Vergara Bravo Jorgelino Del Carmen

Rut: 8.403.923-3

Cargos:

Grado :

Rama : Civil

Organismos : Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)


La danza de los cuervos, libro de editorial Ceibo, se lanza el próximo lunes

Fuente :El Mostrador  23 de Junio 2012 

Categoría : Prensa

Los pasajes más duros de la oscura historia de la DINA

A la venta a partir de hoy en librerías de Santiago, el libro del periodista Javier Rebolledo narra la vida de Jorgelino Vergara, El Mocito de la DINA, y con ello el episodio más crudo de la historia chilena: los crímenes de la Brigada Lautaro en el cuartel Simón Bolívar, el único centro de exterminio conocido hasta ahora. Esta vez las divulgaciones vienen de boca de los propios ex agentes de la dictadura. En exclusiva, episodios textuales del relato.

Jorgelino Vergara Bravo, conocido por su participación en el documental El Mocito, se mantuvo en silencio durante treinta años. En 2007 reveló a la justicia su participación en el cuartel Simón Bolívar donde funcionó la Brigada Lautaro, el grupo operativo de mayor confianza de Manuel Contreras.  En este libro, construido en base a treinta horas de entrevistas, el periodista Javier Rebolledo devela a través de los ojos de Vergara, su juventud en la casa del director de la DINA como asistente de mozo, su ascenso dentro de la estructura hasta llegar a la Brigada Lautaro y su caída, para pasar a ser un descolgado.

Junto a las confesiones de sus ex compañeros en el caso Calle Conferencia (aún en sumario investigativo), Jorgelino revela el episodio más violento que registra la historia de Chile: el exterminio de un número indeterminado de seres humanos, muchos de ellos militantes del partido Comunista, pero también muchos ciudadanos sin participación política.

Además, el relato da cuenta detallada del día a día al interior del único centro de exterminio conocido hasta ahora, al más puro estilo de los nazis. Acá, a diferencia de otras narraciones, es la visión de los victimarios, la confesión de sus crímenes, lo que construye la historia.

A pesar de que hoy se encuentra a la venta en librerías de Santiago, el lanzamiento oficial será próximo lunes 25 de junio a las 19:30 horas en la sala Master de la Radio Universidad de Chile

A continuación, citas escogidas de La Danza de los Cuervos:

LOS HUESOS DE LAS CANILLAS

“Luego de Jorgelino, Eduardo Oyarce describió el crimen de Fernando Ortiz cerca del gimnasio. Se entretuvieron golpeándolo durante toda la noche el suboficial de Ejército Hiro Álvarez Vega y uno más. Solo le conocía la “chapa”: el “Pato Lucas”. “Fue golpeado brutalmente con palos en las canillas, al punto que se podían ver los huesos, y lo dejaron moribundo. Eso fue aprovechado por los torturadores para pisarle el pecho a la altura del corazón, supuestamente para revivirlo”.

Héctor Valdebenito, el “Viejo Valde”, reconoció haberlo visto morir mientras lo interrogaba. Según él, ahí le dijo su nombre y que lo habían detenido en la calle Pedro de Valdivia. “Yo me acerqué, me puse frente a él, le hice una pregunta y me percaté de que el hombre hablaba entrecortado, bajito y a consecuencia de los golpes que había recibido de el ‘Elefante’ [Juvenal Piña] y ‘Mario Primero’ [Eduardo Reyes Lagos]. De ahí comenzó a perder la voz, se inclinó hacia el lado derecho y al verlo que estaba desmayado, llamo a Morales, Barriga y Lawrence y ahí constataron que estaba muerto”.

Quedó tirado a un costado del gimnasio junto a otros detenidos, amarrados y sentados en el piso, aún vivos.

Ese mismo día, el cocinero Carlos Marcos Muñoz vio en el gimnasio, en malas condiciones físicas, al grupo de detenidos aún vivos. Uno, al que luego identificó como Horacio Cepeda Marinkovic, miembro de la dirección clandestina de Fernando Ortiz, le pidió un vaso de agua. Se lo llevó y al instante el hombre comenzó a vomitar sangre. Cayó al suelo, aparentemente muerto. “Ese mismo día, mientras estaba en la cocina, observé que el funcionario de Carabineros de apellido Pichunman le quemó las huellas digitales y la cara con un soplete”.

Recordó también que ese detenido fue ensacado por el “Chancho” Daza y lo cargó hasta la camioneta Chevrolet C-10 del cuartel.

Eduardo Oyarce declaró haber visto el momento de la muerte de Horacio Cepeda Marinkovic. “Estuvo detenido por cerca de cinco días para posteriormente ser eliminado con golpes de palos en la cabeza dados por el ‘Elefante’ [Juvenal Piña, asesino de Víctor Díaz], quien también le apretaba la tráquea. Yo lo vi y podía escuchar los gritos que daba el viejito”.

Varios agentes coinciden en que durante ese día y el siguiente hubo un grupo más o menos numeroso de detenidos en el cuartel Simón Bolívar. Las versiones van de seis a quince.

Probablemente eran los cuerpos de los once miembros de la dirección clandestina del Partido Comunista encabezada por Fernando Ortiz: Armando Portilla, Fernando Navarro, Lincoyán Berríos, Horacio Cepeda, Waldo Pizarro, Reinalda Pereira, Luis Lazo, Héctor Véliz, Lisandro Cruz y Edras Pinto, junto a los militantes del MIR Edmundo Araya y Carlos Durán que, por ese tiempo, estaban coordinados con el Partido Comunista. (Capítulo 27, Pidiendo huevadas).

DESNUCADO

“Echamos a la rastra al automóvil al detenido y partimos junto a Daza, Escalona y al parecer Meza, hacia la cuesta Barriga. Al llegar a la cueva nos metimos a la entrada y dije a los demás que cumpliéramos la orden. En ese momento, Daza tomó por atrás al detenido, pasándole el brazo por el cuello, y el detenido, a pesar de lo mal que estaba, reaccionó y comenzó a patalear, hasta que le tomé los pies mientras otros lo aseguraban por arriba, y en ese momento fue que Daza le dio giro al cuello del detenido muy brusco hacia un lado y lo desnucó. El detenido quedó inmóvil, muerto. El cuerpo fue cargado por otros dos, yo alumbré con linterna, lo llevaron al fondo y fue lanzado al pozo. Nunca antes conté esto, ni a mi familia”. (Capítulo 24, La limpieza mecanica. Declaración policial del agente Héctor Valdebenito referente al crimen del militante del MIR, Ángel Guerrero Carrillo).

EL BUEN SIRVIENTE

“Dentro del ambiente también él tenía que encajar, estar a la altura. Si pasaba por el lado miraba al detenido con desprecio, eso estaba bien visto. O una patada, también. Así, dentro de ese sistema, nadie podía fallar. Tampoco él. Todos perros. Todos locos. No mostrar ni un sentimiento de compasión. Por dentro, obvio, sentía algo, pero quería estar dentro de ese grupo para ascender y hacer su carrera de militar. Si lo veían débil, aunque no le dijeran nada, se iban a dar cuenta. “El cabro no sirve, no es un duro, no es perro como nosotros”. Eso no, no quería quedar fuera.

¿Tenía la libertad para irse y abandonar todo eso? Lo pensó muchas veces, pero nada. Inaceptable. Era volver a la calle, dejar el mundo en el que estaba aprendiendo, donde recibía el alimento diario y las enseñanzas. O quizás podía ser peor, bastaba con un “elimínenlo”.

Entonces, cuando se mostraba así, como ellos, malo, frío, cuando daba patadas, cuando miraba con odio a un detenido, con una palabra, un grito, de vuelta recibía un gesto de aprobación. “Vas bien, vas por el buen camino”.” (Capítulo 26, La presa mayor)

SARTENAZOS EN LA CABEZA

“Germán Barriga Muñoz, el jefe máximo de Delfín y capitán de Ejército, nunca se enojaba, siempre andaba con una sonrisa, de hablar pausado, tranquilo y nervioso a la vez. “¿Cómo llamarlo?… Poco confiable, eso”. Un cínico.

A ella, a Reinalda, le estaban dando entre Barriga y Lawrence. También estaban presentes Gladys Calderón y Teresa Navarro.

No conocía su nombre en ese momento. Ella estaba sobre la parrilla con los ojos cubiertos por una venda. Giraba la “gigí”, dale que dale; Barriga y Lawrence observando, haciendo preguntas, golpeándola con todo lo que tenían a mano.

Por favor, que la mataran, gritaba ella. Estaba hecha pedazos. Así no podría tener a su hijo, no iba a poder nacer con el daño que ella tenía en todo su cuerpo. Estaba segura. Así que, “por favor, mátenme”. Mientras tanto, él estaba ordenando unos libros en la oficina. Y Barriga y Lawrence comenzaron a reír fuerte. “Estaba pidiendo huevadas”. Lawrence fue hasta una cocinita al lado de la oficina. Y volvió con una sartén grande. Comenzó a golpearla en la cabeza, con violencia, una y otra vez. La estaban haciendo papilla.

Barriga tenía una pistola en la mano apuntando a la sien de la mujer ensangrentada, ya medio ida. Pasaba un segundo, otro más, le prometía que la iba a matar… percutaba el arma. Y nada, era una falsa ejecución. Se reían. (Capítulo 27, Pidiendo Huevadas)

CON UNA BOLSA PLÁSTICA

“Partió a los calabozos. Entró a la habitación de Víctor Díaz y lo miró. Estaba en buen estado de salud y con sus vestimentas. Amarrado de pies y manos. “En ese mismo momento le manifiesto a Díaz que me perdonara por la acción que iba a llevar a cabo, es decir su posterior muerte. En ese instante un agente, no recuerdo quién, me entregó una bolsa de nylon de supermercado, la que utilicé para introducir la cabeza de Díaz, momento en el que presioné esta bolsa a su cuello con el fin de impedir el paso de oxígeno a su cuerpo. Al cabo de unos tres minutos observé que ya no tenía signos vitales, instante en que terminé de presionar la bolsa, para salir del dormitorio inmediatamente, por cuanto me encontraba choqueado por la acción que había ejecutado”. (Capítulo 26, La presa mayor. Declaración policial del agente Juvenal Piña referente al crimen del subsecretario comunista, Víctor Díaz).

CONEJILLOS DE INDIAS

“Esa vez llegó el coronel Contreras al cuartel. No iba casi nunca, pero era una ocasión especial. Venía acompañado del “Gringo” Michael Townley y de Chiminelli. Los esperaban Juan Morales, Fernández Larios, Barriga, Lawrence y varios suboficiales.

Él estaba en el casino, casi en la puerta de salida que conectaba con la cocina. Todos llegaron hasta ahí juntos. Y los peruanos también, torso desnudo, vista vendada, manos atrás esposadas. Comenzó a calentar el agua por si acaso, preparó la bandeja con las tazas y el café. Listo, dispuesto.

Dos agentes pusieron a los peruanos contra uno de los muros del lugar. Townley, el coronel y el resto se ubicaron frontalmente en relación con los extranjeros, a una distancia de unos diez metros más o menos.

El “Gringo” Townley sacó entonces un aparatito. Era como un control remoto con unas antenitas pequeñas y le comenzó a mostrar al coronel la forma de utilizarlo. El coronel lo agarró entre sus manos y apuntó. En un instante salió volando el dardo. Antes de siquiera verlo ya estaba pegado sobre la boca del estómago de uno de los detenidos.

El coronel movió la palanquita del control remoto y el peruano cayó de inmediato al piso, fulminado, contorsionándose en un millón de contracciones musculares, de un lado para otro durante un rato. Los presentes observaban el nuevo invento y los efectos de la prueba. El coronel movió la palanca de vuelta y las convulsiones se detuvieron.  (…) (Capítulo 20, Oscuro plumaje)


Exterminio en Simón Bolívar: el horror revelado por el mocito de Manuel Contreras

Fuente :lacuarta.cl, 11 de Septiembre 2023

Categoría : Prensa

La historia de Jorgelino Vergara, y la propia existencia del centro de detención y torturas de la Brigada Lautaro, salió a la luz de la mano de un prestigioso documental que se gestó luego de sus declaraciones oficiales ante la Justicia. Con el correr de los años, decenas de militares involucrados en el caso Calle Conferencia han sido condenados.

“Es extraño que El Mocito no terminara suicidado. Raro que hasta hoy no cayera abatido por las balas de viejos camaradas de la DINA o la CNI, por traidor”.

Con esas palabras comienza “La danza de los cuervos”, el exitoso libro publicado en 2012 por Javier Rebolledo, un periodista que también fue parte del equipo de investigación del documental “El mocito”, un trabajo cinematográfico que inicialmente puso el foco sobre Jorgelino Vergara, quien en su juventud, en los tiempos de la Dirección Nacional de Inteligencia, fue el mozo de la casa del líder de la policía secreta de la dictadura, Manuel Contreras.

No solo eso, por sus posteriores días en la Brigada Lautaro, Vergara terminó testificando sobre las atrocidades al interior del cuartel de la calle Simón Bolívar, un centro de torturas calificado por Rebolledo como “el único cuartel dedicado de modo expreso al exterminio”.

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De acuerdo a lo que relató el propio escritor del libro, en conversación con revista Ercilla en octubre de 2012, “La danza de los cuervos” marcaba la diferencia con otros textos por “estar construido sobre la base de las declaraciones de los propios victimarios”. Dicha situación fue posible ya que Rebolledo tuvo acceso al expediente secreto que incluían las declaraciones de militares sobre el caso de Calle Conferencia, el cual afectó a las cúpulas clandestinas del Partido Comunista que fueron destinadas al centro de detención.

Y en ese escenario, la declaración clave de ese expediente era aquella del mocito que rompió el pacto de silencio tras ser contactado por la PDI debido a que otro agente lo había culpado en 2007 del crimen de Víctor Díaz López, subsecretario general del PC y quien lideraba a los comunistas desde la clandestinidad.

Todo aquello terminó dando pie a la detención temporal y el testimonio de los exoficiales involucrados en lo que Rebolledo catalogó en su libro como “la cofradía de lesa humanidad”.

HABLANDO DE “PAQUETES”: LAS REUNIONES EN LA CASA DEL MAMO CONTRERAS

En julio de 2012, en una entrevista con Tomas Mosciatti para CNN Chile, el propio Jorgelino Vergara abordó su historia de precaria vida familiar y el “encandilamiento” que tuvo una vez que comenzó a trabajar, a los 14 años de edad, en la casa del por entonces coronel Contreras en calle Pocuro con Antonio Varas.

“Yo abría la puerta de entrada, el ingreso a la casa, le recibía su maletín, llevaba también su metralleta, subía al segundo piso, dejaba su metralleta al lado del velador y dejaba su maletín ahí”, explicó sobre sus acciones diarias en el lugar.

Con los meses, el mozo adolescente comenzó a tener instrucción en el uso de las armas para “repeler el fuego en caso de un ataque a su domicilio”. Según sus palabras, por todo eso terminó siendo un “experto” con “buena” puntería, aunque relató que además recibió instrucción de defensa personal con karate, full contact y uso de armas como katanas, nunchakus y lanzamiento de dagas con una distancia de 8 a 12 metros.

Entre sus declaraciones más relevantes, Vergara reconoció que escuchaba las conversaciones que sostenía Contreras al interior de la casa, pues pasaba desapercibido como parte de la servidumbre. “No tenía restricción ninguna porque… era algo… como prácticamente insignificante”, recordó sobre su estancia en el hogar.

Dicho lugar habitualmente recibía la visita de militares como Miguel Krassnoff, Juan Morales Salgado, Alejandro Burgos, Marcelo Moren Brito y Michael Townley, entre otros. Todos ellos fueron condenados salvo Townley, quien declaró en Estados Unidos y terminó bajo el programa de protección de testigos.

“Por lo general conversaban todo lo relacionado con las operaciones de inteligencia (…) hablaban de bajas, que eran documentos, por ejemplo, decisiones que tomaba el general Contreras, pero que en el fondo Pinochet solo tenía que firmarlos porque los hechos ya estaban concretados”, recalcó Jorgelino.

También recordó que militares como Moren Brito llegaban hablando de “paquetes” y que pronto entendió que esas conversaciones en realidad tenían relación con cadáveres y “personas que habían sido dado de baja y tenían que ser llevadas a sus destinos finales”.

Por otro lado, Vergara planteó que la casa tenía un citófono para entablar conversación directa con el dictador y todos los cuarteles de la DINA, por lo que una vez le tocó recibir una llamada de Pinochet. “Dígale que lo llama su compadre”, le habría dicho el líder militar.

En ese entorno, el mocito reconoció que el primer regalo de su vida lo recibió en la Navidad de 1975 en el hogar de Contreras y que inclusive salía de vacaciones con la familia a lugares como las rocas de Santo Domingo y el Cajón del Maipo.

El memorial del cuartel inaugurado por la Presidenta Bachelet.

EL CUARTEL DE SIMÓN BOLÍVAR

Tomando como chapa el nombre de Alejandro, en sus nuevas funciones como asistente de mozo en la DINA al interior de la brigada Lautaro, Jorgelino Vergara explicó que a su llegada al cuartel firmó un contrato con su nombre verdadero y un archivo adjunto con un “pacto de silencio” que era “una especie de juramento a la bandera, jurar lealtad y silencio sobre todo lo que viera mientras estuviese dentro de los servicios de inteligencia”.

“[El juramento dejó de ser válido] cuando me echaron [en 1985] y no habría seguido siendo válido porque hubieron muchas situaciones en las cuales nunca estuve de acuerdo – obviamente no se lo comenté a nadie – pero no estaba de acuerdo con que mataran a gente, incluso gente inocente″, aseguró. Luego agregó que solo reveló sus aprehensiones a una persona, el suboficial de Carabineros José Manuel Sarmiento Sotelo, y desde ahí lo tuvieron “entre ceja y ceja”.

En esa línea, lo más definitorio es que Jorgelino Vergara dejó en claro que, salvo una persona, “jamás, nunca” alguien logró salir con vida del cuartel Simón Bolívar Y ahí subrayó que las personas trasladadas hasta ese lugar solo duraban un par de semanas antes de ser asesinadas, con un caso excepcional siendo el de Víctor Díaz.

“Yo era el encargado de darles la comida en los calabozos, de darles agua y, bueno, las sesiones de torturas eran constantes, todos los días, [en horarios de oficina]”, afirmó sobre su estadía en un lugar que, por sus condiciones socioeconómicas, se transformó en su residencia junto a otros dos soldados. Oor ello le tocaba hacer guardia.

Además planteó que las torturas incluían hipnosis a través de fármacos sesiones de electroshock, en acciones en las que también participaban las agentes femeninas de la DINA. Y una enfermera, la teniente Gladys Calderón, era la encargada “de poner el tiro de gracia” a través de una inyección letal de cianuro. Con el tiempo, la criminal terminó siendo condenada por sus acciones en la Operación Cóndor.

En otro ámbito, un hecho relevante del cuartel tuvo relación con las acciones de Michael Townley, quien realizó tanto experimentos para las torturas, con máquinas de electricidad a control remoto, como pruebas con gas sarín en contra de presos peruanos que nunca pudieron ser identificados y que cayeron muertos de inmediato. “El gas lo hizo Eugenio Berríos y a los peruanos se le dio muerto con eso, con un tubito spray”, planteó el mocito.

Finalmente, Vergara desmintió haber asesinado a Víctor Díaz, asegurando que solo tuvo una función. “Yo no tenía ninguna relación con los detenidos, más allá de darles comida y agua, pero me tocó la lamentable función de trasladar el cuerpo… yo le tenía muy buena a ese cristiano, porque tenía un parecido a mi padre”, dijo apuntando contra dos infantes que tuvieron que rematar al militante del PC, ya que “El Elefante”, Juvenal Piña, no logró su cometido a través de un método de asfixia.

LAS DUDAS SOBRE EL MOCITO

En la entrevista con la revista Ercilla, Javier Rebolledo planteó que no se puede dar completa veracidad a las declaraciones del mocito.

“Le doy credibilidad a su infancia y juventud, pero posteriormente, en el período de la Brigada Lautaro, empiezo a contrastar con lo que van contando los otros agentes. En la tercera etapa de su vida, cuando cumple 18 años, tomó distancia, y lo que dice lo condicionó y se relativiza. Él entiende que es imputable, si confiesa o dice cosa, lo pueden procesar”, planteó.

En tanto, Marcela Said, co-directora del documental de “El mocito”, en una conversación con Mosciatti en julio de 2012, explicó que personalmente tenía una visión complicada sobre Jorgelino.

“Pero independiente del grado en que uno esté dispuesto a creerle, yo siempre le digo a la gente: gracias al testimonio de Jorgelino hay procesados en este caso”, expresó en un escenario en el que siempre explicó que su documental buscó presentar ”la ambigüedad entre ser víctima y victimario al mismo tiempo”.

Finalmente consideren que, en abril de este año, la Corte Suprema ratificó la condena contra 47 exagentes de la DINA – incluido Miguel Krassnoff – por los secuestros calificados de diversos líderes comunistas, incluidos Jorge Muñoz (marido de Gladys Marín) y Waldo Pizarro (padre de la diputada Lorena Pizarro), y el homicidio calificado de Víctor Díaz. Todo aquello era conocido como el caso Conferencia I. Por otra parte, en junio de este año, el máximo tribunal cerró las condenas de otros 14 exagentes por el caso Conferencia II.


Dictadura cívico-militar utilizó a compañía pesquera para hacer desaparecer a prisioneros transformados en harina de pescado

Fuente :ecoceanos.cl, 17 de Septiembre 2023

Categoría : Prensa

Llama la atención que, a pesar de haber existido sospechas del empleo de los grandes “cocedoras” (hornos) de la pesquera Arauco para hacer desaparecer cadáveres, nunca se realizó una investigación detallada sobre la macabra utilización de esta planta procesadora de pescado durante la dictadura.

Un reporte de la emisora alemana WDR reveló información inédita sobre el papel del nazi Walther Rauff en la desaparición de prisioneros políticos en Chile, aplicando la directiva conocida como “Nacht und Nebel” (“Noche y niebla), emitida por Adolf Hitler en 1941, la cual establecía los criterios y pasos para secuestrar y realizar desapariciones masivas.

Según el reporte, “Los padrinos alemanes de Pinochet”, el SS-Stlacuarta.cl,  11 de Septiembre 2023andartenführer y ex oficial de las SS -responsable del asesinato de medio millón de prisioneros en el campo de concentración de Auschwitz- introdujo inéditas prácticas de desaparición, cuando asesoraba a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de la dictadura cívico-militar chilena entre 1973 y 1990.

Rauff llegó a Chile en 1958 después de haber conocido a Augusto Pinochet en Ecuador, donde éste era parte de una misión militar para reorganizar la Academia de Guerra ecuatoriana. En nuestro país se dedicó a administrar una planta pesquera procesadora de centolla a partir de la década de los 60´s, en Porvenir, provincia de Tierra del Fuego, región de Magallanes. En forma paralela ejerció como agente del servicio secreto alemán BND.

Pesquera Arauco: El Auschwitz de la dictadura chilena

Las empresas Pesquera Arauco Ltda. y Empresa Pesquera Chile Ltda. eran empresas filiales de la Corporación de Fomento Productivo (CORFO), y habían sido formadas por esta entidad dependiente del Ministerio de Economía y el Banco del Estado.

Después del golpe cívico-militar militar, la empresa pasó a ser administrada y dirigida por Manuel Contreras y miembros de la DINA, quienes asumieron como miembros del directorio, junto civiles de la dictadura. Los camiones frigoríficos, camionetas e infraestructura de la pesquera ubicada en San Antonio se emplearon como elementos logísticos claves en el accionar criminal de la DINA y la desaparición de prisioneros.

Llama la atención que a pesar de haber existido sospechas del empleo de los grandes “cocedoras” (hornos) de la pesquera Arauco para hacer desaparecer cadáveres, utilizando maquinaria de grandes dimensiones para elaborar harina de pescado, a través de un proceso de cocción a más de 90ºC, cuyo contenido se prensaba posteriormente para eliminar líquidos lixiviados, y obtener la «torta de prensado», nunca se realizó una investigación detallada sobre la macabra utilización de esta planta procesadora de pescado durante la dictadura.

El Plan Cóndor y el empleo de la pesquera productora de harina y aceite de pescado

En el reporte de la emisora WDR, a partir del testimonio de Jorgelino Vergara, miembro de la DINA, quien ha sido clave en diversos procesos judiciales para revelar la existencia de centros clandestinos de detención y exterminio, como el cuartel Simón Bolívar de Peñalolén, señaló “Todo llegó de Alemania. De los ex nazis. Ellos trajeron la tecnología para torturar, matar y hacer desaparecer a las personas”. Sobre Rauff dijo “A este señor le decían ‘El Chacal’. Era el encargado de hacerlos desaparecer enteramente”.

En el artículo “Emisora alemana WDR revela el papel del nazi Walter Rauff en “Los padrinos alemanes de Pinochet” del periodista Marco Fajardo de El Mostrador, incluye un detalle no contemplado en el reporte de la emisora alemana, al señalar el destino de los cuerpos de varios detenidos de calle Londres 38 y Villa Grimaldi tras ser llevados al puerto de San Antonio.

Un patrón criminal

“Respecto a los que pasaron por Londres 28, que son 85 personas, eran sacadas y trasladadas a distintos centros, notablemente Tejas Verdes y Santo Domingo, ubicados en San Antonio. Tenemos investigaciones que dan cuenta que trasladaban a personas en sacos ya muerta. Es decir, la responsabilidad de la pesquera es muy importante en relación a estas personas desaparecidas”, según el reporte.

Los prisioneros eran trasladados desde el centro de la capital hasta San Antonio a bordo de camiones frigoríficos adaptados para ese fin. Estos vehículos, consigna el documento, salían desde Rinconada de Maipú o desde el recinto de la empresa ubicado en Lo Valledor, en Santiago. Una vez que llegaban al “Cuartel Yucatán” (Londres 38) de la DINA, se leía la lista de detenidos que llevaban los conductores, y luego eran subidos a la parte posterior del camión completamente vendados.

“El itinerario de Santiago a San Antonio era por Melipilla. Y de Cucumén el camino a Lo Gallardo, camino malo, donde no había nadie, puros campesinos. Al lado del puente entre Santo Domingo y San Antonio hubo un puesto militar, donde cambiaron el chofer, para seguir rumbo a la pesquera que estaba puerto adentro. Este chofer de apellido ‘Tolosa’, un militar, era el único autorizado para entrar, nadie lo paraba. El camión demoraba dos a tres horas en regresar, vacío y limpiado”.

En el reportaje, un ex detenido en San Antonio cuenta sobre la presencia de Rauff en el lugar: “Y ahí había una bodega donde trabajan los rederos. Por estos lados se lo veía, donde las camionetas con los detenidos atrás. Es él que sale en la foto, sí. Con acento alemán y nazi malo”.

Citando a ex agentes de la DINA, el reporte indica que los detenidos eran asesinados en el lugar. El propio Vergara afirma lo que sucedía con sus  cuerpos. “Al Rauff le dieron el cargo como director de la pesquera Arauco, de la dictadura. Los cadáveres fueron tirados a la trituradora de la pesquera Arauco. Quien lo hizo fue El Chacal, aunque no personalmente. Lo acompañaron agentes de la misma DINA”, quienes le dijeron a Vergara que “los tirábamos y se transformaron en harina de pescado”.

El Mostrador incluyó algunos testimonios de Vergara que no fueron parte del reporte radial. Entre ellos se menciona la participación de Rauff en la creación del Plan Cóndor –el sistema latinoamericano de represión para eliminar opositores políticos–, en una reunión secreta ocurrida en 1975.

“Yo acompañaba la bandeja donde se haría servicio de un café, un trozo de torta y pastelito para todos que estaban, eran más o menos entre 12 y 15. De acá fueron (Christoph) Willeke, quien fue director de la ENI, de la Escuela Nacional de Inteligencia y andaba este señor, El Chacal. Él estaba al lado de Manuel Contreras, y del otro lado estaba José María Verdeguer de Uruguay, el director de inteligencia de Uruguay. Allí fue donde acordaron el Plan Cóndor”, afirma Vergara.

Al ser consultado si Rauff estaba presente, responde: “Sí, estuvo presente. Él tuvo conocimiento de todo lo que se acordó. La persona estaba muy involucrada en los servicios de inteligencia”.

“La conexión alemana”

En los diversos procesos de desaparición de los cuerpos de los prisioneros en el mar frente a San Antonio, existe una marcada conexión con empresarios alemanes. Es el caso del empleo del remolcador “Kiwi”, perteneciente al consorcio marítimo Ultramar, de propiedad de los hermanos Sven y Wolf Von Appen. Con posterioridad esta nave fue trasladada a Perú donde la rebautizaron como “El brujo”.

El patriarca de esta familia , Julio Alberto Von Appen, llegó a Chile en la década de los 40, desempeñándose como líder de las operaciones de inteligencia nazi en Latinoamericana, para luego cimentar un exitoso camino en los negocios navieros. En 2013, se conoció que la familia Von Appen figuraba como financista de la Fundación Pinochet.

Según el autor del reportaje, después de 1945 unos mil oficiales de las SS, SA y la Gestapo llegaron a Chile, siendo llamados en la DINA “nuestra tropa alemana”.

La Pesquera Arauco y Pesquera Chile, contó con Hubert Fuchs, administrador y gerente legal de la empresa pesquera. Fuchs, marino en retiro, fue el nexo entre la DINA y la empresa Standard Electric, según consigna un reportaje de CIPER publicado en 2009. Fuchs fue un hombre clave en el entramado de financiero que sostuvo al aparato represivo en los primeros años de la dictadura.

La “solución final” y el crematorio de perros de Santiago 

En el reporte alemán, Vergara cuenta además lo ocurrido en el crematorio de perros callejeros de la ciudad de Santiago, el cual hoy es el centro cultural “La Perrera”.

“Mira, mira, siempre me hablaban de los paquetes, los paquetes hay que eliminarlos, pero tenemos una cosa en Quinta Normal donde se puede hacer para no dejar evidencia y toda esa huevada: Exterminio de paquetes. El Rauff era el encargado de hacerlos desaparecer enteramente….Fue cruel, muy cruel. Se quemó gente, cuerpos humanos en la Perrera, sí. En Santiago, allí donde había más cadáveres los llevaban a la Perrera”. Al ser consultado sobre cuántos fueron, responde: “Mira, por darte un número: más de 300”.

Este testimonio fue confirmado por un ex trabajador del crematorio de perros callejeros la Perrera, quien desde el anonimato señaló. “Durante la dictadura venían vehículos extraños al lugar. No podíamos quedarnos cerca. Los extraños tiraban sacos a los hornos. Por lo que vi desde lejos, los cuerpos en los sacos eran más grandes que perros”.

“Simón”, quien cita a otro exmiembro de la DINA indica “Trabajaba en el CG (cuartel general) en este tiempo, y acompañó muchas veces al Willeke y Rauff visitando la Perrera en el Parque de los Reyes. Era para perros, pero ahora tenía que ser para seres humanos. El Rauff estaba en esta sección, no sé, tenía un nombre: sección para la “solución final” (sic)