Desterrado (a Héctor José Fernando Andaluz Velásquez, fallecido en Londres, Inglaterra) Patria, tierra mía... ¿Te acuerdas de José? ¿De aquel muchacho sin voz? ¿De ese niño, que en sus ojos acogió con mansedumbre la tristeza? ¿Te acuerdas cuando unió su destino, al destino incierto de los que partieron a buscar en otros mundos, un poco de esperanza? Chile mío, sé que no recuerdas, que por más que busques no encontrarás en tu memoria de piedra y agua, ni un camino con su huella, ni un sólo eco de su voz pequeña. Nunca supiste, si alguna vez uno de tus árboles le dio su sombra o le regaló la dulzura de un fruto. Nunca supiste, si la lluvia de tu cielo... mojó su pelo, o se llevó de sus ojos el cristal salado de una pena. Sé que lo dejaste ir... sin saber, que se escurrió de tus manos... ignorado, como un suspiro en la tempestad. Sin embargo, Chile, él era uno de tus copihues, lejos de ti, creció, y aquí te traemos de vuelta su silencio, solamente su silencio. Está aquí, más no hay un sólo atisbo de su imagen obscureciendo tus senderos, ni una sola de sus miradas busca tu sol. Lo traemos, con el sentimiento áspero de los que han vivido luchando el pan y la alegría entre el desamparo y la nostalgia de tu nombre. Lo traemos para que lo reconozcas, para que le des el abrazo que siempre esperó. Sé que hoy... Patria mía, se estremecerán tus entrañas al sentir su presencia; que las raíces de tus suelos, mandarán su recuerdo doloroso hasta la cúspide de los espinos; que mañana, todas las mañanas, el rocío tendrá el color de sus sueños de caminante. Sabrás así, sabrás entonces que José olvidó... tú inmenso olvido, que no te hará reproches por las ausencias que pusiste en su corazón, por los caminos tuyos que a su pie no dieron sustento, por las flores de tus campos que no pudo prender al pelo de sus amadas. Sabemos, que humilde como el agua, sólo buscará el cobijo de tu seno y te llamará: Madre; que te contará de la vida de los que como él crecieron añorándote; te dirá que él floreció en las primaveras de otras tierras, que conoció el amor y que lo amaron; que todos supieron de su verde Placilla, estación neblinosa de su infancia de pajarillo de nido errante. Te contará riendo, que con sus pies tejía la magia del gol inesperado, desatando el fervor de sus colores, que obscurecida por el sudor su camiseta fue siempre una bandera vibrante de victoria. Sabemos nosotros, que al final del día cada vuelta de su vida estará escrita en el libro donde perduran, Patria nuestra, las luces y sombras de la vida de tus hijos. Sabemos que mañana, brotarán las aguas de lo profundo, avisando que José ha retornado a la Patria, los pies llenos de caminos, los ojos trayendo la luz de su estrella desterrada; el corazón encadenado a sus amores, arco iris derramados en una noche que crece sin pausa, a la espera del canto de quién se olvidó de traerles la aurora. (25 de Febrero 2011)
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