Larraín Larraín Ramón

Rut:

Cargos: Comandante del Campo de Prisioneros de Pisagua

Grado : Teniente Coronel

Rama : Ejército


Extracto de la declaracion del doctor Alberto Neumann, ex prisionero de Pisagua

Fuente :Poder Judicial, 1 de Junio de 1990

Categoría : Prensa

En la Cárcel de Pisagua, a nuestra llegada, ya se encontraban prisioneros provenientes de Iquique y de otros lugares de la zona Norte.

Al llegar a Pisagua la Armanda nos dejó bajo la responsabilidad del Ejército, institución que estaba al mando de la Cárcel. Debo agregar que la población penal de la Cárcel como los habitantes de Písagua habían sido evacuados, de tal forma que la totalidad de la localidad era zona militar,

… En el mencionado recinto penal, los prisioneros nos encontrábamos hacinados, porque el espacio físico era insuficiente para ello.

Permanecí privado de libertad en ese lugar hasta fines del mes de Octubre del año 1973, época en la cual fui trasladado en conjunto con un grupo de 3 detenidos a Valparaíso. Debo agregar que este grupo estaba compuesto de 3 médicos que éramos de Valparaíso. En el último período de permanencia en Pisagua, los médicos fuimos instalados en celdas separadas del resto de los prisioneros y estabamos encargados de la atención médica de los presos políticos, utilizando la oficina de la enfermería de la Cárcel para tales efectos.

El día 29 de Septiembre de 1973 a la hora de almuerzo en el momento en que los presos salíamos al patio de la Cárcel a comer, el jefe militar del centro de detenidos Teniente Coronel Ramón Larraín Larraín, se dirigió a nosotros diciéndonos que llegarían más presos, porque no se escaparía ninguno, refiriéndose a militantes o personas de izquierda y que para ello era necesario hacer algunos trabajos de carpintería y otros similares, solicitando voluntarios entre los presos para hacer esas tareas. Se ofrecieron muchos voluntarios, porque para los presos poder hacer algún trabajo era un alivio a las inhumanas condiciones en que estábamos. Entonces el Teniente Coronel Larraín escogió a seis: Marcelo Guzmán, Nolberto Cañas, Michael Nash, Juan Calderón, Luis Lizardi y Juan Jíménez. Los seis prisioneros mencionadas eran de acá del Norte y habían sido detenidos por el Ejército.

Esa noche el Comandante Larraín nos informó que los 6 prisioneros mencionados habían tratado de escapar y como consecuencia de ello se les habían dado muerte. Agregó que el detenido Michael Nash fue él que logró llegar más lejos, lo que Larraín atribuya al hecho de que Nash tenía preparación militar por cuanto este preso estaba haciendo su servicio militar en Iquique y había sido detenido, según el mismo Nash, me relató en una oportunidad en que compartimos celda, por haberse negado a participar en el golpe militar.


Pisagua, a 30 años de la tragedia

Fuente :lanacion.cl, 27 de Octubre 2003

Categoría : Prensa

Los 30 años de la tragedia del campo de prisioneros de Pisagua recordaron este fin de semana los sobrevivientes de ese lugar, que comandó como la principal autoridad militar de la zona el general Carlos Forestier. Sobre Forestier pesan los diez desaparecidos, siete de Pisagua y tres de Iquique, por los que está procesado como autor del delito de secuestro. Las actividades que se desarrollaron en Iquique y ayer ante la fosa de Pisagua, en la cual en junio de 1990 aparecieron 19 cuerpos, fueron organizadas por la Agrupación de ex Prisioneros de Pisagua. A ellas asistieron diversos dirigentes políticos y sociales, así como de las agrupaciones de familiares de desaparecidos y ejecutados de la zona y a nivel nacional.

La última historia de Pisagua está ligada a los siete episodios principales que ocurrieron en los meses posteriores al golpe de Estado. En ellos, bajo el mando mayor de Forestier, del comandante del campo Ramón Larraín y de oficiales del Ejército que hasta hace poco permanecían activos, perdieron la vida 25 prisioneros asesinados. Algunos de esos crímenes intentaron ser cubiertos por el manto jurídico de algún “consejo de guerra”, que luego se comprobó que constituyeron “una farsa”, como recientemente lo admitió uno de esos mismos oficiales, hoy retirado, en el proceso que instruye el ministro Daniel Calvo.

La “fuga” de seis detenidos el 29 de septiembre de 1973 se comprobó en el juicio que no fue tal, y que los prisioneros fueron fríamente asesinados. Oficiales que cumplían funciones de la guardia rotativa del campo lo reconocieron en el proceso.

El “consejo de guerra” del 11 de octubre de 1973 donde mataron a otros cinco prisioneros, tampoco fue tal “consejo”, y hasta el auditor militar de algunos de esos supuestos “tribunales de guerra”, capitán (R) Enrique Sinn Bruno, reconoció en el juicio que ese consejo fue “otra farsa”.

El 30 de octubre de 1973 mataron a cuatro dirigentes socialistas del regional de Iquique, los que habrían sido condenados a muerte por otro “consejo de guerra”. Es el mismo Sinn Bruno, que participó en ese “consejo”, quien declaró en el juicio que fueron obligados a cambiar la sentencia ya dictada que los condenaba solo a una pena menor de prisión, y dictar otra que los condenó a muerte. En ese “consejo” participó el entonces capitán y luego inspector del Ejército, hoy general (R) Sergio Espinoza Davis.

En enero de 1974 Forestier dictó un bando donde dijo que seis prisioneros fueron liberados de Pisagua. Pero la investigación judicial estableció que los detenidos fueron asesinados los días 15 y 16 de enero de ese año.

Los otros cuatro prisioneros fueron igualmente acribillados extrajudicialmente, dando como excusa para tres de ellos otros “consejos de guerra”.


Un largo y angosto cementerio clandestino

Fuente :latercera.cl, Mayo 1998

Categoría : Prensa

De vez en cuando el país recobra la memoria. Son golpes secos, tremendos y trágicos que hacen recordar que en Chile existen procesos pendientes. Heridas abiertas. Casos que tienen que ver con la memoria colectiva de un país que, pese a los esfuerzos oficiales, no se reconcilia con su propia historia. Un país que amparado en cifras macroeconómicas y en un afán de progreso, prefiere dejar a un lado uno de los hechos más traumáticos de su corta vida como nación. El golpe militar de 1973 y sus trágicas consecuencias. Muertes, torturas y desapariciones, son la tónica de un proceso que quebró el orden democrático de Chile, y en el cual, se siguen contando víctimas. Los últimos sucesos despiertan una vez más las esperanzas de los familiares de detenidos desaparecidos. Madres, esposas e hijos de personas que dejaron de ver hace 25 años, cuando fueron detenidos por los organismos de seguridad del gobierno presidido por el ex general Augusto Pinochet Ugarte.

Hoy, la sociedad chilena se ve sacudida por las noticias que hablan de la posibilidad de que algunos de los detenidos desaparecidos estuviesen vivos en el interior de la ex Colonia Dignidad, enclave alemán que fue utilizado como campo de prisioneros durante el golpe de 1973 y en el que se presume, se hallaría un cementerio clandestino con los cuerpos de varios de ellos.

Otro hecho, es el nuevo hallazgo de osamentas en el norte. Se trataría de tres fosas, donde estarían enterrados alrededor de 150 presos políticos fusilados en 1973, descubiertas en las cercanías del Campo de detención de Pisagua (Primera Región), luego que un presunto uniformado revelara al diputado por Antofagasta Felipe Valenzuela (PS) la existencia de esos depósitos. Con las informaciones entregadas por esa fuente, que estaba destacada en el lugar durante el golpe militar, se logró ubicar los puntos cavados a una distancia equidistante uno de otro, en la ribera del río Camarones, cerca de Quillagua Viejo. Las labores de rastreo dieron resultado a las 18 horas del lunes 4 de mayo, cuando fue desenterrado el primer cuerpo. Valenzuela indicó que los cadáveres están amarrados de manos y presentan signos de haber sido acribillados. Se trata de un nuevo hallazgo que se suma a los ocurridos a partir del año 1990, cuando la sociedad chilena pudo observar como eran descubiertos 20 cuerpos en terrenos cercanos a la Cárcel de Pisagua (en la foto). Era Junio de 1990, a sólo meses de recuperada la democracia, un hallazgo que remeció la memoria nacional y que puso al descubierto la brutalidad con la que actuaron algunos elementos de las Fuerzas Armadas.

 Osamentas en Pisagua

El viernes 1 de junio de 1990, los abogados Héctor Salazar, Carlos Vilas y Ernesto Montoya, presentaron la denuncia por "inhumación ilegal", a nombre de la Vicaría de la Solidaridad de Santiago y de la Comisión de Derechos Humanos, ante el Juzgado de Crimen de Pozo Almonte. Dos horas después, el Tribunal se constituyó en el lugar. El juez, Nelson Muñoz Morales y su secretario, se mantuvieron allí, en una carpa, recogiendo testimonios. La Vicaría de la Solidaridad ya tenía antecedentes un año antes de la existencia de este cementerio clandestino, ubicado al norte del cementerio de Pisagua. Fue el médico comunista Alberto Neumann Lagos, quien entregó su testimonio y una declaración jurada a los miembros del organismo. No obstante, se evaluó que las condiciones no estaban dadas en ese momento para emprender las acciones legales correspondientes. Por ello se decidió esperar las elecciones de diciembre de 1989. Una vez que la Concertación ganó y que Patricio Aylwin se hizo cargo del gobierno, se esperó un tiempo más, ya que el acceso al lugar era impedido por una barrera militar. Así se llegó al 31 de mayo, cuando se decidió interponer la denuncia. El primer cuerpo apareció a unos 70 centímetros de profundidad. Luego aparecieron otros. Los cuerpos estaban cubiertos por dos bolsas de arpillera amarradas, a la altura de las caderas, por gruesos alambres. Tenían los ojos vendados, sus ropas estaban intactas y orificios de bala atravesaban sus pechos.

El Campo de concentración de Pisagua está a dos horas de Iquique. Se accede por una carretera difícil en la que algunos tramos deben hacerse bordeando un precipicio. En camiones, golpeados y con frío, fueron llevados hasta allí 38 detenidos, el 14 de septiembre de 1973. "Cuando vimos el poblado, el fantasma tomó cuerpo. De inmediato nos encerraron en la cárcel. En el pueblo había unos 200 pescadores. El Comandante Larraín los reunió y les dijo que debían irse pues al lugar había llegado el 'cáncer marxista'. Nosotros debíamos permanecer encerrados. La cárcel tiene tres pisos. Al primero le llamaban 'catacumbas' ; en el segundo y el tercero había cuatro celdas. El 18 de septiembre llegó el barco Maipo con una carga de 400 prisioneros de Valparaíso. Se provocó un tremendo hacinamiento. Debíamos dormir de pie. Nos abrían las puertas sólo dos veces al día. A las 7 de la mañana nos daban un pan y un jarro de té y a las 4 de la tarde, un plato de porotos. Teníamos 7 minutos para comer, hacer nuestras necesidades y tomar agua" recordó en la revista Analisis de junio de 1990, Francisco Prieto Enríquez, ex prisionero que permaneció en Pisagua hasta el 31 de mayo de 1974.

Campo de concentración

El hallazgo de las osamentas de Pisagua causó impacto nacional. Impacto que legitimó la existencia de la Comisión de Verdad y Reconciliación, creada por el Presidente Aylwin para investigar los casos de violaciones a los derechos humanos cometidos desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 11 de marzo de 1990. La salinidad del mar y del desierto conservaron en una escalofriante integridad los cuerpos. Los esqueletos conservaban sus ropas, las amarras, las vendas y sobre todo, las expresiones de dolor. A medida que las investigaciones avanzaban se daban cuenta de nuevos antecedentes: las víctimas habían sido ejecutadas al margen de toda legalidad.

La revista Análisis del 11 al 17 de junio de 1990 cuenta que el 29 de septiembre de 1973, el teniente coronel Ramón Larraín, comandante del campo de concentración, gritó a los presos que necesitaba cinco voluntarios para trabajos en el exterior. Algunos, deseosos de tomar aire fresco, se ofrecieron. "Vimos salir a Juan Alarcón, Nolberto Cañas, Marcelo Guzmán, Michel Nash, Luis Lizardi y Juan Jiménez. Al poco rato llegó Larraín muy exaltado. En medio de insultos, informó que nuestros compañeros habían intentado fugarse, que no habían obedecido la orden de alto y que habían sido fusilados. Nadie le creyó", recuerda Francisco Prieto.

El 11 de octubre fueron sacados del campo José Córdova, Humberto Lizardi, Mario Morris, Julio Cabezas y Juan Valencia. Nunca más los vieron. A través de un bando, firmado por el Comandante en Jefe de la sexta división y hombre de confianza del general PinochetCarlos Forestier, se informó que habían sido fusilados para dar cumplimiento a la sentencia de un Consejo de Guerra. Nunca se encontró el expediente. Los detenidos fueron fusilados en Pisagua, pese a que se aseguró que el juicio se había realizado en Iquique, sin la presencia de los sentenciados. A los presos no les cupo duda de que había sido venganza. El fiscal militar Mario Acuña era un abogado de Iquique con vinculaciones con el narcotráfico. Sus actividades ilícitas habían sido descubiertas gracias a una investigación realizada por el destacado integrante del Consejo de Defensa del Estado, Julio Cabezas. El 11 de septiembre de 1972, Acuña fue nombrado fiscal por el juez militar Forestier. Una de sus primeras acciones fue ordenar la detención de Cabezas.


Amanece la justicia para el “Choño” Sanhueza

Fuente :puntofinal.cl, 4 de Marzo 2016

Categoría : Prensa

El pasado 12 de febrero la Segunda Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó procesar a Enrique Fuenzalida Puelma, ex fiscal militar de Arica entre abril de 1974 y junio de 1976, por su presunta responsabilidad en el asesinato del militante comunista Manuel Sanhueza Mellado, ocurrido en julio de 1974. El abogado uniformado sería el autor del delito de secuestro y homicidio de Sanhueza, cuyos restos fueron encontrados en 1990 en Pisagua. El tribunal dispuso la detención del acusado, quien en los días siguientes ingresó al penal de Punta Peuco.

Manuel Sanhueza -el “Choño” Sanhueza- fue destacado dirigente de las Juventudes Comunistas desde mediados de los 60, miembro del comité central, encargado nacional de pobladores y secretario regional en Arica al momento de su detención por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Su cuerpo fue encontrado en una fosa oculta en Pisagua, junto a otros 19 cadáveres, el 2 junio de 1990, tras una denuncia de la Vicaría de la Solidaridad. El descubrimiento del cadáver del “Choño”, conservado por la sal del desierto, fue captado en una fotografía ampliamente difundida en Chile y en el mundo, donde aparecía con los ojos vendados, baleado en el pecho y con un rictus que estremeció no solo a los familiares de ejecutados y detenidos desaparecidos en los años de la dictadura militar.

El “Choño”, hijo de Víctor Sanhueza y Margarita Mellado, nació en Concepción el 22 de noviembre de 1943, muy cerca de la población Agüita de la Perdiz, en los faldeos del cerro Caracol. Desde joven fue mueblista y un esforzado dirigente poblacional, al igual que su padre. También fue un talentoso mediocampista del club de fútbol vecinal La Toma, cuya habilidad deslumbró a dirigentes de la Universidad de Chile quienes trataron de llevarlo a su plantel de honor, el entonces afamado “Ballet Azul”.

Manuel prefirió seguir en las barriadas obreras penquistas, organizando nuevos clubes deportivos, trabajando junto a su padre y ayudando a sus vecinos. En 1960 ingresó a las Juventudes Comunistas y en 1966 ya participaba con entusiasmo en la Brigada Ramona Parra. Muy pronto los “viejos” se fijaron en él y en 1967 fue enviado a una escuela de cuadros en la Unión Soviética. A su regreso, en 1969, lo destinaron al comité regional de la Jota en Valdivia y en 1970 ya estaba cumpliendo funciones en el comité central como encargado de pobladores.

Manuel Guerrero Ceballos, integrante también de la dirección juvenil del PC, fue su compañero y amigo. Mientras estaba preso en Cuatro Alamos, en 1976, escribió un texto recordando al “Choño”, que años después difundió su hijo -Manuel Guerrero Antequera- a través de las redes sociales:
“En una organización revolucionaria nadie es imprescindible, pero es difícil imaginarse un mejor encargado del trabajo poblacional que el ‘Choño’, cargo que le cupo desempeñar durante los últimos años antes del golpe fascista. Era un activista infatigable, recorría los barrios estimulando la organización de los centros culturales y juveniles, las juntas de vecinos, de abastecimiento y precios y las jornadas del trabajo voluntario.

Antes había sido líder de varias tomas de terreno que los pobladores sin casa efectuaban ocupando por la fuerza sitios estatales o privados desocupados, donde levantaban una choza de cartón o sábanas, sin más protección que su organización y decisión, así como las infaltables banderas chilenas que enarbolaban, cual escudo. El ‘Choño’ conocía esa lucha como la palma de su mano. Hombre nacido y criado en los barrios, peleador por el sustento, desde niño fue el creador de su vida con más imaginación que dinero, bueno para la talla, amigo de sus amigos, conversador, piropero, gustador de la buena mesa y del buen vino”.

Manuel Guerrero recuperó la libertad poco después y siguió trabajando en la clandestinidad hasta marzo de 1985, cuando fue secuestrado por agentes de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (Dicomcar), y degollado junto a otros dos dirigentes comunistas en la berma de un camino rural en la zona poniente de Santiago.

JUNTO A VÍCTOR JARA
Con su lenguaje pintoresco y claro, el “Choño” se distinguía entre sus compañeros. Hablaba sin rodeos, sin pelos en la lengua. Cuando las discusiones se enredaban, solía decir que lo más importante era saber que el imperialismo era el enemigo fundamental; teniendo claro eso, en lo demás no había problemas. A pesar de haber cursado sólo algunos años en la primaria, poseía una amplia cultura, producto de sus esfuerzos autodidactas. Acostumbraba a andar con un libro que leía con esmero y más tarde discutía con quien estuviera dispuesto a escucharlo.

Con la misma sencillez con que hablaba en las poblaciones, se dirigía a los estudiantes universitarios que lo invitaban siempre a sus actos, charlas y foros. Con su semblante y figura característica, con sus piernas arqueadas y entusiasmo a toda prueba, estaba donde se le requiriese. Era inagotable.
Su contagioso entusiasmo cautivó a Víctor Jara, quien se dejó conducir por el “Choño” a través de las barriadas marginales del país, conociendo la médula de los suburbios obreros y la carne trémula de la pobreza. El ritmo vital de ambos se amalgamó y creció, por lo que era habitual verlos entrar y salir, conversar y discutir, arrollar todo con sus programas en diversas poblaciones y comunas de Santiago.

José Manuel Parada decía que si la fiebre del “Choño” y Víctor hubiera contagiado a todos los jóvenes comunistas, habrían terminado dedicados exclusivamente al trabajo poblacional. De aquella relación entre los dos innatos activistas nació el conjunto de canciones de Víctor Jara que aglutinadas en un disco de larga duración llevó precisamente el nombre de La Población.
Desde que se instaló en Santiago, Manuel Sanhueza vivió en Quinta Normal y pasaba regularmente al local del PC donde militaba, en la base de la población Paula Jaraquemada, en el antiguo barrio Carrascal, cuyos militantes eran bastante indisciplinados, pero de los más luchadores a la hora de defender al gobierno popular. La sola presencia del “Choño” ponía orden en las reuniones más alteradas.

Sanhueza comenzaba su intervención sacándose el reloj, que ponía sobre la mesa, y con su voz tan característica decía: Compañeros, ¿qué chuchas pasa? Y enseguida, calmadamente, iba enumerando las dificultades hasta llegar a las responsabilidades; y ahí su voz se alzaba, golpeaba con su puño en la cubierta de la mesa y terminaba sentenciando: Y ahora compañeros… ¡se acabó el hueveo!

Siempre se daba el tiempo para enseñar a los más aplicados cómo dirigir una reunión, cómo realizar un informe político, cómo organizar una marcha… Al final, ya más relajados todos, invitaba a conversar una botella de vino tinto donde “Don Rigo”, una quinta de recreo en la plazoleta Tropezón, por Walker Martínez con Mapocho, en una punta de diamante donde se decía que morían los valientes.

A mediados de 1972 lo enviaron a Arica para apoyar el trabajo juvenil comunista en la campaña parlamentaria de 1973. Sus esfuerzos y los de sus compañeros lograron que el PC eligiera dos diputados: Oriel Viciani, en Arica; y, Vicente Atencio, en Iquique. El “Choño” se había enamorado de una “jotosa” -Cecilia Rojas Orellana- y decidieron casarse, radicarse en la ciudad de la eterna primavera y sumarse a las tareas de apoyo al gobierno de Salvador Allende.

En Arica lo sorprendió el golpe, pero no se amilanó. Asumió como secretario regional clandestino de la Jota y le puso el pecho a los problemas. Trató de reorganizar al partido, recorrió los poblados de la zona animando a los militantes, creó un periódico clandestino y se le ocurrió convocar a pequeñas reuniones en las playas. Fue mucho, y su nombre ya estaba en todas las listas de buscados que portaban los agentes de la represión.

LA DETENCIÓN
A las cuatro de la madrugada del 10 de julio de 1974 una patrulla de la inteligencia militar irrumpió violentamente en el hogar del “Choño”, en la población Venceremos -despúes 11 de Septiembre y hoy Cardenal Silva Henríquez-, y junto a su esposa embarazada, su cuñado y su suegro, fue trasladado hasta el regimiento Rancagua, que comandaba el coronel Odlanier Mena.

Manuel Sanhueza fue sometido a salvajes torturas durante 17 días. Incluso fue trasladado hacia un sector precordillerano donde lo siguieron flagelando otros dos días, colgado desnudo a la intemperie, soportando el frío altiplánico. El 27 de julio los tres hombres fueron sacados del regimiento Rancagua y conducidos a dependencias de Carabineros en Pisagua. El 28 por la mañana, el cuñado y el suegro fueron llevados a Arica y encerrados en el campo de prisioneros, de donde los condujeron a la Fiscalía Militar. Allí un funcionario les leyó un telegrama que decía que Manuel Sanhueza había fallecido en un accidente de pesca junto a otros dos reos comunes, salvando con vida sólo el gendarme que los custodiaba, y que su cuerpo no había podido ser rescatado.

Cecilia, la esposa del “Choño”, perdió al hijo que esperaba debido a las torturas a que fue sometida. Ella, su hermano y su padre buscaron a Manuel infructuosamente, hasta que no pudieron más. La mujer partió al exilio.

Recién el 18 de junio de 1990, en el Servicio Médico Legal de Iquique, María Maluenda, madre de José Manuel Parada, reconoció el cadáver del “Choño” encontrado en la fosa de Pisagua. Había sido torturado con saña y brutalidad. Obviamente no lograran arrancarle ninguna delación. De haberlo hecho, habría caído mucha gente dado el conocimiento que Sanhueza tenía de su organización, tanto en el plano local como nacional. Sus restos fueron trasladados a Concepción, donde su familia y los pobladores de Agüita de la Perdiz le dieron sepultura definitiva.

EL CAMPO DE PISAGUA
El primer campo de prisioneros se construyó a fines de los años 40, durante la presidencia de Gabriel González Videla, como centro de detención para comunistas. Ubicado 192 kilómetros al norte de Iquique, fue habilitado nuevamente en los primeros días del golpe militar de 1973. Por allí pasaron cerca de 2.500 prisioneros. El campo estaba bajo el mando del teniente coronel Ramón Larraín Larraín. El 6 de mayo de 1974 el ejército trasladó a los detenidos al segundo piso de un galpón en el caserío. Diez días después llegaron 126 presos comunes, de ellos casi nada se ha sabido. Aunque no existe evidencia de fusilamientos masivos de presos comunes, pues no hay denuncias, en 1998 Carlos Herrera Jiménez, ex agente de la inteligencia militar, reconoció haber participado en la ejecución de delincuentes y menores de edad.

En 1973 Pisagua era un poblado con una base militar y una cárcel. La mayor parte de los prisioneros fueron encerrados en las 26 celdas de la cárcel, diez de ellas de dos por cuatro metros. Las mujeres permanecieron cautivas en un inmueble vecino al teatro. En general, los prisioneros provenían de distintas ciudades del Norte Grande, mientras otros tantos eran ex-prisioneros del buque-escuela Esmeralda y habían sido llevados hasta allí en el carguero Maipo, de la Compañía Sudamericana de Vapores.

El día del golpe, en Arica asumió como máxima autoridad militar de la provincia el coronel Odlanier Mena Salinas, secundado por su ayudante, el capitán Ricardo Gaete, y el capitán Patricio Varela, como encargado de relaciones públicas. En esa misma fecha se constituyó un tribunal militar en tiempo de guerra, integrado por el propio Mena más el juez civil Humberto Retamal y el teniente coronel Mario Carrasco González. También se formó un consejo de guerra, compuesto por los tenientes coroneles Eduardo Oyarzún Sepúlveda y Walter Luther Melcher y los mayores Julio Salazar Lanteri, Hugo Sepúlveda Fuentes y Luis Aguayo Benard.

El Servicio de Inteligencia Militar, SIM, quedó a cargo de los interrogatorios y vigilancia de los prisioneros políticos. Para ello, el teniente coronel Eduardo Oyarzún, segundo comandante del regimiento Rancagua, formó dos grupos: un comando operativo, a cargo del mayor Julio Salazar, y un comando de inteligencia, al mando del mayor Luis Aguayo. Entre los detenidos se corrió la voz que el grupo encabezado por Aguayo Benard, secundado por el capitán Patricio Padilla y los suboficiales Juan Cereceda Lawson, José Luis Catalán, Luis Carrera Bravo, Pedro Fuentes Carrasco, Sergio Mercado Valenzuela y René Bravo Llanos, era el encargado del trabajo más sucio, como las torturas, las violaciones y las ejecuciones. A cargo de la zona militar del Norte Grande estaba el general Carlos Forestier.

En agosto de 2015 el juez Carroza procesó a los suboficiales en retiro Luis Carrera Bravo y Napoleón Ríos Carvajal por su responsabilidad en el secuestro con homicidio de Manuel Sanhueza. Ambos se encuentran en Punta Peuco. El abogado Adil Brkovic, en tanto, querellante en el proceso, está intentado saber qué pasó con Hugo Martínez Martínez y Henry Torres Flores, dos supuestos “delincuentes” junto a quienes -según los militares- habría muerto el “Choño”.


Flora Sanhueza: Resistencia feminista de Clase

Fuente :prensaopal.cl, 7 de Marzo 2020

Categoría : Prensa

Un 18 de septiembre de 1974 se nos moría Flora Sanhueza Rebolledo, dulzura libertaria en el salitre y los secarrales del norte chileno. Hasta allí se llegaron sus padres, anarquistas españoles exiliados tras el fracaso de la huelga general de 1917 y la represión desencadenada. En Iquique aún flotaba en el aire el dolor a sangre derramada, el olor a grito destripado de las familias ametralladas a la orden del general Roberto Silva Renard, un tipejo con amplio currículum criminal, responsable directo de las masacres de los obreros del salitre en huelga en 1907 y de los ciudadanos que protestaban contra la subida del precio de la carne en Santiago en 1905.

Educada en un ambiente anarquista, con unos padres que seguían los principios pedagógicos de Francesc Ferrer i Guàrdia, Flora creció entre los sueños de lucha diaria de los amigos y conocidos de la familia, exiliados llegados de todas partes, como Juan De Marchi, aquel viejo anarquista que impregnó de humanismo a un joven Salvador Allende.

En 1935, Flora, 23 años, decide viajar a España, a las raíces de su conciencia, para vivir los cambios sociales que se están viviendo…hasta que llega la muerte decretada por los militares fascistas. El bien más preciado es la libertad y Flora Sanhueza lo defiende con fe y valor en las calles de Barcelona el 19 de julio. No dejará el fusil y marchará al frente con la Columna Durruti.

Tras la derrota republicana, Flora y su compañero, un comunista yugoslavo, pasan a Francia para ser internados en campos de concentración, de los que conseguirán salir en 1942 para integrarse en la Resistencia hasta el final de la II Guerra Mundial. Flora decide que es el momento de regresar a Chile. Es el año 1946 y el abogado Gabriel González Videla acaba de ganar las elecciones con el apoyo del Partido Comunista, al que brinda tres carteras ministeriales.

Flora Sanhueza llega a Chile en 1947 para descubrir que González Videla ha salido rana. O más exactamente rata. Es González Videla la rata que sacude su pelambrera llena de estiércol y de sangre sobre la tierra mía que vendió. Todo lo ha traicionado. Vía Ley de Defensa Permanente de la Democracia prohíbe el Partido Comunista y desencadena una feroz represión contra el movimiento obrero.

Flora realiza un hermoso acto de resistencia. Crea el Ateneo Libertario Luisa Michel dedicado a la educación de las mujeres que tejen redes de pesca. Educación y tejer redes de apoyo mutuo, aunque sea desde la práctica clandestinidad, para resistir, que los tiempos apenas permiten otra cosa cuando a González Videla sucede el general Carlos Ibáñez del Campo en su segundo abordaje a la poltrona presidencial. El Ateneo se convertirá en Escuela Libertaria Luisa Michel, abierta también a los hijos e hijas de la clase trabajadora.

La escuela aguantó presiones de todo tipo hasta inicios de 1960, pero Flora continuó implicada a fondo con su comunidad, en Iquique, prestando apoyo y calor a quien lo necesitara. Chile, preso de las oligarquías que lo habían vendido a los intereses ingleses del nitrato y a los intereses estadounidenses del cobre, forjaba la Unidad Popular para ser devuelto a manos de su gente. Un viejo amigo de la familia, Salvador Allende, llegaba a la presidencia. Y los de siempre volvían a decretar la muerte.

El 11 de septiembre de 1973, Flora Sanhueza es sometida a arresto domiciliario y posteriormente es trasladada con su hijo Héctor Pavélic al campo de concentración de Pisagua. El campo de concentración de Pisagua lo había inaugurado González Videla para atiborrarlo de presos comunistas y allí hizo sus primeros pinitos un teniente llamado Augusto Pinochet. Cerrado en febrero de 1949, fue reabierto por Ibáñez del Campo. En septiembre de 1973 volvió a entrar en funcionamiento bajo el mando de otro insigne psicópata uniformado, el teniente coronel Ramón Larraín Larraín.

Ejecuciones y torturas marcan el día a día en el recinto. A Flora la cuelgan de un pilar y hacen tiro al blanco con ella, sin darle, para echarse unas risas. A muchos prisioneros los entierran en la arena hasta el cuello, bajo el sol del desierto, mientras los militares se acercan a orinarse en sus cabezas. Un joven soldado de 19 años, Michel Nash, se niega a participar en la barbarie. Es fusilado. Flora Sanhueza es brutalmente torturada, incluyendo la violación delante de su hijo.

Flora Sanhueza, 63 años, el cuerpo roto, acaba ingresada en el Hospital San Juan de Dios de Santiago. Allí morirá el 18 de septiembre de 1974. Sus restos volvieron a Iquique, a un pequeño pedazo de tierra, un jardín de acracias.


Historia: Un nombre en un telegrama

Fuente :the clinic.cl, 9 de Febrero 2016

Categoría : Prensa

Por estos días se presentará una querella criminal en Iquique, la que busca reabrir la causa por el secuestro y desaparición del menor Henry Torres en 1974 en Pisagua, e investigar la existencia y destino de su acompañante, Hugo Martínez Martínez, ausente en los informes Rettig y Valech. Un importante hallazgo material, un telegrama emitido por el Ejército, podría sumar un nuevo nombre a la lista oficial de detenidos desaparecidos, el número 1211.

“Ha llegado carta para la señora Rogelia Flores Mejías. Debe retirarla en la radio". Parecía una frase pedestre, un mensaje más que se pierde en el espacio radiofónico. No lo fue. Cuando la aludida llegó a la emisora se enteró de que esa carta la había escrito Henry Torres Flores, su hijo menor, quien le informaba de su detención en el centro de detención que la dictadura montó en Pisagua, pueblo ubicado a 192 kilómetros al norte de Iquique. "Mi querida y recordada mamita espero que al recibo de esta carta le deseo que se encuentre Ud. muy bien de salud, como también mis hermanos y hermanas, yo regular de salud, y después de saludarla paso a decirle lo siguiente: Mamá, esto para Ud., es muy triste si es que mi papá no le ha escrito dándole a saber que me encuentro detenido en Pisagua, junto con mi tío Hugo. Mamita, cuando Ud. sepa el motivo del porqué en el juzgado, no se sorprenda, todo tiene su explicación", comienza la misiva fechada el 23 de julio de 1974 y en la que le solicita dinero y utensilios de aseo. La información era perturbadora pero no alarmante. A pesar de tener sólo 15 años, Henry ya no vivía con su madre en Calama. Sin terminar el colegio y con la osadía de quien madura tempranamente ante circunstancias difíciles, había viajado a la población San Carlos de Iquique para trabajar con su padre como peoneta, descargando camiones. A veces volvía a Calama, a veces no.

Que estuviera detenido junto a otros presos comunes por violar el toque de queda, como narraba el papel, en ese entonces era una posibilidad. Con la carta en sus manos, Rogelia fue a comprar cigarros, un bloc de cartas, confort, máquinas de afeitar. Tomó la cédula de identidad que su hijo había olvidado en Calama y partió a la Sexta División del Ejército con la certeza que nuevamente cuidaría de su retoño. Probablemente la tranquilizó el hecho que Henry no estuviese solo. Lo acompañaba "el tío Hugo", a quien ella no conocía, pero que había escrito la carta. Henry era analfabeto. Una cosa sí le preocupó. La carta, sacada por algún detenido del campo de concentración, estaba timbrada por el Ejército con la palabra "censura". Por eso prefirió no llevarla consigo. Hizo bien. Cuando llegó, Pedro Collao Martí, jefe de Inteligencia de la comandancia de la Sexta División del Ejército, le indicó terminantemente que no existía registro de la detención de su hijo y le pidió la carta de regreso. Nunca la entregó, así como tampoco nunca volvió a ver a su hijo. Rogelia murió el año nuevo de 2009, años después que el padre de sus hijos. Hoy esa carta, guardada con celo por la madre, es el único recuerdo que conserva la familia Torres Flores del desaparecido adolescente.

Lo más importante, sin embargo, fue que la carta constituye una contundente prueba física para determinar la detención y desaparición de Henry, y también, a la luz de un nuevo antecedente, la existencia y destino del "tío Hugo", hasta ahora un "fantasma" en el proceso judicial. El tío Hugo Martínez de Antofagasta Florencio Torres Flores hoy vive en Iquique, la misma ciudad donde nació. Es el mayor de los tres hermanos hombres de Henry. Con él, eran seis. Siendo un veinteañero, a principios de los años setenta llegó a vivir a Calama. Partieron todos los hermanos con su madre, pero dice que Henry se devolvía siempre donde su papá porque no le gustaba ir al colegio y, por eso, era analfabeto. "No había posibilidades de restringirlo. Pero era un chico normal, alegre, se reía con todos, jugaba con todos, como cualquier niño.

No participaba en partidos políticos, pienso yo, si no sabía leer ni escribir. Ninguno de nosotros participaba en política tampoco", recuerda. Cuando a mediados de 1974 le negaron la presencia de Henry en Pisagua, acompañó a su madre a poner la denuncia al primer juzgado de Iquique, por presunta desaparición. Además de la carta, con los años otros presos comunes del tristemente célebre centro de detención les entregaron más información sobre Henry. "Adentro de Pisagua había mucha gente conocida que nos decían que a Henry se lo habían echado (asesinado). Por algo cuando fue a buscarlo mi mamá, le dijeron que no estaba y querían quitarle la carta. Ahora la carta la tiene mi hermano Pascual. Le sacaron copias y las pusieron en el proceso. Hasta hoy pensamos que puede aparecer, vivo o muerto, pero mi mamita falleció con ese dolor. Me dijo 'usted va a tener que seguir los pasos que he seguido yo, como el hermano mayor que es'", cuenta. Durante la dictadura nunca tuvieron una respuesta.

Recién en democracia llegó la PDI a tomarles declaración por el caso de Henry. "Ahí nos preguntaron por primera vez por el 'tío Hugo', pero no sabíamos nada. Nosotros supimos de él por intermedio de la carta que Henry le envió a mi mamá, nunca lo vimos antes, no sabemos si era joven o viejo, sólo sabíamos que estaba nombrado en la carta. Quizás mi hermano Pascual lo conoció". La información la completó hace un tiempo Freddy Alonso, un ex preso político que ha reconstruido minuciosamente la historia del centro de detención y tortura de Pisagua. Fue él quien dio con un dato clave, el apellido del acompañante de Henry. Le preguntó a Pascual Torres Flores quién era "el tío Hugo" y éste le contestó “Hugo Martínez, un amigo de mi hermano de Antofagasta”. Muerte en PisaguaFreddy Alonso fue detenido en Iquique en noviembre de 1973. Técnico en Administración Pública y militante del MAPU, permaneció en Pisagua durante un año y después cumplió condena de arraigo en Iquique por dos años más. Sus investigaciones sobre los crímenes en Pisagua lo llevaron a trabajar estrechamente con Sola Sierra, la emblemática presidenta de la AFDD.

Es el exdetenido que más sabe sobre lo que ocurrió en la corta pero letal existencia de este campo de concentración. “Empecé a investigar mientras estuve preso. Y esto es algo que no me da vergüenza contar: anotaba todo en papelitos chicos que saqué en el poto cuando salí en libertad. Cuando llegamos a la aldea de Huara con la patrulla militar, entramos a un restaurante donde habían unos compañeros, aproveché de ir al baño y metí los papeles en los zapatos". Así Freddy Alonso dio inicio a la reconstrucción de una historia que se convirtió en el libro “La verdad de Pisagua”, publicado en 2004. El campo de prisioneros de Pisagua se levantó los primeros días tras el Golpe de 1973 y se destinó a los perseguidos políticos por la dictadura cívico militar hasta el 6 de mayo de 1974, cuando el ejército trasladó a todos los presos políticos al segundo piso de un supermercado en el mismo caserío.

Diez días después llegaron 126 presos comunes al campo, donde Freddy volvía todas las mañanas, junto a dos conscriptos, a buscar los fondos (ollas de 30 litros) y llevarlos al improvisado nuevo centro de detención. Otra vez allí, fue testigo del trato que los militares daban a lo presos comunes, el mismo que les daban a ellos y que ha testificado frente a los Ministros Juan Guzmán, Daniel Calvo, Joaquín Billard y Mario Carroza. "Por Pisagua pasó la mentalidad enfermiza del nazismo, practicamente se desarrolló una suerte de morbosidad y sadismo de parte de nuestros custodios: golpizas, flagelaciones, torturas, simulacro de fusilamiento y ejecuciones". Un hecho que nunca pudo olvidar Alonso, fue el ingreso de los 126 presos comunes a Pisagua, mientras iba buscar dichos fondos. Según su relato, "el comandante Ramón Larraín Larraín, a cargo del campo de concentración, les preguntó '¿quiénes son las señoritas que vienen en este grupo?'. Volvió a preguntar amablemente, pero a la tercera gritó '¿quiénes conchesumadres son los maricones que vienen en este grupo?' Salieron dieciocho. '¿Y quiénes son los pololitos?'… Él mismo los emparejó, levantó la mano, apareció un camión Pegaso y los subieron arriba con destino al norte. Nunca más los vi”.

Aunque no existe evidencia de fusilamientos masivos de presos comunes, pues no hay denuncias, en 1998 Carlos Herrera Jiménez, ex agente de la CNI y asesino confeso de Tucapel Jiménez, echó algo de luz sobre la interna del campo en una entrevista con Mónica González. Destinado en Pisagua para el golpe, reconoció haber participado en la ejecución de delincuentes y menores de edad y contó que hubo un tiempo en que los fusilamientos se sucedían unos tras otros. Aunque el Ejército de Chile, con ocasión de la Mesa de Diálogo, reconoció haber ejecutado a Henry Torres Flores en de julio de 1974, en la localidad de Pisagua, nada se sabe de los detalles de su muerte ni de la identidad de los responsables. El caso de Hugo Martínez Martínez es aún peor, pues nadie nunca presentó algún recurso por él y no figura en ningún informe del Estado.

Esta nebulosa, sin embargo, podría despejarse a la luz de un nuevo antecedente. Nueva evidencia: un telegrama del Ejército El abogado de Derechos Humanos, Adil Brkovic, interpondrá por primera vez una acción judicial para dar con el paradero de Hugo Martínez Martínez. Esto, en el marco de una querella que exige la reapertura de la causa de Henry Torres Flores por secuestro calificado y sobreseída temporalmente. Brkovic dio con su nombre hace unos meses, por otra causa. Investigando la responsabilidad de Enrique Fuenzalida Puelma (fiscal militar de Arica entre abril de 1974 y junio de 1976), en la muerte de otro detenido, Manuel Sanhueza Mellado, tuvo acceso a un importante material reportado por el Ejército: un telegrama a medio quemar que da cuenta del destino final de Henry y el "tío Hugo". Oficialmente el telegrama, que cuenta con los timbres y rúbrica de la VI División de Ejército de Chile, informa que don Manuel Sanhueza Mellado, se ahogó el 2 de octubre de 1974, en Pisagua, en un accidente pesquero, junto a los delincuentes comunes Henry Torres Flores y Hugo Eugenio Martínez Martínez. "El antecedente determinante es que los militares, mediante este telegrama, los dan por muertos junto a Sanhueza, dirigente comunista detenido en Arica el 10 de julio de 1974 y trasladado a ese campo de prisioneros el 28 de julio junto a su suegro y cuñado, siendo fusilado, presuntamente, el mismo día que llegó. Anecdótico es que el telegrama está fechado el mismo día en que oficialmente se cierra el campo de prisioneros", explica Brkovic. Manuel Sanhueza fue encontrado en la fosa clandestina de Pisagua el 2 de junio de 1990, cuando la Vicaría de la Solidaridad dio con veinte cadáveres ordenados por fecha de ejecución en el cementerio del pueblo.

Fue un descubrimiento que se preveía por las organizaciones de Derechos Humanos, pero que igualmente conmocionó al país entero. Esta importante prueba está en el expediente que actualmente se encuentra en poder del ministro en visita Mario Carroza Espinosa, en el marco de la investigación por secuestro agravado de Manuel Sanhueza Mellado y acompañan la querella criminal que interpondrá Florencio Torres Flores en contra de todos aquellos que resulten responsables en calidad de autores, cómplices o encubridores del delito de secuestro calificado de su hermano menor. Brkovic reflexiona sobre las motivaciones de estos absurdos crímenes. "No tenemos explicación para las ejecuciones de Torres y Martínez, salvo la 'limpieza social', que fue uno de los criterios de la dictadura para ejecutar personas, además de las que consideraban militarmente peligrosas. Y es importante investigar la muerte de Hugo Martínez, porque al hacerlo se le devuelve la dignidad a la víctima, independientemente de su condición social, y nos dignifica a todos como sociedad".


Una experiencia de imposición o resistencia teatral en Pisagua, 1973.

Fuente :edicioncero.cl, 27 de Octubre 2016

Categoría : Prensa

Para antes del año 1973 Pisagua estaba compuesto por un pequeño poblado, una base militar y una cárcel. Luego del golpe de Estado del 11 de septiembre, se transformó en un campo de concentración para prisioneros políticos, por el cual pasaron cerca de 2.500 personas. El campo estaba bajo el control de la 6° División del Ejército de Chile y al mando del Teniente Coronel Ramón Larraín Larraín.

La mayor parte de los prisioneros fueron encerrados en las dependencias de la cárcel de Pisagua. Sus 26 celdas (10 de ellas de 2×4 metros), llegaron a albergar a 500 prisioneros hombres. Las mujeres, por su parte, permanecían encerradas en un inmueble vecino al teatro del poblado.

Mientras estuvo en funcionamiento, no se permitieron ninguna clase de visitas de los familiares de los prisioneros, como tampoco de la Crus Roja u otras organizaciones humanitarias y religiosas. En ese lugar los presos políticos fueron sometidos a sistemáticas torturas, apremios ilegítimos, violaciones físicas y psicológicas, fusilamientos, humillaciones y vejámenes.[1]

La historia nos ilustra que no fue la primera vez que se utilizó a Pisagua como campo de reclusión para presos políticos, ya había ocurrido algo parecido en el Gobierno de González Videla (1946-1952), en el año 1946, cuando se dictó la “ley maldita” contra todos los opositores de ese gobierno, en especial contra el Partido Comunista de Chile.

Fue así que, obligados en un principio, los detenidos el año 1973 tuvieron que armarse de valor para crear un grupo de teatro que les ayudara a mantener la moral en alto, recrearse y por qué no para generar una forma de resistencia contra la tortura a la que eran sometidos diariamente.

Paso a entregar los antecedentes de ese hecho teatral en boca de sus propios protagonistas. Raúl Rodríguez [2], rememora:

"Lo cierto es que junto a los prisioneros de aquella época, comenzamos a preguntarnos qué hacíamos, porque sentíamos la necesidad de sacarnos el “enchufe” de tantas tonteras que se nos vino encima. Entonces se nos ocurrió crear un grupo de teatro, éste era muy parecido a lo que eran los otros grupos de trabajo: los carpinteros, los albañiles y la gente de camino…Así que ocupamos el Teatro Municipal y organizamos funciones todos los días domingos desde las seis hasta las ocho de la noche. La verdad que la cúpula que comandaba el campamento se dio cuenta también que había que darle una vía de escape al asunto y nos autorizaron. Yo recuerdo que fue el comandante Larraín. Posteriormente, las guardias que fueron sucediendo fueron adoptando el mismo procedimiento…Por supuesto que trabajamos a teatro lleno. Iban todos los militares y los presos políticos… Nunca nos faltaba el público. Era fiel. (Ríe)…En la mañana se hacía una misa ecuménica con la participación de todos los credos religiosos…

En ese grupo teníamos mucha gente valiosa: René Medina, Guillermo Morales, Freddy Alonso, Marino Jiménez, Ormazábal, el “choro” Granaderos  y un señor que cantaba tangos. Al tiempo, montamos una de las grandes obras Johnny Good que fue una obra extraordinaria porque teníamos hasta el armonio de la iglesia que fue a parar al teatro. El maestro del armonio era Guillermo Morales… Uno de los buenos libretistas que teníamos era el abogado Raúl Hidalgo Guerrero. Ahora recuerdo que Raúl hizo una obra de teatro que era la defensa que hizo Arturo Prat, en su calidad de abogado, en favor de Luis Uribe, en un episodio de su vida que tuvo con un amor descontrolado.

También trabajó con nosotros el doctor Vladislav Kusmicic… Tuvimos hasta un grupo folclórico que se llamaba Voces del Desierto. Ahí estaba René Medina, Kusmicic y dos personas más que no recuerdo…Así, el programa iba variando entre tangos, folklore, sketch y cómicos, estos últimos dirigido por Marino Jiménez. Incluso, contamos con un circo de animales…Ahí desaparecieron todos los perros de Pisagua (Ríe)… Y todo el programa estaba auspiciado por Residencial La Pisagüeña. Su slogan era “doce van, diez llegan” (Ríe) Chiste cruel… La reacción de los militares cuando veían las representaciones era buena, a pesar que a veces a los cómicos “se le pasaba la mano” y hacían algunas parodias o tiraban unas tallas a los militares. Famoso fue, por ejemplo, “Mucho moco”, que era una alusión a un teniente. Hubo varias situaciones difíciles que se fueron solucionando con las guardias de la prisión.

Con todo lo cruel que ocurría era necesario echar un cable a tierra… Creo que esta gestión teatral poco se ha valorizado. Bueno, Freddy Alonso lo ha dado a conocer en su libro sobre Pisagua… Me acuerdo que para diciembre del 73 hicimos un pesebre viviente, don Arturo Carvajal hizo del niño Jesús y lo acomodamos en un pesebre. Después de esa actividad navideña se fue desarrollando el asunto del teatro hasta el comienzo del año 1975 que comenzó a bajar la población penal, pues los Consejos de Guerra iban dando dictámenes que decidían cuántos fusilados, cuántos relegados a otros sitios o liberados…Al mismo tiempo, se nos fueron algunos artistas. Cuando éramos menos se nos sacó de la cárcel y estuvimos alojados donde era el mercado, a un costado del teatro. Ahí la actividad fue muriendo. Quedábamos muy pocos. [3]

Guillermo Morales, evoca:

El primer show que tuvimos que hacer fue impuesto por el Comandante Larraín a raíz de las mujeres que cayeron en un estado de incongruencia, no querían comer y el comando se preocupó. Entonces se le ocurrió reunirnos a todos y nos dijo: “¿Habrá un chistoso, algún desgraciado que tenga una gracia para animar un poco a sus propias compañeras?” Entonces apareció un compañero que se llama Andrés Daniel, locutor de radio…Andrés Daniel, a punta de fusil, tuvo que sindicar. Incluso, nosotros le reclamamos para qué nos hacía esta invitación tan terrible. Entonces nos reunieron a todos los que teníamos alguna posibilidad de hacer algún arte y nos dieron diez minutos para organizarnos para hacer un show al otro día, en beneficio de nuestras compañeras. Fue una locura. Nadie pudo hacer nada. Un teniente nos sacó tipo doce. Asustados salimos pensando que nos iban a torturar, pero no, era para reunirnos y ponernos de acuerdo qué íbamos hacer al otro día…

Algo hicimos, algo planeamos. Y vinimos a este teatro…A las mujeres las sentaron asiento por medio. Arriba estaba lleno de guardias militares, con bala pasada. El comandante Larraín, aquí, en este lado estaba ubicado. Los prisioneros estaban asiento por medio y el resto de pie atrás…Para empezar el show lee una condena el comandante y después grita: “Ahora, ya, los chistosos” Con ese escenario, con ese público, con esa tensión partimos un sketch. Al animador, esa misma noche, por incomunicación de ciertos militares, lo torturaron, le pegaron. Tenía úlcera. Lo dejaron al pobre negro para la historia. Era nuestro animador esa mañana. Entonces dijo: “Si me quieren matar, que me maten al tiro. Yo no animo nada. Yo no presento nada”… El comandante gritaba: “Bueno, ¿a qué hora van a comenzar?…Lo empujamos, le dijimos: “Negro, hazlo por nosotros, hazlo por las compañeras, hazlo por las mujeres”  Y como pudo salió y anunció el primer show. Salimos con cuatro compañeros a hacer un sketch. Nos salió terrible de fome… Achunchados nos entramos, pero volvimos a insistir. Parece que las mujeres nos dieron el ánimo…Como no había tanta iluminación, alcanzamos a ver la primera y segunda fila y vimos que las mujeres como quisieron sonreír un poco. Eso nos animó e hicimos el mismo sketch de nuevo…Esta vez se mataron de la risa, se sonrieron…Ahí, el mismo “negro se entusiasmó y anunció un cantante, el Chico Carter, compañero de Valparaíso, cantador de tangos. Cantaba bien bonito. Un teniente le pasó una guitarra. Punteaba bien la guitarra…Punteó…Fumando espero, iba a cantar, pero no le salía la canción. Ahí el comandante gritó: “Buena, imbécil… ¿vas a cantar o no? Entonces se fue…Ahí mismo lo trajimos. Al tercer intentó salió la canción. Cantaba lindo. Ahí todo el mundo aplaudió, hasta los milicos. Esa fue la función primera y después vinieron otras que se consiguieron. Así, el teatro tomó auge, incluso llegamos a componer una comedia musical. Era tanto los beneficios que logramos con estas presentaciones que nos trajeron aquí al lado, al supermercado que se llamaba, nos asignaron literas, frazadas y fue mejorando el trato con nosotros. Teníamos setenta actores en escena en la comedia del gran amor de Johnny Good…Tuvimos tres estrenos de la comedia…En la obra actuaron hasta los más chicos. Había compañeros que tenían diecisiete o dieciséis años. No tenían personalidad para subirse al escenario, pero se sabían de memoria la obra. Eran gánster de un lado y  gánster del otro, qué sé yo…Solitos se iban incorporando… – ¿Lo haré bien?, preguntaban. Yo le decía: “Pero si tú te sabes el personaje”… “Sí, me hice una metralleta, ¿por qué de gánster? Tenían sus uniformes, sus maquillajes, se sabían todo, entonces era ir e incorporarse…La obra la fuimos haciendo musical porque al lado en la capilla había un armonio y lo trajimos…Hubo canto. Hubo poesía. Hubo de todo. Pero por sobre todas las cosas hubo mucho compañerismo, mucha amistad. Todos, todos éramos amigos…Eso nos dio más fuerza para soportar todas las tonteras, todas las humillaciones que sufrimos acá.[4]

Freddy Alonso (2004), especifica:

El día domingo 26 de mayo a las 18.00 hrs., planificado anteriormente por los que participábamos en los show, varios compañeros que estaban siendo interrogados y golpeados quisieron seguir participando, porque su fundamentación era que esto era la última actuación, por el consejo de guerra que se venía, por lo tanto querían despedirse de todos su compañeros en las condiciones que estuvieran. Un gran gesto de estos muchachos que fue reconocido por todos nosotros.

En este show se le hizo un homenaje a Arturo Prat cuando era abogado, sobre la defensa que hizo del teniente Uribe en los tribunales ingleses, el autor de esta obra fue el prisionero- abogado Raúl Hidalgo Guerrero. Posteriormente, se repitió la obra musical La historia de amor de Johnny Good o Juan Bueno, donde participaba la mayoría de los artistas que entraban a consejo. (212)

Es muy difícil imaginarse que en ese sitio con una historia profunda y dolorosa un conglomerado de hombres tuviera la valentía y la predisposición para crear y expresarse mediante el género teatral. Pese a la marca de dolor, este ejemplo brutal nos revela como el teatro es un testimonio cruel de la historia vivida hace pocos decenios atrás en nuestro país.[5] Los relatos de los detenidos son estremecedores, más aún cuando conjeturamos que en la misma sala donde presentaban sus obras, resonaban los gritos de los torturados en medio de ese ritual demencial oficiado por los agentes del Estado.

Podemos especular que frente a esas inhumanas circunstancias, el teatro sirvió como una forma de exorcizar la crueldad y el padecimiento, él permitió expresar muchos mensajes que los presos políticos debían ocultar o simular frente a sus carceleros; asimismo, fue un soporte para desplegar la creatividad y la necesidad de creer en otro mundo: mejor y más justo."

Fuentes citadas:

ALONSO, La Verdad de Pisagua 1973-1974. Ediciones Campus. Iquique, 2004.

SALVATIERRA, Hugo. Chacabuco Voces del Desierto .Pehuén Editores, 1994.

Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura (Informe de la Comisión Valech) Sitio Web:

http://www.derechoshumanos.net/paises/America/derechos-humanos-Chile/informes-comisiones/comision-nacional-prision-politica-y-tortura.htm.

La verdadera historia de JhonnyGood www. cinetecadigita

[1]  Informe Valech.  En el gobierno de Ricardo Lagos (2003) se dispuso la creación de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, presidida por monseñor Sergio Valech. Fue un organismo creado para esclarecer la identidad de las personas que sufrieron privación de libertad y torturas por razones políticas, por actos de agentes del Estado o de personas a su servicio, en el período comprendido entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990, durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.

[2]  Entrevista realizada el año 2016 a este antiguo locutor de Radio Esmeralda y Radio Lynch de Iquique

[3]En el diario El Tarapacá del día 31 de octubre de 1973, se informó la ejecución, entre otros, de José Demóstenes Rosier Sampson Ocaranza, Relacionador Público de la Municipalidad de Iquique, actor de teatro y militante socialista, haciendo referencia a la supuesta participación de los condenados en un plan destinado a provocar la guerra civil en Chile y la rebelión de las Fuerzas Armadas.

[4] Fuente: La verdadera historia de Jhonny Good www. cinetecadigital.ccplm.cl

[5] Una experiencia parecida que demuestra cómo el arte permitía dar un poco de luz a las conciencias encerradas en los campos de concentración es la que se vivió en la misma época en la Oficina Chacabuco, donde los presos políticos organizaron un festival de la canción. Véase Recuerdos de un campo de concentración de Hugo Salvatierra, en el texto Chacabuco Voces del Desierto. Pehuén Editores, 1994.


Breve reseña de los complots militares en Chile

Fuente :puntofinal.cl, 15 de Septiembre 2017

Categoría : Prensa

Salvador Allende confiaba en la lealtad del general Augusto Pinochet. Creía que gran parte del ejército y de Carabineros permanecerían fieles a la Constitución y al legítimo gobierno de la Unidad Popular. Pero no fue así.
Existían muchos antecedentes que demostraban la tradición golpista, tanto en las Fuerzas Armadas como en Carabineros. Allende y muchos de sus colaboradores lo habían sufrido en carne propia, desde las primeras décadas del siglo XX. Los nombres de los conjurados se repetían una y otra vez en las asonadas promovidas desde los salones o desde los clubes militares. No obstante, pareciera que nadie en la UP midió en su justa dimensión lo que eso significaría para el país.
Dos complots de uniformados se registraron en 1955, bajo el gobierno y el auspicio del general Carlos Ibáñez del Campo. Se les conoció como Puma (Por Un Mañana Mejor) y Línea Recta. Pese a que varios de los involucrados fueron sancionados, la mayoría se mantuvo en importantes puestos políticos y militares desde donde -finalmente- propiciaron el golpe militar de 1973.
Carlos Ibáñez, ex dictador, fue elegido presidente en 1952 con 46,8% de los votos. Llegó a La Moneda sin el apoyo de ninguno de los partidos tradicionales, pero en brazos de grupos que mostraban claro disgusto hacia los conglomerados políticos. En su campaña, Ibáñez acusó a los políticos de antipatriotas y azuzó a la ciudadanía contra ellos.
Seis años antes, en 1946, el abogado radical Arturo Olavarría Bravo -“Pitín” le decían- fundó la Acción Chilena Anticomunista, ACHA, de cara a las elecciones presidenciales de septiembre de ese año. Su propósito era luchar contra los comunistas y lograr que fuesen marginados del sistema político.
Olavarría había sido ministro de Agricultura y del Interior de Pedro Aguirre Cerda y, desde este último cargo, envió al manicomio a Jorge González von Marées, líder de los nacionalsocialistas criollos. En 1946, tras la muerte del presidente Juan Antonio Ríos, “Pitín” se enfrentó en las primarias internas del radicalismo a Gabriel González Videla, siendo derrotado.
Poco después conoció al joven abogado Jorge Prat Echaurren, nieto del héroe naval chileno, y formaron la ACHA, solicitando fondos al gobierno estadounidense para su “guerra” con el comunismo. En 1952, Olavarría fue generalísimo de la campaña de Ibáñez y más tarde su canciller y ministro del Interior.
El grupo militar Puma se organiza luego de las elecciones de 1952, cuando se pensó que el triunfo de Ibáñez podría ser desconocido por la derecha. Luego, en 1955, surgió Línea Recta para sostener a Ibáñez frente a la salida del gobierno de los partidos Socialista Popular y Agrario Laborista, pilares del ibañismo.
Jorge Prat, en tanto, había fundado en 1946 la revista nacionalista Estanquero, cuyo director fue Rafael Valdivieso Ariztía, quien treinta años después sería secretario del Consejo de Estado, creación de la dictadura del general Pinochet.

LA LINEA RECTA
Prat Echaurren apareció involucrado en la conspiración de la Línea Recta, formada por oficiales del ejército y de la Fuerza Aérea que respaldaban a Ibáñez. Los conjurados pretendían remover a los mandos de las Fuerzas Armadas y dar un golpe de Estado. Ibáñez se reunió el 22 de febrero de 1955 con 58 conspiradores en su residencia de Dublé Almeyda 2854. Uno de los líderes de los oficiales que participaban en la cita era el mayor Roberto Viaux Marambio, pertinaz conspirador a fines de los años 60 y comienzos de los 70.
Prat elaboró un manifiesto para Línea Recta donde hacía un llamado a los “habitantes sanos e incontaminados del país a unirse en torno a un plan de austeridad, progreso y bienestar, junto a hombres limpios, patriotas y capaces, poseídos del fervor del servicio a la patria”. Afirmaba que “el país se encuentra sumido en un grado increíble de postración, decaimiento moral y material y anarquía política”, porque “el partidismo electoral ha hecho del país una tierra de conquista, dividiendo a los chilenos”. Alertaba, además, “que las fuerzas traidoras del comunismo internacional están alertas para aprovecharse del caos y la desintegración”.
Luego del encuentro con los uniformados, Ibáñez solicitó a Olavarría que se incorporara a Línea Recta.
Los conjurados fueron descubiertos y el movimiento denunciado al comandante en jefe del ejército, general Raúl Araya Stiglich. El 19 de mayo de 1955 el fiscal militar de la Segunda División del Ejército, coronel (J) Máximo Honorato Cienfuegos, inició un proceso contra los involucrados, inicialmente caratulado “por sedición” y luego reemplazado por “transgresión a la disciplina”. El 21 de diciembre de 1955, el juez militar general Horacio Gamboa (autor de un intento de golpe en marzo de 1970), dictó sentencia y sobreseyó a los implicados, por estimar que no habían cometido delito. La Corte Marcial acogió posteriormente una apelación contra esa resolución y condenó al general Ramón Salinas Figueroa, al comandante de escuadrilla Oscar Squella Avendaño, al capitán de bandada Carlos Arredondo y al capitán Hugo Barros Barros a ser eliminados de las Fuerzas Armadas. Respecto a otros 19 encausados, recomendó la aplicación de medidas disciplinarias administrativas.

VINCULOS GOLPISTAS SORPRENDENTES
En 2011 la doctora en historia María Elisa Fernández, académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y actual asesora de la Cancillería, publicó una investigación sobre Puma y Línea Recta y su relación con el golpe militar de 1973. Afirma que un análisis de la literatura militar de principios del siglo XX revela un discurso político-ideológico que caracteriza a los soldados chilenos como dueños de cualidades particulares, tales como superioridad moral, patriotismo y nacionalismo; y que se definen como salvadores de la sociedad chilena. Por lo tanto, agrega, algunos oficiales verán su participación en política en los años 50 como el deber de un soldado patriota, más que como una intervención político militar.
Fernández sostiene que en la Escuela Militar y la Academia de Guerra el entrenamiento, la preparación en los cuarteles y las misiones asignadas, obliga los militares a desarrollar relaciones de amistad, conexiones y lealtades que originan un sentimiento de pertenecer a una corporación con intereses comunes, conformando una especie de “clase militar”.
Para reconstruir estos movimientos y lograr un análisis de la composición de cada uno de los movimientos, María Elisa Fernández revisó las fichas personales, hojas de servicio e informes de cortes marciales, fuentes que nunca antes habían sido consultadas. La historiadora analizó las hojas de servicio de 130 oficiales de los 187 identificados como miembros de Puma y/o Línea Recta. A fines del gobierno de Ibáñez, sólo 25 de ellos estaban en retiro y, al menos veinte continuaban en servicio para la década de 1970. Esto quiere decir que un tercio del alto mando -generales y coroneles- estaba aún en el ejército para el golpe de 1973.
“Uno de los deberes más importantes de este grupo -y en general del alto mando- es el control de la educación en las instituciones militares. Es decir, los que integraron Línea Recta y Puma resultaron ser influyentes en las nuevas generaciones de oficiales; además, fueron el pilar del golpe de Estado de Pinochet”, señala la investigadora.
PF revisó los antecedentes de los veinte oficiales que participaron en Línea Recta y que continuaban en servicio activo bajo la dictadura del general Augusto Pinochet. Entre ellos, destacaban Víctor Barría Barría, subdirector del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) en 1973 y luego jefe de la Dina en Buenos Aires, cuando fue asesinado el general Carlos Prats, comandante en jefe del ejército durante la Unidad Popular; Eduardo Gillmore Stock, hermano del vicario castrense; Camilo Valenzuela Godoy, general que intentó impedir que Allende llegara a la Presidencia y que estuvo involucrado en el asesinato del general René Schneider, predecesor del general Prats; Ramón Larraín Larraín, oficial a cargo del campo de concentración de Pisagua en 1973; Manuel Pinochet Sepúlveda, responsable directo de la matanza de obreros en la mina de cobre en El Salvador, en 1966; Mario Meneses Navarrete y Ernesto Guiraldes, ex directores de la Fábrica y Maestranza del Ejército (Famae). Todos ellos y el resto de los oficiales en servicio en 1973 y que participaron en Línea Recta en 1955, eran profesores en diversos institutos militares bajo el régimen de facto de Pinochet

Otras conspiraciones

GOLPE DE ESTADO DE 1932
El 4 de junio de 1932, en la noche, acompañado por un centenar de adherentes alessandristas, socialistas e ibañistas, el coronel Marmaduque Grove Vallejo entró a La Moneda y se dirigió al presidente, el radical Juan Esteban Montero, quien había sucedido el año antes al derrocado coronel Carlos Ibáñez del Campo.
“Como comandante en jefe de las tres ramas de las Fuerzas Armadas he resuelto deponer al gobierno que usted preside y establecer en Chile la República Socialista, en cuyo nombre procedo a tomar el mando de la nación para el pueblo de Chile y con el pueblo de Chile”, notificó Grove a Montero.
Se instaló entonces una Junta de Gobierno que duró doce días en el poder (la llamada “República Socialista”), integrada por el general (r) Arturo Puga, el socialista Eugenio Matte y el periodista Carlos Dávila. La Junta disolvió el Congreso designado por Ibáñez. También indultó a los marineros condenados por la sublevación de la Escuadra.
El 16 de junio una conspiración militar acusó a Matte y a Grove de estar conduciendo el país al comunismo. La prensa informó que dos barcos de guerra estadounidenses se dirigían a las costas chilenas para proteger las vidas e intereses de los ciudadanos norteamericanos.
Matte, Grove y otros socialistas fueron hechos prisioneros y desterrados a la isla de Pascua. Se decretó el estado de sitio y Carlos Dávila, quien derrocó a sus ex compañeros, asumió como presidente. Su gobierno duró 89 días, hasta el 13 de septiembre de 1932, cuando renunció y entregó el poder a su ministro del Interior y se exilió en Estados Unidos.

EL ALZAMIENTO DE ARIOSTO HERRERA
En 1939 gobernaban Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular. Parecían superados los problemas de anarquía vividos entre 1924 y 1932. Alessandri había llevado al país a una aparente calma, pero en la derecha y en alguna oficialidad uniformada, activa y en retiro, crecía el descontento con el “régimen comunistoide del negro Aguirre”, como llamaban despectivamente al presidente.
Unos pocos oficiales demostraron su molestia de malas maneras. El general Ariosto Herrera Ramírez, comandante de la Segunda División, fue llamado a retiro. Había sido agregado militar en la Italia de Benito Mussolini y no ocultaba sus simpatías por aquel, ni por Hitler y Franco. Su anticomunismo lo había llevado a negarse a desfilar frente a La Moneda el 21 de mayo, al ver que flameaban banderas rojas. Ordenó sacarlas a punta de sables y amenazas.
El 25 de agosto de 1939, Ariosto Herrera intentó levantarse contra el gobierno. Salió de su casa de madrugada y se acuarteló en el regimiento Tacna. Dentro del cuartel, envalentonó a sus oficiales: “El que esté de acuerdo conmigo, un paso al frente”. Sólo dos soldados decidieron dar el paso. Ahí terminó esa aventura golpista.

COMPLOT DE “LAS PATITAS DE CHANCHO”
Casi al finalizar 1948, Gabriel González Videla dictó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia destinada a perseguir a los comunistas. Para afirmarse en el gobierno formó una coalición que bautizó como “gabinete de Concentración Nacional”, conformado por radicales anticomunistas, liberales, conservadores y miembros de una fracción escindida del PS. En Argentina gobernaba el general Juan Domingo Perón, amigo personal de Carlos Ibáñez, con quien le unían ideas cercanas al fascismo italiano. Perón era un convencido de que Argentina tenía un destino divino en la costa del Pacífico, y veía en un posible gobierno ibañista la puerta para cumplir su sueño. Por ello alentó la intentona de Ibáñez para derrocar a González Videla y/o ganar después las elecciones de 1952.
Ese año la mano de Perón, tras los desbaratados intentos golpistas, apareció mencionada como cómplice del complot conocido como “Las patitas de chancho”, en el cual participó una rama de la logia masónica La Montaña y militares afines a un gobierno dictatorial de corte nacionalista, que pretendía deponer a González Videla y a todo el escenario político-partidista de la época, para imponer un régimen militar nacionalista.
Esa confabulación, desarrollada entre septiembre y octubre de 1948, tenía como fin crear condiciones para un golpe de Estado que permitiera al general Carlos Ibáñez tomar el poder. El complot fue bautizado así porque las tertulias golpistas se efectuaban en un restaurante de San Bernardo cuya especialidad era el típico causeo de patitas de chancho.

CONJURA DE COLLIGUAY
Ocurrió tras la denominada Marcha del Hambre convocada por organizaciones sindicales, como la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH), la Federación Bancaria y organizaciones populares, como el Comando Nacional Contra las Alzas y la Especulación. También esta acción apareció asociada al Partido Agrario Laborista, a la coalición ibañista Alianza Popular Libertadora y al Partido Socialista Popular de Raúl Ampuero. También se contaba con el apoyo de dirigentes y militantes del ilegal Partido Comunista, llamado transitoriamente “Partido de los Trabajadores”.
La marcha se realizó el 22 de agosto de 1951 en Santiago, culminando con un acto en la Plaza Artesanos. Entre los oradores estuvieron el dirigente comunista Domiciano Soto y el dirigente bancario socialista popular Edgardo Maass, quienes pronunciaron incendiarios discursos contra el gobierno. Al día siguiente, circuló la noticia del secuestro de ambos por agentes de Investigaciones, creándose gran efervescencia social. El gobierno ofreció recompensas por información sobre los desaparecidos. El domingo 26 de agosto, Soto y Maass fueron encontrados junto a su custodio armado -Carlos Fellemberg- en las proximidades de una mina abandonada en Colliguay. El propósito de los conjurados era desestabilizar al gobierno.

REBELION EN LA ACADEMIA DE GUERRA
En mayo de 1967, la oficialidad joven de la Armada entregó una carta a su alto mando y a las autoridades políticas donde manifestó “…la urgente necesidad de mejores medios técnicos y de alza en los sueldos”. La misiva, denominada por la prensa como el “Manifiesto de los tenientes”, mostró la inquietud de los mandos medios de la Armada convencidos de la desidia de sus jefes y autoridades políticas. Por esos días también se congregó en el Club Militar más de un centenar de oficiales jóvenes del ejército. En el encuentro, conocido como la “Reunión de la pílsener”, los uniformados deliberaron sobre la situación económica que afectaba a su institución.
La rebeldía estalló el 1º de mayo en la Academia de Guerra del Ejército, cuando 98 oficiales alumnos pertenecientes al curso regular y al de informaciones, a través de sus profesores jefes, presentaron sus renuncias a la institución. En la Academia Politécnica, en tanto, otros 54 oficiales tomaron igual decisión. Esa actitud, según el general (r) Horacio Toro Iturra, involucrado en el movimiento, comenzó a ser imitada en los demás institutos militares.
El malestar en el ejército no se detuvo con el cambio de ministro de Defensa ni con el nuevo comandante en jefe. Es más, se encauzó a través de dos altos oficiales que aparecieron como sus líderes naturales. Los oficiales de Infantería y Blindados se identificaron con el mayor Arturo Marshall Marchesse; y, los de Artillería, Ingeniería y Caballería, con el general Roberto Viaux Marambio. Ambos oficiales, obstinados conspiradores, darían que hablar en los años siguientes.

Por Manuel Salazar Salvo


Ordenan ubicar a ex uniformados

Fuente :estrellaiquique.cl, 10 de Julio 2003

Categoría : Prensa

El ministro de fuero Daniel Calvo Flores, quien reactivó el Caso Pisagua Rol N.o 2.182-98 por la desaparición de diez personas que fueron ejecutadas en ese campo de prisioneros entre el 29 de septiembre y 29 de octubre de 1973, inició el interrogatorio de ex uniformados, así como la ubicación de quienes estuvieron en esa época en la caleta, distante a cien kilómetros de Iquique.

El juez se constituirá el próximo lunes en la caleta con los procesados, entre los que figuran el ex vice-comandante del Ejército, general (r) Carlos Forestier, actualmente en libertad bajo fianza, y el suboficial (r) Miguel Chile Aguirre Alvarez, además de otros ex uniformados. El alto oficial, quien fue ex intendente de Tarapacá no participaría debido a que se encuentra delicado de salud.

El objetivo es determinar lo ocurrido con diez prisioneros, siete de los cuales no han sido ubicados sus cuerpos.

CITACIONES

El juez Calvo, quien el martes inició una serie de interrogatorios, citó declarar en la Corte de Apelaciones de Santiago a los uniformados Sergio Espinoza Davies, Patricio Williams Vega, Jorge Addison-Smith García, Ciro Casanueva Aguila y Ricardo Ibarra Ceballos.

Ayer debieron hacerlo Sergio Benavides Villarreal, Arturo Contador Rosales, Roberto Ampuero Alarcón, Sergio Figueroa López y Gabriel Guerrero Reeve. Hoy deberá comparecer José Mario Vergara Bustos.

Asimismo, ofició al Estado Mayor General de la Armada, a fin de solicitar la completa identidad de quien o quienes sirvieron como Alcalde de Mar o Capitán de Puerto en la localidad de Pisagua entre el 11 de septiembre de 1973 al 31 de diciembre de 1980.

A la Dirección General de Gendarmería solicitó la nómina de todos los efectivos que estuvieron destinados a la Cárcel de Pisagua entre el 11 de septiembre de 1973 y hasta que dicho recinto estuvo en funciones.

Al Estado Mayor General del Ejército pidió la identidad de todos los oficiales de sanidad que estaban destinados a cualquiera de las unidades dependientes de la VI División de Ejército, en los meses de septiembre de 1973 a diciembre de 1974.

Por otra parte ofició a la Dirección General de Aeronáutica a fin que remita la información de los registros correspondientes a los vuelos no comerciales que aterrizaron o despegaron del aeropuerto de Iquique entre los días 28 de octubre al 2 de noviembre de 1973; se deberá precisar la identidad tanto del capitán de cada aeronave, como quienes viajaban como pasajeros.

El magistrado también pidió al Ejército la identidad de Juan Aguirre Guaringua, o Guaringa, quien estaba destinado a alguna de las unidades dependientes de la VI División del Ejército a partir de septiembre de 1973.

Asimismo al Servicio de Registro Civil e Identificación los certificados de defunción de Ramón Larraín Larraín y Mario Acuña Riquelme.


Los valientes soldados: Uniformados asesinados por enfrentarse a la Dictadura

Fuente :elciudadano.com, 10 de Diciembre 2019

Categoría : Prensa

Militares, conscriptos, aviadores, marinos y carabineros que hasta hoy figuran en las largas y tristes listas de detenidos desaparecidos o ejecutados políticos que dejaron los 17 años de dictadura. Víctimas de su propia institución, son soldados que pagaron con su vida al negarse a ser cómplices de las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos que se cometieron desde septiembre de 1973.

Michel Nash fue fusilado a los 19 años e inventaron un “intento de fuga” para justificar su muerte. A Mario Lavanderos lo hicieron pasar por suicida. Carlos Carrasco fue asesinado a cadenazos en Villa Grimaldi.

Tres casos, de más de cincuenta, en los que profundizamos acá y que dan cuenta de que la derecha chilena estuvo incluso dispuesta a dejar caer su bestialidad sobre “los suyos” con el objetivo de frenar para siempre la amenaza a sus privilegios.

MICHEL NASH: “ÉL QUERÍA ESTAR CON UN ARMA EN LA MANO PARA DEFENDER A SU GOBIERNO”

Para Eduardo Juri, su primo Michel Nash tenía una conciencia política superior, una capacidad de organización fuera de lo común. A sus 16 años ya había agrupado a la gente de su barrio -la zona de Santos Dumont en la comuna de Recoleta- en torno a la Junta de Vecinos y a las JAP (Junta de Abastecimiento Popular). Formaron un Comité de Unidad Popular que, según Juri, “sobrepasaba con creces al Partido Comunista”. “Michel era comunista, pero nunca se limitó a eso”, advierte.

1973 y Michel entra al Servicio Militar en el Regimiento Granaderos Nº 2 de Iquique. “Él estaba plenamente consciente que se venía un enfrentamiento y quería estar con un arma en la mano para defender a su gobierno”, enfatiza Eduardo. Por lo mismo es que decidió acudir al llamado y cumplir con lo que en ese momento creyó era su deber.

El 11 de septiembre Nash se dio cuenta de inmediato de qué se trataba lo que ocurría. Así lo relata su hermana Leila: “Le había tocado hacer una guardia y vio la violencia, la brutalidad, los allanamientos, y eso para él fue un golpe salvaje. No era algo que él pudiera aceptar”, explica. Es por esta razón que al día siguiente Michel pidió la baja. Yo juré defender al pueblo de Chile, no a quienes hicieron un quiebre institucional, diría luego el joven de 19 años, según relatos de otros prisioneros de Pisagua.

Al referirse a la renuncia, Juri dice que no había ninguna posibilidad de que su primo hiciera otra cosa. “Tenía una conciencia política muy clara, muy avanzada para su edad. No nos cabe ninguna duda de que él lideraba y que tenía un grupo de izquierda dentro del regimiento. Y si lo detienen y lo matan es porque sabían que era peligroso”, sostiene.

Nash salió del Granaderos Nº 2 y fue detenido inmediatamente. Lo llevaron al Regimiento de Telecomunicaciones de Iquique, donde lo interrogaron, y de ahí al Campo de Concentración de Pisagua “a sufrir lo indecible”, como enfatiza Leila. Los demás prisioneros, al observarlo “pelado”, desconfiaron. Solo luego de que lo vieron llegar herido y sufriente tras una sesión de tortura, lo acogieron y comenzaron una relación con él.

El 29 de septiembre Michel es elegido junto a un grupo de prisioneros para hacer labores de carpintería. Según el teniente coronel Ramón Larraín Larraín, los prisioneros intentaron escaparse, hecho por el cual se les habría dado muerte, aplicándoles la llamada Ley de Fuga. El cuerpo del joven de 19 años jamás apareció, no estaba en la fosa que dieron a conocer años después. Según sostiene Leila, su cuerpo fue removido del lugar, junto a los de otros dos prisioneros muertos, luego quemados, pulverizados y arrojados al mar.

El 2018 falleció la madre de Michel sin saber nunca qué pasó con su hijo. “Cuando murió mi mamá el año pasado, yo llevé sus cenizas al mar de Pisagua, una forma simbólica de que se reencontrara con mi hermano. Pero de verdad, si nos atenemos a los testimonios, es casi imposible que lleguemos a encontrarlo”, concluye Leila.

MARIO LAVANDEROS LATASTE: POR LA LIBERTAD DE LOS EXTRANJEROS

Unos cinco días antes de su muerte, el mayor del Ejército Mario Lavanderos (37) había sido designado para dirigir la Sección de Extranjería del recinto de detención Estadio Nacional.

“Era sencillo y amable con todo el mundo”, refiere un amigo suyo en el portal Memoria Viva. Se piensa que fue esa misma sencillez y sensibilidad las que llevaron a Lavanderos a elaborar una lista de personas uruguayas privadas de libertad en el recinto deportivo y a entregarla al entonces embajador de Suecia, Harald Edelstam, reconocido simpatizante de la Unidad Popular y activo en el rescate de prisioneros políticos. Lavanderos se impactó con el nivel de violencia ejercida en contra de los presos, por lo mismo se piensa que no dudó en agilizar la salida de estos.

El 16 de octubre firmó un documento en el cual otorgaba la libertad a 55 detenidos uruguayos, los que fueron entregados en calidad de refugiados. Sin embargo, Lavanderos se encontraba nervioso. No estaba seguro de lo “correcto” de su actuar. Quizás imaginó que podía sufrir represalias. Así lo atestigua el entonces comandante de aviación Leopoldo Moya Bruce, quien dejó constancia de que el mayor de Ejército estaba preocupado por su accionar en favor de los detenidos extranjeros.

Sin embargo, las gestiones habían sido iniciadas por su antecesor en la Sección de Extranjería del Estadio Nacional, Carlos Meirelles, quien había entablado conversaciones con la Embajada de Uruguay, Suecia y Panamá, para liberar a nueve ciudadanos uruguayos para su posterior traslado a Cuba. Así se manifiesta en el libro Terrorismo de Estadio: Prisioneros de guerra en un campo de deportes, de la periodista Pascale Bonnefoy.

Pues bien. El 17 de octubre de 1973 Lavanderos da la libertad a los uruguayos y se dirige al casino de la Academia de Guerra, donde se dispone a cenar. En el lugar se encontró con el coronel David Reyes, quien estaba bebiendo alcohol -práctica que, según testigos, era común-. Lavanderos no tomó ni un poco, así consta en el dictamen de la causa número 143 de la Fiscalía Militar y en la prueba de alcoholemia realizada luego de su muerte.

Reyes le pidió al mozo asistente que se retirara a descansar. Pero éste no se fue y se acostó en el suelo tras la cantina, seguramente para dejar cerrado luego de que todos salieran. Cerca de las 3 de la mañana, escuchó un disparo, por lo que entró rápidamente al lugar. Acto seguido, bajó el centinela -cabo 1° Francisco Lazar Muñoz- desde el segundo piso, y luego el suboficial mayor de la guardia.

Según Lazar, Reyes le pidió que no diera cuenta del hecho. El mozo asistente sostiene haber visto a Reyes tratando de poner una pistola en la mano de Lavanderos mientras yacía de cara sobre la mesa en medio de un charco de sangre. Como consta en los documentos de Fiscalía, Lavanderos ya se encontraba muerto.

En marzo de 1993, la Comisión Rettig resolvió que el mayor (R) Mario Lavanderos Lataste fue víctima de violación de Derechos Humanos cometida por agentes del Estado.

CARLOS CARRASCO MATUS: UN SOLDADO HUMANITARIO

Carlos Carrasco Matus llegó casi por casualidad a ser parte del aparato de inteligencia que operó durante la dictadura de Pinochet. Para el ’73 le correspondía hacer el Servicio Militar. Según consignó The Clinic en junio de 2015, su hermano, Sergio, relató que Carlos se quedó dormido el día que le correspondía ir a “sacarse el servicio”.

Fue así como fue enviado a cumplir con lo que llaman deber patrio al Regimiento de Infantería Buin. “Debido a sus buenos antecedentes militares, fue incorporado al Servicio Militar regular, alcanzando el grado de cabo segundo del Ejército de Chile. Luego es incorporado a la DINA, desempeñándose como guardia en el campo de prisioneros Tres Álamos, en Santiago”, anota el sitio Memoria Viva.

A sus 21 años, había sido militante del MAPU antes de entrar al Ejército, secretario de la Junta de Vecinos de su barrio en Conchalí y dirigente mientras estudiaba en el Instituto Comercial N°5. Allí conoció a Luis Alejandro Fuentes Díaz. Para comienzos del ’75, Carrasco Matus ya había cumplido un año en labores militares, por lo que le correspondían vacaciones. Es durante este tiempo, específicamente el 14 de marzo, que es detenido en su casa, en presencia de su mamá y su hermano. Quienes realizan su aprehensión, se identifican como miembros de la DINA. El mismo día toman detenido a su amigo Luis, siendo ambos enviados a Villa Grimaldi.

Según un testimonio entregado por Fuentes en 1990, Carlos habría entrado contra su voluntad a la DINA. Por lo que le contó a su amigo mientras estuvieron detenidos, fue elegido junto a otros jóvenes para conformar una fuerza represiva especial. A juicio de Luis, “es evidente que a partir de entonces comenzó para Carlos toda una existencia inhumana. Carlos describió lugares de detención, así como también sesiones de tortura que le tocó presenciar, incluso algunas en las que se vio obligado a participar”.

A “Mauro” -como era conocido Carrasco cuando se desempeñaba como guardia en los centros de detención Tres y Cuatro Álamos- lo hacía sentir menos mal hacer esa labor que tener que presenciar torturas, según relata Fuentes. “En innumerables oportunidades sacó mensajes para los familiares que desconocían el paradero de los ‘desaparecidos’. En muchas ocasiones regaló cigarros o porciones de comida extra a los allí recluidos”, asegura. En ese sentido, su amigo describe a Carlos como alguien que “estaba ideológicamente convencido de la necesidad de transformación socialista que requería Chile”. Toda la familia de Carlos tenía tradición de izquierda.

En el Informe Rettig se señala que “al parecer, había sido miembro de un partido de izquierda antes de septiembre de 1973. Existen numerosos testimonios de gente que pasó por ese y otros lugares que afirman con admiración y cariño que había un guardia denominado ‘Mauro’, que era humanitario y que trataba de darles ánimo, haciendo más llevaderas sus vidas en ese centro”. La Comisión agrega que “la DINA se percató de ello y obtuvo pruebas de que ‘Mauro’ era Carlos Carrasco y que entregaba antecedentes y nombres de presos que se encontraban ahí a los partidos de izquierda o a sus familiares”.

Según Luis, Carlos desconocía al comienzo que la información que le entregaba estaba siendo utilizada para alertar a compañeros del MAPU y del MIR. Luego de un tiempo – recuerda- “la dirección del MIR exigió que Carlos estuviera al tanto de cómo se utilizaba la información que le daba a Alejandro”. “Fue una situación difícil, porque podía significar peligros significativos”, añade. Carlos aceptó y desde ese momento lo hizo de forma consciente.

Una vez que la DINA se percató de esta situación y detuvo a Carrasco en su propia casa, fue torturado en ‘la torre’ de Villa Grimaldi. Testigos relatan que se escuchaban gritos de desesperación. Carrasco lloraba porque le gritaban traidor: sabía que eso lo llevaría a la muerte.

Mientras tanto, Norma Matus y Carlos Carrasco -padres del joven- hacían lo imposible por saber el paradero de su hijo. Al día siguiente de la detención, llegó a la casa familiar Orlando Manzo Durán -que en ese momento se presentó como Aníbal Barrera- pidiendo el arma de servicio de su hijo, diciendo que en tres días estaría de vuelta. “Sin embargo, Manzo Duran, dos días más tarde, concurrió hasta el domicilio de la familia para avisar que Carrasco Matus ‘se había fugado’”, señala el Informe Rettig.

A cadenazos y en las manos del coronel de Ejército y agente de la DINA, Marcelo Moren Brito, Carlos Carrasco perdió la vida luego de que lo dejaron moribundo en uno de los patios traseros de Villa Grimaldi. Nunca se supo qué pasó con su cuerpo.