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Letelier del Solar Marco Orlando – Memoria Viva

Letelier del Solar Marco Orlando

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Monumento en su memoria, en Estado Unidos
Monumento en su memoria, en Estado Unidos


Fecha Detención :
Comuna Detención :

Fecha Asesinato : 21-09-1976
Comuna Asesinato : Estados Unidos


Fecha Nacimiento : 13-04-1932 Edad : 44


Comuna Nacimiento : Temuco

Partido Político : Partido Socialista
Oficio o Profesión : Economista

Estado Civil e Hijos : Casado; 4 hijos
Nacionalidad : chileno


Relatos de Los Hechos

Fuente :(Informe Rettig)  

Categoría : Antecedentes del Caso

El asesinato de Orlando LETELIER DEL SOLAR y de Ronnie MOFFITT

 El 21 de septiembre de 1976 fallecieron en Washington, D.C. Estados Unidos, Orlando Letelier del Solar y Ronnie Moffitt, al explotar una bomba colocada debajo del piso del vehículo en que se movilizaban.  En el vehículo viajaba también el cónyuge de Ronnie Moffitt, Michael Moffitt, quien salvó ileso.

  Orlando Letelier, de 44 años, había sido embajador del Gobierno del Presidente Allende ante los Estados Unidos de Norteamérica, habiéndose desempeñado también, durante ese gobierno, como Ministro de Relaciones Exteriores y de Defensa, cargo este último que detentaba al 11 de septiembre de 1973.  Orlando Letelier fue detenido ese mismo día, en sus propias oficinas del Ministerio de Defensa. Pasó un largo período privado de libertad, primero en el Regimiento Tacna, luego en la Escuela Militar.  De ahí fue llevado por 8 meses al campo de detenidos de Isla Dawson.  A continuación estuvo un tiempo en el subterráneo de la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea, de donde fue trasladado finalmente al campamento de Ritoque, lugar desde el que recuperó su libertad, partiendo al exilio.

Primeramente viajó a Venezuela y posteriormente a los Estados Unidos, donde trabajaba en el Instituto de Estudios de Políticas (Institute for Policy Studies), en Washington, D.C. En ese período también reanudó sus labores partidarias dentro del Partido Socialista, en el cual militaba, cumpliendo funciones de mucha importancia en ese partido y en las actividades de oposición al gobierno chileno, en el exterior.

Poco antes de su muerte le fue quitada su nacionalidad chilena por el gobierno chileno.

Ronnie Moffitt, de 25 años, era una ciudadana norteamericana y se desempeñaba también en el Instituto de Estudios Públicos.

En la investigación judicial de estos hechos llevada a cabo por la justicia norteamericana constan las confesiones de tres intervinientes como responsables en ellos, quienes de forma coincidente dan cuenta de la participación en el asesinato, tanto en su planificación, como en su ejecución de agentes de la DINA.

En la ideación del crimen se encuentran involucradas las más altas autoridades de ese servicio de seguridad, quienes encomendaron su ejecución a uno de sus agentes que con anterioridad había recibido la misión de ejecutar otros trabajos en el extranjero.

Primeramente se trató de obtener pasaportes falsos para entrar a los Estados Unidos en el Paraguay, al no lograrse ello se utilizaron pasaportes oficiales falsos chilenos expedidos por la Cancillería.

La labor de seguimiento previo de la víctima, que era en principio solamente Letelier, fue ejecutada por una pareja de agentes que viajó al efecto a los Estados Unidos.

En la ejecución del crimen se contó con la ayuda de miembros de una agrupación clandestina anticastrista de los Estados Unidos, quienes ayudaron tanto en la confección como en la colocación de la bomba que haría estallar el vehículo de la víctima.  Finalmente ellos mismos serían los que activarían el mecanismo de control remoto para hacerla explotar.

Conforme señalan sus respectivos protocolos de autopsias, Letelier murió a causa del desangramiento que le produjo la amputación traumática de sus extremidades inferiores y Moffitt falleció por aspiración de sangre, laceración de la laringe y de la arteria carótida derecha.

Con posterioridad al acto terrorista y una vez en evidencia que se encontraban comprometidos agentes chilenos en él, se efectuaron en el país diversas maniobras tendientes a impedir el esclarecimiento del delito.  Entre ellas se cuenta la presentación de personas distintas a las involucradas para contestar las cartas rogatorias (exhortos) presentadas por el Gobierno norteamericano y, de acuerdo a testimonios, la destrucción de declaraciones inculpatorias prestadas ante el Fiscal Militar chileno que llevaba la investigación.

La Comisión ha estudiado y ponderado todos los abundantes antecedentes que existen sobre este caso, en Chile y en extranjero.  Entre éstos se encuentran los que constan de la causa 192-78 llevada por la Justicia Militar en Chile, para investigar la falsificación de pasaportes que guarda relación con el caso Letelier y otros delitos referidos al mismo caso; y la documentación judicial y extrajudicial sobre la investigación del caso en los Estados Unidos, en sus distintas fases e instancias.  La Comisión ha obtenido además, directamente, diversas declaraciones pertinentes a este caso.

Sobre esta base, la Comisión ha llegado a la convicción, en conciencia, de que Orlando Letelier y Ronnie Moffitt murieron, en violación de sus derechos humanos, víctimas de un acto de terrorismo cometido por agentes del Estado chileno, específicamente de la DINA, quienes idearon el acto terrorista y lo ejecutaron con la ayuda de otras personas.

 


La Dictadura de Pinochet Desclasificada: confesiones de un sicario de la DINA

Fuente :ciperchile.cl, 24 de Noviembre 2023

Categoría : Prensa

A 50 años de la creación de la DINA, el Archivo de Seguridad Nacional publica documentos que evidencian las misiones secretas de un agente de inteligencia de la dictadura. Esos papeles narran las atrocidades que patrocinó el Estado a través de la policía secreta de Augusto Pinochet. Las revelaciones, entre otras cosas, detallan el suministro de gas para asesinar a opositores del régimen, los alcances de la Operación Cóndor en Francia y el asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffitt en Washington.

«Si ha habido suficiente motivo para abrir este sobre acuso al Gobierno de Chile de mi muerte «, escribió el agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) Michael Townley en marzo de 1978, mientras los agentes del FBI le perseguían por el asesinato de Orlando Letelier y Ronni Karpen Moffitt en Washington, D.C., en septiembre de 1976. Townley escribió que, si él era asesinado, se debía considerar a su superior y comandante de la DINA, Manuel Contreras, como el “autor intelectual” del delito. Townley también identificó a un equipo de asesinos de la DINA -sus propios colegas- como las personas que probablemente habrían cometido el hipotético crimen en contra suyo.

Titulado «Confesión y acusación«, el documento es uno de los varios informes detallados de Townley sobre los crímenes de la DINA que el National Security Archive publica como colección por primera vez, 45 años después de que fueran escritos. Townley redactó estas dramáticas confesiones como un esfuerzo calculado y desesperado para que sus superiores de la DINA no intentaran silenciarlo permanentemente en vez de entregarlo a las autoridades estadounidenses.

En otro documento, titulado «Historia de actuación en DINA«, Townley registró su carrera de cuatro años como asesino de la DINA originario de Estados Unidos. Allí cuenta que fue reclutado por altos oficiales de ese organismo en 1974, que le dieron una mansión en Lo Curro (Vitacura), que le ordenaron construir un laboratorio para fabricar armas químicas en su sótano y que le encargaron la dirección de la «Agrupación Avispa«, una unidad especial de la DINA bajo el mando de la Brigada Mulchén, “formado para cumplir misiones secretos de eliminación» de los opositores al régimen de Pinochet. En sus confesiones, Townley menciona los asesinatos de dos chilenos utilizando gas sarín que fabricó en su casa. 

Como anexo a este documento, un tercer informe manuscrito, llamado «Relato de sucesos en la muerte de Orlando Letelier el 21 de septiembre, 1976«, detalla su misión encubierta para asesinar al exdiplomático chileno en Washington, D.C., como parte de la Operación Cóndor de los servicios de seguridad del Cono Sur.

«Los órdenes explícitas«, según Townley, «eran: Ubicar la residencia y lugar de trabajo de Letelier y contacta con el grupo cubano para que lo eliminaron o en SARIN o por atropello a otro accidente o al final por cualquier método, pero que a Letelier el gobierno de Chile lo quería muerto«.

LA HISTORIA DE LAS CONFESIONES

Ante la amenaza latente de ser asesinado por sus propios superiores, Townley entregó estos informes escritos a su esposa, Mariana Callejas, para que los guardara. Los documentos siguieron en su poder incluso después de que el régimen de Pinochet entregara a Townley al FBI el 8 de abril de 1978. Contreras lanzó entonces una campaña mediática para desacreditar a Townley, afirmando que era un agente de la CIA infiltrado en las filas de la DINA para avergonzar al régimen chileno, una tesis que Townley anticipó y negó explícitamente en sus confesiones privadas. Para asegurarse de que la autenticidad de sus revelaciones no fuera cuestionada, Townley estampó la huella de su pulgar en cada informe. Posteriormente, un laboratorio forense del FBI verificó sus huellas dactilares.

La última página del informe manuscrito de Townley sobre la «Historia de las actividades en la DINA» con su firma y huella digital (Fuente: National Security Archive)

Bajo custodia estadounidense, Townley confesó varias de las operaciones citadas en estos informes. Partes significativas de esta historia se hicieron públicas en el libro de 1980 Assassination on Embassy Row, de John Dinges y Saul Landau, el primer relato exhaustivo sobre los asesinatos de Orlando Letelier y su colega Ronni Moffitt. El libro se basaba en diversas fuentes, incluidas entrevistas con agentes del FBI y el testimonio de Townley en el juicio de 1979 por el asesinato que materialmente ejecutó un grupo cubanos asociados a la DINA.

Doce años después de que su marido fuera puesto bajo custodia, Callejas proporcionó las confesiones de Townley a las autoridades estadounidenses, según una declaración jurada del Departamento de Justicia de ese país presentada en agosto de 1991, cuando solicitó la extradición de Manuel Contreras y su ayudante Pedro Espinosa por el asesinato de Letelier y Moffitt.

A comienzo de los noventa, las autoridades del Departamento de Justicia de Estados Unidos transcribieron los relatos manuscritos de Townley y presentaron copias mecanografiadas, así como los manuscritos originales, ante el gobierno de Patricio Alywin –sucesor de Pinochet—cuando quisieron extraditar a Contreras y Espinosa. La documentación de Townley se presentó finalmente como prueba en los procesos judiciales que ambos agentes de la DINA enfrentaron en Chile, y en 1993 fueron declarados culpables de conspirar para asesinar a Letelier y Moffitt.

LAS CONFESIONES DE TOWNLEY

A lo largo de los años, han aparecido referencias a las confesiones de Townley en libros y artículos periodísticos y de investigación. Partes de los documentos han sido citados anteriormente por reporteros como Ernesto Ekaizer de El País en su biografía del general Augusto Pinochet de 2003; John Dinges en Los años del Cóndor (2004); el chileno Javier Rebolledo en su libro La danza de los cuervos (2012); y la chilena Mónica González en su exhaustivo artículo de 2013 en CIPER Chile, «Las armas químicas de Pinochet» 

Sin embargo, es la primera vez que las confesiones de Townley se reproducen íntegramente y se publican juntas. «Cincuenta años después de la creación de la DINA, los documentos de Townley constituyen un duro recordatorio de la oscura, siniestra y represiva historia del régimen de Pinochet», señala Peter Kornbluh, quien dirige el Proyecto de Documentación sobre Chile en el National Security Archive. La periodista chilena Pascale Bonnefoy localizó las transcripciones que hizo el gobierno estadounidense de los documentos de Townley en el archivo presidencial Patricio Aylwin, de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago. Una copia parcial -le faltaba las dos primeras páginas- del informe original manuscrito de Townley, «Historia de actuación en DINA», fue obtenida por John Dinges como parte de su investigación sobre la Operación Cóndor.

Estos son algunos de los detalles más importantes que contienen las confesiones de Townley respecto de los crímenes de la DINA:

  • El agente revela una misión de la Operación Cóndor llevada a cabo en diciembre de 1976 en París para asesinar a dos altos cargos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), un grupo de oposición de izquierda. La misión fracasó, escribió Townley, debido a una filtración de información por parte de agentes argentinos.
  • El gas sarín fabricado en el laboratorio de la casa de Townley -un proyecto cuyo nombre en clave era «ANDREA»- se utilizó para matar a un funcionario de la DINA que había sido detenido por el robo de un auto y que había revelado información secreta sobre este organismo a la policía chilena. Agentes pertenecientes a la Brigada Mulchén sustrajeron a este sujeto de la custodia policial, lo trasladaron a La Clínica Londres, un centro médico y de tortura controlado por la DINA, y lo envenenaron con gas sarín. Murió «casi instantáneamente», informó Townley.
  • El gas sarín de Townley también se utilizó para asesinar al Conservador de Bienes Raíces de Santiago, llamado René León Zenteno, en su casa de Avenida Holanda (Providencia), por negarse a traspasar ilegalmente títulos de propiedades a la DINA. Para probar que León Zenteno había sido envenenado, Townley sugirió en su confesión que se exhumara su cadáver y se le hicieran pruebas para detectar la presencia de colinestros, una propiedad del gas sarín.
  • Además de fabricar gas sarín en el laboratorio de la DINA, construido en el sótano de mansión en Lo Curro, Townley planeaba producir gases de guerra química aún más peligrosos, conocidos como «somán» y «tabún», utilizando agentes extremadamente tóxicos como Clostridium botulinum, saxitoxina y tetrodotoxina.
  • El funcionario español de la ONU, Carmelo Soria, fue asesinado a golpes por agentes de la Brigada Mulchén de la DINA en el jardín de la casa de Townley en Lo Curro. El caso se convirtió en una de las atrocidades contra los derechos humanos más infames del régimen de Pinochet.
  • A Townley se le asignaron US$30.000 para llevar a cabo misiones en México y Europa, que también utilizó para comprar en Miami múltiples armas, explosivos y dispositivos de control remoto para utilizarlos en atentados contra líderes del exilio reunidos en Ciudad de México, a los que se nombra en los documentos.
  • En Europa, Townley conoció a un dirigente sindical que se había infiltrado en los círculos del exilio chileno y que proporcionó información utilizada en un intento de asesinato en Roma. Townley reclutó a fascistas italianos, dirigidos por «Di Steffano» (Stefano delle Chiaie), que dispararon contra Bernardo Leighton y su esposa. Ambos sobrevivieron.

LA CARTA DE TOWNLEY A "DON MANUEL"

Además de las confesiones, el Archivo publica una carta que Townley escribió a quien identificó como «Estimado Don Manuel» (el exjefe de la DINA, Manuel Contreras). La esposa de Townley entregó esta misiva a las autoridades estadounidenses en 1982. Como un gesto de «diplomacia de desclasificación», en 2015 el gobierno de Barack Obama proporcionó la carta al gobierno chileno de Michelle Bachelet, junto con más de 200 documentos recientemente desclasificados relacionados con el asesinato de Letelier y Moffitt (entre ellos, la lista de apodos que Townley utilizó como agente de la DINA, también publicada hoy). 

La carta no tiene fecha, pero parece haber sido escrita a principios de marzo de 1978, justo después de que Townley fuera identificado en la prensa estadounidense y chilena como el principal sospechoso del asesinato de Letelier y Moffitt.

Utilizando el alias de “J. Andrés Wilson”, Townley se quejó ante Contreras por los errores operativos en la misión de asesinato de Letelier que habían llevado a su identificación pública. Entre otros puntos, reclamó que Chile nunca debió haber confiado en otro país (Paraguay, miembro de la Operación Cóndor) para proporcionar documentos y pasaportes falsos para la misión: «Una vez cancelado las visas por EEUU, la operación debería haber sido cancelada totalmente en el entendimiento que la CIA estaba en conocimiento de las personas que iban a operar«. En un nuevo e intrigante detalle, Townley sugirió que “el error más grande ha sido el de no informar a su Excelencia (Pinochet) la verdad del real alcance de este problema”. En realidad, Townley ignoraba que, tal como lo reveló la CIA, el propio Pinochet había «ordenado personalmente a su jefe de inteligencia que llevara a cabo los asesinatos». 

Finalmente, Townley también recomendó al régimen militar que emitiera un decreto de control de la prensa chilena para evitar nuevas revelaciones.

Townley se declaró culpable del asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffitt en 1978, luego de que fuera puesto bajo custodia estadounidense. A cambio de su cooperación y testimonio, el terrorista internacional más prolífico de la DINA fue condenado a diez años de prisión, pero quedó en libertad condicional tras cumplir la mitad. Desde entonces, Townley vive en algún lugar de Estados Unidos -con otro nombre- como parte del programa de protección de testigos.

«Esta colección de documentos hace una importante contribución al registro histórico», dice John Dinges, autor del libro The Condor Years (Los años del Cóndor), «porque está compuesta por registros de primera fuente de Michael Townley, quien confiesa los crímenes que cometió en nombre de la DINA, y porque proporciona los nombres de sus colaboradores.» Dinges añade que la colección «proporciona los únicos documentos que escribió Townley antes de que fuera puesto bajo custodia estadounidense».

El National Security Archive publica los documentos Townley para aportar más evidencia y transparencia acerca de la creación de la DINA, la represiva y siniestra policía secreta chilena, que nació hace 50 años. Próximamente, también liberará una selección de documentos desclasificados de la CIA, la Agencia de Inteligencia de Defensa y el FBI que registran la génesis, las operaciones y las atrocidades de la DINA desde la perspectiva estadounidense.


Orlando, en crudo

Fuente :quepasa.cl, 16 de Septiembre 2016

Categoría : Prensa

Los muertos son santos. Las más de las veces, sin embargo, los muertos no son santos. Orlando Letelier, asesinado hace 40 años en Washington DC, por encargo del régimen de Pinochet, no fue un héroe. Ex prisionero político, exiliado, bravo opositor y mártir. Un ser humano, como todos.

Mostrar trazos de la humanidad del ex embajador chileno en E.E.U.U. (1971-1973) y ex ministro de Salvador Allende, es una de las tantas gracias del clásico libro Assassination on Embassy Row (1980) de Saul Landau y John Dinges (Asesinato en Washington: El caso Letelier). Es, sin duda, la mejor investigación sobre el caso. Actualmente sólo puede ser encontrada en sitios web de libros usados. Un verdadero thriller político que hace sostener la respiración.
Releer el libro, con el foco en Orlando, el hombre, es revelador.

El día del golpe militar —11 de septiembre de 1973— Letelier no pudo ingresar al ministerio de Defensa que dirigía. Fue detenido y trasladado después a isla Dawson, en el Estrecho de Magallanes. Una isla solitaria a cinco horas de navegación desde Punta Arenas. Estaba junto a otros jerarcas del gobierno de Salvador Allende y soportaron, mejor o peor, las temperaturas antárticas y vientos que llegaban a los 120 kilómetros. Llegó a pesar 59 kilos con su 1,82 m de altura.

Tras un mes, cartas y fotos de familiares comenzaron a llegar al campo de concentración. Los detenidos las esperaban con ansias. Letelier, en cambio, no quería ni verlas. Hubiese preferido no recibir. Lo desconcentraban y entristecían. “Sobrevivir” era su mantra, lo repetía día y noche. Debía concentrarse sólo en él mismo. La nostalgia no servía para nada. Sin duda, fue el más pragmático de todo el campamento.

En Washington, la vida del exiliado Orlando Letelier —de 44 años en 1976—, no era glamorosa. Vivía en un chalet sencillo en un buen vecindario en los suburbios de Washington, pero con cuatro hijos y como empleado de una ONG, la plata casi no alcanzaba. Vivían con lo justo.

Él sentía miedo, sabía que lo espiaban. Como el más activo organizador de la oposición chilena al régimen militar en el exterior, le pisaban los callos. Aunque jamás imaginó que pondrían una bomba debajo de su Chevrolet Chevelle azul en plena Massachusetts Avenue. La policía secreta de Pinochet, la DINA, ya había iniciado la temporada de caza de sus objetivos internacionales. Letelier fue sólo uno, pero el que hacía más ruido y estaba mejor conectado internacionalmente. Sabía mover los hilos del poder político y contaba con la inteligencia para lograr que la voz del exilio chileno fuese escuchada en EE.UU., Europa y América Latina.

Poco fue el tiempo que le quedó para estar con sus cuatrohijos varones cuando eran niños. La cantidad de viajes que hizo para promover su causa, se lo impidieron. En ese época, sin embargo, un padre como Letelier era lo común.

Letelier era atractivo, pero en Washington la abundancia de hombres arios, altos y con mucho pelo, hacían que este abogado casi calvo, pasara desapercibido.

El hombre tenía un vicio. Era un fumador compulsivo que aspiraba hasta tres cajetillas de cigarros en un día. Insomne, lograba dormir hasta cinco horas en la noche. El resto del tiempo, fumaba.

Libre de tensiones, era un conversador encantador y sofisticado. Poseía charm (carisma) y wit (agudeza), dice el libro.

Parte de los 13 años que antes del exilio vivió en Washington, trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esta experiencia fue su gran capital en el Hemisferio Norte. Era un latino, pero con un conocimiento y comprensión tan acabado de los estadounidenses, que —como embajador durante la UP— mantuvo el diálogo con Washington hasta el final, cuando el gobierno de Richard Nixon optó por secundar el golpe militar en Chile. Nunca perdió el respeto y los contactos dentro del gobierno.

En 1974, después de la vida semipolar en Dawson, Letelier pasó por el campo de detenidos de Ritoque y salió al exilio a Venezuela gracias a que su compadre Diego Arias, gobernador de Caracas, presionó al régimen chileno. La familia Letelier, sin embargo, demoró meses en llegar a acompañarlo. Estaba solo en el país tropical. En una fiesta se le acercó una bellísima millonaria venezolana. Era una mujer muy fina. “Caridad” fue el nombre de fantasía escogido por Landau y Dinges para referirse a ella. Letelier fue frágil. Venezuela quedaba lejos, había estado a punto de morir de frío e inanición, y seguía solitario en el exilio ¿Cómo detenerlo?

El intenso affaire con Caridad —describen los autores del libro— se extendió y provocó que con su esposa, Isabel Morel, se separasen cuando la familia completa se reunió en Washington. Instalado en un diminuto departamento de soltero, cerca de su oficina en Sheridan Circle, Letelier no había logrado dejar de verse con la otra mujer, pese a que se lo había prometido a su esposa.

Al final de sus días, en septiembre del 1976, ya estaban juntos y reconciliados con Isabel.

Uno de los inculpados en el crimen de Letelier, ocurrido el 21 de septiembre de 1976, fue el agente de la DINA capitán Armando Fernández Larios. Él voló a EE.UU. con la atractiva Liliana Walker, que en realidad se llamaba Mónica Luisa Lagos y era prostituta.

Ella —que trabajaba para la DINA— se acercaría a Letelier en algún lugar público de Washington para sacarle información. El plan decía que tenía que conquistarlo. “Aunque ese plan no se hizo así, la idea de la DINA fue porque Letelier —dice el periodista Dinges— tenía fama de mujeriego. Nosotros no lo escribimos así en el libro, pero lo recuerdo bien. Deben haberlo investigado”.

La debilidades de Orlando Letelier casi no están en Assassination on Embassy Row, dice John Dinges. “Hicimos un retrato favorable y expresamente poco inquisidor de Orlando. Saul Landau(el co-autor, fallecido) era su amigo y colega”. Pero la fineza para mostrar un rostro menos ideal de un mártir, se agradece.

Orlando Letelier, claramente no era un santo, ni tampoco un héroe, pero tenía humanidad para regalar.

por Andrea Lagos A.


Corte Suprema otorga títulos póstumos de abogados desaparecidos y ejecutados en dictadura

Fuente :adnradio.cl 17 de Noviembre 2022

Categoría : Prensa

“Lo hacemos como forma de reparación que, siendo simbólica, constituye un paso concreto para cumplir en forma cabal ese propósito para las personas directamente afectadas”, afirmó el presidente del máximo tribunal.

La Corte Suprema entregó títulos póstumos a los familiares de una detenida desaparecida y de cuatro ejecutados políticos víctimas de graves violaciones a los derechos humanos entre el 11 de septiembre de 1973 y 10 de marzo de 1990, bajo la dictadura cívico-militar y que figuran en el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación.

En la ocasión se entregó el título profesional a los familiares de la detenida desaparecida Cecilia Gabriela Castro Salvadores y de los ejecutados políticos Germán Rodolfo Moreno Fuenzalida, Patricio Munita Castillo, Juan Ramón Soto Cerda y Marco Orlando Letelier del Solar, quienes obtuvieron su grado de licenciado de manera póstuma en la Universidad de Chile.