Ubicación:José Miguel Carrera N°10525 Santiago Región Metropolitana
Organismos:Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA)
Rama:Fuerza Aérea
Geolocalización: Google Maps Link
Descripción General
Categoría : Otra Información
Los Servicios de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y de Orden se involucran desde un principio en las acciones represivas. A fines de 1973 el Ejército poseía el Servicio de Inteligencia, SIM; la Fuerza Aérea, el SIFA; la Armada, el Servicio de Inteligencia Naval, SIN, y el Cuerpo de Carabineros, el Servicio de Inteligencia de Carabineros, SICAR. También el Servicio de Investigaciones de Chile poseía un departamento de inteligencia. Estos son los organismos que practican los interrogatorios y la tortura en contra de los detenidos después del golpe.
La SIFA participa desde un comienzo en acciones represivas, caracterizándose por su alto grado de refinamiento en la aplicación de torturas. Hasta 1976 es el servicio de inteligencia más "eficiente" después de la DINA. El SIFA está compuesto por oficiales, suboficiales, soldados y conscriptos. Entre sus efectivos se cuentan asimismo militantes del movimiento nacionalista «Patria y Libertad».Los centros de operación e interrogatorio que utiliza en Santiago en los últimos meses de 1973 son las Base Aéreas de Colina y, Base Aéreas El Bosque, ubicada en José Miguel Carrera N°10525, entre Luis Barros Borgoño y Roberto Lorca Olguín. Durante 1974 la Academia de Guerra Aérea, AGA, se convierte en su cuartel general.
Después del golpe el quehacer del SIFA se centra en la represión de sectores de la propia oficialidad y tropa. Esta labor sirve para la preparación del proceso 1-73, caratulado «Bachelet y otros». Posteriormente la acción represiva de este organismo se dirige hacia el MIR, deteniendo, asesinando o haciendo desaparecer a varios de sus máximos dirigentes. Las aprehensiones se hacen sin orden de detención. El personal que las efectúa viste de civil y, viaja de preferencia en camionetas «Chevrolet» 10 N, «Fiat» 125-S, vehículos de propiedad de personas arrestadas anteriormente y que les fueron confiscados de hecho. Los secuestrados son mantenidos incomunicados por largos períodos, sin que se les formulen cargos o se les someta a proceso
Los interrogatorios a los prisioneros, eran generalmente efectuados por miembros del servicio de inteligencia institucional y se ha podido establecer que en la Base Aérea El Bosque la tortura se practicaba habitualmente sobre los detenidos
Entre las victimas estrechamente relacionada con este centro de detención se encuentran: Omar Enrique BALBOA TRONCOSO (18 años); Patricio Humberto Parra Quintanilla (14 años); Germán Cofré Martínez (30 años); Mario Armando Canedo Rojas; Gabriel Marfull González, el cual fue detenido por efectivos de la Fuerza Aérea el 13 de Septiembre de 1973, llevado a la Base Aérea El Bosque, donde fue torturado y posteriormente ejecutado. Su cuerpo fue abandonado en la Cuesta Barriga; Jorge Torres Aránguiz fue detenido por efectivos de la FACH el 29 de septiembre de 1973 y ejecutado en la Base Aérea El Bosque, para luego, sin que su familia fuera informada, ser enterrado en el Patio 29 del Cementerio General, lugar del que fue exhumado en 1991; Nelson Ortiz Saavedra fue asesinado el mismo día 11 de septiembre en la Base Aérea de El Bosque por sus propios compañeros de armas. Era músico de la FACH, tocaba el oboe en la Orquesta Filarmónica. Su cuerpo fue entregado a la morgue como NN; retiraron su documentación y lo entregaron desnudo y baleado. Posteriormente la dictadura lo levantó como un mártir de ellos que había muerto en un enfrentamiento con extremistas el día 11 de septiembre de 1973. Tenía 28 años a su asesinato.
Criminales y Cómplices
Coronel Guillermo Gómez Aguilar (FACH); Comandante Fuchslocher; Coronel Roberto Cerón; Comandante Dreller; Subteniente Pareto, Eduardo Cartagena; Enrique Cartagena Maldonado, Renato del Campo Santelices, Manuel Cabezas Pérez, Guillermo Gómez Aguilar, Leopoldo Zamora Maldonado, Víctor Manuel Mattig Guzmán, Roberto Alfonso Flores Cisterna. Alias "El Huaso". C.I. 7.767.975-8. Soldado (R) de la Fach . El 11 de septiembre de 1973, como soldado de la FACH en la Base Aérea El Bosque, participa en interrogatorios y torturas a detenidos. Por su "capacidad" es enviado a continuar su labor en la Academia de Guerra Aérea bajo el mando de Edgard Ceballos. Hasta mediados de los '90 continuaba en servicio activo en la SIFA, hoy aparece desempeñándose en el rubro del comercio. Su último domicilio conocido es Villa Tantauco, Block 10282, depto. 31, San Bernardo; Fernando Patricio Zuñiga Canales. Alias "Chirola". Suboficial (R) de la FACH. Como soldado de la Base Aérea de El Bosque, el 11 de septiembre de 1973, participa en la tortura de sus camaradas de armas. Luego es trasladado a la Academia de Guerra Aérea para cumplir las mismas funciones y de allí pasa a formar parte de la DIFA. Perteneció al Servicio de Inteligencia de la FACH (SIFA) al menos hasta principios de los '90. Su última dirección conocida es Pasaje Simón Bolivar 1298, San Bernardo;
Fuentes de Información Consultadas: Libros: “La Represión Política en Chile, los Hechos”; Informe Rettig; CODEPU; Diario: La Nación; Memoriyjusticia.cl; Archivo Memoriaviva;
DD.HH.: Corte rebajó condena de general (r) FACh, pero triplicó pena civil
Fuente :cooperativa.cl, 19 de Enero 2006
Categoría : Prensa
El comandante en retiro Guillermo Gómez Aguilar deberá pagar 150 millones de pesos a la familia de Gabriel Marfull, ejecutado en septiembre de 1973 en la base El Bosque.
La Sexta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago acordó, por unanimidad, rebajar de cinco a tres años la condena contra el general en retiro de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) Guillermo Gómez Aguilar, único acusado por el homicidio de Gabriel Marfull González, ejecutado en la Base Aérea El Bosque, en septiembre de 1973.
Sin embargo, el tribunal de alzada acordó triplicar la indemnización determinada en primera instancia por el juez Joaquín Billard, por lo que el comandante (r) deberá pagar 150 millones de pesos a la familia de Marfull, quien tenía 22 años de edad a la fecha del crimen.
El abogado querellante Nelson Caucoto destacó el fallo y consideró que "la Justicia avanza".
"Estos son pasos importantes, estamos en un año en que empezamos a culminar lo que empezamos en 1974, 1975, con estas denuncias y querellas, y creo que es un buen mensaje para el inicio de año y un buen mensaje para la sociedad chilena", dijo el jurista.
Según el informe de la Comisión Rettig, Marfull González "fue detenido en la calle el día 14 de septiembre por efectivos de la Fuerza Aérea, quienes lo llevaron con su bicicleta".
"Fue conducido a la Base Aérea El Bosque, lugar en el que se habría informado a la familia que iba a ser trasladado al Estadio Nacional al día siguiente. En ese mismo acto, se les devolvió el bombín de la bicicleta. Su nombre nunca apareció en las listas de detenidos del estadio", detalla el documento oficial.
La versión que recogió la Comisión de Verdad y Reconciliación precisa que "su cadáver fue encontrado en el Instituto Médico Legal, 25 días después. En el protocolo de autopsia se señala que el cadáver fue trasladado desde la Cuesta Barriga y reconocido por el Gabinete Central de Identificación"
"Posteriormente, a los familiares se les entregó la bicicleta de la víctima en la Escuela de Especialidades de la Base Aérea El Bosque", sentencia
Medios revelan que Brasil estaba enterado un mes antes del golpe de Estado de 1973 en Chile
Fuente :latercera, 17 de Jukio 2012
Categoría : Prensa
Según informan portales brasileños, la situación se dio a conocer tras develarse documentos secretos del Ministerio de Relaciones Exteriores, al abrirse a consulta pública.
Según información publicada por medios de prensa brasileños (ver original en portugués), el gobierno brasileño habría tenido conocimiento del advenimiento de un pronunciamiento militar en Chile, un mes antes de producirse el golpe del 11 de septiembre de 1973 liderado por el ex general Augusto Pinochet.
De acuerdo con lo revelada por ese medio, esta situación se habría dado a conocer debido a que documentos secretos del Ministerio de Relaciones Exteriores habrían sido abiertos a consulta pública en los Archivos Nacionales.
Los documentos fueron redactados por el Centro de Información (CIEX), el servicio secreto creado por el Ministerio de Relaciones Exteriores en 1966 para ayudar a la dictadura brasileña a respaldar pronunciamientos en contra de regímenes marxistas.
El 8 de agosto de 1973, 35 días antes del golpe de Estado, el informe N º 389, sin firmar, advirtió a la dictadura brasileña que los militares chilenos de alto rango habían celebrado una reunión secreta, seis días antes, en la base aérea de El Bosque en Santiago, para examinar "las diversas medidas adoptadas por los militares brasileños en la revolución del 31 de marzo de 1964, para determinar que esa experiencia podría ser útil para Chile".
En el informe, los diplomáticos brasileños estiman que, desde que comenzaron a discutir un posible golpe de estado contra el gobierno del ex Presidente Salvador Allende, y asegura que "las fuerzas armadas chilenas siempre han respetado la jerarquía militar y trataron de conseguir la mayor cohesión posible entre ellos para derrotar al Presidente marxista".
Al mismo tiempo, detalla que Allende tenía previsto celebrar una reforma ministerial para incluir en su personal militar, como una forma de hacerlos responsables de mantener el orden en el país. Para el Ministerio de Relaciones Exteriores, la medida suponía un perjuicio para una posible "intervención" (un término que hace referencia al golpe de Estado)
El testimonio de uno de los dos hombres que vio morir al general Bachelet
Fuente :ciper.cl, 23 de Julio 2012
Categoría : Prensa
Jorge Silva no fumaba, pero el día en que al fin se decidió a contar toda su historia encendió tres cigarrillos. En 1970 tenía 35 años cuando, por un hecho fortuito, quedó a cargo del Departamento de Contrainteligencia de la Fuerza Aérea. Entonces ostentaba el grado de capitán de la FACh. En esa destinación detectó y ayudó a desbaratar un plan, desconocido hasta ahora, para asesinar a Salvador Allende antes de que asumiera la Presidencia. La conspiración tenía como protagonistas a oficiales de la FACH, la Armada y el Ejército. Silva no era un hombre de izquierda, pero ese episodio marcaría su vida. Por ese hecho fue detenido en octubre de 1973, acusado de traición y torturado. Parte de los recuerdos que relata Silva, ya fueron publicados en el libro «Disparen a la bandada» de Fernando Villagrán.
En la Cárcel Pública, Silva conoció al general Alberto Bachelet. Dormían en camas contiguas en la celda y por eso escuchó, de boca del propio general, las razones que lo llevaron al colapso cardíaco. Silva fue el único preso que estaba con Bachelet cuando sobrevino el infarto y lo asistió, junto al doctor Álvaro Yáñez, al momento de su muerte.
El día en que Silva desclasificó su historia para CIPER, estaba acompañado de los comandantes (r) de la FACh Alamiro Castillo y Raúl Vergara. Flanqueado por ellos, Silva contó que otros dos comandantes (r) fueron los responsables de su detención en 1973: Edgar Ceballos y Ramón Cáceres. A este último lo conocía por razones familiares y lo acusa de haber sido uno de sus torturadores. La semana pasada el juez Mario Carroza, que investiga la muerte del general Bachelet, procesó y detuvo a Ceballos y Cáceres.
-Capitán, ¿cómo recuerda usted las últimas horas de vida del general Alberto Bachelet, con el que compartió estrechamente mientras ambos estuvieron detenidos en la Cárcel Pública varios meses?
Recuerdo muy bien sus últimas horas de vida. Porque a mi general lo sacaron ese día lunes 11 de marzo de 1974 de la cárcel y se lo llevaron a la Academia de Guerra Aérea (AGA). Fue inesperado, como después de almuerzo, creo, y lo trajeron de regreso como a las 8 ó 9 de la noche. Yo dormía en una cama que llevó la esposa del general Alberto Bachelet, Ángela Jeria, a la cárcel. Ellos eran muy aficionados a salir de camping, y como nosotros estábamos hacinados en una celda en la que a veces había hasta 18 prisioneros, ella llevó dos camas. Armábamos la cama cuando todo el resto ya se había acostado porque no había espacio. Entonces, se acostaban todos y con el general Bachelet después armábamos la cama de él y la mía en el suelo, una junto a la otra. Estaban tan juntas que, a veces, el general se dormía y se le caía el brazo encima de mí. “Mi general, me está despertando”, le decía.
-¿Quiénes estaban en esa celda en la que compartía con el general Bachelet?
La cantidad de presos que estábamos recluidos en la celda 12 de la Cárcel Pública variaba. A veces hasta civiles que llegaban los metían en nuestra celda. La celda, ubicada en una esquina, tenía dos áreas. Recuerdo que en una estaba Rolando Miranda, Patricio Carvacho, el coronel Carlos Ominami, Ernesto Galaz. Y en la otra estaba el general Sergio Poblete como con tres literas encima. Y en el suelo dormíamos el general Bachelet y yo.
-¿Cómo estaba antes de que se lo llevaran a interrogatorio a la AGA?
Normal. Y volvió afectado, muy afectado. Hay una última conversación que no he dicho nunca públicamente. En la noche estábamos todos metidos en la cama…y me hizo un comentario: “Me quieren embarcar en un lío de faldas que ojalá no lo sepa la Ángela, porque tú sabes como es esta gente. Yo tuve un problema y lo están armando en este momento; y tal como lo están haciendo, será muy difícil para mí rebatirlo. Y lo más probable es que se lo van a decir a ella”. (En documentos judiciales hay testimonios que indican que el general Bachelet escucha en ese último interrogatorio los gritos de una mujer a la que quieren que confiese una vinculación con él). La verdad es que por pudor no quise preguntarle nada más. Así era el trato que teníamos los oficiales con un general… Le pedí que no se preocupara, que ellos habían demostrado no tener límites, que quizás qué otras cosas le van a inventar… “Ya”, me dijo, “mañana conversamos”. Pero lo vi tan afectado que incluso decidí tomarle el pulso. Eso fue lo último que conversamos esa noche…
-¿Era frecuente que los oficiales que estaban en esa celda con usted contaran lo que ocurrió en el interrogatorio cuando regresaban de la AGA?
No, no era lo habitual. De hecho, fue la primera vez que el general Bachelet dijo algo. Nadie contaba nada porque, por razones obvias, nadie quería escuchar tampoco. Sobre las torturas no había forma de esconder lo que había pasado, porque llegaban con marcas, marcas rojas. Nosotros decíamos que volvían con “pulseras”, porque cuando nos aplicaban los choques eléctricos tú te estirabas y en tu piel se enterraban los alambres que te ponían en las muñecas. Eran tirantes de paracaídas que usaban para eso. Yo no creo que al general Bachelet lo torturaran físicamente, pero sí sicológicamente con las historias que le empezaron a inventar de platas y mujeres. Y eso lo tenía realmente muy afectado la noche antes de que falleciera.
-¿Qué pasó a la mañana siguiente?
Esa mañana, el general Bachelet y yo estábamos de turno para el lavado de las cosas del desayuno. Y la gente se ha olvidado que precisamente esa mañana fueron a la cárcel el capellán Gilmoure y el capellán de la cárcel a hacer una misa. La hicieron en el patio donde nosotros estábamos. El general Bachelet no fue a la misa, era masón, y nos quedamos los dos en la celda mientras el resto se fue a la misa, porque yo estaba haciendo el desayuno y él estaba lavando la vajilla. Y en un momento él me dijo: “Flaco, me siento mal”. “Mi general, recuéstese en la cama de mi general Sergio Poblete”, le dije. Porque ésa era la primera litera de la celda. Se recostó y me dijo: “Pásame la trinitina”. Yo le pasé las tabletas. Se las echó a la boca y me di cuenta que estaba transpirando mucho. Le tomé el pulso y me di cuenta que estaba fuera de control. Recuerdo que grité y le pedí a no sé quien que trajera al doctor Yáñez (Álvaro Yáñez del Villar), otro de los prisioneros. Apenas entró el doctor Yáñez a la celda lo examinó y de inmediato dijo: “¡Está teniendo un infarto!, ¡ayúdame!”. Entre los dos lo bajamos de la cama y pusimos al general en el suelo. Y el doctor Yáñez se montó encima de él empezando a hacerle masajes cardíacos. Me acuerdo que incluso trató de sacarle la prótesis dental que tenía y no pudo. Entonces Yáñez me dijo: “¡sóplalo!, ¡sóplalo!, ¡hay que hacerle respiración boca a boca!”. Fue muy impresionante porque todo el resto estaba en la misa y la música de fondo eran los cántos de los presos en la misa: “El señor es mi pastor….”. Una cosa muy siniestra. Estábamos en eso cuando de repente entra el alcaide de la cárcel con el practicante:
-¡Qué está pasando aquí! -dice el alcaide haciendo a un lado al doctor Yáñez.
Cuando el practicante se aproxima, Yáñez lo interpela: “¡¿Qué le va a hacer!?”.
-Le voy a poner adrenalina en la boca –responde el practicante.
-¡No sea ignorante! ¡Cómo le va a poner adrenalina a un hombre que está inconsciente! –dice con urgencia Yáñez.
-¡Qué sabe usted! –lo increpó el practicante.
-Yo sí sé lo que le pasa, porque soy médico –dijo Yáñez y volvió a acercarse al general
El alcaide sacó al practicante de la celda y se lo lleva, cerrando la celda. Nos quedamos con Yáñez adentro y a los pocos minutos vuelve el practicante con una camilla, colocan al general Bachelet sobre la camilla y salen.
«Me fueron a decir que estaba mal, ‘parece que se va a desmayar’. Hablé con el alcaide: ‘está grave el general Bachelet, hay que llevarlo a una unidad de cuidados intensivos’. Tenía un ataque de arritmia, se estaba colapsando. ‘Por favor, hay que llevarlo.
El Hospital J.J. Aguirre estaba a cinco minutos’. Me dijo que no podía hacerlo: ‘La FACh prohíbe sacar a nadie sin autorización’. ‘Pida la autorización telefónica’. ‘No puedo, tengo que mandar un oficio’. ‘Por favor, se va a morir. Yo lo acompaño. Encadéneme a la camilla’. Había que combatir el colapso.
«No se pudo. ‘Se está desmayando’. No tenía pulso y no respiraba. Comenzamos a hacerle boca a boca y masaje cardíaco. Lo llevamos corriendo a la enfermería. Seguimos en lo mismo. A los 20 minutos vi que no logramos crear pulso y dije está muerto dejémoslo tranquilo. ‘Descansa de toda esta porquería’»).
-Usted y el doctor Yáñez lo vieron morir…
Yo tengo la impresión de que el general Bachelet salió muerto de la celda. Y le voy a decir por qué. Porque cuando lo subieron a la camilla, se le soltaron los esfínteres. Yo lo vi. Para no olvidar esos momentos… Y cuando lo hablé con mi mujer, que es enfermera, me dijo que eso pasa cuando una persona se muere. A mi general se lo llevaron a la enfermería y eso es lo que sé, porque nunca más lo vi. Han salido muchas versiones. Muchos han querido ser el último que tuvo a Bachelet en sus brazos, pero la verdad es que sólo estábamos el doctor Yáñez y yo. Nadie más. Excepto el momento en que entra el alcaide con el practicante. La otra mentira que se ha dicho es que el general Bachelet había estado jugando básquetbol en la mañana. ¡Mentira! Porque ese día, por la misa, no se jugó básquetbol. Y a ella concurrieron los uniformados que estábamos presos y también fueron civiles presos.
-¿Los interrogadores eran los mismos?
Sí, Edgar Ceballos, Ramón Cáceres y Víctor Mattig, los principales. Creo que a Bachelet lo interrogaba también el fiscal Orlando Gutiérrez.
-¿Usted era amigo del general Bachelet antes de caer preso?
No, yo lo conocí en la cárcel. Y tuvimos una muy buena relación. Era muy abierto, conversaba con todos y cumplía todas las funciones como cualquiera: lavaba platos, hacía el aseo… Era muy abierto y sencillo. Recuerdo justamente que un par de semanas antes de que se llevaran al general Bachelet a la AGA para interrogarlo de nuevo, habíamos estado acompañando y conversando con uno de los presos que estaba muy afectado por algo personal que le había ocurrido. Y en eso, llegó el general Bachelet y nos dijo: “Ya pues chiquillos, terminen con la historia de estarse preocupando de las mujeres. Yo quiero que diga aquí honestamente alguno de ustedes, ¿quién podría asegurar que si fuera al revés, que nuestras mujeres estuvieran presas y nosotros libres, al cabo de un buen tiempo íbamos a continuar siendo absolutamente fieles?”.
-¿Cuánto tiempo compartió usted con el general Bachelet en la cárcel?
El general Bachelet no estuvo todo el tiempo con nosotros. Llegó a la cárcel en diciembre de 1973, como cuatro ó cinco días antes de Navidad. Y en todo ese tiempo, desde diciembre hasta marzo, cuando fallece, nunca lo vi afectado, tan afectado como la noche antes de que muriera. Tengo la impresión de que su gran pena era el daño que le iban a ocasionar a su mujer. Al día siguiente no hablamos del tema porque nos dedicamos a las tareas domésticas. Siempre he pensado que la tragedia que provocó la muerte o apuró la muerte del general Bachelet, se produjo cuando en la AGA lo quisieron embarcar en un lío sentimental. No fue con el único que lo hicieron. Después, conversando con otros prisioneros en la cárcel, supe que les hicieron lo mismo a otros. Pero eso tiene que contarlo cada uno… Les contaban a sus esposas historias de amantes, verdaderas o falsas. Era la técnica que usaban para intentar obtener otra información o para desmoronar a los más fuertes: creándole situaciones extremas a la gente que interrogaban.
En el expediente que lleva el juez Mario Carroza, figura la declaración de la esposa del general Bachelet, Ángela Jeria, quien testifica que su marido intentó advertirle que trataban de involucrarlo en falsedades y le pide “no creas nada de lo que te digan, no hables con nadie hasta que nos veamos nuevamente”. El mensaje estaba oculto en el cuello de una camisa que Ángela Jeria retiro desde la cárcel entre la ropa para lavar. Ella lo encontró el 8 de marzo de 1974. Pero no volvió a hablar con su esposo. Bachelet murió cuatro días después).
CONSPIRACIÓN PARA MATAR A ALLENDE
-¿Por qué fue detenido usted si no participó de ninguna reunión de opositores al grupo golpista y trabajaba en el Departamento de Inteligencia de la FACH?
Alamiro Guzmán, Raúl Vergara y otros oficiales de la FACH, sabían que yo estaba en contra de un Golpe, pero lo que influyó fue una situación que me persiguió y que ocurrió apenas Salvador Allende fue elegido el 4 de septiembre de 1970 y antes de que fuera sancionada su elección en el Congreso. Se la voy a relatar.
Un día me llama el que era comandante en jefe de la FACH en ese momento, el general Carlos Guerraty y me dice que me vaya de inmediato a Quintero, que no llegue hasta la Base Aérea, que aterrice en Rodelillo. Y agregó: “Y váyase a conversar con el coronel José Berdichewsky para que le entregue una información que yo acabo de recibir en este momento y que él necesita conversar con alguien de Inteligencia”.
Qué había pasado. Cuando sale Allende elegido, se produce una situación absolutamente anormal en la Fuerza Aérea. Cuando a uno lo quieren mandar de agregado a alguna embajada u organismo internacional en el extranjero, es un proceso normalmente largo porque tiene que salir en el Boletín Oficial, asignarte en el presupuesto y una serie de trámites más. Y cuando sale elegido Salvador Allende, al coronel Mario Jahn lo sacan del Departamento de Contrainteligencia de la FACH en cinco días. Con inusitada velocidad. Se va Jahn a Panamá y yo, que era el segundo en Contrainteligencia, me quedo solo ahí con todo el lío que se armó y con muy poca experiencia. Era capitán y tenía 35 años. Me comí todo ese período entre la elección de Allende el 4 de septiembre de 1970, su corroboración por el Congreso el 24 de octubre y el inicio de su gobierno el 4 de noviembre, solo.
Entonces, ese día, muy poco después del 4 de septiembre, día de la elección de Allende, me voy a Quintero y hablo con el coronel Berdichewsky. Le digo que me ha mandado mi general Guerraty a hablar con él respecto a una información que me tiene que entregar. “Sí”, me dice, “tengo necesidad de hablar con usted porque he tenido conocimiento de que está operando dentro de la Base Aérea una célula comunista” y me da una serie de antecedentes.
-Bueno, mi general, ¿cómo usted obtuvo esta información?
-La recibí…
-Mi coronel, si usted quiere que yo investigue esto, usted comprenderá que debe decirme de quién obtuvo la información. La fuente. Porque de lo contrario no puedo hacer nada. Los antecedentes que me da, que se ha perdido una Tarjeta de Identificación Militar (TIFA) en el casino, que la encontraron abandonada dentro de un avión y otras informaciones sobre personas sobre las que usted tiene dudas o sospechas, ¿quién se las dio?
Y después que le insisto y le digo claramente que si no me da la fuente no podré hacer nada, él dice: “Esta información me la entregó el comandante Montero”. Un oficial de la FACH que se había retirado poco más un año antes.
-¿Dónde puedo hablar con el comandante Montero? -le preguntó.
-… No sé si deba decirle…, no sé –escucho como respuesta.
Y ahí le dije: “O me da la información completa, mi coronel, o me regreso a Santiago”. “Montero vive en Viña del Mar”. Y me da la dirección. Era una calle que desemboca en el Regimiento Coraceros. Partí inmediatamente. Había llegado como a las 10 de la noche a Quintero, por lo que debo haber llegado a la casa de este señor Montero como a las dos de la mañana. Y lo primero que me llamó la atención fue que la casa estaba con muchas luces. Él mismo me salió a abrir la puerta. Y me dijo: “Qué gusto, capitán, de tenerlo aquí, lo estaba esperando”. Y me hace entrar a una especie de biblioteca chica. Vuelve a decirme la alegría que le da que haya venido, que necesitaba urgente hablar conmigo. Y agrega: “Usted sabe que viene el marxista Salvador Allende a Valparaíso el sábado y cuando Mario Jahn se fue me dejó dicho que cualquier cosa que necesitara la hablara con usted, porque podía colaborarnos en los que necesitáramos. Y bueno, aquí en mi casa está el almirante Justiniano (Horacio Justiniano) y el comandante del Regimiento Coraceros porque vamos a asesinar al Presidente (Allende) cuando venga el sábado”.
-¿Montero le dijo que iban a asesinar a Salvador Allende?
Claro: “Lo vamos a asesinar”. Tal cual. Y me agregó: “Necesito que me entregue armas automáticas y personal para cubrir la retirada de la gente que va a operar”. Me dijo también que estaban al tanto de lo que se iba a hacer el comandante en jefe, general Guerraty, y el comandante del Comando de Combate, el general Toro Mazote. Le respondí que no había venido a hablar con él de eso, sino de una célula comunista que operaba en la FACH y de la que él había tenido conocimiento y de la cual le había informado al coronel Berdichewsky.
-Pero capitán, yo necesitaba hablar con usted y por eso le dije a Berdichewsky lo de la célula comunista.
Bueno, le dije a Montero, yo no le puedo contestar en este momento lo que usted me está pidiendo. Es muy grave y debo meditarlo. Y me fui. Llegué a Santiago en la madrugada y me fui directo a mi oficina, al Departamento de Contrainteligencia que funcionaba en Bulnes con calle Cóndor y escribí un parte escrito de todo lo sucedido. Allí cuento exactamente todo lo que acabo de relatarle. Y lo hice con mucha tranquilidad porque se lo iba a entregar al general César Ruiz Danyau, quien estaba en contacto con Allende y de quien todos sabíamos que iba a ser el próximo comandante en jefe de la Fuerza Aérea.
-¿Qué hizo una vez que tuvo escrito el parte?
Terminé el parte y me fui al Ministerio de Defensa. Ahí espero que llegue el general Ruiz Danyau. Apenas lo veo le digo: “Mi general, necesito hablar con usted con urgencia”. Me hizo entrar de inmediato y sin preámbulos le entrego el parte escrito. El general empieza a leerlo y recuerdo que en un momento debió acomodarse los anteojos y él dice: “se me llegan a caer los anteojos”. Termina de leer, se queda un rato pensando, luego toma el teléfono y dice: “Alo, mi general Guerraty, hay un informe aquí que creo debe ver de inmediato”. “Suba, capitán Silva, muéstrele el documento”, fue lo último que escuché al salir de la oficina del general Ruiz. Ahí supe que estaba metido en un lío, porque el general Ruiz no me apoyó. En el documento que estoy entregando aparecía el nombre del general Guerraty y ahora el general Ruiz me mandaba a hablar con él… Subo a la comandancia en jefe, entro a la oficina del general Guerraty. Él lee el parte y cuando finaliza me mira y me pregunta: “¿Qué piensa usted?”. “Mi general, este es un crimen político, vulnera y violenta a las Fuerzas Armadas y a la Fuerza Aérea. Imagínese el desprestigio para nosotros”, le digo. Ahí el general Guerraty se da cuenta que yo no estoy en esa historia. Y me ordena que me vista de civil y que vaya nuevamente a Viña del Mar, a la casa de Montero, y le diga que no siga haciendo esos comentarios. No estoy bien seguro de los días, pero creo que esto ocurría un día miércoles y al sábado siguiente Allende iba a Valparaíso. Lo que sí sé es que era en la misma semana.
-¿Y se fue de nuevo a Valparaíso?
Debo reconocerle que no fui a Valparaíso. Estaba realmente aterrorizado. Conseguí a través de un conducto hablar con el secretario de Salvador Allende, don Miguel Labarca. Y fui con Alamiro Castillo, aquí presente (está escuchando su testimonio), porque pensé que necesitaba un testigo, ya que si pasaba algo yo sería cómplice. Cuando nos encontramos con Miguel Labarca, le conté la historia. Y él dijo que necesitaba que hablara con Allende de inmediato. Nos fuimos a la llamada “Moneda chica”, una casa que era de los profesores y donde funcionaba su comando. Andábamos de uniforme. Ya estaba oscuro al final de ese día interminable, el mismo día que hablé con Guerraty. Llegamos en el auto de don Miguel Labarca. Se baja, vemos movimiento y aparece Allende quien se encarama al auto. Y partimos en el auto camino a Valparaíso. Y le narro exactamente lo que le he contado a usted. Recuerdo que la única interrupción de Allende fue para decir: “¡Y por qué Ruiz Danyau no me informó!”. Y luego dijo: “Porque yo tengo conocimiento de esta información, me la pasó el general Daroch”. Después, nos preguntó qué pensábamos nosotros de Ruiz Danyau. Con Alamiro le dijimos que era un excelente profesional, un líder, que la Fuerza Aérea lo quiere mucho… Y Allende insistía: “¡por qué no me avisó!”. Después Allende me dice: “¿Le importaría que yo dé cuenta públicamente de esto?”. Le respondí que yo no quería ser cómplice de lo que pudiera pasar. Y decide que como él tenía una concentración en avenida Grecia, allí iba a informar. Y lo hizo. Dijo que había un oficial de una rama de las Fuerzas Armadas, de apellido Montero, “que dice que me quiere matar, pero advierto que tengo pleno conocimiento”…
-¿Ustedes detuvieron ese intento de asesinar a Salvador Allende?
Así parece. Pero quiero ser bien claro, no fue que yo tuviera mucho coraje. Lo que me movió fue que no quería ser cómplice de un asesinato político. Y Alamiro Castillo fue mi testigo, porque me podían matar y yo quería que se supiera que yo no estaba metido en ese asesinato político. Además, como yo era de Contrainteligencia, era posible que se pensara que yo sí estaba metido. Y así se deshizo la historia. Eso creí yo… Más o menos diez días después, me llega una carta por vía diplomática que me envía el comandante Mario Jahn en la que me dice que vaya de civil a la casa del mismo comandante Montero a Viña del Mar, porque se sabe lo que pasó y que retire una munición de guerra que él le entregó a Montero. Obviamente no hice ninguna cosa. No fui. Jahn no era mi amigo, era mi jefe, y teníamos una buena relación porque habíamos estado trabajando años en el Departamento de Contrainteligencia. Y fue ahí que yo cometí un grave error. Porque luego me llama Jahn por teléfono. Y yo convencido de que me estaba llamando de la zona del Canal de Panamá, le digo que cómo está. Y Jahn me dice que me está llamando del Ministerio de Defensa, de la Subsecretaría de Aviación. “Venga de inmediato a hablar conmigo”, dice y corta.
Llego allá. “¿Recibió usted la carta que le envié pidiéndole que fuera a la casa de Montero?”. “Sí, mi coronel, la recibí”. “¿Dónde está esa carta?, dice. “En mi oficina”, respondo. Y no la tenía. Porque sucede que Miguel Labarca, a quien le conté de la carta, le informó al Presidente Allende. Y el Presidente le pidió que se la prestara porque él quería guardarla como un hecho histórico. Y se la entregué a Labarca. Por eso, cuando Mario Jahn me la pide, yo no la tengo. Y regresé a la Subsecretaría de Aviación y le dije al coronel Jahn que no la tenía, que me la habían sacado. Y ahí Jahn me dice que al día siguiente lo esperaba el Presidente de la República, porque él sí tenía la carta.
-Mario Jahn después del Golpe fue subdirector de la DINA y hombre clave en la Operación Cóndor. ¿Por qué se va tan repentinamente a Panamá cuando sale elegido Allende?
Mario Jahn fue el primer oficial que partió con la cosa de la Contrainteligencia en la FACH. Pero la Contrainteligencia no fue enfocada desde un punto de vista profesional, del control del espionaje y seguridad nacional, sino que netamente político. Eso fue lo que aprendió Jahn en la Escuela de Las Américas en Estados Unidos. Entonces, se dedicó prácticamente todo el tiempo a la persecución de gente de izquierda, de suboficiales que tuvieran algún pariente o la mujer comunista y él intercedía para que los echaran. Ese era el terror que tenía cuando sale elegido Salvador Allende, porque piensa que van a ver todo el archivo que teníamos nosotros: sólo gente de izquierda. Jahn se aterroriza y se va a Panamá. Y desapareció del mapa ese tiempo. Yo siempre he pensado que Mario Jahn era de la CIA.
-¿Supo lo que pasó al día siguiente en el encuentro entre Salvador Allende y Mario Jahn?
Lo vine a saber tres años después, cuando estuve preso con Osvaldo Puccio, secretario de Salvador Allende, quien me contó lo que ocurrió. Puccio me dijo que el Presidente hizo entrar a Mario Jahn a su despacho y le mostró la carta. El coronel le habría respondido que efectivamente había estado involucrado en los hechos, pero que estaba muy arrepentido. Y Allende lo perdonó, y se lo dijo ahí mismo. Lo perdonó y le ordenó que volviera a su destinación en Panamá. Y así debe haber sido, porque yo sí supe que Jahn volvió a Panamá y nadie pidió su retiro. En cambio yo, sólo tres meses más estuve en el Departamento de Contrainteligencia. Me sacaron. Por el tremendo pecado de haberle informado al Presidente electo de que intentaban asesinarlo. Por eso después del Golpe a mí casi me mataron, porque nunca entendieron que después de ese terrible episodio yo nunca más hablé con el Presidente Allende y tampoco con su secretario y con nadie de su entorno. No podían entender que no pedí ninguna prebenda y tampoco entregué nunca más información sobre la Fuerza Aérea. Y no tenían ninguna acusación en mi contra, porque nunca asistí a ninguna reunión de los contrarios al Golpe porque sabía que estaban infiltrados.
“CONSTITUCIONALISTAS” INFILTRADOS
-Torturaron a todos los oficiales de la FACH que tomaron prisioneros después del Golpe y ninguno de ellos dice que usted participaba en alguno de los grupos opositores al derrocamiento de Allende. Así se ve en el Consejo de Guerra. ¿Y lo seguían torturando?
Quedé negro, en realidad. Mi cuerpo estaba entero negro de moretones. Me llevaron a recuperarme a la Academia Politécnica y ahí vi cuando se le escapó un disparo a un centinela que mató a un cabo que estaba detrás de mí. Pasaban cosas kafkianas allí. Se escapa un tiro de un fusil Mauser y mata al cabo Espinoza. Y al cabo Benavides, que también estaba allí, le da una especie de shock y se pone a gritar y a llorar. Lo trato de controlar, incluso le pego una cachetada para tranquilizarlo. Y llega el oficial que estaba a cargo de los prisioneros en la Academia Politécnica y se olvida que yo soy prisionero y me ordena: “capitán, saque a los prisioneros de aquí y ubíquelos en la sala de al lado”. Lo hice. Cierro la puerta, estando yo adentro, y no supe más qué pasó con el muerto. Después de un tiempo, ya en la cárcel, llevaba como diez o quince días allí cuando me llama el alcaide de la cárcel y me dice que tiene un oficio del general Orlando Gutiérrez en el que le dice que se deje inmediatamente en libertad a Jorge Silva por falta de méritos. Y el alcaide me pregunta si tengo algún reclamo contra personal de Gendarmería. “En absoluto”, le digo, “por el contrario”. “Bueno, firme aquí y tome sus cositas, porque se va libre”. Firmo, salgo de la oficina en dirección a la celda para buscar mis cosas cuando me caen dos oficiales encima. Violentamente me ponen una capucha en la cabeza y parto de nuevo en dirección a la AGA. Ahí pensé: “Ahora sí que me fusilan”. Si había firmado el documento en el que me concedían la libertad… Llegué a la AGA y me metieron en un closet. Y estuve encerrado en ese closet el resto del día y la noche. No me sacaron ni siquiera para ir al baño. Y de repente, se abre la puerta. No sabía si era de día o de noche. Me sacan, me tiran arriba de una camioneta y me llevan de regreso a la cárcel. No me interrogaron, no me pegaron, nada. Llego a la cárcel y poco después llegaron las condenas. Allí yo aparecí condenado a 20 años. Nunca supe qué pasó.
-¿Nunca supo qué fue lo que ocurrió con usted en esos momentos?
Hasta que me convidan a un seminario que hubo sobre las Fuerzas Armadas en México. Y asistí. Y ahí estaban varios dirigentes políticos de la Unidad Popular. En la noche me convidó a comer a su casa la señora Hortensia Bussi viuda de Allende. Yo era un oficial sin ninguna experiencia política. Y esa noche, no sé por qué, les dije de la gran incógnita que no había podido resolver: qué pasó conmigo que me dejan libre por falta de méritos para luego sacarme de la cárcel, encerrarme en un closet de la AGA, para luego llevarme de nuevo a la cárcel y condenarme a 20 años. En la casa de la señora Tencha estaba Jorge Insunza, quien dijo que sabía la otra parte. Y contó que él se había quedado en Chile clandestino y que supo que un abogado habló con el cardenal Raúl Silva Henríquez por mi caso, que el cardenal habló con el general Gustavo Leigh, quien dijo que a mí me iban a fusilar por traición. Que entonces el cardenal había dicho que era pariente mío y que pedía hablar conmigo. Eso habría provocado el fin de mi historia de preso.
-¿Nada sabía el alto mando de las reuniones que hacían al interior de la FACH oficiales que no estaban con el Golpe o que claramente apoyaban al gobierno de la Unidad Popular?
Tengo una serie de dudas. Yo estaba en el Departamento de Contrainteligencia. Y el general César Ruiz Danyau, entonces comandante en jefe de la FACH, sabía de las reuniones que tenía el grupo de los aviadores institucionales, al que pertenecía el capitán Raúl Vergara y Alamiro Castillo; y también del grupo que pertenecía al MIR. Y lo sé porque había un oficial que habiendo asistido a algunas reuniones del grupo de Vergara, el entonces comandante de escuadrilla y después general Patricio Araya -que era muy regalón del general Ruiz-, le pasaba la información al general Ruiz y el comandante en jefe le pasaba la información al jefe del Departamento de Contrainteligencia, el general Mario Jahn. Por eso yo lo sabía y me pregunto hasta hoy por qué si el general Ruiz sabía lo que estaba desarrollándose al interior de la FACH, no intentó atajarlo en ese momento, antes del Golpe.
Incluso, una vez le dije a Raúl Vergara que tuviera cuidado porque se estaba sabiendo de las reuniones que estaba haciendo. Le dije que se cuidara de Araya ya que su padre era el relacionador público de la embajada de Estados Unidos en Chile en ese entonces. No le podía decir más. Esa fue la razón, entre otras, por la que nunca fui a ninguna reunión de ese grupo. Yo estaba en el servicio de Inteligencia y no iba a asistir a reuniones de un grupo que ya estaba detectado. Entonces, a veces, yo me pregunto: ¿no habrá sido una confabulación?, ¿no habrá sido que querían a este grupo de oficiales “infiltrados” en la Fuerza Aérea para después tener una razón válida a utilizar como un elemento para neutralizar a los que podían oponerse al Golpe o a la represión que se hizo más tarde dentro de la misma FACH? ¿No habrá sido algo que manejó la CIA?
-¿Conoció supongo al coronel Carlos Ominami en la FACH y en la cárcel? ¿Qué opinión tenía de él?
Tengo que decir que el coronel Carlos Ominami no era un hombre de izquierda. Ominami nunca entregó opiniones respecto del gobierno de la Unidad Popular. Recuerdo que me reía mucho de él porque compraba El Mercurio y se sentaba siempre a leerlo en la esquina del patio donde jugaban fútbol. Y lo leía entero. Y nos reíamos porque decíamos que se leía hasta los avisos económicos. ¡Lo trataron muy mal! Lo torturaron mucho. Llegó con marcas en las piernas… Y nos contaba algo de lo que nos reíamos mucho. Lo llevaron a un dormitorio allá en el AGA y llegó un tipo que parece que era hipnotizador. Y lo empezó a hipnotizar. Cuando ya había transcurrido un tiempo, el hipnotizador le dice: “Vamos a traer a tu hijo”. Y contaba Ominami que escucha una voz que dice: “Papá, ¿te recuerdas del plan de defensa que me pasaste?”. Y Ominami dice que replica: “Hijo, no te reconozco, tu voz está muy rara”. Y entonces a punta de patadas lo bajaron de la cama y lo siguieron golpeando mientras gritaban: “¡Éste no está durmiendo, no está hipnotizado!”. Lo que siguió fue duro.
-¿Recuerda algún hecho concreto por el cual lo hayan interrogado con insistencia?
Me interrogaban y me insistían mucho por el dirigente del MIR Jorge Fuentes (el “Trosko” Fuentes, quien fue detenido en Paraguay por operativo de la Operación Cóndor y asesinado en Chile). Yo lo conocía porque era muy amigo de mi hermano menor. Y un día en la tarde voy llegando a mi departamento en Mac Iver con Agustinas y abajo, en las afueras del edificio, me encuentro con Choche, así le decíamos en mi casa. “Hola Jorge, te hemos andado buscando hace mucho tiempo, menos mal que te encontré”, me dice a modo de saludo. “Subamos”, le dije, “a mi departamento”. Y cuando nos sentamos, me empezó a hablar del reformista de Allende y siguió criticándolo, y luego dijo: “Nosotros queríamos saber si tú nos pudieras facilitar el acceso a la Base de El Bosque (donde yo estaba en servicio entonces), para sacar armamento”. Mi respuesta fue inmediata: “Mira Choche, quiero que te quede muy claro que no estoy en contra del gobierno. Que hay instrumentos constitucionales para acusar al gobierno de lo que ustedes piensan, pero la forma en que tú planteas tu descontento no la comparto en absoluto. Ni pienses que te voy a facilitar el paso para sacar armamento. Es más, si yo estoy a cargo el día en que lo intenten, voy a ordenar disparar si pillamos gente intentando sacar armamento. Olvídate. Eso no lo vas a lograr conmigo”. Nunca más supe de él.
Una de las cosas que me mostraron cuando me interrogaban fue un documento que encontraron en las Torres de San Borja en el que decía que se tomó contacto con el coronel Jorge Silva. Y allí dice exactamente lo que le dije en esa oportunidad: que no estaba de acuerdo con el MIR. Cuando me interrogaban, me pegaban y me volvían a golpear preguntándome si después de esa conversación yo había cambiado de opinión y había colaborado con el MIR. No me creían, lo mismo que nunca más hablé con Allende.
Mi impresión es que mucho después se dieron cuenta en el Consejo de Guerra que no tenían nada para acusarme, aparte de inventarme que yo estuve con el grupo de los “constitucionalistas” (el grupo de Raúl Vergara y Alamiro Guzmán), y me rebajan los 20 años a cinco años por “incumplimiento de deberes militares”. Da la casualidad que estaba de presidente del Consejo de Guerra el general Juan Soler Manfredini. Yo tenía muy buena relación con el general Soler, ya que estuve en la Escuela de Especialidades cuando él era director y el general Soler había sido edecán del Presidente Frei. Y cuando yo llegué a la Escuela de Especialidades conversábamos de política con él. Y él estaba bastante claro respecto de una posición constitucionalista. Pero empezó a cambiar, al punto que se puso golpista. Y recuerdo haber estado en su casa conversando y él tratando de convencerme porque sabía que estaba en contra del Golpe. “¡Imagínese el mando de la Fuerza Aérea a cargo de este país! ¡Con todo lo que lo hemos criticado por cómo ha administrado y dirigido a las Fuerzas Armadas y todos los problemas que hay en la Fuerza Aérea!”, le decía yo.
Soler sabía cuál era la posición mía y como teníamos buena relación el día del Golpe me llama. Él escuchaba los bandos militares y estaba furioso porque nadie le había informado nada de lo que iba a ocurrir. “Bueno, Flaco, ¿Y qué piensas tú?”, me dijo. “Soy un profesional, mi coronel, no piense que voy a hacer una estupidez porque no la voy a hacer, pero le quiero pedir un favor, no quiero salir a la calle a reprimir a la gente, porque no voy a poder cumplir bien esa orden. “Ya, no te preocupes, va a salir el subdirector a cargo de toda la fuerza y tú te quedas aquí a cargo de la logística porque va a venir toda la guarnición de Colina y de Cerrillos que se va a instalar aquí y a esta gente hay que alimentarla y hacerla dormir. Tú te quedas a cargo”, fue su respuesta.
Así lo hice. Vi como iban llegando los camiones cargados de presos a los que dejaban en un hangar rojo en la Escuela de Especialidades (la primera unidad de la Base El Bosque, ubicada en el paradero 32 de la Gran Avenida). El hangar estaba repleto. Ahí fue cuando vi a dos jóvenes, muy jovencitos (los entonces estudiantes universitarios Fernando Villagrán y Felipe Agüero), uno estaba todo mojado con una de esas frazadas grises de la FACH, a cargo de un suboficial. Yo ni siquiera estaba vestido de combate. Me acerco al suboficial y le pregunto: “¿Qué pasa con estos dos muchachos?”. Y el suboficial me dice que los han sorprendido en un auto con un documento en el que se preparaban para enfrentarse a la Junta Militar, por lo que los van a fusilar en la noche.
-Mira, hay un vehículo que va a salir dentro de dos horas al Estadio Nacional. Échalos en ese vehículo -le dije al suboficial
Y el suboficial los mandó al Estadio Nacional. Los sacó esa misma noche con el resto de los prisioneros de La Legua. Y no los fusilaron. Se salvaron.
DETENIDO Y TORTURADO
-¿Cuándo y cómo fue detenido usted?
Yo sabía que iba a caer. Lo presentía. Era todo kafkiano en ese período. Sabía que mi gran amigo Alamiro Castillo estaba asilado en la embajada argentina. Y pasaba en mi auto frente a la embajada para ver si lo veía, para saber lo que pasaba con él. Nunca lo vi. Pero también sabía que Raúl Vergara estaba preso junto a otros oficiales que no eran golpistas. Y pensaba que yo también iba a caer detenido, sobretodo por el problema de la carta de Mario Jahn que nunca me lo tocaron, pero que estaba presente. Yo lo sabía. Ellos lo sabían.
Finalmente caí preso el 9 de octubre de 1973. Y como sabía que se robaban los autos de la gente que caía presa, yo le decía a Nelsa, mi esposa, que me fuera a dejar en el auto temprano y como ella era enfermera de la posta del J.J. Aguirre, se fuera con él. Así, si me detenían, ella se quedaba con el auto. Cada mañana nos íbamos por la Panamericana y veíamos en la esquina del Cementerio Metropolitano los cuerpos de los muertos. Yo sabía que era gente que mataban en la Escuela de Especialidades y luego la iban a tirar allí. Pero a mí no me pasaba nada. Hasta que un día, voy llegando a mi casa como a las 10 de la noche y encuentro a un vehículo de la FACH que me está esperando. Se baja un chofer de mi grupo y me dice: “Mi capitán, me mandó mi coronel Soler a buscarlo. Pero dijo que antes que se fuera lo llamara por teléfono”. Llamé al coronel Soler a su casa. “Oiga capitán, ¿dónde está en este momento?, ¿en la casa de su mamá o en la suya en el centro?”. “Estoy en el centro, mi coronel”. “Ya mi capitán, porque le quiero pedir un favor, ¿pero no tiene un problema para venir hasta acá?”. “No, mi coronel, voy inmediatamente”. “¿Pero está seguro?, porque si no puede lo hablamos mañana”. “No, mi coronel si usted me necesita voy inmediatamente”.
Partí en el mismo vehículo hacia la casa de mi coronel Soler, que estaba al frente de la Escuela de Especialidades. Me llamó la atención que se demoraban en abrir. Y me salió a abrir el chofer. Entré, pasé por el antejardín, y cuando voy llegando a la puerta de la casa, me caen encima dos oficiales. Uno me puso una capucha en la cabeza, otro me saca el arma. Y yo siento que está ahí el coronel Soler. Y lo escucho decir: “Yo sé que va a volver. Yo sé que esto no es verdad. Yo me voy a quedar con la pistola”. Me amarraron, me tiraron adentro de un vehículo y me llevaron directo a la Academia de Guerra Aérea. Y en ese momento dejé de ser capitán de la Fuerza Aérea.
-Es decir, Soler lo entregó.
Me entregó, pero me dio la posibilidad de no ir a su casa. Pero él no podía decirme más pues estaban allí en su casa Edgar Ceballos y Ramón Cáceres. Ellos so lo oficiales que me caen encima y me apresan. Cáceres es un caso muy especial. Yo no lo conocí en la Fuerza Aérea. Una vez voy llegando a la casa de mis padres, ya era suboficial, y me encuentro con un oficial en la casa. Qué raro, me dije, habrá un problema que me mandaron a buscar. Y nada de eso, Cáceres estaba allí porque su novia había sido compañera de colegio de mi hermana. Ahí lo conocí. Después, él estuvo en la Escuela de Especialidades, fuimos oficiales juntos allí, incluso estuvimos mas de una vez en su casa. Pasó por Balmaceda y yo estaba allá. Teníamos una relación amistosa, aunque él no tenía una personalidad que me atrajera. Tal vez él se consideraba amigo mío. Bueno, cuando me torturaban, al final -y me va a perdonar que le cuente esto- yo botaba sangre por todos lados, orinaba sangre, por atrás, por la boca…; y cuando yo estaba muy mal, Ferrada, que también estaba preso ahí, se me acercaba y me decía: “Cuenta todo lo que sabes, estas botando sangre y te estás muriendo, cuenta todo, no te van a mandar al hospital, cuenta todo”. Bueno, una mañana me sacan para el interrogatorio y me mandan un golpe fuerte de corriente. Y no sé por qué razón esa noche se me había acumulado sangre en el estómago y bote mucha sangre ahí mismo. “¡Lo reventamos!”, dijo uno de los que me aplicaba electricidad. Me sacan la capucha y me encuentro con Cáceres que está con un lápiz en la boca y es uno de los que me está torturando. Y le digo: “¡Tú haciendo esto!”. Cáceres se agachó y me dijo: “Es que ustedes querían matar a mi familia”. “Te cabe en la cabeza que íbamos a matar a tu mujer, a tu hijo”. Y él repetía: “¡Querían matar a mi familia!”. Entonces recuerdo que me pasan a un baño que había allí y yo me miré al espejo -porque llevaba ya no sé cuanto tiempo bajo una capucha-, y me asusté. “Dios mío, en lo que me han transformado!”. Tenía manchones amarillos y de todos los colores, barba, el pelo asqueroso con sangre. Y esa fue la última vez que me torturaron. Nunca más lo hicieron. Y fue también la última vez que vi a Cáceres.
-¿Cuándo salió de Chile?
Salí de Chile en 1977. Estuve en la cárcel tres años y medio. Aunque a los dos años y medio, cuando cumplí la mitad de mi condena, se presentó un documento para que me dieran la libertad. Pero el general Gustavo Leigh personalmente dijo que no, que yo no podía salir en libertad. Tuve la posibilidad de irme a Estados Unidos, Alemania o Inglaterra. Y me fui a Inglaterra, porque me daban la posibilidad de ir a la universidad. Conseguí una beca y terminé con un master en Relaciones Internacionales que al final no me sirvió de nada, porque después me puse a trabajar cuando nació mi hija allá… Todos partimos pensando que esto se acababa en Chile al año siguiente. Y no fue así. Duró 17 años.
-¿Por qué cuenta cada episodio duro de su vida como si se tratara de otra persona, con una tranquilidad y claridad que asombra?
De qué tranquilidad me habla si me he fumado como tres cigarrillos mientras hemos hablado… ¡Y yo no fumo! Creo que es importante reconstituir la historia tal como pasó. Pero es que siento que a mí no me pasó nada si lo comparo con lo que le pasó a tanta gente que sufrió mucho más. Mucha gente perdió la vida. Hay mucha gente mucho más importante que yo que merece más atención por lo que ocurrió. Hace cuestión de un mes atrás, como mi mujer era muy amiga de una doctora del Hospital J.J. Aguirre, María Elena Prieto, casualmente fuimos a ver la película El regalo y ahí aparece que le dedican la película a la doctora María Elena Prieto. Mi mujer la quería mucho, eran muy amigas, y por e-mail ella preguntó si era la misma doctora. Y una mujer le contestó: “Qué suerte, parece que mi mamita me está ayudando porque nosotros estábamos pensando en hacer una película de los presos de Pisagua, falló, y ahora a lo mejor tu marido quisiera ayudarnos a hacer una película sobre su historia”. Le respondí que no, porque hay mucha gente más importante. Yo sigo muy de cerca lo que está pasando acá, porque creo que hay mucha gente que merece que se la recuerde y que la historia no se pierda.
-¿Qué días son importantes para usted o conmemora en forma especial?
Creo que cuando salí libre uno se va con un poco de pena. Porque el período en que pasé en la cárcel me sirvió mucho para conocer líderes obreros. Me acuerdo que había un viejo dirigente del salitre que no se había perdido ninguna represión. Conversaba mucho con él y hablábamos de filosofía. A diferencia de los comunistas que siempre eran muy tristones y serios, éste hombre era muy vital. Y un día le pregunté por qué sabía tanto de filosofía y de política y de tantas cosas. Y fue la primera vez que como que se quebró un poco y me dice: “Mire capitán, mi madre era cocinera de una oficina salitrera. Mi madre era prostituta también. Yo nunca fui a la escuela. A mí me enseñaron a leer los líderes que había allí y todo lo que sé lo he sabido por los libros que me han prestado”. Cosas como esa me impresionaban mucho. Me hice muy amigo de Patricio Cariola, un cura jesuita que estuvo preso. Incluso me regaló su Biblia. Se fueron los curas y, al final, había un preso en la misma celda en que estaba yo, un tal Patricio Uribe que había caído preso por un problema de cheques, porque era el encargado de exportaciones de David del Curto. Nos fabricamos una muy buena relación y recuerdo que un día, cuando nos estábamos levantando en la mañana, me estaba mirando fijamente y le digo: “¿Qué te pasa?”. Y me dice: “Yo a ti te veo como Jesucristo, porque tú dejaste tu profesión, tu familia, todo abandonado, preocupado por la gente pobre. Si a esa gente no hay que mirarla, porque no lo vas a cambiar, no vas a arreglar el mundo. Haz como hago yo: no los mires”.
-¿Cuándo salió de Chile?
Me fui a fines de septiembre de 1977. Salí de la cárcel con pena. Era doloroso, los presos te felicitaban, te aplaudían y eso te daba una carga emocional muy fuerte. Y llegué al aeropuerto y estaba mi padre y mi madre. Me dolía mucho que cuando mi padre me iba a ver lo revisaran entero, lo humillaran. Él nunca se imaginó que su hijo iba a caer en la cárcel. Y debo confesar que yo tampoco tenía dentro de mis posibilidades caer en la cárcel. Yo recibí gran apoyo de mi familia.
-¿Lo ayudó el coronel Juan Soler a salir en libertad?
Me bajó la condena de 20 a 5 años. Y cuando tú cumples la mitad de la pena puedes irte. El abogado mío, Luis Ortiz Quiroga, se portó muy mal, porque nunca me fue a ver a la cárcel y yo nunca vi mi defensa y sólo la escuché cuando me llevaron, pero me cobró. Me costó el auto que teníamos en la época. Cuando llegamos a Inglaterra, pensé que teníamos la plata de la venta del auto. Y le pregunté a Nelsa. Y ella me dijo “no, no tenemos nada, toda esa plata se la pagamos al abogado”. Y le encontré toda la razón: había que hacer cualquier cosa para salvar la vida del que estaba preso. Pero a Ortiz Quiroga nunca le vi. Ni siquiera he leído mi defensa. Le agradecería si usted la tiene que me facilite una copia.
Esa es mi historia. El que le puede contar mucho más de lo que pasó antes es Alamiro Castillo, que fue el único que tuvo la visión, o fue su mujer, de asilarse. Él sabe cómo y por qué se organizaron los “institucionalistas”.
Ministro Carroza dicta acusación en contra de ex miembros de la Fuerza Aérea por torturas en base de El Bosque
Fuente :elmostrador.cl, 18 de Julio 2016
Categoría : Prensa
De acuerdo a los antecedentes recopilados en la etapa de investigación, el ministro Carroza logró determinar que Ramón Pavez Casanova y Patricio Rivera Cornejo fueron detenidos en la vía pública por agentes de Estado sin orden judicial alguna, y trasladado hasta la Base Aérea El Bosque.
El ministro en visita extraordinaria para causas por violaciones de los derechos humanos de la corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza, dictó acusación en la investigación que sustancia por el delito de aplicación de tormentos a Ramón Pavez Casanova y Patricio Riveros Cornejo, ilícitos perpetrados entre septiembre y octubre de 1973, en la Base Aérea El Bosque.
En la resolución (causa rol 2182-98), el ministro de fuero acusó como autores del delito a los miembros en retiro de la Fuerza Aérea Enrique Cartagena Maldonado, Renato del Campo Santelices, Manuel Cabezas Pérez, Guillermo Gómez Aguilar y Leopoldo Zamora Maldonado. En tanto, Víctor Manuel Mattig Guzmán lo fue en calidad de cómplice.
De acuerdo a los antecedentes recopilados en la etapa de investigación, el ministro Carroza logró determinar que Ramón Pavez Casanova y Patricio Rivera Cornejo fueron detenidos en la vía pública por agentes de Estado sin orden judicial alguna, y trasladado hasta la Base Aérea El Bosque.
En el recinto militar fueron sometidos a torturas por personal de la Escuela de Especialidades de la Fuerza Aérea y el Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA).
Dictan acusación por homicidio en dictadura de sargento de la fuerza aérea
Fuente :lanacion.cl, 3 de Marzo 2016
Categoría : Prensa
La ministra en visita extraordinaria de la Corte de Apelaciones de San Miguel para causas por violaciones a los derechos humanos, Marianela Cifuentes, dictó acusación en proceso por el homicidio del sargento de la Fuerza Área Rafael Agustín Reyes Gajardo, cometido el día 8 de octubre de 1973 en la comuna de Las Condes.
En la resolución, la ministra Cifuentes responsabilizó como autor del delito de homicidio a Matías Eliecer Burgos Maringer, soldado conscripto del Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina.
De acuerdo a los antecedentes recopilados en la etapa de investigación, la ministra en visita dio por establecido que el 5 de octubre de 1973 Reyes Gajardo se presentó en su lugar de trabajo, el Ala de Abastecimiento de la Fuerza Aérea de Chile, ubicada en la Base Aérea El Bosque, “siendo detenido y puesto, posteriormente, a disposición de la Academia de Guerra Aérea, para ser interrogado acerca de posibles conexiones con extremistas de izquierda“.
Tres días más tardes, el 8 de octubre, alrededor de las 09:30 horas, la víctima se encontraba en el subterráneo de la Academia, bajo la custodia del soldado conscripto del Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina, Matías Burgos, a quien le “reclamó a viva voz a dicho soldado por su situación de encierro”.
“Que en esos instantes, el soldado Burgos Maringer disparó una ráfaga de proyectiles a Rafael Agustín Reyes Gajardo con el fusil que portaba, hiriéndolo en la pelvis y ambos muslos, falleciendo Reyes Gajardo horas después a causa de una anemia aguda”, dijo la ministra Cifuentes.
Justicia aumenta condenas a militares en retiro de la Fach por aplicación de tormentos en 1973
Fuente :radio.uchile.cl, 12 de Noviembre 2018
Categoría : Prensa
Se trata de seis ex uniformados que, posterior al Golpe de Estado, capturaron al trabajador Patricio Mario Rivera Cornejo y al estudiante Ramón Daniel Pavez Casanova.
La Corte de Apelaciones de Santiago elevó, este lunes, las condenas a seis miembros en retiro de la Fuerza Aérea por el delito reiterado de aplicación de tormentos a Patricio Mario Rivera Cornejo y Ramón Daniel Pavez Casanova.
El ilícito se habría perpetrado entre septiembre y octubre de 1973, en la Base Aérea El Bosque.
Tres de los ex uniformados vieron aumentadas sus penas en dos años, pues si en diciembre del 2017 Manuel Cabezas Pérez, Renato del Campo Santelices y Guillermo Gómez Aguilar fueron condenados a tres años de presidio efectivo, este lunes, la Primera Sala del tribunal de alzada les sentenció a cinco años de presidio.
En tanto, Eduardo Enrique Cartagena Maldonado y Leopoldo Zamora Maldonado fueron condenados a 4 años de presidio con el beneficio de la libertad vigilada intensiva, en calidad de autores. Anteriormente, ambos habían sido sentenciados a 541 días de presidio.
Víctor Manuel Mättig Guzmán recibió 3 años y un día de presidio con el beneficio de la libertad vigilada intensiva, como cómplice. En diciembre del 2017, había recibido 61 días de condena.
En la etapa de investigación, el ministro en visita Mario Carroza estableció que Rivera Cornejo, trabajador de la empresa Madeco, fue detenido por Carabineros el 19 de septiembre de 1973 en su domicilio, en la comuna de San Miguel, y llevado a la Base Aérea El Bosque. Por su parte, Pavez Casanova, estudiante del Liceo Comercial N° 2, fue apresado en Santiago Centro y llevado al Ministerio de Defensa para posteriormente trasladarlos al recinto militar mencionado.
“Que en el caso presente, cabe considerar que el propio sentenciador a-quo da por establecido, en el motivo quinto numeral 1° de su fallo, que la víctima Patricio Mario Rivera Cornejo, aparte de los maltratos sufridos al momento de su detención, al ser posteriormente trasladado a la Base Aérea El Bosque, personal de esa institución lo sometió a ‘interrogatorios con electricidad en los genitales y en la lengua, y en particular le provocaron marcas trazando el signo de la Unidad Popular en su espalda con un yatagán…'”, sostiene el fallo.
Resolución que agrega: “Igualmente, en el numeral 2° del mismo fundamento, en lo relativo a la víctima Ramón Daniel Pavez Casanova, expresa que después de haber sido detenido, interrogado y golpeado en el Ministerio de Defensa, fue trasladado al interior de la Base Aérea El Bosque, ‘permaneciendo en ese lugar por alrededor de una semana a 10 días, sometido a sesiones de interrogatorios y torturas mediante el empleo de electricidad y golpes en su cuerpo…'”.
En el aspecto civil, se confirmó la sentencia que condenó al fisco a pagar una indemnización de $40.000.000 (cuarenta millones de pesos) a cada una de las víctimas.
La Primera Sala del tribunal de alzada –integrada por los ministros Leopoldo Llanos, Juan Antonio Poblete y el abogado (i) Jorge Norambuena, votó el aumento de las condenas en fallo dividido. El voto en contra coprrespondió al ministro Poblete.
Quiénes son los dos violadores de DD.HH. que recibieron el indulto de Piñera
Fuente :eldinamo.cl, 1 de Agosto 2020
Categoría : Prensa
Víctor Mattig Guzmán estaba condenado por las torturas y desapariciones ocurridas en la Academia de Guerra Aérea, mientras que Raúl Rojas Nieto cumplía pena por su participación en el Comando Conjunto.
por Cristián Meza
Este viernes se conoció que el Presidente Sebastián Piñera, a través del Ministerio de Justicia, indultó a dos internos de Punta Peuco, quienes estaban condenados por violaciones a los derechos humanos.
El abogado Raúl Meza, defensor de criminales de lesa humanidad, declaró que “nos parece que es una señal muy potente la que está dando el Gobierno de Sebastián Piñera. Creemos que llegó el tiempo de la justicia y no de la venganza”.
“Esperamos que el Presidente de la República, Sebastián Piñera, cumpla sus compromisos de su campaña presidencial hacia la familia militar y ojalá vengan muchos más indultos presidenciales”, resaltó a radio Biobío.
Por contrapartida, la presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, Alicia Lira, cuestionó que “pasando a llevar los convenios y tratados internacionales, Sebastián Piñera los indultó, eso va contra todos los principios de la lucha que han dado los familiares de víctimas, para que haya verdad y justicia, y aquí solamente aprovechándose de la crisis sanitaria, en forma cobarde y oculta, el Presidente indulta a estos dos criminales”, declaró.
Pero, ¿quiénes fueron los dos beneficiados con el indulto?
Víctor Manuel Mattig
El comandante de escuadrilla en retiro de la Fuerza Aérea, Víctor Manuel Mattig Guzmán, de 81 años, estaba condenado a 5 años y un día por el secuestro calificado de José Luis Baeza Cruces, hecho ocurrido el 9 de julio de 1974, además de torturas cometidas en la Academia de Guerra Aérea.
Por su parte, en 2019 recibió una pena de 3 años y un día, con el beneficio de la libertad vigilada, en su calidad de cómplice de las torturas sufridas por Patricio Mario Rivera Cornejo y Ramón Daniel Pavez Casanova en la Base Aérea El Bosque.
Según el fallo de la Primera Corte de Apelaciones de Santiago, a Rivera Cornejo se “lo sometió a ‘interrogatorios con electricidad en los genitales y en la lengua, y en particular le provocaron marcas trazando el signo de la Unidad Popular en su espalda con un yatagán, además de varios simulacros de fusilamiento”.
Junto con ello, estaba procesado por asociación ilícita genocida por las detenciones ilegales, torturas y desapariciones que ocurrieron en la Academia de Guerra Aérea, consignó Memoria Viva.
“Se encuentra justificado que en el año 1974, un grupo de individuos se organizó para trabajar coordinadamente en la persecución de personas que pudieren sustentar ideología marxista o activismo de izquierda extrapartidaria, con el objeto de exterminar a estos grupos sociales, atentando criminalmente en contra de sus miembros o seguidores”, sostiene el fallo de la sexta sala del tribunal de alzada capitalino.
Matting, quien se encuentra internado en el Hospital de la FACh, recién ingresó a Punta Peuco a cumplir condena en 2018.
Raúl Rojas Nieto
El coronel en retiro del Ejército, Raúl Rojas Nieto, también conocido como “El Pichi” e integrante del Comando Conjunto, fue condenado junto a Alvaro Corbalán a una pena de 7 años de presidio por su participación en el secuestro calificado del militante comunista Víctor Vega Riquelme, de quien se perdió el rastro en el centro de tortura de Remo Cero en Colina.
El otrora oficial de 84 años además fue agente de la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), donde estuvo en contacto con Lenin Guardia, que prestaba servicios de inteligencia al Gobierno de Patricio Aylwin y era informante pagado de la institución castrense, quien le señaló que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez planeaba asesinar a Jaime Guzmán, como consigna Juan Cristóbal Peña, autor de Jóvenes Pistoleros.
Rojas Nieto está internado en el Hospital Militar y recién pisó la cárcel de Punta Peuco en 2017.
Corte Suprema rechaza casación y mantiene condena a efectivos de la FACH por torturas a prisioneros políticos de la Base Aérea El Bosque
Fuente :diarioconstitucional.cl, 11 de Noviembre 2021
Categoría : Prensa
El máximo Tribunal descartó error de derecho en la sentencia que condenó a Renato del Campo Santelices y Manuel Cabezas Pérez a 5 años y un día de presidio por su responsabilidad como autores de los hechos.
La Corte Suprema rechazó un recurso de casación en contra de la sentencia que condenó a cuatro miembros en retiro de la Fuerza Aérea de Chile por aplicación de tormentos al obrero Patricio Rivera Cornejo y al estudiante Daniel Pavez Casanova, ocurridos entre septiembre y octubre de 1973 en la Base Aérea El Bosque.
En tanto Enrique Cartagena Maldonado y Leopoldo Zamora Maldonado deberán purgar una pena de 4 años de presidio, con el beneficio de la libertad vigilada, por su responsabilidad en los mismos delitos.
La sentencia sostiene que, en cuanto a la impugnación de fondo formulada por la defensa de los acusados Gastón Del Campo Santelices, Manuel Del Carmen Cabezas Pérez, Eduardo Enrique Cartagena Maldonado y Leopoldo Zamora Maldonado, es preciso señalar que los hechos de participación declarados por el fallo se enfrentan con los consignados en el recurso, por lo que se ha reclamado que en su establecimiento se vulneraron las leyes reguladoras de la prueba. Sin embargo, el yerro del libelo, es que las disposiciones que se citan no satisfacen el fin pretendido.
En efecto, y en relación a la infracción al artículo 488 del Código de Procedimiento Penal, si bien se alude a la sección del precepto que reviste la condición de norma reguladora de la prueba -numerando 1° y 2°, primera parte-, en rigor, la lectura del recurso no demuestra la imputación de haberse vulnerado tal disposición, pues únicamente se plantea una discrepancia en torno a la valoración que el fallo confiere a los elementos de convicción reunidos y relacionados en la sentencia conforme a los cuales se estimó acreditada la intervención de sus mandantes en los hechos, discordándose solo de sus conclusiones, cuestión ajena a este recurso de naturaleza sustantiva.
Finalmente y respecto del artículo 456 bis del mismo cuerpo de normas, es necesario señalar que dicho precepto alude a la convicción que debe tener el Juez para condenar, lo que no lo obliga a valorar las pruebas realizadas del modo como lo requiere el recurrente, pues éste, en virtud de la ley tiene un amplio margen para estimarlas o desestimarlas en su actividad de valoración de aquellos medios, por lo que mal podría configurarse la vulneración denunciada.
La investigación del ministro en visita de causas de derechos humanos Mario Carroza estableció:
1° Que el querellante Patricio Mario Rivera Cornejo a la fecha de los hechos militaba en el Partido Socialista y trabajaba en MADECO, perteneciendo al Cordón San Miguel, organización que coordinaba a los obreros, pobladores y estudiantes para la defensa del Gobierno de Allende y organizaba la distribución de víveres. Que el 19 de septiembre de 1973 en horas de la noche y mientras se encontraba en su domicilio en la comuna de San Miguel en compañía de otro militante socialista, llego al lugar personal de carabineros de la 12° comisaria, fuertemente armados, quienes ingresaron violentamente y lo detuvieron, y al registrar la casa encontraron armamento, siendo reducido y maltratado mientras era interrogado, sometido a un simulacro de fusilamiento y trasladado a la unidad policial desde donde en horas de la madrugada fue llevado a la Base Aérea El Bosque por personal de esa institución y recluido en un gimnasio, siendo sometido a interrogatorios con electricidad en los genitales y en la lengua, y en particular le provocaron marcas trazando el signo de la Unidad Popular en su espalda con yatagán, además de varios simulacros de fusilamiento. Que, en este lugar no está en condiciones de reconocer a alguna persona dado que se encontraban siempre vendados. Que los prisioneros estaban tirados en el suelo del gimnasio y en algunas ocasiones amarrados a las rejas. Luego de 10 días fue conducido al Estadio Nacional donde también fue torturado y presencio la ejecución de otros detenidos. Que sometido a un Consejo de Guerra fue condenado y finalmente expulsado del país.
2° Que Ramón Daniel Pavez Casanova fue detenido sin que existiera orden judicial ni administrativa que justificare su privación de libertad en la vía publica en el centro de Santiago, dada su militancia como dirigente en el frente de estudiantes revolucionarios del liceo comercial N°, el día 18 de octubre de 1973 en los instantes que se reunía con una persona que le serviría de enlace para entregar documentos a un compañero, siendo trasladado vendado al Ministerio de Defensa, donde fue interrogado mediante golpes, y desde ahí transportado en la noche, también vendado, en un camión de la Fuerza Aérea hasta un lugar desconocido donde lo recibieron con golpes, advirtiendo luego que se trataba de un gimnasio al interior de la Base Aérea El Bosque, donde se encontraban otras personas detenidas, permaneciendo en ese lugar por alrededor de una semana a 10 días, sometido a sesiones de interrogatorio y torturas mediante el empleo de electricidad y golpes en su cuerpo, sin que pudiera identificar a los autores dado que siempre estuvo vendado.
3° Que la Fuerza Aérea de Chile dispuso luego de 11 de septiembre de 1973, de recintos secretos de detención, ubicándose uno de ellos al interior de la Base Aérea El Bosque, específicamente en un Hangar o Gimnasio al interior de la Escuela de Especialidades, utilizándolo también como centro de interrogación y de torturas de los detenidos, quienes se encontraban en esas condiciones con ausencia del decreto judicial o administrativo que justificara su privación de libertad. Para hacerse cargo de los detenidos, existía una plana mayor que asesora en labores de inteligencia, a cargo de un alto oficial de la institución, de quien dependían los diferentes departamentos y el cumplimiento de los objetivos.
Los integrantes eran efectivos de la Escuela de Especialidades y del Departamento de Inteligencia de la Base Aérea. (sic)
En el aspecto civil se condenó al Fisco a pagar una indemnización de $ 40.000.000 a cada una de las víctimas.
Brasil fue cómplice de Estados Unidos. en el Golpe contra Salvador Allende
Fuente :Pagina12, 1de Abril 2021
Categoría : Judicial
Los documentos desclasificados detallan la presión ejercida por el expresidente Richard Nixon para que Brasil coopere en el impulso de una «insurrección» contra el presidente socialista chileno.
En el 57º aniversario del golpe militar en Brasil, el Archivo de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense publicó documentación confidencial que revela el esfuerzo del régimen brasileño para derrocar al gobierno de Salvador Allende (1970-1973). Los archivos secretos detallan la presión ejercida por el expresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, para que Brasil coopere en el impulso de una «insurrección» contra el presidente socialista. Y confirman que agentes secretos provenientes de Brasil trabajaron con el Ejército y la Fuerza Aérea de Chile para conseguirlo.
El embajador de Chile en Brasilia, Raúl Rettig, envió en 1971 un cable «estrictamente confidencial» a la cancillería chilena. El plan era trabajar en conjunto con organizaciones paramilitares y fascistas como el Frente Nacionalista Patria y Libertad (FNPL) de Chile. El material publicado por el NSA fue uno de los insumos de la profunda investigación que encaró el periodista Roberto Simon y desembocó en el libro Brasil contra la democracia: dictadura, golpe en Chile y la Guerra Fría en Sudamérica.
«Sabemos desde hace muchos años que era política del régimen militar brasileño oponerse al gobierno de Unidad Popular de Allende y dar la bienvenida al sangriento régimen de Pinochet como nuevo y valioso miembro del club de dictadores del Cono Sur. Pero ahora tenemos un panorama más amplio de las operaciones diplomáticas, militares, de inteligencia y económicas que Brasil emprendió secretamente contra la democracia chilena», detalló a PáginaI12 Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Chile y Cuba del NSA.
El centro de investigaciones estadounidense reveló este miércoles por primera vez 12 documentos desclasificados sobre el rol que tuvo Brasil en el derrocamiento de Allende. Uno de ellos fue redactado pocos días después del histórico triunfo del líder socialista en las urnas el cuatro de septiembre de 1970. El documento fechado el 22 de septiembre revela que el embajador estadounidense en Chile, Edward Korry, se reunió con el embajador de Brasil en Santiago, Antonio Cândido da Câmara Canto, para compartir detalles de los esfuerzos de Estados Unidos para bloquear la toma de posesión de Allende.
Por órdenes de la Casa Blanca, dijo Korry, la embajada estadounidense estaba pasando «información hostil» sobre Allende a los comandantes militares chilenos y amenazando con cortar la ayuda económica y la provisión de material bélico si éste finalmente asumía la presidencia de Chile, que aún debía ser ratificada en el Congreso.
Otro archivo impactante es el memorándum de una reunión registrada el nueve de diciembre de 1971 entre el expresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, y el líder por entonces de la dictadura brasileña, el general Emilio Garrastazu Médici, en la Casa Blanca. Allí hablaron sin tapujos sobre los esfuerzos para derrocar a Allende.
De acuerdo a los archivos desclasificados, Médici le dijo a Nixon que Allende iba a ser depuesto «por la misma razón por la que (el presidente Joao) Goulart había sido derrocado en Brasil» y dejó en claro que «Brasil está trabajando para alcanzar esa meta». Nixon le respondió que era «muy importante que Brasil y Estados Unidos trabajen cerca en ese campo» y ofreció «ayuda discreta» para operar contra el gobierno de Allende.
La reunión en la Oficina Oval entre Nixon y Médici quedó plasmada en un documento «ultrasecreto» de la Casa Blanca que el NSA consiguió y publicó por primera vez en 2009. El prestigioso centro de investigación también difundió resúmenes de inteligencia de la CIA sobre la reacción a la reunión de algunos oficiales militares brasileños, incluyendo a uno que creía que «los Estados Unidos obviamente quieren que Brasil haga el trabajo sucio» en Sudamérica.
El 23 de marzo de 1971 el embajador de Chile en Brasil, Raúl Rettig, envió un cable confidencial al ministerio de Relaciones Exteriores bajo el sugestivo título: «Ejército brasileño posiblemente realizando estudios sobre la introducción de guerrillas en Chile». Múltiples fuentes habían informado a la embajada que el gobierno militar de Brasil estaba evaluando cómo instigar una insurrección para derrocar a Allende.
Incluso las Fuerzas Armadas de Brasil habían establecido una «sala de guerra» con mapas y modelos a escala de la cordillera de los Andes para planificar las operaciones de infiltración. Según el informe de Rettig, «el Ejército brasileño aparentemente envió a Chile a varios agentes secretos que habrían ingresado al país como turistas, con la intención de recopilar más antecedentes sobre posibles regiones donde podría operar un movimiento guerrillero». Aún no se había fijado una fecha, dijo un informante, para iniciar el «movimiento armado».
Tal como sucedió con la Marina chilena, los agentes extranjeros se vincularon con el fascista FNPL, algunos de cuyos dirigentes obtuvieron protección después del intento de golpe de junio de 1973 conocido en Chile como «Tanquetazo». Esa sublevación militar que fue la antesala del derrocamiento de Allende estuvo liderada por el entonces comandante del Regimiento Blindado, Roberto Souper, recordó el portal Bío Bío.
Los uniformados brasileños, detalla el NSA, se reunieron con miembros de las Fuerzas Armadas chilenas en la base aérea El Bosque en agosto de 1973, a pocos días del golpe militar. Allí compartieron experiencias de las estrategias usadas en 1964 para derrocar al presidente Goulart.
Tras el sangriento golpe del 11 de septiembre de 1973 que puso a Augusto Pinochet al frente del gobierno de facto, oficiales del servicio de inteligencia brasileño conformaron un grupo especial de interrogatorios que operó en el Estadio Nacional de Santiago. Un diplomático brasileño informó a su país sobre la presencia de «aproximadamente cinco policías y tres detenidos brasileños» en el interior del estadio reconvertido en campo de detención, tortura y ejecución.
Brasil entrenó además a decenas de funcionarios de la temida fuerza policial secreta chilena, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Entre ellos, a agentes que participaron en misiones de asesinatos internacionales, como el coche bomba que acabó con la vida del exembajador Orlando Letelier y la activista de izquierda Ronni Karpen Moffitt en Washington DC, o el homicidio fallido del líder democrata-cristiano Bernardo Leighton y su esposa en Italia, en 1975.
Como muestra de los fuertes lazos entre ambos países, altos oficiales militares chilenos tuvieron una larga estadía en Brasil, como el general Humberto Gordon, destinado en Brasilia como «agregado militar» en 1974. Gordon ascendió hasta convertirse en jefe de la policía secreta de Pinochet, la Central Nacional de Informaciones (CNI) que sucedió a la DINA en 1977.
«Los documentos desclasificados cambian la narrativa histórica de Chile, que se ha centrado en gran medida en el papel de la acción encubierta de la CIA en la desestabilización de Allende», aseguró Peter Kornbluh. «También demuestran que Brasil fue un actor intervencionista independiente en el Cono Sur, no un perro faldero imperial de Washington. La dictadura militar brasileña buscó proteger su futuro eliminando el modelo seductor de Allende de la vía pacífica al socialismo y ayudando a crear un régimen militar represivo y aliado en su lugar», agregó el investigador desde Washington.
Corte de Santiago condena a miembros del Comando Conjunto por secuestros calificados en 1975
Fuente :pjud.cl, 7 de Abril 2022
Categoría : Prensa
Séptima Sala condenó a ocho integrantes del denominado Comando Conjunto, por su responsabilidad en los delitos consumados de secuestro calificado de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo y Alonso Fernando Gahona Chávez. Ilícitos cometidos a partir del 28 de agosto y el 8 de septiembre de 1975, respectivamente, en la Región Metropolitana.
La Corte de Apelaciones de Santiago condenó a ocho integrantes del denominado Comando Conjunto, por su responsabilidad en los delitos consumados de secuestro calificado de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo y Alonso Fernando Gahona Chávez. Ilícitos cometidos a partir del 28 de agosto y el 8 de septiembre de 1975, respectivamente, en la Región Metropolitana.
En fallo unánime (causa rol 3.321-2021), la Séptima Sala del tribunal de alzada –integrada por el ministro Jorge Zepeda, la ministra Elsa Barrientos y el ministro Alejandro Aguilar– condenó, en lo penal, a Otto Silvio Trujillo Miranda a la pena de 10 años y un día de presidio, en calidad de coautor de los secuestros calificados de Rodríguez Gallardo y Gahona Chávez; más 541 días de presidio por asociación ilícita.
En tanto, Manuel Agustín Muñoz Gamboa y Juan Francisco Saavedra Loyola deberán cumplir 5 años y un día de presidio, como coautores del secuestro calificado de Rodríguez Gallardo.
En el caso de Fernando Zúñiga Canales, Sergio Fernando Contreras Mejías, Emilio Mahias del Río y Gonzalo Eduardo Hernández de la Fuente, deberán purgar 5 años y un día de presidio, como coautores del secuestro de Rodríguez Gallardo; y Juan Luis Fernando López López, 5 años y un día de presidio, como autor del secuestro de Gahona Chávez.
Finalmente, por asociación ilícita, Manuel Agustín Muñoz Gamboa y Fernando Patricio Zúñiga Canales fueron condenados a 5 años y un día de presidio.
“Que, la ausencia en este procedimiento penal de la existencia de resoluciones en que los citados inculpados hayan sido sometidos a proceso para una vez cerrado el sumario ser acusados y elevada la causa a plenario, tal como lo exigía expresamente el artículo 403 del Código de Procedimiento Penal, y el hecho que, atendido tales defectos, el tribunal únicamente en la sentencia definitiva haya analizado antecedentes probatorios para acreditar el delito y la participación de los condenados, vulnera el principio de congruencia que le asiste a todo imputado, en cuanto al conocimiento de encontrarse sometido a proceso, luego acusado en el pliego de cargo, y después elevada la causa a plenario, como circunstancias propias de tales resoluciones que no solo son fácticas sino también jurídicas", razona el tribunal de alzada.
"Por consiguiente, con excepción de los acusados Manuel Agustín Muñoz Gamboa, Fernando Patricio Zúñiga Canales y Otto Silvio Trujillo Miranda, en el delito de asociación ilícita respecto de los demás condenados, en la práctica, solo el tribunal conoció y resolvió, para determinar el delito y para la decisión de condena, al dictar sentencia definitiva de primera instancia”, añade.
La resolución agrega: “Que, en consecuencia, en el antiguo procedimiento penal, existía el principio de congruencia que debía cumplir todo proceso penal con el objeto de garantizar el derecho de defensa y lealtad en el proceso, conforme a los elementos contenidos en la estructura jurídica de este, ya que el condenado solo puede serlo conforme a la imputación y cargos del tribunal por medio de los que fue incorporado al procedimiento penal como sujeto del mismo”.
“Que, en virtud de las consideraciones expuestas, se discrepará del sentenciador y se absolverá a los condenados citados en el párrafo segundo del considerando primero de este fallo por el delito de asociación ilícita, por cuanto nadie podrá ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiere la convicción de que se hubiere cometido el delito objeto de la acusación y que en el hubiere correspondido al acusado una concurrencia culpable y penada por la ley”, afirma.
Asimismo, el fallo consigna: “Que, se acoge respecto de los condenados Trujillo Miranda, Zuñiga Canales, López López, Saavedra Loyola, Contreras Mejías, Mahias del Río, Hernández de La Fuente y Muñoz Gamboa, la atenuante de irreprochable conducta anterior, prevista en el artículo 11 N° 6 del Código Penal, conforme a sus extractos de filiación en que no registran antecedentes penales pretéritos, documentos que se encuentran agregados a los autos a fojas 9.728, 9812, 9.749, 9.753, 9.761, 9.766, 9.768 y 9.803, respectivamente”.
Por tanto, se resuelve que:
“I.- Se revoca la sentencia apelada de fecha siete de abril de dos mil veintiuno en cuanto condenó a los acusados Sergio Fernando Contreras Mejías, Emilio Mahias del Río, Gonzalo Eduardo Hernández de La Fuente, Juan Francisco Saavedra Loyola y Juan Luis Fernando López López, por el delito de asociación ilícita y en su lugar se absuelve a los encausados aludidos de responsabilidad por ese delito.
II.- Se revoca la misma sentencia en cuanto condenó a Otto Silvio Trujillo Miranda a la pena de doce años de presidio mayor en su grado medio como coautor de los delitos de secuestro calificado en la persona de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo y Alonso Fernando Gahona Chávez, perpetrados en la ciudad de Santiago a partir del 28 de agosto de 1975 y 8 de septiembre de 1975, respectivamente, y en su lugar se decide que se le condena a la pena de 10 años y un día de presidio mayor en su grado medio y accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena y, al pago de las costas de la causa.
III.- Se revoca al igual la sentencia en cuanto condenó a Manuel Agustín Muñoz Gamboa y a Juan Francisco Saavedra Loyola, a la pena de ocho años de presidio mayor en su grado mínimo como coautores del delito de secuestro calificado en la persona de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, cometido en la ciudad de Santiago a partir del 28 de agosto de 1975 y en su lugar se declara que se les condena a la pena de cinco años y un día de presidio mayor en su grado mínimo y accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos y la inhabilitación absoluta para profesiones titulares mientras dure la condena y, al pago de las costas de la causa.
IV.- Se omite pronunciamiento respecto de Eduardo Enrique Cartagena Maldonado por fallecimiento ocurrido con posterioridad a la dictación de la sentencia.
V.- En virtud de lo dispuesto en los artículos 408 N° 5 y 418 del Código de Procedimiento Civil en relación con el artículo 93 N° 1 del Código Penal, se sobresee parcial y definitivamente al sentenciado Eduardo Enrique Cartagena Maldonado, atendido al certificado de defunción agregado a fojas 10.570.
VI.- Se confirma en lo demás apelado la citada sentencia.
VII.- Se aprueban las resoluciones rolantes a fojas 1.265, 6.670, 8.962 y 9.530, que sobreseen parcial y definitivamente la causa respecto de Guillermo Bratti Cornejo, Roberto Fuentes Morrison, Jorge Cobos Martínez, César Palma Ramírez y Freddy Ruiz Bunger".
En el aspecto civil, la Séptima Sala acogió la excepción de cosa juzgada opuesta por el fisco y, por consiguiente, resolvió que “(…) se revoca esta misma sentencia en cuanto hizo lugar respecto de demandante civil Víctor Manuel Rodríguez Gallardo la demanda interpuesta en contra del Fisco de Chile”, confirmándola en lo demás.
Decisión acordada con el voto en contra del ministro Zepeda Arancibia, solo en cuanto estuvo por: “Revocar la sentencia en alzada en la parte que rechaza un capítulo de la demanda civil interpuesta por Yuri y Evelyn Gahona Muñoz, de fojas 7.761, hijos de la víctima Alonso Fernando Gahona Chávez y acogerla en cuanto los demandantes civiles solicitan al demandado civil Fisco de Chile, medidas de reparación simbólicas en relación con la víctima Alonso Fernando Gahona Chávez”; y por “Desechar la excepción de cosa juzgada opuesta por el demandado Fisco de Chile, en relación con la demanda civil interpuesta por el demandante civil Víctor Manuel Rodríguez Gallardo”.
Comando Conjunto
En el fallo de primera instancia, el ministro en visita Miguel Vázquez Plaza dio por establecidos los siguientes hechos:
“a) Que, durante el tiempo de funcionamiento de la Fiscalía de Aviación con sede en la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea, en la comuna de Las Condes, Santiago, en el año 1974, tuvo como principal objetivo de esa Fiscalía la represión del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, a las actividades operativas de represión llevadas a efecto por funcionarios de esa fiscalía, para una mayor efectividad de las estrategias a seguir, se suman civiles a la Fuerza Aérea con características de pertenecer y ser simpatizantes del Partido Nacional de la época y/o de Patria y Libertad, potenciándose y aumentando su número en el tiempo. Estos desarrollaron labores de inteligencia, organizándoseles en dos grupos, que ubicaban, vigilaban y seguían a la o las víctimas, y también participaban en la planificación de los operativos de detención, involucrándose en ocasiones en detenciones, tortura y la ejecución de sus víctimas.
b) Que, cesando el funcionamiento de la Fiscalía de Aviación, las jefaturas con toda la organización existente para la represión operativa, continuaron con su actividad fuera del orden legal, ahora en persecución de las directivas del Partido Comunista y la Juventud Comunista, tanto de su Comité Central como de sus diferentes Regionales, ocupando para esos fines distintos inmuebles, como la casa de Apoquindo, un hangar en el Aeropuerto de Cerrillos, otros que habían sido arrebatados a militantes de partidos políticos perseguidos, como los denominados Nido 18 y Nido 20, constituyéndose todos estos en centros de detención clandestinos, para luego entrar en escena la cárcel La Prevención, construida al interior del Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina, y finalmente el inmueble de calle Dieciocho asignado a Carabineros, que correspondía al inmueble del ex diario El Clarín, denominándosele La Firma.
c) Que, a las labores operativas de represión política desarrolladas por la Fuerza Aérea y civiles, en el periodo de sus actividades represivas en el Regimiento de Artillería Antiaérea de Colina, cárcel La Prevención, que se le denominó ‘Remo Cero’, se suman a estas actividades operativas Carabineros, Marina y Ejército, conociéndose con posterioridad a esta ilegal organización como ‘Comando Conjunto’.
d) Que, en la mañana del día 28 de agosto de 1975, alrededor de los 08:00 horas, en un barrio del sector sur de Santiago, en el trayecto de su casa al trabajo, fue detenido el miembro del Partido Comunista de Chile, Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, chapa política ‘Quila’ o ‘Quilaleo’, el cual había sido ubicado con anterioridad por agentes represivos del Estado y, hasta la mañana de su detención era vigilado y seguido por un equipo de investigación de funcionarios de la Fuerza Aérea, los cuales se comunicaron por medio del equipo móvil que portaban a un segundo equipo constituido por civiles que actuaban bajo la cobertura de seguridad perimetral de un grupo de agentes, quienes continuaron con la posta de seguimiento de la víctima cuando este se subió a un bus, quienes procedieron a su detención.
e) Que, un tercer equipo de civiles operó muy próximo al equipo que efectuó la detención, a unos cincuenta metros aproximadamente, a fin de darles cobertura en su accionar y asegurar la integridad física de los aprehensores.
f) Que, Rodríguez Gallardo el día de su detención, permaneció esposado y vendado en un edificio en calle Bulnes, Santiago, para en horas de la tarde ser llevado a un hangar en el Aeropuerto de Cerrillos, donde fue torturado y, durante el largo tiempo que permaneció prisionero, se le mantuvo encadenado de manos y pies, siendo trasladado a diferentes centros de detención ilegal y continuamente torturado, descrito a foja 3293 por el prisionero de ‘Nido 1’, Juan Bautista Sepúlveda Arancibia, como ‘un esqueleto con ropa y su cara una calavera con piel’, perdiéndose su rastro en Remo Cero.
g) Que, el 8 de septiembre de 1975, alrededor de las 19:00 horas, un equipo operativo integrado por dos funcionarios de la Fuerza Aérea de Chile y un colaborador, ex militante de la Juventud Comunista y ex prisionero político en la Academia de Guerra Aérea, cuando circulaban a la altura del paradero 26 de Gran Avenida, este último reconoció a Alonso Fernando Gahona Chávez, militante comunista, de chapa ‘Yuri’, dando aviso a sus compañeros, con quienes, portando armas de fuego, procedieron a abordarlo y detenerlo (lo que fue observado por un compañero de trabajo del detenido que circulaba por el sector a corta distancia), trasladándolo al recinto de detención conocido como Nido 20, ubicado en calle Santa Teresa Nº 037, La Florida, desconociéndose hasta la fecha su paradero o destino”.