Instituto Nacional Barros Arana (INBA)


Ubicación:Santo Domingo 3535 Santiago Región Metropolitana

Rama:Ejército


Descripción General

Categoría : Otra Información

En los días posteriores al golpe de Estado, el Instituto Nacional Barros Arana (INBA)  fue ocupado por personal del Regimiento No 3 “Yungay” de San Felipe, desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 4 de octubre de ese año, con el fin de ser utilizado como  centro de detención. Cientos de prisioneros políticos fueron torturado y algunos asesinados en este recinto.

En un patio del  Instituto Nacional Barros Arana, donde se posaban palomas todo el día, algunos militares practicaban su puntería contra de las palomas, mientras otros torturaban a los presos políticos. El lugar ha quedado con el nombre de “el patio de las palomas

Se sabe que muchos de los presos políticos de la localidad que estuvieron detenidos en este colegio fueron subsecuentemente ejecutados en el Puente Bulnes, en el río Mapocho, o hechos desparecer. Entre ellos esta el sacerdote español Juan Alsina. El 18 de Septiembre, el sacerdote Alsina, preocupado por sus compañeros de trabajo, decidió ir al hospital, pese a que le aconsejaron no hacerlo. Allí fue detenido, junto a seis trabajadores de la Salud: Manuel Briceño, Manuel Ibañez García, Sergio Cáceres Gatica, Raúl González Morán, Pablo Aranda Schmied y José Bagus Valenzuela y llevados al  Instituto Nacional Barros Arana.

El religioso jesuita Esteban Rodríguez lo fue a visitar y lo confesó; también cumplió con informar al capitán Mario Carávez Silva (al mando de la "operación limpieza" del Hospital San Juan de Dios y de la universidad Técnica del Estado) que Juan Alsina era efectivamente un sacerdote. Este no le creyó y pidió entonces a otro cura, el capellán Felipe Gutiérrez, quien trabajaba en el Ministerio de Defensa, que lo visitara. A su regreso, Gutiérrez le dijo a Carávez"A éste, si no lo matas, él te matará a ti y a toda tu familia". Así lo indica la narración hecha por Carávez a unos religiosos del Convento de La Merced de San Felipe, durante una reunión-almuerzo diez días después del golpe militar.

En el fallo, dictado por la jueza Dobra Lusic, se especifica que Alsina fue sacado del  Instituto Nacional Barros Arana. y llevado hasta el Puente Bulnes, en el río Mapocho, como a las 23 horas. El ayudante del entonces capitán Carávez a declarado que: “..salimos del Barros Arana en el jeep. Mi capitán [Mario Carávez] conducía y yo iba atrás con Juan, que iba esposado y muy pensativo. No dijo una palabra en todo el trayecto ni dio trabajo cuidarlo. Sabía que lo íbamos a matar, porque se lo habíamos comunicado. Al llegar al puente Bulnes mi capitán frenó y yo, como hacía con cada uno de los que fusilaba, me bajé, saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos; recuerdo muy bien que Juan me dijo: por favor, no me pongas la venda y mátame de frente, que no tengo nada que esconder… quiero verte y darte el perdón. Fue muy rápido, levantó su mirada al cielo, puso sus manos sobre el corazón y movió los labios como si estuviera rezando, y dijo: Padre, perdónales. Le disparé la ráfaga y cayó al tiro. Quería dispararle con la pistola, pero lo hice con metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que casi cayó solo al río Mapocho. Yo tuve que darle un empujoncito no más para que se cayera. Algunos caían en el piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río…”.

El relato del soldado es extenso en su detalle de las ejecuciones realizadas: "Mire, en aquellos días había ajusticiamiento todos los días… A veces caían cinco, a veces diez y también más… De los que llegaban al Barros Arana no se escapaba ninguno, y por supuesto yo no me acuerdo de todos pero de Juan Alsina no me he podido olvidar… Algunos lloraban y gritaban que no los mataran… pero Juan no, Juan iba tranquilo y sosegado…”

Entre las victimas se encuentran: Manuel Briceño, Manuel Ibañez García, Sergio Cáceres Gatica, Raúl González Morán, Pablo Aranda Schmied y José Bagus Valenzuela. Los cuatros primeros, fueron encontrados posteriormente ejecutados en el Puente Bulnes y los dos últimos permanecen hasta el día de hoy en calidad de detenidos desaparecidos

La responsabilidad de este y otros crímenes están extinguida por disposición del Decreto Ley Nº 2191 de 1978, conocido como Ley de Amnistía. Jamás se ha hecho justicia.

Criminales y Complices:

Capitán del Ejército Mario Caraves S., conscripto Nelson Bañados P., (a la fecha a cargo del Batallón estaba el Mayor de Ejército Donato Alejandro López Almarza). También se debe mencionar al capellán Felipe Gutiérrez, el cual, según las declaraciones del mismo Caraves, le había dicho refiriéndose al padre Alsina "A éste, si no lo matas, él te matará a ti y a toda tu familia".

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; Diarios: La Nación; La Época; Memoriaviva;


Cinco años de cárcel para uno de los responsables en 1973 del asesinato del sacerdote español Joan Alsina

Fuente :abc.es, 19 de Octubre 2005

Categoría : Prensa

El oficial retirado del Ejército chileno Donato López fue condenado ayer a cinco años de cárcel por asesinar al sacerdote catalán Joan Alsina el 19 de septiembre de 1973, ocho días después del golpe de Estado que derrocó al Gobierno de Salvador Allende. La sentencia fue dictada por el juez Jorge Zepeda, quien investigó el crimen de Alsina, muerto a los 31 años tras ser detenido y torturado por una patrulla militar.

El militar condenado es uno de los tres oficiales del Ejército que participaron en la operación, y el único que está vivo, ya que los otros dos fallecieron antes de que terminase el juicio.

La investigación del magistrado determinó que el autor de los siete disparos que terminaron con la vida del sacerdote español fue el recluta Nelson Bañados, quien años más tarde se suicidó atormentado por haber cometido este crimen.

En el momento de su detención y asesinato, Joan Alsina era sacerdote de una parroquia del extremo sur de la capital y al mismo tiempo trabajaba en el Hospital San Juan de Dios, en un barrio popular al noreste de Santiago. Una acusación calumniosa y anónima que le tildaba de «comunista peligroso» llevó a su detención y ejecución sumaria en circunstancias escalofriantes que fueron confirmadas durante el proceso.

«No me vendes los ojos»

Tras su detención, Joan Alsina fue golpeado, torturado y dejado inconsciente. Después, fue trasladado al Internado Nacional Barros Arana y más tarde fue llevado hasta el Puente Bulnes, que cruza el Río Mapocho, en la zona norponiente de la capital chilena, donde fue fusilado con siete disparos. Su cuerpo apareció el 27 de septiembre de 1973.

Tanto las investigaciones del magistrado como el testimonio de otros militares consignan que Alsina pidió a Bañados, en el momento de la ejecución, que no le vendara los ojos para poder bendecirlo y darle el perdón.

Sobre esta base se abrió en su día una campaña para reivindicar el nombre del sacerdote Joan Alsina, y para que se le declare mártir de la Iglesia.

Joan Alsina nació en la ciudad de Gerona y llegó a Chile en 1967, donde pretendía estar al menos 10 años ocupándose de la labor pastoral con los sectores pobres de la ciudad.


50 años del asesinato del cura obrero Joan Alsina

Fuente :resumen.cl, 19 de Septiembre 2023

Categoría : Prensa

El día miércoles 19 de septiembre de 1973, militares pertenecientes a un batallón del Regimiento Yungay de San Felipe, allanaron el Hospital San Juan de Dios en Santiago de Chile, llevándose varias personas detenidas, entre ellas estaba un sacerdote obrero de nombre Joan Alsina Hurtos. Trasladado Joan hasta el Internado Nacional Barros Arana, ocupado en esos momentos como centro de detención por la dictadura, Alsina es duramente golpeado y torturado por sus captores. A las 21:00 de ese mismo día es sacado al puente Bulnes, sobre el río Mapocho en Santiago y ejecutado por una patrulla militar a la orden del Coronel Donato López Almarza.

"Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón"

Nelson Bañados, un recluta de 18 años de edad, que realizaba el servicio militar obligatorio, fue quien le disparó siete balazos desde corta distancia al cura Alsina, como el mismo declararía en diversas ocasiones, antes de quitarse la vida, por la culpa que cargo en su vida desde aquel trágico momento. Enfrentado a su ejecutor, el cura Alsina pidió al recluta Bañados que no le vendara los ojos, para poder bendecirlo y darle el perdón, según confesó el propio recluta al sacerdote catalán Miguel Llodrá, miembro de la comunidad religiosa a la que pertenecía Joan Alsina en la comuna de San Bernardo, en la Región Metropolitana y quien se dio la tarea de buscar a su hermano detenido.

Posteriormente, cuando se iniciaron los juicios, el recluta Bañados repetirá el mismo testimonio ante tribunales: «Al llegar al puente Bulnes, mi capitán frenó, y yo, como lo hacía con cada uno de los que fusilaba, me bajé, saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos, pero Juan me dijo: "Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón». Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón y movió los labios como si estuviera rezando y dijo: "Padre, perdónalos…" Yo le disparé la ráfaga y cayó al tiro. Quería dispararle con la pistola pero lo hice con la metralleta para que fuera más rápido. El impacto fue tan fuerte que volteó su cuerpo y prácticamente cayó solo al Mapocho, yo tuve que darle un empujoncito no más. Otros, a veces, caían al piso del puente y había que levantarlos y echarlos al río. Eran las diez de la noche y de este fusilamiento no me voy a olvidar nunca jamás».

Días más tarde, el 27 de septiembre, el cadáver de Alsina fue encontrado aguas abajo en el río Mapocho y trasladado al servicio Médico Legal. Las autoridades del régimen militar afirmaron que se trataba de un "terrorista" que había muerto en un enfrentamiento con una patrulla de soldados. El día 28 de septiembre su cuerpo fue enterrado en cementerio parroquial de San Bernardo.

Bañados ratificó siempre su versión de los hechos en el juicio por el asesinato de Joan Alsina, hasta que agobiado por los remordimientos, se suicidó.

Quien era el cura Joan

Joan Alsina Hurtos, había nacido en Castelló d’Empúries, provincia de Gerona, Cataluña el 28 de abril de 1942. Hijo de una familia muy católica, que además de Joan tenían dos hijos más Miquel y Maria.  A los 4 años ingresó al Colegio de las Carmelitas, tres años después, pasó al Colegio Nacional.  A los 11 años Joan ya pidió a sus padres ingresar al seminario de Girona, donde posteriormente asistió, siendo ordenado sacerdote el 12 de septiembre de 1965. Destinado un tiempo a la localidad de Malgrat de Mar, Joan decidió trasladarse al Seminario Hispano Americano de Madrid para ir a misiones, lo cual era su deseo.  Su primer destino fue Chile, donde llegó pensando en estar 10 años evangelizando entre sectores obreros.

Joan llegó a Chile el día 30 de enero de 1967, se instaló en San Bernardo, al sur de Santiago, a vivir en una comunidad de sacerdotes catalanes. Ejercía su ministerio en la Parroquia San Ignacio de San Bernardo y como trabajador en el Hospital San Juan de Dios en Santiago al momento del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, donde además era dirigente sindical.

Joan había hecho profundas amistades en Chile, se había convertido en un cura obrero, como varios que conformaron en aquellos años el «movimiento de cristianos por el socialismo» en apoyo a las luchas y transformaciones sociales que ocurrían en Chile.  En este contexto del mundo del trabajo es donde se vincula políticamente a compañeros del MIR.

Desde el Hospital, Joan junto a sus compañeros pudieron ver el bombardeo a la Moneda, el 11 de septiembre de 1973, y más tarde recibir a los heridos que llegaban desde diversos lugares.

El 16 de septiembre, una patrulla militar llegó hasta el Hospital San Juan de Dios en Santiago, allanando sus instalaciones y deteniendo a 7 trabajadores, Joan estaba libre aquel día y a su regreso al Hospital sus compañeros le aconsejaron que se refugiase en alguna embajada.  Joan tomó la decisión no solo de permanecer en Chile, sino además de seguir trabajando en el Hospital, ayudando a los más necesitados, en momentos especialmente duros.

El 18 de septiembre por la noche, presintiendo su detención, Joan redactó un escrito conocido como «El Testamento de Juan Alsina», en el que deja constancia de los motivos de su entrega. Entre otras, escogemos una de las frases que escribió de su puño y letra: «si el grano de trigo no muere, no da fruto, pero si muere da mucho fruto».  Frase que más de 10 años más tarde retomara Luisa Toledo, una pobladora de Villa Francia en Santiago, muy cercana a las comunidades católicas de base, cuando el 29 de marzo de 1984 le asesinan a dos de sus hijos: Rafael y Eduardo Vergara Toledo.

Joan fue uno de los curas asesinados por la dictadura militar en Chile, como el cura obrero ingles Miguel Woodward, quien fue detenido, torturado hasta morir en el buque escuela Esmeralda; el cura salesiano Gerardo Poblete asesinado en un calabozo de una comisaría de Iquique en 1974; el valenciano Antonio Llidó Mengual cura obrero de Quillota, desaparecido desde el centro clandestino de detención y torturas de José Domingo Cañas en Santiago en 1974, el sacerdote francés André Jarlan, asesinado por un disparo policial en la población La Victoria en Santiago, mientras se reprimía la jornada nacional de protestas contra la dictadura en 1984.


“Mátame de frente”: miradas que se cruzan en un momento decisivo

Fuente :elmostrador.cl, 3 de Enero 2024

Categoría : Prensa

Los lugares de memoria están ahí, algunos quizás invisibles pese a placas, monumentos y acciones reivindicativas. A veces los ojos no ven y las verdades se pierden en buenas intenciones.

“Recuerdo que le disparé siete balas apuntándole en el pecho…pero como por un instinto natural… por no ver su mirada” (pp. 76, Nelson Bañados)

Cincuenta años después del Golpe Cívico-Militar, Felipe Olivares y Claudio Vilches, dos jóvenes cientistas políticos, inician un camino investigativo hacia el corazón de uno de los tantos hechos deleznables perpetrados en los primeros días de la dictadura: el fusilamiento del sacerdote catalán Joan Alsina en el Puente Bulnes, en Santiago.

“Mátame de frente” da cuenta de la búsqueda de información acerca de este caso emblemático, que se inicia con algunos datos concretos que lo enmarcan. Uno de ellos, la punta del hilo, es que el Instituto Nacional Barros Arana (INBA) sirvió como espacio de acantonamiento del Regimiento N°3 Yungay de San Felipe, desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 4 de octubre de ese año. Fue lugar de detención, tortura y desaparecimiento de personas. Allí permaneció Joan Alsina después de ser detenido con otras personas en el Hospital San Juan de Dios hasta la noche de su fusilamiento, el 19 de septiembre de 1973. Muchos testigos concuerdan en este dato de veracidad, entre ellos, un capellán castrense.

La historia de Joan Alsina se enhebra con la de otros que sufrieron, murieron y desaparecieron a manos de los militares del Regimiento Yungay de San Felipe, durante el fatídico tiempo en el que estuvieron acantonados en el INBA y posteriormente en la Quinta Normal. Por ejemplo, la historia de Lucio Bagus, un funcionario del Hospital San Juan de Dios, hasta hoy desaparecido. Y la de Carlos Fariña, un niño de trece años detenido en su casa y que fue finalmente encontrado en una fosa en Américo Vespucio con San Pablo.

Es así como, a lo largo del libro, el lector puede entender la trama del tejido de muerte que ha estado oculta o invisibilizada. Sus puntos se unen, se imbrican y se funden, mostrándonos una imagen de terror, que no es ficción literaria o invento político. Aquello ocurrió. La crueldad, la perversidad y la posterior impunidad fueron bestias feroces que se movieron a su antojo en la noche dictatorial, desde el primer momento de ese 11 de septiembre.

El hilo de la historia relatada también recoge los puntos colgantes o perdidos de los cómplices (pasivos o activos), de los delatores. De los que, por razones personales, entregaron a colegas o vecinos. De los que callaron. De los que miraron a otro lado cuando estaban ocurriendo estos hechos. De los que contribuyeron al ocultamiento de la verdad. Quizás por legítimo miedo, quizás porque realmente no les interesaba. El “algo habrán hecho” permanece latiendo en las oscuridades que nos rodean hoy.

También están acá los perpetradores, con sus nombres completos y hasta sus fotos, documentos públicos verificables. Y los oficios de las investigaciones judiciales en que, cuando la Justicia consultaba por alguno de estos responsables, casualmente había un error de ortografía o de tipeo en el nombre, de manera que la respuesta era que esa persona no pertenecía al Ejército de Chile. Esta fue una de las tantas maniobras que garantizaron la impunidad de los asesinos del Estado.

Joan Alsina fue ejecutado en el Puente Bulnes por el conscripto Nelson Bañados y el capitán Mario Caraves, que dio la orden y estuvo ahí para verificar que la mano de su subalterno realizara la acción por él. Por cobardía o por la necesidad de proveerse de cómplices que no pudieran hablar después. Las palabras que dan título al libro fueron dichas por Joan Alsina en el momento en que Nelson Bañados se aprestaba a fusilarlo. Quedó como una frase lapidaria que sin embargo no conmovió a los perpetradores y se mantuvo con carácter de emblema en estos cincuenta años.

La historia de Joan Alsina, así como la frase, nos lleva al asunto del perdón. Para él, como para sus padres, el perdón era crucial. Su padre, antes de morir, escribió dos cartas en las que extendía el perdón que Joan Alsina entregó a sus asesinos en el Puente Bulnes. Una misiva era para el conscripto Nelson Bañados, que la aceptó, y la otra para el capitán Mario Caraves, que la rechazó, indignado.

La narración toma a ratos un tono de crónica y en otros momentos alcanza una atmósfera de intimidad envolvente, no exenta de asombro, cuando pareciera que ya nada puede asombrarnos. Los autores, aunque intentan mantenerse a la distancia impuesta por la estructura de la investigación, no pueden evitar estremecerse y se acercan emocionalmente a las historias de testigos y familiares que van entretejiendo, apoyados por documentos, fotos y datos fácilmente verificables. Esto lleva a que el libro se lea como una investigación propiamente tal, pero que al mismo tiempo como el compendio de múltiples voces que se despliegan como una urdiembre que va mucho más allá de los casos en cuestión: el tejido alcanza al país entero cuando se unen los puntos con el hilo enhebrado de estas historias.

Los lugares de memoria están ahí, algunos quizás invisibles pese a placas, monumentos y acciones reivindicativas. A veces los ojos no ven y las verdades se pierden en buenas intenciones. Libros como “Mátame de frente”, asentados en un trabajo investigativo riguroso y comprometido con la verdad, abren las puertas para revisitar los espacios geográficos y simbólicos, mirar viendo la historia de nuestro país y recorrer valientemente, los senderos de las lágrimas de aquellos que dejaron su vida en nuestro territorio nacional, que aún sangra.