Descripción General
Categoría : Otra Información
La antigua Cárcel de Valparaíso, ubicada en N° 471 (actual Parque Cultural de Valparaíso) fue utilizada para la detención e interrogatorio de presos políticos de la región.
La Carcel de Valparaiso fue el principal recinto carcelario de la región. Se trató de un edificio de construcción antigua, que normalmente tenía sobrepoblación penal. Durante 1973 y 1974 los prisioneros eran enviados desde diversos recintos militares, principalmente desde la Academia de Guerra y el Cuartel Silva Palma. También algunos testimonios señalaron que llegaron detenidos de campos Cárcel 3de prisioneros de la región, especialmente Puchuncaví–Melinka. Luego, durante los años 1977 a 1990, los presos eran enviados a la cárcel por los Carabineros, Investigaciones y la CNI, después de haber estado detenidos en diversos recintos de estos organismos, especialmente en la CNI.
Coinciden los testigos en señalar que, durante toda la dictadura, los prisioneros políticos fueron sometidos a condiciones de malos tratos y abusos permanentes, discriminados del resto de la población penal. Incomunicados, eran sometidos a encierros injustificados, negándoseles las visitas y siendo discrecionalmente trasladados a otros recintos carcelarios. Además, frecuentemente eran allanados y golpeados. Según los testimonios, los prisioneros fueron sometidos a violentas golpizas, individuales o colectivas. Durante los primeros años entraban, entre otros, infantes de marina y, en el patio, golpeaban con palos a los prisioneros, los tendían en el suelo y corrían sobre ellos. Después, durante los años ochenta, se denunció que los prisioneros políticos eran golpeados con pies y puños por los mismos gendarmes.
Hay declaraciones de que, ocasionalmente, algún detenido fue interrogado y torturado en el recinto por Carabineros o la CNI. También en este período hay denuncias que señalan incomunicación hasta por períodos prolongados.
Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; Informe Valech; Memoriaviva;
Valparaíso: Las cicatrices de un puerto torturado
Fuente :rebelion.org, 18 de Diciembre 2018
Categoría : Prensa
El 11 de septiembre de 1973 la bahía de Valparaíso amaneció asediada por la Armada de Chile. Cientos de marinos se desplegaron por las calles de la ciudad puerto en búsqueda de artículos y personas que fueran opositoras al régimen. La derecha chilena decía que iba a ocurrir una guerra civil, pero las fuerzas armadas […]
El 11 de septiembre de 1973 la bahía de Valparaíso amaneció asediada por la Armada de Chile. Cientos de marinos se desplegaron por las calles de la ciudad puerto en búsqueda de artículos y personas que fueran opositoras al régimen. La derecha chilena decía que iba a ocurrir una guerra civil, pero las fuerzas armadas corrían con ventaja, una ventaja muy grande, tenían las armas en su poder. La mañana se volvió oscura, en Santiago, La Moneda era bombardeada con el presidente Salvador Allende y sus colaboradores en el interior. Mientras en Valparaíso y distintas ciudades del país eran detenidos cientos de personas, algunos militantes del Partido Comunista, del Partido Socialista, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, del Movimiento de Acción Popular Unitaria, en fin, todos los adherentes del presidente Allende. Así como también simples campesinos y agricultores que habían sido beneficiados con la reforma agraria y mineros que apoyaron la nacionalización del cobre. Además se apresó a personas pertenecientes a las fuerzas armadas que estaban en contra de la intervención militar.
Valparaíso, como ciudad puerto, fue sitiada por la armada. En este caso, según el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, fue nombrado al mando de la provincia el comandante Guillermo Aldoney, de la Primera Zona Naval, como Jefe de Zona en Estado de Emergencia. Utilizando como recintos de detención y tortura la Academia de Guerra Naval, el Cuartel Silva Palma y algunos buques, como el Maipo, el Lebu y la Esmeralda. En la región las detenciones se concentraron durante los años 1973 a 1974. Además hubo centros manejados por Investigaciones, Carabineros, el Ejército y la Fuerza Aérea. Como el cuartel de investigaciones de Viña del Mar, el regimiento «Coraceros», la base aeronaval el Belloto, además de la cárcel de Valparaíso y así, otra decena de lugares. La Academia de Guerra Naval junto con el cuartel Almirante Silva Palma, también denominado Fuerte de Bueras Bajo, fueron centros de por donde pasó la mayor cantidad de personas detenidas en la región. En estos lugares los interrogatorios junto con las torturas eran a diario y brutales. El primer centro se encontraba en el cerro Playa Ancha, mientras que el segundo estaba ubicado en el cerro Artillería. La Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro pisos. Ricardo Aravena recuerda el lugar y relata que «me llevaron a un tercer piso, que después supimos que era la sala de las banderas en la cual nos tenían en una pieza a treinta o cuarenta compañeros, entre hombres y mujeres, ahí nos sacaban y llevaban a interrogatorios en cualquier horario». Héctor Cataldo, ex miembro del MAPU, comenta que en la Academia de Guerra «el primer día fueron solo culatazos y ofensas, desde el segundo día fueron interrogatorios con torturas tres veces al día». El año 2017, en febrero, la Armada decidió demoler parte de la Academia, por lo que aparecieron grupos detractores de esta acción, por considerarlo como «un intento de borrar de la memoria aquel lugar donde se deliberó y se fraguó el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Mismo recinto donde a partir del golpe se asesinó y torturó a miles de porteños», según queda consignado en el DiarioUdeChile.
En estos lugares las torturas eran tanto psicológicas como físicas. Luis Cáceres relata que pasó por el Silva Palma «pero para un simulacro de fusilamiento». Los simulacros de fusilamiento eran recurrentes en los centros de detención, esto como una forma de quebrar psicológicamente a las personas. Muchos concuerdan con que el Cuartel Silva Palma era uno de los centros en donde se realizaban las torturas más brutales, llegando al punto de encontrar otros centros de detención como un paraíso, como comentó Aurelio González, ex-marino detenido: «la cárcel para nosotros fue un paraíso, después de estar en el Silva Palma, ya que ahí pasaba de todo». Luego de pasar por estos dos centros de detención muchos eran trasladados a unos lugares menos conocidos, estos eran el Buque Maipo, el Buque Lebu y la Esmeralda, la mal llamada «Dama Blanca».
El Buque Maipo era un barco de propiedad de la Compañía Sudamericana de Vapores, el que fue puesto a disposición de la Armada por el mismo dueño, Ricardo Claro, el mismo día 11 de septiembre. Este barco estuvo atracado en el molo de abrigo hasta el 15 de septiembre, día en que zarpó en dirección al campamento de concentración de Pisagua. Héctor Cataldo, detenido que estuvo en el Maipo y el Lebu recuerda que eran embarcaciones gemelas, ambos tenían las mismas características, como las tres bodegas usadas como lugares de detención. Ricardo Aravena recuerda que este barco «salía constantemente hacia Pisagua e iba a tirar cuerpos al mar», cosa que no está estipulada en ningún documento oficial que lo acredite, pero por deducciones que sacaban los prisioneros podían saber que muchos no llegaban a destino, el mismo Ricardo Aravena dice «salía a dejar prisioneros, en el camino siempre se perdían, se embarcaban 50 y llegaban 40».
El 15 de septiembre fue entregado a la Armada el Buque Lebu, también de propiedad de la Compañía Sudamericana de Vapores. Este barco permaneció atracado en el molo bastante tiempo, ya que no poseía la maquinaria para poder navegar.
Fue usado como centro de detención y tortura durante un año, por donde pasaron cientos de personas entre hombres y mujeres. Entre los detenidos que pasaron por el Lebu algunos eran menores de edad, como es el caso de Marco Contardo, quien con 15 años de edad fue llevado a la Academia de Guerra Naval y posteriormente al Lebu. Ricardo Aravena, detenido con 17 años, también fue llevado a este buque y recuerda que «estuve detenido como 18 días o un mes, este se encontraba en el molo de abrigo a un lado de La Esmeralda».
Quienes pasaron por este centro de detención flotante recuerdan que la estadía era difícil «el piso era de fierro, nos hacían dormir en una colchoneta «payasa» que son los forros de los colchones, pero rellenos con paja y nos pasaban una frazada, las necesidades las hacíamos en un tambor de 200 litros cortado por la mitad» recuerda Ricardo Aravena.
Otro de los centros de detención que funcionaron en el mar fue el Buque Escuela Esmeralda. De este lugar se tiene poca información, pero existe un emblemático detenido que por las constantes torturas fue a dar al Hospital Naval, donde falleció. El detenido era el sacerdote Miguel Woodward, militante del MAPU, que fue apresado el 16 de septiembre de 1973 en el cerro Placeres, como queda consignado en el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, estuvo detenido en la Universidad Técnica Federico Santa María , en el Buque Lebu y en la Esmeralda.
Ricardo Aravena recuerda que en La Esmeralda se encontraban la mayoría de las mujeres detenidas. Al ser preguntado si en el Lebu habían mujeres, responde que «las mujeres estaban en camarotes, pero la gran mayoría estaba en la Esmeralda», en este lugar las mujeres sufrían las torturas físicas y psicológicas, junto con vejaciones sexuales.
La tortura sistemática
Las torturas que sufrieron los presos políticos aún dejan secuelas en ellos, como cuenta Ricardo Tobar, marino constitucionalista detenido el 16 de septiembre de 1973 por ir en contra del golpe militar. Ricardo cuenta que «la primera tortura fue cuando llegaron a buscarnos en Quintero a mí y dos compañeros más. Nos sacaron de la casa y lo primero que escuchamos fue que mataron al perro, le dieron un balazo. Nos sacaron al patio y nos pararon en la muralla, a mi compañero Nelson lo apuñalaron con un yatagán, en ese momento el bebé más chico se puso el oficial al mando del pelotón dice que le manden un culatazo a la guagua, en eso yo me tiro sobre el niño para salvarlo. Ahí me cortó la mano con el yatagán, le iba a pegar con la culata y dio vuelta la wea, ahí me cortó. Aún tengo el dedo sensible». Cuenta también que «me hicieron el teléfono, me dieron culatazos y golpes; además me hicieron un falso fusilamiento, ahí fue donde conocí el miedo». El teléfono consistía en golpear fuertemente los oídos de los detenidos para generar sangramiento y desestabilizarlos.
También usaban como tortura la electricidad. Para Ricardo Aravena la corriente fue algo muy doloroso «aplicaban corriente en las manos, los testículos, en los pies, cosa que recorriera todo el cuerpo». En cambio Héctor Cataldo cuenta que «me empezaron a colocar corriente, eso para mí fue un alivio porque desde cabrito me gustaba reparar aparatos eléctrico y yo probaba la corriente con la mano, tenía mucha resistencia. Una de las cosas para evitar los golpes era hablar, pero como yo no iba a hablar prefería la corriente así que gritaba como condenado para que se ensañaran y pensaran que me dolía», todo esto porque dentro de las torturas que le realizaron en los interrogatorios, le golpeaban el estómago y para enderezarlo le daban latigazos en la espalda, dice también que ya no podía más «en un momento pensé en tirarme de la ventana si me iban a buscar nuevamente para interrogarme».
La revista Apsi fue uno de los medios de comunicación que estuvo en contra de la dictadura. En la edición del 7 al 20 de febrero de 1984 evidenció que se realizaban torturas en los centros de detención. Las declaraciones de los entrevistados constatan que se aplicaba corriente en las zonas sensibles del cuerpo, se realizaban colgamientos durante tiempos prolongados, además de torturas psicológicas como mantener en silencio a los detenidos para que perdieran el sentido del tiempo, mantenerlos despiertos durante días y mantenerlo solos con los ojos vendados.
La Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura ratificó e incluyó nuevos método, como son las humillaciones, en donde hacían ingerir desechos orgánicos, besar las botas de un agente militar o policial y arrastrarse por el suelo. Además, se realizaban juegos en donde la vida del detenido corría riesgo como es la ruleta rusa.
Muchos de los torturadores más brutales fueron entrenados en la Escuela de las Américas, ubicada en Centroamérica. En este lugar se hacían cursos para aprender a torturar y a reprimir. Entre los enviados se encontraba Álvaro Corbalán, quien está condenado por decena de causas.
La luz entre tanta oscuridad
Entre todos los interrogatorios y torturas los detenidos buscaban formas de distraerse y tratar de dejar de lado, por un momento, todo el sufrimiento que los habían hecho pasar los llamados garantes de la seguridad nacional. Ricardo Tobar recuerda «los que teníamos mayores estudios nos poníamos a hacer clases a los demás, a veces jugábamos fútbol o nos poníamos a arreglar la cárcel porque estaba todo malo y sucio». Aurelio González también recuerda que la cárcel estaba en malas condiciones «la Cruz Roja Internacional nos regaló pintura y pintamos toda la cárcel».
Ricardo Aravena también recuerda los momentos de distracción que podían tener a pesar de no poseer mucho tiempo «nos dábamos ánimo entre nosotros, en un momento hicimos un show. Unos compañeros contaban chistes, otros cantaban; no podíamos hacer nada más porque teníamos muy restringido el tiempo». En todos los centros de detención a lo largo del país los presos intentaban hacer cosas para distraerse. En el libro «Tejas Verdes: Diario de un campo de concentración en Chile», de Hernán Valdés, se cuenta que los presos juntaban cualquier cosa para entretenerse en algo, aunque fuera algo inservible.
Para muchos lo único importante era salir vivos de todo ese calvario. Ricardo Aravena recuerda «quería sobrevivir, yo tenía 17 años. Había que tratar de llevar lo más placentero el encierro y las torturas, dentro de lo que se podía, porque o sino uno se volvía loco». También reflexiona que su detención y las constantes torturas «me cambiaron todo el panorama, los sueños y aspiraciones que tenía uno a los 17 años».
Durante las torturas los detenidos buscaban formas para que el dolor no fuera tan fuerte y trataban de pensar en otras cosas. «Yo pensaba en no hablar ni caerme, esas cosas marcan psicológicamente. Uno se vuelve inestable, si hay algún problema me retraigo» cuenta Héctor Cataldo. Ricardo Tobar también recuerda que intentaba resistir de alguna manera los golpes y torturas «lo que me ayudó a sentir menos dolores fue que en la escuela nos enseñaban judo. Ahí el profesor nos enseñó el por qué gritan tanto, que es para mitigar el dolor»
La vida después de la dictadura
Pasaron los años, la dictadura cayó o pacto su salida, Pinochet murió impune y con honores, por parte del ejército, se realizó su funeral. Muchos de los detenidos y torturados, además de los familiares de desaparecidos, aún siguen sufriendo las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que llevarán en su espalda por el resto de su vida. La sociedad chilena o el Estado de Chile están en deuda con todas estas personas, pero para algunos un simple bono es un pago por todo el sufrimiento que les fue causado.
Las pensiones por ser exonerado y preso político son incompatibles entre ellas, personas que tienen las dos condiciones deben elegir entre una u otra. «El estado neoliberal pero de la Concertación, decidieron que esas dos pensiones no son compatibles» comenta Héctor Cataldo. En algún momento a algunos ex-presos políticos les ofrecieron un bono de tres millones. Ricardo Tobar critica esta acción «me torturaron, me echaron de la pega, estuve vagando 15 años para encontrar un trabajo y nos quieren dar un bono de tres millones; eso fue una burla». El Estado se debe hacer cargo y reparar de alguna forma el sufrimiento, quizás es muy difícil remediar el daño, pero algo se debe hacer. También es necesario que la justicia haga su trabajo y se condenen a cientos de torturadores y asesinos que transitan libremente por la calle como si nada hubieran hecho.
Los ex presos políticos le perdieron el temor a la muerte. Héctor Cataldo relata que «yo sé que estoy viviendo gratis así que no le tengo miedo a la muerte». Ricardo Aravena también comenta que «no le tengo miedo a la muerte, ya tengo 62 años. La espero tranquilo, me regalaron varios años más de vida» Luego de haber sido privados de libertad durante meses e incluso años y de haber sido torturados, muchos valoran la libertad que se tiene hoy. Héctor Cataldo alude a este término diciendo que «lo que valoro es la característica de la naturaleza humana de decidir qué hacer o no hacer». Ricardo Aravena también se refiere a esto y comenta «estando detenido uno veía la muralla y pensaba que pasándola estaríamos libres, pero no se podía. Hay que cuidar la libertad. Lo que más aprecio hoy es la libertad, de todo tipo».
Es necesario como sociedad chilena y como humanos cuidar la libertad que se ha ido ganando con los años. No podemos ceder a las nuevas oleadas ultraderechistas que se van dando en el mundo y que buscan quitar algunos derechos básicos que tenemos. Para eso hay que ir aprendiendo de los errores e ir recordando los sucesos que se han dado, como la dictadura chilena. Para eso era y es necesario recuperar las memorias de diferentes actores sociales que sufrieron el calvario de haber sido detenidos y torturados por personas que debieran cuidar de la ciudadanía, pero que volcaron sus armas para asesinar despiadadamente a sus connacionales.
También es necesario que se deje de enaltecer a asesinos y violadores de derechos humanos. Es incomprensible que hasta el día de hoy se tenga una estatua y se venere a un golpista, como es José Toribio Merino. En el Museo Naval aún se conserva una imagen, lugar hasta donde llegan, cada mes, decenas de personas a protestar en contra de la permanencia de la figura de Merino.
El día que Julio Iglesias intentó tocar en la ex cárcel pública de Valparaíso y le gritaron "¡hijo de puta!"
Fuente :elmostrador.cl, 15 de Mayo 2014
Categoría : Prensa
En 1975 se presentó en el Festival de Viña, por lo que aprovechó su estadía para hacer una presentación en el centro penitenciario. Antes de empezar, le dijo a los presos: “Los comprendo muy bien, soy un prisionero de mis compromisos, de cantar aquí y allá, de los hoteles y aviones”. Eso provocó la ira de los reclusos, pero lo que realmente afectó su presentación y lo obligó a renunciar a ella, sin ningún tipo de explicaciones, fue cuando se enteró que en el lugar había presos políticos.
A pocos días de ser elegido como el artista latino de mayor éxito de todos los tiempos por Sony Music y de agotar las entradas en sus dos últimos conciertos en el Royal Albert Hall de Londres, es evidente que el éxito de Julio Iglesias, no mengua. Con una carrera de medio siglo y 300 millones de álbumes vendidos, el arrastre del ex futbolista continúa siendo un fenómeno inexplicable, incluso para él. “Uno no puede ni siquiera entender la causa del porqué las gentes te siguen… si tuviera el éxito alguna lógica, lo tendríamos todos”, dijo en una entrevista televisiva en 1988.
Dos de los hitos más importantes de la carrera de Iglesias ocurrieron en Santiago, según su sitio web: en 1977 congregó a más de 100.000 individuos en el Estadio Nacional, considerado “el mayor acontecimiento musical de la Historia”, y en 1991 a 170.000 personas en el Parque O’Higgins, “la mayor audiencia en Sudamérica para un evento semejante”.
Las actuaciones de Iglesias no han sido siempre recibidas con clamor. En febrero de 1975, en plena dictadura de Pinochet, el artista se presentó en un lugar radicalmente distinto a los espectaculares escenarios donde suele actuar. La presentación ocurrió en la Cárcel de hombres de Valparaíso – una elección curiosa para un cantante acostumbrado a un público predominantemente femenino – y tuvo un final inesperado.
Este episodio poco conocido de Iglesias permanece vivo en la memoria de varios ex presos políticos que se encontraban recluidos en ese recinto 39 años atrás, a quienes he entrevistado en relación a mi investigación musicológica “Sonidos de la memoria: Música y cautiverio político en el Chile de Pinochet”. En cambio, al preguntarle a Iglesias acerca del episodio en la Cárcel, el artista respondió que no conservaba ningún recuerdo de éste.
La Cárcel de Valparaíso
Durante la dictadura de Pinochet, la Cárcel de Valparaíso (actualmente el Parque Cultural de Valparaíso) fue el principal recinto de detención de la V Región. Los presos vivían una situación de constante hacinamiento y estaban separados en tres galerías, generalmente dependiendo del delito. En la primera estaban los reos culpados de crímenes financieros, en su mayoría provenientes de clase socioeconómica entre media y alta. En el segundo piso se encontraban los condenados por delitos comunes, pertenecientes a estratos modestos. En la última galería se hallaban los presos políticos, que incluían obreros, marinos constitucionalistas, artistas, estudiantes y profesores universitarios, periodistas y abogados, entre otros profesionales.
Presos políticos en la Cárcel porteña existieron entre 1973 y 1990, particularmente en 1973-1974, y a partir de 1983, según lo constata el Informe Valech. Éstos eran discriminados del resto de la población penal y sujetos a condiciones de malos tratos. Eran frecuentemente allanados, interrogados y torturados por personal de Gendarmería, Carabineros, la Marina y los servicios secretos.
La actividad musical de los presos en la Cárcel era limitada. “Era difícil porque estaban prohibidas, pero igual tratábamos”, comenta Mauricio Redolés, músico y poeta, quien llegó a la Cárcel en abril de 1974 en un precario estado de salud, pesando 25 kilos producto del trato recibido anteriormente en la Academia de Guerra, Barco Lebu, Cuartel Silva Palma y el Campamento de Prisioneros Isla Riesco (Colliguay), y de la falta de atención médica. Completó un total de veinte meses de presidio político.
Mauricio se comunicaba con otros reclusos a través de las ventanas, cantando tangos. Otro preso político llamado Álvaro Vidal – un músico que tocaba jazz, rock y música folklórica – le prestaba la guitarra y enseñaba algunos trucos. En la Cárcel Mauricio dio su primer recital, interpretando Los momentos, Qué pena siente el alma y Nuestro México.
Uno de los episodios que Álvaro recuerda con cariño fue haber tocado, junto con otro preso político que era concertista en guitarra, el concierto en Re Mayor de Vivaldi. “Me costó mucho aprenderlo ya que no soy guitarrista clásico.” A pesar de la prohibición general de hacer música, presentaron la obra a todos los encarcelados, incluidos los presos comunes. “Gustó mucho”, cuenta Álvaro con orgullo. Actualmente Álvaro sufre un serio problema crónico en la columna a raíz de las torturas recibidas durante su presidio político de dos años y medio.
A pesar del régimen de terror, precarias condiciones de vida y censura, los prisioneros de la Cárcel de Valparaíso y otros de los 1.132 recintos de detención política en el Chile de Pinochet desarrollaron diversas actividades musicales. Para muchos reclusos, escribir, interpretar, enseñar o escuchar música eran formas de registrar, procesar, recordar, olvidar o trascender experiencias difíciles. La música les ayudaba a mantener un sentido de normalidad, era un medio de distracción y comunicación entre ellos y con el mundo exterior.
Iglesias en la Cárcel
La actuación de Iglesias fue ideada por un reo condenado por estafas. Como tenía gran influencia, consiguió que su ídolo – que se encontraba en la V Región con motivo del Festival de la Canción de Viña del Mar – aceptara hacer una presentación entre rejas. Los detalles del cómo se logró el acuerdo son inciertos. Posiblemente el preso se valió de aliados dentro y fuera de la prisión, que estaban conectados con el artista.
Se anunció la venida de Iglesias dos días antes que ocurriera. Entre los presos comunes había gran expectación. Los reos políticos tenían una postura distinta: “No estábamos ni ahí con Julio Iglesias: nos preocupaba nuestra situación, nuestra salud, la política”, comenta Mauricio.
La construcción del escenario estuvo a cargo de los presos de la segunda galería, y comenzó la noche anterior al día del evento, con tal estrépito que mantuvo despierto al resto del penal. Álvaro se sorprendió cuando vio el escenario terminado. En lugar de hallarse en un espacio amplio como por ejemplo el patio, estaba en la primera galería que era muy estrecha. El escenario era de dimensiones mínimas: aproximadamente tres metros de largo por dos de ancho. Tenía un solo micrófono, y de mala calidad. Álvaro pensó: “ahí Iglesias no va a cantar”.
El espectáculo estaba programado para las 10 AM. Ese día, Gendarmería ignoró sus propios estatutos de disciplina: realizó la cuenta de presos sólo una vez, en lugar de tres. Este cambio de rutina nunca había ocurrido antes, ni siquiera cuando apareció el General Sergio Arellano Stark, comandante de la fatídica “Caravana de la Muerte”.
Las autoridades intentaron congregar a todos los reos frente al escenario. Los presos comunes accedieron pero los presos políticos se rebelaron y permanecieron en su galería, desde donde observaron todos los pormenores.
Iglesias apareció con mucho retraso, a las 4 PM, acompañado de una comitiva de alrededor de veinte personas. El cantante portaba una chomba chilota.
Cuando hizo su entrada el cantante, los presos comunes se alborotaron, pidiendo canciones y autógrafos. Cuando finalmente se restableció el orden, Iglesias se dirigió al público y según cuenta Redolés, el artista español se mandó un par de frases que no cayeron nada de bien.
Mauricio y Álvaro recuerdan sus palabras: “Aparentemente soy un hombre libre pero en realidad soy un prisionero de mis compromisos, de cantar aquí y allá, de los hoteles, los aviones. Las fans no me dejan en paz. Os entiendo muy bien. Os traigo un abrazo de fraternidad y espero que recuperéis la libertad lo más pronto posible.”
Las palabras del artista no fueron bien recibidas. Los presos políticos se ofendieron mucho: “Él se estaba riendo de nosotros. Comenzamos a gritarle epítetos espontáneos al unísono: ¡buena, concha de tu madre! ¡hijo de puta! y de ahí para adelante. Iglesias tenía cara de sorpresa, miraba para todos lados, estaba desconcertado”, recuerda Álvaro. Mauricio añade: “Iglesias preguntó: y vosotros allá arriba, ¿por qué estáis tan enojados? Alguien le explicó que había presos políticos.
Cuando hizo su entrada el cantante, los presos comunes se alborotaron, pidiendo canciones y autógrafos. Cuando finalmente se restableció el orden, Iglesias se dirigió al público y según cuenta el cantante Mauricio Redolés, quien era uno de los presos políticos que estaba en el lugar, el artista español se mandó un par de frases que no cayeron nada de bien.
El manager anunció que Iglesias se iría. Y se marchó sin haber cantado ni una sola canción.”
Para Álvaro, el episodio fue “el acontecimiento más absurdo que he visto en mi vida. Iglesias fue muy caradura, se fue sin decir nada”. Los presos políticos temieron que hubiera represión pero no ocurrió. “Ni siquiera los patos malos reaccionaron mal a nuestros abucheos. También se sentían ofendidos.”
¿Por qué Julio Iglesias había aceptado cantar en una lúgubre cárcel de hombres, estando acostumbrado a grandes escenarios y al clamor de un público mayoritariamente femenino? ¿Estaría motivado por curiosidad, un impulso benéfico o un deseo de publicidad? ¿Tendría en su mente al cantante de música country Johnny Cash, cuyas grabaciones de conciertos en cárceles estadounidenses “Johnny Cash at Folsom Prison” (1968) y “Johnny Cash at San Quentin” (1969) le valieron los primeros puestos en los rankings Billboard y ventas de discos superiores a las de los Beatles? ¿Y por qué Iglesias se marchó? Quizá el enterarse de la existencia de presos políticos en aquella cárcel causó su partida. Tal vez la mala acogida que tuvieron sus palabras, o las condiciones mediocres del escenario fueran el detonante.
COMUNICADO A LA OPINION PUBLICA: PRESAS POLITICAS CORONEL (1985)
Categoría : Testimonio
A raíz de los últimos graves sucesos ocurridos en diferentes cárceles del país que configuran una nueva situación represiva con características de ex exterminio hacia los presos políticos a nivel nacional, como el día 18 de Octubre en la ex-Peniteñciar:ía de Stgo, donde fue asesinado nuestro compañero Víctor Zuñiga Arellano, y quedan otros compañeros heridos, luego del día 18 de Noviembre en la Cárcel de Valparaíso es asesinado el jóvenes-estudiante de 19 años Gonzalo Muñoz y otros varios• compañeros lesionados de· gravedad; posteriormente el día 17 de Noviembre en la Cárcel de Concepción el preso político Juan Bustos es agredido por el gendarme Manuel Benimelis, sin meditar provocación alguna, quedando nuestro compañero con un T.E.C. y con pérdida de audición.
En este mismo recinto carcelario el día 28 de Noviembre luego de finalizado un allanamiento con características de operativo militar los detenidos fueron salvajemente golpeados por funcionarios de gendarmería, ante. la sorpresa de los recluidos y entre ellos, los presos politices.
Todos estos hechos ocurridos nos alarman enormemente y demuestran que la dictadura está utilizando una nueva política de hostigamiento y exterminio de los P.P., para ello utilizan a gendarmería y a mercenarios de entre los presos comunes.
A estas acciones que se han tomado con los presos politices al interior de los penales, se agrega la lentitud de los procesos, la obstinación para otorgar el derecho a la libertad bajo fianza y la dispersión de los P.P.
Por toda esta difícil situación que atravesamos los P.P. del país, los P.P. de Coronel a menos de un mes de haber finalizado una huelga de hambre de denuncia y protesta, informamos a la opinión pública que el día 3 de Dic. iniciamos una huelga de carácter indefinido exigiendo lo siguiente:
1.- Exigimos que cese la represión al interior de las cárceles donde la violencia ha tenido su mayor expresión en los penales de STGO. Valparaíso y Concepción.
2.- Unificación de los presos politices exigimos el traslado de la señora Aida Baesa Barra a la cárcel de Coronel, que se encuentra actualmente recluida en el C.O.F. en Concepción
3- Aceleración de los procesos. Exigimos el cierre del sumario y fallo para las señoras Maria Soledad Aranguiz y Maria Cristina Chacaltana (causa 746-34)
4.- Derecho a libertad bajo fianza. Exigimos que se le otorgue a la Sra. Arinda Ojeda A. procesada desde hace 4 años 8 meses (causa 332 81
5.- Derogación del D.L.31 dictado durante estado de guerra interna (Nov •73) y que se continúa aplicado
6.- Aplicación del D.L. 504 y conmutar las penas de. Cárcel por extrañamiento
Por lo tanto, hacemos un llamado vigoroso al pueblo en su conjunto en Coronel y la octava región a manifestar activamente su. solidaridad con nuestra huelga, única forma de presión y lucha con que contamos.
Llamamos a las organizaciones populares, cristianas, organizaciones de Derechos Humanos a desarrollar una vasta campaña de denuncia y presiones que nos lleven a obtener los objetivos de nuestro movimiento.
CON EL PUEBLO, LA UNIDAD Y LA FUERZA, VENCEREHOS !
POR LA VIDA Y LA LIBERTAD DE LOS P.P.
PRESAS POLITICAS CORONEL
11 DICIEMBRE 1985
A 8 DIAS DE HUELGA DE HAMBRE