Fecha Detención :
Comuna Detención :
Fecha Asesinato : 11-09-1973
Comuna Asesinato : Santiago
Partido Político : Partido Socialista (PS)
Oficio o Profesión : Presidente de la República
Estado Civil e Hijos : Casado, 3 hijos
Nacionalidad : chilena
Relatos de Los Hechos
Categoría : Antecedentes del Caso
Salvador Allende Gossens, murió durante el ataque aéreo y de tierra al Palacio de la Moneda, el 11 de Septiembre de 1973.
Con valentía y dignidad se enfrentó al ataque de las Fuerzas Armadas de Chile, quienes, con el apoyo de la derecha política, las multinacionales y el poder norteamericano, llevaron a cabo un golpe de estado, seguido de la dictadura mas sangrienta en la historia de Chile, que duraría 17 años.
Estas paginas, están abiertas a contribuciones, que honren la vida de Salvador Allende.
Últimas Palabras de Salvador Allende
11 de septiembre de 1973
…Pagaré con mi vida la defensa de principios que son caros a esta patria.
Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra, roto la doctrina de las Fuerzas Armadas.
El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.
Una palabra para aquellos que llamándose demócratas han estado instigando esta sublevación, para aquellos que diciéndose representantes del pueblo, han estado turbia y torpemente actuando para hacer posible este paso que coloca a Chile en el despeñadero.
En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria los llamo a ustedes para decirles que tengan fe.
La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen.
Ésta es una etapa que será superada, éste es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de ustedes. En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con este ejemplo, para señalar que en este país hay hombres que saben cumplir con las obligaciones que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por la voluntad consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo…
……………….Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes.
La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.
Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo.
En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente: en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
La muerte en combate y el asesinato de Salvador Allende
Fuente :elciudadano.cl, 8 de Septiembre 2023
Categoría : Prensa
Francisco Marín Castro, coautor de Allende, Autopsia de un Crimen (Ceibo 2023) presenta, en exclusiva para El Ciudadano y en la previa al “11” en que se conmemoran 50 años del “golpe”, este reportaje que reúne elementos centrales de su investigación de 15 años sobre la muerte del expresidente.
Santiago de Chile.- “El general Javier Palacios ingresó por la puerta de Morandé 80 (un costado de La Moneda) con soldados de infantería en el mismo instante en que bajaban las escalas las personas que estaban con Allende y a las cuales (él) les había pedido que abandonaran el Palacio de Gobierno. Los militares comenzaron a tirar (lanzar) a la gente hacia abajo por las escalas mientras ellos las subían. El ambiente era un infierno ya que La Moneda ardía por el bombardeo y no se podía respirar por los gases lacrimógenos.
“En el segundo piso, Palacios fue recibido con ráfagas de metralletas de Allende y de algunos de sus hombres que estaban en el Salón Rojo. En ese momento, Palacios grita a los miembros del GAP que se rindieran y fue Allende que responde gritando ‘¡soy el presidente de Chile y si te crees muy valiente ven a buscarme conchetumadre!’.
“Inmediatamente, los GAP (escolta presidencial) y Allende comienzan a disparar y una bala de Allende hiere en la mano derecha a Palacios. Los hombres de Palacios, al ver a su general herido, avanzan disparando contra los miembros del GAP y éstos van cayendo por las balas de los militares, mientras Palacios es asistido por Armando Fernández Larios, que le pasó su pañuelo para detener la sangre de la mano herida.
Entretanto, seguía la balacera más adentro, ya que los GAP iban replegándose. Dos militares que iban disparando hirieron en el estómago o el pecho a un civil que portaba una metralleta, un casco y una máscara antigases; el civil se plegó y cayó al suelo.
“Palacios comienza con sus hombres a ver quiénes estaban vivos y quiénes estaban muertos y le llamó la atención el civil que portaba un reloj fino. Al sacarle la máscara antigases y el casco reconoce al presidente Allende y fue en ese momento que Palacios saca su pistola de ordenanza y dispara a quemarropa a la cabeza del presidente Allende. A todo esto, eran las 14:00 hrs. Palacios con sus hombres trasladan el cuerpo del presidente Allende al salón Independencia. Comienzan entonces a preparar el montaje para decir que el presidente Allende se había suicidado”.
Este testimonio, que fue publicado por primera vez en el reportaje de este corresponsal Indicios de Ejecución (Proceso, 8 de septiembre de 2013) se impone, a la luz de la evidencia científica y forense acumulada desde entonces como la secuencia de hechos más apegada a lo que ocurrió con el Presidente Salvador Allende, en sus horas finales.
El relato fue brindado en marzo de 1974 por el general Javier Palacios -que dirigió el asalto al Palacio de La Moneda, el 11 de septiembre de 1973- a uno de sus mejores amigos, Jorge Araya Gómez quien, mucho más tarde, en 1992, lo retransmitió a su hijo Julio Araya Toro, luego que ambos se encontraran casualmente con Palacios en el centro de Viña del Mar.
En febrero de 2011 Araya Toro le envió una carta desde su domicilio en Abbiategrasso, cerca de Milán, al juez que sustanciaba la investigación judicial del “caso Allende”, Mario Carroza, con el fin de transmitir esta información. Sin embargo, el magistrado no la respondió aunque si ingresó la misiva al expediente del “caso Allende”. Allí la encontramos y nos pusimos en contacto telefónico con el emisor quien nos aportó el valioso relato.
En diversos registros de testimonios emitidos por Palacios (audiovisuales y de prensa) él había declarado que Allende combatió hasta el final y que lo recibió a él y a sus hombres con disparos, pero la importancia del relato que aquí entregamos en extenso es que completa el cuadro de lo sucedido y es congruente con una gran cantidad de testimonios y pruebas que avalan lo que allí se señala, partiendo por el hecho que Allende recibió un disparo a corta distancia en la frente.
Dos semanas después del golpe de 1973 Palacios declaró a revista Ercilla N° 1991, del 26 de septiembre de 1973, que “Allende estuvo disparando todo el tiempo porque tenía las manos llenas de pólvora. El cargador de la metralleta estaba vacío. Había numerosas vainillas en la ventana. A su lado también estaba un revolver. Y cuando pasé a identificarlo, tenía un casco y una máscara de gases”.
En la autopsia practicada la tarde-noche del 11 de septiembre de 1973, en el Pabellón de Cirugía del Departamento de Otorrinolaringología del Hospital Militar, en presencia de militares armados, los médicos forense Tomás Tobar y José Luis Vásquez describieron heridas concordantes con la existencia de dos disparos con trayectorias distintas. Aparte del muy difundido disparo, supuestamente suicida, con fusil de gran potencia (AK 47), que ingresó bajo el mentón y provocó estallido de cráneo, los forenses describieron un orificio redondeado de dos centímetros de diámetro en la parte posterior de la bóveda craneana. Pese a esto, dictaminaron el “suicidio”. La presión militar impedía tomar otra definición, pero esa descripción tendría importancia en el tiempo.
El informe de la autopsia de 1973 sólo pudo conocerse el año 2000. Venía anexado al libro «La Conjura. Los mil y un días del Golpe», de la periodista Mónica González.
Sobre la base de dicho informe el médico legista Luis Ravanal preparó un metanálisis forense (pericia de la pericia) que fue publicado el 8 de septiembre de 2008 en la revista El Periodista.
Allí el doctor Ravanal planteó que el disparo con fusil necesariamente tuvo que haberse realizado después del tiro con arma corta “puesto que, de lo contrario, este no habría dejado orificio de salida”.
En enero de 2011 la justicia chilena abrió el proceso Rol 77-2011, “Caso Allende”. Para determinar si en este caso correspondía que se hiciera una nueva autopsia, el ministro instructor de la causa Mario Carroza pidió una opinión al Servicio Médico Legal (SML).
El 4 de abril de 2011 el tanatólogo de este servicio Germán Tapia emanó un informe forense en el que recomendó la exhumación de los restos de Allende. Dio argumentos similares a los planteados por el perito Ravanal en su metánalisis de 2008: “si en un cadáver se reconoce estallido de cráneo al mismo tiempo que en uno de los fragmentos de la bóveda se evidencia un orificio de salida de proyectil (…) se debe mencionar que dicho orificio de salida se produce en un momento anterior al estallido de la cavidad. Esto es debido a que se requiere la integridad de la cavidad craneana para que un proyectil pueda generar una lesión característica de orificio de salida”.
Hay que consignar que los disparos de armas de gran potencia como el fusil de asalto AKMS de Allende (que le había regalado Fidel Castro) provocan estallido de cráneo por su gran potencia y por los gases que arrastran a la cabeza cuando son expelidos a corta distancia. Las armas cortas producen orificio de entrada y orificio de salida, pero estos últimos se verifican sólo si el cráneo está completo y compacto.
Tras la exhumación y segunda autopsia de Allende (realizada en mayo de 2011) en el contexto de la investigación judicial encabezada por el juez Carroza, el perito químico de la Policía de Investigaciones Leonel Liberona Tobar elaboró el Informe Pericial Químico 261. En este analizó una muestra extraída de la frente de Allende:
En sus conclusiones este informe indica: “se constató la presencia de plomo, bario y antimonio, cuyas concentraciones son compatibles con un orificio de entrada de proyectil balístico generado a corta distancia”.
Pese a la relevancia de este hallazgo, que determinaba el lugar de ingreso de la bala que había dejado un orificio de salida en la parte posterior de la bóveda craneana, el juez Carroza desestimó este informe.
El señalado magistrado ni siquiera mencionó la existencia de este segundo disparo en su fallo de 13 de septiembre de 2012, en que sobreseyó definitivamente el “caso Allende”:
“Los hechos que significaron la muerte del presidente Salvador Allende Gossens provienen de un acto deliberado en el que, voluntariamente éste se quita la vida y no hay intervención de terceros, ya sea para su cometido como para su auxilio”.
Pero no explicó cómo es posible que alguien se pueda suicidar con dos disparos provenientes de dos armas distintas.
De esta manera, el juez ratificaba la versión emanada por la Junta Militar el 12 de septiembre de 1973 en orden a que Allende se rindió y se suicidó.
La sentencia de Carroza fue ratificada por la Corte de Apelaciones en junio de 2013 y por la Corte Suprema el 6 de enero de 2014 (por cuatro votos contra uno). No obstante, en su voto de minoría el ministro Hugo Dolmestch sembró la duda fundada:
Los hallazgos descritos en el Protocolo de Autopsia (de 1973) establecieron la existencia de un orificio de salida en la zona posterior de la bóveda craneana del expresidente, incompatible con la destrucción causada por el impacto autoinferido con un fusil de guerra, lo que refuerza la tesis de la ocurrencia de, a lo menos, dos impactos de bala penetrantes en el cráneo, uno provocado presuntamente por un arma de mediana o baja velocidad, y otro de fuente distinta, pudiendo corresponder a proyectiles y armas diferentes, circunstancia que no descarta la intervención de terceros.
La validación científica internacional a la tesis que Allende recibió en el cráneo dos disparos de dos armas distintas, llegaría en octubre de 2014. Entonces, el Congreso Mundial de Medicina Forense, también llamado World Forensic Festival (WWF) 2014, que se desarrolló en Seúl, Corea del Sur, distinguió al doctor Ravanal como el mejor expositor de dicho certamen.
En su presentación, que llevó por título ¿Una o dos balas’” (One bullet or two?) se analizan los resultados de los exámenes post mortem de 1973 y 2011 practicados a Salvador Allende. Sobre la base de patrones de fractura en el cráneo, de análisis de residuos de disparos y la consideración de los hallazgos en la escena, Ravanal plantea la existencia de un segundo disparo hecho con un arma de distinto calibre del percutido a contacto en la zona submentoniana. “Tal evidencia parece descartar el suicidio como causa de la muerte del presidente Allende”, según se señala en el abstract de este informe.
En diciembre de 2022 Ravanal fue elegido vicepresidente de la Asociación Mundial de Medicina Legal (WAML).
“Mi tío le dio el tiro de gracia”
El 18 de agosto de 2014, siete meses después que se cerrara la causa 77-2011, por la Corte Suprema, en el diario El Ciudadano se publicó una entrevista de mi autoría al ingeniero Dagoberto Palacios, sobrino del ya fallecido general Javier Palacios (1923-2006), que llevó por título: “Mi tío el general Palacios nos contó que él le dio un tiro de gracia a Salvador Allende”.
La publicación de esta entrevista derivó en la presentación de una solicitud de reapertura de la causa en comento, que fue presentada por los abogados Roberto Celedón y Matías Coll el jueves 11 de septiembre de 2014, en el despacho del ministro Mario Carroza.
En los fundamentos del escrito se argumenta: “el último tiempo se han allegado nuevos antecedentes que permiten seria y fundadamente estimar que la muerte del presidente Salvador Allende fue provocada por el general Javier Palacios Ruhmann responsable de la toma del Palacio de La Moneda el día 11 de septiembre de 1973”.
Citando nuestra mencionada nota se da cuenta del contexto de la confidencia: “El 18 de febrero de 1977 Dagoberto Palacios acompañó a su padre a comer a un restorán ubicado en calle Cuevas de Santiago, que era propiedad de otro familiar: Omar Palacios. Además de él y su papá, participaron de dicho encuentro los oficiales de Ejército Javier Palacios, el general Carlos Forestier y el entonces coronel Sergio Badiola.
“Antes que trajeran la comida, mientras se servían un par de copas de vino, alguien le preguntó: ‘¿qué pasó con Allende el día del golpe en La Moneda?’. Entonces mi tío, el general Palacios, nos contó que él le dio un tiro de gracia a Salvador Allende”.
Palacios, que había sido director de Inteligencia del Ejército en 1972, reconoció –según consta en el documental «Más fuerte que el fuego. Las últimas horas en La Moneda (RDA, 1978)- que oficiales del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) entraron al salón donde murió Allende: “Le tomaron unas fotos”, dijo a los documentalistas alemanes. Sin embargo, la misión del SIM fue mucho más allá: montaron el suicidio de Allende.
Otro testimonio clave y omitido por el juez Carroza en su sentencia de cierre del “caso Allende”, es el que brindó el doctor Danilo Bartulin, quien era uno de los hombres más cercanos a Allende. No sólo era su asesor y médico, sino que también uno de sus mejores amigos.
En entrevista a El País, de España, de 10 de septiembre de 1988, Bartulin señala que alrededor de un cuarto para las dos de la tarde, el presidente Allende le pidió que fuera al primer piso para intentar comunicarse con el exterior a través de un citófono que allí había.
“En ese instante, entraron por el Patio de Invierno 30 soldados disparando y golpeando a todos con las culatas. En realidad, fui el primer preso de la Moneda, ya que me cogieron abajo intentando conectar con el exterior”.
Bartulin fue arrastrado hasta la puerta de Morandé 80. Cuenta que escuchó la voz de un militar desde el interior de La Moneda (que podría ser Palacios), gritando que los que estaban aún en el segundo piso tenían diez minutos para rendirse. Estos no lo hicieron y siguieron disparando.
“Desde el suelo vi que iba saliendo todo el mundo, pero Allende no bajó. Subieron a por él. Según el relato que los mismos militares hicieron con posterioridad, Allende disparó hasta el final, murió con el cargador vacío. Después se propagó la versión de su suicidio. Hay una foto en la que aparece sentado en un sillón en una posición inverosímil. La autopsia reveló doble dirección de los disparos mortales. Es ridículo creer que se pudiera disparar dos veces con un fusil desde tan cerca”.
Este testimonio de Bartulin es clave en varios sentidos, entre otros, porque confirma lo que el juez Carroza negó en su investigación judicial: que sí hubo combates al interior de La Moneda.
Este, como los demás antecedentes que se mencionan en esta nota, están contenidos en el libro Allende, Autopsia de un Crimen (Ceibo, junio 2023) coescrito por el doctor Luis Ravanal y este corresponsal, quien actualmente es director de El Ciudadano.
Es claro: Allende no se rindió ni menos suicidó. Murió combatiendo y fue acribillado y rematado.
¿Cómo murió realmente Salvador Allende?
Fuente :DiarioUchile.cl 19 de Noviembre 2014
Categoría : Prensa
Aunque la versión oficial de la muerte de Salvador Allende aboga por el suicidio, un nuevo testimonio de un ingeniero revela que el expresidente chileno fue asesinado a manos de golpista René Riveros Valderrama
La casualidad quiso que a pocos meses del Golpe, Robinson Guerrero viviera un hecho que marcó su vida y que podría cambiar la Historia del país. Detenido por una mala coincidencia en manos de un militar, escuchó de su propia boca la confesión de asesinato del Presidente Salvador Allende y vio cómo se ufanaba de portar el reloj desaparecido del ex Mandatario. En entrevista exclusiva con Juan Pablo Cárdenas narra los detalles de horas que hoy pueden ser cruciales para desentrañar uno de los hechos que han generado más controversia en los últimos años en el país: cómo murió realmente Salvador Allende.
En enero de 1974 ocurrió un hecho que puede ser revelador para explicarse lo que había ocurrido pocas semanas antes en La Moneda. Por más que exista una resolución judicial, persisten algunas dudas sobre lo que ocurrió en el Palacio de Gobierno el 11 de septiembre de 1973.
Un libro reciente de la periodista Maura Brescia, “La verdad sobre su muerte”, referido al extinto Presidente Allende, entrega datos muy contundentes sobre la muerte del Jefe de Estado y cómo habría sido asesinado o caído en combate y no se habría suicidado, como es la versión oficial.
Nadie puede poner en cuestión el heroísmo de Allende, pero la incertidumbre rondará por mucho tiempo respecto de lo que pasó en ese instante, pese a que el ministro Mario Carroza, quien ha llevado esta causa, no ha encontrado evidencia contundente sobre la posibilidad de que Allende haya sido asesinado.
Hay contradicciones enormes entre las autopsias que le practicaron, hay testigos que declaran en sentido muy opuesto sobre lo acontecido en esas horas en La Moneda. Hay interpretaciones varias, pero en definitiva, el ministro Carroza ha decidido asumir la tesis del suicidio de Salvador Allende.
Es, en todo caso, un hecho de la causa, que los militares que ingresaron a La Moneda ese día tuvieron al menos un par de horas para haber arreglado cualquier versión sobre la muerte del Presidente, como lo indica la propia periodista Maura Brescia en su libro, y otros testimonios anteriores, como el que, por ejemplo, dio el periodista Camilo Tauffik, en que también se aseguraba que Allende había sido ejecutado.
El propio general Javier Palacios, quien estuvo a cargo del ingreso a La Moneda, en sus primeras declaraciones desmiente la trama del suicidio, cuando dice que encontró a Allende cerca de la escalera principal en el acceso al segundo piso, que lo encontró botado en el suelo, y que lo habría reconocido por su particular reloj. Como se sabe también, el general Palacios, esa misma noche del 11 de septiembre, fue destinado a Brasil, en lo que algunos sospechan que fue una estratagema militar para alejarlo de los acontecimientos y construir la versión que sostuvieron los militares, en términos del suicidio de Salvador Allende.
En La Moneda hubo muchos muertos, personas que no vivieron ni siquiera como detenidos para poder haber dado una explicación de los hechos, pero consta que el doctor Enrique Paris, quien era un amigo dilecto del Presidente de la República, cuando salió rendido de La Moneda, gritó muy fuerte “¡Asesinos, mataron al Presidente!”, y luego fuera, como tantos otros, detenido y ultimado.
La propia declaración que hace Armando Fernández Larios, uno de los oficiales jóvenes que ingresó con Palacios a La Moneda, en una declaración que prestó en Estados Unidos, frente al fiscal Propper, reconoce que el Presidente Allende fue acribillado por el teniente René Riveros Valderrama, un joven oficial de pelo rubio, como describe el propio fiscal Propper en su famoso libro “Laberinto”, en el que desde Estados Unidos oficializa la idea de que Allende habría sido ultimado y no se habría suicidado.
En conversación exclusiva con Juan Pablo Cárdenas, Robinson Guerrero relata el encuentro con el mismo sospechoso descrito por Larios, quien le habría confesado haber matado a Salvador Allende.
En enero de 1974, Robinson Manuel Guerrero Álvarez fue detenido y maltratado por varias horas por un joven oficial, que obedece justamente a la descripción que hace Fernández Larios del hipotético asesino de Salvador Allende, y que mientras lo tenía detenido se ufanó de haber sido él quien realmente mató a Salvador Allende, al mismo tiempo de exhibirle, en su muñeca el reloj de Allende, el mismo que observó el general Palacios, y que misteriosamente desapareciera de La Moneda, pese a que el reloj está declarado dentro del protocolo que dejaron los militares respecto de todas las pertenencias de Allende que se encontraron en La Moneda. Curiosamente, este reloj nunca apareció, sin embargo, el ingeniero mecánico asegura haberlo observado en manos de quien lo detuviera y lo hiciera pasar este mal rato:
¿En qué circunstancias te detuvieron?
Yo trabajaba en Endesa y estaba destinado a Socometal, una fábrica de estructuras que estaba en Renca. Venía desde mi lugar de trabajo, después de la salida, por Vivaceta cruzando Balmaceda, para entrar por la calle paralela a Manuel Rodríguez. Yo venía manejando una citroneta con dos compañeros de trabajo. En ese cruce veo que viene una camioneta celeste, con carpa, la reconocí inmediatamente como una camioneta de Endesa. Me detengo, y la camioneta, que venía muy rápido, tiene que disminuir la velocidad. Me quedo esperando que cruce por delante, esperando encontrarme con alguien de Endesa. Me doy cuenta que es un militar que va conduciendo. Inmediatamente que pasa, se detiene de una frenada brusca. Se baja él y hace bajar a dos conscriptos que traía en el pick up de la camioneta, que se bajan con las metralletas en ristre. Este tipo me pide los documentos. Yo no sabía por qué me estaba parando. Me dice que lo siga. Lo seguí hasta la Quinta Normal, donde habían instalado un cuartel provisorio, de la Escuela de Infantería de San Bernardo. Llego hasta el estacionamiento, me detengo al lado de la camioneta y se baja indignado y me dice que qué picante y qué ralea humana es capaz de estacionarse al lado de su vehículo, por lo que me dice que saque mi citroneta inmediatamente de ahí y la ponga al frente. Después de eso me llevó a una oficina con los dos conscriptos que me apuntaba desde atrás, me quitó el reloj, el cinturón, la corbata, los cordones de los zapatos y me llevó frente a un paredón donde me dejó detenido con las manos en la nuca, a pleno sol por la espalda, un par de horas, con los militares apuntándome, con órdenes de que si me movía, me acribillaran.
¿Qué fue lo que le irritó tanto?
Eso lo supe después, porque al cabo de las dos horas que me fue a buscar, me llevó a la oficina. Le dije que era ingeniero de la Universidad Técnica y me dijo que tenía mirada de marxista, que esa era otra razón para detenerme. Esta vez, volvió sin la chaqueta militar, venía con una camiseta blanca, se había sacado la pistola que tenía en el cinto del pantalón y también se había sacado el corvo. En la oficina, me dice: “Yo soy René Riveros Valderrama, pertenezco al Ejército de Chile y además, pertenezco a la raza de los libertadores de Chile, y yo soy el que mató al tirano”. En ese instante hace el gesto de levantar su brazo izquierdo, mostrarme la muñeca, con un reloj y decirme: “Este es mi botín de guerra y este era del tirano, yo maté al tirano”.
René Riveros era un joven teniente, que rápidamente fue ascendido a capitán, y con el tiempo se ha comprobado que formó parte de la DINA, donde participó en la Brigada Lautaro, que cometió varios despropósitos en contra de los derechos humanos. Un teniente que coincide con la descripción de sus características físicas que hizo Fernández Larios en Estados Unidos.
Sí, medía sobre 1,75 cm., era un tipo de unos 28 ó 30 años de edad, rubio de ojos claros. Él me dijo que él era dueño de mi vida, me dijo que podía hacer lo que quisiera conmigo.
De hecho, según información que se conoce ahora, Fernández Larios y René Riveros ingresaron juntos a la DINA.
¿Cuánto rato permaneciste detenido?
Un par de horas al sol, con las manos en la nuca y apuntado por dos conscriptos.
Pero finalmente te dejó ir ¿Tú andabas acompañado?
Sí, andaba con dos compañeros de trabajo, que eran ayudantes míos. Ellos permanecieron todo el rato en la citroneta. Solamente me tomó a mí y a los otros dos los dejó arriba, pero ellos lo vieron al momento de la detención, lo vieron cuando me llevó a este paredón, cuando él mismo me fue a buscar y cuando me salió a dejar afuera. Eso es lo que más pena y rabia me daba, con todo lo que me había humillado, y cómo me había tratado, fue que al momento en que él me libera, llama a un conscripto, que era de origen mapuche y le decía alemán, lo llama y le dice: “tráele los objetos del señor Guerrero” y me los entrega, me pide que me ponga la corbata y el cinturón de nuevo porque tengo que salir tal cuál entré, se despide de mí, me da la mano (se la tuve que dar por las circunstancias), y me dice: “váyase, hasta luego, pero cuídese porque nosotros sabemos todo lo que pasa en Chile”.
René Riveros se habría reconocido como el autor de haber dado muerte a Salvador Allende y de lucir en su mano como trofeo el propio reloj de Allende, que es una especie que nunca ha aparecido entre las que se reconocieron que tenía al momento de su muerte en La Moneda.
¿Las personas con las que andabas podrían declarar ante el tribunal?
Sí, para efectos de reconocimiento de este personaje, pueden declarar perfectamente, porque ellos lo vieron, al igual que yo.
René Riveros es un oficial que fue considerado “héroe” por haber ingresado a La Moneda, y después, como dijimos, formó parte de la DINA y en un momento determinado salió del país para realizar operaciones en el extranjero, como lo han considerado en otras causas judiciales.
La intención de esta entrevista es consignar que una persona, a propósito de un incidente callejero, se ufanó de haberle dado muerte a Allende. Es un oficial que está en retiro, que sigue vivo, y que pudiera poder ser convocado por el ministro Carroza para que rindiera testimonio, al igual que usted, que está dispuesto a acudir al tribunal.
Lo que ha hecho la justicia es hacerse cargo del testimonio que dio el doctor Guijón, que se encontraba en La Moneda, quien el único que categóricamente dice haber observado a Allende recién suicidado en su despacho, pero en una versión que también está muy contradicha por otro tipo de circunstancias, como la vestimenta con la que encontraron al Presidente, y por el hecho más extraño de todos: el doctor Guijón fue obligado por los militares a permanecer durante los 17 años de la dictadura en Chile con orden de arraigo. Muchos temen que habría convenido con los militares ser un testigo falso en este caso. Otros partidarios de Allende les hace mucho peso esta declaración, pero también el testimonio que habría rendido el propio Presidente de la República en su discurso de despedida en que dice que va a pagar con su vida la lealtad del pueblo. Sin embargo, otros interpretan que la disposición del Presidente era perder la vida en la lucha por su cargo y la dignidad, en ningún caso suicidarse.
Las primeras versiones que se dieron en el mundo después del 11 de septiembre de 1973 fue que Allende habría sido ultimado, así lo atestiguan los oficiales que salieron a Estados Unidos, así lo atestigua la primera declaración del general Palacios, pero todo esto después se ha contradicho con esta versión oficial de suicidio, que para algunos sería un montaje.
Yo en ese momento era un detenido, por lo tanto, la confesión que él me entrega no lo hace bajo presión o amenaza, él solamente trata de destacar la grandeza que él tenía con respecto a mí, porque había sido el que había matado a Salvador Allende y el que tenía el poder en ese momento. Yo no le estaba preguntando nada ni presionándolo.
¿Intentaste dejar testimonio antes?
Sí, ante la Comisión Valech, y me dijeron que no tenía importancia y que, en el fondo, aunque yo hubiese sido maltratado o sometido a una tortura sicológica por un par de horas había salido demasiado bien del incidente, por lo tanto, no había nada. Yo lo que quería destacar no era eso, sino el asesinato de Allende.
La Corte Suprema ante la falsificación del informe de la autopsia de Allende
Fuente :PiensaChile.cl 1 Febrero 2014
Categoría : Prensa
En la sentencia de 6 de enero de 2014 de la Corte Suprema (1) se reseña una consideración previa de un recurso de casación contra el cierre definitivo del sumario sobre la muerte del presidente Allende (2), de la que se afirma que “plantea que el Servicio Médico Legal remitió una fotocopia del informe de autopsia [del presidente Allende], fechado el 17 de septiembre de 1973, cuya autenticidad el tribunal [Instructor del sumario] no cuestionó, a pesar de que el justificado de su texto aparece hecho por un procesador no disponible en esa fecha, por lo que sólo pudo ser elaborado en una época muy posterior” (3). Sin embargo, en dicha consideración no sólo se plantea el hecho reseñado en la sentencia, sino que también del mismo se advierte que constituye una falsificación documental que por sí sola evidencia una negligente instrucción sumarial (4).
Así pues, la Corte Suprema eludió dejar constancia de haber sido explícitamente advertida de que en el sumario sobre la muerte del presidente Allende consta una falsificación del informe de su autopsia, con el propósito, quizá, de que su injustificada omisión de indagarla pasase desapercibida.
La denuncia de la falsificación de este importante documento médico legal del sumario fue divulgada en un artículo reciente (5), donde se apuntaba la posibilidad de que aquella suscitase un acuerdo de la Corte Suprema para investigar no sólo los motivos por los que en el sumario sobre la muerte del presidente Allende consta un informe de su autopsia remitido por el Servicio Médico Legal que es falso, sino también el destino del informe original de la misma que dicho Servicio habría emitido.
La Corte Suprema en su sentencia antes citada (1) no acuerda una investigación sobre dicha denuncia pero tampoco cuestiona su autenticidad, es decir, omite valorarla, por lo que el presente trabajo retoma la indagatoria iniciada en el artículo antes citado (5)
Allí quedó evidenciado que la “fotocopia de autopsia”, de 17 de septiembre de 1973, remitida por el Servicio Médico Legal al Instructor, Mario Carroza Espinosa, e incorporada por éste en el sumario (6), corresponde a un informe falso porque su texto está escrito con un procesador, una aplicación informática que no estaba disponible cuando dicho informe se fechó (7).
La indagatoria sobre la falsificación de dicho informe en el presente trabajo se expone detalladamente en las notas (8, 9 y 10), cuya lectura conjunta se recomienda, y, a continuación, se reseña:
Las fojas 18 a 23 del sumario, que constituyen “la fotocopia de autopsia” remitida por el Servicio Médico Legal (11), son fotocopias del “Informe de Autopsia” reproducido en las páginas 489 a 494 del libro La Conjura de la periodista Mónica González (12). La falsificación del informe allí reproducido habría consistido en:
1. Copiar en un procesador el texto de un “Informe de Autopsia No. 2449/73” del que existe una copia en el sumario remitida por el II Juzgado Militar (13) y otra copia publicada por Archivos de Chile (14). En el texto copiado se evidencia un error al escribir “presentada”, refiriéndose a la autopsia, en lugar de “presenciada” y la corrección de una falta de ortografía (8).
2. “Copiar” el timbre y las firmas de los médico legistas que constan en cada una de las páginas de aquel Informe de Autopsia y “pegarlos” en las páginas correspondientes del texto copiado en el procesador (9).
La reseña de esta falsificación suscita la pregunta siguiente: ¿Qué finalidad tuvo copiar el texto, los timbres y las firmas de los médico legistas del Informe de Autopsia para hacer pasar la copia resultante por un informe original? La respuesta requiere indagar en el libro La Conjura, publicado en el año 2000 (12), donde este falso informe fue reproducido por primera vez, por lo que escapa al objeto del presente trabajo.
La conclusión de que las fojas 18 a 23 del sumario, que constituyen “la fotocopia de autopsia” remitida por el Servicio Médico Legal (11), son fotocopias del falso informe de la autopsia reproducido en las páginas 489 a 494 del libro La Conjura (12), requiere la puntualización de que aquellas están, además, manipuladas para hacerlas pasar por fotocopias de las páginas del informe original de la autopsia que, supuestamente, estaría archivado en el Servicio Médico Legal (10).
El hecho de que el Servicio Médico Legal haya remitido al Instructor unas fotocopias manipuladas del falso informe de la autopsia reproducido en aquel libro, indica que el citado Servicio no tiene archivado el informe original de aquella autopsia. Por lo tanto, hay que seguir indagando acerca del destino del informe original de la autopsia practicada al cadáver del presidente Allende en el Hospital Militar de Santiago durante la noche del 11 de septiembre de 1973 por los médicos legistas Tomás Tobar Pinochet y José Luis Vásquez Fernández.
El último, que por entonces era también médico de planta en el hospital recién citado (15), declaró al instructor Carroza (16) que desconocía quien ordenó que la autopsia se practicase en el Hospital Militar y que se limitó a cumplir con lo que el doctor Tobar le había solicitado (17), que cuando la autopsia terminó, el doctor Tobar se llevó el manuscrito de la misma a su domicilio para transcribirlo, que las muestras tomadas en la autopsia se llevaron al Laboratorio del Instituto Médico Legal y que sus resultados se enviaron a aquel domicilio, donde se adjuntaron a la transcripción del doctor Tobar para formar “el informe completo” (18).
Sin embargo, éste no resultó de añadir a la transcripción del manuscrito de la autopsia (19) sólo los resultados de los análisis de las muestras tomadas durante la misma, sino también una comunicación manuscrita en un folio con membrete de las “Oficinas Fiscales” dirigida al Fiscal Militar que está firmada por los médico legistas que practicaron la autopsia (20). La transcripción de esta comunicación al Fiscal constituye los cinco primeros párrafos del Informe de Autopsia de Allende remitido al Instructor por el II Juzgado Militar (13).
Asimismo, el médico legista Vásquez declaró que fue al domicilio del doctor Tobar a firmar el informe de la autopsia que éste había transcrito, que lo introdujo en un sobre (21), que lo entregó al general Herman Brady Roche en un pasillo del Ministerio de Defensa, que de aquel informe original no guardó ninguna copia y que desconoce su destino tras entregarlo (22). Este desconocimiento de quien permaneció desempeñando funciones en el Servicio Médico Legal, al menos hasta su declaración judicial de marzo de 2011(23), indica que el informe original de la autopsia del presidente Allende no habría sido entregado en dicho Servicio para su preceptivo registro y archivo.
Durante su declaración judicial, el médico legista Vásquez examinó “la fotocopia de autopsia” remitida por el Servicio Médico Legal al Instructor y afirmó que la reconocía como copia del informe de la autopsia de Allende y que la firma que allí aparece bajo su nombre es la suya (24). El hecho de que tanto él como el otro médico legista, Tobar Pinochet, dejasen constancia en dicho informe no solo de que practicaron la autopsia en el Hospital Militar por orden del Fiscal de la Primera Fiscalía Militar, sino también de que lo remiten al mismo Fiscal (25), hace incomprensible que el médico legista Vásquez entregara el informe de la misma al general Brady Roche en vez de al Fiscal, a quien iba dirigido, y desmiente que él desconociese los motivos por los que la autopsia se practicó en el Hospital Militar y se hubiera limitado “a cumplir con lo solicitado por el Dr. Tobar”, según declaró al magistrado Carroza (17).
Joaquín Erlbaum Thomas, el Fiscal aludido en el informe de la autopsia de Allende, 38 años después y siendo Brigadier (r) del Ejército, en su declaración ante el instructor Carroza (26), entregó una copia del proceso que él instruyó sobre la muerte del presidente Allende cuando era el Fiscal a cargo de la Primera Fiscalía Militar (27 y 28). En este proceso consta el acta de las diligencias que él, siendo el Fiscal, realizó en el Hospital Militar, en la que afirma que allí, después de la identificación del cadáver del presidente Allende, dio la orden escrita a los médicos legistas para que practicaran la autopsia (29) pero, sorprendentemente, esta orden escrita no consta en el proceso. En dicha orden, que si consta en el sumario al haber sido remitida por el II Juzgado Militar, el fiscal Erlbaum dispone que la autopsia a Allende se practique en el Instituto Médico Legal (30).
La práctica de la autopsia en el Hospital Militar fue tan injustificable que el brigadier (r) Erlbaum trató de eludir su responsabilidad en aquella al declarar que ignoraba los motivos por los que el cadáver del Presidente fue trasladado allí (31), echándose de menos que entonces el magistrado Carroza no le instara a que respondiera que si él, que fue el Fiscal que conforme al Código de Justicia Militar instruyó el proceso, no sabía los motivos por los que en el Hospital Militar ordenó a los médico legistas que practicaran la autopsia mediante una orden escrita (29) para que, paradójicamente, la misma se practicara en el Instituto Médico Legal (30), ¿quién, entonces, los sabría?
Este desinterés por conocer aquellos motivos es impropio de un magistrado que se precie de serlo, porque el hecho de que la autopsia se practicara fuera del Instituto Médico Legal supuso no sólo que los médicos legistas la realizaran sin los medios técnicos disponibles en aquel Instituto (32), sino también el incumplimiento del artículo 127 del Código de Procedimiento Penal (33).
Además, la declarada ignorancia de los motivos por los que el cadáver de Allende se trasladó al Hospital Militar es inexcusable porque el fiscal Erlbaum pudo preguntarlos al general Javier Palacios Ruhmann cuando ante él declaró, el 22 de octubre de 1973, que dispuso “el levantamiento del cadáver [del Presidente] y su traslado al Hospital Militar para la práctica de la autopsia” (34). Al respecto, el teniente (r) Manuel Vásquez Nanjari declaró recientemente que cumplió la orden del general Palacios de custodiar el cadáver del presidente Allende durante su traslado al Hospital Militar y allí entregarlo a los Jefes de Sanidad de las FF.AA. para su identificación, en la que estuvo presente; asimismo, respondió al magistrado Carroza que mientras duró el reconocimiento del cadáver de Allende, el Fiscal no estuvo presente (35).
Por el contrario, el fiscal Erlbaum afirma en el acta de las diligencias practicadas en el Hospital Militar que efectuó el reconocimiento del cadáver del presidente Allende, finalizándolo cuando “interrogó” a los Jefes de Sanidad de las FF.AA. y de Carabineros y todos ellos le confirmaron la identidad de aquel cadáver (36). Aunque el brigadier (r) Erlbaum declaró al magistrado Carroza que los Jefes de Sanidad de las FF.AA. y de Carabineros sólo presenciaron la autopsia (37), aquellos, además, expidieron un “Informe Médico sobre el examen del cadáver” del presidente Allende que fue leído en la Junta de Gobierno Militar de 13 de septiembre de 1973 y que quedó en poder del Secretario de la Junta en un sobre lacrado, según consta en el Acta No. 2 de la misma (38). El destino de este importante informe debió de ser inescrutable para el instructor Carroza porque omite su existencia en el sumario.
Asimismo, el brigadier (r) Erlbaum precisó en su segunda declaración ante el Instructor que acudió al Hospital Militar por orden de la Junta de Gobierno Militar porque el médico legista Tobar Pinochet se negaba a iniciar la autopsia hasta que el Fiscal no llegara con una orden judicial (39). Sin embargo, las dos órdenes recién citadas no se pueden verificar porque no constan, sorprendentemente, en el proceso ni el doctor Tobar puede ratificar o desmentir lo que el brigadier (r) Erlbaum declaró sobre él, porque entonces ya había fallecido (40). Al respecto, el otro médico legista que practicó la autopsia, Vásquez Fernández, declaró en dos ocasiones al instructor Carroza que ningún fiscal asistió a la misma (41).
El brigadier (r) Erlbaum respondió al magistrado Carroza que la descripción del cadáver que consta en el acta de las diligencias practicadas en el Hospital Militar fue realizada por el Secretario del Tribunal, Luís Marín, quien para hacerla se basó sólo en lo que allí vio y sin contar con asesoramiento médico (42). Aunque esta respuesta no se puede valorar porque la pregunta que la suscitó no está explícita en su declaración, hay que puntualizar primero, que en la carátula del proceso consta que el Secretario de la Primera Fiscalía Militar en este proceso no fue Luís Marín, sino José Jarpa Cortés (28) y segundo, que quien redacta el acta se cita como “el Tribunal” en varias ocasiones, es decir, el Fiscal (29 y 36).
En cualquier caso, quien fuera anotó en el acta un detalle que sólo pudo conocer porque los médicos legistas que practicaron la autopsia se lo transmitieran o porque lo hubiera leído en el informe de ésta. En efecto, en el acta se afirma que el proyectil salió de la cabeza de Allende por “la parte posterior de la región interparietal [sutura sagital] (43)”, lo que coincide con lo establecido en el informe de la autopsia. Sin embargo, los médico legistas no establecieron el sitio de salida del proyectil en aquella región al observarla, porque como el resto de las regiones de la bóveda craneana estaba destrozada, sino al deducirla tras observar a este nivel un orificio de salida de proyectil en el cuero cabelludo, luego de una minuciosa reconstitución de sus múltiples desgarros (44).
Es posible que el brigadier (r) Erlbaum con aquella respuesta pretendiera desvincularse del acta, porque en la misma consta una afirmación que el informe de la autopsia desmiente categóricamente. En efecto, en el acta consta que el Fiscal se constituyó allí en Tribunal a las 21:15 h y se describe un “cadáver que yacía desnudo”, encontrándose su vestimenta “a un costado de la sala” (45); por el contrario, en el informe consta que la autopsia se inició a las 20:00 h y se describe un “cadáver que se presenta vestido con sus ropas en relativo orden”. (46) Esta burda contradicción es parcialmente dirimida por el brigadier (r) Erlbaum al declarar al magistrado Carroza que cuando ingresó en una dependencia del Hospital Militar encontró un cadáver “vestido con chaqueta y pantalón [refiriéndose al del presidente Allende]” (47), es decir al desmentir lo que afirma en el acta de su diligencia hospitalaria que consta en el proceso que él instruyó siendo el Fiscal.
El instructor Carroza estableció en su resolución de cierre del sumario que la copia simple del proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum era “copia del correspondiente original” después de contrastarla, entre otras, con las “anotaciones” y las “certificaciones oficiales” del II Juzgado Militar (48). Sin embargo:
1. No existen en el sumario “certificaciones oficiales” expedidas por el II Juzgado Militar sino fotocopias, lo que es expresamente advertido por el Jefe del Estado Mayor General del Ejército cuando las remitió al citado magistrado (49).
2. Si el magistrado Carroza hubiese contrastado la información remitida por el II Juzgado Militar que consta en su Libro de Ingresos de Causas sobre el Proceso Rol No.1032-1973, es decir, que fue instruido “en contra de NN por la muerte de Salvador Allende G.”, y cerrado conforme al párrafo No. 1 del artículo 409 del Código de Procedimiento Penal (50), habría evidenciado que no concuerda con la información correspondiente que consta en la copia del mismo proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum; en efecto, en la carátula de este proceso consta que fue instruido, paradójicamente, “en contra Ex mandatario Salvador Allende por” un hecho o delito que ni tan siquiera se consigna (28) y cerrado conforme al párrafo No. 2 del artículo 408 del Código de Procedimiento Penal (51) .
3. Entre los documentos remitidos por el II Juzgado Militar consta el Informe de Autopsia de Allende (13) y los que se consideraron al elaborarlo, es decir, la comunicación al Fiscal de los médicos legistas que la practicaron (20), el manuscrito del protocolo de la autopsia (19) y los análisis del Laboratorio del Instituto Médico Legal de las muestras tomadas en aquella (52). Hay que reiterar que el Ejército advirtió al remitirlos que “no corresponden a originales sino a fotocopias” (49) y desmentir una vez más que en el sumario consten “certificaciones oficiales” de los mismos obtenidos del II Juzgado Militar, porque sólo el Servicio Médico Legal tiene atribuciones para hacer constar por escrito que aquellas fotocopias corresponden a los respectivos originales que deben de estar archivados en dicho Servicio.
Al respecto hay que tener en consideración que el Servicio Médico Legal no remitió estos documentos médico legales al magistrado Carroza cuando éste requirió a dicho Servicio que lo hiciera con todos los antecedentes que allí hubiera sobre la muerte de Allende (53), sino que le remitió una “fotocopia de autopsia” (46) que, recordémoslo, corresponde a fotocopias manipuladas del falso Informe de Autopsia reproducido en las páginas 489 a 494 del libro La Conjura (8-10).
La “fotocopia de autopsia” remitida por el Servicio Médico Legal habría sido considerada por el magistrado Carroza como “un documento que se ha recuperado de la Institución que emitió el Informe” y, conforme a lo que afirma en su resolución de cierre del sumario, lo habría contrastado con el correspondiente que consta en el proceso que le entregó el brigadier (r) Erlbaum (48). Pues bien, el Magistrado al contrastar el texto de ambos tendría que haberse percatado de que el texto del informe que consta en el proceso (28), idéntico al remitido por el II Juzgado Militar (13), está escrito con máquina de escribir, de la autopsia se afirma que fue “presenciada” y tiene una falta de ortografía, mientras que el texto del informe remitido por el Servicio Médico Legal está escrito con un procesador (7), de la autopsia se afirma que fue “presentada” y aquella falta de ortografía está corregida (8).
El magistrado Carroza instruyó el sumario a partir de una denuncia de la Fiscalía Judicial de la Corte de Apelaciones en la que expresamente se dice que de la muerte del presidente Allende no existían, hasta entonces, “mayores noticias acerca de las circunstancias que la rodearon o de quien o quienes la ocasionaron” (54). Sin embargo, el magistrado Carroza saca a relucir una “investigación previa instruida por la Justicia Militar, en un proceso de cuyo original afirma “que no pudo ser habido” (48), una expresión con la que encubre la irregularidad de su increíble “extravío” protagonizado por el II Juzgado Militar, según la información remitida por el jefe del Estado Mayor del Ejército al Magistrado (55).
El “extravío” del proceso original por el citado juzgado habría impedido acreditar que la copia entregada por el brigadier (r) Erlbaum correspondiera fehacientemente a aquel, pero el magistrado Carroza estableció que dicha copia lo era “del correspondiente original” mediante el contraste de documentos antes citado que él mismo, supuestamente, realizó (48). Resulta, pues, muy llamativo que el magistrado Carroza no haya ordenado al Laboratorio de Criminalística Central de la Policía de Investigaciones el correspondiente peritaje de cada uno de los documentos médico legales que constan en la copia del proceso entregada por el brigadier Erlbaum y su contraste con el correspondiente documento recuperado de la Institución que lo emitió. Si así lo hubiera ordenado, se habría podido estudiar el informe del peritaje documental de la “fotocopia de autopsia” remitida por el Servicio Médico Legal per se y tras contrastarla con la fotocopia del Informe de Autopsia que consta en la copia del proceso entregada por el brigadier Erlbaum.
En cualquier caso, el magistrado Carroza acreditó la copia del proceso que le entregó el brigadier (r) Erlbaum con la que sustenta la existencia de “la investigación previa instruida por la Justicia Militar” (48) y, en consecuencia, refuta el argumento, sin siquiera citarlo, en el que se sustentaba la denuncia de la Fiscalía Judicial, es decir, la inexistencia de “mayores noticias” acerca de la muerte del presidente Allende (54). Al respecto hay que subrayar que la citada fiscalía no ha recurrido la refutación del argumento que sustenta su denuncia, por lo que se sobreentiende que la habría considerado correcta.
Por último, de lo anteriormente expuesto hay que denunciar que el II Juzgado Militar dispusiese de aquellos documentos médico legales que remitió al magistrado Carroza porque, como antecedentes que son y conforme al Código de Justicia Militar (56), deberían de estar en el proceso original que, increíblemente, este juzgado “extravió” (55). Sin embargo, en la copia de este proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum no consta la comunicación manuscrita al Fiscal de los médico legistas que practicaron la autopsia (20), ni el manuscrito de la autopsia (19) ni los análisis del Laboratorio del Instituto Médico Legal relacionados con la misma (52), lo que cuestiona aún más que dicha copia del proceso lo sea del correspondiente original.
La presente indagatoria termina sin responder a por qué el II Juzgado Militar dispone de unos documentos médico legales que no constan en el Servicio Médico Legal ni en la copia del proceso en la que se sustenta la que el magistrado Carroza denomina “investigación previa instruida por la Justicia Militar”. La respuesta a esta pregunta y a las que con ésta se relacionan, es decir, quién, cuándo y para qué entregó aquellos documentos en el II Juzgado Militar, dependerá de que los abogados querellantes ejerzan su derecho a solicitar una copia de calidad del correspondiente sumario, incluyendo toda la documentación que en diferentes anexos quedó “bajo custodia del Tribunal”, en especial la copia del proceso instruido por el fiscal Erlbaum (28), y faciliten su divulgación para que sea escrutada.
– El autor, Julián Aceitero Gómez (Córdoba -España-, 1955), es doctor en medicina y autor de dos artículos publicados en piensaChile que fueron incorporados por un abogado querellante en la Causa Rol No. 77/2011 para investigar la causa de la muerte del presidente Allende; asimismo, es co-autor del artículo Lo que los lentes de Allende nos permiten ver, relacionado con la misma causa judicial, también publicado en piensaChile. Su trabajo Los residuos de disparo en la cabeza de Allende no se corresponden con el disparo a contacto bajo su mentón, publicado por El Clarín de Chile, fue remitido por una abogada querellante a la Corte Suprema para su consideración como antecedente en esta causa. Recientemente ha publicado los artículos sobre la misma causa: La falsificación del informe de la autopsia de Allende, publicado por Socialistas Allendistas, El Clarín de Chile y piensaChile, y La versión oficial de la muerte de Allende el 11 de septiembre de 1973: I. La identidad de las autoridades que entonces la establecieron, publicado por piensaChile.
NOTAS
[Recomendación de la Redacción de piensaChile: El trabajo del Doctor Aceitero incluye imágenes de documentos citados, con el fin de darle un respaldo científico indiscutible a su afirmaciones. Desgraciadamente esas imágenes -en un primer instante- no tienen la nitidez con que quisiéramos ofrecerlas, pero si Ud. hace un clic sobre la imagen, el sistema abrirá una aplicación (slide show) que le mostrará la imagen con mucha mayor nitidez e incluso, con su ayuda, podrá recorrer todas las imágenes contenidas en el artículo]
[1] Sentencia de 6 de enero de 2014 de la Corte Suprema de Chile. Disponible en el vínculo: http://www.derecho-chile.cl/sentencia-de-corte-suprema-confirma-sobreseimiento-total-y-definitivo-en-causa-de-salvador-allende/
[2] Recurso de Casación interpuesto por los abogados Roberto Celedón Fernández y Matías Coll del Río contra el sobreseimiento total y definitivo del Sumario Rol No.77/2011. Ha sido publicado íntegramente en Diario del Aire y está disponible en el vínculo siguiente:
http://semanarioalternativas.wordpress.com/2013/11/17/los-restos-del-disparo-en-la-cabeza-de-allende-no-se-corresponden-con-el-disparo-bajo-el-menton/
[3] De la Sentencia [1] se transcribe la reseña completa a la consideración previa del recurso de casación [2]:
“…Respecto de este último hecho, se plantea que el Servicio Médico Legal remitió una fotocopia del informe de autopsia No. 2449-73, fechado el 17 de septiembre de 1973, cuya autenticidad el tribunal no cuestionó, a pesar de que el justificado de su texto aparece hecho por un procesador no disponible en esa fecha, por lo que sólo pudo ser elaborado en una época muy posterior…”
[4] Del Recurso de Casación [2] se transcribe la consideración previa relacionada con la falsificación del informe de la autopsia de Allende:
“…Antes de adentrarnos en el análisis del informe de autopsia debemos advertir a V.S.I. sobre un hecho de suyo grave: Consta en autos que el Servicio Médico Legal remitió a fs. 15 una fotocopia del Protocolo de Autopsia Nº 2449-73 de Salvador Allende Gossens fechado el 17 de septiembre de 1973, que cuenta con medias firmas en todas sus páginas y que está firmado al final por los médico-legistas señores José Luís Vásquez y Tomás Tobar Pinochet. Es del caso que dicho documento, que se encuentra incorporado al sumario desde fojas 18 a la 23, sin que el Tribunal cuestionara su autenticidad, a pesar de que evidentemente se está en presencia de un documento falsificado, puesto que el justificado de su texto, es decir, la alineación de sus márgenes izquierdo y derecho, fue realizada por un procesador de textos, que es una herramienta informática no disponible en el año 1973. Por ende, el documento agregado a esta causa no puede haber sido elaborado en esa fecha sino en una fecha muy posterior, ignorándose los motivos de esta adulteración instrumental. Este hecho irregular por sí solo bastaría para demostrar que ha existido una grave omisión en la investigación sumarial, al no esclarecerse este hecho, que en el caso es grave por tratarse de uno de los pocos antecedentes documentales disponibles. Hacemos presente que esta defensa tomó conocimiento de esta situación luego del cierre del sumario…”
[5] El artículo La falsificación del informe de la autopsia de Allende está disponible en los vínculos siguientes:
http://piensachile.com/2013/12/la-falsificacion-del-informe-de-la-autopsia-de-allende/
http://www.elclarin.cl/web/index.php/opinion/politica/9822-la-falsificacion-del-informe-de-la-autopsia-de-allende.html
http://socialismoallendista.blogspot.com.es/2013/11/la-falsificacion-del-informe-de-la.html
[6] Causa Rol 77/2011 del 34º Juzgado del Crimen de Santiago de Chile. Instructor: Magistrado Mario Carroza Espinoza. Fecha de apertura: 25/01/2011. Fecha de Sobreseimiento Total y Definitivo: 13/09/2012.
[7] Nota 7
En esta reproducción parcial de la foja 23 del sumario (6) se observa el justificado del margen derecho del texto realizado por un procesador mediante el incremento/disminución del espacio entre palabras, como se muestra entre las palabras “el” y “disparo” que constan en las conclusiones 5ª, 4ª y 6ª del texto arriba reproducido:
Nota 7.1 L@s lectores que no estén familiarizad@s con el uso del ordenador pueden comparar la reproducción parcial de la foja 23 del sumario (6) recién comentada con la reproducción parcial de la foja 1249 del sumario (6) correspondiente a la última página del Informe de Autopsia No. 2449/73 remitido por el II Juzgado Militar de Santiago que consta en las fojas 1244 a 1249 del sumario (6):
Nota 7.3 En esta reproducción parcial de la foja 23 del sumario (6) se observa el justificado del margen derecho del texto realizado por un procesador mediante el incremento/disminución del espacio entre palabras, como se muestra entre las palabras “el” y “disparo” que constan en las conclusiones 5ª, 4ª y 6ª del texto arriba reproducido:
[8] Las fojas 18 a 23 del sumario, que constituyen la “fotocopia de autopsia No. 2449-73” remitida por el Servicio Médico Legal al Instructor, son fotocopias del “Informe de Autopsia No. 2449-73” que está reproducido en las páginas 489 a 494 del libro La Conjura de la periodista Mónica González (12).
La falsificación del Informe de Autopsia No. 2449-73 que está reproducido en las páginas 489 a 494 del libro La Conjura ha consistido en:
A. Copiar el texto del Informe de Autopsia No. 2449-73 en un procesador, bien el de su original, cuyo destino se desconoce, o el de cualquiera de sus copias, una de las cuales fue remitida por el II Juzgado Militar de Santiago al Instructor, figurando en las fojas 1244 a 1249 del sumario (6), y otra fue publicada por Archivos de Chile (8).
En el texto copiado en un procesador se evidencia:
a. Un error, en el tercer párrafo de la primera página, al escribir “presentada” -en página 489 del libro La Conjura-, refiriéndose a la autopsia, en lugar de “presenciada” -en la foja 1244 del sumario-:
Nota 8
b. La corrección de la falta de ortografía en el quinto párrafo de la primera página del Informe de Autopsia No. 2449/73: “…pasamos a continuación ha [sic] hacer…”:
Nota 8.b
[9] B. Copiar el timbre o sello (Jefe de la Sección de Tanatología) y las firmas de los médico legistas que constan en cada una de las páginas del Informe de Autopsia No. 2449-73 comentado en el apartado anterior y pegarlos en las páginas correspondientes del texto copiado en el procesador. Se reproduce el sello y las firmas de la última página para su cotejo:
Nota 9
[10] El tamaño del falso informe resultante reproducido en las páginas 489 a 494 del libro La Conjura se ajusta, obviamente al de aquellas, siendo muy inferior al tamaño folio en el que está escrito el original de cualquier informe. Para ilustrar esta diferencia, se reproduce la primera página del Informe de Autopsia remitido por el II Juzgado Militar y la del informe reproducido en el libro La Conjura:
Nota 10
Así pues, las fotocopias del informe reproducido en el libro La Conjura no se podrían haber hecho pasar por fotocopias de las páginas del informe original que, supuestamente, tendría que estar archivado en el Servicio Médico Legal, por lo que han sido ampliadas entre un 15-20%, una diferencia de tamaño que se ilustra al reproducir la primera página del Informe de Autopsia reproducida en aquel libro con la de su fotocopia remitida por el Servicio Médico Legal:
Nota 10.1
No obstante, en la fotocopia ampliada el tamaño del texto del informe sigue siendo muy inferior al de cualquier informe escrito en un folio, lo que patentiza un amplio espacio sin texto en la porción inferior del folio, que para que pasase desapercibido se ha manipulado su fondo blanco simulando líneas de texto transparentadas del reverso del folio, es decir, como si los folios del informe original se hubieran escrito por ambas páginas. Esta observación se ilustra en la reproducción conjunta siguiente:
Nota 10.2
La manipulación ilustrada en la foja 18 se evidencia al compararla con la que sería su reverso, la foja 19, porque las líneas de texto “transparentadas” que ocupan una parte extensa de la parte inferior de ambas páginas no se corresponden con el texto de la página opuesta:
Nota 10.3
Así pues, la parte extensa del folio que queda por debajo del texto ha sido disimulada con líneas de texto “transparentadas” de cualquier página del mismo, incluso de la misma página que más arriba está fotocopiada, como se evidencia en la reproducción parcial de la última:
Nota 10.4
[11] Escrito del Servicio Médico Legal dando cuenta de la remisión de fotocopia de autopsia No. 2449/73 correspondiente al señor Salvador Allende Gossens. En la foja 15 de la Causa Rol 77/2011 (6).
[12] González, Mónica (2000). Chile. La Conjura. Los mil y un días del Golpe, Santiago, Ediciones B / Grupo Z.
[13] Informe de Autopsia No. 2449/73 remitido por el II Juzgado Militar de Santiago. Consta en las fojas 1244 a 1249 de la Causa Rol 77/2011 (6).
[14] Informe de Autopsia No. 2449/73 publicado por Archivos de Chile. Disponible en el vínculo: http://archivoschile.org/wp-content/uploads/2012/01/730911-Informe-Autopsia-Allende.pdf
[15] En la foja 1633 de la Causa Rol 77/2011 (6) consta la información remitida por el Jefe de la Sección de Archivo General del Ejército. Se transcribe: “…Cabe agregar que figuran firmando la citada Autopsia el Dr. José L. Vásquez F. y el Dr. Tomás Tobar Pinochet, el primero de los nombrados podría corresponder al ECP [Empleado Civil Profesional] (R) JOSÉ LUIS VÁSQUEZ FERNÁNDEZ, RUN xxxxxxx el cual en la referida época integraba la planta del Hospital Militar de Santiago, como médico 4º grado…”
[16] Declaración judicial del médico legista José Luis Vásquez Fernández de 14 de marzo de 2011 en las fojas 267-270 de la Causa Rol 77/2011 (6).
[17] Declaración del médico José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 268: “…Con respecto, a este mismo punto quisiera señalar, que desconozco quien ordenó realizar esta pericia en el Hospital Militar y no en el Servicio Médico Legal, donde correspondía haberlo efectuado, por cuanto era el lugar idóneo para realizarla. Yo solamente me limité a cumplir con lo solicitado por el Dr. TOBAR, quien había recibido dichas instrucciones…”
[18] Declaración del médico José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 269: ” … Una vez finalizada la pericia, se dispuso que nos fueran a dejar a cada uno de nosotros a nuestros domicilios, y al Sr. CORNEJO lo trasladaran al Servicio Médico Legal, llevándose consigo las muestras obtenidas durante la pericia, mientras tanto el Dr. TOBAR, se llevó el manuscrito del protocolo a objeto de trascribirlo y esperar los resultados de las pericias del laboratorio, y de esa manera enviar el informe completo, situación que finalmente debí realizar yo, debido a que el Dr. TOBAR se encontraba delicado de salud, para tal efecto me contacté con el Ministerio de Defensa, y a su vez con el Jefe de Plaza de la época, un General del Ejército de nombre GERMÁN BRADLEY [sic], quien me recibió en dependencias del Ministerio de Defensa y se hizo cargo del referido informe el cual le entregué en un pasillo de dicho edificio, desconociendo que ocurrió posteriormente con él. Copia de dicha diligencia no me guardé…”
[sic]: Se trata de un identificación errónea incomprensible en una declaración judicial que se analiza en detalle en el artículo La falsificación del informe de la autopsia de Allende (5)
[19] Manuscrito de la autopsia (Informe Médico Legal) remitido por el II Juzgado Militar de Santiago. Consta en las fojas 1252 a 1257 de la Causa Rol 77/2011 (6).
[20] Manuscrito de los médico legistas al Fiscal fechado el 11 de septiembre de 1973. Consta en la foja 1258 de la Causa Rol 77/2011 (6).
[21] Declaración judicial del médico legista José Luis Vásquez Fernández de 19 de mayo de 2011 en las fojas 802 y 803 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 803 se transcribe: “… en relación a la firma del informe de autopsia debo indicar que el documento final, lo fui a retirar al departamento del Doctor Tobar lugar donde lo firmé, y acto seguido se guardó en un sobre…”
[22] Declaración del médico José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 269: ” … y de esa manera enviar el informe completo, situación que finalmente debí realizar yo, debido a que el Dr. TOBAR se encontraba delicado de salud, para tal efecto me contacté con el Ministerio de Defensa, y a su vez con el Jefe de Plaza de la época, un General del Ejército de nombre GERMÁN BRADLEY [sic], quien me recibió en dependencias del Ministerio de Defensa y se hizo cargo del referido informe el cual le entregué en un pasillo de dicho edificio, desconociendo que ocurrió posteriormente con él. Copia de dicha diligencia no me guardé…”
(23) Declaración del médico José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 267: “… Respecto al horario que cumplía en el Servicio Médico Legal, recuerdo que en un principio eran 11 horas semanales, las que posteriormente fueron aumentando a 22 horas y finalmente a 44 horas semanales. Actualmente cumplo funciones en el Servicio Médico Legal…”
(24) Declaración del médico José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 270: “… A su pregunta, en relación al documento que se me exhibe y que corresponde a una copia de la autopsia No. 2449/1973, de Salvador Allende Gossens debo indicar que la reconozco y que la firma que aparece en ella bajo mi nombre, me pertenece, no debiendo agregar ningún tipo de consideración o comentario a ésta…”
(25) De la fotocopia de autopsia No. 2449/73 correspondiente al señor Salvador Allende Gossens remitida por el Servicio Médico Legal que consta en las fojas 18 a de la Causa Rol 77/2011 (6), se transcribe:
1. De la foja 18: “…los médico-legistas que suscriben… nos constituimos en el Hospital Militar de esta ciudad, en cumplimiento de disposiciones dictadas por el señor Fiscal de la Primera Fiscalía Militar, por las cuales se nos comisionaba para practicar la autopsia médico legal al cadáver del señor SALVADOR ALLENDE GOSSENS…”
2. De la foja 23:
“…AL SEÑOR FISCAL DE LA PRIMERA FISCALÍA MILITAR. PRESENTE”
(26) Declaración judicial de 3 de marzo de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas. Consta en las fojas 230 a 232 de la Causa Rol 77/2011 (6).
(27) De la declaración judicial de 3 de marzo de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas (26), se transcribe parcialmente la foja 232: “…Al finalizar esta declaración quiero dejar constancia que adjunto los datos exactos del proceso judicial instruido por la Primera Fiscalía Judicial [sic], bajo el Rol Nº 1032-1973 de fecha 11 de septiembre de 1973, y acompaño las copias necesarias…”
Proceso Rol Nº 1032/73, instruido por el fiscal Mayor (J) Joaquín Erlbaum Thomas y sustanciado en el II Juzgado Militar de Santiago de 11/09/1973 a 02/04/1975.
(28) El original del Proceso Rol Nº 1032/73 fue extraviado por el II Juzgado Militar de Santiago y una copia del mismo fue entregada por el brigadier (r) Erlbaum al magistrado Mario Carroza, Instructor de la Causa Rol Nº 77/2011 (6), estaría bajo custodia del Tribunal como Anexo Nº 9/2011.
El Laboratorio de Criminalística Central de la Policía de Investigaciones de Chile transcribió este expediente militar (Transcripción del LACRIM) y como documento pericial de 291 páginas consta bajo custodia de la Secretaría del Tribunal como Nº 64/2011.
(29) De la copia del proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum se transcribe parcialmente la foja 2 -página 4 de la Transcripción del LACRIM- (28): “… En éste momento el Tribunal ordena practicar la autopsia del cadáver, la que es llevada a efecto por los médicos legistas, TOMAS TOBAR PINOCHET Y JOSE LUIS VASQUEZ FERNÁNDEZ, dándose la respectiva orden por escrito…”
(30) Orden del fiscal Erlbaum (Primera Fiscalía Militar) al Instituto Médico Legal para que en dicho establecimiento se practicar la autopsia a Salvador Allende Gossens. Consta en la foja 1250 de la Causa Rol 77/2011 (6).
(31) De la declaración judicial de 3 de marzo de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas (26), se transcribe parcialmente la foja 230: “… inmediatamente inicié un proceso, ignorando los motivos por qué el Presidente fue trasladado al Hospital Militar y no al Servicio Médico Legal…”
(32) Declaración del médico José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 268: “…En relación a la pericia misma y por las limitantes que teníamos al no contar con una dependencia idónea…”
Declaración judicial del médico legista José Luis Vásquez Fernández de 19 de mayo de 2011 en las fojas 802 y 803 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 803 se transcribe: “…cómo médicos del Servicio Médico Legal no tomamos fotografías del cuerpo, ya que no teníamos los medios para hacerlo…”
(33) Código de Procedimiento Penal. Disponible en el vínculo:
http://www.nuestroabogado.cl/codpropenalsinref.htm.
Se transcribe su artículo 127: “Las autopsias se harán en un local dependiente del Servicio Médico Legal del Estado…”.
(34) Declaración del general Javier Palacios Ruhmann al fiscal Erlbaum en las fojas 72 y 73 del proceso Rol 1032/73 -páginas 88 a 90 de su transcripción oficial del LACRIM- (28). Se transcribe parcialmente la foja 73 -página 90 de la Transcripción del LACRIM-: “… dispuse el levantamiento del cadáver y su traslado al Hospital Militar para la práctica de la autopsia…”
(35) Declaración judicial del teniente (r) Manuel Luis Vásquez Nanjari que consta en las fojas 1101 a 1105 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 1103 se transcribe: “… ordenándoseme que lo llevara directamente al Hospital Militar, donde debía custodiar y entregar a los Jefes de Sanidad de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas…”
De la foja 1105 se transcribe: “…Cuando se firmó el protocolo de conocimiento del cuerpo ahí yo me retiré, hasta ahí llegaba mi misión, se había reconocido el cuerpo que era el Presidente…” “…No hubo ningún fiscal [mientras se reconocía el cuerpo del Presidente]…”
(36) De la copia del proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum se transcribe parcialmente la foja 2 -página 4 de la Transcripción del LACRIM- (28): “…En este instante el Tribunal interroga a los cuatro médicos jefes de los servicios de Sanidad del Ejército, Marina, Aviación y Carabineros ya mencionados, acerca de si reconocen en el occiso a Salvador Allende Gossens, todos los cuales responden afirmativamente, señalando su gran parecido con la persona que conocieron como tal…”
(37) De la declaración judicial de 3 de marzo de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas (26), se transcribe parcialmente la foja 231: “…ellos [los Jefes de Sanidad de las FF.AA. y Carabineros] sólo la [autopsia] presenciaron…”
(38) Acta No. 2 de la Junta de Gobierno Militar celebrada el 13 de septiembre de 1973, disponible en el vínculo:
http://www.revistacienciapolitica.cl/rcp/wp-content/uploads/2013/09/09_vol_19_2.pdf
En su punto No. 3: “Se leyó el Informe Médico expedido por los tres médicos Jefes de las FF.AA. y el Jefe del Servicio de Carabineros, del examen del cadáver del Sr. SALVADOR ALLENDE GOSSENS. El Informe Médico quedó en poder del Secretario de la Junta en un sobre lacrado.”
(39) Declaración judicial de 26 de abril de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas. Consta en las fojas 393 y 394 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 393 se transcribe: “… el Doctor Tobar del Servicio Médico Legal y a cargo de este procedimiento, no quiso iniciar la diligencia hasta que llegara un fiscal con una orden judicial…” “…por orden de la Junta de Gobierno se me instruyó me constituyera en el Hospital Militar para dicha diligencia…”
(40) Declaración del médico legista José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 270: “…en relación al Doctor tobar y el paramédico Señor Cornejo, ellos se encuentran fallecidos…”
(41) Declaración del médico legista José Luis Vásquez Fernández (16). Se transcribe de la foja 270: “…en relación a la presencia de un Fiscal Militar en la diligencia, debo indicar que no recuerdo que se haya presentado alguno y se haya identificado como tal…”
Declaración judicial del médico legista José Luis Vásquez Fernández de 19 de mayo de 2011 en las fojas 802 y 803 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 802 se transcribe: “… No recuerdo la presencia de algún Fiscal Militar ni autoridad similar, ya que de haber estado nos habríamos presentado ante él…”
(42) Declaración judicial de 26 de abril de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas. Consta en las fojas 393 y 394 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 393 se transcribe: “… la descripción del cadáver que efectúa el Secretario del Tribunal y cuya acta consta en el expediente, la hace de acuerdo a lo que él ve en el Hospital Militar sin ser asistido por médico alguno…”
De la declaración judicial de 3 de marzo de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas (26), se transcribe parcialmente la foja 230: “… Junto a mi secretario, el señor Luis MARÏN, funcionario de Carabineros, me trasladé al Hospital Militar, llevando la orden para efectuar la autopsia…”
(43) De la copia del proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum se transcribe parcialmente la foja 1 –vta.- -página 3 de la Transcripción del LACRIM- (28): “…teniendo como salida [el proyectil] la parte posterior de la región interparietal [sutura sagital]… destrozando la bóveda craneana…”
(44) Fotocopia de autopsia No. 2449/73 correspondiente al señor Salvador Allende Gossens remitida por el Servicio Médico Legal. Consta en las fojas 18 a 23 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 20 se transcribe: “…El proyectil sale finalmente al exterior por la parte alta y mitad posterior de la bóveda craneana… en correspondencia de la unión de su tercio medio con su tercio posterior de la sutura sagital [región interparietal] presenta una zona constituida por diversos desgarros de disposición radiada, a expensas de los cuales es posible reconstituir un orificio irregularmente redondeado, de labios evertidos, de aproximadamente 3 por 2,5 cm. de diámetro…”
(45) De la copia del proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum se transcribe parcialmente la foja 1 -página 2 de la Transcripción del LACRIM- (28): “…El cadáver se yacía desnudo sobre la mesa de autopsia y la vestimenta que usaba se encontraba a un costado de la sala…”
(46) Fotocopia de autopsia No. 2449/73 correspondiente al señor Salvador Allende Gossens remitida por el Servicio Médico Legal. Consta en las fojas 18 a 23 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 18 se transcribe: “… Cadáver de sexo masculino que se presenta vestido con sus ropas en relativo orden…”
(47) De la declaración judicial de 3 de marzo de 2011 del brigadier (r) del Ejército Joaquín Erlbaum Thomas (26), se transcribe parcialmente la foja 230: “… me trasladé al Hospital Militar…ingresé en un dependencia y sobre una mesa de operaciones se encontraba una persona sin vida, vestida con chaqueta y pantalón…no lo reconocí inmediatamente como don Salvador Allende…”
(48) Causa Rol 77/2011 (6). De la Resolución de Sobreseimiento, disponible en:
http://www.poderjudicial.cl/noticias/File/SOBRESEIMIENTO%20ALLENDE.pdf?opc_menu=&opc_item=
se transcriben parcialmente las fojas 2405 y 2406:
“…Que en lo que respecta a la investigación previa instruida por la Justicia Militar, proceso Rol No. 1032-73 de la Primera Fiscalía Militar de Santiago a cargo del Fiscal Joaquín Erlbaum Thomas, seguido por la muerte de Salvador Allende Gossens, es dable señalar que su original no pudo ser habido, lográndose por el contrario recuperar tan solo una copia simple que le fuera proporcionada al Tribunal por el propio Fiscal Militar de la época y que ha sido contrastada con quienes participaron en su desarrollo, con los documentos y piezas que se han recuperado de las instituciones que emitieron informes y con las anotaciones y certificaciones oficiales obtenidas del Segundo Juzgado Militar de Santiago, pudiendo establecerse que éste ejemplar es copia del correspondiente original …”
(49) Fotocopias del II Juzgado Militar remitidas por el Jefe del Estado Mayor General del Ejército al magistrado Carroza. De la foja 1242 Causa Rol 77/2011 (6) se transcribe: “… se constató la existencia de los siguientes antecedentes que se remiten, haciendo presente que no corresponden a originales sino a fotocopias…”
(50) Información del II Juzgado Militar remitida por el Jefe del Estado Mayor General del Ejército al magistrado Carroza. De la foja 1242 Causa Rol 77/2011 (6) se transcribe: “… un Libro de Ingreso de Causas correspondiente al año 1973, el cual en su foja 232 registra la Causa Rol No. 1032-1973, en contra de NN por la muerte de SALVADOR ALLENDE G.,…con una anotación de 14 JUN 1976, que señala que la causa se encuentra en archivo con Sobreseimiento por el artículo 409 No. 1 del Código de Procedimiento Penal…”
(51) La aprobación del dictamen de sobreseimiento definitivo del proceso solicitado por el Fiscal Militar. De la copia del proceso entregada por el brigadier (r) Erlbaum se transcribe parcialmente la última foja, sin foliar, -página 291 de la Transcripción del LACRIM- (28): “…VISTOS: El mérito de autos, en especial el dictamen fiscal de fojas 183 en el que se solicita sobreseimiento definitivo en la causa, por no ser el hecho constitutivo de delito: Y visto, además, lo dispuesto en los artículos 74, 180 y 181 del Código de Justicia Militar y 408 No. 2 del Código de Procedimiento Penal…”
(52) Los análisis del Laboratorio del Instituto Médico Legal de las muestras tomadas durante la autopsia en poder del II Juzgado Militar y remitidas por el Jefe del Estado Mayor General del Ejército al magistrado Carroza que constan en las fojas 1259 a 1261 de la Causa Rol 77/2011 (6).
(53) Escrito del magistrado Carroza dirigido al Servicio Médico Legal que consta en la foja 16 de la Causa Rol 77/2011 (6), que se transcribe parcialmente:”… se ha decretado a usted a fin que remita a este Tribunal todos los antecedentes que dicho Servicio posea de la víctima Allende Gossens, Salvador…”
[54] Denuncia de la Fiscalía Judicial de la Corte de Apelaciones que consta en las fojas 1 y 2 de la Causa Rol 77/2011 (6). De la foja 1 se transcribe parcialmente:”…El señor Allende Gossens, el día 11 de septiembre de 1973, fue hallado muerto en dependencias del Palacio de La Moneda… sin que hasta ahora existan mayores noticias acerca de las circunstancias que rodearon esta muerte o de quien o quienes la ocasionaron…”
[55] Información del Jefe del Estado Mayor General del Ejército al magistrado Carroza acerca del “extravío” del Proceso Rol 1032-1973 que consta en las fojas 1243 de la Causa Rol 77/2011 (6), que se transcribe parcialmente:”… : “…Dicho Tribunal Castrense [II Juzgado Militar de Santiago] informa que con fecha 08 JUN 2011 se ordenó instruir la Causa Rol No. 1572-2011, en averiguación de las circunstancias en las que extravió el Proceso Rol No. 1032-1973, y asimismo, se ordenó reconstituir dicho expediente a través de la Sexta Fiscalía Militar de Santiago…”
(56) Código de Justicia Militar de Chile. Disponible en el vínculo:
http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=18914
Se transcribe su artículo 180:“Inmediatamente que la autoridad militar superior correspondiente tuviere noticia por cualquier medio de que se ha cometido un delito de la jurisdicción militar, ordenará instruir el proceso correspondiente al respectivo Fiscal. Éste procederá en el acto a investigar, breve y sumariamente y asistido por su secretario, la verdad de los hechos y a reunir los antecedentes que sirvan para comprobarlos…”
Ministro Carroza sobreseyó de forma definitiva causa por muerte del Presidente Allende
Fuente :Radio Cooperativa Jueves 13 de Septiembre 2013
Categoría : Prensa
El ministro en visita Mario Carroza dictó el sobreseimiento definitivo de la investigación por la muerte del Presidente Salvador Allende ocurrida el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de la Moneda, estableciendo que por testigos, peritajes y datos de la indagatoria, el Mandatario se suicidó.
El magistrado analizó en una resolución de 90 páginas toda la relación de hechos de esa mañana de martes de 11 de septiembre hace 39 años, donde establece detalle a detalle qué ocurrió en el Palacio de la Moneda desde que Allende fuera trasladado desde la casa presidencial de calle Tomás Moro.
Así, el texto señala que luego de hablar con los tres edecanes militares y enfatizarles que no iba a entregarse ni tampoco viajar fuera del país, el Presidente se encerró en el salón Independencia.
Una vez en el interior se sienta en un sofá, coloca el fusil que portaba entre sus piernas y apoyándolo en su mentón lo acciona, falleciendo en forma instantánea producto del disparo recibido, "donde su cuerpo quedó en una posición tal que se cargó a la derecha e inclinó sobre el tórax".
"La bóveda craneana tuvo una pérdida importante de masa encefálica que queda disgregada en el suelo y en el muro ubicado en su espalda", indica el fallo.
De esta manera, además se descarta la intervención en el hecho de alguno de los asesores del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) o de los militares que llegaron tras el ataque aéreo que se había producido a La Moneda.
El ministro Carroza concluye que "luego de la profusa prueba producida durante el sumario, como también de las piezas del proceso episodio de La Moneda y lo encontrado en la justicia militar se demuestra que la muerte del Presidente Allende proviene de un acto deliberado en que voluntariamente se quitó la vida, y donde no hay intervención de terceros, ya sea para su cometido, como para su auxilio, estimándose que los hechos no son constitutivos de los delitos por lo que se debe cerrar totalmente esta causa".
Justicia cerró investigación y confirmó suicidio del Presidente Allende
Fuente :Radio Cooperative 11 de Septiembre 2013
Categoría : Prensa
Justo cuando se conmemora un año más de la muerte del Presidente Salvador Allende tras el Golpe militar que lo derrocó, la Corte de Apelaciones de Santiago cerró definitivamente la investigación en torno a las causas que llevaron a su fallecimiento.
La tercera sala del tribunal de alzada capitalino de manera unánime confirmó la decisión tomada en diciembre pasado por el ministro instructor Mario Carroza, quien decretó el cierre del sumario y rechazó la petición de nuevas diligencias de uno de los querellantes.
En esa oportunidad, Carroza confirmó que el presidente Allende se suicidó en La Moneda, tras las pericias que hicieron distintos expertos internacionales, y que fue corroborada el 23 de mayo a partir de la exhumación de sus restos mortales.
Fue un doble balazo disparado por un AK-47 el que acabó con la vida del líder de la "revolución a la chilena", según lo estableció la justicia, disparada por el propio Allende en su contra el 11 de septiembre de 1973, hace exactamente 39 años.
subir Resistió hasta el final
La confirmación del suicidio de Allende por parte de la Justicia fue recibida con tranquilidad por sus familiares, asegurando que lo enaltece en su papel como mandatario que respeta las leyes. Para su hija, la senadora Isabel Allende, "se ha sentado una verdad jurídica que en nada quita el valor, la integridad y la consecuencia del Presidente Allende".
"Él llega a esa acción porque no estaba dispuesto ha dejarse humillar, pero desde muy temprano presentó resistencia hasta donde fue humanamente posible, es un orgullo. Es importante que el pueblo chileno lo sepa, eso enaltece a Salvador Allende, porque sabemos que él se quedó en La Moneda porque él sabía que los presidentes constitucionales tienen que ejercer el mandato hasta el final", detalló.
Funeral del ex Presidente Allende se realizó en forma privada
Fuente :Radio Cooperativa Viernes 9 de Septiembre 2011
Categoría : Prensa
La ceremonia estaba originalmente prevista para el domingo pasado, pero se pospuso por la tragedia aérea.
La familia agradeció en un comunicado "a todos aquellos que quisieron acompañarnos desde todos los rincones del país".
En forma privada se concretó durante la jornada del jueves el funeral de ex Presidente Salvador Allende, luego de concluida la investigación judicial que confirmó el suicidio como causa de muerte, y que motivó su exhumación en el mes de mayo.
La ceremonia estaba programada originalmente para el domingo pasado, pero se suspendió por la tragedia aérea ocurrida en Juan Fernández.
En un comunicado publicado en el sitio web de la Fundación Salvador Allende se informó que en la víspera, "en una ceremonia estrictamente privada, en compañía de sus familiares y cercanos, fueron trasladados este jueves en la mañana los restos del Presidente Salvador Allende desde el Servicio Médico Legal hasta el Mausoleo de la familia Allende Bussi".
En el lugar, la senadora Isabel Allende dirigió unas palabras en recuerdo del ex Mandatario y agradeció las muestras de cariño expresadas durante estos días.
La familia Allende y la Fundación reiteraron también "sus agradecimientos a todos aquéllos que quisieron acompañarnos desde todos los rincones del país, pero debido a los distintos acontecimientos ocurridos recientemente se optó por un acto privado e íntimo".
Al anunciar la decisión de suspender el carácter público de la ceremonia, la familia había indicado que "compartiendo el dolor que afecta al país por la tragedia acontecida en el Archipiélago Juan Fernández y en aras de respetar el sufrimiento de los familiares de las víctimas que tienen sus deudos en el Servicio Médico Legal, hemos decidido efectuar el traslado de los restos del Presidente Salvador Allende Gossens en forma privada".
Los fantasmas que rondan la muerte de Salvador Allende
Fuente :CIPRE Martes 24 de Mayo 2011
Categoría : Prensa
Además de corroborar su identidad, la exhumación de los restos del ex Presidente pretende establecer una verdad histórica. Ya no sólo se sopesa la versión del doctor Patricio Guijón, sino también la de otros médicos y policías que refrendan el hecho. A esto se suma el reciente hallazgo de una copia del expediente original de la Fiscalía Militar, que incluye una declaración del ex ministro José Tohá recogida desde el Hospital Militar y un inventario de los bienes encontrados en el Salón Independencia. Desde la espada de O’Higgins al fusil AK-47 con el que Allende se habría quitado la vida.
A comienzos de este año, cuando el ministro Mario Carroza se hizo cargo de la investigación por la muerte de Salvador Allende, una de sus primeras diligencias fue pedir el expediente con que la justicia castrense determinó en 1974 que el ex Presidente se había suicidado. La Fiscalía Militar negó tener el original. Carroza siguió entonces la pista de un antiguo aviso publicado en internet que ofrecía el expediente por dos millones de pesos. El oferente resultó ser el propietario de una empresa de demoliciones que aseguró haberlo encontrado mientras echaba abajo la casa de un ex relator de la justicia militar.
Una semana después de que esa copia le fuera embargada al empresario de demoliciones, el fiscal militar que investigó el hecho, Joaquín Earlbaum, apareció en el despacho del ministro Carroza con otra copia. El expediente original, sin embargo, aún está extraviado.
Además del informe de autopsia y de la pericia balística que ya se conocían, el expediente incluye elementos que pueden dar luces sobre la verdad histórica más controversial del siglo XX. Entre ellos, un tercer informe de 1973 titulado “Relación de especies encontradas por personal militar en lugar del suicidio”. El documento que firma el coronel Julio Polloni Pérez, director interino de Inteligencia del Ejército, da cuenta de piezas históricas.
En ese inventario se enumarn bienes como la espada de O’Higgins, el fusil AK-47 regalado por Fidel Castro con el que Allende se habría matado, sus anteojos Mustang, su reloj Jaegger LeCoultre y las dos vainillas de las balas que perforaron su cabeza ( ver lista completa ). La mayoría de esos objetos se encuentran extraviados y el juez Carroza ofició al Ejército, que debía custodiarlos, preguntando por ellos.
El expediente contiene también las primeras declaraciones recogidas entre 1973 y 1974. Una de ellas es la del ex ministro de Defensa José Tohá, a quien se tomó testimonio mientras permanecía detenido en el Hospital Militar, lugar donde moriría poco después. Contiene también la primera declaración judicial del doctor Patricio Guijón, que reafirmará la tesis del suicidio que permanece hasta hoy.
Testigo accidental
Patricio Guijón era el menos político de los médicos personales de Salvador Allende. También el más distraído e ingenuo. Integró el equipo de médicos de la Presidencia por recomendación de su colega y amigo Arturo Jirón, ex ministro de Salud de la Unidad Popular. Fue el único de ese equipo que no salió al exilio tras el golpe de Estado. Siguió viviendo en su casa en Vitacura como cualquier hijo de vecino. En adelante, quien quisiera dar con su paradero no debía más que consultar la guía telefónica.
Esa jornada de martes 11 de septiembre de 1973, cuando se reunió junto al resto de sus colegas en La Moneda, hizo y dijo cosas dignas de ser destacadas. Lo primero fue permanecer en funciones, aun cuando el Presidente dejó en libertad de acción a sus colaboradores ante la proximidad del ataque aéreo. Lo segundo fue comentar, en medio del bombardeo de los Hawker Hunters, que muy de seguro “esas bombas deben ser chilenas, porque aún estamos vivos”. Así al menos lo recordó treinta años después en una entrevista con El Mercurio. Lo tercero ya es histórico.
Tras el bombardeo aéreo y con La Moneda en llamas, una vez que Allende ordenó a sus colaboradores que se entregaran a las fuerzas golpistas, el doctor Guijón recordará que cuando comenzaba a salir hizo algo “realmente absurdo”: volvió sobre sus pasos en búsqueda de una máscara de gas como recuerdo a su hijo mayor. Según su relato, estaba en eso cuando abrió las puertas del salón Independencia, donde se había encerrado Allende, y lo vio en los instantes precisos: sentado en un sillón, de espaldas a la pared, el Presidente sostenía un fusil cuyo caño presionaba su barbilla, un disparo seco, parte del cráneo y los sesos volaron por los aires.
Con menos detalles, su testimonio transmitido por la televisión pública en septiembre de 1973 acalló dudas y a la vez despertó sospechas de quienes no creyeron en la versión del suicidio, incluida la propia familia del ex Presidente. El hecho es que desde entonces el cirujano Patricio Guijón quedó convertido en el testigo de la muerte de Salvador Allende. Testigo accidental, que parece haber estado en un lugar y un tiempo equivocados.
Empeñado en establecer una verdad judicial de los hechos, que a la larga será histórica, el ministro Carroza ha tomado declaración a una veintena de protagonistas que sobrevivieron al golpe y viven para contarlo. Protagonistas que sin poner en cuestión el fondo del relato del doctor Guijón, lo han situado en un lugar secundario, denotado imprecisiones, si es que no hechos contradictorios.
Guijón no fue ni por lejos el único que vio a Allende muerto inmediatamente después de que uno o dos disparos secos se escucharon tras la puerta del salón Independencia. Tampoco el único que dice haber presenciado el momento exacto en que aparentemente se disparó. De cualquier modo la verdad judicial no está confiada únicamente a testimonios de sobrevivientes del asalto a La Moneda. La reciente exhumación de los restos de Salvador Allende persigue, además de corroborar la identidad de esos restos, probar la trayectoria que habría seguido el o los impactos de bala que provocaron su muerte. Esto último ante un reciente informe del Servicio Médico Legal (SML) que detectó discordancias entre los impactos encontrados en el lugar de los hechos y la trayectoria del disparo descrito en la autopsia realizada en septiembre de 1973 por encargo del fiscal Earlbaum.
Disparos secos
Aunque en La Moneda había casi cincuenta personas, unas pocas asistieron el momento en que el Presidente Allende se despidió de sus colaboradores más cercanos y se encerró en el salón Independencia. Menos aún son las que sobreviven para contarlo. Una de ellas es el ex detective de la Policía de Investigaciones Gustavo Basaure Barrera.
Miembro de la escolta permanente que Investigaciones dispuso para la custodia del mandatario, Basaure fue uno de los 17 policías que ese 11 de septiembre permanecieron leales junto a Allende en La Moneda. Resistieron el asalto en condiciones muy desventajosas, en un gesto más testimonial que efectivo, y cerca de las dos de la tarde su superior directo les informó que el Presidente había dispuesto que salieran en fila india por la puerta de Morandé 80. No había muchas posibilidades. La Moneda ardía en llamas, el ambiente era irrespirable y la mayor parte del grupo se había reunido en ese sector. Entonces Basaure, que permanecía sentado en un corredor del segundo piso del palacio junto a su compañero Pedro Valverde, presenció cuando Allende terminaba de despedirse y cerraba por dentro la puerta del salón Independencia diciendo que tomaría un par de minutos para meditar.
El policía estaba a unos pocos metros de esa puerta, tres o cuatro, y desde ese lugar escuchó “dos disparos secos, sin estampida”, provenientes del salón. Mientras se incorporaba junto a su compañero, tres o cuatro hombres llegaban corriendo desde el ala sur del pasillo y abrían la puerta del salón. Uno de ellos salió gritando que el Presidente se había matado.
-Yo no entré al salón, pero como la puerta quedó entreabierta me asomé a mirar: aunque estaba casi a oscuras, sin luz, vi que el Presidente estaba tendido en un sillón y tenía una herida en el cuello, aunque no parecía tener sangre. Encima tenía un fusil –dice Gustavo Basaure desde su casa en La Florida.
Pedro Valverde Quiñones, el compañero de Basaure, presenció la escena con mayor detención pero no vive para relatarla. Una posición tanto o más privilegiada tuvo el también fallecido policía David Garrido Gajardo. En 1987, en una crónica de la revista Análisis sobre la muerte de Allende firmada por Mónica González, María Olivia Monckeberg y Patricia Verdugo, el ya ex policía Garrido recordó la escena en los siguientes términos:
“Estábamos al fondo del pasillo, casi frente al living privado del Presidente, cuando lo vi acercarse con Enrique Huerta, el doctor Patricio Guijón y otras personas, las que quedaron en la puerta cuando él entró. Entonces escuché la voz del Presidente que dijo fuerte: ‘Allende no se rinde’, y de inmediato, dos o tres balazos. El médico dijo: ‘El doctor se mató’, entró en el despacho y, desde mi posición, vi al Presidente sentado, con la cabeza hacia atrás y el casco botado. Había sangre en el muro”.
En esos minutos Basaure no recuerda haber visto al doctor Guijón rondando en el pasillo del segundo piso, paralelo a calle Morandé. Es más: como muchos ex policías presentes ese día en La Moneda, pone en duda que el médico haya regresado motivado por el rescate de una máscara antigás.
–No resiste ninguna lógica –dice el policía, recordando el temor que cundía a esas horas ante el acecho de los militares y la incertidumbre de no saber lo que les esperaría afuera. – En esas circunstancias, ¿a quién se le iba a ocurrir volver a buscar un souvenir?
El primero de la fila
Cuando se escucharon los disparos en el salón Independencia, los primeros leales que resistieron junto a Allende habían alcanzado la calle. Contrario a las órdenes del Presidente, la fila no era encabezada por su secretaria Miria Contreras, la Payita, sino por el policía Eduardo Ellis Belmar. De bigotes espesos y contextura gruesa, apenas abrió la puerta y puso un pie en la calle un soldado lo abrazó por la espalda y lo usó de escudo para protegerse de disparos provenientes del Ministerio de Obras Públicas. Inmediatamente después salió la Payita.
Ya cuando estaba tendido en la acera de Morandé junto a otros detenidos, escuchó la noticia de uno de sus compañeros que se encontraba en su misma posición: el Presidente se había quitado la vida.
Desde La Reina, donde vive, el ex detective Ellis sostiene que ningún militar alcanzó a ingresar a La Moneda desde la puerta de Morandé antes de que Allende se quitara la vida.
-Cuando yo recibí la noticia, los militares aún no habían entrado a La Moneda. Esperaron a que bajaran todos por la escalera que conectaba el pasillo del segundo piso con la puerta de Morandé –dice.
La misma certeza tiene el jefe de la guardia presidencial de Investigaciones, Juan Seoane Miranda, quien dejó La Moneda una vez que se enteró de la muerte de Allende. Recuerda que el dramatismo fue agudizado por el intento del subsecretario general de Gobierno, Arsenio Poupin, de quitarse la vida con una pistola. Alguien logró arrebatársela. Enrique Huerta, el intendente de Palacio, gritó un viva a favor del fallecido Presidente. Recién nada más se había despedido de él. Poupin y Huerta fueron de los últimos en verlo con vida y los primeros testigos de su muerte. Los dos se entregarían y más tarde serían torturados y hechos desaparecer.
Seoane no pone en duda que Allende se quitó la vida:
-Doy fe de que los soldados no habían entrado todavía. Estábamos únicamente nosotros.
Las versiones de los ex policías son coincidentes. La mayoría de ellos son amigos y suelen reunirse habitualmente. La última vez lo hicieron antes de ser citados a declarar ante el juez Carroza. La única versión discordante es la de Carlos San Martín. Según uno de sus antiguos compañeros, en su reciente declaración judicial dio indicios de la presencia de militares al momento de ocurrida la muerte de Allende. Pese a haber permanecido voluntariamente en La Moneda, San Martín no siente afinidad por la izquierda. Más bien lo opuesto.
Instante fatal
En septiembre de 1984, cuando su versión aún era resistida por la izquierda chilena, Patricio Guijón dio una entrevista a revista Cauce en la que evocó la escena que lo anclará permanentemente al pasado.
Dirá que entró al salón y le tomó al pulso al Presidente, constatando su muerte. Otro absurdo: el cráneo del Presidente estaba abierto y destrozado. La masa encefálica a la vista. Luego, en un acto instintivo, tomó el fusil AK-47 que estaba sobre el cuerpo del Presidente y lo dejó a un lado.
En esos diez a quince minutos que permaneció en el salón hasta la llegada de los militares, Guijón no recuerda haber visto ni escuchado a nadie más. Sin embargo, son varios los testigos que dicen haber visto el cadáver de Allende.
Uno de sus colegas, José Quiroga Fuentealba, testificó hace unas semanas ante el juez Carroza haber presenciado desde el dintel de la puerta del salón Independencia el instante preciso en el que Allende se quitó la vida: “Se escuchan disparos, Huerta abre la puerta y veo la figura del Presidente sentado que empieza a desfallecer”.
Estas contradicciones, unidas a la interpretación de otros hechos y testimonios, no sólo han llevado a cuestionar la tesis del suicidio. Este año, el periodista chileno Camilo Taufic planteó que Allende intentó suicidarse con una pistola pero quedó malherido. La tarea habría sido completada por Enrique Huerta.
La sombra de Allende
Pasada las cinco de la tarde, cuando el cadáver del Presidente Allende fue sacado de La Moneda envuelto en un chamanto boliviano, un suboficial de Ejército entró en acción. Por instrucciones del general Javier Palacios, que dirigió la toma de La Moneda, el subteniente Manuel Vásquez Nanjarí tenía la orden de permanecer en todo momento al lado del cuerpo del Presidente. Ser su sombra, pasara lo que pasara. Por eso subió a la ambulancia que transportó el cuerpo hasta el Hospital Militar, y una vez allá, en el quirófano del Departamento de Otorrinolaringología, le hizo guardia hasta pasada la medianoche.
Horas antes, el almirante Patricio Carvajal había sido instruido por Augusto Pinochet para que un equipo de médicos legistas “certifiquen la causa de muerte del señor Allende con el objeto de evitar que más adelante se nos pueda imputar a las Fuerzas Armadas el haber sido las que provocaron su fallecimiento”.
Vásquez Nanjarí fue testigo del momento en que el cadáver de Allende, ya depositado en el quirófano del Hospital Militar, fue desnudado por completo para un peritaje fotográfico que luego quedó adjunto a la causa que siguió el fiscal militar Joaquín Earlbaum. Y a contar de las ocho de la noche, y por las siguientes cuatro a cinco horas, presenció el procedimiento de autopsia que los peritos médico legistas José Luis Vásquez y Tomás Tobar, apoyados por el perito auxiliar Mario Cornejo, realizaron al cadáver del Presidente. Testigos fueron también los cuatro jefes de sanidad de las Fuerzas Armadas y de Carabineros.
En el informe de autopsia N° 2449/73, que firmaron los peritos Vásquez y Tobar, se concluye que “la causa de la muerte es la herida a bala cérvico-bucocráneo-encefálica reciente, con salida de proyectil” y que “el disparo corresponde a los llamados ‘de corta distancia’ en medicina legal. El disparo ha podido ser hecho por la propia persona”.
Aunque la autopsia entrega detalles del examen interno al cadáver, en su reciente declaración a la policía el ex suboficial Vásquez Nanjarí desconoció que el cadáver haya sido sometido a cirugía. De cualquier modo, lo relevante de su testimonio es que resulta inédito y permitirá recrear con mayor precisión lo que ocurrió con el cadáver de Allende desde que fue encontrado por los militares hasta que fue depositado en una ataúd y conducido en avión hasta el cementerio Santa Inés de Viña del Mar, donde fue enterrado al día siguiente en presencia de Tencha Allende, el edecán naval Roberto Sánchez, unos pocos familiares y cinco sepultureros como únicos testigos.
En 2003, esos mismo cinco sepultureros que participarán de la exhumación de 1990 recordarán en un reportaje de la revista Siete+7 que a las pocas horas de ser enterrado en Viña del Mar el ataúd con los supuestos restos de Salvador Allende fue robado por un grupo de pobladores que abandonaron el féretro en plena carrera al ser sorprendidos por militares. “El féretro llegó de vuelta a la tumba en muy mal estado”, recordará uno de los sepultureros.
El mismo año de la primera exhumación, en un reportaje de revista Análisis, una pobladora llamada Ana Vergara que participó del robó del ataúd dirá que el hecho estuvo motivado por la necesidad de certificar que quien se encontraba dentro era efectivamente Salvador Allende. Aunque la cabeza estaba destrozada, Ana Vergara y otros pobladores no tuvieron dudas de que así era.
Informes contradictorios
La exhumación del lunes último persigue el mismo objetivo con métodos científicos. Certificado esto, el equipo liderado por el médico forense español Francisco Etxeberría se abocará a la tarea de contrastar las pericias originales con lo que evidencien los restos óseos.
Dos informes realizados en 1973 se conocen desde que el año 2000 fueron publicados en el libro La Conjura, de Mónica González: la autopsia y un
peritaje balístico. Si bien ambos estudios debieran ser concordantes, el análisis realizado este año por el Servicio Médico Legal por encargo del ministro Carroza arrojó sorpresas.
La pericia balística fue realizada por funcionarios de Investigaciones que se constituyeron en La Moneda la tarde del 11 de septiembre. En sus conclusiones quedó consignado que “la muerte del señor Allende Gossens se produjo como consecuencia de una herida de bala que tiene su entrada en la región mentoniana y su salida en la región parietal izquierda. No se descarta la posibilidad que se trate de dos trayectorias correspondientes a dos disparos de rápida sucesión”.
Si bien ambos peritajes resultaron coherentes para el fiscal Earlbaum, quien en 1974 estableció que la causa de la muerte de Allende había sido el suicidio, el reciente estudio del Servicio Médico Legal acusó incoherencias entre los peritajes originales al advertir una “discordancia respecto a la trayectoria intracraneana del proyectil disparado”.
Tras la exhumación del cadáver, el equipo a cargo del examen tanatológico deberá resolver las discrepancias entre ambos estudios y contruibuir a cerrar un capítulo de la historia que se arrastra hace casi cuatro décadas.
Inventario de bienes
La siguiente es la lista de bienes encontrados en el Salón Independencia donde murió Salvador Allende. La mayoría se supone perdida.
-La espada de O’Higgins.
-Bastón estoque de 1903.
-Metralleta AK-47 con la inscripción “A Salvador Allende de su compañero de armas Fidel Castro”.
-Reloj Jaegger LeCoultre.
-Anteojos Mustang.
-Pañuelo azul con lunares rojos.
-Un telegrama despachada desde Rancagua por el intendente de O’Higgins.
-Una carta del 05/09/1973
-Papel con número de teléfono (484209).
-Un llavero marca Flood.
-Un casco modelo NA – iniciales JMF.
-Cinturón de cuero.
-Dos cargadores.
-Dos vainillas.
-Una bala.
La verdadera historia del rescate del último discurso de Salvador Allende
Fuente :CIPER.cl, 26 de Junio 2008
Categoría : Prensa
Al cumplirse cien años del nacimiento de Salvador Allende, el último mensaje que pronunció a pocos minutos del bombardeo de La Moneda y de su propia muerte, ha vuelto a emerger en distintos rincones del mundo. De allí que el rescate de la cinta que lo contenía desde los estudios de Radio Magallanes, la única emisora que lo transmitió, sea un episodio histórico. Su protagonista hasta ahora era el periodista Hernán Barahona, recientemente fallecido. Pero esa historia es refutada por los testimonios que nos presenta el Premio Nacional de Literatura, José Miguel Varas: “Guillermo Ravest fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio, con evidente riesgo para su vida”. La controversia llegó al Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas, el que dictó su fallo el pasado 7 de abril.
Al cumplirse cien años del nacimiento de Salvador Allende, el último mensaje que pronunció a pocos minutos del bombardeo de La Moneda y de su propia muerte, ha vuelto a emerger en distintos rincones del mundo. De allí que el rescate de la cinta que lo contenía desde los estudios de Radio Magallanes, la única emisora que lo transmitió, sea un episodio histórico. Su protagonista hasta ahora era el periodista Hernán Barahona, recientemente fallecido. Pero esa historia es refutada por los testimonios que nos presenta el Premio Nacional de Literatura, José Miguel Varas: “Guillermo Ravest fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio, con evidente riesgo para su vida”. La controversia llegó al Tribunal de Ética del Colegio de Periodistas, el que dictó su fallo el pasado 7 de abril.
Vuelvo a leer con emoción la crónica de Guillermo Ravest Santis, con su estilo terso y vibrante, modelo de gran estilo de periodismo, sobre el último discurso del Presidente Salvador Allende, transmitido por Radio Magallanes el 11 de septiembre de 1973, minutos antes del comienzo del bombardeo a la Moneda. Ravest, director de la emisora, fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio –con evidente riesgo para su vida, del que en ese momento no tuvo conciencia- y las hizo llegar a la dirección clandestina del Partido Comunista para su distribución entre los corresponsales extranjeros.
La crónica fue solicitada a Guillermo Ravest por Faride Zerán, directora de la revista Rocinante, en la que yo me desempeñaba como editor. Apareció en la edición Nº 58, de agosto de 2003, junto con un notable testimonio del periodista Leonardo Cáceres, responsable de los servicios noticiosos de Radio Magallanes. Ambos materiales constituyen un documento periodístico e histórico sobre un momento trascendental de la vida de Chile. Y por eso, me parece muy conveniente que se reproduzcan ahora en las páginas de CIPER. Conveniente y necesario, porque en torno a estos hechos y sus protagonistas se tejieron versiones erróneas.
Medio siglo de periodismo
Nacido en Llay Llay, importante nudo ferroviario de la V Región, el 3 de julio de 1927, Guillermo Ravest Santis proviene de una familia estrechamente vinculada a los ferrocarriles: su abuelo, su padre, sus tíos y otros parientes fueron todos ferroviarios. También él pudo haber seguido el recto camino de los rieles pero se enamoró tempranamente del periodismo. Con este oficio ha mantenido un romance de medio siglo, que dura todavía.
En 1950 trabajó en la agencia COPER (Cooperativa de Periodistas), creada por el veterano Albino Pezoa para dar trabajo a profesionales de la prensa “cesanteados” por motivos políticos por el régimen de Gabriel González Videla. Después, entre 1952 y 1972 trabajó en los diarios El Siglo, El Espectador, Ultima Hora y La Nación, en el Departamento de Prensa de Radio Balmaceda, en la revista Qué Pasa de Buenos Aires, en el diario Puro Chile, en Televisión Nacional y, por último, en Radio Magallanes. Junto con su esposa Ligeia Balladares, también periodista, debió partir al exilio después del golpe militar.
Ambos llegaron a Moscú en 1974 y organizaron el equipo de periodistas chilenos que produjo, bajo dirección de Ravest, los diarios programas “Radio Magallanes”, que se emitían por las ondas de la emisora estatal soviética, al mismo tiempo que los de “Escucha Chile”.
Viajaron en 1980 a México y regresaron a Chile en 1983, en cuanto sus nombres dejaron de aparecer en las listas de proscritos. Trabajaron en el diario ”Fortín Mapocho”, fuerte opositor a la dictadura. Entre 1983 y 1989, Guillermo trabajó en las ediciones clandestinas de “El Siglo”.
La pareja Ravest-Balladares reside desde hace más de 20 años en San Miguel Tlaixpán, pequeña localidad cercana a la Capital Federal de México. Ambos han seguido cultivando al periodismo y también la literatura en calidad de cuentistas y narradores casi clandestinos. Guillermo Ravest es autor de un libro de memorias titulado “Pretérito Imperfecto”, que ofrece, sin duda, enorme interés porque ha sido testigo privilegiado de un período histórico turbulento, cuyas consecuencias siguen proyectándose en el presente y en el futuro. Se espera que sea publicado pronto en Chile.
Testimonio: “Necesito que me saquen al aire inmediatamente, compañero”
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 me encontró en Radio Magallanes, de la cual era director, y cuyos estudios entonces ubicados en el sexto piso de Estado 235, tenían acceso por la entrada del Pasaje Imperio. A eso de las seis de la mañana, me despertó un telefonazo de Lucho Oliva, ingeniero a cargo de los equipos de nuestra radioemisora. “Chino –me dijo- ahora sí que empezó el golpe. Para que lleguemos juntos al centro te paso a buscar en mi auto, altiro”.
Aquel “altiro” demoró mucho más de una hora, razón por la cual, luego de traspasar varias barreras de militares, llegamos a Estado con la Plaza de Armas alrededor de las siete y media. Allí me despedí de mi mujer y mi hijo, quienes se dirigieron a la Comisión de Propaganda del Partido Comunista en Teatinos 416 y al Conservatorio Nacional de Música, sus lugares de trabajo y estudio, respectivamente.
Radio Magallanes ya vivía una nerviosa actividad. El periodista Ramiro Sepúlveda me informó de las novedades y de la ubicación de los reporteros en sus respectivos frentes de trabajo. Anotamos una sola baja: el redactor de los noticieros de la mañana, seguramente presa del pánico, abandonó la radio. Nunca más supe de él, en los 30 años transcurridos. En cambio, periodistas de los turnos vespertinos decidieron reforzar el equipo matinal porque pensaron, atinadamente, que allí eran más necesarios. Otros, como Hernán Barahona, reportero político en el Congreso, cumplido con su comentario de aquella mañana -como él mismo lo ha recordado-, se retiró de la radio. Desde que yo llegué a la Radio Magallanes alrededor de las 8:00 y hasta que se levantó el toque de queda, no lo vi más.
A ratos nos atropellábamos, pues en algunos momentos tuvimos hasta tres radiocontroles metidos en el estudio. En esos instantes nos acoplamos a la Radio Corporación para difundir las primeras alocuciones que hizo el Presidente Allende. Esta era una forma de coordinación que usábamos en tiempos de la Unidad Popular, bajo el nombre de La Voz de la Patria, para tratar de contrarrestar, en mínima medida, el potencial con que entonces contaba –en número y en kilowatios- el sistema radial de la derecha golpista. En tres oportunidades difundimos esa mañana, como La Voz de la Patria, las palabras de Allende alertando al pueblo sobre la sedición ya en marcha.
La madrugada anterior, fuerzas del Ejército habían dado inicio a la “Operación Silencio”. Allanaron e inutilizaron las plantas transmisoras de las radios de las universidades de Chile y Técnica del Estado y la Luis Emilio Recabarren, de la CUT. Entretanto, encabezadas por la emisora de la SNA, la red nacional de las Fuerzas Armadas de Chile atronaba con sus bandos y oficializaba radialmente el golpe militar. Por sus sostenida connivencia con la sedición sólo el Canal 13 dominaba las pantallas. En ese clima nos dimos cuenta que habíamos quedado solos en el aire. Recién habían sido acalladas la Radio Corporación, dirigida entonces por el Partido Socialista; la Portales, que venía navegando entonces la tortuosa ambigüedad de Raúl Tarud y la Sargento Candelaria, partidaria de la Unidad Popular
Poco antes, en una breve reunión habíamos resuelto con Leonardo Cáceres, nuestro jefe de prensa, y Amado Felipe, jefe de radiooperadores, dar cumplimiento a decisiones operativas previamente acordadas para circunstancias como las que estábamos viviendo. Estábamos conscientes de que, ubicados a apenas cinco cuadras de La Moneda, podíamos ser allanados. Con todas sus consecuencias. Desde hacía casi dos horas un bando de la Junta Militar amenazaba a las emisoras que no se plegaran a la red golpista, de un ataque por “fuerzas de aire y tierra”.
Me correspondió proponer a los integrantes del pequeño equipo que debería apostarse en la planta transmisora de la Magallanes, ubicada en Renca, para tratar de seguir emitiendo en cualquier emergencia. Todos aceptaron inmediatamente. Ellos fueron: los periodistas Ramiro Sepúlveda, Jesús Díaz, Carmen Flores –reportera recién egresada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile- y el locutor Agustín Cucho Fernández.
Ya estaba en su apogeo aquel desigual combate que la propaganda pinochetista, por tres décadas, ha querido presentar como la “batalla de La Moneda”. Esa de la media docena de regimientos apoyados por un comando operativo de tres de los jefes golpistas –el Mendocita recién empezaba merecer su apelativo como arrenquín-, más el Estado Mayor de las FF.AA., tanques, cañones y helicópteros, contra un puñado de una cincuentena de patriotas. El testimonio documental de ese asalto fue investigado para la historia y la dignidad nacional por la doctora Paz Rojas, Iris Largo y otros igualmente dignos, en el libro Páginas en Blanco.
Había ido a buscar un cigarrillo a mi oficina cuando, inesperadamente, sonó la Plancha. Éste era el nombre que dábamos al teléfono a magneto, accionado a manivela, que nos comunicaba directamente con el despacho presidencial de La Moneda. Los golpistas ya habían amenazado bombardear el histórico palacio de gobierno. Contesté el llamado telefónico. Era la inconfundible voz del Presidente Allende.
– ¿Quién habla?
– Ravest, compañero…
– Necesito que me saquen al aire, inmediatamente, compañero…
– Deme un minuto, para ordenar la grabación…
– No, compañero. Preciso que me saquen al aire inmediatamente, no hay tiempo que perder…
Sin sacarme la bocina de la oreja, grité a Amado Felipe –quien se encontraba al frente de las perillas del control en el estudio- que instalara una cinta para grabarle y a Leonardo Cáceres, que corriera al micrófono a fin de anunciar al Presidente. Allende debe haber escuchado esos gritos. Le pedí: “Cuente tres, por favor, compañero, y parta…”.
Pese al nerviosismo de esos instantes, Amado Felipe –un gordo hiperkinético siempre jovial, hijo de refugiados españoles- tuvo la sangre fría o la clarividencia histórica de empezar a difundir al aire los primeros acordes de la Canción Nacional, a los que se mezcló la voz de Leonardo Cáceres, anunciando las que serían las últimas palabras del Presidente constitucional.
La tensión del momento explica por qué en esa grabación no sólo aparece la voz de Allende. A Felipe se le quedó abierto el micrófono de ambiente, hecho que aclara por qué en su original ella registrara mi voz pidiendo a gritos a alguien: “¡Cierren esa puerta, huevones!”. Los asaltantes de La Moneda, por su parte, le pusieron o añadieron su música de fondo: balazos, disparos de artillería y hasta ruidos de aviones. No eran momentos protocolares. Tras su última frase y, sin colgar, Allende me añadió un escueto: “No hay más, compañero, eso es todo”. Y como siempre ocurre en ciertas circunstancias solemnes o dramáticas, no faltó el añadido de una nota ridícula. Soy su autor. A modo de despedida le dije: “Cuídese, compañero”.
Tras haber presentado a Allende ante el micrófono. Leonardo se acercó a mi lado, junto a la Plancha. Ambos habíamos escuchado aquellas últimas palabras. Le comenté escuetamente: “Este es su testamento político. Flaco, estamos sonados…”. Con un locutor y otro periodista proseguimos la transmisión de la Magallanes. Estuvimos de acuerdo en difundir por segunda vez el discurso de Allende. Alrededor de las 10.20 de esa mañana, imprevistamente, nos sacaron del aire. Tratamos de establecer comunicación telefónica con la planta. Nadie respondió. Dedujimos que ya estaba en poder de los golpistas y nuestros compañeros muertos o detenidos.
En una breve reunión decidimos que lo único cuerdo en ese momento era desalojar los estudios. Amado Felipe, quien era el secretario político de nuestra célula del PC, y yo, decidimos quedarnos para revisar si en los estudios había papeles con nombres o menciones partidarias. Todo indicaba que un estilo de fascismo mapochino actuaba ahora desembozadamente.
Tras una despedida que no dejó de ser emocional, porque no era seguro que volviéramos a vernos vivos, varios compañeros reiteraron su fervor irrenunciable hacia la causa que encabezara el Presidente Allende. Cada uno partió a su hogar, porque ya se había hecho público que a las 14 horas comenzaba el toque de queda. Los dos compañeros de “seguridad” que nos había asignado el Comité Regional Capital del PC, prefirieron quedarse con nosotros.
Los dos días siguientes fueron agobiadoramente largos y tensos. Nos dividimos la tarea de la vigilancia de la radio, ahora convertida en ratonera, pues contaba con un solo acceso por la escalera y los ascensores. Nos esforzábamos por no ser sorprendidos si ocurría el allanamiento. Dormíamos por turnos. Volvimos a hacer una acuciosa revisión de todos los estudios. Lo más provechoso que hicimos con Amado Felipe fue dedicar muchas horas a reproducir las últimas palabras de Allende en unos pequeños carretes de cinta magnética. Así llegó el mediodía del jueves 13. Levantado el toque de queda, cerramos los estudios con llave. Nos despedimos antes de abandonar el pasaje Imperio. A Amado Felipe nunca más lo volví a ver.
Tres meses más tarde yo me asilaba en dependencias de la embajada de la entonces República Federal de Alemania, en un piso alto frente al Municipal, mediante los oficios solidarios del Agregado de Prensa Raban von Metzinger. Tuve que hacerlo porque a los generales de la Junta no les agradó que Allende los hubiese tratado en su discurso como lo que eran: traidores. Se ordenó mi detención; la evadí al costo de permanecer con mi mujer y mi hija chica, tres meses en una oficina de esa embajada y diez años en el exilio.
Aquel jueves me encontré con Ligeia, mi mujer, en Huérfanos frente al cine Central. Toda la gran manzana estaba atestada de militares armados. A ella le habían asegurado que ya era viuda, pues “a todos los de la Magallanes los mataron”. Pero algún militar que se distrajo de las interferencias telefónicas a la radio posibilitó que nos pudiéramos contactar por esa vía el día anterior. Y aunque no sabía qué podría ocurrir después, me avisó que pasaría a buscarme apenas levantaran el toque de queda. Junto con abrazarnos, emocionados hasta la pepa del alma, ella me preguntó: “¿Traes algo comprometedor?”. Cándida y honestamente respondí que no. Al menos así lo consideraba. Pero en el abrazo me delataron las cintas grabadas. Me miró como sólo ella sabe hacerlo.
-Bah, de veras –respondí- son copias del discurso de Allende.
También me sacó, entre nuevos abrazos, mi carnet del PC. Los metió sigilosamente en su bolsa del infaltable tejido. Y como dos viejos amorosos caminamos despacio hacia la casa de nuestra hija en el centro. Allí permanecimos un día. Y partimos hacia nuestra casa en Macul.
Así creí que terminaba esta historia. Pero siguió. Por medio de un “correo” envié diez de esas cintas grabadas a don Américo Zorrilla, quien participaba entonces en la dirección clandestina del PC, pues ya había recibido el encargo de repartir el resto entre el enjambre de corresponsales extranjeros que entonces pululaba en Santiago.
Nunca volví a ver a Amado Felipe, nuestro jefe de radiooperadores: incluido “democráticamente” en lista negra por los empresarios radiales y absolutamente cesante, se suicidó tiempo más tarde.
Testimonio: “El control bajó el volumen de la música y yo anuncié al Presidente”
El 11 de septiembre de 1973 era martes y estaba nublado. Me desperté muy temprano, cuando el teléfono me transmitió la nerviosa información de un amigo que trabajaba en Investigaciones: estaba confirmado que había un levantamiento militar en curso, y en Valparaíso, la escuadra que participaba en la Operación Unitas había vuelto al puerto. Yo nunca había estado en un golpe de Estado. No sabía ni remotamente qué hacer ni de qué preocuparme.
Miraba pensativo por una ventana de mi casa, en la calle Tomás Moro, cuando vi que se abrían las puertas de la cercana residencia presidencial y tres o cuatro autos Fiat, escoltados por varias “tanquetas” de carabineros, salían a toda velocidad y se dirigieron hacia la avenida Colón. Ya no me cupo duda, algo grave estaba pasando: en uno de esos autos iba el Presidente Allende.
En mi citroneta me fui al centro, donde trabajaba como jefe de prensa de Radio Magallanes. En camino por Apoquindo y Providencia fui escuchando radio. Pasaba de la Agricultura, que emitía la marcial voz de Gabito Hernández alternada con la lectura de los primeros bandos militares y discos de Los Cuatro Cuartos, Los Quincheros y similares; a la Corporación y la Portales. De pronto escuché la voz del Presidente. Fue su primer mensaje. Él se había comunicado con Radio Corporación, como supe después.
Las emisoras de izquierda (Portales, Corporación, Magallanes, Candelaria, Recabarren y alguna más) integraban una cadena voluntaria y militante, La Voz de la Patria, que se enganchaba cada vez que era necesario para respaldar al Gobierno Popular, como réplica a la poderosa cadena de la oposición que tenía como cabeza a la Agricultura.
Llegué a la radio, en calle Estado con Agustinas, poco después de las 8. Ya estaban todos. Guillermo Ravest, el director, Eulogio Suárez, el gerente; los periodistas, los locutores. Se vivía un clima de máxima tensión, con la adrenalina a tope. Se intercambiaban las noticias con los rumores en medio de una sensación de caos. Sonaban todos los teléfonos al mismo tiempo. El Presidente volvió a dirigir al país un breve mensaje.
Hicimos la “pauta” del día sobre la marcha, envié periodistas a las sedes de los partidos y de la Central Única de Trabajadores, a la Asistencia Pública y, en especial, despachamos un móvil con tres periodistas a la planta transmisora de la Radio. ¿Quién podría asegurarnos que los golpistas no intentaran silenciar las radios, y para ello ocuparan los estudios de la calle Estado? En ese caso, la radio podría seguir transmitiendo desde la misma planta.
Muy temprano, ese día, los militares habían silenciado la radio de la Universidad Técnica del Estado. Poco después la Corporación. Así, la Magallanes quedó sola en el aire.
Redactábamos noticias a toda velocidad y las pasábamos al estudio para que los locutores las leyeran entre un disco y otro del Quilapayún o el Inti Illimani. En cierto momento entré al estudio y me quedé ayudando a leer unos comunicados de los cordones industriales y de la CUT. De pronto Ravest aparece agitando los brazos y tocando el cristal que separaba al estudio de la sala de control. En esta última había un teléfono a magneto conectado en directo con la oficina del Presidente en La Moneda. Había teléfonos similares a éste en las radios Portales y Corporación. Ravest nos dijo por comunicación interna que Allende estaba en línea y que teníamos anunciarlo de inmediato, sin esperar el final del disco que tocábamos. De inmediato. El control bajó el volumen de la música y yo anuncié al Presidente.
Ninguno de nosotros sabía que ésta iba a ser la última vez que el Presidente Allende hablara al país. No lo sabíamos, pero yo creo que sí. Era clarísimo, estaba hablando con la vista fija en los chilenos del futuro, en los que iban a sobrevivir al golpe, en los que iban a oír su voz diez, veinte o treinta años después. Allende habló para la historia.
El trabajo seguía, nervioso, en los estudios. Escuchábamos la voz del Presidente y al mismo tiempo ordenábamos los textos que se iban a leer a continuación y discutíamos con los periodistas. El radioperador había dejado abiertos los micrófonos del estudio mientras se emitía la voz del Presidente y por eso, en las grabaciones de ese histórico discurso, se oyen de fondo voces y órdenes.
Terminó el discurso presidencial y siguió la transmisión especial… hasta que alguien nos avisó que la planta transmisora había sido asaltada por un comando militar, el personal que allí estaba había sido detenido, y nosotros ya no estábamos en el aire. Nadie se fue a su casa, todos nos quedamos en la radio esperando lo que iba a venir.
Un par de horas después vimos por las ventanas de la calle Estado, que daban al poniente, a los aviones Hawker Hunter que lanzaban cohetes sobre La Moneda. Segundos más tarde, las llamas de un gigantesco incendio. Se quemaba la historia, nuestra historia, se incendiaban los símbolos de estabilidad y confianza en nuestra patria, en la democracia, en el avance hacia un país mejor y más justo. La feroz hoguera duró 17 años.
Juicio al Golpe: Investigación arrojaría que Allende no se suicidó
Fuente :El Ciudadano 15de Marzo 2011
Categoría : Prensa
El presente reportaje fue publicado en El Ciudadano la primera quincena de marzo. En lo sustancial, sostiene que no hay ningún argumento de peso que valide la tesis oficial del suicidio. Su difusión causó impacto. Tuvo un alto número de ventas y fue dada a conocer por importantes medios, como Radio Bio Bio. Poco después de aparecida esta publicación, la familia Allende, encabezada por la senadora Isabel anunció –el 11 de marzo- que se haría parte de este caso dejando atrás su negativa de décadas a investigar esta muerte. Fueron más allá: este 13 de abril le solicitaron al ministro Mario Carroza exhumar los restos del mandatario socialista. La senadora Allende se realizó exámenes de sangre, lo que permitirá cotejar su ADN con el que se encuentren en la urna fúnebre. Pronto se podrá saber si los restos enterrados efectivamente corresponden a Salvador Allende. Y también cuál fue la causa de su muerte.
La investigación de la muerte del presidente Salvador Allende Gossens es quizás el juicio más importante que haya tenido Chile en su historia. No sólo pondrá a prueba la “versión oficial” del suicidio que con tanto ahínco defendieron los promotores del Golpe Militar y que luego fue asumida sin precisar pruebas por la Concertación y el Partido Socialista. También supone un cuestionamiento a la génesis del orden de injusticia instalado desde aquel 11 de septiembre de 1973.
Ha llegado la hora de la verdad. Después de 37 años del golpe militar que acabó con la democracia en Chile, el ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza, investigará las causas de la muerte del presidente Salvador Allende y someterá a prueba la versión oficial según la cual Allende se suicidó y lo hizo con el arma que le dio Fidel Castro.
El militante del Grupo de Amigos Personales (GAP) del ex Presidente socialista, Renato González –mejor conocido como Eladio- quien combatió junto al mandatario en La Moneda, sostiene que nunca ha creído la tesis del suicidio. Dice que su primera convicción nace del hecho de que “Allende siempre luchó y de haber querido morir hubiera preferido hacerlo en combate”. Y añade: “Una primera versión del Ejército fue que un GAP lo había ajusticiado. Después no permitieron una autopsia independiente ni el acceso a la prensa.
Además, todos saben que el objetivo de (Augusto) Pinochet no era respetarle la vida, como lo confirman las grabaciones captadas por radioaficionados donde aparece planeando el derribo de un avión con tal de matarlo”. Eladio asegura que “todos los que rodeaban a Allende –minutos antes de su muerte- coinciden en que él les habría dado la orden de salir. Pero las versiones sobre qué ocurrió después, no coinciden (…) Yo no descarto que se haya suicidado, pero tampoco que pueda haber intervenido el Ejército en su muerte” .
La muerte de Allende no se explicará sólo dilucidando quién es el autor del disparo letal. Este juicio debiera permitir evaluar la legalidad del bombardeo y ataque a La Moneda que, sin duda, constituyen una evidencia que el objetivo era matar.
El ministro Carroza expresó cuáles son sus impresiones al comenzar este proceso: “La idea es que (la verdad) hay que recorrerla toda porque yo entiendo que esa es la responsabilidad que tenemos”. Asevera que “lo que se determine, deberá tender a aclarar la situación en el hecho mismo, pero también todas las responsabilidades que nacen del hecho mismo”. Y añade: “No nos ponemos en ningún tipo delictivo determinado, entendemos que puede ser un suicidio, un homicidio (…) obviamente que si hay responsabilidades, tendrán que enfrentarse y asumirse como tales”.
Carroza es reconocido por ser un buen investigador. Ingresó en 1977 al Poder Judicial. Antes había ejercido su carrera de profesor de estado en filosofía. Estuvo en tribunales en lo penal, en lo civil; ha sido fiscal, ministro y relator. Ha juzgado los crímenes del Comando Conjunto y el asesinato de Jaime Guzmán Errázuriz.
VERSIONES ENCONTRADAS
La versión oficial tiene dos soportes fundamentales: El relato del doctor Patricio Guijón, quien asegura ser el único testigo presencial de la muerte de Allende. Y el informe de la autopsia practicada el mismo día del golpe. Este sólo fue conocido el año 2000, con motivo de la publicación del libro La conjura: Los mil y un días del golpe, escrito por la periodista Mónica González. La autopsia concluye que “el disparo ha podido ser hecho por la propia persona”.
Guijón ha sostenido desde el primer día que, cuando la situación de asedio del Palacio se hacía insostenible, Allende ordenó a quienes resistían hacer una fila en la escalera que da a Morandé. Él se habría puesto al final y, sin que nadie lo advirtiera, regresó al salón Independencia. El médico dice que también volvió: A buscar una máscara antigases como recuerdo para su hijo.
En declaración a la Policía de Investigaciones, que aparece en el acta de peritaje, Guijón dice: “Al trasponer la puerta oeste (del salón Independencia) miró hacia atrás y vio que el señor Allende en ese momento se reclinaba hacia el respaldo del sofá. Acto seguido, se acercó para tomarle el pulso y en esos momentos constató una lesión por estallido de cráneo, observando a la vez, que entre ambas piernas se encontraba un arma automática apoyada con la culata en el piso”. Este acta de peritaje también fue dado a conocer por primera vez en el citado libro de Mónica González.
En versiones posteriores como la entregada a medios extranjeros nueve días después del golpe –que fue leída por el general Ernesto Baeza-, Guijón afirma que vio al presidente Allende en el preciso momento que se disparaba con un arma que tenía entre medio de las piernas. “Pude ver cómo el cuerpo se sacudía y volaba con el cráneo hecho añicos”. Según señala Hermes Benítez, en ‘Las muertes de Salvador Allende’ (RIL, 2006), en esta versión de Guijón -que se transformó en la versión de la Junta Militar- se omite la parte en que Guijón habría tomado el pulso a Allende y movido el arma, porque le hubieran restado credibilidad al relato, cuando los militares se empeñaban en demostrar la tesis del suicidio.
En revista Cauce (N°24, 1984) dice que presenció el suicidio asegurando que escuchó un disparo. A Ignacio González Camus, autor de ‘El día en que murió Allende’ (Cesoc, 1988), le señaló que escuchó varias detonaciones.
Según Eladio, después de las 13:00 horas, cuando el incendio se expandía por toda La Moneda, el Ejército ingresó: “Lo hicieron por la entrada de Morandé 80 y por la que da a la Plaza de la Constitución. Hubo combate (al interior de La Moneda). Los militares coparon la segunda planta y fuimos hechos prisioneros. Me sacaron a golpes y culatazos por Morandé 80. Yo estaba combatiendo en el gabinete del presidente (que daba a la Plaza de la Constitución) mientras él estaba 50 metros más al sur, en el salón Independencia (…) Lo acompañaban algunos de sus colaboradores y médicos mientras en los pasillos seguían los disparos que propinaba otro dispositivo GAP que se mantuvo en combate frente a la entrada de Morandé”.
El doctor Óscar Soto –en su libro ‘El último día de Salvador Allende’- sostiene que la última vez que vio al Presidente con vida fue como a las 14 horas en la parte superior de la escalera que da a Morandé. En torno a él había seis colaboradores: la Payita –secretaria y amor de Allende-; Arsenio Poupin, subsecretario de Interior; el doctor Jirón; los asesores, Eduardo “Coco” Paredes y Jaime Barrios; y el doctor Enrique París. Según Soto, ellos acababan de comprender que el combate estaba perdido por lo que habían decidido salir y entregarse.
Entonces Allende habría dicho: “Dejen las armas y bajen. Yo lo haré al último”. Coincidiendo con otras versiones, Soto sostiene que Allende se devolvió al salón Independencia. Dice que se sentó en el sillón que daba a Morandé y que se dio dos disparos tras lo cual el intendente Huerta habría gritado: “Allende ha muerto”. Según Soto, Guijón ingresó después de eso por lo que no habría visto el instante de su muerte. Esta narración entraña severas contradicciones porque si ni Soto ni Guijón estaban en el momento mismo que Allende murió: ¿Cómo pueden haber descrito cómo fue su muerte?
Soto señala que tras la muerte de Allende, ingresaron el general Javier Palacios y Armando Fernández Larios, quienes se quedaron hablando con Guijón, quien les habría dado la versión del suicidio. Posteriormente este último conversó con los policías de investigaciones, entregándoles detalles de su versión que quedaron plasmados en el croquis N°15.254, dibujado por el planimetrista Alejandro Ossandón, y que está contenido en el acta de peritajes.
Fernández Larios sería más tarde condenado por el asesinato de Orlando Letelier y su asistente Ronnie Moffitt. Actualmente vive en Estados Unidos bajo protección oficial.
El doctor José Quiroga, otro de los ocho médicos que estuvo con Allende ese día, en entrevista dada a La Nación (en septiembre de 2003) sostiene que él y otras cinco personas vieron cómo se habría suicidado Allende.
Camilo Taufic expuso el pasado 10 de febrero –en Radio Cooperativa- que Allende fue rematado por el intendente de palacio Enrique Huerta –en un acto humanitario- tras un suicidio fallido. Esta tesis resulta inverosímil ya que siendo médico, el Presidente debe haber sabido cómo provocarse un disparo suicida. Y Huerta no puede responder a esta afirmación porque, al igual que otras 20 personas que estuvieron hasta el final con Allende, fue asesinado en un recinto del Ejército en Colina. Taufic también señala que Allende no andaba con el fusil que le regaló Fidel Castro en su visita a Chile. Eladio, quien estuvo ahí, dice que indudablemente Allende combatió esa mañana, con ese fusil Kalashnikov plegable.
González Camus señala en su libro que el ex rector de la Universidad de Concepción y ministro de Educación de la Unidad Popular, el médico Edgardo Enríquez, quien compartió con Guijón el relegamiento en Isla Dawson, nunca se convenció de la versión que éste emitió respecto de la muerte de Allende. “Que me perdone Guijón, pero me contó tres versiones distintas de la muerte de Allende. Por eso no (le) creo”.
Hugo Pavez, abogado del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior manifestó que la versión del doctor Guijón le merece “muchas dudas”. No cree que aquél haya podido ver el supuesto suicidio de Allende debido a que en el interior de La Moneda “había oscuridad y gases lacrimógenos que, junto con el humo del gran incendio, hacían que la visión fuese escasa y el ambiente irrespirable”. Pavez redactó una querella por el homicidio de Allende que finalmente no será patrocinada por el Ministerio de Interior.
Pavez considera “que no cabe duda que Allende fue asesinado: La investigación podrá determinar si murió por mano propia o por mano ajena. Si murió por mano ajena, está claro que murió asesinado. Y si murió por mano propia, este suicidio habría sido inducido, compelido, obligado por las circunstancias”.
INCONSISTENCIAS
La versión de Guijón estuvo cerca de convertirse en definitiva. Sin embargo, el informe médico forense del doctor Luis Ravanal –dado a conocer el 8 de septiembre de 2008- en el que analiza las conclusiones de la autopsia Nº 2.449/73 hecha a Salvador Allende por los médicos José Luis Vásquez y Tomás Tobar, modificó esta historia.
informe Ravanal” sostiene que las descripciones de las heridas contenidas en la autopsia no corresponden a un suicidio. Según este forense, el orificio de salida de bala descrito en la parte posterior de su cráneo provino “de un arma de bajo calibre, que entró por la cara en la zona próxima al globo ocular derecho y salió por la zona parietal posterior. Y a los pocos momentos de muerto, para simular un suicidio, se le dio un disparo bajo el mentón”. Este segundo disparo habría sido con un arma de mayor potencia como un fusil que le provocó el estallido del cráneo.
Si fuese el caso que Allende fue asesinado y los militares querían simular un suicidio: ¿Por qué dejarían que quedaran ocultas las pruebas del homicidio en el informe de autopsia?
L.R. – Es posible que el doctor Tobar (único tanatólogo del SML del equipo que hizo la autopsia) haya hecho una descripción correcta (y conclusiones incorrectas) como un indicio para que alguien después pudiese controvertir. Acuérdese que estaba rodeado de militares y su margen de acción debe haber sido mínimo. Y es posible que esto se le haya podido pasar a Vásquez (médico de confianza de los golpistas).
Ravanal también afirma que si Allende se hubiera disparado con el AK-47 (Kalashnikov) debajo de la mandíbula y cuando permanecía sentado, tendría que haber escurrido mucha sangre por el cuello hacia abajo. Sin embargo, en la foto del cuerpo de Allende que los militares difundieron “en todo el chaleco y el cuello no hay ninguna gota de sangre ¿Cómo se explica eso?”
Ravanal, quien es miembro fundador de la Sociedad Chilena de Medicina Legal y perito judicial inscrito con el registro Nº 1.500 ante la Corte de Apelaciones de Santiago, señala que el segundo disparo se le debe haber aplicado estando su cuerpo en forma horizontal. Esto explicaría por qué no provocó escurrimiento de sangre hacia la zona del cuello y el tórax.
Aludiendo a que Guijón confesó que él había movido el arma que Allende habría tenido entre las piernas, sostiene: “Eso es muy raro… porque si alguien encuentra un cadáver con la mitad del cráneo ausente y no hay ningún testigo, solamente una persona y más encima esa persona reconoce que manipuló el arma y la cambió de posición, la pregunta bien lógica es: ¿Quién sería el primer sospechoso?”
Pero doctor ¿No estará insinuando que el doctor Guijón mató a Allende?
No, lo que quiero decir es que no hay certezas, que no podemos dar por sentado todo lo que allí sucedió con base en un testimonio (que) desde el punto de vista penal tampoco tiene mayor fuerza. (Lo importante) es cómo se comprueba eso. Todo gravita en la prueba objetiva, en el análisis del sitio del suceso, en el informe forense de autopsia y en el informe pericial balístico del arma. Y el arma desapareció como también los proyectiles.
El mismo reporte de la Policía de Investigaciones habla que había múltiples proyectiles de bala de bajo calibre en el área. Entonces: ¿Dónde están? ¿Quién disparó esas armas? ¿Por qué no podría haber sido uno de esos proyectiles de bala de pistola los que le causaron la muerte? Toda esta evidencia la hicieron desaparecer. ¿Por qué lo hicieron?”-, se pregunta Ravanal.
Según su punto de vista, para aclarar la muerte de Allende, “es fundamental hacer una reconstitución de escena para determinar el ángulo de vista de donde el doctor Guijón vio y pudo ver a Allende suicidarse. Luego, para hacer la proyección de dónde fueron a parar los proyectiles o el proyectil en el caso de que hubiese sido suicidio y para hacer una proyección lineal y decir en esta pared y altura debiera haber quedado el proyectil. Incluso hasta podría estar ahí”.
El galeno estima que para esclarecer las causas de la muerte de Allende también es necesario analizar sus restos, realizando pruebas de ADN. Para esto sería necesaria una nueva exhumación.
Luis Ravanal asegura que se requiere una revisión detallada de todo el esqueleto, “en especial del cráneo, el que habría que reconstruir con la finalidad de analizar las características de los orificios de proyectil”. Dice que también habría que hacer estudios iónicos para buscar residuos metálicos y de pólvora, tanto en el cráneo como en el o los orificios de bala (en su informe afirma que serían dos los balazos). Especial importancia le asigna al orificio de salida redondeado que aparece descrito en la autopsia como el único disparo presente, el que sería de naturaleza suicida. Explica Ravanal: “Si la pieza donde estaría el orificio estuviese presente, se echaría por tierra la tesis que asegura que sólo se efectuó un disparo (de AK-47). Tendríamos la confirmación de que también hubo un disparo por un arma de menor calibre, es decir, con una pistola o con un revólver”.
Consultado el ministro Carroza respecto de si va a solicitar una exhumación nos expresó: “En el Servicio Médico Legal hay una comisión que va a emitir las conclusiones (respecto del informe de autopsia) y después va a interrogar a todas las personas que tuvieron que ver con la autopsia o con las autopsias que se pudieron haber hecho. (Cuando estos informes se evacuen) se tendrá que emitir un juicio respecto de si es necesario o no la exhumación y qué pasos se van a seguir en la eventualidad que esta existiera”.
El doctor Ravanal reitera otro elemento que pone en duda la versión del suicidio: La autopsia se hizo en el Departamento de Otorrinolaringología del Hospital Militar y no en el Servicio Médico Legal. “El hecho que se haya utilizado un recinto que depende administrativamente del Ejército, evidentemente no podía garantizar a los peritos intervinientes la debida independencia”. Tampoco se permitió el ingreso de médicos independientes como el diputado Mariano Ruiz-Esquide, quien solicitó participar del procedimiento.
Por otra parte, hasta la fecha, no se conoce el expediente del proceso por la muerte de Allende que estuvo a cargo del titular de la Primera Fiscalía Militar, Joaquín Earlbaum, y que se cerró el 20 de septiembre de 1973 sin castigados ni inculpados. Allí debieran estar las cerca de 70 fotos que los peritos de la Policía de Investigaciones tomaron al cadáver del ex Presidente y al sitio del suceso.
EL CAPITAN RIVEROS
Eugene Propper, que en su calidad de fiscal investigó el asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Washington, reveló en su libro ‘Laberinto’ el nombre del oficial del Ejército que habría matado a Allende: René Riveros. La información se la entregó quien fue jefe del FBI en Argentina, Robert Scherrer. “El capitán René Riveros era un héroe especial para algunos de sus colegas de las Fuerzas Armadas (de Chile) porque él fue quien mató al presidente Allende en el asalto a La Moneda”, escribió Propper en su libro.
En comunicación vía e-mail realizada con motivo de este especial, John Dinges, autor del libro ‘Asesinato en Washington’ nos confesó que Scherrer le ratificó -en 1979- lo mismo que le había expresado al fiscal Propper. Dinges, quien consideraba a Scherrer “una fuente de oro”, señala que Riveros “era un oficial del Ejército que después perteneció a la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina). Viajó a Estados Unidos con pasaporte falso a nombre de Juan Williams, como parte de la operación de asesinato de Letelier”.
ALLENDISTAS SE QUERELLAN
El lunes 7 de febrero de 2011, militantes del Partido del Socialismo Allendista (en formación) presentaron una querella criminal por la muerte del mandatario. Esteban Silva, uno de los impulsores de esta iniciativa, dijo que aun si se aceptase la versión de que Allende disparó contra sí mismo, de todas maneras se trataría de un homicidio, puesto que la circunstancia del golpe sería –según su parecer– la que lo llevó a la muerte. “La acción militar por tierra y aire que se desató el 11 de septiembre de 1973 sobre el Palacio de La Moneda tenía como objetivo asesinar a Allende y a sus colaboradores”, subrayó.
El ministro Carroza acogió a trámite –el 18 de febrero- la querella presentada por los allendistas, determinando que se acumule a la causa. La decisión fue notificada al abogado patrocinante Roberto Ávila, quien expresó: “Una república con la tradición jurídica de la nuestra no puede permitirse que el incendio del palacio de Gobierno y la muerte de un Presidente queden impunes”.
LA CONSTRUCCION DEL SUICIDIO
Para entender por qué se impuso la tesis del suicidio hay que viajar al funeral oficial que tuvo lugar el 4 de septiembre de 1990. Previo a este, se llevó a cabo la exhumación del cadáver que estaba en el Cementerio Santa Inés de Viña del Mar. Esta ocurrió la medianoche del 17 de agosto. Fue realizada a hurtadillas, en el más completo sigilo.
Sólo estuvieron, además de los panteoneros, el entonces ministro secretario general de Gobierno, Enrique Correa (PS); Javier Luis Egaña y Ximena Casarejos, encargados del funeral oficial; el administrador del cementerio Carlos Salvo; el fotógrafo Jesús Inostroza; el camarógrafo Pablo Salas; y el doctor Jirón, quien representaba a la familia Allende.
No fue fácil ubicar la tumba de Allende entre los muertos de la familia Grove, puesto que no tenía nombre. El féretro, que estaba oxidado y desvencijado, fue abierto ante la expectación de losmencionados testigos. Sin más ayuda que unas linternas y sus recuerdos, Jirón realizó una revisión ocular al que sería el cadáver de Allende. El camarógrafo Salas le preguntó si era Allende el cadáver que allí se encontraba. “Sí, es Allende”, respondió lacónico Jirón. Fundamentó su veredicto sosteniendo que reconoció el chaleco y los zapatos del Presidente.
Aunque parezca absurdo, esta ojeada fue el único examen que hubo y que sirvió para validar la identidad de los restos tanto como la existencia del suicidio. Como no se informó en detalle en qué consistió este procedimiento de exhumación, la mayor parte de la población pensó que a Allende se le había hecho una segunda autopsia.
Las imágenes de esta exhumación fueron exhibidas por primera vez en 2009 (19 años después de filmadas). Vienen contenidas en el documental Caso Cerrado, producido por la Televisión Española (TVE), el cual apoya la tesis del suicidio.
Luego de la señalada revisión, los panteoneros redujeron el cadáver traspasándolo a una urna de menor tamaño, la que volvieron a guardar entre los muertos de la familia Grove. Permaneció allí hasta que el 4 de septiembre siguiente fue trasladado a gran velocidad –en el contexto del funeral oficial- a su última morada en el Cementerio General.
18 años después de estos sucesos, la familia de Allende aún sostenía que las dudas existentes sobre las causas de la muerte habían sido aclaradas fruto de los exámenes realizados con ocasión del funeral oficial. En septiembre de 2008, al conocerse el metanálisis forense del doctor Luis Ravanal que descartaba el suicidio, el nieto del ex presidente, Gonzalo Meza Allende –quien se suicidó en 2010-, declaró a Radio Cooperativa que durante la exhumación de su abuelo se hizo una autopsia que confirmaba que Allende se había suicidado y que ésta no se dio a conocer porque era “un secreto de familia”. La verdad, aunque dura porque contraviene la versión de la familia, es que nunca hubo tal examen.
Las fotos de la exhumación de agosto de 1990 se exhibirían con increíble retraso: En el reportaje ‘Los secretos nunca contados de la tumba de Allende en Santa Inés’, de la periodista Ximena Galleguillos (septiembre de 2003, Siete más Siete), el cual contiene, además, una revelación casi inverosímil: Los panteoneros que realizaron esta exhumación afirman que el 12 de septiembre de 1973, poco después del funeral de Allende, un grupo de partidarios del Presidente intentó secuestrar su cadáver con el féretro. Fracasaron, dice la nota, al percatarse de ello militares que vigilaban el Cementerio.
Galleguillos consigna en este punto el relato del sepulturero Sergio Morales: “Los militares lograron recuperar el ataúd quebrada abajo. Cuando lo trajeron de vuelta estaba desclavado y el vidrio que protegía su cara estaba roto”, por lo que los panteoneros habrían podido ver ellos mismos que era Allende a quien enterraban.
Este testimonio se concadena con otro hecho. Según se consigna en el citado reportaje de Siete más Siete, un abogado del Ministerio del Interior (que no se identifica), pidió a Morales y a otros cuatro panteoneros firmar una declaración en la que estos certificaran que los restos exhumados eran los de Allende. Los sepultureros accedieron.
Según narra un panteonero no identificado en el reportaje ‘El suicidio de Allende’, del periodista Francisco Martorell, publicado en Análisis (N°348, septiembre de 1990), en circunstancias que el Presidente era depositado en su tumba, la tapa del ataúd se abrió ante los ojos de los panteoneros sin que nadie más se diera cuenta. “Por espacio de 20 segundos, los sepultureros pudieron ver el rostro de Salvador Allende. ‘Tenía la barbilla ennegrecida, uno de los ojos desviados y parte del bigote volado’”. Este hecho casual –de ser cierto- fue el que les permitió a los sepultureros saber que estaban enterrando a Allende. Cabe consignar que ni siquiera la viuda, Hortensia Bussi, a pesar de sus súplicas, tuvo el derecho de ver a su marido en la urna cuando le enterraron.
El texto de Martorell fue decisivo para que la versión del suicidio se impusiera por largos años. Obsérvese cómo cierra el periodista su nota: “Hasta el 17 de agosto de este año (…) existían serias dudas de que Allende se hubiera suicidado (…) Sin embargo, el resultado de la exhumación y reducción de los restos del presidente Allende (…) demostró que el cadáver (…) tenía un orificio en el cráneo que puede corresponder a un disparo de tipo suicida. Los que vieron los restos de Allende y sumaron a ello los antecedentes que tenían, están en condiciones de afirmar que Allende se quitó la vida”.
La influencia de este escrito radicó –fundamentalmente- en el hecho que Análisis jugó un rol central en la lucha por el restablecimiento de la democracia. Sus conclusiones fueron reproducidas por las agencias de prensa internacionales, y por un amplio arco de la sociedad chilena,que asumió esta versión como una verdad incuestionable.
La investigación, hoy abierta, puede decir otra cosa.
Gabriel García Márquez – La verdadera muerte de un presidente
Fuente :Gabriel Garcia Marquez : "El golpe y los gringos" – Taller UNED
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A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas desencadenadas de la subversión, Salvador Allende continuó aferrado a la legalidad.
La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.
La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.
Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.
Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado Fidel Castro y que fue la primera arma de fuego que Salvador Allende disparó jamás.
El periodista Augusto Olivares que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.
Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante el capitán Gallardo y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, Salvador Allende los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.
Allende conocía al general Palacios. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los EE.UU. Tan pronto como lo vió aparecer en la escalera, Allende le gritó: Traidor y lo hirió en la mano.
Allende murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.
La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Sra. Hortencia Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.
Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.
Lo que piensa Allende sólo lo sabe Allende, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquela perfumadas y encuentros furtivos.
Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que el se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.
El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.
Poema de Mario Benedetti
Fuente :(El escritor Mario Benedetti envió este poema escrito en 1983, para ser publicado en la revista Punto Final)
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Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y ademas los aviones y los tanques,
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama,
porque el hombre de la paz era una fortaleza
Para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia,
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar mas para seguir matando,
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza,
Para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa,
una armada, una hueste, una brigada,
tuvieron que creer que era otro ejercito,
pero el hombre de la paz era tan solo un pueblo
y tenia en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios mas tanques mas rencores
mas bombas mas aviones mas oprobios
porque el hombre de la paz era una fortaleza
Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse siempre a la muerte
matar y matar mas para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad,
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.