Rut:
Cargos: Intendente de la Región de Los Lagos (1974-1976)
Grado : General
Rama : Fuerza Aérea
Organismos : Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA)
Año Fallecimiento : 1977
AGA
CAJSI
Base Aérea El Bosque
Los secretos de la Fach
Fuente :puntofinal.cl, Octubre 2002
Categoría : Prensa
Inútiles han resultado los esfuerzos de la Fach por desligarse de los crímenes cometidos durante la dictadura militar. Una consecuencia directa de los reportajes de denuncia del periodista Víctor Gutiérrez publicados en el diario “La Nación”, fue la dimisión del quinto hombre en la línea de mando institucional, general Patricio Campos Montecinos, ex jefe de la Dirección General de Aeronáutica Civil y enlace de la institución durante la mesa de diálogo. Su esposa, Viviana Lucinda Ugarte Sandoval (“la Pochi”), desempeñó un activo rol en el siniestro Comando Conjunto, según las declaraciones formuladas a “La Nación” por el ex agente “Colmillo Blanco”, a quien el diario “El Mercurio” identificó como el coronel en retiro de la Fach Otto Trujillo, actualmente procesado y recluido en la ex Penitenciaría.
El Comando se habría reorganizado con el objetivo de tergiversar la información entregada por la Fach a la mesa de diálogo y entorpecer las investigaciones judiciales que comprometen a miembros de la Fuerza Aérea, con ayuda de abogados civiles financiados por la institución. El informante de “La Nación” mencionó también al coronel Roberto Serón Cárdenas, comandante Juan Luis López López y al civil Alejandro Figari Verdugo (ex militante de Patria y Libertad), como agentes de la represión que se mantienen activos. La mayoría fueron procesados por el ministro en visita Carlos Cerda en 1986 y luego sobreseídos por la Corte Suprema. Pese a la trascendencia de las denuncias, la Corte de Apelaciones rechazó la designación de un ministro extraordinario y la investigación judicial quedó en manos del juez del Tercer Juzgado del Crimen de Santiago, Mario Carroza, quien acumula la mayoría de los procesos de víctimas del Comando Conjunto. Pero también el presidente Ricardo Lagos solicitó al alto mando una investigación en el interior de la Fuerza Aérea y no faltaron quienes pidieron la salida del comandante en jefe, general Patricio Ríos.
Esta es la segunda gran crisis que estremece a la Fach bajo la comandancia del general Ríos. El año pasado debió pasar a retiro su mano derecha, el general Hernán Gabrielli, jefe del estado mayor y segunda antigüedad institucional. Este se perfilaba como futuro comandante en jefe hasta que cinco querellas por tortura frustraron sus planes.
Independientemente de que se haya reorganizado o no el Comando Conjunto, los ex uniformados de la Fuerza Aérea que están enfrentando en los tribunales a quienes los torturaron en los primeros tiempos de la dictadura militar no dudan que se ha urdido una trama para obstruir la justicia.
Uno de ellos es Jaime Donoso Parra, ingeniero aeronáutico y capitán en retiro de la Fach, quien formó parte del grupo de oficiales constitucionalistas contrarios al golpe de Estado. “He declarado en muchos juicios y participado en varios careos, y lo único que ellos hacen es negar lo que hicieron -dice-. Luego, uno sale del careo y en los pasillos del juzgado ve cómo el tipo que acaba de declarar le cuenta a sus abogados todo lo que dijo al juez. Eso permite instruir al siguiente requerido por el tribunal sobre lo que tiene que decir para no entrar en contradicciones. Estoy convencido que esconden información sobre los detenidos desaparecidos. Esto no puede ignorarlo el comandante en jefe Patricio Ríos y es muy probable que exista una interacción entre las cuatro instituciones, lo que me parece un error porque a mi juicio los responsables de los crímenes son personas y no las instituciones en sí”.
El testimonio que entrega el ex capitán Jaime Donoso corresponde a la represión ejercida por la Fach contra alrededor de 60 hombres de sus filas en los primeros años del régimen militar, específicamente en la Academia de Guerra Aérea (Aga), verdadera escuela para quienes formaron en 1975 el Comando Conjunto. Uno de los más brutales torturadores de la Aga fue el jefe del naciente Comando Conjunto, Edgar Ceballos Jones (“Comandante Cabezas”).
BACHELET Y LOS OTROS
El capitán Donoso, con dos años de antigüedad al momento del golpe de Estado, tuvo una temprana evidencia de lo que preparaban los altos mandos. Entre mayo y junio de 1973 le correspondió desempeñarse como oficial de ronda de la Guarnición de Santiago y en una oportunidad le ordenaron inspeccionar la Academia de Guerra Aérea a las dos de la mañana. “Al identificarme ante el suboficial de guardia, quien me conocía porque yo era alumno de la Academia, pretendió impedirme la entrada. Eso me pareció sumamente sospechoso, así que saqué mi pistola y lo detuve por impedir que el oficial de ronda, máxima autoridad de la guarnición, ingresara a la base. Entonces me explicó que el general Gustavo Leigh, quien estaba en el interior, le había pedido que no dejara entrar a nadie”, relata el ex uniformado. Decidió llevarlo encañonado hasta adonde estuviera el general Leigh, que en esa época era jefe del estado mayor y segunda jerarquía después del comandante en jefe, César Ruiz Danyau. Al ingresar a la base vio que estaban estacionados los autos de casi todos los generales. En la sala de conferencias había luz, pero la puerta estaba cerrada. “La abrí de una patada, con la pistola en la mano y el suboficial al lado. La sala quedó sumida en un silencio espectral. Normalmente, cuando un capitán patea una puerta lo menos que hace un general es arrestarlo. Pero todos se quedaron calladitos. Lo que me quedó inmediatamente graficado en la mente fue el plano de Santiago, donde habían colocado aviones diseñando circuitos para atacar La Moneda, la casa del presidente en Tomás Moro y las estaciones de radio. No me cupo la menor duda que se estaba planificando un golpe de Estado. El general Leigh me pidió que lo disculpara, me dio todas las explicaciones posibles, dijo que estaban haciendo un juego de guerra… ¡Claro, a las dos de la mañana! Me imagino las puteadas que debe haber recibido el general que me envió a efectuar la ronda”.
¿Qué hizo usted luego de tener esa evidencia?
“Fue una luz de alerta para los cinco o seis capitanes que éramos constitucionalistas. Habíamos estado en la universidad, la mayoría éramos ingenieros y teníamos una relación con la sociedad diferente a la del militar neto. No estábamos por el golpe de Estado y sentimos que nuestra misión era denunciar lo que se preparaba. Decidimos agruparnos en forma más estrecha y buscar vías políticas para entregar esa información al presidente de la República. Nos reunimos con los senadores Eric Schnake (PS) y Anselmo Sule (PR), y con Carlos Lazo, presidente del Banco del Estado. Ellos consiguieron una entrevista de algunos miembros del grupo con el presidente Salvador Allende, pero él no les creyó. Dijo que estaba convencido que los militares jamás darían un golpe de Estado, porque le habían jurado lealtad. Pienso que Allende era muy orgulloso. Estaba convencido que podía manejar políticamente la situación y que no sería avasallado”.
¿Ustedes simpatizaban con algún partido político?
“No, ni siquiera estábamos de acuerdo con el gobierno de Allende, que a esas alturas no era bueno, aunque yo había votado por él, porque me gustó su programa. Pero teníamos la convicción que debíamos respetar la Constitución y la ley, de acuerdo con lo que habíamos juramentado. Para nosotros, el jefe máximo era el presidente de la República y no el comandante en jefe. Por eso, hasta el último momento seguimos insistiendo en entregar la información que teníamos. Cuando ocurrió el golpe de Estado nos detuvieron a todos, junto con los generales Alberto Bachelet y Sergio Poblete, y el coronel Ernesto Galaz. Les atribuyeron vinculaciones marxistas, pero sólo cumplían con su deber”.
¿Los mantuvieron en la Aga?
“Sí, y la agresión contra nosotros fue brutal, porque nos consideraban traidores… a ellos. Cuando conversábamos, les decíamos que eran ellos los que estaban traicionando la Constitución y la patria. Nos golpeaban, nos hacían simulacros de fusilamiento, nos ponían electricidad en las partes más sensibles -incluso en heridas abiertas- y nos quemaban con cigarrillos. También empleaban drogas e hipnosis. A algunos los colgaban de unos ganchos, como en una carnicería, y los azotaban. La Academia de Guerra Aérea era un centro de torturas atroz. Los generales eran pateados en el suelo por los pelados. Buscaban la degradación máxima de nuestra personalidad. Había presos a los que les sacaron las uñas. A otros los destrozaban, los cortaban igual como un carnicero corta un chancho”.
¿Quién estaba al mando?
“Ahí estaba comprometido Leigh. Lo vi dando instrucciones precisas de lo que había que hacer. Yo había sido instructor de vuelo del general Orlando Gutiérrez, y después él fue mi torturador. Era el jefe, lo presenciaba todo. También estuvo presente Leigh cuando torturaron al general Poblete. Me lo contó en una carta que me escribió, y que está en el juicio. A él lo quemaron en el pecho y en las manos. En la Fuerza Aérea, en 1973, se estableció la tortura como un procedimiento normal para interrogar a prisioneros. No se preguntaba qué había que hacer con un preso, derechamente se le torturaba y se le decía ‘esto es lo que tienes que confesar’. Era un procedimiento estándar”.
¿Usted fue procesado?
“Después de las torturas nos hicieron el famoso sumario en tiempo de guerra llamado ‘Fach contra Bachelet y otros’, que ahora estamos impugnando ante la Corte de Apelaciones. Desgraciadamente ésta señaló que el caso debía pasar a la justicia militar, lo que es una aberración. Vamos a seguir insistiendo, porque queremos que se reconozca que no se cumplió con el debido proceso y que nos entreguen la documentación que nos corresponde. Tras el sumario, se nos hizo un juicio en el cual no teníamos defensa, no se permitió que nuestros abogados argumentaran tortura. A mí, que había denunciado el golpe, me acusaron de ‘incitación a la sedición’, ‘traición a la patria’, ‘creador del Plan Zeta’ y del ‘Plan Fuga’. Nada de eso existía. Nos condenaron en diciembre de 1973, cinco a la pena de muerte y otros a presidio. Mi condena era a 20 años. Posteriormente me la rebajaron a 15 años, y a los condenados a muerte, a 30 años de presidio. Estuve dos años preso en distintos centros militares y al final nos llevaron a la cárcel pública de General Mackenna. En 1975 aplicaron el DL 504 que nos permitió partir al exilio”.
¿En algún momento se encontró con el general Alberto Bachelet?
“Estuvimos juntos en la cárcel. El general Bachelet tenía un problema al corazón perfectamente tratable, pero si le ponían corriente, la cosa se complicaba. Fue lo que ocurrió. Un día lo sacaron para llevarlo a la Academia de Guerra. Volvió con quemaduras de cigarrillos, marcas de electrodos y con una violenta taquicardia. El doctor Alvaro Yáñez, que era uno de los presos, dijo que estaba muy mal, que necesitaba cuidados especiales. Poco después murió. En una ocasión, Leigh dijo que cómo se podía pensar que la Fuerza Aérea podía hacer esas cosas. El cinismo de los torturadores era increíble”.
¿Ha tenido oportunidad de enfrentar a sus torturadores?
“He sido careado con quienes fueron mis torturadores directos, en diferentes procesos a cargo de los jueces Juan Guzmán, Mario Carroza y Rubén Ballesteros. He declarado contra Hernán Gabrielli, el general Orlando Gutiérrez y toda una lista de torturadores. En los careos he comprobado la pequeñez de estos hombres que cuando torturaban y tenían todo el poder sobrepasaban la racionalidad humana. En la Academia mataron a un sargento de un balazo y el general Gutiérrez felicitó al soldado que le disparó. Y ahora veo a algunos seriamente dañados, como Edgar Ceballos Jones; los comandantes Ramón Cáceres y Sergio Ulises Swain; el general Orlando Gutiérrez. En esa época se paseaban por la Academia como verdaderos pavos reales, ahora los veo escondidos y cabizbajos en los juzgados. Uno les dice ‘cobarde, maldito cobarde, cómo no puedes reconocer lo que hiciste’. Bajan la cabeza y responden ‘no me acuerdo’”.
¿No muestran arrepentimiento?
“Creo que no, pero sí vergüenza, porque no se atreven a mirar de frente. Y nunca dan sus direcciones. Son unos malditos cobardes, no se puede decir otra cosa. Felizmente, han caído en contradicciones. La gran diferencia con ellos es que nosotros andamos con la cabeza en alto, nos mostramos en cualquier parte y vamos a los juzgados abiertamente, sin ningún temor, porque tenemos la conciencia limpia”.
EL CAPITULO GABRIELLI
Los ex presos de la Fach vivieron el exilio en distintos países, pero siempre mantuvieron entre ellos lazos de amistad. Jaime Donoso Parra se fue a Inglaterra, donde estudió aeronaútica superior e hizo un doctorado en aerodinámica y mecánica de fluidos en la Universidad de Londres. Se convirtió en un investigador científico de alta calificación y desarrolló una exitosa carrera profesional en la empresa privada. Inventó cuatro métodos de alta tecnología para solucionar problemas matemáticos complejos, que fueron debidamente patentados. Con uno ganó en 1997 un Premio Nacional de Ciencia y Tecnología otorgado por el Ministerio de Defensa. Sus últimos años de exilio los vivió en Suiza.
¿Cuándo iniciaron acciones ante la justicia?
“Los ex presos de la Fach sólo pudimos volver a Chile a comienzos de la década del 90, cuando era imposible hacer un juicio contra las Fuerzas Armadas porque los poderes fácticos tenían intacto su poder. Pero pensamos que algo teníamos que hacer y participamos activamente en el proceso de gestación de la ley de exonerados. Finalmente algunas personas decidieron enjuiciar por daños físicos y perjuicios. Hay ex presos dementes en Inglaterra, recluidos en hospitales siquiátricos. Otros tienen daños en los oídos, algún miembro de su cuerpo inmovilizado, enfermedades óseas por los golpes y la electricidad, o no les funcionan bien algunas partes del cerebro y se olvidan de cosas. Así nos encontramos con el Codepu, que nos ha asesorado en los juicios, y con el problema del general Hernán Gabrielli. En febrero del 2001, Carlos Bau Aedo, ex ejecutivo de la Industria Nacional de Cemento S.A. (Inacesa), denunció que Gabrielli lo había torturado a él y a otros prisioneros en 1973 en la base aérea de Cerro Moreno, de Antofagasta, entonces a cargo del comandante Marcial Vargas del Campo. A sus denuncias se sumaron los ex detenidos Juan Ruz, doctor en pedagogía y actual funcionario del Ministerio de Educación, y Héctor Vera, doctor en comunicaciones y vicerrector de la Universidad de Antofagasta. Los tres fueron víctima de tormentos físicos y psicológicos, y presenciaron cómo el entonces subteniente Gabrielli torturó salvajemente a Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, gerente de Inacesa, que junto al gerente de Corfo, Mario Silva Iriarte, fue ametrallado el 19 de octubre por la Caravana de la Muerte. Los afectados iniciaron un proceso por torturas en contra de Hernán Gabrielli, en el que los ex presos de la Fach han participado como testigos. Según declaraciones de uno de ellos, el entonces subteniente de aviación Ricardo Navarro Valdivia, Hernán Gabrielli no sólo lo torturó a él, sino también a un niño de 14 años a quien le causó secuelas que acabaron con su vida en el hospital de Antofagasta. Navarro declaró desde España en una entrevista a Televisión Nacional: “Toda la Fuerza Aérea sabía y sabe que Gabrielli es un torturador”. Otros testigos de la Fach que fueron víctimas o presenciaron torturas ejecutadas por quien llegó a ser jefe del estado mayor de esa institución son el capitán Juan Muñoz y el subteniente Oscar Navarro, oficiales de la rama de finanzas de la Fach en Antofagasta, y los cabos segundos Luis Gabriel Torres Valeria y Antonio Jara Castro.
¿Usted conoció al ex general Gabrielli?
“Nos conocimos en la Escuela de Aviación, fuimos amigos y le tuve mucha estimación. Cuando estábamos en la cárcel comenzaron a llegar presos de Antofagasta, como Carlos Bau y algunos suboficiales, que describían a Gabrielli como uno de sus torturadores. No cabía la menor duda. Yo le escribí dos cartas entre 1999 y 2000, antes de los juicios, para que viera la forma de que se compensara a quienes éramos de la Fuerza Aérea. Primero, en el aspecto moral, que es lo que más nos interesa, y luego material, porque a nosotros nos cortaron la vida a los 30 años. Nunca contestó esas cartas. La querella que Gabrielli presentó contra Carlos Bau, Juan Ruz y Héctor Vera por difamación, injurias y calumnias fue cerrada a los tres meses por el juez Ballesteros, quedando en evidencia que Gabrielli torturó, aunque esto sigue siendo la declaración de una persona contra otra. El continúa negando, pero van a seguir declarando todos los que lo vieron y sufrieron las torturas. De acuerdo con lo legalmente establecido, tendremos a estas personas en primera línea hasta que en algún momento tengan que reventar. ¡Ya aparecerá un piloto o suboficial que cuente cómo les cortaban la guata a los prisioneros y los tiraban al mar! Nosotros tenemos que ir buscando los mecanismos para acorralarlos”.
¿Qué clase de torturador era Gabrielli?
“Existían los torturadores ‘profesionales’, como los de la Academia de Guerra Aérea, y otros ocasionales, que eran los que estaban en las guardias. En este último grupo se ubicaba Gabrielli, que en esa época era un teniente de 24 ó 25 años. Los torturadores ‘oficiales’ de la base de Cerro Moreno, como el comandante Gonzalo Pérez Canto, les decían a los tenientes jóvenes que ‘ablandaran’ a los presos antes de entrar a la interrogación. Y aunque podían evitarlo, porque no era su obligación, los agarraban a golpes y patadas. Yo los llamo ‘torturadores torpes’. Esto ocurrió en todas las bases, incluida la de Quintero, donde estaba el general Patricio Ríos, actual comandante en jefe. Todos los tenientes y subtenientes de esa época, si estaban en servicio, deben haber tenido contacto con prisioneros. También los alférez y subalférez, que hoy son los generales que están bajo Ríos, deben haber participado cuando menos en las ‘operaciones rastrillo’, donde también se torturó. Que unos pegaban más y otros menos, lo tendrá que determinar la historia. Para eso estamos haciendo estos procesos. Vamos a escarbar hasta encontrar testigos que se atrevan a declarar, porque la verdad es que muchos de la Fuerza Aérea aún no dan ese paso. En los años 96-97 algunos me pidieron que por favor no los nombrara, porque ellos y sus familias habían sido amenazados. Pero ahora tenemos una ley de prensa que nos permite hablar. Por eso estoy escribiendo un libro con mis memorias donde voy a decir lo que yo vi de la historia, desde el lugar en que ésta me puso. Y me puso a este lado, porque yo tenía principios distintos a los de ellos, tan simple como eso”.
¿Alguna vez lo han amenazado a usted?
“En forma indirecta, me enviaron amenazas por teléfono cuando puse un recurso de amparo contra el general Fernando Rojas Vender, en la época en que era comandante en jefe. Pero nunca tuve miedo, estoy haciendo lo que corresponde”.
¿Por qué ese recurso de amparo?
“Se relaciona con otro problema que tenemos. Cuando jubilamos o nos dan de baja, nos tienen que entregar un documento que diga que uno es un oficial de la Fuerza Aérea dado de baja, jubilado, exonerado o lo que sea. A nosotros no nos han entregado ese documento, y por eso no nos permiten entrar a algunos lugares de la Fach. A mí incluso me han obstaculizado el paso en el Ministerio de Defensa. ¡A qué nivel llega el enclaustramiento en que están los uniformados que ni siquiera permiten a la ministra de Defensa que intervenga en esto! Debería bastar que la ministra Michelle Bachelet le dijera al comandante en jefe que nos entregue la documentación, porque es lo que corresponde legalmente. En este momento se está tratando de llegar a un acuerdo, pero si no lo hay me voy a querellar contra la comandancia en jefe de la Fuerza Aérea. Anteriormente presenté un recurso de amparo contra el general Rojas Vender y Jaime Lavados, rector de la Universidad de Chile. Sucedió que ambas instituciones convocaron a un diplomado en Derecho Aeronáutico y del Espacio, y postulé como un ciudadano cualquiera. Las clases se daban en la Academia de Guerra Aérea. El rector de la Universidad de Chile consultó a la Fach y le enviaron una carta firmada por Rojas Vender diciendo que yo no podía ingresar. Torpemente, él me remitió esa carta. Y con ella en mano, presenté el recurso. Fernando Rojas dilató todo lo que pudo la tramitación del recurso y al final mandó una carta a la Corte Suprema diciendo que yo no tenía ninguna prohibición para ingresar a la Academia. La presentó el 28 de agosto y el curso terminaba el 1 de septiembre. ¡Esa es la mentalidad sucia que tiene esta gente! Pero nada puede extrañar de alguien como Fernando Rojas Vender, que se llevaba muebles para su casa como pertrechos de guerra. El tiene una historia tenebrosa dentro de la Fach, porque siempre fue de mala calaña. Claro que todos los generales que viajaban al extranjero en esa época traían motos de agua y muebles como pertrechos de guerra, en circunstancias que la ley les permite, igual que a los diplomáticos, traer bienes de hasta 15 mil o 20 mil dólares sin impuestos. ¡Pero ellos traían mucho más!”.
¿Se ha enfrentado alguna vez con Hernán Gabrielli?
“Se ha negado a conversar conmigo. El día que teníamos un careo ante el magistrado Mario Carroza se fue a Estados Unidos y nos dejó al juez y a mí plantados. Tampoco se presentó a otro careo ante el juez Ballesteros. No me cabe la menor duda que torturó, tenemos testigos torturados por él y otros que presenciaron esas torturas. Eso es lo que he declarado en tres juzgados. El juez Carroza me va a volver a llamar, porque le pedí que quiero ver a Gabrielli y enfrentarlo. El general León Duffey, un hombre bruto que se sabía esconder muy bien, torturó con Gabrielli en Antofagasta y después pasó a la Academia de Guerra. Se dejaba ver muy poco en la Academia, igual que Florencio Dublé, quien llegó a ser jefe del estado mayor cuando Fernando Rojas Vender era comandante en jefe. Pero nosotros los identificábamos bien. Todos están siendo enjuiciados y tendrán que declarar. Hay que juzgarlos, pero no con el objetivo de que los castiguen. Lo único que me interesa es que reconozcan lo que nos hicieron y que queden claramente establecidas sus culpas”
Torturadores de la Fach
Los siguientes oficiales, suboficiales y personal civil de la Fuerza Aérea, principalmente de la Academia de Guerra Aérea, participaron, practicaron o dirigieron las sesiones de tortura a que fueron sometidos los acusados en el proceso “Fach contra Bachelet y otros”, según una lista confeccionada por el capitán en retiro Jaime Donoso:
– General ingeniero Orlando Gutiérrez Bravo, jefe operativo y fiscal acusador en el proceso.
– Comandante de grupo piloto Sergio Lizosain Mitrano, presumiblemente segundo en la línea de mando de los torturadores.
– Comandantes de escuadrilla Edgar Ceballos Jones (ingeniero), Ramón Cáceres Jorquera y González Pérez Canto (pilotos). Este último operaba en la base Cerro Moreno y fue muy conocido por su sadismo.
– Comandante de escuadrilla piloto Jaime Lavín Fariña (después fue ascendido a general y se le prohibió ingresar a EE.UU. por su participación en actos de tortura).
– Capitanes de bandada pilotos Alvaro Gutiérrez (también reconocido por su agresividad y sadismo), Víctor Mettig, León Duffey (operó en Antofagasta y Aga, posteriormente ascendido a general) y Florencio Dublé (también ascendido a general).
– Tenientes Juan Carlos Sandoval (ingeniero), Hernán Gabrielli Rojas (piloto, operó en Antofagasta y fue ascendido a general), Franklin Bello y otro de apellido Dumont.
– Suboficial Juan Norambuena, sargento de aviación Hugo Lizana y cabo de aviación Gabriel Cortés.
– Asesores jurídicos Víctor Barahona, Jaime Cruzat y Cristián Rodríguez.
El general en retiro Sergio Poblete y otros ex presos de la Fach identificaron a los tenientes José García Huidobro, Alberto Waschtendorf y John Ramírez -la mayoría con títulos de inteligencia militar obtenidos en Panamá, Brasil y Estados Unidos- como también al coronel abogado Julio Tapia Falk, que fue auditor en el consejo de guerra que condenó a los procesados. Presidió ese consejo el general de brigada Juan Soler Manfredini y lo integraron los coroneles Eduardo Fornet Fernández (después ascendido a general), Humberto Berg Fontecilla (médico), Sergio Sanhueza López (ingeniero), Javier Lopetegui Torres y el comandante de grupo piloto Carlos Godoy Avendaño
Lo que no dice el Informe Valech – Los torturadores : quiénes son y dónde están
Fuente :elsiglo.cl, 2004
Categoría : Prensa
"Fui violada, me ponían corriente, me quemaron con cigarrillos, me hacían ‘chupones’, me pusieron ratas. Creo que estuve en Venda Sexy (recinto secreto de la DINA), me amarraron a una camilla donde unos perros amaestrados me violaron. Estaba siempre con scotch, después una venda y después una capucha. Se reían, nos ofrecían comida y nos daban cáscaras de naranjas. Nos despertaban de noche para perder la noción del tiempo".
(Testimonio de una niña de 16 años, secuestrada en la Región Metropolitana, quien luego fue expulsada del país sin su familia.)
El horror se hizo presente para todos los chilenos. Algunos seguirán diciendo que es mentira, que a los sobrevivientes "les pagaron para hablar contra las Fuerzas Armadas", o por último que "se lo merecían". Pero el país ya supo la verdad y hasta una modelo-animadora quiere "saber los nombres de los torturadores". Esa es la idea de este especial: entregar una parte de la verdad que no tiene por qué esperar 50 años para ser conocida.
Esa es una de las tantas críticas que se hace al Informe sobre Prisión Política y Tortura presentado por Ricardo Lagos, en la noche del domingo 28 de noviembre, a través de un discurso pregrabado para la cadena nacional transmitida antes de comenzar los espacios noticiosos de los canales de televisión. Solo, sin víctimas ni familiares a los que mirar a los ojos, el Presidente de la República cumplía con el ritual de informar a sus conciudadanos. No hubo entrega simbólica del texto, no hubo posibilidad de consultar nada, no hubo reconocimiento de los motivos que llevaron a tantos hombres y mujeres a torturar a sus compatriotas, no hubo crítica certera, no hubo nombres de víctimas ni de victimarios, no se entregaron los antecedentes a la Justicia, como se había hecho luego del Informe Rettig y hasta de la Mesa de Diálogo.
Reacciones desde el odio
Senadores designados y ex uniformados reaccionaron descartando participación en los delitos. El ex almirante Jorge Martínez Bush exigió un "punto final" para terminar con las "mentiras" contra su institución. El otro ex almirante, Jorge Arancibia, negó rotundamente la posibilidad de "dar de baja" a La Esmeralda, "que sólo puede ser dada de baja en combate" y amenazó: "Yo no puedo comprometerme, ni nadie puede hacerlo, a que algo no ocurra nunca más si no sé qué lo origina". Muchos insistieron en la tesis de Hermógenes Pérez de Arce sobre los infundios sin base contra los uniformados y el "gobierno militar", repetidos en boca de los generales y almirantes en retiro.
El senador designado y ex comandante en jefe de la FACH Ramón Vega apoyó la declaración oficial de su institución y agregó que: "las consecuencias hoy día las estamos lamentando y las estamos investigando, pero una planificación de tortura yo por lo menos jamás la escuché, nunca se analizó, ni en la Academia de Guerra ni en la Escuela de Aviación ni en ninguna escuela de instrucción se escuchó nunca la palabra tortura".
Los senadores Rodolfo Stange y Fernando Cordero, ex generales directores de Carabineros, no aceptaron responsabilidad institucional en las torturas y aseguraron que "no hay motivos para que la policía uniformada pida perdón". Stange criticó el informe sobre tortura "porque raya en lo inconstitucional, poniendo en tela de juicio a las instituciones y no a las personas. Yo participé en la junta de gobierno, pero no hago un mea culpa porque no me siento responsable de ninguna situación extrema como se está indicando en la comisión del obispo Valech", señaló.
Cordero, por su parte, dijo que habría que "completar la tercera pata de la mesa, porque en este minuto la mesa está coja, hay que hacer el mea culpa por lo que se produjo antes del 11 de septiembre del 73, que fue el causante de todas las situaciones que se produjeron con posterioridad".
El actual Director General, Alberto Cienfuegos, también se mostró lejano a la posibilidad de pedir perdón o asumir institucionalmente la responsabilidad, aunque debería responder sobre cuál fue su función, desde el 25 de marzo de 1974, cuando como teniente fue nombrado en comisión de servicio para desempeñarse como Jefe de la Oficina de Informaciones de la Secretaría Ejecutiva Nacional de Detenidos, recordada por mucha gente por su sigla: SENDET.
La UDI, Renovación Nacional y Lavín, apostaron por bajarle el perfil, por mostrarse en profunda conmoción, asegurando incluso que su participación en la dictadura era, justamente, para evitar que se cometieran más atropellos y abrir camino a la democracia. Nadie les creyó. Sergio Fernández continuó tratando de descartar su participación en las violaciones a los derechos humanos, pero su compañera de gabinete Mónica Madariaga aseguró que en los centros clandestinos de tortura los agentes lo conocían como "el car’e jote". Pronto deberá iniciar continuas visitas a tribunales, junto a Sergio Onofre Jarpa, Sergio Diez, Ambrosio Rodríguez, entre tantos, para responder a tanta interrogante que surge sobre sus responsabilidades como autoridades civiles. Una nueva avalancha de querellas por torturas, como las que ya han presentado cientos de ex presos políticos, se anuncia tras la entrega del informe. Fernández Fernández deberá responder, por ejemplo, por que negó a la Justicia la existencia de Villa Grimaldi, como lo demuestra el oficio reservado en que responde el 18 de mayo de 1978 a la pregunta del Tercer Juzgado del Crimen de Mayor Cuantía de Santiago.
Exigencias desde las organizaciones
La conjunción de organizaciones de ex presos políticos reaccionó al unísono (ver página 2), las agrupaciones de familiares de las víctimas se sumaron a la denuncia. El Partido Comunista anunció nuevas querellas y agregó que "la principal reparación que esperaba el país es la que dice relación con que ésta fuera proporcional al daño causado. Esto implica verdad y justicia plena para todas las víctimas. Demandamos que en aras de esos principios, el Informe se haga público en su totalidad; que los nombres de los torturadores sean entregados a los tribunales de justicia y se inicien todos los procesos judiciales que se requieran; que sus archivos sean desclasificados en forma inmediata y no en 50 años; que sean removidos inmediatamente de las fuerzas armadas y policiales todos los responsables de torturas y vejámenes; que se termine con la doctrina militar cuya matriz es instaurada por el imperialismo norteamericano, y en la cual son y han sido instruidos sistemáticamente los cuadros militares y policiales chilenos, para reprimir a su propio pueblo".
El tema de la reparación monetaria no fue el centro de la polémica, excepto por el intento de Ricardo Lagos de chantajear a los torturados con la amenaza de tener que sacar dineros de los programas sociales para cancelarles la indemnización.
Desde el CODEPU se hizo otra exigencia: "Así como se van abrir nuevos plazos para reconsiderar la calidad de víctimas de las personas que no calificaron, planteamos que por tratarse de un crimen de lesa humanidad no puede existir un plazo excluyente para la calificación. En este sentido, el Estado debe abrir un nuevo plazo, para nuevas presentaciones de personas que por diversas razones no concurrieron al llamado inicial, más cuando el propio Informe señala que los testimonios recogidos ‘sólo representan una muestra parcial del universo total de personas afectadas por dichas violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar’".
Así, ni el mea culpa que intentaron hacer algunos medios de comunicación, como Canal 13, o el "asombro" de algunos funcionarios de la dictadura como Jorge Hevia, han logrado sacar del centro el tema principal: en Chile se torturó. La tortura fue sistemática y organizada, apoyada con toda la infraestructura del Estado convertido en terrorista; cientos de hombres y mujeres fueron adiestrados para someter a las más terribles vejaciones a otros hombres y mujeres. El uso de ratas y perros para agredir sexualmente a los prisioneros, la electricidad en los rincones más delicados de sus cuerpos, los simulacros de fusilamiento, la abstinencia de comida por largos períodos y muchas otra aberraciones, fueron cometidas en contra de quienes consideraban "enemigos", "humanoides" en el decir de uno de los integrantes de la Junta Militar. Lo otro que ha sido claro es que los sobrevivientes han tenido el coraje y la dignidad para relatar lo que sufrieron, para transformarlo en esperanza y ganas de seguir insistiendo en la necesidad de transformar este país, para continuar luchando por hacer realidad los sueños de aquellos que no pudieron acudir a dar su testimonio: los ejecutados y detenidos desaparecidos.
DINA: La mano de Pinochet
"Siempre cumplí (…) conforme a las órdenes que el señor Presidente de la República me daba. Solamente él, como Autoridad Superior de la DINA, podía disponer y ordenar las misiones que se ejecutaran y siempre, en mi calidad de Delegado del Presidente y Director Ejecutivo de la DINA, cumplí estrictamente lo que se me ordenó".
(Manuel Contreras Sepúlveda, director de la DINA).
En los procesos contra la DINA, mirando la lista de encausados y condenados, pareciera que los únicos que la conformaron eran unos pocos mandos encabezados por su director Juan Manuel Contreras Sepúlveda, de alias "Mamo" y "Mojón".
Siempre aparecen Pedro Octavio Espinoza Bravo, alias "Don Rodrigo"; Raúl Eduardo Iturriaga Neumann, alias "Don Elías" y "Luis Gutiérrez"; Miguel Krassnoff Martchenko, alias "caballo loco"; y los operativos Gerardo Godoy García, Basclay Zapata Reyes y Osvaldo Romo Mena. Pero los torturadores fueron muchos más.
Brigada Caupolicán
Mayor Marcelo Luis Manuel Moren Brito, jefe de Brigada Caupolicán. Alias "coronta", "ronco" y "oso".
Teniente Coronel Vianel Valdivieso Cervantes, alias "Víctor". Jefe del Departamento de Operaciones Psicológicas. Mantenía contacto con los periodistas que ejercían servicios para la DINA, como Roberto Araya, Julio López Blanco, Claudio Sánchez, Pablo Honorato, Ricardo Coya y Beatriz Undurraga, y el publicista Manfredo Mayol. Pasó a retiro en 1987 y se instaló en Temuco con una empresa privada.
Capitán de Corbeta Sergio José Peñaloza Marusic, agente operativo. Capitán de Corbeta Alejandro Paulino Campos Rehbein, alias "Antolín". C.I.
3.704.573-K. Agente operativo. Luego se integra a la Subdirección de Inteligencia Exterior.
Capitán Francisco Maximiliano Ferrer Lima. Alias "Max Lenoux". Jefe del centro clandestino de torturas conocido como José Domingo Cañas, reemplazando a Ciro
Torré. Socio de "Pedro Diet Lobos" e instructor de la Escuela Nacional de Inteligencia impartiendo los cursos de "servicio secreto y observación". Continuó su labor en la CNI y se mantuvo en servicio activo, al menos, hasta principios de los 90 con el grado de coronel.
Teniente Fernando Eduardo Laureani Maturana, alias "teniente Pablo". Agente Brigada Caupolicán y jefe del grupo Aguila, conocido como "los guatones". Hasta principios de los 90 continuaba en servicio activo, con el grado de coronel, como Jefe de Estado Mayor de la 3ª División de Ejército en Concepción.
Teniente de Carabineros Jaime Gustavo López Abarca, agente de Londres 38 y Cuatro Alamos. C.I. 1.822.793-2. Involucrado en la desaparición de María Cecilia Labrín Sazo.
Cabo de Carabineros Emilio Hernán Troncoso Vivallos. C.I. 4.236.940-3. Involucrado en las desapariciones de Juan Bautista y Washington Maturana Pérez, Mario Juica Vega, Gabriel Castillo y Daniel Palma Robledo.
Cabo de Carabineros Heriberto del Carmen Acevedo Acevedo.
Teniente de Ejército Jorge Claudio Andrade Gómez, C.I. 5.293.833-3. En los primeros días del golpe participa en la masacre del complejo maderero Panguipulli. Actúa bajo el mando directo de Krassnoff en el cuartel Terranova (Villa Grimaldi). En agosto de 1979, ya en la CNI, participó en la aplicación de las torturas que causaron la muerte del profesor Federico Alvarez Santibáñez. En 1991 era mayor en la Guarnición General Metropolitana y miembro del DINE.
Cabo de Carabineros José Aravena Ruiz, alias "muñeca del diablo" y "cucharita", este último sobrenombre se lo pusieron los prisioneros pues acostumbraba golpearles los nudillos de las manos con una cuchara después de la tortura. Fue funado en diciembre de 1999 en su casa de Alfonso Leng 5569-0, en la Villa Santa Elena de Macul, sitio que abandonó poco después.
Conscripto del Ejército Samuel Enrique Fuenzalida Devia, alias "gato".
Emilio Iribarren Ledermann, alias "Joel". Pasó de militante del MIR a ser agente de la DINA.
Leonardo Alberto Schneider Jordán, alias "Barba". Pasó de militante del MIR a ser agente, primero del Comando Conjunto y luego de la DINA. Por estos días está siendo procesado en varios casos de torturas y desapariciones.
Capitán de Carabineros Egladio Salgado Torres, agente destinado al Cuartel General de Belgrano, pero también con funciones operativas en secuestros y torturas en Villa Grimaldi. En 1980 retornó a su institución, integrándose a la DICAR. Pasó a retiro con el grado de coronel.
Sergio Bernardino Ortega Parada, alias "gil culiao".
Capitán de corbeta Sergio José Peñaloza Marusic. C.I. 4.782.486-9. Agente operativo de la DINA hasta su disolución.
Cabo de Carabineros José Avelino Yévenes Vergara, alias "Quico" o "Daniel Cáceres". Integrante del grupo Halcón II, con labores de torturador en Londres 38, José Domingo Cañas y Villa Grimaldi. Al finalizar la DINA pasó a la CNI y luego al DINE. Fue funado en su casa de Calle B 5266, Villa San Luis de Macul, comuna de Peñalolén.
Brigada Purén
Capitán de Ejército Alfonso Faúndez Norambuena, Jefe de Brigada Purén. C.I. 5.454.077-1. El 11 de septiembre se desempeñaba en la Escuela de Infantería de San Bernardo participando en las ejecuciones y desapariciones Paine y Cerro
Chena. Continuó su labor en la CNI. Tras el fin de la dictadura se radicó en Talca, donde tiene una empresa que provee de forraje y granos al Ejército.
Coronel de Ejército Manuel Andrés Carevic Cubillos, alias "Raúl" y "Claudio". Segundo en el mando de la Brigada Purén. Continuó su labor en la CNI y, en 1989, fue designado Jefe de Plaza en el distrito de La Pintana, Puente Alto, Pirque y San José de Maipú. Hasta principios de los 90 formó parte del DINE con el grado de coronel.
Mayor de Carabineros Eduardo Víctor Espinoza Paiella. C.I. 3.662.969-K. Agente del Departamento Economía. Pasó a retiro junto con Manuel Contreras.
Capitán Carabineros Germán Jorge Barriga Muñoz, alias "Don Jaime". C.I. 5.060.938-3. Integrante de la Brigada Purén y luego de la CNI. Con el grado de coronel, Barriga cumplía en 1991 funciones en la Dirección Nacional de Movilización. Fue funado en su domicilio de Irarrázaval 2061, departamento 105, lugar que abandonó presurosamente. Hoy es jefe de seguridad de los supermercados Lider.
Teniente Manuel Abraham Vásquez Chahuán, alias "teniente Manuel". C.I. 5.090.309-K. Responsable en las desapariciones y ejecuciones de Paine y Cerro Chena. Continuó en la CNI y en 1989 fue designado comandante del Batallón Logístico de Concepción.
Cabo de Ejército Basclay Humberto Zapata Reyes, alias "el troglo". Con fama de ser muy cruel en las torturas y violar a las mujeres detenidas. Procesado por múltiples casos de desaparición, ejecuciones y torturas. Hasta principios de los 90 se mantuvo como instructor en la Escuela de Suboficiales "Daniel Rebolledo" y con labores operativas en el DINE.
Oficial de Carabineros Gerardo Urrich González, alias "mano negra". Instructor en Tejas Verdes. Responsable de una serie de ejecuciones en el sector conocido como Barrancas, hoy mayoritariamente comuna de Pudahuel. Fue funado en su oficina de "Servicios de Seguridad Alcázar", ubicada en Ahumada 236, oficina 408.
Teniente de Ejército Manuel Jorge Provis Carrasco. Como integrante de la Escuela de Infantería de San Bernardo participó en los crímenes de Paine y Cerro Chena. Continuó en tareas represivas y fue comandante del cuartel de la CNI de calle Borgoño, participando en la Operación Albania. A fines de 1989 regresa de un viaje profesional que hace a Israel. Hasta 1991 era teniente coronel en la Brigada de inteligencia del Ejército.
Teniente de Ejército Marco Antonio Sáez Saavedra. C.I. 5.795.624-0. Especialista en la represión al Partido Comunista y Partido Socialista. En 1991 era teniente coronel y desempeñaba sus labores en la Dirección de Operaciones del Ejército. Cuñado del mayor de la CNI Joaquín Molina, asesinado por Manuel Contreras Valdebenito.
Teniente de Ejército Manuel Rolando Mosqueira Jarpa. Detective Manuel Gregorio Chirinos Ramírez.
Detective Jorge Lander Cabezas.
Detective Francisco Aladino Caamaño Díaz. Detective Arturo Patricio Vargas Cid.
Inspector de Investigaciones Juan Saldías Valdés, alias "Harry el sucio". Inspector de Investigaciones Risiere del Prado Altes España, alias "Pedro".
Otros mandos y agentes
Teniente Coronel de Ejército Jerónimo Luzberto Pantoja Hernández, Subdirector de la DINA y la CNI. C.I. 2.095.044-7. Responsable de la masacre de Chihuío como vicecomandante del Regimiento Maturana de Valdivia. En 1990 fue arrestado por su participación en la financiera ilegal conocida como "La Cutufa".
Teniente Coronel de Ejército Alberto Elissalde Muller, Encargado Departamento de Economía. C.I. 3.118.465-7. Como encargado de la Subdirección de Personal paga los salarios de los agentes a través de las empresas de fachada "Villar y Reyes" y "Elissalde y Poblete". Al menos hasta fines de los 90 vivió en uno de sus extensos predios en la zona sur del país.
Mayor Carlos Rafael Parera Silva, Alias "Luis Gutiérrez", C.I. 3.090.193-2. Jefe Departamento Exterior (sucesor de Iturriaga Neumann). En 1973 era Segundo Comandante de Boinas Negras en Peldehue. Cuando se disolvió la DINA se reincorporó al Ejercito y fue destinado como Comandante del Regimiento Dolores, Director de la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales, y en 1985 agregado militar en Francia. En el gobierno de Patricio Aylwin fue Agregado Militar en la embajada chilena en Sudáfrica.
Andrés Terrise Castro. Agente del Departamento de Operaciones Sicológicas, donde cumplía funciones de encubrimiento de crímenes y preparación de campañas de propaganda. Continuó en la CNI y el DINE como agente civil. Hoy aparece como empresario de una firma de publicidad con sede en la Ciudad Empresarial de Huechuraba.
Mayor Rolf Gonzalo Wenderoth Pozo, jefe de Villa Grimaldi. C.I. 3.870.222-K. Era el jefe y amante de Luz Arce. En 1985 fue agregado militar en la República Federal Alemana, pasando a retiro en 1987 para irse al sur, donde muchos altos jerarcas de la DINA tienen extensas zonas de tierra.
Mayor Julio Cerda Carrasco, Jefe de Seguridad del Cuartel Central (Belgrano). Responsable de desapariciones y ejecuciones en el Cerro Chena. Pasó a retiro en diciembre de 2002 como Comandante en Jefe de la IV División del Ejército.
Capitán de Ejército Eugenio Armando Videla Valdebenito, agente operativo. C.I. 4.209.466-8. Participó en los cursos de Tejas Verdes antes de pertenecer a la DINA. Fue director de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes y gobernador de San Antonio. En servicio activo hasta principios de los 90, llegó a integrar el Estado Mayor del Ejército.
Teniente de Ejército Juan Viterbo Chiminelli Fullerton, C.I. 3.704.546-2. Agente Departamento Exterior. En 1973 se desempeñaba en el comando de aviación y fue uno de los pilotos que acompaño al sur y norte del país al General Arellano Stark, en la "Caravana de la Muerte". El año 1974 pasó a formar parte de la DINA. Funado en su domicilio en Avenida El Bosque Norte y su trabajo en la empresa minera Kvaerner-Chile, de origen holandés.
Teniente Ricardo Víctor Lawrence Mires, 5.392.869-2, Jefe Brigada Halcón 1. Alias "cachete grande". Procesado por numerosos casos de secuestros, ejecuciones y torturas, entre ellos la desaparición de María Cecilia Labrín Sazo que se encontraba en avanzado estado de embarazo. Fue funado en Tabancura 1382, su lugar de trabajo en la distribuidora de camarones "Kamaron Bay", donde usa el alias de "Ricardo Flores" en su contacto con dueños de numerosos restaurantes de Santiago.
Teniente de Carabineros Emilio Patricio Sajuria Alvear, socio de la empresa de pantalla Pedro Diet Lobos. C.I. 5.122.525-2. Funado en Telefónica, donde se desempeñaba en su Departamento Jurídico. Hoy ejerce como abogado de empresas turísticas.
Subteniente de Carabineros Gerardo Ernesto Godoy García, Jefe Grupo de Apoyo Tucán y Jefe de la Venda Sexy. Alias "cachete chico". Hasta marzo de 1991, con el grado de mayor, era jefe de la comisaría de Ancud. Después de esa fecha fue trasladado a Santiago. Hoy condenado por el secuestro de Miguel Angel Sandoval,
debiendo ser trasladado a Punta Peuco II, aunque aún se le ve por su casa de La Reina.
Oficial de Carabineros Gerardo Alejandro Aravena Longa, agente operativo. C.I. 4.567.685-4. Involucrado en la ejecución de cinco prisioneros políticos en Cuesta Barriga y en la desaparición de José Guillermo Barrera. Al terminar la DINA pasó a la CNI y en 1985 volvió a Carabineros, pasando a retiro como comandante. Hoy es Gerente General de Radio Santiago.
Oficial de Ejército Mario Alejandro Jara Seguel. C.I. 3.319.824-8. Jefe del cuartel de la DINA en la IV Región, con asiento en Coquimbo. En otro momento estuvo al mando de la brigada que operaba en Rocas de Santo Domingo. Amigo personal de Manuel Contreras. Adquirió una parcela entre Coquimbo y La Serena en la que viviría con su ex secretaria, de nombre Nancy.
Comando Conjunto
El terrorismo desde la FACH
El denominado Comando Conjunto (CC) fue una agrupación de inteligencia que operó aproximadamente entre fines de 1975 y 1976, y cuyo objetivo principal fue la represión a la denominada Fuerza Central del MIR, y a los comités centrales del Partido y las Juventudes Comunistas. Durante este período, según el Informe Rettig, fue responsable de la desaparición de cerca de 30 personas. Otras fuentes hablan de más de 70.
El CC estaba formado principalmente por agentes pertenecientes a la Dirección de Inteligencia de la Fuerza Aérea (DIFA) y más tarde con una participación importante de efectivos de la Dirección de Inteligencia de Carabineros (DICAR).
Contó también, en menor medida, con la participación de agentes del Servicio de Inteligencia Naval (SIN) y con algunos efectivos de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE). Además, colaboraron en ese Comando miembros de la Policía de Investigaciones de Chile y civiles provenientes del grupo de extrema derecha Patria y Libertad.
Los inicios en la AGA
Testigos que sobrevivieron a las torturas de la Academia de Guerra Aérea recuerdan como sus torturadores, entre otros, a los generales Orlando Gutiérrez Bravo y Juan Soler Manfredini; los comandantes Sergio Lizasoaín Mitrano, Edgar Cevallos Jones, Jaime Lavín Fariña, Carlos Godoy Avendaño, Juan Bautista González, Ramón Cáceres Jorquera y Humberto Velásquez Estay; el coronel y médico FACH Humberto Berg Fontecilla; los coroneles Sergio Sanhueza López y Javier Lopetegui Torres; los capitanes León Duffey Treskoff (quien llegó hasta general al interior de la FACH), Alberto Waschtendorf, Juan Carlos Sandoval, Alvaro Gutiérrez (residiendo actualmente en Melipilla), Jaime Lemus, Víctor Mattig Guzmán, Florencio Dublé, Contreras y Hernán Fucshlogher (jefe de guardia permanente); el abogado Julio Tapia Falk (cerebro del consejo de guerra y asesor principal del general Leigh. Rector designado en la U. de Chile, abogado de Manuel Contreras cuando intentó refugiarse en el Hospital Naval de Talcahuano y, últimamente, querellante en contra de la obra "Arturo Prat". Trabaja en su estudio privado de abogado en la comuna de Providencia, en calle Santa Magdalena), los asesores legales Cristián Rodríguez, Jaime Cruzat Corvera (que tiene su oficina en pleno Paseo Huérfanos) y Víctor Barahona; los tenientes Juan Carlos Sandoval, Luis Campos, José García Huidobro, Franklin Bello y Gonzalo Pérez Canto; el sargento Hugo "chuncho" Lizana, el suboficial Juan Normabuena, el cabo Eduardo Cartagena y el cabo 2º Gabriel Cortés (que se cambió el nombre).
Los más siniestros
Sergio Manuel Barra Von Kretschmann (C.I. 1.614.559-9), jefe del Servicio de Inteligencia Naval en la Comunidad de Inteligencia (José Antonio Ríos 6). Capitán de fragata al momento del golpe de Estado, parte de la dirección de la DINA en 1974 y subdirector en 1975. En 1976 pasa a formar parte de la CNI. Fue procesado como cómplice de la asociación ilícita criminal y del secuestro de Edrás Pinto y Reinalda Pereira por el ministro Cerda.
Freddy Enrique Ruiz Bunger, general (r) de la FACH. Jefe de la DIFA en J.A.R. 6. Procesado como autor de la asociación ilícita criminal y cómplice del secuestro de Edrás Pinto y Reinalda Pereira, por el secuestro de Víctor Vega y la desaparición y muerte de Juan Luis Rivera Matus. También por el delito de secuestro calificado en las personas de Víctor Vega, David Urrutia, Juan Carlos Orellana, Ricardo Weibel, Alonso Gahona Chávez y Miguel Rodríguez Gallardo, y la detención ilegal de los sobrevivientes Isabel Stange, Jaime Estay y Amanda Velasco.
Mario H. Vivero Avila, general (r) de la FACH, juez de Aviación y comandante de la guarnición de Santiago en 1976. Procesado como encubridor de la asociación ilícita y de la desaparición de Víctor Vega.
Edgar Benjamín Cevallos Jones, coronel (r) de la FACH. Director de la DIFA y luego de la SIFA, torturador en la Academia de Guerra Aérea y jefe de Roberto Fuentes Morrison en el CC. Alias "Inspector Cabezas". C.I. 2.895.236-8. Procesado como autor de la asociación ilícita criminal y cómplice del secuestro de Edrás Pinto y Reinalda Pereira, y por el desaparecimiento de Luis Baeza Cruces y el asesinato de Alfonso Carreño Diaz en 1974.
Carlos Arturo Madrid Hayden, comandante (r) de la FACH. Vicecomandante del Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina en el que funcionó el centro de tortura "Remo Cero". Procesado como autor de asociación ilícita criminal, del secuestro de Víctor Vega y Juan Luis Rivera Matus.
Daniel Luis Enrique Guimpert Corvalán, teniente (r) de la Armada (C.I. 4.638.149-1). Procesado como autor de la asociación ilícita criminal y cómplice del secuestro de Edrás Pinto, Reinalda Pereira y Víctor Vega.
Eduardo Enrique Cartagena Maldonado, alias "Lalo". C.I. 5.083.760. Suboficial (r) de la FACH. Agente del CC desde 1975, participando en secuestros, torturas y desapariciones de numerosos dirigentes comunistas entre ese año y 1976. Tras la disolución de este organismo pasó a integrar el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA).
Su último domicilio conocido es Del Rey 394, Maipú, donde fue denunciado por la Comisión FUNA. Lo más probable es que esté viviendo en la zona del litoral central. Miguel Arturo Estay Reyno, alias "El Fanta". C.I. 6.446.545-7. Ex militante comunista, pasó de delator a agente tras ser detenido en 1975 por miembros del Comando Conjunto.
Procesado por el ministro Cerda y amnistiado por Silva Ibáñez, hoy cumple condena a cadena perpetua en Colina por el asesinato de los tres profesionales comunistas y es procesado por la desaparición de Víctor Vega.
César Luis Palma Ramírez, alias "El Fifo". C.I. 6.387.372-1. Como militante de Patria y Libertad participa en numerosos atentados terroristas contra el gobierno de la UP, fue detenido en agosto de 1973 por su participación en el homicidio del edecán presidencial Arturo Araya, amnistiado después del golpe de Estado por el Almirante Adolfo Waulbaum. Amigo de Fuentes Morrison, quien lo lleva al CC, pasa a ser su mano derecha en la ejecución de las tareas represivas. Su última dirección conocida es El Quilo 5535, Quinta Normal, donde funciona la fábrica de equipos refrigerantes FRIGOMET LTDA., en la que aseguran que no lo conocen, sin embargo continúa su fono-fax 7738010 a nombre de Palma Ramírez.
Leonardo Alberto Schneider Jordán, alias "El Barba". C.I. 5.521.250-3. Ex militante del MIR, agente. Acusado por numerosos sobrevivientes de haber participado en su detención y tortura en la Academia de Guerra Aérea. Luego pasaría a integrar la brigada que se dedicó a reprimir al MIR en la DINA. Procesado por torturas y secuestro permanente en, al menos, dos juzgados de Santiago. Su último domicilio conocido es Las Hualtatas 4966, fono 2633546, Vitacura.
Roberto Alfonso Flores Cisterna, alias "El Huaso". C.I. 7.767.975-8. Soldado (R) de la FACH. El 11 de septiembre de 1973, como soldado de la FACH en la Base Aérea El Bosque, participa en interrogatorios y torturas a detenidos. En 1975 pasa a formar parte del CC, siendo responsable del secuestro, tortura y desaparación de decenas de militantes comunistas. Hasta mediados de los ‘90 continuaba en servicio activo en la SIFA, hoy aparece desempeñándose en el rubro del comercio. Su último domicilio conocido es Villa Tantauco, Block 10282, depto. 31, San Bernardo.
Otto Silvio Trujillo Miranda, agente civil, alias "Colmillo Blanco" en reportaje de La Nación. C.I. 5.684.434-1. Militante DC en su juventud, luego se incorporó a Patria y Libertad donde conoce al "Wally", quien lo llevaría al CC.
Participa en el secuestro, tortura y desaparición de decenas de militantes de izquierda hasta su expulsión por el incidente con la DINA. Tras una larga permanencia en el Hospital Penitenciario se le ha visto circular por la comuna de La Florida.
Guillermo Antonio Urra Carrasco, alias "Willy". C.I. 6.687.227-0. Cabo segundo (R) de la FACH. Agente operativo del CC desde su formalización en 1975. Fue procesado por el juez Carlos Cerda por su participación en el secuestro, torturas y desaparición de decenas de militantes de izquierda. Según testigos directos es responsable de la ejecución de prisioneros en el Cajón del Maipo (entre ellos José Weibel y los agentes Carol Flores y Guillermo Bratti), en Cuesta Barriga (entre otros Horacio Cepeda, Fernando Ortiz y Reinalda Pereira) y en el lanzamiento al mar de otros, frente a las costas de Quinteros..
Su última dirección conocida es Santa Blanca 1990, Las Condes.
Fernando Patricio Zúñiga Canales, Alias "Chirola". C.I. 5.974.807-6. Suboficial (R) de la FACH. Como soldado de la Base Aérea de El Bosque, el 11 de septiembre de 1973, participa en la tortura de sus camaradas de armas. Luego es trasladado a la Academia de Guerra Aérea para cumplir las mismas funciones y de allí pasa a formar parte de la DIFA. En 1975 se incorpora al CC, en el que participa en el secuestro, tortura y desaparición de decenas de militantes de izquierda. Perteneció al Servicio de Inteligencia de la FACH (SIFA) al menos hasta principios de los ‘90. Su última dirección conocida es Pasaje Simón Bolívar 1298, San Bernardo.
Jorge Rodrigo Cobos Manríquez, teniete de reserva FACH, proveniente de Patria y Libertad. Alias "Kiko" o "Elefantito" (C.I. 5.890.505-4). Procesado como autor autor de asociación ilícita criminal y cómplice del secuestro de Edrás Pinto, Reinalda Pereira y Víctor Vega.
Jorge Arnoldo Barraza Riveros, Comisario (r) de la Policía de Investigaciones. Alias "El Zambra". Procesado como cómplice de la asociación ilícita criminal.
Pedro Ernesto Caamaño Medina, Suboficial (r) de la FACH. Alias "Peter" (C.I. 7.024.319-9). Agente operativo en el centro de torturas "La Firma". Procesado por el juez Carlos Hazbún por el secuestro de Víctor Vega. Participa en el secuestro de José Weibel y decenas de militantes de las Juventudes Comunistas. Su último domicilio conocido es José Miguel Carrera 424, departamento 702, Santiago Centro, lugar donde fue denunciado ante sus vecinos por la Comisión FUNA. Alejandro Fígari Verdugo, alias Luty, proveniente de Patria y Libertad, segundo al mando en el equipo de detención, luego de "Fifo" Palma (según Otto Trujillo). C.I. 6.693.227-3.
Alex Damián Carrasco Olivos, Funcionario de la FACH, escolta de Leigh, Fernando Matthei y Ramón Vega. Alias "Loco Alex" (C.I. 6.243.426-7). Agente operativo del Comando Conjunto.
Juan Arturo Chávez Sandoval, cabo (r) de la FACH. Alias "Peque", "Rucio" o "Pol".
C.I. 6.476.141-2. Torturador en el AGA y operativo del CC. Procesado por el secuestro de Víctor Vega.
Raúl Horacio González Fernández, funcionario (r) de la FACH. Alias "Rodrigo"o "Wally Chico". C.I. 6.519.815-0. Testigos afirman que participó en la detención de José Weibel. Funado en Puerto Montt, en octubre de 2002, frente a la empresa de radio taxis Volcanes ubicada en calle Doctor Marín 459, teléfonos 313131 y 313989, desde la que ofrecía servicios a los diarios El Mercurio y El Llanquihue, y a la filial local de la Coca-Cola. Procesado como cómplice de la detención ilegal de Amanda Velasco Pedersen en el 25º Juzgado del Crimen.
Antonio Benedicto Quiros Reyes, C.I. 3.189.349-6. Coronel (r) de la FACH y jefe del Departamento de Contrainteligencia en los años del CC. Procesado por Carlos Cerda como autor de asociación ilícita criminal.
Andrés Pablo Potin Lailhacar, agente civil del CC. Alias "Yerko". C.I. 5.390.709-1. Militante de Patria y Libertad detenido en agosto de 1973 por su participación en el homicidio del edecán presidencial Arturo Araya. Procesado por el juez Hazbún como participante del secuestro de Víctor Vega. Figura como empresario en el rubro computacional con una oficina en Américo Vespucio Norte 2506.
Robinson Alfonso Suazo Jaque, soldado (r) de la FACH. Alias "Jonathan". C.I. 7.641.894-2. Torturador en la AGA. Procesado en el 25º Juzgado del Crimen por el secuestro y desaparición de Víctor Vega.
Pedro Juan Zambrano Uribe, funcionario de la Fach. Alias "Chino". C.I. 6.969.320-
2. Procesado por el ministro Hazbún como autor del secuestro de Víctor Vega. Franklin Bello Calderón, teniente (r) de la FACH, procesado en el Noveno Juzgado del Crimen de Santiago por el desaparecimiento de Luis Baeza Cruces y el asesinato de Alfonso Carreño Diaz en 1974.
Otros torturadores del Comando Conjunto
Miguel Angel Perucca López, reservista de la FACH. Víctor Misael Robles Mella, oficial (r) de la FACH.
Luis Eduardo Rojas Campillay, funcionario de la FACH. Patricio Eugenio Saavedra Rojas, comandante (r) de la FACH. Ramón Eduardo Valenzuela Cuevas, 5.934.129-4.
Alberto Roque Badilla Grillo, C.I. 5.164.080-2. Tito Alejandro Figarí Verdugo, C.I. 6.693.227-3. Angel Gabriel Valdivia Pérez, C.I. 3.277.893-3. Lénin Figueroa Sánchez, C.I. 4.633.329-2.
Enrique Augusto Werner Haase, 4.086.322-2.
Santiago Segundo San Martín Riquelme, C.I. 4.530.448-5. Angel Segundo Valdivia Pérez, C.I. 3.996.083-4.
José Florentino Fuentes Castro, C.I. 5.340.552-5. Francisco Hidalgo García, 2.633.797-6.
Francisco Segundo Illanes Miranda, C.I. 4.294.918-3. Ernesto Arturo Lobos Gálvez, C.I. 5.082.345-8.
Jorge Aníbal Osses Novoa, C.I. 4.818.025-6.
Los médicos:
Rompiendo el Juramento de Hipócrates
"Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que este mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento… Llevaré adelante este régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer supositorios destructores; mantendré mi vida y mi arte alejado de la culpa… Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro…".
Parte del Juramento Hipocrático
Darwin Arriagada.
Médico, dirigente del Colegio Médico de Chile en 1973.
Fue nombrado por la Junta Militar como Director General de Salud. Participó en el plan de administrar drogas en los alimentos para asesinar a presos políticos.
Entregó a numerosos médicos de izquierda, más de 30 de los cuales fueron asesinados.
Camilo Azar Saba.
Médico de la CNI.
Fue suspendido por seis meses del Colegio Médico por su participación en torturas aplicadas a prisioneros en cuarteles de la CNI. Implicado en caso de Federico Alvarez Santibáñez.
Guillermo Aranda.
Médico de Punta Arenas, Cardiólogo.
Aplicó sus conocimientos para la tortura de presos en esta ciudad. Alejandro Babaich Schmith.
Director Hospital "Cirujano Guzmán" de Punta Arenas. Asesor en torturas contra prisioneros políticos.
Gregorio Burgos.
Médico del Regimiento de Los Angeles.
Asesoró a agentes de la DINA en buscar formas de tortura sin que el detenido perdiera el sentido.
Víctor Carcuro Correa. Médico de la CNI.
Este doctor fue suspendido de sus derechos en el Colegio Medico por su participación en las torturas que culminaron con la muerte del transportista Mario Fernández López, en La Serena, en octubre de 1984.
Raúl Díaz Doll.
Médico, funcionario de la Dirección General del Servicio Nacional de Salud. Integró la comisión militar que investigaba la filiación política de los médicos.
Organizó el soplonaje en el servicio y participó personalmente en los interrogatorios a los médicos detenidos y torturados.
Guido Mario Félix Díaz Paci. Medico del Ejército y de la CNI.
Oficial de sanidad militar del Ejército que participa de los hechos que culminaron con la muerte del transportista Mario Fernández López, en La Serena.
Las causas de la muerte de Fernández López fueron las torturas sufridas en el cuartel de la CNI de dicha ciudad en octubre de 1984.
Cuando Mario Fernández debió ser trasladado al Hospital de La Serena, Díaz Paci mintió a los doctores de turno del Hospital, aduciendo que el detenido venía de una
Tenencia de Carabineros y no de la CNI, solicitando a los médicos que ocultaran el estado del detenido.
Una vez fallecido Fernández, el médico y agente CNI intentó que el facultativo que había operado de urgencia a la víctima falsificara el diagnóstico de su muerte, ocultando los verdaderos motivos del deceso.
Por todas estas razones Guido Díaz Paci fue expulsado del Colegio Médico.
En 1974 participó en la exhumación del cuerpo de María Avalos, asesinada junto a su marido, Bernardo Lejdermann, en diciembre de 1973 por una patrulla del Regimiento Arica de La Serena. En el certificado de defunción aseguró que la mujer se había dinamitado.
José María Fuentealba Suazo. Médico del Ejército.
El 27 de octubre de 1973 José Fuentealba participa en la comitiva que viaja a Río Mayo, en Argentina, para trasladar a 3 detenidos, Juan Vera, Néstor Castillo y José Rosendo Pérez, que habían sido capturados por Gendarmería argentina cuando escaparon en busca de refugio político. La comitiva iba al mando del Capitán Joaquín Molina Fuenzalida (asesinado por el hijo de Manuel Contreras) y también la integraban un carabinero de apellido Salinas y el suboficial Evaldo Reidlich Hains. Los tres prisioneros fueron subidos a un vehículo del Hospital Regional de Coyhaique y trasladados en dirección a Chile, pero nunca llegaron a destino.
En abril del 2002, el juez del Primer Juzgado del Crimen de Coyhaique, Luis Sepúlveda, sometió a proceso a Fuentealba Suazo y al suboficial (R) de Carabineros Evaldo Reidlich Hains.
Alejandro Jorge Forero Alvarez.
Cardiólogo. Registro Colegio Médico 9580-K.
Comandante de Escuadrilla y médico que se desempeñaba al momento del golpe de Estado en el Hospital de la FACH. En 1976 prestó servicios como soldado segundo en la Base Aérea de El Bosque y en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina. En este lugar participa del Comando Conjunto, supervisando las torturas y drogando a los prisioneros que eran sacados para hacerlos desaparecer.
Fue sometido a proceso por el juez Carlos Cerda en plena dictadura. Por estos días ha vuelto a ser requerido en nuevos procesos del Comando Conjunto.
Werner Gálvez.
Médico pediatra, Coronel de Sanidad en Iquique.
A comienzos del régimen militar aplicó inyecciones intravenosas de pentotal sódico, alternadamente con suero biológico, durante interrogatorios en esta ciudad.
Fernando Jara de la Maza. Médico traumatólogo de Valdivia.
En los días posteriores al golpe militar participó directamente en la aplicación de tortura a detenidos.
Manfred Jurgensen Caesar. Médico de la CNI.
Este médico, a la vez agente de la CNI, fue expulsado del Colegio Médico por su participación en torturas aplicadas a prisioneros en cuarteles clandestinos de este organismo represivo. Implicado en muerte de Federico Alvarez Santibáñez.
Luis Losada Fuenzalida. Médico de la CNI.
También fue expulsado del Colegio Medico por su participación en las torturas que culminaron con la muerte del profesor Federico Álvarez Santibáñez.
Una hora antes de la muerte de Álvarez Santibáñez, torturado en agosto de 1979 durante siete días en cuarteles secretos de la CNI en Santiago, firmó un informe en el que indicó que el docente estaba en buenas condiciones físicas.
Minoletti.
Médico de Carabineros, provincia de Concepción.
Asesora a los torturadores de Fuerte Borgoño y extiende los certificados por muerte natural para encubrir los crímenes.
Vittorio Orvieto Teplizky.
Médico del Ejército.
Cumple funciones de colaboración en las torturas cometidas en el Campo de Prisioneros Número Dos de Tejas Verdes. También participa en la Brigada de Salubridad de la DINA como director de la Clínica Santa Lucía.
América González Figueroa.
Contratada en dictadura para ejercer funciones en el Servicio Médico Legal, donde falseó la información sobre las causas de muerte de algunos ejecutados políticos. Entre los casos en que está implicada aparecen la muerte a causa de torturas de Carlos Godoy Echegoyen, que hizo aparecer como "muerte súbita", el asesinato de Cecilia Magni Camino, afirmando que se habría ahogado y ocultando los vestigios de tortura en su cuerpo, y el crimen del dirigente estudiantil DC Mario Martínez, que apareció en las costas de las Rocas de Santo Domingo luego de que fuera secuestrado en Santiago. Otro "servicio a la patria" fue su participación en los exámenes que culminaron con el fraude de la demencia de Pinochet.
En el último período, aún en el SML, fue designada jefe del Departamento de Tanatología y directora subrogante del servicio. El 21 de diciembre de 2000, poco después de que se comprobara su responsabilidad en la entrega equivocada de los cuerpos de tres jóvenes quemados al interior de la Cárcel de San Miguel, recibió una anotación de mérito en su hoja de vida firmada por el ministro de Justicia José Antonio Gómez, militante radical.
Jorge León Alessandrini.
Dentista, agente civil de la DINE, implicado en el asesinato del dirigente sindical Tucapel Jiménez Alfaro.
Osvaldo Leyton Bahamondes. Médico de la DINA.
Implicado en la muerte por torturas de Manuel Leyton Robles, agente de la DINA que fue asesinado por sus "colegas" al verse involucrado públicamente en el robo de una renoleta, trabajo encargado por su superior Germán Barriga Muñoz. El doctor Leyton Bahamondes firmó un certificado en el que el agente aparece como fallecido a causa de una crisis epiléptica y arritmia cardiaca en Almirante Barroso 76, ubicación de la clínica clandestina London.
Bernardo Pulto.
Medico radiólogo de Melipilla.
Junto al Fiscal militar de Melipilla tomó parte personalmente en las sesiones de tortura a prisioneros.
Luis Hernán Santibáñez Santelices. Médico DINA.
Integrante de la Brigada de Salubridad que funcionaba en la Clínica London (Almirante Barroso). Implicado en la desaparición de Juan Elías Cortés.
Hernán Horacio Taricco Lavín. Médico DINA.
Jefe de la Brigada de Salubridad que funcionaba en la Clínica London. Implicado en la muerte del agente DINA Manuel Jesús Leyton Robles.
Hernán Twane.
Psicólogo que aplicó Pentotal Sódico a los prisioneros para que éstos fueran interrogados por el Servicio de Investigaciones. Mantiene una consulta compartida en las inmediaciones del edificio Diego Portales.
Werner Zanghellini Martínez.
Director de la Clínica Santa Lucía entre 1975 y 1976. Es acusado por sobrevivientes de Villa Grimaldi de haber inyectado el virus de la rabia a Jorge Fuentes Alarcón, detenido desaparecido. Fue funado en su clínica particular de Galvarino Gallardo 1983, Providencia, y al día siguiente se cambió a una oficina cercana perteneciente a un familiar.
Sergio Marcelo Virgilio Bocaz.
Médico de la Brigada de Salubridad de la DINA, con labores en la clínica clandestina Santa Lucía, que continuó trabajando en el Comando de Logística de la CNI. Marcia Merino dice haberlo visto en publicidad de café y financieras.
Brigada de Salubridad de la DINA.
Compuesta entre otros por los doctores Vittorio Orvietto, Werner Zanghellini, Hernán Taricco, Nader Nasser, Osvaldo Eugenio Leyton Bahamondez, Rodrigo Vélez, Samuel Valdivia Soto, Luis Hernán Santibáñez Santelices, Eduardo Contreras Balcarce, el ginecólogo Juan Pablo Figueroa Yáñez, el otorrino Eugenio Fantuzzi Alliende, el psiquiatra Roberto Lailhacar Chávez, el dentista Sergio Roberto Muñoz Bonta y la enfermera María Eliana Bolumburú Taboada. Otro médico, del cual sólo se sabe el apellido, es el psicólogo Bassaure.
Sus direcciones actuales
H. Darwin Arraigada Loyola, Medicina general.
Atiende en Santa María 217, oficina 34, comuna de Independencia. Fono 7372626. Eugenio Fantuzzi Alliende, Otorrinolaringólogo.
Médico Jefe del Servicio de Otorrinolaringología de la Clínica Dávila, ubicada en Avenida Recoleta 464, Santiago.
Consulta Particular en Luis Thayer Ojeda Norte 073, oficina 606, Providencia. Teléfono 233 7524. Fax 234 1740.
Juan Pablo Figueroa Yáñez, Ginecólogo y Obstetra.
Atiende de lunes a viernes en la Clínica Arauco, ubicada en el Parque Arauco. Avenida Kennedy 5413-B. Teléfono 2990299.
Su última dirección conocida es Américo Vespucio Norte 1303, departamento 71, Vitacura. Teléfono 2069147.
Werner Zanghellini Martínez, Cardiólogo.
Ultima dirección conocida: Galvarino Gallardo 1983, Providencia. Ahora atiende sin publicidad en la consulta de un familiar, en la misma comuna.
Sergio Marcelo Virgilio Bocaz, Medicina general.
Aún se encuentra en funciones en el Hospital Félix Bulnes, ubicado en Leoncio Fernández 2655, Quinta Normal, Santiago. Su última dirección conocida es Tupungato 10.279, Vitacura. Teléfono 2154768.
Hernán Horacio Taricco Lavín, Pediatra.
Atiende los martes, jueves y viernes, de 12:00 a 14:30 horas, en el Centro Médico Militar de Maipú, ubicado en la Avenida Ramón Freire Nº6097, Villa Militar Oeste, Paradero 3 1/2 de Pajaritos, Comuna Estación Central. Teléfonos: 450 8564, 450
8565, 450 8566. Fax: 450 8563. Su última dirección conocida es en Tabancura
1278, teléfonos 2433425 y 2433444.
Sergio Roberto Muñoz Bonta, Dentista.
Atiende público en el Hospital Barros Luco-Trudeau y en la consulta médica dental "San Lucas" de José Domingo Santa María 1338. Fonos 7377674 y 7379978.
Roberto Lailhacar Chávez, Psiquiatra.
Ex presidente de la Sociedad Chilena de Sexología y Educación Sexual.
Atiende en Obispo Salas 290, Oficina 168. Fono 2239405. Su última dirección conocida es Los Ranchos 8763, Vitacura, teléfono 3262178.
Manfred Jurgensen Caesar, Medicina general. Trabaja en el Hospital Militar de Santiago.
Consulta particular Hernando de Aguirre 194, oficina 301. Alejandro Forero Alvarez, Cardiólogo.
Trabaja en la Clínica INDISA, Avenida Santa María 1810, fono 2254555.
Consulta Particular Apoquindo 6275, oficina 116. Su última dirección conocida es Camino La brisa 14.199-2, Lo Barnechea. Teléfono 2161253. Registro de Colegio Médico 9580-K
Guido Díaz Paci, Pediatra.
Atiende en el Regimiento de Infantería N°21 "Arica" de la Segunda División de Ejército con base en La Serena, bajo el mando del General de Brigada José Gabriel Gaete Paredes.
Mantiene consulta particular en esta ciudad. Camilo Azar Saba, Traumatólogo.
Desde el 1 agosto de 2003 atiende en Integramedica Alto Las Condes, ubicada en Avenida Kennedy 9001, piso 7, Mall Alto Las Condes. Fonos: 6366666, 6796500, 6796566 y 6796567. Asistente: Fabiola Banda, fono 6796576. Su última dirección conocida es Echeñique 8801-B (interior). Teléfonos 3265277 – 3265294
Vitorio Orvieto Tiplizki, Oftalmólogo.
Atiende en los centros Integramedica de Maipú, Av. Pajaritos 1605, teléfono 6366500, y en el de Plaza Oeste, ubicado en Américo Vespucio 1501, Cerrillos, teléfono 6367200.
Luis Santibáñez Santelices, Broncopulmonar.
Atiende en Integramedica Las Condes, ubicada en el mall Alto Las Condes, Av. Kennedy 9001, tercer piso. Teléfono 6796500.
El "escalafón femenino" de la tortura
Junto a los torturadores consumados, entre los agentes más crueles en la sala de torturas aparecen las mujeres que se pusieron al servicio del terror. Un número muy importante estuvo en labores administrativas que permitieron el funcionamiento de los aparatos represivos, pero también las hubo en funciones operativas directas, en secuestros, torturas, ejecuciones y desaparición de prisioneros. Esta es una muestra.
El importante caso del secuestro de Miguel Angel Sandoval se une al conocido como "de los 119", por el número de quienes se intentó hacer aparecer como muertos en riñas internas en Argentina en la denominada "Operación Colombo". Testigos del secuestro de Sandoval relatan haberlo visto en Villa Grimaldi hasta el 10 de febrero de 1975, día en que es sacado junto a María Isabel Joui Petersen, María Teresa Eltit Contreras, Renato Sepúlveda Guajardo, Jorge Herrera Jofré y Claudio Silva Peralta, todos desaparecidos.
El testimonio de María Isabel Matamala entrega otro dato: fue detenida por Osvaldo Romo y llevada a Villa Grimaldi, torturada durante 15 días por el mismo Romo y Basclay Zapata, e interrogada por Moren, Krassnoff, Laureani, Ricardo Lawrence, Ferrer y una mujer apodada "la comandante", cuyo nombre era Rosa Humilde Ramos.
Las torturadoras de la DINA
La sobreviviente María Salinas Farfán señala que vio a muchos detenidos que hoy están desaparecidos y que, entre los agentes, puede reconocer a Romo, Laureani, Krassnoff, Moren Brito, Luz Arce, Marcia Merino y Alicia Gómez (María Alicia Uribe Gómez), "la Carola".
Osvaldo Romo reconoce que entre los torturadores de Villa Grimaldi estaban César Manríquez, Wenderot y Palmira Almuna. Basclay Zapata, alias "el Troglo", declara que "en 1975 se casó con Teresa Osorio Navarro, también funcionaria del organismo" y que salía junto a Luz Arce a "porotear" en un vehículo por las calles de Santiago. Teresa Osorio dice haber "ingresado como empleada civil de la Armada en 1974, siendo destinada a trabajar en la DINA, en el cuartel de Villa Grimaldi, como secretaria de Krassnoff. Supo que los agentes de la DINA estaban divididos en grupos, denominados ‘Halcón’, ‘Purén’, ‘Aguila’ y otros, llamándose ‘Caupolicán’ el conjunto de éstos. Reitera sus dichos en careo con Eugenio Fieldhouse (también agente), insistiendo que ella no salía a detener".
Fieldhouse, proveniente de Investigaciones, admite que entre los agentes de Villa Grimaldi se encontraban Teresa Osorio, Rosa Humilde Ramos y Palmira Almuna. Mientras que el sobreviviente Raúl Flores Castillo relata que fue detenido "por sujetos armados, uno de los cuales se identificó como Osvaldo Romo, lo subieron a un vehículo en el que había más personas, una mujer a la que le decían ‘la negra’ (Teresa Osorio) y un sujeto al que llamaban ‘el Troglo’".
Si bien muchas de las mujeres que pertenecieron a la DINA realizaron labores administrativas, existe un equipo que ha sido catalogado por los sobrevivientes como "las más sádicas y crueles". Entre ellas destacó la subteniente de Carabineros Ingrid Felicitas Olderock Oelckers, quien fuera instructora de torturadores ya en la escuela inicial de Tejas Verdes. Como integrante de la Brigada Purén fue adiestradora de los perros usados en las vejaciones sexuales cometidas contra hombres y mujeres en el cuartel secreto "Venda Sexy".
También subteniente de Carabineros, Palmira Isabel Almuna Guzmán, alias "la Pepa", fue integrante de la Brigada Purén y torturadora en José Domingo Cañas bajo las órdenes de Ciro Torré Sáez, posteriormente trabajó bajo las órdenes de Pedro Espinoza Bravo. Era la encargada de seleccionar e instruir a futuras agentes, que eran infiltradas como mujeres frívolas y bonitas en diversos ámbitos de relevancia política nacional. Pasó a la CNI y en 1985 retornó a Carabineros, desempeñándose en un centro correccional de menores en Iquique con el grado de comandante del escalafón femenino. Fue denunciada en su casa de Luis Beltrán 1000, en Pudahuel, el 31 de mayo de 2003, luego de lo cual no se le ha vuelto a ver por el barrio, probablemente viviría en Iquique.
Nélida Gutiérrez Rivera fue secretaria privada y amante de Manuel Contreras. Luego de la detención de su jefe, continuó como su secretaria a media jornada en las oficinas que éste tenía en la calle Ricardo Lyon, el resto del tiempo lo dedicaba a su Boutique "Mané" (Manuel y Nélida) en el caracol de Lyon y Providencia.
Si bien no se conoce con certeza el rol que cumplió Viviana Pincetti Barra, que aparece recibiendo sueldos de la DINA y es hija de Osvaldo Pincetti Gac, alias "charla", su padre la llevaba de "visita" a Villa Grimaldi y otros cuarteles del organismo represivo.
Variados testimonios hablan del terrible rol que cumplió Marcia Alejandra Evelyn Merino Vega, alias "la flaca Alejandra", como agente tras ser militante del MIR. Por estos días vive en una zona insular de Chile, desde la que viaja a Santiago para prestar declaraciones en los diversos juicios contra la DINA.
Otra mujer convertida en agente fue Luz Arce Sandoval, quien pasó de militante del PS a la DINA. Sobrevivientes la recuerdan presente en las sesiones de tortura en Villa Grimaldi, Londres 38 y Cuatro Alamos. Continuó su trabajo en la CNI y en 1990 se puso a disposición de los tribunales para declarar en casos de desaparecidos. Hoy vive fuera de Chile y retorna circunstancialmente para aportar datos en procesos judiciales.
María Alicia Uribe Gómez, alias "Carola", de militante del MIR pasó a ser agente de la DINA, luego de la CNI y después de 1990 fue integrada al DINE. Junto a otras colaboradoras efectuaban verdaderos "desfiles de moda" con la ropa de prisioneras asesinadas en los cuarteles de la DINA. Fue vista en Villa Grimaldi, Cuatro Alamos y José Domingo Cañas.
Como "la comandante" era conocida Rosa Humilde Ramos Hernández, torturadora en José Domingo Cañas y Villa Grimaldi e integrante de la Agrupación Aguila de la Brigada Caupolicán. Su recuerdo es imborrable entre los sobrevivientes por su apariencia masculina y el sadismo que aplicaba en las torturas. Cruel es también María Teresa Osorio, alias "Soledad" o "la negra", esposa de Basclay Zapata.
En la Brigada Purén, dedicada a la represión del PS, el PC y la DC, aparecen con funciones la detective Ximena San Juan, Elsa del Tránsito Lagos Salazar, Francisca del Carmen Cerda Galleguillos y Nancy Edulia Vásquez Torrejón, alias "Pelusa".
En la Agrupación Halcón II de la Brigada Caupolicán, grupo que participó en el enfrentamiento con Miguel Enríquez, estaba María Gabriela Ordenes, alias "Marisol", a quien se vio presente en sesiones de tortura.
Agentes en funciones administrativas eran Mirtha Espinoza Caamaño, secretaria de la DINA, que trabajó bajo el mando de Augusto Deitchler en la Subdirección de Inteligencia Interior. María Gabriela Coll Webar, secretaria del staff del Cuartel General. Marta Smock Teixido, secretaria del staff del Cuartel General en la Subdirección de Inteligencia Económica. Sandra Montecinos Sepúlveda, secretaria del staff del Cuartel General. Eliana Quilodrán, alias "Ely", agente de la Dirección de Operaciones que actuaba bajo el mando de Pedro Espinoza Bravo en la sección de Educación e Informática. Teresa Aburto, secretaria de la Sección C-2, que continuó trabajando en la CNI y luego en el DINE. Enriqueta Salazar Contreras, secretaria de la Subdirección de Inteligencia Interior con labores directas con Rolf Wenderoth y que luego sería integrada a Carabineros. Maribel Maringue Moya, secretaria del Subdirector tras la salida de Wenderoth, y que posteriormente continúa cumpliendo funciones en la dirección de la CNI.
También aparecen Ana María Rubio de la Cruz, alias "Carmen Gutiérrez", Suboficial del Ejército y secretaria de la Subdirección de Inteligencia Exterior, implicada en el asesinato del general Carlos Prats y su esposa. María Eliana Moncada Prieto, secretaria de la Subdirección de Inteligencia Exterior, que luego se integra al Departamento de Contrainteligencia. Sara Aguila Márquez, asistente social de la Subdirección de Personal. Carmen Avila Ferrada, Secretaria de Arturo Ureta Siré en la Subdirección de Inteligencia Exterior, posteriormente pasa a cumplir el mismo cargo en la CNI, bajo el mando del Coronel Suau. Alejandra Damián Serrano, que utilizaba el alias "Roxana", era secretaria de Michel Townley. La enfermera María Eliana Bolumburú Taboada (Bolumburó según la lista de "Elissalde y Poblete") integró la Brigada de Salubridad de la DINA, trabajando en las clínicas clandestinas junto a varios médicos que asesoraban las torturas. El último dato de su paradero la ubicaba trabajando en una empresa farmoquímica de la calle Ejército y viviendo en una villa de Maipú.
La chica del Comando Conjunto
Parece que la única mujer del Comando Conjunto es la famosa Pochi, a quien se le vio vestida de uniforme escolar preguntando por personas que luego serían secuestradas. También estuvo activa en las torturas que se le infligieron a decenas de prisioneros en los centros clandestinos de tortura conocidos como Nido 20 y Nido 18.
Viviana Lucinda Ugarte Sandoval, fue soldado (r) de la FACH, con destinación a la DIFA y al Comando Conjunto. Esposa del general Patricio Campos Montecinos, Director General de Aeronáutica Civil hasta la denuncia realizada por el diario La
Nación. Procesada en dictadura por el ministro Cerda como autora de asociación ilícita criminal y cómplice de la desaparición de Reinalda Pereira y Edrás Pinto, amnistiada por el juez Manuel Silva Ibáñez. Por estos días sigue siendo involucrada en los procesos que se llevan contra el Comando Conjunto.
por Julio Oliva García
El testimonio de uno de los dos hombres que vio morir al general Bachelet
Fuente :ciper.cl, 23 de Julio 2012
Categoría : Prensa
Jorge Silva no fumaba, pero el día en que al fin se decidió a contar toda su historia encendió tres cigarrillos. En 1970 tenía 35 años cuando, por un hecho fortuito, quedó a cargo del Departamento de Contrainteligencia de la Fuerza Aérea. Entonces ostentaba el grado de capitán de la FACh. En esa destinación detectó y ayudó a desbaratar un plan, desconocido hasta ahora, para asesinar a Salvador Allende antes de que asumiera la Presidencia. La conspiración tenía como protagonistas a oficiales de la FACH, la Armada y el Ejército. Silva no era un hombre de izquierda, pero ese episodio marcaría su vida. Por ese hecho fue detenido en octubre de 1973, acusado de traición y torturado. Parte de los recuerdos que relata Silva, ya fueron publicados en el libro «Disparen a la bandada» de Fernando Villagrán.
En la Cárcel Pública, Silva conoció al general Alberto Bachelet. Dormían en camas contiguas en la celda y por eso escuchó, de boca del propio general, las razones que lo llevaron al colapso cardíaco. Silva fue el único preso que estaba con Bachelet cuando sobrevino el infarto y lo asistió, junto al doctor Álvaro Yáñez, al momento de su muerte.
El día en que Silva desclasificó su historia para CIPER, estaba acompañado de los comandantes (r) de la FACh Alamiro Castillo y Raúl Vergara. Flanqueado por ellos, Silva contó que otros dos comandantes (r) fueron los responsables de su detención en 1973: Edgar Ceballos y Ramón Cáceres. A este último lo conocía por razones familiares y lo acusa de haber sido uno de sus torturadores. La semana pasada el juez Mario Carroza, que investiga la muerte del general Bachelet, procesó y detuvo a Ceballos y Cáceres.
-Capitán, ¿cómo recuerda usted las últimas horas de vida del general Alberto Bachelet, con el que compartió estrechamente mientras ambos estuvieron detenidos en la Cárcel Pública varios meses?
Recuerdo muy bien sus últimas horas de vida. Porque a mi general lo sacaron ese día lunes 11 de marzo de 1974 de la cárcel y se lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea (AGA). Fue inesperado, como después de almuerzo, creo, y lo trajeron de regreso como a las 8 ó 9 de la noche. Yo dormía en una cama que llevó la esposa del general Alberto Bachelet, Ángela Jeria, a la cárcel. Ellos eran muy aficionados a salir de camping, y como nosotros estábamos hacinados en una celda en la que a veces había hasta 18 prisioneros, ella llevó dos camas. Armábamos la cama cuando todo el resto ya se había acostado porque no había espacio. Entonces, se acostaban todos y con el general Bachelet después armábamos la cama de él y la mía en el suelo, una junto a la otra. Estaban tan juntas que, a veces, el general se dormía y se le caía el brazo encima de mí. “Mi general, me está despertando”, le decía.
-¿Quiénes estaban en esa celda en la que compartía con el general Bachelet?
La cantidad de presos que estábamos recluidos en la celda 12 de la Cárcel Pública variaba. A veces hasta civiles que llegaban los metían en nuestra celda. La celda, ubicada en una esquina, tenía dos áreas. Recuerdo que en una estaba Rolando Miranda, Patricio Carvacho, el coronel Carlos Ominami, Ernesto Galaz. Y en la otra estaba el general Sergio Poblete como con tres literas encima. Y en el suelo dormíamos el general Bachelet y yo.
-¿Cómo estaba antes de que se lo llevaran a interrogatorio a la AGA?
Normal. Y volvió afectado, muy afectado. Hay una última conversación que no he dicho nunca públicamente. En la noche estábamos todos metidos en la cama…y me hizo un comentario: “Me quieren embarcar en un lío de faldas que ojalá no lo sepa la Ángela, porque tú sabes como es esta gente. Yo tuve un problema y lo están armando en este momento; y tal como lo están haciendo, será muy difícil para mí rebatirlo. Y lo más probable es que se lo van a decir a ella”. (En documentos judiciales hay testimonios que indican que el general Bachelet escucha en ese último interrogatorio los gritos de una mujer a la que quieren que confiese una vinculación con él). La verdad es que por pudor no quise preguntarle nada más. Así era el trato que teníamos los oficiales con un general… Le pedí que no se preocupara, que ellos habían demostrado no tener límites, que quizás qué otras cosas le van a inventar… “Ya”, me dijo, “mañana conversamos”. Pero lo vi tan afectado que incluso decidí tomarle el pulso. Eso fue lo último que conversamos esa noche…
-¿Era frecuente que los oficiales que estaban en esa celda con usted contaran lo que ocurrió en el interrogatorio cuando regresaban de la AGA?
No, no era lo habitual. De hecho, fue la primera vez que el general Bachelet dijo algo. Nadie contaba nada porque, por razones obvias, nadie quería escuchar tampoco. Sobre las torturas no había forma de esconder lo que había pasado, porque llegaban con marcas, marcas rojas. Nosotros decíamos que volvían con “pulseras”, porque cuando nos aplicaban los choques eléctricos tú te estirabas y en tu piel se enterraban los alambres que te ponían en las muñecas. Eran tirantes de paracaídas que usaban para eso. Yo no creo que al general Bachelet lo torturaran físicamente, pero sí sicológicamente con las historias que le empezaron a inventar de platas y mujeres. Y eso lo tenía realmente muy afectado la noche antes de que falleciera.
-¿Qué pasó a la mañana siguiente?
Esa mañana, el general Bachelet y yo estábamos de turno para el lavado de las cosas del desayuno. Y la gente se ha olvidado que precisamente esa mañana fueron a la cárcel el capellán Gilmoure y el capellán de la cárcel a hacer una misa. La hicieron en el patio donde nosotros estábamos. El general Bachelet no fue a la misa, era masón, y nos quedamos los dos en la celda mientras el resto se fue a la misa, porque yo estaba haciendo el desayuno y él estaba lavando la vajilla. Y en un momento él me dijo: “Flaco, me siento mal”. “Mi general, recuéstese en la cama de mi general Sergio Poblete”, le dije. Porque ésa era la primera litera de la celda. Se recostó y me dijo: “Pásame la trinitina”. Yo le pasé las tabletas. Se las echó a la boca y me di cuenta que estaba transpirando mucho. Le tomé el pulso y me di cuenta que estaba fuera de control. Recuerdo que grité y le pedí a no sé quien que trajera al doctor Yáñez (Álvaro Yáñez del Villar), otro de los prisioneros. Apenas entró el doctor Yáñez a la celda lo examinó y de inmediato dijo: “¡Está teniendo un infarto!, ¡ayúdame!”. Entre los dos lo bajamos de la cama y pusimos al general en el suelo. Y el doctor Yáñez se montó encima de él empezando a hacerle masajes cardíacos. Me acuerdo que incluso trató de sacarle la prótesis dental que tenía y no pudo. Entonces Yáñez me dijo: “¡sóplalo!, ¡sóplalo!, ¡hay que hacerle respiración boca a boca!”. Fue muy impresionante porque todo el resto estaba en la misa y la música de fondo eran los cántos de los presos en la misa: “El señor es mi pastor….”. Una cosa muy siniestra. Estábamos en eso cuando de repente entra el alcaide de la cárcel con el practicante:
-¡Qué está pasando aquí! -dice el alcaide haciendo a un lado al doctor Yáñez.
Cuando el practicante se aproxima, Yáñez lo interpela: “¡¿Qué le va a hacer!?”.
-Le voy a poner adrenalina en la boca –responde el practicante.
-¡No sea ignorante! ¡Cómo le va a poner adrenalina a un hombre que está inconsciente! –dice con urgencia Yáñez.
-¡Qué sabe usted! –lo increpó el practicante.
-Yo sí sé lo que le pasa, porque soy médico –dijo Yáñez y volvió a acercarse al general
El alcaide sacó al practicante de la celda y se lo lleva, cerrando la celda. Nos quedamos con Yáñez adentro y a los pocos minutos vuelve el practicante con una camilla, colocan al general Bachelet sobre la camilla y salen.
«Me fueron a decir que estaba mal, ‘parece que se va a desmayar’. Hablé con el alcaide: ‘está grave el general Bachelet, hay que llevarlo a una unidad de cuidados intensivos’. Tenía un ataque de arritmia, se estaba colapsando. ‘Por favor, hay que llevarlo.
El Hospital J.J. Aguirre estaba a cinco minutos’. Me dijo que no podía hacerlo: ‘La FACh prohíbe sacar a nadie sin autorización’. ‘Pida la autorización telefónica’. ‘No puedo, tengo que mandar un oficio’. ‘Por favor, se va a morir. Yo lo acompaño. Encadéneme a la camilla’. Había que combatir el colapso.
«No se pudo. ‘Se está desmayando’. No tenía pulso y no respiraba. Comenzamos a hacerle boca a boca y masaje cardíaco. Lo llevamos corriendo a la enfermería. Seguimos en lo mismo. A los 20 minutos vi que no logramos crear pulso y dije está muerto dejémoslo tranquilo. ‘Descansa de toda esta porquería’»).
-Usted y el doctor Yáñez lo vieron morir…
Yo tengo la impresión de que el general Bachelet salió muerto de la celda. Y le voy a decir por qué. Porque cuando lo subieron a la camilla, se le soltaron los esfínteres. Yo lo vi. Para no olvidar esos momentos… Y cuando lo hablé con mi mujer, que es enfermera, me dijo que eso pasa cuando una persona se muere. A mi general se lo llevaron a la enfermería y eso es lo que sé, porque nunca más lo vi. Han salido muchas versiones. Muchos han querido ser el último que tuvo a Bachelet en sus brazos, pero la verdad es que sólo estábamos el doctor Yáñez y yo. Nadie más. Excepto el momento en que entra el alcaide con el practicante. La otra mentira que se ha dicho es que el general Bachelet había estado jugando básquetbol en la mañana. ¡Mentira! Porque ese día, por la misa, no se jugó básquetbol. Y a ella concurrieron los uniformados que estábamos presos y también fueron civiles presos.
-¿Los interrogadores eran los mismos?
Sí, Edgar Ceballos, Ramón Cáceres y Víctor Mattig, los principales. Creo que a Bachelet lo interrogaba también el fiscal Orlando Gutiérrez.
-¿Usted era amigo del general Bachelet antes de caer preso?
No, yo lo conocí en la cárcel. Y tuvimos una muy buena relación. Era muy abierto, conversaba con todos y cumplía todas las funciones como cualquiera: lavaba platos, hacía el aseo… Era muy abierto y sencillo. Recuerdo justamente que un par de semanas antes de que se llevaran al general Bachelet a la AGA para interrogarlo de nuevo, habíamos estado acompañando y conversando con uno de los presos que estaba muy afectado por algo personal que le había ocurrido. Y en eso, llegó el general Bachelet y nos dijo: “Ya pues chiquillos, terminen con la historia de estarse preocupando de las mujeres. Yo quiero que diga aquí honestamente alguno de ustedes, ¿quién podría asegurar que si fuera al revés, que nuestras mujeres estuvieran presas y nosotros libres, al cabo de un buen tiempo íbamos a continuar siendo absolutamente fieles?”.
-¿Cuánto tiempo compartió usted con el general Bachelet en la cárcel?
El general Bachelet no estuvo todo el tiempo con nosotros. Llegó a la cárcel en diciembre de 1973, como cuatro ó cinco días antes de Navidad. Y en todo ese tiempo, desde diciembre hasta marzo, cuando fallece, nunca lo vi afectado, tan afectado como la noche antes de que muriera. Tengo la impresión de que su gran pena era el daño que le iban a ocasionar a su mujer. Al día siguiente no hablamos del tema porque nos dedicamos a las tareas domésticas. Siempre he pensado que la tragedia que provocó la muerte o apuró la muerte del general Bachelet, se produjo cuando en la AGA lo quisieron embarcar en un lío sentimental. No fue con el único que lo hicieron. Después, conversando con otros prisioneros en la cárcel, supe que les hicieron lo mismo a otros. Pero eso tiene que contarlo cada uno… Les contaban a sus esposas historias de amantes, verdaderas o falsas. Era la técnica que usaban para intentar obtener otra información o para desmoronar a los más fuertes: creándole situaciones extremas a la gente que interrogaban.
En el expediente que lleva el juez Mario Carroza, figura la declaración de la esposa del general Bachelet, Ángela Jeria, quien testifica que su marido intentó advertirle que trataban de involucrarlo en falsedades y le pide “no creas nada de lo que te digan, no hables con nadie hasta que nos veamos nuevamente”. El mensaje estaba oculto en el cuello de una camisa que Ángela Jeria retiro desde la cárcel entre la ropa para lavar. Ella lo encontró el 8 de marzo de 1974. Pero no volvió a hablar con su esposo. Bachelet murió cuatro días después).
CONSPIRACIÓN PARA MATAR A ALLENDE
-¿Por qué fue detenido usted si no participó de ninguna reunión de opositores al grupo golpista y trabajaba en el Departamento de Inteligencia de la FACH?
Alamiro Guzmán, Raúl Vergara y otros oficiales de la FACH, sabían que yo estaba en contra de un Golpe, pero lo que influyó fue una situación que me persiguió y que ocurrió apenas Salvador Allende fue elegido el 4 de septiembre de 1970 y antes de que fuera sancionada su elección en el Congreso. Se la voy a relatar.
Un día me llama el que era comandante en jefe de la FACH en ese momento, el general Carlos Guerraty y me dice que me vaya de inmediato a Quintero, que no llegue hasta la Base Aérea, que aterrice en Rodelillo. Y agregó: “Y váyase a conversar con el coronel José Berdichewsky para que le entregue una información que yo acabo de recibir en este momento y que él necesita conversar con alguien de Inteligencia”.
Qué había pasado. Cuando sale Allende elegido, se produce una situación absolutamente anormal en la Fuerza Aérea. Cuando a uno lo quieren mandar de agregado a alguna embajada u organismo internacional en el extranjero, es un proceso normalmente largo porque tiene que salir en el Boletín Oficial, asignarte en el presupuesto y una serie de trámites más. Y cuando sale elegido Salvador Allende, al coronel Mario Jahn lo sacan del Departamento de Contrainteligencia de la FACH en cinco días. Con inusitada velocidad. Se va Jahn a Panamá y yo, que era el segundo en Contrainteligencia, me quedo solo ahí con todo el lío que se armó y con muy poca experiencia. Era capitán y tenía 35 años. Me comí todo ese período entre la elección de Allende el 4 de septiembre de 1970, su corroboración por el Congreso el 24 de octubre y el inicio de su gobierno el 4 de noviembre, solo.
Entonces, ese día, muy poco después del 4 de septiembre, día de la elección de Allende, me voy a Quintero y hablo con el coronel Berdichewsky. Le digo que me ha mandado mi general Guerraty a hablar con él respecto a una información que me tiene que entregar. “Sí”, me dice, “tengo necesidad de hablar con usted porque he tenido conocimiento de que está operando dentro de la Base Aérea una célula comunista” y me da una serie de antecedentes.
-Bueno, mi general, ¿cómo usted obtuvo esta información?
-La recibí…
-Mi coronel, si usted quiere que yo investigue esto, usted comprenderá que debe decirme de quién obtuvo la información. La fuente. Porque de lo contrario no puedo hacer nada. Los antecedentes que me da, que se ha perdido una Tarjeta de Identificación Militar (TIFA) en el casino, que la encontraron abandonada dentro de un avión y otras informaciones sobre personas sobre las que usted tiene dudas o sospechas, ¿quién se las dio?
Y después que le insisto y le digo claramente que si no me da la fuente no podré hacer nada, él dice: “Esta información me la entregó el comandante Montero”. Un oficial de la FACH que se había retirado poco más un año antes.
-¿Dónde puedo hablar con el comandante Montero? -le preguntó.
-… No sé si deba decirle…, no sé –escucho como respuesta.
Y ahí le dije: “O me da la información completa, mi coronel, o me regreso a Santiago”. “Montero vive en Viña del Mar”. Y me da la dirección. Era una calle que desemboca en el Regimiento Coraceros. Partí inmediatamente. Había llegado como a las 10 de la noche a Quintero, por lo que debo haber llegado a la casa de este señor Montero como a las dos de la mañana. Y lo primero que me llamó la atención fue que la casa estaba con muchas luces. Él mismo me salió a abrir la puerta. Y me dijo: “Qué gusto, capitán, de tenerlo aquí, lo estaba esperando”. Y me hace entrar a una especie de biblioteca chica. Vuelve a decirme la alegría que le da que haya venido, que necesitaba urgente hablar conmigo. Y agrega: “Usted sabe que viene el marxista Salvador Allende a Valparaíso el sábado y cuando Mario Jahn se fue me dejó dicho que cualquier cosa que necesitara la hablara con usted, porque podía colaborarnos en los que necesitáramos. Y bueno, aquí en mi casa está el almirante Justiniano (Horacio Justiniano) y el comandante del Regimiento Coraceros porque vamos a asesinar al Presidente (Allende) cuando venga el sábado”.
-¿Montero le dijo que iban a asesinar a Salvador Allende?
Claro: “Lo vamos a asesinar”. Tal cual. Y me agregó: “Necesito que me entregue armas automáticas y personal para cubrir la retirada de la gente que va a operar”. Me dijo también que estaban al tanto de lo que se iba a hacer el comandante en jefe, general Guerraty, y el comandante del Comando de Combate, el general Toro Mazote. Le respondí que no había venido a hablar con él de eso, sino de una célula comunista que operaba en la FACH y de la que él había tenido conocimiento y de la cual le había informado al coronel Berdichewsky.
-Pero capitán, yo necesitaba hablar con usted y por eso le dije a Berdichewsky lo de la célula comunista.
Bueno, le dije a Montero, yo no le puedo contestar en este momento lo que usted me está pidiendo. Es muy grave y debo meditarlo. Y me fui. Llegué a Santiago en la madrugada y me fui directo a mi oficina, al Departamento de Contrainteligencia que funcionaba en Bulnes con calle Cóndor y escribí un parte escrito de todo lo sucedido. Allí cuento exactamente todo lo que acabo de relatarle. Y lo hice con mucha tranquilidad porque se lo iba a entregar al general César Ruiz Danyau, quien estaba en contacto con Allende y de quien todos sabíamos que iba a ser el próximo comandante en jefe de la Fuerza Aérea.
-¿Qué hizo una vez que tuvo escrito el parte?
Terminé el parte y me fui al Ministerio de Defensa. Ahí espero que llegue el general Ruiz Danyau. Apenas lo veo le digo: “Mi general, necesito hablar con usted con urgencia”. Me hizo entrar de inmediato y sin preámbulos le entrego el parte escrito. El general empieza a leerlo y recuerdo que en un momento debió acomodarse los anteojos y él dice: “se me llegan a caer los anteojos”. Termina de leer, se queda un rato pensando, luego toma el teléfono y dice: “Alo, mi general Guerraty, hay un informe aquí que creo debe ver de inmediato”. “Suba, capitán Silva, muéstrele el documento”, fue lo último que escuché al salir de la oficina del general Ruiz. Ahí supe que estaba metido en un lío, porque el general Ruiz no me apoyó. En el documento que estoy entregando aparecía el nombre del general Guerraty y ahora el general Ruiz me mandaba a hablar con él… Subo a la comandancia en jefe, entro a la oficina del general Guerraty. Él lee el parte y cuando finaliza me mira y me pregunta: “¿Qué piensa usted?”. “Mi general, este es un crimen político, vulnera y violenta a las Fuerzas Armadas y a la Fuerza Aérea. Imagínese el desprestigio para nosotros”, le digo. Ahí el general Guerraty se da cuenta que yo no estoy en esa historia. Y me ordena que me vista de civil y que vaya nuevamente a Viña del Mar, a la casa de Montero, y le diga que no siga haciendo esos comentarios. No estoy bien seguro de los días, pero creo que esto ocurría un día miércoles y al sábado siguiente Allende iba a Valparaíso. Lo que sí sé es que era en la misma semana.
-¿Y se fue de nuevo a Valparaíso?
Debo reconocerle que no fui a Valparaíso. Estaba realmente aterrorizado. Conseguí a través de un conducto hablar con el secretario de Salvador Allende, don Miguel Labarca. Y fui con Alamiro Castillo, aquí presente (está escuchando su testimonio), porque pensé que necesitaba un testigo, ya que si pasaba algo yo sería cómplice. Cuando nos encontramos con Miguel Labarca, le conté la historia. Y él dijo que necesitaba que hablara con Allende de inmediato. Nos fuimos a la llamada “Moneda chica”, una casa que era de los profesores y donde funcionaba su comando. Andábamos de uniforme. Ya estaba oscuro al final de ese día interminable, el mismo día que hablé con Guerraty. Llegamos en el auto de don Miguel Labarca. Se baja, vemos movimiento y aparece Allende quien se encarama al auto. Y partimos en el auto camino a Valparaíso. Y le narro exactamente lo que le he contado a usted. Recuerdo que la única interrupción de Allende fue para decir: “¡Y por qué Ruiz Danyau no me informó!”. Y luego dijo: “Porque yo tengo conocimiento de esta información, me la pasó el general Daroch”. Después, nos preguntó qué pensábamos nosotros de Ruiz Danyau. Con Alamiro le dijimos que era un excelente profesional, un líder, que la Fuerza Aérea lo quiere mucho… Y Allende insistía: “¡por qué no me avisó!”. Después Allende me dice: “¿Le importaría que yo dé cuenta públicamente de esto?”. Le respondí que yo no quería ser cómplice de lo que pudiera pasar. Y decide que como él tenía una concentración en avenida Grecia, allí iba a informar. Y lo hizo. Dijo que había un oficial de una rama de las Fuerzas Armadas, de apellido Montero, “que dice que me quiere matar, pero advierto que tengo pleno conocimiento”…
-¿Ustedes detuvieron ese intento de asesinar a Salvador Allende?
Así parece. Pero quiero ser bien claro, no fue que yo tuviera mucho coraje. Lo que me movió fue que no quería ser cómplice de un asesinato político. Y Alamiro Castillo fue mi testigo, porque me podían matar y yo quería que se supiera que yo no estaba metido en ese asesinato político. Además, como yo era de Contrainteligencia, era posible que se pensara que yo sí estaba metido. Y así se deshizo la historia. Eso creí yo… Más o menos diez días después, me llega una carta por vía diplomática que me envía el comandante Mario Jahn en la que me dice que vaya de civil a la casa del mismo comandante Montero a Viña del Mar, porque se sabe lo que pasó y que retire una munición de guerra que él le entregó a Montero. Obviamente no hice ninguna cosa. No fui. Jahn no era mi amigo, era mi jefe, y teníamos una buena relación porque habíamos estado trabajando años en el Departamento de Contrainteligencia. Y fue ahí que yo cometí un grave error. Porque luego me llama Jahn por teléfono. Y yo convencido de que me estaba llamando de la zona del Canal de Panamá, le digo que cómo está. Y Jahn me dice que me está llamando del Ministerio de Defensa, de la Subsecretaría de Aviación. “Venga de inmediato a hablar conmigo”, dice y corta.
Llego allá. “¿Recibió usted la carta que le envié pidiéndole que fuera a la casa de Montero?”. “Sí, mi coronel, la recibí”. “¿Dónde está esa carta?, dice. “En mi oficina”, respondo. Y no la tenía. Porque sucede que Miguel Labarca, a quien le conté de la carta, le informó al Presidente Allende. Y el Presidente le pidió que se la prestara porque él quería guardarla como un hecho histórico. Y se la entregué a Labarca. Por eso, cuando Mario Jahn me la pide, yo no la tengo. Y regresé a la Subsecretaría de Aviación y le dije al coronel Jahn que no la tenía, que me la habían sacado. Y ahí Jahn me dice que al día siguiente lo esperaba el Presidente de la República, porque él sí tenía la carta.
-Mario Jahn después del Golpe fue subdirector de la DINA y hombre clave en la Operación Cóndor. ¿Por qué se va tan repentinamente a Panamá cuando sale elegido Allende?
Mario Jahn fue el primer oficial que partió con la cosa de la Contrainteligencia en la FACH. Pero la Contrainteligencia no fue enfocada desde un punto de vista profesional, del control del espionaje y seguridad nacional, sino que netamente político. Eso fue lo que aprendió Jahn en la Escuela de Las Américas en Estados Unidos. Entonces, se dedicó prácticamente todo el tiempo a la persecución de gente de izquierda, de suboficiales que tuvieran algún pariente o la mujer comunista y él intercedía para que los echaran. Ese era el terror que tenía cuando sale elegido Salvador Allende, porque piensa que van a ver todo el archivo que teníamos nosotros: sólo gente de izquierda. Jahn se aterroriza y se va a Panamá. Y desapareció del mapa ese tiempo. Yo siempre he pensado que Mario Jahn era de la CIA.
-¿Supo lo que pasó al día siguiente en el encuentro entre Salvador Allende y Mario Jahn?
Lo vine a saber tres años después, cuando estuve preso con Osvaldo Puccio, secretario de Salvador Allende, quien me contó lo que ocurrió. Puccio me dijo que el Presidente hizo entrar a Mario Jahn a su despacho y le mostró la carta. El coronel le habría respondido que efectivamente había estado involucrado en los hechos, pero que estaba muy arrepentido. Y Allende lo perdonó, y se lo dijo ahí mismo. Lo perdonó y le ordenó que volviera a su destinación en Panamá. Y así debe haber sido, porque yo sí supe que Jahn volvió a Panamá y nadie pidió su retiro. En cambio yo, sólo tres meses más estuve en el Departamento de Contrainteligencia. Me sacaron. Por el tremendo pecado de haberle informado al Presidente electo de que intentaban asesinarlo. Por eso después del Golpe a mí casi me mataron, porque nunca entendieron que después de ese terrible episodio yo nunca más hablé con el Presidente Allende y tampoco con su secretario y con nadie de su entorno. No podían entender que no pedí ninguna prebenda y tampoco entregué nunca más información sobre la Fuerza Aérea. Y no tenían ninguna acusación en mi contra, porque nunca asistí a ninguna reunión de los contrarios al Golpe porque sabía que estaban infiltrados.
“CONSTITUCIONALISTAS” INFILTRADOS
-Torturaron a todos los oficiales de la FACH que tomaron prisioneros después del Golpe y ninguno de ellos dice que usted participaba en alguno de los grupos opositores al derrocamiento de Allende. Así se ve en el Consejo de Guerra. ¿Y lo seguían torturando?
Quedé negro, en realidad. Mi cuerpo estaba entero negro de moretones. Me llevaron a recuperarme a la Academia Politécnica y ahí vi cuando se le escapó un disparo a un centinela que mató a un cabo que estaba detrás de mí. Pasaban cosas kafkianas allí. Se escapa un tiro de un fusil Mauser y mata al cabo Espinoza. Y al cabo Benavides, que también estaba allí, le da una especie de shock y se pone a gritar y a llorar. Lo trato de controlar, incluso le pego una cachetada para tranquilizarlo. Y llega el oficial que estaba a cargo de los prisioneros en la Academia Politécnica y se olvida que yo soy prisionero y me ordena: “capitán, saque a los prisioneros de aquí y ubíquelos en la sala de al lado”. Lo hice. Cierro la puerta, estando yo adentro, y no supe más qué pasó con el muerto. Después de un tiempo, ya en la cárcel, llevaba como diez o quince días allí cuando me llama el alcaide de la cárcel y me dice que tiene un oficio del general Orlando Gutiérrez en el que le dice que se deje inmediatamente en libertad a Jorge Silva por falta de méritos. Y el alcaide me pregunta si tengo algún reclamo contra personal de Gendarmería. “En absoluto”, le digo, “por el contrario”. “Bueno, firme aquí y tome sus cositas, porque se va libre”. Firmo, salgo de la oficina en dirección a la celda para buscar mis cosas cuando me caen dos oficiales encima. Violentamente me ponen una capucha en la cabeza y parto de nuevo en dirección a la AGA. Ahí pensé: “Ahora sí que me fusilan”. Si había firmado el documento en el que me concedían la libertad… Llegué a la AGA y me metieron en un closet. Y estuve encerrado en ese closet el resto del día y la noche. No me sacaron ni siquiera para ir al baño. Y de repente, se abre la puerta. No sabía si era de día o de noche. Me sacan, me tiran arriba de una camioneta y me llevan de regreso a la cárcel. No me interrogaron, no me pegaron, nada. Llego a la cárcel y poco después llegaron las condenas. Allí yo aparecí condenado a 20 años. Nunca supe qué pasó.
-¿Nunca supo qué fue lo que ocurrió con usted en esos momentos?
Hasta que me convidan a un seminario que hubo sobre las Fuerzas Armadas en México. Y asistí. Y ahí estaban varios dirigentes políticos de la Unidad Popular. En la noche me convidó a comer a su casa la señora Hortensia Bussi viuda de Allende. Yo era un oficial sin ninguna experiencia política. Y esa noche, no sé por qué, les dije de la gran incógnita que no había podido resolver: qué pasó conmigo que me dejan libre por falta de méritos para luego sacarme de la cárcel, encerrarme en un closet de la AGA, para luego llevarme de nuevo a la cárcel y condenarme a 20 años. En la casa de la señora Tencha estaba Jorge Insunza, quien dijo que sabía la otra parte. Y contó que él se había quedado en Chile clandestino y que supo que un abogado habló con el cardenal Raúl Silva Henríquez por mi caso, que el cardenal habló con el general Gustavo Leigh, quien dijo que a mí me iban a fusilar por traición. Que entonces el cardenal había dicho que era pariente mío y que pedía hablar conmigo. Eso habría provocado el fin de mi historia de preso.
-¿Nada sabía el alto mando de las reuniones que hacían al interior de la FACH oficiales que no estaban con el Golpe o que claramente apoyaban al gobierno de la Unidad Popular?
Tengo una serie de dudas. Yo estaba en el Departamento de Contrainteligencia. Y el general César Ruiz Danyau, entonces comandante en jefe de la FACH, sabía de las reuniones que tenía el grupo de los aviadores institucionales, al que pertenecía el capitán Raúl Vergara y Alamiro Castillo; y también del grupo que pertenecía al MIR. Y lo sé porque había un oficial que habiendo asistido a algunas reuniones del grupo de Vergara, el entonces comandante de escuadrilla y después general Patricio Araya -que era muy regalón del general Ruiz-, le pasaba la información al general Ruiz y el comandante en jefe le pasaba la información al jefe del Departamento de Contrainteligencia, el general Mario Jahn. Por eso yo lo sabía y me pregunto hasta hoy por qué si el general Ruiz sabía lo que estaba desarrollándose al interior de la FACH, no intentó atajarlo en ese momento, antes del Golpe.
Incluso, una vez le dije a Raúl Vergara que tuviera cuidado porque se estaba sabiendo de las reuniones que estaba haciendo. Le dije que se cuidara de Araya ya que su padre era el relacionador público de la embajada de Estados Unidos en Chile en ese entonces. No le podía decir más. Esa fue la razón, entre otras, por la que nunca fui a ninguna reunión de ese grupo. Yo estaba en el servicio de Inteligencia y no iba a asistir a reuniones de un grupo que ya estaba detectado. Entonces, a veces, yo me pregunto: ¿no habrá sido una confabulación?, ¿no habrá sido que querían a este grupo de oficiales “infiltrados” en la Fuerza Aérea para después tener una razón válida a utilizar como un elemento para neutralizar a los que podían oponerse al Golpe o a la represión que se hizo más tarde dentro de la misma FACH? ¿No habrá sido algo que manejó la CIA?
-¿Conoció supongo al coronel Carlos Ominami en la FACH y en la cárcel? ¿Qué opinión tenía de él?
Tengo que decir que el coronel Carlos Ominami no era un hombre de izquierda. Ominami nunca entregó opiniones respecto del gobierno de la Unidad Popular. Recuerdo que me reía mucho de él porque compraba El Mercurio y se sentaba siempre a leerlo en la esquina del patio donde jugaban fútbol. Y lo leía entero. Y nos reíamos porque decíamos que se leía hasta los avisos económicos. ¡Lo trataron muy mal! Lo torturaron mucho. Llegó con marcas en las piernas… Y nos contaba algo de lo que nos reíamos mucho. Lo llevaron a un dormitorio allá en el AGA y llegó un tipo que parece que era hipnotizador. Y lo empezó a hipnotizar. Cuando ya había transcurrido un tiempo, el hipnotizador le dice: “Vamos a traer a tu hijo”. Y contaba Ominami que escucha una voz que dice: “Papá, ¿te recuerdas del plan de defensa que me pasaste?”. Y Ominami dice que replica: “Hijo, no te reconozco, tu voz está muy rara”. Y entonces a punta de patadas lo bajaron de la cama y lo siguieron golpeando mientras gritaban: “¡Éste no está durmiendo, no está hipnotizado!”. Lo que siguió fue duro.
-¿Recuerda algún hecho concreto por el cual lo hayan interrogado con insistencia?
Me interrogaban y me insistían mucho por el dirigente del MIR Jorge Fuentes (el “Trosko” Fuentes, quien fue detenido en Paraguay por operativo de la Operación Cóndor y asesinado en Chile). Yo lo conocía porque era muy amigo de mi hermano menor. Y un día en la tarde voy llegando a mi departamento en Mac Iver con Agustinas y abajo, en las afueras del edificio, me encuentro con Choche, así le decíamos en mi casa. “Hola Jorge, te hemos andado buscando hace mucho tiempo, menos mal que te encontré”, me dice a modo de saludo. “Subamos”, le dije, “a mi departamento”. Y cuando nos sentamos, me empezó a hablar del reformista de Allende y siguió criticándolo, y luego dijo: “Nosotros queríamos saber si tú nos pudieras facilitar el acceso a la Base de El Bosque (donde yo estaba en servicio entonces), para sacar armamento”. Mi respuesta fue inmediata: “Mira Choche, quiero que te quede muy claro que no estoy en contra del gobierno. Que hay instrumentos constitucionales para acusar al gobierno de lo que ustedes piensan, pero la forma en que tú planteas tu descontento no la comparto en absoluto. Ni pienses que te voy a facilitar el paso para sacar armamento. Es más, si yo estoy a cargo el día en que lo intenten, voy a ordenar disparar si pillamos gente intentando sacar armamento. Olvídate. Eso no lo vas a lograr conmigo”. Nunca más supe de él.
Una de las cosas que me mostraron cuando me interrogaban fue un documento que encontraron en las Torres de San Borja en el que decía que se tomó contacto con el coronel Jorge Silva. Y allí dice exactamente lo que le dije en esa oportunidad: que no estaba de acuerdo con el MIR. Cuando me interrogaban, me pegaban y me volvían a golpear preguntándome si después de esa conversación yo había cambiado de opinión y había colaborado con el MIR. No me creían, lo mismo que nunca más hablé con Allende.
Mi impresión es que mucho después se dieron cuenta en el Consejo de Guerra que no tenían nada para acusarme, aparte de inventarme que yo estuve con el grupo de los “constitucionalistas” (el grupo de Raúl Vergara y Alamiro Guzmán), y me rebajan los 20 años a cinco años por “incumplimiento de deberes militares”. Da la casualidad que estaba de presidente del Consejo de Guerra el general Juan Soler Manfredini. Yo tenía muy buena relación con el general Soler, ya que estuve en la Escuela de Especialidades cuando él era director y el general Soler había sido edecán del Presidente Frei. Y cuando yo llegué a la Escuela de Especialidades conversábamos de política con él. Y él estaba bastante claro respecto de una posición constitucionalista. Pero empezó a cambiar, al punto que se puso golpista. Y recuerdo haber estado en su casa conversando y él tratando de convencerme porque sabía que estaba en contra del Golpe. “¡Imagínese el mando de la Fuerza Aérea a cargo de este país! ¡Con todo lo que lo hemos criticado por cómo ha administrado y dirigido a las Fuerzas Armadas y todos los problemas que hay en la Fuerza Aérea!”, le decía yo.
Soler sabía cuál era la posición mía y como teníamos buena relación el día del Golpe me llama. Él escuchaba los bandos militares y estaba furioso porque nadie le había informado nada de lo que iba a ocurrir. “Bueno, Flaco, ¿Y qué piensas tú?”, me dijo. “Soy un profesional, mi coronel, no piense que voy a hacer una estupidez porque no la voy a hacer, pero le quiero pedir un favor, no quiero salir a la calle a reprimir a la gente, porque no voy a poder cumplir bien esa orden. “Ya, no te preocupes, va a salir el subdirector a cargo de toda la fuerza y tú te quedas aquí a cargo de la logística porque va a venir toda la guarnición de Colina y de Cerrillos que se va a instalar aquí y a esta gente hay que alimentarla y hacerla dormir. Tú te quedas a cargo”, fue su respuesta.
Así lo hice. Vi como iban llegando los camiones cargados de presos a los que dejaban en un hangar rojo en la Escuela de Especialidades (la primera unidad de la Base El Bosque, ubicada en el paradero 32 de la Gran Avenida). El hangar estaba repleto. Ahí fue cuando vi a dos jóvenes, muy jovencitos (los entonces estudiantes universitarios Fernando Villagrán y Felipe Agüero), uno estaba todo mojado con una de esas frazadas grises de la FACH, a cargo de un suboficial. Yo ni siquiera estaba vestido de combate. Me acerco al suboficial y le pregunto: “¿Qué pasa con estos dos muchachos?”. Y el suboficial me dice que los han sorprendido en un auto con un documento en el que se preparaban para enfrentarse a la Junta Militar, por lo que los van a fusilar en la noche.
-Mira, hay un vehículo que va a salir dentro de dos horas al Estadio Nacional. Échalos en ese vehículo -le dije al suboficial
Y el suboficial los mandó al Estadio Nacional. Los sacó esa misma noche con el resto de los prisioneros de La Legua. Y no los fusilaron. Se salvaron.
DETENIDO Y TORTURADO
-¿Cuándo y cómo fue detenido usted?
Yo sabía que iba a caer. Lo presentía. Era todo kafkiano en ese período. Sabía que mi gran amigo Alamiro Castillo estaba asilado en la embajada argentina. Y pasaba en mi auto frente a la embajada para ver si lo veía, para saber lo que pasaba con él. Nunca lo vi. Pero también sabía que Raúl Vergara estaba preso junto a otros oficiales que no eran golpistas. Y pensaba que yo también iba a caer detenido, sobretodo por el problema de la carta de Mario Jahn que nunca me lo tocaron, pero que estaba presente. Yo lo sabía. Ellos lo sabían.
Finalmente caí preso el 9 de octubre de 1973. Y como sabía que se robaban los autos de la gente que caía presa, yo le decía a Nelsa, mi esposa, que me fuera a dejar en el auto temprano y como ella era enfermera de la posta del J.J. Aguirre, se fuera con él. Así, si me detenían, ella se quedaba con el auto. Cada mañana nos íbamos por la Panamericana y veíamos en la esquina del Cementerio Metropolitano los cuerpos de los muertos. Yo sabía que era gente que mataban en la Escuela de Especialidades y luego la iban a tirar allí. Pero a mí no me pasaba nada. Hasta que un día, voy llegando a mi casa como a las 10 de la noche y encuentro a un vehículo de la FACH que me está esperando. Se baja un chofer de mi grupo y me dice: “Mi capitán, me mandó mi coronel Soler a buscarlo. Pero dijo que antes que se fuera lo llamara por teléfono”. Llamé al coronel Soler a su casa. “Oiga capitán, ¿dónde está en este momento?, ¿en la casa de su mamá o en la suya en el centro?”. “Estoy en el centro, mi coronel”. “Ya mi capitán, porque le quiero pedir un favor, ¿pero no tiene un problema para venir hasta acá?”. “No, mi coronel, voy inmediatamente”. “¿Pero está seguro?, porque si no puede lo hablamos mañana”. “No, mi coronel si usted me necesita voy inmediatamente”.
Partí en el mismo vehículo hacia la casa de mi coronel Soler, que estaba al frente de la Escuela de Especialidades. Me llamó la atención que se demoraban en abrir. Y me salió a abrir el chofer. Entré, pasé por el antejardín, y cuando voy llegando a la puerta de la casa, me caen encima dos oficiales. Uno me puso una capucha en la cabeza, otro me saca el arma. Y yo siento que está ahí el coronel Soler. Y lo escucho decir: “Yo sé que va a volver. Yo sé que esto no es verdad. Yo me voy a quedar con la pistola”. Me amarraron, me tiraron adentro de un vehículo y me llevaron directo a la Academia de Guerra Aérea. Y en ese momento dejé de ser capitán de la Fuerza Aérea.
-Es decir, Soler lo entregó.
Me entregó, pero me dio la posibilidad de no ir a su casa. Pero él no podía decirme más pues estaban allí en su casa Edgar Ceballos y Ramón Cáceres. Ellos so lo oficiales que me caen encima y me apresan. Cáceres es un caso muy especial. Yo no lo conocí en la Fuerza Aérea. Una vez voy llegando a la casa de mis padres, ya era suboficial, y me encuentro con un oficial en la casa. Qué raro, me dije, habrá un problema que me mandaron a buscar. Y nada de eso, Cáceres estaba allí porque su novia había sido compañera de colegio de mi hermana. Ahí lo conocí. Después, él estuvo en la Escuela de Especialidades, fuimos oficiales juntos allí, incluso estuvimos mas de una vez en su casa. Pasó por Balmaceda y yo estaba allá. Teníamos una relación amistosa, aunque él no tenía una personalidad que me atrajera. Tal vez él se consideraba amigo mío. Bueno, cuando me torturaban, al final -y me va a perdonar que le cuente esto- yo botaba sangre por todos lados, orinaba sangre, por atrás, por la boca…; y cuando yo estaba muy mal, Ferrada, que también estaba preso ahí, se me acercaba y me decía: “Cuenta todo lo que sabes, estas botando sangre y te estás muriendo, cuenta todo, no te van a mandar al hospital, cuenta todo”. Bueno, una mañana me sacan para el interrogatorio y me mandan un golpe fuerte de corriente. Y no sé por qué razón esa noche se me había acumulado sangre en el estómago y bote mucha sangre ahí mismo. “¡Lo reventamos!”, dijo uno de los que me aplicaba electricidad. Me sacan la capucha y me encuentro con Cáceres que está con un lápiz en la boca y es uno de los que me está torturando. Y le digo: “¡Tú haciendo esto!”. Cáceres se agachó y me dijo: “Es que ustedes querían matar a mi familia”. “Te cabe en la cabeza que íbamos a matar a tu mujer, a tu hijo”. Y él repetía: “¡Querían matar a mi familia!”. Entonces recuerdo que me pasan a un baño que había allí y yo me miré al espejo -porque llevaba ya no sé cuanto tiempo bajo una capucha-, y me asusté. “Dios mío, en lo que me han transformado!”. Tenía manchones amarillos y de todos los colores, barba, el pelo asqueroso con sangre. Y esa fue la última vez que me torturaron. Nunca más lo hicieron. Y fue también la última vez que vi a Cáceres.
-¿Cuándo salió de Chile?
Salí de Chile en 1977. Estuve en la cárcel tres años y medio. Aunque a los dos años y medio, cuando cumplí la mitad de mi condena, se presentó un documento para que me dieran la libertad. Pero el general Gustavo Leigh personalmente dijo que no, que yo no podía salir en libertad. Tuve la posibilidad de irme a Estados Unidos, Alemania o Inglaterra. Y me fui a Inglaterra, porque me daban la posibilidad de ir a la universidad. Conseguí una beca y terminé con un master en Relaciones Internacionales que al final no me sirvió de nada, porque después me puse a trabajar cuando nació mi hija allá… Todos partimos pensando que esto se acababa en Chile al año siguiente. Y no fue así. Duró 17 años.
-¿Por qué cuenta cada episodio duro de su vida como si se tratara de otra persona, con una tranquilidad y claridad que asombra?
De qué tranquilidad me habla si me he fumado como tres cigarrillos mientras hemos hablado… ¡Y yo no fumo! Creo que es importante reconstituir la historia tal como pasó. Pero es que siento que a mí no me pasó nada si lo comparo con lo que le pasó a tanta gente que sufrió mucho más. Mucha gente perdió la vida. Hay mucha gente mucho más importante que yo que merece más atención por lo que ocurrió. Hace cuestión de un mes atrás, como mi mujer era muy amiga de una doctora del Hospital J.J. Aguirre, María Elena Prieto, casualmente fuimos a ver la película El regalo y ahí aparece que le dedican la película a la doctora María Elena Prieto. Mi mujer la quería mucho, eran muy amigas, y por e-mail ella preguntó si era la misma doctora. Y una mujer le contestó: “Qué suerte, parece que mi mamita me está ayudando porque nosotros estábamos pensando en hacer una película de los presos de Pisagua, falló, y ahora a lo mejor tu marido quisiera ayudarnos a hacer una película sobre su historia”. Le respondí que no, porque hay mucha gente más importante. Yo sigo muy de cerca lo que está pasando acá, porque creo que hay mucha gente que merece que se la recuerde y que la historia no se pierda.
-¿Qué días son importantes para usted o conmemora en forma especial?
Creo que cuando salí libre uno se va con un poco de pena. Porque el período en que pasé en la cárcel me sirvió mucho para conocer líderes obreros. Me acuerdo que había un viejo dirigente del salitre que no se había perdido ninguna represión. Conversaba mucho con él y hablábamos de filosofía. A diferencia de los comunistas que siempre eran muy tristones y serios, éste hombre era muy vital. Y un día le pregunté por qué sabía tanto de filosofía y de política y de tantas cosas. Y fue la primera vez que como que se quebró un poco y me dice: “Mire capitán, mi madre era cocinera de una oficina salitrera. Mi madre era prostituta también. Yo nunca fui a la escuela. A mí me enseñaron a leer los líderes que había allí y todo lo que sé lo he sabido por los libros que me han prestado”. Cosas como esa me impresionaban mucho. Me hice muy amigo de Patricio Cariola, un cura jesuita que estuvo preso. Incluso me regaló su Biblia. Se fueron los curas y, al final, había un preso en la misma celda en que estaba yo, un tal Patricio Uribe que había caído preso por un problema de cheques, porque era el encargado de exportaciones de David del Curto. Nos fabricamos una muy buena relación y recuerdo que un día, cuando nos estábamos levantando en la mañana, me estaba mirando fijamente y le digo: “¿Qué te pasa?”. Y me dice: “Yo a ti te veo como Jesucristo, porque tú dejaste tu profesión, tu familia, todo abandonado, preocupado por la gente pobre. Si a esa gente no hay que mirarla, porque no lo vas a cambiar, no vas a arreglar el mundo. Haz como hago yo: no los mires”.
-¿Cuándo salió de Chile?
Me fui a fines de septiembre de 1977. Salí de la cárcel con pena. Era doloroso, los presos te felicitaban, te aplaudían y eso te daba una carga emocional muy fuerte. Y llegué al aeropuerto y estaba mi padre y mi madre. Me dolía mucho que cuando mi padre me iba a ver lo revisaran entero, lo humillaran. Él nunca se imaginó que su hijo iba a caer en la cárcel. Y debo confesar que yo tampoco tenía dentro de mis posibilidades caer en la cárcel. Yo recibí gran apoyo de mi familia.
-¿Lo ayudó el coronel Juan Soler a salir en libertad?
Me bajó la condena de 20 a 5 años. Y cuando tú cumples la mitad de la pena puedes irte. El abogado mío, Luis Ortiz Quiroga, se portó muy mal, porque nunca me fue a ver a la cárcel y yo nunca vi mi defensa y sólo la escuché cuando me llevaron, pero me cobró. Me costó el auto que teníamos en la época. Cuando llegamos a Inglaterra, pensé que teníamos la plata de la venta del auto. Y le pregunté a Nelsa. Y ella me dijo “no, no tenemos nada, toda esa plata se la pagamos al abogado”. Y le encontré toda la razón: había que hacer cualquier cosa para salvar la vida del que estaba preso. Pero a Ortiz Quiroga nunca le vi. Ni siquiera he leído mi defensa. Le agradecería si usted la tiene que me facilite una copia.
Esa es mi historia. El que le puede contar mucho más de lo que pasó antes es Alamiro Castillo, que fue el único que tuvo la visión, o fue su mujer, de asilarse. Él sabe cómo y por qué se organizaron los “institucionalistas”.
Cambiemos el nombre a la Avda. Juan Soler Manfredini de Puerto Montt
Fuente :change.org, 13 de December 2017
Categoría : Prensa
La avenida que une el centro de Puerto Montt con el balneario de Pelluco lleva el nombre de Juan Soler Manfredini, quien fuera Intendente de la Dictadura Militar, durante el inicio de la dictadura fue enviado a la Academia de Guerra, lugar donde se torturó a muchos suboficiales y oficiales de la FACH, de acuerdo al testimonio de algunos de los prisioneros de ese recinto, como por ejemplo el General Sergio Poblete Garcés mencionan a Soler Manfredini como uno de los personajes que les aplicaron torturas.
Soler Manfredini fue Presidente de los Consejos de Guerra que se inventaron para juzgar a los soldados leales a la constitución y como tal encabezó los juicios de muchos de sus propios compañeros de armas dándole credibilidad a testimonios obtenidos bajo tortura, acusando a muchos de quienes allí estaban de participar en el plan zeta…
Es hora de terminar con homenajes a personajes vinculados a la dictadura militar y que tienen las manos manchadas con sangre inocente, no puede ser que una de las avenidas más hermosas, no solo de Puerto Montt sino probablemente de Chile, lleve el nombre de este militar golpista…
Sugiero que la avenida que une las dos universidades más importantes de la ciudad sea conocida como la gran avenida de la cultura y que rinda homenaje al pintor Pacheco Altamirano por el lado de la Universidad de Los Lagos y al cineasta Raúl Ruiz por el lado de la Universidad Austral de Chile.
La verdad de cómo murió el padre de la ex presidenta Bachelet en su celda en la carcel
Fuente :cambio21.cl, 6 de Septiembre 2019
Categoría : Prensa
El presidente brasileño, el ultra derechista Jair Bolsonaro, lanzó una durísima crítica a la alta comisionada para los derechos humanos de la ONU, la ex presidenta de Chile, Michelle Bachelet, a quien acusó de defender a "vagabundos" y atacó incluso por el lado personal.
"Señora Michelle Bachelet: Si no fuera por el personal de (Augusto) Pinochet, que derrotó a la izquierda en 1973, entre ellos a su padre (Alberto Bachelet), hoy Chile sería una Cuba", dijo Bolsonaro en respuesta a declaraciones de la ex Presidenta chilena, quien criticó la violencia policial y la situación de los derechos humanos en Brasil.
Luego que el presidente brasileño, Jair Mesías Bolsonaro, un ex militar, un extremista, misógino, fascista y adorador de las dictaduras de derechas y de las violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas, quedó flotando en el aire cómo murió el padre de la presidenta Michelle Bachelet.
Hay varios testigos que vieron los últimos minutos de vida de Alberto Arturo Miguel Bachelet Martínez. Estaba preso en la Cárcel Publica que estaba ubicada en la calle General Mackenna con las esquinas de Amunategui y Teatinos, que comprendía toda una cuadra en el centro de Santiago.
Ahí lo habían llevado para unirse a los presos comunes y a sus compañeros de la Fuerza Aérea, algunos que estaban derechamente contra el Golpe de Estado y otros que por delación de sus propios compañeros, habían sido detenidos y llevados a ese centro de reclusión.
Alberto Bachelet era un general de la FACH y había sido designado en 1972 por el presidente Salvador Allende como secretario de la Dirección Nacional de Abastecimiento y Comercialización (DINAC), cargo en que tuvo que dirigir las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP).
Para el golpe de 1973, el General Bachelet se desempeñaba en la Dirección de Contabilidad de la Fuerza Aérea de Chile (FACh). Como se opuso al Golpe de Estado del 11 de septiembre, fue detenido por primera vez el mismo 11 de septiembre de 1973 en su oficina del Ministerio de Defensa. Liberado esa misma noche, su casa fue allanada el 14 de septiembre y él fue arrestado nuevamente.
Estuvo recluido en la Academia de Guerra Aérea de la FACh (AGA), siendo su director el entonces coronel Fernando Matthei, padre de la actual alcaldesa de Providencia. En dicho lugar fue objeto de interrogatorios y torturas por parte de sus propios compañeros de armas. En diciembre es detenido nuevamente y enviado a la Academia de Guerra de la Fach donde es salvajemente torturado con golpes, corriente eléctrica, sacos mojados sobre su cuerpo para no dejar huellas, quemaduras de cigarros en su pecho y espalda y otras torturas.
En una carta a su hijo Alberto, (que falleció) que vivía en Australia, relataba:
"Me quebraron por dentro, en un momento, me anduvieron reventando moralmente —nunca supe odiar a nadie— siempre he pensado que el ser humano es lo más maravilloso de esta creación y debe ser respetado como tal, pero me encontré con camaradas de la FACH a los que he conocido por 20 años, alumnos míos, que me trataron como un delincuente o como a un perro".
Muere en su celda de un ataque cardíaco el 12 de marzo
El día 11 de marzo de 1974 Alberto Bachelet de 50 años es llevado desde la cárcel pública a lo que sería su último brutal interrogatorio. Singularmente 32 y 40 años después su hija, la doctora Michelle Bachelet, ese mismo día llegaba al máximo cargo del país: El 11 de marzo de 2006 y el 11 de marzo de 2014 asumía la presidencia de la República.
El general Bachelet estaba delgadisímo y sufría arritmias. Y la prensa de derecha decía que jugaba basketball. El día que muere, nunca nadie jugó basketball en la cárcel.
Un relato del capitán de la Fach, Jorge Silva, que dormía junto al general Bachelet en su celda para 12 personas señala que el 11 de marzo de 1974, llegó en la noche muy demacrado. Muy angustiado. Y durmió mal. Venía a maltraer luego de la torturas y apremios de sus propios amigos y compañeros de armas.
En Ciper Chile relata lo siguiente del día de la muerte de Bachelet:
"Esa mañana, el general Bachelet y yo estábamos de turno para el lavado de las cosas del desayuno. Y la gente se ha olvidado que precisamente esa mañana fueron a la cárcel el capellán Gilmoure y el capellán de la cárcel a hacer una misa. La hicieron en el patio donde nosotros estábamos. El general Bachelet no fue a la misa, era masón, y nos quedamos los dos en la celda mientras el resto se fue a la misa, porque yo estaba haciendo el desayuno y él estaba lavando la vajilla. Y en un momento él me dijo: “Flaco, me siento mal”. “Mi general, recuéstese en la cama de mi general Sergio Poblete”, le dije.
"Porque ésa era la primera litera de la celda. Se recostó y me dijo: “Pásame la trinitina”. Yo le pasé las tabletas. Se las echó a la boca y me di cuenta que estaba transpirando mucho. Le tomé el pulso y me di cuenta que estaba fuera de control. Recuerdo que grité y le pedí a no sé quien que trajera al doctor Yáñez (Álvaro Yáñez del Villar), otro de los prisioneros políticos. Apenas entró el doctor Yáñez a la celda lo examinó y de inmediato dijo: “¡Está teniendo un infarto!, ¡ayúdame!”.
"Entre los dos lo bajamos de la cama y pusimos al general en el suelo. Y el doctor Yáñez se montó encima de él empezando a hacerle masajes cardíacos. Me acuerdo que incluso trató de sacarle la prótesis dental que tenía y no pudo. Entonces Yáñez me dijo: “¡sóplalo!, ¡sóplalo!, ¡hay que hacerle respiración boca a boca!”. Fue muy impresionante porque todo el resto estaba en la misa y la música de fondo eran los cántos de los presos en la misa: “El señor es mi pastor….”. Una cosa muy siniestra. Estábamos en eso cuando de repente entra el alcaide de la cárcel con el practicante:
-¡Qué está pasando aquí! -dice el alcaide haciendo a un lado al doctor Yáñez.
Cuando el practicante se aproxima, Yáñez lo interpela: “¡¿Qué le va a hacer!?”.
-Le voy a poner adrenalina en la boca –responde el practicante.
-¡No sea ignorante! ¡Cómo le va a poner adrenalina a un hombre que está inconsciente! –dice con urgencia Yáñez.
-¡Qué sabe usted! –lo increpó el practicante.
-Yo sí sé lo que le pasa, porque soy médico –dijo Yáñez y volvió a acercarse al general
El alcaide sacó al practicante de la celda y se lo lleva, cerrando la celda. Nos quedamos con Yáñez adentro y a los pocos minutos vuelve el practicante con una camilla, colocan al general Bachelet sobre la camilla y salen.
El doctor Yáñez relata: “Me fueron a decir que estaba mal, ‘parece que se va a desmayar’. Hablé con el alcaide: ‘está grave el general Bachelet, hay que llevarlo a una unidad de cuidados intensivos’. Tenía un ataque de arritmia, se estaba colapsando. ‘Por favor, hay que llevarlo.
El Hospital J.J. Aguirre estaba a cinco minutos’. Me dijo que no podía hacerlo: ‘La FACh prohíbe sacar a nadie sin autorización’. ‘Pida la autorización telefónica’. ‘No puedo, tengo que mandar un oficio’. ‘Por favor, se va a morir. Yo lo acompaño. Encadéneme a la camilla’. Había que combatir el colapso.
“No se pudo. ‘Se está desmayando’. No tenía pulso y no respiraba. Comenzamos a hacerle boca a boca y masaje cardíaco. Lo llevamos corriendo a la enfermería. Seguimos en lo mismo. A los 20 minutos vi que no logramos crear pulso y dije está muerto dejémoslo tranquilo. ‘Descansa de toda esta porquería’”).
-Usted y el doctor Yáñez lo vieron morir…
Yo tengo la impresión de que el general Bachelet salió muerto de la celda. Y le voy a decir por qué. Porque cuando lo subieron a la camilla, se le soltaron los esfínteres. Yo lo vi. Para no olvidar esos momentos… Y cuando lo hablé con mi mujer, que es enfermera, me dijo que eso pasa cuando una persona se muere. A mi general se lo llevaron a la enfermería y eso es lo que sé, porque nunca más lo vi. Han salido muchas versiones. Muchos han querido ser el último que tuvo a Bachelet en sus brazos, pero la verdad es que sólo estábamos el doctor Yáñez y yo. Nadie más. Excepto el momento en que entra el alcaide con el practicante. La otra mentira que se ha dicho es que el general Bachelet había estado jugando básquetbol en la mañana. ¡Mentira! Porque ese día, por la misa, no se jugó básquetbol. Y a ella concurrieron los uniformados que estábamos presos y también fueron civiles presos".
Según el informe de su muerte, Alberto Bachelet, de 50 años, falleció a causa de "un paro cardiorrespiratorio producto de la mala condición física y psicológica en que había quedado".
En noviembre de 2014 fueron condenados como autores de las torturas los coroneles Edgar Cevallos y Ramón Cáceres, ambos a cuatro años de presidio, inhabilitación absoluta para derechos políticos y también inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos durante el periodo que dure la condena. Ceballos murió en febrero de este año 2019. Cáceres aún vive.
Los nombres de los torturadores de la Academia de Guerra de la FACH (AGA) quedaron grabados en la memoria de los detenidos y contra ellos se interpusieron nuevas querellas. Varios de ellos ya han fallecido.
Los torturadores del AGA:
Orlando Gutiérrez Bravo, General (r)
Sergio Lizosoain Mitrano, Coronel (r)
Julio Tapia Falk, Abogado
Cristián Rodríguez, Asesor legal
Jaime Cruzat, Asesor legal
Víctor Barahona, Asesor legal
Jaime Lavín Fariña, Comandante de grupo (r)
León Duffey, Comandante de Escuadrilla (r)
Edgard Ceballos Jones, Comandante de Grupo (r)
Ramón Cáceres Jorquera, Comandante de Escuadrilla
Florencio Dublé, Capitán (r)
José García Huidobro, Teniente (r)
Juan Soler Manfredini, General (r)
Eduardo Fornet, Coronel (r) que se desempeñaba como secretario de la FACH;
Carlos Cáceres, Comandante de Escuadrilla (r) piloto,
Gonzalo Pérez Canto, Comandante de Escuadrilla (r) piloto,
Alvaro Gutiérrez, Capitán de Bandada (r) piloto,
Víctor Mettig, Capitán de Bandada (r) piloto,
Juan Carlos Sandoval, Teniente (r)
Franklin Bello, Teniente (r)
Juan Norambuena, Suboficial (r)
Hugo Lizana, Sargento de Aviación (r)
Humberto Berg Fontecilla, Coronel médico de la FACH (r)
Sergio Sanhueza López, Coronel Ingeniero
Javier Lopetegui Torres, Coronel (r) piloto
Carlos Godoy Avendaño, Comandante de Grupo (r) piloto
por Alfredo Peña
Nuevo libro trata la vida Juan Soler Manfredini primer Intendente de la Décima Región
Fuente :osornoenlared.cl, 13 de Junio 2023
Categoría : Prensa
Una avenida que une el centro de Puerto Montt con el balneario de Pelluco y un colegio en la comuna de Cochamó llevan su nombre, pero ¿Quién era Juan Soler Manfredini?.
Esto es lo que quiere responder en este nuevo libro el antropólogo y Magister en Ciencias Sociales Wladimir Soto Cárcamo que trata vida del General de Brigada Aérea Juan Soler Manfredini (1927-1977) quien sería el primer Intendente Regional de la Décima Región de Chile.
En la presente investigación se pretende describir su trayectoria profesional, su respaldo al golpe de estado de 1973, su participación activa en la dictadura en la represión de miembros de la Fuerza Aérea.
Posteriormente se describe su llegada el 12 de febrero de 1974 a la Comandante ALA 5, Intendente de Llanquihue y Comando CAJSI, Tercera Brigada Aérea, así como las funciones que cumplió hasta su llegada a la Intendente Regional Décima Región ocupación que realiza hasta que una grave enfermedad lo llevó a la muerte.
Asimismo, se presentarán varios casos en la Provincia de Llanquihue de violaciones de derechos humanos cometidas durante su gestión.
El presente libro se ha desarrollado después de años investigando en el Archivo Nacional, Biblioteca Nacional, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago, archivo virtual Vicaria de La Solidaridad, Museo Juan Pablo II de Puerto Montt, archivos judiciales recientemente publicados.
Biografía del autor
Wladimir Roberto Soto Cárcamo nació el 18 de enero de 1974 en Puerto Montt. Es antropólogo, titulado en la Universidad Austral de Chile. Posteriormente curso postgrado en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (ARCIS), obteniendo el grado de Magister en Ciencias Sociales.
Ha publicado numerosos artículos y trabajos literarios en publicaciones de la Región de los Ríos y los Lagos como la revista “palabras de mujer” de Valdivia, “ Meliwaren” de Puerto Montt y “ Araña gris” de Calbuco, en el Diario el Llanquihue y los diarios electrónicos El gong, ambitosur.com y guardiandelsur.cl de Puerto Montt. También ha estado presente en Rebelión.org sitio web internacional con un trabajo titulado “Pampa Irigoin, 1969: claves de una masacre” el cual fue publicado el 2008.
El año 2003 una investigación de este autor titulada “Fuentes para el estudio de las culturas indígenas entre el Río Bueno y el Canal de Chacao (1544 – 1767)” salió publicada en el libro del Primer Congreso de historia de Puerto Montt, editado por la Universidad de Los Lagos en 2003.
Rol Nº 2182-1998: Episodio Torturas Ramón Pavez y otros
Fuente :Poder Judicial, 13 de Diciembre 2017
Categoría : Prensa
DÉCIMO CUARTO: Que los acusados si bien se reconocen cumpliendo funciones al interior de la Base Aérea El Bosque a la fecha de los hechos, en distintas unidades, han negado tener participación directa en los hechos investigados y alegan desconocer a las víctimas.
Así es como el procesado Eduardo Cartagena Maldonado reconoce a la fecha de los hechos haber cumplido funciones en el Departamento de Inteligencia de la Guarnición de la Base Aérea El Bosque y que dentro de sus funciones estuvo la confección de fichas de detenidos, efectuar labores operativas relacionadas con verificación de denuncias, vigilancias y detenciones. Reafirma la presencia de detenidos en un Hangar al interior de la Base Aérea, y la existencia además de un sector especialmente habilitado para los interrogatorios y tortura de los detenidos, y dentro de éstas últimas labores reconoce la participación entre otros del Director de la Escuela de Especialidades y un oficial de apellido Miittig, lo que le consta por cuanto estas personas eran quienes les solicitaban las fichas de los detenidos, donde se contenía información sobre su individualización, datos personales, militancia, cargo, incautaciones y un resumen de su interrogatorio. Refiere haber presenciado un interrogatorio, practicado a un detenido, donde se le castigó mediante golpes, y que le consta de oídas por comentarios, que además se utilizaba corriente eléctrica como medio para obtener respuestas de los detenidos. Señala que el Jefe del Departamento de Inteligencia, era Renato del Campo Santelices.
Que si bien, carece de antecedentes referidos a los querellantes Ramón Pavez Casanova y Patricio Rivera Cornejo, dicha omisión la explica por la cantidad de detenidos que ingresaban al lugar (ratificado por los dichos de José Manuel Tapia Maluenda de fojas 325) lo que imposibilitaba que pudiera tener claridad y recordar sus nombres, pero no niega, sino que más bien reafirma, los vejámenes, malos tratos, crueles inhumanos y degradantes a los que éstos eran sometidos por personal de la Base Aérea El Bosque, toda vez que da cuenta de la creación de un sistema de control establecido para ello, a cargo de un alto oficial, con personal, recursos y medios para dicho fin.
De esta manera obran en su contra, además de sus dichos y el relato de sus funciones específicas, las conclusiones expuestas en los informes policiales de fojas 47 y siguientes donde se señala que efectivamente en la Base Aérea El Bosque dependiente de la Fuerza Aérea de Chile, a la fecha de los hechos, llegaron personas detenidas tanto mujeres como hombres, las que eran dejadas en el gimnasio de dichas dependencias, para posteriormente ser ingresadas a otras oficinas y ser sometidas a sesiones de interrogatorios; los informes Policiales de fojas 56 y siguientes y de fojas 503 y siguientes, que basado en las declaraciones de los entrevistados, todos ellos pertenecientes al Servicio de Inteligencia (SIFA), establece la existencia de un procedimiento para confeccionar las tarjetas con antecedentes de las personas que eran detenidas e ingresadas al interior de la Base Aérea El Bosque (dichos de Lionel Darío Paredes Lazcano de fojas 318, 325 y 355, y de Renato Miguel Kaplán Puga de fojas 322 y 372) además de la existencia de detenidos e interrogatorios al interior del hangar perteneciente a la Escuela de Especialidades o en una sala contigua, y que los Oficiales a cargo de los interrogatorios y detenciones serían el Director de la Escuela de Especialidades, identificado como Soler Manfredinni y otros, y que si bien era el General Mario Viveros Ávila el encargado de instruir las órdenes de investigar, detenciones, patrullajes, las aprehensiones eran ejecutadas por el personal de la Escuela de Especialidades a cargo del Coronel de apellido Gómez, siendo encargado del campo de prisioneros el general Juan Soler Manfredini. Se reafirma además una oficina ocupada por personal de la policía de investigaciones, por el Director de la Escuela de Especialidades y otros funcionarios del Departamento de Inteligencia, al que ha reconocido pertenecer el acusado Cartagena Maldonado, como el lugar donde se practicaban los interrogatorios bajo tortura, y que además se ratifica en el informe policial de fojas 168 donde se lo identifica como uno de los funcionarios que se desempeñaron en la Base Aérea El Bosque realizando interrogatorios (refrendado ello con la declaración José Manuel Tapia Maluenda de fojas 450 y 490) y torturas a los detenidos, y principalmente en el Informe Policial de fojas 470, que en base a sus dichos aporta la estructura del Departamento de Inteligencia de la Guarnición de la Base Aérea El Bosque.
Debe también indicarse en apoyo de las funciones de interrogadores que el Departamento II tuvo, los dichos de uno de sus integrantes a partir del año 1974, Carlos Vicente Neculman Calfumil de fojas 543, quien si bien describe estas funciones en una época posterior pero muy alejada de la investigada, precisa que ellas abarcaron necesariamente los interrogatorios de los detenidos que llegaban al recinto, cumpliéndolas físicamente en un gimnasio de la Escuela de Especialidades donde se mantenía a los detenidos y en unas oficinas ubicadas a unos 30 metros del anterior.
De esta manera su participación en los hechos aparece fundada en su pertenencia a un organismo de Inteligencia, encargado de la confección de fichas y del interrogatorio de aquellas personas que ingresaban detenidas a la Base Aérea, lo cual supone el estricto y cabal conocimiento de las acciones que dicho organismo tuvo con ellos, de las labores operativas desplegadas y de la represión que sus opositores tuvieron a través de los procedimientos que se emplearon para obtener información y antecedentes, y todo ello permite adquirir la plena convicción a este sentenciador que le ha correspondido una participación de autor en el delito investigado de aplicación reiterada de tormentos previsto y sancionado en el artículo 150 Nº 1 y Nº2 del Código Penal, cometido en las personas de Patricio Mario Rivera Cornejo y Ramón Daniel Pavez Casanova, en los meses de septiembre y octubre de 1973, respectivamente, ocurridos al interior de la Base Aérea El Bosque, en esta ciudad, ya que en su calidad de encargado de la confección de fichas de los detenidos como integrante del Departamento de Inteligencia, tuvo acceso y conocimiento del paso de los detenidos por el lugar, cooperó en la utilización de métodos y procedimientos basados en el ejercicio de fuerza fisica y psicológica en su contra, recopilando los antecedentes obtenidos en los interrogatorios y presenció las torturas a las que eran sometidos