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Cargos:
Grado : Coronel
Rama : Ejército
Organismos : Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)
Escuela de las Americas (1975)
El día en que Manuel Contreras le ofreció al Sha de Irán matar a “Carlos, El Chacal”
Fuente :Ciper 6 de agosto. 2009
Categoría : Prensa
La expansión de la Operación Cóndor fuera de las fronteras del Cono Sur requería de millonarios fondos y el ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, intentó conseguir recursos de potencias interesadas en eliminar enemigos comunes. Para ello viajó en 1976 a Irán, convencido de que recibiría una gruesa suma de dinero del Sha Reza Pahlevi si le ofrecía asesinar al venezolano Ilich Ramírez, “Carlos, El Chacal”, el ejecutor del secuestro de los líderes de la OPEP. Lo acompañaron el ex oficial de las SS nazis, traficante de armas y aliado de Paul Schäfer, Gerhard Mertins, tres altos oficiales chilenos y un general brasileño. Dejaron fotos y huellas en la embajada de Chile en Teherán que permiten reconstituir una historia que hasta ahora ha permanecido inédita.
Abril de 1976. La violencia policial en Irán recrudece. El Sha Reza Palevi, que mantiene el control de su país bajo la brutal represión de la SAVAK, su policía secreta, aún no se repone del duro golpe que le ha propinado a su poder un grupo de terroristas encabezado por Ilich “Carlos” Ramírez Sánchez. Tres meses antes, el 21 de diciembre de 1975, el grupo irrumpió en la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en Viena, capturando a 63 rehenes, entre los que estaba Jamshid Amuzegar, el ministro favorito del Sha. Además de exigir una gruesa suma por el rescate de los secuestrados, la orden era asesinar a Amuzegar. Un claro ataque a Reza Palevi, quien a partir de ese momento tuvo en la mira al más famoso de los terroristas internacionales: el venezolano “Carlos, El Chacal”.
En esos álgidos días desembarca en Teherán el jefe de la policía secreta del general Pinochet (DINA), el entonces coronel Manuel Contreras. Sus acompañantes y su misión han permanecido hasta hoy en secreto. Pero uno de los testigos de ese viaje conservó fotos y documentos que entregó a la autora de esta crónica. Las imágenes permitieron identificar al principal socio de Contreras en su expedición a Irán: el alemán Gerhard Mertins (1919-1993). Se trata de un ex oficial de las SS nazis que se reconvirtió en uno de los más importantes traficantes de armas del mundo y en el principal aliado internacional de Paul Schäfer, líder de la Colonia Dignidad en Chile, un reducto desde donde se traficó armas, se retuvo a prisioneros políticos y se abusó de menores durante más de 40 años.
Un tercer socio acompaña a Contreras y Mertins: un militar brasileño cuya identidad se desconoce hasta hoy. Las fotos de este reportaje podrían ayudar a desentrañar el misterio. Porque la misión que llevó a Contreras a Irán fue develada junto con la entrega de las fotos y está directamente relacionada con la Operación Cóndor, la coordinación de los servicios secretos de las dictaduras del Cono Sur que iniciaba en esos días de abril de 1976 su tercera fase, orientada a realizar seguimientos y asesinatos fuera de las fronteras de América Latina.
La pista de Carlos
Entre los informes clave que intercambian los países miembros de la Operación Cóndor, hay uno que jugará un rol relevante en la historia que motiva este reportaje. El nombre del venezolano Ilich “Carlos” Ramírez Sánchez aparece entre los documentos incautados en mayo en 1975 a dos dirigentes de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR) detenidos en Paraguay por la policía secreta de Alfredo Stroessner: el militante del MIR chileno Jorge “Trosko” Fuentes y el argentino Amilcar Santucho, hermano del máximo líder del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
El dato fue confirmado al periodista John Dinges por Robert Scherrer, el rostro del buró del FBI en América Latina en esos años. En su libro Operación Cóndor. Una década de terrorismo internacional en el Cono Sur (Ediciones B, 2004), Scherrer sostiene “que la enorme cantidad de información extraída de Fuentes y Santucho había dado una pista importante que ayudó a rastrear a uno de los terroristas internacionales más célebres de la época: Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como Carlos, agente venezolano con residencia en Europa”.
Dice Dinges en su libro: “Según Scherrer, la policía paraguaya encontró una referencia a un ‘Carlos’ en la libreta de direcciones de Santucho, junto con una dirección o número de teléfono en París. Pensaron que se trataba de una pista que llevaría al paradero del hermano de Santucho, Roberto, cuyo nombre en código en el ERP era ‘Carlos’, y le pasaron el dato al servicio de seguridad francés (DST). El 27 de junio de 1975, 40 días después de los arrestos en Paraguay, tres agentes de la DST y un informante golpearon a la puerta de un apartamento en París donde habitaba Ilich Ramírez, Carlos, que se hacía pasar por un estudiante que convivía con su novia. Carlos los hizo entrar, sacó su arma y disparó a los agentes logrando escapar después de asesinar a los agentes de la DST”.
La versión fue corroborada por los documentos encontrados en el Archivo de Paraguay después de la caída de Stroessner, en un documento del jefe de la policía secreta de ese país (DIPC), Pastor Coronel.
Misión secreta
El horror que sacudió al mundo el 21 de diciembre de 1975 fue recibido por Manuel Contreras como un verdadero regalo para sus planes de extender las fronteras de la Operación Cóndor. Ilich “Carlos” Ramírez Sánchez, al frente de un comando de seis personas -militantes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y del Grupo Baader-Meinhof- asaltan la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en Viena, en una osadísima y exitosa acción, tomando 63 rehenes, entre ministros y delegados de los países allí reunidos, luego de matar a balazos a tres efectivos de seguridad.
La operación, financiada por el líder libio Muammar Gaddafi, concebida y ejecutada por el FPLP bajo la dirección de “Carlos”, fue un fuerte mensaje contra Irán, Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, miembros de la OPEP que no sólo se mostraban pro occidentales, sino que además habían aumentado su producción de crudo amenazando con derrumbar los altos precios. Parecía una locura, pero tenía sentido: el FPLP precisamente se financiaba gracias al apoyo de varios de los integrantes de la OPEP.
El comando encabezado por el venezolano fue liberando paulatinamente a sus rehenes, no sin antes emitir proclamas y obtener un avión para huir.
Casi cuatro meses más tarde, Manuel Contreras desembarcaba en completo secreto en Teherán. Su misión: proponerle al Sha de Irán eliminar a Ilich “Carlos” Ramírez Sánchez a cambio de una gruesa suma de dinero. Estaba en sus planes desde hacía meses. Desde el mismo momento en que surgió el nombre del venezolano como nexo entre grupos de izquierda de América Latina y europeos y también palestinos. Carlos era el trofeo que requería Contreras para consolidar la Operación Cóndor más allá de las fronteras de América Latina.
Matar a Carlos era también un blanco de los servicios de inteligencia de Estados Unidos que ya lo habían identificado como el enemigo principal entre los grupos extremistas. En su investigación sobre la Operación Cóndor, el periodista John Dinges encontró un informe secreto del Senado estadounidense(“Actividades de ciertos organismos de inteligencia extranjeros en los Estados Unidos”) que confirma la prioridad de esa operación. Después de describir la Fase Tres de la Operación Cóndor, el mencionado informe señala: “Acto seguido, el Cóndor planeó una operación que tenía como objetivo asesinar a tres conocidos izquierdistas europeos, uno de los cuales era el famoso terrorista ‘Carlos’”.
Rumbo a Teherán, Contreras hizo escala en la entonces República Federal Alemana (RFA), a la cual llegó con un pasaporte falso. Fue allí donde se reunió con el germano Gerhard Mertins, el ex oficial de las SS nazis y traficante de armas.
Mertins tenía un estrecho vínculo con el líder de Colonia Dignidad, Paul Schäfer, lo que permitió que su encuentro con Contreras tenga uno de los escasos registros públicos. La periodista alemana Gaby Weber, en un reportaje publicado en el semanario uruguayo Brecha, en enero de 1988 (Nazis en Chile: la Colonia Dignidad y su sádico jefe), relata que la estrecha relación que ambos mantuvieron por años se habría consolidado cuando, luego de llegar a Alemania, Contreras siguió viaje “a los pocos días con su amigo Mertins a Irán, donde todavía gobernaba el Sha (Reza Pahlevi)”. Weber no da la fecha y tampoco el motivo del viaje de ambos a Irán.
Los acompañantes
En Teherán, Pinochet tenía como embajador al general de Carabineros Arturo Yovane, quien pese a haber integrado en la primera hora el grupo de los uniformados comprometidos con el Golpe -de hecho él sumó al que sería jefe de Carabineros en la Junta Militar, el general César Mendoza-, muy luego se alineó con el ala disidente al régimen de Pinochet. Nombrado por la Junta Militar como el primer ministro de Minería de la dictadura, Yovane fue abruptamente despojado de su rango en 1974 y enviado a la embajada de Irán. En noviembre de 1974 inauguró la nueva sede diplomática en la capital persa.
Lo que Yovane encontró en Irán fue un terror parecido al que imperaba en Chile. El régimen del Sha Reza Pahlevi vivía sus últimos años antes de ser derrocado por la Revolución Islámica del 11 de febrero de 1979, que pondría en el poder al Ayatollah Ruhollah Khomeini. Al momento de llegar Contreras y Mertins, el soberano aún gobernaba con mano de hierro un país en que el descontento y las protestas iban en aumento, tanto por su alejamiento de los códigos islámicos como por las ostentosas celebraciones del régimen, pese a la pobreza reinante. Los alzamientos pronto serían brutalmente acallados por la Savak, la policía política del Sha, lo que convirtió a su gobierno en un ícono de la represión.
Hasta Teherán Contreras no llegó solo con Mertins. Además de su amigo germano, lo acompañaron tres hombres de su máxima confianza: los tenientes coroneles Sergio Arredondo González, Vianel Valdivieso y el mayor Alejandro Burgos de Beer.
El más importante es Sergio Arredondo, uno de los primeros instigadores del golpe militar en las filas del Ejército desde la Academia de Guerra y con contactos privilegiados con los servicios de inteligencia de Estados Unidos. El oficial de Caballería supo siempre mantener cuotas de poder pero sin ocupar el rol protagónico: su placer era digitar las piezas desde el fondo del escenario. El inicio de la dictadura lleva su huella. El mismo 11 de septiembre de 1973 fue nombrado jefe de Estado Mayor del general Sergio Arellano Stark, a cargo de las operaciones en Santiago, y luego fue su mano derecha en la fatídica Caravana de la Muerte.
Cuando más tarde su compadre y amigo Manuel Contreras se convierte en el segundo hombre más poderoso de Chile, Arredondo lo sigue en las sombras. Lo conocía bien. Su amistad se había afianzado en los tiempos en que ambos eran cadetes en la Escuela Militar y Contreras debía luchar contra su timidez y torpeza frente a las mujeres. Esa complicidad resultó decisiva para Contreras, ya que es el propio Arredondo quien lo lleva ante Pinochet días después del Golpe para que le presente su plan de la DINA, idea que acoge con beneplácito el último hombre que se sumó a la conjura. Pinochet requiere de ayuda para imponer su autoridad entre golpistas de sólidos y clandestinos lazos. Contreras le proporcionará la principal herramienta que le faltaba para erguirse como el nuevo dueño del poder.
El segundo acompañante chileno de Contreras fue el entonces mayor Vianel Valdivieso. Se ganó la confianza absoluta de Contreras al formar un escuadrón de mujeres que, bajo distintas funciones, la que incluía la de secretaria y también “dama de compañía”, le informaban de todos los pormenores y comentarios que circulaban por las oficinas oficiales y los cuarteles secretos de la DINA. Fue una de las fuentes que le permitió a Contreras ayudar a Pinochet a exclamar desafiante “en Chile no se mueve una sola hoja sin que yo lo sepa”.
El mayor Alejandro Burgos de Beer completaba la nómina de los oficiales que acompañó a Contreras a Teherán. Fue su ayudante directo en el alto mando de la DINA. Treinta años más tarde debería declarar ante un juez de cómo fue testigo de las reuniones diarias que cada mañana tenía su jefe con Pinochet. Era en esas reuniones que se decidía sobre la vida o muerte de muchos y también de quién seguía siendo parte de los elegidos del régimen.
Huellas en Teherán
Aparte de los chilenos y del alemán, la nómina que acompañaba a Contreras la completaba, según testigos, un general del Ejército brasileño que hasta hoy no ha podido ser identificado. Aunque sí hay pistas que permitirían individualizarlo, porque casi todos los que llegaron a la entonces nueva embajada chilena en Teherán dejaron dos tipos de huellas: las fotos que acompañan este artículo, y los saludos y firmas que estamparon en el libro de visitas de la sede diplomática.
De este último registro se conserva una copia hasta hoy. Contreras, por ejemplo, firmó el 15 de abril de 1976. ”Con profundo agradecimiento por todas las gentilezas recibidas en vuestro hogar. Les deseamos toda clase de éxitos y que continúen por la misma senda actual. Manuel Contreras S. Coronel Director de Inteligencia Nacional”.
A continuación, y con la misma fecha -pero no con la misma legibilidad-, se lee una dedicatoria escrita en alemán que alude a los lazos chileno-germanos, y que correspondería a la de Mertins. Luego firma un muy agradecido teniente coronel Rolando Gálvez. En el alto mando de la DINA no existieron oficiales con ese nombre, aunque sí un abogado. ¿Quién es Gálvez? La clave la dio el propio Manuel Contreras en la declaración que prestó el 14 de mayo de 1992 ante el ministro Adolfo Bañados. Ese día, cuando Contreras debió asumir que efectivamente había formado empresas de la DINA en Panamá, dijo también: “Rolando Galvez Baeza es el nombre ficticio de Vianel Valdivieso”. Lo entregó sin titubear, dando la pista para identificar al hombre que estampó su saludo en Irán.
En cuanto a Burgos de Beer, firmó su estadía –en la que le desea “prosperidad” a la familia Yovane- sin ningún secreto: “Mayor. DINA”.
Siempre con la misma fecha, hay otra dedicatoria: “Aún no siendo chileno de nascimiento (sic), tengo el corazón que marcha al mismo ritmo de Chile de hoy, o sea, amante de la democracia, libre e independiente”. La firma, apenas legible, sugiere un apellido carioca que puede ser “Safreire” o “Safiera”. Inmediatamente bajo ella se leen dos palabras, una de las cuales claramente es “Merex”.
Coincidencia o no, “Merex” es el nombre de la empresa que el alemán Gerhard Mertins usó como base para el tráfico de armas, negocio en el que se hizo ampliamente conocido y forjó contactos tan poderosos, que las pocas veces que la justicia de su país lo acorraló, salvó gracias a un as que tenía en la manga: los hechos por los que lo acusaban habrían sido cometidos por encargo del servicio de inteligencia federal alemán, el Bundesnachrichtendienst (BND).
El dato no era ninguna casualidad. El BND contó en sus orígenes con la participación de otro ex nazi: el ex general de la Wehrmacht Reinhard Gehlen, viejo amigo de Mertins. Gehlen había comprado su libertad a Estados Unidos al finalizar la Segunda Guerra Mundial a cambio de sus archivos y conocimientos de espionaje contra los soviéticos, lo que lo llevó a ser el primer jefe del BND en plena Guerra Fría.
Contreras revelaría ante la justicia, muchos años después, que su nexo con Mertins se tradujo en que el germano proveyó de armas a la dictadura y de hasta helicópteros a Carabineros.
Cuánto vale “El Chacal”
Las fotos captan una reunión social en la sede de la embajada de Chile en los días que el jefe de la DINA le ofreció al Sha Reza Pahlevi el ambicioso trato de “producir” la eliminación de uno de los principales enemigos del soberano: el terrorista más buscado por esos días por los servicios de inteligencia de todo el mundo, el venezolano Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como “Carlos, El Chacal”.
La operación requería a cambio una cifra alta de dólares y fue relatada por el propio Contreras al general Yovane. Tal vez, previendo que el embajador, muy bien conectado con los círculos del Sha, lo sabría de todas formas. No se tiene testimonio de lo que ocurrió con la misión de Contreras. Lo que sí se sabe es que poco más de tres años después el Sha se vería obligado a dejar el poder, exiliarse y finalmente murió lejos de Irán en 1980. Carlosaún vive, pero preso a perpetuidad en el penal francés de Clairvaux.
Contreras no obtuvo del Sha los fondos que requería para seguir con las operaciones internacionales de Cóndor y de la DINA. Pero tenía otras fuentes. Además de las asignaciones directas del régimen militar, la DINA construyó un verdadero holding de empresas, cuya historia se detallará en la segunda parte de esta serie.
LA CONEXIÓN FRANCESA DE CONDOR
La periodista francesa Marie Monique Robin, en una increíble y reveladora investigación sobre la Operación Cóndor (el documental Escuadrones de la Muerte, la Escuela Francesa, que difundió en septiembre de 2003 el Canal Plus de Francia y canales de TV en una docena de países), aporta otro antecedente sobre por qué los servicios de seguridad de Francia estaban al tanto de los pasos de Cóndor.
En entrevista con el general francés Paul Aussaresses, cuyo libro Services Speciaux Algérie 1955/57, sacudió a Francia en 2001 al describir con detalle –y por primera vez- las brutales torturas y ejecuciones clandestinas cometidas por militares franceses para sofocar la batalla por la independencia de los argelinos, le confesó que después de la derrota de Argel, pasó por la Escuela de Las Américas en Estados Unidos y luego, y en forma absolutamente secreta, llegó a Brasil a un cargo de agregado a la embajada de Francia en ese país. Allí instaló una escuela de inteligencia y adiestramiento en métodos de tortura y manejo de prisioneros a la que asistieron integrantes de los servicios de las dictaduras coordinadas en la red Cóndor.
Manuel Contreras y agentes de la DINA también estuvieron allí, como se lo afirmó a la propia Marie Monique Robin.
Aussereces no cortó jamás su lazo con el servicio de seguridad francés (DST). Más aún cuando la información que llegó hasta Cóndor fue que Carlos había establecido en París un lazo estrecho con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP).
Un mes después del informe sobre el nexo del terrorista Carlos con el FPLP y la JCR latina, Manuel Contreras fue recibido en Washington por el jefe de la CIA, Vernon Walters. En su investigación, el periodista John Dinges relata los pormenores de esa cita, la que se hizo a petición del propio Pinochet el 25 de agosto de 1975.
Consultado por Dinges sobre el motivo de esa reunión con Walters, Contreras le dijo que estaba llevando “información” a Washington para respaldar su mensaje de que “nosotros estábamos en una guerra subversiva contra el terrorismo…” Y agregó: “Me reuní con Vernon Walters. Él se reunió con Kissinger sobre la información que yo llevaba y sobre el tipo de apoyo que necesitábamos para evitar este problema”.
Lo cierto es que Contreras no viaja directamente a Santiago. De Washington se va a Caracas, ciudad a la que llega el 27 de agosto. En la capital venezolana se entrevista con Rafael Rivas, jefe del aparato de inteligencia venezolano (DISIP) y Orlando García, otro alto mando del mismo organismo. “Al día siguiente tuvimos una reunión que dedicamos enteramente a discutir la posibilidad de un intercambio de servicios”, testificó luego Rivas. El jefe de la DISIP afirmó también que Contreras se jactaba de tener un gran poder y grandes recursos a su disposición y que “estaba construyendo este plan magnificente para tener un servicio enorme y poderoso que le brindara información de todo el mundo”.
García, en entrevista con Dinges, afirmó que Contreras les presentó un plan para una organización que permitiría los países participantes rastrear a sus enemigos de izquierda en cada uno de los demás países. “Vino a pedir colaboración, que uniéramos nuestros servicios en colaboración con la DINA”. García señaló que Contreras les dio un conjunto de códigos y claves para las comunicaciones por telex y “habló de computadoras, lo cual nos llamó mucho la atención porque nosotros usábamos kárdex y tarjetas”. Y recordó que Contreras, junto con invitarlos con todos los gastos pagados a una reunión en Santiago para planificar el nuevo sistema, dijo: “Tenemos que eliminar a los enemigos”.
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