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Testimonio de ANTONIO ZÚÑIGA SENRA


MI VERDAD


CONOCIENDO UN NUEVO MUNDO

Al egresar de la enseñanza media finaliza, desde mi punto de vista el período más maravilloso de la adolescencia, y se da comienzo a ese otro mundo, para el cual nos preparamos durante años, el de la universidad y con ello la consolidación de la formación profesional y humana para emprender la vida con responsabilidades y desafíos.

Cuando ingresé a la Universidad Técnica del Estado, el segundo semestre de 1972, sentí que el gran sacrificio realizado por mis padres, de darme la posibilidad de estudiar y ser un profesional, iba a involucrar un gran sacrificio de mi parte para coronar ese esfuerzo, por lo tanto, el desafío era grande, pues era joven y mi rutina de vida era de la casa al colegio y asistir a mi Iglesia, ya que mis padres eran evangélicos y bajo esa doctrina fui criado, por vez primera venía a Santiago, a un mundo nuevo para mí, pero asumí que la oportunidad no debía dejar pasarla y tenía que lograr la meta de ser un profesional y dedicarles a ellos mi éxito.

Por el puntaje logrado en la PAA pude haber ingresado a la Universidad de Chile, pero después de conocer la UTE, sentí que esa era la casa de estudios que daría solidez a mis primeras sensaciones de revolución e igualdad aprendidas y desarrolladas en la escuela industrial.

Creo que la decisión fue acertada, pues me fui consolidando como joven y ciudadano, con opinión propia, al conocer y escuchar a líderes y dirigentes estudiantiles, políticos y de comunicación, complementado con la lectura de diarios, revistas y todo tipo de literatura que despertó más pasión por lo que creía era lo correcto. Recuerdo, entre otros, a Alejandro Rojas, presidente de la FECH, Eugenio Lira Massi, periodista del diario Puro Chile, Gladys Marín, Víctor Jara, Los Quilapayún, y especialmente a mi rector Enrique Kirberg y tantos otros líderes y dirigentes que para mí era un sueño conocerles y conversar con ellos. Asistí a debates de gran altura política, como el que protagonizaron, entre muchos otros, Sergio Onofre Jarpa y Alejandro Rojas en el Aula Magna de la universidad.

CONOCIENDO QUÉ ES LA POBREZA

Imborrables momentos aquellos de los trabajos voluntarios que realizábamos en las poblaciones, arreglando y construyendo viviendas, cortando el pelo, apoyo en asistencia social y llevando alimentos. Esto me llevó a conocer una realidad de la sociedad que yo desconocía por completo que existía, pues yo había nacido y criado en provincia, (Rancagua), mi padre trabajaba en la Sociedad Minera El Teniente y pertenecíamos a la clase media de Chile, no teníamos mucho pero no pasamos hambre ni frío y nuestras vestimentas eran de acuerdo a la época de las estaciones del año.

En una oportunidad estando en el sector Cerrillos llegaron integrantes de patria y libertad y nos amenazaron que nos iban a golpear si no nos retirábamos, en forma muy inocente y creyendo que nosotros los humanos nos entendemos conversando, me separé del grupo y fui a conversar con el que hacia de vocero de ellos y le comenté que ese mismo trabajo que hacíamos nosotros podían hacerlo ellos, como respuesta a mi sugerencia recibí un feroz golpe en la cabeza realizado por uno de los integrantes del grupo, siendo reprobado por mi interlocutor, entregándome las excusas correspondientes estrechando mi mano, me dio a conocer su nombre: Carlos Verdejo y yo le di a conocer el mío. Como dato anecdótico al día siguiente me esperó a la salida de la universidad y me entregó un presente (una tortilla de rescoldo hecho por su madre), ese día conversamos más largo rato y resultó ser un hijo de padres cristianos, igual que yo, por lo que me dijo que se retiraba de toda contingencia política.

MI PRIMER TRABAJO REMUNERADO

En marzo de 1973 mi compañero desde la enseñanza media, Carlos Vásquez, me informó que estaba haciendo clases en la Escuela Industrial Vespertina Nº 1 y que necesitaban alumnos de la carrera de Ingeniería Eléctrica para hacer clases en dicha escuela, me presenté y fui contratado para realizar clases de matemáticas, física, química y ciencias naturales para alumnos de 1º A, 1º B, 4º A y 4º C, en total 14 horas semanales. Fue así que mi tiempo lo fui distribuyendo entre estudiar en la universidad y realizar clases en la escuela industrial y los fines de semana trabajar en los trabajos voluntarios programados.

Realizar clases me enseño a conocer otras realidades que llevó a profundizar mi convicción de que el gobierno del presidente Salvador Allende estaba en el camino correcto a favor de la sociedad chilena postergada por muchos años, pero que para conseguirlo debía contar con el sacrifico y trabajo de todos y cada uno de los que nos identificábamos con el presidente, por lo tanto, me comprometí a mi mismo que yo sería un aporte para lograrlo, fue así que en algunos días sábado y a veces los domingo realicé clases de reforzamiento a los alumnos de la escuela industrial para mejor aprender la materia, puesto que eran alumnos trabajadores, muchos de ellos de avanzada edad y que sólo querían aprender para progresar como persona y en el trabajo, concientes de que el estudio lograría para ellos mejor estándar de vida.

Así fue pasando mi tiempo, a veces sólo podía viajar una vez al mes a Rancagua a ver a mis padres, pero ellos sabían de la labor que estaba realizando y me apoyaron desde siempre, pues mis padres fueron verdaderos cristianos y sus consejos de ayudar al prójimo un lema de sus vidas.


EL COMIENZO DEL FIN DE LOS SUEÑOS SOCIALES

Producto que el gobierno del presidente Allende logró en las elecciones de principio del año 1973 un gran respaldo popular, la derecha reaccionaria chilena se decidió a confabular con el gobierno estadounidense para generar un desabastecimiento en los alimentos y artículos de primera necesidad de la población, significando que la situación empezó a ser cada día más difícil, generando protestas y un clima belicoso, haciendo muy complicado la convivencia ciudadana y generando una polarización que fue creciendo de tal magnitud que pasamos de ser compatriotas a enemigos y no aceptar ni la diversidad ni la tolerancia.

Fue así que el día 29 de junio un grupo de militares, encabezado por el teniente coronel Roberto Souper provocó un intento de golpe de estado en contra del gobierno del presidente Salvador Allende pero que fueron repelidos y obligados rendirse por el General Carlos Prats. La tensión vivida en ese día agudizó aún más la polarización de la sociedad chilena, pues los instigadores del golpe fueron civiles, entre otros Pablo Rodríguez Grez dirigente del grupo de extrema derecha Patria y Libertad.

Cada día que pasaba los rumores de golpe de estado ya eran habituales en las personas, incluso en la UTE, se conversaba de qué debíamos hacer si esta posibilidad se llegaba a cumplir, en una de las reuniones del Centro de Alumnos, que presidía Gregorio Mimica se debatía si las fuerzas armadas se prestarían para un golpe de estado y habíamos algunos que opinábamos que no porque eran disciplinadas y obedientes, (con el paso del tiempo y los acontecimientos venideros, que equivocados que estábamos los jóvenes), pero habían otros, la mayoría diría yo, que opinaban que las fuerzas armadas sí darían un golpe de estado porque la derecha era poderosa económicamente y que se la jugarían por completo para derrocar al presidente Allende, con ayuda de EE. UU. Incluso en alguna asamblea se dijo que el presidente Allende vendría a la UTE ha dar una información que sería trascendental.


PREMONICIÓN NO ACATADA O COINCIDENCIA?

La noche previa a la madrugada de ese martes 11 de septiembre, fue de sueños interrumpido en varias oportunidades, productos de algunas imágenes soñadas en forma de pesadilla, por ejemplo, veía un buque de guerra en la plaza Italia desde donde salían personas con distintos tipos de vestimentas y entre los que salían del buque estaba yo y algunos compañeros de curso, como por ejemplo Carlos Vásquez, el profesor de matemática Jorge Núñez y otros compañeros que estuvimos en los trabajos voluntarios. Al salir del barco nos juntábamos en la plaza para lo que se presumía una fiesta porque se sentían cantos, música como para bailar, habían gritos de alegría, pero de pronto, del mismo barco salió un gran animal y todo se transformó en caos de tal manera que todos arrancábamos para cualquier parte, yo arranqué junto al profesor Núñez pero fui alcanzado por la cola del animal y me tiró al suelo golpeándome contra el pasto de la plaza, en ese instante desperté.

Al quedarme dormido nuevamente soñé, y esta vez un vehículo de color acero gris me iba atropellar despertando en el momento del atropello.

Ese día, martes 11 de septiembre, fue un amanecer nublado, el cielo gris y muy frío, desayuné como todos los días junto a mi abuelita y realicé mi rutina habitual, ordenar mis cuadernos, confrontar el horario y revisar mis pertenencias (carné escolar, de identidad, etc.), antes de salir, como siempre mi plegaria a DIOS dándole gracias por el nuevo día de vida que me concedía y la solicitud de su ayuda para y protección.

Al momento de salir mi abuelita me dice que escuchó por la radio de un intento de golpe de estado que al parecer es mucho más serio que el del 29 de junio, conocido como “El Tanquetazo”, pero le dije a mi abuelita que no se preocupara que en Chile las fuerzas armadas son instituciones respetuosas de la república y que sólo sería un intento más de algún loco por captar cámaras y portadas de diarios. Ella insistió que no fuera a la universidad que tenía una corazonada que era más serio, le respondí que si era más serio me devolvía de inmediato al departamento, respuesta que la dejó tranquila, sabía que yo no era de manifestaciones callejeras, menos de daño a las personas ni a la propiedad pública y privada, aunque sabía y compartía conmigo mis ideales de izquierda. Un beso – y como nunca- me hizo una caricia con sus manos por mi cara y me abrazó diciéndome que me quería mucho.

Salí a las 10:10 hrs., como todos los días, a la avenida Carlos Dittborn, en la Villa Olímpica, en la población Salvador Cruz Gana, a tomar el micro Carrascal que pasaba a las 10:15 hrs., y que me llevaba todos días a la Universidad Técnica del Estado, cuando el micro tomó la Alameda noté un ambiente distinto al de todos los días, al pasar por el frente de la Moneda se veía gente caminando pero en menor cantidad y había militares en un amplio sector, lo que me recordó el tanquetazo, pero me inquietó el ambiente que vi.

Llegado a la UTE entré por la entrada habitual, por la avenida Ecuador, y me fui a la sala que me correspondía la primera clase pero habían otros compañeros en ella, no los que eran habituales, pregunté si habían cambiado el lugar de clases y me respondieron que había una reunión en el casino, al llegar a éste estaba lleno y hablaba, entre otros, el compañero Osiel Núñez pero donde quedé poco se entendía lo que hablaba, por lo tanto, fui consultando con algunos compañeros qué pasaba o de qué se trataba la reunión, ya que no estaba anunciada, y me dijeron que había un intento de golpe de estado pero que las clases se iban a realizar en forma normal pero que estaríamos atentos a los acontecimientos, me quedé entonces en el casino con los demás compañeros hasta que divisé a mi amigo Carlos Vásquez, estudiamos juntos en la Escuela Industrial de Rancagua y fue él que me recomendó para hacer clases en la Escuela Industrial Vespertina de Renca, estuve con él y otros compañeros de otros cursos todo el rato, incluso al mediodía nos servimos una colación en el casino hasta que empezamos a ver movimiento de militares por la avenida Ecuador y me empecé a preocupar de tal manera que le avisé a Carlos que me iba a mi departamento y que volvía al día siguiente, pero me dijo que esperábamos que si la “cosa se ponía fea” nos íbamos juntos.


CONFIANDO EN QUIENES NO DEBIMOS NUNCA CONFIAR

Siempre pensamos, al igual que todos los que estábamos ahí, que esto sería igual al tanquetazo, pero sucedió que sin darnos cuenta estábamos rodeados de militares y al querer irme vi algunos compañeros que parece, pensaron igual que yo y, se quisieron ir pero a la salida los militares los hicieron devolver golpeándoles a algunos de ellos con la culata de los fúsiles. Ahí me di cuenta que era mucho peor de lo que quizás nos podíamos imaginar, ubiqué a Carlos y le comenté lo sucedido, inmediatamente él se indispuso y empezó a tener convulsiones y a vomitar, fui al casino a buscar agua y le de beber, además de una pastilla de remedio que se tomó y al cabo de un tiempo se tranquilizó. En eso estábamos cuando se nos avisó que había toque de queda a contar de las 3 de la tarde, por lo tanto nadie podía salir de la universidad, empezó a cundir el nerviosismo era cosa de ver a los militares con sus caras llenas de odio, debimos pasar la noche en la universidad, a mi me tocó pasarla en el casino, en un momento se me perdió la compañía de Carlos cerca de mí habían compañeros que decían tener mucho miedo porque eran de provincia, al igual que yo, nos dábamos ánimo mutuamente, recuerdo a un compañero con rasgos de mapuche, que en su lengua, creo, desplegaba una oración, fue una noche terrible nunca la olvidaré, los ruidos de sirena, disparos hacia el interior de la universidad lo que nos llevó a estar casi toda la noche tendidos en el suelo.


SALOMÉ UNA NIÑA HERMOSA, TIERNA E INOCENTE

Tendida a mi lado había una niña, que tenía unos 19 o 20 años yo tenía 22 años, lloró casi toda la noche, conversamos a ratos, me preguntó mi nombre ella me dijo el suyo, Salomé, me pidió que la tomara de la mano que no la soltara, le daba ánimo tratando de superar mi pánico por la situación, a ratos se acercaba a mí y me pedía que por favor la abrazara me decía que no quería morir; preguntaba si teníamos armas yo le contesté que ninguno tenía que sólo éramos estudiantes, nunca más supe de ella, tampoco sabía cómo poder ubicarla ya que era la primera vez que la veía, queríamos que amaneciera luego pero no sucedía, la noche más larga vivida por mí y quizás por todos los que estuvimos ahí. En un momento de la noche alguien dijo: “escuchen, el presidente Salvador Allende murió a manos de los milicos”, espontáneamente comenzaron los llantos y recriminaciones a las fuerzas armadas, de pronto alguien se levantó, sabiendo el riesgo que cometía al levantarse, para pedirnos a todos un momento de silencio en memoria de nuestro presidente, al cabo de un rato exclamamos: “compañero Allende, presente, ahora y siempre”. Después comenzó un silencio sepulcral que a ratos era interrumpido con sollozos en varios sectores del casino.

Cuando amanecía, a eso de las siete o siete y media sentimos un ruido impactante, era el disparo de un cañón sobre el edificio de la casa central, que tiene una fachada de vidrio de casi cien metros, que se hizo añicos con el impacto seguido de una cantidad de balas de metralletas, Salomé me abrazó y entró en un estado de pánico, al igual que muchos compañeros y compañeras que estábamos en el casino, incesantemente los llamamos a la calma y permanecer acostados, de lo contrario podríamos resultar heridos, el caos y la confusión era total en nosotros, pensé: ahora nos van ametrallar a todos, incluso algunos compañeros corrieron hacia el estadio de la universidad trepando la copa de agua al parecer los mataron a todos, posteriormente siguieron otros cañonazos hacia otros sectores de la universidad. Cuanto el tiroteo se interrumpió nos instaron a rendirnos y a entregar las armas, al salir desde donde estábamos empezaron a pegarnos culatazos sin discriminar entre hombres y mujeres, recuerdo que a Salomé le llegó un culatazo en su pierna izquierda un poco mas arriba de la rodilla.

EL ADIÓS A UN SER HERMOSO…

Posteriormente nos hicieron tendernos boca abajo con las piernas abiertas y las manos en la nuca en el patio que va hacia el gimnasio, a mi lado un compañero decía que escuchó muchos quejidos y lamentos en la noche y que le dolía mucho la espalda, le dije que aguantara porque al parecer los militares estaban dispuesto a todo y que mejor no conversáramos. Como a las tres de la tarde, más o menos, nos permitieron levantarnos y poder caminar e ir al baño, luego nos llamaron a presentarnos en la cancha de baby fútbol ahí separaron las mujeres de nosotros y fue la última vez que vi a Salomé, su mirada fue profunda, me emocionó hasta las lágrimas, cuando se iba yendo se devolvió y nos dimos un abrazo intenso y le dije que por sobre todas las cosas tuviera calma y que había un Dios que estaba mirando todo y que confiara que Él la ayudaría.

Sentí como que parte de mí se desprendía de mi cuerpo en esa despedida, ese abrazo, que tan sólo duró unos segundos pareció de siempre, emotivo y estremecedor, como que sabíamos que nunca más nos veríamos, como también presentíamos que si nos volvíamos a ver sería para unirnos. Su pelo amarillo como el oro, sus ojos azules llenos de lágrimas parecían el mar y su piel blanca fiel complemento de su inocencia. Tan sólo la conocí una noche y quedé prendado de ella, nunca la olvidaré, porque aunque ella no lo sepa también me ayudó a sostener y aumentar mi entereza, no quise parecer débil frente a ella.

Cuando ya pasó todo lo vivido, en cada niña con pelo rubio creía verla a ella, en más de una oportunidad llamé a la niña con su nombre, soñé mucho con ella y siempre que me necesitaba aun algunas veces sueño con ella, sobre todo cuando se acerca la fecha del 11 de septiembre o cuando estoy deprimido. En alguna oportunidad que estuve en la universidad quise averiguar sobre ella pero sin resultados.



COMIENZO DE UN MARTIRIO DESCONOCIDO Y JAMÁS IMAGINADO

Nos sacaron a punta de culatazos y nos hicieron subir a micros y nos llevaron al estadio Chile. Llegando ahí nos hicieron trotar con las manos en la nuca, en lo personal ya no daba más del dolor de los brazos por tanto tiempo mantenido en esa posición y ahora, más encima trotando. Después de trotar nos interrogaron nos quitaron el carnet de identidad y se nos permitió ir al baño que casi no daban ganas de hacer nada por la pestilencia que había, aproveché de buscar a Carlos (Vásquez), o algunos de mis compañeros de carrera no los pude divisar.

En grupo que quedé, y que se nos envió a una parte de la gradería, estaba el compañero de rasgos mapuche, quedamos sentados separados por algunos compañeros en la galería que nos asignaron, en la galería frente a nosotros habían personas que al parecer eran de alguna empresa y ocurrieron escenas que jamás voy a olvidar, como por ejemplo, cuando mataron a una persona que gritó por qué los trataban mal, que tenía hambre y en un momento forcejeó con un militar y éste le empezó a golpear con su arma por todas partes hasta dejarlo sin movimiento, producido este episodio empezamos todos a protestar hasta que hubo un tiro al aire, creí que la masacre empezaba pues todos los militares se pusieron en posición de disparo, pero todo el estadio quedó mudo y a la persona se la llevaron. Hubo varios hechos más que al recordarlos me hacen crecer mi asco y desprecio por las fuerzas armadas que son pagadas por mis impuestos y los de todos los chilenos.

GOLPEADO Y HUMILLADO POR VEZ PRIMERA

Mi estadía en el estadio Chile me depararía más sorpresas desagradables, de hecho no sabíamos qué hora era pues con la luces no se sabía si eran la seis de la tarde o las seis de la mañana, los baños eran un asco que a uno se le quitaban las ganas de todo. En un momento determinado y sin saber por qué a un grupo, en el que me encontraba, nos llevaron a un pasillo y nos pusieron boca abajo con las manos en la nuca, a mi lado quedó el compañero mapuche, después de un rato llegó un militar que no sé cuál era su rango – y que nunca me importó saber y ahora menos me interesan qué rango son sus estrellas porque nunca se las han ganado en el campo de batalla - y nos empezó a decir que todos los terroristas serían muertos y que los que conocieran a alguien que lo dijera y sería liberado, que nos daba una oportunidad de denunciar a algún dirigente marxista y seríamos liberados, en eso estaba cuando el compañero mapuche me habla, no entendí qué, pero bastó eso para que llegara un militar y nos golpeara, a él le pegó con la culata del fusil en sus costillas en tres oportunidades y a mí me pegó un puntapié en mi boca que significó la pérdida de mis cuatro dientes incisivos, los dos del medio me los botó al instante y los otros se me cayeron después, no sentí dolor pues el terror y miedo que tenía en ese instante era más fuerte, comencé a sangrar profusamente, me autorizaron a enjuagarme la boca.

Perdí la noción del tiempo, no sé que día ni qué hora era, cuando se escuchó el nombre de Gregorio Mímica, pensé que lo habían delatado y que lo matarían, ya que era dirigente estudiantil (Presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería), pero después me enteré que lo habían liberado, una luz de esperanza (a esa altura cualquier cosa a uno le daba esperanza o lo deprimía), mientras tanto cada cierto tiempo iba al baño a enjuagarme de la sangre que aun salía de mi boca y en uno de los viajes a enjuagarme la boca un militar me llevó a una oficina, en ella había otro militar de un rango superior que al verme la boca me preguntó qué me pasó, pero con la boca hinchada y sin los dientes mi dicción no fue la mejor y le dijo a ese soldado que me llevara no entendí a dónde, le seguí por varios pasillos hasta que llegué a la salida y me dijo que me fuera, yo no quería pues no había firmado ningún documento y creía que me dispararía por la espalda, pero éste insistió, incluso hasta me empujó para que saliera, se me nubló la vista de terror y miedo, no sabía qué hacer pero salí siempre pensando que me dispararía, caminé con cualquier rumbo rápido sin mirar atrás y esperando en cualquier momento el disparo hasta que doblé en una esquina, no sabía dónde estaba, pero busqué un punto de referencia hasta que ubiqué la estación central y me pude ubicar, caminé con destino sur hasta llegar a la calle del club hípico y de ahí caminar hacia el oriente hasta llegar a la carretera 5 sur.



REGRESO A LA VIDA, PERO…

En la carretera empecé “hacer dedo” pues no tenía dinero, no distinguía bien los vehículos pues no tenía mis lentes, después de mucho rato e intranquilidad paró un camión le dije que iba con destino a Rancagua, me subí a la cabina al abrir la puerta y sentarme en el asiento comencé a llorar desconsoladamente no sabía si era de pena o de alegría por haber salido de lugar más desagradable de mi vida, el chofer se dio cuenta que era uno de los detenidos puesto en libertad. Yo desde la niñez tuve muchas espinillas en mi cara, por lo tanto al afeitarme sangraba mucho, por lo que opté no afeitarme con lo que quedé con barba y por esos días los que la usábamos no éramos bien mirados, después de un rato me ofreció unas galletas obleas y un jugo en una botella, era mi primera comida en varios días, sólo me preguntó si estaba bien le dije que sí (comparativamente con los que se quedaron en el estadio Chile estaba como rey), me ofreció un pan con queso pero no lo acepté ya que no podía masticar, algo le conté lo que me pasó pero me pidió no conocer mi situación, lo que entendí.

Al llegar al peaje de angostura me dijo que hasta ahí me llevaba le agradecí su gentileza y le envié bendiciones. Me bajé y me fui a pié a Rancagua, por el camino antiguo que va paralelo a la carretera 5 sur y que por aquel entonces no era pavimentado no sé cuánto me demoré pero se me hizo corto el camino pensando en todo lo vivido y pidiendo que todo fuera un sueño, pensaba en Salomé y el compañero mapuche, en Carlos, de ellos nunca más supe algo.

Cuando iba pasando por Graneros al llegar a la entrada del camino a Chancón que lleva a la minera El Inglés, pasó una patrulla de militares que me hicieron detener, inmediatamente pensé no tengo carné de identidad, además mi camisa con sangre y los pantalones rotos en las rodillas (de tanto estar tendido boca abajo), pero al momento de parar a mi lado pasó otra patrulla que los hizo seguirla, después de eso apuré el paso y me cubrí completamente la camisa hasta el cuello con la casaca que llevaba puesta.

Llegando a la calle Baquedano (perpendicular al camino antiguo a Graneros), me tranquilicé un poco ya que era el recorrido habitual que realizaba para irme a la casa desde la Escuela Industrial Nº 1, donde estudié mi enseñanza media, ésta estaba ubicada a pocos metros del cementerio Nº 1, hoy día hay un regimiento de aviación que expropió el recinto de educación.

La llegada a mi casa fue corriendo, el primero en reconocerme fue mi perro, quien no paró de saltar, ladrar y hasta aullar de contento, lo abracé me lamió la cara y las heridas caímos al suelo abrazados salió mi hermana y mi madre y nos fundimos en un abrazo, mi padre junto a un primo andaban en Santiago para saber de mí, hasta que logramos comunicarnos y avisarle a mi abuelita que yo estaba bien.

Siguió un período de ostracismo de mi parte que duró muchos días sin salir de mi casa, incluso de mi habitación, el no poder conciliar el sueño, andar nervioso todo el día, comenzó a germinar el odio a los uniformados, comenzó el temor y miedo a no saber si en cualquier momento podían entrar a mi casa a detenerme, poner en riesgo a mis padres y hermanas, pensar que estuve a punto, quizás, de perder la vida, de mi mente se empezó a borrar un sin número de situaciones que hasta hoy son difusas, he perdido situaciones de mi niñez, de mi juventud, nombres de compañeros de preparatoria, de enseñanza media, de profesores que los veo y no me acuerdo de ellos. Hoy día me cuesta guardar con la celeridad de antes lo leído, lo vivido, lo aprendido.


EL MOTIVO DE ESCRIBIR LO VIVIDO: SERGIO BITAR CHACRA

En una reunión partidaria me encontré, entre otros, con el compañero Sergio Bitar Chacra, a quien admiré desde siempre y con mayor razón cuando compré y leí “ISLA 10”, un libro que me estremeció profundamente y me hizo preguntarme muchas veces por qué el hombre llega a odiar y actuar de la manera que lo hicieron con estas personas, preguntarme por qué los DEGOLLADOS, por qué los trabajadores de LONQUÉN, por qué, por qué…Conversé con Sergio y con una paz y cariño me dijo: “escribe Antonio lo que viviste y así descansarás”…, no lo hice inmediatamente, pero después de un tiempo junté algunos apuntes que realicé de lo que me sucedió anotados en varias hojas de cuaderno y empecé a transcribir lo que estaba anotado y escribir lo que empecé a recordar, lo tuve que hacer en viarios días porque me hacía daño recordar.

A Sergio Bitar le agradezco lo aconsejado y producto de su consejo es lo que anteriormente está relatado.

De “MI VERDAD”, nunca tuvieron conocimiento mis maravillosos padres, fallecidos en 1997, tampoco mi familia, no sé cuando se los daré a conocer, quizás nunca, quizás mañana


LO MÁS GRANDE QUE DIOS ME DIO

Debo decir que ayer, hoy y siempre daré gracias a mi DIOS, por intermedio de su hijo JESUCRISTO, por haberme dado los padres que me dio, los más maravillosos, tiernos y amorosos, los que me enseñaron valores y principios que guiaron mi vida y por sobre todo haberme criado bajo la doctrina del Evangelio de JESUCRISTO que me ha permitido ser el hombre que hoy día soy, respetando al prójimo y aceptando la tolerancia y la diversidad en la sociedad, y por último y no menos importante, darle gracias a DIOS por haberme permitido nacer en este maravilloso país: CHILE y gracias por haberme librado de la muerte.

Un recuerdo para mi profesor Jorge Núñez, para ese compañero de origen mapuche, para mi compañero de enseñanza media, Carlos Vásquez y principalmente para la maravillosa Salomé, de quienes nunca más tuve conocimiento a pesar de realizar las gestiones para conocer acerca de sus vidas.

ANTONIO ZÚÑIGA SENRA

Recibido por memoriaviva el 5-1-2011

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