuo falleció inmediatamente”. El Ministro del Interior, Raúl Benavides, y el subsecretario Enrique Montero Marx repitieron la misma versión. “Nunca se señaló que vehículo y que conductor atropelló a Jaime”, denuncia su prima. En una declaración de oficio al Cuarto Juzgado del Crimen de San Miguel, Carabineros de Chile señaló que “no existen antecedentes” sobre tal accidente de tránsito. Los vecinos tampoco vieron ni escucharon nada. 

LA VERDADERA HISTORIA 

De acuerdo con declaraciones de testigos incorporadas a la querella, entre los cuales está su amigo José Moya Raurich, ambos fueron conducidos a Villa Grimaldi donde fueron interrogados y torturados. El último día que José divisó a Jaime fue el 24 de octubre en la noche, cuando lo llevaban a la sala de torturas. Otra ex Detenida, Delia Veraguas Segura, declaró que había llegado al cuartel de la DINA con la ropa hecha jirones, ya muy golpeado, y que lo pudo ver los días 21 y 22 de octubre. “Era corpulento, moreno, más bien buen mozo…Fue salvajemente torturado y las veces que pude verlo estaba muy mal, en una oportunidad fue después que le habían aplicado en grado superior la tortura, colgado de unos árboles. Luego lo vi traído por dos guardias, desnudo, con su camisa encima ensangrentada, y la última vez no podía sostenerse y se caía vomitando sin parar”. 
El testimonio más revelador es el de Selva Hidalgo Fuentes, también ex detenida en Villa Grimaldi, quien escuchó que torturaban a alguien en la noche del 24 de octubre hasta altas horas de la madrugada. El sábado 25, entre el mediodía y las 15 horas aproximadamente, 
Los agentes comenzaron a correr agitados gritándose garabatos entre ellos porque le habían dado agua a un detenido luego de aplicarle corriente…Uno de ellos gritó que Ossa se fue cortado, porque este huevón le dio agua y le dio un paro al corazón”. 
Jaime Ossa fue asesinado por torturas. “El peor de los delitos”, afirma la querellante. “Pinochet Ugarte siempre supo lo que estaba ocurriendo…Y Manuel Contreras Sepúlveda, en su calidad de director ejecutivo de la DINA, implementó en la práctica el designio criminal diseñado por Pinochet”, agrega. En la querella se pide también se tome declaración en calidad de inculpados a Miguel Krassnof Martchenko,Oscaldo Romo MENA y Marcelo Morén Brito, el sangriento trío de torturadores de la DINA. 

“ERA MAS UN LITERATO QUE UN ACTIVISTA” (Encuadrado) 

Para el historiador Gabriel Salazar, Jaime Ossa era simplemente “el Nacho”-acostumbraba a usar su segundo nombre, Ignacio-. Los dos coincidieron a fines de 1971: hacían clases en la universidad Católica y militaban en el MIR en una unidad de profesores universitarios. “A pesar que estuvimos poco tiempo juntos, nos unió una amistad profunda. El, como literato, estaba muy volcado a la poesía y, sobre todo, al teatro, y a mi me interesaban ambas cosas, aunque yo estaba en el campo de la historia, de la teoría, la filosofía y sociología. Trabamos una amistad muy linda, incluso al margen de la actividad militante, y confiábamos mucho el uno en el otro. El consideraba que yo podía aportar más a la revolución desde el punto de vista teórico, mientras él se ocuparía de la parte artística y literaria de la revolución. ¡ Nos repartíamos las tareas de acuerdo con las especializaciones profesionales!”. Lo recuerda como “un tipo muy agradable, honesto, extrovertido y simpático”. 
Después del golpe perdieron contacto, entre otras cosas porque Gabriel Salazar fue exonerado y cada cual quedó militando en distintos sectores. Sin embargo, volvieron a encontrarse en un inolvidable cumpleaños de Gabriel, el 31 de enero de 1975, cuando se juntaron en su casa a compartir un pato asado. 
Había varios miristas que después cayeron detenidos, entre ellos Jaime y el mismo dueño de casa. “En rigor, fue un encuentro absolutamente antiorgánico, porque todos estábamos en distintas tareas, pero fue más fuerte la amistad”. 
Luego del enfrentamiento en Malloco entre agentes de la DINA y los miembros de la comisión política del MIR, en octubre de ese año-donde murió combatiendo Dagoberto Pérez-, fueron detenidos Gabriel Salazar, Jaime Ignacio Ossa y otros miristas, con sólo algunos días de diferencia. “Los ‘dinos’ trataron de hacer hablar a Ignacio lo que no sabía, porque creyeron que tenía mayores responsabilidades. Yo lo vi en Villa Grimaldi un momento breve, intercambiamos unas pocas palabras, lo habían tenido en la parrilla eléctrica y se veía muy sofocado, respiraba con dificultad. Mucho después supe de su muerte y me causó una impresión terrible. Luego del golpe habíamos conversado muy largamente. Su novia se había ido a Europa y tenía todo listo para que él partiera a reunirse con ella. Pero nacho estaba dudoso y me preguntó que haría yo. Le dije: ‘pase lo que pase yo me quedo’. Y él dijo que también lo haría, por decisión política. Cuando supe de su muerte, recordé eso y me dejó muy complicado. El era mucho más un literato que un activista, sin embargo sentía un compromiso tan profundo que optó por quedarse a riesgo de su vida. Pienso que es una de las figuras que debe ser rescatada.” 
Para Gabriel Salazar, el compromiso que adquirieron con Nacho sigue vigente. Por eso, cada vez que ha publicado trabajos en una línea política y revolucionaria se los ha dedicado. 

Nota: La querella fue tomada primero por el juez Juan Guzmán. Posteriormente fue traspasada al juez especial Daniel Sólis, quien sustancia la causa por desaparecimientos y ejecuciones en Villa Grimaldi. 

Texto de PATRICIA BRAVO


Morir en la tortura

Fuente :sech.cl, 25 de Octubre 2020

Categoría : Prensa

Reportaje de investigación con el relato del cruel asesinato en 1975 del escritor, poeta, dramaturgo, ensayista y académico de la Universidad Católica Ignacio Ossa. Agentes de la dictadura de Augusto Pinochet lo flagelaron hasta que su corazón falló. La Sech lo declaró socio póstumo el año 2018 

por Carlos Antonio Vergara

La muerte bajo torturas es uno de los peores crímenes contra la humanidad. Y uno de ellos es el del escritor y académico de la Universidad Católica de 32 años, Jaime Ignacio Ossa Galdames, asesinado en el ex Cuartel Terranova de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), un ex centro secreto de tortura y exterminio ubicado en Avenida José Arrieta 3.200, Peñalolén. El crimen se consumó el 25 de octubre de 1975.

Ossa fue detenido el 20 de ese mes en el domicilio de sus padres en calle Argentina 9157, en la comuna de La Cisterna. Hasta allí llegó una camioneta Chevrolet C-10 con toldo verde, conducida por Basclay Zapata (1946-2017), alias El Troglo, junto con Tulio Pereira (1935-1976), jefe de la Agrupación Halcón 1 de la Dina.

La dictadura realizó una importación especial de Chevrolet C-10 desde Estados Unidos para asignarlas a la Dina, órgano represivo que funcionó bajo órdenes directas de Augusto Pinochet entre fines de 1973 y 1977. Estos vehículos cumplían los requisitos de los represores. En la parte trasera, de la carga, podían llevar varios detenidos y sus captores. Además, eran suficientemente largas para posteriormente transportar sus cadáveres y enterrarlos en fosas comunes clandestinas, para llevar los cuerpos hasta el aeródromo de Tobalaba o al centro militar de Peldehue, desde donde helicópteros Puma del Ejército de Chile los lanzaban al mar. En el mejor de los casos, los llevaban al Instituto Médico Legal en calidad de NN.   

En la patrulla represiva venían otros tres agentes y una mujer, la empleada civil de la Armada, Teresa del Carmen Osorio Navarro (1956), esposa de Zapata, alias la Chica Tere, de quien no fue posible probar su participación en este crimen, pero los testigos que sobrevivieron, la vieron allí. Osorio olfateaba la sangre y siempre estaba donde corría o debía correr posteriormente. Ha sido condenada en numerosos otros crímenes.

En la UC entregaron el domicilio

Antes de llegar a calle Argentina, sus secuestradores fueron a buscarlo a la Universidad Católica (UC). Allí no lo encontraron, pero si les proporcionaron los datos de su domicilio. El rector de la UC era Jorge Swett, y su jefe de gabinete, el ex diputado y senador de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Carlos Bombal Otaegui (1950). Ejercía como como Pro-Gran Canciller el cardenal Jorge Medina (1926). En antecedentes judiciales sobre la desaparición de otro profesor de la UC, el militante comunista Juan Avalos Davinson (1944-1976), detenido desaparecido, Bombal reconoció judicialmente haber entregado los antecedentes personales del profesor Avalos a sus asesinos.

Ossa hacía clases en el Instituto de Letras de la Universidad Católica. Allí impartía las cátedras de Ciencias Fónicas I y II y Teatro Hispanoamericano. Además, ejercía como profesor de castellano en el Liceo de Maipú y el Liceo Vespertino Juan Bosco en Santiago. Sus ensayos, críticas y poemas formaban parte de publicaciones universitarias.

Pasadas las 9 de la mañana “entraron sigilosa y repentinamente. En ese momento solo se encontraban mis padres y un joven que había llegado hace unas tres semanas. Su trato en todo momento fue extremadamente brutal; mi madre (Otilia Galdames, NDR) fue lanzada sobre un sillón, luego encañonada con una pistola, le botaron la comida que tenía preparada y mi padre (Oscar Ossa) fue amenazado y encañonado”, señaló en un recurso de amparo su hermana Guadalupe Ossa, el 21 de octubre de 1975, quien falleció en 1999 sin ver justicia, tal como sus padres.

Enlace, tarea peligrosa

El joven era José Moya Raurich, miembro del Comité Central del MIR de 22 años, a quien no esperaban encontrar, pero que era buscado intensamente. Moya no tenía donde esconderse en ese momento.  

“Conocí a Ignacio Ossa tres semanas antes de su detención. Me fue asignado para labores de comunicación. Me lo presentaron en un punto de contacto en avenida Matta con Portugal. Conversamos en el trayecto y nos pusimos de acuerdo para que yo me fuera a vivir con él, pues no había sido posible arrendar una vivienda: El decidió llevarme a vivir a la casa de sus padres, mientras lográbamos alquilar un lugar más definitivo”, precisó al autor.

“En forma violenta los agentes de la Dina comenzaron a interrogarme, requiriendo mi identidad, atándome y tendiéndome en el piso”, declaró Moya a la justicia al relatar el secuestro.

El académico había salido a realizar sus actividades habituales. Días antes, una joven delgada de 24 años, estudiante de cuarto año de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Gabriela Salazar, había retirado desde un hotel un bolso de cuero. “No sabía de donde ni que venía allí. Me lo llevé así a mi casa”.

“Ignacio asumió una de las tareas más difíciles y más ingratas, como es ser enlace y hacerse cargo de las comunicaciones clandestinas”, indicó Moya.

“Las tareas de enlace son las más arriesgadas y también son complicadas porque no permiten generar mayores vínculos. Es distinta la militancia cuando dentro de un pequeño grupo se convive, se realizan actividades en conjunto, se redacta un panfleto, se sale a hacer un rayado, una acción operativa, hay una convivencia grupal. En el tema de las comunicaciones, de acuerdo a la experiencia que nosotros desarrollamos en esa época, los enlaces tenían que pecar de un ostracismo único, y solo reconocerse visualmente. En ocasiones incluso sin contacto físico, sino a través de terceras personas generosas que facilitaban su lugar de trabajo, sus viviendas para que fuera usado como buzón, en el cual se depositaban las comunicaciones y se retiraban. Debe haber una gran convicción, una gran entereza de una persona para estar dispuesto a asumir una tarea como la que realizó Ignacio Ossa”, señaló Moya.

El bolso de cuero que venía de París

La Dina rastreaba Santiago intentando localizar eventuales puntos de contacto de los militantes de los partidos opositores a Pinochet, por ello, para no despertar sospechas, Gabriela se vistió ese día “como si fuera una persona que se encontraba haciendo labores domésticas, con un delantal. Puse el encargo en una de esas bolsas con que una va a la feria, coloqué una mata de apio y pan. Lo metí al fondo, tapado con el pan. Así lo entregué”, detalló al autor.

Gabriela no conocía al profesor Ossa. “Me encontré con él en una calle en Avenida República u otra de ese barrio. Intercambiamos un par de palabras y nada más. El me dijo ¿te puedo ayudar con las bolsas? Y yo se la pasé. Luego dimos vuelta la calle. Nos despedimos de un beso y se fue”, expresó con lágrimas en los ojos al recordar los hechos.

La investigadora y profesora universitaria Gabriela Salazar

Ossa tomó luego locomoción colectiva hacia el sur de Santiago que circulaba por la Gran Avenida, rumbo a la casa de calle Argentina. Sería la última vez que recorrería las calles de Santiago de Chile. Era primavera. Le quedaban apenas cinco días de vida.

Moya permaneció toda la mañana amarrado en el suelo. En el intertanto, llegaron más agentes. Cuando el profesor Ossa regresó, alrededor del mediodía, se produjo un revuelo entre los agentes, porque se dieron cuenta que en el interior del bolso de cuero, había dinero y documentación del MIR que provenía del exterior.

Moya recordó la escena 42 años después en la oficina de su trabajo en la comuna de La Reina.

Apenas llegó Ignacio – relató – los agentes se abalanzaron sobre él y las pertenencias que portaba. Antes de romper el bolso, lo abren. “Era elegante, y sacan una caja metálica que venía con tabaco, una pipa, cosas que lo acompañaban, para que no fuera vacío”.

Los resistentes a la dictadura denominaron ´barretínes´ a los objetos que servían para ocultar otros objetos y pasar desapercibidos ante controles rutinarios de las policías. 

Agentes enloquecidos con dólares

La inspección sin embargo no era una rutina. Se trataba de integrantes de un organismo especializado en combatir a partidos y militantes clandestinos que no se detenía ante los peores crímenes con tal de lograr sus objetivos.

El ‘barretín’ que había viajado desde París estaba entremedio de los cueros. En él habían varios miles de dólares. Provenían de un día de sueldo mensual que donaron militantes y trabajadores franceses y lo transportó una persona que lo entregó y regresó de inmediato a Francia. Ello motivó que comenzaran a interrogar y torturar en su propia casa al profesor Ossa. El hallazgo de dinero enloquecía a los agentes.

“Uno de ellos saca la cajita y me la tira en la cara con violencia. Con la pipa me empieza a pegar, me golpea con ella varias veces. Veo el bolso y me doy cuenta que además de todo, justo en esa oportunidad llegó un correo desde el exterior”, recuerda Moya.

Quien inició los flagelos fue el torturador Ricardo Víctor Lawrence Mires (1946), alias Cachete Grande, responsable de la desaparición de más de un centenar de personas y de una decena de homicidios calificados, según distintas causas criminales tramitadas en la justicia chilena. Cachete Grande detenía, torturaba y luego iba a lanzar personalmente a sus víctimas al mar. En este caso, al profesor Ossa lo llevaron a la morgue, seguramente porque no estaba planificado en esos momentos un vuelo de la muerte.      Lawrence jubiló con el grado de teniente coronel de la policía de Carabineros. A pesar de la gravedad de sus crímenes permaneció en libertad bajo fianza dedicado a numerosos negocios hasta días antes de ser condenado por la Corte Suprema en febrero de 2015 por otra desaparición, la de Alfonso Chanfreau desde el centro de tortura y exterminio de Londres 38, momento en que debía cumplir condena en el penal de Punta Peuco. Cachete Grande sabía que si ingresaba a la cárcel no volvería a salir libre con vida. En ese momento decidió fugarse. Hasta que el 10 de enero del año 2020 decidió entregarse en un cuartel de la institución en la cual prestó servicios ubicado en Ñuñoa diciendo escuetamente que había estado “en el sur”. Fue ingresado al Penal de Colina 1 el 11 de enero de 2020, es decir 45 años después de cometidos sus crímenes.

Pero el 20 de noviembre de 1975 Lawrence estaba en la cúspide de su carrera delictual y genocida y decidió seguir esperando si acaso obtenía otra presa en la casa de La Cisterna. El hallazgo hasta el mediodía era suculento e inesperado. 

La unidad de literatos con Carlos Droguett

Al respecto, Juan Ángel Urbina Cáceres, ex funcionario de la Policía de Investigaciones (PDI), destinado a la Dina en julio de 1974, dijo en el proceso que “la principal preocupación de los jefes de los grupos operativos tales como Krassnoff y el mismo Moren Brito no era desarticular el MIR ni emprender acciones patrióticas para salvar a los chilenos, si no que obtener utilidades de los operativos, apropiándose de las remesas que en dólares recibía la gente del MIR, provenientes del extranjero (…) Esta apropiación de los dólares quedaba de manifiesto por los vehículos en que se movilizaban Krassnoff, Moren Brito y otros que para la época, eran costosos”, puntualizó.

El arresto del académico fue consecuencia de los sucesos ocurridos en una parcela de la comuna de Malloco el 16 de octubre, desde donde huyeron el Secretario General del MIR, Andrés Pascal Allende, los miembros de la Comisión Política, Nelson Gutiérrez, Martín Hernández y sus parejas. En el lugar, en la retirada, murió Dagoberto Pérez enfrentando a los agentes de la Dina.

Los dirigentes del MIR antes de huir incendiaron la documentación que poseían, pero quedaron huellas: restos de microfilms con cartas donde aparecía el nombre de Ossa en un escritorio que no se quemó. La Dina no sabía nada de Ossa, salvo que era profesor universitario de literatura de la UC.   

Ossa además, formaba parte de una unidad de literatos del MIR, entre quienes participaba el Premio Nacional de Literatura Carlos Droguett (1912-1996), a quien Ossa entrevistó el 5 de julio de 1975. (Ver reportaje del autor y escuchar audio en https://www.sech.cl/la-sech-recordo-a-los-escritores-asesinados-en-dictadura/ )

El escritor, para evitar correr mayores riesgos en su labor de correo clandestino, con la complicidad de la familia de su tía Raquel Ossa, comenzó a utilizar su hogar para recibir y enviar comunicaciones. Uno de los correos era Raúl Eduardo Guillén Zapata (1939), quien conoció a Ossa como Pablo.

El buzón de Villa Olímpica

“Nos encontramos varias veces en la calle en 1975. Pese a la situación, nos unió una simpatía mutua de inmediato, éramos muy afines en muchas cosas, además de nuestra militancia, así que aprovechábamos nuestros encuentros para hablar de poesía y literatura. Soñábamos con un Chile diferente”, manifestó emocionado Guillén al recordarlo en su departamento de la comuna de Providencia. Guillén fue detenido posteriormente y sobrevivió a la Clínica Santa Lucía 162, Santiago Centro, donde mandaban a recuperarse de la tortura a los prisioneros para seguirlos torturando al igual que Gabriela Salazar. A otros los inyectaban allí y los hacían desaparecer.

“Dado que los puntos en la calle se estaban tornando peligrosos, Pablo me sugirió contactarnos a través de familiares que vivían en la Villa Olímpica, en Ñuñoa y entregar y recibir ‘barretines’ allí. Como forma de justificar mi presencia, me pidió hiciera clases de química a una joven, pues soy ingeniero químico”, rememoró.

Esa joven era su prima hermana Rosa Reyes Ossa, quien interpuso el 20 de junio del año 2000, la querella número 130 contra Augusto Pinochet, Manuel Contreras y quienes resultaren responsables por “crímenes de guerra, lesiones, secuestro agravado con homicidio, tortura y asociación ilícita genocida”.

Rosa Reyes Ossa en el Palacio de los Tribunales de Justicia junto a los testigos Patricio Bustos, Gabriel Salazar y José Moya.

“Yo cursaba Enseñanza Media. Las veces que Ignacio iba a nuestro departamento a dejar o buscar los ‘barretines’, que consistían en paquetes, cajas de detergente u otros, también me hacía clases de castellano, hasta dos días antes de su detención”, recuerda Reyes Ossa.

Ese 20 de octubre la casa de los padres de Ossa era revisada minuciosamente.

La casa de calle Argentina quedó convertida en una ‘ratonera´ durante cinco días. Ratoneras eran los domicilios detectados de opositores detenidos, en los cuales permanecía en su interior oculto personal de la Dina, intentando pasar desapercibidos y dando la impresión que la vivienda tenía una rutina normal, a la espera de que ingresaran eventualmente otras personas para aprehenderlas. En este caso permanecieron allí con sus padres en su interior

Ossa y Moya fueron subidos a la Chevrolet C-10 cuando Cachete Grande se cansó de esperar. Eran pasadas las 15 horas y fueron sacados tapados con frazadas desde la vivienda. En el interior de la camioneta los vendaron. El vehículo inicio la marcha al oriente de Santiago.

Cuando se detuvo el vehículo Moya logró escuchar que abrían un portón metálico el cual producía mucho ruido. Era el portón de Villa Grimaldi.

“Al descender escuché una voz que me llamaba por mi nombre político (Adrián) que utilizaba en el MIR. Con posterioridad me enteré que la persona que me llamó fue Miguel Krassnoff (1946), quien lo conocía por intermedio de un ex miembro del MIR, de apellido Schneider (Leonardo Schneider Jordán 1941-2002, NDR), quien estaba recluido en dicho recinto y colaboraba con ese organismo”, declaró Moya a la justicia.

No podía sostenerse, se caía vomitando

Al otro día de la detención, el 21 de octubre, el diario vespertino La Segunda titulaba acerca de la detención de un importante dirigente del MIR y se refería al trabajo de su dirección exterior. Sus fuentes no eran otras que la cúpula de la Dina.

Ossa y Moya fueron torturados por Krassnoff, Pereira, Zapata y Marcelo Moren Brito (1935-2015), declaró en la investigación el médico Patricio Bustos (1950-2018), uno de los testigos principales del crimen. Bustos estaba detenido por integrar la brigada de sanidad o salud del MIR, que atendía a los heridos. 

“Fue salvajemente torturado y las veces que pude verlo estaba realmente muy mal, después que le habían aplicado en grado superior la tortura, colgado de unos árboles. Luego lo vi traído por dos guardias, desnudo, con su camisa encima ensangrentada y la última vez, no podía sostenerse y se caía vomitando sin parar”, declaró por su parte Delia Veraguas Segura.

En el recinto se encontraba detenido Gabriel Segundo Salazar Vergara (1936) Premio Nacional de Historia 2006, quien hasta antes de su detención ocupaba el cargo de miembro adjunto del Comité Central del MIR.

Los tres fueron salvajemente torturados, “Moya en La Torre, donde permaneció varios días y Salazar y Ossa en la parrilla. Los vi ser conducidos a esa pieza, oí sus gritos y los recibí en muy malas condiciones, a veces apenas podían caminar. En una ocasión, ya oscurecido, golpée el portón de la pieza grande y llamé a los guardias, a quienes dije que debían darse cuenta que Ignacio estaba muy mal, que la tortura le estaba afectando mucho y que podía morir de algún problema al corazón. Ossa era grande y corpulento, se quejaba de dolor precordial (al pecho) cada vez más intenso producto de las torturas”, precisó Bustos.

“Se nos fue cortado” gritaban los agentes

Gabriel Salazar vio al profesor Ossa y conversó con él. “Estaba en muy malas condiciones, tenía problemas para respirar, jadeaba mucho, como si tuviera asma. Al día siguiente, nos volvieron a torturar juntos. A mí me amarraron en el catre metálico de abajo y a Ossa Galdames en el de arriba”, relató en el proceso.

Otro detenido, Alejandro Núñez Soto constató que estaba “en deplorables condiciones de salud. Nos decía que temía por su vida, ya que estaba seguro que lo iban a matar y que si nosotros lográbamos salir en libre plática, que se lo dijéramos a su familia. Estaba deshidratado y con hematomas en todo el cuerpo. Junto a otro detenido, Carlos Patricio Barrera Sánchez, lo pusimos sobre uno de los camarotes de la pieza, lo tranquilizamos ya que estaba muy aterrorizado por lo que estaba ocurriendo”.

“Se le notaba tremendamente afectado y desorientado. Recuerdo que llegó a tenderse en el camarote, ahí se quedó aferrado a un chaleco que tenía sobre su pecho (…) Se encontraba ensangrentado, tiritando y balbuceando ya que había sido muy golpeado en la cara, lo atendimos con Núñez Soto y lo trasladamos hasta una cama donde le limpiamos la cara”, declaró Barrera al tribunal. “El día 24 de octubre de 1975, toda la noche torturaron a un hombre, sentíamos sus gemidos, con posterioridad supe quién era, ya que me sacan de la pieza para ser trasladada a Cuatro Alamos, mientras esperaba parada en un pasillo, unos agentes gritaban que trajeran un médico porque al torturado le habían dado agua, y le había dado un paro cardíaco, uno de los torturadores le pregunta a otro que quién era, respondiendo que era Ossa Galdames”, manifestó Selva Ivonne Hidalgo. En tanto, Barrera escuchó los mismos “gritos horribles de Ossa Galdames y al rato siento toda una conmoción entre los agentes y se comentaba se nos fue cortado”.

Encontrado por casualidad en el Servicio Médico Legal

El 27 de octubre, el ministro del Interior general César Raúl Benavides respondió al recurso de amparo señalando que el académico se encontraba en el centro de Cuatro Alamos. Desde ese momento su hermana Guadalupe Ossa comenzó a visitar todos los días ese centro de reclusión intentando inútilmente obtener información.

“El día 10 de diciembre me llaman del Comité Pro Paz a fin de comunicarme que al ir a retirar un cadáver, un auxiliar les habría dicho que en la madrugada habría visto el cuerpo de mi hermano”, continuó en su declaración a la Comisión Rettig.  

Al trasladarse al Servicio Médico Legal no querían darle información, ni el certificado de defunción. Finalmente indicaron que había sido entregado al Cementerio General para su sepultación. Lo habían enterrado como NN.

Un funcionario “me señaló que la orden para mi hermano era cremarlo y que por un problema de los homos que no estaban funcionando se había enterrado”. Es decir, se preparaba su desaparición. Al exhumarse encontraron el cuerpo boca abajo con señales evidentes de los flagelos en su cuerpo.

En el intertanto, Manuel Contreras entregó firmada de su puño y letra, la versión falsa de que se había lanzado a las ruedas de un vehículo en Avenida España. Carabineros mediante oficio indicó que no se había producido accidente alguno en ese lugar el 25 de octubre de 1975.

Intelectual promisorio

Ignacio Ossa acababa de publicar y prologar en editorial Nascimento el más importante estudio sobre la pieza teatral ‘Como en Santiago’ de Daniel Barros Grez. Había firmado recientemente un contrato con esa casa editora para prologar obras de autores chilenos. Escribió un ensayo notable sobre la pieza Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, de Pablo Neruda. Tenía una carrera promisoria. Sus estudiantes del Departamento de Letras de la UC quedaron esperando el regreso del profesor Ossa a las aulas, y no podían creer que lo habían matado. La Sech lo declaró socio póstumo el año 2018.

Los tribunales encausaron al agente Osvaldo Enrique Romo Mena (1938-2007), fue procesado y luego falleció en la cárcel antes de dictarse la condena. El director de la Dina Manuel Contreras Sepúlveda (1929-2015) y Marcelo Moren Brito fueron condenados en primera instancia el año 2014 por el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago Alejandro Solís a 10 años y 20 años respectivamente. Murieron en el penal Punta de Peuco cumpliendo condenas por otros crímenes.  

El año 2017 la Corte Suprema ratificó la condena a Miguel Krassnoff, quien acumuló 20 años de cárcel por el crimen de Ignacio Ossa. Como cómplices, los agentes Fernando Lauriani Maturana (1949) alias “Teniente Pablito” y Rolf  Wenderoth Pozo (1939) fueron sentenciados a 5 años y un día. 


Me visita un vilano

Categoría : Otra Información

Poema, por Ignacio Ossa

¿Será de quién este vilano?
Porque los vilanos con el viento vuelan
Recorren árboles, saludan piedras

Habrá recibido en ondas frescas los destellos que le envía mi corazón
Apenas alimentado y para siempre con su cuerpo que a los amaneceres se adelanta,
Que fluye tierno en el verbo que bendice el agua,
En los sauces que agitan sus manos.

¿Vendrá de muy lejos?
Y me atrevo como las garzas temblotean en los espejos del río.

Deseo retener su ministerio original,
su trayecto cargado de melodías y perfumes,
señalado por la hoja, impulsado por el fruto.
Yo no quiero creer como pájaros ante una casa sin puertas,
que este vilano ella no lo envió en un suspiro rebelde escapado de su copa,
que no le puso alas de sus cabellera, orientación de sus ojos
y promesas de besos, de mechos besos en los hilos infinitos.

El vilano muere.
Vino de tan lejos que ya no siente el cansancio.
Si alguien que no esperó lo ha enviado, pobre vilano
/quizás lo cegaron las espinas cuando aflorecía para un sueño fugaz,
O ensordeció de paso en fiestas de zorzales)…
Pero no si sordo y ciego.
Aun respira el recuerdo de sus ojos y la voz de mi rostro.

El vilano muere lentamente.
Y yo quiero imaginar que es de ella, a quien espero.
El vilano muere.
Sin duda ella lo envió.
El vilano.

El vilano ya reposa en la memoria de sus manos.