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Liceo de Hombres de Los Ángeles – Memoria Viva

Liceo de Hombres de Los Ángeles


Ubicación:Lautaro 421-493 Los Ángeles VIII Región

Rama:Ejército

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

En la ciudad de Los Ángeles se utilizó varios  recintos de detención, los cuales tuvieron el carácter de transitorios y de ellos se derivaron los detenidos a centros más permanentes. Estos centros incluyeron: el antiguo Liceo de Hombres de Los Ángeles (hoy la Corporación Cultural Municipal de Los Ángeles)el Gimnasio de IANSA, y el Liceo Alemán del Verbo Divino de la localidad. No hay información si los presos políticos sufrieron apremios físicos o sicológicos en estos recintos. Si embargo se sabe, que muchos de ellos fueron trasladados a  centros más permanentes de detención, tales como el Regimiento de Infantería de Montaña N.17 "Los Ángeles", donde los presos eran sistemáticamente torturados.

La mayoría de los detenidos provenían de comisarías y retenes de distintas localidades de la provincia, también desde el Gimnasio IANSA (Industria Azucarera Nacional). En la mayoría de los casos, los detenidos eran entregados a militares que los trasladaban en camiones al regimiento de Los Ángeles. Muchos otros detenidos fueron conducidos luego al Estadio Regional de Concepción. El traslado se realizaba en condiciones de hacinamiento extremo, tirados unos sobre otros.

Este sufrimiento era agravado por el hecho de que los prisioneros se encontraban en muy malas condiciones físicas, ya que todos venían de sufrir torturas. Los antecedentes presentados coincidieron en señalar que al interior del Liceo de Hombres los prisioneros eran mantenidos en condiciones de hacinamiento en salas de clases, privados de agua y alimento, sin derecho a ir al baño. Las condiciones eran insalubres. Se les impedía dormir, ya que eran llevados durante la noche al patio para torturarlos.

Hay detenidos que denunciaron la presencia de civiles en interrogatorios y torturas. Los testimonios señalan que sufrieron golpes, simulacros de fusilamiento, maltrato psicológico permanente, amenazas, los obligaban a tenderse en el suelo a la intemperie en la madrugada y eran golpeados en estas condiciones y soportaban posiciones forzadas.

 

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; CODEPU; Informe Valech; Memoriaviva;


Dónde se torturaba: el mapa del horror que dejó al desnudo el informe

Fuente :elmostrador.cl, 29 de Noviembre 2004

Categoría : Prensa

Mil 132 lugares de detención funcionaron -por breves o extensos períodos- durante casi diecisiete años, en trece regiones del país, como centros de aplicación de tormentos donde la violencia se empleó, con mayor o menor grado, con el fin de controlar una determinada situación política.

Desde el buque escuela Esmeralda, utilizado por la Armada, hasta Colonia Dignidad, empleada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), pasando por el campo de prisioneros de Isla Dawson, la Base Naval de Talcahuano, el Internado Nacional Barros Arana o el Liceo de Hombres de Los Ángeles…Para no mencionar a otros lugares tan emblemáticos y conocidos como Villa Grimaldi, Londres 38 o la Academia de Guerra Aérea en Santiago.

Tales son sólo algunos de los mil 132 lugares de detención que el informe de la comisión Valech logró detectar en las trece regiones del país, y que funcionaron -por breves o extensos períodos- durante casi diecisiete años, como centros de aplicación de tormentos donde la violencia se empleó, con mayor o menor grado, con el fin de controlar una determinada situación política.

El relevamiento de este verdadero "jardín de los suplicios'' en que se convirtió buena parte del territorio nacional durante el régimen militar que condujo Augusto Pinochet, como su cabeza más notoria, surgió a partir del estudio detallado de cada uno de las 27.255 fichas sobre las cuales la Comisión de Prisión Política y Tortura logró hacerse una convicción firme de la existencia de atropellos a los derechos humanos y a la dignidad de las personas.

Casas particulares, parcelas, fundos, estadios, regimientos, gimnasios, retenes, antiguos hospitales, velódromos, locales incautados a organizaciones políticas o sindicales. Todo sirvió a la hora de implementar una red de recintos, muchas veces clandestinos, en los que se usó una metodología común que hace difícil pensar que no se trataba de una política institucional y sistemática de represión masiva.

"La Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura recibió miles de testimonios de personas, hombres y mujeres, que vivieron la prisión política y sufrieron la tortura a lo largo del país, entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990'', señala el informe, en la introducción de su capítulo sexto, que trata precisamente de los lugares de detención.

"El gran número de testimonios recibidos por la Comisión permiten identificar -añade- algunos aspectos comunes en todo el país en cuanto a la manera en que fueron detenidas las personas, a las condiciones en las que estuvieron privadas de libertad y las características de los interrogatorios y a las torturas a las que fueron sometidas''.

"Fueron utilizados -concluye más adelante- como lugares de detención e interrogatorio las más diversas unidades pertenecientes a las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas, cuarteles de las policías de Carabineros e Investigaciones, buques, intendencias,estadios, campos de prisioneros, cárceles y recintos secretos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y la Central Nacional de Inteligencia (CNI)".

Antes, en el capítulo II del texto, ya figura, región por región, el largo listado que configura el mapa de horror que dejó al desnudo el informe Valech.

La represión en Santiago
Baste decir que sólo en el caso de la Región Metropolina, donde a la sazón se concentraba un tercio de la población del país, al momento de producirse estos atropellos, se contabilizaron 221 recintos de detención. El informe señala que el mayor número de arrestos se produjeron entre 1973 y 1974. Luego hay una leve disminución a partir de 1975, y posteriormente se produce un nuevo incremento desde el año 1980 en adelante.

Entre los lugares a cargo del Ejército se mencionan los regimientos Tacna, Buin y la Escuela de Infantería de San Bernardo, donde se detallan todo tipo de abusos que van desde el "submarino'', el "teléfono'', las violaciones y vejaciones sexuales, simulacros de fusilamiento, aplicación de corriente eléctrica, etc. También aparece la Escuela Militar Bernardo O'Higgins, aunque allí no hay reportes de vejámenes sexuales.

En el caso de la Fuerza Aérea, se hace mención de la Academia de Guerra Aérea (AGA), donde estuvieron detenidos, entre otros, oficiales y suboficiales de la FACh, y en donde alcanzó triste fama "la capilla'', sector ubicado en el segundo y tercer piso donde se aplicaban toda suerte de apremios ilegales. Asimismo, figuran la base aérea El Bosque y el regimiento de Artillería Antiaérea de Colina (conocido como Remo Cero).

En lo que respecta a Carabineros, la lista alude a diversas comisarías del radio urbano (la primera y la tercera, por ejemplo), amén de un largo número de subcomisarías y tenencias rurales, en las que al aparecer no se ahorró el empleo de humillaciones y castigos físicos. El informe indica, por ejemplo, que en Curacaví se obligó a los campesinos detenidos a ingerir excremento de caballos, mientras se les practicaba el "submarino''(inmersión de la cabeza) en los bebederos para equinos.

La comisión también da cuenta de la existencia de los célebres campamentos de prisioneros de Tres y Cuatro Álamos, en Departamental y Vicuña Mackenna, donde muchos detenidos iban a parar tras ser "legalizados'' luego de arrestos clandestinos. Estos campos estaban bajo la custodia de Carabineros, aunque al mando de la DINA, y vivieron su mayor auge entre 1974 y 1976, con un peak de presos durante 1975.

En lo que se refiere a Investigaciones, se menciona a la Dirección General de la policía civil, ubicada en General Mackenna, donde se denunciaron todo tipo de torturas y violaciones y vejaciones sexuales que tuvieron como víctimas tanto a hombres como a mujeres.

Los estadios
Un acápite aparte merecen, sin duda, el Estadio Nacional y el Estadio Chile, actualmente rebautizado Víctor Jara. En el primero, a cargo del Ejército, se recluyó a miles de personas entre septiembre y noviembre de 1973. Según la Cruz Roja, el 22 de septiembre había allí 7.000 detenidos (entre ellos, de 200 a 300 extranjeros). Los presos eran mantenidos bajo vigilancia en los camarines, vigilados por ametralladoras punto 30, y durante el día se les permitía estar en las graderías. Los interrogatorios se realizaban en el velódromo y era famosa la figura del "encapuchado'' que marcaba a presuntos extremistas.

"Los detenidos -dice el informe- eran sometidos durante largos períodos a sucesivos interrogatorios en los que se les infligía torturas. En ellos, denunciaron, sufrieron golpes de pies y puños, o con un implemento de goma o de fierro, en algunos casos hasta producir fracturas; aplicación de electricidad; fueron amarrados con las manos en la espalda y atados a una silla; les sumían la cabeza en un estanque de agua; soportaron violaciones y vejaciones sexuales las mujeres y también los hombres.

"Se recibieron testimonios que señalaban que les revisaban la vagina; fueron obligadas a presenciar violaciones de otras mujeres. Hombres y mujeres sufrieron colgamientos, el teléfono, quemaduras con cigarrillos, fueron pisoteados, sufrieron simulacros de fusilamiento, y amenazas de muerte en forma permanente''.

Las mujeres, en tanto, permanecían en el sector de la piscina, y algunas de ellas, que estaban embarazadas, perdieron a sus guaguas, debido a golpes y otros flagrantes abusos.

En el Estadio Chile, a su vez, donde murió asesinado el cantante y compositor Víctor Jara, la Cruz Roja Internacional descubrió en el curso de dos visitas que allí estaba detenido un menor de 15 años. "Los testimonios indican que quienes estuvieron allí sufrieron golpes, amenazas, simulacros de ejecución, colgamientos, quemaduras con cigarrillos, aplicación
de electricidad y la violencia de presenciar ejecuciones en el estadio. Las mujeres señalaron haber sufrido vejaciones sexuales y violación".

La nómina la completan, asimismo, recintos carcelarios tales como la Cárcel Pública de Santiago y la Penitenciaría, donde si bien el nivel de abusos disminuía, no por eso estaba ausente del todo.

Recintos de la DINA
La enumeración macabra continúa con los recintos clandestinos a cargo de la DINA. Entre ellos, Londres 38, un antiguo local del Partido Socialista. "Se trata de una casa antigua, de tres pisos, con un amplio portón de entrada. Durante el año 1974 se concentró la mayoría de los detenidos. Según los testimonios recibidos por la Comisión este recinto era conocido como Palacio de la Risa o Casa de las Campanas, pues desde allí se escuchaban las campanas de la Iglesia de San Francisco. También se le llamó La Silla, por la forma en que se mantenía a los detenidos, con los ojos vendados, amarrados de pies y manos, sentados en una silla día y noche''.

"Durante los interrogatorios los prisioneros fueron torturados con golpes, en ocasiones hasta causarles fracturas; pau de arara, el submarino seco y el mojado, con aplicación de electricidad en la parrilla, colgamiento, quemaduras con cigarrillos, el teléfono; fueron sometidos a la ruleta rusa; se les administraban drogas; estaban expuestos a ruidos molestos durante la noche para impedirles dormir, especialmente música a todo volumen. Eran obligados a escuchar y presenciar torturas a otros detenidos; fueron objeto de vejaciones y violaciones sexuales, de simulacros de fusilamiento, de amenazas y manipulación psicológica''.

Similar tratamiento se aplicaba en "Venda Sexy'' o "La Discotheque'', ubicada en Irán y Los Plátanos, en Macul, donde se hacía especial énfasis en los tormentos sexuales, llegándose incluso a emplear perros entrenados para cometer agresiones de este tipo."Los agentes del equipo operativo -puntualiza el informe- funcionaban en un horario similar al común de la jornada laboral diurna y luego salían del lugar dejando a los prisioneros a cargo de los guardias''.
 

Otros recintos DINA mencionados son el de José Domingo Cañas N° 1367, en Ñuñoa, y la Villa Grimaldi, en Peñalolén, donde habían tres tipos de celda: las casas Corvi, las casas Chile y la torre, donde se recluía a los irreductibles que se negaban a colaborar. En este último lugar se aplicaba una "creativa'' variante de la parrilla: "un camarote metálico, en el cual se colocaba en cada catre a dos detenidos, parientes o amigos, y se procedía a martirizar a uno de ellos, mientras se interrogaba al otro''.

"Mujeres que estuvieron embarazadas durante su detención declararon ante la Comisión -acota el informe-, que fueron conducidas a este recinto y sometidas al mismo trato que el resto de los prisioneros sin consideración alguna por su condición, más bien las hicieron objeto de vejaciones sexuales y en algunos casos de violaciones. También los declarantes coincidieron en denunciar la presencia de menores de corta edad, que fueron llevados para presionar a sus padres mientras eran interrogados y torturados. De los recintos de la DINA, éste (la Villa) es el que concentró el mayor número de detenidos.

Comando Conjunto y CNI
La lista de los lugares clandestinos de detención se completa con los que estaban a cargo del Comando Conjunto: "Nido 20'' (en Gran Avenida); "Nido 18'' (en La Florida) y el ya mencionado Remo Cero, en Colina. También este grupo operó en un local denominado "La Firma'', en la calle Dieciocho, ex sede del diario "El Clarín'', donde también funcionó la Dicomcar y el Servicio de Inteligencia de Carabineros (Sicar).

Por último, es imposible dejar de mencionar los locales de la CNI (Central Nacional de Inteligencia), la sucesora de la DINA, que en los años 80 sentó sus reales en el cuartel Borgoño y también en República 517. Varios detenidos coincidieron en denunciar que en Borgoño "fueron fotografiados y filmados, en diferentes situaciones montadas por los agentes para hacerlos aparecer con literatura considerada subversiva, con armas, o confesando delitos''.

"Luego de un período que fluctuaba entre días y semanas, en los que permanecían incomunicados, generalmente sin que su detención fuese reconocida, los detenidos eran puestos a disposición de alguna fiscalía militar o tribunal civil, y luego derivados
a la cárcel. A otros se les dejaba en libertad, previa firma de documentos que no se les permitía leer; otros fueron relegados. En todas las circunstancias fueron amenazados para que no denunciaran las torturas de las que habían sido objeto. Asimismo los obligaban a firmar declaraciones inculpatorias que luego eran presentadas como confesiones''.

Otros recintos de detención, por períodos breves o prolongados, fueron el ministerio de Defensa (en particular, sus subterráneos); la Casa Cultural de Barrancas (actual municipalidad de Pudahuel); el Parque Cerrillos, sede de la FISA; la medialuna de Maipú; la bodega de vino Quebrada Honda, en Curacaví; el estadio de la Maestranza San Eugenio y los subsuelos de la Plaza de la Constitución, donde alguna vez funcionó uno de los brazos operativos del Sicar.


Rol N° 2.182-98: episodio Endesa

Fuente :Poder Judicial, 18 de Noviembre 2010

Categoría : Judicial

Declaracion de Hugo Segura Brandt, de fojas 1582, dentista, Oficial de Sanidad del Ejército de Chile, se desempeñó en el Regimiento de Infantería N° 3 de Los Ángeles, le ordenaron estar al mando de los detenidos en el Liceo de Hombres de Los Ángeles, esto fue desde el 11 al 13 de septiembre de l973, cuando llegó el teniente Walter Klug, trasladando a todos los detenidos hasta el Regimiento.

Comenzó a circular el rumor  que la gente de Endesa atacaría ese centro de detención para liberar a los presos, pero luego él es acusado de haber estado enredado con los comunistas, por lo que lo detuvieron, en este proceso sindica al Mayor Patricio Martínez Moena, agrega que fue torturado e interrogado respecto a las actividades de Endesa, y que logró desvirtuar todas las acusaciones que hubo en su contra y en agosto de l974 es dejado en libertad, no menciona a otros detenidos junto a él, pero sí logró conocer el funcionamiento del Servicio de Inteligencia Militar, y asevera que el oficial al mando era Patricio Martínez Moena, secundado por el capitán Gustavo Marzal Silva, el teniente Walter Klug, Sargento Eduardo Paredes, sargento Gastón Paredes, Cabo Flores, Sargento de Carabineros Jorge Beltrán Galvez, y José Miguel Beltrán, unos funcionarios de la Policía de Investigaciones que no recuerda y dos civiles, Manuel y Ricardo Barrueto, insiste que existían especulaciones de un posible ataque extremista a las instalaciones militares, además, que Juan Belenguer, estaba a cago de los operativos nocturnos.


Desde mi escuela de campo al campo de prisioneros de la escuela de grumetes

Fuente :Trilce, N° 36, Septiembre de 2013

Categoría : Testimonio

El Día del Maestro me echaron de la escuela
En la mañana de ese 11 de Septiembre de 1973 -Día del Maestro- un alumno de mi escuela rural corrió a campo traviesa porque en la radio estaban llamando a su profesor. Esa era la noticia para él, aunque la radio dijera también otras cosas: bombardeaban la Moneda, hablaba Allende, bramaba Pinochet, pero mi alumno no lo supo por correr a avisarme, ni yo lo supe porque se habían agotado las pilas de la pequeña radio Sanyo a transistores, que en ese momento era mi única comunicación con el mundo.

En la provincia de Bío Bío habría medio centenar de izquierdistas importantes: el intendente y alcalde de Los Angeles, gobernadores de Mulchén y Nacimiento, tres diputados de la Unidad Popular, dirigentes políticos y sindicales, funcionarios de INDAP y la Corporación de la Reforma Agraria, etc. ¿Debería considerar un honor que en uno de los primeros bandos del Jefe de Plaza me llamara entre 14 de ellos a entregarse a las Fuerzas Armadas, so pena de aplicárseles "la Ley de fuga?

Septiembre 12

Antes de "entregarme" paso al Correo y abro por última vez mi casilla 439: hay un sobre de carta con un pequeño libro. Don Carlos Rojas, un periodista de experiencia llegado al diario La Tribuna, donde yo mantenía por años una página literaria semanal, creyó conveniente llegar a la Prefectura con alguien -un testigo, dice- y se ofrece, más bien me impone su compañía.

Saluda amablemente, pero en la guardia está un cabo con el que en cada huelga del magisterio nos venimos topando en nuestras respectivas líneas de choque. Por todo saludo le dice: "¿Y usté qué tiene que andar con güeoneh…?" A mí no me dice nada, le basta el gesto de felicidad con que me empuja a una celda oscura y maloliente, donde toda la tarde siguen metiendo detenidos. Ya entrada la noche se abre la puerta y nos ordenan tirarnos en el pasillo: "-¡Boca abajo mierda y manos en la nuca!"

¿Un carabinero, un cabo, un sargento? muchos se pasean entre las filas y a veces sobre ellas. Un oficial avisa: -¡si alguien tiene algo que retirar desde la guardia, pase al frente! Y empiezan a salir …por una manta café, por un sombrero alón, por un poncho listado… Yo había dejado en la percha mi chaquetón de tweed nuevito, pero estaba calculando el costo de recuperar cada prenda: una bota en las costillas al pararte, un culatazo de ida y tal vez uno de vuelta, otra bota en el trasero al tenderte de nuevo. Mis huesos estimaron mucho precio, aún con el valor agregado de haberlo comprado en la Casa García para nuestro primer viaje juntos con Natacha. Lo miré de reojo y salí como avergonzado por esa deslealtad de abandonarlo. Pero él no me abandonó y hasta hoy sigue abrazando al abrigo negro de ella, en la fotografía de contratapa de Cartas de prisionero en su edición mexicana de 1984 y la de LAR de 1990, desde donde saltó a la portada en LOM desde el año 2002.

Septiembre 14

Esa noche del 12 en la Prefectura nos metieron como sardinas en una camioneta enlatada de la Fábrica de Conservas Perelló y nos vaciaron en el Gimnasio IANSA. En sus gradas dormimos, o al menos alojamos y permanecimos todo el día siguiente.

El viernes 14 temprano anunciaron que podríamos ver a sólo una persona, sólo por un par de minutos para recibir ropa personal, frazadas, algún remedios, "cosas prácticas". Por los parlantes no se nombraba al prisionero, sino al visitante: -¡Natacha Aguilera…! Apenas me ve suelta mi bolso ecuatoriano comprado en la gira de Arúspice en 1969, y corre a mis brazos.

-¡Feliz cumpleaños, amor…! le digo al abrazarnos. El carabinero que vigila los encuentros se acerca, como sospechando alguna burla, pero al verla llorando me pregunta, cauteloso: ¿Es verdad…?

Sí. Era verdad. Ese día cumplía 25 años, acontecimiento largamente esperado, para el que solo había pedido "algún regalo sorpresa" mientras imaginábamos los más variados festejos. Ahora estábamos celebrándolo bajo las gradas de una cancha de basquetbol frente a un sargento del Retén de El Álamo, el único policía con anteojos que vi en Los Ángeles. Y no sé por qué siempre he pensado que ese rasgo influyó en que nos "invitara" a permanecer unos minutos extras en su improvisada sala de guardia, entregándole mi único regalo posible, sorpresa que encontré ese sobre corriente, la última vez que abrí mi casilla de correo angelino: Poesía Joven de Chile Selección y prólogo de Jaime Quezada, Siglo XXI Editores, México 1972. Antología que perdura en una tabla de mi biblioteca y en una línea de mi poesía:

La victoria

Me pusieron contra la pared, manos arriba
Me registraron meticulosamente.

Solo hallaron retratos con tus ojo
s una antología con mis versos.

Noches sobre la piedra.
Días tras la alambrada.

No saben -nos decían- qué les espera.
Pero yo lo sabía:

tras días piedra meses muro
tú me esperabas a la puerta del cuartel
y esa fue mi victoria.

Del Liceo de Los Ángeles a un regimiento de los demonios

Pasadas las Fiestas Patrias y al filo de la medianoche, tal como nos habían traído, los militares nos sacaron del Liceo. El tronar de las botas fue suficiente alerta para que al llegar la orden estuviéramos listos para descender las altísimas escalas del internado, en las cuales los soldados se habían dispuesto estratégicamente para tenernos siempre al alcance de sus botas o la culata del fusil. Ya en la salida, apostados entre la puerta y la vereda como cargadores de sandías, iban arrumando prisioneros en los camiones que habían suspendido su huelga gremial para abastecer los campos de prisioneros:

-"¡Al piso, mierda! ¡Tenderse! ¡Obedece, maricón!" Era la primera orden y la peor opción, porque los diestros culatazos de los conscriptos trepados a las altas barandas desalentaban la idea de guarecerse apegándose a ellas y correr hacia adelante. Sin embargo, fue mi elección; de un brinco estuve arriba y repté hasta una esquina de la carrocería: -¡más agachado, más-!" como en gimnasia recreativa mis pequeños simulaban huir del Lobo Feroz. Así crucé la ciudad, oyendo los ahogados lamentos de quienes respiraban penosamente bajo un montón de cuerpos.

Cuando por fin llegué al Regimiento -pobre puercoespín sin caparazón ni espinas ovillado en un rincón- vi a muchos hombres tratando de pararse, tambaleantes y desorientados, mientras otros eran levantados y reanimados por sus vecinos. Recuerdo que al bajar vi a tres o cuatro todavía tendidos, pero cuántos fueron o qué fue de ellos es algo que se discutió por años.

Sólo puedo dar fe de uno que, llevado en vilo por dos hombres, parecía caminar, pero al soltarlo en la celda se desplomó como un muñeco de trapo. Tras largos y vanos intentos por reanimarlo, alguien grito, o más bien gimió:

-"¡Aquí hay un compañero muerto, mi Mayor…!"

-¡Un conche'su madre muerto habrá, puh güeón! vociferó el aludido, en cuyo pecho terciaba la metralleta con la misma naturalidad con que antes del 11 lucía el estetoscopio. A una orden suya, un soldado tomó el cuerpo por los hombros y otro por los pies.

-Tírenlo ahí -fue lo último que oí- junto con el estruendo de la puerta metálica de la celda Na 3, que me tocó. Como proveníamos de diversos lugares, nadie lo identificó en ese momento. Sólo mucho después, cuando se publicaron los documentos de la Comisión Rettig, confirmé que era un campesino de Mulchén, quien tras ser denunciado y llamado a entregarse cumplió con presentarse en la comisaría más cercana. Tenía mi mismo apellido, las mismas iniciales y un nombre parecido y tan pasado de moda como el mío: se llamaba Felicindo Pérez, por casualidad el mismo nombre al que por años el Servicio de Impuestos Internos se le ocurrió extenderme el cheque de mi devolución por boletas. Siento que todo eso me autoriza a considerarlo casi un amigo postumo, pero con afecto vivo.

In memoriam
. . . . . . . . . . . . . . . . A un campesino de Mulchén

Todavía me pregunto por qué tú
-por qué tú y no yo-
por qué tú que alzabas gordos sacos
y cargabas camiones
eras fuerte, degollabas carneros
¿por qué no te aguantaste ese viaje
en un camión cargados como sacos
y te tiraron muerto junto a mí
con tu pocho de pobre,
como un carnero blanco degollado
-por qué tú, por la cresta, y no yo­
que ni me puedo el Diccionario
de la Real Academia en una mano?

De un Regimiento Andino a una Escuela de grumetes

Entre las tres y cuatro de la mañana el camión remolachero asignado había completado su carga de prisioneros sentados en el piso, amarrados de dos en dos con alambre por las muñecas y aún quedaban otros en tierra. Los oficiales se rascaban la cabeza, pero el chofer les dio la solución.

-¡Esto se arregla muy fácil!- retrocedió unos diez metros, aceleró a fondo y frenó en seco: los ubicados en la última fila machucaron la cabina con sus cráneos, pero los oficiales celebraron la maniobra que despejó espacio para una hilera más de apretujados prisioneros. Siempre me sentiré culpable por no recordar el nombre, oficio ni procedencia de ese compañero con quién, en tales condiciones, recorrimos los más de cien kilómetros que separan el regimiento de Los Ángeles del Estadio Regional de Concepción.
Allí nos vaciaron de madrugada, con la eterna consigna:

-¡Tenderse, mierda…! ¡Manos a la nuca…!

Y en esa posición debimos permanecer hasta que a las cuatro de la tarde nos condujeron a los camarines para los consabidos interrogatorios y el milésimo registro de nuestras escasas pertenencias. Anocheciendo nos subieron a un bus del ejército; en algún punto del camino a Talcahuano nos hicieron bajar y -tras una aparatosa sonajera de fusiles que supuestamente pasaban bala- nos despidieron con una entusiasta pateadura tras la cual, con la satisfacción del deber cumplido, nos entregaron a la guardia del Apostadero Naval. Otra noche en las gradas de una cancha de basquetbol y al amanecer navegábamos rumbo a la isla Quinquina.

La Escuela de Grumetes fue, fundamentalmente, campo para los prisioneros de la Armada, que pertenecieron a ella y fueron "capturados" por ella, y a esos consagraban principalmente su labor: tiempo de "interrogatorios" y lugares de reclusión, como el llamado "Rondizoni", vieja cárcel del siglo XIX "remodelada" con aporte de "Trabajo voluntario de los prisioneros del 73". Pero a ellos se agregaron muchos otros presos de los pacos de Yungay, de los milicos de Los Ángeles, etc. una especie de "allegados", que por la rivalidad entre los uniformados nos hacían -afortunadamente- "poco caso". Así se explica que dispusieran algún dormitorio de alumnos para las mujeres y a los hombres nos entregaron el Gimnasio en dos semanas. Pero al menos no era cemento bruto como las pesebreras del regimiento angelino, aquí nos pasaron una de esas colchonetas de lona que usan los gimnasios.

A la entrada había un espacio reservado a cocina y comedor -unas tarimas de madera con sus correspondientes bancas- donde comíamos juntos mujeres y hombres, y los que no tenían turnos de "trabajo voluntario" podían hacer sobremesa leyendo, juegos de mesa o simplemente escuchando la radio que los infantes de marina encargados de la cocina mantenían habitualmente encendida. Muy recién llegados fue que escuché una noticia inolvidable:

Isla Quinquina, septiembre 23 / 73

Un receptor dispara a quemarropa:
"…ha muerto ISLA QUIRIQUINA Neruda…"

El locutor menciona el Poema 15
y lee el Bando 20.

El cabo de guardia busca algo bailable
Y sigue el ritmo con la metralleta.

Aquí en la isla el mar,
y cuánto mar…

Pienso pedir un minuto de silencio,
pero tardo horas y horas en sacar la voz.

El señorío de un alcalde del pueblo

No recuerdo haber averiguado allá y entonces la profesión, oficio o actividad de Danilo González; ser Alcalde de Lota me parecía título suficiente, y después evité cualquier investigación documental que pudiera alterar la imagen para mí más venerable: la de un maestro, un profesor normalista de férrea vocación, que a las seis de la mañana, mucho antes de la diana, paseaba erguido y silencioso entre las hileras de colchonetas -brillantes los zapatos bien lustrados, la corbata al centro de la chaqueta bien abotonada, peinado impecablemente- irradiando una serenidad que debía venir de muy adentro a ese rostro perfectamente afeitado.

Lo traté poquísimo, intuyendo que me costaría encontrar algo de su interés entre las mil cosas sin asunto que suelo hablar al día. Nuestra relación se dio más bien por recaderos: después de jugar una partida de ajedrez con alguien, el perdedor -en una actitud tan primitiva como habitual en este llamado juego ciencia- solía decirle:

-Sí, me ganó, pero ya va a jugar con el poeta… o con el profesor de Los Ángeles… o con el flaco aquel… ¿lo ve? Y algo parecido me decían a mí. Ninguno de los dos buscó la ocasión, pero el azar lo hizo por nosotros, un día en la piscina. ¡Qué escandalosamente turístico sonó esto! Pero en realidad me refiero a la piscina vacía que nos daban por patio de recreo. Estábamos de pie, casualmente tan cerca, que un profesor boliviano de la Universidad de Concepción puso entre ambos un tablero de Ajedrez magnético, con las piezas dispuestas. A él le tocaron las blancas y abrió el juego al estilo clásico de mi padre, lo que me produjo la sensación de estar retornando a mi infancia, es decir, a la libertad.

La partida inconclusa

Isla Quiriquina, octubre 1973.
Blancas: Danilo González, Alcalde de Lota.
Negras: Floridor Pérez, Profesor de la Escuela rural de Mortandad

1. P4R ……. P3AD
2. P4D ……. P4D
3. CD3A… . PXP
4. CXP …… A4A
5. C3C . …. A3C
6. C3A … .. C2C
7. ….

Mientras reflexionaba su séptima jugada
Un cabo gritó su nombre desde la guardia.
-¡Voy! -dijo
pasándome el pequeño ajedrez magnético.
Como no regresara en un plazo prudente
anoté, en broma: Abandona.
Sólo cuando el Diario El Sur
la semana siguiente publicó en grandes letras
la noticia de su fusilamiento
en el Estadio Regional de Concepción
comprendí toda la magnitud de su abandono.
Se había formado en las minas del carbón
pero no fue el peón oscuro que parecía
condenado a ser y habrá muerto
con señoríos de rey en su enroque.

Años después le cuento esto a un poeta.

Sólo dice:
¿y si te hubieran tocado las blancas?

Una velada de despedida

Una tarde nos avisaron que al día siguiente los angelinos navegaríamos a Talcahuano, donde nos vendrían a buscar del regimiento Andino. Sabíamos que eso no era más que salir de las llamas para caer a las brasas, pero se acercaba el fin de año con su esperanza de feliz pascua, próspero año nuevo, y siempre sería mejor estar cerca de casa. No podíamos darnos el lujo de ser pesimistas.

El hecho de partir -aunque sólo Dios supiera adonde- nos daba cierto protagonismo que, sumado a eso de "último día nadie se enoja", ayudó a permitir esa noche un acto de despedida. Las tarimas del comedor hicieron un aceptable escenario, donde el instrumento más tocado fue la emoción. Voces que no oí hablar en todo ese tiempo, ahora cantaban con afectividad maternal o viril ternura. Una guitarra subió en brazos de alguien con aire más serio que el promedio de hombre nacional en cualquier circunstancia. Miró la guitarra, la acarició y dijo que esa hora debía estar, hubiera querido estar con su hijita menor, pero ya que no podía, al menos deseaba regalarle una canción. Era un canto de tristeza contenida, hasta que al final explotó cuando, en trío perfecto, guitarra, canto y cantor gimieron el último verso: "…cumpleaños… feliz…" La voz del cantor se quebró, pero centenares de gargantas corearon: "¡…te deseamos… a ti…"

Yo llevaba marcado en mi cuaderno el poema que había elegido leer, aun temiendo que bordeara la censura, pero ya arriba de las tarimas lo cambié por mi propia ausente:

Sueño

Sueño que estoy en mi biblioteca
frente al retrato de Natacha.
Al tomarlo, la puerta se abre y despierto.

Todo es tan rápido
que no alcanzo a devolver el retrato
a su sueño, cuando ella aparece.

¡El abrazo!
El retrato cae de mis manos y despierto:
está amaneciendo en el presidio.

Soñar soñando y soñar
que en sueños se despierta
¡pura literatura, cuento viejo!

Pero ¿cuándo mierda
acabará este mal sueño
y despertaré en tus brazos!

Cuando eso ocurrió por fin, el 12 de febrero de 1974, yo que jamás tomaré una guitarra, solo oí en mi interior esta

Copla del regreso

Te miro y miro
y ya no te veré
como te vi
aquellos largos meses
en que no pude verte.

por Floridor Pérez


Ni uno menos: a quienes perdieron a sus seres queridos

Fuente :latribuna.cl, 18 de Noviembre 2016

Categoría : Prensa

Persiste el edificio, no así la memoria. No están los abuelos, ni las abuelas, ni los padres, ni las madres para que te lo recuerden, no está la voluntad para reconocerlo, pero aún persisten las huellas en los muros, las salpicaduras de sangre, la radio con el volumen en alto para enmudecer los gritos, el aroma ácido en las escaleras por donde hoy recorro con mis hijos -es a Nicanor a quien le pesan los pies para subir peldaño a peldaño-, ahora examina en una puerta que se ve como hechizada, el robusto pasamanos permanece impávido frente a ser otro ayer, entre culatazos, la madera resiste todo; cada interrogatorio, cada orina, cada venda en los ojos, cada desfile a empujones y escupitajos.

Fueron campesinos, d i r i g e n t e s , profesionales, amigos de la infancia, ahí también caía prisionero el profesor de los dedos albos por la tiza en los pizarrones; fue así como esta vez las salas de clases se usaron como celdas. La madera comenta, hay mucha gente aquí dentro, saludan de buenas tardes los niños -la brisa corre por los pasillos husmeando de vez en cuando-.

Es aquí donde reposan otros vestigios, que se suman a otros de épocas pasadas; cuando correteaban las muchachadas por los pasillos, también sirvieron de depósito humano, donde dormitaron como pucho, botados, húmedos y nerviosos -Elena y Nicanor acuden a clase de música, cada uno porta una flauta dulce-.

Una vez boquiabiertos por la sed y el hambre de días los bajaban al galpón, de ahí salieron heridos, desechos e inciertos. Hoy Nicanor, el menor de cinco años, se busca entre una maqueta de un edificio, observa cada rincón, pregunta “de qué se trata”, “ese será el nuevo Centro Cultural de esta ciudad”, le contesto Heriberto Rivera Barra, 47 años, tipógrafo, al momento de su detención se encontraba postrado en cama con traumatismo encéfalo craneano (TEC). A su cónyuge le informaron en la Comisaría Sur que había sido llevado al “Liceo de Hombres”, lugar en el cual fue negada su detención; la autoridad policial señaló que “Ribera Barra se ha ido del país hacia la República Argentina”.

La comision  investigadora se formó la convicción de que fue efectivamente arrestado por agentes del Estado y conducido por ellos a algún lugar donde se produce su desaparición y suerte final. “Papá te equivocas, esta es la maqueta de una cárcel”, “¿por qué dices eso, Nicanor?”, “fíjate bien, ahí pusieron un policía”. ¿Qué hace un policía en un Centro Cultural? Hubo mucho frío ese septiembre, ese tiempo aquel de reclusión donde se roían las orejas, pronto hasta los tímpanos se pondrían de rodillas.

Los antecedentes coinciden en señalar que al interior del Liceo de Hombres los prisioneros eran mantenidos en condiciones de hacinamiento en salas de clases, privados de agua y alimento, sin derecho a ir al baño -las condiciones eran insalubres-. Se les impedía dormir, ya que eran llevados durante la noche al patio para torturarlos, siendo un número indeterminado de personas las que pasaron por este sitio. Los niños a esta hora acuden junto a otros niños a clases de música.

 


El golpe de Estado en la Región del Biobío

Fuente :resumen.cl, 11 de Septiembre 2018

Categoría : Prensa

El rol significativo que tuvo la región en los procesos sociopolíticos nacionales durante el transcurso de la historia chilena, ponen de manifiesto algunos aspectos fundamentales para lograr entender el apresurado actuar de las fuerzas militares la mañana del 11 de septiembre de 1973, convirtiendo a la región del Biobío, así como el Gran Concepción, y la ciudad propiamente tal, en la segunda localidad en ser intervenida, con un alto nivel de represión y violencia. De esta manera, el rápido control y habilitación de recintos de detención dieron cuenta de la planificación anticipada del golpe cívico-militar, en los cuales fueron constantes las humillaciones, vejámenes y torturas.

La mañana del 11 de septiembre

El periodista James Whelan señaló en la misma mañana del martes 11 de septiembre de 1973, el rápido control que se llevó a efecto en la ciudad de Concepción, neutralizando a los altos dirigentes de la Unidad Popular, los cordones industriales y la Universidad de Concepción, sin disparar un solo tiro. Ante esto, cabe interrogarse ¿Por qué era tan necesario para la Junta Militar este raudo y efectivo control de la ciudad? La respuesta radica en que el Gran Concepción y la Provincia de Arauco, se habían transformado durante el transcurso del siglo XX en una importante zona de orientación política de izquierda representada por obreros y estudiantes. La izquierdización se profundizó con la llegada de la Unidad Popular al gobierno, de manera que fue primordial para la dictadura socavar toda señal de levantamiento en su contra.

Aquella mañana del 11 de septiembre se comenzaron a divisar las tanquetas, patrullas militares y muchos efectivos de Carabineros. El temor se apoderó de quienes habían participado de algún modo u otro en el gobierno de Salvador Allende. Algunos testigos relatan haber visto pasar a los camiones militares con muchos civiles en dirección al Estadio Regional.

Sin embargo, tras ocurrido el golpe existió una minoría que pensó en resistir a la acción militar. Testigos indican que hubo un tiroteo en el centro de la ciudad detrás de la tienda Falabella, generándose enfrentamientos entre los pocos que quedaron de la UP y militares, contradiciendo de esta manera lo expuesto por el periodista Whelan quien, como ya habíamos mencionado, argumentaba que el control rápido de Concepción se había efectuado sin disparar un tiro. No obstante, otros testigos plantearon que todo eran rumores debido a que los medios estaban intervenidos, haciendo creer que la izquierda poseía armas para efectuar enfrentamientos y resistir a la insurrección militar.

A continuación, la Universidad de Concepción, pasada las 8 de la mañana fue rodeada por efectivos del Ejército, quienes automáticamente instalaron ametralladoras en algunos de los cerros aledaños. Se ocuparon las escuelas de Periodismo, Sociología, los hogares universitarios y Radio Universidad de Concepción, posteriormente utilizada como radio de las Fuerzas Armadas hasta diciembre de 1974. Por otra parte, no se encontraron armas. Tampoco hubo resistencia armada de parte de estudiantes y funcionarios. Las delaciones fueron recurrentes. En el recinto universitario, personal de la institución participó en la construcción y confección de las listas de empleados que debían ser arrestados. Existieron denuncias de funcionarios en contra de otros. Todo académico y funcionario que tuvo militancia en la Unidad Popular o en el MIR fue separado/desvinculado de la institución.

Control represivo

En consecuencia, con el objetivo de eliminar toda expresión marxista y sus diversas manifestaciones y expresiones, cientos de detenidos de la ciudad y alrededores, fueron trasladados a distintos centros de detención. Algunos de estos lugares y cifras de detenidos fueron anunciados por la cruz roja, quienes indicaron que en: El Estadio Regional, en el mes de octubre de 1973 poseía una cantidad de 589 detenidos; isla Quiriquina, en la misma fecha reunía a 552 personas entre las cuales se cuentan mujeres y extranjeros; Cárcel Publica de Concepción, con 73 detenidos, divididos en 43 a disposición del Ejercito, 17 de la Armada y 13 condenados por Consejos de Guerra; y Base Naval de Talcahuano en noviembre del mismo año, mantenía recluido a 158 detenidos. Otros recintos fueron: Cárcel de Bulnes; Cárcel de Chillán; Comisaría de Carabineros de Arauco; Liceo Alemán del Verbo Divino, de Los Ángeles; Liceo de Hombres de Los Ángeles; entre otros.

En estos recintos mencionados eran constantes las humillaciones y vejámenes hacia los detenidos. Muchos de los cuales fueron obligados a ingerir desechos orgánicos -excrementos, orina y vómitos, de humanos o animales-, además de líquidos pestilentes; a arrastrarse por el suelo en medio de burlas y golpes; obligados a entonar himnos o consignas políticas en medio de burlas; a correr con la vista vendada en rutas con obstáculos, tropezando y cayendo al suelo; entre otras cosas.

Un detenido en Estadio Regional dio cuentas de la violencia ejercida. Les tapaban la vista, golpeaban con manos y pies, a él lo sentaron en una silla como de circo con los ojos vendados, para posteriormente quitarle el objeto de un puntapié dejándolo caer, le pedían que se volviese a sentar, pero con la vista vendada no lograba encontrar la silla, por tal motivo era golpeado. Manifiesta que prácticamente habían jugado un partido con él en el suelo. En Quiriquina el trato fue similar, los detenidos tuvieron que construir el Fuerte Rondizzoni, utilizado como centro de detención. Los reclusos al momento de llegar no tenían donde dormir, por lo que tuvieron que hacerlo en el suelo y amontonados. Después de dos semanas recibieron una colchoneta. Después de un mes les pasaron un poco de tapas. Los interrogatorios efectuados en el Fuerte Borgoño ubicado en Talcahuano, se llevaban a efecto con mecanismos de tortura. En este último punto, se puede dar cuenta de algunos mecanismos como: El Submarino en agua y excremento; La Campana, donde un tarro cubre la cabeza del detenido, el que luego es golpeado produciendo un intenso ruido; colgarlos desnudo desde un árbol con las manos amarradas durante varias horas, mientras se les golpeaba con una varilla; aplicación de corriente; abusos sexuales a mujeres; entre otras.

Los organismos encargados de efectuar las detenciones y posterior traslado fueron: la Coordinadora de Inteligencia Regional (CIRE), el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), el Servicio de Inteligencia de Concepción (SIRE) aludido como el principal organismo de represión, Carabineros, Policía de Investigaciones, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y posteriormente la Central Nacional de Inteligencia (CNI) que mantuvo cuarteles donde torturó y flageló a muchas personas, uno de ellos fue el Cuartel Bahamondes, también conocido como el cuarto de la música o el cuarto de la risa, ubicado en Pedro de Valdivia N° 710 camino a Chiguayante.

Algunos casos de la región

El día 11 de septiembre de 1973 en la ciudad de Lota se habían acelerado una serie de investigaciones que estaban basadas en antecedentes que tenía alusión a la existencia de cuadros de entrenamiento en fábrica de explosivos, efectuados con el fin de ejecutar el denominado "Plan Zeta". A través de estas investigaciones las autoridades de la época anunciaban que habían dado con el paradero de algunos cajones de madera que contenían gran cantidad de granadas, todas ellas retiradas del patio de la Municipalidad de Lota donde habrían sido enterradas. Así, y mediante un consejo de guerra, fueron asesinados la mañana del 22 de octubre de 1973 en la autopista que une Concepción con Talcahuano, el Alcalde de Lota, Danilo González (39 años); el Gerente General de ENACAR, Isidoro Carrillo (46 años); el Presidente del Sindicato celulosa de Concepción, Bernabé Cabrera (39 años); y el dirigente gremial del Magisterio, Vladimir Araneda (33 años), todos militantes del Partido Comunista. Exhumadas las tumbas 17 años después del fusilamiento, sus familiares dieron con sus cuerpos y pudieron sepultarlos dignamente.

Por otra parte, el mismo mes de septiembre de 1973 ocurrió un hecho similar en las localidades de Laja y San Rosendo. Entre el 13 y el 16 de septiembre, 19 personas habían sido detenidas por personal de carabineros de dichos lugares y trasladadas a la Tenencia de Laja donde estuvieron retenidos hasta el día 17. A partir del día 18 sus rastros habían desaparecido. La gran mayoría era obrero de la papelera, otros comerciantes, estudiantes, profesores, militantes socialistas, entre otros.

A mediados de 1977, la asistente social Nelly Henríquez y la abogada Martita Worner iniciaron una investigación debido a que algunos testimonios indicaban que esas personas habían sido ejecutadas. Con el avanzar de la investigación se hacía más evidente que los detenidos habían sido ejecutados y hechos enterrar clandestinamente en algún lugar cercano a la ciudad de Laja. Las voces de muchas personas indicaban que las sepulturas clandestinas estaban en el cementerio de Yumbel. Efectivamente era cierto, y los cuerpos fueron exhumados en octubre de 1979, seis años después de sus detenciones y asesinatos.

Por último, relato brevemente el Caso Quebrada Honda, donde 4 personas tras ocurrido el golpe cívico-militar decidieron refugiarse en los cerros de Tomé. No teniendo con que sobrevivir deciden bajar a la casa de uno de ellos, siendo detenidos por la policía. En la Comisaría de Tomé fueron torturados, quedando uno de ellos gravemente herido y falleciendo días después. A los tres restantes se les acusó de delitos de porte de armas de fuego en tiempos de guerra, porte y ocultamiento de explosivos, y concentración para milicias paramilitares. Se les condenó a más de 20 años de cárcel, teniendo que cumplirlas en la ciudad de Tomé. No obstante, el 9 de octubre fueron retirados por oficiales y entregados moribundos al alcaide, este último se negó a recibirlos por el estado en el cual se encontraban. El oficial ordenó llevarlos hacia Talcahuano, pero en el camino fueron asesinados en Quebrada Honda. La versión de la Armada indicaba que habían sido emboscados y que los presos habían aprovechado para intentar escapar lo que obligó a tener que dispararles y asesinarlos. Años más tarde, la comisión Rettig concluyó que esta declaración no podía ser posible.

Consideraciones finales

De esta manera, una de las principales marcas de la dictadura chilena fue el empleo constante y sistemático de la violencia. Ya desde el mismo martes 11 de septiembre de 1973, las medidas de fuerzas se hicieron sentir en todo el país. Desde el ataque al palacio de la Moneda, las persecuciones, detenciones, asesinatos, allanamientos, exilios y relegaciones. El intento de eliminar todo rastro marxista y opositor, persiguió con sigilo al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, al Partido Comunista y al Partido Socialista. Se habilitaron recintos para tales objetivos. En ese contexto, varios fueron los dispositivos institucionales de represión y violencia que se hicieron presentes.