.

Escuela de Servicio Social de la Universidad de Chile – Memoria Viva

Escuela de Servicio Social de la Universidad de Chile


Alias:Carcel de Medicos

Ubicación:Agustinas 632 Santiago Región Metropolitana

Rama:Fuerza Aérea

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

El antiguo inmueble de la  Escuela de Servicio Social, una vieja casona en Agustinas 632, fue utilizado para la detención de al menos 30 médicos presos politicos.. Este recinto de tortura es tamben conocido como la "Cárcel de Médicos". Hoy es parte de un edificio moderno de las sucursales del Banco Santander

En este recinto los detenidos estaban a cargo de la FACH eran mantenidos en piezas individuales  que dan a un corredor semi circular que se abre sobre un patio interior. Los presos politicos eran en su mayoría médicos, algunos de ellos del grupo médico del Presidente Salvador Allende. Para ellos las condiciones de reclusión no fueron tan malas como en otros recintos de detencion y podian recibir visitas e ingresar alimentos, según consignan en sus relatos. Otros pocos detenidos, algunos no médicos, son traídos transitoriamente hasta aquí desde otros recintos, como Tejas Verdes, Estadio Nacional; o algún regimiento, donde han sido sometidos a torturas sistemáticas, por lo que llegan en malas condiciones físicas. Algunos de estos detenidos relatan que permanecen incomunicados durante un tiempo prolongado en el cual eran vigilados constantemente por el personal de la FACH

 

Criminales y Cómplices:
Alberto Parodi Bustos (Coronel Fiscal de la FACH).

 

Fuentes de Información Consultadas: Informe Valech; Memoriaviva;


Una Huella Indeleble

Fuente :Rev Chil Salud Pública; Vol 17: 211-212, 2013

Categoría : Testimonio

Giorgio Solimano, Escuela de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad de Chile

La represión sufrida por los trabajadores de la salud y en particular por los médicos, ejercida por la dictadura en Chile a partir de septiembre de 1973, constituye una experiencia importante de documentar, contextualizar y también de dar testimonio, incluyendo la experiencia personal.

La protección de los grupos más vulnerables, madres e hijos en el len- guaje de esos años; la ampliación de la cobertura en la atención de salud de las poblaciones residentes en sectores periurbanos y rurales y de programas específicos como el de alimentación complementaria, más conocido como “El medio litro de leche”; la democratización en salud, constituían los pi- lares del Programa de Salud del Gobierno de la Unidad Popular. Gobierno encabezado por Salvador Allende, médico y legislador a quien se le debe en gran parte la avanzada legislación que hizo de Chile un país de vanguardia a nivel mundial en salud. Esto explica, en parte, por qué la represión en términos de muertes, desapariciones, tortura y exilio fue tan fuerte hacia los trabajadores de salud. Son inolvidables las reuniones con el Presidente, en las cuales junto con dar directrices, nos instruía sobre los principales riesgos presentes o al acecho, la importancia de la seguridad social y sobre todo su mirada de futuro para lograr igualdad y equidad en las condiciones de salud para todos los chilenos.

Fuimos muchos y muchas los que sufrimos el rigor de la prisión y la tortura, experiencias imborrables y que hoy podemos narrar. No olvida- mos que hay otros que no pueden hacerlo. En mi caso, la permanencia por casi dos meses en el campo de tortura de Tejas Verdes, donde nos escondían durante las visitas de representantes de diferentes organizaciones de dere- chos humanos, o el torturador que me pidió asesoría para bajar de peso, ya que tenía consigo mi CV. Luego la “Cárcel de los médicos”, en una casa que ya no existe en la calle Agustinas, de propiedad del Servicio Nacional de Sa- lud, durmiendo en catres y comiendo raciones proporcionadas por la Posta Central y con la fiscalía de la Fuerza Aérea instalada ahí mismo; fiscalía que nunca pudo probar nada y fue diluyendo los juicios hasta cerrarlos. Inolvi- dables los roles ejercidos por el Colegio Médico y las autoridades de salud de esa época. Para muestra un botón: “Váyase al extranjero para que vean que no lo matamos”, fueron las palabras de Darwin Arriagada, director del SNS, previo a mi viaje a Estados Unidos para incorporarme al cuerpo académico del MIT en Boston. Sin duda ahí no se agota el tema, más bien es una invitación a abrirlo, porque nuestros testimonios son saludables y de gran valor, entre ellos el relato “Asesoría” de Ariel Dorfman, parte de su libro Cría Ojos publicado en México por la Editorial Nueva Imagen el año 1979, resultado de reflexivas caminatas en un parque de Nueva York.

El valioso y significativo papel jugado por la solidaridad internacional en salud no puede dejar de mencionarse, entre otras razones porque no ha tenido de nuestra parte el reconocimiento que merece. Fueron decenas de organizaciones de derechos humanos y cientos de voluntarios en las más diversas partes del mundo, los que nos apoyaron con campañas de denuncia en las calles y los campus universitarios, que acogieron a los exiliados en sus hogares o identificando oportunidades de trabajo, así como viajan- do a Chile para abogar por los derechos de compañeros prisioneros de la dictadura. Una tarea titánica llena de solidaridad y desprendimiento, que tengo la certeza que a muchos nos permitió mirar el futuro con esperanza y optimismo, el mismo que ha informado nuestro quehacer desde que re- gresamos a nuestro país.


Documental retrata el olvido y desaparición de los centros de tortura de Pinochet

Fuente :elmostrador.cl, 5 de Julio 2017

Categoría : Prensa

Hubo 1.168 en todo Chile, usados por los distintos organismos de seguridad por días, meses o años. Sólo algunos pocos existen como museos: algunos se reciclaron como lugares comerciales -como librerías o farmacias- y otros desaparecieron con la renovación arquitectónica de las últimas décadas. La política de "dejar las cosas atrás" ha provocado que "hoy en día nadie sepa de su existencia y que simplemente transitamos por fuera sin tener ni idea que en ciertos lugares se torturó", señala un académico.

El destino de los más de mil centros de tortura que funcionaron a lo largo de todo Chile durante la dictadura militar es el objeto del documental "Lugares desaparecidos", presentado recientemente en la Universidad de Santiago.

La obra muestra cómo la mayoría de ellos simplemente son desconocidos como tales, reconvertidos en librerías o farmacias en el centro de Santiago, o cómo simplemente desaparecieron con la renovación arquitectónica de la ciudad (como Agustinas 632 o Marcoleta 190), en medio de una política oficial de "dejar atrás" el pasado.

Sólo los más emblemáticos -como Villa Grimaldi- han sido convertidos en lugares de memoria. Otros subsisten a duras penas o siguen siendo utilizados a diario y normalidad, como el Estadio Nacional, o incluso se usan para realizar fiestas comerciales, como sucedió con la ex Colonia Dignidad .

En una casa parroquial

El documental fue realizado en el marco de un proyecto de investigación FONDECYT de José Santos Herceg, académico e investigador del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la U. de Santiago, donde fue presentado a mediados de mes. Fue dirigido por Iván Iturriaga, producido por Mario Montano y editado por Majo Calderón.

Oficialmente hay reconocidos 1.168 centros que estuvieron ubicados a lo largo de todo Chile. "La verdad, no obstante, es que dado que se trató de lugares 'clandestinos', seguramente fueron muchos más y de ellos aún no se tiene noticias y nunca se sabrá", comenta Santos.

Con el tiempo, muchos de ellos desaparecieron con la misma velocidad con que aparecieron, se ve en el documental. Hay casos insólitos: uno que funcionaba en una casa parroquial, al lado de una iglesia (Vicuña Mackenna 61) o aquel donde  funcionó la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile (José Carrasco Tapia 77).

Los servicios de seguridad torturaron en casas particulares -como fue la Venda Sexy, en Macul-, o en sedes políticas robadas a los partidos de la UP, como fue el caso de calle Londres 38, que pertenecía al PS. Pero también en oficinas (por ejemplo, en Nueva York 47 o Aghumada 312), lugares donde hoy funcionan farmacias (Bandera 121) o clínicas en el centro (Santa Lucía 162), además de las propias instalaciones militares o policiales.

Lugares desaparecidos

En el caso de una casa de tortura que funcionó en la calle Moneda 1061, su número simplemente desapareció entre lo que hoy son una librería y una tienda de artículos para bebés.

En el documental, los realizadores entrevistan a un joven que sale de la tienda y que al ser consultado por la "desaparición" del recinto opina que "no corresponde porque es parte de la historia. Como chilenos deberíamos saber lo que pasó. Que hoy acá haya una librería es como querer ocultar más la situación. Obviamente hay un dolo de por medio".

El poeta Jorge Montealegre, por su parte, destaca el vínculo entre estos lugares y sus víctimas.

"Un lugar simboliza a las personas que lo habitaron. Lo más probable es que esa persona, que está desaparecida hace cuarenta años, no aparezca nunca materialmente (…) Entonces a esa persona la van a simbolizar los lugares donde estuvo, donde fueron aplastadas las ideas. Es un tema ético, no arquitectónico", comenta.

Santos destaca como una de las características más destacadas de estos lugares es que se trató de inmuebles ya construidos.

"La dictadura no construyó ningún centro, sino que se toman espacios ya existentes, de cualquier espacio: casas, hospitales, estadios,barcos, salitreras, regimientos, cárceles, casas de fundos, etc", explica. "En algunos casos, se hacían adaptaciones –rejas, torres de vigilancia, etc.- y se usaban para detener y tortura. Dicha utilización era solo temporal. Algunos se usaban por años, meses, otros solo semanas y algunos tan solo unos días. Luego era abandonados, devueltos a sus usos anteriores o transformados en otras cosas".

Política de olvido

Para Santos, ninguno de estos lugares ha sido preservado como tal en el sentido de que, por ejemplo, el Estado decida conservarlo en las condiciones en que está y transformado en museo.

"Lo único que existe son algunos de estos lugares que por iniciativa de la sociedad civil, han sido recuperados, que han sido declarados monumento nacional y allí se han construido diferentes tipos de lugares de memoria", dice. "Este es el caso, por ejemplo, de Villa Grimaldi, Londres 38, José Domingo Cañas y tan solo un par más. Lejos lo más habitual, sin embargo, como se muestra en el documental, es la desaparición de estos lugares".

Este hecho no es casual. En sus palabras, en el contexto de la transición a la democracia se instaló en Chile un discurso que exigía “dejar el pasado atrás” para poder mirar hacia delante, hacia el futuro.

"Esta evidente falacia ha tenido como uno de sus efecto nefastos el que simplemente no se ha hecho esfuerzo alguno por mantener, por preservar en la memoria común la existencia de estos centros de detención y tortura. De allí que hoy en día nadie sepa de su existencia y que simplemente transitamos por fuera sin tener ni idea que en ciertos lugares se torturó", lamenta.

"Es lamentable que el Estado no se haya involucrado en la preservación de estos lugares en particular, y de nuestra dolorosa historia, en general. La falacia antes aludida provoca todo lo contrario de lo que promete: dejar el pasado atrás tiene como efecto la imposiblidad de un futuro y el tremendo riesgo de que el pasado se repita. De hecho, no es posible pensar en un futuro mejor sin que ajustemos cuentas con nuestro pasado y ello pasa por reconocerlo, por elaborarlo, por incorporarlo".

"Es evidente que esto merece una discusión expresa, abierta y pública", remata.

Santos, quien destaca en el documental que ni él ni ningún familiar suyo sufrió la represión, quiso explorar este tema porque "me parece indispensable el hacerlo desde un punto de vista tanto intelectual como política".

"No se trata tan solo de 'querer' hacerlo, de hecho, no es un tema agradable de trabajar. Hacerse cargo de este tema, me parece, es más bien un deber, así como es un deber, en general, hacernos cargo de nuestra historia".