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Escuela de Suboficiales de Carabineros – Memoria Viva

Escuela de Suboficiales de Carabineros


Ubicación:Rodrigo de Araya 2513-2699 Ñuñoa Región Metropolitana

Rama:Carabineros

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

La Escuela de Suboficiales de Carabineros ubicada en Rodrigo de Araya 2513-2699, Ñuñoa, al igual que otros recintos de Carabineros a lo largo de Chile fue utilizada para la detención  e interrogatorio de presos políticos.

 

Fuentes de Informacion Consultadas: Informe Valech; Memoriaviva


Relatos de las víctimas uniformadas del 11 de septiembre: Ni orden, ni patria

Fuente :La Nación, 3 de Agosto 2003

Categoría : Prensa

Luego del Golpe de Estado de 1973, un grupo de oficiales de Carabineros fue acusado por el general César Mendoza de “tener influencias marxistas”, enjuiciados dentro del proceso al general Alberto Bachelet y marginados de la institución, a cuyos cuarteles aún tienen dificultades para ingresar, pese a que fueron absueltos. A 30 años de los hechos cuentan su historia y piden justicia por el trato recibido.

Cerca de las diez de la mañana del 12 de septiembre de 1973, mientras el país aún no se recuperaba del impacto del golpe de Estado y se vivía el primer día de gobierno militar, el mayor (R) Eduardo Núñez Perrow estaba retenido en el casino de la Escuela de Suboficiales de Carabineros sin comprender qué estaba sucediendo en un Chile que comenzaba a cambiar para siempre.

En el patio, efectivos atrincherados lanzaban locos disparos defendiéndose de un supuesto ataque del MIR que, por cierto, nunca ocurrió. Pese a su calidad de retenido, y respondiendo al cargo de jefe de régimen interno de dicha dependencia que aún creía poseer, Núñez detuvo la balacera y atravesó el recinto para llegar a su oficina y comunicarse con su mujer. Al verle llegar y levantar el teléfono, un carabinero dejó su puesto de guardia, hecho que ni la orden de su superior evitó. “Dile a los niños que mejor entren a la casa”, advirtió el entonces mayor a su esposa. Al salir Núñez de la habitación, el director de la Escuela de Suboficiales, coronel Lautaro Melgarejo, lo golpeó y lo botó al suelo mientras lo insultaba y acusaba de estar contactándose con elementos del MIR. “Llévenselo al medio del patio para fusilarlo” fue la orden de Melgarejo. Años después y poco antes de morir, acota Núñez Perrow, “me pidió disculpas por haber hecho eso”.

El recuerdo aún está fresco en su memoria, pero lo relata con tranquilidad, la misma que con que enfrentó a su superior cuando éste le sacó a tirones las presillas de su uniforme. “Lo único que quería saber era por qué me querían matar, nunca tuve absolutamente nada que ver con política. Mi posición fue contraria al golpe, Carabineros estaba identificado con la Constitución, con la defensa de la vida y la integridad de los ciudadanos. En consecuencia, una adhesión a un movimiento golpista era olvidarse de lo que era ser carabinero”, afirma Núñez.

HISTORIAS REPETIDAS
La historia de este oficial es similar a la vivida por cerca de 50 carabineros, quienes -al negarse a participar del golpe de Estado que derrocó el gobierno de Salvador Allende- fueron separados de la institución y tachados de peligrosos y marxistas.

A 30 años de lo ocurrido, no sólo Núñez tiene esas imágenes vivas.

Los mayores (R) Víctor Derviniadis Paredes, Zenón García Gallardo y el capitán (R) Oscar Díaz Ortiz también quieren justicia, ya que mientras las otras ramas de las Fuerzas Armadas han hecho gestos por reincorporar al personal separado de sus filas tras el golpe de Estado, Carabineros aún los mantiene “marcados” en los archivos de la Dirección General.

Además, y pese a que la prohibición “de libre acceso a aquellas dependencias que no fueran las destinadas a la atención de público” para el personal que aparece en un listado secreto que las FF.AA. elaboraron en 1973 fue dejado sin validez en 1999, algunos de ellos han tenido dificultades objetivas producto de esa prohibición, por ejemplo, cuando a uno de ellos le fue vedado el acceso a una comisaría, donde pretendía ingresar en su calidad de abogado.

Tras varios intentos frustrados por regularizar su situación, en enero de 2003 una parte de este grupo presentó una demanda en contra del fisco por daños y perjuicios provocados por las torturas y vejámenes que sufrieron, tanto de parte de sus propios compañeros como por funcionarios de la Fuerza Aérea en la Academia de Guerra, en el proceso denominado “contra Bachelet y otros”, en que finalmente fueron absueltos.

BUSCANDO EQUIDAD
A fines de los convulsionados años 60 en Carabineros había un grupo de oficiales que, además de preocuparse del orden, la seguridad ciudadana y hacer cumplir las leyes, miraba más allá y buscaba respuestas a sus inquietudes sociales. Y la caridad, siempre debe partir por casa.

 “Queríamos hacer cambios en Carabineros, terminar con las diferencias odiosas. Había que terminar con eso de que sólo los oficiales eran ‘señores’. Nosotros sosteníamos que genéricamente todos debían ser oficiales, pero Carabineros siempre ha estado más cercano a la estratificación militar que a lo policial, debido a su origen”, dice el mayor (R) Víctor Derviniadis, quien en 1973 estaba a cargo de la 17ª Comisaría de Radiopatrullas, en la que prestaba servicio como teniente el actual general director de la institución, Alberto Cienfuegos.

Las discriminaciones sociales y la mala situación en que vivían algunos carabineros era motivo de preocupación para Derviniadis, quien junto a Zenón García se movilizó para conseguir viviendas dignas para los carabineros, las que fueron entregadas en 1972 en la Prefectura de Radiopatrullas en un acto que, señala Derviniadis, “la Dirección General no tomó en cuenta”.

Por esta preocupación social que buscaba elevar la condición del carabinero, comenzaron a ser tachados de reformistas tanto en la prensa de derecha como al interior de Carabineros. “Nuestros mismos compañeros se encargaban de indisponernos, estábamos marcados, no como marxistas, pero como tipos más evolucionados que queríamos hacer más cosas, éramos adelantados a nuestra época”, recuerda Víctor Derviniadis desde su oficina en calle Teatinos, donde actualmente mantiene una empresa de seguridad.

Zenón García rememora la época en que estuvo destinado en el sur del país, “donde me tocó llegar a casas con el piso de tierra, con familias enteras con tuberculosis en una situación deplorable. Entonces uno va viendo muchas injusticias y va tomando conciencia”.

Esta situación, sumada a su inquietud por estudiar derecho, fue marcando un perfil algo distinto al carabinero común y corriente, que vio con buenos ojos la llegada de Salvador Allende a la Presidencia de la República “por todos los cambios sociales que se proyectaban que, si se lograban, eran realizaciones que eran buenas desde todo punto de vista”.

Desde su cargo de comisario de la 1ª Comisaría de Arauco, en Lebu, el capitán (R) Oscar Díaz también veía nacer estas inquietudes. “Una vez fui a Cunco y encontré al carabinero Walter Illanes Sánchez viviendo en una verdadera pocilga con su señora, por lo que hablé con el general Antonio Díaz de quien yo era ayudante, para que pudiera ocupar las dependencias del casino de suboficiales, pese a que la Dirección General no lo permitía” cuenta Díaz, quien meses después sufrió aquello de ‘las vueltas de la vida’: el 11 de septiembre, tras su detención, el carabinero a quien había ayudado lo reemplazó en el cargo de comisario y, mientras él era trasladado en calidad de detenido hacia Santiago, utilizó el patio de su casa donde aún vivía su esposa, embarazada de seis meses, como lugar de tiro y práctica con ametralladoras.

 “Mi señora tuvo que ser operada y mi hija nació prematura, debió ser operada del corazón y aún no logra recuperarse”.

UN GOLPE BAJO
Llegaba 1973 y la tensión en Chile se respiraba en todos los rincones. Carabineros ya sufría una división en su interior y comenzaban a destacar los oficiales constitucionalistas “y los conspiradores que estaban liderados por el general Arturo Yovanne desde Valparaíso, iba a los casinos, se contactaba con los oficiales y organizaba todo” señala García.

La figura del entonces general director, José María Sepúlveda, es señalada como clave por este grupo de ex uniformados, pues le adjudican la responsabilidad de no haberse opuesto al golpe y de tener “una actitud ambigua”.

El 29 de junio de 1973, cuando se produjo el “Tancazo”, el general Sepúlveda se encontraba fuera del país en una gira de carácter diplomático. Tras lo que se ha llamado el ensayo general del posterior golpe de Estado, Sepúlveda no apuró su regreso al país, lo que cayó mal en cierto sector de la oficialidad de Carabineros.

“Yo me sentí derrotado en el momento que el Presidente Allende confirmó en el cargo al general Sepúlveda, porque sabía que él no iba a ser capaz de oponerse al golpe que ya se estaba preparando y que yo intuía iba a producirse el 18 de septiembre o antes”, señala Zenón García recordando, además, que el candidato para reemplazar a Sepúlveda era el general Rubén Álvarez Oyarzún, quien era un conocido constitucionalista, y que luego fue señalado como “pro marxista” por la fallecida diputada del Partido Nacional Silvia Pinto en un reportaje de la revista Qué Pasa, entonces dirigida por el historiador Gonzalo Vial Correa, publicado sólo cinco días antes del golpe.

Tal como lo esperaba el mayor (R) García, el 11 llegó y aquellos carabineros “adelantados a su época” inmediatamente fueron separados de la institución. Con los días sufrirían torturas físicas y psicológicas.

“Solicité permiso para irme a la casa de mi suegra en Valparaíso y me trasladé con mi mujer y mis hijos. A los cuatro días de estar allá se produjo un tremendo y desmedido operativo con 50 carabineros a cargo del mayor Néstor Paiva Valdés, en el cual allanaron la casa de mi suegra e incluso la arrinconaron a ella y a mis hijos con ametralladoras” recuerda el mayor en retiro Derviniadis.

“Al ser detenido fui desvinculado del cargo y ahí se acabó Carabineros para mí, porque pasé a ser un prisionero, me retiraron la Tipcar, el revólver. Derviniadis, a quien se calificó como “hombre de confianza del régimen marxista, siendo que jamás conocí al Presidente Allende”, fue trasladado a la Prefectura de Valparaíso, donde el entonces teniente coronel Rodolfo Stange le mostró la orden de detención, causa 1-73 “contra Bachelet y otros”, donde se ordenaba su inmediato traslado a Santiago en calidad de detenido e incomunicado. “Yo no sabía qué pasaba, no conocía al general Bachelet. Stange me dijo ‘lea atrás’. Ahí se consignaba que yo era mayor de Carabineros, que estaba armado, que era altamente peligroso, y que estaría reunido con otros individuos en el cerro Playa Ancha. Ahí me expliqué la ferocidad con que entraron a la casa de mi suegra, porque se les notaba su odio”, recuerda Derviniadis.

EN LA ACADEMIA DE GUERRA
Zenón García corrió la misma suerte. “A las once de la mañana del 11 de septiembre el coronel Lautaro Melgarejo me dice que soy prisionero de guerra y de ahí tuve que defenderme ante la fiscalía. Me tuvieron detenido, luego llegó la orden de dejarme en libertad y al otro día fui a la escuela a dejar mis uniformes y todo, no quería saber nada más con Carabineros”.

García y Derviniadis -junto al fallecido mayor (R) y periodista Juan Bastidas- se encontrarían días después en la Academia de Guerra, donde según cuentan, “tenían todo preparado, los que iban a estar a cargo de los consejos de guerra e incluso tenían una radio que alcanzaba a tomar una señal desde Cuba donde escuchaban los discursos de Fidel Castro, para crear ambiente e imaginarse que estaban en una guerra real, peleando con el enemigo”.

Luego de ser sometidos a diversas torturas -que incluyeron golpes y aplicación de electricidad- ordenadas por el fiscal a cargo de la causa “contra Bachelet y otros”, Orlando Gutiérrez, fueron obligados a firmar una declaración y trasladados a la Escuela de Carabineros.

Allí, si bien no sufrieron apremios físicos, fueron sometidos a diversos vejámenes, como darles comida empapada en orina y excremento. “Aún causa asco recordarlo” señala Derviniadis, mientras que García prefiere olvidar “por una especie de autodefensa, para mi higiene mental”.

Una vez en libertad, Víctor Derviniadis partió al exilio en Canadá, mientras Zenón García, Eduardo Núñez y Oscar Díaz permanecieron en Chile, “en pésimas condiciones y constantemente perseguidos”, cuenta este último.

TODO SIGUE IGUAL
En los ochenta formaron el Taller de Estudios Policiales, entidad que publicó boletines, realizó foros y charlas donde criticaron la forma cómo se estaba manejando la institución, sobre todo porque “había pasado a ser una entidad netamente represora luego que el general César Mendoza le entregara la institución al Ejército” afirma Zenón García. 

Con el retorno a la democracia la situación no cambió. Previo a las elecciones presidenciales de 1989 este grupo manifestó todo su apoyo a la candidatura de Patricio Aylwin, pero después se llevaron una sorpresa. “El difunto mayor Juan Bastidas, estando en la Intendencia de la Décima Región, se acercó al Presidente Aylwin y le preguntó por la situación de los exonerados de las FF.AA. y éste le contestó que no existían los exonerados en las FF.AA. Nos negó pese a que nosotros habíamos trabajado por él”, cuenta hoy con desencanto Oscar Díaz desde su casa de La Cisterna.

Luego, la primera Ley de Exonerados Políticos no los consideró y la segunda, de 1998, les compensó en cierta medida, pero no en lo que ellos solicitan. “Quiero que me restituyan a mi escalafón, porque me cortaron ilegalmente la carrera donde seguramente hubiera llegado a general por lógica consecuencia de ver quienes llegaron después a ese puesto” dice Eduardo Núñez.

Además, “una pena por un delito criminal dura 15 ó 20 años, pero nosotros estamos así para toda la vida y no cometimos ningún delito, al contrario, yo no tuve absolutamente nada que ver con política porque mi llamado a retiro no tuvo un fundamento y, al parecer, fue una confusión porque había un carabineros de apellido Núñez que se relacionaba con alguna gente de los cordones industriales”, aclara Núñez Perrow.

Oscar Díaz piensa que “así como el general Mendoza dio la orden de expulsarnos, como Pinochet prohibió que nosotros pudiéramos acceder a trabajos en el sector público o privado, el general Cienfuegos podría hacer lo mismo y reconocer que quienes estuvieron apegados a la institucionalidad fuimos nosotros y no ellos que gozan de las prebendas y beneficios que les dio la dictadura”

Actualmente Víctor Dervianidis y Zenón García viven sus días laborales en el centro de Santiago, mientras Oscar Díaz atiende un negocio de lavado de automóviles y Eduardo Núñez dirige su escuela de yoga clásico en Ñuñoa. Separados en el diario vivir, pero unidos por el recuerdo de su injusta salida de una institución a la que dedicaron más de dos décadas y donde siempre defendieron la Constitución y el uniforme.

"ALGUIEN ME VA A TENER QUE PAGAR LOS DAÑOS"
El 24 de enero pasado, con el patrocinio del abogado Eduardo Echenique, los mayores (R) Víctor Derviniadis, Eduardo Núñez y Héctor Salinas junto con los capitanes (R) Oscar Díaz y Jaime Silva, presentaron una demanda ante el Primer Juzgado Civil por indemnización de perjuicios en contra del fisco.
“A nosotros no nos dejaría felices un arreglo honorífico, que podamos entrar a los clubes o a los casinos. Hemos sido tratados como delincuentes siendo que los delincuentes fueron ellos, que incluso tuvieron que ampararse en la Amnistía. A mí alguien me va a tener que pagar los daños sufridos”, señala Derviniadis. 

El controvertido listado secreto
En 1999 estos ex carabineros presentaron un recurso de protección por la existencia de un listado secreto -al que La Nación Domingo tuvo acceso-, que prohibía a cerca de mil 500 ex funcionarios de todas las ramas de las FF.AA. ingresar a los cuarteles porque “su presencia podría facilitar la oportunidad para trabar contactos con elementos jóvenes, aún no compenetrados profundamente de la tradición y mística institucional, fáciles de ser persuadidos por ideologías foráneas”.

En el comparendo, el abogado de la Dirección General reconoció la existencia de este listado secreto, pero aclaró que mediante otro documento con el mismo carácter había quedado sin validez. Esto fue confirmado por el jefe del Departamento de Comunicaciones de Carabineros, coronel Raúl Retamal, quien señaló a LND que “mediante la circular N° 1.546 de fecha 27 de Diciembre de 1999, Carabineros de Chile dejó sin efecto tal prohibición, por haberse constatado que sus prescripciones habían caído en desuso desde hacía algunos años”.

Sin embargo el año pasado al mayor Víctor Derviniadis no pudo obtener la TIPCAR y, a través de una averiguación que le hizo el general (R) Claudio Calderón dado que tras los trámites no obtuvo una notificación oficial, supo que le fue negada porque tenía “antecedentes en la computadora de la Dirección General”.


Epistolario del infierno: Nieves Ayress o la reconstrucción después de la barbarie

Fuente :eldesconcierto.cl, 11 de Septiembre 2023

Categoría : Prensa

Cuando apremia el negacionismo y hay quienes relativizan los hechos tras el golpe de Estado, el testimonio de Nieves Ayress es una bofetada moral que reivindica la memoria de las víctimas. Una mujer que tuvo que reconstruirse física y sicológicamente, para demostrarle a todo un país que su historia no es una maldita fake news.

–Tú no sabes si estás viva o muerta.

Por eso dicen que cuando se acerca el final, la vida pasa en un segundo, como una vieja película en modo forward. Eso fue lo que sintió Luz de las Nieves Ayress Moreno frente al pelotón de fusilamiento, un atardecer de febrero de 1974 camino a Tejas Verdes.

Venía en un camión frigorífico desde Santiago y la bajaron antes de ingresar al campo de concentración. Tenía los ojos vendados y le pareció estar en las faldas de un cerro. De improviso alguien gritó: ¡Posición! Y ahí, en medio de la nada, sintió el ruido metálico de los fusiles. Las balas.

–Fue terrorífico– dice. Te tocas y no tienes sangre. Y quedas así, como paralizada.

 

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Nieves tenía 25 años cuando conoció la tortura. La fueron a buscar a la fábrica de su padre, el 30 de enero de 1974, y de ahí la trasladaron a la casa familiar en San Miguel. Los militares la tomaron presa, junto a su padre, Carlos Ayress y, Tato, su hermano menor de 15 años.

En el allanamiento participó el “comandante Esteban”, un argentino que infiltró a grupos de izquierda en La Legua, y que se había reunido con Nieves poco tiempo atrás.

Agente de inteligencia de la DINA, “el argentino” participó en el denominado Plan Leopardo, donde se presentó como falso enfrentamiento el asesinato de cinco pobladores comunistas detenidos en Londres 38. El mismo lugar donde fue a parar Nieves Ayress.

Su madre, Virginia Moreno, entregó una carta al entonces Obispo auxiliar de Santiago, Monseñor Fernando Aristía, el 3 de febrero de 1974, pidiéndole interceder ante los militares para saber el paradero de sus familiares y así garantizar un debido proceso. Nada sabía, entonces, de lo que realmente sucedía al interior de los cuarteles.

 

–Monseñor, le ruego que si en sus manos está conversar con nuestros gobernantes, lo haga para que estas afrentas a la dignidad humana cometidas por ciertas personas encargadas de allanar hogares, carentes de idoneidad por su conducta y falta de sentido humanitario más elemental, se investiguen.

Fue la primera de una serie de cartas escritas por Virginia Moreno dirigidas a distintas autoridades.

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–¿Cómo? ¿estamos volviendo a los tiempos de Atila?– preguntó el general Óscar Bonilla sin dar crédito a lo que había escuchado.

Virginia Moreno le contó a Nieves, mucho tiempo después, que el ministro del Interior de la dictadura se tomaba la cabeza con ambas manos. Bonilla, al igual que el general Augusto Lutz, director del Servicio de Inteligencia Militar, tuvieron diferencias con Manuel Contreras, debido al trato otorgado a los prisioneros en Tejas Verdes.

El jefe de la recién inaugurada DINA, la policía secreta de Pinochet, fue reconocido por Nieves Ayress como uno de sus torturadores, tras divisarlo entre medio de las vendas que cubrían sus ojos en el recinto ubicado en San Antonio.

–Contreras estaba presente, supervisaba y participaba en las torturas–, asegura Nieves sin dobleces.

 

La presión de la Iglesia Católica, a través del Cardenal Raúl Silva Henríquez, generó divisiones al interior del gobierno. Lutz y Bonilla, hastiados de la intromisión de los curas, habrían pedido explicaciones a Pinochet. Quienes estuvieron en la reunión afirman que el dictador se enfureció y gritó golpeando la mesa: “¡Señores, la DINA soy yo!»

Poco tiempo después, ambos generales mueren en extrañas circunstancias. Bonilla, en un accidente de helicóptero. Lutz, aparentemente envenenado.

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“Hasta donde mis conocimientos alcanzan, no he sabido jamás que alguien haya autorizado, en parte alguna, para que se degrade a un ser humano en tal forma como se ha hecho con mi hija Luz de las Nieves”.

Así parte la carta de Virginia Moreno, enviada el 14 de marzo de 1974 al general Humberto Maglioccheti, jefe de gabinete de la junta de gobierno. La mujer se había enterado hace pocos días lo que ninguna madre está dispuesta a escuchar. Menos de boca de su propia hija.

En la carta le explicó al uniformado que tras su detención, Nieves habría caído en manos de “tres o cuatro individuos desquiciados, de bajo nivel intelectual y una inmoralidad extrema”.

“Desnaturalizados”, les llamó.

Sin ningún signo de sensibilidad ante las súplicas de su hija, Virginia cuenta que la sometieron a “los vejámenes más increíbles, mientras la mantenían amarrada y con los ojos vendados”.

Productos de todas estas atrocidades –prosigue– “estaría con síntomas de embarazo… Ojalá la Divina Providencia no permita tal monstruosidad… los hijos deben ser el fruto del amor y no de una aberración sin nombre”.

Antes de finalizar la carta, ruega al general Maglioccheti que Nieves sea tratada urgentemente, “como corresponde a un ser humano que se encuentra en tan desesperada situación”, y así poder ser hospitalizada y atendida por un ginecólogo y neurólogo.

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Luz de las Nieves Ayress Moreno nació el 5 de octubre de 1948. Tiene 75 años y vive actualmente en el Bronx. En el año 1968 ingresó al Ejército de Liberación Nacional en Bolivia, cuando tenía 23 años. El mismo año del Mayo Francés, la guerra de Vietnam y el asesinato de Martin Luther King.

Sus abuelos formaron parte de los movimientos sociales, en tiempos de Recabarren. Sus padres; socialistas. Ella y sus hermanos; revolucionarios. Militante activa en poblaciones, Nieves trabajó con mujeres y niños, estudió en el Liceo 1, luego cine en Cuba y a su regreso artes en la Universidad de Chile.

El mismo día del golpe participó junto a sus hermanos en la mítica resistencia de la población La Legua, la única comunidad urbana que se opuso a la intervención militar, donde no la conocían por su nombre sino por su “chapa” política: Valeria.

Pocos días más tarde fue detenida por primera vez, en la casa de una amiga, y trasladada a la Escuela de Suboficiales de Carabineros. Allí la golpearon, manosearon y amenazaron con apremios sexuales si es que no colaboraba.

De ahí fue enviada al Estadio Nacional, donde estuvo incomunicada en una de sus torres y fue interrogada por hombres con un pronunciado “acento brasilero”. Finalmente fue liberada, tras dos semanas de encierro, por un oficial que tuvo el descaro de ir a dejarla a su propia casa.

En ese momento, Nieves Ayress Moreno, decidió pasar a la clandestinidad.

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Al comandante le gustaba pasearse por el recinto tomado del brazo con dos mujeres. Nieves era una de ellas y la otra era una reconocida periodista.

–Tenía una fijación perversa–, recuerda. Nos paseaba cuando venían sus amigos, como si fuéramos un zoológico humano.

El oficial elegía siempre a las más agraciadas. Tampoco le bastaba exhibirlas impúdicamente, la señal era otra asegura Nieves: “ensañarse sexualmente con ellas”.

–Todas las torturas y ese rollo sexual era porque a las mujeres en edad de procrear se les debía destruir la vagina, para que no fuéramos reproductoras de comunistas ni revolucionarios.

Era una orden de Estado, dice.

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El médico enviado por el general Bonilla, luego de las súplicas de su madre, le confirmó a Nieves que estaba embarazada, en abril del año 1974. El doctor Mery, como lo llamaban, la auscultó delante de sus compañeras y le dijo que “debería sentirse orgullosa de llevar en su vientre a un hijo de la patria”.

Gracias a la intervención de Virginia, el caso de Nieves fue reconocido en el exterior. En la cárcel fue entrevistada por miembros de la comisión Kennedy, Amnistía Internacional, la Organización de Estados Americanos y el Alto Comisionado de Naciones Unidas.

–Estaba muy mal físicamente y si me hacía un aborto clandestino en prisión me podía morir, por tal motivo decidí tener el hijo. Después de sobrevivir meses de tortura y detención, no les iba a dar el gusto a los militares de morirme– contó en una declaración al Cónsul de Chile en Nueva York, en el año 2000.

Hasta un grupo de esposas de generales llegó a visitarla, asegurándole que si el bebé nacía quedaría en manos de un organismo secreto y que luego la ayudarían a salir del país. En mayo de ese mismo año, producto de las mismas torturas, Nieves tuvo un aborto «espontáneo».

Ni durante el embarazo ni en el proceso de pérdida, denunció después, recibió algún tipo de atención médica.

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Santiago, 14 de marzo de 1974

Sra
Raquel Lois
Visitadora Social
Secretaria Ejecutiva Nacional de Detenidos
Ministerio de Defensa Nacional

“…Con profundo dolor y asco, escuché de sus propios labios (Nieves) el relato de las salvajes y bestiales violaciones a que fue sometida…Le aplicaron corriente en los oídos, lengua y vagina. Le separaban y amarraban las piernas y al tenerla así, la violaban, le introducían palos en la vagina, le hacían andar ratas en las piernas y la golpeaban constantemente en el estómago y en la cabeza, detrás de los oídos especialmente. Se desmayaba tantas veces que, por estar con los ojos vendados, perdió totalmente la noción del tiempo.

Pienso, señora visitadora, que aún suponiendo que mi hija tuviera algo de responsabilidad en referencia a lo que se le acusa, no creo y es más, estoy segura que no es así, que haya legislatura en el mundo que faculte para cometer tanta aberración y con tanto sadismo y perversión, con un ser humano…”

Virginia Moreno de Ayress
Carlos Valdovinos 1450- San Miguel

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“La violencia política efectuada contra mujeres disidentes apresadas y torturadas durante la dictadura militar, se orientó en gran mayoría a una violencia de género, que iba desde la violencia psicológica -con respecto a su condición de mujer-, hasta el uso de la violencia sexual como método de tortura inicial o reiterado…Destaca por esto, el castigo de carácter sexual y de género en sus sesiones de interrogatorio y tortura…”

(Andrea Zamora Garrao)

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Fue una de las últimas prisioneras en salir de Tres Álamos, el campo de concentración ubicado en San Joaquín, que llegó a albergar a más de 400 detenidos desde su inauguración en 1974, entre ellos alrededor de 150 mujeres.

Nieves estuvo allí más de un año, en libre plática, una modalidad que hizo más soportable el encierro y que permitió a las detenidas implementar una serie de talleres. Instancia que aprovecharon para fabricar unos pequeños muñecos, llamados soporopos, y que con el correr de los años se transformaron en símbolos de esperanza. Uno de ellos, fabricado por Nieves, se exhibe en el Museo de la Memoria.

Fueron tantas las prisioneras que llegaron al recinto que tuvieron que habilitar un nuevo espacio. “Hicieron una barraca, igual que los campos de concentración nazi, con celdas chiquititas donde habían nichos y ahí uno se metía y dormía”, cuenta Nieves.

Allí conoció a Inés Figueroa, esposa de Nemesio Antúnez, quien antes de abandonar el recinto escondió una carta que le pasó Nieves y que fue leída en junio de 1975 durante la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, organizada por la ONU en México, denunciando por primera vez al gobierno militar por las atrocidades cometidas en contra de  mujeres.

Nieves permaneció en Tres Álamos hasta el 18 de diciembre de 1976, siendo expulsada del país junto a otros 17 presos políticos, entre ellos el exsecretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán, luego que el gobierno aceptara el canje por el disidente soviético Vladimir Bukovski. La regla entonces era clara: no podía regresar al país.

Fue el comienzo de un largo exilio.

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“¿Quién se iba a violar a esas mujeres asquerosas, sucias, orinás’, con sangre corriéndole por las piernas y llenas de mugre? […] esas mujeres estaban en una pieza donde no tenían baño, no se bañaban, se hacían de too’, de too’, o sea orinaban y cagaban en unos tarros, sí po’, en unos tarros como de pintura. En otros lugares hacían sus necesidades en el piso y ahí dormían, así que imagínate el olorcito que tenían. Sí po’, ahí no había papel confort pa’ que se limpiaran, no po’. Tú creís’ que alguien se iba a acercarse a ellas pa’ infectarse de cualquier enfermedá’”

(Romo, Confesiones de un torturador. Nancy Guzmán)

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Primero llegó a Alemania occidental y de ahí comenzó a recorrer distintos países de Europa, denunciando las violaciones a los derechos humanos en el régimen encabezado por Augusto Pinochet. Luego viajó a Cuba para someterse a una serie de operaciones. “Ahí me hicieron de nuevo”, dice.

–Me reconstruyeron la vagina, el vientre, las orejas. También me hicieron un tratamiento para eliminar el virus de la toxoplasmosis, que me transmitieron las ratas que introducían en mi vagina.

Las cirugías a la que fue sometida buscaban devolverle a su cuerpo el milagro de la maternidad. Intervenciones que le permitieron quedar embarazada poco tiempo después y luego dar a luz a su hija en Cuba. “Fue un embarazo maravilloso”, dice.

–No tuve dolor, asco, inflamación ni nada. Los doctores me decían que mi cuerpo, después de tanta violencia recibida, había despertado, y que me estaba devolviendo puras cosas positivas.

Rosa Victoria, le llamaron a la niña. Hoy tiene 43 años y vive junto a sus padres en Nueva York, en la parte sur del Bronx. “En las entrañas del monstruo”, como le gusta decir a Nieves.

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Hace 35 años atrás Nieves llegó junto a su pareja, Víctor, al distrito separado de Manhattan por el río Harlem. Un barrio pobre y marginal donde organizaron una Peña con el objeto de reactivar los vínculos solidarios con Chile y Latinoamérica.

–Lo hicimos bajo un concepto internacionalista, porque puedes ser muy chileno y hacer empanadas, pero el vecino de arriba es africano y el de abajo portorriqueño. Y el de más allá de España y el otro dominicano. Por eso trabajamos con todo el mundo, particularmente con los inmigrantes más pobres.

Hoy funcionan en distintos lugares, pero en un comienzo contaban con un espacio donde podían reunirse hasta 1500 personas. Ahí hacían trabajo comunitario con prostitutas, lesbianas, indígenas hondureños y grupos independentistas de Puerto Rico. Incluso los policías homosexuales de Nueva York realizaban sus fiestas allí.

Poco a poco se fueron ganando el respeto de las distintas comunidades. En pleno invierno del año 1987, con 20 grados bajo cero, Nieves y Víctor encabezaron la huelga de la renta en el Bronx, debido a la ausencia de calefacción en los departamentos.

–En menos de una semana, con el escándalo que armamos, nos dieron el agua caliente y la calefacción. Todos quedaron con la boca abierta y el movimiento se expandió por todo el sur del Bronx.

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Pese a la distancia, Nieves continuó su lucha también en Chile. A fines de noviembre de 2014, transcurridos más de cuatro décadas del golpe de Estado, entabló la primera querella por violencia política sexual en el país –delito que no está tipificado en el Código Penal chileno–  junto a Alejandra Holzapfel, Soledad Castillo y Nora Brito.

Hoy, cuando se cumple medio siglo del bombardeo a La Moneda, la causa se mantiene en suspenso debido a la presentación de un recurso de casación, luego que la Corte de Apelaciones de San Miguel dictara sentencia definitiva en segunda instancia en contra de cinco agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional.

Para Francisco Ugás, abogado querellante, la aplicación de un enfoque de género a crímenes de lesa humanidad ha sido un factor fundamental. “Nos ha permitido visibilizar las conductas y decir que esto, además de un secuestro calificado, es un delito de apremios, de aplicación de tormentos de índole sexual, que tienen una sanción punitiva mayor”.

Para Nieves, llegar a esta parte de la historia es casi un milagro. Una especie de resurrección después de tanta agonía. Ahora, tras reconstruirse física y mentalmente, se considera una sobreviviente por alcanzar lo que en algún momento le pareció imposible.

–Tuve una hija y esa es mi victoria.