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Tribunadelbiobio.cl 21 de Marzo 2009 EL Asilo contra la Opresion: Exilio en Mexico - a 34 años del Oprobio Gabriel Reyes Arriagada La historia de la represión en Chile nunca estará completa si no se considera la dura pena de exilio de miles de compatriotas. En este caso, al cumplirse 34 años desde que un grupo de chilenos fue obligado a abandonar su país, me ha parecido importante destacar la expulsión de más de una veintena de militantes y simpatizantes del gobierno de Allende originarios de la VIII Región. Luego de estar detenidos en el Estadio Regional de Concepción, en la ex oficina salitrera de Chacabuco (en el Norte de Chile), Tres Alamos (Santiago) Ritoque o Puchuncaví en la V Región, el 21 de marzo de 1975, un grupo de penquistas fuimos expulsados a México. El inicio de nuestro destino fue precedido de una “Encuesta” realizada mientras nos encontrábamos en la prisión de Tres Álamos, en la que se nos emplazaba a definir si queríamos continuar en Chile o salir fuera del país. Con algún grado de ingenuidad, muchos de nosotros manifestamos que deseábamos continuar en Chile aún cuando ello nos significara un mayor tiempo de reclusión, considerando que a esa altura ya llevábamos un promedio de 17 meses detenidos sin que ninguno de nosotros estuviera formalmente acusado o condenado por delito alguno. Por cierto que la referida encuesta fue a parar al tacho de la basura y sólo con un par de días de anticipación escuchamos en una radio santiaguina la noticia de que un importante grupo de presos políticos sería expulsado a México, dando a continuación un listado de 200 personas que debíamos abandonar nuestra patria sin que nunca hubiéramos quedado en libertad en territorio chileno. Al día siguiente un diario capitalino confirmaba ese listado bajo el título de “200 perros marxistas serán expulsados a México”. La lista que era encabezada por la hermana del Presidente Allende, la diputada Laura Allende, incluía por cierto a un nada despreciable número de dirigentes de la VIII Región entre los que destacaban Aníbal Matamala, académico de la Universidad del Bío Bío, Jorge Chamorro dirigente de los mineros del carbón, Gabriel Reyes dirigente de la Unidad Popular, Emilio Cisternas, dirigente de la CUT, Luis Madrid, dirigente del Hotel Araucano y Joel Galindo de Coronel además del dirigente campesino de Ñuble Luis Sandoval, todos los cuáles nos sumamos a otros penquistas como Galo Gómez y Alejandro Witker que ya se encontraban en México. También desde Ñuble, partieron a la diáspora Javier Vargas, alto dirigente de la Juventud Socialista y los diputados Eduardo Contreras y Jaime Reyes mientras que desde Los Ángeles lo hicieron el ex diputado Arturo Pérez Palavicino, el contador Jorge Munita y el profesor de teatro Sergio Lidid. De Mulchén fue expulsado a México Raúl Arias. Las horas anteriores a la expulsión fueron vertiginosas: Se nos fotografió (en mi caso con un overol azul entregado por los militares) para el Pasaporte que sería “sólo para salir del país”, luego se nos dieron instrucciones respecto del equipaje que teníamos derecho a portar…(apenas teníamos nuestra ropa) y se informó que cada uno de nosotros podía llevar un máximo de US $ 50 dólares con los que no todos, desgraciadamente, pudieron contar. Luego de subirnos vigilada y disciplinadamente al avión que nos esperaba a un costado del Aeropuerto de Santiago, nos asignaron los asientos por estricto orden alfabético. El vuelo duró unas largas 12 horas con una escala técnica en Panamá. Allí nos esperaban numerosos medios de comunicación nacional y extranjeros. Se dio una inédita Conferencia de Prensa ya que al no poder descender, a través de las ventanas se mostró una Declaración Pública redactada y escrita en el propio avión y firmada por Laurita Allende en la que explicábamos quiénes éramos y denunciábamos la arbitraria expulsión. Poco antes de aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez de Ciudad de México, por los altavoces del avión el Capitán nos informó que un oficial chileno que iba en el vuelo, (cuestión que obviamente desconocíamos) se dirigiría a nosotros. Las pifias no se hicieron esperar pero este extraño acompañante logró que lo escucháramos y curiosamente nos hizo un emotivo discurso de despedida, deseándonos una feliz estadía y esperando que en el menor tiempo posible pudiéramos reencontrarnos con nuestras familias. Nunca supimos el nombre ni grado de ese militar pinochetista. Así, ese 21 de marzo de 1975, hombres y mujeres, jóvenes y viejos que habíamos pasado más de un año por las diferentes prisiones chilenas fuimos recibidos por la generosa tierra de Morelos, Zapata, Villa y Cárdenas. Se iniciaba otra etapa de nuestras vidas, conoceríamos otras realidades, nos haríamos más solidarios y nos comprometeríamos mayoritariamente, desde nuestra nueva trinchera, en favor de la lucha por la libertad, a democracia y el retorno a nuestra patria. Una nueva e inesperada nube de periodistas nos esperaba en Ciudad de México, todos los medios de comunicación radial, escrita y de TV luchaban por entrevistarnos y conocer de nuestra propia boca el grado de represión que existía en Chile. La emoción de la libertad, aunque fuera en suelo extranjero, inundó nuestros corazones y nos hizo desparramar más de una lágrima. El Hotel “Versalles” (que sería destruido por el terremoto del 85’) fue nuestra primera casa. Allí, en pleno centro de la Ciudad de México vivimos durante varios meses bajo el auspicio del Alto Comisionado para las Naciones Unidas (ACNUR) y el propio gobierno del Presidente Luis Echeverría, con quién a pesar de los cuestionamientos internos, los chilenos expatriados tendremos siempre una impagable deuda de gratitud. Para algunos, los menos, la Ciudad de México fue simplemente un lugar de paso, por ejemplo Sergio Lidid, hombre de teatro de Los Angeles, se fue a las pocas semanas a Inglaterra, otros partieron a Australia, Canadá, Panamá o Cuba. Los primeros meses de estadía fueron muy difíciles, no conocíamos el medio, estuvimos muchos meses sin trabajo viviendo sólo con el apoyo de ACNUR y del gobierno mexicano que a esa altura ya había creado la Casa de Chile, la que al estar cortadas las relaciones diplomáticas entre ambos países, sirvió de nexo entre el exilio y las instituciones mexicanas. La Casa de Chile, financiada con el aporte de la solidaridad mexicana, tuvo como su primer Director al Ex Ministro Pedro Vuskovic quien luego fuera reemplazado por el ex Senador radical Hugo Miranda. En la Casa de Chile funcionaba un pequeño centro de salud con servicios de medicina general, pediatría y odontología atendido por los médicos exiliados, una Biblioteca, un Centro de Documentación y una imprenta. Había además un Salón de Actos donde se realizaban frecuentemente actividades de solidaridad con Chile y con los países en conflicto en aquella época, de manera que era habitual encontrar en la Casa de Chile a nicaragüenses, guatemaltecos, salvadoreños, haitianos, colombianos, uruguayos, argentinos, peruanos y paraguayos. Entre las actividades frecuentes estaban ciclos de cine/video dónde pasábamos revista a los videos de Teleanálisis con la realidad nacional, realizábamos peñas folclóricas, difundíamos nuestra música y efectuábamos coloquios literarios que fortalecían nuestro espíritu y compromiso con Chile. El arte y la cultura se manifestaron en diversas formas. Grupos folclóricos creados al calor del exilio como el “Pilmaiquén”, el “Camilo Torres” y el “Testimonios” entre otros, los que animaban los actos Partidarios o de solidaridad; teatro, cursos de cueca, ciclos de cine, fueron parte de nuestra cotidianeidad. Los exiliados manteníamos además nuestras estructuras partidarias fuertemente ligadas a la lucha por la reconquista de la democracia y es así como en ella funcionaban separadamente el PC, el PS, el PR, el MAPU, el MAPU OC, la IC, el Comité de Independientes “Salvador Allende” y el MIR. A nivel individual la mayoría de los compatriotas se radicaron en el Distrito Federal mientras pequeños grupos emigraron a Puebla, Guadalajara, Guerrero y otros lugares de México, ejerciendo labores técnicas, profesionales o académicas en las principales industrias y universidades de esas ciudades. Los mismos dirigentes, conscientes de la necesitad de coordinar al mejor nivel el apoyo a la lucha antidictatorial, crearon, con la participación de todos los partidos, es decir de la UP y el MIR, la Secretaría para América de Solidaridad con el pueblo de Chile, cuyo primer Secretario Ejecutivo fue nuestro actual Embajador en Argentina Luis Maira y de quien me correspondió ser su Secretario Técnico. Este organismo, coordinaba la actividad de solidaridad de todos los Comités de Chilenos que había en América: México, Cuba, Panamá, Venezuela, Ecuador, Colombia, Argentina, Perú, Canadá y Estados Unidos. Esta instancia unitaria que duró todos los años de dictadura fue dirigida entre otros por Luis Maira, Armando Arancibia, Jaime Estévez, Edgardo Enríquez, Pedro Vuskovic, Gabriel Reyes, Hugo Vigorena, Alejandro Toro y Alfonso Guerrero, participando activamente en ella personas como la Señora Tencha de Allende, su hija y actual diputada Isabel Allende, Marcelo Schilling, Anselmo Sule, los ex diputado Carlos Morales, Rogelio de la Fuente, Manuel Rodríguez, Eduardo Contreras, Oscar Moya y Rubén Zapata. La mantención de un exilio activo y estrechamente ligado a las direcciones clandestinas de sus Partidos contribuyó, sin duda, al aislamiento internacional de Pinochet. También nos permitió mantener nuestra identidad, fortalecer el espíritu democrático y prepararnos constantemente para el retorno a la patria amada. El grupo de la Región del Bío Bío que procedía de Concepción-Chacabuco fue complementado con la presencia de otros destacados penquistas como Gerardo Espinoza, ex Ministro de Interior de Allende, el Dr. Edgardo Enríquez ex Rector y Ex Ministro de Allende, Jorge Peña Delgado (quién también había estado en Chacabuco), médico penquista; los ex diputados Manuel Rodríguez y Rogelio de la Fuente además de nuestro actual Intendente Jaime Tohá y Pedro Correa dirigente socialista de Ñuble. También estaba el académico Hugo Zemelman y el destacado cientista político (recientemente fallecido) Antonio Cortéz Terzi. De Tomé recordamos a Iván Moscoso. También compartimos exilio con el ex dirigente de la CUT y ex boxeador penquista Vicente García y su hija Mireya García activa dirigente de los familiares de detenidos desaparecidos, el ex futbolista Miguel Chávez, el actor de teatro Leonardo Archiles, la cantante folclórica Emma Millar y su madre Juanita Gutiérrez y el abogado Julio Sau. Obviamente los exiliados de la Región del Bío Bío mantuvimos un contacto permanente con nuestros familiares a través de largas cartas y cortos llamados telefónicos que servían para conocer el estado de ánimo de madres, padres hijos y hermanos que sufrían por la injusta pena de un destierro que duraría un promedio de 15 años. Desde México seguíamos diariamente las noticias “del interior”. Recibíamos en Casa de Chile, mediante un Servicio de Telex las informaciones de un par de agencias internacionales, las que resumíamos en un Boletín Semanal para el exilio y una revista mensual distribuida en toda América llamada “Chile Ahora”. El atentado contra Pinochet el 7 de septiembre de 1986 y el plebiscito del 5 de octubre de 1988, constituyeron hitos que movilizaron al exilio de acuerdo a sus opciones políticas pero que quedarán grabados para siempre en nuestros corazones. La alegría que nos produjo saber que el ejército pinochetista no era invulnerable y la certeza de que la opción de NO en el plebiscito era la correcta nos permitió pensar con mayor claridad sobre el fin del gobierno militar y el reencuentro con nuestras familias. La mayoría de los hechos políticos más relevantes que ocurrían en nuestro país tenían una inmediata respuesta en México y en el mundo: las huelgas de hambre de los Familiares de Detenidos Desaparecidos, las protestas de los últimos años, el plebiscito, la publicación de las listas primero de los prohibidos de ingresar y luego de los autorizados eran materia de información y acción inmediata. Los pasaportes de miles de chilenos, marcados con una oprobiosa letra “L, en mi caso el Nº 58-78, otorgado en Panamá, con la siguiente inscripción: “El titular del presente pasaporte necesita previa autorización del Ministerio de Interior para regresar a Chile”, se transformaron en un símbolo de la clase dominante en contra de quiénes habían sido expulsados por pensar distinto. Así, el Derecho a vivir en la Patria pasó de ser una consigna a una acción permanente en la década del 80. Manifestaciones frente a la Embajada de Brasil que representaba los intereses de Chile en México, marchas, huelgas de hambre, foros, publicaciones, afiches culminaron cuando la dictadura ya en su ocaso y con una fuerte presión externa e interna comenzó a publicar las nóminas de personas autorizadas a volver. Cada 20 de agosto, en homenaje a Bernardo O’Higgins lo dedicamos a celebrar el Día del Exiliado y a recordar a los que iban quedando en suelo extranjero. Relevantes fueron los intentos de retorno por la vía legal de muchos chilenos. Recuerdo particularmente el de diciembre del año 1984 en que participé activamente junto a otros penquistas como el ex diputado Iván Quintana y el ex dirigente de la FEC, Antonio Leal y figuras como la ex Ministra Mireya Baltra, Jaime Gazmuri y Luis Guastavino realizamos dos intentos exigiendo nuestro derecho a vivir en Chile. Uno por tierra en que fuimos violentamente expulsados desde el túnel “Las Cuevas” hacia Mendoza y luego por aire en que no se nos permitió bajar del avión de Aerolíneas Argentinas obligándonos a volver a Buenos Aires. Así, creo yo, poco a poco vamos completando, con nombres y apellidos la historia de la represión en el nivel regional, ya que así como hoy hablamos desde y sobre “México lindo y querido” (y jamás olvidado), confío en que muchos de nuestros coterráneos con los que compartimos prisión y debieron vivir una parte importante de sus vidas en otros países que abrieron sus puertas con una generosidad no siempre reconocida y retribuida, también escriban sus experiencias “internacionales”. Tal vez nunca en nuestra historia existió la posibilidad de reconstituir la historia nacional a partir de sus actores concretos como ahora. La invitación es sencilla, escribamos sin temor, sin pretensiones literarias nuestros testimonios, para reflejar con la mayor intensidad posible que desde “el asilo contra la opresión” también se puede luchar.
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