Fecha Detención : 13-10-1973
Comuna Detención : Paine
Fecha Asesinato : 13-10-1973
Comuna Asesinato : Paine
Partido Político :
Oficio o Profesión : Obrero agrícola
Estado Civil e Hijos : Casado, 2 hijos
Nacionalidad : Chilena
Relatos de Los Hechos
Fuente :(Informe Rettig)
Categoría : Antecedentes del Caso
Jose Manuel DIAZ INOSTROZA
El 13 de octubre de 1973, fueron detenidas varias personas de los Asentamientos El Patagual y Rangui de Paine, cinco de las cuales fueron ejecutadas posteriormente:
– José Manuel DIAZ INOSTROZA; 29 años, obrero agrícola;
– Francisco Javier LIZAMA IRARRAZAVAL, 34 años, casado, militante socialista, Presidente Asentamiento El Patagual de Paine;
– Juan Manuel ORTIZ ACEVEDO, 38 años, casado, obrero agrícola, Presidente del Asentamiento Rangue;
– Luis Celerino ORTIZ ACEVEDO, 36 años, casado, obrero agrícola, Vice Presidente del Asentamiento Rangue; y
– Jorge Manuel PAVEZ HENRIQUEZ, 35 años, soltero, obrero agrícola, Vice Presidente del Asentamiento El Patagual.
En la mañana de ese día, se hizo presente un contingente militar y un efectivo de Carabineros en las bodegas del Asentamiento Rangue, quienes se movilizaban en un jeep y un camión militar. Portando una lista con nombres y datos personales, procedieron a detener a los hermanos Ortíz Acevedo, junto a otras personas que posteriormente fueron dejadas en libertad.
Efectivos militares acompañados de un civil también llegaron esa mañana hasta el Asentamiento El Patagual, deteniendo a Jorge Pavez; Francisco Lizama y José Díaz.
Desde ese momento los familiares no tuvieron noticia de los detenidos. Habiendo concurrido a diversos Recintos de Detención, no obtuvieron información alguna sobre su suerte o paradero.
Testigos presenciales relataron ante esta Comisión que el grupo de detenidos fue conducido hasta la cuesta Cepillos y de allí hasta la localidad de Pintué, donde estuvieron en una cancha llamada “La Aguachera”. En la noche del mismo día fueron trasladados al Centro de Detención Cerro Chena, donde se les sometió a torturas e interrogatorios, para finalmente ser conducidos hasta el Regimiento de Infantería de San Bernardo, donde permanecieron detenidos alrededor de una semana. Entonces, los cinco detenidos individualizados fueron sacados desde ese Recinto sin haber regresado posteriormente.
El 13 de noviembre de 1973, un campesino descubrió prendas de vestir y restos humanos en el Asentamiento Lo Arcaya de Paine. Efectivos militares enviaron los restos al Servicio Médico Legal, donde fueron reconocidos como los correspondientes a los cinco detenidos. La causa de muerte fue heridas de bala.
Considerando que las cinco personas fueron detenidas por agentes del Estado y conducidas hasta un Recinto Militar, desde donde fueron sacadas, encontrándose posteriormente sus cuerpos sin vida, a causa de las heridas de bala e inhumados ilegalmente en las cercanías, esta Comisión se formó convicción de la responsabilidad que en las muertes de cada uno de ellos le cupo a agentes del estado, quienes violaron su derecho a la vida.
Un ex carabinero, un PDI y cinco oficiales del Ejército condenados por las ejecuciones de once campesinos de Paine
Fuente :radio.uchile.cl 3/10/2022
Categoría : Prensa
El abogado de los familiares de las víctimas destacó la decisión que condenó a cuatro coroneles y un general de Ejército. "La justicia avanza silenciosamente dando cuenta de estas grandes heridas que nos dejó el pasado dictatorial”, precisó.
La Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de San Miguel dictó fallo de segunda instancia y condenó a siete ex uniformados como autores del secuestro calificado de once campesinos, hechos ocurridos en octubre de 1973, en lo que se conoce como episodio Paine Aculeo.
De esta manera, las ministras María Catalina González, Carolina Vásquez y Celia Olivia Catalán confirmaron las condenas emitidas por la magistrada Marianela Cifuentes de la Corte de San Miguel en su fallo de julio de 2021, y condenaron a los coroneles del Ejército en retiro Osvaldo Andrés Magaña Bau, Iván de la Fuente, Alejandro Emilio Valdés Visintainer y Alfonso Faúndez Norambuena; al ex carabinero Sergio Heriberto Ávila Quiroga y prefecto de Investigaciones Roberto Arcángel Rozas Aguilera a la pena de 18 años de presidio mayor en su grado máximo como autores del secuestro calificado de las once víctimas.
En tanto, el ex general de División del Ejército Julio Cerda Carrasco recibió una condena de 15 años como autor del mismo delito.
De acuerdo a la investigación, los condenados detuvieron, torturaron y ejecutaron a los trabajadores agrícolas Santo Calderón Saldaño, Benjamín Camus Silva, José Manuel Díaz Inostroza, Rolando Donaire Rodríguez, Luis González Mondaca, Francisco Lizama Irarrázaval, Pedro Meneses Brito, Juan Manuel Ortiz Acevedo, Luis Ortiz Acevedo, Bautista Oyarzo Torres y Jorge Pavez Henríquez, entre el 13 y 20 de octubre de 1973 en la zona rural de Aculeo.
Para el abogado Nelson Caucoto, querellante en la causa “se ha dado un nuevo paso para hacer justicia para estos 11 campesinos de la zona de Aculeo, Rangue, Patagual y Rangue, aledaños a Paine, todos llevados a la Escuela de Infantería de San Bernardo y al Campo de Prisioneros del Cerro Chena, donde fueron martirizados. Una vez asesinados, sus cuerpos fueron abandonados algunos en el puente del rio Maipo y los otros, en un Fundo de Pirque”, sostiene.
Caucoto, prosigue agregando que “es llamativo que la sentencia alcance a cuatro coroneles y a un general de Ejército, constituyéndose este fallo en el primero que condena a un grupo de oficiales de esa institución. La justicia avanza silenciosamente dando cuenta de estas grandes heridas que nos dejó el pasado dictatorial”, finalizó el abogado.
Los hechos
El 13 de octubre de 1973, militares de la Escuela de Infantería de San Bernardo, junto a un funcionario policial y de un civil del sector, realizó allanamientos y detenciones en diversos asentamientos campesinos de la Reforma Agraria, situados en las inmediaciones de la laguna de Aculeo, en la comuna de Paine.
En esa oportunidad detuvieron a los dirigentes campesinos, entre ellos: José Manuel Díaz Inostroza, presidente del asentamiento Mansel Alto; Francisco Javier Lizama Irarrázaval y Jorge Manuel Pavez Henríquez, presidente y tesorero, respectivamente, del asentamiento El Patagual y los hermanos Juan Manuel Ortiz Acevedo y Luis Celerino Ortiz Acevedo, presidente y vicepresidente del asentamiento Rangue.
Lo mismo hicieron el 20 de octubre de ese año, esta vez en el sector de El Vínculo, Huiticalán y El Patagual, deteniendo a Pedro Juan Meneses Brito, presidente del asentamiento El Vínculo y Luis Osvaldo González Mondaca, presidente del asentamiento Huiticalán y a los obreros agrícolas Santos Pascual Calderón Saldaña, Benjamín Adolfo Camus Silva, Rolando Anastasio Donaire Rodríguez y Bautista Segundo Oyarzo Torres.
Posteriormente las víctimas fueron trasladadas al campo de prisioneros de la Escuela de Infantería de San Bernardo, en el cerro Chena, lugar en que fueron sometidos a interrogatorios bajo tortura, para posteriormente ser ejecutados con armas de fuego y sus cuerpos inhumados ilegalmente y abandonados.
Dicho campo de prisioneros estaba a la cabeza del capitán de Ejército Víctor Raúl Pinto Pérez, actualmente fallecido y el teniente de Ejército Alfonso Faúndez Norambuena. Del mismo modo, estaban a cargo de los interrogatorios el teniente de Ejército Osvaldo Andrés Alonso Magaña Bau, el teniente de Carabineros Sergio Heriberto Ávila Quiroga y los oficiales de la Policía de Investigaciones Oscar Hernán Vergara Cruces y Roberto Arcángel Rozas Aguilera.
De acuerdo a la investigación, el 23 de octubre de 1973, se encontraron los cadáveres de José Manuel Díaz Inostroza y de Santos Pascual Calderón Saldaña, Benjamín Adolfo Camus Silva, Luis Osvaldo González Mondaca y Pedro Juan Meneses Brito, en la ribera del río Maipo, a la altura del puente Maipo.
El 13 de noviembre de 1973 fueron encontrados semienterrados y en estado de putrefacción los cadáveres de Francisco Javier Lizama Irarrázaval, Juan Manuel Ortiz Acevedo, Luis Celerino Ortiz Acevedo, Rolando Anastasio Donaire Rodríguez y Bautista Segundo Oyarzo Torres, todos en el interior del fundo San Vicente de Lo Arcaya, comuna de Pirque.
Finalmente, los restos de Jorge Manuel Pávez Henríquez fueron encontrados en la tumba con el número 2.476 del Patio 29 del Cementerio General.
JOSE MANUEL DIAZ INOSTROZA
Fuente :germina.cl 2014 AFDD PAINE
Categoría : Prensa
José Manuel Díaz Inostroza es uno de los setenta hombres detenidos desaparecidos y ejecutados de Paine. Tenía 29 años al momento de su detención y desaparición, casado, dos hijos, se desempeñaba como obrero agrícola en el asentamiento Mansel Alto, sector de Champa. De acuerdo al Informe Rettig1 , fue detenido el 13 de octubre de 1973, por efectivos militares de la Escuela de Infantería de San Bernardo y un carabinero. Habría sido trasladado a la cancha de Pintué, luego al Centro de Detención Cerro Chena y más tarde al Regimiento de Infantería de San Bernardo. Fue ejecutado por agentes del Estado y su cuerpo sepultado ilegalmente fue hallado en el sector de San Vicente de Lo Arcaya, en Pirque. Luis Enrique Jara Riquelme, suboficial de Carabineros en ese entonces, fue procesado como autor de los delitos de secuestro y homicidio calificado de los campesinos detenidos el día 13 de octubre de 1973 en distintos asentamientos del sector de Aculeo: José Manuel Díaz Inostroza, Francisco Javier Lizama Irarrázaval, Juan Manuel Ortiz Acevedo, Luis Celerino Ortiz Acevedo y Jorge Manuel Pavez Henríquez. En el año 2010 el suboficial fue encontrado muerto.
Testimonio de Georgina Salas Farías
Fuente :germina.cl 2014 AFDD PAINE
Categoría : Prensa
Yo soy Georgina Salas, viuda de José Manuel Díaz Inostroza, el Pepe, detenido el 13 de octubre de 1973 en el asentamiento Mansel Alto, donde vivíamos y él era presidente de la JAP2 . Ese día había llegado a tomar desayuno a la casa después de ir a la destinación de los trabajos del asentamiento cuando vino el llavero, Chindo López, y le avisó que lo buscaban los milicos. Así que dejó el desayuno servido y dijo “Enseguida vuelvo”. No volvió a tomar desayuno, no volvió más. El Pepe fue el único detenido del asentamiento. Como me había contado que tenía que ir al cerro a buscar unos caballos, me imaginé que en eso andaba después de ir a ver por qué lo buscaban y así me quedé esperándolo, pasó el rato, no llegó a almorzar, nadie me vino a contar que se lo habían llevado los milicos. Yo no tenía idea de qué se trataba, me imaginé que lo buscaban los milicos para conversar con él por algo, pensé yo. Entonces viene mi suegra, la señora Clara que vivía en el mismo asentamiento pero más lejos-, la veo que viene caminando, la voy a encontrar y me dice “Hijita, se llevaron al Pepito”. En ese mismo instante llega el mayor de Carabineros que había en Champa y me pregunta por el Pepe, entonces les respondo que andaba en el cerro, él me dice “No, se lo llevaron los milicos” y mi suegra “No, al Pepito se lo llevaron los milicos”. Yo les digo ¡NO!, me pongo a gritar, ella me dice que sí, me abraza y yo les digo “¡No! Díganme que eso es mentira, porque él anda en el cerro”; “Sí mijita, se lo llevaron los milicos” me responde la señora Clara y yo lloraba. Tanto que lloraba que ella no pudo contenerse y se largó a llorar porque se habían llevado a su hijo los milicos.
Cuando detuvieron al Pepe, teníamos dos hijos. Aida de casi 3 años y José Marcelo de 2 años y medio de vida. Yo soy como una higuera que da dos frutos en un año, pues el niño nació de seis meses. Por eso le decía a mi suegra “Qué voy hacer sin mi marido, qué voy hacer sola, me voy a morir con mis hijos”, no sabía que iba hacer, dónde podría trabajar y qué iba a ganar. Sin mi marido estaba sola, porque cuando nos casamos, el de 27 y yo de 17 años, salí de la casa de mi papá y nunca más fui para allá. Tampoco me dejaba ir mi marido, por todo lo que me conocía, por lo que vio, por cómo me habían tratado, sobre todo mi papá y madrastra, siendo yo tan niña… no me dejó ir nunca más a la casa.
En ese momento mi suegra me dice que me vaya con ella a su casa, que no me quedara sola porque como yo era una cabra joven, no iba a faltar que me pasara algo o que podían llegar los militares y quizás qué hacer conmigo. Yo le decía que no me quería mover de ahí, pues si no ¿dónde me iba a buscar el Pepe si no me encontraba en la casa cuando volviera? Y, que si “Él me había dejado en la casa porque en la casa tenía que estar”. Insistió tanto que no me quedara sola, que me fui unos días para su casa. Estuve como una semana y me fui para la mía, porque de primera a una la pueden tratar muy bien, pero no para estar mucho tiempo, y además mi marido también tenía un padrastro, don Orlando, que nunca me quiso. Le dije a la señora Clara “Me quiero ir para mi casa, quiero estar en mi casa”, me vino a dejar, me traje mis cositas… me vine para mí casa. Nunca entendí qué era eso de la JAP que mi marido hacía y menos sobre lo de la Reforma Agraria y asentamientos. Yo no me explicaba, no entendía, no sabía leer, no podía entender qué es lo que pasaba, a veces él me leía libros para explicarme las cosas que se hacían o cómo eran. Yo le decía “Ah…tú con tus tonteras” y nunca tenía tiempo para estar escuchando porque siempre estaba haciendo algo y pendiente de mis cosas. Como se lo habían llevado los militares, al día siguiente fui a preguntar por el Pepe a la Escuela de infantería3 . Por miedo nadie quería meterse en este tema y por eso mi hermano me hizo un mapa y me dio las indicaciones para llegar “Mira, tení que preguntarle al chofer, te bajai aquí, seguí para allá y ahí vai a llegar a la Escuela de Infantería”. Pasaba metida aquí porque estaba segura que ahí lo tenían, yo creo que si fui unas cinco veces, fueron pocas. Me decían que no estaba, que ahí no llegaba gente, que solo los que estaban haciendo el servicio militar. Yo les decía “No, si no está haciendo el servicio, lo fueron a buscar los militares”. Una de las veces que fui a la Escuela, un militar me pasó una carta y me mandó ir con la carta al Instituto Médico Legal, además mandó a otro militar en un jeep a dejarme al otro lado del puente Maipo, el que me dijo que no me subiera a ningún vehículo que no fuera la micro para llegar a la casa.
Todo por el alimento especial de mi hijo
Como mi hijo nació prematuro solo tenía que tomar Eledon4 y el Pepe se encargaba de que nunca faltara, estaba todo muy escaso, entonces él siempre estaba preocupado de ir a comprar y le encargaba al farmacéutico de Paine que nos guardara tarros de Eledon para el mes. Un día, cuando ya había vuelto a mi casa, tuve que ir al centro de Paine a comprarlo. Terminé de lavar la ropa y le pido a la Bertita, mi vecina, que me viera a los chiquillos mientras yo iba por un tarro. La Bertita me dijo “Vaya, vaya temprano mijita porque hay toque de queda y usted tiene que estar antes que entre el sol acá” y todavía me marca esta historia… Entonces, tomé locomoción para Paine pero el chofer nunca dijo que no habría micro para el regreso por el toque de queda. Compré el tarro de leche y esperé la micro pero no pasó ninguna. Veo que ya está cayendo el sol y decido caminar atenta a que pasara alguna para tomarla, en eso estoy cuando creo ver una micro, pero no, era un camión lleno de milicos. Y yo con un tarro de Eledon, vengo y me tiro al suelo de guatita, apegada a las rejas para que no me vieran los milicos -todavía me acuerdo de la casa que había-, miro y había un perro pastor alemán por dentro y no sé si tenía malla de reja porque el perro no se salió por entremedio de los pinos, era una cerrada de pinos, pero el perro ladró enojado. Pasó el camión, me paro y sigo caminando, camino, camino, corro, camino, corro, camino, y de ahí pasaron cuatro camiones de milicos, quedé toda embarrada. En un momento me escondí detrás de un sauce gordo, bien acurrucadita, andaba con un pantalón azul marino me acuerdo, pasa el camión de los milicos y sigo corriendo, corriendo, estaba seca, no tenía saliva… tenía mucho miedo, pero nunca pensé que los milicos me podían violar y mi hija menor siempre me dice “Si poh, la habrían matado, la habrían violado, la habrían pillado”.Seguí, seguí corriendo hasta que llegué al puente de Champa, a la entrada. Pasé por el retén, los carabineros no me vieron o si me vieron se hicieron los locos porque estaba la puerta cerrada, paso por ahí y comienzo a correr, vengo llegando a la punta del puente y siento un ruido de un vehículo y era uno de milicos. Dije “Dios mío, menos mal no vine con la niña”, pues había pensado llevarla, entonces corro hasta la punta del puente, cuando veo la luz del camión de los milicos y me tiro, quedo colgando y se me cae el tarro de Eledon. Tuve que bajar, oscuro, gateando, sin saber qué es lo que había, buscando el tarro. Lo busqué pues era el único alimento que tenía para mi hijo, lo busqué, lo encontré y corrí hasta la entrada del fundo, donde hay un quiosco, seguí corriendo hasta que llegué a mi casa, casi a las dos de la mañana.La señora Bertita tenía a los niños durmiendo y me dice “Tanto que se demoró, a dónde estaba, estaba tan asustada”; le pregunté si habían llorado mucho, me cuenta que no, que les dio la comida y se durmieron. Le cuento lo que había vivido y ella me dice “No los levante, ¿se quiere quedar aquí?” “No -le dije yome voy para la casa”. Y yo siempre, toda mi vida, he sido miedosa y la Bertita me dice “Si quiere llévese a la niña para que la acompañe, déjeme el niño aquí, yo se lo cuido”, ella era muy buena persona. Así que me fui para la casa, de cansada no sentía ni los pies ni ruido alguno, me hubieran podido matar, pasar por encima de mí el camión de los milicos y yo no me habría dado cuenta de lo cansada que estaba. Dormí como un chancho y al otro día la Bertita fue con el niño en la mañana a verme, eran como las 10 de la mañana y todavía no me levantaba, tan cansada estaba y con dolor de piernas. Al otro día vino mi suegra a verme, también le conté todo lo que había pasado por el tarro de Eledon y ella me dijo “No, sáquele leche a la vaca y la vaca va a criar al niño. Yo a los míos le di leche de vaca de chiquitos, los crie con pura leche de vaca”. Así que empezamos a darle leche de vaca, una taza de leche con media de agua, ella me enseñó y yo le agregaba “Vitalmin” porque era niño prematuro. La señora Clara decía “cuando el Pepito llegue lo va a encontrar un gordo”.
Le dimos sepultura pero siempre he sentido que no es el Pepe…(extracto)
Fuente :germina.cl 2014 AFDD PAINE
Categoría : Prensa
Aida, la Mona, preguntaba y esperaba todos los días que llegara su papá, se sentaba en la esquina del corredor, porque la casa era de esas casas antiguas y tenía un corredor grande. Yo la peinaba, le cambiaba la ropita todos los días a la hora que él llegaba para que la encontrara hermosa. Él siempre decía “Mona, ¿dónde está mi niñita?”. Ella tenía una sillita y ahí se sentaba a esperarlo, “Aquí estoy, estoy esperando al Pepillo”, como le decía a su papá. Como no llegaba, yo le decía que estaba trabajando, se quedaba dormida esperando. Recuerdo que con el toque de queda no se podía prender la luz y ellos para que no tuvieran miedo, porque yo si tenía mucho miedo, ponía una frazada en unas de las ventanas chica que daban para afuera, prendía una vela dentro de un tarro con hartos hoyitos para que no se apagara. Después para que no se viera tan oscuro, se me ocurrió calentar el poto de una botella de vidrio para sacarlo y puse una vela que podía respirar y así quedó como una especie de lámpara. Algunas de las veces que fui a la Escuela de Infantería me acompañó mi cuñado Enrique y luego el padrastro del Pepe, pues como yo era menor de edad, dijeron que no podía retirar su cadáver del Instituto Médico Legal, así que esos trámites lo hicieron ellos. Parece que fue en febrero del 74 y no me dejaron ir, fue el padrastro con una persona del asentamiento. Mi familia no estuvo para nada conmigo, no conté con ellos, ni siquiera recibí por parte de mi papá un “Pucha hija, lo siento” y como nunca me llevaron a un funeral de algún familiar, no tenía idea qué había que hacer o qué decir. Mientras ellos iban a retirar el cuerpo a Santiago, yo me fui con mi hija y una cuñada, Clarita, -la que me ha querido desde que me casé con su medio hermano-, al cementerio de Buin donde le dimos sepultura. Yo hice los trámites para su traslado y compré la sepultura aquí para tener un lugar a donde pudiera ir a dejarle una flor, porque a Santiago cómo iba a llegar. En el Instituto Médico Legal les dijeron que mi marido estaba en el Patio 29 del Cementerio General. Hubo que comprar un ataúd y cuando llegaron al cementerio de Buin, yo me fijo en una bolsa de nylon y recuerdo que me habían dicho que ellos estaban enterrados así, no en cajón. De hecho en la fosa había cinco cuerpos. Entonces, le digo a don Orlando “Quiero verlo, yo quiero saber si es él, yo sé que no es el Pepe”, me responde “No oh, si es el Pepe”, le pregunto si acaso ellos lo habían visto y me contesta que “No, no dejaron que lo viéramos, y más que estaba tan hediondo, qué lo íbamos a ver, no se aguantaba la hediondez del huevón”, él no quería al Pepe. Insistí y le dije “Pucha, si yo hubiera ido no me importa el olor, pero yo quería saber si es él, abramos el cajón”, pero no me dejaron. El caballero de la pompa fúnebre, Martínez lo nombraban, me llama y me cuenta que efectivamente no los dejaron ver el cadáver y me dice “Tení toda la razón chiquilla, pero tú eres joven y puedes rehacer tú vida, pero de que a él lo mataron, lo mataron”. Desde ahí que siempre he creído y sentido que no es mi marido el que está en la sepultura en Buin. No sé, pero el corazón me dice que no es él. De todos modos, con Omar, mi nueva pareja y que era amigo del Pepe, vamos siempre, aunque no sea, aunque sea otra persona. Por lo mismo siempre he rezado y pedido a Diosito que él encuentre su paz y que me diga si él es el que está ahí y digo “Yo quiero verte, yo te quiero ver si tú eres el que está en esa sepultura”. Cuando vamos con Omar, le conversamos, echamos bromas y tallas. Cuando llegó la carroza a Buin, tuvo que pasar a la iglesia y esperamos más de una hora para que el curita firmara los papeles con el permiso para sepultarlo. De ahí lo llevaron al cementerio a enterrarlo no más, sin ceremonia. Yo tenía mucha pena porque no quisieron abrir el cajón, porque estaba sola, y también porque como yo no sabía nada de funerales, pensaba que tenía que invitar gente y a quiénes si, en ese tiempo, no se podía estar en grupos. Estuvimos mi hija, mi cuñada Clarita, el padrastro del Pepe y Daniel López que era del asentamiento y lo había acompañado a Santiago. Yo puse y encendí cuatro velas sobre la tierra que le tiraron a su tumba, nada más. No recuerdo el año, pero debe haber sido a inicio de los años 2000, la Agrupación de Paine realizó un encuentro de agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados, en Linderos. Al llegar veo que en varias sillas estaban los retratos de los de Paine, me fijo en uno de ellos y digo “Chiquillas, les cuento algo, este caballero que está aquí, -sin decirme nadie quién es él-, es el que está en mi sepultura”. De inmediato salta la Juana5 y me dice “¿Y cómo sabes tú?, el de la foto es mi marido” y yo le respondo “Porque yo lo vi –en sueños-, yo le dije que quería ver quién era el que estaba aquí y le pedí muchas veces. Le pedí a Dios que dejara que yo lo viera y este es el caballero que está en mi sepultura”. Por eso es que siempre he dicho que mi marido no está en mi sepultura. También me acerqué varias veces a una asistente social, que veía los casos de Paine, a decirle que sabía que no era mi marido el que estaba enterrado en el cementerio de Buin. Me citaron a Santiago, y les reclamé que por qué no podían sacar el cuerpo para hacer el examen de ADN, así como lo habían hecho con otros cadáveres que estuvieron en el Patio 296 y que incluso a los familiares ni siquiera se les avisó que los iban a sacar para confirmar la identificación. La asistente social me dijo “No, qué vamos a estar sacándolo si él no tiene más hermanos y hay que hacerle el ADN y todo”. Me dio tanta rabia, mucha rabia y una impotencia grande por ser pobre y no poder pagar de forma particular para hacer las cosas. Mi hija me dijo “Mamita, no se caliente la cabeza, porque va a tener que estar sufriendo de nuevo”. Mis hijos no me apoyaron, pues si hubieran dicho “Hagámoslo no más” yo habría insistido aún más. Le dijo a la asistente social “No, no hay para qué con lo que usted me dice”, lo que me dio mucha pena, pues ella, como su hija, podría haber dicho “Yo también quiero que lo hagan”. Para mí todo esto ha sido una tremenda burla, cómo no va a ser posible confirmar quién está en la tumba del Pepe. Y así no más quedó el tema. Cuando nos encontramos con la Juana, siempre conversamos y ella me dice “Ah, si tú me tení mi marido”, “Si niña, yo lo tengo”, le respondo en broma. Bromeando, pero con una pena gigante porque a nadie le importa. De la familia del Pepe jamás nadie se ha acercado y ha dicho “Pucha, yo voy a luchar o voy ayudar en lo que sea” nadie, nadie.