Rut:
Cargos: Capitán de ejercito
Grado : Capitán
Rama : Ejército
Fuente :Recibido por Memoriaviva el 28 de abril de 2004
Categoría : Otra Información
En la lista de criminales he buscado a Ricardo Manríquez Pearson, que fue Jefe del servicio de Inteligencia en la Guarnición 19 de Colchagua, San Fernando. Este individuo no aparece en su lista y es el responsable directo de la desaparicion hasta ahora de Justino Vásquez, profesor y concejal (regidor) al tiempo del golpe militar. El "capitán Manríquez" lo hizo detener y posteriormente desapareció. También el es responsable directo de la muerte de Archivaldo Morales, un artista y Periodista de San Fernando (El Guerrillero), a el se le aplico Pentotal durante la tortura y sufrió un infarto cardiaco momentos mas tarde y fui testigo de verlo en terribles condiciones momentos antes de su muerte. También el "capitán Manríquez torturo y detuvo a muchísimas otras personas . El me torturo personalmente, física y sicológicamente, además de amedrentar a mis amigos, familia, vecinos y compañeros y luego me condeno a muerte junto a otros 4 presos políticos de la zona. Posteriormente se jacto ante nosotros .." de habernos salvado de la muerte a manos de la Caravana de la muerte ".. .. de Arellano Stark. Actualmente este asesino ha sido nombrado Cónsul en Honduras . ( ver La nación del 12 de Abril 2004) A el se le sigue un juicio en San Fernando hoy, por el desaparecimiento de Justino Vásquez por favor quisiera que le incluyera en la lista, porque además, vienen otros juicios contra el por otras muertes en San Fernando y Santiago.
Fraternalmente Héctor Fuentes , periodista y profesor (Londres) ,
gracias de antemano.
CÓNSUL DE CHILE EN HONDURAS "INCULPADO" EN CASO DE DESAPARECIDO
Fuente :La Nación, 12 de abril de 2004
Categoría : Prensa
El diplomático se desempeñó en 1973 en San Fernando como jefe de Inteligencia Militar de la zona y jefe de Investigaciones, y reconoce que ordenó "un considerable número de detenciones".
El martes 20 de noviembre de 1973 la ciudad de San Fernando amaneció con la tranquilidad aparente de aquellos días soleados en provincia, donde todo parecía normal, pero no lo era. La cárcel ya estaba atestada de detenidos políticos. Como todos los días laborales, el maestro Justino Vásquez Muñoz se levantó al despuntar el alba para tomar el automotor de las 7:30 en el que viajaba unos siete kilómetros para llegar a la escuela pública de Polonia donde enseñaba. Su labor de maestro la alternaba con la política: era regidor por San Fernando electo por el Partido Socialista; secretario provincial de la Central Unica de Trabajadores; y había sido el secretario regional del PS, en los meses convulsionados cuando el Presidente Allende requería más que nunca el apoyo de los partidos de la UP, a esa altura ya irremediablemente dividida en dos opciones estratégicas irreconciliables.
La misma mañana en el regimiento de Infantería de Montaña Nº19 "Colchagua" en San Fernando, el capitán Ricardo Manríquez Pearson, desde muy temprano, alternaba sus tareas entre la Sección II de Inteligencia del Ejército en la zona, y su cargo como flamante jefe del cuartel de la Policía Civil de Investigaciones en la ciudad. El Ejército había intervenido a esa institución e instaló allí al capitán Manríquez, para dirigir la represión y ordenar las detenciones de quienes eran considerados peligrosos o subversivos.
Ese día el profesor Vásquez no llegó a la escuela de Polonia y desapareció para siempre. El funcionario de Investigaciones de San Fernando Carlos Yánez Campos, le dijo esa misma mañana a la esposa del maestro Vásquez, Tania González, que la orden de detención emanó del capitán Manríquez. Le explicó que ese día 20 de noviembre él tenía la orden de detenerlo para llevarlo "al Servicio de Inteligencia Militar a las 11 horas. El SIM está a cargo del capitán Manríquez Pearson", informó a la esposa. Pero Yánez se disculpó con ella diciéndole que cuando llegaron esa mañana a la casa ya su esposo no estaba y no alcanzaron a detenerlo en la estación de ferrocarriles, antes de que tomara el tren. Le dijo que no lo hallaron más.
El capitán Manríquez, en retiro del Ejército desde hace años, es hoy funcionario de la Cancillería chilena, diplomático "de carrera" como él mismo se define, y actualmente es el cónsul general de Chile en Honduras, radicado en la capital Tegucigalpa. Su cargo aparece confirmado en la página electrónica de la Cancillería. En una fotografía del 20 de noviembre de 2003 publicada en el diario El Heraldo de Tegucigalpa, que acompaña esta crónica, el capitán (R) Manríquez aparece posando junto a la nueva embajadora de Chile en Honduras, la ex intendenta y gobernadora Silvia Correa (DC).
Ordenó detenciones
Hace unos días el capitán (R) Manríquez debió viajar a Chile para declarar por segunda vez ante la jueza Sofía Adaros Riveros, del Primer Juzgado de Letras de San Fernando, donde se instruye la querella por secuestro y desaparición interpuesta en 1979 por la esposa del ex regidor.
En el proceso, varios funcionarios de la policía civil identifican al capitán Manríquez a cargo de ordenar en ese tiempo las detenciones en la ciudad y zonas cercanas, lo que el mismo Manríquez no le ocultó a la jueza Adaros.
"Dentro de mis cargos militares estaba a cargo de la Sección II de Inteligencia (…) Algunos días con posterioridad al 11 de septiembre de 1973, pudo ser el 15 de septiembre, recibí la orden del Comandante de la Guarnición de hacerme cargo de la Comisaría de la Policía de Investigaciones de San Fernando (…) Respecto de la persona que se me consulta de nombre Luis Justino Vásquez Muñoz, debo manifestar que no recuerdo ninguna circunstancia vinculada a esta persona. Pero es posible que en cumplimiento de mis funciones como jefe de Investigaciones, haya firmado una orden ejecutiva para que el personal de Investigaciones detuviera a la mencionada persona (…) Durante mi jefatura firmé considerable número de tales órdenes", reconoció el capitán-cónsul a la magistrada.
Cifras
De acuerdo a la información consolidada de la Fundación Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad, basada en el Informe Rettig y el complementario, Justino Vásquez aparece, hasta ahora, como el único desaparecido de la VI Región, pero se registran nueve ejecutados.
"El capitán Manríquez me mandó a la tortura"
Pero más allá de las decenas de funcionarios de la Policía Civil que en el proceso admiten que trabajaron bajo las órdenes del capitán Manríquez, entre ellos además de Carlos Yánez, Mario Ubilla Muñoz; el subcomisario (R) Muñoz Cartes; José Valladares Salazar; y el comisario Plutarco Garrido quien agregó en su declaración que "Manríquez estaba a cargo de lo antisubversivo", es el suboficial (R) de Ejército Francisco Marín González que trabajó bajo el mando de Manríquez en la Sección II de Inteligencia en San Fernando, quien hace la descripción más clara de su capitán.
Dijo el suboficial (R) a la jueza que "de lo de Vásquez me enteré cuando en la guardia el policía Yánez con otro le informaron al capitán Manríquez Pearson que no lo pudieron encontrar para detenerlo". Sin embargo, existen testigos que esa mañana vieron a "cuatro individuos de civil" que "interceptaron al profesor Vásquez y lo hicieron subir a un automóvil blanco".
El suboficial (R) agrega: "mi capitán Manríquez era violento, era un experto karateca. Cuando llegó Castro Souriten (otro oficial) le puso límites a mi capitán".
El ex prisionero en San Fernando José Madariaga Céspedes es más directo: en su libro "Tal como soy" acusa que el capitán Manríquez, luego de conversar con él estando detenido, ordenó que lo torturaran.
El ex detenido de San Fernando Pedro Videla Hormazábal, declaró en el juicio que el carabinero de esa ciudad Carlos Becerra Herrera, le dijo un día que al profesor Vásquez "lo tiraron al mar en Pichilemu".
Revisado el Informe de las Fuerzas Armadas sobre el destino de 200 desaparecidos a raíz de la Mesa de Diálogo de Derechos Humanos, si bien entre 151 detenidos arrojados al mar no aparece el profesor Vásquez, sí figuran 17 lanzados al "mar Pichilemu".
Nuestro hombre en Honduras
Fuente :La Nación, 2 de Mayo 2004
Categoría : Prensa
Con la noticia publicada el 12 de abril en La Nación un escalofrío recorrió a numerosos chilenos que fueron víctimas de tortura en los primeros meses tras el golpe militar. El entonces capitán de Ejército Ricardo Manríquez fue ubicado por LND hace un mes cuando se desempeñaba como cónsul general de Chile en Honduras.
En San Fernando y sus alrededores, los ex prisioneros políticos revivieron los tormentos, aplicados a veces con sus propias manos, y al leer la información sobre su paradero sintieron “repugnancia”. Rápidamente se movilizaron y redactaron una carta para el Presidente Ricardo Lagos, la que firmaron todos los partidos de la Concertación de la VI Región. Se la entregaron en sus manos en una ceremonia en Rancagua.
En el texto recordaron la crueldad que sufrieron “bajo las órdenes de este repugnante personaje”. Le solicitaron que dispusiera las “medidas necesarias para impedir que un torturador como el capitán (R) Ricardo Manríquez Pearson, continúe representando a nuestro país en Honduras, o en otro cargo de representación diplomática”.
Otras víctimas suyas comenzaron a enviar a La Nación correos electrónicos denunciándolo desde el extranjero, o mandaron cartas al director. Manríquez, que hoy tiene el grado de mayor en retiro, fue llamado por el gobierno para regresar a Chile. Se le quitó su calidad de cónsul general y se le ordenó ponerse a disposición de la justicia en San Fernando por el caso del detenido desaparecido Justino Vásquez Muñoz. También por las torturas de las que le acusan sus víctimas. “Ya no es cónsul y su carrera en esta Cancillería está acabada”, admitió un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Sin embargo, “el nazi” Manríquez, como lo recuerdan los ex prisioneros con su tez blanca y sus grandes orejas, sigue teniendo la calidad de diplomático “sin destinación” y continúa recibiendo sueldo del Estado. Su historia aparece justo ahora que el gobierno está recopilando sucesos del horror a través de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y la Tortura. En el consulado de Chile en la capital Tegucigalpa dijeron a LND que Manríquez “estaba afuera” y que “no sabemos cuando regresa”.
Manríquez fue después del golpe el jefe de la inteligencia militar en la provincia de Colchagua adscrito al regimiento de San Fernando, y como tal fue también interventor de la Policía de Investigaciones en esa ciudad. A poco andar, su fama de violento y cruel cundió en la zona y comenzó a ser temido.
Después de tres décadas
El viernes de la semana pasada, un grupo de víctimas de Manríquez Pearson se reunieron en la gobernación de San Fernando en una sesión para la cual habían esperado 30 años. Uno a uno fueron revelando a LND la historia del diplomático torturador. A veces recibía a los prisioneros en tenida de parada y con guantes, mientras en las manos golpeaba una fusta. El campesino Manuel Lorca Zamorano cayó en sus manos una noche poco después del 11. El capitán Ricardo Manríquez Pearson ordenó que lo desnudaran y lo amarraran a una silla. Lorca ya había sido sometido por él a electricidad y golpes. Pero esta vez Manríquez varió el método. Sus hombres retiraron la base de la silla y Lorca quedó sentado desnudo, con sus nalgas al descubierto. Entonces le metieron un fierro por el ano y activaron la corriente. Lorca aulló de dolor. Le quemaron el conducto anal.
Días después el capitán lo fue a buscar a la cárcel donde lo habían trasladado. Lo llevó a la oficina del alcaide y le dijo “mira h…, mejor pásate a nuestro lado y te va a ir bien”. Lorca, hombre duro, se negó. Manríquez se enrabió, tomó carrera, y corriendo hacia él saltó y le lanzó una patada de karateca que lo hizo revolcarse en el suelo por la violencia y el dolor. “Volvió a repetir lo mismo varias veces. Yo no podía más”, recuerda. No sabiendo más qué hacer, el capitán lo desafió a que se defendiera. “¡Pelea conche…, pelea!”, le ordenó. Pero Lorca no resistía el dolor tirado en el suelo. Botando sangre por todas partes, esa noche decidió morir. A solas en una celda, azotó fuertemente su cabeza contra el muro repetidas veces hasta quedar inconsciente. Pese a todo, sobrevivió. Al llegar a esa parte del relato, Lorca se quiebra, no puede seguir hablando y larga el llanto. En la sala donde se ha juntado con otras víctimas se hace un pesado silencio. Mira encima de la mesa la foto de Manríquez, de terno y corbata como cónsul general de Chile en Honduras, publicada por La Nación y no esconde su frustración: “Si la democracia es así, premiando asesinos, prefiero una dictadura donde al enemigo lo tengo al frente”.
Después de varias operaciones en Francia, el daño físico de la tortura le fue sanado. Hoy, a los 65 años, lleva una vida normal, pero sigue marcado por las manos del capitán.
Con guantes
El tornero Bernardo Mella Dinamarca fue detenido en Peralillo el 18 de septiembre del 73. Esa noche lo golpearon duramente en la comisaría de Santa Cruz, donde también había personal de Ejército. Perdió la conciencia y despertó en una cama. Ante sus ojos apareció un oficial de Ejército de tez blanca y orejas grandes, vestido en tenida de combate. “Te vamos a poner una inyección h… pa’ que no sufrai’ y empecís’ a hablar”, le advirtió a Mella. Era el capitán Manríquez, jefe de inteligencia de la zona de Colchagua y a cargo de la suerte de los prisioneros políticos. Su fama ya estaba cundiendo. A Mella le inyectaron el brazo y se durmió.
Días después, en el regimiento de San Fernando volvió a ver a Manríquez. “Me llevaron en la noche a una sala y ahí a cara descubierta vi al capitán Manríquez de uniforme de parada, con guantes, y una fusta que blandía en las manos. Me dijo mira conche… te estai’ yendo por las ramas, pero yo se que sabís’ mucho más y me lo vai’ a contar. Si no, te vamos a llevar a dar una vueltecita en helicóptero”, rememora Mella. Muchos años después, Mella supo que desde los helicópteros el Ejército lanzó cientos de cuerpos de detenidos al mar. Pero el prisionero no contestó lo que Manríquez le preguntaba, por armas, planos y el recurrente Plan Zeta. “Entonces me desnudaron y me amarraron a un sillón. Manríquez seguía preguntando. De repente me soltaron la corriente y sentí que la cabeza me explotaba. Manríquez ordenaba que me torturaran y seguía preguntando. Esto me ocurrió dos a tres veces por semana por un tiempo en el regimiento”, relata todavía angustiado Mella.
“Yo no sé hasta dónde la especie humana puede degradarse tanto. Es una indignación tan grande saber que ahora esté instalado como cónsul, y todavía los que fuimos sus víctimas ayudamos a pagarle el sueldo. Tengo mucha rabia. El gobierno tiene que sacarlo de ahí”, dice Bernardo Mella.
El “teléfono”
Juan Cucumides Argomedo, ex regidor socialista, es otro de los ex prisioneros que acusa al cónsul Manríquez. A medida que avanza en su relato, el ambiente en la sala de la gobernación de San Fernando se torna angustiante. Todos estaban inquietos porque nunca habían contado con tal nivel de detalles el dolor sufrido, ni menos para que todo aquello fuera publicado.
Pero fue la irrupción del capitán, investido como diplomático de carrera, lo que los movió a contar la pesadilla que vivieron hace 30 años.
El hombre de los guantes está imputado en el proceso por la desaparición del profesor Justino Vásquez Muñoz. En esa investigación la jueza de San Fernando Sofía Adaros lo ha interrogado en los últimos meses. Manríquez no negó a la jueza haber ordenado la detención de muchas personas, como jefe de inteligencia e interventor de la policía de Investigaciones.
Cucumides tiene 68 años y perdió un oído. Mejor dicho, se lo destruyeron las torturas ordenadas por el capitán Manríquez. “Cuando entré a la sala él estaba sentado encima de una mesa jugando con una pistola. Me hizo unas preguntas y como no se las respondí, ordenó: “¡ya, venden a este h…!”.
Cuenta que después de eso comenzaron a darle golpes y descargas de electricidad. “Manríquez estaba presente. Escuchaba su voz que seguía preguntando. En un momento ordenó que me aplicaran el teléfono. Con ambas palmas de las manos abiertas, comenzaron a darme golpes en los oídos. Eso me hizo perder un oído. A mi Manríquez me dio muy duro, y fueron varias veces”, acusa.
Un libro
Al encuentro con La Nación acudieron también José Antonio Guzmán, Marcolín López Chaparro, Renato Vera Moreno, Gabriel Piña Salinas y Lautaro Plaza Plaza. Todos fueron víctimas del capitán Manríquez. López Chaparro perdió todos sus dientes delanteros con una golpiza y sesión de tortura en el regimiento, luego que Manríquez le dijo “mira h…, convenciste a los otros que no sabíai’ nada, pero a mí todavía no me convencís’”, y lo metió a la sala de tormentos.
Guzmán nunca olvidó que un día en la cárcel de San Fernando, el capitán Manríquez le mostró un libro que llevaba en la mano y le djo: “mira h…, mira el título de este libro”. El libro se llamaba Cómo Torturaron los Nazis.
Desde Winnipeg, Canadá, el ex prisionero Omar Rubio envió un correo electrónico recordando las brutalidades del cónsul. “Yo lo recuerdo con sus ojos azules de serpiente, chico, esmirriado, semi calvo, hábil funcionario, un hombre malo, ególatra”. Otro tanto hizo Ricardo Rementería desde Holanda. La noticia del “cónsul de la tortura” recorre el mundo, donde también se encuentran sus víctimas.
En el proceso por el secuestro y desaparición del profesor Justino Vásquez existen numerosas declaraciones de quienes fueron sus subordinados como interventor de la Policía de Investigaciones, que reconocen en el entonces capitán Manríquez como quien estaba a cargo de ordenar las detenciones y dirigir la represión en la zona. Entre ellos los funcionarios Carlos Yañez, Mario Ubilla, el subcomisario (R) Muñoz Cartes; José Valladares Salazar; y el comisario Plutarco Garrido, quien declaró a la jueza Sofía Adaros que “Manríquez estaba a cargo de los subversivos”.
Pero es el actual suboficial de Ejército retirado Francisco Marín González, alias “El Mono”, que trabajaba en la tortura directamente bajo las órdenes de Manríquez, quien proporcionó la versión más directa acerca de la personalidad de su jefe: “Mi capitán era violento, era un experto karateca. Cuando llegó Castro Souriten (otro oficial), le puso límites a mi capitán Manríquez”, testificó ante la jueza.
Los “ventaneros” y “Hamlet”
Manríquez forma parte del denominado grupo de los “ventaneros”, personas que entraron “por la ventana” a la Cancillería después del golpe militar, saltándose tanto las barreras de entrada como los escalones de ascenso regulares. Fueron cerca de 300 divididos entre civiles y ex militares, entre quienes se incluyó a numerosos oficiales del Ejército, Armada y Carabineros, que coparon ese ministerio asegurando el control de servicio exterior por parte del régimen. Manríquez Pearson ingresó con el grado de mayor de Ejército al cargo de primer secretario, saltándose tres escalones de una vez.
Ocurrido el golpe militar, unos 70 funcionarios fueron expulsados de la Cancillería considerados “no de confianza”. Entre ellos hubo 21 ministros consejeros; 5 consejeros; 6 primeros secretarios; 9 segundos secretarios; 13 terceros secretarios; y 16 funcionarios de menor jerarquía.
Días después del golpe, cuando el personal del ministerio se reintegró a sus labores, se encontraron con que varios de sus “colegas” usaban un brazalete de identificación igual al que por esos días empleaban los miembros de las Fuerzas Armadas para patrullar y detener en las calles. De acuerdo a la versión de un “Grupo Técnico” que en 1989 escribió el libro “Chile: La verdad sobre el Ministerio de Relaciones Exteriores durante el Gobierno Militar”, los de los brazaletes obligaron a estos 70 funcionarios “sospechosos” a formarse en el patio de Los Naranjos en La Moneda, y revisaron sus vestimentas y maletines. Les advirtieron que no podían salir del palacio donde entonces funcionaba la Cancillería sin previo aviso y justificación, y que al retirarse cada tarde debían mostrar sus objetos personales.
Según el libro, uno de quienes comandaba a los hombres de los brazaletes era Pedro Suckel Aguayo, actual encargado de negocios en la embajada de Chile en Perú, y una de las principales piezas de la red “Hamlet” de la Cancillería, que alimentó con información y documentos a Joaquín Lavín antes de las elecciones pasadas.
Junto al actual cónsul Manríquez ingresaron también como “ventaneros” los tenientes de la Armada Roberto Plaza Cañas y Roberto Cordero P.; el teniente de Ejército Marcelo Muñoz T.; y los civiles Juan Eduardo Burgos S., Juan Pablo Crisóstomo P., y Oscar A. Silva N., todos integrantes de “Hamlet”.
Nadie sabe quién echó a correr en San Fernando y alrededores el rumor de que “el capitán Manríquez”, como se le conoce y recuerda, había terminado internado en una casa locos y que poco después había muerto. Esto tranquilizó a sus víctimas y, en alguna medida, según coincidieron, se sintieron “reparados” con una muerte “del nazi” en esas condiciones. Estaban equivocados, el victimario había dejado su uniforme militar y lo había reemplazado por el clásico traje y corbata, propios de los diplomáticos. Hoy sigue vistiendo esa indumentaria.
PS pide expulsar a cónsul torturador
Fuente :La Nación, 3 de Mayo 2004
Categoría : Prensa
El PS solidarizó con las víctimas de torturas atribuidas al entonces capitán de Ejército asignado a cargo de inteligencia y como interventor de Investigaciones en 1973 en San Fernando.
Como “incomprensible e insano para la democracia”, calificó ayer el Partido Socialista la presencia del ahora ex cónsul de Chile en Tegucigalpa (Honduras), Ricardo Manríquez Pearson, como actual diplomático “sin destinación”, pese a estar involucrado en violaciones de los derechos humanos.
El secretario general de la colectividad, Arturo Barrios, junto con dos ex presos políticos y parientes de detenidos desaparecidos, exigió al gobierno actuar en contra de quien fuera jefe de la inteligencia militar en la provincia de Colchagua, después del golpe de 1973, adscrito al regimiento de San Fernando. Los hechos han sido denunciados por La Nación en dos recientes reportajes.
“El capitán Manríquez, a pesar de ser imputado y haber declarado como inculpado en casos de detenidos desaparecidos, sigue teniendo la calidad de diplomático y continúa recibiendo sueldo del Estado”, explicó Barrios.
Más aún, el dirigente dijo, con evidente molestia, que no basta con que Martínez haya sido destituido de su cargo en Honduras y traído a Santiago, sino que espera que la justicia actúe y Manríquez “vaya a la cárcel”.
El momento más emotivo de la rueda de prensa se vivió cuando dos ex presos políticos, José Antonio Guzmán y Bernardo Mella, recordaron entre lágrimas las crudas torturas que sufrieron en los centros de detención a cargo del cónsul.
“En el período en el que estuve en San Fernando, el capitán Manríquez era el jefe absoluto de la cárcel, de Investigaciones, que se paseaba por la escuela con las metralletas arengando a los estudiantes los días lunes y a viva voz gritaba lo que había que hacer”, dijo Guzmán, mientras que Mella señaló que el mayor (R) dirigía los “macabros” interrogatorios.
También relataron sus experiencias Fernando Vázquez, hijo del detenido desaparecido Justino Vázquez, y Ruth Morales, hija del preso político Archibaldo Morales, quien sostuvo que Manríquez fue quien allanó su casa cuando se produjo la detención de su padre.
“Con dolor y rabia”
Al hacerse públicas las denuncias en contra del cónsul de Chile en la capital de Honduras, la Cancillería optó por llamarlo de regreso a Santiago, dejándolo en un limbo respecto de futuras destinaciones. A juicio del PS, en todo caso, “no es posible que en una democracia, en un gobierno de transición, haya personas que cumplen servicios en el exterior y que son reconocidos violadores de los derechos humanos en nuestra patria. Esas personas deben estar en la cárcel, y lo decimos con fuerza, con dolor y con rabia”, afirmó Arturo Barrios.
PS pide expulsar a cónsul torturador
Fuente :La Nación, 3 de Mayo 2004
Categoría : Prensa
El PS solidarizó con las víctimas de torturas atribuidas al entonces capitán de Ejército asignado a cargo de inteligencia y como interventor de Investigaciones en 1973 en San Fernando.
Como “incomprensible e insano para la democracia”, calificó ayer el Partido Socialista la presencia del ahora ex cónsul de Chile en Tegucigalpa (Honduras), Ricardo Manríquez Pearson, como actual diplomático “sin destinación”, pese a estar involucrado en violaciones de los derechos humanos.
El secretario general de la colectividad, Arturo Barrios, junto con dos ex presos políticos y parientes de detenidos desaparecidos, exigió al gobierno actuar en contra de quien fuera jefe de la inteligencia militar en la provincia de Colchagua, después del golpe de 1973, adscrito al regimiento de San Fernando. Los hechos han sido denunciados por La Nación en dos recientes reportajes.
“El capitán Manríquez, a pesar de ser imputado y haber declarado como inculpado en casos de detenidos desaparecidos, sigue teniendo la calidad de diplomático y continúa recibiendo sueldo del Estado”, explicó Barrios.
Más aún, el dirigente dijo, con evidente molestia, que no basta con que Martínez haya sido destituido de su cargo en Honduras y traído a Santiago, sino que espera que la justicia actúe y Manríquez “vaya a la cárcel”.
El momento más emotivo de la rueda de prensa se vivió cuando dos ex presos políticos, José Antonio Guzmán y Bernardo Mella, recordaron entre lágrimas las crudas torturas que sufrieron en los centros de detención a cargo del cónsul.
“En el período en el que estuve en San Fernando, el capitán Manríquez era el jefe absoluto de la cárcel, de Investigaciones, que se paseaba por la escuela con las metralletas arengando a los estudiantes los días lunes y a viva voz gritaba lo que había que hacer”, dijo Guzmán, mientras que Mella señaló que el mayor (R) dirigía los “macabros” interrogatorios.
También relataron sus experiencias Fernando Vázquez, hijo del detenido desaparecido Justino Vázquez, y Ruth Morales, hija del preso político Archibaldo Morales, quien sostuvo que Manríquez fue quien allanó su casa cuando se produjo la detención de su padre.
“Con dolor y rabia”
Al hacerse públicas las denuncias en contra del cónsul de Chile en la capital de Honduras, la Cancillería optó por llamarlo de regreso a Santiago, dejándolo en un limbo respecto de futuras destinaciones. A juicio del PS, en todo caso, “no es posible que en una democracia, en un gobierno de transición, haya personas que cumplen servicios en el exterior y que son reconocidos violadores de los derechos humanos en nuestra patria. Esas personas deben estar en la cárcel, y lo decimos con fuerza, con dolor y con rabia”, afirmó Arturo Barrios.
Cónsul vende sus cosas para volver
Fuente :La Nación, 4 de Mayo 2004
Categoría : Prensa
El ministro consejero y hasta hace pocos días
Cónsul general de Chile en Honduras, mayor (R) de Ejército Ricardo Manríquez Pearson, está vendiendo algunas de sus cosas para regresar a Chile en los próximos días.
Fuentes diplomáticas en Tegucigalpa dijeron a La Nación que la noticia de su pasado torturador después del golpe militar, “cayó como un misil” en ese país. Manríquez aparece hoy, afirman las fuentes, “como un diplomático muy caballero y servicial”.
El cargo que hasta hace poco ocupó no era menor, porque en su calidad de ministro consejero, último escalafón en la Cancillería, era el segundo de la embajada, y fue quien cumplió esas funciones subrogantes. “Necesita plata, por eso está vendiendo sus cositas”, dijo una fuente diplomática desde Honduras.
Si bien la fecha de su regreso al país no está determinada aún, en la Cancillería afirman que “es un hecho que vuelve porque ya se le pidió el cargo”. Sin embargo, el ministro del Interior José Miguel Insulza afirmó ayer que a Manríquez no se le puede echar de la Cancillería “porque goza de inamovilidad por ser funcionario de planta”, gracias a una de las “leyes de amarre de la dictadura”. Precisamente, la que protege al “nazi” Manríquez como lo recuerdan sus víctimas en San Fernando y alrededores, es una de las últimas dictadas por el régimen militar que impide sacar del servicio público a quienes fueron sus funcionarios de confianza. “No sabíamos que era un torturador, pero sí sabíamos que provenía de los ventaneros”, dijo el ministro Insulza en una entrevista en Radio Chilena.
De esta manera, cuando el mayor (R) Manríquez regrese, seguirá como “diplomático sin destinación”, y nadie sabe todavía en la Cancillería donde lo ubicarán, porque, según agregó Insulza, no se puede no seguir pagándole el sueldo.
Mientras tanto, en San Fernando sus víctimas afinan los detalles para interponer una querella por torturas en contra de Ricardo Manríquez, a quien en la zona daban por muerto en una casa de locos. Sólo se enteraron que estaba vivo y que ahora era un “diplomático”, cuando La Nación publicó el 12 de abril pasado la primera información sobre su actual paradero y cargo en Honduras. La segunda nota aparecida anteayer en La Nación Domingo, produjo profundo impacto por el contenido de los testimonios de quienes fueron sus víctimas en el regimiento “Colchagua” en San Fernando, en el cuartel de la Policía de Investigaciones de esa ciudad, y en la cárcel pública.
El hombre que tenía en sus manos el destino de los prisioneros políticos en la provincia de Colchagua como jefe de Inteligencia Militar, y que a veces los recibía en uniforme de parada y de guantes para ordenar y aplicar él mismo los tormentos, está imputado por la desaparición del profesor Justino Vásquez Muñoz. La jueza de San Fernando Sofía Adaros continúa con la investigación en la cual Manríquez ya declaró, admitiendo haber dictado “numerosas” órdenes de detención.
Comisión dd.hh.
La presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, diputada PPD Laura Soto, afirmó que presentará el caso del diplomático Manríquez a esa comisión para que “pida los antecedentes a la Canciller, porque una persona así no puede seguir como diplomático”.
La diputada dijo que “lo que corresponde es que sea la comisión como tal la que se involucre en este caso, que nos parece de la máxima gravedad”.
RELATO DE UNA VICTIMA DE RICARDO MANRÍQUEZ PEARSON
Categoría : Otra Información
El campesino Manuel Lorca Zamorano cayó en sus manos una noche poco después del 11. El capitán Ricardo Manríquez Pearson ordenó que lo desnudaran y lo amarraran a una silla. Lorca ya había sido sometido por él a electricidad y golpes. Pero esta vez Manríquez varió el método. Sus hombres retiraron la base de la silla y Lorca quedó sentado desnudo, con sus nalgas al descubierto. Entonces le metieron un fierro por el ano y activaron la corriente. Lorca aulló de dolor. Le quemaron el conducto anal.
Días después el capitán lo fue a buscar a la cárcel donde lo habían trasladado. Lo llevó a la oficina del alcaide y le dijo “mira h…, mejor pásate a nuestro lado y te va a ir bien”. Lorca, hombre duro, se negó. Manríquez se enrabió, tomó carrera, y corriendo hacia él saltó y le lanzó una patada de karateca que lo hizo revolcarse en el suelo por la violencia y el dolor. “Volvió a repetir lo mismo varias veces. Yo no podía más”, recuerda. No sabiendo más qué hacer, el capitán lo desafió a que se defendiera. “¡Pelea conche…, pelea!”, le ordenó. Pero Lorca no resistía el dolor tirado en el suelo. Botando sangre por todas partes, esa noche decidió morir. A solas en una celda, azotó fuertemente su cabeza contra el muro repetidas veces hasta quedar inconsciente. Pese a todo, sobrevivió.
Al llegar a esa parte del relato, Lorca se quiebra, no puede seguir hablando y larga el llanto. En la sala donde se ha juntado con otras víctimas se hace un pesado silencio. Mira encima de la mesa la foto de Manríquez, de terno y corbata como cónsul general de Chile en Honduras, publicada por La Nación y no esconde su frustración: “Si la democracia es así, premiando asesinos, prefiero una dictadura donde al enemigo lo tengo al frente”.
Después de varias operaciones en Francia, el daño físico de la tortura le fue sanado. Hoy, a los 65 años, lleva una vida normal, pero sigue marcado por las manos del capitán.