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Benavente Bustos Olagier – Memoria Viva

Benavente Bustos Olagier

Rut:

Cargos:

Grado : Teniente Coronel

Rama : Ejército


Presentan querellas por dos detenidos desaparecidos de Talca

Fuente :27 de Diciembre 2003 La Nación

Categoría : Prensa

El abogado Roberto Celedón presentó hoy en Talca dos querellas por el asesinato durante la dictadura de los hermanos Domingo Antonio y Luis Alberto Urbina Díaz. 
El profesional destacó en su escrito que querella a "quienes resulten responsables del secuestro, tortura y muerte de personas contrarias al ex régimen militar" que encabezó Augusto Pinochet del 11 de septiembre de 1973 al 11 de marzo de 1990. 
Celedón, que presentó los escritos ante los tribunales de Talca, por los asesinatos en octubre de 1973 de los hermanos Urbina Díaz, anticipó que elevará otras quince querellas al juez Gerardo Bernales, quien tiene dedicación exclusiva para tratar violaciones a los derechos humanos. 
De acuerdo al informe Rettig, los hermanos Urbina Díaz fueron detenidos junto a José Antonio Méndez Valenzuela en el Fundo Venecia por efectivos militares el día 3 de octubre de 1973 y llevados hasta el Fundo El Culenar de Talca, recinto perteneciente al Ejército
En ese lugar, fueron ejecutados por sus aprehensores y sus cuerpos enterrados en dicho sitio, sin dar el correspondiente aviso a las familias. Sus restos fueron luego trasladados al Cementerio local y recién en 1990 las familias pudieron reconocerlos. 

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Ex intendente militar de Talca habla sobre desaparecidos

Fuente : La Tercera 25 de Junio de 1999

Categoría : Prensa

El militar retirado, quien fue ascendido a comandante del regimiento de Talca por el general (R) Sergio Arellano Stark, relata la visita de la Caravana de la Muerte y algunos hechos sobre las víctimas

El teniente coronel en retiro Olagier Benavente tiene 70 años. No confiesa padecer de alguna enfermedad y se le nota sereno. Dice que este testimonio sobre los detenidos desaparecidos y la Caravana de la Muerte no lo ha relatado más que al ministro de fuero Juan Guzmán Tapia, quien investiga las querellas en contra del general (R) Augusto Pinochet, y que mantuvo algunas conversaciones con Patricia Verdugo, la autora del libro Los Zarpazos del Puma.

Benavente asumió la Intendencia de Talca y el mando del regimiento de montaña de esa ciudad en 1973. Dice que allí encabezó el tribunal militar que condenó al anterior intendente, Germán Castro, quien fue fusilado.

El nombre del teniente coronel Olagier Benavente aparece en un documento entregado a la prensa por los querellantes en el caso de la Caravana de la Muerte, firmado por el general (R) Sergio Arellano Stark, hoy sometido a proceso.

¿En que condiciones conoció usted al general Arellano?.
-Lo conocí un domingo 30 de septiembre de 1973, cuando llegó en helicóptero al Regimiento de Talca con una comisión de Santiago. No era normal que en esa fecha llegara un helicóptero a Talca. El comandante del regimiento, teniente coronel Efraín Jaña, no estaba, así es que intenté apersonarme a Arellano, pero me impidió el paso (Marcelo) Morén Brito, el comandante (Sergio) Arredondo y el copiloto Antonio Palomo, que andaban con uniforme de campaña, granadas, pistolas, metralletas. Palomo fue subteniente de mi unidad, muy correcto.
-¿Qué le dijo Arellano?.
-Me preguntó cómo estaba Talca. Le respondí: "Perfectamente bien, mi general, está todo tranquilo". No teníamos ningún problema, porque hace una semana habíamos fusilado en el regimiento al intendente Germán Castro, que era lo más complicado. Arellano venía con la predisposición de que tenía que sacar a Jaña del regimiento, porque era muy amigo del general Carlos Prats, quien fue comandante en la zona. Entonces sacó a Jaña y me dijo que quedaba a cargo del regimiento y de la intendencia.
¿Arellano tenía autoridad para dar esas órdenes?.
-Tenía, pero no me la mostró y tampoco se la exigí, porque yo era comandante y el era un general muy imponente.
¿Por qué Arellano tenía facultades para revisar los procesos y dictar ejecuciones?.
-Eso fue una artimaña, porque en la comitiva no iba ningún abogado. Las muertes fueron ilegales, porque Pinochet no pudo delegar las funciones de matar gente en Arellano. El se extralimitó.
¿En que fundamenta su afirmación?.
-Conozco perfectamente el caso de Cauquenes. Arellano estuvo toda la tarde en el club militar y de ahí se escucharon perfectamente los tiros. Arellano quiso dar un golpe de timón para decir que el Ejército tenía un mando. Pescó a cuatro que sacó de una lista. Cuando salió de Talca, el mismo domingo 30, me comunicó que iba a Cauquenes, cosa que no hizo. Inmediatamente llamé al comandante Castillo y le comuniqué: "Oye, va Arellano para allá, dejó la escoba en Talca". Entonces en media hora se hizo todo para esperar a Arellano, pero se fue para el sur y el jueves 4 de octubre llegó a Cauquenes y dejó la escoba.

 DESAPARECIDOS

A quiénes conocía de los miembros de la Caravana de la Muerte, porque usted dijo que el copiloto Palomo fue subteniente de su unidad…
-Palomo llegó como copiloto de Arellano, estaba en el comando aéreo del Ejército, pero solamente fue al sur. Para el norte no siguió, porque normalmente lo ocupaba el general Pinochet, era piloto de él. Fue subteniente de mi unidad, muy correcto. Me contaba todas las fechorías. Muchos de los cadáveres los llevaban al comando aéreo de Tobalaba y de ahí le daban la misión a Palomo de que tenían que desaparecer. Pero no me contó detalles.-

¿A dónde eran arrojados?. ¿Al mar, por ejemplo?.
-Claro. Todos los oficiales y comandantes sabíamos de esto. Por ejemplo,estando en Talca recibí a dos GAP (Grupo de Amigos del Presidente Salvador Allende) y teníamos ordenes de mandar a uno de esos ñatos al Regimiento Tacna. Entonces sabía que llegando al Tacna estaba jodido, lo iban a fusilar. Entonces lo mandé a Santiago con Investigaciones y a los pocos días llegaron los familiares y les dije que fueran al Ministerio de Defensa, por decir una mentira piadosa.-

¿Esos cuerpos eran los que llegaban a Tobalaba?.
-Sí, y Palomo tenía la misión de hacerlos desaparecer en un helicóptero.

Algunos de esos cuerpos fueron lanzados al mar y otros fueron tirados en las altas cumbres de la Cordillera. Palomo debe tener todo esto perfectamente claro.

Cuando estuvo a cargo del regimiento de Pisagua, ¿nunca le dijeron dónde podía haber cuerpos?.
-Una vez un panteonero me comentó que habían enterrados cuerpos en el cementerio, cerca de la puerta principal.
¿Hoy está de acuerdo en que se debe decir el paradero de los desaparecidos?.
-Por supuesto, pero los militares nunca lo dirán.
¿Por qué?.
-No hay un juramento al respecto… Pero es que resulta que a todos no los mataron juntos y tampoco al mismo tiempo, están muy repartidos. Hay lugares en que se ha llegado a saber, pero el Ejército no autoriza el ingreso.

En Talca también hubo detenidos desparecidos y actuó la DINA…

… Hasta el año que yo estuve – en 1975 – no hubo nada. La DINA que teníamos nosotros era muy incipiente.

¿Por qué había que fusilar a los presos?.

-No…no… nosotros fusilamos a este cabro Castro, fue el único. Lo fusilamos en el regimiento a las doce de la noche. Luego lo llevamos a la morgue del cementerio y al otro día lo sepultamos.

¿Quién da la orden para fusilarlo?.

A mí nombraron presidente del Consejo de Guerra, entonces ahí se resolvió con otros cuatro oficiales la pena que le correspondía.

¿Cómo asume, con el tiempo, haber dado una orden de muerte?.

Es difícil…pero en ese momento era muy jodido. Se produjo el 11 de septiembre de 1973 y el intendente de Talca llegó al regimiento y partió con un camión con explosivos hacía la cordillera para romper la represa, lo que era imposible, pero con todo el ajetreo uno lo vio como posible.

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Otorgan libertad a tres militares procesados en Talca

Fuente :El Mostrador 30 de Marzo 2004

Categoría : Prensa

La Corte de Apelaciones de Talca otorgó la libertad, previo pago de una fianza de 200 mil pesos, a tres ex militares que se encuentran procesados por la ejecución de tres campesinos, registrado en octubre de 1973.

La determinación judicial, que modificó la decisión de primera instancia del juez epsecial Alejandro Bernales, beneficia al ex fiscal militar de Talca, teniente coronel (R) Olagier Benavides; al ex comandante del Regimiento Talca y ex gobernador provincial, Héctor Véjar; y al ex conscripto Luis Pizarro.

Los ex uniformados se encuentran acusados del asesinato de José Méndez y de los hermanos Luis y Domingo Urbina Díaz, quienes fueron fusilados en el campo de entrenamiento El Culenar, en las afueras de dicha ciudad de la Sexta Región.

Los procesados permaenecían recludios en diferentes recintos militares de la Séptima Región desde el pasad 24 de marzo, cuando el juez Bernales dictó el procesamiento.

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EL TERRORISMO DE ESTADO: EL DESTINO DE LOS DESAPARECIDOS CHILENOS

Fuente :El Clarin, 26 de junio de 1999

Categoría : Prensa

El piloto de Pinochet arrojó cuerpos al mar

Era el capitán Antonio Palomo

?  Lanzaba a los desaparecidos al agua y también a la cordillera

?  Lo reveló un coronel que estuvo en la dictadura

En una espectacular derivación del lento destape de los crímenes cometidos durante la dictadura chilena, un teniente coronel retirado del ejército reveló que el piloto personal del general Augusto Pinochet trasladó prisioneros políticos en un helicóptero para lanzarlos al mar o a la cordillera. Los crímenes fueron cometidos en los primeros años de la dictadura iniciada en 1973, dijo el teniente coronel retirado del Ejército Olagier Benavente Bustos, de 70 años, quien fue gobernador de la región de Talca y comandante del regimiento de esa ciudad durante el régimen militar. Benavente Bustos, en declaraciones que publicaron ayer los diarios La Nación y La Tercera, dijo que el piloto personal de Pinochet el entonces capitán Antonio Palomo Contreras le comentó personalmente esas misiones en 1976 con la confianza de que él había sido su capitán. Me contaba todas las fechorías… muchos de los cadáveres los llevaban al comando aéreo del ejército en Tobalaba y allí le daban la misión a Palomo de que tenían que desaparecer… pero no me dijo los lugares.-¿Le contó que esos cuerpos fueron lanzados al mar?, preguntó el periodista Claro, respondió Benavente Bustos. Agregó que esos cuerpos venían del Regimiento Tacna y desde allí desaparecían… los liquidaban. Ahí estaba un coronel Fernández. Se trataría del general Julio Fernández Atienza. Palomo, quien fue luego agregado militar en Francia, participó en una fase de la llamada Caravana de la Muerte que ejecutó sumariamente a más de 70 presos políticos en varias ciudades del país, cuatro de ellos en Talca. Cuatro de los integrantes de ese grupo que presuntamente encabezaba el general Sergio Arellano Stark, fueron procesados hace una dos semanas. En esos casos se trató de opositores políticos ejecutados ilegalmente, que habían sido condenados por consejos de guerra a penas de prisión. Benavente Bustos rindió testimonio al juez Juan Guzmán que investiga más de una veintena de querellas criminales contra Pinochet actualmente detenido en Londres a la espera de su extradición a España para ser procesado por torturas. A juicio del coronel retirado, Pinochet debe ser procesado y condenado porque sabiendo lo que estaba pasando con Arellano permitió que siguiera actuando, sostuvo. Según el militar, las órdenes para los asesinatos eran impartidas por un comando de Estado Mayor que decidía el destino de los prisioneros. Hace una semana parlamentarios de la coalición de gobierno difundieron una investigación titulada La industria de la muerte y la desaparición en la que sostuvieron que había dos claves secretas que determinaban el destino de los desaparecidos. Una era Puerto Montt, que implicaba que los cuerpos debían ser desaparecidos en tierra. La otra, La Moneda, que disponía arrojarlos en el agua, tanto un río como el mar. El militar retirado dijo que Palomo le contó que tenía la misión de hacer desaparecer a los prisioneros subiéndolos a un helicóptero. Había varios helicópteros. Afirmó que el oficial era el piloto regalón del general Pinochet y como tal, éste le encomendó misiones fuera del país y que sólo conocían Pinochet y Palomo. Agregó que el piloto nunca le contó dónde fueron lanzados los cuerpos. Pero voy a ser un poco infidente para decir que algunos de esos cuerpos también fueron tirados en la cordillera… en las altas cumbres… seguramente vivos no más, pues.-¿Sabía Palomo si eran lanzados vivos o muertos? -le preguntó el periodista. El militar respondió que el lo debe tener totalmente claro. No me dio nombres, sólo me contó que tuvo la misión de lanzarlos al mar, no sé si amarrados o qué….-¿Le contó si los tiraban con un peso en el cuello o les abrían el tórax para que se hundieran? -fue la siguiente pregunta. Yo supongo que los tiraban con alguna piedra, afirmó. Benavente Bustos dijo en la entrevista que se decidió a hacer esta revelación porque no tengo nada que ocultar y estoy dispuesto a carearme con Palomo sobre todo lo que cuento. Sostuvo luego que no cree que haya cuerpos de desaparecidos dentro de los regimientos. Sí en otros lugares -precisó-. En terreno del ejército para sus trabajos, que no son cuarteles… terrenos que siguen siendo militares. Afirmó que hay que decir dónde están los desaparecidos, aunque están muy repartidos. Hay lugares donde el ejército no autoriza a meterse y que los oficiales que estaban en el comando aéreo del ejército deben saber dónde hay cuerpos. Benavente Bustos dijo que los militares se niegan a hablar del tema por miedo a meterse en problemas. Los que saben van a morir con el secreto. En Chile, durante la dictadura militar desaparecieron 1.185 personas. El compromiso de Benavente Bustos con la dictadura fue muy alto. Cuando asumió la gobernación de Talca y el mando del regimiento de montaña de esa ciudad en 1973, el mismo día del golpe militar contra Allende, encabezó el tribunal militar que condenó a muerte al intendente local Germán Castro. Lo fusilamos en el regimiento a las doce de la noche. Luego lo llevamos la morgue del cementerio y al otro día lo sepultamos. 

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Una exhaustiva y larga investigación del juez Juan Guzmán y su equipo de detectives del Departamento V logra develar el mejor secreto guardado por la

Fuente :La Nación, Nov 23, 2003

Categoría : Prensa

La operación sistemática fue realizada por los pilotos y mecánicos de los helicópteros Puma del Comando de Aviación del Ejercito entre los años 1974 y 1978.

Desde los sacos paperos sobresalían las pantorrillas y los pies. A las mujeres se les vean los zapatos con tacones altos o bajos. A veces se les asomaba el ruedo de la falda. A los hombres se les vean los zapatos y el extremo de los pantalones. Cada saco contenía un cuerpo amarrado con alambre a un trozo de riel. Algunos cuerpos todavía mostraban sangre fresca. Otros expelan el olor de la primera descomposición. Otros sacos estaban impregnados de aceite humano, señal de que los cadáveres haban permanecido algún tiempo enterrados. Algunos de los bultos, los menos, no tenían la forma de un cuerpo sino que eran de un tamaño mas reducido, solo parte de los restos.

Fueron al menos 40 viajes. En cada uno subieron de ocho a quince bultos a bordo de los helicópteros Puma. De los 12 mecánicos del Ejercito que al final terminaron reconociendo las operaciones, cada uno hizo al menos un viaje. En algunos casos fueron dos, tres e incluso mas. Hay otros mecánicos que también participaron en estas operaciones pero que todavía lo niegan. Casi treinta años se guardó el secreto entre pilotos y mecánicos en el Comando de Aviación del Ejercito (CAE), estamento responsable de la operación. Al comienzo todos negaron, varias veces. Los pilotos niegan hasta hoy. Pero los mecánicos quebraron el juramento sellado con la sangre de otros. El juez Guzmán y los detectives que lo asisten tomaron esta hebra y la investigaron silenciosos y pacientes durante mas de un año, en el marco del proceso por la cúpula comunista desaparecida de calle Conferencia.

Interiorizarse de los detalles de los vuelos de la muerte sobrecoge. Ahí esta al fin la respuesta, detallada, y esta vez relatada desde adentro, del destino de los prisioneros de la DINA en Santiago. 
Entre 400 y 500 fueron los cuerpos lanzados al mar en estas operaciones realizadas principalmente entre 1974 y 1978, aunque también habrán ocurrido en las últimas semanas de 1973.

El informe de las Fuerzas Armadas que surgió de la Mesa de Dialogo sobre Derechos Humanos en enero de 2001 con información del destino de 200 detenidos desaparecidos (49 en tierra y 151 al mar), apenas consigna 29 casos atribuidos a la DINA. De ellos, solo 23 aparecieron como arrojados al mar. En la mesa de diálogo el Ejército del entonces general Ricardo Izurieta afirmó que no contaba con mas información. Otorgando el beneficio de la duda, el Ejército esa vez no logró romper el secreto de los juramentados. Pero tampoco lo ha hecho hasta hoy.

Las cifras oficiales del Informe Rettig y las entidades continuadoras indican que los desaparecidos de la DINA en la Región Metropolitana entre 1973 y 1978, fueron 590.

LA RAZÓN DEL MAMO

Al final se confirmó la verdad. La confirmaron los mismos ejecutores, o parte de ellos. Como viene ocurriendo con otros casos espeluznantes, como los ejecutados de La Moneda en Peldehue, los que hablaron fueron los de abajo, no los altos oficiales. Los mecánicos son todos suboficiales hoy retirados.

Hay que admitir que el ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, tenia por una vez la razón. No hay detenidos desaparecidos de la DINA, están todos muertos dijo recientemente a una documentalista del Canal+ de la TV francesa. Lo que Contreras nunca ha reconocido es que la macabra y sistemática operación de lanzar los cuerpos al mar existió. Y que nunca pudo ser planificada sólo por quien fue el jefe del Comando de Aviación del Ejército entre enero de 1974 y diciembre de 1977, coronel Carlos Mardones Díaz. éste, junto a otros cuatro ex pilotos del CAE, fue procesado el viernes 14 de noviembre de 2003 por el juez Guzmán en calidad de cómplice y encubridor en el sumario por la muerte de Marta Ugarte. El de esta dirigente comunista fue el único cuerpo de las victimas arrojadas al mar que afloró desde las profundidades del Océano y que en septiembre de 1976 varo en la playa La Ballena, cerca de la caleta Los Molles en la V Región. Fue la única falla del sistema de exterminio, la pista que permitir ahora condenar a los culpables. Ningún otro cuerpo lanzado al mar apareció. El culpable de la defectuosa atadura del peso que permitió que el cadáver de Ugarte subiera a la superficie y se convirtiera en una evidencia fundamental, esta identificado y confeso de su criminal error.

Pero Guzmán también procesó por este caso en calidad de autores de secuestro y homicidio a Contreras y a su propio primo, el brigadier® Carlos López Tapia, quien en 1976 era el jefe de la Brigada de Inteligencia Metropolitana de la DINA y a la vez jefe de Villa Grimaldi. Este fue el principal centro clandestino de reclusión y tortura en el país, y desde allí fue sacada la mayor cantidad de los cadáveres que iban al mar. El juez fue respaldado el viernes 21 de noviembre de 2003 por la Quinta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, que confirmó los procesamientos. Aunque revocó el del piloto Emilio de la Mahotiere por encontrarse en Francia cuando desapareció Marta Ugarte.

TOBALABA-PELDEHUE

La operación Puerto Montt (código con el que en los centros clandestinos de la DINA se marcaba en el registro de prisioneros a quienes serán ejecutados y lanzados al mar) tuvo un protocolo de actuación que se repitió. Antes de cada vuelo los mecánicos reciban la orden de sacar los asientos del Puma (18 a 20) y el estanque de combustible adicional. La autonomía de vuelo de este helicóptero sin el segundo estanque es de dos horas y media. Cada viaje era ordenado por el jefe del CAE al jefe de la Compañía Aeromóvil de ese comando de helicópteros. Todos los vuelos quedaban registrados.

Las máquinas partan cada vez desde el aeródromo de Tobalaba en la comuna de La Reina, donde durante esos años funcionó el Comando de Aviación del Ejército. La tripulación la conformaban un piloto, un copiloto, y un mecánico. El vuelo se iniciaba con destino a Peldehue, en Colina. Allí, en terrenos militares, descendían y eran esperados normalmente por dos o tres camionetas Chevrolet C-10, casi siempre de color blanco, cuya sección trasera estaba cubierta por un toldo. A cargo de estos vehículos estaban dos o tres agentes de civil. Los civiles descorrían los toldos que ocultaban los cadáveres amontonados y los descargaban para ponerlos dentro del helicóptero. A continuación el Puma volva a elevarse con los agentes civiles a bordo. Normalmente se orientaba hacia la costa de la Quinta Región, y a la altura de Quintero la máquina tomaba dirección mar adentro. La menor de las veces los vuelos se fueron mar adentro a la altura de San Antonio o Santo Domingo.

Alcanzada una distancia adecuada, el piloto daba la orden para iniciar la descarga de los cuerpos. El lanzamiento se efectuaba a través de la escotilla de mas o menos un metro cuadrado ubicada en el medio del helicóptero, donde se encuentra el gancho de carga que baja por dentro a la altura del rotor principal. Pero la descarga también se hacia a veces desde una escotilla de popa, de 1,80 metros de alto por casi un metro de ancho. El lanzamiento lo efectuaban los agentes civiles, que eran los responsables no sólo de llevar los cuerpos a Peldehue y ponerlos dentro de la nave, sino de supervisar que los bultos llegaran al fondo del mar.

Las identidades de los cuerpos arrojados al océano en esta operación no están establecidas, puesto que los testigos dicen no haberlas conocido nunca, salvo la de Marta Ugarte. Quienes si las conocen, como el ex jefe de la DINA Manuel Contreras, niegan que esta operación existió.

BRILLABAN

Los rieles recién cortados, por lo que brillaban por los lados cortados como los vio preparados el comisario de Investigaciones y agente de la DINA Nibaldo Jiménez Santibáñez, entregaban, en principio, la seguridad de que la prueba del crimen se ira con el pedazo de metal al fondo del océano. Dice Jiménez en una de sus declaraciones procesales que cuando preguntó un día para qué eran esos rieles cortados en trozos, recibió por respuesta esos son para los paquetes. Cuando preguntó qué paquetes?, sostiene que le respondieron los que se van cortados todos los días de aquí, un lote grande al mar, los envuelven en un saco bien amarrados con alambre, echan el cuerpo y el riel, y con el peso del riel se van al fondo.
Ya no eran ex prisioneros que hablaban de los rieles, ni sólo el campen de pesca submarina Raúl Choque, que una vez en la década de los años 80 declaró a la prensa que vio osamentas en el fondo marino frente a Pisagua, pegadas a trozos de rieles. Ahora los fragmentos de va eran una realidad vista por uno de los propios agentes que lo contaba a un juez.

Tampoco haba enloquecido el coronel retirado Olagier Benavente Bustos, cuando el 24 de junio de 1999 declaró en una entrevista a La Nación que el piloto de Pinochet, su regalón, Antonio Palomo, le contó un da de verano un par de años después de 1973 en Pelluhue, donde ambos tenían casa de descanso, que le haba correspondido hacer viajes pilotando un Puma para lanzar cuerpos al mar. Partan desde Tobalaba, dijo el coronel® Benavente que le haba dicho Palomo. Era la primera vez que un alto oficial retirado revelaba parte del secreto. Pero esa vez todo quedó allí, sólo en las declaraciones. No existan todos los antecedentes descubiertos ahora. Por supuesto, Palomo desmintió las declaraciones de Benavente cuando el juez Guzmán lo interrogó.

LA LIMPIEZA

Cumplida cada misión de vuelo, los helicópteros regresaban al lugar en Peldehue donde haban quedado estacionadas las camionetas C-10. Allí descendían los agentes civiles, montaban en las camionetas y se iban.

El helicóptero volvía a elevarse y se dirigía a su base del CAE en Tobalaba. Desocupada la máquina de su tripulación, los mecánicos realizaban la operación de limpieza del piso, que la mayora de las veces quedaba con sangre impregnada y con un penetrante olor a carne descompuesta. Manguereaban el piso y el interior y dejaban ventilarse la maquina. Cuando el olor y la sangre desaparecían, los mecánicos volvían a instalar los asientos y el estanque de combustible adicional, a no ser que ya se supiera que al da siguiente ese mismo helicóptero deba cumplir una tarea similar. Normalmente esta limpieza no era realizada por los mismos mecánicos que haban participado del vuelo. Entre los limpiadores estuvo ms de una vez E.A.O., el mismísimo mecánico personal del Puma N 256 del comandante en jefe del Ejército, general Augusto Pinochet. Aunque este sostiene en el proceso que nunca le tocó realizar alguno de estos vuelos a alta mar. Su jefe fue por muchos años el ahora brigadier® Antonio Palomo.

Cuando conversábamos entre los mecánicos, pude ver que varios de ellos haban realizado este tipo de viajes, declaró en el proceso otro mecánico que participó en los vuelos y a quien nombraremos Rotor 1. 
Las identidades de los mecánicos que finalmente contaron al juez las tenebrosas historias que permitieron conocer estos hechos, LND las mantiene en reserva. El hijo de uno de ellos fue secuestrado por algunas horas el viernes antepasado, el mismo da en que el juez Guzmán dictó los primeros procesamientos por el caso de Marta Ugarte contra cinco ex pilotos de los Puma, además de Contreras y López Tapia. Dos individuos lo obligaron a subir a un auto, lo amarraron, le pusieron una capucha en la cabeza, lo golpearon, y le dijeron que le dijera a su padre que cierre el hocico. Luego lo botaron en una calle de Santiago.

Otro de los mecánicos, Rotor 2, relató en la investigación que apenas se iniciaron estos vuelos, el comandante del CAE Carlos Mardones reunió a pilotos y mecánicos y les orden que estas son misiones secretas que ustedes no deben comentar con nadie que no participe en ellas. Ni siquiera deben hablarlo con sus familias.

EL TRIBUNAL

El comisario® Nibaldo Jiménez, ex agente DINA con funciones en Villa Grimaldi y en el recinto de José Domingo Cañas, sostiene que quienes enviaban a los individuos al mar era una reunión que se hacia con los jefes de grupo de esa poca, los capitanes Miguel Krassnoff Martchenko, Maximiliano Ferrer Lima, y otros, porque haba varios cuarteles. Se reunían en algo as como un tribunal, donde decidan qué detenido se salvaba y quines se iban al mar con el código anotado Puerto Montt. Esos otros a quienes se refiere Jiménez eran los de siempre, Marcelo Moren Brito y Pedro Espinoza Bravo, ambos jefes rotativos de varios de los centros clandestinos de la DINA.

El resultado de cada una de esas reuniones, continua Jiménez, era enviado al general Contreras, jefe máximo de la DINA (…) El general Contreras era quien revisaba las listas y en definitiva era quien decida la suerte de los detenidos.

Otra de las víctimas de la DINA fue el periodista Máximo Gedda Ortiz, hermano de los Gedda que realizan el programa de televisión Al sur del mundo. Detenido en julio de 1974, desapareció en el recinto de Londres 38. Jiménez cuenta el estado en que vio su cuerpo antes de que, presumiblemente, engrosara la lista de lanzados al mar. Un sujeto de apellido Gedda estuvo detenido. Le haban sacado con cuchillo la carne de la pierna y se le vea el hueso. Estaba colgando, lo tenían colgando. Lo haban flagelado.

Jiménez describe otra figura del horror y la brutalidad contra otro de los desaparecidos de la DINA. Se trata del fotógrafo Teobaldo Tello Garrido, quien haba sido funcionario de Investigaciones durante el gobierno de Salvador Allende. Fue detenido en agosto de 1974 y permanece desaparecido. Fui a verlo a un cuarto abarrotado de detenidos, al abrir su boca vi que estaba ensangrentada. Sus dientes haban sido removidos con un alicate por parte del seor Marcelo Moren (…) El coronel Moren era bastante bruto.

PILOTOS DE LA CARAVANA

Entre los cinco ex pilotos de helicópteros Puma que el juez Juan Guzmán procesó por el secuestro y homicidio de Marta Ugarte están quienes fueron los pilotos de la Caravana de la Muerte. Antonio Palomo fue el piloto durante el tramo sur de este operativo, actuando como su copiloto Emilio de la Mahotiere González. Por el tramo norte de la caravana, el piloto fue el mismo De la Mahotiere y el copiloto, Luis Felipe Polanco Gallardo. El quinto piloto declarado reo es el coronel® Oscar Vicuña Hesse.

Una segunda fase de este método de desaparecimiento de detenidos arrojando sus cuerpos al mar, se inició después de 1978 y duró al menos hasta 1981-82, una vez que a fines de 1978 fueron descubiertos los cadáveres de 15 campesinos en un horno de Lonquen y el Ejército y Pinochet se alarmaron.

Esta segunda fase conocida como las remociones clandestinas, fue admitida incluso por el ex director de la Central Nacional de Informaciones, general Odlanier Mena, y sobre ella han prestado también declaraciones algunos ex agentes que participaron en el operativo. A esta operación pertenecen, entre otros, los prisioneros de Chihuo en la X Región; los ejecutados de La Moneda desenterrados desde Peldehue; y las 26 victimas de la Caravana de la Muerte enterradas clandestinamente en el desierto de Calama. Estas no fueron víctimas de la DINA.

Probablemente, dada la experiencia adquirida, esta segunda fase fue realizada por los mismos pilotos y mecánicos del Comando de Aviación del Ejército. Este episodio no esta totalmente aclarado judicialmente. En todo caso, los comandantes del CAE después de Carlos Mardones fueron: el coronel Hernán Podesta Gómez, entre enero y diciembre de 1978; coronel Fernando Darrigrandi Márquez, entre enero de 1979 a julio de 1981; y el coronel Raúl Dinator Moreno, entre agosto de 1981 y febrero de 1982.


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