Maza Carvajal Enrique Antonio

Fecha Detención :
Lugar Detención :

Fecha Asesinato : 12-09-1973
Lugar Asesinato : Santiago


Edad : 24

Actividad Política : Desconocida
Actividad : Estudiante universitario

Estado Civil e Hijos :
Nacionalidad : venezolano


Relatos de Los Hechos

Fuente :Informe Rettig        

Categoría : Antecedentes del Caso

El 12 de septiembre de 1973, muere Enrique Antonio MAZA CARVAJAL, venezolano, estudiante universitario.

                                    Su cádaver fue encontrado en la vía pública y remitido por Carabineros al Instituto Médico Legal.  El informe de autopsía expresa que la causa de muerte es una " hérida de bala cérvico raquidio-medular".  La fecha de muerte es el 12 de Septiembre de 1973.  Sus restos fueron repatriados a su país de origen.

                                    La Comisión ha llegado a la convicción que, no pudiéndose determinar los autores de la muerte ni las circuntancias de la misma, Enrique Antonio Maza Carvajal, cayó víctima de la violencia política imperante en el país a la fecha de los hechos.


La pasión indispensable. Camarada Enrique

Fuente :telesurtv.net, 12 de Septiembre 2016

Categoría : Prensa

 A 43 años del asesinato de Enrique Maza Carvajal 

Dedicado a Lali y a Enrique, por supuesto.

Rezagada,  entre los últimos pasajeros, se asoma a la puerta del antiguo transporte, una chica de grandes ojos verdes, de cabello castaño dorado liso cayendo sobre su cara y hombros. Enrique cruzó su mirada con la de la hermosa muchacha y pendiente de ella, el joven le seguía dando  instrucciones a sus compañeros. Estableció los distintivos, asignó tareas coordinó logística. Cuando estuvo todo claro se subió en la escalerilla de la micro y explico brevemente la situación del país y la importancia de desarrollar el trabajo voluntario con entrega y compromiso, terminó con una arenga, haciendo referencia a la tarea que le tocaba a ese grupo, recoger el trigo y llevarlo a los molinos: "En media hora salimos con rumbo a los molinos de viento. Como quijotes, este será nuestro aporte como juventud a la defensa del gobierno del compañero Allende", exclamó, recibiendo de inmediato aplausos y algarabía. Mientras se dispersaba el ruidoso grupo Enrique  se acercó a Laura y le dijo: "Debes ser el ser vivo más hermoso que he visto en toda mi vida… incluyendo las estrellas". La extraña expresión la hizo reír y sonrojar. "En serio –continuó Enrique, mirando enamorado su dulce rostro- eres la mujer más linda del mundo".  La personalidad de Enrique era de una potencia increíble, según Laura,  de una alegría que no podía explicar. En medio de conversaciones serias hacia chistes, cantaba, bailaba y ponía caras divertidas.

Iniciada la segunda mitad del año 1972 se profundiza la agresión contra el Gobierno de Salvador Allende, ahonda la crisis económica, social y política que llevaría finalmente a ejecutar un Golpe de Estado. Uno de los protagonistas de aquella gesta de traiciones fue el gremio del transporte, que inicia una secuencia de huelgas recordadas amargamente. Tiempo después se conocería que la inyección de decenas de millones de dólares a través de la CIA y otros organismos norteamericanos, a la Asociación de Transportistas fue la gran motivación “patriótica” para desencadenar lo que se conoce como la historia más cruel de Chile republicano. Industriales y empresarios opositores iniciaron cierres de fábricas. Los medios de comunicación, en especial El Mercurio, jugaron un triste pero determinante papel al servicio de los intereses foráneos. Tras la desclasificación de los archivos secretos de la CIA, se supo con claridad la descarada participación de los Estados Unidos en la debacle económica chilena. Había tenido éxito la aplicación del mandato hecho por el presidente Richard Nixon de hacer “aullar” la economía nacional. 

Se inician las largas filas para conseguir alimentos, se prolonga la escasez y desabastecimiento, el boicot a la industria alimenticia, las corridas financieras, el sabotaje en todas sus expresiones. Las empresas estadounidenses amenazaban con embargar la exportación del cobre, esencial para las finanzas del país. Ante la crítica situación desatada, el presidente Allende convoca a toda la juventud del país a organizarse para suplir entre otras cosas, la distribución de alimentos. El pueblo organizado y el movimiento popular crean medidas colectivas con el objetivo de paliar las graves consecuencias que genera el boicot interno y externo.

El sabotaje al cobre, principal producto exportador, nacionalizado por Allende, comienza a surtir efectos negativos en la economía familiar chilena. Señala Allende

“…el cobre valía 59 centavos la libra en el año 1970, y nosotros no alcanzamos un promedio de 49 centavos la libra. Hemos dejado de percibir 175 millones de dólares menos en el año 1971 y este año (72) produciendo más cobre vamos a obtener menos entrada en el precio internacional del cobre. ¿Y quién fija el precio internacional del cobre? El mercado del cobre. ¿Y quién maneja el mercado del cobre? Estados Unidos. ¿Por qué? Porque si Estados Unidos tira 100 mil toneladas, 50 mil toneladas de sus reservas estratégicas, baja el precio del cobre. Entonces, estos son los problemas que no pueden dejar de entender los obreros”.

Vale mencionar que tres décadas más tarde la CIA aplicaba el mismo libreto en Venezuela, lo que no es coincidencia, sino una política de estado, atacar a gobiernos progresistas.  Se acusa al Presidente Allende de dictador y la SIP, la misma Sociedad de Información y Prensa que acusa a Venezuela,  reunida en Santiago lo señala de vulnerar la libertad de expresión. El país está técnicamente paralizado por casi un mes. Allende decreta estado de emergencia. Se crean los llamados cordones industriales, las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP) y otras formas de participación popular. La derecha articulada y financiada por los Estados Unidos pide la intervención estadounidense.

En busca de Laura / la pasión necesaria

Una de esas historias que busqué hasta encontrar ha sido la de la segunda novia de Enrique, sobre esta historia de amor en tiempos de revolución trata este artículo. Al final de un día de búsqueda agotadora me encuentro por casualidad con Diego,  una de las personas que mas conoció a Enrique desde el ámbito personal hasta el político/militante. Me dice que Enrique tenia dos novias en paralelo. Que no me puede explicar a cual amaba más pero que por Laura sentía una verdadera locura y pasión. Era, decía él, una pasión inevitable, indispensable, estaba atado a ella por el hilo de una pasión que crecía en el combate librado todos los días por defender a la revolución. –es como si no pudiera desligar una cosa de la otra-. Sin embargo, había cierto código de honor con Claudia ”a quien también amaba”. Esto se lo reprochaban sobretodo las compañeras del grupo de venezolanas que lo vieron siempre como un niño, “en realidad todos los vimos como un muchacho. Si era el menor de todos”. Pero donde se crecía era en los temas  políticos, un elevado nivel de conciencia, gran capacidad de análisis, de lectura, era casi una regla para los miristas en esa epoca. “El era de lo mas profundo en cuanto a compromiso con los trabajadores y su causa revolucionaria, que había en ese grupo”. Cuando sale a la luz su relación con Laura se produce un quiebre emocional en el, eso ocurrió los primeros días de septiembre del 73. Desde ahí paso días y noches enteras en los cordones industriales. “Andaba callado, también la situación en septiembre era tensa y amenazante, la sensación de golpe era fuerte. Los obreros hacían guardia, los estudiantes, todos en los cordones industriales. Y ahí estaba pellizco”.

Con esos detalles fui en busca de Laura, tarea difícil pero di con su paradero alguien menciono que Ella había sido el verdadero amor de Enrique. Otra persona tanteo la posibilidad que las amara a las dos. Que cuando fue a plantearle la existencia de Claudia, no llevaba la intención de terminar con Laura. Todos le dieron consejos pero estoy segura que dejar a una o la otra no paso por su cabeza. Creo que en esas cosas de juventud, presionados por el momento histórico que vivía, solo quiso decirles la verdad.

Es tiempo de reivindicar al joven Enrique, enamorado impetuoso y rebelde. Reivindicar el amor compartido con Laura, a ella dedico este relato recreado después de tanto escuchar a quienes tenían algo que decir de Enrique Maza Carvajal. Reivindico a Laura como parte indispensable no sólo en la vida de nuestro héroe, sino en la construcción de un proceso del cual fueron protagonistas los jóvenes chilenos y los internacionalistas de todas las latitudes.

Sin un libreto establecido empezamos mi hijo Rudy y yo una conversación que duro más de tres horas, nosotros inamovibles ante cada palabra, cada expresión de sus ojos y sus manos. Ese invierno de 2013, muy frío y gris, se nos hizo inolvidables. Laura nos preparó un café en la cafeterita antigua que, llena de nostalgia, adquirió y que durante mucho tiempo le trajo recuerdos de tiempos felices.

La adolescente Laura, estudiante del Colegio Santa Catalina, militaba en las juventudes comunistas en la comuna de Peñalolén Alto, desde donde se divisan las luces de Santiago.  Conoció la lucha de Allende desde muy temprano. Asimiló las lidias de los obreros de la mano de su padre, quien le contaba cuánto había aprendido del sindicalismo chileno, su historia, su fuerza, su compromiso político, de cuántas veces se encontraba con Allende a través de la lectura, de las proclamas y discursos.

El encuentro / Los Cordones Industriales:

Entre las tareas que Allende asigna a los jóvenes está la de apoyar la red de distribución de alimentos, desde las comunidades productoras hasta la distribución en las Juntas de Abastecimiento y Precios, JAP. Los jóvenes se concentraban en el recién inaugurado edificio de la UNCTAD [1], hoy Gabriela Mistral, desde ahí coordinaron y organizaron su masiva participación atendiendo el llamado del Presidente Allende para asumir tareas de vanguardia en la distribución de alimentos que escaseaban producto del plan de desestabilización montado por la anti patria y financiada por la CIA. Laura estuvo en el grupo que coordinaba Enrique, cuya tarea era la de apoyar a los agricultores y recoger en la comuna agrícola de Lampa, al norte de Santiago, sacos de trigo para llevar al molino San Cristóbal ubicado en el cordón Vicuña Mackenna. El vinculo entre los jóvenes revolucionarios se estrecha en la dura jornada de 16 horas que comparten, al calor de los trabajos voluntarios. Ambos participan de la vida política, militan en partidos de izquierda. Enrique en el MIR, con una visión critica pero de apoyo incondicional al Gobierno de la Unidad Popular. Laura en las Juventudes Comunistas, JJ.CC, conocida como la Jota.  El MIR enviaba notas, generaba medios de comunicación que advertían al Gobierno del posible Golpe de Estado, análisis que no eran atendidos.  El partido de Enrique planteaba la entrega de armas al pueblo para la defensa de la UP, Unidad Popular, cuestión que era duramente rechazada por los demás partidos del bloque de unidad.

La militancia del MIR asume  de lleno la tarea de conformar y fortalecer los cordones industriales, intervenir y estatizar empresas que eran cerradas con la intención de asfixiar la economía. Enrique asumió tareas más relevantes en apoyo a los trabajadores que conformaban los Cordones Industriales, particularmente el Cordón Vicuña-Mackenna, ubicado en pleno centro de Santiago. Junto a otros universitarios y profesionales venezolanos e internacionalistas de otras nacionalidades, asumió de lleno la tarea de apoyar a los trabajadores en la fábricas Tizol, Zeus, IRT, entre otras.  El MIR a esas alturas paso a  una semiclandestinidad. Sus militantes se reunían para analizar los avances del enemigo y la incapacidad del gobierno y de los aparatos de seguridad para detectar por donde sería ese avance. En medio de la tensión,  había espacios para que el joven Enrique pudiera divertirse y encontrarse con sus pares chilenos, venezolanos y de otras latitudes en los bares famosos que dieron vida a la bohemia  donde la reconocida intelectualidad desencadeno su prosa combativa.

La juventud marcha por Allende / inicio del pololeo

Meses después de aquellas jornadas, en medio de una de tantas marchas que protagonizaron los jóvenes allendistas, cuenta Laura que va junto a sus compañeros de la Jota de Peñalolén y alguien empieza a saltar y hacer señas exageradas  -“hola, hola” jajaja..Dios¡¡¡ por fin te encontré¡¡ –se ríe feliz Enrique en un gesto de hablar al cielo-¿te acuerdas de mí, te acuerdas de mí?” –repite.   – Pero déjame ver que me estoy perdiendo de mis compañeros de la  base…¡¡- reclama sin mucha convicción Laura.  –“no, no importa, no importa porque te quedas conmigo, te quedas conmigo” exclama Enrique, deteniéndola en medio de la avalancha de personas –besándo y abrazando a la asombrada chica. – ariaapasionado.epararse del muchacho.erias hacia chistes, cantaba, bailaba, ponia udaba y proponia s. existen de la ciudadania,Ni siquiera sé bien quién eres –dice Laura al separarse del muchacho.

Enrique hace una exagerada reverencia colocando una mano detrás de su espalda inclinándose y extendiendo la otra:

  • Me presento señorita Laura, soy su admirador enamorado, Enrique Maza Carvajal, venezolano de la misma tierra de Bolívar, estudiante de último año de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Chile,  de 21 años de edad, vivo aquí cerquita –señalando pícaramente hacia la llamada remodelación San Borja,  el condominio más moderno de Santiago para la época. –¿Suficiente? –pregunta impaciente mientras oleadas de manifestante habían arrastrado a sus respectivos grupos calles abajo –¿puedo besar a la niña mas bella que mis ojos han visto? –Es que no debo perder a mi grupo –señaló la joven con débil preocupación.  -“no importa, yo quiero que te pierdas de ellos.

La marcha había movilizado a una multitud en apoyo a la UP y en rechazo de la guerra económica, prevista hasta llegar a las cercanías del Palacio de La Moneda donde Allende haría un memorable discurso.  La concentración terminó muy tarde y la recién formada pareja buscó los recodos de la ciudad oscurecida entre invierno y primavera, con la excusa de caminar.  Anochecía y la joven debía volver a su casa. –te acompaño –dice Enrique.  –pero es que tú no tienes idea donde yo vivo, si te llevo a mi casa te vas a perder de regreso, te voy a secuestrar –dice Laura- mirando los ojos negros que la habían enamorado.  – no importa yo voy al fin del mundo contigo –tomados de la mano caminaron por la Alameda, cruzaron por avenida San Diego atravesaron por  la calle Tarapacá hasta sentarse en el zaguán de una casa donde ambos contaron sus historias, su presente, sus anhelos “… y me empieza a contar de que pasaba en su país, que había una supuesta democracia que lideraba un partido de derecha, que cerró la universidad que los proscribió como jóvenes, los expulsó y los obligó a salir en busca de mejores condiciones, que sobre ellos pesaba una represión feroz, que él militaba en el MIR y era sobrino de un guerrillero llamado Américo Silva. Que había llegado a Chile esperanzado que las cosas serian mejor, que le ilusionaba la revolución que habían logrado los chilenos. Su historia era larga a pesar de su juventud, en medio del relato hacia bromas, se burlaba de cómo hablaba su presidente, me besaba, iba más allá con sus manos, yo lo alejaba el reía con una risa espontanea y contagiosa que embellecía su cara.  Luego fruncía el ceño,  volvía con melancolía a hablar de su madre y  de sus hermanas, de Marisabel, con ella tenia una relación especial.

Tenía mucha energía mucha alegría, era apasionado. Contó en ese momento que trabajaba voluntariamente en los cordones industriales, en Tizol, que algunos días iba a la universidad a pasar clases obligatorias y  reunirse con su grupo de análisis político. En medio de la larga charla en la que Laura exigía detalles de cada relato,  Enrique le dice ahora pregunto yo  -¿qué haces tú para ser tan bella?  – Laura se ríe tímidamente e imita un golpe en la mejilla –contigo no se puede hablar en serio -es en serio¡ necesito saber con qué te lavas la cara para darle el secreto a mis hermanas? Tengo una ¡que lo necesita urgente! … Si me escucha Marisabel ¡me mata! -rio a carcajadas Enrique.

Cuenta Laura que refiriéndose al momento político que vivía Chile, le dijo mucho más serio, que se venían días terribles, que la lucha de clases había comenzado a evidenciar la desesperación de la derecha, la intervención de los Estados Unidos, pero que peor aun dejaba en claro las debilidades del proceso de la UP, que era urgente organizarse para defenderlo, que había que prepararse incluso para momentos de mayor confrontación.  Sin darse cuenta Laura asiste, entre caminatas y zaguanes de la noche santiaguina,  a su primera de muchas clases de educación política militar dictada por el venezolano. Tienes que estar preparada, las cosas se han ido deteriorando, las condiciones de vida, la capacidad de reacción del gobierno ante el boicot, por lo que urge que los jóvenes asumamos papel mas protagónico, que se acelere la entrega del poder al pueblo, las fábricas a los trabajadores la tierra a los campesinos.  “…Y después de eso me acuerdo fue nuestra noche, yo recuerdo esa noche esa tarde absolutamente vivida con el contándome sobre su historia y hablándome sobre la  revolución latinoamericana… tantas cosas en ese periodo tan maravilloso… ese encuentro fue realmente lindo estuvimos hasta muy  tarde ya dejaban de pasar gente, porque a un principio pasaban y pasaban personas y después dejaron de pasar y nosotros seguíamos sentados y él seguía explicándome y teníamos tema para mucho rato”. Relata Laura con los ojos húmedos de emoción.  

Remodelación San Borja, torre 7,  piso 3

“Desde esa tarde no nos separamos nunca mas, nos veíamos a diario, yo bajaba de mi comuna como podía, me quedé en su casa muchísimas noches en San Borja… ese fue nuestro nido de amor. Y empezamos a pololear. En Chile novia es cuando tú estás comprometido para casarte. Yo nunca me considere novia de Enrique, yo era su polola…. Enrique compartía el departamento con otros tres paisanos suyos Juancho, Luis y Toño. Pero a ese lugar llegaban todos los venezolanos. Cada vez que llegaba a ver a Enrique él tenia un tocadiscos a todo volumen y escuchaba de un disco de los Charchaleros sólo la canción “Zamba de mi esperanza”, luego de Quilapayun nada más que el Venceremos y el Pueblo Unido, repetía una sola canción hasta que alguien reclamaba y el hacia una payasada, bailaba o hacía como que iba a boxear con quien le reclamara la repetida canción. Esos venezolanos eran todos allendistas, de izquierda, militaban hacían trabajos voluntarios, eran jóvenes muy unidos. La mayoría estaba en ingeniería de la Chile, venían todos del cierre de la universidad venezolana.

En esas reuniones no todos coincidían con los análisis de Enrique cuyo partido sostenía que se planificaba un golpe, que era un una aventura que estaba tramando la derecha. Analizaban lo que sucedía en Brasil y Uruguay donde ya se habían concretado los golpes dictatoriales. Laura intervenía en los análisis, junto a otros venezolanos, no podía concebir que pasara lo mismo Chile. Iniciado el año 73 la situación fue más clara habría golpe, y seria cruel, sin embargo, ningún análisis planteó la barbarie que vino después. 

El boicot/ los apagones / la despedida

Relata Laura “Hubo un periodo de muchos apagones, que promovía la derecha, habían apagones generales en la ciudad de Santiago seguidos a diario, muy prolongados a partir de junio, y en esos apagones yo me quedaba en San Borja, con Enrique toda la noche y ahí me doy cuenta, nos damos cuenta, que estamos absolutamente enamorados “hasta las patas” como se dice en Chile … “yo no había tenido relaciones nunca, el fue mi primer hombre, el hombre ideal, mi primer amante… en un momento, ya avanzado el 73 pensé que me había embarazado… porque no me llegaba el  periodo, me asusto no quiero decirle a Enrique y le comento a una amiga de Pellizco que en vez de ayudarme, desata lo que siguió después. Discuten entre varios lo que había sido mi secreto a una amiga.  Un serio y preocupado Enrique llega a mi casa.  Se veía angustiado cuando abrí la puerta me perdí otra vez y como siempre en sus hermosos ojos negros, los besos apasionados los abrazos en el umbral de la casa de Peñalolén. Dice Laura que él “Era tremendamente profundo en muchos aspectos, particularmente en lo político, se ponía muy serio, reflexionaba, debatía, escribía. Yo admiraba eso, su compromiso total con mi país. De hecho dejó su vida en Venezuela y su la familia, a cambio de nada, solo la idea del internacionalismo proletario, su compromiso revolucionario cuando sólo tenía 20 años”.  “Pero en las relaciones amorosas quizá era inmaduro”. Finalmente no había embarazo.  Laura le transmite la noticia con una mezcla de alivio y tristeza. Caminaron hasta el paradero de microbuses. Enrique empieza a hablar después de un largo silencio, ante la extrañeza de la muchacha:

  • No sé como decirte esto –.  Hace una larga pausa y continúa. -Sabes Laura… es que yo… es que tengo otra novia, una novia que se llama Claudia.

Recuerda Laura con mucha tristeza “Para mí fue… un dolor inmenso, un dolor inmenso  porque de verdad yo… yo estaba enamorada, de verdad  estaba tremendamente enamorada para mí el era mi Enrique, mi Pellizco, o sea era una cosa… maravillosa quiero pensar que el alcanzó a captar la dimensión de mi amor por él” 

Claudia era una mujer un poco mayor que Enrique, independiente, venía de una familia de clase media alta, sin afiliación política y no vinculada al gobierno de la UP. Se conocen en la facultad de ingeniería, pero ella esta en los cursos superiores. A su llegada le brindó apoyo y comprensión. Había una mezcla de amor y agradecimiento, de alguna manera simbolizaba la estabilidad del hogar, de la familia apartado de el pero seguro que tendría donde volver siempre.  Ante la respuesta de Laura de terminar inmediatamente con él, Enrique la quiere detener, que entienda que la ama, que la necesita, pero es una situación difícil. Laura no entendió ese mensaje, se indigna y lo abandona antes de llegar a la estación de autobuses. 

Tres días después, con la angustia de no saber nada de Enrique, queriendo aclarar sus dudas, Laura decide buscarlo el 7 de septiembre. Hace el recorrido desde Peñalolén hasta el centro de Santiago,  camina a trancos grandes, a veces corre por la Alameda, la situación era tensa, había protestas de la oposición, grupos de la UP, “quería llegar rápido, estaba enojada y enamorada, quería  decirle ¡qué putas! ¿qué se imaginaba?, que cómo era posible que me dejara. Quería decirle que lo había extrañado, que todas las horas eran eternas sin la esperanza de verlo, ”decirle que se fuera a la mierda, pegarle, no sé¡ hacer algo como terrible y voy caminando hacia su casa y veo que él está en cuclillas al lado de una citroneta… y la persona en el carro con la puerta abierta era una mujer”

Laura se detiene, quiere devolverse pero es tarde, decide seguir caminando y deslizarse hacia la nada, su corazón estallaba de emociones mezcladas y contenidas. Al pasar a su lado Enrique se levanta sorprendido y la saluda nervioso. La mujer sale del carro y la mira con actitud desafiante.  Laura enmudece. Enrique presenta a las dos mujeres con un murmullo indefinido, pálido, – Claudia –dice la mujer mientras extiende su mano a Laura que sigue sin poder articular una palabra y “con ganas de gritar, de pegarle a Enrique, de tirarme al suelo a llorar desconsoladamente.” “…me doy cuenta que la Claudia era una señora señora mayor, más grande”.  Laura se derrumba, da por perdida la batalla, piensa que esta es una mujer organizada, con una vida hecha y que él no la va a preferirla a ella que era una muchacha, “ella es una señora grande una mujer mucho mayor que yo y mayor que él. En ese momento yo pienso ¿qué voy a hacer aquí? ¡nada que hacer!”. 

Intenta salirse del infeliz encuentro y Claudia la increpa -¿Qué viniste a hacer? ¿a dónde vas?    -No, no yo pasaba por aquí y ya me voy… Enrique no articuló palabra, no supo qué hacer, la única que manejó la situación segura de si misma fue Claudia.  Laura sentía que Enrique quería abrazarla, y entrar ahí en el nido de amor de San Borja, donde tantas veces fueron felices, donde se imaginaron una vida juntos.  La expresión de sus ojos, la palidez, el silencio, les demostraba a ambas que Enrique tampoco lo había pasado bien esos días sin ella.  Ella quiso irse sin mas ceremonia y el la detuvo, la abrazó, un beso en la frente, otro en la mejilla, ante la atónita mirada de Claudia.  Le susurró con un hilo de voz adolorida –cuídate, te amo. Laura sintió el calor de su pecho y respondió al abrazo y al susurro con un llanto quedo, apretándole el alma. Ambos estaban mal, había quedado tanto por decir. “Esa fue la última vez que lo vi”.

Golpe mortal / adiós para siempre

Cuatro días después se produce el esperado golpe contra Allende. “Estoy en mi lejana comunidad y lo primero que pienso es en Enrique, él estaba muy metido con el trabajo en los cordones con el MIR.  Ruidos de aviones sobre el cielo tranquilo de Santiago, muy temprano. “Ponemos la radio Magallanes… la Corporación primero”.  Los obreros y  militantes escuchaban siempre La Radio Corporación pues transmitía al país de izquierda.  Y  de repente la Corporación deja de escucharse. Rápido Laura salta sobre la radio y localiza la señal de la radio Magallanes… El Presidente se dirigirá al País. últimas palabras de Allende… terrible… terrible. Desde Peñalolén Alto se asoman las casas de la comunidad de la juventud de Laura, desde ahí junto a sus padres contempla el bombardeo a la Moneda. Allende estaba muerto, se habían desatado los demonios contra todo aquello que lo recordara. “En lo único que pienso es en Pellizco y en las torres de San Borja porque decían que las torres estaban siendo bombardeadas eso es lo que decían, después me entere que habían sido allanadas. Entonces pienso en Pellizco y lo único que quiero es en bajar a ver cómo se encuentra,  dónde está, cómo está.  No dormí nada. El  miércoles 12 fue un caos, no pude salir. El jueves 13 bajo de mi casa a buscar a Enrique”. Pide aventón y paradójicamente es una patrulla de carabineros que la traslada hasta la avenida Irarrázaval, camina por la avenida 10 de julio, por la av. Portugal,  se dirige a la Alameda hasta llegar a San Borja. Intenta ingresar, está todo cerrado, no se puede pasar. Hay militares por todos partes. Alguien le comenta que allanaron a los extranjeros, le muestra el bando militar.  Abandona la idea de ingresar a la Torre y decide ir a  buscar en el departamento de Abelardo otro de los amigos de Enrique.

Camina por la Alameda en dirección contraria, hasta llegar a la avenida del Ejército, pretende llegar a la calle Gay. “mi objetivo principal fue siempre encontrarme y reencontrarme…  y encontrar a Enrique, a Pellizco, para que se vaya,  que por favor se vaya  a la embajada que no se vaya a meter en nada, ese era mi objetivo principal, por eso bajo de Peñalolén,”

El apartamento de Abelardo cerca de la Escuela de Ingeniería de la Chile, cerca de Beauchef. La hermosa y afligida joven había recorrido toda la ciudad caminando “después un micrero que iba fuera de servicio me lleva y me deja cerca por la Avenida Matta”.  Laura corre para llegar antes del toque de queda. Jadeante, transpirando, colorada por el frio y el ejercicio, toca el citófono, nadie responde, alguien deja la puerta de ingreso al edificio entreabierta. Entra al 2º piso, la puerta esta cerrada, no hay nadie dentro ”Me acuerdo que hay un balcón en ese departamento que tiene una ventanita pequeñita que da acceso al balcón, y yo por esa ventana me subo, me encaramo a la ventana y me tiró hacia el balcón” “ Y caigo al suelo” suena la sirena del toque de queda, Laura respira pegada al piso, falta ingresar a la sala ahora  “la puerta del balcón que daba a otro balconcito mas chico tenía una ventana también hacia la calle, meto la mano, me cuelgo al balcón y abro esa puerta y me quedo ahí esa noche, no hay nadie no estaban ni Abelardo ni el viejo Pepe, me quedo esa noche ya no alcanzo a regresar a Peñalolén”

“La mañana siguiente muy temprano, llega Diego abre la puerta no lo esperaba, el tampoco a mi, me asusto, se sorprende y me dice “que haces aquí chica” le digo que estoy buscando a Pellizco. Me dice “Laura… no sé dónde está, es el único desaparecido”. Ya es el 14 de septiembre. Los bandos se sucedían, detenían a montones de jóvenes en todas partes, buscaban a los comunistas, a los miristas, a los cubanos, a los extranjeros. Era un caos la ciudad. “Sentí como que me hubieran herido el corazón, me acuerdo que me tire sobre el sillón y me pongo a llorar porque siento, presiento que algo terrible, algo grave le pasó” “… Diego me dice que lo están buscando, “es el único que no está en la embajada, y entonces yo le digo ¿y tú qué haces acá? y me dice yo también lo estoy buscando” “y digo bueno hay que salir a buscarlo, hay que buscar por distintos lados. Estábamos en eso cuando tocan la puerta del departamento con muchísima furia a culatazos y entra una patrulla grande de militares a allanar el departamento, nos apuntan con los fusiles y nos tiran contra la pared”.

Pero Diego, en ese momento, era uno de los mas serios y seguros de sí mismo en el grupo de los venezolanos. Muy fornido dueño de un gran atractivo, transmitía fuerza y serenidad. “Me hace un gesto y se acerca al oficial a cargo, le hace un comentario y este le pregunta ¿Qué hace usted acá, porque no está en su Embajada? y los otros milicos se meten a las piezas y empiezan a registrar y llevan libros de distinto tipo, qué sé yo, se los pescan, los llevan, los  bajan y los tiran en la calle; los queman”. “Entonces le dice que él es venezolano y que la noviecita -ésta chilena- está embarazada y que pucha no puede abandonarla” “Esa historia nos salva a los dos,  el tipo le dice ya, usted tienes dos horas para desaparecer de acá, se tiene que ir a su embajada porque si yo lo encuentro acá me lo voy a llevar” “Diego era un  tipo, como te digo de temple, le decían el huaso era un tipo fuerte, pero muy controlado. Y salimos a la calle y yo le digo; Diego vete tú, el insiste que me vaya a la embajada que había miles de asilados, rechazo esa propuesta, debo seguir buscando a Enrique. Pero nos tenemos que encontrar de nuevo, tengo que buscar a Pellizco hay que buscarlo, entonces le digo: mira yo voy al regimiento, voy a ir  al Tacna, voy a ir a ver las listas y al Estadio Nacional. En el regimiento me entero de otros lugares y los recorro uno por uno. Busco las listas. Cada día o cada dos días nos a encontrábamos en el departamento de Abelardo. La ultima vez, me dice con un dolor y un llanto amargo “lo encontraron Laura … lo encontraron… en la morgue…” “Mi mundo se desmoronó, me vine abajo, creí morir yo también de dolor, de pena terrible, de impotencia ante la injusticia” “Diego me dice que lo van a pasar a buscar para ir a la morgue a reconocerlo. Serán Toño el primo, Elena y Claudia”.

Solo les habían permitido ingresar junto con el embajador a 4 de sus compañeros, desde ahí, sin ningún homenaje, iría directo al aeropuerto para ser trasladado a Venezuela.  “Diego el hombre fuerte estaba roto en ese instante, me miró con los ojos inundados, comprendiendo mi dolor” “Y me dice: yo no iré; ¡vas tú! –decide-. ¡tú lo vas a despedir!” “lloro agradecida, él sabía que yo lo amaba demasiado y que él a mi también me amo”.  “Claudia pasa al poco rato, toca la bocina y Diego desde arriba le dice “no, no, yo no voy con ustedes, va Laura, ella va por mi”.

“Y nos vamos a la morgue –Claudia me miro no se si con odio o compasión- fuimos en silencio, ella manejaba. En la morgue hay mucha gente afuera esperando para reconocer a su gente, familias llorando. Nos hacen pasar por un lado y nos dicen que esperemos”. Había otros depósitos que al entreabrirse las puertas se podía observar imágenes escalofriantes “personas con el pecho destrozado, al lado de la pieza donde estaba Pellizco sobre una mesa de mármol. Ahí estaba mi Enrique,  ahí estaban mis sueños arrancados de la vida sin explicación“. “Se notaba que su nariz había sido golpeada y quebrada, estaba tendido de espalda con los ojitos cerrados, había sido salvajemente golpeado..” Laura hace una gran pausa, llora, observa el libro de Enrique, lo acaricia. Era finales de septiembre, cuando a él lo ponen dentro de la urna y en un carro de la embajada lo trasladan al aeropuerto. Ahí había un avión hércules esperando para trasladar a muchos jóvenes venezolanos, los mismos que días atrás se mimetizaban entre nosotros, que  llenaban las calles con sus risas combativas, sus espíritus guerreros, que hablaban de Bolívar como de un amigo de la infancia.

“Así terminó mi historia de amor con Enrique. Pude tocar su rostro desfigurado, que guardaba ternura, sus manos que tantas veces amaron mi cuerpo, que tanto habían aportado aun siendo tan joven. Pude acariciar su cabello los rizos negros que eran mi vida. Me despedi, fui la ultima que lo hizo. Primero Claudia, sus amigos y después yo. Claudia y  Elena me apuraron, Toño y me ayudo a separarme de Enrique. Nos subimos al auto y  me llevan a un restaurant chino que le encantaba a Enrique en la calle Agustinas, en pleno centro, ahí se juntaban los venezolanos los viernes. Yo fui muchas veces con él y las chicas que atendían me conocían. Cuando llegamos esas compañeras también de izquierda fueron las únicas que ese día me abrazaron y lloramos juntas la muerte de mi Enrique. lo único que yo quería era eso, un abrazo y llorar desconsoladamente”.

Después de ahí, la Claudia se ofreció a llevarme, pero yo insistía que podía irme sola, no quería que ella me llevara ella sabía de mi tanto como yo de ella. El se encargo de enfrentar a las dos mujeres que había amado. Finalmente no pude negarme y me vi, yendo a mi casa,  sentada en el Fiat 600, al lado de Claudia. Ella también lloraba. Me interrogó, me increpó me habla de su historia con Pellizco. No quiero explicar no quiero entender nada. Llegó  a mi casa desecha, mi madre me ve, me dice hija ¿qué pasó? me tiendo en mi cama y lloró por muchos días. La antesala de una depresión muy fuerte”

“Después de eso me vuelvo encontrar con Diego el se fue de los últimos, entraba y salía de la Embajada de Venezuela, era impresionante ese hombre, se contactaba con la alta dirigencia del MIR en la clandestinidad. Él me pide que lleve cartas y cosas, y es así como fui enlace entre los que estaban asilados en la embajada y los que estaban clandestinos. Había unos brasileros en la Embajada de Venezuela, me piden unos films que tenían en el Oriente de Santiago, una casa de muchos recursos, voy saco las cosas y las llevo a la embajada. También hay otros compañeros que vienen de Portugal, me piden que recupere algunas cosas de su departamento, porque salieron con lo puesto, voy a su casa, voy al lugar donde arriendan saco algunas cosas y se las llevo”. Me sentía útil. Pensaba en Enrique y me llenaba de vida y de su alegría contagiosa.

“Un dia, el que ahora era mi gran amigo, Diego, se despide me dice que se va que lo tienen fichado que su vida esta amenazada. Ha iniciado el año 74.  Sale el último avión de venezolanos, chilenos, gente de la Embajada que se va al aeropuerto, fue terrible eso también, porque mientras estaba en la Embajada, sentía que hacia algo por Enrique, que él era el contacto todavía”. Cuando se instalan las comisiones por la verdad yo fui a dejar testimonio de su historia, pero no tenía nada más que su recuerdo y mis lagrimas. Por eso su historia esta inscrita en la historia chilena.

Volví.. yo volví muchas veces, yo vi a mi Enrique caminando por ahí, entonces yo iba, pasaba cerca de San Borja, entrecerraba los ojos y podía verlo y él venia siempre feliz  a encontrarme con su hermosa sonrisa, su mirada que era mi luz. Durante mucho tiempo yo iba subía una y otra vez, muchas veces a San Borja, a la Torre, a su puerta,  me sentaba en la escalera, lloraba.

*Recreación de una historia real. Basada en la vida de Enrique Maza Carvajal. Inspirada en la entrevista realizada a la Sra. María Laurence Flores. Incorpora extracto del libro Camarada Enrique.

[1] Inaugurado el 3 de abril de 1972, con motivo de la realización de la III Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD III).  Su construcción había demorado menos de un año y era orgullo de pueblo y gobierno socialistas.  Posteriormente, Pinochet  denomina Diego Portales a edificio emblema de la UP y centro de ebullición política, social y cultural.


Memoria visual y documental en homenaje a Enrique Maza Carvajal, a 47 años de su muerte

Fuente :correodelalba.org, 2 de Septiembre 2020

Categoría : Prensa

Cada 12 de septiembre conmemoramos el aniversario del asesinato del estudiante venezolano, Enrique Antonio Maza Carvajal, “Pellizco”, de 22 años, víctima de la violencia desencadenada por el dictador Augusto Pinochet en contra del gobierno constitucional del presidente Salvador Allende.

Hace más de 14 años presentamos el libro Camarada Enrique, que iniciaba una investigación sobre la vida del joven revolucionario.

La defensa del internacionalismo fue una bandera que levantó Enrique, al igual que muchos otros compatriotas, mismo que lo llevó a exhalar su último suspiro al lado de los trabajadores chilenos, en cuyas filas se plantó como uno más.     

A 47 años de su muerte rendimos un sencillo homenaje a la figura de este joven que murió defendiendo los ideales de justicia y los sueños de una patria grande.

Infancia y juventud

Enrique nació en el Oriente de Venezuela, en Aragua de Maturín, el 14 de diciembre de 1950 (según la familia, el niño habría nacido ese año, pero por errores del registro civil en su cédula aparece como nacido en el 1949). Siendo Enrique el cuarto hijo de la pareja formada por la maestra de escuela Jesusita Carvajal y José del Carmen Maza Mérida, comerciante en un abasto cercano a la casa familiar, estos ya tenían otros tres niños mayores: José, Lesbia e Isabel “María Isabel”, sucediéndole a Enrique Jesús “Mingo” y María Auxiliadora “Chilín”.       

En ese mismo pueblo y bajo el ojo estricto de ambos padres, aprendió a leer, escribir, sumar restar, soñar y vivir en colectivo. Su niñez transcurrió feliz entre los paseos campestres, los juegos callejeros, las escapadas y los pequeños romances de juventud.

Cursó la educación primaria en la Escuela Cacique Taguay, donde hacía clases Jesusita, y ahí terminó como el mejor alumno del plantel. Luego ingresó a estudiar la educación secundaria en el Liceo Miguel José Sanz de Maturín, donde destacó como el mejor alumno de la promoción. Debía viajar una hora y media diariamente para llegar al liceo, lo que reforzó su constancia y perseverancia.

Su graduación como bachiller se produjo a fines del año 1967. Fue testigo generacional de la masacre del liceo Sanz, ocurrida en Maturín al año siguiente, en que fueron vilmente asesinados, durante la IV República, los estudiantes Guerra y Millán.

En 1968 se matriculó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y se incorporó a las bases del entonces Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

La familia Maza se trasladó en 1970 a vivir a la ciudad de Cumaná, buscando mayor cercanía con los hijos mayores que se encontraban estudiando en Caracas: José, Medicina; María Isabel, Sociología; y Enrique, Ingeniería.

La necesidad de organizarse

Enrique comenzó a formarse políticamente desde la adolescencia en su natal Aragua de Maturín, lugar desde donde salieron su tío Américo Silva, Simón Sáez Mérida, y otros familiares de destacada trayectoria política, a militar en las filas de la izquierda revolucionaria.

Desde su llegada a la UCV, Enrique se sintió atraído profundamente por el ambiente de rebeldía que se vivía en el recinto universitario, que irradiaba a toda la sociedad. Es así como inició su mayor actividad política y social en Venezuela, en contacto con sus compañeros de carrera, a los 18 años de edad.

El Mayo Francés y el golpeteo incesante de la juventud del 70

La Venezuela de fines del 60 e inicio del 70 era un torbellino de ideas políticas y revueltas sociales. Hacía poco más de una década que una rebelión popular había derrocado al último tirano con uniforme que tuvimos. Luego vinieron los de cuello y corbata. 

La generación del 70 estuvo marcada por un compromiso con las luchas sociales. Un gran número de integrantes de esta se enfrentó a las autoridades nacionales, en protesta por la violencia de la represión contra los movimientos sociales y guerrilleros. Y es que el impacto de la Revolución cubana; la rebelión que derrocó a Pérez Jiménez; la rabia contra la injusticia constituida en Gobierno; y otras tantas razones, les llevaron a erigirse como unas de las generaciones más comprometidas con los destinos del país.

A finales del 68 y principios del 71 la propuesta de Renovación Universitaria y la autonomía estudiantil pusieron en crisis al sistema universitario. El entonces presidente Rafael Caldera cerró la máxima casa de estudios con la intención de crear el caos y chantajear a la sociedad con este tipo de prácticas reaccionarias que hicieran abortar el movimiento.

Este proceso trascendió las calles y hogares venezolanos. Al grito de Renovación Académica se ubicaron sectores importantes de la sociedad, fundamentalmente el universitario. Este fue resultado de la convulsión mundial de esos años, la solidez de la Unión Soviética, las protestas norteamericanas contra la Guerra en Vietnam, el Mayo Francés, la Revolución cubana, entre otras, que hicieron que los jóvenes venezolanos consideraran posible cambiar el mundo tomando cada espacio que correspondía.

Las reivindicaciones principales fueron: 1) Paridad en los consejos de gobierno; 2) El rediseño de los pensum y programas de estudio; y 3) Meja en la calidad de los conocimientos impartidos, entre otras.

Los sectores oligárquicos, incluidos políticos, eclesiásticos, mediáticos, militares, coincidían en que este proceso significaba una amenaza al orden que proponía el Pacto de Punto Fijo.

La Universidad fue cerrada y expulsados muchos de los estudiantes, varios de los cuales terminaron perseguidos por organismos de seguridad, asediados y amenazados, hasta lograr ser sacados del escenario político nacional.

Después de las protestas que encabezaron los estudiantes de Ingeniería de la UCV, en el año 1970, las autoridades universitarias en concordancia con el Gobierno, emitieron un decreto de expulsión de un número considerable de jóvenes, entre ellos Diego Uzcátegui, Enrique Maza, Wanda y Raúl Colmenares, Pastor Martínez, Elena Amaro, Marcel Roo, Juancho Lacorte, Toño Ferrer, Alfredo Rodríguez.

Destino: el Chile de Salvador Allende

Parte de los jóvenes expulsados decidieron ir a Chile a estudiar, acatando el llamado del compañero Allende, entre ellos figura la exministra y exembajadora Maria de Lourdes Urbaneja. En la nación austral tuvieron la posibilidad de continuar sus estudios, ya en socialismo. Enrique tomó a última hora la decisión de viajar a Santiago, pues su destino inicial era Cuba.

El proceso de Unidad Popular (UP), que encabezaba Allende, resultaba atractivo para los jóvenes latinoamericanos y para la fecha en Chile se registró una gran migración de jóvenes y adultos marxistas latinoamericanos.

Enrique salió de Caracas el 14 de julio de 1971 y luego de tres escalas llegó a Chile el 15 de julio, en horas de la noche. 

Su vida había cambiado para siempre. A todos les invadía una especie de abandono y expectativas, sentimientos que les acompañaron quizá toda la vida. Muchas penas fueron vertidas en las noches de la bohemia santiaguina, cuando en el Barrio Brasil o en la Alameda, a la orilla de los bares abarrotados de trabajadores, estudiantes e intelectuales compartían con el «vino navegado» sus impresiones acerca del curso del gobierno de la UP.

Enrique llegó a vivir a la calle Santo Domingo, en el barrio de Matucana, en casa de tres de sus compañeros, Alfredo, Juancho y Marcel Roo, quienes habían alquilado una habitación con cuatro camas. Después se trasladó a otra casona ubicada en la misma calle, pero más amplia y económica que la anterior. Finalmente, alquiló un departamento en la remodelación San Borja, en el centro de la capital, donde vivirían hasta el día del golpe de Estado cívico-militar del 11 de septiembre de 1973.

El 19 de julio de 1971, Enrique envió una larga carta a su madre explicando: ”Espero que hayas recibido mi carta anterior y varias postales muy bonitas que te puse desde Bogotá, Quito y Lima… yo quisiera que me perdonaran lo que hice… por encima de todas las cosas, ¿pero qué podía yo hacer? … lo que hice fue en un arrebato de ira y de desesperación porque me daban 15 días y si en 15 días no desaparecía y ellos lo sabían… bueno es para llorar yo sé que el tiempo borra muchas cosas y así se olvidarán de mí…”.

En la misma misiva señaló: ”Aquí he tenido mucha ayuda en todos los sentidos. Cuando llegué al Aeropuerto habían algunos venezolanos que me estaban esperando, ya me tenían un sitio para vivir… Estoy en una pensión como las de Caracas vivo en el 2º piso… En el Aeropuerto no me registraron el equipaje cuando dije que era estudiante, aquí son muy respetados y considerados gozan de muchos privilegios y se nota que son algo bastante especial del país… Comencé a partir de ese momento a vivir como en otro mundo”.           

Al leer algunas de las cartas que se han podido recuperar, que en sí son un resumen de las vivencias y de la madurez con la que afrontó cada situación que se le presentó en su estancia en Chile, se avizoran cuatro razones para dicho viaje:

1) La expulsión de la UCV.

2) La inminente detención. Según una carta escrita a su familia, y una confidencia realizada a su hermano Mingo, le habrían amenazado con detenerlo si no salía del país en 15 días. Además, en alguna oportunidad le expresó a un compañero sus angustias por el asesinato de Américo Silva, y la detención de varias personas vinculadas a él. Existía una persecución real contra las y los luchadores de esos años.

3) Su vocación por los estudios y su compromiso con la familia de terminar la carrera de Ingeniería por sobre todas las cosas.

4) El interesante proceso político que se vivía en Chile y que motivó la presencia en ese país de cientos de jóvenes latinoamericanos.

Aunque breve, su vida estuvo dedicada a cumplir los sueños libertarios que movieron cada uno de sus impulsos. 

Fue aceptado en el 7º semestre de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Chile, a la cual ingresó en el segundo periodo de 1971. A la vez que inició sus estudios con entusiasmo, también se incorporó al trabajo político.

Dos organizaciones concitaron el interés de Enrique: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU). Se incorporó de manera activa a las bases de ambas organizaciones. Se encantó con la propuesta de los trabajadores y acudió a solidarizar en su lucha al frente de los Cordones Industriales. En este camino transitaron igualmente Pastor Martínez, Marcel Roo, Juancho, Diego Uzcategui, entre otros.

Cuando fue levantada la sanción a los expulsados de la Universidad y se dictó una amnistía para los perseguidos políticos, a Enrique le llegó la posibilidad de retornar a Venezuela. Sin embargo, tomó la decisión de quedarse en Chile y anunció su ida para el año 1974.

Enrique tenía una novia llamada Clarita, pero además tuvo un gran amor en su vida, Laura, con quien militó en la base de los trabajos voluntarios.

Enrique estaba haciendo su práctica profesional en LAN Chile y Laboratorios Geka, militaba en la Revolución chilena, por lo que no se planteaba la posibilidad de volver ese mismo año. El 16 de noviembre, tras el el paro patronal de octubre de 1972, escribió a su hermana Isabel: “…Otra cosa es lo respecto a los líos de acá, fueron 26 días de huelga donde participaron los profesionales, médicos, ingenieros, etc., el comercio, algo así como fedecámaras, los dueños de camiones, fue algo que conmovió toda la estructura del gobierno, pero no lo debilitó porque surtieron un efecto contrario al planeado  que yo creo que era provocar una crisis institucional, crear un vacío de poder que tenía que llenarlo el Ejército…”.

Los últimos momentos

El lunes 10 de septiembre de 1973, Clarita lo vio por última vez; durante toda la tarde se despidieron y quedaron de encontrarse el día siguiente en la Escuela de Ingeniería, donde los dos estudiaban. El martes 11 de septiembre de 1973 ya llevaba varios días apoyando las guardias de los trabajadores, combinando con los estudios y la práctica profesional. En la madrugada comenzó el golpe de Estado.

La mañana del 11 se levantó más temprano de lo habitual, alertado por el aviso de movimientos de tropas en Valparaíso. Fue a la Universidad y al no encontrar a ninguno de sus compañeros para ofrecer resistencia, tomó un bus en dirección a la calle Vicuña Mackenna, donde se encontró con un compañero venezolano, Enrique Ortiz, quien lo conminó a irse a la Embajada puesto que “ya no había nada que hacer”. Enrique le respondió a su tocayo: “No, yo voy a Vicuña Mackenna (Cordones Industriales), tengo compromisos con los trabajadores y ellos creen que esto se puede revertir”.

Presumiblemente era la idea de la resistencia y la dignidad la que le mantuvieron en pie a los Cordones Industriales, puesto que era un ejército de trabajadores, estudiantes y pobladores, desarmados, solo con la convicción de que podrían ofrecer resistencia a la maquinaria golpista que recién mostraba sus primeras acciones la mañana del martes, anhelando los congregados que llegaran las armas prometidas.

Según una carta fechada en diciembre de 1973, donde su novia le explica a María Isabel Maza lo ocurrido “…empezaron a hacer llamados por la radio que todos se fueran a las industrias y centros de trabajo… No pude quedarme en casa y partí a buscar a Enrique, no sé por qué, pero había algo que me hacía buscarle. Antes había ocurrido lo mismo con el Tancazo, pero no tuve miedo y esperé pacientemente noticias de él. Pero ese día no podía. Primero fui a su departamento, pero no contestó, luego fui a la Escuela, ya se la habían tomado y él no estaba, se me hacía tarde y tuve que volver a casa desesperada. Esperé todo el día noticias, pero no se comunicaba conmigo, además de no saber lo que estaba pasando, porque a esas alturas ya no había información; solo se escuchan los sonidos y balas y bombardeos, y lo peor era que había toque de queda y no podía salir. Finalmente, al anochecer me llamó por teléfono y dijo que se encontraba ‘vivo todavía’, que no me preocupara porque estaba en un lugar seguro y que todos sus amigos estaban bien, le pedí que me dijera dónde estaba, pero se negó, tanto insistí que dio el teléfono y mencionó un sitio llamado Zeus. Me pidió que escuchara radio por si llegaban a hablar y dar alguna información en FM porque ellos no tenían. Luego de colgar busque esa industria, la encontré, pero me asustó mucho más al ver su ubicación; estaba en el cordón Vicuña Mackenna y seguramente era donde debía estar concentrado la mayoría de los militares, entonces comprendí por qué se había negado a decirme dónde quedaba… Pasó como una hora y escuché la muerte de Allende y lo llamé, dijo ya saberlo. Dijo que me llamaría a la mañana siguiente, que iría a mi casa”.

La desesperación, el desasosiego, la rabia y la impotencia se habían apoderado de cada uno de los hombres y mujeres que protegieron con sus vidas las fábricas, las calles y los hogares del Santiago de 1973.

Vieron avanzar los tanques, cerrar las radios, iniciar los bombardeos de La Moneda, asesinar gente y escucharon el último discurso del compañero Allende. Con las manos apretadas y los dientes apretados, con el llanto resbalando por el rostro resistieron entre unas y otras fábricas del Cordón Industrial, hasta que a medianoche una ráfaga de ametralladoras invadió las propias puertas de la empresa Luchetti, donde se habían reunido los combatientes que quedaban resistiendo.

Uno a uno fueron sacados con la más cruel violencia, desnudados, torturados, los acostaron en el húmedo y frío suelo de un estacionamiento. Trataron de quebrar la moral de los detenidos.

A Enrique lo increpó un carabinero que le gritó: “Tú, cubano, corre”. Él habría respondido que era venezolano y no cubano, y que no correría, entendiendo que le sería aplicada la “ley de fuga”. Sin embargo, le obligan a salir de la fila y se le colocó contra una pared, donde le descargaron 17 tiros de ametralladora. Su cuerpo fue arrojado frente a la fábrica de pastas Lucchetti, desde donde fue trasladado al Instituto Médico Legal, ubicado en la comuna de Independencia.

Continúa Clarita en la carta:

“Miércoles 12: Esperé toda la mañana que me llamara y no lo hizo, luego llamé yo, pero nadie contestó. Seguí llamando todo el día con el mismo resultado. Había toque de queda todo el día.»

«Jueves 13: Continuó el toque hasta las 12 y se reanudó a las 18 hrs. Se prohibió ir a la zona céntrica, pero Enrique vivía en esa zona, así que fui a pesar de la prohibición. No había nadie en el departamento.”

“Viernes 14: No me avisaron de nada y volví a ir donde Lenin, pero ellos no estaban. En ese momento yo no tenía ninguna persona para poder encontrarle y volví desesperada. En la noche me llamaron de la embajada y me dijeron estar asilados todos, menos Enrique, pero que no me preocupara porque se creía que estaba bien.»

“Sábado 15: Salí a la calle y me encontré con un venezolano que solo conocía de vista, lo paré y le pregunté por Enrique y él me dijo que estaba muerto. Salí a buscarlo. Primero fui al hospital, luego al estadio, pero no recibía ninguna clase de información segura, solo que no estaba y tenía que esperar horas para esa respuesta.”

“Domingo 16: Busqué en los regimientos, pero tampoco me dijeron nada.”

“Lunes 17: Ya no tenía donde ir, porque no sabía dónde estaban los muertos, así que fui al diario, tenía un pariente y él me aconsejó que no siguiera buscando más porque ni siquiera ellos sabían. Me dio un solo dato, que fuera a buscar a los cementerios y les rogara que me mostraran las listas de los enterrados. Fui allí y no figuraba. En el cementerio me dijeron que viera en la morgue podría ser que todavía se encontrará en el depósito de cadáveres. Partí inmediatamente y lo encontré, pero no tuve valor para reconocerlo. Luego fui a buscar a los muchachos, pero ellos ya se habían ido, gracias a Dios estaba Toño. Más tarde hubo que hacer una serie de de trámites que duraron días para poder sacarlo de allí. Lo vi antes que lo sacaran de allí y lo depositaran en la urna, su estado era deplorable… Con las personas que he conversado, todas dicen lo que otras les dijeron. Hay confusiones en los sitios, algunos dicen que fue en IRT (otra industria del sector), yo sé que es imposible que haya llegado hasta ese lugar, son sectores distantes del lugar donde se encontraba y la zona demasiado vigilada. Otros dicen que fue en Tisol, que es lo más probable, son lugares vecinos a Zeus… Quedan muchas dudas. ¿Por qué estaba allí? Según él, cooperaba o ayudaba al Partido Socialista. Ese día seguramente obedeció las órdenes de Allende. Había días que él se quedaba en las industrias de noche y qué hacía allí, no sé. Según él se temía un golpe y por eso se quedaba.”

Clarita, acompañada de Toño Ferrer y Elena Amaro, inició los trámites para repatriar los restos de Enrique. Llevó la noticia a la Embajada de Venezuela y desde allí al hogar de la familia Maza.

La noticia, sin embargo, fue ambigua en un principio ya que se dijo que “habría fallecido un joven de apellido Meza”, cuestión que confundió a la familia de Omar Meza, cuyos padres sintieron la desesperación y el dolor de los Maza en la primera hora del anuncio. Esta información fue aclarada en breve.

El cuerpo de Enrique fue transportado a Caracas el 29 de septiembre, desde donde sería trasladado hacia Cumaná, bajo medidas extremas de seguridad.

Fue su hermana María Isabel, quien junto a Simón Sáez Mérida y José Vicente Rangel, tuvo la dolorosa misión de tramitar ante el Ministerio de Relaciones Exteriores la entrega y traslado del cuerpo a la ciudad de Cumaná. En el avión viajaría además una veintena de miembros de la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip).

La instrucción entregada a María Isabel en el Ministerio por supuestos “funcionarios” fue que el cuerpo de Enrique no podía ser velado sino que debía ser sepultado de inmediato. Al llegar a Cumaná el avión fue esperado por centenares de estudiantes y personas de la comunidad, conmovidas por la terrible noticia. Fue su hermano José, médico, quien revisó el cuerpo del joven, comprobando los impactos de bala, lo crecido de su barba… su asesinato.

El 30 de septiembre fue sepultado en el Cementerio General de Cumaná. La prensa local reseñó la muerte de Enrique, se le rindieron homenajes en las universidades y liceos. Su familia, y en especial sus hermanos, así como sus más cercanos amigos, mantienen vivo su recuerdo.

El 11 de abril de 2018, en las instalaciones de la Casa Central Andrés Bello de la Universidad de Chile, el Rector de la institución, Ennio Vivaldi, junto a otras autoridades, entregaron de manera póstuma los títulos de licenciatura a 100 estudiantes ejecutados por la dictadura, entre ellos a Enrique Maza Carvajal, graduado 45 años después como Ingeniero Eléctrico. Al acto acudieron amigos, compañeros y una sobrina de «Pellizco».

El olvido no logró arrancarnos la vida de Enrique y hoy lo levantamos en un homenaje a todos los estudiantes de izquierda, al internacionalismo que mueve a las y los luchadores que han forjado este sueño de revolución que hoy construimos entre todas y todos.

 ¡Honor y gloria a Enrique Maza Carvajal!


50 Años del golpe: El joven venezolano caído junto a los obreros del Cordón Industrial Vicuña Mackena

Fuente :resumen.cl, 18 de Agosto 2023

Categoría : Prensa

Los trabajadores detenidos en la fábrica Lucchetti de Vicuña Mackenna, fueron sacados a los estacionamientos desnudados, torturados, los acostaron en el suelo. Un funcionario de Carabineros le gritó: "¡Tú, cubano, corre!".  Él habría respondido que era venezolano y no cubano, y que no correría. Sin embargo, le obligan a salir de la fila y se le colocó contra una pared, donde le descargaron 17 tiros de ametralladora.  Su cuerpo fue arrojado frente a la fábrica de fideos, desde donde fue trasladado al Instituto Médico Legal.

Enrique Maza Carvajal o "Pellizco", era un joven estudiante venezolano de 22 años, refugiado en Chile debido a la persecución que vivía en su país. Llegó el 15 de julio de 1971 tras su salida de Venezuela, la que no fue voluntaria, pues era perseguido por los organismos de seguridad.

Eran años de profunda agitación política y social en Venezuela y toda Latinoamérica. La influencia de la revolución cubana, el mayo francés y la guerra de Vietnam, calaban hondo en una generación de jóvenes estudiantes.

En este ambiente, Enrique ingresó en 1968 a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en Caracas e inmediatamente se incorporó a las bases del entonces Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) del país caribeño.

Provenía de Aragua de Maturín, una ciudad del oriente venezolano, localidad en que nació el 14 de diciembre de 1950. En ésta, su ciudad natal, se destacó como excelente estudiante ya desde la primaria en la Escuela Cacique Taguay y luego en el Liceo Miguel José Sanz de Maturín, desde donde se graduó de bachiller el año 1967.

Desde finales del 68 la propuesta de Renovación Universitaria y la autonomía estudiantil pusieron en crisis al sistema universitario en Venezuela. El entonces presidente Rafael Caldera (DC) cerró la UCV, máxima casa de estudios del país.  Previo a este cierre e intervención, el gobierno de Caldera ya había emitido decretos de expulsión y persecución de estudiantes por parte de organismos de seguridad del Estado. Uno de estos de fines de 1970 determinaba la expulsión  de un número considerable de jóvenes, entre ellos Enrique Maza.

A Enrique los organismos de seguridad le pisaban los talones y sentía que su seguridad personal corría riesgo decide salir de Venezuela, piensa en salir a Cuba o a Chile y finalmente toma la decisión por venirse a nuestro país.

El 19 de julio ya instalado en Santiago de Chile escribe a su madre: "Espero que hayas recibido mi carta anterior y varias postales muy bonitas que te puse desde Bogotá, Quito y Lima… yo quisiera que me perdonaran lo que hice… por encima de todas las cosas, ¿pero qué podía yo hacer? … lo que hice fue en un arrebato de ira y de desesperación porque me daban 15 días y si en 15 días no desaparecía y ellos lo sabían… bueno es para llorar yo sé que el tiempo borra muchas cosas y así se olvidarán de mí…".  Enrique se siente liberado en Chile, tras la persecución vivida en Venezuela "… En el Aeropuerto no me registraron el equipaje cuando dije que era estudiante, aquí son muy respetados y considerados gozan de muchos privilegios y se nota que son algo bastante especial del país… Comencé a partir de ese momento a vivir como en otro mundo".

Tras arrendar junto a otros estudiantes venezolanos refugiados una pieza en calle Santo Domingo, en el barrio de Matucana en Santiago, Enrique se traslada a la remodelación San Borja, sitio donde lo encontrará el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

Tras diversas gestiones, Enrique logra ser aceptado en el 7º semestre de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Chile, a la cual ingresó en el segundo semestre de 1971, rápidamente se involucra en las jornadas de trabajos voluntarios en la zona campesina de Lampa y al trabajo político con compañeros de facultad donde se acerca a bases del MAPU y del MIR.  Es con estos que comienza un trabajo en el Cordón Industrial Vicuña Mackenna.

En 1973 el gobierno de Caldera en Venezuela promueve una amnistía para los perseguidos políticos y una distención con los partidos de izquierda, varios de los estudiantes venezolanos comienzan a retornar a su país, Enrique tomó la decisión de quedarse ese año en Chile y retornar a Venezuela en 1974.

La mañana del 11 alertado por el aviso de movimientos de la marina en Valparaíso. Fue a la Universidad, allí se encontró con un compañero venezolano, Enrique Ortiz, quien lo conminó a irse a la embajada puesto que "ya no había nada que hacer".  Enrique le respondió a su compatriota: "No, yo voy a Vicuña Mackenna (Cordones Industriales), tengo compromisos con los trabajadores y ellos creen que esto se puede revertir". Su polola en la universidad señala "Me pidió que escuchara radio por si llegaban a hablar y dar alguna información en FM porque ellos no tenían. Luego de colgar busqué esa industria, la encontré, pero me asustó mucho más al ver su ubicación; estaba en el cordón Vicuña Mackenna".

Tras sofocar la resistencia en el palacio de La Moneda y el centro de Santiago, los militares se desplegaron hasta los cordones industriales y poblaciones de la periferia de Santiago. Los trabajadores dispuestos a resistir en el Cordón Vicuña Mackenna se replegaron en la empresa Lucchetti. Aplastada la posibilidad de resistencia los obreros capturados fueron sacados a los estacionamientos desnudados, torturados, los acostaron en el suelo. Un funcionario de Carabineros le gritó: "¡Tú, cubano, corre!".  Él habría respondido que era venezolano y no cubano, y que no correría. Sin embargo, le obligan a salir de la fila y se le colocó contra una pared, donde le descargaron 17 tiros de ametralladora.  Su cuerpo fue arrojado frente a la fábrica de fideos, desde donde fue trasladado al Instituto Médico Legal.

Su polola lo encontró en ese lugar y dio aviso en la Embajada de Venezuela, quienes contactaron a la familia Maza.   El cuerpo de Enrique fue transportado a Caracas en un vuelo junto a varios refugiados el 29 de septiembre de 1973. A su llegada, el féretro fue trasladado hacia Cumaná. En el avión viajaron además de algunos familiares, una veintena de agentes de la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) de Venezuela.

La Disip informó a la familia que el cuerpo no podía ser velado y debía ser enterrado de inmediato. En Cumaná esperaban centenares de personas, su hermano José, médico, revisó su cadáver y constato los múltiples impactos de bala.

El 30 de septiembre fue sepultado en el Cementerio General de Cumaná. La prensa local reseñó la muerte de Enrique, se le rindieron homenajes en las universidades y liceos.  Su familia, y en especial sus hermanos, así como sus más cercanos amigos, mantienen vivo su recuerdo.