Destructor «Transporte Orella»


Ubicación:Bahia de Valparaiso Valparaiso V Región

Rama:Armada

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

Millares de vidas fueron destruidas física y sicológicamente en los centros de tortura de la Armada de Chile en Valparaíso: la Academia de Guerra Naval (AGN), la base Aeronaval "El Belloto", el  Cuartel Silva Palma, los buques Esmeralda, Lebu , Orella y Maipo

El buque Orella, de origen nortemamericano, fue adquirido por el gobierno de Chile en 1967. En 1973 fue utilisado por la dicatadura como centro de detencion y transported de presos politicos. En 1984 fue reclasificado como Pontón.

 

Fuentes de Información Consultadas: Informe Valech; Memoriaviva;


El incidente de la Playa Larga

Fuente :revistamarina.cl, 23 de Octubre 2018

Categoría : Judicial

El autor narra en base a antecedentes fidedignos el incidente ocurrido el mismo 11 de septiembre de 1973 con la huida de una nave mercante cubana de Valparaíso, y el intento que hizo la Armada para evitarlo.

Alas 06.00 horas del lunes 10 de septiembre de 1973, realizando una operación de diversión, una parte de la Escuadra, que formaba el Grupo de Tarea Unitas, zarpó de Valparaíso al norte para iniciar los ejercicios programados con las unidades norteamericanas, lo cual fue ampliamente publicitado por la Armada.

A poco navegar recibieron la orden de retromarchar y dirigirse a diferentes puertos del litoral: El destructor Cochrane a San Antonio, el submarino Simpson a Laguna Verde y el destructor Blanco Encalada, junto con el transporte rápido Orella a Quintero; mientras el crucero Prat y remolcador Aldea se encargaban de Valparaíso, de acuerdo a las disposiciones del plan Cochayuyo para participar en el movimiento militar del 11 de septiembre.

Se larga el Playa Larga

La M/N Playa Larga, que había sido construida en Suecia para el gobierno cubano en 1969, se encontraba en Valparaíso descargando una partida de azúcar al mando del capitán brasileño Thales Godoy*, el cual llevaba varios días de faena, pero debido al caos que existía en el puerto y a los continuos paros y huelgas promovidas por los estibadores, había tenido que dejar su sitio de atraque a otro buque que llegaba con un cargamento de trigo, producto urgente debido a la escasez manifiesta de este insumo esencial para la fabricación de pan, debiendo esperar fondeado a la gira para volver a atracar y terminar la descarga.

En la mañana del día 11, al enterarse del pronunciamiento militar, el capitán trató de tomar contacto con la embajada cubana en Santiago, y al no poder hacerlo por encontrarse cortadas las líneas telefónicas, optó por esperar la llegada de algunos tripulantes que se encontraban en tierra. Mientras tanto se comunicó con el gobierno cubano y reunió al comité político del buque, que lo conformaban el primer y tercer oficial, el jefe de máquinas y el segundo y el cuarto maquinista, el técnico de refrigeración, el contramaestre y el jefe del grupo que era el enfermero, quienes decidieron largarse lo antes posible y a la máxima velocidad, pues el capitán Godoy buscaba el consenso para zarpar de inmediato debido a que se encontraba muy asustado temiendo que si lo detenían, lo deportaran al Brasil, donde era buscado por sus anteriores acciones revolucionarias    . Se decidió zarpar de inmediato, sin solicitar la autorización correspondiente, lo cual ocurrió a las 16.00 horas.

Las anclas se levaron con el buque ya en movimiento, sin usar pitones de agua para lavar la cadena para que desde la distancia no se apreciara el buque en movimiento, pero a pesar de ello, recibieron repetidamente la comunicación desde la Gobernación Marítima de Valparaíso: “Playa Larga, detenga la máquina y regrese al punto de fondeo.”

Como el crucero Prat había fondeado cerca del Playa Larga, este último tomó un rumbo de salida por el costado de un mercante norteamericano, quedando este último entre ambos, con el propósito que el crucero no pudiera utilizar su artillería.

Aparecieron aviones y helicópteros intimidándolos para que regresaran con ametralladoras y bombas de humo, mientras desde la radio estación continuaban comunicándoles que volvieran al puerto, ordenándosele al submarino Thomson tratar de interceptarlo.

Encuentro con el Blanco Encalada

A las 18.00 horas el Jefe del Estado Mayor de la Escuadra, comandante Christian Storacker, consultó al comandante del destructor Blanco Encalada, Hernán Julio, cuyo buque, como hemos visto, se encontraba en Quintero, acerca del tiempo que necesitarían para levantar presión y zarpar, estimándose éste en 20 minutos, por lo que alrededor de las 18.30 horas zarpó en busca del Playa Larga con orden de hacerlo regresar sin causarle daño.

Alrededor de las 19.00 horas, cuando ya los aviones y helicópteros se habían retirado y el Playa Larga se creía libre de ellos en altamar, y en aguas internacionales, navegando entre 19 y 20 nudos, en el radar divisaron un contacto que se acercaba.

A las 20.30 horas los buques se encontraban a 8.000 yardas y por destellos el Blanco Encalada lo conminó a regresar a Valparaíso, amenazándolo con romper el fuego, pero recibió como respuesta: “He comunicado a mi gobierno de cobarde agresión a que seré objeto en aguas internacionales, ustedes serán los responsables de las consecuencias. Patria o muerte. Venceremos.”

El Blanco Encalada se aproximó a 6.000 yardas, disparándole granadas estrella y un tiro más adelante de la proa para intimidarlo y hacerlo regresar, pero sin resultado alguno.

En el Playa Larga el capitán convocó al comité político el que decidió, por unanimidad, proseguir el viaje a cualquier precio, sin aceptar rendición bajo ningún concepto. Además recibieron una comunicación del Buró político del comité central del partido Comunista de Cuba y del Ministerio de la Marina Mercante y Puertos, dándoles total apoyo.

En el buque chileno se produjo una profunda divergencia de opiniones entre el comandante y su segundo, capitán Renato Tepper, pues al no tener resultados, el último propuso acercarse a unas 300 yardas por la proa y lanzar una bomba de profundidad graduada a 200 pies, con el propósito que con la concusión de la explosión, se dañara el sistema de propulsión internamente, sin correr el riesgo de hacerlo externamente, pero la sugerencia fue desestimada.

El comandante del Blanco Encalada, que había recibido la orden de hacerlo regresar sin causarle daño, ordenó apuntar a 500 yardas corto y a 500 yardas largo, a pesar del riesgo que ello implicaba de alcanzarlo, pero uno de los tiros pegó a la altura del castillo del Playa Larga a las 22.12 horas.

De acuerdo al historial del destructor, se dispararon en total cuatro granadas estrella, 13 granadas explosivas de guerra y un tiro lastrado.

Según datos cubanos, por lo menos tres proyectiles dieron al Playa Larga y enseguida fue cañoneado el puente, sin tocarlo, tratando de ser abordado por la amura de babor y, al no conseguirlo, situarse a popa para disparar a la hélice y al timón, siendo evitado con maniobras evasivas.

El destructor transmitía todas las órdenes a la artillería con el V.H.F abierto, para que fuera escuchado por los cubanos con la finalidad de intimidarlos. Se le ordenó, en repetidas oportunidades regresar a Valparaíso, pero el mercante efectuó sucesivas caídas y continuó navegando hasta que a las 23.55 se suspendió la persecución y el Blanco Encalada regresó a Quintero.

Consecuencias

En el Playa Larga se dispuso la revisión del buque y se encontraron tres grandes perforaciones en la bodega de proa que se había inundado por los impactos, pero era imposible achicarla por encontrarse llena de azúcar, debido a lo cual lastraron a popa para compensar y mejorar la estabilidad del buque, continuando rumbo a El Callao.

De repente apareció un avión sobrevolando al Playa Larga, lo que atemorizó a los tripulantes, hasta que lo identificaron como perteneciente a la fuerza aérea peruana y había sido enviado para protegerlos por orden del dictador peruano, general Juan Velasco Alvarado.

Mas adelante el Playa Larga se encontró con el mercante cubano Marble Island, que viajaba a Chile pero, al tenerse conocimiento de los acontecimientos, había recibido orden de escoltar al Playa Larga a El Callao.

El incidente fue aprovechado posteriormente por Fidel Castro, en un extenso discurso durante un acto de homenaje póstumo a Salvador Allende, en el cual relataba, a su manera, el incidente, presentándolo como el buque que huye, a la salida de Valparaíso bajo el fuego de los aviones en picada que trataban de ametrallarlo y las bombas que le dejaban caer los helicópteros. Enseguida relata como entre 40 y 60 millas de la costa es perseguido y cañoneado por el Blanco Encalada, frustrándose todos los esfuerzos que hace por abordarlo o dañarle la hélice o el timón para apoderarse de la nave, de lo cual finalmente desiste.

En cuanto al Blanco Encalada, sufrió la exoneración de su comandante y la destitución de su segundo, a causa de las desavenencias y discusiones que se produjeron y ambos fueron llamados a retiro; pero es complicado entender cómo podía hacerse regresar al Playa Larga, sin dañarlo si se oponía a ello. Como sucedió, y para evitar un problema internacional, tal vez lo mejor era dejarlo ir.


El plan de los marinos para evitar el golpe que Allende desoyó

Fuente :radiouchile.cl, 28 de Agosto 2015

Categoría : Prensa

Con el respeto que usted me merece, después de cuarenta años, me permito presentarle una arista distinta de la historia de Chile, de la cual, por circunstancias de la vida, me correspondió ser protagonista. No es una elaboración intelectual profunda, sólo el interés de un periodista que me entrevistó, y en ese aspecto, lamento decepcionar a los intelectuales de esta red. Es sólo un testimonio personal, que, creo, puede ayudar a formarse un criterio más amplio de cómo se fraguó el golpe y cómo al interior de la Fuerzas Armadas de Chile también hubo personas que arriesgaron su vida para evitar, a mi juicio, la tragedia más negra que dividió el alma nacional.

1. EL PERRAJE Y LAS ELECCIONES EN HUASCO

“Nosotros vivíamos algo ajeno a lo que pasaba en Chile porque habíamos salido a principios de 1970 a navegar en la Esmeralda. Cuando retornamos, había mucho debate político y actividad pública. Me tocó cubrir las elecciones el 4 de septiembre de 1970 en un puerto del norte, en Huasco. El segundo comandante de la Esmeralda era el jefe de plaza y me tocó ser su escolta. En la noche de la elección había una recepción en un club social donde estaba la alta sociedad huasquina y el jefe de plaza recibió una información y dijo “cagamos, ganó este huevón de Allende”. Me llamó la atención que el comandante tuviera una expresión tan despectiva por quien fue elegido presidente. Que a priori, que hubiese un opinión tan taxativa sobre quien fuera electo por los chilenos me sorprendió. Tenía 16 años. No tenía la menor idea de política. Lo único que sabía es que cada cierto tiempo se cambiaban los presidentes y se elegía uno nuevo.

“Cuando llegué a bordo de la Esmeralda comenté con mis compañeros que a los oficiales no les gusto que haya sido elegido Allende. Le pregunto por qué, quién es Allende que genera tanto rechazo. Y un viejo marino me dio una cátedra de política. Me dijo: ‘Acá en la marina existen dos clases sociales: estamos nosotros, la tripulación, el perraje; y por otro lado, están los oficiales. Ellos son los que mandan, viven bien, llegan a buenos sueldos, son atendidos por camareros. El perraje estamos acá mal alimentados, dormimos hacinados, hacemos la pega, somos los obreros. Exactamente lo mismo pasa en la vida civil: están los obreros, los tipos que trabajan y se sacan la mugre y la pasan mal, y están los empresarios, los ricos, que son los que la llevan. Lo que pasa es que este presidente fue elegido por los de abajo, por los trabajadores, porque él prometió crear una condiciones nuevas en el país y mejorar la situación. Es lo mismo que nosotros empezáramos a hacer cosas para mejorar. Obviamente a los oficiales no les va a gustar’.

2. OFICIALES Y SUBOFICIALES

“Me quedó clarita la película con esa cátedra de política de un sargento de la Esmeralda. Sirvió para rayarme la cancha porque la diferencia se notaba en todo: Los Oficiales comen en un comedor con servicio completo, con copas y un mayordomo que les va sirviendo. El marino come en un pasillo, con la cuchara y pasa la comida en una cadena que va tirándola. Te acomodas donde puedas.

“Nosotros dormíamos en literas de 4 camas, como un nicho en el cementerio, de un ancho de 60 CMS. Todos hacinados en la proa del buque, donde más se mueve. Los oficiales en la mitad del buque, donde tú no puedes tener acceso. La dotación de oficiales serían 30 y la tripulación 250. O sea, 250 personas hacinadas de la mitad del buque para adelante y los otros 30 dueños de la mitad hacia atrás.

“El trato era absolutamente vejatorio. Se dirigían a ti en forma despectiva. Me acuerdo un día que estábamos limpiando un bronce del barco y como tenía un poco de pintura un marino sacó una lija para limpiar. Pasa un oficial y le dice “así no se lija el bronce, animal, tienes que pasarle el guaipe”. El marino con pachorra le respondió: “gracias mi teniente, sin su consejo no hubiese sabido qué hacer”. Lo retaron, no lo dejaron salir a puerto… Ese era un trato permanente, de hacerte sentir inferior, ignorante y los tipos saben que mantienen el poder en ese clima de tensión.

“Mi conciencia de las cosas parte en Huasco y se va desarrollando. La comida es mala, el uniforme que nos llegaba nos tenía todos pililos, los sueldos bajísimos, las guardias extenuantes, los regímenes de franco muy limitados. Así se crearon expectativas dentro de la Armada con Allende. Íbamos a cambiar el régimen y alguien dijo que el gobierno proponía una Escuela Unificada, algo que a nosotros nos gustó porque de ahí en adelante no habría más escuelas separadas, de grumetes y Naval, y nos creamos una expectativa de cambio”.

3. EL ADOCTRINAMIENTO

“Cuando terminamos el periodo de instrucciones en 1971 nos seleccionan para especialidades. Los que teníamos mejores notas nos mandaron a cursar la mejor especialidad que tenía la marina, que es Técnico Superior en Electrónica.

“En las charlas que daban los oficiales en los cursos, de distintos temas, se empiezan a meter temas contingentes de orden político sobre lo que pasaba en el país. Al rato es recurrente y plantean cosas que uno no estaba tan de acuerdo. Estaban en contra de las 40 medidas del gobierno de Allende, como la renacionalización del cobre. Los oficiales decían que eso era lo peor porque iba a significar una catástrofe en la marina, ya que todas las compañías norteamericanas no iban a dejarse expropiar y eso implicaba que la Armada dejaría de recibir apoyo logístico, debido a que nuestra infraestructura era fundamentalmente norteamericana.

“Lo mostraban como un desastre, pero no faltó que alguien dijera: ‘Pero compremos en otro lado, si al final nos vamos a quedar con la riqueza, vamos a tener plata ¿para qué nos vamos a hacer tanto problema?’. Y saltó otro diciendo que era mejor que el cobre fuera nuestro. Y luego otro diciendo que había leído por ahí que los ingleses décadas atrás se llevaron el salitre y nosotros quedamos pelados, así que estaba bueno lo que estaba haciendo el gobierno. Obviamente el comandante no tenía respuesta.

“En otra charla, otro comandante criticaba la entrega del litro de leche a cada niño porque en el país los niños no estaban acostumbrados a tomar leche y que los pobres las usaban para rayar las canchas de fútbol. Así, día a día, te van metiendo cosas y como la mayoría de nosotros creíamos que era adecuado lo que hacía el gobierno de Allende comenzamos a prepararnos, leíamos cosas, nos instruíamos para argumentar en las clases. Algo tenemos que decir, no nos podíamos quedar callados.

“Al tiempo empiezas a intuir algo. Aquí no se está hablando de temas institucionales y técnicos, sino que de temas políticos. Pese al temor que existía nosotros no sabíamos donde apuntar las opiniones, pero proyectábamos que esto tendía a derrocar al gobierno. Llegábamos preparados a las charlas y les decíamos ‘usted está equivocado en lo que está diciendo. Tengo estadísticas, números, etc.’. Todo para argumentar. Se producían unas discusiones enormes.

“En 1971 al curso completo se nos ocurrió hacer un paseo de curso. De civil arriba de un camión nos fuimos a acampar a una quebrada. Nos acompañan dos oficiales y en algún momento nos pusimos a discutir y todo el mundo se puso en evidencia. Pensamos que la discusión quedó entre camaradas, pero cuando llegamos a la escuela los oficiales hacen informes y sumarios porque se presumía que había gente política en el curso. Cuando empieza esto del sumario los llamamos a los oficiales para decirles que cómo traían a la unidad temas que fueron de un paseo, era de poco hombres, si estábamos compartiendo, que no se podía hacer, que jamás hubo maltrato y que podíamos decir que ellos también tenían una postura política. Si hay sumario y nos llevan a un fiscal, les dijimos que nosotros íbamos decir que ellos habían hablado también de política, que el tema lo habían puesto ellos. Hasta ahí no más quedó la amenaza, claro que pasamos a segundo año marcados absolutamente los 15 del curso de Electrónica.

4. PARO DE OCTUBRE DE 1972

“En 1972 la cosa se empieza a complicar a nivel nacional. Hay paros y sabotajes. En las charlas ya no se hablaba en contra de una medida, sino que directamente en contra del gobierno. Nosotros como marineros constitucionalistas, una cosa que marcábamos como argumento sólido, algo que aprendimos en la Escuela de Grumetes, respetábamos el reglamento igual como el ciudadano respeta la Constitución.

“Los oficiales hablaban del presidente como el pelotudo, el huevón, en esos términos. Para qué hablar de cómo se referían a los ministros: huevones ignorantes, analfabetos, que no sabían nada. Ese era el lenguaje que usaban. Así, nosotros, pensábamos que si ese era el gobierno que los ciudadanos eligieron, había que esperar que desarrollen su pega. No hay ninguna ordenanza que determine que si no me gusta el gobierno, lo voy a cambiar.

“Estaba en la Escuela de Operaciones (Las Salinas, Viña del Mar) y comenzaron a darnos instrucciones antidisturbios. Luego la instrucción fue más directa, con salidas a las calles, a patrullar, cosas que no estaban contempladas en los programas de estudio: ejercicios de tiro, lanzamiento de granadas, de bombas lacrimógenas. Y salimos en patrullas el día del paro a las calles. Me llamó la atención que controlábamos a la gente que andaba caminado, pero en una oportunidad en el cerro Barón de Valparaíso se nos ocurre parar unos autos. Lo paramos, les pedimos que se bajaran y les pedimos documentos. Cuando llega el oficial se emputece de una forma con nosotros, nos trata pésimos, que cómo se nos ocurría controlar a gente decente que anda en vehículo. O sea, el huevón que anda en auto es decente y el que anda a pata hay que sacarle la cresta…

“Todas esas cuestiones nos mostraban el trato que se daba a la población y contra quien nos estaban entrenando. Al encontrarnos con otras unidades, con carabineros, nos dimos cuenta que había un sentimiento de tropa muy similar. Se fue creando una conciencia de que algo viene, de que algo se tramaba y que nosotros teníamos que estar al lado del gobierno porque es constitucional.

“De repente nos enteramos que la Infantería de Marina estaba pasando explosivos a Patria y Libertad. Los atentados que hacían a las torres y los oleoductos eran con material pasado por la Armada. La institución es un como un gran pueblo chico, o sea, se sabe todo. Siempre hay alguien cerca de donde ocurren las cosas, o es un mayordomo o un escolta o un guardia. Siempre alguien paró la oreja, escuchó algo y se sabe todo. Esos rumores se sabían y a la vuelta de muchos años se han confirmado”.

5. LOS PRIMEROS CONTACTOS

“Terminamos el curso y nos fuimos embarcados en los buques. Allí nos encontramos con gente que llegó de la Escuela de Ingeniería o de otras escuelas y contaban que allá pasaba lo mismo. Si se discuten los mismos temas y los oficiales decían las mismas cosas.

“Navegando en la escuadra nos encontrábamos con amigos de otros buques. Yo estaba en el crucero Prat. Había una percepción más o menos similar de parte de la tropa de que algo se estaba fraguando, que había un in crescendo contra el gobierno y los oficiales hablaban mucho de que teníamos que estar unidos ¿cuándo los oficiales nos habían pedido que nosotros estuviésemos unidos a ellos?

“El tipo que estaba en el Blanco, el en Cochrane o en el Orella tenía la misma sensación. Así empezamos a averiguar con otros barcos. “Vamos a ver que pasa en el crucero O’higgins”- decíamos. O “¿quién conoce a alguien del Latorre? ¿Qué está pasando allá?”.

“Las charlas direccionales ya eran evidentemente dirigidas en contra del gobierno, era para denostarlo, que eran incompetentes, que eran imbéciles, hacían mofa de los ministros. Se hablaba muy mal de ellos. O creaban una serie de conflictos en la tropa. Que si estaba malo el rancho era culpa del gobierno. Una vez nos faltaban los platos, había 6 para 20 personas. Cuando reclamábamos nos decían ‘a ustedes no les gusta el gobierno de la Unidad Popular, por ellos no están los recursos para comprar platos’. Pero luego vino una visita inspectiva del alto mando y aparecieron todos los platos, servicio completo, vasos. O sea, estaban manipulando, creando animosidad en contra del gobierno. Todo eso lo vas percibiendo, por alguna razón nos están acondicionando mentalmente para algo que viene. Eso ya lo percibíamos.

“Después nos vamos a los buques y el sentimiento es parecido. Los marinos de tropa, en vez de creerse el cuento, empiezan a tener un rechazo generalizado. En todos los buques se comentaba que la cosa se está poniendo fea, que parece que viene un golpe de Estado. Vamos a apagar esta cuestión dijimos.

“Así que los más amigos nos empezamos a transmitir mensajes entre los barcos y las escuelas. Lo hacíamos usando un programa de actividades en el que cada cierto tiempo se juntaba la flota en un puerto y se hacían maniobras. Sabíamos que buques iban y como conocíamos a quienes estaban arriba de esos buques, nos juntábamos para conversar los temas y transmitir la información.

“A los que les correspondía hacer la maniobra, hacían de enlace y transmitían la información de lo que pasaba. Al final todos engancharon. Y era más bien por ser constitucionalistas y de que si intentaban hacer un golpe de Estado nosotros seríamos la carne de cañón.

“Lo que más nos complicaba era que era un enfrentamiento contra un pueblo indefenso. Aquí había que salir a matar gente. Entonces conversábamos que se parara la mano, que cómo íbamos a dar un golpe de Estado, si este gobierno tiene un apoyo de la gran puta. Si Allende se pega una concentración y llega un millón de personas, entonces va a haber gente que saldrá a defender el gobierno.

“Los oficiales decían que si acaso no sabíamos sobre los acondicionamientos que se hacen para dominar la situación. Si basta con que matemos unos 10 mil gallos y todo el resto se va a atemorizar. Eso lo decían antes del golpe, así con esas palabras. Entonces pensábamos que aquí lo que venía era una masacre de la gran puta.

“Un día se sabe que un oficial de la unidad cree en el gobierno y lo va a defender. No pues, si vamos de franco cuando vaya saliendo, le pegamos un tiro cuando vaya saliendo, cayó al agua y se desapareció- escuché decir a otro oficial. Frente a esa situación angustiosa ¿qué te queda? Acá no me salvo ni por una ni por la otra. O me convierto en carne de cañón o me quedo y me van a pasar la cuenta igual. No era mucho el margen de maniobra. Sobre todo para aquellos que ingenuamente ya habíamos demostrado una posición política ya en la escuela. Si estábamos fichados ya.

6. LA PROPUESTA AL GOBIERNO

“Con ese ambiente tan complicado teníamos que hacer algo. Estábamos en la disyuntiva entre quedarnos callados y ser carne de cañón para el golpe o nos iban a pasar la cuenta igual. Entonces se nos ocurrió hacer una reunión de coordinación de distintos buques.

“Teníamos contactos sólo con suboficiales. Percibimos que la situación en otras ramas era la misma. Que se estaba fraguando el golpe de Estado en la oficialidad, pero que la gente de tropa no estaba con ellos. Uno por la afinidad con el gobierno, porque el gobierno de Allende los interpretaba; y otros por ser constitucionalistas.

“Así que nos reunimos en el restorán Los Pingüinos de Valparaíso unos 15 marinos de distintos buques y escuelas. Ningún oficial. El sargento Cárdenas hizo un resumen de la situación política y ¿qué hacemos? Yo plantee que era una situación grave que se había salido de los cauces institucionales y que había que ponerla en conocimiento del gobierno. ¿Cómo? Al ser subordinados no podíamos pedir audiencia al gobierno, por lo que tenía que ser por canales informales.

“También plantee que teníamos que hacer un movimiento capaz de neutralizar la fuerza de los golpistas. En el momento que sucediera vamos a tomarnos los buques y escuelas para que fracasara.

“Aparecieron posturas más extremistas, como la de Cárdenas, que decía que más evidencia no se necesitaba. Planteaba tomarse los buques de la escuadra y las escuelas. Conformar unas fuerzas populares y nos ponemos a disposición del presidente Allende. La idea era comunicar antes al gobierno y en el próximo zarpe de la Escuadra, tomarse los buques, arrestar a la oficialidad golpista y volver a puerto declarando la lealtad al gobierno.

“El problema era ¿cómo tu vas a convencer a las estructuras de gobierno oficial, siendo uno un sedicioso al tomarse la escuadra, que el gobierno te acepte? Así que no llegamos a acuerdo. El grupo de Cárdenas mantuvo esa idea y el grupo nuestro pensaba que por ahí no iba la mano. Así que cada uno en su grupo inició los contactos con el gobierno, los que se dieron a través del MIR.

7. TANQUETAZO Y ASESINATO DE COMANDANTE ARAYA

“El Tanquetazo del 29 de julio, los oficiales se andaban sobando la mano. La gente nuestra nos preguntaba qué íbamos a hacer, que teníamos que reaccionar. Yo les decía que no era un golpe. La marina no se sumó porque tenía otros planes, hacer el golpe los primeros días de agosto. Era un movimiento al parecer de oficialidad de bajo nivel. El alto mando, Merino, Huidobro y Carvajal, tenías otra estrategia.

“De la muerte del comandante Arturo Araya nos enteramos por la radio. Hicimos una reunión en los buques y conversamos lo mismo: el extremismo está matando a nuestra gente, cómo nos vamos dejar matar así, tenemos que actuar.

“De los leales al gobierno sólo quedó el almirante Montero, una persona muy respetable. Hasta el golpe vimos en él, ninguna actividad conspirativa y siempre defendió la institucionalidad. No era bien visto al interior de la marina. Le pasó lo mismo que Prats, sabía lo que venía, pero estaba solo ¿qué iba a hacer? En su fuero interno debe haber pensado eso.

7. LA DETENCIÓN

“Nuestro grupo de planteó que si queríamos lograr parar el golpe teníamos que sumar más gente, de forma silenciosa, secreta. Así se dio un trabajo de buscar gente confiable. Cárdenas con su grupo se reunieron con civiles, con Miguel Enríquez, con Garretón y Carlos Altamirano. Lamentablemente en la última reunión con Altamirano a Cárdenas lo tomaron preso. Andaba con una lista y entre esa lista estaba su grupo y yo estaba en Talcahuano. A los de Valparaíso los trataron muy mal.

“El buque Prat había tenido un incendio en las máquinas. Todo el mundo pensaba que era un sabotaje, pero gente que trabajaba allí había constatado hace tiempo que esas máquinas estaban sobre exigidas, además el buque era muy viejo, pero no lo pescaron. Cuando ocurrió el incendio se corrió la voz de que había sido un sabotaje de los extremistas y el buque se va a reparaciones a Talcahuano. Yo estaba a cargo de un radar y manteníamos otros equipos averiados. Era el 8 de agosto de 1973 entregué mi turno y me fui a acostar, pero llega el oficial a cargo, el teniente Santiago Lorca, y me dice que no me acueste, que tenía que ir a la base buscar unos equipos que acaban de llegar. Le dije que había trabajado todo el día y que estaba cansado, que quería puro dormir. ‘No, si tienes que ir tú’- me dice.

“Me obligó a salir del buque en comisión de servicio. Salimos en una camioneta que en un momento del trayecto se desvía por la Península de Tumbes hacia arriba. Allí me cae la chaucha en ese minuto. ‘Cagué, viene el golpe de Estado y me van a pasar la cuenta’- pensé. El oficial era el mismo del paseo de la escuela.

“Pensé tirarme de la camioneta para afuera y los oficiales me dijeron quédate quieto. Llegamos al fuerte, yo no tenía idea que existía, un lugar oscuro y se bajan todos y me dejan arriba de la camioneta. Escucho “¡López baja!”.

8. LOS PRIMEROS TORTURADOS

“Allí me di cuenta que estaba rodeado de infantes de marina, con las caras pintadas y me dieron una pateadura y culatazos. Me hicieron pebre, sin preguntarme nada, ni siquiera el nombre. Pensé que hasta ahí no más llegaba mi historia. Luego me desnudaron y comenzaron a interrogarme. ‘Vos sabís por qué estás aquí, no te hagas el huevón’- me decían. Intuía porqué estaba pero no sabía la magnitud. Me fui de negativa por bastante rato, me preguntaban por distintas personas, si es que los conocía. Luego trajeron a un colega mío sangrando y me dijeron que había hablado. Allí caché por donde iba la mano. Cuando se lo llevan, grita para atrás ‘yo no hablé ninguna huevá’.

“Después viene una tanda de torturas desnudo a cargo de unos 5 soldados. En ese tiempo eran sólo golpes, claro que en la península al lado del mar, principios de agosto, desnudo, con un frío de la gran puta. Al rato me doy cuenta que no estaba solo, que les pegaban a otros más. Al rato les digo que digan la huevá que quieran, yo firmo lo que quieran. A esas alturas del partido uno ya se da cuenta de que no han dado el golpe de Estado y que no te iban a matar. Estoy seguro que quieren hacer un proceso, pensaba y que al final había un gobierno civil, tendría contactos con abogados y que tendría derechos.

“Me fueron a tirar a una casona y al otro día me llevan a Talcahuano, luego a la cárcel de Concepción, donde nos pilló el golpe. Éramos como 83 procesados. Unos 18 nos quedamos en Talcahuano.

“A comienzos de agosto se hace público que estábamos presos. Nuestros compañeros avisan a las familias y ellos nos buscan. La Armada los negó. A los abogados costó mucho lograr visitarnos porque estábamos incomunicados después de las golpizas”.

“Esperábamos que luego de calmarse la situación, tomar contactos con los abogados, se iba a evaluar lo que estaba ocurriendo en la marina y que al menos una autoridad de gobierno nos iba a llamar para pedir nuestra versión de que si era efectivo o no que se estaba conspirando al interior de la marina para dar un golpe de Estado. Nadie nos llamó.

“Sentimos que hubo una desidia de parte del gobierno cuando había elementos de juicios suficientes para empezar una investigación y verificar qué mandos estaban involucrados en esto. Eso no se hizo”.

9. EL GOLPE

“El 11 llega un capitán de carabineros junto a un pelotón. Nos sacan al patio y nos alinean en una pared, apuntándonos con fusiles. Ya habíamos escuchado por la radio los bandos militares y como sabíamos de antes lo que iba a pasar, pensamos ‘bueno, nos dejaron vivir un poquito más’. Nos alinearon y el tipo dice ‘ustedes son los sediciosos. Me alegra comunicarles que las fuerzas armadas se han tomado el país y los responsables tienen que pagar. Nosotros estamos ocupados en operativos afuera, ustedes quédense en las celdas, que ya nos vamos a encargar de ustedes’. Nos meten y chao. Sólo esperamos que nos fueran a matar.

“Al pasar las horas me tocó ver los primero detenidos que llegaron después del golpe. Lo pasamos pésimo. A fines de 1973 me trajeron a Valparaíso y al grupo nuestro lo llevaron al campo de concentración de Ritoque. Yo estuve 2 años en la cárcel. Incluso llegaron presos algunos abogados nuestros.

“En 1975 yo me enfermé de tuberculosis. Estaba tan mal y pasó una inspección de la Cruz Roja a visitar los centros de detención. Me fueron a ver, yo pesaba como 40 kilos, expectoraba sangre y me mandaron a tratamiento al sanatorio de Peñablanca. Con 2 custodios y amarrado a la cama. Esa imagen que llevó la Cruz Roja para fuera provocó que fueran algunos embajadores a verme, el de Noruega, de Alemania, se movieron para sacarnos. No teníamos proceso y a fines de agosto me llega la condena de prisión a 3 años y un día, claro que yo ya estaba pasado y llevaba más tiempo preso. El cargo era incumplimiento de deberes, pero después del 11 nos cambian los cargos por sedición y motín”.

10. LA VIOLENCIA DE LOS CAMARADAS

“Se dan varios factores para explicar la violencia de los militares después del golpe. Ser incondicional al mando genera siempre prebendas y privilegios. Si eres incondicional a un oficial y respondes siempre a las tareas que te impone, siempre te va a proteger, algún beneficio te va a chorrear: estímulos en hoja de vida, algún reconocimiento, ascensos más rápidos. Dentro de la marina hubo compañeros que apoyaron el golpe.

“Hay tipos que en forma espontánea e individual actuaron como lo hicieron, otros también con trastornos mentales y en momentos en que tienen la posibilidad de hacer lo que quieren con alguien, se exacerban. No es necesario mandarlo. Eso se preocupó de alimentar el mando, de generar odio con los supuestos adversarios”.

“El buque Lebu trabajaba para la Sudamericana de Vapores, que hasta ese momento era del Estado. Habían algunos buques que privados le arrendaban al Estado y el Lebu y el Maipo lo prestaron como centros de detención. No hay centro de detención donde no hayan torturado después de 1973. Cuando estábamos en la cárcel de Valparaíso llegó gente detenida en esos buques. Allí nos enteramos que estaba usando esos buques como centro de torturas”.

11. EL OLVIDO DE LOS POLÍTICOS

“La gran decepción con el mundo político fue a la vuelta de la democracia. Ingenuamente pensamos que como todo el mundo supo que lo que nosotros denunciamos era mucho más atroz de lo que imaginamos, con toda la cantidad de desaparecidos, muertos y exiliados. A la vuelta de la democracia, dijimos ‘bueno, hagamos una cuenta de quienes estuvieron en una posición constitucionalista y le haremos juicio a quienes complotaron contra el Estado. Nunca ocurrió. Es más, la Concertación cuando determina la reparación para todos los empleados públicos afectados por el golpe, a nosotros expresamente se nos deja fuera. Nos siguieron castigando por un proceder democrático y correcto que tuvimos.

“Desde 1990 que exigimos un reconocimiento público que constatara que nuestro accionar fue ajustado derecho. Quienes se habían salido de la legalidad, eran quienes nos habían tomado presos. Nos escucharon y nos palmotearon la espalda harto, nos ofrecieron hasta medallas, pero en la práctica jamás se hizo nada.

“Presionando logramos recién en 1998 que se nos considerara dentro de esa ley, pero jamás se estructuró alguna comisión que nos llamara para preguntar por lo que realmente pasó.

“El 2002 pedimos una entrevista con Michelle Bachelet, cuando era ministra de Defensa. Ella nos dice que no puede hacer un decreto de ley y se ofreció a buscar los mecanismos legales para hacer alguna reparación. Trabajamos un proyecto de ley con ella hasta el 2005 y dejamos un proyecto de ley de 9 puntos. Ya habíamos conformado un grupo con gente de la Fach, Carabineros y del Ejército. Bachelet se fue de campaña y el proyecto se perdió”.


Operación Kiwi: Enterrados en el mar

Fuente :lanacion.cl, 14 de Junio 2014

Categoría : Prensa

El temporal azotaba violento en el Canal de la Mancha. Los hombres del Canguro se dieron cuenta de que el remolcador hacía más agua de la que podían bombear y supieron que se irían al fondo del mar si no recibían auxilio. Habían zarpado desde el puerto alemán de Husum en el Mar del Norte, donde la compañía Kenrick los envió a buscar la nave. Era 1981. Lanzaron el S.O.S. repetidas veces. Pero al Pituco Reyes no sólo lo aterró la muerte, sino que además lo atacó el peso de la conciencia. Pensó que si no se liberaba del secreto que le quemaba desde hacía años, quizás no entraría en el reino de Dios. La idea le golpeó más fuerte que el pensamiento de la muerte y las gigantescas olas que barrían la cubierta. Le insistió varias veces al capitán del Canguro para que le prestara atención por lo que tenía que contarle, pero éste estaba preocupado de los llamados de auxilio y las maniobras para evitar hundirse. Finalmente, el capitán se dio cuenta de que lo que el Pituco quería contarle era grave y lo tenía descompuesto. Entonces el Pituco le contó. “Es que no me quiero llevar el secreto capitán”, le dijo medio a gritos por el ruido de la tormenta.

Con la voz temblorosa por el miedo y el frío, le dijo que después del golpe militar mientras era patrón del remolcador “Kiwi” en el puerto de San Antonio, varias veces llevaron a bordo cuerpos de personas que eran lanzados desde el muelle a la cubierta y que luego la nave salía a alta mar donde los tiraban. “A nosotros, la tripulación del “Kiwi”, nos encerraban en el pañol de cadenas cuando hacían estas operaciones”, relató.

Le dijo que, cómo él, el maquinista Manuel Miño y el ayudante el Nacho Ortiz, a la segunda vez ya se dieron cuenta de qué se trataba. Que contaban los bultos cuando caían a la cubierta. Y que después contaban los chasquidos cuando caían al agua mar adentro. Cada vez sumaron diez a doce cuerpos. Mientras el Pituco terminaba la confesión, los hombres escucharon el motor de un helicóptero. Estaban salvados. Un buque de salvataje de la Armada británica los auxilió y los remolcó hasta un puerto inglés.En el viaje hasta el puerto británico el capitán pensó que esta era la segunda confesión que escuchaba sobre estos hechos, aunque no se lo dijo al Pituco Reyes. En 1977, la misma historia se la había confidenciado en San Antonio, a bordo de un barco mercante panameño, el capitán de corbeta y práctico de la Armada de Chile en San Antonio, Rodolfo Iván Pearce Hartmann. A él le había tocado hacer los viajes en el “Kiwi”, de la misma Kenrick, para tirar los cuerpos en alta mar. Las operaciones se realizaron principalmente entre 1974 y 1975. Pearce era amigo del capitán del Canguro, Vicente, nombre de fantasía en esta crónica porque, tras relatarnos a fines de 2003 esta historia y confirmarla en conversaciones posteriores durante 2004 agregando detalles, pidió reserva de su identidad.

El capitán Vicente, oficial de Marina en retiro, fue apresado en San Antonio en las primeras horas después del golpe militar de 1973. Desde 1970 trabajaba en una empresa del Estado. En San Antonio y apenas producido el golpe, el teniente coronel Manuel Contreras, que pocos meses después se convirtió en el jefe de la DINA, nombró al capitán Pearce como jefe del puerto. Además, entre otras disposiciones, confiscó los camiones de transporte de la estatal Pesquera Arauco. Los temidos camiones tres cuartos platinados se convirtieron en el traslado de la muerte para los prisioneros políticos. A bordo de éstos decenas de ellos fueron sacados vivos desde distintos recintos de detención, especialmente desde Londres 38, y nunca más regresaron a ningún lugar. Fue en estos camiones en los que cada vez llegaron los cuerpos al muelle de San Antonio para tirarlos a la cubierta del “Kiwi” y botarlos en alta mar.

La Gobernación

Cada vez que los camiones llegaban al muelle con su cargamento de cadáveres y el Pituco, Miño y el Nacho Ortiz eran encerrados en el pañol de cadenas, estrecho lugar donde va el ancla, a bordo subía un equipo de marinos de la Gobernación Marítima de San Antonio para apoyar las operaciones. La participación de estos hombres de la Armada en el “Kiwi” fue confirmada por el capitán Pearce a Vicente, según lo relata este último.

 “El remolcador 'Kiwi' siempre lo pidió la Gobernación Marítima de San Antonio”, dijo en su ofuscación Víctor Hugo Reyes Castillo, El Pituco, cuando lo ubicamos en San Antonio hace unos días después de una larga búsqueda. Hombre atrevido y de armas tomar, nos echó de la puerta de su casa tras decir “mire, no indague más sobre esto. ¿Quién lo manda a usted?”.

“Yo no puedo decir ni sí ni no, porque tengo que velar por la carrera de mi hijo que es militar y por mi tranquilidad ahora que estoy jubilado. No quiero problemas de esto o de esto otro. Vaya a preguntarle esto a la compañía (Kenrick) porque a ellos la Gobernación Marítima les pedía el remolcador. La compañía sabe de todo esto porque una vez me lo preguntaron”, dijo con vehemencia. Pero no negó ni al capitán Vicente, ni el viaje a Alemania a buscar el Canguro. Cada vez que le insistimos en que dijera si todo era verdad, respondió lo mismo: “No puedo decir ni sí ni no, porque no quiero problemas”. Además, dijo enojado, “yo no sé si usted es un militar que anda indagando”, a pesar de que le habíamos mostrado las credenciales de prensa. El punto de quiebre con el Pituco llegó cuando le preguntamos por tercera o cuarta vez cuántos viajes se hicieron para botar los cuerpos. Entonces levantó la mano amenazante y dijo “ya le dije, no indague más. Usted será vivo pero yo no soy huevón”. Y cortó la conversación entrando rápidamente a la casa profiriendo amenazas de enviar gente a investigarnos.

Pero el Pituco confirmó un antecedente no menos importante: que el capitán Pearce no había dicho la verdad cuando lo ubicamos en su departamento en Viña del Mar. Pearce dijo no conocer ni al capitán Vicente ni al Pituco, cuando sí sabe perfectamente quiénes son. De hecho, Vicente dijo que hace tres semanas Pearce se encontró con un amigo común y preguntó por él, por su salud. Además, Pearce afirmó que “jamás estuve a bordo de un remolcador”. Cosa que el Pituco retrucó cuando le hicimos la misma pregunta: “claro que estuvo, cuando la Gobernación pedía el remolcador y él estaba de guardia”.

Cuando después de negar conocer a todos por quienes le preguntamos, al capitán Pearce le hicimos directamente la pregunta ‘¿Niega usted que a bordo del “Kiwi” sacó varias veces cuerpos de prisioneros para lanzarlos al mar?’. Su respuesta, repetidamente, fue similar a la del Pituco: “Mire, yo no puedo negar nada porque no conozco de eso”.

Pearce estuvo en el puerto de San Antonio entre 1970 y 1976, junto a otro oficial de igual graduación que él y también práctico, de nombre Renato Barrientos Subiabre.

El tercer testigo

Un tercer testigo de los viajes del “Kiwi” con su cargamento humano es quien fue en el “Kiwi” ayudante del maquinista Miño, Nacho Ortiz. (Miño ya falleció). En 1995 Ortiz reconoció a dos abogados de derechos humanos cuando le fueron a preguntar por la historia que “a nosotros nos encerraban en el pañol de cadenas”. La terminología “pañol de cadenas” también fue usada por Vicente y el Pituco Reyes. Esa vez Ortiz dijo a los entrevistadores que los viajes “fueron varios”. También les confirmó que “en el remolcador iba Miño que era el maquinista, y el patrón (El Pituco)”. Y les dijo que de esta historia “hay otros más que también saben”, refiriéndose a determinados hombres del puerto de aquellos años que no nombró. “En ese tiempo los marinos hacían lo que querían”, dijo Ortiz, confirmando que por el tiempo en que sucedieron los hechos “estaban el capitán Pearce y el capitán Barrientos”. “Los cuerpos los llevaban envueltos”, agregó en esa entrevista Nacho Ortiz.

Los camiones

En declaraciones judiciales, el ex agente de la DINA Enrique Fuenzalida Devia relata la forma de operar de los camiones de la Pesquera Arauco respecto de los prisioneros en los centros clandestinos de detención en la Región Metropolitana. “A Londres 38 llegaban camiones tres cuartos cerrados y acondicionados para la mantención de pescado en frigoríficos, que eran de la Pesquera Arauco. En ellos se traía y sacaba detenidos. Preciso que estos camiones frigoríficos de la Pesquera Arauco sacaban desde Londres 38 a prisioneros de la DINA”, afirmó Fuenzalida en una de sus múltiples declaraciones en los procesos que se instruyen por detenidos desaparecidos y ejecutados.

La utilización de estos camiones para estos fines también es reconocido por otros ex agentes en los expedientes de los procesos. Desde el lugar de detención salían vivos, pero al muelle de San Antonio llegaban de noche muertos y amortajados y con un peso para que se fueran al fondo del mar, de acuerdo a lo que relata el capitán Vicente. La altura del muelle a la cubierta del remolcador era de unos diez metros.

Salimos en una lancha a buscar el “Kiwi” por las aguas del puerto de San Antonio, pero sin suerte. “Está en Caldera hace varios años”, gritó desde otro remolcador un tripulante. En San Antonio, los hechos que sucedieron a bordo de esta nave se comentan entredientes por algunas personas que todavía tienen miedo de hablar.

Según datos de la Dirección del Territorio Marítimo de la Armada, el “Kiwi” aparece todavía prestando servicios, al 31 de diciembre de 2001, en el puerto de Caldera, pero ahora para la Sociedad Naviera Ultragas Limitada. Su número de matrícula es el 2804, su tonelaje de registro grueso (TRG) es de 154,67, y mide 25,40 metros de eslora (popa a proa) y 8,22 metros de manga (ancho). Y su frecuencia para comunicarse por radio es Charli-Bravo-Segunda-Quinta-Segunda-Segunda (CB 2522). Hoy es un remolcador viejo, pero lleva a bordo una cuota de la historia oscura del régimen militar.

En los barcos

Estos hechos forman parte hasta ahora de la historia no oficial de la represión, de aquella no divulgada o desconocida, y tampoco investigada por un juez. Episodios de este tipo todavía hay bastantes. Lo que se afirma que sucedió a bordo del “Kiwi” no fue consignado en el Informe Rettig, ni el informe posterior consolidado de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación. ¿Cuántos fueron los viajes que hizo el “Kiwi”?, la cifra no está precisada.

Pero sobre todo, son sucesos que vinculan a la Armada, rama que hasta ahora no aparece demasiado manchada con la muerte y la sangre de las víctimas, salvo la que corrió por los cuerpos torturados, especialmente en el fuerte Miller de la Infantería de Marina en Las Salinas en Viña del Mar, donde el entonces teniente Arturo Samith Aasman se destacó por su crueldad.

Siempre se ha hablado de que los cuerpos de los prisioneros no sólo fueron arrojados al mar desde helicópteros del Comando de Aviación del Ejército, como está comprobado en la investigación del juez Juan Guzmán en el proceso por la muerte de Marta Ugarte, sino que también fueron lanzados desde algún barco y su obra se atribuye a la Armada. Sin embargo, de los dos barcos que más se mencionan, el Maipo y el Lebu, ambos mercantes de la Compañía Sudamericana de Vapores prestados a la Armada para usarlos como prisión y anclados en Valparaíso tras el golpe militar, indagaciones de LND permiten afirmar que desde estas naves no desaparecieron prisioneros vivos, ni se utilizaron para lanzar cuerpos al mar. Tampoco desaparecieron detenidos desde el Buque Escuela Esmeralda, aunque a bordo de éste se torturó a los prisioneros, algunos de los cuales intentaron suicidarse en la desesperación como fue el caso de uno de apellido Barrientos. O el del sacerdote Miguel Woodward que murió en el Hospital Naval de Valparaíso producto de las torturas en la Esmeralda y cuyo cuerpo desapareció.

El Maipo ancló en el molo de abrigo en Valparaíso el mismo 11 de septiembre de 1973 y llegó a tener en sus bodegas unos 500 a 600 detenidos, varios de los cuales salieron en libertad en los primeros días. El viernes 14 de septiembre se produjo en Valparaíso la principal resistencia coordinada, cuando grupos de militantes de izquierda atacaron con disparos cuarteles de policía y el regimiento Maipo en el cerro Playa Ancha. También hubo refriegas en la plaza O’Higgins con marinos que estaban apostados en la escuela Ramón Barros Luco. Producto de este acontecimiento el Maipo zarpó al día siguiente a Pisagua con unos 200 prisioneros. De ellos no desapareció ninguno. A Valparaíso regresaron casi dos meses después a bordo del Orella, comandado por el hoy día senador de la UDI Jorge Arancibia. Algunos volvieron en buses.

En cuanto al Lebu, este barco-prisión tomó el lugar del Maipo en el molo inmediatamente después que éste zarpó a Pisagua. Pero el Lebu tenía la característica de que era un buque que estaba para ser desguazado, por lo que no podía navegar. No existen registros serios ni memoria colectiva que indiquen que desde estas naves desaparecieron prisioneros o se arrojaron cuerpos al mar.

Pero la respuesta a lo que siempre se sigue hablando puede estar en el “Kiwi” y en el personal de la Armada que, de acuerdo a los antecedentes que se relatan en este reportaje, habrían tomado parte en estos viajes mar adentro. La única forma de transformar estos relatos en una verdad jurídica, es que un juez investigue este episodio. Esto termina casi siempre por asustar a los agentes, que concluyen admitiendo los hechos como viene ocurriendo en centenares de procesos por violaciones a los derechos humanos.

Ante la policía

El capitán Vicente ya prestó declaración ante la policía de Investigaciones acerca de estos sucesos. En ellas sostiene refiriéndose a las confesiones del Pituco Reyes: “En el viaje de vuelta (a Chile) desde Alemania, las condiciones de navegación eran malas. El se asustó y me confesó que en su remolcador ““Kiwi”” botaban los cadáveres de presos políticos al mar, haciéndome hincapié en que nada tenía que ver en esto. Me dijo que a él lo iban a buscar a medianoche, junto a toda su tripulación, pasando a recogerlos una camioneta de la Gobernación Marítima. Se hacía un zarpe normal, pero posteriormente a la tripulación la encerraban en el pañol de proa donde se guarda la cadena del ancla. Entonces una vez a bordo, llegaba Pearce o Barrientos con una tripulación de marinos de la Gobernación Marítima. Se procedía a cargar los muertos para lo que, según relató, atracaban el remolcador en el muelle, hasta donde llegaban los camiones de la Pesquera Arauco con unos bultos, los cuales eran lanzados desde el muelle a la cubierta del remolcador, a diez metros de altura aproximadamente. Luego se salía a alta mar y a la cuadra del faro de San Antonio, ignorando a qué distancia, botaban los cadáveres. Esta tripulación contaba los chapuzones de los cuerpos en el agua, los que eran comparados con los golpes en la cubierta al momento de cargar. Estos operativos se efectuaron en varias ocasiones y en cada viaje llevaban entre 10 a 12 bultos. El Pituco Reyes me contó que como al segundo viaje se percataron de que se trataba de cuerpos de personas que iban amortajados y llevaban un peso para que se hundieran”.

El testigo sostiene que está dispuesto a ser careado ante un juez con el capitán Rodolfo Pearce y el Pituco Reyes, quienes no quisieron negar ni admitir a LND lo que el capitán Vicente asegura que le confesaron. No obstante, en sus escurridizas respuestas tanto Pearce como el Pituco emitieron dichos que, analizados en el contexto de los datos, revelan que ocultan información.

Nombres y cifras

No se puede afirmar quiénes podrían ser los detenidos que tuvieron como destino final el fondo del mar en la “Operación “Kiwi””. Pero sí se puede decir que desde el campo de prisioneros de Tejas Verdes desaparecieron al menos 16 detenidos. Ellos son José Nanjarí Astorga; Rebeca Espinoza Sepúlveda; Gustavo Farías Vargas; Julio Fernández Fernández (uruguayo); Nelsa Gadea Galán (uruguaya); Miguel Heredia Vásquez; Víctor Mesina Araya; Luis Norambuena Fermandois; Jorge Ojeda Jara; José Orellana Meza; José Pérez Hermosilla; José Rivas Rachitoff; Gerardo Rubilar Morales; Ernesto Salamanca Morales; Ceferino Santis Quijada; y Félix Vargas Fernández.

Algunos de ellos desaparecieron entre 1974 y 1975, y otros en 1973. De todas formas, lo más probable es que la gran parte de quienes llegaron a bordo del “Kiwi” fueron prisioneros sacados en los camiones de la Pesquera Arauco desde Londres 38, Villa Grimaldi o José Domingo Cañas.

Revisadas las estadísticas oficiales de detenidos desaparecidos de la Región Metropolitana entre los años 1973 a 1978, el período de la DINA, estos suman 590. (En 1978 hay sólo dos víctimas). Si se considera que desde los helicópteros del Comando de Aviación del Ejército se lanzaron al mar en ese período por lo menos 400 a 450 cuerpos, de acuerdo a las investigaciones del juez Juan Guzmán en el proceso por el homicidio de Marta Ugarte, se tiene que es perfectamente posible que entre 1974 y 1975, desde el “Kiwi” se lanzaran al mar 50 a 100 cuerpos, dependiendo de la cantidad de viajes que un juez pueda precisar si investiga los hechos. Las cifras cuadran y aportan otro elemento para hacer creíble la historia. Son los desaparecidos que nunca más serán encontrados. Las víctimas de la DINA cuya información el Ejército no logró aportar a la Mesa de Diálogo de Derechos Humanos en 2000, y que el Informe de las Fuerzas Armadas emanado de esa reunión en enero de 2001 tampoco incluyó. Es el primer vínculo entre la Armada y la DINA en una operación de exterminio masiva

“EL BRUJO” DE LOS VON APPEN

Coincidencia o no, una vez publicado por LND en diciembre de 2003 el reportaje “400 cuerpos al mar”, arrojados desde helicópteros del Ejército, los dueños del remolcador Kiwi rápidamente lo hicieron desaparecer de aguas chilenas. La vieja nave cumplió la misma tarea de muerte, según nuestro reportaje del 12 de septiembre pasado.

Hoy existen cuatro antecedentes nuevos. El juez Alejandro Solís ordenó la instrucción de un proceso sobre los hechos acaecidos a bordo del Kiwi; las primeras indagaciones policiales y judiciales confirmaron los viajes macabros mar adentro en San Antonio; la credibilidad de estos sucesos fue descartada en 2000 por la Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos, informada allí por la Gran Logia Masónica de Chile; y el Kiwi ya no es más el viejo Kiwi, porque su nombre fue cambiado por El Brujo y llevado a Perú por el consorcio marítimo chileno Ultramar de propiedad de los Von Apeen.

El remolcador, que se encontraba en el puerto de Caldera, opera desde diciembre de 2003 en el fondeadero de Pimentel, a 12 kilómetros de Chiclayo, bajo bandera peruana como nave de la compañía Petrolera Transoceánica de la cual los hermanos Sven y Wolf Von Appen son dueños del 50 por ciento. Wolf también es vicepresidente del Centro de Estudios Públicos, CEP.

Transoceánica pasó a formar parte de la compañía madre Ultramar, donde los Von Appen son dueños absolutos. El Kiwi pertenecía en rigor a la Sociedad Naviera Ultragas Ltda. otra firma de Ultramar, de la cual los empresarios de origen alemán son también sus únicos propietarios. Pero la dueña originaria del Kiwi en la década de los años 70’ cuando se hicieron los viajes para arrojar cuerpos de prisioneros políticos al mar, era la Kenrick, compañía luego absorbida por los hermanos Von Appen para anexarla a Ultramar. La única posibilidad de que el ministro Solís pueda hacer una reconstitución de los hechos a bordo del Kiwi-El Brujo, es que los Von Appen devuelvan el remolcador a Chile. Si no colaboran con la justicia, el juez tendría que pedir autorización a la Corte Suprema para viajar a Perú y hacer sus indagaciones vía exhorto internacional.

LOS AVANCES

La investigación que inició el magistrado a partir del reportaje de LND comienza a arrojar resultados. Se hilvanan hechos y detalles que constatarían que de estas operaciones estaban perfectamente informados en la compañía Kenrick (que aún no pertenecía a los Von Appen), y que la Armada tenía el control absoluto del puerto y los sitios de embarque de San Antonio. De hecho, fue el propio Manuel Contreras Sepúlveda, en ese tiempo teniente coronel y jefe militar de San Antonio después del golpe militar, quien entregó el mando del puerto al capitán de corbeta de la Armada, Rodolfo Iván Pearce Hartmann.

Los viajes se hicieron en la oscuridad de la noche encerrando a la tripulación civil del remolcador en los camarotes o pañol de cadenas, indistintamente. Los capitanes hoy en retiro de la Armada, ambos además prácticos de puerto, Pearce y Renato Barrientos Subiabre, imputados de comandar el remolcador junto a personal de la Gobernación Marítima de San Antonio o de Ejército para botar los cuerpos en alta mar, continúan negando, ahora ante el juez. Aunque con excusas infantiles.

Cuando LND entrevistó al principal imputado, Pearce, en Viña del Mar, éste negó todo, aunque no directamente, pues siempre dijo “yo no puedo negar nada, porque no conozco de eso que me pregunta”. En los avances de las indagaciones judiciales cumplen un papel relevante funcionarios del Departamento Quinto de la Policía de Investigaciones, quienes en pocos días han obtenido valiosos antecedentes.

La historia del Kiwi fue relatada a LND por un capitán de la Armada en retiro a quien identificamos entonces como Vicente, porque pidió reserva de su identidad. Esta misma fuente ha aportado valiosa información al ministro Solís y será careado con quienes siguen negando haber participado en las maniobras del Kiwi. De hecho, el mismo Vicente pide esos careos.

Hasta ahora no está determinado de cuántos viajes se está hablando ni de cuántos cuerpos, pero el Kiwi salió varias veces con su carga, mientras un barco de la Armada lo controlaba apostado en la bahía de San Antonio. Los cuerpos llegaban al muelle a bordo de camiones de la Pesquera Arauco, empresa estatal hasta el golpe militar, cuyos camiones fueron confiscados por Manuel Contreras. Estos vehículos fueron utilizados para sacar detenidos vivos, desde los centros de detención de la DINA en Santiago, y que desaparecieron. Las operaciones a bordo del Kiwi fueron realizadas entre fines de 1973 y 1974, pero aún falta establecer en la investigación judicial iniciada a comienzos de octubre, las fechas exactas o aproximadas.

ATORMENTADO

Algunos testigos de la tripulación del Kiwi en aquel tiempo han comenzado a morir. Primero falleció el maquinista del remolcador, Manuel Miño. Y este año lo hizo su ayudante en la embarcación, Francisco Ortiz Ponce, el “Nacho” Ortiz. El mismo que en 1995 dijo a dos abogados de derechos humanos que lo visitaron en San Antonio para consultarle por los hechos que “a nosotros nos encerraban en el pañol de cadenas”. Familiares suyos sostienen que nunca más pudo vivir en paz, y que en los últimos meses ya ni siquiera se atrevía a entrar a rezar a una iglesia. “Nacho” Ortiz murió atormentado y convencido de que su Dios lo había olvidado. Lloraba en las noches con lo que vio y con el recuerdo de los horribles viajes a alta mar. Pero él, Miño y el mismo patrón del remolcador, “el Pituco” Reyes (Víctor Reyes Castillo), a quien entrevistamos en San Antonio, fueron también víctimas de órdenes militares superiores. Reyes no negó entonces, ni confirmó, lo que LND le fue a preguntar, pero dejó claro que sí sabía bien acerca de lo que le consultábamos, desmintiendo en varios puntos al capitán Pearce. Sencillos hombres de mar toda la vida, el destino los enfrentó a tener que oler la muerte en los sacos que se cargaban a bordo.

Antes de morir, Manuel Miño escribió en un cuaderno estos traumáticos recuerdos. La evidencia podría llegar ahora a manos del ministro Solís, si su hijo se decide a entregársela. Para estos hombres los únicos culpables de su sufrimiento, el de sus familias, y del dolor causado a los familiares de aquellos arrojados al mar en estas operaciones, son quienes las ordenaron y las realizaron materialmente.

LA MASONERÍA Y LA MESA

No está claro por qué la Mesa de Diálogo no dio credibilidad a esta denuncia, instancia a la cual llegó informada desde la Gran Logia Masónica de Chile bajo el índice “Situación Nº3, V Región”. Fue nuestra propia fuente, el capitán Vicente, quien entregó esa información a la Masonería el año 2000. Vicente relató, grosso modo, exactamente lo que contó a este medio, luego de leer el reportaje de diciembre de 2003 sobre los cuerpos arrojados al mar desde los helicópteros Puma del Comando de Aviación del Ejército. Tal vez, la razón del descrédito de la Mesa de Diálogo puede explicarse porque el informe de la Gran Logia equivocó la cifra mencionada por Vicente. En vez de consignar “70” cuerpos aproximados que según Vicente sostiene que dijo, el informe anotó “700 cadáveres al mar”. Tal cifra es insostenible dado que, de acuerdo a estadísticas oficiales, entre 1973 y 1978, el período de la DINA, en la Región Metropolitana desaparecieron 590 personas (en 1978 hay sólo dos casos).

No obstante, según Vicente, -quien cada vez se enoja más por no haber sido escuchado antes o porque sus antecedentes aparecieron distorsionados en la Mesa de Diálogo- esa instancia debió consignar el caso para que fueran los tribunales de justicia los que dilucidaran el asunto. “No tendríamos ahora a algunos testigos ya fallecidos y habríamos ganado tiempo”, comenta.

Se desconoce si el comandante en jefe de la Armada -durante la Mesa de Diálogo- y hoy senador de la UDI, Jorge Arancibia, supo de los viajes de la muerte realizados por el Kiwi en los que evidencias apuntan hoy a que participó personal en servicio activo de su institución. La Armada niega todo de lo cual se le acusa acerca de crímenes cometidos durante la pasada dictadura. El nuevo conflicto lo enfrentará este mes que se inicia, cuando se haga público el informe de la Comisión sobre Prisión Política y Tortura. Parte de su contenido desmentirá las negativas de la institución, porque establece que en la Armada, al igual que en las otras fuerzas uniformadas, en todo el país, la tortura a los prisioneros fue una política sistemática.

Extraña casualidad el nombre con el que fue rebautizado el Kiwi por sus dueños. Pero ahí está, en el puerto peruano de Pimentel, según las informaciones de las empresas del consorcio Ultramar en Chile y de Petrolera Transoceánica en Lima, cumpliendo tareas menores por su antigüedad. No es razonablemente explicable este traslado a Perú de una nave con tan poca capacidad técnica hoy día, además de desgastada por los años. Los actores de esta tragedia que no fue consignada en el Informe Rettig ni en ningún documento que relate los horrores de la dictadura de Augusto Pinochet, tendrán que volver a subir a bordo para reconstituir los crímenes cuando llegue el momento judicial. El capitán Vicente está contento porque, finalmente, alguien le creyó.