Claverie Bartet Guillermo Rene

Rut: 3125893-6

Cargos:

Grado : Oficial

Rama : Armada


Las Pruebas que Apuntan a una Conspiracion para Asesinarlo: ¿Quién mató al comandante

Fuente :lanacion.cl, 20 de Marzo 2005

Categoría : Prensa

A 32 años del homicidio del edecán naval del Presidente Allende, incongruencias en la investigación de la justicia de la Marina y una pista aportada hace un par de semanas por un ex policía civil, amenazan con echar abajo la versión oficial. La justicia civil reactivó el caso. Todo apunta a un complot del más alto nivel.

La madrugada del 27 de julio de 1973, segundos después de las ráfagas que se escucharon en la calle Fidel Oteíza, ocho personas sintieron otros disparos. Tres de ellas, René Claverie Bartet, Guillermo Perry González y César Palma Ramírez, distinguieron claramente que fueron dos tiros. Elsa Moder Echeverría dijo en el proceso que los escuchó “más débiles, en forma distanciada”. Rafael Mardones Saint-Jean los oyó “como si fueran de otro calibre, distintos a las ráfagas”. Estamos en la escena del crimen del edecán naval de Salvador Allende, el comandante Arturo Araya Peeters.

Esa noche del 26 de julio de 1973 el comandante Araya acompañaba al Presidente Allende en una recepción en la embajada de Cuba. La situación política en el país era extremadamente tensa y la derecha y la ultra derecha clamaban por el golpe de Estado. Un mes antes oficiales del ejército habían protagonizado la asonada conocida como “El tancazo” frente a La Moneda. En este escenario de conflicto, Allende intentaba sumar fuerzas buscando un acuerdo con la Democracia Cristiana para consensuar cambios en su programa de gobierno.

Un par de días antes del atentado al edecán, los dirigentes del grupo armado de ultraderecha Patria y Libertad, Roberto Thieme y Miguel Cessa, se reunieron en un departamento de Vitacura con dos oficiales de la Armada. Uno de ellos del cuerpo de almirantes. Los oficiales les informaron que el día 25 de julio de 1973 se iniciaría en el país un nuevo paro nacional y que para incrementar la tensión requerían que Patria y Libertad realizara atentados dinamiteros. Con ello, la facción golpista de la Armada sellaba un pacto con Patria y Libertad. Pero necesitaba algo más.

Una chispa para desatar el pandemonio. El asesinato del comandante Arturo Araya Peeters pudo haber sido esa chispa, así como el homicidio del general Prats también pudo haberlo sido tres años antes. Al menos así lo pensaron los que organizaron el complot para matarlo. 

ALGO NO CUADRA

En los muros de la casa de Fidel Oteíza 1953, en la comuna de Providencia, donde vivía el capitán de navío Arturo Araya Peeters, quedaron marcados, pasada la 01.30 horas de ese día 27, cinco impactos de proyectiles. Con la bala que mató al edecán sumaron seis los disparos hechos en dirección al balcón del segundo piso de su casa, que miraba directo al norte, hacia avenida Providencia.

Pero sólo hallaron cuatro vainillas. Los policías civiles de Homicidios rastrearon el lugar y alrededores esa misma madrugada y regresaron con luz de día. No encontraron más que las cuatro vainillas de los disparos hechos desde la calle en dirección al balcón donde se encontraba el edecán, con su metralleta Walter calibre 9 mm en la mano izquierda. Pero los disparos de ataque fueron seis. Las otras dos vainillas nunca aparecieron.

René Claverie disparó tres tiros en ráfaga hacia el balcón. Lo hizo con un rifle automático Marcatti “tipo Batán”, desde el nivel de su cintura y moviéndolo en “forma de abanico”. De acuerdo a peritajes y a la reconstitución de escena realizada el 7 de noviembre de 1973, Claverie hizo fuego parapetado en un pilar de la reja del antejardín, de abajo hacia arriba, pues el balcón estaba a 4,5 metros de altura, y de derecha a izquierda con relación a la posición del edecán en el balcón.

Otro integrante del grupo armado, Carlos Farías Corrales, disparó con un revólver Pasper calibre 22 el cuarto tiro desde una posición similar a la de Claverie.

Al darse cuenta del ataque, el capitán Araya lanzó una ráfaga con su metralleta, sin herir a ninguno de los integrantes del comando. Los hechos que sucedieron después ocurrieron muy rápido. “(Araya) disparó una ráfaga en dirección al norte”, dijo Claverie en el proceso. “Él disparó hacia el frente”, afirmó Alicia Moder, la esposa del comandante. Lo claro es que, teniéndolos a tiro desde arriba, el edecán no apuntó contra los nueve jóvenes que estaban en la calle. A pesar de la búsqueda policial, ninguno de los siete proyectiles disparados por el capitán fue encontrado, salvo las correspondientes siete vainillas recogidas en el balcón.

 PRIMERAS SOSPECHAS

Mardones, uno de los atacantes, declaró que entre el tiroteo se tiró al suelo y se cubrió la cabeza con los dos brazos. “Cuando me levanté, vi que el señor del segundo piso retrocedía hacia el interior”. Lo que Mardones dijo a continuación resume el núcleo del misterio de esa noche. Es la pista cifrada del enigma, todavía sin aclarar, de aquellos segundos en los que se extinguió la vida del comandante Araya.

“Cuando yo estaba tendido y me cubría la cabeza con los brazos, sentí disparos de otro calibre, distintos a la primera ráfaga”. Es el preciso instante en que aquellos dos disparos “como si fueran de otro calibre, distintos a las ráfagas”; los mismos que Claverie, Perry y Palma Ramírez declararon escuchar, fueron hechos en contra del comandante. Perry y Palma formaron parte de los atacantes. Elsa Moder y Armando Michell eran parientes de la esposa del edecán.

Carlos Farías precisó los hechos que ocurrieron inmediatamente después, cuando el grupo corrió por Fidel Oteíza hacia Pedro de Valdivia al oriente, esquina ubicada a 95 pasos desde la casa del edecán. “Cuando yo y algunos más llegamos a la esquina de Fidel Oteíza con Pedro de Valdivia se continuaron sintiendo disparos. Por ello, presumo que, fuera de los dos que ya habían disparado (Claverie y él), hubo otra persona más que se quedó replegada y que también disparó, o mejor dicho, podría haber disparado contra la casa del edecán”.

La conclusión de Farías es similar a la del abogado Raúl Tavolari Oliveros, quien entonces asumió la defensa de Claverie, acusado y condenado por el Juzgado Naval de Valparaíso y la Corte Marcial Naval como quien mató al edecán con uno de los tres balazos que hizo esa noche.

“Para producir su muerte, al comandante Araya se le disparó desde un lugar diferente de aquel en que estuvo Claverie”, dijo Tavolari al contestar la acusación a su defendido en el juicio. Frase breve que entonces resultó irrelevante para los jueces navales. La justicia naval dio por acreditado que el edecán del Presidente Allende murió por uno de los tiros hechos por Claverie, y que el ataque fue “fortuito”, porque “se encuentra fehacientemente acreditado en el proceso que tanto el hechor como sus compañeros no conocían absolutamente la calidad militar de la víctima. El acto estuvo dirigido a ultimar a un extraño y no a un militar (…) sin ninguna preparación previa”, dice la sentencia.

 LA NUEVA PISTA

Sin embargo, 32 años después las cosas toman otro rumbo y una pista aportada hace un par de semanas por un ex policía civil que integró el grupo que indagó el crimen antes del golpe de Estado, amenaza con echar abajo la verdad oficial que la justicia naval estableció sobre el asesinato después del golpe militar.

De acuerdo a los peritajes balísticos, ninguna de las armas encontradas disparó el proyectil calibre 22 Long Rifle que mató al edecán, ni disparó las cuatro vainillas (tres marca Orbea y una marca Remington) calibre 22 Long Rifle encontradas en la calle frente a la casa del edecán. Otras siete vainillas halladas en Providencia con Lyon fueron percutadas por la misma arma que disparó frente a la casa del edecán las tres vainillas Orbea. Pero el arma que usó Claverie, de la cual presumiblemente provinieron los disparos que arrojaron las 11 vainillas Orbea referidas, desapareció. Por ello, nunca se pudo establecer científicamente que fue ese rifle automático el que las disparó.

A pesar de ello, la justicia naval dio por establecido que una de las cuatro balas cuyas vainillas se hallaron en la calle frente a la casa “impactó al comandante Araya y le causó la muerte”, no obstante que ninguno de los peritajes balísticos emitidos antes del golpe militar estableció esa conclusión. Salvo dos emitidos después del 11 de septiembre de 1973. Pero incluso estos dos informes son ambiguos, porque, por otro lado, defienden lo establecido en la autopsia respecto de la trayectoria de la bala homicida.

El antecedente entregado por el policía retirado a los hijos del edecán, Enrique y Arturo, es coincidente con múltiples antecedentes del proceso, en cuanto a que el atentado al comandante Araya fue un complot bien organizado y coordinado, en el que esa noche actuaron tres grupos concertados. LND estudió las 2 mil fojas de los 6 tomos del expediente.

 AUTOPSIA Y PERITAJES

Según el informe de la autopsia al edecán, “la trayectoria intracorporal seguida por el proyectil, estando el cuerpo en posición normal, es de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha y ligeramente de arriba hacia abajo. El disparo corresponde a los llamados de larga distancia en medicina legal y es de tipo homicida”.

Por lo tanto, según las leyes de la física y la balística, el edecán nunca pudo morir por uno de los cuatro disparos hechos desde la calle por Claverie o Farías, si el balcón donde estaba se encontraba a 4,5 metros de altura desde el suelo. Tampoco pudo ocurrir de esa manera, porque Claverie disparó, de acuerdo a la reconstitución de la escena, “de derecha a izquierda” en relación con la ubicación del edecán.

Y si el disparo correspondió a aquéllos de “larga distancia” y del “tipo homicida”, vale decir hecho medidamente con la intención cierta de causar la muerte de alguien, distinto a la ráfaga “en abanico” que lanzó Claverie, ¿quién disparó entonces “ligeramente de arriba hacia abajo” y de “izquierda a derecha” según la trayectoria de la bala homicida periciada por la autopsia?

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos de bala en los muros de la casa. “Tres adyacentes a la ventana del dormitorio; uno en el borde superior de la persiana en la ventana (del dormitorio); y uno en las inmediaciones del lugar donde fue herido el comandante Araya”. (ver infografía).

Esta descripción encierra otra parte del misterio. Porque las vainillas halladas frente a la casa fueron cuatro, pero hubo cinco impactos de bala en los muros. ¿Quién disparó el quinto proyectil y desde dónde, y por qué no se halló la vainilla de ese quinto disparo, ni tampoco la del sexto tiro que mató al edecán?

 CONTRASTES

“A su padre lo mató un tirador escogido que le disparó desde el frente, de esa casona que todavía existe y que era un colegio de monjas”, les dijo a los hijos del edecán el oficial de investigaciones retirado. Les afirmó que a esa conclusión llegaron, pero que vino el golpe y no alcanzaron a consignarlo en un informe escrito.

De acuerdo a las fotografías del informe de la reconstitución de escena, el comandante enfrentó el ataque con su cuerpo levemente girado a la derecha. Vale decir, presentando más sobresaliente la parte izquierda de su tórax. Y la autopsia sostuvo que la bala entró y se alojó en su tórax “de izquierda a derecha”.

De acuerdo con todo esto y a la información del policía, se puede desprender que habría sido un tirador escogido quien, desde ese lugar, habría hecho los dos disparos que varios escucharon segundos después de las ráfagas de Claverie, el tiro de Farías y las ráfagas del edecán.

¿Correspondía el proyectil que dio bajo el borde del balcón, al mismo tipo de bala que mató al edecán? Los hijos del comandante se interrogan por qué el Juzgado Naval de Valparaíso no investigó estas cuestiones que ahora resultan vitales para aclarar el crimen de su padre.

En el proceso actuó como fiscal el capitán Aldo Montagna Barghetto y como secretario el oficial naval Jorge Garretón Iturra, ex cónsul general en Caracas. Juez naval fue el contraalmirante Arturo Troncoso Daroch, siendo auditor de la Armada el capitán Enrique Campusano Palacios.

 UN COMPLOT 

Bajo estas nuevas luces, el análisis del expediente confirma que el crimen del edecán Araya fue parte de un complot, en el que esa noche actuaron tres grupos coordinados. No obstante, la sentencia del Juzgado Naval afirmó que “el homicidio tuvo lugar sin ninguna preparación previa”. Horas antes del crimen, a las seis de la tarde del 26 de julio de 1973, Claverie y Guillermo Bunster conversaron con los dirigentes de Patria y Libertad “Miguel Cessa, un tal Alonso y otros cuyos nombres no recuerdo”, dijo Claverie. A las 20:30, ambos se fueron a la casa de Jorge Ehlers Ölkers y su yerno Alejandro Ellis. Éstos les dijeron, según Claverie, que los estaban buscando para que juntaran a su grupo, porque esa noche había que crear el caos en un sector de Providencia “porque la Marina se deja caer esta noche sobre Santiago”. Ehlers les consiguió la Marcatti 22 largo y les dio una caja de miguelitos.

El grupo se juntó en la casa de Bunster. Cada uno salió con un arma. A las 23 horas, Ehlers y Ellis les dieron el vamos. Esa noche el edecán Araya acompañaba al Presidente Allende en la recepción en la embajada de Cuba. El capitán llegó a las 00:30 horas del día 27 a su casa.

El grupo comenzó a dar vueltas por el sector. “Nos empezamos a aburrir”, dijo Alejandro Figari, otro integrante, hasta que “Claverie nos dijo que la señal era una bomba”. El primer bombazo, en Carlos Antúnez, era la indicación para que Juan Zacconi y Guillermo Necochea entraran por Pedro de Valdivia y bajaran por Fidel Oteíza al poniente, para lanzar la segunda bomba frente a la casa del edecán con el fin de hacerlo salir. “Pensamos que ya no habría golpe de Estado esa noche, cuando sentimos la explosión”, dijo Zacconi.

“Al oír la explosión cerca de Pedro de Valdivia, llegaron los Perry, Palma, Farías, Claverie y Bunster”, dijo Andrés Potin, otro concertado. “Claverie nos dijo que entráramos por Carlos Antúnez y dobláramos por Fidel Oteíza”, afirmó Figari. Todo coordinado.

Palma, Figari, Potin fueron después agentes del Comando Conjunto.

El asesinato del edecán Araya está siendo nuevamente investigado por la jueza del 17º Juzgado del Crimen de Santiago, Patricia González. La magistrada dictó esta semana una orden de investigar a la Brigada de Asuntos Especiales y Derechos Humanos de la policía civil. A ello se suma otra querella que los hijos del edecán interpusieron el viernes en contra de Jorge Ehlers y otros civiles que formaron parte del complot.

por Jorge Escalante


Hace 39 años: el asesinato del comandante Arturo Araya Peeters

Fuente :elciudadano.cl, 7 de Febrero 2012

Categoría : Prensa

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre. La derecha fascista perpetró el crimen…Washington lo cobijó y financió. Nuestra memoria sigue viva.

En la medioanoche del día 26 de julio de 1973, el Edecán Naval del Presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peeters, fue asesinado por un francotirador que le disparó a mansalva desde algún lugar frente a su domicilio.

Poco antes había llegado a su casa, tras asistir –acompañando al mandatario socialista- a una recepción en la embajada de Cuba. Uno de los delincuentes que participó en el delito, Guillermo Claverie Bartet, fue condenado a tres años de prisión. Sin embargo, no permaneció ni un día en la cárcel purgando esa pena. Incluso, estando prófugo, fue indultado por la dictadura gracias a una decisión del almirante José Toribio Merino Castro.

Se trató de un asesinato planificado para ir sentando al interior de la Marina de Guerra los principios que regirían el sanguinario golpe de Estado del 11 de septiembre, y a la vez un recordatorio de que todo hombre de la Armada que no estuviese de acuerdo con los planes fascistoides del almirante Merino Castro sería considerado traidor y castigado con la muerte. Así ocurrió con Araya, un hombre limpio y leal a la Constitución.

La noche del 26 al 27 de julio de 1973, un francotirador abrió fuego contra el marino, mientras los mercenarios de Patria y Libertad armaban una algazara en la calle frente a su casa, luego de hacer algunos disparos al aire a objeto de lograr que el edecán presidencial saliese al balcón de su domicilio para investigar lo que sucedía. En ese momento, una bala impactó en el pecho del comandante Araya Peters.

El crimen, que en su momento la derecha y los servicios de inteligencia navales intentaron achacar a fantasmales grupos armados de izquierda, fue en realidad la obra de una sórdida conspiración ultraderechista con apoyo de oficiales golpistas de la Marina.

Un total de 32 miembros de Patria y Libertad, cuyo fundador era Pablo Rodríguez Grez, fueron detenidos y procesados por la Fiscalía Naval, pero todos quedaron libres tras algunos tirones de orejas. Sólo uno de ellos, Guillermo Claverie, luego de haber estado un tiempo prófugo, resultó condenado a tres años y un día de prisión como autor material del crimen, pena que tampoco cumplió ya que, al final, todos los conspiradores fueron indultados en 1981 por el asesino y ladrón apellidado Pinochet Ugarte, “por servicios prestados a la Patria».

En una entrevista publicada por el diario La Nación, Claverie juró que era inocente y aseguró que fue obligado a confesar tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales de la Marina y de la Fuerza Aérea, y que al parecer fue elegido como chivo expiatorio por sus jefes de Patria y Libertad, entre ellos Pablo Rodríguez.

Aunque admitió haber estado en el lugar de los hechos, dijo que siempre permaneció en la calle y que la trayectoria de la bala que mató al edecán, que estaba en un balcón, era de arriba hacia abajo. Afirmó además haber disparado su pistola después que vio caer al hombre del balcón y que en ese momento ignoraba de quién se trataba. Las declaraciones de Claverie fueron parte en la Corte de Apelaciones del alegato de Arturo Araya, hijo de la víctima y abogado querellante en el juicio.

El planificado crimen cometido contra el Comandante de la Marina y edecán del Presidente Allende, ocurrido en la calle Fidel Oteíza -entre Marchant Pereira y Carlos Antúnez– de la comuna de Providencia, fue en definitiva y claramente una bien montada operación terrorista de inteligencia y desestabilización política, estructurada por la extrema derecha junto a grupos fascistas y ultra nacionalistas insertos en las fuerzas armadas, quienes contaban con apoyo y financiamiento de la Central de Inteligencia Americana (CIA), tal como reconoció muchos años después el gobierno norteamericano al desclasificar sus documentos confidenciales.

Los golpistas del SIN (Servicio de Inteligencia Naval) ya venían ejecutando decenas de atentados y autoatentados con bombas, algunos previamente ‘negociados’, como el realizado en la casa del Almirante golpista Ismael Huerta a mediados de julio de 1973 en Viña del Mar, con el objetivo de ir construyendo un ambiente favorable al próximo golpe de estado.

La ametralladora «Bataan» con la que el militante del Comando Rolando Matus y agente del SIN infiltrado en la empresa estatal Ecom, Guillermo Claverie Bartet, disparó al comandante Araya después de hacer explotar una bomba señuelo y balear el frontis de la casa para hacerlo salir al balcón, fue suministrada por el SIN a través de Jorge Ehlers Trostel, personaje que después –en plena dictadura- ocuparía un alto cargo en el área de deportes (Digeder).

Claverie Bartet ya había sido detectado disparando contra tropas leales a la Constitución el día del tanquetazo (junio de 1973) desde una terraza de Ecom (el tipo creía que ese día la Marina iniciaba un golpe, eso fue publicado poco antes del golpe por el quincenario dirigido por Marta Harnecker, ‘Chile Hoy’). Fue echado de Ecom, pero no entregado a la Policía… ¡¡increíblemente!!

LOS ASESINOS FRAGUAN COARTADA INDIGNANTE

Al entonces teniente del SIN, Daniel Guimpert Corvalán junto con el capitán de Inteligencia de Carabineros Germán Esquivel Caballero, quien más tarde participaría en múltiples ‘desapariciones’ cometidas por el Comando Conjunto y el Sicar, le cupo realizar uno de los aspectos más sucios y cobardes del complot desestabilizador.

Al otro día del asesinato del edecán naval del Presidente Allende -un sábado- Esquivel y Guimpert recorrieron diversas comisarías buscando un «chivo expiatorio» a quién cargarle el crimen. El elegido fue un preso por ebriedad que trabajaba en una empresa Corfo (Seam) y portaba un carnet de militante de un partido de la Unidad Popular (el Partido Radical).

Como eso no era muy convincente ni bastaba para completar sus planes, fabricaron un carnet del Partido Socialista e interrogaron «privadamente» al funcionario que, sometido a salvajes torturas, se auto inculpó de haber participado en el asesinato «junto con un comando del PSElenos» y algunos cubanos. El mecánico de Seam Corfo terminó encargado reo y procesado por la Justicia Naval bajo la dirección del fiscal Aldo Montagna.

El nombre del mecánico eléctrico de Seam Corfo torturado por Guimpert y Esquivel era José Luis Riquelme Bascuñán y fue interrogado y encargado reo por el ministro conspirador de la Corte de Apelaciones (Abraham Meerson) y por el fiscal militar Joaquín Erlbaum. El desgraciado mecánico fue tan bien torturado que se echaba la culpa de haber participado en el crimen con un grupo de GAP’s y cubanos dirigidos por Bruno (Domingo Blanco) uno de los jefes del GAP.

Al día siguiente, los medios opositores y diversos políticos -entre los que destacaron los senadores derechistas Víctor García Garzena y Fernando Ochagavía, junto al diputado demócrata cristiano Claudio Orrego Vicuña y al director del diario democristiano ‘La Prensa’, Jorge Navarrete– iniciaron una campaña de injurias y acusaciones contra el gobierno de la UP y la representación cubana en Chile.

El problema para los conspiradores de diversos pelajes y militancias que se concertaron en torno al falso hallazgo de los asesinos del comandante Araya fue que, a los pocos días, la Policía de Investigaciones detuvo a casi todos los miembros de la banda conformada por elementos del Comando Rolando Matus (CRM), Partido Nacional (PN), Democracia Radical (DR) y Patria y Libertad, que habían participado directamente en el asesinato del edecán.

Entre ellos, destacaban: el presunto autor de los disparos (Guillermo Claverie), una dirigente de la Juventud del Partido Nacional y del CRM –Uca Eileen Lozano-, el hijo «Patria y Libertad» del conocido empresario panadero Castaño, Odilio Castaño Jiménez; el militante de Patria y Libertad, Luis «Fifo» Palma Ramírez, que dos años después tendría una destacada participación en el Sifa y en las desapariciones del Comando Conjunto, un sobrino CRM del psiquiatra de la Dina, Laihlacar, de apellidos Potin Laihlacar, el dirigente de la DR, Guillermo Schilling, y un militante del CRM, Miguel Sepúlveda Campos, hijo de un conocido almirante retirado. (**)

Los que no fueron detenidos se escondieron en un fundo de la Región de Valparaíso y se entregaron a un comando de la Marina al otro día del golpe. Los que estaban detenidos y procesados en las cárceles de Valparaíso y Santiago fueron sacados de prisión el 12 de septiembre por comandos del SIN e integrados a las actividades represivas. El crimen del comandante Araya quedó impune y con expediente desaparecido.

CAMBIA, TODO CAMBIA

El teniente Guimpert Corvalán salió de la Marina a fines de los 70´s y se dedicó a regentar un negocio de venta de armas en las cercanías del Edificio de las FFAA en la Plaza Bulnes. Gozaba de libertad bajo fianza hasta que fue nuevamente detenido, inculpado en más de una decena de casos de detenidos desaparecidos, en algunos de los cuales fue incluso indultado a principios de los años 90´s.

Su cómplice en el intento de falsificación del asesinato del comandante Araya -Guillermo Esquivel- llegó al grado de coronel de carabineros en la Dicomcar y fue detenido -por cheques protestados- en 1991. Falleció en extrañas y nunca aclaradas circunstancias en 1993, mientras estaba denunciado en diversos procesos por desapariciones y asesinatos.

Luego de 35 años del asesinato del valeroso edecán del Presidente Allende, la versión oficial que entregó la dictadura comienza a desmoronarse en los tribunales y emerge la verdad: Se trató de un crimen planificado por la derecha en contra del comandante Araya. La medida, que la familia del oficial había solicitado por primera vez en agosto del año 2003, se aprobó ante la aparición de nuevos antecedentes aportados por Guillermo Claverie.

El 28 de abril de 2008, la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó reabrir la investigación del asesinato. Por unanimidad, la Octava Sala del tribunal de alzada determinó que el juzgado a cargo del caso proceda a la reapertura de la investigación, tome testimonio a Guillermo Claverie Bartet (hoy tiene 63 años de edad) y realice otras diligencias que de ello se deriven.

El relato que Claverie entregó a los periodistas de ‘La Nación Domingo’, hace pocos años, mueve a la duda. Aseguró que todavía sentía miedo de lo que pueden hacerle los viejos (y nuevos) miembros de las cofradías golpistas.

«Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estai vivo y firma ahí!’. Y por supuesto que así siempre firmé todo».

Sus confesiones confirman lo que los hijos del edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la justicia naval y que culminó en 1980 con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: «Es que esa investigación está plagada de vicios», sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

Con estas confesiones de Claverie, los hijos del edecán lograron que la Corte de Apelaciones de Santiago ordenara reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que en su momento fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.

LAS PREGUNTAS QUEMANTES

Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea (miembros de ‘Patria y Libertad’) lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del edecán a su domicilio fue anunciada a éstos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por otro grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, fue la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteíza, cometiera el asesinato.

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos en los muros de la casa del capitán de navío. Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán, y que entró directo sin antes rebotar en parte alguna, los disparos suman seis. Pero nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que las vainillas encontradas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, no pertenecían al proyectil que perforó el cuerpo del edecán.

Eso significaría que al comandante lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar -presumiblemente desde el frente de su casa-, ligeramente desde arriba hacia abajo. A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. Pero este insiste en explicitar muchas preguntas, todas ellas sin respuestas oficiales.

¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al comandante Araya Peeters, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó crear al grupo de ultraderecha esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

¿Por qué Ehlers literalmente huyó a Alemania días después de que los hijos del edecán interpusieron la querella en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la justicia naval, quienes afirmaban que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?

TORTURAS, PRESIONES Y AMENAZAS

Detenido preventivamente en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana –aún en plena dictadura- los gendarmes sacaron a Claverie y le condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. En ese lugar, contó el mismo Claverie al diario La Nación, lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien oficiaba como actuario. «Me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio». Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

«Ahí me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso», expresa.

Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, se le acercó un auto desde el cual descendió un individuo que él conocía, el que le obligó a subir al vehículo.

«Era el ‘Fifo’ Palma (Luis Palma Ramírez, que después integró el Comando Conjunto) y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón? Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’».

Esa última frase del tal ‘Fifo’ Palma –suponiendo que Claverie dice la verdad- es la que deberá dilucidar el juzgado a cargo de la reapertura del caso, pues resulta vital establecer la identidad de aquella “gente que ahora es muy importante”. ¿Qué tan ‘importante’ es hoy esa gente? ¿Parlamentarios? ¿Empresarios? ¿Diplomáticos chilenos en el extranjero? ¿Oficiales retirados de las Fuerzas Armadas? ¿Oficiales aún activos? ¿Dirigentes políticos? ¿Dirigentes de gremios patronales? Tarde o temprano el país conocerá sus nombres, los que serán agregados al de Guillermo Claverie, quien sí estuvo en uno de los grupos sediciosos y criminales aquella infausta noche.

(**) LA LISTA DE INTEGRANTES DEL COMANDO ASESINO (publicado por Revista ‘Cauce’ Nº 15, del 09/07/1984).

René Guillermo Claverie Bartet

Mario Eduardo Rojas Zegers

Guillermo Francisco Necochea Aspillaga

Miguel Víctor Sepúlveda Campos (hijo de un Almirante (r))

Uca Eileen Lozano Jeffs (CRM-JN)

Guillermo Adolfo Schilling Rojas (primo del ‘Mamo’ Schilling, dirigente del Partido Socialista)

José Eduardo Iturriaga Aránguiz

Luis Guillermo Perry González

Luis César «Fifo» Palma Jiménez (posteriormente, fue miembro del Comando Conjunto)

Ricardo Vélez Gómez

Rafael Mardones Saint Jean (primo hermano de José Luis Mardones Santander, Presidente del BancoEstado)

Adolfo Palma Ramírez (hermano del Fifo Palma)

Enrique Quiroz Ruiz

Wilfredo Humberto Perry González

Odilio Castaño Jiménez (actual co-dueño de la cadena de panaderías ‘Castaño’)

Carlos Fernando Farías Corrales

Juan Zacconi Quiroz

Andrés Pablo Potin Lailhacar

Tito Alejandro Figari Verdugo

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Por Wari


Guillermo Claverie, condenado como autor del crimen del edecán de Allende “Yo no maté al comandante Araya”

Fuente :La Nación, 20 de Abril 2008

Categoría : Prensa

Su historia es de novela. Sostiene que fue torturado y dopado para arrancarle una confesión, y que en la Fiscalía Naval firmó sus declaraciones a punta de pistola. Los hijos del edecán, que ya no creen que él haya sido el asesino de su padre, son hoy su única luz de esperanza. Por primera vez cuenta su drama. Abre la puerta de su casa con una sonrisa, aunque dice que para él su existencia está destrozada. Cigarrillo en mano, chal al cuello y bien peinado, su saludo amable no logra disimular un rictus de sufrimiento. Pero una luz, que parece salida de un buen guión de cine, se enciende ahora al final del negro túnel que cruza ya por 35 años.

"¡Yo no maté a su padre, yo no asesiné al edecán Araya, créanme por favor!", clama Guillermo Claverie Bartet (62 años) con voz desgastada por el tiempo que lo ha tratado con rigor. Acechado por fantasmas que nunca se han rendido para seguir recordándole las horas y los disparos de aquella noche del 26 de julio de 1973 en calle Fidel Oteiza, en Providencia. La noche del crimen del edecán naval del Presidente Salvador Allende, Arturo Araya Peeters.

"Me golpearon, me torturaron, me amenazaron con la muerte y perdí a mi familia y las ganas de vivir, pero jamás lograron que confesara el crimen que no cometí, aunque la justicia naval me condenó como el autor material", afirma mirando a los ojos.

Su nombre quedó grabado en la memoria colectiva como el asesino oficial del edecán de Allende, después de que a los instigadores del complot para apurar el golpe de Estado un grupo de ultraderecha y algunos altos oficiales en servicio activo de la Marina de 1973 se les derrumbó la trama que habían planeado para culpar del crimen a un grupo de izquierda, incluidos algunos miembros de la guardia personal de Allende.

Escuchar el relato de Claverie sobrecoge. Es primera vez que cuenta su historia y no resulta fácil convencerlo que hable con LND, porque todavía siente miedo.

"Nunca pude leer mis declaraciones que me hicieron firmar en la Fiscalía Naval. Y un día que me puse a leer una de ellas, después de un interrogatorio, el secretario del fiscal naval Aldo Montagna, el oficial Jorge Garretón Iturra, se metió la mano a la chaqueta del uniforme y sacó una pistola. Y me dijo: ‘¡Oye, huevón, que leís tanto, agradece que todavía estái vivo y firma ahí!’. Y por supuesto que así siempre firmé todo".

Sus confesiones confirman lo que los hijos del edecán han ido descubriendo en estos últimos años, hurgando en el expediente del juicio iniciado por la justicia naval y que culminó en 1980 con una condena de tres años para Claverie, como único autor material, y con penas inferiores por delitos menores para otros miembros del grupo que actuó esa noche: "Es que esa investigación está plagada de vicios", sostiene Arturo, el hijo mayor del edecán, que es abogado.

Los hijos buscan desde hace casi cinco años que un nuevo juicio establezca la verdad del crimen de su padre y se conozca al o a los verdaderos autores, materiales e intelectuales. Pero se han encontrado con "situaciones extrañas" que los hacen sospechar que todavía hay manos que quieren tapar más de algo.

Con estas confesiones de Claverie, los hijos del edecán pretenden que la Corte de Apelaciones de Santiago ordene reabrir el nuevo proceso iniciado a partir de la querella que interpusieron en 2003, pero que hace unos meses fue sobreseído y archivado por el 18º Juzgado del Crimen de Santiago.

Aquella noche

El recuerdo de Guillermo Claverie de lo que sucedió aquella noche aún está nítido. Cuando entran por la calle Fidel Oteíza, donde vivía el edecán, era cerca de la medianoche.

"Vi a un señor que se asomó a un balcón y le gritamos que se entrara. Poco antes habíamos estado creando caos por los alrededores, como nos ordenaron. De repente sentí unos disparos aislados y al poco rato una ráfaga de ametralladora que salió desde el balcón. Entonces vi al señor que con su mano izquierda sostenía una ametralladora, y apuntaba hacia el frente y no hacia abajo, por donde pasábamos nosotros".

Acto seguido, dice Claverie, vio cuando la persona del balcón se inclinó hacia abajo como doblándose. "Yo todavía no había disparado", aclara.

Afirma que la luz artificial de la calle le permitió vislumbrar que el hombre del balcón vestía una bata "medio de color verde, como con unos dibujos en el pecho que me parecieron manchas. Hoy creo que eran manchas de sangre, porque se veía que la persona estaba herida".

Todavía Claverie no disparaba, pero lo hizo instantes después de escuchar la ráfaga que disparó el edecán hacia el frente. "Lo hice cuando ya no lo tenía a la vista, porque cuando escuché la ráfaga me agaché y busqué refugiarme debajo del balcón apegándome hacia el muro, dejé de verlo y entonces recién hice unos disparos. Es imposible que mis disparos ni siquiera hirieran a la persona del balcón que estaba a 4,5 metros sobre el nivel de la calle, porque yo ya no lo veía para nada".

Los imposibles

Todos estos detalles, que Claverie ha ido aportando a los hijos del edecán y que ahora accedió a contar a LND, coinciden plenamente con las pericias balísticas realizadas por la Policía de Investigaciones para el proceso iniciado en 1973 por la justicia naval. Y ratifican el resultado de la autopsia realizada al edecán Araya en el Hospital Militar por el doctor Tomás Tobar Pinochet, considerado una eminencia por sus pares y el mismo que practicó la autopsia al Presidente Allende.

Respecto de la bala que mató al edecán impactándole en el pecho, el informe forense del doctor Tobar establece: "La trayectoria intracorporal seguida por el proyectil estando el cuerpo en posición normal [de pie], es de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha, y ligeramente de arriba hacia abajo. El disparo corresponde a los llamados de larga distancia en medicina legal y es de tipo homicida".

La precisa descripción científica derriba cualquier posibilidad de que los disparos de Claverie, como él también afirma, pudieran dar muerte o herir al edecán. A no ser que se profanen las leyes de la física y la balística, o interesadamente se quiera alterar las circunstancias del crimen.

La definición del doctor Tobar de que el disparo que causó la muerte del comandante Araya correspondió "a los llamados de larga distancia en medicina legal" coincide con la versión de Claverie respecto de su ubicación esa noche: casi pegado al muro de la casa y 4,5 metros por debajo del balcón donde estaba el comandante. Tal como está registrado en el expediente del juzgado naval. Vale decir, estaba casi al lado de la víctima.

Las huellas de la verdad

Los peritajes balísticos detectaron cinco impactos de bala en los muros de la casa del capitán de navío. "Tres adyacentes a la ventana del dormitorio, uno en el borde superior de la persiana de la ventana [del dormitorio], y uno en las inmediaciones del lugar donde fue herido el comandante Araya [inmediatamente debajo del borde del balcón]".

Pero las vainillas halladas frente a la casa sólo fueron cuatro. Con el proyectil que hirió de muerte al edecán, y que entró directo sin antes rebotar en alguna parte, los disparos suman seis. Pero nunca se hallaron las otras dos vainillas. Y las pericias balísticas establecieron que ninguna de las vainillas halladas en la calle, correspondientes a los disparos hechos por Claverie, pertenecen al proyectil encontrado en el cuerpo del edecán.

Eso significa que al edecán lo asesinaron con un arma distinta, y le dispararon desde otro lugar presumiblemente desde el frente de su casa , ligeramente desde arriba hacia abajo.

A pesar de todas estas evidencias, la investigación naval concluyó que el edecán de Allende murió por uno de los disparos de Claverie. ¿Quién hizo los dos disparos que varios testigos, según declararon en el proceso del Juzgado Naval, escucharon inmediatamente antes de que el edecán lanzara su ráfaga hacia el frente y minutos antes de que Claverie hiciera sus cuatro disparos?

Este antecedente cuadra con los seis disparos hechos esa noche hacia el balcón del edecán: cuatro vainillas halladas y dos no encontradas nunca.

¿Contrató el ex cadete naval Jorge Ehlers Trostel a un francotirador para que asesinara al comandante Araya, aprovechando el caos que el mismo Ehlers ordenó que el grupo de ultraderecha creara esa noche en las cercanías de la casa del edecán?

¿Por qué Ehlers literalmente huyó a Alemania días después de que los hijos del edecán interpusieron la querella en septiembre de 2003, refugiándose en ese país hasta hoy?

¿Por qué nadie tomó en cuenta la declaración de dos prostitutas que figura en el expediente de la justicia naval (cuyos nombres LND se reserva), afirmando que, paradas esa noche en la esquina de Pedro de Valdivia con Providencia y segundos después de escuchar disparos, vieron salir de un lugar a dos hombres corriendo, uno de ellos con un fusil en la mano, y que se subieron a una camioneta que tenía un disco que les pareció de vehículo fiscal?

Al estudiar las seis mil fojas del expediente del Juzgado Naval, como lo hizo LND, y analizar las declaraciones de los jóvenes ultraderechistas (algunos de Patria y Libertad) que actuaron esa noche, queda establecido que tres grupos coordinados actuaron a la espera de que el edecán llegara a su casa desde la Embajada de Cuba, donde había acompañado al Presidente Allende a una recepción por el aniversario del triunfo de la Revolución Cubana. Para hacer salir al comandante Araya al balcón, Juan Zacconi y Guillermo Necochea lanzaron una bomba frente a su casa. La llegada del edecán a su casa fue anunciada a éstos por otra bomba que explotó en las cercanías, lanzada por otro grupo. El segundo bombazo, el de Zacconi y Necochea, era la señal para que el tercer grupo, que debía entrar por la calle Fidel Oteiza, lo hiciera.

Torturas en la AGA

Estando Claverie detenido en la Cárcel Pública de Santiago, una mañana los gendarmes lo sacaron y condujeron a la oficina de la Fiscalía Naval. Allí, cuenta, lo recibió el oficial naval Germán Arestizábal, quien hacía de actuario. "Me sacó y me hizo subir a un Austin Mini, donde reconocí al oficial de la Fuerza Aérea de apellido Schindler, compañero de colegio". Le vendaron la vista y lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea, en Las Condes.

"Ahí me amarraron a un catre y empezaron a golpearme en la planta de los pies con un palo o un fierro. Después me inyectaron en la vena lo que yo creo que fue pentotal, porque todavía no me sacaban mi propia confesión del crimen del edecán, como ellos querían. Nunca supe lo que respondí, pero no puedo haber dicho algo que era falso", expresa.

Cuando lo liberaron desde la cárcel, un año y medio después, cuenta que en su casa en Santiago se armó una pequeña fiesta que le dio el grupo con que actuó la noche del crimen. Pero durante el ágape se llevó más de una sorpresa.

"Esa tarde también llegaron el secretario de la Fiscalía Naval, Garretón Iturra, Arestizábal y otro oficial a quien no conocía, que dijo que venía en representación de la Armada. También llegó Jorge Ehlers, que extrañamente me regaló un queso entero, lo que en el lenguaje de la inteligencia significa que estás haciendo un regalo a un traidor".

Días después, al salir de una oficina donde había comenzado a trabajar, en la calle se le acercó un auto desde donde lo obligaron a subir.

"Era el Fifo Palma [César Palma Ramírez que después integró el Comando Conjunto] y en el auto vi como cinco metralletas. El Fifo me dijo. ‘¿Sabís que ahora te podemos matar por andar hablando, huevón?’. Le pregunté si era porque yo decía que no era el asesino del comandante Araya, y me contestó: ‘¡Ah, parece que te estái avispando, huevón! Vos sabís que en esto está metida gente que ahora es muy importante. Que no se te olvide’".

Un epílogo de emoción

Claverie se queda largo rato en silencio. Luego mira a Enrique, uno de los hijos del edecán presente en la conversación, y dice con tono sereno: "Haberlos conocido y hablar con ustedes ha significado para mí, después de 35 años, la desaparición de esa culpa que yo nunca tuve, pero que al final me grabaron en mi mente a golpes y amenazas. Ahora siento que con ellos, los hijos del comandante Araya, comparto un dolor y les he tomado tanto aprecio que cuando no los escucho por teléfono los echo de menos".

El indulto que Augusto Pinochet le otorgó a él y a todo el grupo el 22 de julio de 1981, "por servicios prestados a la patria", no logró sanar sus heridas. "¡Nunca he visto a tanto maricón junto!", expresa, como poniendo el sello a todo lo que después del crimen debió vivir.