Cárcel de Mujeres Buen Pastor, Linares


Ubicación:Manuel Rodriguez, 1074 Linares VII Región

Rama:Gendarmería

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

La antigua Cárcel de Mujeres Buen Pastor, Linares, comuna de Linares, sirvió como el centro principal de detención de prisioneras politicas de la región. 

La Cárcel de Mujeres Buen Pastor, Linares,utilizó para la reclusión de prisionera politicas. Eran trasladadas a la Escuela de Artillería de Linares para ser interrogadas y torturadas. Denunciaron ante la Comisión que en la cárcel pasaron por prolongados períodos de incomunicación.

Se constata en los testimonios casos de hijos recluidos con sus madres y el de un niño que nació mientras su madre se encontraba prisionera. Las ex prisioneras señalaron que las torturas se efectuaban en la Escuela de Artillería de Linares. Indicaron que sufrieron presión psicológica permanente debido a las condiciones de los interrogatorios y a la arbitrariedad propia de la reclusión.

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig;  Informe Valech; 


Libro: “Labradores de la esperanza": El testimonio de María Isabel Beltrán

Fuente :CODEPU – DITT-T, 1992

Categoría : Testimonio

El testimonio de Silvia Sepúlveda, muestra el tipo de reclusión y tortura que sufrieron las mujeres detenidas en Linares, entre las cuales hay una desaparecida: María Isabel Beltrán. Silvia dijo:

"Salí llamada en el Bando Nº 5, junto a los diputados y dirigentes de las Federaciones Campesinas, gerentes de industrias, empleados particulares y dos mujeres: yo y Milenka Cañete. A mi padre lo habían tomado de rehén para que yo me presentara. En esa época yo estaba embarazada de mi primer hijo. El día 22 de septiembre a las cinco de la tarde me presenté en el Buen Pastor. por recomendación de Monseñor Salinas. A la Madre Superiora le expliqué mi situación, le conté que yo había sido dirigente de la Acción Católica Rural y después dirigente campesina y que estaba siendo llamada por los militares. Entonces ella llamó a la Escuela de Artillería de Linares diciendo que yo estaba allí: en cosa de minutos llegaron 3 jeeps de militares, me dijeron: "tú sabes muchas cosas que tendrás que contamos. Si te portas bien no te pasará nada.' Me preguntaron por Anselmo Cancino,' no les respondí, me mandaron de nuevo al Buen Pastor incomunicada. Cuando sentía frío, saltaba, cantaba y trataba de no pensar en lo que estaba pasando. Al cabo de 42 días me llevaron nuevamente a la Escuela de Artillería de Linares, allí me dejaron sentada en una sala, donde se sentían gritos y lamentaciones."

Cuando llamaban a Silvia, la interrogaban sobre su embarazo y le hacían amenazas referidas al tipo de hijo que ella tendría. La ofendían duramente:

"Me fueron sacando la ropa a golpes hasta dejarme desnuda. Eran 7 hombres y me preguntaban si me daba vergüenza, yo los miraba… me daba pena, rezaba en silencio y pensaba en cuando crucificaron a Jesús. Se enfurecían y me decían, "tú estabas, preparada para ésto. Al final yo escupía pura sangre y todo mi cuerpo estaba machacado: cuando llevaba 58 días incomunicada me pasaron a libre plática. Había muchas mujeres detenidas y seguían llegando más."

Durante el año que Silvia estuvo presa en el Buen Pastor, más de 100 mujeres pasaron por ahí, "entre ellas habían muchachas muy jóvenes, menores de 17 años, a quienes los militares luego de destruirlas psicológicamente usaron de delatoras.


Libro: “Labradores de la esperanza”: Testimonio de los Familiares de Anselmo Antonio Cancino Aravena

Fuente :CODEPU – DITT-T, 1992

Categoría : Otra Información

Anselmo Antonio Cancino Aravena

Nació el 8 de noviembre de 1947 en la localidad de Yerbas Buenas, tenía 27 años. Era casado y obrero agrícola. Presidente del Consejo Comunal Campesino, Secretario de la Federación "Nuevo Horizonte" de Linares, la que estaba afiliada a la Confederación "Unidad Obrero-Campesina" de Santiago. Era vocero del M.I.R. y dirigente regional del Movimiento Campesino Revolucionario.

Su padre, José del Carmen Cancino Yáñez, nos contó lo siguiente:

"Vivíamos en el asentamiento Santa Amalia de Yerbas Buenas, Anselmo tenía una chacra de una hectárea, donde cultivaba porotos y ají, además tenía una yegua para el arado. Cuando salió elegido dirigente vendió todo y se fue a estudiar a Santiago sobre el campesino y su situación."

"Cuando volvió, fui a buscarlo a la estación. Encontré un joven de ciudad, con una revista en las manos, no lo conocí. Había aprendido cosas nuevas, especialmente sobre el derecho de los apatronados. De todas partes venían a buscarlo para que ayudara a arreglar problemas con los patrones: recuerdo una vez que obligó a un patrón de un fundo de Panimávida a pagarle los sueldos atrasados a sus inquilinos."

"Después fue al sur, a trabajar con los mapuches. Estuvo poco tiempo. Cuando volvió, los patrones comenzaron a desconocer su calidad de trabajador y dirigente campesino, así es que fue a la Inspección del Trabajo de Linares y sacó un certificado. Andaba siempre con él."

"Me respetaba mucho, una sola vez peleamos, fue por la venta de una carreta. Mi esposa se enfermó y él vendió la carreta, tuve un disgusto por eso. discutimos mucho, pero esa fue la única pelea que yo recuerdo"

"Era mi regalón, siempre yo le pasaba papeles y libros para que estudiara, todo lo leía, era muy preparado. Yo era socialista, pero no cerrado, y sabía que mi hijo era mirista, nunca discutimos por eso, lo principal era que ambos luchábamos por los nuestros"

Silvia Sepúlveda, quien era su compañera y tuvo, mientras estaba prisionera, un hijo de él, recuerda que lo conoció en 1968.

"El ya era Secretario General de la Federación Nuevo Horizonte. En esa época era del Partido Socialista. Me impresionó por su sentido de la realidad, hablaba como un campesino que conoce las cosas. Era sencillo para expresarse, pero tenía un vocabulario muy rico, me llamaba la atención por su afán de superación. Era bajito, delgado, ojos café, de mirada muy viva y expresiva. Observaba y luego hablaba y siempre decía lo justo y necesario. No era muy agitador. Era más político, estudiaba los problemas, pensaba en las causas y en lo que se podía hacer. Iba como planificando todo, además era muy fino para tratar a las mujeres, decía que no era de revolucionario hablar con garabatos. Según él, todo se lo debía a su padre, que siempre lo había hecho ver la realidad."

"Se había casado a los 17 años y ya tenía 3 hijos. Había terminado la básica y continuó estudiando por su cuenta, escribía y se empeñaba en tener buena letra. Siempre decía que el campesino no se daba cuenta de su miseria y que además defendía a sus patrones. Se rebelaba ante tanto sometimiento, para ellos lo que decía el patrón era sagrado."

"En junio de 1972 nos hicimos pareja. Me costó, porque yo era amiga de su esposa y además muy católica. Nos fuimos a vivir al Campamento Luciano Cruz, donde teníamos una mediagua."

Algunos compañeros lo recuerdan como lo describe Silvia.

"Le decíamos el 'chico Cancino' no era deportista, era muy serio. Nunca lo vimos jugar en las pichangas que se organizaban entre los sindicatos agrícolas. Lo que siempre nos causó gracia de él, es que siendo dirigente de los campesinos no aprendió a andar a caballo."

Fue detenido el 8 de diciembre en un aserradero de la ciudad de Cauquenes, en donde estaba trabajando. Por un documento emanado de la Cruz Roja Internacional, la familia se enteró de su detención, que estaba incomunicado en la Escuela de Artillería de Linares y que, además, pronto sería dejado en libre plática.

Silvia describe que el día 11 de septiembre, Anselmo había llegado a la mediagua donde vivían, muy emocionado, "estamos perdidos" -le dijo-.

"Me contó que en la noche asistió a una reunión del regional y habían decidido irse a una casa de seguridad. Me preguntó si estaba embarazada, le contesté que posiblemente, él exclamó:' ¡justo ahora!' y se puso a llorar. Luego me dijo 'entregúese, usted es mujer y puede que tengan un poco de compasión, si además está embarazada'. Yo lo consolaba, tengamos fe, le decía, siempre te querré mucho, puede ser que esto no sea para tanto. Me decía "pero usted no ha leído lo que han hecho en otros países para detener el avance de los trabajadores… estamos perdidos'"

Alcanzaron a salir del campamento a las 9 de la mañana. Se encontraron nuevamente el día 14, allí decidieron que ella se entregaría y él trataría de salir de la ciudad.

"Lo detuvo el detective Héctor Torres en un aserradero de Cauquenes. Previamente habían detenido a una niña de 16 años, mediante su tortura lograron hacerla confesar los nombres de las otras personas que habían ayudado a Anselmo, así lo encontraron."

El padre de Anselmo relató:

"El 13 de septiembre, llegaron a la casa, en Yerbas Buenas, dos jeeps militares, con seis u ocho soldados que nos tomaron presos como rehenes, a mí por 20 días, a mi señora Clotilde del Carmen, por 15 días y a mi hija Eunice. por 1 mes y 7 días. Yo tenía 60 años, mi mujer 50 y mi hija 15, a ellas las dejaron en el 'Buen Pastor' y a mí en la Escuela de Artillería. A los pocos días me trasladaron a la Cárcel de Linares. Cuando estaba en la Escuela de Artillería, me preguntaban por mi hijo Anselmo y por un escondite de armas que supuestamente teníamos en Yerbas Buenas. Como no les respondía, porque no sabía de lo que me hablaban, me pegaban con un 'tonto de goma'. Yo hacía varios días que no veía a mi hijo, cuando me pegaban, les decía: ustedes quieren que yo les diga a todo que sí, pero después, cuando vayan y no encuentren nada, va a ser culpa de ustedes. Después me carearon con un campesino del mismo sector donde yo vivía, don Juan Vera, él había dicho que en mi casa habían miristas. El me dijo que había dicho eso para que no lo torturaran más."

"Cuando se supo que estaba detenido el papá de Anselmo, los demás presos me comenzaron a llevar cositas a la celda, no me faltó el pancito amasado y el cafecito."

En busca de Anselmo, militares, carabineros, detectives y civiles, allanaron en varias oportunidades el colegio del fundo Tres Esquinas, la casa de los suegros, la casa de su primera esposa, el campamento Luciano Cruz de Linares, la casa de sus padres y la sede del sindicato Nuevo Horizonte.

Viviana Montecinos se encontraba detenida en la Escuela de Artillería de Linares cuando vio llegar a Anselmo a ese lugar

"Le habían quebrado el brazo derecho, se quejaba del dolor, no podíamos hacer nada por él, los guardias no nos dejaban acercamos, pero después dejaron a mi hermana Norma, que ahora está exiliada en Suecia, darle la comida en la boca."

"La última vez que lo vimos estaba muy mal, lo tenían tirado en el suelo, en un rincón de un pasillo. Lo único que decía era que estaba preocupado por su compañera que se encontraba embarazada, no decía nada más. Tengo la impresión que los tiras ya le habían avisado que lo iban a matar. Aquella tarde. andaba con ojotas, poncho de Castilla negro, muy grueso, y un pantalón azul. de esos que llamábamos "Pecos Bill"

Con posterioridad a la detención de Anselmo Cancino, un efectivo de la Escuela de Artillería conñdenció a su padre que había sido sacado de noche del cuartel junto a otros cuatro detenidos: Guillermo del Canto, María Isabel Beltrán. Alejandro Mella Flores y Hernán Contreras, quienes también se encuentran desaparecidos.


Golpe de Estado y represión en Linares

Fuente :Libro: "Labradores de la Esperanza" – CODEPU, 2002

Categoría : Otra Información

El Golpe Militar en esta ciudad fue tan sorpresivo como en el resto de la región. Un testigo nos contó:

"El día 11 andaban los militares en las calles, pero no hacían nada, después, tomaban gente presa. Junto con los milicos se veían alemanes, estamos seguros que eran los de la Colonia Dignidad."

"Los militares se habían apoderado desde el mismo día 11 de la ciudad, los civiles de derecha andaban con ellos y delataban a los partidarios de Allende. sin importarles quiénes eran."

Elsa Campos, abogada, nos relató:

"En esa época yo iba de la Cárcel a la Escuela de Artillería, una y otra vez, a preguntar por diferentes personas. Vi a cientos de detenidos. Hubo gente a la que sólo detuvieron por algunos días. Yo no sé qué les harían ni qué les dirían, pero luego, al ser liberados, no querían hablar de nada ni con nadie. Al tercer día del Golpe empezó a llegar mucha gente a la Intendencia a pedir ayuda, porque no sabían lo que pasaba e ignoraban el paradero de algún familiar."

El día 12 de septiembre el diario local. El Heraldo, publicó el Bando Nº1 de la Jefatura de Plaza de la Provincia, firmado por el Coronel Gabriel del Río como Intendente y Jefe de Plaza. Se daban las siguientes instrucciones a la ciudadanía:

"1.- Queda prohibida terminantemente toda reunión en la vía pública, de cualquier índole que ésta sea.
2.- Todas las reparticiones, empresas, fábricas, industrias, sector agrícola, etc., sean públicas o privadas, deberán continuar sus labores en forma normal.
3.- Se aplicará en forma estricta la Ley No. 17.798 sobré control de armas y explosivos, quedando suspendidos los permisos correspondientes."

El Bando Nº 9, publicado el día 15 de septiembre por el diario El Heraldo, se refería a los activistas y agitadores marxistas como personas que estarían convenciendo a los campesinos que la Junta Militar de Gobierno los despojaría de sus propiedades y derechos. Esto fue calificado como rumor subversivo anunciándoles rigurosas sanciones, las que en caso de resistencia y enfrentamiento alcanzarían la pena de muerte. Decía el texto:

"Los campesinos deben trabajar tranquilos"… deben denunciar de inmediato a quienes los estén incitando contra la autoridad (…) si no. se exponen a ser considerados subversivos, en igualdad de condiciones a los provocadores y por lo tanto sufrirán las mismas sanciones que éstos.

Belarmino Antonio Sepúlveda, campesino de sólo 20 años de edad en 1973, Presidente de un sindicato agrícola en la comuna de Yerbas Buenas y militante del MIR, nos relató:

"El día del Golpe fui a Linares a tratar de juntar a la gente. Les dije que se fueran a Yerbas Buenas. El día 16 de septiembre hicimos una asamblea, los militares aún no habían llegado al campo, pero al día siguiente aparecieron. Un grupo de 17 compañeros decidimos irnos a la cordillera, por la zona de Colbún, a esperar los acontecimientos. Sólo llevábamos cajas de conservas y algunos alimentos, no teníamos armas. Arriba estuvimos hasta el 8 ó 10 de octubre: cuando vimos que nada pasaba, que la Unidad Popular había sido derrotada, decidimos volver. Algunos fuimos detenidos pocos días después."

El 20 de septiembre de 1973 la prensa local informó por primera vez sobre detenciones de personas como resultado de diligencias y acciones militares. Según el Bando Nº 21 con fecha 18 de septiembre de 1973, las detenciones se habían realizado contra personas que:

"a) Han cometido acciones ilegales(…) especialmente en la tenencia de armas y atentado contra el orden público, o de quienes se tiene antecedentes fundados para estimar que pretenden hacerlo a futuro.
b) Han infringido los Bandos dictados por la Junta Militar de Gobierno y/o Jefatura de Plaza."

Bajo el título "EXTREMISTAS U.P. PENSABAN ATACAR LA ESCUELA DE ARTILLERÍA ", el día 23 de septiembre El Heraldo publicó las conclusiones a las cuales las autoridades militares habían llegado después de 10 días de intenso trabajo:

"Los extremistas de la U.P. tenían una organización paramilitar que abarcaba las provincias de Cuneó, Talca y Linares. El comando estaba dirigido desde la Intendencia de Talca.(…) Se descubrieron planes para atacar a la Escuela de Artillería de Linares.(…) Personas extremistas de la U.P. habían planeado el asesinato de Jefes, Oficiales y Suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, como también de políticos de los Partidos Democráticos (…) Se tiene conocimiento que pequeños grupos de extremistas han recorrido algunos asentamientos buscando apoyo.(…) En los allanamientos que se han llevado a efecto en casas particulares, en poblaciones y viviendas campesinas, las patrullas militares han encontrado: a) una gran cantidad de armas, b) enormes cantidades de artículos de primera necesidad."

Varios testigos relataron que, a partir del día 17 de septiembre, los militares llegaron al campo. Entre ellos habían civiles de derecha:

"Llegaban en patrullas, en dos o tres jeep, como comandos de guerra, actuaban como perros. A los campesinos de los asentamientos más identificados con la UP los sacaban de sus casas, los golpeaban, los ponían contra la pared con toda la familia, allí los amenazaban a gritos y a veces, sin preguntar nada, les decían que los matarían. A algunos los desnudaban y vejaban y al cabo de algunas horas se iban. Estas acciones provocaron pánico entre la gente, algunos lloraban. El miedo los hizo encerrarse en sus casas, no salían ni se comunicaban entre sí."

El día 25 de septiembre de 1973, bajo el título "130 DETENIDOS EN LINARES". El Heraldo dio a conocer extractos de una conversación de este diario con el Intendente, Gabriel del Río:

"Hemos allanado todas las partes denunciadas. Lo seguiremos haciendo en todos los lugares que sea necesario, donde exista una incorrección.(…) Son más o menos 130 los detenidos en Linares y se continuará aprehendiendo a todas las personas que sea necesario(…) El Coronel del Río confirmó que en la provincia hay muertos, como consecuencia de la resistencia que han prestado a las Fuerzas Armadas, aunque no especificó su número. Al mismo tiempo informó que no han existido fusilamientos. Las personas aprehendidas están en un anexo de la Cárcel Pública. Para los interrogatorios correspondientes son trasladados a la Escuela de Artillería. No todos están incomunicados. Algunos se encuentran en libre plática. El Intendente y Jefe de Plaza destacó que resultaba sugerente que aquellos adictos al ex gobierno, que eran dirigentes, ahora aparezcan como los más abatidos. En cambio, aquel individuo concientizado, que trabaja en la sombra, es el más duro y resuelto. La autoridad militar dio a conocer su preocupación por la situación actual del lugar pre cordillerano de Sierra Maestra, donde se estima existen numerosos extremistas refugiados."

Las personas detenidas en Linares fueron llevadas en su mayoría a las Comisarías o Retenes de Carabineros del sector. En muchas oportunidades fueron los mismos carabineros los que efectuaron la detención y el allanamiento de las casas.

En otras oportunidades el arresto fue practicado por militares, los que a veces entregaron a los detenidos a las comisarías del sector. Durante su permanencia en las comisarías los presos, especialmente los campesinos, fueron torturados, como lo informa Juan Ayala (1) de Villa Alegre:

"El mismo día 11 o al día siguiente, centenares fuimos detenidos. Junto a Rubén Peñaloza, Manuel Rodríguez, Juan Méndez, fuimos llevados primero a la Comisaría de Villa Alegre; allí nos amenazaron mucho y nos dijeron que nos iban a fusilar. Así lo hicieron, pero no fue de veras… estábamos desesperados. Al cabo de algunas horas nos trasladaron a la Comisaría de San Javier, donde nos interrogaron los detectives, nos preguntaban por las armas que no teníamos y nos amenazaban, nos pegaban y vuelta a amenazar. Me amarraron a una silla con los ojos vendados y durante 3 días me tuvieron así, sin darme nada de comer, ni agua ni nada. Posteriormente me trasladaron a la Escuela de Artillería de Linares, donde comenzó la verdadera tortura."

Escuela de artillería de Linares

La Escuela de Artillería de Linares, según relata la mayoría de los presos de esa época, fue el centro de interrogatorio y tortura profesionalizado por excelencia. Allí la gente era trasladada desde las Comisarías, Retenes o Cárceles locales y permanecía horas, días o meses.

"Pero no fue un centro de detención propiamente tal. Era un lugar donde nos interrogaban, nos torturaban y luego nos devolvían a la Cárcel.

"La Cárcel estaba llena de presos, teníamos que dormir apilados, habíamos más de 600 personas. Yo creo que recién en ese momento comenzamos a tomarle el peso al Golpe de Estado, allí no torturaban físicamente, pero nos amedrentaban a cada rato. Estuve 20 días, después me trasladaron a la Escuela de Artillería para ser 'incomunicado'."

En la Escuela de Artillería de Linares.

"Había una sala grande a la que llegaban todos los detenidos. En unas vitrinas, igual que un museo, tenían banderas, libros, papeles, algunas armas, como si fueran trofeos. Los milicos habían destinado una sala por partido; los carabineros interrogaban a los socialistas, los detectives a los miembros del MIR, los milicos a los comunistas. Allí dividían a los presos en dos grupos, los que se iban 'incomunicados' y los que se iban a la Cárcel en libre plática."

"Los detectives habían sido trasladados desde la unidad de San Javier a Linares, para encargarse especialmente del proceso contra el MIR. El encargado era Héctor Torres. Participaban también en los interrogatorios y Tortura los detectives Nelson Mery, Espinoza, Oliveros y Volta.

"En la Escuela uno entraba por un pasillo a una salita chica. Al entrar lo primero eran los golpes y puntapiés. En una pared tenían un organigrama del MIR, con varios espacios en blanco, se notaba que querían llenarlo completo para tener toda la información; parece que esa era la sala de idiomas, porque habían unas casetas chiquititas donde cabía una persona. Allí mismo nos metían a nosotros y nos daban golpes y más golpes. Diariamente llegaban entre 20 y 35 personas para ser interrogadas, las que se iban rotando. En otras ocasiones, nos llevaban a otras salas para que escucháramos cómo se torturaba a otras personas."

Otro testigo, Gilberto Alegría, nos dijo:

"Luego de mi detención me llevaron a la Escuela de Artillería de Linares, me introdujeron a una especie de salita de cine donde me torturaron en presencia de otros presos."

Por el relato de otro prisionero político, que fue trasladado numerosas veces a la Escuela de Artillería de Linares, pudimos reconstituir en parte su estructura y los lugares donde se interrogaba y torturaba, así como algunas salas donde se vio por última vez a gente que está desaparecida.

La Fiscalía Militar funcionaba al interior de la Escuela de Artillería de Linares. El Heraldo del día 28 de septiembre de 1973 publicó como noticia principal: "A 183 se elevó ahora el número de detenidos en Linares desde los sucesos del 11 de septiembre.(…) La información fue proporcionada por el Jefe de Plaza e Intendente, Coronel Gabriel del Río. Respecto al funcionamiento de los Tribunales Militares, señaló que ellos aún no entran en actividad..) En la actualidad se está en la etapa de investigación, interrogando a los detenidos, careándolos, conociendo sus conexiones, para luego, de acuerdo a su culpabilidad, realizar el sumario respectivo y el juicio."

Según El Heraldo del día 30 de septiembre de 1973, el Coronel del Río señaló:

"Continúan en forma permanente las diligencias tendientes a lograr la aprehensión de extremistas (…) Las fuerzas militares han tenido la cooperación de maquinarias especiales para hacer zanjas y socavar tierra en busca de armas."

Bajo el título "OPERATIVO MILITAR EN SIERRA MAESTRA", el día 3 de octubre El Heraldo dio a conocer lo siguiente:

"Desde las tres de la madrugada de ayer se está realizando un operativo militar en el sector de Sierra Maestra, lugar precordillerano, ubicado al interior de Longaví. La acción tiene por objeto la búsqueda de extremistas que estarían refugiados allí.(…) Para estos efectos, varias familias que viven en las inmediaciones del sector, debieron ser evacuadas.(..) La decisión de realizar un inmediato operativo con los fines señalados, la adoptaron las autoridades militares luego que a principios de esta semana arribaron a Longaví desde Sierra Maestra tres tractores con numerosas personas, a objeto de abastecerse de comestibles. Ello extrañó a Carabineros, por cuanto habitualmente bajaba un solo tractor. Todas las personas fueron detenidas, entre las cuales había 7 miristas…) En Sierra Maestra se estima que desde hace varios años funciona una escuela de Guerrilleros."

Frente a esta información, investigamos dirigidamente sobre el lugar denominado "Sierra Maestra'. Según Belarmino Sepúlveda, el lugar conocido como'Sierra Maestra' era un asentamiento tipo CERA en el fundo Vega de Salas que había sido expropiado por la CORA. Existía un sindicato, 'Arnoldo Ríos' y si bien la mayoría de los campesinos pertenecía al MIR, allí no existía ni hubo nunca armas, ni preparación guerrillera y la prueba es que los propios campesinos bajaron en tractores a Longaví a los pocos días del Golpe.

CONTINÚAN LOS OPERATIVOS MILITARES publicó El Heraldo (día 13 de octubre de 1973, agregando como detalle:

"Se estima que muchos personajes del anterior gobierno alcanzaron a huir con armas y pertrechos bélicos, los que aún no han sido habidos. Por otra parte, con respecto a la situación del Campamento 'Sierra Maestra', ubicado al interior de la cordillera, también se han continuado realizando operativos, con resultados no del todo positivos, ya que no se pudieron ubicar armas, deteniéndose sólo a algunos elementos extremistas" (Nota 1)

3. Tortura

Cientos de personas fueron torturadas. Algunos por carabineros, otros por detectives y la gran mayoría por militares de la Escuela de Artillería de Linares.

El encargado de los interrogatorios desde un principio fue el Director de la Escuela de Artillería, el Coronel Gabriel del Río Espinoza, después lo reemplazó un militar que se hacía llamar Comandante Cabezas".

"El Teniente Díaz, era el más joven de los torturadores, el más bruto, gozaba pegándonos, a veces pegaba por puro gusto," nos relataron.

Otros funcionarios nombrados fueron: Temístocles Montecinos, quien fue visto una vez por una de sus víctimas como agregado militar en Ecuador, y un Sargento Primero de apellido Aguilar, quien coordinaba todos los interrogatorios. Era integrante del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Viviana Montecinos (2) , en esa época de 17 años, relató su primera detención por detectives el día 19 de septiembre, con el objeto de interrogarla sobre Alejandro Mella, actualmente desaparecido:

"Yo había salido a comprar, estaba en el negocio de la esquina, cuando la dueña me dijo que algo raro pasaba en mi casa. Me asomé y vi la camioneta grande y de doble cabina de los detectives, parada en la puerta. Habían aproximadamente ocho detectives, reconocí a dos de los 'tiras'. Oliveros y Espinoza. La dueña del negocio no quería que yo fuera para la casa, pero los 'tiras' ya me habían visto y uno me fue a buscar y me tomó presa. Cuando llegamos hasta donde estaba la camioneta vi que dentro de ella, ya estaban mis dos hermanos y un amigo."

"Cuando llegamos al Cuartel me dejaron en una sala, sentada en una silla, con las manos esposadas en la espalda. Luego comenzaron a interrogarme."

"Después de un rato, uno de los detectives dijo que había que cambiar de 'tratamiento'. Abrió una puerta y vi una sala con piso de cemento; estaba mojado, habían aparatos para poner corriente eléctrica, churros de goma y otras cosas. Dos tiras me dijeron que iban a traer a otro testigo y salieron. Se quedó Oliveros conmigo, quien me dijo: 'esto no es chacota, hay que cooperar.' También recuerdo que había unas bolsas con arena mojada, entonces me comenzó a hablar con tono amenazante. En un momento me dijo '¡¿que te créis cabra de mierda, que nosotros somos huevones?!', yo le contesté: 'no, ¿por qué voy a creer que ustedes son unos concha de su madre?' y comenzó a darme golpes en la cara y después a golpearme en la cabeza con la bolsa de arena. Comencé a llorar por el susto, él salió y después de un rato llegó con Francisco Sancho, el 'Panchulo', que ya llevaba algunos días preso y se veía muy mal. Oliveros me clavaba algo en las cejas, creo que, alfileres."

Fue tanto el dolor y angustia de Viviana ante la tortura que, en un momento, pensó suicidarse.

Guillermo Belmar (3) nos relató con dificultad la tortura que sufrió en la Escuela de Artillería de Linares:

"Yo fui detenido el 13 de septiembre en Parral, me llevaron a la Cárcel de la ciudad. Ahí en verdad no me torturaron, sólo me humillaron y me amenazaron, el verdadero sufrimiento empezó cuando fui trasladado a la Escuela de Artillería de Linares. Al llegar, me tuvieron hincado con las manos en la nuca por horas… fue algo terrible. Luego empezó el interrogatorio, se notaba que estaban preparados para hacerlo y tenían mucha información. Vendado. desnudo, recibía golpes y electricidad. Cuando no daba más me dejaban incomunicado por horas, a veces por días. Tres meses duraron las sesiones de tortura, yo estaba al borde de la muerte, todo fue horrible… pero lo más macabro y que nunca he podido olvidar, tal vez porque no logro comprender el grado de perversión que habían alcanzado estos militares, fue una escena macabra que nos obligaron a presenciar, la tortura de dos dirigentes de la CUT (4), un hombre y una mujer.

Los tenían parados frente a frente, desnudos, y todos nosotros obligados a mirar, se les aplicó corriente en todo el cuerpo y luego en sus bocas, de tal modo que en esos espantosos momentos los hacían aparecer como si se besaran. Esa escena no la he podido olvidar jamás."

Refiriéndose a la tortura que recibió en la Escuela de Artillería de Linares por parte de Investigaciones, Belarmino Sepúlveda nos contó:

"Cuando me torturaron, me sacaron las uñas de las manos, me pusieron electricidad en todo el cuerpo, me amarraron a una escalera, desnudo, y me golpearon, me colgaron con cadenas. Otras veces nos llevaban a los puentes, con la vista vendada y nos dejaban colgando amarrados con cadenas."

"Al principio, los días lunes los torturadores llegaban borrachos y se lo pasaban encerrados en los baños, vomitando. Después, se empezaron a drogar. ahí ya se pusieron más salvajes. Además eran 'importados' desde San Javier, los trajeron especialmente para realizar la investigación contra el MIR. El tira más grande, el que nos pegaba más fuerte, siempre nos decía: 'ya pues cabritos, ustedes quédense con el Pueblo y la Conciencia, pero los fusiles me los pasan a mi."

Otro preso político de los primeros días, Ricardo Rebolledo Miranda, nos relató la experiencia vivida y la participación de investigaciones, que interrogaba y torturaba en la misma Escuela.

"El 16 de Septiembre fui a mi casa a buscar ropa, recuerdo que era cerca 'de mediodía, como a los 30 minutos llegaron los detectives y me detuvieron. En el Cuartel de Investigaciones estuve dos días declarando, no me torturaron, me preguntaban por Jaime Torres y Jorge Yáñez."

"El 18 me trasladaron a la Escuela de Artillería, conmigo estaban Carlos Villalobos que era ex diputado y don Jorge Molina, a ellos se los llevaron a una sala exclusiva para interrogar a dirigentes. Estuve parado todo el día, en la tarde me llevaron de nuevo a la Cárcel, en donde estuve hasta mediados de octubre. Un día me llevaron a la Escuela de Artillería, me hicieron pasar a una sala donde habían dos encapuchados con buzos, me obligaron a desnudarme y a acostarme en el suelo sobre unos sacos paperos mojados. Me iban a poner electricidad, cuando llegó un detective, de apellido Never, y algo le dijo a los encapuchados, entonces uno de ellos me dijo: 'ya huevón, vístete, tu estás reservado para después.' De ahí me llevaron de nuevo a la Cárcel de Linares."

"Un mes después, fui citado a declarar a la Fiscalía Militar, que funcionaba en la misma Escuela, me llevaron en un camión de milicos. Cuando llegamos me hicieron sentar en una banca, al rato salió Never, me llamó y me hizo entrar en una sala, de inmediato me comenzaron a golpear él y otro tira de apellido Volta, me estuvieron dando como media hora. Cuando pararon me dijeron que 'cantara' lo que sabía. Tenían todos mis antecedentes, me preguntaban por Jaime Torres, Jorge Yañez y Miguel Enríquez, mientras me daban golpes en las manos con una regla. Así estuvimos desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche. Al otro día los mismos tipos me sacaron de donde estaba durmiendo, con un churro de goma comenzaron a pegarme en el cuerpo, me obligaban a contar los golpes, recuerdo haber llegado hasta 167, después no me pegaron más."

El testimonio de Silvia Sepúlveda, muestra el tipo de reclusión y tortura que sufrieron las mujeres detenidas en Linares, entre las cuales hay una desaparecida: María Isabel Beltrán. Silvia dijo:

"Salí llamada en el Bando Nº 5, junto a los diputados y dirigentes de las Federaciones Campesinas, gerentes de industrias, empleados particulares y dos mujeres: yo y Milenka Cañete. A mi padre lo habían tomado de rehén para que yo me presentara. En esa época yo estaba embarazada de mi primer hijo. El día 22 de septiembre a las cinco de la tarde me presenté en el Buen Pastor. por recomendación de Monseñor Salinas. A la Madre Superiora le expliqué mi situación, le conté que yo había sido dirigente de la Acción Católica Rural y después dirigente campesina y que estaba siendo llamada por los militares. Entonces ella llamó a la Escuela de Artillería de Linares diciendo que yo estaba allí: en cosa de minutos llegaron 3 jeeps de militares, me dijeron: "tú sabes muchas cosas que tendrás que contamos. Si te portas bien no te pasará nada.' Me preguntaron por Anselmo Cancino,' no les respondí, me mandaron de nuevo al Buen Pastor incomunicada. Cuando sentía frío, saltaba, cantaba y trataba de no pensar en lo que estaba pasando. Al cabo de 42 días me llevaron nuevamente a la Escuela de Artillería de Linares, allí me dejaron sentada en una sala, donde se sentían gritos y lamentaciones."

Cuando llamaban a Silvia, la interrogaban sobre su embarazo y le hacían amenazas referidas al tipo de hijo que ella tendría. La ofendían duramente:

"Me fueron sacando la ropa a golpes hasta dejarme desnuda. Eran 7 hombres y me preguntaban si me daba vergüenza, yo los miraba… me daba pena, rezaba en silencio y pensaba en cuando crucificaron a Jesús. Se enfurecían y me decían, "tú estabas, preparada para ésto. Al final yo escupía pura sangre y todo mi cuerpo estaba machacado: cuando llevaba 58 días incomunicada me pasaron a libre plática. Había muchas mujeres detenidas y seguían llegando más."

Durante el año que Silvia estuvo presa en el Buen Pastor, más de 100 mujeres pasaron por ahí, "entre ellas habían muchachas muy jóvenes, menores de 17 años, a quienes los militares luego de destruirlas psicológicamente usaron de delatoras.

Claudio Lecaros Carrasco, Mayor de Ejército, Gobernador del Departamento de San Javier de Loncomilla, desde septiembre hasta noviembre de 1973. y que permaneció luego en la Escuela de Artillería de Linares con el cargo de Capitán, declaró el 9 de septiembre de 1976, en el Juzgado de Letras de Mayor Cuantía de Linares, en el curso del proceso llevado por el desaparecimiento de Alejandro Mella:

"Debido a la gran cantidad de personas, que diariamente eran presentadas para determinar su responsabilidad política y de participación en tomas de fundos y diversos actos públicos en los cuales se produjeron desmanes, es imposible recordar personas y nombres específicos; ya que al reanudar el puesto de oficial de seguridad en el mes de diciembre, diariamente me correspondía chequear los antecedentes de más o menos 150 personas diarias y clasificar si podían volver a sus hogares o que fueran interrogados por personal especializado; si había motivos, se remitían los antecedentes al señor fiscal y pasaba a Consejo de Guerra a la persona en este caso acusada."

Como vemos, el arma represiva principal fue la tortura, realizada en diversas formas, con mayor o menor duración de tiempo, dirigida a una persona determinada o en forma masiva sobre toda la población, especialmente a sectores campesinos. Podemos afirmar que en esta provincia nadie que fuera partidario del gobierno de la Unidad Popular o que hubiera participado en el proceso de reforma agraria, dejó de recibir algún tipo de amenaza o tortura. La gran mayoría pasó por detenciones de horas, días, meses o incluso años. o sufrieron en sus propios campos, donde vivían junto a sus familias, la amenaza, los allanamientos y la tortura.

A través de los testimonios se confirma la preparación previa, especialmente de los militares, para hacer uso de diferentes formas de tortura física o psicológica, aprendida, perfeccionada, refinada.

A causa de la represión por las fuerzas armadas, por los patrones o por la dictación de las leyes que pusieron fin al proceso de reforma agraria, una gran parte de la población de esta provincia fue expulsada de su trabajo y de los fundos donde vivían, solos o con su familia completa. El caso de Juan Ayala se repite innumerables veces: una vez detenido, el patrón desalojó del fundo a su esposa con sus ocho hijos, el mayor de 17 y el menor de 3 años.

Muchos campesinos fueron expulsados de sus parcelas en los asentamientos o en los centros de reforma agraria; otros fueron trasladados a otras zonas con el fin de dispersarlos. Así, una gran parte de la población quedó marginada, cesante, sin saber para dónde ir ni cómo subsistir.

Luego del Golpe, y en los años que siguieron. Linares quedó vigilada.

Elsa Campos así lo revive:

"Perdí muchos amigos, fue como si toda la ciudad hubiera quedado en silencio, todos desconfiaban de los demás. Nadie hizo nada, quedaron como adormecidos, encerrados en sus casas, asustados."
Todo fue destruido, las organizaciones sociales, las estudiantiles. La mayor cantidad de detenidos tenía que ver con el agro."

Otros testigos relatan:

Sólo la Iglesia y, en tomo a ella, grupos de derechos humanos empezaron a alzar su voz. Sin embargo, la voz de la gente común comenzó a oírse recién uno o dos años del fin de la dictadura militar. En la época de las protestas ni siquiera hubo marchas como en tantas otras ciudades de Chile. Todavía en Linares persiste algo de miedo y de desconfianza."

Un ingeniero agrónomo que trabajó muchos años en la zona de Longaví en la época de la dictadura, relató:

"Los campesinos no hablaban nada del pasado. Como si los años en que vivieron el proceso del reforma agraria, no hubieran existido. No sé si será por temor o porque ya no creen mucho en nada."

Sin embargo, en una conferencia de prensa del día 1° de diciembre de 1973 el Intendente Gabriel del Río señaló que: "La provincia se encuentra en estos momentos bajo una normalidad absoluta. Es necesario mantener el toque de queda por los antecedentes que existen, (…) 'el paciente está salvado pero aún no se ha dado de alta' (…) en relación a los detenidos políticos, (…) todos ellos están sometidos a proceso (…). Los tribunales militares están trabajando a jomada continua (…). En cuanto a la situación en el agro, (…) la política oficial del gobierno al respecto aún no ha sido definida (…). Es posible que se asigne la tierra en forma individual." (El Heraldo, 2.12.73)

Los nueve detenidos desaparecidos: su detención, su desaparecimiento y sus vidas.

Entre los meses de septiembre de 1973 y junio de 1974, fueron detenidas y hechas desaparecer 9 personas, 8 hombres y 1 mujer.

José Gabriel Campos Morales

Era obrero agrícola y presidente del Sindicato Agrícola "Moisés Huentelaf, que agrupaba a los trabajadores del fundo San Gabriel de Linares. Pertenecía al Movimiento Campesino Revolucionario. Trabajaba muy cercano a Anselmo Cancino, del cual era además su amigo y compañero.

Tenía 26 años al momento de su detención, el 18 de septiembre de 1973, a las 8.30 de la mañana, en su casa ubicada en el propio fundo San Gabriel. Era casado, tenía tres hijos y su mujer, María Elizabeth, estaba embarazada de seis meses cuando se lo llevaron.

Le decían el 'Chupalla Campos', por su característica de no sacarse nunca su sombrero de campesino.

María Elizabeth nos relató las que fueron sus experiencias luego del Golpe, hasta la detención y desaparecimiento de José:

"El día 11 de septiembre, muy temprano habíamos llevado al Hospital a nuestro hijo menor que estaba con bronconeumonía. Veníamos en taxi de vuelta a nuestra casa, que estaba en el asentamiento, cuando en la carretera nos atajaron los militares. José se bajó del auto, se identificó como dirigente y nos dejaron pasar. Cuando llegamos vimos como a veinte militares que entraron a la casa como 'peucos envenenados', hicieron tira los muebles y hasta levantaron las tablas del piso. Afuera se ensañaron con todos los animalitos que teníamos. Según ellos, buscaban armas. Como no encontraron nada, se tuvieron que ir."

"Volvieron el 18 de septiembre muy temprano. Ese día José me había dicho: "vieja, hagamos unas empanadas' y yo le respondí contenía, "ya'."

"Le había hecho para el desayuno un bistec con dos huevos, y él me pidió un mate con 'guarisnaque' (aguardiente), yo me enojé porque no me gustaba que tomara, pero igual se lo preparé. Mi suegro estaba en la cocina."

"Vi llegar un jeep con 2 militares, yo le dije asustada, 'viejo, los militares', él me respondió 'no me niegues, di que estoy acá'. Salí a la puerta y les pregunté que qué querían. Me preguntaron si allí vivía don José Campos Morales, les respondí que sí, entonces salió él masticando todavía, me pidió el carné de identidad, se lo pasé, se subió al jeep y partieron. Mi suegro ni se enteró cuando se llevaron a su hijo. El mate, quedó, no alcanzó a probarlo."

Eran militares pertenecientes a la Escuela de Artillería de Linares. Ellos lo condujeron a la Cárcel, donde permaneció incomunicado durante 8 días, al cabo de los cuales fue trasladado a su casa a buscar ropa. Estaba amarrado y era escoltado por unos veinte soldados, fuertemente armados. Luego lo llevaron nuevamente a la Cárcel, pero al día siguiente, cuando su esposa fue a preguntar por él, se lo negaron y ella no volvió a verlo nunca más.

La Comisión de Verdad y Reconciliación, en el transcurso de su trabajo en esta Región, recibió el testimonio de un funcionario de Investigaciones ya retirado, que asegura haber visto a José Campos Morales en la Comisaría de Investigaciones de Constitución en noviembre de 1973. Este detective también estaba detenido y estuvo con José, quien le dio su anillo cuando se lo llevaron.

Alejandro Robinson Mella Flores

Tenía sólo 19 años cuando desapareció. Muy delgado y alto, con largos bigotes. Sus amigos lo describen tranquilo, sereno, calmado, muy seguro de sí mismo. Estudiaba sociología en la Universidad de Concepción y llegó con un grupo de estudiantes para realizar trabajos voluntarios de verano en Linares. Alejandro fue uno de los que decidió quedarse para trabajar con los pobladores del Campamento Luciano Cruz. Era militante del Movimiento de Pobladores Revolucionarios.

En cartas escritas a su madre y hermana para explicarles el porqué se quedaba en Linares, repite varias veces que se siente feliz y que encuentra más importante trabajar con los pobladores que seguir estudiando. En ellas les expresa además su gran cariño. "Piense -le dice a su madre-, tan sólo que soy feliz y que la recuerdo a cada instante, a cada minuto." A su hermana le escribe: "…trata de comprenderme y ponte en mi lugar. Tengo un deber y una lucha y con esto no hay sentimentalismo ni nada, tan sólo lo que uno siente y hace."

Fue detenido por funcionarios de Investigaciones el día 19 de septiembre a las cuatro de la tarde. Fue trasladado al Cuartel de Investigaciones y al día siguiente fue llevado a la Escuela de Artillería de Linares. Ahí permaneció hasta el 25 de diciembre, fecha en que fue llevado a la Cárcel Pública para firmar su libertad condicional.

Desde el día 27 en la mañana, los otros prisioneros no volvieron a verlo.

Durante su detención fue visto en numerosas oportunidades por Viviana Montecinos y su hermana, ambas detenidas junto a él, "lo vi por primera vez en el Cuartel de Investigaciones, lo tenían esposado, estaba muy golpeado y tenía un corte en la nariz.

Delante de mí le siguieron pegando."

En diciembre de 1973, Viviana volvió a ver a Alejandro en la Escuela de Artillería de Linares: "cuando lo vi, al parecer él ya sabía que lo iban a matar. Los detectives que lo habían llevado a firmar su libertad le habían dicho que era el final. Cuando me divisó pasó la mano por el cuello, haciendo este gesto para decírmelo… Andaba con una chomba azul marino, jeans azules, zapatos café tipo mocasín, sin cordones. No lo voy a olvidar."

Rubén Bravo Bravo

Tenía 55 años al momento del Golpe. Era agricultor y militante del Partido Socialista. Fue detenido del 20 de octubre de 1973 en la localidad de Pillay, por una patrulla militar perteneciente a la Escuela de Artillería de Linares.

En dicho recinto fue visto por última vez en muy malas condiciones físicas.

Sobre Rubén, no hay mayores antecedentes pues su familia no ha presentado denuncia alguna. Cuando la Comisión de Verdad y Reconciliación se constituyó en Linares, un amigo de Rubén entregó datos y dejó inscrito el nombre de un testigo, el cual no se presentó. Sin embargo, la Comisión consideró este caso con convicción, por las características de su detención y ulterior desaparición.

Anselmo Antonio Cancino Aravena

Nació el 8 de noviembre de 1947 en la localidad de Yerbas Buenas, tenía 27 años. Era casado y obrero agrícola. Presidente del Consejo Comunal Campesino, Secretario de la Federación "Nuevo Horizonte" de Linares, la que estaba afiliada a la Confederación "Unidad Obrero-Campesina" de Santiago. Era vocero del M.I.R. y dirigente regional del Movimiento Campesino Revolucionario.

Su padre, José del Carmen Cancino Yáñez, nos contó lo siguiente:

"Vivíamos en el asentamiento Santa Amalia de Yerbas Buenas, Anselmo tenía una chacra de una hectárea, donde cultivaba porotos y ají, además tenía una yegua para el arado. Cuando salió elegido dirigente vendió todo y se fue a estudiar a Santiago sobre el campesino y su situación."

"Cuando volvió, fui a buscarlo a la estación. Encontré un joven de ciudad, con una revista en las manos, no lo conocí. Había aprendido cosas nuevas, especialmente sobre el derecho de los apatronados. De todas partes venían a buscarlo para que ayudara a arreglar problemas con los patrones: recuerdo una vez que obligó a un patrón de un fundo de Panimávida a pagarle los sueldos atrasados a sus inquilinos."

"Después fue al sur, a trabajar con los mapuches. Estuvo poco tiempo. Cuando volvió, los patrones comenzaron a desconocer su calidad de trabajador y dirigente campesino, así es que fue a la Inspección del Trabajo de Linares y sacó un certificado. Andaba siempre con él."

"Me respetaba mucho, una sola vez peleamos, fue por la venta de una carreta. Mi esposa se enfermó y él vendió la carreta, tuve un disgusto por eso. discutimos mucho, pero esa fue la única pelea que yo recuerdo"

"Era mi regalón, siempre yo le pasaba papeles y libros para que estudiara, todo lo leía, era muy preparado. Yo era socialista, pero no cerrado, y sabía que mi hijo era mirista, nunca discutimos por eso, lo principal era que ambos luchábamos por los nuestros"

Silvia Sepúlveda, quien era su compañera y tuvo, mientras estaba prisionera, un hijo de él, recuerda que lo conoció en 1968.

"El ya era Secretario General de la Federación Nuevo Horizonte. En esa época era del Partido Socialista. Me impresionó por su sentido de la realidad, hablaba como un campesino que conoce las cosas. Era sencillo para expresarse, pero tenía un vocabulario muy rico, me llamaba la atención por su afán de superación. Era bajito, delgado, ojos café, de mirada muy viva y expresiva. Observaba y luego hablaba y siempre decía lo justo y necesario. No era muy agitador. Era más político, estudiaba los problemas, pensaba en las causas y en lo que se podía hacer. Iba como planificando todo, además era muy fino para tratar a las mujeres, decía que no era de revolucionario hablar con garabatos. Según él, todo se lo debía a su padre, que siempre lo había hecho ver la realidad."

"Se había casado a los 17 años y ya tenía 3 hijos. Había terminado la básica y continuó estudiando por su cuenta, escribía y se empeñaba en tener buena letra. Siempre decía que el campesino no se daba cuenta de su miseria y que además defendía a sus patrones. Se rebelaba ante tanto sometimiento, para ellos lo que decía el patrón era sagrado."

"En junio de 1972 nos hicimos pareja. Me costó, porque yo era amiga de su esposa y además muy católica. Nos fuimos a vivir al Campamento Luciano Cruz, donde teníamos una mediagua."

Algunos compañeros lo recuerdan como lo describe Silvia.

"Le decíamos el 'chico Cancino' no era deportista, era muy serio. Nunca lo vimos jugar en las pichangas que se organizaban entre los sindicatos agrícolas. Lo que siempre nos causó gracia de él, es que siendo dirigente de los campesinos no aprendió a andar a caballo."

Fue detenido el 8 de diciembre en un aserradero de la ciudad de Cauquenes, en donde estaba trabajando. Por un documento emanado de la Cruz Roja Internacional, la familia se enteró de su detención, que estaba incomunicado en la Escuela de Artillería de Linares y que, además, pronto sería dejado en libre plática.

Silvia describe que el día 11 de septiembre, Anselmo había llegado a la mediagua donde vivían, muy emocionado, "estamos perdidos" -le dijo-.

"Me contó que en la noche asistió a una reunión del regional y habían decidido irse a una casa de seguridad. Me preguntó si estaba embarazada, le contesté que posiblemente, él exclamó:' ¡justo ahora!' y se puso a llorar. Luego me dijo 'entregúese, usted es mujer y puede que tengan un poco de compasión, si además está embarazada'. Yo lo consolaba, tengamos fe, le decía, siempre te querré mucho, puede ser que esto no sea para tanto. Me decía "pero usted no ha leído lo que han hecho en otros países para detener el avance de los trabajadores… estamos perdidos'"

Alcanzaron a salir del campamento a las 9 de la mañana. Se encontraron nuevamente el día 14, allí decidieron que ella se entregaría y él trataría de salir de la ciudad.

"Lo detuvo el detective Héctor Torres en un aserradero de Cauquenes. Previamente habían detenido a una niña de 16 años, mediante su tortura lograron hacerla confesar los nombres de las otras personas que habían ayudado a Anselmo, así lo encontraron."

El padre de Anselmo relató:

"El 13 de septiembre, llegaron a la casa, en Yerbas Buenas, dos jeeps militares, con seis u ocho soldados que nos tomaron presos como rehenes, a mí por 20 días, a mi señora Clotilde del Carmen, por 15 días y a mi hija Eunice. por 1 mes y 7 días. Yo tenía 60 años, mi mujer 50 y mi hija 15, a ellas las dejaron en el 'Buen Pastor' y a mí en la Escuela de Artillería. A los pocos días me trasladaron a la Cárcel de Linares. Cuando estaba en la Escuela de Artillería, me preguntaban por mi hijo Anselmo y por un escondite de armas que supuestamente teníamos en Yerbas Buenas. Como no les respondía, porque no sabía de lo que me hablaban, me pegaban con un 'tonto de goma'. Yo hacía varios días que no veía a mi hijo, cuando me pegaban, les decía: ustedes quieren que yo les diga a todo que sí, pero después, cuando vayan y no encuentren nada, va a ser culpa de ustedes. Después me carearon con un campesino del mismo sector donde yo vivía, don Juan Vera, él había dicho que en mi casa habían miristas. El me dijo que había dicho eso para que no lo torturaran más."

"Cuando se supo que estaba detenido el papá de Anselmo, los demás presos me comenzaron a llevar cositas a la celda, no me faltó el pancito amasado y el cafecito."

En busca de Anselmo, militares, carabineros, detectives y civiles, allanaron en varias oportunidades el colegio del fundo Tres Esquinas, la casa de los suegros, la casa de su primera esposa, el campamento Luciano Cruz de Linares, la casa de sus padres y la sede del sindicato Nuevo Horizonte.

Viviana Montecinos se encontraba detenida en la Escuela de Artillería de Linares cuando vio llegar a Anselmo a ese lugar

"Le habían quebrado el brazo derecho, se quejaba del dolor, no podíamos hacer nada por él, los guardias no nos dejaban acercamos, pero después dejaron a mi hermana Norma, que ahora está exiliada en Suecia, darle la comida en la boca."

"La última vez que lo vimos estaba muy mal, lo tenían tirado en el suelo, en un rincón de un pasillo. Lo único que decía era que estaba preocupado por su compañera que se encontraba embarazada, no decía nada más. Tengo la impresión que los tiras ya le habían avisado que lo iban a matar. Aquella tarde. andaba con ojotas, poncho de Castilla negro, muy grueso, y un pantalón azul. de esos que llamábamos "Pecos Bill"

Con posterioridad a la detención de Anselmo Cancino, un efectivo de la Escuela de Artillería conñdenció a su padre que había sido sacado de noche del cuartel junto a otros cuatro detenidos: Guillermo del Canto, María Isabel Beltrán. Alejandro Mella Flores y Hernán Contreras, quienes también se encuentran desaparecidos.

Hernán Héctor Contreras Cabrera

Tenía 21 años al momento de su detención, era soltero, estudiante, funcionario de la CORA, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

Héctor vivía en Parral con su familia, era el cuarto de seis hermanos. El testimonio sobre su vida, detención y desaparecimiento lo dio su madre, Delia Cabrera:

"Desde los 12 años comenzó a preocuparse de la gente pobre, en esa época empezaron sus inquietudes sociales. Había conocido en el colegio a Guillermo Belmar, quien era el Rector del Liceo y dirigente socialista. El influyó en sus ideas.

"Ya desde el año 1970 empezó a tener problemas con la gente de derecha?. Incluso un compadre mío, Guillermo Marín, dueño del fundo San Ramón de Copihue, había venido a decirme que Héctor tenía como a 200 hombres armados, que andaban tomándose los fundos. Como yo no le creí, fui personalmente a ver las tomas; en todas ellas nunca vi un campesino con armas; es más, todas las armas las tenían los dueños de fundo"

"A los pocos días del Golpe. Marín llegó nuevamente a mi casa acompañado de un teniente de la Escuela de Artillería de Linares, venían en jeep. Afuera quedaron varios militares. Marín me dijo que no tuviera miedo. Miedo de qué, le respondí. Me contestó: 'por las cosas que hacía tu hijo, yo lo baria vigilar por uno de mis empleados'. Entonces me di cuenta que los militares no sabían nada y que sólo se dejaron guiar por la gente de derecha. Ese día, como no lo encontraron, tomaron presas a dos hijas mías, incluso una de ellas era casada con un Capitán de Ejército en retiro, quien vio como le pegaban a las mujeres, cuando fue a ver a mis hijas a la Escuela de Artillería."

"Días después, otra hija divisó a Héctor en Linares, se le acercó con cuidado y él le dijo que tenía que irse pues tenía más miedo de los civiles que de los militares. Entonces mi yerno trató de ayudarlo, tenía que llevarlo a Santiago a casa de otra de mis hijas, pero finalmente no se atrevió y lo dejó solo en la estación de San Javier."

Durante un tiempo Héctor se ocultó en la casa de su hermana en Santiago, a ella la detuvieron los detectives de Linares cuando fue con sus hijas a Parral a ver a su madre.

El 9 ó 10 de diciembre se supo que habían ido a buscar a Héctor a Santiago, que el día 8 en la noche lo habían tomado los militares de la Escuela de Artillería y que lo habían trasladado directamente a Linares.

"En esos momentos el miedo era cosa viva, nadie estaba tranquilo y menos seguro, cualquiera acusaba sin ningún fundamento."

"Fui como tres veces a la Escuela de Artillería de Linares, hablé con el Capitán Lecaros, él siempre me lo negó. Sin embargo, Héctor fue visto por varios testigos cuando lo sometían a tortura."

María Isabel Beltrán Sánchez

Nació el 12 de mayo de 1952 en Santiago, tenía 21 años. Era viuda, tenía una hija. Era estudiante de Pedagogía en Música de la Universidad de Chile. Militante del Frente Estudiantil Revolucionario.

Creció en un hogar modesto donde sus dos padres eran trabajadores. Desde niña María Isabel debió cuidar a sus hermanos, ya que su madre trabajaba día y noche como Auxiliar en el Instituto de Neurocirugía. Inquieta y soñadora, pero muy responsable, en el colegio mostró su disconformidad con el sistema educacional y con lo rígido de sus reglas.

A los 18 años ingresó a la Universidad de Chile a estudiar Pedagogía en Música. Por sus inquietudes sociales se acercó a los pobladores y comenzó a participar en los procesos de cambio que se vivían en la década de los sesenta.

Los antecedentes sobre la vida y detención de María Isabel, los hemos obtenido del testimonio de su madre publicado en "Presos Políticos Desaparecidos en Chile", Casa de Chile, 1977-México. del libro "¿Dónde Están?' y del libro "¿Dónde Están?. Mujeres chilenas detenidas desaparecidas".

Cuando ingresó al Frente de Estudiantes Revolucionarios, FER, conoció a Javier Pacheco Monsalve, quien fue su compañero. De esta relación nació su hija Támara Isabel.

Fue una de las estudiantes que se ligó al campesinado en Linares, luego de haber participado en los trabajos voluntarios de verano. En esa actividad la sorprendió el Golpe Militar, se trasladó de inmediato a Santiago, preocupada por su compañero que era miembro del aparato de seguridad presidencial, GAP. Javier fue detenido el 6 de octubre de 1973 y fusilado esa misma noche en los cerros de Chena. Solamente 22 días después a María Isabel le entregaron el cadáver para proceder a su entierro.

El 18 de diciembre de 1973, a la una de la madrugada, unos veinte militares y civiles que no se identificaron, utilizando varios vehículos, llegaron a su domicilio. Fue detenida y trasladada a la Escuela de Artillería de Linares junto con Patricia Contreras Parías, una amiga de Linares que se alojaba en su casa en Santiago. .

Oriana Sánchez Romero, su madre, testimonió lo siguiente:

"El oficial que llegó a mi casa, preguntó por Patricia Contreras Parías, nos allanaron, registrando todas las dependencias. Uno de los militares se comportó grosero y violento con mi hijo de 11 años, porque lo miró cuando se echaba al bolsillo un objeto importado que tenía en la casa."

"Luego de dos horas de interrogatorio, el oficial me dijo que se llevaría a las dos niñas a la Escuela Militar: Que no me preocupara, que sería para un breve interrogatorio y que estarían de regreso al amanecer. Salieron sin permitir que se llevaran ropa adecuada."

"Al amanecer no regresaron, por lo que decidí ir a la Escuela Militar. Allí me dijeron que no habían sido ingresadas, que a lo mejor estarían en Investigaciones. Preocupada me fui a la Dirección de Investigaciones y tuve el mismo resultado. De ahí fui a la Cárcel de Mujeres, donde me respondieron con igual negativa. Ninguna de las dos niñas aparecía. Durante los días 19 y 20 de diciembre volví a estas instituciones sin obtener la más mínima información."

"El 20 de diciembre, a las seis de la tarde, cuando regresaba de la Cárcel de Mujeres, mi hijo me indicó que un jeep militar estaba detenido en la calle y que desde adentro María Isabel hacía señas. El vehículo estaba estacionado cerca de mi casa. Me acerqué, con emoción, pero un militar armado con metralleta se interpuso y me dijo que sólo podía hablar con mi hija si guardaba una distancia prudente. Le pregunté qué pasaba, que dónde la tenían, me dijo llorando: 'mamita, no me busques en Santiago, me tienen en la Escuela de Artillería de Linares'."

"Junto a mi hija viajaban en el jeep dos militares armados y tres hombres en calidad de detenidos. Mi niña mostraba evidentes signos de tortura. Su rostro tenía dos heridas grandes que le surcaban la mandíbula y el cuello. Eran heridas largas, como ocasionadas por un cuchillo y sangraban. Sus mejillas estaban moradas. En sus piernas también observé heridas. Llorando me dijo que 'la iban a matar'. Traté desesperadamente de tranquilizarla. En esa ocasión le entregué un bolso con efectos personales y alimentos, además de un chalón de lana. Por señas me despedí de mi hija."

La presencia de María Isabel en la Escuela de Artillería de Linares, fue confirmada a su madre el día 24 de diciembre, por un practicante de la propia Escuela, de apellido Ahumada, quien le traía un recado. En él, ella solicitaba a su madre el envío de ropa de cama y vestimenta.

El 26 de diciembre la señora Oriana viajó a Linares, a la Escuela de Artillería. Un oficial confirmó que María Isabel había estado en la enfermería:

"Me dijo que mi hija estaba incomunicada, pero que me permitiría enviarle sus efectos personales y un papel escrito. Al rato ella me contestó en otro papel. Me preguntaba por su hijita Támara, me pedía fotos de la niña y decía que la bautizara a la brevedad… volví a Santiago."

El 12 de enero de 1974 Oriana viajó de nuevo a Linares, no le permitieron entregar nada de lo que llevaba a su hija, pero en un momento en que solicitó permiso para ir al baño pudo verla:

"Estaba de pie, custodiada por dos militares armados con metralletas. Mi impulso fue acercarme a abrazarla, pero me lo impidieron. Sólo pude hablarle desde lejos. Mi hija estaba ansiosa, visiblemente emocionada, me preguntó por Támara, si la había bautizado. Se veía muy delgada y amarillenta, su cabello estaba cortado al rape en la parte superior de la cabeza. Luego me repitió lo que me había dicho en Santiago: 'mamita, van a matarme, pero nunca cuentes a Támara que he estado presa, dile cualquier cosa, pero que no sepa esto'. Los militares nos separaron. En silencio, caminando como desvanecida, abandoné el lugar."

"El 14 de enero, regresé a Linares. Me entrevisté con el Teniente de Carabineros Sergio Gallardo, miembro del SICAR (Servicio de Inteligencia de Carabineros), encargado de los detenidos de la Escuela de Artillería de Linares."

"Al preguntarle qué pasaba con mi hija, dónde estaba, me dijo que no estaba en la Escuela de Artillería y que no sabía nada de ella. Le insistí en que mi hija había estado allí, que la había visto con mis propios ojos e incluso que había hablado con ella. El me contestó que la Escuela era un recinto donde los prisioneros estaban un tiempo, mientras se les saca la verdad, y que luego eran trasladados a un lugar que él desconocía."

En Declaración Jurada ante Notario, Norma del Tránsito Monteemos Parra, chilena, soltera, detenida el día 11 de diciembre de 1973 y puesta en libertad algún tiempo después, da fe también de haberla visto en el Regimiento de Linares:

"Estando yo en la Casa Correccional de Linares, fui conducida a la Escuela de Artillería a principios de enero de 1974, para ser interrogada. Haciendo antesala en el recinto que ocupaba el personal de inteligencia, se encontraba María Isabel Beltrán Sánchez. Conversé brevemente con ella, mientras esperábamos. Yo declaré primero. Al salir, María Isabel aún estaba ahí."

Waldo Villalobos Moraga

Tenía 48 años al momento de su detención, sin militancia política. Fue detenido el 28 de diciembre de 1973 en la vía pública de Linares por una patrulla de carabineros. De él sólo tenemos los antecedentes entregados por la Comisión de Verdad y Reconciliación, la que señala:

"Fue conducido a la Cárcel Pública de la ciudad, registrándose su ingreso en los libros de ese recinto penal con fecha 24 de diciembre, y su supuesta salida el día 28 del mismo mes, a las 22:55 hrs., vale decir, en vigencia de toque de queda existente a la época. El afectado habría sido condenado a cuatro días de prisión por ebriedad. A pesar de la constancia de su supuesta libertad, consignada en el libro de detenidos del recinto carcelario, éste no regresó a su hogar, ignorándose a la fecha su suerte o paradero."

"Dado que su detención está acreditada y que desde la fecha en que estuvo en manos de sus aprehensores se pierde todo rastro de él; que existen elementos suficientes para tener por falsa la versión de que se encontraba ebrio al momento de su arresto: que resulta inverosímil que se libere a un detenido en horas de toque de queda y que la desaparición de detenidos fue una modalidad utilizada con frecuencia en esa zona durante 1973, esta Comisión ha llegado a la convicción que Waldo Villalobos fue víctima de una desaparición forzada por parte de agentes del Estado que violaron sus derechos humanos."

Guillermo del Canto Ramírez

Tenía 28 años, era ingeniero agrícola y trabajaba en Linares como funcionario de la CORA. Fue detenido los primeros días de enero de 1974 en San Bernardo.

Según antecedentes dados por antiguos militantes, Guillermo pertenecía al MIR y había venido desde Temuco a organizar el Partido en la zona. En esta provincia era conocido como Hugo García: incluso en los Bandos salió mencionado por este nombre.

Alfredo Nelson Paredes Celis, ex preso político, obrero, que fue sometido a proceso y luego expulsado a Bélgica, donde vive actualmente, relató que a Guillermo lo habían llevado a Tejas Verdes.

"El día 15 de enero, mientras me encontraba prisionero en ese recinto y me torturaban, escuché quejidos y gritos, al corrérseme la venda vi a Hugo García amarrado, desnudo, salvajemente torturado. Mientras lo amenazaban, le decían que se lo llevarían a Linares y así efectivamente lo hicieron."

No hemos logrado obtener mayores antecedentes sobre Guillermo.

Luis Rolando Tapia Concha

Nació el 1 de agosto de 1936 en Santiago. Era gasfiter y dirigente de la C.U.T. provincial. Su padre era constructor: por su trabajo llegó a vivir a Linares con su familia en 1962. Ese mismo año, Luis conoció a Solidia Leiva, ambos militaban en las Juventudes Comunistas de Linares. Tuvieron cinco hijos, la menor falleció en un accidente, 7 meses después de la desaparición de su padre.

Solidia testimonió:

"En 1972 Luis comenzó a trabajaren la CORA de Linares, en donde estuvo hasta marzo de 1974. Después se desempeñó como maestro chasquilla, principalmente como gasfiter."

"Medía un metro setenta, tenía pelo crespo, era delgado, de ojos verdes, con cara de gitano, así le decían sus amigos, no era buen deportista pero le gustaba formar equipos de fútbol, como una manera de organizar a la gente. Era divertido verlo correr, con sus pies planos, siempre nos causaba risa. Tenía una mirada muy penetrante, profunda, era cauteloso y observador, siempre escuchaba a la gente antes de decir algo. Hablaba poco, pero cuando lo hacía hablaba bien. Tenía muchos amigos, en la ciudad era muy conocido."

Solidia nos relató los acontecimientos de aquellos días:

"… el 20 de abril de 1974, aproximadamente a las siete de la tarde, llegaron a la casa dos vehículos, una camioneta roja. techo blanco, de doble cabina, y una citroneta. De ellos descendieron diez militares vestidos de civil. Entraron en la casa, obligaron a Luis a ponerse contra una pared: después de un momento lo tomaron de los brazos, lo sacaron y lo metieron dentro de la citroneta. Algunos se quedaron registrando la casa, como no encontraron nada, se fueron. Esa misma noche, a las diez, volvieron a allanarnos, entraron pateando la puerta, la hicieron pedazos. Se fueron pero pasaron a la casa del lado y se llevaron detenido al vecino, don Pedro Figueroa."

"A las dos de la mañana, volvieron los mismos tipos, pero vestidos con uniformes militares. Traían a Luis y al vecino, frente a la casa los hicieron cavar un sinnúmero de
pozos en donde, supuestamente, había armas. En un momento, don Pedro le preguntó a Luis: '¿por qué me metió en esto?', Luis le dijo a los militares que él no tenía nada que ver, refiriéndose al vecino. En ese momento, le dispararon a mi marido muy cerca de la cabeza, con lo que le reventaron los tímpanos, comenzando a desangrarse. La excavación continuó hasta que decidieron que allí no había nada, y se fueron."

Gilberto Alegría también nos entregó antecedentes:

"Yo era simpatizante del Partido Socialista, fui detenido el 20 de abril de 1974 y liberado el 17 de septiembre del mismo año. Al llegar a la Escuela de Artillería de Linares, me introdujeron en un cine que había adentro de la Escuela, allí fui torturado. Me golpeaban y me hacían falsos fusilamientos: en un momento perdí el conocimiento, comenzaron a hacerme masajes cardíacos. Después me entraron debajo del escenario del cine; allí, en una camilla de fierro tenían a Luis Tapia. Lo estaban torturando, le abrían la camisa y le bajaban los pantalones, le ponían corriente en los testículos. Yo, sentado en la galería, miraba como lo torturaban. Angustiado, inmóvil, no me atrevía ni a moverme. A Tapia le gritaban que era Tupamaro, que pertenecía al Ejército Revolucionario Argentino. Tapia sólo gritaba.

"Esa fue la única vez que lo vi, me sacaron del cine, y de allí ya no lo vi más."

En una Declaración Jurada, Gilberto Alegría señala, además, que uno de los militares que torturó a Luis se llamaba Antonio Aguilar.

Una semana después volvieron a allanar la casa.

"Esta vez acordonaron todo el sector, andaban militares y alemanes, entraron con motosierras, destrozaron el suelo, las paredes, el cielo y el techo. Quedó inhabitable. Con maquinaria pesada excavaron el patio y varios sectores vecinos. Nuevamente no encontraron nada", nos relató Solidia.

La última semana de abril de 1974, Solidia recibió una citación para que se presentara a declarar a la Escuela de Artillería. Esta citación venía firmada por un Capitán de apellido Romero, a quien reconoció como la persona que dirigió el allanamiento que destrozó su casa. En el interrogatorio a que se le sometió, se insistía en preguntarle por un supuesto embarque de armas de procedencia soviética, las que habrían sido compradas y ocultadas por su esposo. Ella desconoció esta acusación y le respondió al Capitán: "con qué plata va a andar comprando armas, no sabe que está cesante, y además, aunque tuviera plata, yo lo veo todo el día y nunca ha andado en esas cosas." E insistía en saber del paradero de su compañero. En ese momento el Capitán Romero le convidenció a doña Solidia que su esposo se había escapado de la Escuela de Artillería. Al finalizar la entrevista, el oficial le dijo: "trabaje tranquila, para que sus hijos puedan crecer."

Los dos ejecutados

Dos hombres murieron ejecutados en Linares. El primero, bajo la figura de 'Ley de Fuga', Bernardo Querubín Cuevas Parra.

Los datos que tenemos sobre él los hemos obtenido de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Linares, del Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación y, especialmente, de una Declaración Jurada hecha ante Notario por su viuda, Susana Elisa Martínez Tapia, recién el 24 de octubre de 1990.

Bernardo Querubín tenía 38 años. Era profesor, agente de la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, en Linares y militante del Partido Comunista.

El día del Golpe Militar Bernardo, preocupado por lo que podía suceder, abandonó la ciudad de Parral, donde vivía con su esposa y sus dos hijas. El 13 de septiembre, Susana Elisa fue detenida por personal militar, subida a un jeep y, apuntada con metralletas, paseada por todas las calles de la ciudad. En la plaza, fue obligada a caminar por ella para mostrarse. Finalmente, fue conducida a pié a la Comisaría y más tarde a la Cárcel. Por radio comunicaban reiteradamente su detención y la de sus dos hijas, de once y doce años.

Frente a esta situación. Bernardo no vaciló en entregarse a carabineros, quienes lo trasladaron a la Comisaría de Parral, donde numerosos testigos aseguran que ahí fue brutalmente golpeado.

Posteriormente fue trasladado, "casi muerto", a la Comisaría de Linares. Su esposa fue liberada recién a los siete días, luego de haber sido interrogada insistentemente sobre las actividades de su marido, las de ella y el "Plan Zeta". Bernardo quedó detenido en la Cárcel de Linares. Allí su esposa lo visitó en varias oportunidades, comprobando frecuentemente los castigos a que era sometido. Sin embargo, él nunca le comentó nada.

La última vez que lo vio fue el día 3 de enero de 1974:

"Ese día él me pidió algunas cosas, cuando se las llevé me contestaron que ya no estaba, que había sido trasladado a la Escuela de Artillería de Linares. Allá me lo negaron."

Al día siguiente estaba muerto.

De acuerdo a la información oficial, fue llevado a las inmediaciones de la Carretera Panamericana Sur, cerca de Linares, para efectuar una reconstitución de escena en el Proceso No 18-73. Allí habría intentado fugarse, a consecuencia de lo cual el personal a cargo de su custodia se vio en la necesidad de hacer fuego, ultimándolo a tiros para lograr su objetivo.

El Certificado de Defunción señala: "Herida a bala, tóraco-abdominal complicada, con lesión visceral. Disparo de arma de fuego."

La Comisión de Verdad y Reconciliación, al considerar este caso con convicción, escribe:

"Cabe destacar que el detenido padecía de una úlcera y había sido objeto de tortura encontrándose en lamentables condiciones físicas, lo que hace poco verosímil que haya intentado escapar. Pero aún si así hubiese sido, nada justifica que para detener a una persona desarmada, personal armado y entrenado tuviese que darle muerte."

Su esposa nos relato que luego de la muerte de Bernardo:

"Yo soy profesora, después de estos hechos me trasladaron a la Escuela de Copihue. Me vigilaban constantemente, me seguían. En las noches tiraban balas al aire al lado de mi dormitorio. Finalmente, en 1979, me trasladaron a trabajar a la ciudad de Parral. Todavía en esa época era objeto de vigilancia.

Waldo Cesar Alfaro Retamal

Era enfermero y trabajaba en el Hospital Base de Linares, junto a su esposa, que también era funcionaría de ese Hospital. Era militante del Partido Socialista. Tenía 3 hijos, y al momento de su muerte, su esposa estaba embarazada. Es Isolina quien nos ha entregado los antecedentes.

La casa de Waldo ya había sido allanada después del Golpe, y él detenido por algunas horas. Fue destituido de su cargo de Jefe de Pabellón de Cirugía, por las nuevas autoridades médicas nombradas por los militares.

En junio de 1974, mientras la familia tomaba onces tranquilamente en su domicilio inesperadamente golpearon a la puerta.

"Son los militares -le dije, él no me creyó y fue a abrir. Eran ellos. Venían a buscar a Waldo para completar algunos informes, según dijeron. Se lo llevaron y yo nunca más lo vi con vida. Sólo su cuerpo en la morgue, con una sola herida a la altura de la arteria femoral."

"El director del hospital me contó lo que sería la 'historia oficial' de la muerte de Waldo. El día de su detención, habría logrado ocultar una hoja de bisturí en la boca y allí la retuvo hasta el día siguiente en la tarde, aprovechando que quedó solo en una celda, se cono la arteria femoral, muriendo por anemia aguda. Yo no podía creerlo."

Isolina entregó su testimonio a la Comisión de Verdad y Reconciliación. Sin embargo el caso de Waldo quedó sin convicción. Ella nos ha dicho que no se resignará ante esta injusticia. Está segura que Waldo "no era de los que se suicidaban".

 

Notas

Bajo el título "EXTREMISTAS BUSCADOS EN LA PROVINCIA DE LINARES -UBICAR Y DETENER A LAS SIGUIENTES PERSONAS-: el día 18 de octubre de 1973 El Heraldo presentó el siguiente listado:

"1. Pedro A. Pérez Ramírez, ex Regidor de Colbún, ex Secretario General de la CUT Linares. Huye con explosivos.
2. Anselmo Cancino Aravena, dirigente del MIR. Huye armado y con abundante munición.
3. Erick Zagal Venegas, funcionario de CORA, dirigente del MIR. Huye armado y con munición.
4. Horacio Bascuñán Mora, funcionario de la Municipalidad de Linares, miembro del PC con conexiones con el MIR. Huye con armas y planos de residencias de Linares.
5. Jaime Cárdenas Aguirre, Jefe de INDAP. Huye con armas y es autor de malversación de fondos fiscales.
6. Alejandro Bell Jara, ex Diputado de Linares. Huye con armas y explosivos.
7. Eduardo Aravena Cortés. Ex administrador de IANSA. Dirigente del PC. Huye con armas, explosivos y abundante munición, se hace acompañar de una dama.
8. Hugo García, dirigente máximo del MIR. Huye con armas y abundante munición.
9. Jorge Barrera Solovera, GAP. Huye armado.
10. Luis Ramón Contreras Parada, instructor de guerrillas. Huye con armas y explosivos.
11. Gonzalo Rojas, dirección de aguas. Activista del Partido Socialista. Huye armado.
12. Samuel Tapia Burgos, instructor de guerrillas. Huye con armas y explosivos.
13. Oscar Gutiérrez Martínez. Instructor de guerrillas. Huye con armas y gran cantidad de explosivos.
14. Arturo Riveros Blanco. Extremista, huye con armas y explosivos.
15. Jorge Rene Elgueta Muñoz, dirigente del MIR. Huye con armas y explosivos."

Notas:

1. Juan Ayala, Presidente del Sindicato Campesino Comunal Aguirre Cerda de Villa Alegre en 1973. Ex-prisionero político, con importantes secuelas de tortura en la actualidad.

2. Ex-prisionera política en la Escuela de Artillería de Linares, testigo de la detención y tortura de Alejandro Mella.

3. Ex-prisionero político, ex-regidor por Linares, militante del Partido Socialista.

4. Central Unica de Trabajadores.


La exposición de Mery ante la Comisión de la Cámara

Fuente :elmostrador.cl, 30 de Julio 2003

Categoría : Prensa

"Vale la pena destacar que hasta ahora ningún preso que haya estado detenido en la Escuela de Artillería de Linares, cuyo número según sus propias estimaciones alcanzó alrededor de 300, me ha acusado directamente que yo, el detective Mery, le haya aplicado torturas. Por el contrario, hay varios testimonios referidos a mi trato humanitario", continúa el texto.

Catorce páginas -con trece incisos- tiene la presentación por escrito que hizo hoy ante la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, el director de Investigaciones Nelson Mery y que revela en exclusiva El Mostrador.cl

Mery comienza señalando que entrega este información a raíz del oficio 202-03, fechado el pasado 22 de julio, le envió está instancia.

Inicia su relato señalando que el día 11 de septiembre de 1973 se desempeñaba como detective de la comisaría de investigaciones de Linares.

"Recuerdo que al día siguiente del Golpe, el comisario señor Hernández fue llamado por el jefe de plaza, coronel Gabriel del Río, quien le reprendió severamente por no haberse presentado ante la autoridad militar el mismo 11 y agregó que se ordenó que nombrara un enlace con la jefatura de plaza. Además de designar otros detectives para colaborar con la autoridad militar", inicia el relato Mery.

El director de investigaciones señala que le representó a su superior que era "el menos indicado APRA el cargo, ya que se sabía que yo había votado por el doctor Salvador Allende".

A renglón seguido, destaca que su jefe le comentó que lo había elegido por ser el más correcto y también le preocupaba que un detective bajo su mando era casado con una militante del Partido Socialista.

Reconoce que ocupó el cargo de interrogador entre el 12 de septiembre al 28 de diciembre de 1973. Sin embargo asegura que "insistí en varias oportunidades en regresar a la unidad policial, lo que fue rechazado reiteradamente por la jefatura de plaza".

Artillería pesada
Mery relata que el 12 de septiembre del 73 fue puesto a disposición del departamento segundo de inteligencia que estaba a cargo del mayor Jorge Zincke, "quien el señaló que debía tomar declaraciones a los detenidos ya que estos eran muchos".

"Me llamó al atención que se refiere a ellos como prisioneros, lenguaje que utilizaban los militares con la sola variación de señalarlos como prisioneros políticos o de guerra", escribió.

Continúa relatando algunos hechos anómalos posteriores al Golpe: "al cumplir esta misión me percaté que había varios detenidos por toque de queda por sospecha, o por tener el pelo largo. Recuerdo a uno que estaba por llamarse Fidel, y era un campesinos que había echado abajo un árbol, pasando a llevar con sus ramas un cable telefónico del reten de Carabineros de Putagan, y en consecuencia había sido implicado en el Plan Z, otros por mofarse de la junta, en circunstancias que se referían a la junta de vecinos del sector rural llamado Coironal…", detalla.

En todo caso, Mery asegura que siempre dio un "trato justo y digno, como fue siempre mi proceder como detective, antes y después del golpe".

"Vale la pena destacar que hasta ahora ningún preso que haya estado detenido en la Escuela de Artillería de Linares , cuyo número según sus propias esytimaciones alcanzó alrededor de 300, me ha acusado directamente que yo, el detective Mery, le haya aplicado torturas. Por el contrario, hay varios testimonios referidos a mi trato humanitario", sigue.

Mery insiste en que pese a haber actuado como interrogador "me preocupé de avisarle a los familiares de detenidos la situación en que éstos se encontraban". "También logré impedir la tortura en varios de ellos…como ya lo ha reconocido el alcalde de Linares Carlos Villalobos", precisa.

Detención de Patricia Contreras
Respecto a este punto, Mery señala que el 18 de diciembre de 1973, la inteligencia militar de Linares, "por razones que aún ignoro, me interrogó para establecer si conocía Patricia Contreras Farías".

"Pese a estar extrañado por la forma de preguntar, así lo reconocí, por que era efectivo. Se trataban de una joven militante socialista. Entonces me ordenaron que viajara a Santiago de inmediato para detenerla, sin precisarme ni domicilio ni lugar. Viajé a Santiago en un jeep del Ejército junto a un grupo de militares, dándome cuenta de que ellos conocían el domicilio, ubicado en calle Cienfuegos, al cual ingresé a las 18 horas junto a varios militares al mando del hoy general, el entonces capitán Humberto Julio, hoy procesado por mis declaraciones", explica.

"En ese domicilio cumplí la orden de detener a Patricia Contreras y los militares, por razones que ellos deben explicar, detuvieron a María Isabel Beltrán (hoy desaparecida), hija de la dueña de casa. Durante esa detención, la madre de María Isabel me solicitó el nombre el que le dí completo y, tal como ha sido siempre mi proceder. Sin embargo los militares se negaron a dárselo", continúa.

Señaló que tanto Contreras como Beltrán quedaron a disposición de la Inteligencia Militar. "Sobre ambas detenciones fui interrogado por el ministro en visita Alejandro Solís, a quien no obstante investigaba secuestros, le señalé los nombres y grados de quienes torturaron a Patricia Contreras", dice.

"Impasse" con la inteligencia militar
Sigue en su declaración ante la Cámara que en el verano de 1974, cuando los militares estaban a punto de realizar un consejo de guerra a Patricia Contreras, le llamaron para que le tomara declaración, ya que ésta faltaba.

Mery señala que le explicó a los militares que la mujer había quedado a disposición de la Sección Segunda y que ignoraba si se había realizado el trámite indagatorio, "ya que había estado ausente el 25 de diciembre por enfermedad".

Insiste en que debió concurrir obligatoriamente hasta la Escuela de Artillería y llevar a efecto el trámite. En esa ocasión Contreras le dijo que había sido torturada por militares y los detectives de San Javier, quienes están procesados por el ministro Solís en la actualidad.

"Luego de tranquilizarla, le tomé una nueva declaración, esta vez exponiendo lo que ella libre y espontáneamente ella me declaró, en una versión que obviamente resultó distinta a la que le tomaron bajo tortura…", precisa.

Tras esta declaración, que Mery asegura no saber si fue puesta a disposición del Departamento Segundo de Inteligencia, Contreras fue derivada a la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor.

Hombres de Negro
En la página 5 del documento, Mery relata el impasse que tuvo con dos "delegados del gobierno" que llegaron a "preguntarle" si había ayudado a Patricia Contreras.

"En lo principal mi respuesta fue que si el creía que el hecho de no haberla flagelado podía ser interpretado como una ayuda, póngale que la ayudé entonces", redactó.

Meses más tarde Mery se encotró con Patricia Contreras en el centro de Linares con los enviados del gobierno militar, a lo que ella le indicó que "sospechaba que una de las detenidas o una monja podría haber filtrado la información, lo que originó el interrogatorio de los delegados del gobierno".


La costilla perdida de Sergio Fernández: Una historia de violencia institucional

Fuente :eldesconcierto.cl, 4 de Abril 2023

Categoría : Prensa

Un hombre encuentra una osamenta, la entrega al Servicio Médico Legal y luego muere en extrañas circunstancias. El hijo de un detenido desaparecido lo releva en la búsqueda, descubriendo que la pieza está perdida, pero que existe casi un centenar de cajas con fragmentos jamás periciados. Una historia sobre la búsqueda de la verdad y la violencia institucional en materia de derechos humanos.

-Te tengo que contar algo- dijo Anselmo y luego colgó el teléfono.

Sergio llegó en su taxi 10 minutos después y ambos se perdieron en las calles de Linares sin rumbo fijo. Tras varias vueltas, el auto se detuvo en una calle apartada y oscura. Por fin habían encontrado un lugar tranquilo para conversar. Fue a fines agosto del año 2004.

Anselmo le contó que había accedido a las declaraciones del cuaderno reservado en la Operación Retiro de Televisores, orden entregada por Pinochet a través de criptogramas, para desenterrar los cadáveres de ejecutados políticos en recintos militares y hacerlos desaparecer sin dejar rastro. Exhumaciones que habrían sido realizadas entre los años 1978 y 1979.

También le comentó a Sergio que había conversado con la viuda de Jorge Yañez, jefe del MIR en Cauquenes, porque sentía que era un deber moral contarle lo que había sucedido con los restos de su esposo. Luego agarró unas hojas del expediente y comenzó a leer en voz alta relatos sobre exhumaciones y quema de cuerpos.

“Al cavar no más de un metro apareció un cadáver…un Comandante de Apellido Reyes ordenó que prendieran fuego con petróleo a las osamentas que nosotros habíamos encontrado y las incineraron. Terminada la incineración, no quedó rastro alguno”, leyó Anselmo.

Sergio escuchó en silencio y encendió un cigarrillo.

-¡Lo logramos!- gritó de repente, intentando sintetizar todos los años recorriendo cerros, ríos y quebradas, en busca de algún vestigio que permitiera identificar a sus compañeros muertos.

Anselmo le agradeció su ayuda incondicional y reparó en que su amigo había vuelto a fumar. Estaba en silencio, ensimismado, nervioso.

-Me van a matar, Anselmo- soltó con voz entrecortada.

Anselmo trató de calmarlo y atribuyó todo a un cuadro de estrés. Incluso le ofreció llevarlo a Santiago a vivir con él, intentando aplacar su angustia.

-Tengo gente de punto fijo afuera de mi casa- insistió Sergio. Nunca van a perdonar lo que hicimos en el polígono.

Como si se fuera el último anhelo de un condenado a muerte, le pidió un último favor a Anselmo antes de marcharse.

-La costilla, no te olvides de la costilla- le dijo.

******

Sergio siempre iba y volvía. Así lo recuerda Anselmo desde la primera vez que lo vio, en un cumpleaños suyo, cargando un balancín de mimbre con forma de pato, construido por los presos políticos amigos de su padre. “Siempre me llegaban regalos de la cárcel”, recuerda.

Su madre, Silvia Sepúlveda, nunca le ocultó la verdad. Supo desde niño que su padre, Anselmo Cancino Aravena, dirigente del Movimiento Campesino Revolucionario en tiempos de la Unidad Popular, había sido detenido el 8 de diciembre de 1973, luego trasladado a la Escuela de Artillería de Linares y ejecutado pocos días después en el mismo recinto. Hecho acreditado por el ministro de fuero, Alejandro Solís, en una condena del año 1998, invocando la carta internacional de crímenes de lesa humanidad.

Tampoco Silvia le ocultó que ella, exdirigenta de la Juventud Obrera Cristiana, fue apresada y torturada en el mismo lugar donde habían trasladado a su padre. No sólo eso, le dijo que la detuvieron estando embarazada y que él había nacido en cautiverio.

-Hizo todo lo posible para que yo naciera: mantenerse firme y aguantar la tortura. Fue muy valiente. Los milicos la amenazaban con matarla, o si no, cuando grande, el niño podía ser un bandido igual que su padre.

Anselmo Cancino Sepúlveda nació el 11 de abril de 1974, rodeado de militares armados en la sala de parto del hospital de Linares. El equipo de salud, preocupado por el bienestar de Silvia, prolongó su estadía para que pudiera recuperarse. De ahí la trasladaron a la Cárcel de mujeres Buen Pastor de Linares, hasta que un consejo de guerra decretó su libertad después de 16 meses de encierro.

La vida afuera no fue fácil. Gracias a sutiles redes de apoyo, Silvia y su hijo llegaron a vivir a Peñuelas, un sector boscoso ubicado entre Linares y San Javier. Allí Anselmo conoció a Sergio Fernández, un tipo crespo, delgado y de nariz aguileña, que había sido compañero de su padre en el MIR previo al golpe de Estado de 1973.

Aunque ambos evitaban hablar del líder campesino desaparecido en dictadura, desarrollaron un vínculo especial que empezó a tejerse a partir de inesperadas visitas. Una relación afectuosa que se fue consolidando en el tiempo y se afianzó cuando Anselmo se fue a estudiar a Linares.

-Yo salí elegido presidente del Centro de Alumnos y ahí empezamos a hablar más de política, sobre el MIR y la historia de mi padre- recuerda. Después empecé a ir al campo a hablar con los campesinos que lo conocieron, intentando reconstruir su historia.

Luego de egresar del liceo, Anselmo estudió servicio social y comenzó a trabajar en Sarmiento, un pueblo rural cercano a Linares. Lo último que sabía de Sergio era que se había comprado un furgón y vendía “matute” en pueblos perdidos. Lugares remotos donde escuchaba historias y recopilaba datos sobre desaparecidos. Fue en el mismo periodo, a comienzos del año 2000, que volvió a tener noticias de él.

–Anselmo, tenemos que hablar– le dijo por teléfono. Hay un campesino que tiene información de dónde fue asesinado tu papá y quiere conversar contigo.

Al otro día, a primera hora, Anselmo viajó a Linares.

******

Los perros llegaron con extremidades en sus hocicos. Pedazos de manos y articulaciones. La escena espantó a los campesinos quienes decidieron sacrificar a los animales, por respeto a los muertos, y a esa historia que circulaba sobre fusilamientos en el predio vecino, el Polígono de Tiro General Bari, ubicado camino a las termas de Panimávida, a unos 12 kilómetros al oriente de Linares.

El campesino contó a Sergio y Anselmo que habían escuchado disparos, en una quebrada contigua, donde los inquilinos del fundo solían ir a cazar conejos. La tesis parecía lógica: los cuerpos no estaban lo suficientemente profundos y los perros escarbaron hasta desenterrarlos. Todo esto habría sucedido a comienzo del año 1974.

-Fue terrorífico- explicó el campesino, cuya identidad Anselmo prometió resguardar.

Algunos inquilinos se atrevieron a ir al lugar, descubriendo varias depresiones en el piso. Le decían las tumbas y estaban en una quebrada plagada de rosa mosqueta. El campesino no acudió aquella vez, pero tuvo la oportunidad de hacerlo varios años más tarde.

Una vez su hija se enfermó y solicitó a los militares atravesar el polígono para ir a buscarla. En el trayecto detuvo el vehículo en el sector donde los perros habían escarbado. “Ahora o nunca”, pensó. Y luego bajó hasta ver, “con sus propios ojos”, lo que otros le habían contado. “Era la típica imagen cuando los cuerpos ceden y van dejando una especie de olla en la tierra”, explicó.

Anselmo pidió una hoja para hacer un croquis y empezó a trazar diversos hitos sobre el papel en blanco. Dimensionó las distancias, las señales del camino, el portón de ingreso, unas viejas casas de adobe y un estero que bordeaba el polígono. Al final del sendero, a un costado de la quebrada, estarían “las tumbas”.

Antes de marcharse, le preguntó al campesino si estaba dispuesto a entregar su testimonio en calidad de confesión al Obispo Carlos Camus, emblemático sacerdote defensor de los derechos humanos y fundador del Comité Pro Paz. El inquilino, testigo de las atrocidades ocurridas en el campo de tiro, aceptó aduciendo su condición de cristiano.

Esa misma noche, horas más tarde, Anselmo y Sergio partieron rumbo al polígono.

******

Sergio pasó a buscarlo a las 5 de la mañana. Apenas alcanzó a echar una botella de agua y una cámara fotográfica en la mochila. De ahí enfilaron hacia la precordillera, pasando cada hito que habían marcado en el mapa. Uno tras otro, meticulosamente.

-Seguimos un kilómetro y medio más allá del polígono, como cualquier hijo de vecino. Dejamos el auto al borde del camino y empezamos a caminar- recuerda Anselmo.

El ritmo lo impuso Sergio, quien ordenaba detenerse cada 15 minutos para poder hidratarse. Su experiencia como andinista y fundador de clubes de montaña, fue crucial para adentrarse entre zarzamoras, lodazales, bosques y esteros. Anselmo no podía entender esa parsimonia cuando estaban a punto de ingresar clandestinamente a un recinto militar. Aunque con el tiempo logró entenderlo.

-Lo hacía para calmar mi ansiedad. Toma agua y respira, me decía a cada rato.

Al cabo de tres horas, poco antes del amanecer, ingresaron a una zona boscosa al interior del polígono. Una suerte de barrera natural conocida como la quebrada de las rosas, el lugar indicado por el campesino, donde los perros habrían desenterrado parte de los cadáveres. “Las tumbas”, como le llamaban.

Anselmo aprovechó de tomar fotografías, intentando captar las torres de vigilancia y las hendiduras en el piso. Se extendió en una de ellas, incluso, intentando demostrar que podían contener un cuerpo humano. Sergio le tomó una fotografía y luego guardaron silencio.

En ese momento Anselmo recordó el testimonio de un expreso político, sobre los últimos días de su padre, donde lo describe atado de pies y manos con una cadena amarrada al cuello. “Por la forma en que lo tienen da la impresión que los servicios de seguridad han capturado a una terrible fiera”, dice un fragmento aparecido de un libro que reúne relatos de sobrevivientes a la tortura en la región del Maule.

De pronto Anselmo rompe el mutismo y pregunta: ¿Por qué no trajimos palas?.

Sergio lo mira y le recrimina: “porque no me lo dijiste antes”.

En verdad, no había tiempo para nada más. Estaba amaneciendo. Los perros empezaron a ladrar y el recinto comenzó a agitarse lentamente. “Cálmate, respira”, insistía Sergio.

Antes de marcharse, Anselmo recogió un helecho que estaba al borde de la fosa y lo guardó en la mochila. Al llegar a casa lo puso en un tarro y le echó agua.

Un par de días después viajó a Santiago a reunirse con el Juez Juan Guzmán, quien recién habría logrado procesar a Pinochet por crímenes de lesa humanidad. Cuando le contó que había ingresado a un recinto militar, el juez le hizo prometer que nunca más lo haría y que con los antecedentes aportados abriría un capítulo sobre Linares en la investigación que llevaba por la “Caravana de la Muerte”.

-Nos dimos la mano. Fue un pacto- dice Anselmo.

******

-Usted facilita que el juez Guzmán se constituya en el lugar y haga los trabajos de investigación que corresponde o decimos que el Ejército y las instituciones públicas están coludidas para ocultar el destino final de nuestro familiar- dijo Anselmo en tono amenazante.

Estaba en una reunión junto a un general de Ejército y la vicepresidenta de la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura, María Luisa Sepúlveda, contando lo que Sergio le había confesado hace unos días atrás: que el terreno en la quebrada las rosas había sido removido y que era necesario intervenir de inmediato.

Al otro día, llaman a Anselmo del departamento V de la PDI, el emblemático grupo de investigadores creados por el juez Guzmán especializado en Derechos Humanos, avisándole que los habían autorizados para entrar al polígono de tiro. Era primera vez que un juez ordinario se constituía en un recinto militar.

-Fue todo rapidísimo, una gestión de alto nivel, para evitar un escándalo desde el punto de vista político- rememora.

La caravana de al menos 8 vehículos, compuesto por peritos, botánicos, geólogos, antropólogos y arqueólogos, partió a Linares el lunes 17 de diciembre de 2001. En el polígono General Bari los recibió el Comandante Urrejola, fiscal militar encargado de atender los requerimientos del procedimiento encabezado por el Juez Guzmán Tapia.

Lo primero que hizo el oficial fue solicitar a un subalterno un mapa del recinto y extenderlo sobre el capó de un jeep militar. “Estas son todas las hectáreas del recinto, usted dirá por donde empezamos, magistrado”, dijo.

El juez Guzmán le respondió que venía con un testigo y llamó a Anselmo que se encontraba un par de metros atrás. El asistente social sacó el viejo mapa que había dibujado con el campesino y lo desplegó sobre la cartografía del militar.

–Ah, un croquis– dijo él, mirando con desdén el dibujo.

Anselmo le explicó que para poder llegar al lugar, tenía que emprender el mismo camino que había realizado la primera vez. Fue así como encabezó un recorrido de varios kilómetros, atravesando un paisaje que el turismo local ha bautizado hoy como la “Patagonia del Maule”.

El juez Guzmán, de impecable terno, atravesó alambradas, zarzamoras y hasta un estero. “Se arremangó los pantalones, se sacó los calcetines, los introdujo en sus zapatos y cruzó el río. Nunca se quejó de nada”.

Apenas identificó el lugar donde se encontraban las fosas, Anselmo comprobó, tal como le comentó Sergio, que el espacio había sido intervenido. Árboles cortados arrojados al lugar sin razón aparente, cubriendo las depresiones que habían dejado los trabajos de exhumación en la Operación Retiro de Televisores.

El equipo interdisciplinario se desplegó en el terreno, cercando el espacio con cintas amarillas. Luego ingresó un geólogo con un chuzo, lo levantó y lo dejó caer sin aplicar ningún tipo de fuerza. La herramienta se enterró varios centímetros en la tierra. “Removieron el lugar”, fue la conclusión del experto.

Mientras los trabajos avanzaban, Anselmo recordó que existía otro lugar que no logró identificar, pero que cuando ingresó con Sergio le pareció muy sospechoso. Como no pudo encontrarlo, le pidió al Juez Guzmán si podía venir otro testigo. El abogado aceptó y en menos de 15 minutos, como era su costumbre, Sergio Fernández apareció en el lugar.

-Ah, el joven no andaba sólo- masculló un militar entremedio. Luego comentó al grupo que era “el baqueano”, apuntando al recién llegado como el verdadero conocedor de la ruta.

Anselmo todavía se recrimina por haberlo llamado. “Terminé exponiéndolo”, dice.

******

“Mataron a Sergio”,  fue lo único que escuchó cuando su madre lo llamó para informarle. Anselmo iba en una micro rumbo al trabajo y quedó tan impactado que tuvo que cortar la llamada. “Sentí una súbita sensación de irrealidad”, cuenta.

-Fue terrible, llegué a mi trabajo en el ministerio de Salud, me senté en el escritorio y tuve un ataque de locura. Esto no está sucediendo, pensaba, mientras lanzaba las carpetas del escritorio por toda la oficina.

La prensa informó que un ex preso político del régimen militar había sido encontrado muerto, con una herida de bala en la nuca, al interior de un taxi en Linares, la noche del 23 de septiembre de 2004.

Teobaldo Peña, presidente de la Agrupación de ex Presos Políticos de Linares, aseguró en El Mercurio que el taxista tenía en su poder 30 mil pesos y que no le habían sacado “la radio del auto, el teléfono celular, ni ningún elemento personal ni del vehículo”.

Sin expresarlo directamente, pero dejando entrever el contexto, Peña agregó que Fernández había declarado varias veces en contra del exjefe de la Policía de Investigaciones, Nelson Mery, por su eventual participación en violaciones a los derechos humanos en la Escuela de Artillería de Linares.

A diferencia de otras regiones del país, el grupo operativo en Linares estaba compuesto por miembros del Ejército, Carabineros y la Policía de Investigaciones. “Ellos se desplazan como unidad en toda la región, de mar a cordillera, actuando codo a codo en las sesiones de tortura, siendo el Ejército siempre la columna vertebral”, explica el abogado Hiram Villagra.

La muerte de “Condorito”, como conocían a Sergio en Linares, dejó una estela de incertidumbre. No sólo por haber participado activamente en la búsqueda de detenidos desaparecidos y haber declarado en contra de una exautoridad de la PDI, sino por el destino de los asesinos confesos de su crimen: uno habría fallecido en una riña en la cárcel y el otro se fugó sin lograr ser recapturado.

Para Belarmino Sepúlveda, la muerte de su compañero en el politécnico de Linares, fue un crimen por encargo. Asegura que poco después del asesinato, los diarios regionales dieron cuenta que el arma involucrada era de un uniformado que no dio cuenta a sus superiores del extravío. “A Sergio lo mataron porque andaba averiguando sobre sus compañeros desaparecidos, nunca dejó de buscarlos”.

Pese a no poder acreditarlo “objetivamente”, Anselmo comparte la tesis de Belarmino. “Para mí fue una ejecución, a Sergio lo mataron con alevosía y premeditación, ¿qué delincuente asesina y sale arrancando, cuando su móvil es robar? Siento que aquí hubo fuerzas oscuras, conectadas con la institucionalidad, que decidieron profundizar en la política del silencio y guardar todo bajo la alfombra”.

La muerte de su amigo y compañero de su padre, no sólo caló con fuerza en el ánimo de Anselmo, sino que revivió una vieja deuda que tenía con él. Otra promesa más en su lucha infatigable contra la impunidad: seguirle la pista a una osamenta encontrada por Sergio cerca del polígono de tiro. Una costilla. La costilla de Sergio.

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El 8 de noviembre de 2019, Anselmo decidió enviar una solicitud de transparencia, dirigida a las autoridades del Servicio Médico legal, donde pedía información sobre una pieza ósea entregada a la abogada del Programa de Derechos Humanos en la región del Maule, Loreto Meza, por parte del expreso político Sergio Fernández.

Anselmo retomó de esta forma la “posta” encargada por su amigo antes de morir. Cuenta que fue a hablar con la funcionaria involucrada y que esta le contó que había entregado la costilla al Servicio Médico Legal y que terminó extraviada al interior del organismo. “Mentira o verdad, esa fue su respuesta”, cuenta Anselmo.

-Es muy probable que si no tenían protocolos, registros ni recursos, la pieza simplemente se les perdió. O sea, el despelote mismo. La expresión máxima de la falta de voluntad y de compromiso de parte de la institucionalidad en materia de derechos humanos.

Once días más tarde, Anselmo recibió la respuesta oficial del entonces Director del Servicio Médico Legal, Jorge Rubio Kinast, señalando que no tenía antecedentes sobre el caso consultado, pero sí respecto a 89 cajas con restos óseos provenientes de la Facultad de Medicina Legal de la Universidad de Chile, donde figuraba un material rotulado como “Escuela de Artillería de Linares”.

Lo más increíble de todo es que la carta reconocía que ninguno de los vestigios contenidos en las cajas había sido aún periciado. “Fue algo completamente irracional, surrealista. Estos tipos están locos”, pensó Anselmo tras leer la respuesta.

-Podemos hablar horas sobre el significado del negacionismo- explica. Pero para quienes lo han vivido en la piel y han sentido el peso de las puertas cerrarse en sus narices, que te digan que las cajas ni siquiera han sido revisadas, es una cuestión muy violenta.

La jefa de la Unidad de Derechos Humanos del Servicio Médico Legal, Marisol Intriago, reconoció en una reunión con Anselmo el 6 de febrero de 2020 que al momento de recibir las cajas en custodia -entregadas por el juez Guzmán a la Universidad de Chile el año 2001, luego de una inundación que dejó las evidencias con hongos- “no hubo revisión del contenido” y que el proceso de reconocimiento ha sido lento.

Fue el episodio de las cajas, en definitiva, uno de los factores determinantes para solicitar, a comienzos de marzo, la reapertura del caso por los delitos de inhumaciones y exhumaciones ilegales, causa actualmente sobreseída. Una medida que busca, según la abogada querellante del CODEPU, Mariela Santana, que “los nuevos antecedentes, como las osamentas no periciadas y rotuladas, sean investigados con otra mirada”.

La solicitud busca, además, incorporar el cuaderno reservado elaborado por el ministro Juan Guzmán Tapia, en el marco de la investigación de la Operación Retiro de Televisores. El documento pretende incorporar la información soslayada en su momento por el ministro Alejandro Solís, respecto a las declaraciones de militares sobre lugares de ejecuciones y testimonios de conscriptos comprometidos con colaborar en la investigación.

Para Anselmo establecer jurídicamente la verdad sobre el destino final de los cuerpos, reconocer en el fondo donde fue ejecutado su padre, es un rito que considera necesario para cerrar un capítulo de su vida. “Si sigues conectado eternamente, desde el dolor y la injusticia, transformas a esa persona en un fantasma. El primer elemento civilizatorio es cuando los seres humanos comienzan a enterrar a sus muertos. No es sólo un problema mío, entre víctima y victimario, es un tema que debe resolver la sociedad. Han pasado 50 años y creo que es el momento oportuno”.

por: Claudio Pizarro