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Juan Carlos Farias Orellana

Agente CNI 

Juan Carlos Farias Orellana  formaba parte de la División de Seguridad de la CNI, ahora en Aysén es dueño de la Ferretería La Reina y estaría involucrado en trafico de drogas hacia Argentina.

Fuentes de Información: El Siglo; Listado “Si en Chile hubo torturados... hubo torturadores, nosotros, sobrevivientes les acusamos”; Cambio 21; Archivo Memoriaviva

 


Lista completa de los miembros de la División de Seguridad de la CNI:

Acuña Luengo César
Acuña Luengo Julio
Adriazola Rojas Laura
Aguayo Leyton Cristian
Albornoz Mella Leonor
Aliste Astorga Ricardo
Aracena Ibache Humberto
Araneda Gajardo Ricardo
Araya Barrera Eduardo
Araya Echeverria Florencio
Araya Gómez Carlos
Ascencio Jara José
Ausensi Roman José Raúl
Ayala Campos Juan
Baillas Marchese Erwin
Barahona Muñoz Víctor
Barria Riquelme Atanacio
Berrios Huenupil Raúl
Bocaz Norambuena Tirso
Bustamante Dorguett José
Bustamante Suazo Waldo
Cabrera Vargas Ramón
Carvacho Vivanco Héctor
Castro Cisternas Jaime
Celis Ficca Carlos
Charrier Ramírez Marco
Charrier Ramírez Pedro
Cheuque Nuñez Edgardo
Chinchilla toledo Carlos
Cifuentes Vargas Sergio
Clavero Jara Javier
Colman Letelier Gustavo
Contreras Catalán Eduardo
Contreras Ibañez José
Contreras Olguín Miguel
Cortes González Luis
Cruchaga Vidal Carlos
Cubillos Rudi José
Cíaz Garrido Luis
Docman Pérez Salomón
Docman Weber Dagoberto
Domínguez Betancourt Jorge
Donoso Zuñiga José
Espinoza Rosales Juan
Fagalde Tapia Jorge O.
Farias Orellana Juan
Fernández Sabat José
Figueroa Lobos Gustavo
Fuentes Lagos José
Fuentes Lillo Jorge
Fuentes Pastenes José
Galarce Díaz Hernan
Galdames Carcamo Jorge
Galdamez Barrientos Juan
Gangas Romero Víctor
García Díaz Idilio
Garrido Pinolevi Hugo
González González Carlos
Guzmán Correa Jorge
Guzmán Vergara Mario
Hermosilla Matamala Luis
Ibañez Cortes Esteban
Jara Jimenez Jorge
Jara Mardones Cipriano
Jaure Carvajal Nibaldo
Jeldes Mercado Jorge
Jimenea Barrera Jorge
Jorquera Galaz Carlos
Lara Ctaldo Víctor
Lavados Cortés Alamiro
Leiva Abarca Luis
Llanos Aguilera Juan
López Dubo José
Mardones Garcés Jorge
Martínez Espinoza Enrique
Medel Vega José
Meneses Arcauz José
Mercado Martinic Olga
Millán Millar Mirna
Molina Baoalto José
Montaner Rozas Luis
Morales Nuñez José
Moscoso Concha Jaime
Muñoz Flores Javier
Muñoz Muñoz Fernando
Naranjo Berrios Roberto
Navarrete F. Ernestina
Nilo Silva Oscar
Norambuena Araya Juan
Nuñez Díaz Carlos
Ordenes Montecino Carlos
Orellana Quezada Guillermo
Orosteguis Fernando
Orosteguis Saavedra Sergio
Ortega Fernández Nicolás
Ortíz Pons Omar F.
Osorio Flores Luis
Osses Castro Rodolfo
Pavez Celis Carlos
Pedreros Zapata Oscar
Peralta Barrera Luis
Pérez Salinas Jaime
Peña Pino Jaime
Pino Hormazabal Mario
Pino Pavez Juan Carlos
Poblete Q. Rodolfo
Quinteros Maldonado Jorge
Retamal Salinas Carlos
Rigoletti Gaete Adonis
Riquelme V. Ricardo
Riveros Alfaro Mario
Riveros Alfaro Raúl
Riveros Zamorano Daniel
Rodríguez León Porfirio
Rojas Fernández Alejandro
Romero Guerrero Miguel
Romero Miño Miguel
Rubio Magallanes Hernán
Sánchez Lagos Alberto
Santibañez Aguilera Luis
Segura Alarcón Bernardo
Segura Alarcón Héctor
Sepúlveda Valenzuela Carlos
Silva Morales Jorge
Silva Ratz Jaime
Suárez Barria Sergio
Suárez Delgado Juan
Tapia Baez Daniel
Tobar Zarzar Juan
Toledo Carrasco Sergio
Torres Alvarado Francisco
Triviño Suco Mauricio
Umanzor Baeza José
Vasquez R. Gilberto
Veliz Veliz Wilibardo
Vergara Paillamil Sergio
Villagra Laguna Juan
Villalobos González José
Wiss Flores José
Yañez Molina Juan
Zamorano Sepúlveda Hugo
Zuñiga Ureta Roberto

 

Aysén: el secreto de Los Intocables

El siglo 24 de junio de 2004

Con la condena de 15 años y dos días

(5 por robo y 10 por falso testimonio) para Jorge Corona, el principal testigo de los misteriosos casos de Aysén, donde estarían involucrados empresarios locales, policía, funcionarios judiciales y el ejército, la población se ve envuelta en una nueva ola de inseguridad que la mantiene al margen de la investigación.

"Mucha agua ha corrido bajo el puente", parece ser la frase que mejor refleja los hechos ocurridos en las inmediaciones del río Aysén desde que el 13 de marzo de 1997 fuera encontrado flotando y boca abajo el cuerpo inerte de Víctor Hugo Barría.
Una muerte como muchas otras, diría cualquiera, sobre todo si el puente colgante Carlos Ibáñez del Campo es considerado entre los habitantes de la zona como el lugar predilecto de las almas atormentadas para lanzarse al vacío.
Sin embargo, más allá del misticismo y leyendas que pudieran girar en torno a un lugar como éste, la seguidilla de misteriosas muertes, que a fines del año 2002 sumaron un total de 12, dio lugar a una suerte de dudas y desconfianzas entre la población cuando las autoridades judiciales calificaron los hechos como "simples suicidios".
De esta manera, Carlos Klapp, juez a cargo de la investigación, sobreseyó varios de los casos, específicamente aquellos en los que se encontraban las señales más claras de que los hechos tenían que ver con algo más que la "fatal atracción del río y su puente" ejercen sobre los jóvenes de la zona.
Sin embargo, un recordado episodio terminó con el malogrado protagonismo que había tenido hasta el momento el juez Klapp: el administrador de uno de los prostíbulos más conocidos y grandes de la región envió unas fotos a la prensa donde éste aparecía desnudo y en una cama junto a dos mujeres.
Como resultado de ese incidente, el juez fue marginado de sus funciones durante un mes y trasladado a Castro. Con estas resoluciones de la Corte de Apelaciones de Coyhaique y la Corte Suprema, respectivamente, el controvertido Carlos Klapp se alejó completamente del caso.
Los ojos del país estuvieron puestos en la polémica que envolvía al poder judicial y el morbo desvió la atención del caso. Sin embargo, entre los familiares de las víctimas la lectura que se hizo sobre estos últimos hechos significaba algo más que un escándalo: con la salida del juez Klapp, por fin la investigación tomaría un giro distinto, ése que debió haber tenido desde el comienzo: el camino de la verdad.
Un nuevo titular llegaría a investigar el tema y, sin prejuicios que condenaran a las víctimas, eliminaría de una vez por todas la tesis del suicidio. Una necesidad que se hizo más urgente cuando se supo de la existencia de una pieza clave en el caso: "el testigo secreto".

El testigo secreto

Amparado en la reserva de la confesión, un hombre que desde ese día sólo fue identificado como "el testigo secreto", se presentó ante los curas de Aysén para entregarles un revelador testimonio que llenó de nuevas esperanzas a los familiares de las víctimas: por fin se habían entregado datos que aclararían gran parte de las muertes ocurridas desde 1997.
Inesperadamente, después de su confesión religiosa el hombre se trasladó a Santiago. Pero uno de los sacerdotes lo siguió hasta la capital para convencerlo de hablar con los abogados, y así lo hizo. El testimonio fue estremecedor: por primera vez aparecían nombres, todos ligados a una organización: "Los Intocables".
En la declaración notarial entregada por el "testigo secreto", se afirma que al menos dos de los muertos habrían sido asesinados por "Los Intocables", grupo dedicado al tráfico de clorohidrato de cocaína hacia Argentina y que estaría integrada por empresarios locales, policía, funcionarios judiciales y el ejército. Inesperadamente también, un nombre que parecía ya lejos del caso figuraba nuevamente: Carlos Klapp, quien en repetidas partes de la declaración se hallaba relacionado con varias de las víctimas y los inculpados.
Ciertamente, el "testigo secreto" sabía mucho de "Los Intocables". Según declaró a la justicia, hace varios años se había trasladado desde Santiago al sur y apenas llegó a su destino entró a trabajar en la empresa Navimag, lugar donde fue acusado de robar un cheque, hecho que finalmente lo llevaría a la cárcel. Todo esto ocurrió más o menos en la misma época en que habría descubierto la red de narcotráfico.
Aysén abrió los ojos al suponer que se haría realidad lo que muchos vieron venir después del testimonio: una investigación minuciosa que llevaría a los culpables a la cárcel.
Ahora todas las esperanzas estaban puestas en la nueva jueza a cargo de la investigación: Alicia Araneda. Sin embargo, con sus primeras declaraciones públicas ésta dio clara muestra de que la justicia estaba más lejos de lo que se pensaba, al afirmar que las víctimas eran un grupo de "drogadictos, alcohólicos y de mal vivir", y que sus muertes "se tratan de casos individuales y separados que no tienen ninguna relación".
Otra vez, la población de Aysén vio cómo la búsqueda de la verdad sobre lo ocurrido quedaba en manos de una titular que se enfrentaba al caso con un criterio preconcebido. El obispo de Aysén, Luis Infanti de la Mora, no tuvo reparos para criticar el trabajo de la jueza al señalar que todas las indagaciones realizadas por la ministra en visita van en "sentido contrario a la justicia, pues lo que ella hace es tapar la verdad".
A la hora de encontrar las razones sobre la actitud de Alicia Araneda, el abogado y representante de los familiares de las víctimas, Hugo Gutiérrez, señala que la disposición de la jueza frente al caso tiene que ver más que nada con una especie de actitud corporativa dentro del poder judicial, pues con su trabajo ella intenta "avalar el desempeño del juez anterior. Es muy difícil encontrar la verdad así".
Las críticas sobre Alicia Araneda se hicieron presentes desde el primer momento en que asumió la investigación del caso, sobre todo cuando ordenó el procesamiento de testigos sin que se dieran a conocer los resultados sobre las denuncias de narcotráfico y otros delitos presentados en las declaraciones.
De esta forma, el testimonio más importante conocido hasta el momento con respecto a las misteriosas muertes en Aysén se había transformado en un arma de doble filo para Jorge Corona, el testigo secreto: su confesión religiosa ahora lo tenía detenido, incomunicado en un lugar secreto y en espera de una condena. El pasado 3 de febrero llegó la noticia desde el tribunal de Puerto Aysén: 15 años y dos días de cárcel para Corona, bajo las acusaciones de robo (5 años y un día) y falsos testimonios (10 años y un día).
Con este hecho, que fue calificado por el obispo Infanti de la Mora como "una forma de presión sicológica", aumentó a su punto máximo la sensación de inseguridad entre la población, pues según se señala en un documento enviado por la agrupación Otroaysén la condena a Corona "ciertamente no ha favorecido que las personas que pudiesen tener antecedentes valiosos para aportar a la investigación, las hagan llegar de manera oportuna y efectiva".
Para Hugo Gutiérrez, el dictamen de la justicia significó "una muestra más de que Alicia Araneda, más allá de buscar la verdad sobre lo sucedido se aleja de ella, e intenta proteger al poder judicial", a lo cual añadió que "independientemente de saber si hay poderes involucrados, lo que interesa es conocer la verdad sobre lo que le sucedió a estos 12 jóvenes".
Para el abogado, los hechos ocurridos en Aysén, ciertamente son "irreproducibles en cualquier lugar. Es una zona aislada, donde suceden cosas muy particulares. Para empezar, es increíble que su alcalde se pasee con un arma por las calles, al más puro estilo del realismo mágico".

La Plana Mayor

Jorge Carreño Alegre: dentista y capitán en servicio activo del ejército.
Juan Carlos Farías Orellana: dueño de la ferretería "La Reina". Ex miembro de la división de seguridad de la CNI.
Angelo Baratinni: Dueño de las cabañas de descanso Baratinni.
Víctor Vera Martínez: funcionario del departamento de obras de la municipalidad.
Juan Manuel Huirimilla.
Robinson Mansilla.
Enrico Rosso.
El grupo contaría con una dirección exterior y otra interior, la primera de éstas dedicada a enviar la droga hacia Argentina, país desde el cual sería destinada hacia otros lugares. Esta estructura estaría formada por ex agentes de seguridad de la dictadura, uniformados en servicio activo del ejército y carabineros y algunos miembros de la policía civil. Por otro lado, la dirección interior se encarga del tráfico de estupefacientes dentro de la región, principalmente en Coyhaique y Puerto Aysén.

Las víctimas

Víctor Hugo Barría Mardones:
El 11 de marzo de 1997 salió de su casa junto a su amigo José Agüero. Luego de pasearse por varios locales se dirigieron al negocio Las Brisas para comprar licor. Como el lugar estaba cerrado, comenzaron a patear las puertas y cortinas del lugar, ante lo cual llegó un pareja de carabineros que pasaba por el lugar (José Gutiérrez Pérez y Germán Rodríguez). Ambos amigos corrieron en direcciones opuestas, hasta desaparecer del camino.
Más tarde, el furgón policial conducido por el cabo Miguel Canto Matus llegó a las cercanías del puente Ibáñez y tras él se estacionó un vehículo particular ocupado por el cabo segundo Miguel Rivas Salazar y el cabo Luis Ojeda Soto. Todos afirman que no vieron a Víctor Hugo, pero los testigos afirman que los vehículos se perdieron en la misma dirección que el joven.
A las 10:40 hrs., el cadáver de Barría es encontrado flotando boca abajo en el río Aysén y en contraposición a la corriente del río. Los efectivos de la policía cambiaron todo el sitio del crimen, poniendo a Barría de costado, arrastrándolo hacia la orilla y, al parecer, desamarrándole las manos que habían sido vistas atadas por otro testigo del hecho. Un nuevo dato habla de un vehículo particular con dos policías en su interior que bajan a Barría del auto, con las manos atadas, para ponerlo en la acera del puente cerca de las 7 y media de la mañana.
El caso fue investigado por el detective Héctor Alvarez, pero al poco tiempo éste fue despedido de esta función. La investigación, que estuvo a cargo del juez Klapp, nunca se hizo.

Edgar Andrés Paredes:
El 21 de noviembre del 2001 fue encontrado colgando desde una antena en Puerto Chacabuco. Sabía que su vida estaba en peligro. En varias ocasiones le habló a su familia del juez Klapp y del camino que seguía la droga para llegar a Aysén. Los amigos con los que andaba la noche anterior a su desaparición, ahora se escabullen, tal como lo hace el resultado de su autopsia y la investigación referida a su muerte.
Víctor Fabián Díaz Nahuelquín:
Salió de su casa el 27 de octubre del 2001. A las 4 de la mañana carabineros llegaron a avisar sobre su muerte. Cuando los padres del joven estaban listos para salir rumbo a la morgue, se dieron cuenta que los uniformados ya no estaban en la casa. Según la versión de la policía, Víctor se lanzó al río Aysén cuando escapaba tras ser encontrado ebrio en Isla Díaz. Sin embargo, sus padres, mientras preparaban el cuerpo en la morgue, se dieron cuenta que el cadáver presentaba varios golpes. Pero la autopsia concluyó: "asfixia por inmersión".

Mario Lepio Chiguay:
El 1 de abril de 1998 fue apuñalado en la puerta de su casa por Juan Ramón Gallardo Cárdenas, José María Oyarzún Pérez, Eusebio Pullanca Pérez y Jorge Novoa Gallardo, todos conocidos de Lepio e integrantes de una banda de narcotraficantes del lugar. Todos fueron detenidos y procesados, pero dejados en libertad antes de cumplir un año en la cárcel. Cuando el joven se encontraba agonizante, llegó a buscarlo para supuestamente trasladarlo a una ambulancia, Domingo Fernández Yáñez, quien no era conocido por la familia y trabajaba para Enrico Rosso. El juez Klapp, a cargo de la investigación, sacó en varias ocasiones a los familiares de Mario Lepio cuando éstos le pedían la reconstrucción del homicidio.
Paulina Gómez Gómez:
Paulina salió de su casa el 16 de noviembre de 2001. Después de estar perdida tres días, su familia pensó que había muerto en Cisnes, y la buscaron ahí. Más tarde, y basándose en los testimonios de Jorge Corona, se enteraron que la joven murió camino a Lago Riesco. Ahí la hallaron sólo con sus pantalones y con su cuerpo evidentemente golpeado. La encontraron con tóxicos en su sangre y, según el testimonio de su amiga Francis Galindo, Paulina estuvo encerrada en una casa, pero nadie utilizó esa declaración.

Roberto Lagos Flores:
El joven conscripto fue visto varias veces ayudando al capitán Carreño en el traslado de droga desde Puerto Chacabuco hasta Puerto Aysén. Se le escuchó decir que estaba aburrido de trabajar para Carreño y el ex agente de la CNI Juan Carlos Farías.
El 12 de junio, Lagos salió de su casa para asistir a sus clases nocturnas en el Liceo Politécnico de Aysén. Más tarde, cerca de las 22 horas, se dirigió junto a sus amigos Hans García y Ramiro Muñoz hacia el supermercado Las Brisas para comprar una botella de pisco y regresar al centro de la ciudad, pero Muñoz abandonó el grupo porque tenía que levantarse temprano al día siguiente.
Roberto y su amigo recorrieron diversos locales consumiendo alcohol y comprando cigarros, hasta cerca de las 01:00 horas del 13 de junio. Hans se despidió de Roberto para no verlo hasta el 1 de septiembre, cuando apareció su cadáver flotando en el Río Aysén.
Un testimonio afirma haber visto a Lagos, cerca de las 9:45 horas del día 13, en compañía de Domingo Fernández, administrador de la empresa Pesca Aysén de propiedad de Enrico Rosso, la cual funcionaría como una pantalla para el tráfico de drogas. Ambos, junto a un tercero, habrían estado a bordo de una camioneta azul, pero Fernández alega que ese día realizó su rutina normal: ir a dejar a su esposa, a su hija al jardín y luego instalarse en la oficina. Sin embargo, ese día su hija no fue al jardín infantil.
Si Fernández no hubiese estado en su vehículo junto a Lagos, éste habría estado en el que pertenece a Juan Carlos Farías, también integrante de Los Intocables y cuyo vehículo es el único similar al de Fernández

 

 

La Nacion, 20 de diciembre de 2002

 

EL ESLABÓN SECRETO DEL CASO EMOTT

Dos testigos vieron en varias oportunidades en Temuco al estudiante con Juan Carlos Farías Orellana, quien aparece mencionado en las denuncias por tráfico de cocaína y las muertes de los 12 jóvenes de Aysén.

Insospechados alcances podrían tener las investigaciones que desarrollan n forma separada tribunales de Coyhaique -sobre la muerte de 12 jóvenes ocurridas en Puerto Aysén, entre 1997 y 2001-, y de Valdivia, para determinar las circunstancias que rodearon el presunto homicidio del estudiante universitario James Emmot, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado el 7 de noviembre pasado el río Cau Cau de Valdivia, tras permanecer 20 días desaparecido.

Las primeras indagaciones policiales surgieron al término de la 'operación rastrillo' efectuada en el caso Emmot, donde personal especializado llegó desde Santiago a la zona en busca del cuerpo. Al no tener resultados, los peritos se dieron cuenta de que no se trataba de un hecho común. De esa manera, fuentes confiables precisaron a La Nación que organismos de inteligencia de Investigaciones comenzaron a trabajar en el caso. Así dieron con una pista que relaciona directamente a James Emmot con una persona inculpada de pertenecer a la organización denominada 'Los Intocables', un grupo que ha sido acusado en las querellas como presunto partícipe en los crímenes de Aysén. Según el testimonio recogido por la policía, esta persona visitaba a Emmot frecuentemente y habría sido visto junto al joven universitario en Temuco, semanas antes de su desaparición.

Se trata del comerciante de Puerto Aysén Juan Carlos Farías Orellana, nombre que fue ratificado ante la policía por un testigo en declaración oficial bajo protección y reserva de identidad. Su testimonio será fundamental para el proceso que instruye la jueza Paula Rodríguez, titular del Segundo Juzgado del Crimen de Valdivia, designada con dedicación exclusiva por la Corte de Apelaciones de esa ciudad para investigar la muerte de Emmot.

NARCOTRÁFICO

Farías Orellana ya había sido acusado antes de ser parte de 'Los Intocables' en la querella interpuesta por los familiares de las víctimas de Aysén. Está inculpado en la denunciada asociación ilícita a la que se le atribuyen operaciones de tráfico de cocaína y las muertes de los 12 jóvenes de Aysén, entre otros delitos.

El relato del testigo reveló que Emmot fue visto en varias oportunidades junto a Farías, lo que ha significado una ampliación de la investigación policial. A esto se suma un segundo testigo, quien está en con- tacto con la policía civil, pero que no ha declarado oficialmente.

Las declaraciones actualmente son pesquisadas y sometidas a análisis por los organismos de inteligencia y, según las mismas fuentes, una vez concluida esta etapa los antecedentes serán derivados al tribunal de Valdivia, Al respecto, la jueza Rodríguez dijo a La Nación desconocer esta información y que hasta el minuto en el expediente no existen datos al respecto. Sin embargo, sostuvo que "no hay nada descartado en el proceso".

CRIMEN POR ENCARGO O LÍO DE FALDAS

De todas maneras, cercanos a la investigación aseguran que la magistrada ha sostenido conversaciones informales sobre la materia. Con todos los antecedentes recogidos, la policía civil trabaja en dos hipótesis. La primera dice relación con un crimen por encargo debido a un incidente que protagonizaron James Emmot y el temuquense Leonardo Meza González, alias 'El Leo', imputado por tráfico de drogas. El hecho ocurrió los primeros días de septiembre, cuando en el local nocturno 'La Banana', de la capital de la Novena Región, 'El Leo' las emprendió contra el universitario quien, según testimonios recogidos por este diario, le habría "levantado" la polola, lo que motivó una serie de amenazas en su contra con un arma de fuego.

Meza González fue encarcelado el 18 de octubre pasado por infracción a la Ley de Drogas, lo que lo descarta como participante material de la muerte de Emmot, pero no intelectual.

Una segunda hipótesis apunta a la circunstancia de que Emmot tuvo cercanía con miembros de una banda de narcotraficantes, uno de lo cuales lo habría mandado a eliminar. Por eso, según la hipótesis, Emmot habría viajado a Valdivia, huyendo de esa eventualidad. Sin embargo fue en esa ciudad donde el universitario de Temuco encontró la muerte.

Actualmente, la policía se encuentra chequeando los viajes que realizaron Juan Carlos Farías y Emmot, en una aerolínea nacional, así como las llamadas telefónicas que recibió el estudiante, tanto a la pensión donde se hospedaba en Temuco como a su teléfono celular.

EL MISTERIO DEL CAU CAU

El 19 de octubre pasado, los tribunales de Valdivia y las policías se movilizaron para ir en la búsqueda de James Emmot, de 23 años, estudiante de Medicina Veterinaria de la Universidad Católica de Temuco. Ese fin de semana, el joven viajó a la ciudad del Calle Calle, para asistir al cumpleaños de un amigo coterráneo de la austral ciudad de Puerto Natales.

El último lugar donde se le vio con vida, en la madrugada de ese día, fue en las cercanías del Parque Saval y el Río Cau Cau, uno de los caudales que junto al conocido río Valdivia, dan origen a la Isla Teja. Buzos tácticos, operativos de Carabineros, y funcionarios de la Armada recorrieron las cercanías del lugar sin resultados, hasta que el 7 de noviembre su cuerpo sin vida fue encontrado flotando en el Cau Cau, donde ya se había buscado.

Según las primeras pesquisas policiales, después de asistir a la fiesta de su amigo, Emmot habría estado en el conocido burdel 'La Zulema', de Valdivia, desde donde se trasladó más tarde a Isla Teja. Lo que pasó en el local nocturno, aún es un misterio. Lo que sí tienen claro los policías es que el joven no murió en el río, pues la 'operación rastrillo' habría llegado a su cuerpo, que no presentaba descomposición producto de tantos días en el agua.

 

 

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