Bañados Pinto Nelson Vicente

Rut:

Cargos:

Grado : Conscripto

Rama : Ejército

Año Fallecimiento : 1999


Un ex soldado admitió que asesinó a un cura español

Fuente :elclarin.cl, 16 de Marzo 1998

Categoría : Prensa

En un dramático testimonio ante la televisión española, el ex soldado chileno Nelson Bañados confesó haber asesinado a balazos al sacerdote español Joan Alsina Hourtos durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Lo lamento. Que me perdonen, que uno era un mandado, dijo Bañados a la familia del sacerdote, entrevistado por la televisión catalana en un programa titulado Proceso a Pinochet, que se emitió anoche en el espacio Treinta Minutos.

Esta es la primera vez que un militar chileno que participó en la represión de la dictadura del general Pinochet admite haber participado en crímenes y pide públicamente perdón. La emisión se produjo después de que los abogados querellantes en el juicio de desaparecidos en Chile pidieran la prisión incondicional para Pinochet, convertido desde el miércoles en senador vitalicio, y para 38 altos responsables directos de la dictadura.Hasta ahora la versión oficial era que el sacerdote Joan Alsina, que cumplía su ministerio en un hospital, había muerto por accidente en un tiroteo en un puente sobre el río Mapocho.

Bañados admite que fue él quien le disparo por órdenes superiores. Bañados tenía 17 años en el momento de la ejecución.

Dijo que cuando se produjo el golpe de Estado capitaneado por Pinochet, en 1973, prestaba el servicio militar y que se vio forzado a participar en ejecuciones de personas.

La Justicia española indaga las desapariciones de varios ciudadanos de España, entre otros el también sacerdote Antonio Llido Mengual. Joan Alsina era un sacerdote salesiano natural de la localidad catalana de Castelló d Empuries.

Bañados admitió haber participado en varias acciones donde fueron asesinadas personas pero acusó a los jefes militares de haberlo obligado. Aunque Bañados fue juzgado y encontrado culpable lo alcanzaron los beneficios de la amnistía dictada por Pinochet.

La investigación para encontrar a los responsables por la muerte de Joan Alsina fue una paciente tarea de su amigo el sacerdote Miguel Jordá. El religioso tenía una carta del padre de Alsina en donde perdonaba a los asesinos de su hijo.Miguel Jordá explica en el reportaje que cuando entregó la carta al soldado Nelson Bañados, éste lloró como una criatura y me dijo: ­Yo lo maté!, ­yo lo maté!.

Los familiares de Joan Alsina y del también desaparecido sacerdote Antonio Llido Mengual se presentaron ante el juez español Manuel García Castellón acusando al ex dictador Pinochet y a sus cómplices por el asesinato de los dos religiosos.


Muere el asesino de un cura español en Chile

Fuente :elpais.es, 1 de Junio 1999

Categoría : Prensa

Nelson Bañados Pinto, el ex soldado chileno que tras el golpe de 1973 mató al sacerdote español Joan Alsina, se suicidó ayer en su domicilio de Santiago. Bañados, de 44 años, era investigado por su responsabilidad en la desaparición de un niño de cuatro años


Condenado un militar por la muerte de un cura español en Chile

Fuente :elpais.es, 18 de Octubre 2005

Categoría : Prensa

Cinco años de prisión para el mayor Donato López por el asesinato de Joan Alsina en 1973

Un juez chileno condenó el martes a cinco años de presidio sin beneficios al mayor retirado Donato López, único que queda con vida de la patrulla del Ejército que asesinó al sacerdote español Joan Alsina junto a un puente sobre el río Mapocho, el 19 de septiembre de 1973, ocho días después del golpe militar de Augusto Pinochet. El magistrado Jorge Zepeda consideró el caso como un delito de lesa humanidad para aplicar la sentencia 32 años después del homicidio.

Alsina, uno de los tres españoles asesinados por la dictadura de Pinochet (dos de ellos sacerdotes), nacido en Castelló d'Empuries (Girona), tenía 31 años en el momento del golpe y había llegado a Chile en 1968 para dedicarse a evangelizar en barrios obreros. Después del golpe, pidió a sus amigos de la Iglesia católica que, si lo detenían, no hicieran nada por él porque quería "compartir la suerte de los trabajadores", y se presentó a su trabajo de jefe de personal en el Hospital San Juan de Dios, donde lo detuvo una patrulla del regimiento Yungay en el tercer allanamiento del lugar.

Los soldados golpearon a Alsina, párroco en la zona sur de la capital, hasta dejarlo inconsciente. Junto a otros siete trabajadores del hospital, dos de los cuales siguen desaparecidos, lo trasladaron para fusilarlo por la noche junto al puente. El soldado Nelson Bañados contó en el proceso que Alsina le pidió que no le vendaran los ojos: "Por favor, no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón". La ejecución fue muy rápida, relató Bañados: "Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo 'Padre, perdónalos'. Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro". El impacto arrojó al catalán Alsina junto al río Mapocho, que por aquellos días era un lugar de frecuentes ejecuciones de los militares. Cuando su cuerpo fue encontrado, tenía siete impactos de balas de alto calibre. Los otros dos miembros de la patrulla militar, entre ellos Bañados, fallecieron antes de que se dictara la condena. Una placa recuerda el crimen en el lugar.

Por otra parte, el juez Sergio Muñoz ha accedido a una petición de los querellantes en la causa que se sigue contra Pinochet y ha pedido a la Corte Suprema un nuevo desafuero del ex dictador por la sospecha fundada de que cometió malversación de fondos públicos, lo que explica el origen de parte de su fortuna, estimada en unos 28 millones de dólares. Fue su última actuación en el caso, cuya investigación abandonó ayer al jurar como miembro de la Corte Suprema, en medio de aplausos de los funcionarios de los tribunales, que consideran que Muñoz ha contribuido a otorgar prestigio a la justicia chilena.

Los querellantes pidieron además desaforar al ex dictador por otros delitos, pero Muñoz no alcanzó a resolver los casos y los dejó en manos de su sucesor. La Corte Suprema tiene pendiente una resolución que analizará hoy por la apelación de la defensa de Pinochet ante el desafuero que concedió la Corte de Apelaciones de Santiago por otros cuatro delitos: fraude tributario, falsificación de documento público y pasaportes, vulnerar un emabrgo de fondos dictado por la justicia española cuando el general estuvo detenido en Londres y por adulterar su declaración de bienes al dejar el poder.

Muñoz indicó ayer que lo más probable es que en el sumario por la corrupción del ex dictador lo reemplace el juez Jorge Zepeda, quien dictó la primera sentencia por el crimen de Alsina.

Entretanto, Pinochet (89 años) estuvo ayer cerca de tres horas sometiéndose a pruebas médicas en el Hospital Clínico de la Universidad Católica por orden del juez Víctor Montiglio. En septiembre, la Corte Suprema desaforó al ex dictador y ordenó someterlo a exámenes psiquiátricos por 15 de los 119 crímenes de la Operación Colombo, el asesinato masivo de prisioneros políticos cometido por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA, policía política de Pinochet), aparentando que se mataban entre sí por rencillas intestinas.

Montiglio, que siempre ha votado a favor de Pinochet, fue más allá de la instrucción de la Corte y ordenó practicar exámenes neurológicos y psiquiátricos al ex dictador. Los médicos tomaron ayer radiografías y muestras de orina y sangre al general y la próxima semana le practicarán los exámenes neurológicos y psiquiátricos.


50 años del asesinato del cura obrero Joan Alsina

Fuente :resumen.cl, 19 de Septiembre 2023

Categoría : Prensa

El día miércoles 19 de septiembre de 1973, militares pertenecientes a un batallón del Regimiento Yungay de San Felipe, allanaron el Hospital San Juan de Dios en Santiago de Chile, llevándose varias personas detenidas, entre ellas estaba un sacerdote obrero de nombre Joan Alsina Hurtos. Trasladado Joan hasta el Internado Nacional Barros Arana, ocupado en esos momentos como centro de detención por la dictadura, Alsina es duramente golpeado y torturado por sus captores. A las 21:00 de ese mismo día es sacado al puente Bulnes, sobre el río Mapocho en Santiago y ejecutado por una patrulla militar a la orden del Coronel Donato López Almarza.

"Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón"

Nelson Bañados, un recluta de 18 años de edad, que realizaba el servicio militar obligatorio, fue quien le disparó siete balazos desde corta distancia al cura Alsina, como el mismo declararía en diversas ocasiones, antes de quitarse la vida, por la culpa que cargo en su vida desde aquel trágico momento. Enfrentado a su ejecutor, el cura Alsina pidió al recluta Bañados que no le vendara los ojos, para poder bendecirlo y darle el perdón, según confesó el propio recluta al sacerdote catalán Miguel Llodrá, miembro de la comunidad religiosa a la que pertenecía Joan Alsina en la comuna de San Bernardo, en la Región Metropolitana y quien se dio la tarea de buscar a su hermano detenido.

Posteriormente, cuando se iniciaron los juicios, el recluta Bañados repetirá el mismo testimonio ante tribunales: «Al llegar al puente Bulnes, mi capitán frenó, y yo, como lo hacía con cada uno de los que fusilaba, me bajé, saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos, pero Juan me dijo: "Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón». Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón y movió los labios como si estuviera rezando y dijo: "Padre, perdónalos…" Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro. Quería dispararle con la pistola pero lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho, yo tuve que darle un empujoncito no más. Otros, a veces, caían al piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río. Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca jamás».

Días más tarde, el 27 de septiembre, el cadáver de Alsina fue encontrado aguas abajo en el río Mapocho y trasladado al servicio Médico Legal. Las autoridades del régimen militar afirmaron que se trataba de un "terrorista" que había muerto en un enfrentamiento con una patrulla de soldados. El día 28 de septiembre su cuerpo fue enterrado en cementerio parroquial de San Bernardo.

Bañados ratificó siempre su versión de los hechos en el juicio por el asesinato de Joan Alsina, hasta que agobiado por los remordimientos, se suicidó.

Quien era el cura Joan

Joan Alsina Hurtos, había nacido en Castelló d’Empúries, provincia de Gerona, Cataluña el 28 de abril de 1942. Hijo de una familia muy católica, que además de Joan tenían dos hijos más Miquel y Maria.  A los 4 años ingresó al Colegio de las Carmelitas, tres años después, pasó al Colegio Nacional.  A los 11 años Joan ya pidió a sus padres ingresar al seminario de Girona, donde posteriormente asistió, siendo ordenado sacerdote el 12 de septiembre de 1965. Destinado un tiempo a la localidad de Malgrat de Mar, Joan decidió trasladarse al Seminario Hispano Americano de Madrid para ir a misiones, lo cual era su deseo.  Su primer destino fue Chile, donde llegó pensando en estar 10 años evangelizando entre sectores obreros.

Joan llegó a Chile el día 30 de enero de 1967, se instaló en San Bernardo, al sur de Santiago, a vivir en una comunidad de sacerdotes catalanes. Ejercía su ministerio en la Parroquia San Ignacio de San Bernardo y como trabajador en el Hospital San Juan de Dios en Santiago al momento del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, donde además era dirigente sindical.

Joan había hecho profundas amistades en Chile, se había convertido en un cura obrero, como varios que conformaron en aquellos años el «movimiento de cristianos por el socialismo» en apoyo a las luchas y transformaciones sociales que ocurrían en Chile.  En este contexto del mundo del trabajo es donde se vincula políticamente a compañeros del MIR.

Desde el Hospital, Joan junto a sus compañeros pudieron ver el bombardeo a la Moneda, el 11 de septiembre de 1973, y más tarde recibir a los heridos que llegaban desde diversos lugares.

El 16 de septiembre, una patrulla militar llegó hasta el Hospital San Juan de Dios en Santiago, allanando sus instalaciones y deteniendo a 7 trabajadores, Joan estaba libre aquel día y a su regreso al Hospital sus compañeros le aconsejaron que se refugiase en alguna embajada.  Joan tomó la decisión no solo de permanecer en Chile, sino además de seguir trabajando en el Hospital, ayudando a los más necesitados, en momentos especialmente duros.

El 18 de septiembre por la noche, presintiendo su detención, Joan redactó un escrito conocido como «El Testamento de Juan Alsina», en el que deja constancia de los motivos de su entrega. Entre otras, escogemos una de las frases que escribió de su puño y letra: «si el grano de trigo no muere, no da fruto, pero si muere da mucho fruto».  Frase que más de 10 años más tarde retomara Luisa Toledo, una pobladora de Villa Francia en Santiago, muy cercana a las comunidades católicas de base, cuando el 29 de marzo de 1984 le asesinan a dos de sus hijos: Rafael y Eduardo Vergara Toledo.

Joan fue uno de los curas asesinados por la dictadura militar en Chile, como el cura obrero ingles Miguel Woodward, quien fue detenido, torturado hasta morir en el buque escuela Esmeralda; el cura salesiano Gerardo Poblete asesinado en un calabozo de una comisaría de Iquique en 1974; el valenciano Antonio Llidó Mengual cura obrero de Quillota, desaparecido desde el centro clandestino de detención y torturas de José Domingo Cañas en Santiago en 1974, el sacerdote francés André Jarlan, asesinado por un disparo policial en la población La Victoria en Santiago, mientras se reprimía la jornada nacional de protestas contra la dictadura en 1984.


“Mátame de frente”: miradas que se cruzan en un momento decisivo

Fuente :elmostrador.cl, 3 de Enero 2024

Categoría : Prensa

Los lugares de memoria están ahí, algunos quizás invisibles pese a placas, monumentos y acciones reivindicativas. A veces los ojos no ven y las verdades se pierden en buenas intenciones.

“Recuerdo que le disparé siete balas apuntándole en el pecho…pero como por un instinto natural… por no ver su mirada” (pp. 76, Nelson Bañados)

Cincuenta años después del Golpe Cívico-Militar, Felipe Olivares y Claudio Vilches, dos jóvenes cientistas políticos, inician un camino investigativo hacia el corazón de uno de los tantos hechos deleznables perpetrados en los primeros días de la dictadura: el fusilamiento del sacerdote catalán Joan Alsina en el Puente Bulnes, en Santiago.

“Mátame de frente” da cuenta de la búsqueda de información acerca de este caso emblemático, que se inicia con algunos datos concretos que lo enmarcan. Uno de ellos, la punta del hilo, es que el Instituto Nacional Barros Arana (INBA) sirvió como espacio de acantonamiento del Regimiento N°3 Yungay de San Felipe, desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 4 de octubre de ese año. Fue lugar de detención, tortura y desaparecimiento de personas. Allí permaneció Joan Alsina después de ser detenido con otras personas en el Hospital San Juan de Dios hasta la noche de su fusilamiento, el 19 de septiembre de 1973. Muchos testigos concuerdan en este dato de veracidad, entre ellos, un capellán castrense.

La historia de Joan Alsina se enhebra con la de otros que sufrieron, murieron y desaparecieron a manos de los militares del Regimiento Yungay de San Felipe, durante el fatídico tiempo en el que estuvieron acantonados en el INBA y posteriormente en la Quinta Normal. Por ejemplo, la historia de Lucio Bagus, un funcionario del Hospital San Juan de Dios, hasta hoy desaparecido. Y la de Carlos Fariña, un niño de trece años detenido en su casa y que fue finalmente encontrado en una fosa en Américo Vespucio con San Pablo.

Es así como, a lo largo del libro, el lector puede entender la trama del tejido de muerte que ha estado oculta o invisibilizada. Sus puntos se unen, se imbrican y se funden, mostrándonos una imagen de terror, que no es ficción literaria o invento político. Aquello ocurrió. La crueldad, la perversidad y la posterior impunidad fueron bestias feroces que se movieron a su antojo en la noche dictatorial, desde el primer momento de ese 11 de septiembre.

El hilo de la historia relatada también recoge los puntos colgantes o perdidos de los cómplices (pasivos o activos), de los delatores. De los que, por razones personales, entregaron a colegas o vecinos. De los que callaron. De los que miraron a otro lado cuando estaban ocurriendo estos hechos. De los que contribuyeron al ocultamiento de la verdad. Quizás por legítimo miedo, quizás porque realmente no les interesaba. El “algo habrán hecho” permanece latiendo en las oscuridades que nos rodean hoy.

También están acá los perpetradores, con sus nombres completos y hasta sus fotos, documentos públicos verificables. Y los oficios de las investigaciones judiciales en que, cuando la Justicia consultaba por alguno de estos responsables, casualmente había un error de ortografía o de tipeo en el nombre, de manera que la respuesta era que esa persona no pertenecía al Ejército de Chile. Esta fue una de las tantas maniobras que garantizaron la impunidad de los asesinos del Estado.

Joan Alsina fue ejecutado en el Puente Bulnes por el conscripto Nelson Bañados y el capitán Mario Caraves, que dio la orden y estuvo ahí para verificar que la mano de su subalterno realizara la acción por él. Por cobardía o por la necesidad de proveerse de cómplices que no pudieran hablar después. Las palabras que dan título al libro fueron dichas por Joan Alsina en el momento en que Nelson Bañados se aprestaba a fusilarlo. Quedó como una frase lapidaria que sin embargo no conmovió a los perpetradores y se mantuvo con carácter de emblema en estos cincuenta años.

La historia de Joan Alsina, así como la frase, nos lleva al asunto del perdón. Para él, como para sus padres, el perdón era crucial. Su padre, antes de morir, escribió dos cartas en las que extendía el perdón que Joan Alsina entregó a sus asesinos en el Puente Bulnes. Una misiva era para el conscripto Nelson Bañados, que la aceptó, y la otra para el capitán Mario Caraves, que la rechazó, indignado.

La narración toma a ratos un tono de crónica y en otros momentos alcanza una atmósfera de intimidad envolvente, no exenta de asombro, cuando pareciera que ya nada puede asombrarnos. Los autores, aunque intentan mantenerse a la distancia impuesta por la estructura de la investigación, no pueden evitar estremecerse y se acercan emocionalmente a las historias de testigos y familiares que van entretejiendo, apoyados por documentos, fotos y datos fácilmente verificables. Esto lleva a que el libro se lea como una investigación propiamente tal, pero que al mismo tiempo como el compendio de múltiples voces que se despliegan como una urdiembre que va mucho más allá de los casos en cuestión: el tejido alcanza al país entero cuando se unen los puntos con el hilo enhebrado de estas historias.

Los lugares de memoria están ahí, algunos quizás invisibles pese a placas, monumentos y acciones reivindicativas. A veces los ojos no ven y las verdades se pierden en buenas intenciones. Libros como “Mátame de frente”, asentados en un trabajo investigativo riguroso y comprometido con la verdad, abren las puertas para revisitar los espacios geográficos y simbólicos, mirar viendo la historia de nuestro país y recorrer valientemente, los senderos de las lágrimas de aquellos que dejaron su vida en nuestro territorio nacional, que aún sangra.