Ubicación:Calle Ruta Q-45 S/n – Km.63 Antuco VIII Región
Rama:Carabineros
Geolocalización: Google Maps Link
Descripción General
Categoría : Otra Información
Diez trabajadores de las Centrales “El Toro” y “El Abanico” de Endesa fueron detenidos por carabineros del Retén Antuco y del Retén El Abanico, además de militares del Regimiento de Los Ángeles y de civiles de la zona.
La patrulla, con lista de nombres en mano, recorrió los diferentes centro de las Centrales deteniendo a diferentes trabajadores. Los detenidos fueron Wilfredo Quiroz, Víctor Jerez, Plutarco Coussy, Mario Olivares, Mario Omar Belmar Soto, Manuel Antonio Aguilera Aguilera, Abel José Carrasco Vargas, Exequiel del Carmen Verdejo Verdejo, José Oscar Badillo García, Manuel Jesús Arias Zúñiga.
Testigos han declarado que algunos de los detenidos fueron vistos en el Retén de Antuco. Así fue el caso de Mario Olivares, que fue visto prácticamente agónico en ese recinto y con claros signos de haber sido torturado. En similares condiciones se vio a Mario Belmar Soto. Estos y los otros trabajadores de las Centrales de Endesa están hoy desparecidos.
Criminales:
Carabineros: sargento Manuel Osses Pereira (jefe del retén de Antuco), el carabineroVíctor Jaque, uno de apellido León y otro de apellido Fuentes.
La identidad de los otros miembros de la patrulla se desconoce hasta hoy en día, aunque el Coronel Alfredo Rehren Pulido (Regimiento N0 17 “Los Ángeles”), era jefe de Zona en Estado de Emergencia en esa época.
Fuentes de Información Consultadas: Libros: “No hay dolor inútil”; Informe Rettigg; Informe Valech; Memoriaviva
El fin de una dolorosa búsqueda
Fuente :tribunadelbiobio.cl, 15 de Octubre 2004
Categoría : Prensa
Tuvieron que esperar 14 años para que se les confirmara que los restos encontrados en una fosa del fundo "La Mona", en la zona rural de Los Angeles, correspondían a sus familiares desaparecidos desde septembre de 1973.
-“Creo que lo mataron”. Esas palabras del entonces obispo de Los Angeles, Orozimbo Fuenzalida se le quedaron grabadas a América Baeza Vega cuando junto a su marido, Armando Flores, concurrió a conversar con él para pedirle ayuda para encontrar a su hijo, César Augusto Flores Baeza, detenido el 12 de septiembre de 1973. América Baeza tiene hoy 88 años, 31 de los cuales se los ha pasado buscando a César. Su largo peregrinar llegó a su fin el pasado jueves 14 cuando extraoficialmente se le comunicó que los restos de su hijo habían sido identificados.
Tuvieron que pasar 14 años para que se confirmara que uno de las cinco osamentas encontradas en una fosa en el fundo La Mona, situado en el área rural de Los Angeles (a 515 kilómetros al sur de Santiago), correspondían al hijo que tanto había buscado. Dolor profundo y muchas emociones invadieron el alma de estos padres que, como muchos otros familiares, no han cejado en su empeño por encontrar la verdad. Mucho menos la señora América, que desde 1978 pertenece a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y nunca ha dejado de hacer cuanto sea necesario para que hechos como éstos no vuelvan a repetirse y tampoco queden impunes. Es que a la angustia de no saber qué había pasado con su hijo César, se sumó el exilio de sus dos hijas y la exoneración de su marido, sin embargo sacó fuerzas de flaqueza y siguió luchando.
La señora América recuerda que en cierta ocasión en que estaba muy mal, se encontró con una persona que participaba en la Agrupación y que le contó su drama. “Ella tenía más edad que yo y su situación era tan terrible que me sentí como avergonzada. Eso me dio un poco más de fuerza y como que me olvidé de mi dolor, porque a mi alrededor había más dolor”. “Nadie sabía en qué iba a terminar esto”
César Augusto Flores Baeza tenía sólo 30 años, militaba en el partido Socialista y trabajaba en la Corporación para la Reforma Agraria, CORA. Al día siguiente del golpe militar, se presentó voluntariamente a la Policía de Investigaciones porque su nombre aparecía en una lista que estaba siendo difundida por la radio. “El no ocupaba ningún cargo importante ni en el partido ni en la CORA –recuerda su madre- pero lo que lo condenó fue que lo pusieron en la repartición de vales de bencina cuando todo estaba muy crítico”. Fue llevado al gimnasio de la planta IANSA, donde había más personas detenidas. Sus padres pudieron verlo, incluso le llevaron algunas cosas. “Nadie sabía en qué iba a terminar todo esto porque no nos imaginamos en lo que se iba a transformar”. Confiaban en que pronto recuperaría su libertad, sin embargo cuando lo trasladaron al internado del liceo y después al Regimiento, entendieron que la situación era grave. Fue cuando dejaron de verlo.
Algunos testigos indicaron después que el 17 de septiembre lo sometieron a un interrogatorio y después no lo vieron más. El Regimiento de Infantería Lo mismo le ocurrió a las familias de los otros cuatro detenidos desaparecidos que fueron hallados en la fosa del fundo La Mona: Mario Omar Belmar Soto, Juan Miguel Yáñez Franco y los hermanos Juan Eladio y Víctor Adolfo Ulloa Pino. Fueron detenidos en fechas y circunstancias distintas, sin embargo hay algunos factores comunes :la intervención de efectivos de la Policía de Investigaciones y la permanencia en el Liceo de Hombres de la ciudad (usado como recinto de detención por el Ejército) y, en dos de los casos. Y la participación de carabineros en otros dos. Quizás el elemento más claro aquí es que casi todos los detenidos fueron llevados al Regimiento de Infantería de Montaña, donde se pierde su pista.
Juan Miguel Yáñez Franco, tenía 25 años, era casado, mueblista y militante del Partido Comunista. Fue detenido el 11 de septiembre de 1973, en horas de la noche, en su domicilio de la ciudad de Los Angeles, por funcionarios de Investigaciones quienes allanaron su casa.. Lo llevaron al Liceo de Hombres y más tarde al Regimiento. El 12 de septiembre, le correspondió el turno a Mario Omar Belmar Soto, 30 años, jefe de la central hidroeléctrica de Rapel y sin militancia política conocida. Por razones de su trabajo para Endesa, Mario Belmar se encontraba en la zona al ocurrir el golpe militar. No estás muy claras las circunstancias de su detención que ocurrió el 13 de septiembre. Poco antes, Belmar se había comunicado con su hermana para contarle que solicitaría un salvoconducto para viajar a Rapel, cosa que no ocurrió. A la esposa de Mario Belmar se le avisó que su marido estaba internado en el hospital de Los Angeles con una herida a bala, pero no pudo dar con su paradero.
El testimonio aportado por Naldo Sanhueza, tiempo después, dio algunas luces de lo que podría haber ocurrido con Belmar. Sanhueza fue detenido el 22 de septiembre de 1973 por carabineros del retén de Antuco. En ese recinto, fue encerrado solo en un calabozo. Dice que sintió muchos gritos y pudo observar la presencia de militares en un sector del retén donde se ubicaban las pesebreras, lugar en el cual se torturaba. En un momento determinado escuchó a los militares dar órdenes a un grupo de detenidos a fin de que cantaran "Venceremos", luego de ello, se escucharon ráfagas de metralletas. Al día siguiente, 23 de septiembre de 1973, el testigo fue sacado del calabozo y conducido por un pasillo, en donde señala "se encontraban tirados los cuerpos de Mario Olivares Pérez, prácticamente agónico y de Mario Belmar Soto, (detenido desaparecido) quien al parecer estaba muerto, ya que no se movía, la lengua afuera y sus vestimentas destruidas con barro y sangre; ambos se veían terriblemente torturados".
Los hermanos Juan Eladio, 26 años, topógrafo y director de la Corporación de Obras Urbanas y Víctor Adolfo Ulloa Pino, 16 años de edad, estudiante de enseñanza media, fueron detenidos el 18 de septiembre de 1973, aproximadamente a las 10:30 horas en la casa ubicada en calle Valdivia de Los Angeles, lugar donde Juan Ulloa era pensionista. Ambos hermanos, acompañados de la cónyuge de Juan, Elena Jensen Cortés, concurrieron a la pensión con el fin de recuperar ropa y otros objetos personales ya que hacía unos días que la casa había sido cerrada por su dueña. Al llegar a la vivienda, vieron que sus puertas estaban abiertas y entraron; a los pocos momentos ingresó una patrulla de Carabineros al mando del Sargento Venegas y el Cabo Sergio Daguiere quienes procedieron a detenerlos junto con otras dos personas que también se encontraban en la casa. Los cinco detenidos fueron trasladados a la Comisaría de Los Angeles, interrogados allí por el Capitán Fabres y enviados el mismo día al Regimiento, ya que, según fueron informados, no había cargos en su contra y sólo irían para un chequeo y saldrían en libertad. Fueron conducidos al Regimiento, ingresando aproximadamente a las 14:00 horas del día 18 de septiembre. Según testimonio aportado 17 años después por un testigo que en septiembre de 1973 era conscripto del Regimiento de Los Angeles, los hermanos Ulloa Pino habrían permanecido encerrados en condiciones miserables en una pequeña garita dentro del recinto militar, durante 15 días aproximadamente, y posteriormente sacados del lugar y llevados con destino desconocido.
Catorce años de espera Muchos rumores e historias circularon después tratando de determinar dónde estaban los detenidos desaparecidos de Lo Angeles. Se habló de entierros clandestinos y de lanzamientos a los cuerpos a los ríos de la zona. Todo hasta que en 1990, el rumor se transformó en certeza y tras la respectiva orden judicial, se pudo exhumar desde una fosa situada en el fundo “La Mona”, de propiedad de Forestal Mininco, los restos de al menos cinco personas. Sin embargo, por falta de medios técnicos y, seguramente de interés de la justicia, las osamentas permanecieron varios años olvidadas en uno de los juzgados de Los Angeles, pese a los intentos de familiares y de abogados por acelerar su identificación. Hasta que el ministro capitalino, Jorge Zepeda, nombrado por la Corte Suprema para hacerse cargo de los casos de violaciones a derechos humanos de los Angeles, especialmente los referidos a Endesa, tomó el asunto en sus manos y ordenó que los restos fueran remitidos al Servicio Médico Legal de Santiago. Finalmente, las pesquisas dieron su fruto y pudo establecerse que las osamentas correspondían a César Flores, Miguel Franco, Mario Belmar, Juan y Víctor Ulloa. Todos presentaban impactos de bala. La búsqueda para estas familias ha terminado. Pero aún falta determinar qué pasó y quiénes fueron los responsables.